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Fidel Castro

Políticos

Dos políticos en sus setenta

por Armando Chaguaceda 21 octubre 2021
escrito por Armando Chaguaceda

Hace treinta años, en las postrimerías de noviembre, un curtido dirigente comunista abandonaba dos décadas de ostracismo político para dirigirse al público de su país. Al filo de los 70 años, Alexander Dubcek explicaba a la nación checoslovaca la necesidad de  retomar el camino de reformas interrumpido por la invasión soviética. En su intervención —y en posteriores apariciones hasta el final de sus días— Dubcek reivindicó al socialismo como proyecto político, el mismo al que había consagrado su larga e intensa vida.

Y aunque la ciudadanía concentrada en la plaza Wenceslao en noviembre de 1989 consideró que el tren de las reformas al sistema había perdido su última estación con el asesinato de aquella Primavera de Praga, correspondió al viejo dirigente con un sonoro reclamo «¡Dubcek, al castillo!», refiriéndose al antiguo castillo de Praga, sede del gobierno nacional.

Hace un par de días, en la antesala de otro noviembre, un veterano dirigente del Partido Comunista de Cuba abandonaba una década de ostracismo político para dirigirse por redes sociales a quién pudiera escucharlo. Al cumplir los 70 años, Carlos Lage explicó las circunstancias personales y familiares en las que arribaba a la provecta edad. En su intervención, reivindicó a Fidel Castro, la Revolución y el socialismo como ejes innegociables de su visión y lealtad políticas. Y aunque aún no sabemos que reacción tendrán esas palabras en la atribulada población cubana, se ha desatado en círculos letrados cierto debate sobre el momento, valor y horizontes de esa aparición.

Comparar las coincidencias numéricas trasciende la anécdota y la cábala. Permite poner en contexto las especulaciones desatadas a raíz de la aparición del video y comprender el peso del legado autoritario en la mentalidad y existencia de las viejas generaciones de cubanos, más allá de lo respetable que sin dudas resulta un testimonio sobre la existencia personal y el amor filial.

Ambos dirigentes fueron producto de circunstancias y elecciones. Las de Dubcek, forjadas en la juvenil filiación comunista, seguida por la destacada participación en la resistencia a la ocupación nazi en Eslovaquia. Las de Lage, impulsadas por la trayectoria de un cuadro dentro del proceso de la aún joven revolución cubana. Ambos ayudaron a conformar el modelo de Partido Estado, de diseño soviético, que avanzó la llamada construcción del socialismo en dos pequeñas naciones. En dos países donde, con métodos variables, los comunistas se hicieron con el poder estatal tras breves períodos de convivencia dentro de gobiernos nacionales populares.

No obstante, si sus trayectorias parecen correr relativamente paralelas durante un tiempo, hay coyunturas y contenidos que las distinguen. Dubcek fue promotor del llamado socialismo con rostro humano, un proyecto trunco de reformas impulsado por la dirección del Partido, y entusiastamente apoyado por la ciudadanía, que intentaba avanzar un modelo con mayores libertades sociales, económicas y políticas.

Este comenzó a dar sus frutos —con cambios cómo la abolición de la censura— hasta que lo permitieron los tanques del Pacto de Varsovia. Pero incluso después, estando represaliado como funcionario del servicio forestal, Dubcek dirigió una carta a la Asamblea Federal checa en la que reivindicaba el legado de la Primavera de Praga y cuestionaba las acciones autoritarias de la nueva dirigencia comunista, encabezada por Gustav Husak.

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Alexander Dubcek

Por su parte, Carlos Lage fue implementador de las reformas económicas, parciales y en buena parte revertidas, que detuvieron a mediados de los noventa la brutal crisis socioeconómica que azotaba Cuba. Se le recuerda como alguien que mantuvo bajo severo control los sistemas de estimulación en divisa —presunto sucedáneo de salarios dignos no pagados— de los trabajadores del sector emergente. También acompañó, desde sus cargos gubernamentales y partidistas, la contrarreforma conocida como Batalla de Ideas, impulsada por Fidel Castro desde fines de esa misma década. Ningún componente serio de reforma política, acaso propuesto dentro del genérico de un proyecto socialista, acompañó ambas etapas.

Cuando volvemos a las últimas palabras de Dubcek, entre 1989 y 1992, no encontramos el testimonio de un ser arrepentido de su vida. Lo que sí aparece, con las contradicciones propias de una humanidad cambiante, es la defensa militante y razonada del socialismo como modelo para organizar una convivencia más justa y libre entre las personas y naciones del mundo.

Un socialismo que, tras una temprana etapa de apuesta leninista, avanzó a nueva reformulación socialdemócrata. Entendida esta como «una ideología que prescribe el uso de la democracia como acción colectiva para extender los principios de libertad e igualdad valorados por demócratas en la esfera política a la organización de la economía y la sociedad, principalmente oponiéndose a la desigualdad y la opresión creadas por el capitalismo de laissez-faire».[1]

Lo que expresa Lage en su video —al margen de un par de frases de difuso sentido reformista—, es que sigue siendo un «Hombre de la Revolución». Comprendida esta lealtad desde su identificación con un discurso oficial que considera la Revolución como un proceso continuado hasta la actualidad. Es una visión que concibe a la dirección del país (en especial al difunto Fidel Castro) como un liderazgo socialista coherente con las metas de aquella. Y cree en la conexión y respaldo mayoritarios de la población cubana para con ambos factores (Revolución y liderazgo).

A diferencia de Dubcek, quién honró la dialéctica materialista para adecuar los fines de su ideología a los medios concretos de su realización no ejanenante, el testimonio de Lage congela en categorías vaciadas de cualquier sentido emancipador los modos particulares de ser socialista en la Cuba actual.

Como académico me interesa analizar, para fines de comprensión, las movidas de las élites. Como ciudadano procuro acompañar, con mi conocimiento y solidaridad, los avances plurales y contingentes de la política popular. La democracia, en Cuba y por doquier, no es un tema de buenos padres de familia, sino de actores, instituciones y mormas que procuren un mayor empoderamiento protegido de la ciudadanía, de cara a las élites dominantes. Es desde ahí —con la contrastación de expedientes históricos fenoménicamente similares— que evalúo la noticia que esta semana ha desatado la imaginación novelesca y el cotilleo, infantil o interesado, de los opinadores del reformismo sistémico.

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Carlos Lage

Cuando analicemos el «sorpresivo» video de Lage, pensemos en las condiciones y razones políticas de su publicación y difusión. En su narrativa intrínseca y expresa. En su negativa a romper —o al menos a callar— con el proceder mafioso, ajeno a cualquier respeto humano y al más básico Estado de Derecho, que condenó de modo sumario e incivil a esa generación de cuadros políticos. Un proceder que cobró víctimas allende los propios acusados.

Pues por hablar en su blog sobre el método estalinista de defenestrar a Lage et al, a un antiguo alumno (joven inteligente y «revolucionario») casi le tronchan su vida profesional y personal. Hoy hace carrera, exitosamente, fuera de la Isla, en vez de estar educando e investigando en su país. Lo perdieron la universidad y la nación cubanas. Si alguien quiere seguir defendiendo eso, ese alguien es parte del problema.

Pero además, luego del 11-J es imposible ocultar que el gobierno, disfrazado de «Revolución», mantiene más de mil personas presas o procesadas por ejercer su derecho a manifestación y expresión pacíficas. Entre estas personas hay numerosos jóvenes de humilde extracción socioclasista, procedentes de las zonas más abandonadas —en lo territorial y lo racial— de la nación cubana. Ellos y sus familiares no tienen —a diferencia del antiguo funcionario— nostalgia alguna que celebrar hoy.

Solo cuando ese orden, ya nada revolucionario, cese de regir, será posible que los destinos de millones, la memoria, afectos y proyectos de cada persona sean atesorados y vividos en libertad. Hasta entonces todos somos, más que sus hijos, sus rehenes. Pero de lo que se trata es de decidir si, como decía Albert Camus, «uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen».

***

[1] Ver Ben Jackson, Social Democracy en Michael Freeden, Lyman Tower & Marc Stears (ed) The Oxford Handbook of Political Ideologies, Oxford University Press 2013

21 octubre 2021 14 comentarios 2,7K vistas
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Primer Secretario

¿Dónde está el primer secretario?

por Julián Pérez Rodríguez 25 septiembre 2021
escrito por Julián Pérez Rodríguez

Un viejo amigo pinareño, profesor de Historia de Cuba que conocí en La Habana en un postgrado, solía narrar esta anécdota con el orgullo que le ponía la gente a los cuentos —siempre victoriosos— del carismático líder. Resulta que un potente huracán amenazaba a una de las localidades más occidentales de Cuba, en Pinar del Río, y Fidel sobre un helicóptero militar se dirigía hacia ese territorio, a comprobar in situ los preparativos para enfrentar el fenómeno atmosférico.

Al aterrizar lo fue a recibir el Primer Secretario del Partido en el municipio, elegantemente vestido, con camisa de mangas largas metida por dentro del pantalón, zapatos impecables, todo pulcro y lisonjero.

Cuando lo vio, el Comandante en Jefe le preguntó a quemarropa que dónde estaba el primer secretario de aquella zona. «Seguramente no es usted, porque a esta hora, esperando un ciclón, el líder del partido aquí debe andar vestido de verde olivo, con su traje de presidente del Consejo de Defensa en la localidad, botas enfangadas y verificando que no haya el más mínimo problema», dicen que le dijo. El hombre, pálido y desconcertado, no hallaba palmo de tierra donde meterse.

Cuenta la leyenda popular que Fidel realizó la visita de trabajo, verificó lo que correspondía, dio órdenes en ráfaga, como solía hacer, tomó nuevamente su helicóptero y retornó a La Habana. Ese mismo día, al más puro estilo autoritario que tipificaba al Comandante, el dirigente local de marras quedó sustituido de su cargo.

Primer secretario

Fidel, con todos los defectos que pueda señalársele, sabía el valor político de tocar con sus manos los problemas.

Cierta o no, aunque perfectamente verosímil, la historia devela no pocos matices de cómo se construyó el orden de cosas que hoy nos agobia: verticalismo atroz, mando de campamento donde debiera imperar poder colegiado de república; devoción y miedo permanentes al todopoderoso Jefe; funcionamiento de las instituciones no por mecanismos eficientes de trabajo colectivo, sino por personalismos rampantes…

Pero también evidencia que Fidel, con todos los defectos que pueda señalársele, sabía el valor político de tocar con sus manos los problemas, estar allí donde la gente padecía y, al menos con su palabra, contribuir al alivio y la esperanza. Cuando salió de la escena y arrancaron los 12 años de regencia de su hermano menor, ese estilo varió sustancialmente. Raúl comenzó a gobernar a distancia, en la sombra, y esto tampoco representó que las instituciones funcionaran por sí mismas.

Con Díaz-Canel al mando, desde 2018, el Gobierno ha intentado recuperar aquella tradición de interactuar con la gente, palpar los problemas en las localidades y poner la mano en el hombro necesitado. Sin embargo, esto ni ha llegado a concretarse en su necesaria magnitud, ni se ha traducido en estrategias eficientes de desarrollo, ni ha podido evitar el colapso en que las múltiples pandemias (no solo la de Covid-19) tienen sumida a la Isla.

La reflexión me viene a cuento tras leer en redes y escuchar de boca de varios amigos que viven en la antigua Vueltabajo, desgarradores relatos de lo que allí acontece. ¿Cómo se explica que en la provincia de mayor reserva forestal de la nación, que incluso envía camas de madera a otros territorios, no exista la imprescindible disponibilidad de ataúdes y los cadáveres (con sus familias custodiándolos) se amontonen en las morgues 6, 8, 10 horas, en espera de esos tristes cajones fúnebres?

¿En qué lógica puede concebirse que el Estado, que es dueño y administra en nuestro nombre las tiendas en MLC y los hospitales, no pueda disponer de cinco split de las primeras para armar una sala de emergencia en los segundos?

Pues no, tienen que conmoverse cuatro campesinos tabacaleros, donar el dinero de su sudor, y que otro cuentapropista compre los aires acondicionados; y que otros más los instalen a toda velocidad; porque el administrador plenipotenciario de los centros médicos tampoco parece disponer ni siquiera de un transporte o de una brigada de mantenimiento para estas labores. La historia, en la que es de destacar el espíritu solidario de los lugareños, también tiene ribetes ridículos si uno la mira con detenimiento.

¿Cómo es posible que ninguno de los dirigentes locales advierta la relación directamente proporcional entre las medidas restrictivas en la provincia que, por ejemplo, lleva más de siete meses sin transporte público y ha tenido hasta toque de queda alas 2:00 pm, y el ascenso desmedido de los casos de contagio? ¿Acaso no se ve que si las tiendas y demás entidades solo trabajan de 8:00 a 12m (medida que ya por suerte se rectificó), las colas y aglomeraciones lejos de disminuir van a aumentar, y con ellas, los enfermos?

Primer secretario (2)

¿Acaso no se ve que si las tiendas y demás entidades solo trabajan de 8:00 a 12m (medida que ya por suerte se rectificó), las colas y aglomeraciones lejos de disminuir van a aumentar, y con ellas, los enfermos?

¿Dónde quedó aquel slogan de que esta provincia había pasado de Cenicienta a Princesa con el triunfo de la Revolución? ¿Una princesa de la que nadie se ocupa, a la que nadie le «pone corazón», para decirlo a tono con la propaganda de turno? ¿Una Alteza donde 2500 familias afectadas por huracanes esperan soluciones de vivienda desde hace 19 años? ¿Una soberana a la que le aplican hasta 8 horas de apagón, para que, encima de sus ya trágicas condiciones, siga «disfrutando de lo lindo»?

Los muertos vueltabajeros, como los de toda Cuba, se seguirán subdeclarando. El SARS-CoV-2, cuando ya no tenga más habitantes que infectar, porque en cada cuadra, en cada familia, tiene su comité, terminará bajando los niveles de agresividad. Y cuando eso pase, en el NTV nos dirán que ha sido gracias a las certeras medidas de nuestro monolítico Estado/Partido/Gobierno. El 15 de noviembre se abrirán los aeropuertos. Y, como dice el jocoso (ahora dramático) refrán: «el muerto al hoyo y el vivo al pollo».

Pero la gente, la tan machacada gente que ya no digiere más promesas y discursos, ante cada nuevo dislate se seguirá preguntando cada día en voz más alta: ¿dónde diablos está el Primer Secretario?

25 septiembre 2021 34 comentarios 3,5K vistas
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Palabra

El poder de la palabra

por Mario Valdés Navia 7 septiembre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

«Primero fue el Verbo», dice La Biblia de judíos y cristianos. Coinciden con ella la mayoría de las demás religiones (Islam, budismo, hinduismo…) y escuelas filosóficas de todas las épocas y países. La idea repetida de que una imagen puede más que mil palabras solo es creíble a partir del poder simbólico que trasmita el mensaje que porten las respectivas imágenes o palabras. En este mundo digitalizado, donde cualquiera puede colgar imágenes insulsas por millares, la palabra es cada vez menos valorada.

El pueblo cubano tiene fama de hablador. En otras épocas, sus oradores —y comunicadores en sentido general— gozaron de fama mundial. Sin embargo, el discurso político cubano actual se resiente por la pobreza del lenguaje y la poca capacidad de los disertantes para hacer llegar el mensaje a los receptores con creatividad y belleza. Si a esto se suma la debilidad del contenido del mensaje, la  ineficacia comunicativa está garantizada.

Este problema rebasa la cuestión de las estrategias de comunicación y hunde sus raíces en la entronización de una cultura donde se ha perdido la práctica del ejercicio habitual de la palabra en los debates públicos. Desde los presentadores y locutores de televisión, que leen incluso los saludos y despedidas; hasta los cuadros políticos que no pueden responder preguntas sencillas y previamente conocidas sin leer las respuestas preparadas con antelación; el atropello de la palabra provoca influencias lacrimógenas en los receptores.   

Sepultada en el olvido ha quedado la tradición de oradores famosos entre los políticos cubanos desde el siglo XIX. Tanto reformistas y autonomistas, como revolucionarios (civilistas del 68, emigrados, jefes militares, Martí…) reinaban en las tribunas. Dicha práctica se consolidó en la República y de ella formaron parte también los comunistas, desde Julio Antonio Mella, pasando por Blas Roca, Salvador García, Jesús Menéndez, Lázaro Peña y muchos otros, hasta Fidel.

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Lazáro Peña (Foto: Radio Angulo)

Sin embargo, a fines de los ochenta, la asignatura Oratoria quedó eliminada de los currículos en las escuelas del partido. Las vibrantes piezas que calaban en las multitudes con sus mensajes políticos, fueron sustituidas por insípidos comunicados puestos en boca de los cuadros y representantes de las masas. Como regla, estos mensajes son revisados previamente, de forma que los oradores no tengan oportunidad de improvisar y decir cosas comprometedoras, sino que lean sus textos, rectificados y aprobados por los organizadores.

La falta de habilidades para la expresión oral se fomenta desde el propio sistema educativo escolarizado. Mientras en otros países se estimula a los estudiantes a construir textos que analicen y valoren aspectos de la realidad, y a exponerlos o publicarlos para ser sometidos a la crítica pública; en Cuba siguen predominando las tareas de clases basadas en resumir y comentar los libros de texto o la información oficial, y en responder preguntas reproductivas, o aplicativas, pocas veces creativas.

Participar en debates con sus pares de opiniones diferentes, discrepar de profesores y autoridades, escribir artículos, papers o ensayos donde se expongan y defiendan ideas y opiniones, en particular políticas, es algo prácticamente desconocido para el estudiantado cubano, no solo del nivel primario, sino también del secundario y terciario. De ahí las dificultades adicionales que enfrentan cuando, tras graduarse, tienen que hacerlo en el nivel de postgrado para publicaciones científicas, sobre todo extranjeras.

La causa principal de esta situación radica en el miedo del grupo de poder hegemónico al poder de la palabra, oral y/o escrita. Como expresión material del pensamiento, la palabra es el instrumento por excelencia para manifestar las ideas y la voluntad de los individuos. Puede ser usada para el adoctrinamiento y la censura, pero también para la liberación y el debate de opiniones políticas diferentes.

En el actual debate de ideas en Cuba, que tiene como escenarios principales las viviendas y el ciberespacio, pero que va ganando lugar en instituciones, calles y plazas; es fundamental que se extiendan el respeto a la opinión divergente y la capacidad de escuchar y analizar los argumentos y opiniones de los participantes —concuerden o no con el nuestro— y disfrutar de la profundidad y contundencia de las exposiciones, orales o escritas, así como de su elaborada presentación.

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Salvador García Agüero y Juan Marinello durante la Asamblea Constituyente de 1940.

A los interesados en deleitarse con brillantes debates políticos, los invito a consultar las actas de sesiones de la Asamblea Constituyente de 1940. Aquellas pugnas verbales entre representantes de todo el espectro político cubano —conservadores y liberales, nacionalistas y auténticos, abecedarios y comunistas—, eran trasmitidas en vivo a toda la nación por la radio. Tanto la prensa y el público que colmaban las sesiones, como los millones de radioyentes, disfrutaban y se entrenaban escuchando a los mejores representantes del foro político de entonces.

Persuasión, diálogo, negociación, consenso, son usos de la palabra que dan fe de su poder en la vida política. Cuando se reprimen en aras del secretismo y la imposición de una verdad única e inefable, se abren las puertas a los extremismos con su repertorio de agresiones, descalificaciones, fanatismos y soberbias, que son los que priman hoy en el debate político cubano, aún underground en su mayor parte.

Para que las armas de la crítica desarrollen más poder de disuasión que la critica de las armas, de la violencia física y simbólica; hay que establecer el ejercicio libre, honesto, respetuoso y hermoso de la palabra. Todo el que sienta la necesidad de expresar sus ideas, tiene el deber de ejercerla libremente, con o sin permiso. En particular, los que viven directamente de ella: políticos, maestros y profesores, periodistas y comunicadores, profesionales de las ciencias sociales y humanistas, estudiantes,  intelectuales y artistas.  Recuerden que, como afirmara Martí: «La palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla».[1]

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[1] José Martí: «Ciegos y desleales», Patria, 28 de enero de 1893, OC, T2, p. 216.

7 septiembre 2021 16 comentarios 2,5K vistas
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Derecha española

La derecha española y su contumacia en las relaciones con Cuba

por Daniel Rodríguez Suárez 10 agosto 2021
escrito por Daniel Rodríguez Suárez

En enero de 1960 Fidel Castro, frente a las cámaras de la televisión, acusó a las embajadas de España y los Estados Unidos de apoyar a los grupos de la contrarrevolución más violenta. La Cuba revolucionaria se encontraba en aquel momento a las puertas de los procesos de intervención en las grandes compañías norteamericanas y a escasas semanas de formalizar acuerdos comerciales y diplomáticos con la URSS.

Aquella acusación del líder cubano tuvo como colofón la bochornosa réplica del embajador de la España franquista, Juan Pablo de Lojendio e Irure, marqués de Vellisca: el diplomático irrumpió de imprevisto y con malos modos en los platós de la televisión cubana y exigió su derecho a réplica. El episodio, que cerca estuvo de terminar en golpiza, se cerró con la expulsión del embajador español y la llamada a consultas del embajador cubano en Madrid, quien a la sazón era el exprimer ministro, José Miró Cardona.

Este último no regresó a la capital española y Franco no repuso a su embajador en La Habana. La relación bilateral, aunque no se rompió, quedó dañada y reducida a la categoría de encargados de negocios. España, en un contexto de profunda transformación en Cuba, había optado por la vía ideológica en detrimento de la pragmática y tomó partido por los que impugnaban el poder establecido en la Isla con las armas en la mano. El régimen franquista había elegido bando y el fallo en la elección de aliados pronto se evidenció.  

Cuatro años después, en octubre de 1964, la misma contrarrevolución a la que la embajada de España, en connivencia con algunos sectores de la Iglesia católica y la diplomacia estadounidense, había encubierto frente a las autoridades cubanas atacaba un buque mercante español con destino a la Isla. La agresión al navío Sierra de Aránzazu, que cubría la línea regular con Cuba, se saldó con tres fallecidos –el capitán, el segundo oficial y el tercer maquinista–, varios heridos entre la tripulación, y cuantiosas pérdidas materiales tanto en el barco como en la mercancía.

Derecha española (1)

Juan Pablo de Lojendio, embajador de España, frente a Fidel Castro

Un año después, otro mercante español, el Satrústegui, cargado con similar destino que el anterior, sufría un nuevo atentado en aguas de Puerto Rico. Los socios tradicionales de la España franquista atacaban sin clemencia a sus antiguos aliados por su negativa a dejar de comerciar con Cuba y apuntalar el cerco sobre la Isla. Los aliados del franquismo, con nombres y apellidos bien conocidos en la embajada española de La Habana, cambiaban la dirección de sus armas y se convertían en enemigos en aras de la consecución de un fin que no atendía, ni atiende, a alianzas permanentes.

Este objetivo no es otro que ultimar al gobierno cubano instaurado en enero de 1959 haciendo uso de los métodos que sean necesarios y sin atender a compromisos pasados o futuros o a lealtades hacia compañeros de viaje circunstanciales.

El régimen franquista entendió entonces que la posición ideológica frente a Cuba no beneficiaba ni a sus intereses materiales ni al intercambio acostumbrado entre ambos pueblos. Aquella amarga experiencia, en la que se evidenció lo erróneo en la elección de aliados en la escena cubana, pareció rectificar el rumbo, y, a pesar de las presiones norteamericanas, el estado español siguió comerciando con Cuba y se abstuvo de continuar sustentando a aquellos grupos contrarrevolucionarios.  

***

Tras el fin de la dictadura franquista, los gobiernos de Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo y Felipe González tuvieron a bien, a pesar de los desencuentros, encontronazos puntuales y conflictos sonados, atender a las enseñanzas que había dejado su predecesor. La doctrina Estrada, o una versión atemperada de la misma, debía establecerse como hoja de ruta si se querían conservar las relaciones con Cuba en todos los órdenes.

Estos gobiernos conservadores y socialdemócratas, consideraron que para el bien de las relaciones de España con Cuba y el resto del continente, la injerencia, la ideologización y la puesta en cuestión de la soberanía no parecían la mejor estrategia. Se consideró, como había hecho el franquismo tras sus traumáticas experiencias, que los intereses de España en Cuba no tenían que ser los mismos que encarnaba la administración norteamericana y la disidencia más agresiva al régimen cubano.

Todo parecía indicar que el advenimiento de la democracia liberal a España cimentaría lo que ya se venía ensayando en las últimas décadas; sin embargo, años después, tras la salida de los socialistas del gobierno, la derecha española cayó en el error en el que habían incurrido sus padres ideológicos en los albores del triunfo de la Revolución.

Durante el período de la presidencia de José María Aznar, padrino de la posición común de la Unión Europea, se volvió a apostar por estar del lado de quienes impugnaban con mayor vehemencia el poder establecido en Cuba y, nuevamente, como le sucedió a Franco, los intereses de España sufrieron las consecuencias.

Derecha española (2)

José María Aznar y Fidel Castro (Foto: extraconfidencial.com)

Aznar, además, arrastró al resto del continente europeo a secundar la postura española, comprometió y puso en cuestión la soberanía cubana y debilitó la española en sus relaciones futuras con la Isla, pues supeditó su estrategia a la que emanara de la Unión Europea. Los sectores sobre los que se apoyó en los asuntos cubanos fueron los mismos que presionaron para que las Leyes Torricelli y Helms-Burton salieran adelante.

En aquel período, la tensión entre ambos países alcanzó cotas que no se recordaban y se exacerbaron las diferencias, lo que causó el correspondiente deterioro de las relaciones bilaterales en todos los órdenes. Una vez más la derecha española se equivocaba de aliados y ello traía aparejadas consecuencias: la colisión con las autoridades de La Habana, el pago al sector más duro de la insaciable e intransigente comunidad contrarrevolucionaria afincada en los Estados Unidos, nunca satisfecha del todo con la postura de España, y las dificultades de la colectividad española en la isla, especialmente la apegada al tejido empresarial.

Tras la salida de Aznar del gobierno español, el nuevo ejecutivo trató de corregir el rumbo. Después de aquellos años horrendos (1996-2004), se precisaba un giro de timón para aliviar el asfixiante contencioso con Cuba. En el presente siglo, la diplomacia española ha tenido que trabajar para reparar los desperfectos generados por la apuesta orquestada por el ejecutivo durante el período del Partido Popular de corte «aznarista».

Esta corrección del rumbo se dio, de manera manifiesta, durante el gobierno de Rodríguez Zapatero, y de forma emboscada, durante el de Mariano Rajoy. Ambos ejecutivos, con estilos divergentes fruto de la herencia histórica y de afinidades y fobias, trataron de recuperar la senda que más convenía y conviene a España tanto en lo espiritual como en lo material: la entente con Cuba, sin renunciar a la crítica, pero sin injerencias, paternalismos y condiciones políticas para el intercambio.

Se trató de establecer una agenda, con matices y diferencias entre populares y socialistas, que tuvo como premisas el acompañamiento, la no injerencia y la colaboración en las reformas cubanas puestas en marcha, y en las venideras, en el ámbito de lo político, lo social y lo económico. Ello no fue óbice para que los conflictos regaran un período de relativa calma y también, es necesario apuntarlo, de mayor proximidad entre los gobiernos socialistas de España y los dirigentes cubanos y de menor afinidad durante la administración de los populares. Sin embargo, a pesar de las diferencias, los ejecutivos encabezados por Zapatero y Rajoy hicieron de la diplomacia y la prudencia los ejes en las relaciones bilaterales.

***

La llegada de Pedro Sánchez a la presidencia parecía alumbrar el asiento definitivo de esta tendencia: recomponer las relaciones, llevarlas al máximo nivel y esquivar los conflictos apoyándose en los ámbitos de mutuo beneficio.  Su visita y la del jefe de Estado, el rey Felipe VI, a Cuba parecían presagiar el advenimiento de una España atenta a no cometer los errores del pasado como consecuencia de la sima ideológica que separa a ambos países desde 1959.

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Los reyes de España durante su visita a Cuba en un recorrido por La Habana con el Dr. Eusebio Leal (Foto: GTRES)

Sin embargo, desde la oposición, las derechas españolas, sus versiones y familias, cada vez peor avenidas, parecen empeñadas en perpetuar los errores de antaño y en devolver a la actualidad la versión del franquismo más hosco o del «aznarismo» más cerril en lo tocante al tema.

Vox, el partido de la extrema derecha, hijo putativo del Partido Popular (PP) o de su versión más ultra, parece marcar el paso a sus compañeros. En el PP, el alma gallega, que tan sabiamente había conducido los temas cubanos dentro de la derecha española, se ve arrinconada y Pablo Casado parece volver a sus orígenes y al despliegue de las maneras que le llevaron a encabezar el partido: la confrontación ideológica y el enfrentamiento con las formaciones situadas a su izquierda en el arco parlamentario español.

En los últimos días, como consecuencia de la crisis en Cuba, Casado ha presionado al ejecutivo para que condene al régimen de La Habana y denuncie de forma explícita su carácter dictatorial. Vox y el PP, junto a la otra formación de la derecha, Ciudadanos, se han lanzado a las calles, con especial significación en Madrid, para condenar al régimen cubano, simplificar la explicación del reciente, complejo y multicausal estallido social y forzar al gobierno español para que emita una condena sobre la gestión de la crisis por parte de las autoridades cubanas.

Del día 12 del mes en curso hasta la masiva manifestación del domingo 20 de julio en Madrid, la derecha española se ha aplicado para aparecer retratada al frente de las protestas contra el gobierno cubano, tratando de capitalizar las manifestaciones en provecho propio como plataforma para su enfrentamiento con el gobierno español y la difusión del relato manido y absurdo de que España está bajo la tutela de los comunistas.

En los planteamientos de los herederos legítimos del franquismo ya no figura la rancia hidalguía de este ni su negativa a plegarse a las presiones norteamericanas para secundar el bloqueo; ni rastro queda de los resabios del 98 ni del tan cacareado orgullo patrio frente al dictado de Washington. Santiago Abascal, Rocío Monasterio, Iván Espinosa de los Monteros y sus adláteres en Vox; Pablo Casado y los suyos en el Partido Popular, y Ciudadanos, especialmente activo a través de su vicealcaldesa en el ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, recrean en España los discursos del sector más intransigente de la derecha cubano-norteamericana.

Las tres formaciones se han implicado de lleno en las reivindicaciones de la comunidad cubana que reside en España y han obviado las implicaciones exteriores del contencioso cubano y la complejidad de las causas que han desatado las protestas en el interior de la isla.

***

De todos modos, a nadie sorprende la politización del conflicto social cubano por parte de la derecha española y tampoco el carácter militante que están desplegando en las protestas. Llueve sobre mojado, pues las imágenes de los últimos días nos remiten a un guion de actuación que presenta unas líneas muy claras y que tienen su centro en Madrid y en Bruselas.

Derecha española (4)

Pablo Casado en una de las marchas en solidaridad con los sucesos del 11-J (Foto: El Español)

La política de la oposición española con respecto a Cuba está en manos de los que promovieron y consiguieron aprobar hace un mes una resolución en el Parlamento Europeo que trata de torpedear el actual marco de relaciones entre la Unión Europea y Cuba, el llamado Acuerdo de Diálogo político y cooperación.

Dicha resolución, aprobada y capitaneada por el Partido Popular, Vox y Ciudadanos; supone una enmienda a la totalidad de la política europea con respecto a Cuba, va en contra de los intereses y valores que el bloque ha tratado de promover en la Isla y nos retrotrae al viejo marco de la guerra fría y al anticomunismo trasnochado que encerró a España y a Europa en el callejón sin salida de la Posición Común instaurada tras la llegada de José María Aznar al gobierno.

La derecha española arrastra así los errores de pasado, y los repite, al plegarse a las intransigencias de la pasada administración norteamericana y al inmovilismo de la actual. Tanto la resolución del Parlamento Europeo como el posicionamiento de la derecha española abanderan una reivindicación de los derechos humanos que no contempla la inclusión de los derechos económicos, sociales y culturales y que se centra exclusivamente en los políticos.

En su punto de mira se coloca la gestión del servicio europeo de acción exterior, del ministerio de Exteriores y del ejecutivo de España, y se descontextualiza y minimiza el marco de liberación económica y social en el que está inmersa Cuba. Marco que está presidido por limitaciones, lentitud en las reformas y problemas que trae aparejada la Tarea de Ordenamiento en materia de salarios, precios y calidad de la producción y que contribuyen, en gran medida, al esclarecimiento de las razones que están detrás del estallido social.

De igual modo, en la explicación orquestada se hace caso omiso a las presiones exteriores y al bloqueo. Reducen el conflicto cubano a la promoción de un proceso de transición a una democracia multipartidista liberal que no está en la agenda de las autoridades cubanas y que justifica la posición de Cuba en defensa de su soberanía. El posicionamiento desplegado por Vox, el PP y Ciudadanos es partidista, ideológico y en nada ayuda a las posiciones legítimas de muchos de los cubanos que se lanzaron a las calles el pasado 11 de julio.

Derecha española (5)

Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia

La derecha española, en su nueva versión tripartita, quiere regresar a lo peor de su pasado, aquel en que optó por los aliados menos convenientes para defender los intereses y valores de Europa y de España. Su actitud y sus alianzas con los sectores más radicales de Estados Unidos y Europa contribuyen a reforzar la posición numantina de las autoridades cubanas, replegadas a una posición defensiva renuente a abrir el diálogo en aspectos políticos, económicos y sociales que demandan franca mejora.

Nada queda ya en el Partido Popular de lo que representaron Manuel Fraga y Mariano Rajoy, en sus versiones militante y pasiva, o de lo que encarna Núñez Feijóo, en su modalidad contemporizadora, en las relaciones con Cuba. El alma gallega que pilotó con astucia las contradicciones que generaban las relaciones entre el PP y la Cuba de los últimos decenios está en retirada.

El PP que representa Casado y sus compañeros de viaje, el intransigente Vox y el complaciente Ciudadanos, agitan las calles en España contra el gobierno cubano, presionan en la Unión Europea para terminar con el marco de colaboración y acosan al gobierno de coalición español, formado por el Partido Socialista y Unidas Podemos, para enturbiar las relaciones y romper con el actual marco de entendimiento.

La derecha, contumaz en sus errores, trata de llevar a España y a Europa, como hizo la dictadura franquista en los inicios de la Revolución y después durante la democracia el Partido Popular de José María Aznar, al enfrentamiento y la colisión con las autoridades cubanas, algo que, ineludiblemente, deriva en la erosión de los valores e intereses europeos y españoles en la Isla.

10 agosto 2021 25 comentarios 3,2K vistas
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Cuba (1)

Cuba en tres tiempos históricos

por Gladys Marel García 26 julio 2021
escrito por Gladys Marel García

La historia es también un ciclo en movimiento constante. Estas reflexiones son hijas de mi participación en las luchas pasadas y de mi preocupación ante las actuales circunstancias de Cuba.

-I-

Antonio Guiteras y Joven Cuba (1933–1935) fueron precursores del Movimiento Revolucionario liderado por Fidel Castro, nombrado posteriormente 26 de Julio (MR 26-7). Ambos organizaron las etapas insurreccionales de las revoluciones contra las dictaduras de Fulgencio Batista, y contra el imperialismo norteamericano, en 1934 y 1952 respectivamente.[1]

Solo habían transcurrido diecisiete años del asesinato de Guiteras por órdenes suyas, cuando Batista consumó un golpe de Estado en marzo de 1952. El pueblo de Cuba conservaba  en su memoria la represión brutal que ocasionara su dirección frente al Ejército en la segunda mitad de los años treinta y, de manera espontánea, en las primeras horas de la mañana del 10 de marzo, se lanzó  ante los ayuntamientos y en los parques pidiendo armas para combatir.

La Federación Estudiantil Universitaria (FEU) fue la primera en acudir al Palacio Presidencial y ofrecerle al presidente de la República su apoyo incondicional para enfrentar a los golpistas. 

Los combatientes del treinta y los de la nueva generación revolucionaria de los cincuenta fundaron, entre marzo y mayo de 1952, grupos emergentes. De ellos nacieron organizaciones partidarias de la vía armada y de la revolución.

Algunas estuvieron presididas por combatientes del treinta, como fueron los casos, entre otros, de Rafael García Bárcenas del Partido Ortodoxo, que organizó el Movimiento Nacional Revolucionario (MNR); Aida Pelayo y Neneina Castro, también de ese partido, que constituyeron el Frente Cívico de Mujeres Martianas, integrado por ortodoxas, auténticas, del movimiento estudiantil y otras; o Aureliano Sánchez Arango, del Partido Auténtico, que fundó la Triple A.

Mientras, representantes de la nueva generación revolucionaria, como Fidel Castro y Abel Santamaría, organizaron el Movimiento Revolucionario, desde la capital y el occidente del país, con el plan de atacar los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos de Céspedes, de Bayamo, en la provincia de Oriente, para apoderarse de las armas. Ese propósito fue realizado el 26 de julio de 1953, precisamente hoy conmemoramos su aniversario sesenta y ocho.

Cuba (2)

Jóvenes de la Generación del Centenario en Los Palos, actual provincia Mayabeque, donde realizaban las prácticas de tiro previas al asalto al cuartel Moncada. De izquiera a derecha: Ñico López, Abel Santamaría, Fidel Castro, José Luis Tasende y Ernesto Tizol (Foto: Prensa Latina)

-II-

Después de los ataques, Batista ordenó perseguir y asesinar a Fidel Castro sin lograrlo. Cayó prisionero, fue juzgado y condenado junto a las mujeres y hombres que asaltaron las fortalezas. Su alegato de autodefensa contenía una serie de puntos que lo convertirían en el Programa de la Revolución.

En 1955, por las presiones del movimiento nacional de amnistía convocado por las fuerzas revolucionarias, salieron absueltos y reorganizaron el Movimiento Revolucionario, agregándole el nombre de 26 de Julio (MR 26-7).

A partir de ese momento, la estructura veintiseísta comenzó a extender su red organizativa en las seis provincias cubanas, con un aparato militar de las Brigadas Juveniles dirigidas por la dirección provincial de Acción y Sabotaje; la Sección Obrera y las de Propaganda y Finanzas.

Estas fuerzas se nutrieron, en provincias y municipios, de hombres y mujeres partidarios de «la línea dura», es decir, de la revolución organizada. Procedían del MNR, de la juventud, las mujeres y la estructura obrera del Partido Ortodoxo, del sector estudiantil y de elementos del movimiento insurreccional del Partido Auténtico.

En tanto, la vanguardia revolucionaria de la FEU, presidida por José A. Echevarría, organizó el Directorio Revolucionario, que desempeñó un importante rol insurreccional. 

Mientras esto acontecía en la Isla, Fidel y un grupo de combatientes del MR 26-7 se establecieron en México. Su plan era semejante al concebido por Guiteras, de organizar y entrenar la fuerza guerrillera en campamentos y luego retornar a Cuba en una expedición armada.   

Los expedicionarios del Granma debían desembarcar el 30 de noviembre de 1956 por la costa cercana a la Sierra Maestra. Ese día, el MR 26-7 desataría una huelga general apoyada por acciones armadas en toda la Isla.

Cuba (3)

Alzamiento de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956

La táctica solo se hizo efectiva en el municipio de Guantánamo y algunas acciones en Santiago de Cuba. Falló la compra de armas con el dinero enviado por las provincias a Frank País, responsable nacional del aparato militar veintiseísta, que se abastecía por medio de una célula del Movimiento en la Base Naval de Guantánamo.   

Entre 1956 y 1958, las fuerzas del MR 26-7, la FEU y el DR, el movimiento insurreccional Auténtico y el movimiento insurgente de mujeres —que creó nuevas organizaciones: Mujeres Oposicionistas Unidas, en La Habana, y el Frente de Mujeres Cubanas, en la provincia de Oriente— fortalecieron la insurgencia en la nación y en la emigración.

Durante estos dos años, la conciencia popular y la fe en el proceso revolucionario fueron en ascenso, como resultado de las operaciones llevadas a cabo por dichas organizaciones. Resultaron decisivas las del Ejército Revolucionario del 26 de Julio, y del Frente del DR 13 de Marzo en el Escambray.

Por otra parte, el resquebrajamiento del Ejército de la República, batistiano, condujo a que diferentes grupos de altos militares conspiraran con la dirección del 26 de Julio. El alto mando militar intrigó igualmente con la Embajada de los Estados Unidos para que Batista abandonara el poder.

De tal manera culminó el proceso con la toma del poder por el Ejército Revolucionario del 26 de Julio en el Oriente y centro del país, y por la dirección de la lucha clandestina en las provincias occidentales. 

 El MR 26-7, sin serlo, jugó el papel de partido para la guerra, al contar con una base socio-clasista estructurada, con secciones obreras, estudiantiles, de resistencia cívica con intelectuales, profesionales, pequeña burguesía y religiosos. Ostentaba asimismo un aparato militar clandestino y un Ejército Revolucionario.

-III-

Después de que el liderazgo político militar del MR 26-7 tomara el poder, y que el Gobierno Revolucionario se estableciera en el Palacio Presidencial, Fidel Castro realizó una exitosa gira por América Latina. A su regreso, pronunció un discurso en el acto celebrado en la Plaza Cívica, el 8 de mayo de 1959. En la jornada rindió homenaje a Guiteras, al expresar:

«Algún día podríamos conmemorar dignamente la caída de Antonio Guiteras (…)» y «con infinita satisfacción cumplo el deber de rendirle el más emocionado tributo de recordación y simpatía (…) porque él quería hacer lo que nosotros hemos hecho y cayó como han caído otros muchos revolucionarios, porque se lanzó a hacer lo que nosotros estamos haciendo hoy».

A continuación añadió: «Cambió los mismos males que estamos combatiendo, luchó contra el mismo dictador con que nosotros luchamos después; cayó víctima de las balas enemigas que privaron de la vida a tantos compañeros nuestros (…) pero nos cabe la satisfacción (…) de que junto a los restos de Guiteras no se erigirá ningún recuerdo a los asesinos de Cuba».[2]

Cuba (3)

Discurso de Fidel Castro en la concentración popular en la Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, a su llegada de una gira por EE.UU., Canadá, Brasil, Argentina y Uruguay, el 8 de mayo de 1959. (Foto: Sitio Fidel Soldado de las Ideas)

Desde enero del 59, el Gobierno Revolucionario introdujo en la práctica social las leyes del Programa del Moncada (1959-1960). Aquel debió ser el momento de retomar el proyecto de construir el socialismo cubano a partir de las experiencias y tesis elaboradas por Guiteras,[3] quien afirmaba en el Programa de Joven Cuba que «el Estado socialista es una deducción racional basada en las leyes de la dinámica social» de la sociedad cubana.[4] Eso no fue lo que ocurrió.

En 1961 se produjo la integración del MR 26-7, el DR 13 de Marzo —ambas protagónicas de la etapa insurreccional de la Revolución—, y el Partido Socialista Popular, que hasta mediados del 58 solo había sido promotor de  la tesis electoralista de los partidos de oposición. 

La participación política del PSP con la dirección militar veintiseísta, promovió el proyecto de los viejos comunistas cubanos de introducir en la Isla el modelo de socialismo real soviético. Fue así que se transformaron las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI); primero en el Partido Unido de la Revolución Socialista (PURS) y luego en el Partido Comunista de Cuba, ambos bajo el liderazgo de Fidel Castro.  

Uno de los problemas surgidos en estas décadas fue la decisión de la doble subordinación del PCC y el Gobierno a un solo mandatario, con funciones diferentes. El otro sería el sometimiento del Estado cubano al PCC.

En ese contexto se fue entronizando el poder partidista y estatal de la burocracia. Fenómenos asociados a la corrupción, hasta entonces menos notorios, comenzaron a emerger a la superficie a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta.

La sociedad es un organismo vivo, que sobrevivió al período especial de los noventa, pero en las primeras décadas de este siglo, hombres y mujeres que habían alcanzado una mentalidad especializada y científico-social en diferentes esferas del conocimiento, comenzaron a ejercer la crítica constructiva revolucionaria por diferentes vías al Gobierno. Se planteó la necesidad del diálogo democrático y se alertó sobre el peligro de la campaña de las fuerzas que son favorables a la intervención del Gobierno estadounidense. No fueron escuchados.

Debido a la enfermedad de Fidel en 2006, su hermano Raúl lo sustituyó, primero interinamente y después de modo formal; en el Gobierno en 2008, y en 2011, tras el 6to Congreso del Partido, también frente a esa instancia política. En 2007 fue anunciado un proceso de reformas que de manera injustificada no se implementó en toda su magnitud. Mientras, se fortaleció la economía militarizada y apartada de cualquier mecanismo de control de la ciudadanía y el Parlamento. A lo largo de este período, la clase burocrática se robusteció y se tornó aún más elitista y separada del pueblo.

Cuba (4)

Fidel y Raúl Castro en el VI Congreso del PCC (Foto: ABC News)

En el 2019 se aprobó la nueva Constitución que fue sometida a debate popular desde 2018. Ella declaró a Cuba un Estado Socialista de Derecho, concepto vacío que habría que llenar de contenido.

Entre 2019 y 2021 se produjeron diferentes conflictos, que fueron haciéndose críticos por las situaciones de pobreza, escasez de alimentos, elevación de precios en los mercados estatal, particular y en el paralelo de la bolsa negra, provocados por los errores de la Tarea Ordenamiento; las malas condiciones de vida, la carestía de medicamentos, el incremento de la pandemia en el país, la no solución de los problemas, el bloqueo y el recrudecimiento de las medidas contra Cuba aprobadas por el presidente Donald Trump.

En el clímax de dichos conflictos, el 11 de julio fuimos sorprendidos todos por la explosión social de una parte del pueblo cubano, que se produjo en San Antonio de los Baños y se fue extendiendo de manera espontánea por todo el país, sobresaliendo los barrios más pobres.

La crisis actual está llena de complejidades, pero no cabe duda de que tiene que resolverse desde dentro de la Isla, y por los cubanos, sin injerencia extranjera de ningún tipo.

En las manifestaciones no aparecieron visibles liderazgos de disidentes tradicionales. Los medios oficiales no han aportado evidencias de que fuera organizada por agentes del imperialismo norteamericano dentro del territorio nacional. Fue después de ocurridos los hechos que volvió a arreciarse en los medios de comunicación miamense la campaña contra el gobierno de Cuba, que en esencia ha sido siempre contra el sistema socialista, la independencia y la soberanía.

El nacionalismo cubano como ideología, y la cultura contra la injerencia extranjera imperialista son principios de las generaciones revolucionarias.[5] Y la del nuevo milenio ha surgido integrada por sujetos de varias edades, cuyo objetivo es la solución de la crisis. Se trata de una época diferente a la del siglo pasado, pero muchos de nosotros mantenemos los ideales de Guiteras y de la generación del Centenario.   

Participé en las acciones del MR 26-7. Sufrí maltratos policiales, represión y tortura cuando fui prisionera (1957). Se me juzgó por el Tribunal de Urgencia y me defendió un abogado criminalista cuyos honorarios fueron sufragados por el movimiento estudiantil.

Ante la situación actual —si bien considero que se juzgue a los participantes en acciones vandálicas demostradas—, entiendo inaceptable que en este 11 de julio se haya reproducido la represión: golpizas, penas de prisión, juicios sumarios e incuso denuncias de maltratos policiales a personas detenidas

Es necesario poner la justicia social en el centro de la discusión y el debate partidista e institucional. Tener en cuenta las demandas populares y los análisis de intelectuales cubanos especializados en ciencias sociales y ciencias de la economía, en su vertiente popular y democrática. Así como encontrar solución a la dicotomía entre la propiedad estatal y la social, sin la cual jamás podrá hablarse de socialismo en Cuba.

***

[1] Ver Luis Busch, en Reinaldo Suárez: Un insurreccional en dos épocas. Con Antonio Guiteras y con Fidel Castro. Editorial de Ciencias Sociales, 2001.

[2] Selección de Ana Cairo: Antonio Guiteras 100 años después, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2007, en Periódico Revolución, 9 de mayo de 1959, y en el libro pp.149-150.

[3] José Tabares del Real: La Revolución del 30 sus dos últimos años, Editorial de Arte y Literatura, La Habana, 1971, pp. 548-553; Olga Cabrera: Antonio Guiteras su pensamiento revolucionario, Editorial de Ciencias Sociales, 1974.

[4] Olga Cabrera Guiteras El Programa de La Joven Cuba Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, p. 103.

[5] JACOBIN América Latina: «Está en juego la vida buena y justa en Cuba». Una entrevista de Martín Mosquera con Ailynn Torres Santana y Julio César Guanche.

26 julio 2021 35 comentarios 3,5K vistas
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11-J

El pueblo del 11-J

por Mario Valdés Navia 17 julio 2021
escrito por Mario Valdés Navia

La violencia política desatada en las calles y plazas cubanas en estos días —usual en otras realidades, muy rara en la Isla— no se resolverá con la represión gubernamental y el miedo a la Covid-19. En la historia posterior a 1959 es difícil encontrar momentos similares a este del 11-J. Para acercarse a algunos habría que remontarse a la lucha de clases de inicios de los sesenta, los sucesos de la embajada del Perú/éxodo del Mariel (1980), y el Maleconazo/crisis de los balseros (1994). Este constituye su antecedente más cercano, pero sus diferencias con lo acaecido el 11-J son sustanciales y las soluciones de entonces no valen ahora.

−I−

Cuando ocurre el Maleconazo de 1994, hacía cinco años había comenzado el Período Especial en tiempo de paz. La pobreza, desnutrición y mortandad asolaban a la mayor parte de la población cubana. El USD, que estuvo a siete pesos en el mercado negro en 1990, llegó a rebasar los ciento cincuenta. Cantidad enorme de dinero en la calle y muy poco que comprar, dispararon una inflación de cuatro dígitos.

No obstante, aquel verano caliente del 94, las manifestaciones de carácter masivo y los encuentros violentos quedaron circunscriptos a una parte de Centro Habana y Habana Vieja y surgieron después de que fuera in crescendo durante semanas la emigración ilegal mediante el robo de embarcaciones. Aunque provocada por la desesperada situación existente, el Maleconazo era aupado desde el exterior por la Ley de Ajuste y la existencia de flotillas aeronavales de rescatistas que esperaban a los balseros en el estrecho de La Florida.

La reacción del gobierno fue reprimir con grupos de respuesta rápida y policías de civil. La presencia de Fidel en el centro de los acontecimientos terminó de aplacar los ánimos con relativa prontitud. Días después, se firmó un nuevo acuerdo con Estados Unidos que amplió la emigración legal y se aplicó un paquete de medidas liberalizadoras que incluían la creación del Mercado Libre Agropecuario, la ampliación de las ventas en USD y el impulso a la joven industria biofarmacéutica.

11-J

La presencia de Fidel en el centro de los acontecimientos del Maleconazo terminó de aplacar los ánimos con relativa prontitud. (Foto: BBC)

−II−

Lo ocurrido el 11-J une nuevamente el grito de los obstinados de las poblaciones y barriadas más empobrecidas de las ciudades y poblados con el conflicto Cuba-EEUU y su expresión mayor: el recrudecimiento del bloqueo en medio de la crisis pandémica. Pero ya no está Fidel para persuadir a las masas y convertir el revés en victoria con su ascendencia política. Tampoco hay política de “pies secos, pies mojados”; por el contrario, es interés del gobierno de los Estados Unidos disminuir la emigración ilegal, y los capturados en el intento son retornados a Cuba.

Los que clamaron ese día por la intervención humanitaria, a sabiendas de que eso significaría la destrucción del país, no pueden hacerse ilusiones. El propio Bob Menéndez dejó establecido que Estados Unidos no pretende intervenir ni permitir un éxodo masivo desde Cuba. Las soluciones tendrán que ser encontradas y aplicadas entre cubanos.

En este inédito escenario, dos preguntas se hacen los que conocen poco, o mal, al pueblo y gobierno de Cuba:

– ¿por qué una población sale de pronto a las calles a expresarse políticamente, de manera clara y terminante, en rechazo a una política gubernamental que parecían acatar?

– ¿por qué las fuerzas del orden la emprendieron con violencia y saña contra manifestantes pacíficos, mientras brillaban por su ausencia cuando grupos violentos saqueaban tiendas y volcaban carros patrulleros?

Esta semana tuve la desdicha de escuchar a una periodista extranjera referirse despectivamente a los protestantes en Cuba como: «marginales, delincuentes y alcoholizados». Entre ellos pudo haber algunas personas así, pero predominaron estudiantes y profesores de nivel medio y superior, profesionales e intelectuales, obreros y campesinos, empleados y desempleados, jóvenes y viejos. ¡Más respeto, por favor, para el pueblo del país que la acoge!

Hace tres días fue 14 de julio, fecha de la toma de La Bastilla, no puedo menos que recordar a los pares de esos hombres y mujeres del 11-J: los sants culottes de los barrios pobres parisinos de 1789 y sus heroicas compañeras, que dieron la clarinada histórica para poner fin al viejo régimen aristocrático y servil. Parece que otra vez le ha tocado a los sectores del pueblo que sobreviven en la inopia y a los jóvenes rebeldes salir a la calle a gritar por todos los que aún no se atreven a usar su voz.

Es que ese pueblo cubano empobrecido, mal vestido, de habla vulgar, ocupante de casas pequeñas y humildes barbacoas, que tanto gustan de fotografiar los turistas extranjeros, hace mucho que anhela expresar sus convicciones políticas libremente. Si no lo hacía con vehemencia antes era por el respeto y magnetismo que irradiaba Fidel y por el vasto y eficaz sistema de control de las expresiones políticas que estableció. Dicho sistema, aunque aún funciona, ya no puede conservar el monopolio de la información y la comunicación ante la extensión de internet y las redes sociales.

11-J

Otra vez le ha tocado a los sectores del pueblo que sobreviven en la inopia y a los jóvenes rebeldes salir a la calle a gritar por todos… (foto: Alexandre Meneghini / Reuters)

Si el pueblo no lo hizo de esta manera durante la conducción de Raúl fue porque este abrió un proceso de eliminación de prohibiciones anacrónicas, promovió debates colectivos y proyectó reformas que dejaban un atisbo de luz al final del túnel y revivían las esperanzas de que sobrevinieran cambios.

Sin embargo, la posposición de las transformaciones de un año para otro, la presencia activa de la población en las redes sociales y el fiasco de constatar que la Constitución 2019, el VIII Congreso y la dirección del nuevo secretario/presidente serían solo continuidad de lo anterior; hicieron al país llegar a la crisis actual del sars-cov-2 con un extraordinario potencial conflictivo. Las consecuencias predecibles de la aplicación de la redolarización plástica y de la Tarea Ordenamiento hicieron el resto.

En la jornada del 11−J confluyeron tanto la ira popular como el temor del gobierno a perder el poder. Los obstinados salieron a gritar sus consignas improvisadas sobre la marcha, y desfilaron sin orden ni concierto, mientras filmaban lo que hacían con sus móviles para mostrar al mundo que habían perdido el miedo a hacerse escuchar.

Cuando lo ocurrido en San Antonio de los Baños se hizo viral en las redes sociales, las manifestaciones se extendieron espontáneamente. Las piedras llovieron sobre las odiadas tiendas en MLC, muchos aprovecharon para saquear y destruir —como ocurre en medio de acontecimientos como estos— y las autoridades comprendieron que era hora de cortar la internet e iniciar la represión porque: «La calle es de los revolucionarios».

Los efectos de esa confrontación fratricida fueron vistos en todo el mundo y estremecen hoy a los que apenas estamos recuperando el servicio de internet. Restañar las heridas de estos días y sobrepasar este momento difícil exigirá valor, mesura y tacto político al gobierno y a sus oponentes. La hora actual de Cuba es más para el diálogo y la persuasión que para las redadas y los encarcelamientos.

Los extremismos han de ceder el puesto a las posiciones consensuadas, pues no creo que haya regreso posible al diez de julio. El pueblo tuvo su 11-J y la gran mayoría de los que gritaron: «¡Libertad!» y «¡Patria y Vida!» no estaban pagados por el imperio ni ignoraban la trascendencia de lo que estaban viviendo. El gobierno debería hacer control de daños y poner en práctica cuanta medida conduzca a un diálogo nacional.

El Gobierno/Partido/Estado tiene que entender que el pueblo exige cambios en la economía, la sociedad y la política. Para que continúe el socialismo y la independencia, habrá que romper definitivamente con el inmovilismo y la soberbia burocrática. Mientras termino el post se anuncian nuevas medidas flexibilizadoras por parte del gobierno a la entrada de medicinas y alimentos y la estimulación empresarial. Buena señal. El poder del pueblo del 11-J, ese sí es poder.

17 julio 2021 55 comentarios 5,3K vistas
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Palabras a los intelectuales

Palabras a los intelectuales: Volver no, trascender

por Redacción 8 julio 2021
escrito por Redacción

La intervención de Fidel Castro conocida como Palabras a los intelectuales, y acaecida en 1961, ha marcado una impronta determinante en la relación entre el gobierno y los intelectuales en Cuba a lo largo del proceso. Aun cuando son épocas muy diferentes aquella de los inicios y la que vivimos hoy, el Ministerio de Cultura ha dedicado todo el año a conmemorar el hecho y convoca a percibir la continuidad de los conceptos y puntos de vista emitidos por el dirigente cubano en fecha tan precoz.

La controversia alrededor de la libertad de creación en el socialismo —que comenzó muy temprano y de la cual fue centro la referida reunión—, se extiende hasta hoy; con puntos más álgidos, actores diversos y mayores posibilidades de participación en un debate que, lejos de estar concluido, es tan pertinente ahora como lo fue entonces. Con una diferencia notable: el grado de hegemonía y consenso de la dirección de la Revolución hacia la sociedad no es, ni por asomo, el mismo.

El equipo de La Joven Cuba también consideró pertinente examinar, desde diversas perspectivas, las consecuencias de aquellos intercambios y del documento resultante, concebido hasta hoy como uno de los escritos rectores de la política cultural de la Revolución.

Nuestro análisis trascendió igualmente a otros efectos de aquellas determinaciones, que no son únicamente culturales, que desbordan el campo intelectual y que afectan los entramados sociales, desde la subjetividad hasta la política entendida en su sentido cívico y colectivo.

La Historia, la Filosofía, la Psicología y la Comunicación Social fueron las ciencias desde las cuales emanaron los textos incluidos en este, el primer dossier cuya descarga gratuita ofrecemos a nuestros lectores.

Palabras a los intelectules: Volver no, trascender

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Si desea suscribir nuestra petición al gobierno para que flexibilice la entrada de medicamentos a Cuba, deje un comentario con su nombre en el post o escriba a nuestro correo electrónico (jovencuba@gmail.com)

8 julio 2021 6 comentarios 2,7K vistas
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Tiempos

En los tiempos de Abdala

por René Fidel González García 2 julio 2021
escrito por René Fidel González García

Sobre el elefante y los mil conejos

Una anécdota probablemente apócrifa de la política cubana, ha trasmitido en una frase la dificultad que supondría la ausencia de Fidel Castro al frente del gobierno: mil conejos no sustituyen a un elefante. Sin embargo, el gobernante no solo cesó en sus funciones mucho antes de morir, sino que una de las joyas más deseadas en su gestión —un modus vivendi formal entre Cuba y los Estados Unidos— sería alcanzado, mientras aún vivía, por su sucesor Raúl Castro.

En cualquier caso, la frase hacía referencia al liderazgo nacional e internacional ejercido por el político cubano, capaz, a un tiempo, de lograr durante más de medio siglo complejos consensos al interior del país y de convertir al gobierno cubano en un actor no despreciable en las peligrosas brumas de la Guerra Fría. También era relativa a sus experiencias, sagacidad y determinación personal para convertirse, y ser considerado, en un formidable contrincante político por sucesivos mandatarios y políticos de los Estados Unidos.

Desaparecido Fidel Castro, previa entrega de sus cargos gubernamentales a su hermano, y este más adelante a Miguel Díaz-Canel; la Constitución de 2019 allanó el camino a la formalización de la concentración y especialización de las funciones ejecutivas mediante el fortalecimiento de las atribuciones presidenciales y el desarme del modelo asambleario anterior.

Apenas un par de años después, cuando debió estar haciendo sus primeros ajustes de puesta en marcha un modelo de Estado de Derecho por mandato constitucional, el nuevo gobernante sería, además, investido de la máxima responsabilidad partidista.

Es cierto que los capitales políticos pueden ser heredados, incluso es posible ser usufructuario de la legitimidad de una generación, de sus luchas, aspiraciones y logros, sin tener necesariamente que cargar con sus fracasos; pero asumir esa, o cualquier otra responsabilidad, pasa por entender que todo capital es susceptible de ser perdido. Tener la responsabilidad implica, igualmente, ser responsable del éxito y del fracaso. 

Tiempo (2)

Miguel Díaz-Canel junto a Raúl Castro, tras ser nombrado presidente en abril de 2018. (Foto: Adalberto Roque/ AFP)

Es difícil determinar la importancia que tienen —o tendrán— las experiencias y características como político del actual mandatario en el manejo de los diversos y complicados problemas económicos, políticos y sociales del país, o de un diferendo como el que se sostiene entre los Estados Unidos y Cuba, que ha condicionado dramáticamente la realidad cubana.

Nada parece sugerir que estemos delante de un prospecto de estadista. El pausado ascenso y formación de Miguel Díaz-Canel como miembro —y sobreviviente— de un pequeño grupo de funcionarios seleccionados y entrenados para ocupar cargos de dirección de importancia, es probable haga remota o cancele esa posibilidad, incluso asumiendo que disponga de los recursos intelectuales, comunicativos y de la iniciativa y proyección teleológica propias del liderazgo.

De lo que se puede estar seguro es de que a medida que el acompañamiento que todavía realiza la generación anterior se debilite, y finalmente desaparezca, el rol que esas características personales desempeñarán en la toma de decisiones y en la interacción con los problemas de una sociedad que experimenta un complejo proceso de cambio social y político, será cada vez más importante y quizás determinante.

Esta es una variable trascendental en los acontecimientos actuales. No hay que subvalorar el análisis del perfil de los individuos y grupos que hacen otros gobiernos y sus agencias; como la modelación de reacciones, comportamientos, valores y sistemas de creencias, ha sido siempre un activo estimado para hacer actuar a los adversarios en condiciones pre-concebidas, que utilizan tales datos para la obtención de los resultados deseados. 

Maximizar los resultados y reducir la exposición

A partir de las declaraciones de diplomáticos, políticos y funcionarios estadounidenses, no pocos académicos y analistas han planteado y amplificado la idea de que el tema Cuba no es una prioridad para el actual mandatario de la Casa Blanca.

Por su parte, con creciente frustración, diplomáticos y funcionarios cubanos han subrayado la apatía y demora de la Administración Biden en desmontar algunas de las medidas de mayor impacto tomadas durante el mandato de Donald Trump, tal como se aseguró durante la campaña electoral. 

La historia de las relaciones entre ambos países en las últimas seis décadas, indica con precisión que si la conclusión a la que arriban los especialistas es increíblemente superficial, la frustración que se percibe en los mensajes de los funcionarios cubanos puede estar codificando en su aparente ingenuidad la complejidad del momento actual. 

El tema Cuba no solo ha sido a través de los años una prioridad estratégica de los Estados Unidos para el manejo de su área de influencia geopolítica más inmediata, sino también un ingrato y espinoso asunto a tratar por los aspirantes presidenciales, crucial, no pocas veces, al momento de la reelección. Ninguna de estas cuestiones se ha modificado radicalmente.

Tiempo (3)

Durante el gobierno del presidente Obama se restablecieron las relaciones diplomáticas entre EEUU y Cuba (Foto: Ramon Espinosa/AP)

Es por ahora imposible saber las exploraciones y contactos de las autoridades cubanas por retomar el camino que dejó abierto el gobierno del expresidente Obama con el restablecimiento de relaciones diplomáticas, los mensajes cursados y la calidad misma de tales encuentros, si es que han ocurrido. Pero no es descabellado pensar que el virtual estado de coma en que se encuentran actualmente las relaciones, ha sido inducido por la apuesta del ejecutivo estadounidense y sus agencias gubernamentales a la evolución de un escenario interno favorable a sus intereses. Algo así como: los tenemos donde queríamos.

La táctica de regalar sábanas sudadas por soldados enfermos de viruela y luego esperar la progresión del virus, dio resultado en no pocas ocasiones para diezmar y abatir las tribus y naciones indígenas durante la colonización del oeste de los Estados Unidos. La excepcional situación creada por la pandemia de la Covid-19 en Cuba, ha colocado, más allá de cualquier prioridad, al actual ejecutivo estadounidense en una situación muy parecida y redituable: esperar.

Después del paquete de medidas y sanciones contra la economía cubana puesto en marcha por Trump —que incluyó el descalabro de importantes operaciones de cooperación internacional, la suspensión del envío de remesas por vías regulares,  la sanción de entidades bancarias vinculadas y la injusta calificación como Estado patrocinador del terrorismo—, la actual administración estadounidense ni siquiera tiene que exponerse a ser considerada como villana en la arena internacional.

Hay que valorar también factores internacionales. La crisis que atraviesan aliados regionales de Cuba, como Venezuela, la descapitalización política experimentada por el Alba o UNASUR y la progresiva erosión de la influencia cubana en el área latinoamericana y caribeña, como resultado de sus propios problemas internos y la incapacidad para proponer y gestionar iniciativas, describen, por así decirlo, un escenario propicio para devaluar apoyos y alianzas que han impedido el aislamiento y un consenso internacional hostil contra Cuba.

La propia colaboración médica, principal fuente de prestigio y admiración a escala mundial para la Isla, asediada por programas que ofrecían estatus de refugiados a sus integrantes, acabaría por ser cuestionada. Han sido señaladas en tal sentido las onerosas condiciones impuestas por las cláusulas de contratación del personal médico, paramédico y técnico, e igualmente los castigos administrativos que sancionan a no poder regresar al país durante por lo menos ocho años en caso de romper de forma unilateral sus contratos. 

Cuestiones como estas no solo debilitan la posición cubana en cualquier negociación con la administración estadounidense, sino que determinan en buena medida que esta última no tenga que apartarse de sus intereses respecto a Cuba y ceder en función de alcanzar otros de mayor importancia.

Estar revisando la política con relación a la nación antillana, como han reiterado en los últimos meses funcionarios de la Casa Blanca, no implicaría entonces una mera reevaluación de medidas anteriores, o dar prioridad a un viraje a la hoja de ruta de Obama. Es evidente que se está produciendo la evaluación pragmática del impacto que han tenido esas políticas durante el excepcional contexto pandémico, y qué hacer para que sus efectos se amplifiquen en el mediano y largo plazos. Los cambios vendrán pero dentro de esa lógica.

A mediados de los noventa, las exigencias estadounidenses al gobierno cubano se concentraban en el reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos —especialmente los civiles y políticos— y en dar espacio a la pequeña y mediana empresa y al sector privado.

En la actualidad muchas de esas pretensiones o son parte del ordenamiento constitucional y de demandas cada vez más importantes de la ciudadanía cubana; o cuestiones ya planteadas aunque innecesariamente demoradas dentro del anunciado proceso de reformas.

Algunas de ellas, como la libertad de expresión, asociación y prensa, han sido redimensionadas espectacularmente a contracorriente del propio gobierno, desde la introducción y generalización del acceso a Internet y las redes sociales.  

Se ha debilitado gradualmente el monopolio estatal de la producción y emisión de contenidos y significados políticos, y es un hecho hoy la migración e interacción de millones de cubanos a una suerte de ágora virtual. En ella, algunos de los ejercicios de derechos y libertades usualmente restringidos y no pocas veces penalizados jurídica, política o socialmente, encontraron un nicho propicio para su desarrollo y práctica, sin poder evitar, no obstante, ser muchas veces, secuestrados, reducidos o restringidos por tendencias de polarización, manipulación y simplificación.

Tiempos (4)

La reciente resolución condenatoria del Parlamento Europeo contra el gobierno cubano marcó una pauta en los tiempos de buena relación bilateral. En la foto, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. (Fotoç: Julien Warnand POOL/AFP)

Es lógico asumir que el gobierno estadounidense seguirá ofreciendo financiamiento, asistencia y apoyo a ciertos medios, plataformas y grupos surgidos en este entorno virtual en el intento de convertirlos en cabezas de playa desde donde influir en la política interna. Pero también es de notar en la reciente resolución condenatoria del Parlamento Europeo contra el gobierno cubano, la importancia que tendrá en el futuro inmediato el respeto por las autoridades de los derechos y libertades reconocidas por la Constitución de 2019 y la entrada en vigor del modelo cubano de Estado de Derecho. 

La otra pandemia

La sostenida dinámica de detenciones ilegales, acosos, castigos administrativos, presiones y procesamientos selectivos desarrollada por instituciones del actual gobierno contra artistas, intelectuales, periodistas en ejercicio no acreditado, profesores, estudiantes, activistas, opositores y ciudadanos en general; ha sido la parte más visible del intento de licuefacción de la Constitución del 2019, del conjunto de expectativas ciudadanas que generó el propio proceso constituyente y, sobre todo, del modelo de Estado de Derecho que en ella se esboza. 

Tales actos han sido trasmitidos, distribuidos y analizados de un modo extraordinario e inédito por las redes sociales y los medios digitales.

Ello ha redefinido los contenidos y el ejercicio mismo del consumo político de los ciudadanos. Es importante entender que la posibilidad y autonomía de ese consumo es parte y expresa a un tiempo, los reacomodos de la cultura política y de sus valores.

Es en tal contexto, en que las exigencias de democratización y las demandas del respeto a derechos y libertades, y a las garantías jurídicas efectivas para su ejercicio, empiezan a ser no ya solo parte de los núcleos identitarios de la ciudadanía, sino también prácticas que desafían los modos habituales en que se ha desarrollado y entendido la participación política en Cuba por ciudadanos, políticos e instituciones. 

Un olvidado pero significativo tuit del actual mandatario cubano: «La complejidad es para asumirla como reto», fue escrito en la tarde noche del 27 de noviembre de 2020, cuando cientos de jóvenes buscaban interpelar al ministro de Cultura a los ojos de un impresionante despliegue policial —y a los de los aún más asombrados funcionarios y ciudadanos que siguieron a través de las redes sociales los acontecimientos que se sucedían frente a la sede del Ministerio de Cultura—.

La complejidad es para asumirla como reto. #SomosCuba #SomosContinuidad https://t.co/ZM1LfZ3tFt vía @PresidenciaCuba

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) November 27, 2020

Tal frase resulta interesante para apreciar las tensiones que provoca la participación política de acuerdo a agendas autónomas, auto-determinadas o espontáneas de la ciudadanía, pero también para analizar los comportamientos y reacciones, así como la variedad de comprensiones de los hechos que pueden alimentar el punto de vista del gobierno.

En realidad, desde que entre agosto y octubre del 2019 un pésimamente redactado artículo de la vice-ministra primera del Ministerio de Educación provocara innumerables reacciones de condena al ser replicado por el sitio estatal Cubadebate, esa tensión había hecho presencia de un modo notable.

El contenido de ese artículo, entendido como una enconada reacción a los derechos, libertades y garantías establecidos por la Constitución recién aprobada por un elevado por ciento de la ciudadanía, recibió un espaldarazo público por parte del ministro del ramo en un espacio televisivo.

Allí se catalogó de mercenarios, ingenuos y confundidos a miles de personas que habían apoyado una carta dirigida al gobierno ante la incitación y prácticas de intolerancia política que venían ocurriendo dentro de las universidades.

Tal incidente marcó una tendencia que en los próximos meses se iría consolidando hasta llegar a la posposición por un año más de la entrada en vigor del artículo constitucional —el 99— que establecía la posibilidad de demandar y obtener compensaciones ante violaciones de los derechos cometidas por funcionarios. 

¿El gobierno cubano necesita propiciar leyes de desarrollo constitucional —de este y otros artículos— que sean lo suficientemente cerradas como para dificultar la eficacia jurídica del ejercicio o defensa de los derechos y libertades en un escenario de conflictividad social y política abierto por la pandemia y por la implementación de un duro plan de ajuste y reforma de la economía?

Esta hipótesis puede servir para acercarnos a la(s) relación(nes) existente(s) entre el impacto político que tuvo el proceso constitucional en la cultura política, la propia eficacia de la Constitución, así como la confianza y la evaluación de los ciudadanos de la capacidad del sistema político —y sus operadores— para servir de mecanismo de comunicación y logro de sus intereses y de las demandas que ellos consideran políticamente trascendentes.

Pero no hay que olvidar que la función básica de un sistema político —y su propia legitimidad— descansa —y está tensionada—  en su capacidad para contener, organizar y proporcionar de acuerdo a su propio diseño y a los valores y prácticas que postula como válidos, un tracto político a la pluralidad, contradicción y conflictividad inherente a la vida política.

Esa tensión, sin ser única, es crucial.

2 julio 2021 56 comentarios 3,7K vistas
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