La Joven Cuba
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Fidel Castro

Pensar (1)

Pensar es juzgar. A propósito de unas palabras con pistola

por Teresa Díaz Canals 9 junio 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

Pero sus estridentes ladridos/solo son señal de que cabalgamos

Poema Ladrador

Johann Wolfgang Goethe

***

 El autismo moral de los intelectuales

A partir de las intervenciones del entonces primer ministro del gobierno revolucionario Fidel Castro Ruz, en la Biblioteca Nacional en junio de 1961 —resultado de las reuniones convocadas ante la reacción suscitada por el documental PM—, conocidas como Palabras a los intelectuales, se hizo frecuente recurrir a la frase pronunciada allí: «Dentro la Revolución todo, contra la Revolución ningún derecho».

Resulta un hecho simbólico, y al mismo tiempo decisivo, que al comienzo de su alocución en un encuentro con personas del campo de la reflexión y producción cultural, el Comandante colocara encima de la mesa su pistola. Hay una anécdota de esa misma reunión que es importante resaltar, cuentan que el dramaturgo y poeta Virgilio Piñera se paró y confesó públicamente: «Tengo miedo».

La justificación del mandato concluyente antes mencionado en la historia de la política cultural cubana posterior a 1959, radicaba, y todavía consiste, en que en ella, de acuerdo a determinados funcionarios, se permite una posibilidad  amplia a los creadores de todas las especialidades. Su límite «apenas» se encuentra en la no admisión de valoraciones negativas hacia lo que es considerado «la Revolución», es decir, hacia el poder instaurado por los guerrilleros de la Sierra Maestra.  

Esa regla del juego respecto a la postura que debían adoptar los representantes de la cultura en general, se condensó en un reduccionismo político que trajo enormes consecuencias para la vida de la nación. Ella se convirtió en la apropiación de la Verdad, sin discusión, no en algo con lo que se debía establecer una escucha, una relación. 

La sociología del conocimiento nos permite volver sobre la infausta determinación que se transformó en guía por excelencia para estimular la indiferencia hiriente, la injuria, el resentimiento. ¿Por qué un «elegido» determina lo que está dentro y lo que está fuera? Al mismo tiempo, ella condenó a muchas personas al ostracismo, sirvió de instrumento y coartada a grandes y pequeños abusos de poder. ¿Quién no ha sufrido esas costosas lástimas?  

Pensar (2)

Heberto Padilla en 1969. (Tomada de Oncuba)

Pocos años más tarde se clausuraron las ediciones El Puente, aconteció el penoso «Caso Padilla», se establecieron los acuerdos del Congreso de Educación y Cultura de 1971 que abrió las puertas al Quinquenio Gris, y  fueron ninguneadas figuras que no merecían tal tratamiento, como José Lezama Lima y Dulce María Loynaz, reconocidas solo al final de sus vidas o ya fallecidas. Otras palabras revalidaron después aquellas primeras: «la calle es de los revolucionarios».  

Es increíble cómo un país con una tradición de pensamiento impresionante fuera cercenado en su más profundo ser social. La dimensión moral y su estrecha dimensión con el magisterio la podemos calcular a través de una conversación de José de la Luz con el general Narciso López en 1848: «[…] Cuba no está preparada para gozar de la independencia: para que lo esté soy yo maestro de escuela». En su colegio El Salvador hubo preocupación por estimular la meditación en el aprendizaje, por lograr un equilibrio de las distintas capacidades del educando, aquí se aprendió a estudiar y a enseñar.

Habría que retornar verdaderamente a las raíces martianas. No se necesita un palacete para estudiar a ese pensador, que señalara como criminal al que estimulase el odio entre cubanos y quien escribiera en 1876: «Profesar una opinión y defenderla es un uso digno de la libertad de pensamiento» y «En bien se recoge el bien que se siembra».

Restringir la libertad de expresión tuvo un efecto devastador en el plano moral, en la conciencia de la población: el triste silencio cubano. Qué ironía que en nuestra sociedad comenzaran a manifestarse rasgos de los tiempos en que éramos colonia de la metrópoli española. Emergió así un escenario donde lo que ha predominado no es tanto el control de acuerdo con la ley, sino más bien la vigilancia acerca de lo que pueden hacer, o están dispuestos a hacer, los individuos.

La censura más eficaz no es la que se manifiesta sobre la palabra impresa o hablada, sino aquella que impide que los pensamientos se tornen conscientes. Un sistema de prohibiciones como la que se engendró a partir de ese «dentro» y «fuera», deja su huella en los seres humanos. 

La censura invadió la moral individual y colectiva para transformarse en autocensura, que es, en definitiva, su fruto más doloroso y pródigo. Era necesario moderarse, rehuir las verdades peligrosas, envolver en nieblas las expresiones arriesgadas. Sin embargo, aun en la obediencia, la inteligencia resulta un arma de doble filo, pues el pensamiento mismo es la libertad.

Pensar (3)

La poetisa Dulce María Loynaz vivió recluida en su casa del Vedado.

El futuro que nunca fue presente

Recuerdo que crecí con una deuda y una culpa. Lo poco que llegué a ser o a alcanzar se lo debía por completo a la Revolución, he ahí la deuda. No fuimos los gestores del cambio, he ahí la culpa; por tanto, la única manera de demostrar nuestra adhesión a lo político, era estudiar y trabajar incondicionalmente para hacer del futuro una sociedad próspera.

Cuando comencé a trabajar era la época de los asesores soviéticos en las universidades. Sin que alguien me lo indicara explícitamente, advertí que en todas las ponencias que se presentaban a algún evento científico, los participantes incluían al menos una cita de Carlos Marx o Federico Engels, era un acuerdo tácito, donde se demostraba el revolucionarismo del que formábamos parte.

Insinuar que aspirábamos a hacer el doctorado o a ascender de categoría docente, sin que los jefes de departamento hablaran de ello, era mal visto.

En mis últimos años de trabajo académico oficial, vino a entrevistarse conmigo el jefe de la Seguridad de la facultad a la que pertenecía. El motivo era mi asistencia a un encuentro de especialistas de Ciencias Sociales en EE.UU. Su objetivo era que le reportara si algún «enemigo» decía algo inapropiado contra la Revolución. Contesté con mucha amabilidad, «¿Aquí el primer enemigo sabes quién es?: el rector». Terminé prestándole un libro de Michel Foucault.   

Qué admirable si en 1961, en vez de sacar una pistola, el Comandante hubiera subrayado los versos del poeta alemán Hördelin: «Desde que somos diálogo/y podemos los unos escuchar a los otros». Eso sí habría significado una fundamentación en firme.

Una postura digna es tomarse en serio al otro, colocar al otro como punto de partida; a ese otro que no tiene poder, que no tiene palabra, pero sí dolor. Mucha razón tuvo José Lezama Lima cuando escribió en Sucesiva o Las coordenadas habaneras: «Cuando la imaginación del Estado es plena y saludable, está en la obligación de crear alegría creadora, de convertir la alegría en un alimento natural, terrestre».

Pensar (4)

José Lezama Lima

Nuestra tierra se hace habitable por las plantas en sus múltiples especies, y no por la Planta, y se hace hermosa por las flores, y no por la Flor. La realidad plenaria, tierra y alma, llegará a ser habitable por las ideas, no por la Idea, por las filosofías, no por la Filosofía.

En La lección de Auschwitz, su autor, Joan-Carles Mèlich escribió:

«Si el lenguaje no es capaz de reconocer y de acoger al otro en su más radical alteridad, entonces nos encontramos en un universo dominado por la gramática de lo inhumano. En un mundo así nadie se atreve a preguntar, porque preguntar significa poder pensar que las cosas podrían ser de otra manera. Preguntar es imaginar la posibilidad de un mundo alternativo […] La gramática es inhumana si es capaz de habituarse al horror».

¿Qué conmemoramos esta vez? ¿Quién ha visto rememorar amenazando con un arma? Como Virgilio Piñera, también tengo miedo. Sin embargo, nos queda José Martí para transformar la moral en un estilo de vida y la ética en una estética. La esperanza es la virtud principal de los tiempos difíciles.

9 junio 2021 39 comentarios 3.438 vistas
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Clivaje

El clivaje político en Palabras a los Intelectuales

por José Otoniel Vázquez Monnar 2 junio 2021
escrito por José Otoniel Vázquez Monnar

Palabras a los Intelectuales es una inflexión determinante en la subjetividad social cubana, a partir de la cual se instaura y privilegia lo que puede denominarse un acto de clivaje político. El término clivaje, aplicado a la clínica psicoanalítica, denota un mecanismo psíquico que, inconscientemente y frente a conflictos internos o externos, permite dividir en dos las representaciones contradictorias de un mismo objeto.

Es decir, las características negativas y positivas de una persona o situación son separadas sin posibilidad de conciliación o de matices. Por ejemplo, una madre para quien una de sus hijas es casi perfecta y la otra es el desastre de la familia. O en el llamado Síndrome de Estocolmo, donde la víctima niega de manera absoluta cualquier percepción de maldad y violencia en el secuestrador. Aquí el clivaje se hace acompañar de afectos y amor para poder sobrevivir subjetivamente, como sujeto, frente a la omnipotencia violenta del secuestrador.

En Palabras a los Intelectuales, Revolución constituye una representación investida por la subjetividad del líder. De cierta manera se hace antropomórfica, es decir, es nombrada como un sujeto con aspiraciones y deseos, lo que confiere carácter fetichista a lo patriótico. A partir de esta intervención, el sujeto-revolucionario-idealizado asume su derecho a existir solo deshaciéndose de la diversidad de otras lecturas políticas, dividiendo en dos polos la percepción del proceso social.

Crisis económica y trauma psicosocial

La frase emblemática de Fidel en aquel momento, la que transcendió con autonomía aunque era parte de un análisis más extenso fue: «(…) Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución ningún derecho(….)». El clivaje de esta frase no divide precisamente a revolucionarios y contrarrevolucionarios, sino a honestos —que según las palabras de Fidel Castro podían ser revolucionarios o no tan revolucionarios— y deshonestos (contrarrevolucionarios incorregibles).

Este clivaje todavía perdura en los significantes que circulan en la prensa y la televisión oficiales de la Isla contra todo el que disiente: «mercenarios», «apátridas», «pagados por el imperio». En el núcleo semántico del discurso oficial siempre se encuentra presente la deshonestidad. El significante revolucionario sería completamente vacío hoy día si no consiguiera adherirse a otro significante oculto, el de honestidad. Por tanto, una persona que disiente no solo debe preocuparse por la argumentación política, sino por la defensa de su integridad. De ahí la facilidad para criminalizar cualquier acto de  desacuerdo o disidencia política. 

Si en la clínica los efectos del clivaje los vemos en el sufrimiento de los cuadros borderlines, o límites, donde el sujeto rebota entre la dependencia absoluta y la desarticulación de su relación con los otros; en lo social apreciamos sus efectos en los fenómenos de identificación rígida y disociación social de los grupos extremistas o sectas. El sujeto no puede tomar distancia de lo ideológico y se convierte en sujeto de la obediencia, que es el fin de las sociedades de control.

El daño antropológico en la sociedad cubana 

El resultado de este tipo de organización subjetiva en el ámbito psicosocial es la radicalización, la circulación del miedo como afecto regulador de las relaciones humanas, de la paranoia, la denigración, la discriminación del otro, el odio y la violencia. En fin, la locura social.

La lógica de las intervenciones de Fidel en junio de 1961, funda la exclusión como forma de posicionarse los cubanos, unos frente a otros. Este discurso ha condicionado que se conciba la representación social de una intelectualidad en los márgenes de la Revolución y otra en una posición completamente marginal.

A pesar de ciertos momentos de tolerancia política hacia textos y contenidos artísticos o científicos difíciles de digerir políticamente por el gobierno, la historia del arte y de la intelectualidad cubana siempre tropieza con la tensión del clivaje. Como resultado se tiene la homogenización de opiniones. Los intelectuales cubanos saben muy bien qué se dice, cómo se dice y dónde se dicen las cosas en los espacios públicos.

La experiencia es testigo de que las consecuencias de asumir un pensamiento libre en Cuba puede implicar la represión, el ostracismo, el destierro social, el aislamiento e incluso la pérdida de derechos constitucionales. Las UMAP fue el destino de muchos intelectuales apenas cuatro años después de la referida intervención de Fidel.

Los profesores sin aula, el decreto-ley 349, los actos de repudio y el acoso, el impedimento a la libre circulación, las detenciones arbitrarias, el destierro y la difamación institucionalizada para con los artistas e intelectuales, bien antes y después del 27 de noviembre del 2020, son formas actuales de codificar Palabras a los Intelectuales. Por más que se pretenda releer de otra manera aquel discurso, la violencia política y social actual constituye el après-coup a partir del cual se interpreta. 

Invitación a un espacio de palabra contra la desmentida

Este mecanismo no es más que una defensa que, al negar lo inaceptable para el sujeto, crea un punto ciego. De ahí que aquello que ha sido reprimido o negado se muestre en actos y comportamientos explícitos, pero no reconocidos ni nombrados por el sujeto.  Por lo tanto, todo clivaje y alienación a un ideal político intachable, borra la posibilidad de leer con matices la experiencia social. La anulación de la libertad de expresión es condición indispensable para perpetuar la frase y el fin de Palabras a los Intelectuales.

 A su vez, esta actitud facilita la posición del «alma bella», idea que Lacan toma de Hegel y que niega cualquier posibilidad de responsabilidad subjetiva. Es decir, un individuo o comunidad atravesada por el clivaje como forma de relación con el otro, lógicamente no se hace cargo de sus errores. Un ejemplo, que no intenta soslayar el carácter histórico de los Estados Unidos como depredador de América Latina, es el abuso de la justificación del bloqueo como argumento para encubrir la imposibilidad de reformar, política y económicamente, al modelo de socialismo burocrático.

Con este mecanismo nos convertimos cada vez más en un país que se auto agrede, por su fidelidad a un conflicto imaginario entre socialismo y capitalismo, cuando nuestro real conflicto social y político es entre el Estado de derecho o el totalitarismo. Sin embargo, permanecemos atorados en una combinación clivada de identificaciones políticas muy pobres, deshaciéndonos de responsabilidad cívica con frases como: «Esto no hay quien lo cambie».

Si continuamos alienándonos al clivaje político que nos ha determinado por décadas, solo intensificaremos la auto-lesión del tejido social. Digo autolesión porque el tejido social se trenza a partir de afectos de identificación, en consecuencia, todo mal que se haga a otro cubano, es un mal que se hace Cuba a sí misma.

Los Náufragos: breves pinceladas sobre una generación

La idea de Pierre Joseph Proudhon de que la libertad no es hija del orden sino su madre, me parece una cura.  Acá ciertos puntos a pensar, analizar y también a rebatir.

– Una salida posible es comenzar por la responsabilidad personal. Si de manera individual uno se deshace de este clivaje, es posible tender un lazo social de otra manera. Hablo de reapropiarnos del valor de la palabra, de asumir la coherencia entre lo que se piensa, dice y hace. Esto sería reapropiarnos a nosotros mismos.

– De esta manera, también se recuperaría la dimensión empática de la que estamos hechos como seres sociales. Esto implica decir «No» a todo acto que exija perder la capacidad de compasión y empatía para defender posturas políticas o ideológicas. Dígase actos de repudio, de exclusión o de intimidación. Si lo advertimos, en su retórica los medios oficiales se deshacen todo el tiempo de la empatía.

– Para crear un espacio a la empatía entre los cubanos, debemos tomar distancia de cualquier discurso que nos empuje a reaccionar sin reflexión; de cualquier discurso que se enuncie, en cualquier esfera de nuestras relaciones, desde el poder. Debemos hacer el ejercicio de asumirnos libres allí donde la política no tiene total acceso; libres de pensar desde nosotros mismos. En ese espacio se le da lugar al sentir del cubano común, el que no esta alienado como sujeto únicamente político.

– Finalmente, es imprescindible otorgar un lugar a lo ético dentro de lo político. En la clínica, darle importancia a las consideraciones éticas (que no es solo lo moralmente aceptado) tiene, en sí mismo, efectos terapéuticos. Sería bueno dialogar y llevar nuestras diferencias a los pies de lo ético antes de atacarnos desde trincheras opuestas. Tomar todo lo posible de la ética martiana, donde se concibe una Cuba sin cardos ni ortigas.

2 junio 2021 19 comentarios 3.040 vistas
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Ucronia - revolución

La ucronía de la Revolución

por Mario Valdés Navia 28 abril 2021
escrito por Mario Valdés Navia

El término ucronía —del griego u cronos: sin tiempo— fue creado por el filósofo francés Charles Renouvier, quien lo popularizó en su libro Ucronía: La utopía en la historia (1876), donde sostiene: «Así como utopía es lo que no existe en ningún lugar, ucronía es lo que no existe en ningún tiempo […] es la utopía en el tiempo».[1]  Al escuchar a muchos apologetas del modelo socialista aplicado en Cuba pareciera que pretenden sustituir la utopía de la Revolución por su propia e interesada ucronía.

En este caso, la ucronía consiste en tratar de detener la evolución histórica de la nación en el tiempo, mediante la argucia de presentar la realidad como un supuesto «estado permanente de felicidad compartida». La burocracia empoderada utiliza con ese fin las reales y/o fingidas amenazas a la soberanía nacional y las conquistas de la Revolución como pretextos para inmovilizar y amordazar a la sociedad, prohibir cualquier disenso o protesta, y blindar sus privilegios conquistados.

Meditaciones: Derechos constitucionales, ¿sí, pero no?

Ucronía no es un concepto político, sino literario; un subgénero de la ciencia ficción contemporánea del que existen numerosos estudios teóricos cargados de valiosas herramientas metodológicas que pueden ser aplicadas al análisis de la situación insular. Una de ellas es el llamado «Punto Jumbar», según el cual, para que exista una ucronía se requiere de un hecho que provoque un cambio en los acontecimientos históricos lo suficientemente importante que, de haber sucedido de forma diferente, la historia seguiría otro curso.

Un «Punto Jumbar» de la Revolución Cubana fue la implosión del campo socialista y su repercusión inmediata, el «Período Especial». Dicha crisis desplegó un conjunto de posibilidades de solución que iban desde la repetición de lo acontecido en Europa (el tránsito brusco hacia un capitalismo salvaje), pasando por la adopción de una variante de socialismo de mercado similar a la asiática, intentar la de un socialismo nacional, verdaderamente democrático y participativo; hasta la persistencia, indomable y solitaria, del modelo establecido.

La decisión de asumir esta última opción, no estuvo exenta en su momento de análisis y adecuaciones. El congreso de 1991 fue precedido por un vasto análisis popular del «Llamamiento al IV Congreso» y trajo consigo transformaciones en la vida del país: definición del PCC como «vanguardia de todo el pueblo»; entrada de religiosos al partido; Estado laico, no ateo; Consejos de administración como órganos de gobierno municipales y provinciales; elección directa y secreta de delegados provinciales y diputados, y nueva Ley de la inversión extranjera. Nada de lo anterior incidía decisivamente en la superación del modelo.

Interpelación sobre la democracia

La aprobación de la injerencista Ley Torricelli (1992), empeoró la crítica situación y llevó al surgimiento del Ministerio de Finanzas y Precios, encabezado por José Luis Rodríguez, adalid del enfrentamiento a la crisis. Los desórdenes del Maleconazo y el éxodo masivo de balseros (1994) aceleraron los cambios.

Entre las medidas de corte estructural adoptadas en la etapa pueden mencionarse: apertura a la inversión extranjera, reintroducción de los mercados campesinos, libre circulación del dólar, apertura del mercado de productos industriales, descentralización del comercio exterior, creación de Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) en tierras ociosas de las ineficientes granjas estatales, y la aplicación del Sistema de Perfeccionamiento Empresarial de las FAR a otras empresas.

En 1995 ocurrirían dos acontecimientos cardinales: la llegada al poder del joven Carlos Lage, que actuaría como primer ministro en funciones, y la constitución del holding militar Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAESA), dirigido por el general Luis Alberto Rodríguez López-Callejas. Al año siguiente, la aprobación de la Ley Helms–Burton agudizó aún más el bloqueo económico; no obstante, a fines del mismo se anunció que la crisis tocaba fondo y se iniciaba la ansiada recuperación.

Bloqueo norteamericano y reforma económica en Cuba

El V Congreso del PCC (1997) hizo renacer el optimismo respecto a la posible solución de los problemas a partir de soluciones endógenas, con la promesa de una mayor incorporación del pueblo al debate de los asuntos de interés público y la aplicación de medidas prácticas a partir de la búsqueda colectiva de soluciones. Fue el canto del cisne de la utopía socialista cubana.

A partir de 1998 inicia un segundo «Punto Jumbar» de la Revolución, que conducirá a su conversión en una ucronía. La confianza en una incipiente recuperación, reforzada con la llegada de Chávez al gobierno de Venezuela (febrero 1999), la noble lucha por el regreso del niño Elián y el inicio de la Batalla de Ideas; se acompañó de una contumaz involución de las reformas al modelo.

Las asociaciones mixtas fueron reducidas y eliminados los negocios inmobiliarios extranjeros; se redujo el número de empresas autorizadas a realizar operaciones directas de comercio exterior, se revivió la animosidad hacia el trabajo privado y se decidió centralmente desmantelar la mayor parte de la industria azucarera y venderla como chatarra. 

Desde entonces han proliferado determinaciones encaminadas a preservar el viejo modelo estatizado, mediante el expediente de cambiar algo para que lo fundamental siga igual. Así, el dólar estadounidense se sustituyó por una Cuban currency (CUC), se centralizaron los mecanismos de asignación y utilización de divisas, y se modificó la metodología de determinación del PIB —que disparó su monto sin que se apreciara un incremento real del consumo—lo cual originó una suspicacia internacional respecto a las estadísticas oficiales cubanas.

Democracia y economía: el real sentido de las prioridades

En 2008, cuando Raúl asumió la dirección del gobierno, planteó la necesidad de «encontrar los mecanismos y vías que permitan eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas productivas». Encaminado a ese propósito, introdujo reformas en la agricultura, pero ninguna otorgó independencia a los productores respecto al plan, ni eliminó el monopolio estatal de la comercialización.

Al año siguiente aconteció la mayor remoción sincronizada de puestos claves del Gobierno en la historia de la Revolución. Fue separada de sus cargos toda la nueva generación de dirigentes entrenados por Fidel. El titular de Turismo, Manuel Marrero —actual primer ministro—, fue el único que conservó su cargo. Los puestos principales serían ocupados por militares en activo o retirados, mientras, el poder de GAESA sobre sectores claves de la economía se fortalecía cada vez más rápidamente.

En 2011, a catorce años del anterior, fue celebrado el VI Congreso del Partido. En él se aprobaron los «Lineamientos de la Política Económica y Social», hoja de ruta para reformar el socialismo cubano. Desde aquel momento se ralentizaron los cambios, y el VII Congreso (2016) solo sirvió para aprobar nuevos documentos: la «Conceptualización del modelo económico y social cubano» y el «Plan estratégico de desarrollo hasta 2030». De la consigna «Sin prisas, pero sin pausas» se imponía la primera parte.

La despedida de Raúl Castro

Desde el «Punto Jumbar» de 1998, el inmovilismo disfrazado de reformas se ha impuesto como tendencia. Por su causa, se perdió la posibilidad de aprovechar el lapsus favorable para Cuba de la llamada «década ganada» del progresismo latinoamericano (2006-2016), el auge del precio de las materias primas y el deshielo con la administración Obama.

Se ha llegado a un período en que únicamente la aplicación de una reforma profunda al obsoleto modelo estatizado, que lo torne democrático y participativo, podría salvar a lo que fuera la utopía cubana de convertirse en una ucronía inmovilista y anacrónica, que es lo que hoy prima.

[1] Javier de la Torre Rodríguez: «En busca de la ucronía perdida», Korad, no 8, enero-marzo, 2012, pp. 4-8.

28 abril 2021 24 comentarios 3.376 vistas
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objetivos

Objetivos no declarados

por José Manuel González Rubines 5 febrero 2021
escrito por José Manuel González Rubines

Como en otras ocasiones a lo largo de más de sesenta años, Cuba ha iniciado 2021 con una nueva estrategia económica que –igual que en las ediciones anteriores– tiene como pretensiones públicas hacer materialmente sostenible el proyecto político y social de la Revolución.

No es la primera vez que se reordena la economía buscando eficiencia y productividad. Por ejemplo, la década de los sesenta, que fue un tiempo de experimentación y búsqueda constante de un modelo funcional y autóctono, presenció la aplicación de varios sistemas de dirección: Cálculo Económico, Presupuestario de Financiamiento, Registro Económico. Estos, acompañados por el llamado a sacrificios, renuncias a proyectos personales y hazañas —como la zafra que cerró la década—, buscaban lograr un «gran salto adelante» cubano, que desgraciadamente no llegó, aunque no sería mortalmente desastroso como el de Mao en China.

Los setenta trajeron la entrada al Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), la aplicación de un nuevo sistema –el de Dirección y Planificación de la Economía–, la reforma de las estructuras de gobierno, con el nacimiento de las Asambleas del Poder Popular, y la institucionalización emanada del primer Congreso del Partido y de la nueva Constitución de 1976. Los ochenta están marcados por el proceso llamado de rectificación de errores y tendencias negativas y los noventa se recuerdan por las políticas de liberalización del Período Especial. Así, un rosario de idas y venidas que nos trae hasta la Tarea Ordenamiento.

Este texto es parte de una entrevista que pertenece a una investigación aún inédita, titulada Los insomnios de la utopía, de la cual La Joven Cuba publicó hace poco otro fragmento. En él, Juan Valdés Paz, sociólogo experto en temas del agro cubano, quien estuvo entre los fundadores de la revista Pensamiento Crítico y fue investigador del Centro de Estudios sobre América y del Instituto de Historia de Cuba, se refiere a las intríngulis tras el que es quizás uno de los momentos más interesantes y menos tratados de los inicios de proceso: la construcción paralela del comunismo y el socialismo.

Valdés Paz, uno de los intelectuales más lúcidos del panteón nacional y autor de textos imprescindibles como Procesos de organización agraria en Cuba (1959-2006) y La evolución del poder en la Revolución Cubana (I y II), ofrece una visión desde la realpolitik que sirve no solo para tratar de entender aquellos sucesos pasados, sino también los presentes. Como dijera el sabio italiano Humberto Eco, existen tantas lecturas como lectores. Aquí se ofrece una clave que bien puede usarse para una lección con resultados interesantes.

El romance cubano-soviético

-La posibilidad de construir paralelamente el socialismo y el comunismo en Cuba fue una idea convertida en estrategia a finales de la década de los sesenta. Sobre ella, Fidel dijo en el famoso discurso del 13 de marzo de 1968, en la escalinata de la Universidad de La Habana, que algunos «bisnietos de revolucionarios» la tildarían de idealista, aunque en el Informe al Primer Congreso del Partido hizo la autocrítica. ¿Cómo se explica esa concepción de construcción paralela de un sistema dentro de otro? ¿Cuál es su origen?

Desde mi punto de vista fue una locura teórica y, sobre todo, práctica. Es pura ideología. Fidel estaba tratando de usar las ideas del Che, ausente desde 1964 y muerto en 1967, y por eso toma su legado y lo lleva ad absurdum. Donde el Che había hablado del «hombre nuevo» y de la creación de la conciencia comunista como garantía del socialismo, él introduce esto de la construcción paralela; donde el Che había defendido la dirección partidaria de la Revolución, él convierte automáticamente a todos los jefes de una actividad en primeros secretarios del Partido y establece la unión completa del Partido y el Estado; etc.

En esos años, que van desde 1966 hasta 1970, se introduce un modelo de gestión política y económica que Fidel acompaña a través de sus discursos. Yo recuerdo no solo a Fidel, sino también a Osvaldo Dorticós hablando del «horario de conciencia», que se tradujo en la supresión de los relojes para marcar la entrada a los centros de trabajo de todo el país y en su lugar, los trabajadores debían llegar cuando entendieran.

Las bases más profundas de eso son difíciles de discernir, porque Fidel dijo algo primero y después dijo lo contrario. Si estaba convencido de su discurso, o el discurso estaba en función de otra estrategia política es difícil saberlo. Ese es el período de tensión con China, con la URSS, de la búsqueda de una ideología propia para que no nos invadieran ideologías foráneas. Se debe atender menos a los discursos, me parece a mí, y más a los resultados.

-¿En este caso, qué resultados trajo?

Fue un desastre económico. Había una meta que era producir diez millones de toneladas de azúcar, no sé cuántos miles de litros de leche, no sé cuántos planes especiales, y todo estaba acompañado de discursos, medidas, programas, intelectuales escribiendo, medios de comunicación reforzándolo. Todo eso es lo interior.

¿Cuál es el resultado exterior, visible públicamente? Pues no alcanzamos los diez millones de toneladas de azúcar, aunque hicimos la zafra más grande de la historia; se produjo una debacle económica generalizada, cayó el nivel de vida de la población. Se cambió de estrategia y, al cambiar de estrategia, cambiamos de discurso. Visto eso, se debe poner la mirada en las realidades históricas, sin desconocer el resultado interior.

El discurso tiene metas, algunas declaradas y otras ocultas. Fidel Castro no hacía los discursos para sí mismo, por tanto, él cuenta lo que quiere y entiende que debe contar porque está tratando de movilizar. Hay un componente ideológico, pretende persuadir. Que sea lo que está pensando, que todos sus objetivos estén declarados, eso es otra cosa y habría que tener más información para poder contrastar. Pero siempre existieron objetivos no declarados, los discursos son mediaciones y, por tanto, siempre tienen algo de manipulación de la dirección hacia los dirigidos. Hay que preguntarse si los resultados tienen relación con los objetivos declarados o, sobre todo, con los no declarados.

Si los declarados fueron hacer la Zafra de los Diez Millones, no se logró. Pero si los no declarados fueron saldar el conflicto con la URSS, sí se logró. Puede haber sido un desastre económico, pero un éxito político que hizo viable a la Revolución a largo plazo.

El año 1968, por ejemplo, es muy peculiar porque tiene un significado mundial: hay un 68 vietnamita, un 68 francés –las protestas de mayo–, un 68 mexicano –el movimiento estudiantil y la matanza de Tlatelolco–, un 68 socialista –la llamada Primavera de Praga. Cada uno tiene un significado distinto y dan cuenta de problemas diferentes, pero si tomas el 68 cubano también es peculiar.

Comenzó el año bajo el impacto de la muerte del Che a finales de 1967. Desde el punto de vista ideológico, estábamos en plena campaña heterodoxa: discutirlo todo, publicar a todo el mundo. Es el momento más heterodoxo de la Revolución. ¿Cómo comienza el año? Con el Congreso Cultural de La Habana y le sigue la Ofensiva Revolucionaria: lo nacionalizamos todo y nos convertimos en la experiencia más estatalizada de la historia. Todavía, a final del semestre, sucede la llamada Microfracción.

Quiere decir, el primer semestre es de una radicalización creciente. ¿Contra quién? ¿Qué revela la Microfracción? Que hay un sector dirigente de la Revolución, algunos de los cuales están en el primer Comité Central, que no solamente están conspirando, sino que lo están haciendo en contacto con la KGB. Tenemos un problema con la URSS, hay una parte de la dirección soviética a la cual no le gusta, o la Revolución cubana o, más concretamente, Fidel Castro.

¿Qué va a ocurrir poco después? La invasión a Checoslovaquia y nuestro apoyo a la entrada de las tropas del Pacto de Varsovia. Dimos un viraje y a partir de entonces iniciamos unas nuevas relaciones amorosas con el campo socialista y con la URSS que fueron in crescendo hasta Mijaíl Gorbachov. Podemos preguntarnos si lo que está en juego en realidad es de naturaleza política o si estamos viendo una película y la verdadera cinta es otra. Por eso debemos ver los discursos, y todo lo demás, en una perspectiva más compleja, más de realpolitik.

5 febrero 2021 21 comentarios 4.624 vistas
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sovietico

El romance cubano-soviético

por José Manuel González Rubines 21 enero 2021
escrito por José Manuel González Rubines

Una crónica desde Moscú de la periodista Milenys Torres, en la emisión del NTV del pasado 18 de enero, recordaba mediante curiosas imágenes las primeras visitas de Fidel Castro a la Unión Soviética en la década del sesenta del siglo pasado. Viejas grabaciones del Comandante, entonces con el cargo de Primer Ministro de la República, lo mostraban no solo en los sonrientes encuentros oficiales con dirigentes, sino también compartiendo con los rusos y disfrutando en trineo del crudo invierno moscovita, ataviado con el clásico sombrero con orejeras, llamado ushanka.

La relación de Cuba con la potencia dio forma a casi tres décadas de historia de la Revolución. Su influencia económica y política configuró no solo la manera en la que se dirigían los asuntos de Estado en Cuba, sino que incidió directamente –de forma positiva a veces y negativa otras– en la vida de todos los habitantes de esta Isla. La desaparición –o desmerengamiento, como reposterilmente algunos gustan decir– de esa «nación de naciones» es una herida que aún esta caribeña república, situada a miles de kilómetros de distancia, se lame de vez en cuando.

Este texto es el fragmento de una entrevista que pertenece a una investigación aún inédita, titulada Los insomnios de la utopía. En él, quien fuera uno de los hombres clave en la economía y la política de las décadas del setenta y el ochenta, disecciona con criolla maestría lo que fueron las relaciones Cuba-URSS.

Humberto Pérez González –padre del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, autor del popular manual Economía Política del Capitalismo (I y II), presidente de la Junta Central de Planificación (1976-1986) y vicepresidente del Consejo de Ministros (1979-1986)– arroja luz a lo que fueron tres décadas de una complejísima relación entre estados aliados, que para él se parece mucho –en cuanto a idas y venidas– a un vínculo marital.

-En febrero de 1960 se firmó el primer convenio comercial con la Unión Soviética. Mi pregunta viene en dos direcciones: ¿en qué momento comenzó el interés del Gobierno Revolucionario por la URSS y viceversa?

Las cosas no se deciden por personas individuales si no hay un contexto que las permita, pero la relación entre Raúl Castro y el agente del KGB, Nikolái Leonov fue fundamental. Cuando venía en el barco de regreso del IV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, realizado en 1953 en Bucarest, Rumanía, Raúl conoció a Leonov, porque a este lo habían designado en la embajada soviética en México, y establecieron una relación de amistad.

Más tarde volvieron a reunirse, cuando los preparativos para la expedición del Granma en México, y continuaron con sus vínculos. Después del triunfo de la Revolución, en un viaje de Raúl a Checoslovaquia se encontró de casualidad con Leonov, caminando por la calle, y reactivaron la amistad.

Internamente, los comunistas nucleados en el Partido Socialista Popular (PSP), con Blas Roca al frente, habían anunciado su disposición de disolver el Partido para unirse en otra organización bajo el mando único de Fidel. De ahí resultó lo que fue el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), donde se congregaron las organizaciones que habían participado en la lucha contra Batista y que constituye el germen del Partido Comunista actual. Esa postura de ellos, que gozaban de buena fama en la URSS, fue un factor en favor de la Revolución.

A esto súmale la amistad de Raúl con Leonov. También la postura del Che, que le había creado un problema a Fidel en México antes del Granma por confesar su filiación comunista en un momento tan complejo. Fidel lo dijo, que la actitud del Che era como la de un mártir cristiano que se sintió en el deber cívico de confesar quién era, pero la sinceridad casi echa por tierra el plan.

Por supuesto, el factor más importante fue que el triunfo de la Revolución cubana despertó el interés del mundo entero, y cuando se declaró su carácter socialista más todavía. De aquellos tiempos es la famosa frase de Nikita Kruschov en respuesta a la pregunta de si Fidel era o no comunista: «Yo no sé si Fidel es comunista, lo que sí sé es que yo soy fidelista».

Desde el principio hubo simpatía y conveniencia geopolítica también, todo mezclado. El interés fue de ambos lados. En esos primeros tiempos hizo falta asesores y vinieron checoslovacos, polacos y, por supuesto, soviéticos.

De toda esta convergencia de factores deriva la idea de organizar una Feria Soviética en La Habana, en 1961. Precisamente Leonov vino como traductor de la delegación de su país y, además, estaba favoreciendo posturas de acercamiento por allá porque era de la KGB. En la feria participó nada más y nada menos que Anastás Mikoyán, la segunda o tercera figura más importante de la URSS en esos momentos. De ahí se derivan los primeros acuerdos comerciales y los entendimientos futuros.

-¿Cómo fueron las relaciones a lo largo de la década?

Hubo un momento preliminar de amor a primera vista, este del cual hablábamos. Duró hasta el incidente de los cohetes en 1962. Era un amor de entrega total, hasta el desenlace de la Crisis de Octubre. Ese desenlace fue un error de los soviéticos y de Kruschov en particular, y una cosa difícil de perdonar para una personalidad como la de Fidel, porque simplemente nos desconocieron.

Éramos el centro del problema, los cohetes estaban aquí, estuvimos dispuestos a jugárnosla por el socialismo y negociaron a espaldas nuestras, un error imperdonable. Recuerdo una consigna de aquellos días: «¡Nikita, Nikita, lo que se da no se quita!». Primero era: «¡Fidel, Kruschov, estamos con los dos!» y de un año para otro cambió. El pueblo las coreaba.

Ahí hubo un bache grande, como unos novios con un amor profundo y confianza plena, uno falla y el otro no se lo puede perdonar. Kruschov se dio cuenta del error cometido y ni a la amistad, ni a los intereses geopolíticos de la URSS, les convenían estar a mal con Cuba. Entonces se lanzó en una política de reconciliación a como diera lugar y es cuando invitó a Fidel a la URSS, en 1963. Yo estaba allá y asistí a la ceremonia cuando le dieron el título de Héroe de la Unión Soviética.

La admiración del pueblo soviético por Fidel rayaba en el fanatismo. Es más, cuando a los soviéticos le decías que Fidel para nosotros era como Lenin para ellos, respondían: «No, no, Lenin es otra cosa». Ponían a Fidel por encima de Lenin. Era el héroe legendario, el tipo con una presencia física imponente y con un carisma increíble, proveniente de un país chiquito, muchos factores confluyentes.

Si lo hubieran postulado en aquel momento a unas elecciones, salía presidente de la URSS, ampliamente. Le rindieron todos los honores y le dieron todas las explicaciones posibles. Entonces se reconcilió la pareja.

«¡Siempre juntos!» (V. Ivanov, 1963).

Pasó el tiempo. En los sesenta los soviéticos apoyaron a Vietnam en la guerra, pero no de la forma como creía Cuba que debían apoyar, y se dio el famoso discurso del Che en Argelia, donde les recrimina que en las relaciones económicas no estaban cumpliendo su deber con el Tercer Mundo.

Frente a la posición nuestra, se encuentra la política de los soviéticos de «coexistencia pacífica» y de llegada al socialismo por una vía pacífica. Dos posturas no contrapuestas, pero sí divergentes. En ese contexto se dio la segunda oleada de sectarismo en Cuba, alrededor de Aníbal Escalante[1], y se probó que algunas embajadas, como la de Alemania Democrática y la de la URSS, tenían una política de apoyo a estos sectores, tal vez no orientada oficialmente desde el centro, pero sí los auparon. Ambos factores, el interno y el externo, se unieron y aquella reconciliación se quebró.

Los Partidos Comunistas latinoamericanos sentían una gran admiración por la Revolución cubana, pero los ataba a la URSS una fidelidad histórica. Pese a ello, existieron divisiones entre quienes apoyaban la propuesta soviética de toma pacífica del poder y quienes apoyaban la idea del Che de la lucha armada. Por ejemplo, en el Partido Comunista de Venezuela se dio un cisma con Douglas Bravo, que creó las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional en 1962; también sucedió en Guatemala, etc. Nosotros empezamos a apoyar todas esas guerrillas.

-¿De dónde teníamos para apoyar?

Teníamos asesoramiento, y las armas que habíamos tomado al ejército de Batista y parte de las que nos daban gratuitamente los soviéticos, las repartíamos. Siempre cumplieron con nosotros y, sin embargo, nosotros sí comenzamos a fallarles en las entregas de azúcar. Ellos anotaban las deudas en el hielo y, al final, las perdonaron. En cuanto a las armas, toleraban el trasmano, pero haciendo resistencia, y nosotros criticando la tibieza.

En ese contexto de acusaciones implícitas mutuas se dio el conflicto chino-soviético, en el cual Cuba no tomó parte. Se abstuvo, pero más bien nuestra postura se acercaba más a las posiciones chinas, aunque hubo críticas a sus extremismos.

Los componentes de un ajiaco son variados. Es muy complejo, porque incluso con esta situación, la ayuda soviética en armas, asesores, suministros y demás nunca se detuvo, y eso mantenía la relación de pareja, relegando las discrepancias hasta cierto punto. Empleo la metáfora de pareja porque se me parece mucho, la verdad.

Un momento crucial para la reconciliación fue la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia, en 1968. En mi opinión personal, algo muy criticable.

-¿Lo pensó igual entonces?

Sí, lo pensé entonces y lo sigo creyendo hoy.

Fidel, quien como siempre veía más que los demás, no sé si en parte por convicción y en parte por conveniencia táctica, pronunció el famoso discurso del 23 de agosto apoyando la invasión, con todas las implicaciones para el prestigio de Cuba, incluso dentro de las izquierdas. Fidel lo arriesgó todo, rompió con una parte de la familia por mantener los principios, según él los entendía, y el amor de pareja. Debemos recordar que el Che había muerto un año antes, entonces tenía más libertad para actuar porque no estaba el elemento más comprometido con las otras izquierdas.

En ese momento comenzó el fin de la luna de miel con los intelectuales, quienes hasta entonces habían mirado con muchísimo entusiasmo a nuestra Revolución.

Fidel siempre fue muy astuto y sagaz en política. La conducta de los tácticos no la entendemos a veces. Lo cierto es que a partir de este discurso, la pareja se reconcilió y comenzó una segunda luna de miel: perdones de deuda, ayuda superior, posterior ingreso de Cuba al CAME.

Cuando asumió Mijaíl Gorbachov, en 1985, empezaron a producirse una serie de cambios en justa rectificación de las barbaridades cometidas anteriormente desde el estalinismo y después. Kruschov fue refrescante y en general bien enrumbado; posteriormente vino la inercia de Leonid Brézhnev, prolongada hasta su muerte; Andrópov pudo haber sido positivo, pero solo duró poco más de un año; Konstantín Chernenko fue peor que Brézhnev.

Todo eso provocó una acumulación muy peligrosa. Ahí llegó Gorbachov y le sacó la tapa a la olla sin quitarle la presión, y aquello explotó. No significa que no se debía hacer, pero se debía hacer mejor.

[1] Aníbal Escalante: Político cubano, militante del Partido Socialista Popular. Secretario Organizador de la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas. El 26 de marzo de 1963 se realiza el llamado primer proceso a Escalante, en el cual es acusado de sectarismo. El proceso culmina con la disolución de las ORI. En 1968 se lleva a cabo un segundo proceso a Escalante, conocido como «Micro-fracción», bajo la misma acusación. Este terminó en su encarcelamiento.

21 enero 2021 26 comentarios 4.741 vistas
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memoria historica

Enero de 1959 y la utilidad de la memoria histórica

por Ivette García González 8 enero 2021
escrito por Ivette García González

Hubiera querido vivir aquel momento histórico de Cuba: enero de 1959. Leer los primeros discursos del líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, permite un viaje en el tiempo para entender lo que vivieron nuestros padres y abuelos, lo que pretendía originalmente el proyecto revolucionario y la razones por las cuales recibió un altísimo apoyo popular. Después de 62 años, sirven también para valorar el desarrollo del proceso y reflexionar sobre el presente y futuro de Cuba.

Doce discursos pronunció Fidel en el mes de enero. Siete de ellos en sendas concentraciones populares. Casi todas fueron parte del recorrido de la «Caravana de la Libertad», desde el día 1ero en Santiago de Cuba, pasando por Camagüey, Sancti Spíritus, Matanzas y La Habana el día 8. Luego en Artemisa, Pinar del Río y, finalmente, ante la magna concentración del 21 frente al Palacio Presidencial, a la que asistieron millón y medio de personas, incluidos el cuerpo diplomático y la prensa nacional y extranjera.   

Fue un largo y emocionante recorrido. Según avanzaba la Columna, el pueblo se reunía para ver a los «barbudos», escuchar al líder, celebrar y pedir la solución de disímiles problemas. Fidel llegó a Artemisa con fiebre, gripe y casi sin voz. No importó; tampoco la hora: medianoche en Matanzas; 2:00 am en Sancti Spíritus. Llantos de emoción, desmayos, alegría por la partida del tirano, vestuarios con los colores rojo y negro del Movimiento 26 de Julio o con los de la bandera, mujeres de negro por sus hijos o esposos muertos a manos de la tiranía.

Dichas concentraciones favorecieron una interacción sin precedentes entre el líder y las multitudes, al tiempo que se configuraba la mística de Fidel y la Revolución. Esta se hizo valer como fuente de derecho, obligada a definir un nuevo tipo de orden social, para lo cual era vital movilizar al máximo las capacidades creativas y la energía popular. Fidel legitimó al gobierno revolucionario y a las principales figuras, recabó y consiguió la confianza del pueblo en sus compañeros del liderazgo, en particular del Movimiento 26 de Julio como vanguardia política.

Revolución contra los dogmas: conceptos y desafíos

Cada uno de aquellos discursos y primeros actos del triunfo permite análisis desde múltiples ópticas y en espacios más amplios.  Atendiendo a la vigencia y utilidad que tienen para el debate actual, invito a reflexionar sobre algunos tópicos reiterados en las concentraciones populares durante los primeros veintiún días.

La Revolución definió postulados fundamentales. Fidel expone y explica conceptos claves en aquel momento fundador. Los más importantes fueron: «pueblo», «patria», «revolución», «soberanía», «democracia» y «justicia social».  Los tres primeros, que forman parte esencial de la tradición del pensamiento político cubano, los ratifica y enriquece en aquel contexto.

El concepto de «pueblo» es el principal y mantiene la misma formulación del Programa del Moncada. Lo reivindica como protagonista de la lucha reciente y la victoria. Insiste en el poder del pueblo como soberano, mientras a la vanguardia política y a él en particular, los define como «servidores de la ciudadanía» en el discurso en la Plaza de la Ciudad de Camagüey, el 4 de enero de 1959 (p.14).

El concepto adquiere en el discurso una función movilizadora, procurando sembrar la fe en nuevas victorias y recabando la confianza en el liderazgo revolucionario. Fernando Martínez Heredia, en La noción de pueblo en La Historia me absolverá, y Juan Valdés Paz, en La evolución del poder en la Revolución cubana, son referentes imprescindibles para examinar ambas dimensiones: pueblo y poder.

Al igual que la vocación martiana de servir, el concepto de «patria» sigue ese ideario martiano, pero ahora lo asocia con la identidad, grado de satisfacción de los cubanos, participación y responsabilidad compartida en la nueva fase. Lo expresado en el mismo discurso anterior es una muestra:

«¿Cómo vamos a decir: “esta es nuestra patria”, si de la patria no tenemos nada? (…). Patria (…) es un lugar donde se puede trabajar y ganar el sustento honradamente (…), donde no se explota al ciudadano (…). Precisamente la tragedia de nuestro pueblo ha sido no tener patria. Y la mejor prueba (…) es que decenas de miles y miles de hijos de esta tierra se van de Cuba para otro país, para poder vivir (…). Luego, hay que arreglar la República (…), ustedes y nosotros (…)».

«Revolución» se evoca en el sentido universalmente aceptado de cambio radical, «hacer cosas nuevas» e ir «contra los dogmas». Argumenta que la victoria también resultó de haber subvertido dos dogmas de la época: 1) la idea de que contra el ejército era imposible luchar y vencer, y 2) la tesis de que cualquier resistencia hacia la política interna había que evitarla so pena de perder la soberanía con una segura intervención de los EEUU.

Anuncia que con el triunfo se inicia la «etapa constructiva» de la Revolución, la que define como el lapso del proceso de establecimiento del nuevo orden de la República, dentro del cual tiene un papel fundamental la solución de las injusticias y el restablecimiento de la democracia y la Constitución de 1940. En la concentración del 21 expresa: «La Revolución Cubana se puede sintetizar como una aspiración de justicia social dentro de la más plena libertad y el más absoluto respeto a los derechos humanos».

La «soberanía» se asocia al primer y principal desafío que tendría la Revolución: la hostilidad de los gobiernos de EEUU. Fidel enfatiza su importancia como atributo inalcanzado por la nación hasta ese momento y primer principio a defender. En ese momento era la campaña que, a través de medios internacionales y algunos congresistas estadounidenses, criminalizaba al proyecto revolucionario e insinuaba una eventual intervención en Cuba.

El peligro en ciernes se incrementaría pronto, incluyendo una alianza permanente entre sectores contrarrevolucionarios internos y externos en favor de la agenda del gobierno estadounidense. Poco más de un año después se plasmaría oficialmente en el «Proyecto Cuba».  Este y todas sus derivaciones posteriores, con múltiples efectos nocivos para el país, han tenido el propósito de retornarlo a la relación de dependencia anterior a 1959. Es un conflicto que atraviesa cualquier análisis.        

Los compromisos de la Revolución

Las concentraciones sirvieron de escenario al discurso/diálogo entre el liderazgo y el pueblo como ejercicio de democracia directa. Fidel reafirmó compromisos contemplados en el programa de lucha, formuló principios básicos del proyecto y definió prioridades que lograron un altísimo nivel de consenso. Entre ellas la necesidad de consolidar el poder, crear empleos, derechos laborales, revisión de precios, aumentos de salarios, recuperación de bienes malversados, disminución de las tarifas eléctricas, acceso al deporte, la salud y educación, mejores comunicaciones e industrialización del país.

Otras cuatro ideas fueron novedades repetidas y aclamadas:

1) La creación de «un tipo totalmente nuevo de hombre cubano», esbozada en el discurso pronunciado desde el balcón de la Sociedad «El Progreso», de Sancti Spíritus, el 6 de enero de 1959.

2) «No habrán privilegios para nadie», dicho en el discurso en el Parque Céspedes, de Santiago de Cuba, el 1ero..

3) «(…) el odio lo desterraremos de la República, como una sombra maldita que nos dejó la ambición y la opresión», declarado en el mismo discurso.

4) El restablecimiento del respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales de los ciudadanos.

La última fue una declaración de principios reiterada. Se acompañó de la condena a la censura y por la protección de la libertad de pensamiento, expresión, prensa, reunión y asociación. Algunos fragmentos la ilustran: 

«Cuando se habla de un derecho después de la Revolución triunfante, se habla de todos los derechos (…) que no se pueden arrebatar (…). Cuando un gobernante actúa honradamente, cuando (…) está inspirado en buenas intenciones, no tiene por qué temer a ninguna libertad (…), no tiene por qué temer a la libertad de prensa, por ejemplo (…)».

Discurso en la Plaza de la Ciudad de Camagüey, el 4 de enero de 1959 (pp. 1-2).

***

«(…) tengo la seguridad de que (…) el presidente (…) decretará el restablecimiento de las garantías y la absoluta libertad de prensa y todos los derechos individuales en el país (…).Habrá libertad absoluta porque para eso se ha hecho la Revolución (…), seguiremos solo (…) la norma del respeto al derecho y a los pensamientos de los demás».

Discurso en el Parque Céspedes de Santiago de Cuba, el 1ero de enero de 1959 (pp. 23-24).

***

 «Bien merecen los periodistas la oportunidad de trabajar (…). El pueblo solo necesita que le informen los hechos, las conclusiones las saca él, porque para eso es lo suficientemente inteligente (…).  Por algo las dictaduras no quieren libertad de prensa (…). Cuando no había censura no podía decirse, sin embargo, que había libertad de prensa. (…) Libertad de prensa hay ahora (…) porque mientras quede un revolucionario en pie habrá libertad de prensa en Cuba. 

Discurso en la Plaza de la Ciudad de Camagüey, el 4 de enero de 1959 (p. 2)

***

«Estoy seguro de que las libertades que ha conquistado nuestro pueblo con tanto sacrificio, nada ni nadie podrá volver a arrebatárselas».

Discurso en el parque La Libertad de la Ciudad de Matanzas, el 7 de enero de 1959 (p.8).

Los presupuestos básicos de la Revolución sientan las bases de lo que se va a desarrollar. Podrán luego ampliarse y complejizarse; nunca negarse so pena de negarse a sí misma. Volver sobre aquellos primeros discursos de la Revolución cubana, una de las más importantes del siglo XX, sirve hoy también para pensar algunas contradicciones internas y el futuro de Cuba. Es hacer valer la utilidad de la memoria histórica.

8 enero 2021 65 comentarios 2.425 vistas
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subjectivity

Fidel and the problem of subjectivity

por Yassel Padrón Kunakbaeva 16 agosto 2020
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

‘Hail, Cesar, those who are about to die salute you.’ The loudspeakers multiplied Fidel’s voice along the city streets. It was a popular march, and my generation, those born in the 1990s, paraded together with the other generations of Cubans. We raised our little Cuban flags and repeated the slogans. For us, that march, like the Battle of Ideas, was a way to get a small taste of the revolutionary epic we hadn’t lived through. It was those marches that taught us who Fidel Castro was.

Years later, when I studied Philosophy and learned the Marxist way of understanding the subject category, I reached an immediate conclusion: in Cuba the subject was Fidel. Among the Cuban people, he was the only vortex from which reality was produced. Despite the passing of years, of decades, Fidel remained an unstoppable will. However, the fact that only he was the subject for so many decades has profound implications. How did that affect us Cubans? Was it positive or negative?

In Cuba the subject was Fidel.

The existence and transcendence of the Fidel Castro phenomenon cannot be explained from structuralist neo-Spinozism, which only knows subjects as subjected subjects. No structure was able to subject Fidel; on the contrary, structures collapsed in his path. In order to theoretically approach him, Ernest Bloch’s theory on utopias may be much more useful. According to the German philosopher, there’s always subjectivity where there’s a utopia, where there’s a project, where there’s a foreshadowing of a better future. There’s no need to say that the Comandante perfectly fits this definition: he was always looking ahead, speaking of things we were unable to imagine, on the verge of delirium and prophecy.

The greatest controversy to have existed within Cuban socialism has been the alternative between voluntarism and objectivism. That was the center of the dispute between Che Guevara and Carlos Rafael Rodríguez in the 1960s. How can one get a country’s economy off the ground? Is it done through willpower or by following the course of the objective laws of history? The sugar harvest of 1970 – the peak of voluntarism – failed, and Fidel had to come to the fore and assume responsibility. From that moment on, in a formal manner, the thesis that privileged historical objectivism triumphed. Cuba changed into the lane of the Soviet model.

However, the mere presence of Fidel at the helm of the Cuban revolution meant that objectivism was never able to consolidate its victory. At any time, the Commander in Chief could come up with a new mission, with some crazy dream able to mobilize the masses. The subject character of that man was manifested I such a titanic way that no structure managed to function or gain strength.

It is now possible to say, with hindsight, that a significant part of Fidel’s utopias went unfulfilled. My generation got to see the failures of the Battle of Ideas, the fiasco that social workers turned out to be, the formalism of the oaths of Baraguá, etc. Just walking in the streets of Havana is enough to see how far we are from being a perfect society. And yet, Elián came back home. The Five Heroes returned. Cuba now has a pharmaceutical industry that was born from a dream of the Comandante.

It’s not easy to give a verdict on Fidel and on the quality of his utopias.

Bloch made a distinction between concrete and abstract utopias. Those whose possibility has an ontological basis on the structures of reality are concrete; those which lack such basis are abstract. Today we could say that some of Fidel’s utopias were concrete and others were abstract; however, by making that distinction with hindsight, our theory would be playing the role of Minerva’s owl, which only flies at sunset. It’s really about constructing a theory that can play the role of the red rooster at dawn, and for that, we could study more thoroughly the thought of the tireless prophet the Commander in Chief was.

What we can assert at present is that, due to the existence of Fidel, the role and functioning of structures in Cuba has been considerably eroded. What’s universally proclaimed today isn’t true: that human structures can function mechanically, and that from that mechanism human happiness may arise. No human social structure may exist if it’s not sustained as a project. The healthiest capitalist societies are those which manage to maintain their aura of collective projects. However, we Cubans have had an excess of subjectivity, at a time when the world works with structures that are increasingly complex and objectified. Cubans have probably witnessed one of the greatest irruptions of subjectivity in recent history.

Now that this storm has passed, we have to organize our life somehow.

The fact that Fidel has been the subject for so long also implies that we, the rest of Cubans, have not. More precisely, we may say that the Cuban people were amalgamated with the revolution into a collective subject, a subjectivity of millions of people which condensed around a single man. In the same way that the individual identity of a human being is constructed around a trauma, the identity of the collective subject that is the Cuban people was constructed around the trauma that was the triumph of the revolution on January 1, 1959.

It was as if a man who has long waited for love were suddenly surprised by the woman of his dreams, and she planted a warm, sweet, and long kiss on his lips. The Revolution fulfilled in one sweep the accumulated aspirations of a people; it was a kind of secularized redemption. And that redemption had a name: Fidel! Fidel! Fidel!

Che Guevara offered one of the best analogies to understand the relationship between Fidel and the people: two tuning forks vibrating in resonance. It’s about empathy, the basis for all collective subjectivity. However, that subjectivity wasn’t constructed horizontally, but rather almost entirely vertically; it was built on the model of paternalism. He became the Great Father for all Cubans. Paternalism will always be an ambiguous relationship because it implies authoritarianism, but it also implies love. Many of us didn’t want that father to let go of our hands.

For a long time, Fidel shone as a sun in the sky. His light overshadowed that of any other Cuban. It was a pride to have him among us, but it was also a heavy burden. He has now physically left us. He leaves us his legend and a strange slogan that goes like this: I am Fidel! We’re almost unable to walk without him, and now is the time to walk for those of us who are alive. That slogan should help us realize that we have to be the subject. We certainly need firmer and more efficient structures than the ones we have, but the paradox is that, in order to build them, we need to be subjects. The greatest and final service Fidel could offer us would be the one of dispersing into and be multiplied in all of us.

Translated from the original

16 agosto 2020 1 comentario 565 vistas
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Fidel y el problema de la subjetividad

por Yassel Padrón Kunakbaeva 13 agosto 2020
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

“Ave César, los que van a morir te saludan”. Los altavoces multiplicaban la voz de Fidel por las calles de la ciudad. Era una marcha del pueblo combatiente, y mi generación, la de los nacidos en los noventa, marchaba junto al resto de las generaciones de cubanos. Levantábamos nuestras banderitas cubanas y repetíamos las consignas. Para nosotros, esa marcha, al igual que la Batalla de Ideas, era una forma de mojarnos un poco con la épica revolucionaria que no habíamos vivido. En marchas como esa aprendimos quien era Fidel Castro.

Tiempo después, cuando estudié filosofía, y aprendí de un modo marxista el significado de la categoría sujeto, llegué a una conclusión inmediata: en Cuba el sujeto era Fidel. Dentro del pueblo cubano, solo él era el vórtice a partir del cual se producía la realidad. A pesar del paso de los años, de las décadas, Fidel seguía siendo una voluntad indetenible. El hecho de que durante tantas décadas solo él haya sido el sujeto tiene, sin embargo, profundas implicaciones. ¿Cómo nos afectó a nosotros, los cubanos? ¿Fue algo positivo o negativo?

En Cuba el sujeto era Fidel.

La existencia y la trascendencia del fenómeno Fidel Castro no se pueden explicar a partir del neo-espinocismo estructuralista, que solo conoce a los sujetos en cuanto sujetos sujetados. Ninguna estructura fue capaz de sujetar a Fidel; por el contrario, las estructuras se quebraban ante su paso. Para acercarse teóricamente a su figura puede ser mucho más útil la teoría de Ernst Bloch sobre las utopías. Según el filósofo alemán, hay subjetividad siempre allí donde hay utopía, donde hay proyecto, donde hay prefiguración de un futuro mejor. No es necesario decir que el Comandante entra perfectamente en esta definición: él siempre estaba con la mirada puesta hacia delante, hablando cosas que nosotros no podíamos concebir, rozando el delirio y la profecía.

La mayor polémica que ha habido hacia el interior del socialismo cubano ha sido la de la alternativa entre voluntarismo y objetivismo. Ese fue el centro de la disputa entre el Che Guevara y Carlos Rafael Rodríguez en los sesenta. ¿Cómo se saca hacia adelante la economía de un país, a base de fuerza de voluntad o siguiendo el curso de las leyes objetivas de la historia? La zafra del setenta- momento cúspide del voluntarismo- fracasó, y Fidel tuvo que salir a la palestra pública a asumir la responsabilidad. A partir de ese momento, de un modo formal, triunfó la tesis que privilegiaba el objetivismo histórico. Cuba entró en el carril del modelo soviético.

Sin embargo, la mera presencia de Fidel en el timón de la revolución cubana hizo que el objetivismo nunca pudiera consolidar su victoria. En cualquier momento, el Comandante en Jefe podía aparecer con una nueva misión, con algún sueño loco capaz de movilizar a las masas. El carácter de sujeto de ese hombre se manifestaba de un modo tan titánico que ninguna estructura lograba funcionar ni consolidarse.

Ahora es posible, desde la distancia, decir que una buena parte de las utopías de Fidel se quedaron sin cumplir. A mi generación le tocó ver los fracasos de la Batalla de Ideas, el fiasco que fueron los trabajadores sociales, el formalismo de los juramentos de Baraguá, etc. Basta caminar por las calles de La Habana para ver lo lejos que estamos de ser una sociedad socialista perfecta. Y sin embargo, Elián regresó a su casa. Los Cinco Héroes volvieron. Cuba posee hoy una industria farmacéutica que nació de un sueño del Comandante.

No es fácil dar un veredicto sobre Fidel y la calidad de sus utopías.

Bloch hizo una distinción entre utopías concretas y abstractas. Concretas son aquellas cuya posibilidad tiene un fundamento ontológico en las estructuras de lo real; abstractas son aquellas que no cuentan con ese fundamento. Hoy podríamos decir que algunas de las utopías de Fidel fueron concretas y que otras fueron abstractas; sin embargo, al hacer esa separación a posteriori nuestra teoría estaría jugando el papel de la lechuza de Minerva, que solo levanta el vuelo al atardecer. De lo que se trata es de construir una teoría que pueda jugar el papel del gallo rojo del amanecer, y para eso podríamos estudiar más minuciosamente el pensamiento de ese profeta incansable que fue el Comandante en Jefe.

Lo que sí podemos afirmar en la actualidad es que, por razón de la existencia de Fidel, en Cuba se ha deteriorado mucho el papel y el funcionamiento de las estructuras. No es cierto lo que se proclama hoy a nivel universal: que las estructuras humanas pueden funcionar mecánicamente, y que de ese mecanismo puede surgir la felicidad humana. Ninguna estructura social humana puede existir si no es sostenida como un proyecto. Las sociedades capitalistas más saludables son aquellas que logran conservar su aura de proyecto colectivo. Sin embargo, nosotros los cubanos hemos tenido un exceso de subjetividad, en una época en que el mundo funciona a partir de estructuras cada vez más complejas y cosificadas. Probablemente los cubanos hemos sido testigos de una de las mayores irrupciones de la subjetividad en la historia reciente.

Ahora que este huracán pasó, tenemos que organizar nuestra vida de alguna forma.

El hecho de que Fidel haya sido el sujeto durante tanto tiempo implica también que nosotros, el resto de los cubanos, no lo hemos sido. Más precisamente, podemos decir que el pueblo cubano se construyó a partir de la revolución como un sujeto colectivo, una subjetividad de millones de personas que se condensó alrededor de un solo hombre. Tal y como la identidad individual de un ser humano se construye alrededor de un trauma, la identidad del sujeto colectivo llamado pueblo de Cuba se construyó a partir del trauma que fue el triunfo de la revolución, el 1ro de enero de 1959.

Fue como si a un hombre que durante mucho tiempo ha esperado el amor le sorprendiera de repente la mujer de sus sueños, y le estampara en la boca un beso caliente, dulce y prolongado. La Revolución cumplió de un tirón las aspiraciones acumuladas de un pueblo, fue una especie de redención secularizada. Y esa redención tenía un nombre: ¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel!

El Che dio una de las mejores imágenes para entender la relación entre el Fidel y el pueblo: dos diapasones que vibran en resonancia. Se trata de la empatía, la base para toda subjetividad colectiva. Sin embargo, esa subjetividad no se construyó de un modo horizontal, sino que se construyó de un modo casi del todo vertical, se construyó sobre el modelo del paternalismo. Él se convirtió en el Gran Padre para todos los cubanos. El paternalismo va a ser siempre una relación ambigua, porque implica autoritarismo, pero también implica amor. Muchos no queríamos que ese padre soltara nuestras manos.

Durante mucho tiempo, Fidel brilló como un sol en el firmamento. Su luz opacaba la de cualquier otro cubano. Fue un orgullo tenerlo entre nosotros, pero también una pesada carga. Ahora nos ha dejado físicamente. Nos deja su leyenda y una extraña consigna que reza así: ¡Yo soy Fidel! Casi no sabemos caminar sin él, y ahora es el momento de caminar para los que estamos vivos. Esa consigna debería servirnos para darnos cuenta de que tenemos que ser sujeto. Necesitamos, ciertamente, estructuras más firmes y eficientes que las que tenemos, pero la paradoja es que para construirlas tenemos que ser sujetos. El mayor y último servicio que Fidel podría ofrecernos sería el de repartirse y multiplicarse entre todos nosotros.

Publicado originalmente en Rebelión, 07/12/2017

13 agosto 2020 46 comentarios 539 vistas
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