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Economía

Análisis de dinámicas que influyen en el desarrollo de la economía nacional

Discrecionalidad

Discrecionalidad y opacidad en el mercado cambiario cubano

por Mauricio De Miranda Parrondo 16 mayo 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

El gobierno cubano parece decidido a seguir haciendo las cosas mal. Como he escrito en varias oportunidades, la unificación cambiaria se produjo a destiempo, a una tasa de cambio sobrevaluada y en medio de una re-dolarización parcial de la economía que no condujo a la soberanía monetaria del peso cubano en las transacciones domésticas.

Ahora se anuncia un nuevo desatino, la venta de divisas por parte del gobierno a «ciertos actores económicos» a un precio superior a los 24 pesos por dólar de la tasa oficial pero inferior a los 125 pesos promedio del mercado informal para el dólar depositado en cuentas, o a los 115 en que se vende el efectivo, según la tasa representativa del mercado que publica El Toque.

El gobierno insiste en administrar centralmente la economía porque es la única forma de mantener el alto nivel de discrecionalidad que caracteriza su gestión y que institucionaliza la falta de transparencia con la que se está construyendo el mercado en Cuba, lo que constituye un camino expedito para el fomento de la corrupción.

El regreso a los tipos de cambio múltiples

El único elemento positivo de la llamada Tarea Ordenamiento fue la unificación cambiaria, es decir, el establecimiento de un tipo de cambio único. De hecho, no se produjo la eliminación de la dualidad monetaria que varios economistas reclamábamos desde hace varios años. Con esta nueva decisión que acaba de anunciarse, se abandona esa unificación cambiaria y se regresa a un sistema de tipos de cambio múltiples que hace algunos años se establecieron para las relaciones entre el Estado y ciertos productores que suministraban mercancías al sector turístico.

La mayor parte de los textos de Economía, y la experiencia práctica de la política cambiaria en muchos países, demuestran que los tipos de cambio múltiples tienen efectos económicos nocivos porque favorecen a los grupos beneficiados con un tipo de cambio «preferencial» frente al resto de la sociedad y, en consecuencia, añaden incertidumbre en el mercado cambiario. Al mismo tiempo, son una forma de extraer recursos de la actividad económica por parte del Estado.

En cualquier mercado cambiario existe una diferencia entre el tipo de cambio de compra —que es al que los bancos o casas de cambio adquieren las divisas extranjeras— y el tipo de cambio de venta, que es al que las ofrecen. Ese diferencial constituye la utilidad por la gestión de intermediación en los mercados de divisas.

En los países con mercados transparentes el diferencial suele ser muy pequeño, y en la medida en que las divisas extranjeras se vuelven más escasas suele incrementarse esa diferencia. Sin embargo, esto es algo que ocurre de forma normal en cualquier mercado cambiario. No obstante, el actual anuncio del gobierno cubano no se refiere a la intermediación, sino al uso de un tipo de cambio diferente al oficial para «ciertos» actores económicos, lo cual indica que se estipularía para algunos y no para todos, añadiendo más opacidad a la forma en que opera la economía centralmente administrada.

Discrecionalidad

Por otra parte, esta medida significa el reconocimiento implícito del error cometido al establecer un tipo de cambio oficial sobrevaluado que no tenía en cuenta las condiciones del mercado, lo que favoreció la dinamización del mercado informal en el que las divisas extranjeras se venden a un precio varias veces más alto que el oficial. Sin embargo, en lugar de corregir el error, las autoridades optan por usar su discrecionalidad para beneficiar a unos sobre otros a través de los tipos de cambio múltiples.

Mientras tanto, se sostiene una tasa de cambio oficial ficticia a través de la cual se extraen recursos a los exportadores, inversionistas foráneos, receptores de remesas y a los turistas que decidan convertir sus divisas en pesos cubanos a través de los bancos o entidades que se establezcan a esos efectos.

Soberanía del peso, tipo de cambio flexible y mercado formal transparente y unificado

Las acciones erróneas del gobierno cubano han estimulado un mercado informal muy dinámico, en el que se reflejan las expectativas pesimistas que la ciudadanía tiene respecto al futuro de la economía nacional.

Si un gobierno decide imponer precios a bienes o servicios por debajo de lo que sugiere la correlación entre la oferta y la demanda que determina el equilibrio del mercado, el resultado es la escasez en los mercados formales y la comercialización de dichos bienes y servicios en los mercados informales a un precio más alto.

Este es un hecho irrefutable de la economía, cuyo desconocimiento por parte de las autoridades de un país tiene efectos negativos para los consumidores, porque usualmente esos precios suelen ser superiores a los que habría en un mercado formal que no estuviera intervenido por precios topados. Mientras tanto, los mercados informales suelen beneficiar a quienes operan en los mismos, gracias a las ganancias extraordinarias que obtienen.

El tipo de cambio es el precio de las divisas extranjeras expresado en unidades de la moneda nacional de un país. Cuando los mercados cambiarios funcionan de forma transparente, es la correlación entre la oferta y la demanda la que establece ese precio. Si un gobierno decide intervenir en dicho proceso y establece un precio de las divisas por debajo del que asegura el equilibrio del mercado, estas desaparecen del mercado formal y se comercializan en el informal a un precio superior. Eso es lo que ha ocurrido en Cuba.

Ni estancada, ni en retroceso, nuestra economía avanza gradualmente. @MEP_CUBA https://t.co/Zp9eMOyz8r

— Alejandro Gil Fernández (@AlejandroGilF) May 15, 2022

Existen una serie de condiciones que explican el alto precio de las divisas extranjeras en el mercado informal. La primera es precisamente la inexistencia de un mercado institucional transparente, que garantice la convertibilidad doméstica del peso cubano. En segundo lugar, la incapacidad de la economía nacional de generar suficientes ingresos por exportaciones de bienes y servicios que generen mayor oferta de divisas en el mercado doméstico, lo que se agrava ante la demanda creciente de importaciones que resulta de la parálisis de la industria nacional y de los problemas que afectan a la agricultura.

En tercer lugar, la creación y defensa a ultranza de las tiendas en monedas libremente convertibles (MLC) por parte de las autoridades, elevó la demanda de divisas extranjeras para satisfacer necesidades básicas en el mercado interno. Esto, en condiciones de una fuerte escasez de las mismas constituye una razón evidente para el aumento de su precio.

En cuarto lugar, y muy relacionado con lo anterior, al no ser soberano en todas las transacciones domésticas, el peso cubano pierde valor ante la ciudadanía. Adicionalmente, la depreciación del peso cubano también es consecuencia de la nueva sangría migratoria, que resulta de la pérdida de confianza de la población respecto al futuro del país, porque las personas que desean abandonar la Isla generan una demanda adicional de divisas.

Las nuevas medidas adoptadas por el gobierno, lejos de constituir una solución al problema cambiario lo agravan, porque crean las condiciones para el fomento de la corrupción al otorgar un tratamiento preferencial a ciertos actores del mercado, fomentan la información asimétrica y añaden opacidad al mercado.

Existen países que, ante la imposibilidad de sostener un sistema monetario propio, han escogido usar las monedas de otros para sus transacciones domésticas. Tales son los casos de Panamá, Ecuador y El Salvador, que usan el dólar, y de Montenegro que usa el euro. El balboa panameño solo existe como unidad de cuenta y en la circulación de monedas fraccionarias.

Cuba usó monedas extranjeras en sus transacciones domésticas en los primeros años de la República. Solo a partir de la Ley de Defensa Económica, del 29 de octubre de 1914, estableció el peso cubano como moneda nacional, aunque el dólar estadounidense conservó fuerza liberatoria plena hasta el triunfo de la Revolución. La moneda cubana estaba atada al patrón oro a través de su anclaje nominal al dólar, y así se mantuvo hasta que con la implantación de la economía centralmente dirigida, el peso se tornó inconvertible en el mercado doméstico hasta la década de los noventa del siglo pasado.

Discrecionalidad

(Foto: Cibercuba)

En varias oportunidades he señalado que no es correcto dolarizar parcialmente el mercado porque, entre otras cosas, se dolarizan los gastos pero no los ingresos y se profundizan las brechas sociales entre quienes tienen acceso a las divisas y quienes no. Si un país requiere dolarizar debe hacerlo de forma completa.

Sin embargo, es necesario tener claro que al hacerlo se está cediendo la soberanía monetaria al país cuya moneda se adopta, y el banco central pierde la posibilidad de conducir la política monetaria. Al mismo tiempo, cuando existan choques externos y se debilite la balanza de pagos internacionales, al carecer de una moneda nacional propia no puede utilizarse la devaluación como válvula de escape de esos desequilibrios externos.

Por eso, en mi opinión, es necesario conservar el peso cubano, pero no tiene sentido hacerlo si no se le dota de soberanía total en las transacciones domésticas a través de su curso legal forzoso y fuerza liberatoria ilimitada dentro del territorio nacional.

Por otra parte, no considero adecuado que exista un tipo de cambio fijo artificial y sobrevaluado que no refleja las condiciones reales del mercado. En consecuencia, es preferible establecer un sistema flexible, en el que el tipo de cambio esté determinado por un mercado formal al que acudan todos los actores del mismo, a saber: exportadores, importadores, inversionistas, receptores de remesas y ciudadanos en general, con una banda de intervención que permita al Banco Central evitar operaciones especulativas contra el peso cubano.

No es admisible seguir adoptando medidas conducentes a crear mercados distorsionados, de los que se benefician unos mientras que la excesiva discrecionalidad y opacidad de las instituciones extractivas afectan a otros, por lo general a la mayor parte de la población. Esta es una demostración más de la urgencia de democratización de nuestro sistema político, de forma tal que la sociedad disponga de mecanismos para ratificar o rechazar la gestión de quienes gobiernan y los pueda elegir directamente.

16 mayo 2022 39 comentarios 1.701 vistas
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Problemas

Los problemas de las empresas y los mercados en Cuba

por Mauricio De Miranda Parrondo 6 mayo 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

En días pasados, el ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil presentó un informe sobre el desempeño de las empresas estatales en los dos primeros meses del año que, de alguna manera, muestra los graves desequilibrios del sistema empresarial cubano en condiciones de fuertes presiones inflacionarias y mercados desabastecidos.

De acuerdo con el informe, entre enero y febrero de 2022, de 1.355 empresas estatales informadas, 479 (35,4%) reportaron utilidades superiores al 150% por encima de su plan, en tanto 467 (34,4%) reportaron pérdidas. De ellas, 124 en la agricultura, 55 en industria azucarera, 27 en alimentaria, 19 en construcciones, 14 en industria manufacturera, 15 en transportes y 136 de subordinación local.

Así las cosas, dos tercios de las empresas estatales fueron rentables, aunque con resultados notablemente dispares, debido a que 849 obtuvieron niveles de utilidades superiores al 15% de las ventas y de ellas 129 superaron el 50%, mientras que 297 solo tuvieron beneficios inferiores al 2%. Resulta inexplicable entonces que con tales niveles de ganancias los mercados en Cuba continúen desabastecidos en una amplia gama de bienes.

Problemas

Alejandro Gil (Foto: Estudios Revolución)

Los problemas del sector empresarial estatal cubano

Si bien los resultados del ejercicio de los dos primeros meses del año no son suficientes para evaluar al sector empresarial, sí constituyen indicios de una serie de problemas estructurales que lo afectan.

Entre los más importantes, resulta necesario mencionar: 1) el predominio de estructuras monopólicas de las que disfrutan las empresas estatales en una parte muy importante de la economía nacional; 2) persistencia de altos niveles de ineficiencia en una parte considerable del sector; 3) sobrecostos debidos al sostenimiento de estructuras burocráticas; 4) insuficiente autonomía económica, financiera y de gestión; y 5) ausencia de una cultura de emprendimiento empresarial.

Las empresas estatales que disponen de condiciones de monopolios se benefician de la ausencia de competencia en el sentido de que no se ven retadas por otras empresas que produzcan con menores costos, mejor calidad u ofrezcan mejores servicios o menores tarifas. Eso les permite obtener utilidades extraordinarias incluso cuando no satisfacen la demanda del mercado. ETECSA es un ejemplo de esta situación.

Los altos niveles de ineficiencia están asociados con altos costos de producción, insuficiencia de disponibilidad de materias primas que en muchas ocasiones producen la interrupción de los procesos productivos, mientras deben asumir los costos fijos, así como una grave obsolescencia tecnológica que afecta a gran parte del sector productivo del país.

Las empresas estatales carecen de autonomía en su gestión, lo cual tampoco les permite asumir la responsabilidad que deriva de esa autonomía. La tradición directiva desde los ministerios y las Organizaciones Superiores de Dirección Empresarial (OSDE) y las escasas competencias de que disponen los gerentes han determinado una ausencia de cultura de emprendimiento empresarial en el sector estatal cubano.

La solución de estos problemas no puede lograrse con cambios cosméticos o parciales, sino con una profunda reforma de los mecanismos de funcionamiento del sistema económico.

Los problemas del naciente sector empresarial privado y cooperativo

En agosto de 2021 se adoptaron los decretos leyes que regulan el funcionamiento de micro, pequeñas y medianas empresas (MiPymes) y cooperativas no agropecuarias (CNA). De acuerdo con las cifras publicadas por Cubadebate, hasta mediados de enero de 2022 se habían aprobado 1.422 MiPymes privadas, 27 estatales y 22 CNA.

El 58% de las MiPymes provienen de antiguos trabajadores por cuenta propia. El 22% se dedica a la producción y comercialización de alimentos, 25% a otras producciones, 9% a servicios informáticos y 31% a otros servicios y solo 32 de ellas realizaron operaciones de exportación. Mientras tanto, aún no se observa un impacto notorio en el empleo, puesto que se reportaron 36.650 trabajadores entre socios y contratados.

Entre los problemas de este naciente sector en la economía cubana están las excesivas restricciones en actividades permitidas, pues se prohíben 112 de ellas, entre las cuales están una lista considerable de categorías profesionales.

Solo se considera la figura de «sociedades con responsabilidad limitada» como forma de organización mercantil, descartando la posibilidad de crear «sociedades anónimas» que podrían conducir al surgimiento de un mercado de capitales en el país.

También resulta negativa la imposibilidad de participar como socio en más de una MiPyme o CNA y la obligatoriedad de residir en el territorio nacional para crear una empresa.

La primera de estas restricciones, unida a las limitaciones impuestas al tamaño y magnitud de los negocios constituyen barreras al desarrollo de dichas empresas y de la capacidad que podría tener un inversionista exitoso de combinar su prosperidad personal con un mayor aporte al empleo y al desarrollo de la economía nacional. La segunda, obliga a los cubanos residentes fuera de Cuba a actuar a través de familiares y amigos, lo cual lesiona la transparencia de los negocios o a actuar como inversionista extranjero siendo cubano. En este último caso, hasta ahora al gobierno cubano no parecen interesarle pequeñas inversiones extranjeras.

Los nuevos negocios privados y cooperativos carecen de la posibilidad de operar directamente en el comercio exterior, debido a que el gobierno persiste en mantener el monopolio de esta actividad en empresas estatales, las cuales ofrecen sus servicios a un mercado cautivo ausente de competencia.

Por otro lado, aunque no se prohíbe expresamente la creación de empresas privadas y CNA en el comercio mayorista y minorista, el Estado, con la discrecionalidad de sus decisiones, asegura su monopolio mientras que sus limitados recursos no permiten abastecerlos adecuadamente. Esta posición de monopolio en el comercio doméstico conlleva al establecimiento de precios altos que aseguran beneficios, aunque no se satisfagan las demandas del mercado.

Problemas

Los problemas de los mercados en Cuba

Los mercados en Cuba adolecen de graves problemas, unos de carácter estructural y otros derivados de las decisiones de política económica.

La persistencia de los monopolios estatales en diversos tipos de producciones, servicios básicos, acopio, comercio mayorista, minorista y exterior, banca, entre otros, es un pesado lastre sobre el desarrollo de la economía nacional, la productividad y la eficiencia. Como quiera que las entidades monopolistas disponen de un mercado cautivo, no se ven obligadas a la innovación tecnológica, a la reducción de los costos y precios, y a la calidad de la producción o los servicios. Adicionalmente, en muchos casos conduce a la dilapidación de recursos y a prácticas corruptas.

La ausencia de un marco legal adecuado para el desarrollo de la actividad empresarial y la amplia discrecionalidad con la que cuenta el gobierno para autorizar tanto la creación de nuevas MiPymes y CNA, como proyectos de inversión extranjera otorga a los decisores un poder inmenso que en muchas ocasiones ejercen a partir de consideraciones subjetivas, lo cual puede acarrear decisiones erróneas frente a las cuales la sociedad carece de mecanismos para controlar.

A ello se suma que el mercado cubano se caracteriza por falta de transparencia y asimetría de la información. En él participan empresas que disponen de condiciones especiales de funcionamiento, integradas horizontalmente en varios sectores de la economía nacional que, además, están por fuera de la auditoría de los órganos de control del Estado, como es el caso del Grupo de Administración Empresarial S. A. (GAESA).

El mercado cubano sufre una persistente escasez de capitales, que se agrava con un insuficiente ahorro bruto interno, ambos aspectos limitan el desarrollo de las inversiones con recursos domésticos. Frente a esto la opción es promover la inversión extranjera directa. Sin embargo, para lograrlo debe mejorar considerablemente el riesgo-país, afectado en la actualidad por fenómenos como la incertidumbre, inestabilidad e inconsistencia de las políticas económicas, además de las limitaciones que ciertamente imponen las sanciones económicas desde los Estados Unidos.

Finalmente, en los últimos tiempos se han cometido graves errores políticos y de política económica que he analizado en otros textos, tales como la creación de las tiendas en moneda libremente convertible; la llamada Tarea Ordenamiento que estableció un tipo de cambio fijo sobrevaluado y sin un adecuado fundamento económico; las restricciones impuestas a los sectores privado y cooperativo; así como la alta concentración de las inversiones en el sector hotelero que ha contribuido al severo estancamiento y/o el deterioro de la industria, la agricultura, la infraestructura y los servicios sociales, incluso en las condiciones de la pandemia.

La solución de estos problemas no se asegura solo con reformas económicas, sino que requiere un profundo cambio institucional que permita la democratización de la sociedad y haga valer el principio constitucional según el cual la soberanía reside en el pueblo.

6 mayo 2022 25 comentarios 1.374 vistas
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Monopolios

Monopolios, mercados y «liberación» de precios en Cuba

por Mauricio De Miranda Parrondo 18 abril 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

El pasado 11 de abril, la Gaceta Oficial de la República de Cuba publicó la Resolución 81/2022 del Ministerio de Finanzas y Precios. Mediante ella se confiere «a los jefes de las cadenas de tiendas y otras entidades comercializadoras afines, la facultad de aprobación de los precios minoristas en pesos cubanos», excepto los de aceites comestibles, pollo (muslo y contramuslo, lo cual indica que la pechuga sí estaría dentro de las novedosas prerrogativas), picadillos de ave y de res, rones Havana Club, y una selección de productos de higiene y aseo de «producción nacional y línea económica».

En su acápite tercero, la Resolución faculta al presidente del Grupo de Administración Empresarial (GAESA), «para establecer regulaciones de precios minoristas de productos de venta por las Cadenas de Tiendas de su atención, cuando puntualmente se requiera».

Llama la atención que tales potestades se otorguen a los jefes y no a organismos colectivos de dirección en empresas que supuestamente son propiedad «de todo el pueblo». En cualquier caso, una medida como esta, en lugar de constituir un freno a la inflación, puede resultar la invitación a un incremento descontrolado de los precios minoristas.

Aparentemente parece ser una «medida liberalizadora» o «descentralizadora», pero no en la dirección correcta. Es contraproducente y fue adoptada con un criterio economicista que no considera las realidades socioeconómicas y políticas del país, y mucho menos apunta al bienestar del pueblo, que debería ser el objetivo de un buen gobierno.

Monopolios

La medida  recientemente aprobada es contraproducente y afecta al pueblo. (Foto: ACN)

El problema de los monopolios, los oligopolios y el mercado

La teoría económica demuestra que los monopolios y los oligopolios tienen efectos nocivos sobre la economía nacional y, en especial, sobre los consumidores. Estructuras monopólicas son aquellas en las que en un mercado concurre un solo oferente, mientras que en las oligopólicas la oferta se concentra en un grupo reducido de empresas.

En el primer caso, el monopolista tiene todas las condiciones para imponer sus precios, porque no tiene competencia. En el segundo, los pocos oferentes están en capacidad de llegar a acuerdos de precios e imponerlos en el mercado, aprovechándose de una situación colusiva.

Esto es especialmente grave en las condiciones de un mercado con oferta escasa, pues permitiría a los vendedores obtener ganancias extraordinarias al imponer los precios. En el caso específico de Cuba, podría darse el contrasentido de que empresas ineficaces y con debilidades de competitividad y calidad resultaran financieramente rentables al disponer de un mercado cautivo y de la libertad para establecer precios.

Liberar los precios minoristas en condiciones de grave escasez de oferta es potenciar la inflación, ya considerablemente alta.

Varios economistas, entre los que me encuentro, hemos insistido en la necesidad de que las empresas estatales cuenten con la imprescindible autonomía económica, de gestión y financiera para desarrollar su labor.

Pero también he enfatizado en que es preciso que el mercado funcione de forma transparente, con reglas claras y que se estimule el emprendimiento, tanto privado como cooperativo, sobre todo para sacar de la parálisis a muchas empresas afectadas por insuficientes recursos de capital y tecnología. No obstante, una vez más se apuesta por soluciones desde la esfera de la circulación, sin adoptar medidas que impulsen la producción.

Al parecer, el gobierno ha decidido lavarse las manos en el tema de los precios, abandonando la determinación centralizada de los mismos y facultando para ello a los jefes de las tiendas y, en última instancia en las «tiendas de su competencia», al verdadero poder económico del país: el presidente de GAESA.

La fijación centralizada de precios, sin tener en cuenta las condiciones de mercado crea, como ya se ha visto en la economía cubana, una serie de distorsiones que alejan la realidad doméstica de las condiciones de competitividad internacional. Pero resulta aún peor liberalizar precios en mercados poco transparentes y dominados por uno o unos pocos oferentes en medio de una situación de escasez de oferta.

Monopolios

El mercado cubano dominados está dominado por uno o unos pocos oferentes en medio de una situación de escasez de oferta(Foto: Twitter/@Rafrsr)

Los monopolios existentes en la economía cubana actual son monumentos a la ineficacia y al carácter extractivo de las instituciones económicas predominantes en el país. Disponen de mercados cautivos, no se ven obligadas a concurrir a un mercado competitivo y resultan rentables incluso ofreciendo un mal servicio.

Para colmo, supuestamente son «empresas socialistas», aun cuando los aparentes propietarios colectivos carezcan de mecanismos para controlar la gestión de su supuesta propiedad. En realidad, los gestores de la propiedad de «todo el pueblo» se convierten en usufructuarios de la misma, sin rendir cuenta ante sus dueños legales.

Esto es especialmente grave en el caso de GAESA, un emporio que nada tiene que envidiar a una corporación monopólica capitalista, cuyas finanzas están fuera del alcance de los órganos de control del Estado y, aún más, de la sociedad, y cuyo presidente está facultado para establecer los precios que entienda convenientes. Considerando la magnitud y variedad de negocios que maneja la entidad, esto implica poner en manos de su presidente una parte significativa de la economía nacional.

Mercados y precios en Cuba

Los mercados en la Isla distan mucho de ser competitivos y transparentes. En realidad, están distorsionados por una escasez crónica de bienes, una estructura monopólica y oligopólica y un excesivo control estatal que frena el desarrollo de las fuerzas productivas y que se traduce, por tanto, en estancamiento económico.

El establecimiento de tiendas en moneda libremente convertible (MLC), los errores del llamado «Ordenamiento monetario» y las inmensas limitaciones que aún persisten para el desarrollo del emprendimiento privado y cooperativo, afectan negativamente la actividad adecuada de los mercados.

Tales distorsiones se expresan en el caso cubano en un potente y dinámico mercado informal, en el que sin dudas los beneficios de los que operan en él se traducen en pérdida de bienestar de quienes deben acudir para satisfacer necesidades perentorias y en el carácter cautivo del mismo desde el lado de la oferta.

Una vez más vale la pena considerar la experiencia de las reformas de China y Vietnam, donde los mercados domésticos se liberaron cuando las transformaciones económicas habían producido un incremento notable de la producción de bienes y servicios.

De hecho, en ambos países se adoptaron de manera transitoria mecanismos duales de precios en ciertos bienes de primera necesidad y, poco a poco, el incremento de la producción hizo innecesarios tanto el mantenimiento del racionamiento como la existencia de precios oficiales relativamente más bajos. Sin embargo, no puede decirse que estos países se caractericen precisamente por mercados muy transparentes, dados los niveles de corrupción que los afectan.

Adoptar una medida de liberalización de precios en las condiciones de Cuba, con escasez crónica de oferta, ineficiencia productiva y opacidad en el funcionamiento de los mercados, conducirá al reforzamiento de prácticas corruptas. Será una especie de patente de corso entregada a funcionarios que, en lugar de rendir cuentas a la sociedad sobre su gestión, consolidarán posiciones como usufructuarios de la supuesta propiedad de «todo el pueblo”, además de que lograrán enmascarar su ineficiencia en los aumentos de precios.

Como esto ocurre en condiciones de escasez y ausencia de competencia, el resultado previsible será el incremento sostenido de los precios y el aumento de la brecha entre el costo de la vida y el ingreso de las familias cubanas.

Monopolios

La carreta delante de los bueyes

Los actuales gestores de la política económica en Cuba no acaban de comprender que si se coloca la carreta delante de los bueyes, esta no avanza. De nada vale toda la economía política que alguna vez debieron estudiar. ¿Lo hicieron? En cualquier caso no es posible identificar la existencia de un pensamiento marxista en las decisiones adoptadas.

Toda la teoría económica enseña, y en ello Marx fue insistente, que la producción es el proceso del que se derivan la circulación y el intercambio. La esfera de la circulación es un complemento imprescindible de la producción, pero no determina a esta última, todo lo contrario.

Las autoridades económicas cubanas, sin embargo, persisten en abordar los problemas de la economía desde la circulación, sin realizar cambios estructurales que conduzcan al incremento de la producción. De este modo no van a lograr resultados positivos. Por el contrario, se eternizará el estancamiento económico, continuará deteriorándose el nivel de vida de la población y, sobre todo, la esperanza y la paciencia.

No es posible realizar reformas parciales sin abordar los cambios que requiere la economía desde una perspectiva integral y con enfoque sistémico.

Liberar las fuerzas productivas podría traducirse en eliminar el acopio estatal de bienes agrícolas y permitir el funcionamiento de empresas comercializadoras, tanto privadas como cooperativas; eliminar los monopolios estatales en los mercados mayoristas y minoristas, así como del comercio exterior; otorgar verdadera autonomía empresarial en las empresas estatales, pero asegurando una gestión colectiva de las mismas. 

Igualmente, suprimir las persistentes restricciones al desarrollo de actividades privadas y cooperativas y crear los incentivos necesarios para reorientar la inversión hacia las actividades industrial y agropecuaria; crear condiciones legales que favorezcan la participación de toda la Nación cubana en la reconstrucción de la economía y la sociedad.

Esto, solo para empezar. A ello debiera añadirse el restablecimiento de la soberanía monetaria del peso cubano dentro del territorio nacional y, en consecuencia, la eliminación de ventas en divisas que vuelven a segmentar los mercados y la ciudadanía.

A riesgo de resultar reiterativo, considero ineludible insistir en la necesidad de un nuevo contrato social que permita construir instituciones inclusivas y democráticas encaminadas a que la sociedad corrija los excesos o faltas que tengan, desde los jefes de las tiendas que menciona la resolución hasta los más importantes funcionarios del Estado.

18 abril 2022 29 comentarios 1.619 vistas
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Igualdad

Igualdad social en Cuba, un hecho no demostrado

por Miguel Alejandro Hayes 15 abril 2022
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Escoger el arma

La reducción de la desigualdad es, actualmente, una meta común en varios países a la hora de elaborar políticas públicas. Para diagnosticar la magnitud de la desigualdad, o su comportamiento ante determinadas acciones gubernamentales, se necesita tener alguna medida.

Con ese fin, las ciencias y la comunicación política se auxilian de indicadores, sobre todo cuantitativos. El más popular de ellos, hasta ahora, es el Índice de Gini, un indicador introducido por el estadístico italiano Corrado Gini en 1912 y que describe la desigualdad promedio de una sociedad. Pero este no es el único que ofrece información útil al respecto.

Un siglo después que Gini, el economista chileno José Gabriel Palma creó un algoritmo que la bibliografía especializada llamó índice de Palma. Su autor demostró que el Gini  tenía un sesgo estadístico porque «mezclaba peras con manzanas», por eso propuso una nueva herramienta.

Luego de analizar datos de diversos países, Palma aportó una metodología para un mejor estudio de la desigualdad a partir de concebir la sociedad como tres grandes subgrupos: 

  • los más pobres, conformado por el cuarenta por ciento con menos recursos.
  • las clases medias o los del medio, conformado por el cincuenta por ciento ubicado por encima del cuarenta por ciento más pobre.
  • los más ricos, conformado por el diez por ciento de la población ubicada encima del cincuenta por ciento anterior.

De esa división salió una ley analítica que puede servir en ciencia social. Con independencia del país, a las clases medias (al cincuenta por ciento del medio) le corresponde, con ligeras variaciones, más o menos el cincuenta por ciento de la riqueza social.

Igualdad

Conrado Gini.

Con ello, Palma llegaba a la misma conclusión que una de las interpretaciones más olvidadas del Marx de El Capital. Según expuso el alemán, las clases del medio no son las determinantes en las relaciones polarizadas de riqueza y explotación, sino que estas se generan en la interacción entre el polo más pobre y el más rico de la sociedad. A diferencia de Marx, Palma hizo la demostración en el lenguaje de la estadística actual.

En otras palabras, el índice Palma expresa que las clases medias, con independencia del país, participan de la renta de forma tal que no inciden de manera causal sobre la desigualdad. En consecuencia, nos muestra que en las naciones más desiguales los ricos tienen más brechas con los pobres que en las menos desiguales. Por tanto, dadas las actuales relaciones del mundo, el Palma sugiere que el problema de la pobreza, en buena medida, es un problema de distribución, bien acotado entre los más ricos y los más pobres.

Semejante conclusión va más allá de la Economía. Invita a repensar concepciones propias de las filosofías políticas, al señalar que la distribución de la riqueza —si busca reducir la desigualdad—, debe concentrarse en la relación de los extremos, y que el aumento equitativo de todas las rentas individuales de los ciudadanos de una sociedad no elimina la desigualdad.

Más bien, empuja  las políticas económicas a concentrarse en un fenómeno que, en un sentido tradicional, está fuera de la distribución: el aumento de la renta nacional. Por tanto, en vez de generar más renta nacional, los países deben cuidar su distribución. Así, desde Palma, se puede desestimar el tradicional enfoque con énfasis en aumentar la cantidad de riqueza nacional.  

Asimismo, el Palma permite respaldar la idea de que la reducción de la pobreza implica transformaciones estructurales, dígase cualitativas, más que aumentos de producción. 

Así lo ilustra lo sucedido en América Latina durante el auge del rentismo a base de materias primas, se redujo la pobreza pero no precisamente la desigualdad. Simplemente, había ocurrido un aumento de la renta total de la nación, lo cual benefició a muchos pobres, pero en igual o menor medida benefició a los (más) ricos, es decir, no cambió la relación entre los extremos sociales; tal fue el caso de Venezuela durante el mandato de Chávez.

Por tanto, el Palma es sobre todo un índice que, visto en el tiempo, muestra si una gestión gubernamental o proceso social transformó verdaderamente la relación estructural entre el polo más rico y el más pobre (a veces con complicidad de los sectores medios), si solo hace una redistribución de ingresos por impuestos, o si no hace ninguna.

Igualdad

José Gabriel Palma.

Si tuviera mi winche…

En Cuba, país en el que el discurso oficial presume de grandes conquistas sociales y que ha limitado derechos económicos y creación de riquezas durante décadas en nombre de la igualdad, el Gini debiera ser una bandera empleada desde el gobierno para validar su labor como proceso revolucionario. Sin embargo, ocurre todo lo contrario. Según el economista Pedro Monreal, no se ha publicado nunca de manera oficial el valor de este indicador para la Isla.

Existen razones para pensar que si la propaganda oficial no lo divulga, es sencillamente porque no le conviene. Sin un Gini oficial, el gobierno cubano convierte uno de sus pilares ideo-políticos: la igualdad social, en un hecho no demostrado según estándares académicos internacionalmente aceptados.

No obstante, si hay razones para que el gobierno no ofrezca un Gini, más las hay para que no asuma el indicador Palma. Este último no anda con medias tintas, promediando la polarización entre ricos y pobres con el esquema de la clase media, sino que clara y directamente expresa un valor más realista de la desigualdad. En otras palabras, con los datos de un  Gini elevado se obtiene un Palma mayor.

De calcularse para Cuba se sabría si —una vez sacados de escena los propietarios—,1) alguna clase o grupo ocupó su lugar o no en cuanto a privilegios económicos, 2) qué ha hecho en el caso de que así sea, 3) y quiénes conformarían dicho grupo. 

Conocer eso ayudaría en buena medida a demostrar (o desmentir), muchas tesis que circulan en el debate político. Por ejemplo, comprobaríamos si es cierto que los ricos de Cuba se hallan en el emergente sector privado de servicios o en otro grupo; incluso, sabríamos en qué grupo se ubican, tanto los dirigentes del país y sus familiares, como las personas tachadas de mercenarias y asalariadas del imperio por razones políticas.

Con el referido indicador se puede calcular antes y después de la aplicación de impuestos sobre ingresos. Un Palma después de impuestos permite advertir cuánto el Estado corrige la desigualdad generada en el mercado a partir de políticas redistributivas (los nórdicos corrigen la desigualdad con los impuestos).

Un Palma antes de impuestos permite conocer la desigualdad asociada al funcionamiento del mercado, es decir, cuán desigual es propiamente el mercado (en Corea del Sur se busca aliviar la desigualdad en el propio mercado). En Cuba ni siquiera podemos situar cuánta desigualdad genera el mercado y cuánto la corrigen los impuestos

También se podría medir el impacto sobre la desigualdad que ha originado el modelo reduccionista de turismo decidido por el gobierno para desarrollar el país, y constatar quiénes fueron los más beneficiados con tal modelo.

En fin, la lista de aspectos de la gestión gubernamental que se lograría evaluar puede ser extensa.

Igualdad

Se podría medir el impacto sobre la desigualdad que ha originado el modelo reduccionista de turismo decidido por el gobierno para desarrollar el país. (Foto: Lisette Poole/The New York Times)

Los medios de producción

Aunque el gobierno no publique el Gini o el Palma, el verdadero problema está en que tampoco ofrece datos para que economistas e investigadores interesados en el tema puedan hacerlo. Sin embargo, la publicación de estos no sería la solución para obtener indicadores lo menos sesgados posible. El propio Palma se ha quejado de que en su país de origen la sub-declaración es tanta que, según los datos, los miembros de las familias más ricas apenas cobraron más de 300 mil dólares al año. 

En el caso de Cuba ese factor se potencia. Las metodologías empleadas por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), no han incorporado en toda su dimensión al sector privado (al menos en sus publicaciones), dejando fuera aspectos que sí se miden y publican para la economía estatal. A ello se añade que no son pocos los incentivos que tiene el sector privado para sub-declarar, más las distorsiones de registro asociadas a la brecha entre la tasa de cambio oficial y la informal.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que el Palma se basa en la renta de los individuos. La forma de medirla entonces es por el ingreso personal, ya sea el salario de un simple trabajador o el de un gran empresario (este último incluye la parte de utilidades de sus negocios que va a sus cuentas personales).

Pero en Cuba, una parte de la renta personal no es generada como ingreso formal, sino que deviene del invento o la corrupción  (en dependencia del estatus del que la obtenga). Aun si se intentara deducir el invento como macroagregado, no se puede captar estadísticamente cuánto inventa cada grupo de ciudadanos.

Asimismo, no es un dato menor el que los dirigentes, además de su salario, dispongan como parte de su contenido de trabajo de una serie de recursos materiales. Hay que recordar que la base para medir la desigualdad es comparar las rentas individuales buscando probar el poder de consumo de los ciudadanos.

En un país como Cuba, donde el puesto de trabajo determina descansos en la playa, disponer de transporte, de combustible, de jabas con bienes de consumo a mejores precios; se marca una brecha en el consumo real, dígase, desigualdad.

Es este un mecanismo de renta diferenciada que funciona como una especie de renta en especie, aunque se le llame eufemísticamente estímulo, y ya esté normalizado. Y esa es una desigualdad en la renta que no puede ser captada, dada la forma en que está diseñado el Palma. Es decir, la renta en clave de privilegios de las clases dirigentes cubanas no se puede medir actualmente.

La última limitación tiene que ver con una condición esencial de la economía cubana: la escasez. En los países donde existe oferta suficiente y excedente de bienes de consumo (desde alimentos hasta casas), es decir, donde hay riqueza en bienes y dinero, la pobreza es cuestión de desigualdad; pero no ocurre así en un contexto en que la riqueza es insuficiente.

De modo que las conclusiones teóricas que derivan del Palma no pueden aplicarse mecánicamente a Cuba y reducir todo a la distribución, sino que antes habría que incluir los problemas pre-capitalistas de la Isla: si existe riqueza suficiente para todos (en bienes y en dinero). Para el caso cubano ambos aspectos pueden combinarse, por lo que es de suponer que el Palma no tendría el mismo nivel de suficiencia que en otros escenarios.

Igualdad

Donde hay riqueza en bienes y dinero, la pobreza es cuestión de desigualdad. (Foto: Cubaenmiami)

Disparar sin tener el winche

A pesar de todas las carencias de información mencionadas, la simple existencia del índice Palma arroja herramientas analíticas, sobre todo porque aporta interrogantes cómo las aquí expuestas. Pero aun sin disponer de los datos, emergen verdades teóricas que, con cuidado, se pueden aplicar a Cuba y sacar conclusiones.

  • La primera de ellas señala la guerra al pequeño sector privado. Esa cuyo punto cumbre fue la llamada Ofensiva Revolucionaria y que pasó por los debates organizados por el Partido en 2011 sobre si permitir chinchales y cafeterías privadas o no, hasta hoy. Ha sido una pérdida de tiempo para el debate público si de combatir la desigualdad se trata, y más si se intenta culpar de la pobreza a ese grupo emergente, pues en él no está la respuesta a la desigualdad ni a la pobreza.

De no ser cierta la afirmación anterior, tendría entonces que estar demostrado que el incipiente sector privado contiene a ese diez por ciento más rico del país y, a la vez, que no son los mismos que conforman el gobierno. Es imposible que en una nación el medio se fortalezca sin el visto bueno del extremo. Particularmente en Cuba se trata de algo que la lógica de poder no permitiría.

  • Segundo, que los igualitarismos que han regido la política económica —con escasez o abundancia—, jamás iban a resolver la desigualdad. Más bien pueden acentuarla en la medida que no todos los grupos sociales necesitan la misma ayuda y no todos la internalizan igual. Sin embargo, el igualitarismo ha servido de cortina para silenciar los debates sobre la distribución de riqueza.
  • Tercero, teniendo en cuenta que por lo general, para convertirse en pequeño propietario privado asociado al turismo se necesitan medios de producción (heredados o ahorrados) que no están al alcance del cuarenta por ciento más pobre, sino del cincuenta del medio; al usar el Palma con estos supuestos se puede concluir que el modelo turístico de desarrollo poco ayuda a reducir la desigualdad, al menos sin una corrección tributaria.
  • Por último, paradójicamente, dado el papel de cortina de humo del igualitarismo, el gobierno ha centrado su comunicación en la necesidad de más renta nacional, cuando, como se ha expuesto, esa tampoco será la solución, tal y como demuestran los cortos períodos de mejores relaciones con otros países que favorecieron la renta total del país.
15 abril 2022 24 comentarios 1.400 vistas
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Réplica

Derecho a réplica: a propósito de «Los profetas de Gurulandia», publicado en Granma

por Mauricio De Miranda Parrondo 23 febrero 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Siempre he creído en el inmenso valor del debate honesto y desprejuiciado en cualquier aspecto de la vida, pero esto resulta particularmente importante en cuestiones relacionadas con las ciencias sociales y muy especialmente con el análisis y el ejercicio de la política.

Solicité al periódico Granma que me diera la oportunidad de replicar el artículo firmado por Antonio Rodríguez Salvador en el que me ataca directamente haciendo citaciones incompletas para manipular a los lectores que no han tenido acceso a lo que antes había escrito yo sobre el modelo económico y las tiendas en moneda libremente convertible. Sin embargo, hasta el momento de redactar estas líneas no ha habido respuesta del medio de prensa, ni han sido publicados mis comentarios en el sitio web.

Resulta lamentable, por no decir indignante, que para enfrentar posiciones teóricas o políticas se prefiera acudir al manido ejercicio de la descalificación, la calumnia y la mentira. Sin embargo, nada puede esconderse bajo el sol. Por ello, ejerzo con toda libertad y mesura el derecho a réplica que no me concedió Granma, eliminando de mi argumentación la hojarasca que acompaña al sarcasmo del texto en cuestión.

No tengo intención alguna de ser reconocido como «gurú», sin embargo, quizás los tantos años que llevo como profesor universitario me lleven a tratar de poner en palabras sencillas lo que a las personas que no tienen formación económica les parece algo proveniente de una «ciencia oculta», para usar el término citado. Precisamente, trato de hacerla visible y comprensible, sin perder el rigor teórico.

Escribo buena parte de mis artículos en el medio digital La Joven Cuba, que no es un medio contrarrevolucionario ni es financiado por el gobierno de los Estados Unidos. Sugiero acudir al sitio web y tomarse el trabajo de revisar «Quiénes somos» para entender la filosofía que inspira ese proyecto.

Réplica (2)

De forma específica, en el acápite «¿Cuáles son nuestros principios?» se dice expresamente: «No aceptamos contribuciones o donativos que tengan como objetivo manifiesto influir en LJC o imponer en Cuba preferencias políticas foráneas. En particular, rechazamos los fondos para cambio de régimen del gobierno de Estados Unidos, autorizados bajo el inciso 109 de la ley Helms Burton de 1996. Recibimos con aprecio cualquier contribución que respete la soberanía cubana y la Carta de la ONU».

He escrito, y lo repito, que el modelo de economía centralmente dirigida ha probado históricamente su fracaso. El derrumbe del llamado socialismo real en Europa Oriental y en la Unión Soviética fue el resultado —entre muchas causas más— de la ineficacia de ese modelo y de su incapacidad para reformarse.

China y Vietnam han tenido éxito económico precisamente por reemplazar la economía centralmente administrada por el funcionamiento del mercado regulado por el Estado. Lo explico con más detalle en mi artículo «El modelo económico y las tiendas en MLC en Cuba».

El articulista distorsiona lo que afirmé acerca del papel económico que, en mi opinión, debe tener el Estado cuando dice que yo critico «la distribución centralizada de productos básicos». Lo que en realidad dije es que «el Estado, además de trazar las líneas estratégicas del desarrollo y orientarlo a través de la política económica —lo que es correcto—, también exporta, importa, asigna materias primas y bienes de capital a las empresas, les dice qué y cuánto deben producir, monopoliza el comercio exterior, las comunicaciones, la banca, las construcciones, los servicios sociales, la mayor parte del transporte y del comercio doméstico». 

Y dije que ese modelo no funciona, ni va a funcionar. Se que esta opinión es contraria a la del ministro de Economía y Planificación y probablemente a la de buena parte de los funcionarios del gobierno. Pero es mi opinión y no solo tengo el derecho a expresarla, sino que también es mi deber. Y el argumento es que mientras el gobierno se desgasta en actividades que deberían estar en manos del sistema empresarial, con independencia de la forma de propiedad, pierde el rumbo de lo que debería ser su función económica en una economía moderna.

Esto no es solo un error, sino una irresponsabilidad política porque los errores de política económica se pagan con el empeoramiento del nivel de vida y el bienestar material de la sociedad y ello tiene severas implicaciones políticas.

No sé por qué se hace referencia a la economía y los problemas sociales de Colombia en un texto en el que se critica a otro escrito sobre Cuba. El articulista se pregunta «¿por qué las recetas del señor Parrondo no funcionan para Colombia?». Aunque no soy un especialista en la economía colombiana, he escrito sobre algunos de sus problemas pero este no es el caso que aquí se debate.

Obviamente conozco sus problemas porque enseño en ese país, pero nunca he dado «recetas» ni para Colombia ni para Cuba. Mis textos expresan mis opiniones, no mis recetas. Una de mis libertades como profesional y como ser humano es escoger sobre qué escribir y al escribir sobre Cuba, sobre China o Vietnam, sobre la historia del socialismo, estoy ejerciendo esa libertad.

Sobre la cuestión del tipo de cambio, en política económica, y la política cambiaria es una de ellas, no existen verdades absolutas, como en casi ningún área del conocimiento. Respecto al sistema cambiario hay argumentos a favor y en contra de que sean fijos o flexibles.

Los tipos de cambio fijos le dan estabilidad a la relación entre la moneda nacional y las extranjeras pero eso no significa que puedan establecerse arbitrariamente porque, a fin de cuentas, el tipo de cambio es el precio de la moneda nacional expresado en monedas extranjeras.

Réplica (3)

Si se establece un tipo de cambio por debajo de su valor de mercado y no existe forma de que a través del mercado formal se asegure una oferta de divisas extranjeras que sostengan el precio establecido por la autoridad monetaria, simplemente ocurre como en cualquier mercado en el que se topan los precios de los bienes escasos: se vuelven más escasos, se crea un mercado informal y en él, el precio de esos bienes escasos es más alto. Esa lógica funciona igual en el mercado cambiario.

Varios colegas a los que respeto y admiro son partidarios de mantener un tipo de cambio fijo para asegurar la estabilidad cambiaria. Yo también sería partidario de esto si las condiciones de la economía cubana no fueran las de la gran incertidumbre existente y, sobre todo, su altísimo nivel de vulnerabilidad externa. Por eso soy partidario, en las condiciones actuales, de un tipo de cambio flexible pero regulado por el Banco Central con una banda de fluctuación, precisamente para frenar la actividad especulativa que llevaría a una devaluación exagerada.

En estos momentos ésa es la realidad del mercado cambiario cubano, caracterizado por una gran incertidumbre que refleja la vulnerabilidad externa del país y la insuficiente confianza en la política económica. ¿Es duro decir esto último? Sí, es duro, pero es necesario. Y esto, como todo por supuesto, puede debatirse con argumentos, no con diatribas ni descalificaciones.

Los tipos de cambio fijos aseguran estabilidad mientras puedan ser sostenidos en el mercado por la autoridad monetaria. Cuando en este los valores se alejan del tipo oficial, significa que ha dejado de cumplir su función económica.

El tipo flexible, en contraste, permite ajustar los precios relativos de la economía en condiciones más cercanas a las de la economía internacional y entre sus ventajas podrían mencionarse las siguientes: a) los choques externos se ajustan a través del tipo de cambio; b) en el caso de que el tipo flexible conduzca a la devaluación, se favorecen los productores nacionales porque las importaciones se encarecen y se facilita la sustitución de importaciones con producción nacional, también se favorecen los exportadores porque se abaratan los precios de las exportaciones expresados en monedas extranjeras, lo cual hace más competitivas nuestras exportaciones.

Lo que pasa en el caso cubano es que tenemos una industria postrada por escasez de capital, materias primas y de tecnología y un sector agropecuario que no produce lo suficiente y tienen deformaciones estructurales muy fuertes que limitan su capacidad de reacción frente a una eventual flexibilidad cambiaria. Mientras tanto, subsisten infinidad de restricciones al emprendimiento.

De ahí que resulte necesario adoptar medidas que impulsen la producción doméstica de bienes y servicios y que se estimule la inversión extranjera en proyectos productivos. Pero esto es necesario hacerlo creando las condiciones adecuadas para un clima favorable y estable para los negocios. En ningún momento he propuesto privatizaciones masivas, sino un mayor espacio a los sectores privados y cooperativos en coexistencia con el sector público, sin la existencia de monopolios de ningún tipo de propiedad.

¿Qué tiene que ver eso con una terapia de choque? ¿Qué tiene eso que ver con el pensamiento de Milton Friedman? Absolutamente nada. Las terapias de choque son aquellas que descargan sobre la población, y especialmente sobre los trabajadores y los pensionados, los costes de los ajustes económicos. No hay nada de esto en mis planteamientos.

De hecho, he sido muy crítico con la política de pensiones adoptada en el llamado «Ordenamiento», que tiene todas las características de una terapia de choque. Y para no repetirme, sugiero la lectura del texto «Los jubilados de la Revolución».

Resulta necesario precisar algunas cuestiones acerca del impacto de una devaluación sobre los precios internos, porque el autor estableció relaciones erróneas que es necesario aclarar. La devaluación solo afecta directa y proporcionalmente los precios domésticos de los productos importados. Cuando se trata de productos fabricados en un país con componentes importados, los afecta en la proporción de estos componentes en el costo de producción. De ahí la importancia de desarrollar la producción nacional como alternativa a la importación en condiciones de devaluación.

Los salarios no tienen por qué ser los mismos. Muchos países establecen ajustes de salarios, o al menos los salarios mínimos, en función de la inflación, pero es sabido que eso puede convertirse en una especie de «bola de nieve» que no soluciona los problemas fundamentales.

Considero que el principal reto de la economía cubana es incrementar la producción de bienes y servicios y para ello es necesario adoptar todas las medidas económicas que conduzcan a lograrlo, y pasa por la necesidad de destrabar las fuerzas productivas. Para mí eso significa desplegar toda la capacidad de emprendimiento que existe en la población cubana, no importa si se trata de empresas estatales, privadas o cooperativas.

Finalmente, considero que los cubanos debemos y también merecemos asumir la responsabilidad de nuestro destino. La soberanía nacional no es concebible sin la de su propio pueblo sobre su vida. No es posible seguir apostando a un país en el que la juventud debe emigrar para prosperar y para ayudar a los suyos que quedan detrás.

Necesitamos un país en el que quepamos todos y en el que las diferencias sean resueltas mediante el ejercicio democrático. Solo en una democracia real podremos sentir que realmente somos propietarios colectivos de los medios de producción fundamentales que define a una sociedad socialista. Pero esto no debe ser el resultado de la imposición sino de la construcción de un nuevo consenso social.

Podríamos empezar por el respeto a la opinión contraria y a la posición política diferente. Fundar una «república con todos y para el bien de todos» no puede ser una consigna vacía de contenido, sino que debe expresarse en una nueva cultura política que nos permita crecer como sociedad.

***

Este texto fue publicado originalmente en el blog personal de su autor.

23 febrero 2022 32 comentarios 1.873 vistas
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MLC

El modelo económico y las tiendas en MLC en Cuba

por Mauricio De Miranda Parrondo 18 febrero 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Desde que a fines de 2019 se establecieron tiendas en monedas libremente convertibles (MLC) en Cuba, ha habido un lógico rechazo hacia las mismas por parte de la ciudadanía, al que se ha unido el de muchos economistas que no estamos de acuerdo con el carácter imprescindible que le atribuye el gobierno a esa determinación.

En su última comparecencia en el programa televisivo Mesa Redonda, el ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, comentó que dichas tiendas fueron consideradas como «el mecanismo más práctico» para captar divisas por vía de las remesas a través de la red minorista.

Entre los objetivos que se reconocen por parte de las autoridades económicas están también «evitar la fuga de divisas» ocasionada por la actividad comercial de personas naturales que viajaban al exterior, especialmente a Panamá y Rusia, para realizar compras en esos países y luego ofrecer en el mercado cubano productos que no existían en las tiendas que operaban tanto en pesos «convertibles» (CUC) como en pesos cubanos (CUP); así como incrementar la provisión de bienes que el Estado no podía importar debido a la escasez de divisas provocada por la caída de las exportaciones de bienes, la disminución del turismo, y las medidas restrictivas adoptadas por el gobierno de Trump.

En consecuencia, las tiendas en MLC son consideradas por el ministro Gil como la «tabla salvadora». Y sí, podría ser una tabla salvadora pero únicamente para mantener a flote un sistema económico que ha demostrado históricamente su fracaso.

El argumento oficial insiste en que con las ganancias obtenidas a través de las ventas en MLC se adquieren bienes que luego se distribuyen en la red de productos normados en moneda nacional. Como ejemplo mencionó que el año pasado «pudimos dar» tres libras adicionales de arroz por la libreta, y que eso salió de las ventas en dichas tiendas.

Resulta muy difícil realizar cambios estructurales profundos cuando quienes dirigen el país no pueden desembarazarse de camisas de fuerza auto-impuestas.

El problema es el modelo

En realidad, los argumentos de los funcionarios del gobierno cubano están siendo considerados a partir de insistir en un modelo de economía en el que el Estado, además de trazar las líneas estratégicas del desarrollo y orientarlo a través de la política económica —lo que es correcto—, también exporta, importa, asigna materias primas y bienes de capital a las empresas, les dice qué y cuánto deben producir, monopoliza el comercio exterior, las comunicaciones, la banca, las construcciones, los servicios sociales, la mayor parte del transporte y del comercio doméstico. Vista así, la economía cubana parece administrarse como si fuese una bodega.

Ese modelo no funciona. No funcionó en los llamados países socialistas europeos y fue una de las causas principales del derrumbe. No funcionó en China y en Vietnam y lo transformaron radicalmente hasta convertirse en economías «socialistas de mercado» (autodefinición china), y «de mercado con orientación socialista» (autodefinición vietnamita), en las que el Estado ha reducido considerablemente su actuación directa en la economía, dejando amplios espacios a la existencia de un mercado regulado. No ha funcionado en Corea del Norte, que se ha convertido en gigante nuclear a costa de la miseria de su pueblo. Y no funciona en Cuba, ni va a funcionar.

Mientras el gobierno de la Isla insiste en producir el pan y asigna una cantidad adicional de harina a las empresas para que produzcan «un poco más de dulces y de repostería», —por solo mencionar otro ejemplo ofrecido por el también viceprimer ministro—, se desgasta en actividades que debieran estar totalmente en manos del sistema empresarial y pierde el rumbo de lo que debería ser su función económica.

En textos anteriores he explicado que administrar no es igual a planificar, y que los modelos de economías centralmente dirigidas han fracasado rotundamente. Insistir en ello no es únicamente un error económico, sino una irresponsabilidad política.

Los efectos nocivos de las ventas en MLC

Ciertamente, las ventas en MLC generan una determinada liquidez en divisas al gobierno, sin embargo, si somos capaces de considerar un paradigma económico diferente al actual, no es el gobierno el que debe disponer de las divisas, sino el país, y la mejor manera de lograrlo es precisamente permitiendo que la moneda nacional sea plenamente soberana en las transacciones económicas domésticas, de manera que cualquier ingreso en divisas que se obtenga vía exportaciones de bienes y servicios, inversiones extranjeras o remesas, deban convertirse en pesos cubanos plenamente convertibles a una tasa de cambio económicamente fundamentada.

El régimen cambiario y la tasa de cambio no son asuntos menores en esta ecuación. Se adoptó un régimen cambiario con un tipo de cambio fijo sobreevaluado al que el Banco Central no está en condiciones de ofrecer divisas al mercado. Dice el ministro que el tipo de mercado no es el de equilibrio porque la mayor parte de divisas que se transan en el país lo hacen en los canales formales del comercio exterior y de las inversiones.

En efecto, el tipo de cambio en el mercado informal —al que el ministro llamó «ilegal»— muestra una desviación hacia la mayor apreciación de las divisas, debido no solo a la inexistencia de un mercado formal, sino también a la existencia misma de un mercado en monedas libremente convertibles y a la incertidumbre respecto al curso, confiabilidad y efectividad de las políticas económicas. Todo lo anterior, además, crea una expectativa negativa sobre la posible trayectoria de la situación del país y estimula la emigración, para lo que se produce una demanda adicional de divisas.

La existencia de un mercado que funciona en divisas genera una demanda añadida de estas que empuja el tipo de cambio hacia arriba, es decir, a una mayor devaluación. Y en verdad, el tipo del mercado informal puede no ser el del equilibrio —para calcularlo necesitamos datos reales actuales—, pero es el tipo nominal al cual está funcionando el mercado a falta de otro, porque el tipo oficial es sencillamente irreal. Y lo es desde hace mucho rato pues el gobierno mismo se ocupó de emitir CUC irresponsablemente, lo que redujo el respaldo real de aquella moneda que circulaba como sustituto del dólar.

La existencia de un mercado en MLC está estimulando a empresas nacionales a producir para ese segmento, buscando captar divisas en un mercado cautivo, cuando lo que deberían es producir para exportar no en frontera, sino hacia los mercados externos.

Por otra parte, está el impacto negativo que la existencia de este mercado tiene desde el punto de vista político. Al instaurarse un mercado dolarizado y establecerse una dualidad monetaria, no solo se segmentaron los mercados sino a la población misma. Los mejores productos se comercializan en una moneda a la que no se accede directamente a partir de los resultados del trabajo de la mayor parte de las personas. Esto es inadmisible políticamente, porque implica una segregación de esa parte considerable de la población cuya ruta de llegada a estos bienes es mediante la ayuda de familiares en el exterior por vía de remesas.

La población cubana lleva décadas haciendo grandes sacrificios que involucran a varias generaciones, con la confianza en que el futuro sería mejor. Pero lamentablemente ha sido peor, y no existen razones para confiar en que se obtengan resultados diferentes con el mismo tipo de medidas y con un mecanismo económico que no cambia en lo fundamental.

MLC 2

La población cubana lleva décadas haciendo grandes sacrificios que involucran a varias generaciones, con la confianza en que el futuro sería mejor. (Foto: ADN)

¿Qué puede hacerse?

Evidentemente, es ineludible comenzar por el modelo económico. Se requiere desmontar un modelo en el cual el estado compra, vende, pone precios, asigna materias primas y bienes de capital, se ocupa del pan que se produce; y del pollo, el arroz o el aceite que se vende. De eso debe ocuparse el mercado, compuesto por empresas de todo tipo. Para ello es necesario impulsar el emprendimiento, y en las actuales circunstancias las mayores potencialidades están en el sector privado y cooperativo, precisamente por las limitaciones financieras del Estado.

Con el fin de incentivar tanto la inversión extranjera como la doméstica, imprescindibles dada la escasa capacidad de ahorro interno, es preciso que funcione un mercado cambiario formal, con un tipo de cambio económicamente fundamentado.

Ya he propuesto adoptar un tipo de cambio flexible, con una banda de intervención del banco central, lo que ha rechazado el ministro con el argumento de que de esa forma sería afectada «la mayor parte de la población». No es así. Si en Cuba solo funcionara el peso cubano —como debería ser—, las divisas extranjeras no se demandarían en el mercado doméstico para solucionar problemas de la vida cotidiana. La devaluación de una moneda nacional afecta a los importadores y a quienes viajan al exterior, pero tiene poco impacto sobre las personas que destinan la mayor parte de sus recursos a la sobrevivencia cotidiana, como es el caso de la población cubana, si ello pudiera realizarse con pesos cubanos.

Por tanto, la eliminación de las tiendas en moneda libremente convertible no solo es una urgencia política sino una medida económica adecuada. A la pregunta de cómo podremos importar lo necesario para mejorar la «canasta normada de bienes», la respuesta sería que el Estado no debe dedicarse a eso. Para ello están las empresas, que accederían en un mercado formal a las divisas que seguirían entrando al país por vía de las exportaciones, las inversiones y las remesas.

Lo que sí debe hacer el gobierno es crear un clima adecuado para el fomento de negocios, de forma tal que las remesas se conviertan en fuente de inversiones domésticas y no se dirijan solo al consumo, y con ese objetivo deben eliminarse las restricciones actuales que limitan el emprendimiento.

El fomento del emprendimiento debe conducir a un aumento de la producción de bienes y servicios, al incremento del empleo y a una mayor dinámica de crecimiento. Un tipo de cambio económicamente fundamentado en un mercado formal contribuiría a la convertibilidad real del peso cubano y, a tenor con la situación, sería de esperar que se devaluara considerablemente respecto a su nivel oficial actual, lo cual, dicho sea de paso, abarataría las exportaciones y generaría una competitividad adicional por vía cambiaria que, sin embargo, será solo temporal, porque la verdadera competitividad es la que se basa en la mayor productividad y calidad de la producción. Tal conjunto de medidas conduciría a destrabar las fuerzas productivas.

18 febrero 2022 28 comentarios 2.778 vistas
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Economía cubana (2)

La economía cubana y los precios: una relación necesaria

por Omar Everleny Pérez Villanueva 15 febrero 2022
escrito por Omar Everleny Pérez Villanueva

Hasta dónde llegará el impacto negativo de la pandemia por la covid-19 en la economía de Cuba junto a los efectos del bloqueo, dará mucho de qué hablar en los próximos años. Los escenarios adversos que han dibujado los economistas son poco halagüeños. Antes de irrumpir el nuevo coronavirus, en marzo del 2020, la economía se encontraba casi en recesión, atrapada por la disminuida producción agroindustrial, las deficiencias internas que son estructurales, la poca disponibilidad de divisas y el escaso avance de las transformaciones del modelo económico.

El crecimiento económico de la isla ha sido muy bajo. Entre 2009 y 2019 fue del 2,3 por ciento promedio anual. Entre 2016-2020 esa cifra se redujo a -1,3 por ciento. Apenas creció un 0.2 % en el 2019, para decrecer un -10.9 % en 2020. En 2021 el crecimiento fue aún bajo, un 2%, según reconocen las autoridades.

Los principales sectores afectados en la actualidad son la agricultura, agroindustria cañera, minería y turismo internacional que, terminó el 2021 con 354,470 visitantes, una caída de 67.2 % respecto al 2020 y un desplome de  92.4 % tomando como referencia al 2019.

En el caso de la agricultura, los reportes disponibles publicados por el Anuario Estadístico indican que los volúmenes de producción en el 2020 estaban por debajo de las cifras de 2019, cuando ya exhibían un pobre desempeño.

El profesor Carmelo Mesa Lago, en su exposición «Causas de las protestas y medición de la magnitud de la crisis económica en Cuba», comentaba que en la agricultura, ganado, pesca y manufactura: de un total de 24 productos clave en 2020, 19 decrecieron respecto a 2019; y 12 estaban por debajo del nivel de 1989.

La zafra azucarera 20/21 fue de las más bajas en los últimos cien años, por debajo de las 800 000 toneladas, y se esperan resultados nada halagüeños en la zafra 2021/2022.

Lo anterior demuestra que la economía cubana ha estado en recesión durante los últimos años, con destellos alentadores a partir del 2022, pero con una fragilidad muy grande aún para enrumbar el camino.

La teoría económica plantea que es positivo mantener la inflación baja, ya que un nivel de inflación alto distorsiona las llamadas señales del mercado, y además genera ineficiencias con graves afectaciones para la economía y sobre todo encarece la vida a las personas.

Economía cubana (3)

La inflación alta encarece la vida a las personas. (Foto: Roy Leyra / CN360 )

Las causas de la inflación son múltiples, porque están relacionadas al comportamiento de la economía en general y a la interacción de sus variables, oferta y demanda, balances internos y externos.

La crisis económica estructural que atraviesa la economía cubana, junto a  choques externos como el bloqueo económico de Estados Unidos, la pandemia del COVID 19, la carencia de divisas por desajustes o disminución de  exportaciones, el pago de deudas resultantes de los procesos de condonación; han afectado fuertemente la oferta de bienes y servicios, y eso se ha traducido en el aumento de los precios de productos en algunos mercados, como el  agropecuario y los informales.

Los altos déficits presupuestarios financiados mediante emisión monetaria o deuda pública, generan inflación en países llamados en desarrollo, como Cuba. A su vez, la alta inflación afecta los ingresos reales al presupuesto. El déficit fiscal fue de un 18% del PIB en 2020, y se estima en más de un 25 %  para el 2021, el mayor desde los años 90.

Otro factor que influye en la inflación es la credibilidad de la autoridad monetaria (banco central) y la estabilidad y rigor en el manejo de la política monetaria, que de alguna manera queda expresada en la «Teoría de las expectativas racionales».

En el 2005, la cesta de compra de los cubanos había experimentado un cambio. Antes, los productos permanentes en la cuota personalizada mensual —jabón, pan, aceite, café, arroz, azúcar, huevos, carne de pollo y fríjoles—, se compraban por 9,05 pesos cubanos.

A partir del 2005 pasaron a valer 17,45, un aumento del 148%.  Sin embargo, el salario medio mensual era 330 cup. Tal subida estuvo acompañada por un 8% del aumento en las pensiones, un 6,72% del incremento del salario mínimo y un 11,9% del aumento del salario medio. Costaba más porque el nuevo precio incluía un kilo de arroz de mayor calidad y dos huevos adicionales. Lo mismo sucedió con el café, aunque en este caso la subida del precio, por la misma cantidad, fue del 2.400%.

La canasta básica referencial prevista por la «Tarea Ordenamiento» era de 1 528 CUP. Se puede inferir que la misma fue calculada teniendo en cuenta la tasa oficial de CUP a USD de 1 por 25. Recientemente se informó que esa canasta asciende ahora a 3 250 CUP en La Habana y 3 057 CUP en las provincias orientales, mientras el salario promedio del país es de 3 838 CUP.

En el  2019, el costo de la canasta básica representaba el 46.6% del salario, sin embargo, de acuerdo con las autoridades cubanas, en 2021 es casi el 85 % y, dado el nivel de precios actuales, es lógico suponer que el salario promedio no alcance para adquirir los alimentos necesarios para una vida digna. 

El Ordenamiento monetario trajo consigo un significativo aumento de salarios, pero estos representan hoy menor poder adquisitivo que los de años anteriores, debido al desmedido aumento de los precios, aunque no se puede ser absoluto. Un grupo no despreciable de trabajadores está recibiendo altos montos por la distribución de utilidades en sus instituciones.

Economía cubana (4)

Es evidente que la propia escasez de divisas ha producido un desabastecimiento en las tiendas fuera del circuito normado. En los diferentes mercados, tanto los de MLC como los de CUP, faltan los productos necesarios para completar la canasta básica mensual. Para escapar, como se dice en Cuba.

En las tiendas en CUP se observan largas colas cuando son surtidas de algún producto escaso —pollo, detergentes, papel higiénico y puré de tomate, entre otros. La población se desgasta en las aglomeraciones que los cubanos llamamos molotes, a la hora de adquirir esos escasos bienes que tanto se necesitan.

 Las tiendas en MLC están un poquito más abastecidas, pero al ser en MLC o dólares bancarios, cuya tasa de cambio a CUP ronda los 100 en el mercado informal y  único existente, se podrá calcular el costo de cualquier producto que se oferte ahí para la población, entre ellos los menos favorecidos: jubilados, trabajadores del sector presupuestado, entre otros.

Una proporción no despreciable de la dieta alimentaria es importada, y si la economía tiene escasez de divisas, no ha quedado otra opción que recortar ciertas adquisiciones demandadas por los hábitos alimenticios de la población.

Habida cuenta de la situación descrita, el estado debe volcar sus  esfuerzos para facilitar el  aumento de las producciones agrícolas, ya que ahí existen grandes reservas no explotadas. La población requiere, en estos tiempos de crisis epidémica, y hasta existencial, resolver los productos que son vitales para su cotidianidad.

El bloqueo está firme en su pretensión de afectar más a la economía cubana, desde la persecución a empresas que comercian con Cuba, hasta intentos de evitar los depósitos de divisas del país en bancos internacionales. Pero sobre ese aspecto no podemos hacer más que criticarlo, lo que sí se puede es producir más alimentos internamente, por todas las formas de propiedad que existen en la Isla, y eso requiere recursos monetarios.

En efecto, es hora de pensar como país. El momento por el que atraviesa Cuba es muy complejo, y si el Estado no puede reaccionar con la celeridad que se impone para abastecer alimentos o servicios debido a la falta de divisas para importar, tiene entonces que tomar medidas no incluidas hasta ahora entre sus prioridades.

Por ejemplo: reducir el gasto en nuevas construcciones hoteleras para turistas en un futuro algo lejano; o autorizar la entrada de cadenas de tiendas extranjeras, aunque les hagan la competencia a las alicaídas tiendas cubanas; o permitir la libre importación a personas naturales que paguen en divisas extranjeras. Pero los precios hay que detenerlos, ya que se está produciendo un deterioro importante en el poder adquisitivo de la familia cubana. 

Se dice que en el socialismo la fuerza de trabajo no es una mercancía,  sin embargo, ¿acaso los trabajadores ni siquiera pueden aspirar a obtener una cantidad suficiente para satisfacer sus necesidades? Recordemos que a medida que la sociedad y sus componentes son más desarrollados, el costo de reproducción de la fuerza de trabajo aumenta, no debiendo abarcar  únicamente lo imprescindible para alimentar y vestir a los trabajadores y sus familias, sino que también requiere un pago que permita disfrutar mayor tiempo de ocio, una salud más garantizada, unas merecidas vacaciones, ir al teatro, cine, comprar libros, electrodomésticos, entre otros.

Los precios han tenido un aumento exponencial a lo largo del país. En el siguiente gráfico, se observa el movimiento al alza de estos. Tomo, a modo de ejemplo, ciertos productos en la unidad de medida (libras), y, como punto de referencia, algunas zonas de La Habana. Los datos relativos al año 2021 fueron obtenidos de la ONEI, en la publicación «Anexos Índice de Precios al Consumidor».

Economía cubanaPuede apreciarse que el indicador de precios que marca tendencia o brújula en el país es la carne de cerdo, y la misma se incrementó más de un 400 % en el 2021 y se mantiene en el 2022.

Es evidente que la «Tarea Ordenamiento» en ejecución, la situación externa del país y las deformaciones estructurales existentes, han conducido a una disminución sostenida del poder adquisitivo de las personas, con el correspondiente disgusto que el hecho trae aparejado desde el punto de vista político. El cuestionamiento de la población a los decisores de políticas se mantiene y crecerá cada día en que se manifieste la actual inflación. Los economistas, en general, señalan dos razones para perder un gobierno: la alta inflación y el alto desempleo.

Cuba debería seguir los modelos exitosos de China y Vietnam que han implantado un  «socialismo de mercado», y eso les ha generado  tasas de crecimiento económico superiores al 9 % anual durante varias décadas acompañadas de un aumento de los niveles de vida de la población y de mejoría de sus indicadores sociales, como sacar de la pobreza a más de 500 millones de personas en el caso de China.

15 febrero 2022 16 comentarios 2.186 vistas
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DEBATE

Cuba: entre el debate teórico y los imperativos de la realidad

por Mauricio De Miranda Parrondo 11 febrero 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Cuba enfrenta una severa crisis económica que está teniendo repercusiones políticas y sociales. Los efectos nocivos de la pandemia del Covid-19 y el recrudecimiento de las sanciones económicas de Estados Unidos, adoptadas por el gobierno de Trump y no desmontadas por Biden, se unen a los factores estructurales que han profundizado la deformación de la economía y a errores en la política económica que, en conjunto, definen una crisis del modelo del «socialismo burocrático» que confirma la inviabilidad de los sistemas de administración centralizada de la economía.

Los cambios en los mecanismos económicos han sido parciales, no sistémicos y no han respondido a una concepción de reforma estratégica sino a la urgencia de las circunstancias. La adopción de necesarias reformas económicas orientadas a mejorar el bienestar de la población, se dilataron en el tiempo, han sufrido retrocesos y, en los casos más recientes, graves errores de concepción, diseño e implementación.

Las protestas sociales del 11 de julio pasado mostraron evidencia de una mayor ruptura del consenso político, a pesar de su carácter desorganizado y de la durísima represión que también se manifiesta en los procesos judiciales, lo que pone en tela de juicio la validez de la Constitución de 2019.

La población cubana ha debido enfrentar durante las últimas tres décadas un persistente deterioro del nivel de vida, se ha profundizado su incapacidad para asegurar necesidades materiales con el fruto de su trabajo y, en consecuencia, se ha incrementado su dependencia respecto a la ayuda externa a partir de remesas, que llegan al país tanto por canales formales como informales. Esta situación es aún más grave en el caso de personas de la tercera edad.

DEBATE (2)

La población cubana ha debido enfrentar durante las últimas tres décadas un persistente deterioro del nivel de vida. (Foto: cuba.eseuro.com)

Frente a este panorama, las autoridades persisten en mantener el «modelo» de economía centralmente administrada como fundamento del mecanismo económico, basado en el predominio de empresas estatales a las que, además, se les denomina «socialistas» en el discurso oficial, como si la combinación de ambos elementos fuera garantía de la existencia del socialismo en tanto sistema socio-económico.

En consecuencia, a las formas «no estatales» de propiedad se les ha otorgado —incluso constitucionalmente—, un carácter complementario en la economía. Con ese fin, los decretos aprobados para regular el funcionamiento de micros, pequeñas y medianas empresas; cooperativas y trabajadores por cuenta propia, se han encargado de marcar los límites que mantienen prohibiciones al desempeño de 212 actividades de producción y servicios.

El debate sobre la propiedad social, la planificación  y el socialismo

Las camisas de fuerza que se siguen imponiendo al emprendimiento privado y cooperativo, parecieran tener fundamento teórico en el supuesto de que la preservación del predominio de las empresas estatales asegura, junto a la «planificación» centralizada, el carácter socialista de la economía. Sin embargo, ese argumento pasa por alto una realidad inapelable: el socialismo como sistema se basa en el predominio de la propiedad social sobre los medios de producción fundamentales.

Para que la propiedad social sobre los medios de producción pueda realizarse como tal, es necesario que la sociedad, propietaria colectiva de los medios de producción, esté en capacidad de gestionarla o, al menos, de controlar y/o supervisar la gestión de esa propiedad colectiva. Esto solo puede lograrse a través de mecanismos democráticos que incluyan la elección de esos gestores, así como la transparencia y rendición de cuentas de los mismos ante la sociedad.

Si los propietarios colectivos, es decir, la sociedad, carecen de la capacidad para gestionar la propiedad o para controlar su gestión, no puede decirse que la propiedad estatal sea realmente social.

Este no es un debate nuevo. Involucra de manera particular a la academia, con las restricciones que el sistema político impuso tradicionalmente a las ciencias sociales, pero ha tenido siempre una connotación esencialmente política. Desde la época de la NEP en la Unión Soviética, pasando por los diversos intentos de transformaciones en varios de los llamados países socialistas, hasta las profundas reformas adoptadas en China y Vietnam; se ha argüido que el mercado y la existencia de empresas privadas conducen indefectible al capitalismo. No obstante, en ninguno de los casos se atendió con suficiente profundidad que la realidad económica y política de estos países distaba mucho del socialismo.

Para Marx y Engels, la transición entre el capitalismo y el socialismo se produciría en un tipo de Estado particular: la «dictadura del proletariado». Sin embargo, desde la revolución bolchevique, en lugar de la dictadura del proletariado y del poder de los soviets, se impuso la dictadura del Partido y, en especial, de su cúpula dirigente. Lejos de construir Estados «de todo el pueblo», se consolidaron gobiernos autoritarios que, para mantenerse en el poder, han apelado históricamente a la censura y la represión hacia cualquier tipo de disidencia. Rosa Luxemburgo alertó con clarividencia, desde una posición crítica pero militante, sobre este tipo de deformaciones cuando analizó la Revolución Rusa.

DEBATE (3)

Rosa Luxemburgo

Desde el punto de vista político, el socialismo no puede lograrse en una sociedad sin un Estado de todo el Pueblo. Y para que tenga esta condición debe ser irremediablemente una sociedad democrática. No se trata de imponer una visión uniforme de la vida, porque ello solo puede hacerse a costa de la exclusión y la represión del disenso, sino de construir una sociedad, como dijera Martí «con todos y para el bien de todos», y esto, como ya se dijo, solo puede consumarse en una sociedad plenamente democrática.

Desde el punto de vista económico, el socialismo no puede lograrse si no se realiza plenamente la propiedad social sobre los medios de producción fundamentales, lo cual requiere superar la falsa identidad que se ha pretendido establecer entre la propiedad estatal y la propiedad social, cuando la sociedad carece verdaderamente de las posibilidades de gestionar, o de controlar la gestión de su supuesta propiedad.

Finalmente, tampoco la experiencia de los sistemas de planificación centralizada ha logrado realizarse como tal. La planificación científicamente fundamentada es imposible en la práctica a ese nivel de agregación, por lo que el debate académico llegó a sugerir como alternativa la descentralización de la actividad planificadora, combinada con el funcionamiento de mercados regulados. Sin embargo, la tendencia dominante, especialmente en Cuba, ha sido sustituir la planificación por la administración centralizada de la economía, con resultados probadamente ineficaces.

Ese tipo de socialismo «realmente existente» ha fracasado de manera rotunda, y prueba de ello fue el derrumbe ocurrido a fines del siglo pasado. Por eso, quienes defendemos el ideal socialista insistimos en la necesidad de comenzar por construir, de manera colectiva y democrática, una sociedad basada en el emprendimiento productivo en pos del bienestar material y en la justicia social. Para Cuba sería un camino largo, que requiere un sistema económico diferente al actual y un sistema político e institucional democrático y plural.

Mientras tanto, tenemos una crisis que solucionar, porque sin presente no hay futuro y ello nos coloca ante los imperativos de la realidad.

La solución de los problemas urgentes

Los errores de política económica, la inexistencia de una democracia real y sobre todo las penurias de la vida cotidiana; unidos al progreso material de buena parte de la emigración, han erosionado en muchos cubanos, especialmente jóvenes, la confianza en el socialismo como alternativa socio-económica. Por eso resulta imprescindible adoptar medidas urgentes para impulsar el crecimiento económico, asegurar la justicia social y democratizar la sociedad.

⚠️⚠️Lamentablemente esta escena se repite y no todos corren la misma suerte… duele ver a nuestros compatriotas pasando por esto😔 pic.twitter.com/i4JAiaa9RJ

— Mag Jorge Castro🇨🇺 (@mjorgec1994) February 9, 2022

Con el objetivo de impulsar el crecimiento económico, es esencial crear condiciones para el emprendimiento privado y cooperativo, no solo limitado a pequeñas y medianas empresas y definitivamente eliminando las prohibiciones que actualmente restringen su desarrollo; incluso con la opción de convertir algunas de las empresas estatales que se encuentren descapitalizadas en mixtas, no exclusivamente con capital extranjero, sino con inversionistas nacionales, considerando como tales a los compatriotas residentes en el exterior. En tal sentido, los cubanos residentes fuera de la Isla deben contar con todos sus derechos ciudadanos en el país, y el conjunto de los inversionistas tendrían que disfrutar de garantías que protejan sus inversiones.

Un nuevo marco legal deberá favorecer un clima adecuado para los negocios. Debería asegurarse una Ley de Empresas que las coloque a todas en pie de igualdad, con independencia de su tipo de propiedad. La misma estaría complementada con un nuevo Código de Comercio, que permita la creación de diversos tipos de sociedades mercantiles, fomente la competencia y asegure las condiciones para evitar la formación de monopolios y oligopolios, sean privados o del Estado. Las susodichas garantías legales requerirán de tribunales independientes que aseguren la confianza en la imparcialidad del sistema jurídico.  

La llamada «Tarea Ordenamiento» mantuvo la dualidad monetaria y ha unificado el tipo de cambio en un nivel aún artificial, que no refleja las condiciones competitivas de la economía. En consecuencia, ha florecido un mercado informal de divisas con un tipo de cambio mucho más alto que el normal. En estas condiciones difícilmente podrá progresar la economía. Es necesario devolverle al peso cubano su condición de verdadera moneda nacional con curso legal forzoso y fuerza liberatoria ilimitada en todo el territorio del país, con un tipo de cambio flexible determinado por el mercado.

Temporalmente, esta flexibilidad podría ser regulada con la intervención del Banco Central en una determinada banda, para evitar presiones especulativas. Esto debe significar la eliminación de todo tipo de transacciones en monedas libremente convertibles para adquirir bienes y servicios dentro del país.

Resulta fundamental sanear las finanzas públicas, porque tanto un déficit fiscal excesivo como una deuda pública exagerada, limitan la capacidad del Estado para intervenir en la economía en tiempos de crisis o catástrofes y restringen su capacidad como inversionista en pos del desarrollo económico. La gestión de las finanzas públicas requiere la elevación de los ingresos presupuestales y la eliminación de los gastos improductivos que genera una administración inflada por platillas supernumerarias.

El aumento de los ingresos fiscales debería resultar de un sistema tributario progresivo, en el que los ingresos más altos de la sociedad contribuyan en mayor medida al fisco y, al mismo tiempo, limitar la adopción de impuestos regresivos —como el de las ventas sobre alimentos básicos—, que golpean severamente a los sectores de más bajos ingresos.

Por otra parte, en la medida que florezcan los negocios se incrementarán los ingresos presupuestales por vía de los impuestos. La reducción del gasto público debería concentrarse en la administración, en primera instancia. Existe una opción en el traslado de la responsabilidad con el funcionamiento de organizaciones políticas y sociales del Estado a las propias organizaciones, a partir de la cotización de sus miembros o de contribuciones de fuentes no estatales.

Los recursos del presupuesto deberían concentrarse en preservar el acceso a sólidos sistemas de salud, educación, asistencia y seguridad social. Para ello se necesita un sistema tributario robusto, no expoliador, que estimule el desarrollo de la producción y, en consecuencia, los ingresos fiscales. Sin embargo, a la par de sistemas públicos de educación y salud de acceso universal y alta calidad, considero conveniente la existencia de sistemas privados con la debida supervisión del Estado sobre la idoneidad y calidad en la prestación de esos servicios. Mientras tanto, es imperativo superar el deterioro actual de ambos sistemas en la Isla.

La solución de los problemas económicos y sociales de Cuba debe estar en manos de todo el pueblo, empoderado de esa capacidad en una sociedad democrática, que haga realidad el precepto constitucional de que la soberanía del país reside en el pueblo.

11 febrero 2022 56 comentarios 2.699 vistas
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