Dinámicas globales y su impacto en la preservación de la soberanía y el interés nacional cubano
Hace ya más de año y medio que este conflicto entró en su fase actual de guerra convencional, aunque no debemos olvidar que este inició su fase de agudización desde que, en la reunión de Bucarest de 2004, la OTAN hizo pública su decisión de sumar a Ucrania a su alianza. Con ello, esta organización militar continuaba su política de integrar a sus filas a la casi totalidad de la llamada, antes de 1989, «Europa socialista». Dichas acciones ocurren pese a las promesas hechas a Rusia en el 1991, que apuntaban en sentido contrario, y a los acuerdos de Minsk, los cuales solo sirvieron—según declaraciones recientes de la ex-canciller alemana Angela Merkel y del presidente francés Emannuel Macron— para ganar tiempo en la preparación militar de Ucrania por parte de la OTAN.
Para Rusia, la variante de que Ucrania se incorpore a la OTAN es totalmente inaceptable; es el enemigo a sus puertas y, con ello, el despliegue de armamento nuclear de la alianza militar en territorio ucraniano, que lo colocaría a escasos minutos de Moscú. No pocos autores han comparado este dilema con el que enfrentó EE.UU. en octubre de 1962 ante el despliegue coheteril soviético en Cuba —a escasos minutos de Washington— que colocó, como nunca antes, al mundo al borde de la guerra termonuclear. ¿Aceptaría hoy mansamente EE.UU. el despliegue de fuerzas chinas o rusas en las fronteras de México o Canadá? Ni pensarlo. ¿Por qué entonces los rusos deben aceptar, no menos mansamente, la incorporación de Ucrania a la OTAN?
El diferendo entró en su fase armada desde el 2014, en las zonas del Donbass. La población rusa allí se veía sometida a toda suerte de discriminaciones y represiones, desde políticas y culturales hasta religiosas. Lo que vemos hoy no es otra cosa que su ampliación desde febrero del 2022. ¿Por qué el Donbass? Porque desde siglos antes de constituirse el Estado de Ucrania en 1924 o los primeros atisbos de nacionalismo ucraniano a fines del siglo XIX, el Donbass era claramente caracterizado como parte integral de Rusia, desde el siglo XVIII por la Emperatriz Catalina la Grande y múltiples estadistas, basado en su composición étnica y sociocultural, idioma y vocación religiosa. Unido a esto ha constituido ya desde hace varios siglos un eslabón de suma importancia para la economía rusa.
La guerra hoy se desarrolla en tres frentes bien diferenciados, norte, centro y sur, en los que Rusia ha ocupado la casi totalidad del Donbass. Con ello, se creaba para abril del 2022 una situación de fuerza que esperaban los rusos exigiría a Kiev a iniciar conversaciones, en las que se verían obligados a aceptar las demandas de Vladimir Putin de recuperar los territorios del Donbass, así como la adopción de un status de neutralidad por parte de Ucrania. El Reino Unido (Boris Johnson) y EE.UU. (administración Biden) presionaron a Ucrania para que rechazaran esas conversaciones y, en su lugar, continuaran la guerra con un apoyo monumental de parte de estos dos países y los restantes miembros de la OTAN.

Avance de tropas a 5 de octubre de 2023 / Foto: RTVE
Desde entonces, se inicia una guerra de desgaste, sin cambios sustanciales a lo largo de la extensa frontera que separa al Donbass de Ucrania. El gobierno de Zelensky (Ucrania) han intentado en dos ocasiones (septiembre 2022 y junio del 2023) conducir ofensivas que infligieran severas derrotas a los rusos y así forzar una retirada de estos.
En la campaña militar de septiembre, lograron un par de limitados avances en el norte con la captura de Kupiansk y, en el sur, con la ocupación de Jerson. La ofensiva de junio ha defraudado por completo las expectativas que EE.UU. y la OTAN habían puesto en la misma. Esto último ha comenzado a ser reconocido en medios occidentales, uno de los más recientes análisis en este sentido fue publicado por el académico Mark Giuleotti en la revista The Times de Londres.
A casi tres meses de iniciada, la ofensiva apenas logra algún avance significativo. Se han quedado muy lejos de alcanzar las líneas de fortificaciones defensivas rusas; fueron derrotados en Bakmut tras meses de batallar; en el sur no han podido establecer cabezas de playa en la margen oriental del rio Dnieper y, en el norte, alrededor de Kupiansk están siendo actualmente derrotados por las fuerzas rusas. En el aire, la novedosa etapa de los ataques con drones, hace visible la supremacía de Moscú, algo similar ocurre con respecto a la aviación.
En materia de bajas, el panorama no es menos desfavorable para los ucranianos. Todas las fuentes confirman que las tropas de Kiev han sufrido entre 43 y 46 000 muertos, y se reconoce igualmente que la correlación de bajas sigue siendo de 10 u 8 ucranianos por cada ruso, sumando a ello 4 900 tanques, vehículos blindados y transportes.
La táctica de los rusos —hasta ahora— ha sido la de una defensa activa frente a la cual las fuerzas ucranianas se han ido desgastando en hombres y medios, calificada por algunos especialistas occidentales como «pérdidas horrorosas». No por casualidad el presidente Zelensky ha decretado la movilización general de la población en edades apta para el combate.
Un estimado occidental precisa que por cada 6 000 proyectiles ucranianos lanzados sobre las posiciones rusas en un día, la defensa de Putin responde con 90 000. Una y otra vez no pocos analistas puntualizan la superioridad en población y recursos de que dispone Rusia frente a Ucrania, la que sin la asistencia de la OTAN ya habría sido derrotada desde hace rato; 35 000 efectivos ucranianos entrenándose en EE.UU. y otros países de la OTAN acaban de sumarse a los combates, mientras que el presidente Biden anuncia el suministro de 24 600 millones adicionales en asistencia al gobierno de Zelensky (Ucrania), de manera que seguiremos teniendo guerra por un buen rato.

Efectos provocados por la guerra de Ucrania / Foro: Reuters-Sofiia Gatilova
Escenario de negociación y la posición de Cuba
Zelensky —alentado y apoyado por la OTAN— continúa manteniendo su postura maximalista como fórmula de negociación. Desde Crimea hasta la última pulgada de las posiciones rusas, todo debe ser recuperado y Ucrania acabará sumándose a la OTAN. Y si esto es así, ¿qué queda por negociar? Aparentemente nada; sólo una victoria militar abrumadora sobre Rusia aseguraría el maximalismo de Zelensky.
De parte de Moscú se presenta un maximalismo idéntico: la región del Donbass queda bajo la jurisdicción del Kremlin, como ha sido consagrado hace meses con la incorporación de las repúblicas de Donetsk y Lugansk y Crimea como parte inseparable de Rusia mediante referéndum en el 2014, sin tener que disparar un tiro.
De prolongarse la guerra y decidir Putin lanzar ofensivas en el norte hasta capturar Jarkov y en el sur hasta ocupar Odesa, el cuadro para Zelensky se complicaría al máximo. Para Rusia, la idea de Ucrania de sumarse a la OTAN es, simplemente, inconcebible e inaceptable. Su condición de país neutral es y seguirá siendo condición sine qua non.
En semejante contexto, los esfuerzos de China y, por otra parte, de un grupo de países del Tercer Mundo reunidos en Jeddah, capital de Arabia Saudita, no han desembocado hasta ahora en ningún tipo de diálogo o negociación. Y no parece que haya ningún avance en el futuro previsible. Tendremos guerra para rato.
El estallido de este conflicto supone para Cuba dimensiones muy diferentes. Al no condenar a Rusia por sus acciones —y quede bien claro que Cuba no ha apoyado explícitamente en ningún foro internacional condena alguna a las acciones de Moscú, habiendo votado en la ONU por la abstención, posición ésta más generalizada y mayoritaria entre los países del otrora llamado Tercer Mundo— esto ha servido de base para que desde Washington y Miami se orqueste todo un discurso orientado a presentar a Cuba como cómplice activo de Rusia en este conflicto y por ello merecedora de nuevas y mayores sanciones.
En este sentido deben recordarse tres elementos:
- El buen estado de las relaciones actuales entre Rusia y Cuba viene articulándose desde hace más de una década.
- En ningún momento Cuba se ha pronunciado en apoyo explícito de Rusia, ni siquiera durante la visita oficial del presidente Díaz-Canel a Moscú el pasado noviembre.
- La política exterior de Rusia valora altamente como elemento positivo favorable a ella en la actualidad la abrumadora vertiente que se pronuncia por la abstención y no culpan a Moscú por el actual conflicto y propician fórmulas de arreglo.

Miguel Díaz Canel junto a Vladimir Putin / Foto: Prensa Latina
En el plano bilateral, determinados flujos comerciales enfrentan inevitables alzas de precios —como ha ocurrido en todo el mundo como reacción a las sanciones occidentales impuestas contra Rusia, incluidos los combustibles. El componente representado por el creciente turismo ruso —estimado en un 20%— se vio afectado severamente por las restricciones occidentales sobre vuelos rusos sobre Europa Occidental en dirección a Cuba, factor éste que hizo desplomarse por más de un año el turismo desde ese país a Cuba y que sólo ahora comienza a normalizarse.
El ascenso actual de las relaciones económicas y de colaboración entre Cuba y Rusia está llamado a compensar en una cuantía importante los trastornos antes mencionados. El comercio bilateral —de acuerdo a fuentes del Kremlin— se triplicó el pasado año, alcanzando los $730 millones de dólares y se ha cuadruplicado en los primeros cuatro meses del presente año.
Algunas cabezas bien sensatas en Occidente comienzan a razonar e insisten en que la ruta hacia una solución negociada, deberá estar más en consonancia con los reclamos rusos que con el maximalismo de Zelensky. La última palabra será ventilada en el campo de batalla. Hasta entonces, no habrá arreglo definitivo. Un último ángulo que pudiera introducir una variante hacia una solución pactada, pero de lo que nadie habla hasta ahora sería la destitución de Zelensky y su gobierno (por vía consitucional o golpista) y la instalación de un gobierno mejor, dispuesto a considerar las concesiones antes mencionadas.
Veamos cómo se presenta el futuro…