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Género

Investigación social desde una perspectiva no androcéntrica y enfocada hacia la igualdad de género/entre los géneros

Codigo de las familias

Visiones del Código de Familias I (+ Audio)

por Redacción 13 septiembre 2022
escrito por Redacción

El Nuevo Código de la Familias será llevado a referendo el próximo 25 de septiembre en Cuba a fin de actualizar el Código anterior que data de 1975. Luego de un proceso de consulta popular y de la contribución de expertos, la versión 25 de este documento fue aprobada por la Asamblea Nacional del Poder Popular y puesta a disposición de los cubanos para su posterior votación.

“¿Está usted de acuerdo con el Código de Familias?”, será la pregunta a la que podrán responder todos los ciudadanos mayores de 16 años, mientras que los resultados definitivos dependerán de una mayoría simple del 50 % de los votos.

Uno de los puntos más polémicos ha sido la introducción del término “responsabilidad parental” en sustitución de “patria potestad”. Esta decisión rompe con concepciones de crianza arraigadas como la cultura del respeto que respalda el maltrato psicológico o físico a los hijos y desestima sus opiniones sobre decisiones que le atañen.

El código vigente plantea que los “padres están facultados para reprender y corregir adecuada y moderadamente a los hijos bajo su potestad”, mientras que en el artículo 138 el Nuevo Código exige educarlos “a partir de formas de crianza positiva, no violentas y participativas, de acuerdo con su edad, capacidad y autonomía progresiva”.

Por la importancia del proceso, La Joven Cuba presenta “Visiones del Código de Familias”, una serie de vox pópuli con opiniones recogidas sobre el tema. En este primer capítulo nos acercamos a la percepción social que existe sobre la responsabilidad parental y la propuesta de crianza que defiende el Código de las Familias, a pocos días de su votación.

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13 septiembre 2022 19 comentarios 1k vistas
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Teresa Díaz Canals

Teresa Díaz Canals: lo político en el feminismo cubano

por Lilian Rosa Burgos Martínez 4 diciembre 2021
escrito por Lilian Rosa Burgos Martínez

De acuerdo a algunas corrientes teóricas feministas, el espacio político ha sido históricamente un lugar expropiado a mujeres y otros grupos sociales desde la lógica de dominación patriarcal. El feminismo, como movimiento político y social, ofrece reivindicaciones y propone concebir una sociedad fundada a partir de un nuevo tipo de poder, una ética distinta para pensar «lo político» y «la política», nuevas formas de convivencia humana centradas en la equidad de género y justicia social.

La profesora, feminista y ensayista Teresa Díaz Canals, explica cómo se configura este análisis en el marco de la historia del feminismo cubano y los debates políticos actuales.   

¿Qué hemos aportado las mujeres a la política?

Quiero llamar la atención acerca del discurso «La mujer cubana en la vida cultural nacional», pronunciado por Matilde Álvarez Frank en el Club Rotario de La Habana el 18 de agosto de 1955, ante representantes de varias organizaciones femeninas. Hallarlo me ha permitido asumir con más profundidad los vínculos género-nación, género-mundo, género-política. 

Relata Álvarez Frank que en un periódico de Washington del 7 de abril de 1917, un parte explicaba la discusión del gobierno relativa a la participación de EE.UU. en la Primera Guerra Mundial. El resultado de la votación fue de 373 diputados a favor; 48 en contra y 8 abstenciones.

Cuando el Presidente preguntó a la diputada por el Estado de Montana, Miss Jeannette Ramkin, esta, después de titubear dijo con voz débil: «“Estoy dispuesta a apoyar a mi país; pero no puedo votar por la guerra” (y se sentó llorando en el escaño)».

Al divulgarse la noticia por el mundo, un periodista del periódico español El Imparcial indagó con mucha ironía que cómo habían reaccionado los otros diputados presentes en el cónclave, si la habían enviado para su casa a hacer calcetas o se habían puesto sentimentales también. Por su parte, el escritor Julio Cejador respondió que esa congresista estaba allí para hablar y actuar como una mujer.

Aunque por ser mujer nadie es naturalmente «pacífica», es claro que las mujeres desean la paz, no por el hecho de serlo, sino porque son seres humanos. Las lágrimas de Ramkin expresaron (y expresan) el pesar del mundo por tener que ir a una guerra a matar a otros seres humanos, cuando debieran abrazarse.

Teresa Díaz Canals (2)

Miss Jeannette Ramkin

La política feminista no busca construir una comunidad de mujeres, esto lo aclara muy bien la filósofa chilena Alejandra Castillo en su texto Nudos feministas. Las mujeres parecen estar por primera vez avanzando por los caminos de la política. Para entrar en ese mundo deben tener un comportamiento adecuado, cumplir con los mandatos de la feminidad.

A esta manera de ejercer la política, Celia Amorós la denominó «la incompleta investidura», es decir, pareciera que se actúa de modo vacilante. Es un secreto a voces que en este país las que poseen ciertos cargos significativos no pueden hacer absolutamente nada sin contar con la anuencia de las máximas figuras del Partido y el Estado.

En este sentido se ha instaurado el «sistema de cuotas» para supuestamente garantizar igualdad de oportunidades, pero sabemos muy bien que esto necesariamente no garantiza el resultado de la carrera por el poder, de responder a los intereses propiamente femeninos.

¿Cuántas mujeres con cargos políticos y académicos defendieron, por poner un ejemplo, la propuesta de la sociedad civil cubana en las primeras firmas de cuarenta ciudadanas? Algunas abanderadas y teóricas acerca de la violencia sobre las cubanas no apoyaron esta importante iniciativa. Conformaron una comisión, sí, pero mientras tanto, los asesinatos por motivo de género siguen ocurriendo en el país con igual intensidad porque nada ha cambiado.

Este sistema de cuotas, tendría que sustentar también que esas mujeres empoderadas nos representen verdaderamente, para ello deberían tener conocimiento del tema y autonomía. Solo así se lograrán avances significativos en los temas de equidad y respeto a las diferencias. ¿Cuántas mujeres con determinado poder en el país defendieron a las menores presas y a las madres de presos por los acontecimientos del 11 de julio, a las mujeres apresadas injustamente? Si tuvieron opiniones diferentes a las del Partido Comunista, guardaron silencio.

No es defender lo injusto, es defender la verdad. Esa viceministra que un día declaró que los profesores tienen que ser obligatoriamente «revolucionarios», ¿a quién representó? No es precisamente una abanderada de la tesis ética que dice: educar no es adoctrinar.

¿Específicamente qué hemos aportado las mujeres a la política de la nación?

La respuesta a esta pregunta merece un libro extenso. Solo brindaré unas pinceladas. Cuando Cristóbal Colón llegó a Cuba y vio el cabello de las indígenas escribió asombrado en su diario: «como seda de caballo». Ese es el signo de nuestra nación: la fineza y la resistencia de la cola del caballo, semejante al pelo de nuestras indias.

– Gertrudis Gómez de Avellaneda

Una de las precursoras del feminismo en Cuba, en La dama de Amboto denuncia la injusticia por cuestión de sexo. Relata cómo un padre viudo se vuelve a casar y al tener un hijo varón del segundo matrimonio, su hija María Urraca es despojada de su mayorazgo. La Peregrina explica que el sexo femenino era desheredado sin contemplaciones, y cómo la protagonista se rebela en su interior contra la valoración parcializada a favor de la masculinidad.

Teresa Díaz Canals (3)

Gertrudis Gómez de Avellaneda

El Diario de amor es el espejo de su alma y de su moralidad, resumida esta última en dos categorías éticas fundamentales: libertad y amor. Destaca en sus memorias las aspiraciones, su protesta por la división sexista del trabajo y su defensa de la mujer intelectual.

Ni el propio José Martí escapó a una interpretación prejuiciada de la poetisa. De ella dijo que había un hombre altivo, a veces fiero, en su poesía. No entendió la infelicidad de esta mujer y su verdadera grandeza. La comparó con una roca incapaz de sentir dolor humano. Se equivocó en esa valoración, y no decimos lamentablemente porque es lógico que diera, como hijo de su tiempo al fin, esa calificación a una mujer que fue capaz de buscar la felicidad en varios hombres.

– Marta Abreu: grabar lo que se desvanece

Esta cubana contribuyó con dinero a la libertad de su país y se vinculó de manera entrañable a Santa Clara, su ciudad. Le pasó por la cabeza el traslado de la capital al centro del país, empeñada en que esta podía ser la ciudad-familia para desarrollar la cultura, mantener la tradición a través de la defensa de lo verdaderamente auténtico. Si José Lezama Lima fue de La Habana desde la poesía, Marta Abreu fue de Las Villas desde su desprendimiento, desde su generosidad.

No fue una feminista, pero la relación de pareja que tuvo con Luis Estévez, el abogado pobre que conoció en la esquina de su casa de Prado, desde el ámbito de lo social, la podemos comparar como una relación de avanzada desde el género. Ella proponía, imaginaba, decía, su esposo ejecutaba y cuidaba de que sus ideas se hicieran realidad.

Fue amiga, además, de la patriota puertorriqueña Lola Rodríguez de Tió, a la que entregó dinero para sufragar expediciones hacia la Isla durante la guerra de independencia. Fue Marta y no su esposo quien debió haber sido vicepresidenta del primer gobierno de la República.

– Ana Betancourt: la adelantada de Cuba

Una de las grandes protagonistas en nuestra historia en relación a lo político, que en 1869 rompe con los códigos de subordinación y pide en Guáimaro la igualdad entre hombres y mujeres; Carlos Manuel le expresó en ese momento: «se ha adelantado usted cien años».

– Emilia Casanova: la vehemencia del separatismo

 En la actualidad apenas se rememora esta figura que tuvo mucha relación con el tema político. En 1855 se casa con el autor de Cecilia Valdés, Cirilo Villaverde. En la emigración, los sótanos de su casa fueron depósito de rifles, cartuchos, revólveres, machetes. Muchas de las expediciones de la Guerra de los Diez Años salieron de allí. En 1868 —cuando comenzó la contienda— Emilia bordó una bandera igual a la de Narciso López y se la envió a Carlos Manuel de Céspedes. Se adelantó a los hechos, todavía no había sido adoptada como definitiva. A partir de esa fecha y hasta la Protesta de Baraguá, vistió uniforme semimilitar, una casaca de mangas anchas, saya de color azul.

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En 1869 fundó la Liga de las Hijas de Cuba, primera sociedad de mujeres para recaudar fondos para la guerra. También ayudó a Calixto García en su expedición en 1880 para la Guerra Chiquita. Cuando José Martí fundó en 1892 el Partido Revolucionario Cubano, Emilia, de sesenta años, le remitió una carta apoyando el acontecimiento. Fundó el Club José María Aguirre y llevó a Máximo Gómez en 1894.

– Dulce María Borrero

Formó parte de una valiosa familia desde el punto de vista intelectual. Pero ¿quién fue por sí misma? ¿Qué representa esta mujer apenas recordada? ¿Qué aportes hizo a su país y a la historia del pensamiento feminista cubano?

Estos tiempos que requieren revivir ideas que perfilen y reinventen de nuevo la nación, es parte del fragmento que nos falta. En ciencias sociales el conocimiento siempre es recomienzo.

Dulce María y su familia vivieron exiliados los últimos años del siglo XIX. Se trasladan a Key West (Cayo Hueso), lugar que se convirtió en un símbolo de la emigración cubana. Las mujeres de la familia cosían ropa para los insurrectos y recogían fondos para la revolución.

Después del nacimiento de la república llevó a cabo una actividad intensa. En tertulias que tuvieron lugar entre 1902 y 1906, Dulce María establece relaciones de amistad con políticos, intelectuales y científicos. Es una teórica que se introduce en el movimiento político-social de su época.

Fue una de las organizadoras del homenaje del Club Femenino de Cuba a la escritora y feminista uruguaya Paulina Luissi, donde se produjo la Protesta de los Trece, primer acto público de desmarque de la juventud intelectual respecto a la corrupción política gubernamental. Lejos de oponerse a la interrupción de la actividad, Dulce María plantea: «[…] tanto vicio antiguo […] y tanto vicio reciente se debate la patria moribunda […] parece como que se borra y extingue la fisonomía moral, el carácter peculiar de un pueblo admirable y de su ayer glorioso». 

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Dulce María Borrero

¿Qué implicaciones tiene pensar la política desde una perspectiva feminista?

Pensar la política desde una perspectiva feminista significaría una política realmente inclusiva que desarrollará una praxis de la diferencia. La gran novedad del orden democrático es que ha de ser creado entre todos los seres humanos que integran la sociedad.

El movimiento de las mujeres, que rápidamente se tradujo en la aparición de los feminismos, supone el reconocimiento de la pluralidad, del desacuerdo enriquecedor. Estimo que sería pertinente estudiar la idea de la filósofa española María Zambrano acerca de la metáfora del corazón, porque argumenta que el sentimiento también es conocimiento.

Aunque ella no se reconocía como feminista, las feministas contemporáneas debieran enarbolar esta tesis en la formación de las nuevas generaciones, para que al poder lleguen personas con mayor sensibilidad. Un gobierno con determinada sensibilidad no estaría pensando en un festival de San Remo, fiesta y pachanga, mientras un pueblo enferma y muere por falta de medicinas y alimentos.

Otro aspecto importante en este tema feminismo/política: no es posible elegirse a sí mismo como persona sin elegir, al mismo tiempo, a los demás.  Los demás son todos los seres humanos. El feminismo también es una ética y la ética es un anhelo, un deseo de que el horror terrenal no tenga la última palabra.

4 diciembre 2021 8 comentarios 2k vistas
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Educación

Conservadurismo religioso y educación sexual

por Maximiliano Trujillo Lemes 24 junio 2021
escrito por Maximiliano Trujillo Lemes

Los viejos manuales soviéticos de filosofía marxista-leninista dedicados al llamado materialismo dialéctico, aseguraban, quizás con razón, que las contradicciones eran la fuente de todo desarrollo, y las solían clasificar en: «fundamentales y no fundamentales», «internas y externas», «antagónicas y no antagónicas», etc. Luego aseveraban que las contradicciones antagónicas internas solían ser la causa básica de esa movilidad, de ese desarrollo, en tanto se generaban dentro de un sistema, órgano u organismo, y devenían en su perturbación y evolución correspondientes.

Esas presuntas verdades, que los cubanos que accedían a la educación media y superior aprendían de memoria, casi como los cristianos devotos aprenden la Biblia; unas veces para aprobar exámenes y otra por la convicción de que, asimilándolas, nos convertiríamos en sujetos con pensamiento dialéctico para enfrentar la vida y la comprensión del mundo, a veces se olvidan hoy. Una acusación frecuente para la época, cuando alguien insistía con obstinación en un argumento, era decirle: ¡no eres dialéctico!

Nos enseñaban, además, que la dialéctica se dividía para su estudio en «objetiva» y «subjetiva», con ello nos completaban el cuadro de comprensión de la movilidad inevitable de toda la realidad, aunque no siempre se asumía la necesidad del cambio para decodificar todas nuestras circunstancias. Por ejemplo, al valorar el proceso en las sociedades del llamado socialismo real, la mayoría de esos textos aseguraban que en el socialismo solo se revelaban contradicciones «no antagónicas».

Se insistía en que, tras la derrota de los antiguos explotadores y el establecimiento del denominado por entonces Estado de nuevo tipo, nos encaminábamos, en un espiral armónico, a la consecución del comunismo, donde se cerraría, presuntamente, el ciclo dialéctico de las negaciones. Era evidente que a nivel metodológico se asumía un cariz muy hegeliano para explicar estos asuntos.

Ello justificaba la unanimidad social y política, establecía como natural la inexistencia de objetores consecuentes dentro de los límites de la nueva sociedad y negaba que fuera posible la «reversibilidad del sistema». Sin embargo, lo que pareció ser, ya no es; vivimos actualmente en una sociedad que aspira a devenir modelo anticapitalista, pero que evidencia múltiples contradicciones internas, muchas de ellas de carácter antagónico, y que enfrenta a grupos y sectores que suelen tener, aunque no siempre proyectos irreconciliables, sí proyecciones contrapuestas en torno al país que desean.

Educación (2)

«Hoy en Cuba casi toda unanimidad es falsa».

Lo anterior permite afirmar que hoy en Cuba casi toda unanimidad es falsa, y quizás haya que afrontar definitivamente aquello que la vieja dialéctica enseñaba: las contradicciones internas son inevitables dentro de un sistema, y de ellas, las de carácter antagónico —esas que garantizan no solo la movilidad, sino además los cambios radicales dentro del conglomerado social—, nos son consustanciales.

Expresiones de tales contradicciones han aflorado desde hace años en diversos ámbitos, entre otros en torno a los modelos de familia y a los tipos de moralidades que deben aceptarse dentro de la cada vez más heterodoxa sociedad cubana.

Esto ha ocurrido, sobre todo, tras romperse en las mentalidades de no pocos, las viejas lógicas de lo que hasta la década de los noventa se denominaba moral socialista, y que en muchos presupuestos coincidía con la moral judeo-cristiana, de tanto influjo en la constitución del deber ser de la familia cubana: estructura monogámica, patriarcal, autoritaria con variaciones tras la salida masiva de mujeres al espacio público y el inicio de los debates en los sesenta referidos a la igualdad.

Es prudente recordar que aquel cuerpo moral defendido como socialista, impugnaba la infidelidad femenina, las orientaciones sexuales que rompieran con la heteronormatividad u «otros desvaríos»; y ello —salvo algunas críticas a la salida de los hijos del espacio familiar para incorporarse al sistema de becas generadas por la escuela al campo—, no provocó nunca choques frontales entre los sistemas religiosos más conservadores y sus presupuestos ético-morales vs las políticas del Estado a esos respectos.

Tampoco la religión contaba con bases sociales lo suficientemente sólidas para enfrentar conflicto alguno, especialmente tras las confrontaciones con el Estado en los sesenta y su consiguiente debilitamiento institucional y humano. En su transformación capital de la sociedad, que benefició a millones de individuos, cuando la Revolución puso a elegir a sus ciudadanos entre la fe religiosa y la adscripción al proceso: ¡las mayorías no tuvieron dudas!

En los noventa todo empezó a cambiar. La caída del socialismo real en Europa central, oriental y la URSS, aliados espirituales y estratégicos del Estado cubano por unos treinta años, no solo nos provocó la más grande crisis económica que haya vivido la nación en su historia, sino que además removió las bases filosóficas y espirituales que fundamentaban las convicciones de parte no despreciable del pueblo cubano en sus posturas cosmovisivas, morales y otras.

Una de las tablas de salvación a la que acudieron muchos para poder enfrentar la debacle que se vivía fue retornar al encuentro con las religiones. Quedó atrás el ateísmo, no solo institucional sino de actitudes, y se comenzó a presenciar lo que los investigadores que han tratado el asunto definieron como «reavivamiento religioso» en Cuba.

La nueva situación fue devolviendo sus bases sociales a las instituciones religiosas tradicionales, como la Iglesia Católica u otras denominaciones cristianas de larga data en la Isla; también visibilizó sin ambages las prácticas religiosas de origen africano, que incluso habían sido muy contenidas en la República Burguesa, a pesar del laicismo declarado de las dos constituciones republicanas.

Súmesele la aparición incontenible de nuevas formas de religión y religiosidad, que incluyen al islamismo, las religiones orientales y cada vez más al neo-pentecostalismo con su Teología de la prosperidad —muy vinculada conceptualmente al neoliberalismo como modelo económico e ideología política del capitalismo de fines del siglo XX e inicios del XXI—, a la que se han orientado iglesias y denominaciones protestantes y evangélicas más tradicionales.

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La discusión del proyecto constitucional en el 2018 fue expresión de la energía de las iglesias cubanas (Foto: IPS)

Todas ellas tienen hoy voz suficiente para pretender dirimir conflictos y quizás salir airosas. La discusión del proyecto constitucional en el 2018, que devino Constitución de la República al año siguiente, fue expresión de su energía. La casi totalidad de estas instituciones pujaron por salir al espacio público o emitieron declaraciones objetando el proyectado artículo 68 de aquel texto, que reconocería un nuevo concepto de unión matrimonial y aceptaba la posibilidad del llamado matrimonio igualitario. ¡Nada igual se había visto en Cuba, por lo menos a partir de la década de los setenta del siglo XX!

Lo cierto es que el artículo de marras no fue aprobado, y durante los debates se emitieron más de 16.800 criterios adversos. Muchas de las iglesias y denominaciones, sobre todo cristianas, lo asumieron como una victoria simbólica y legal, pero quedaron alertas para otros posibles conflictos.

Al parecer llegó la hora. El Ministerio de Educación aprobó, presuntamente, la Resolución 16/2021[2] que legislaría la educación sexual de niños, adolescentes y jóvenes en el Sistema Nacional de Educación, y de inmediato, en las últimas semanas, se ha generado todo tipo de reacciones entre iglesias evangélicas, denunciando que la referida resolución irrespeta el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos, y procura incentivar la llamada ideología de género en la formación de las nuevas generaciones.

A esta postura se sumó la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, con un comunicado por el Día de los Padres, el domingo 20 de junio, que dedica, en tono denunciatorio, por lo menos seis de sus acápites al asunto.

¿Qué tipifica a esta reacción? ¿Qué es la presunta ideología de género que tanto revuelo provoca? ¿Puede tener consecuencias frente al futuro referéndum en que se debe aprobar el nuevo Código de las Familias? Por razones de espacio, estas respuestas se ofrecerán en un próximo artículo.

***

[1] No se ha podido acceder a la vilipendiada Resolución en la página que tiene habilitado el MINED para ello.

24 junio 2021 27 comentarios 3k vistas
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Familia

La familia, el CENESEX y los medios del Estado

por Giordan Rodríguez Milanés 17 mayo 2021
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

El 4 de mayo de 2021, el sitio web Cubadebate publicó el artículo «Jornada contra la homofobia y la transfobia, otro paso en un camino de derechos». En él se aludía a una conferencia de prensa en la cual interviniera Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y Diputada a la Asamblea Nacional. Se circunscribía a la referida jornada con el proceso de discusión del código de familia que se avecina, referéndum mediante.

Los comentarios de los foristas en el artículo de marras, indican que estamos aún lejos de una comprensión consensuada de la necesidad de pasar de la hetero-normatividad tradicional a una basada en el otorgamiento de todos los derechos a todos los tipos de familia. La doctora Mariela Castro planteó, según Cubadebate, que: «debemos trabajar también en la creación de conciencias, en la creación de conocimientos de modo que no sigan atravesados por diversos prejuicios en torno a la orientación sexual, los diferentes tipos de familias entre otros».

Esa conciencia no la puede lograr únicamente el CENESEX, menos sin contar con el concurso sistémico de los medios de comunicación estatales y la prensa, las instituciones educacionales y de la cultura artística. Hoy solo me voy a detener en el análisis del modo en que los medios se han proyectado hacia este sensible asunto.

Rutas del nuevo conservadurismo

Es una práctica del ICRT y la prensa, marcar determinados temas para que se enfaticen editorialmente en los territorios. Por ejemplo: la comparecencia diaria del doctor Durán, los twitts del Presidente de la República, cualquier publicación del periódico Granma relativa a la subversión político-ideológica o la Guerra de Cuarta Generación; serán inmediatamente replicados por los sitios webs de emisoras y televisoras territoriales y sus páginas oficiales en redes sociales.

Un análisis de los temas reproducidos en medios estatales de tres provincias de Cuba: Pinar del Río, Granma y Villa Clara, nos muestra que el 4 de mayo, tales medios y sus páginas oficiales en redes sociales, no solo no reprodujeron la reseña, sino que ni siquiera hicieron la más mínima referencia a ella.

Únicamente en la página web de la emisora Radio Guamá, de Pinar del Río, se alude a «una batalla cubana contra la homofobia y la transfobia» y se listan actividades virtuales a ser realizadas por motivo de la jornada, no obstante, no hay una convocatoria explícita ni enfática a sus lectores.

En un artículo publicado por el sitio web de la CMHW, emisora provincial de Villa Clara, se informa sobre la visita de Mariela Castro a Santa Clara como parte de la jornada, y se mencionan las acciones contra la discriminación en las escuelas cubanas. No se aborda, sin embargo, la polémica respecto a la inclusión del matrimonio igualitario en el Código de Familia.

Derechos LGBTIQ: entre el Estado y la pared

Activistas, lideresas y líderes granmenses de proyectos defensores del matrimonio igualitario y los diversos tipos de familia, me confirman el monitoreo de contenidos que hiciera durante el mes de abril a los programas de orientación a la familia en las emisoras Radio Bayamo y Radio Granma de Manzanillo. ¡Ni una sola vez fueron invitados a dialogar sobre el tema en pugna!

¿Qué campaña de concienciación es esa en la cual los contenidos favorecedores de su comprensión no se reproducen en los medios territoriales del país? ¿Descuido? ¿Alguien tenía que dar la indicación y no lo hizo?

El viernes 13 de mayo, en el espacio cinematográfico La Séptima Puerta, del canal Cubavisión, el crítico Rolando Pérez Betancourt presentó el filme Desobediencia, en el que aparece íntegramente una secuencia erótica lésbica. Sin embargo, menos de veinticuatro horas después, en el programa Espectador Crítico del Canal Educativo, presentado por la doctora Magda Resik, fueron mutiladas dos escenas similares de la película Ammonite. ¿Por qué en un canal sí y en otro no?  ¿Acaso no responden a la misma política de programación vigente?

Una nota de disculpa aclara que la censura de las escenas «no responde a una postura institucional». ¿A qué responde entonces? De acuerdo a la nota, aparecida en redes sociales y no en el propio canal —al menos hasta ahora—, se trató de: «la decisión de la asesoría del programa».

Si los asesores son los encargados de velar por el cumplimiento de la política de programación en los colectivos de los espacios de las emisoras y televisoras estatales cubanas: ¿Podemos suponer que la censura se debió a un conato de indisciplina de alguien que no comprende la expresión artística del homo-erotismo? ¿Qué medidas tomó la dirección del ICRT para que, eventualmente, no sigan ocurriendo tales dislates?

Una demanda para Danay Suárez

Por otro lado, en ese mismo Canal Educativo disfrutamos la gala por la jornada en horas de la noche del domingo 15 de mayo. O sea: ¿Cómo es coherente con la necesidad de concienciar el que ayer alguien censure y hoy promueva?

A propósito del Día Mundial de las Familias, observé una publicación en la página oficial de Facebook de Radio Granma, emisora municipal de Manzanillo, cuyo texto hablaba de familias en plural, pero lo acompañaba la imagen de una familia tradicional. ¿Por qué? ¿Por descuido? ¿Por apego a una forma convencional de mostrar la familia cuando el Estado está abogando por reconocer todas sus variantes, y afirma promover el matrimonio igualitario?

Al menos una periodista de esa emisora compartió la referida publicación en su página personal de Facebook, con un par de citas bíblicas defensoras de la denominada familia original. Luego la retiró.

Una crónica sobre la familia, publicada por la periodista Denia Fleites en el propio órgano, se refiere también a una, la suya, de tipo «original», —ya sabemos que la crónica periodística puede ser un género personalísimo— con foto incluida, y tampoco se abordan otros tipos de familia.

En una entrevista realizada el 11 de mayo a una funcionaria de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) en la televisora provincial de Granma, se detallaron las actividades que se realizarían en saludo al Día Internacional de las Familias. Los ejes temáticos divulgados abarcaron desde la familia en el enfrentamiento a la Covid hasta su participación en el programa de alimentos. No hubo alusión a una sola actividad encauzada a la educación en aras del reconocimiento de todos los tipos de vínculos familiares. ¿Es que la promoción de todas las modalidades de familia no le compete a la FMC de Granma? ¿No lo tienen como prioridad?

La cara oculta del ICRT

Un artículo del sitio web del periódico La Demajagua, difundido el 15 de mayo, si bien incluye que el nuevo Código de Familia pretende reconocer: «el matrimonio y la unión de hecho, como un derecho, sin discriminación de cualquier persona»; reduce la familia a: «la encargada de la renovación de la fuerza de trabajo, del cuidado de los niños y los ancianos y, a la vez, deviene unidad económica productiva». Como vemos, se centra en el activismo de la FMC y evade abordar la postura del CENESEX respecto al asunto sobre el cual parece no haber consenso en la sociedad cubana.

He aquí apenas una muestra de que los puntos de vista de periodistas y comunicadores estatales, al menos, están divididos en relación con el reconocimiento jurídico de todos los tipos de familia y, por ende, del matrimonio igualitario. ¿De qué modo van a lidiar la presidencia del ICRT y los consejos de dirección de emisoras y televisoras territoriales, con los comunicadores prejuiciados o apegados a la norma de la familia patriarcal y hetero-normada? ¿Van a prohibirles que aborden el tema honradamente? ¿Van a obligarles a que reflejen la postura del CENESEX? ¿Cómo se prepara el ICRT para la confrontación ideológica que implicará la discusión y el referéndum del nuevo Código de Familia?

Que el ICRT responda esas preguntas quizás no sea una prioridad para Mariela Castro. Según OnCuba, además de lo que nos dice Cubadebate, la diputada  también declaró en la conferencia de prensa del 4 de mayo, que hay que estar: «muy atentos de que no se repita el mismo error metodológico de cuando la Constitución, que daba una idea de que había mucha gente en contra del artículo 68 cuando en realidad no era así». Igualmente agregó, al referirse a su participación como diputada en las discusiones sobre el artículo 68: «pude apreciar que la mayoría de las personas están a favor de reconocer los derechos de las personas LGTBIQ+, sobre todo en la opción que incluye el matrimonio».

Tal vez por esa seguridad de la directora del CENESEX, se considere innecesario que el ICRT y la prensa de los territorios —no me estoy refiriendo a los medios nacionales—  sean coherentes. ¡Quién sabe!

17 mayo 2021 33 comentarios 3k vistas
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diccionario

Breve diccionario del lenguaje inclusivo

por Alejandro Muñoz Mustelier 4 marzo 2021
escrito por Alejandro Muñoz Mustelier

Hará falta un diccionario nuevo. Aunque el secuestro o modificación del lenguaje por algunos grupos no es nuevo, nunca antes habían sido causa de disputa para autoridades de tan disímiles naturalezas como lo son las academias de letras y las fuerzas políticas y sociales. Es cierto, los intelectuales –sobre todo los escritores y estudiosos de la lengua– han sido siempre el complemento directo para verbos como ametrallar, desaparecer, encarcelar; pero nunca por la acalorada discusión sobre el valor de este u otro morfema.

Actualmente existe la sulfurada lucha –por suerte sin los verbos anteriores– entre gobiernos, intelectuales y movimientos sociales por los aciertos o desaciertos, por la razón de ser o no del llamado lenguaje inclusivo. Sin ir más lejos, en el 2018, el mismísimo Arturo Pérez-Reverte amenazó con abandonar la Real Academia de la Lengua Española (RAE) si esta ayudaba al gobierno a adecuar la Constitución al lenguaje inclusivo.

La Academia, por su parte, sigue siendo presionada desde lo político y lo social para que acepte todas las peripecias de esta forma del habla, pero la institución se mantiene en sus trece.

El año pasado, la escritora J. K. Rowling sugirió en twitter que las personas que menstrúan son mujeres. Por ello recibió ataques de todo tipo de movimientos y personas, incluyendo a la actriz Emma Watson, quien, haciendo aquí un resumen, dijo que las personas transgénero también merecen menstruar si así lo quieren –o algo como eso–. De hecho, la cuestión de la Rowling se basa en el hecho de que cometió un pecado al exponer una diferencia entre los géneros.

Este mes, la activista del feminismo Florence Thomas, cansada de malabares lexicales, pidió un uso racional para el lenguaje inclusivo. Se desmarcó del «hijes» y el «todes» y pidió volver al «todos y todas». Rápidamente tuvo su respuesta de parte de quienes argumentaron que hay personas que no se sienten «ellos» ni «ellas», y que no hay por qué andarse con identidades binarias en estos tiempos.

El presidente de la RAE, en visita a la Academia Cubana de la Lengua, expresó que no era posible mantener un discurso desdoblando permanentemente el masculino y el femenino. Mientras, en los medios de difusión nacionales se suele usar a la RAE como referencia, pero se usa el llamado lenguaje inclusivo en un franco «estar a la moda». En resumen, estamos en presencia de un conflicto mediático de dimensiones homéricas.

Conflicto, del lat. conflictus. Sust, masc: Problema, cuestión, materia de discusión.

El conflicto en torno al llamado lenguaje inclusivo se lleva en los medios, como toda batalla post moderna que se respete. Entre noticias de los últimos femenicidios y las recientes masacres centro y sur americanas, salarios no igualitarios y otros tipos de discriminación sexista, observamos cómo en el idioma español, se marcha en una cruzada lexical cuya cúspide sería el cambio de los morfemas de género de muchos sustantivos.

Para algunos trasciende el mero cambio morfológico y la asunción del género gramatical masculino como forma no marcada –la usada para designar ambos géneros: hombre, alumnos, lectores– entraña insondables significados psicosociales y no sólo de estilo.

Estilo, del lat. stilus. Sust, masc: Manera de escribir o hablar peculiares.

El lenguaje es un sistema de sistemas. Está vivo y es extremadamente complejo, sólo comparable con el pensamiento. Lo que se ha dado a llamar «lenguaje inclusivo», no es más que un estilo, una forma estilística dentro del lenguaje, en este caso del idioma español. Por demás, cualquier alusión al «lenguaje inclusivo» es una exageración de conceptos.

Es una sólo forma de hablar, no se introducen términos, no se innovan los códigos ni la estructura de la comunicación, únicamente se intenta modificar –por los motivos que fueren– la percepción genérica con simples cambios fonéticos. Es comprensible entonces no pensar que estas innovaciones constituyan por sí mismas un lenguaje, y sí una «forma políticamente correcta» dentro del español.

Política, del lat. politicus. Adj, fem: que interviene en cosas de gobierno y en negocios del Estado.

Uno de los actores en esta problemática son las fuerzas políticas. Muchas de estas se han alineado con los movimientos y las comunidades pro-estilo-inclusivo, y esto tiene una explicación tan sencilla como visceral: la anuencia a su favor en las urnas de todos, incluyendo a este electorado progresista que lleva –a fuerza de exclusión– el ruido y el desbordamiento mediático en su estrategia.

Generalizando un poco, los partidos de izquierda, que históricamente han sido muy conservadores en cuanto a rol de género y al concepto mismo de familia, han descubierto en la semiótica inclusiva una buena iniciativa para sumar seguidores. Los partidos de derecha igualmente han adoptado esta estrategia: es bueno recordar que la Guerra Fría de algún modo nunca terminó en América, sino que adoptó matices «democráticos» –esta es la acepción secuestrada de la palabra.

(Foto: T13)

Con la excepción de algún que otro partido de origen religioso, todos compiten por la «inclusión de los excluidos». No obstante, dentro la labor inclusiva, el estilo del lenguaje es la que menos acción, inversión, o cambios reales demanda. A la vez, es la más mediática, fácil de enarbolar y que ofrece la ilusión de estatus pro igualdad al desterrar al masculino como forma no marcada del género: esto sucede en un continente donde el derecho al aborto todavía parece ser un tema pendiente o digno de algún tipo de debate.

Por otro lado, el hecho de que estos movimientos sociales y comunidades hayan emprendido una lucha por causas justas como los derechos de la mujer, marca de progresista y amigable a cualquier partido o actor político que adopte no ya sus fundamentos, sino sencillamente su semiótica en imagen y sonido.

Es muy cierto que en algunos países han existido verdaderos avances en esta materia -Cuba incluida–, y que existen movimientos políticos completos basados genuinamente en los ideales de empoderamiento femenino e igualdad de géneros. Sin embargo, existen muchos, mayoría pudiera ser, que usan el discurso inclusivo como arma de elección masiva, y lo publicitan en sus medios como estandarte, promoviendo, en primera instancia, este debate sobre la exclusión o no de la mujer en el español.

Exclusión, del lat. exclusio, -onis. Sust, fem: acción y efecto de excluir.

En esta misma facción, pero con intereses propios que se escapan de sumar electorado, las comunidades feministas, progresistas, los movimientos y meros partidarios –sin afiliación a ningún grupo– del uso del estilo inclusivo, argumentan que no se trata de un asunto meramente lingüístico, sino de una imposición patriarcal histórica en la que la regulación, administración e institucionalización del lenguaje ha corrido por parte de los machos, lo cual centra en el modelo patriarcal al habla y a la literatura.

Desde este punto de vista, la forma de nombrar el universo mismo estaría atravesada por la diferenciación jerárquica entre hombres y mujeres, con el dominio masculino por supuesto. Se apoyan en la visión psicoanalítica al exponer –especialmente en la de Jacques Lacan– al lenguaje como estructurador de la realidad y de la visión que tenemos sobre nosotros mismos: lo que no se nombra, no existe.

Entonces, los pronombres «todos», «ellos», o el sustantivo «el hombre» para referirse a toda la especie, excluyen al género femenino, o peor, lo absorben e invisibilizan.

El empleo del lenguaje inclusivo no se libra de los memes.

Algunas mujeres afirman no sentirse aludidas al usarse la forma no marcada en masculino -en un eso no es conmigo- cuando se habla de los trabajadores, los alumnos, los ministros, los médicos, los votantes. Pero lo cierto es que la dicotomía genérica en español trasciende a los asuntos de discriminación sexista y pasa por la estructura de pensamiento del ser humano.

El pensamiento está diseñado de modo tal que discrimine –usado en acepción de separar–, grados y opuestos. Es la forma de clasificar al mundo que rodea al individuo: bueno/malo, placer/dolor. Sí, aquí hay grados positivos y negativos, pero no todos los opuestos son jerarquizables: azul/rojo, arriba/abajo, mujer/hombre, singular/plural, presente/pasado.

Separar no es discriminar; pensar lo contrario sería ver a los transgéneros como una comunidad de grandes discriminadores sencillamente por sentirse de uno u otro género. Si asumimos que la forma no marcada para el español es el masculino en género, el singular en número, y el presente en tiempo, habría que asumir entonces que el español es machista, y también singularista y presentista.

Otra prueba de que la distinción de grados y opuestos rebasa la cuestión de género, es que esta varía de idioma a idioma. En chino, por ejemplo, no hay géneros en los sustantivos. Sin embargo, estos se clasifican de acuerdo a su naturaleza y forma usando múltiples clasificadores: planos, redondos, personas, animales o equipos eléctricos. ¿Es entonces el chino un idioma que segrega por forma y naturaleza, o estas clasificaciones son resultado de sus necesidades y evolución lingüística?

Evolución, del lat. evolutio, -onis. Sust, fem: cambio de forma.

La distribución del género en el español tiene un carácter evolutivo. Sin querer pasear por cementerios lingüísticos, hay que decir que la primera declinación del latín, eminentemente femenina, tenía vocal temática –a, y la segunda declinación, mayormente masculina, –o. Con los procesos de transformación del latín en lenguas romances, se generalizó la –a para los sustantivos femeninos y la –o para los masculinos por una cuestión meramente hereditaria.

La repartición de los géneros a cada sustantivo no atendió a principios patriarcales, sociológicos o elitistas, sino a ajustes morfológicos y, sobre todo, de economía lingüística. Por ejemplo, los nombres de los árboles se daban por lo general en femenino, cuya terminación era –us, como en pinus.

Lo más económico era entonces llevarlo a –o., partiendo de que la economía lingüística y en particular la economía fonética se basan en el uso de la menor cantidad de fonemas para expresar una voz –de ahí las contracciones en el habla popular pa por para, to por todo y na por nada.

Teniendo en cuenta todo esto, en El lenguaje de género y el género lingüístico, José Antonio Martínez explica que «en el masculino genérico, se volatiliza la significación de macho y su concreta referencia al varón como tal, extendiendo en consecuencia su alcance también a la mujer. En ningún sentido –ni semántico ni lógico–, el masculino genérico subordina a la mujer, ni la oculta: ambos sexos quedan igualmente mezclados y negados en su especificidad y diferencias».

Pero la presión de algunos sectores sociales y políticos sobre las academias de la lengua en Hispanoamérica es notable, y quienes abogan por el uso del estilo inclusivo apostrofan de dictadura a estas instituciones, teniendo por tirana a la Real Academia Española.

Dictadura, del lat. dictatura. Sust, fem: régimen que concentra todo el poder en una sola persona o en una organización y reprime los derechos humanos.

Pero en la Real Academia Española no hay un comité de académicos trepados en sillas, promulgando leyes a golpe de báculo. La función de la RAE es reguladora y sistematizadora. Esta institución obedece a la verdadera y legítima dictadura: la del habla. Lo que es masivo, es ley.

De esta forma han institucionalizado verdaderas galimatías –«subir para arriba»–, y han tenido que incluir en sus diccionarios términos antes incorrectos –«freído»–, o cambiar el género de vocablos por fuerza de uso como –«el y la sartén»–. He aquí la demostración de que no son dueños de la lengua, y el día en que el estilo inclusivo sea de uso masivo, su única opción será la de incluirlo en todos los manuales de lingüística y morfosintaxis.

(Fotos: ilustrativas / Qué digital)

Cabe preguntarse entonces si no valdría la pena, sólo por respeto a quienes no se sienten identificados con el masculino como forma no marcada del género, aceptar el lenguaje inclusivo y punto. El problema aquí radica en donde radican casi todos los problemas: la economía.

Economía, del gr. oikonomia. Sust, fem: administración eficaz y razonable de los bienes.

La economía de lenguaje, tanto como la de pensamiento, sigue el principio de lograr la comunicación con el mínimo esfuerzo posible. Dicho de otra forma, la distancia más corta entre A y B no es una elipsis ni un garabato, sino una línea recta. Nuestra estructura de pensamiento no nos permite otra cosa, y la jerga inclusiva no es sostenible desde el punto de vista económico.

Nuestro cerebro nos llevará, invariablemente, por el camino más corto, ese de usar una forma no marcada de género. Usar el lenguaje inclusivo a conciencia implicaría ir tropezando cada pocas palabras, lo que enredaría el discurso hasta la inanición neuronal y convertiría la selección lexical en un acto consciente, algo que han experimentado todas las personas que empiezan a aprender un idioma ajeno e intentan traducir mentalmente cada una de las frases.

El escritor y miembro de la Real Academia, Javier Marías, en el ensayo Todas las farsantas son iguales, lo explica lúdicamente: «Los ciudadanos españoles y las ciudadanas españolas estamos hartos y hartas de pedir a nuestros y nuestras gobernantes y gobernantas que se ocupen de los niños y las niñas inmigrados e inmigradas, que llegan recién nacidos y nacidas, famélicos y famélicas, desnudos y desnudas, sin donde caerse muertos y muertas.

Nuestros y nuestras políticos y políticas se ven incapacitados e incapacitadas para afrontar el problema, temerosos y temerosas…». Ha quedado claro. La otra opción sería innovar en la fonética a fin de evitar ese via crucis lexical.

Fonética, del gr. phonetikós. Sust, fem: conjunto de los sonidos de un idioma.

Las soluciones que ha asumido el estilo inclusivo han sido peregrinas en algunos casos e insostenibles en otros. El uso de los dos morfemas de género a la vez -as/-os ponía a los hablantes en un aprieto, pues una cosa es leer en silencio y entender lo que «niños/as» significa, y otra intentar decirlo en alta voz.

El uso de la @, hasta ahora unidad de medida casi en desuso y parte distintiva de las direcciones de correo electrónico, cuya pronunciación no es otra que «arroba», también se ha usado para eliminar del todo al masculino como forma no marcada del género.

Parece una solución curiosa y elegante porque es un símbolo que es posible encontrar en cualquier teclado. A simple vista pudiera funcionar, pero a simple oído no tiene un solo respaldo fonético porque no podemos pronunciar otra cosa que su nombre propio dado a que es un símbolo, no un fonema.

Historia antigua y fermentada

Otro de los remiendos al idioma –que no necesita ninguno– fue el uso de la –x, que es un fonema y tiene sus sonidos, varios de hecho. En este caso, el sonido de la «x» es incompatible para cualquier hispanohablante con el sonido de las consonantes que casi siempre anteceden a las vocales de género.

Por último, y en franca superación, se comienza a usar la letra -e. Se ha presentado esta como la solución final, pero tiene su falla cuando el sustantivo posee una carga semántica masculina más allá de su morfema de género, como el «les hombres» o «les padres». En esos casos, falla la inclusión por redundante.

Inclusión, del lat. inclusio, -onis. Sust, fem: acción y efecto de incluir.

En resumen, los luchadores pro estilo inclusivo del lenguaje, si bien están en todo su derecho y tienen una causa justa entre manos, han perdido el norte –aunque esta pudiera ser una frase cardinalmente excluyente para los que vivimos en el sur-.

Si bien el español y cualquier otro idioma tienen mucho de excluyentes, no es en sus morfemas de género donde está el problema, sino en el léxico utilizado para referirse a las mujeres, aunque esa cuestión ya no está en la jurisdicción de las academias de lengua y sí en la de las escuelas, familias, empresas, legislaciones, políticos –esos que usan el estilo inclusivo deliberadamente a costa de la propia comunicación.

El uso de adjetivos despectivos que sexualizan a las mujeres o las convierten en objetos; o el empleo de palabras que denotan femineidad para referirse a debilidad, falta de habilidades, de temple, ausencia de valores éticos; las frases idiomáticas donde lo macho es lo ideal; la asociación de entereza moral con lo masculino; son algunos ejemplos de formas donde el lenguaje se vuelve excluyente y discriminatorio, donde los derechos de la mujer son absorbidos e invisibilizados desde la lengua, donde se le deshumaniza.

Podemos ir al núcleo de la cuestión idiomática desde estas dimensiones, o podemos quedarnos en una lucha hipotética y perdida sobre cómo los morfemas de género discriminan a la mujer: hipotética porque en muchos de los países donde siquiera existe el género gramatical, las mujeres están a años luz de percibir un haz de inclusión; y perdida porque la incomprensión y el maltrato tienen raíces muy profundas en lo social, lo económico y lo político.

4 marzo 2021 11 comentarios 5k vistas
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LGBTIQ

Derechos LGBTIQ: entre el Estado y la pared

por Yasmin Silvia Portales Machado 6 octubre 2020
escrito por Yasmin Silvia Portales Machado

No me gusta hablar del pueblo, ni que me hablen (o escriban) de él o por él. Cada vez que sale el término mi mente se desvía. ¿Qué pueblo? ¿El enérgico y viril? ¿El disciplinado y sacrificado? ¿El hambriento y manipulable? ¿El de Regla, el de Morón, el de Moa, el de Mantua? ¿Qué coño es, por fin, “el pueblo”? Evito hablar del “pueblo” de Cuba, porque creo que, tal como andan las cosas, pocas personas pueden invocarle legítimamente, y en contadas circunstancias. Nuestros representantes estatales cuando están en la Asamblea General de la ONU, ¿tal vez?

Prefiero referirme a la nación –que es imaginaria y real–, porque la nación es el espacio político compartido por quienes pertenecen a un territorio. La nación es más que “la tierra que pisan nuestras plantas” –la nación es sus residentes y sus migrantes–, y ciertamente es más que sus pueblos –la nación es su idioma, su historia, sus artes, su cocina–. Dentro de la nación (mal) conviven sus habitantes, sus comunidades imaginarias, se desarrollan luchas de poder y se intenta entender qué somos como variedad específica de la humanidad: la cubanensis.

Antes de exponer mis argumentos quiero compartir tres certezas. Como las certidumbres absolutas son escasas en política y sociología, son extremadamente valiosas. Quiero celebrarlas.

Primera Certeza: Cuba es un Estado laico. Lo dice el artículo quince la Constitución. Explica la RAE –entidad por encima de toda sospecha de filiaciones comunistas– que el adjetivo “laico” viene del latín tardío “laĭcus”, y este del griego “λαϊκός” (laïkós); propiamente “del pueblo”. La segunda acepción del vocablo es la que aquí interesa “Independiente de cualquier organización o confesión religiosa. Estado laico. Enseñanza laica.”

Segunda Certeza: La nación cubana nunca tuvo una sola religión. Digo nunca a propósito: antes de ser república, como colonia, ya había en Cuba diversidad de credos.

Tercera Certeza: La población cubana nunca se compuso solo de personas heterosexuales y cisgénero. Esto es redundante, pero me gusta recordarlo. Llegan tarde quienes quieren expulsarnos de la nación. La Inquisición trató, la comisión para cumplir los Acuerdos del Primer Congreso de Educación y Cultura de 1971 trató, los ministerios de Salud Pública, Fuerzas Armadas, Educación y Educación Superior trataron, el Instituto de Historia de Cuba trató. Aquí seguimos.

Las personas LGBTIQ+ cubanas somos parte de la nación por nacimiento y nuestra ciudadanía responde a los mismos criterios que el resto de Cuba (Título IV de la Constitución).

La argumentación que sigue parte de esas tres “Certezas” y reflexiona sobre la legitimidad del reclamo de algunas agrupaciones religiosas cubanas al Estado cubano. Su objetivo –manifiesto, explícito, confeso- es que sus visiones específicas sobre la sexualidad, la familia, la salud pública y la educación definan el marco legislativo nacional.

Empecemos porque Cuba es un Estado laico. Es diferente de “ateo”, y MUY diferente de “confesional”. Nuestra ley de leyes explica que “las instituciones religiosas y asociaciones fraternales están separadas del Estado y todas tienen los mismos derechos y deberes. Las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración” (art. 15). La laicidad del Estado implica, entonces, que la Iglesia Ortodoxa Griega sea atendida por las instituciones estatales con el mismo respeto que la Asociación Yoruba de Cuba, o el colectivo budista.

Hay algo más en el atributo laico. A partir de la incorporación del adjetivo, el Estado adquiere la obligación de legislar para normalizar los marcos de ejercicio de las diversas religiones o credos, de modo que se puedan ejercer con seguridad -que nadie les ataque o discrimine- y para que esas prácticas no violen otras leyes, la letra o espíritu de la Constitución y los Acuerdos o Declaraciones internacionales de las cuales el Estado es signatario. En breve: el ejercicio de un credo no es excusa para la violación de la ley o de los derechos de otras personas. Para eso serviría una “Ley de Cultos”, que nos urge -como muchas otras.

Hago énfasis en la obligación del Estado porque algunas personas entienden que el debate es entre dos visiones contrapuestas del mundo. Una que se autodenomina defensora del “verdadero” mensaje bíblico, del cual emana toda posibilidad de entendimiento de la familia, la sexualidad y el ordenamiento social que de ello se deriva.

Otra que afirma que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la obligación del Estado a garantizar una vida libre de discriminaciones para toda su ciudadanía, son los criterios para el entendimiento de la familia, la sexualidad y el ordenamiento social que de ello se deriva.

Creer que se trata de que ambas partes expongan sus posiciones y convenzan al público, a la nación, ignora por completo la responsabilidad del Estado como mediador de las demandas, y garante de derechos para TODA la ciudadanía. No hay que convencer a nadie: el Estado es laico, así que no puede ser definido por las reglas de ninguna religión, no importa cuán popular sea, ni cuánto tiempo lleve en el país -por cierto, las iglesias evangélicas cubanas no pueden reclamar primacía en ninguno de los dos criterios.

Pastor Adrian Pose, paladín de la “derecha conservadora” en Cuba y defensor de Donald Trump.

Al Estado corresponde regular cómo se define y reconoce a la familia en Cuba, cuánto control tienen las personas sobre su cuerpo, cómo se castigan la discriminación, la incitación a la violencia, y la colaboración con otras naciones para promover agendas políticas específicas. Le corresponde al Estado porque el acceso a los derechos garantizados en la Constitución no es algo sujeto a debate. El debate fue el referéndum constitucional.

Aunque en su momento los cambios en el texto constitucional, a partir de los debates públicos, reflejaron criterios irregulares sobre qué opiniones populares atender, es un hecho que la Constitución de 2019 moderniza profundamente la legalidad cubana.

Desde el 10 de abril de 2019 tenemos la garantía constitucional de que el ejercicio de los derechos es “imprescriptible, indivisible, universal e interdependiente” (art. 41), y de que nadie puede ser objeto de discriminación “por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición… lesiva a la dignidad humana” (art. 42).

Frente a la claridad de la Ley de leyes, el intento de algunas denominaciones evangélicas por justificar su empeño en que el Estado no reconozca los derechos de las personas LGBTIQ+ y sus familias no solo es discriminatoria, es simplemente un ataque frontal a la nación cubana.

En esa línea, invocar la tradición nacional de machismo, homofobia y transfobia, las políticas estatales de persecución contra personas LGBTIQ+ en otros países autodenominados socialistas, o la importancia del credo evangélico entre amplios sectores de la población, solo evidencia que la intensión de estas agrupaciones religiosas no es garantizar las condiciones para la praxis de su culto, sino la intervención activa en el espacio público para imponer políticas públicas de carácter conservador y confesional.

No se trata de tener simpatía por las personas LGBTIQ+, se trata de comprender que ese grupo no tiene respeto por la soberanía nacional y acepta cualquier tipo de apoyo para impulsar sus ideas.

3/ Las 7 denominaciones son: Asociación Convención de Cuba Occidental, Convención de Cuba Oriental, Iglesia Buenas Nuevas en Cuba, Iglesia Evangélica Bethel en Cuba, Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba Asamblea de Dios, Iglesia Metodista en Cuba, Liga Evangélica de Cuba. pic.twitter.com/dns6qmVqXd

— El Bohío Mío (@ElBohioMio) September 15, 2020

Hay tanto compromiso entre el liderazgo de estos grupos religiosos por la transformación legal y política de Cuba en un estado confesional evangélico, que no dudan en asociarse a proyectos cuyo único objetivo es destruir al Estado cubano. Es de público conocimiento que la Alianza de Iglesias Evangélicas de Cuba (AIEC) recibe apoyo material de Evangelical Christian Humanitarian Outreach for Cuba (ECHO Cuba), dirigida por Teo Babún, que recibe recursos del Departmento de Estado y la Agency for International Development (USAID) para “promover la democracia en Cuba”.

En el caso específico de los dineros para la AIEC, el objetivo es dar una voz fuerte a la comunidad cristiana, de modo que alcance a todas las personas posibles: intervenir en las políticas públicas del país. De ahí que tuvieran la capacidad material para coordinar una campaña nacional contra el matrimonio igualitario a lo largo de 2018, que llevó al gobierno a posponer la definición del matrimonio a través de una nueva votación, supuestamente en 2021, sobre el nuevo Código de Familias, en gestación prolongada al menos desde 2009.

El puerto cubano de “Con mis hijos no te metas”

Llama la atención que, a pesar de la abundante información sobre las intenciones de intervención pública de estos grupos evangélicos conservadores, las intenciones explícitas de varios por hacer Cuba confesional (#MakeCubaGodlyAgain es una etiqueta popular en ese círculo) y el documentado vínculo monetario entre la AIEC y la USAID el gobierno cubano, tan rápido para señalar, perseguir y castigar a otras personas o entidades críticas de su desempaño, deje que estos grupos se expresen y actúen.

¿Qué pasa? ¿Dónde están la combatividad revolucionaria frente a la ocupación del espacio público de manera coordinada por entidades no estatales, algunas con documentado financiamiento de una potencia extranjera?

No es extraño que Teo Babún haga conversatorios en Facebook Live para explicar cómo los grupos religiosos que asesora y financia son “una fuerza social emergente” en Cuba.

Debate sobre grupos religiosos en Cuba, auspiciado por organizaciones conservadoras, un medio opositor cubano y con la participación especial de John Barza, administrador de la USAID.

Mientras todo esto ocurre, la ciudadanía de las personas LGBTIQ+ se desarrolla a contrapelo. No porque el Estado la reconozca, sino porque las personas encuentran caminos para reconocerse, dialogar, actuar. Desde que, en 2008, el CENESEX empezara a organizar cada mayo jornadas para celebrar el Día Mundial de Lucha Contra la Homofobia, hasta que la etiqueta #LaMarchaVa se hiciera viral en mayo de 2019, muchas cosas han cambiado, para bien y para mal.

#LaMarchaVa culminó en el “11M” la primera marcha política exitosa de la comunidad LGBTIQ+ cubana. Claro que la consciencia y el compromiso de lucha contra la discriminación no aparecieron en la primavera a inicios del siglo XXI. Hay una historia de presencia, persecución, resistencia, solidaridad y perseverancia, tan antigua como la de la nación.

Nuestra ciudadanía es real. No tenemos que pedir perdón a nadie por existir. En cambio, tenemos derecho a exigir la garantía de nuestros derechos. La libertad religiosa, la libertad de pensamiento, la libertad de expresión, son valiosos elementos del nuevo contrato social de Cuba, firmado en 2019. No son, no pueden ser, amparo para el discurso de odio y la promoción de agendas políticas que nieguen el reconocimiento de derechos para una parte de la población o la pérdida de derechos ya conquistados.

Repito, esto no es asunto de convencer al público de quién tiene la razón. Quienes sienten orgullo de llamarse fundamentalistas tienen toda la libertad de serlo. Su fe no les da derecho a dictar cómo hacen sus familias, disfrutan sus cuerpos, o expresan su amor el resto de las personas de la nación.

No acepto sus reglas del juego.

Miro al Estado, mi garante.

Las personas LGBTIQ+ esperamos la respuesta legal del Estado y también espera, ¿por qué no decirlo esta vez?, el pueblo de Cuba.

6 octubre 2020 34 comentarios 848 vistas
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11m

II Declaración de la Plataforma 11M

por Consejo Editorial 5 octubre 2020
escrito por Consejo Editorial

En días recientes, seis denominaciones cristianas (Convención Bautista de Cuba Occidental, Convención Bautista de Cuba Oriental, Iglesia de la Biblia Abierta en Cuba, Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba Asambleas de Dios, Iglesia Metodista en Cuba y Liga Evangélica de Cuba), la mayoría de ellas pertenecientes a la Alianza de Iglesias Evangélicas Cubanas (AIEC), han publicado en sus perfiles de redes sociales declaraciones oficiales.

Estos documentos han tenido cuatro objetivos fundamentales:

  • Reaccionar contra la pastora Elaine Saralegui luego de la entrevista ofrecida al medio Russia Today.
  • Reclamar acceso a los medios estatales de comunicación (apelando a los artículos 15 y 42 de la Constitución).
  • Definir los principios fundamentalistas que rigen sus comunidades.
  • Oponerse a los derechos de la comunidad LGBTIQ+ cubana.

Las expresiones de odio manifestadas en diversas plataformas sociales por miembros de grupos cristianos fundamentalistas, contra la pastora de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) Elaine Saralegui y el activista Adiel González, evidencian la urgencia de una ley de culto que regule estas manifestaciones de violencia en el espacio público; en concordancia, además, con las garantías que la Constitución promete a toda la ciudadanía, incluyendo a las personas LGBTIQ+.

No es la primera vez que estos grupos cristianos arremeten contra las luchas de activistas por los derechos sexuales; del mismo modo en que disienten de la voluntad política del Estado por la ampliación y reconocimiento de los derechos de las personas LGBTIQ+, mientras descartan los principios de igualdad y no discriminación de la Constitución cubana.

Es preocupante el auge del fundamentalismo religioso que intenta imponer su agenda conservadora con financiamientos de organizaciones estadounidenses, relacionadas a la actual administración del presidente Donald Trump. La NED y la USAID han donado miles de dólares para subvencionar las actividades de estos grupos en los últimos años, lo que consta en sus declaraciones contables públicas.

 El Estado cubano no se ha pronunciado al respecto con la misma energía con que lo ha hecho frente a otras organizaciones de la sociedad civil. El Estado cubano no ha respondido a los ataques y desacreditaciones de estas denominaciones cristianas contra quienes impulsan políticas públicas a favor de las personas LGBTIQ+ desde puestos gubernamentales. Sin embargo, ha respondido cuando los cuestionamientos a personas en cargos públicos e instituciones estatales provienen de activistas o personas no religiosas, acusándoles de mercenarismo, de ser personas manipuladas y confundidas al servicio de una potencia extranjera.

La Constitución, recién aprobada en el 2019, en su artículo 15, reconoce que la República de Cuba es un Estado laico. Las instituciones religiosas quedan separadas del aparato estatal y, por consiguiente, la carta magna no otorga privilegios que favorezcan a alguna creencia religiosa sobre otras. Además, garantiza el ejercicio de la libertad religiosa, al igual que protege el disfrute de este derecho.

Es pertinente aclarar que no se ha privilegiado a una institución religiosa específica por encima de otra con la entrevista en cuestión, ya que la entrevista la realizó una cadena extranjera acreditada en Cuba, la cual se reserva el derecho de entrevistar a quien desee.

Es necesaria una ley de culto que regule y penalice los intentos de invisibilizar, interferir, obstaculizar o negar  los derechos de las personas, y que constituya un marco jurídico e institucional para el ejercicio de la libertad religiosa en la sociedad. El derecho a la libertad de religión no debe contradecir el reconocimiento de los derechos humanos de las personas con identidades y sexualidades no cisheteronormativas.

Plataforma 11M denuncia cualquier acto de violencia e insta a las instituciones pertinentes a tomar parte en la protección de los derechos de todas las personas. A su vez, insta al gobierno a la discusión de las agendas políticas antiderechos promovidas por parte de comunidades religiosas cubanas que se sustentan en dogmas y fundamentalismos.

El cumplimiento del principio de laicidad reconocido en la Constitución debe brindar protección a creyentes, no creyentes y al propio Estado. Su garantía radica en que las políticas que el Estado implemente, o diseñe, no se vean influenciadas u obstaculizadas por la fe religiosa de ningún grupo, y debe garantizar a las iglesias que el Estado no interfiera en sus creencias, siempre que sus creencias no amenacen los derechos del resto de la ciudadanía.

Por todas estas razones, Plataforma 11M insiste en la inclusión, dentro del cronograma legislativo, de una ley de culto que regule las crecientes manifestaciones públicas de conservadurismo político que se gestan dentro de estos grupos religiosos, sin que se coarte el derecho de cada persona a profesar su fe y creencias religiosas.

5 de Octubre de 2020.

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5 octubre 2020 14 comentarios 792 vistas
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falda

El país de falda corta

por Ely Justiniani Pérez 17 agosto 2020
escrito por Ely Justiniani Pérez

Cuba es un país machista. No importa que tengamos trescientas, quinientas, mil mujeres en cargos de poder. Mientras sigamos discriminando por la identidad sexual, achacando el trabajo doméstico al sexo femenino y los congresos de la FMC hablen de producción agrícola y bloqueo pero no de asuntos que afectan particularmente a las mujeres, seguiremos siendo una nación donde el discurso y el enfoque de género caminan en pañales.

Cada vez somos más l@s cuban@s que nos acercamos al feminismo y al género desde una perspectiva crítica, por eso no son de extrañar las frecuentes polémicas ante manifestaciones que resultan misóginas. No nos engañemos, el machismo, como el dinosaurio de Monterroso, estaba ahí, no es nuevo, no llegó con las redes sociales, solo que no reparábamos en él. Ha pasado de una generación a otra, junto con la receta del lechón asado y la yuca con mojo. Lo hemos masticado, tragado y hasta saboreado.

El machismo en la isla es esencialmente cultural.

A mi entender ese es el más peligroso, porque la cultura es parte intrínseca de las personas, y las personas habitan las calles, las casas o la alta dirección de un país. Y aunque es cierto que tenemos políticas públicas progresistas en este sentido, la visión triunfalista nos hace aceptar, normalizar y hasta banalizar expresiones de maltrato.

El aborto, que en Cuba es legal desde 1965, se sigue viendo como “un pecado”, una opción vergonzosa de la cual nadie a nuestro alrededor se debe enterar. Las parejas gays, lésbicas, o las madres solteras, aun no pueden acceder a tratamientos de reproducción asistida, adopción, casarse o heredar bienes del otro en caso de muerte. La inserción de personas trans en espacios laborales, las operaciones de reasignación de sexo y el otorgamiento de una nueva identidad, llevan un andar demasiado lento. Y las leyes contra la violencia de género han quedado a la espera, mientras el acoso y los abusos se hacen cada vez más comunes. ¿No son estos, temas de los que aún deberíamos ocuparnos?

Creer que se ha logrado la igualdad entre mujeres y hombres, que se ha erradicado el racismo o que las personas homosexuales o trans tienen sus derechos garantizados, no es más que abono para la violencia. Con frecuencia vemos chistes y comentarios de mal gusto sobre personas obesas, negras, discapacitadas, homosexuales, con identidades diversas, sobre el acoso, el abuso sexual y l@s que no cumplen con los roles tradicionales de cada sexo.  Con el pretexto de que “vivimos en igualdad” asumimos como bromas o casos aislados algo que no tiene otro nombre que discriminación. Y algunos entienden como “libertad de expresión” la posibilidad de segregar a otros.

El ámbito político no escapa a esta realidad. A pesar de ser un gobierno de izquierda, se pueden apreciar posturas bastante conservadoras que alimentan la  falta de sensibilidad respecto a estos temas. Nuestro gobierno, que no aplica la pena de muerte y supuestamente protege a los ciudadanos homosexuales, bi o trans, se ha abstenido en reiteradas ocasiones ante propuestas de la ONU para la eliminación de la pena de muerte por orientación sexual. Y más recientemente ha aprobado una constitución que incluye al matrimonio igualitario, pero exige una votación popular que respalde dicha ley, como si fuéramos un país que somete todas las decisiones a consulta ciudadana.

Los derechos humanos no requieren plebiscito.

El parlamento, por otra parte, a pesar de tener una composición mayoritariamente femenina, no había aprobado antes de la reciente constitución, una ley que tuviera relación directa con las mujeres, desde las debatidas en el Código de Familia de 1975. Y no da muestras tampoco de que este porciento mayoritario en la representación del país, implique el tratamiento más recurrente de los temas que nos afectan.

Productos comunicativos que refuerzan cánones patriarcales, el hecho de que en pleno 2020 censuremos besos gays y “voces platinadas”, así como la falta de campañas de bien público con perspectiva antirracista y de género, solo nos dan la medida del largo trecho que debemos recorrer.

Trabajar, respetar y educar, son las claves fundamentales para lograr equidad. Necesitamos más sensibilidad y menos alarde de triunfos incompletos. Defender a los más vulnerables un día, y al siguiente abandonarlos a su suerte, no nos hace mejores, solo nos convierte, -como se diría en términos machistas- en una sociedad de moral distraída, de doble cara, de falda corta. Ese no es el país que merecemos.

17 agosto 2020 22 comentarios 659 vistas
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