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Fidel Castro

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Observatorio sobre Extremismo Político

Del liderazgo a la mitificación, un análisis a partir de la figura de Fidel Castro

por Observatorio sobre el Extremismo Político 24 agosto 2023
escrito por Observatorio sobre el Extremismo Político

El pasado 13 de agosto Fidel Castro hubiera cumplido 97 años. Es habitual que, en homenaje a la fecha, las instituciones cubanas organicen actividades que recuerden el legado de su vida y obra, así como una amplia cobertura mediática por las vías tradicionales y las plataformas digitales.

En paralelo, numerosos influencers cubanos que producen y reproducen el discurso opositor también evocan el acontecimiento, reaccionando en tono de crítica o sátira a las acciones programadas por las instituciones o medios estatales cubanos.

La controversial figura del líder de la Revolución cubana sigue siendo uno de los principales ejes de polarización existente en la Isla y fuera de ella, y sobre la cual es sumamente difícil encontrar criterios o análisis que pongan en la balanza sus aciertos y desaciertos como político.

Cultura política, extremismo y polarización

En términos teóricos, la cultura política se concibe como englobadora de acciones, sentimientos, patrones de conducta compartidos y creencias que estructuran y otorgan sentido a los conjuntos de principios, normas y sistemas de ideas que regulan la conducta política de un individuo, un grupo o una sociedad dentro de un proceso político.

De acuerdo con la investigadora Mary Luz Sandoval Robayo, la cultura política está dotada de una dimensión afectiva, en correspondencia con los grados de estimación que tengan lugar entre los individuos o grupos que integran la sociedad, y una dimensión sociológica, al ser producto de extensos y complejos procesos de socialización por medio de los cuales se transmiten valores, creencias, mitos, actitudes y normas de comportamiento que asumen la ciudadanía.

En este sentido, la cultura política incluye aspectos inherentes a la cuestión política, como el grado de confianza en las instituciones públicas y gubernamentales, los niveles de participación política de los ciudadanos, las demandas al sistema político; así como otras, más enfocadas en la cultura y con incidencia en la política, como las pautas de cooperación, los roles y posiciones que asumen hombres y mujeres y los niveles de confianza interpersonal.

Cultura Política

Tomada de El Comercio

Según la académica cubana Annelys Alfonso Concepción, los grupos sociales que se identifican con la cultura política de la clase dominante reproducen sus códigos y patrones, mientras los que se oponen, también buscan la manera de legitimar la suya.

Por otro lado, Sandoval destaca que los hechos históricos que producen rupturas en las costumbres de las sociedades —como crisis económicas, desastres naturales o revoluciones sociales—, pueden traer aparejada la aparición de posturas o bien conservadoras o bien innovadoras, y podrían propiciar la aparición de formas extremas en lo político y cultural.

Cada nación está dotada de una cultura política particular atendiendo a su carácter histórico concreto, y en el caso de Cuba, esta se caracteriza por un pensamiento político heredado de los procesos de socialización, que emergió y evolucionó desde el surgimiento de la identidad cubana. Desde la historiografía más apegada al poder estatal, ese pensamiento político encontró a sus figuras cumbres en José Martí y Fidel Castro.

La figura del líder histórico en la cultura política

El concepto de liderazgo se aplica a diversas instancias de la actividad humana, pero desde hace muchos años es objeto de los estudios centrales de la teoría sociopolítica desde diversos enfoques de análisis, con génesis en el surgimiento de la sociedad de masas, la aparición de los partidos políticos y la lucha por la posesión o el ejercicio del poder.

El politólogo francés Jean Blondel afirma que la esencia visible de la política, para la mayor parte de los ciudadanos, descansa en que ella se circunscribe al recuerdo que dejan los líderes en los ellos, hayan sido o no sus seguidores ideológicos o de acción.

De este modo, aunque no se desestima el rol de las instituciones del Estado y los procedimientos jurídicos que cada nación establece para regular la vida social, la actuación de los líderes políticos es trascendental, porque juegan un papel en el desarrollo de los hechos históricos condicionados por su personalidad, los roles y las tareas que desempeñan, los valores que demuestran y defienden, así como el entorno donde sus actos tienen lugar.

Como plantean José R. Arellano Sánchez y Margarita Santoyo Rodríguez, son los líderes políticos los responsables de decidir qué hacer y cómo actuar ante los problemas y, por otra parte, son los pueblos los que crean, consciente o inconscientemente, estos mecanismos para detonar acciones sociales colectivas y promover cambios.

liderazgo

Tomada de: Degree of Thought

El investigador español Santiago Delgado Fernández complementa lo anterior cuando manifiesta que el liderazgo político implica una serie de habilidades técnicas, cognitivas e interpersonales, una relación de superioridad y una focalización de las expectativas del grupo o sociedad que se lidera para lograr credibilidad y popularidad.

Por lo tanto, el líder político puede llegar a encarnar los valores de enviado divino, como símbolo mesiánico de salvación de la sociedad terrenal, por lo cual es respetado, exaltado y alabado por sus seguidores.

A la teoría sobre este fenómeno ha contribuido la socióloga Blanca Deusdad, quien destaca que, desde el punto de vista discursivo, los líderes políticos se centran en el elemento emotivo, aunque alerta que sus palabras pueden, o bien apaciguar a las multitudes que los siguen, o bien conducir a la catarsis colectiva. A la vez, indica que «al líder político se le considera un líder apto y se lo acepta como representante», pues es aceptado y en él se deposita toda la confianza, por lo que sus seguidores «tienen una fe ciega en este, como un elemento de lucha para conseguir mejoras políticas, culturales y sociales».

El líder histórico como imagen mítica

Dentro de la teoría del liderazgo los autores contemporáneos plantean que el líder debe desarrollar un pensamiento crítico sólido, racional y objetivo, que le ayude a tomar decisiones acertadas, justas y equilibradas, a tono con los indicadores de la legalidad y la ética. Se impone que esta persona gestione sus emociones inteligentemente, en aras de que su legado trascienda, una vez que otro ocupe la posición de liderazgo.

Sin embargo, en torno al líder —sea o no político— suelen construirse relatos unificadores vinculados a su fuerza, su esperanza, sus temores, sus decisiones o sus relaciones con los otros que, por medio de los significados construidos, crean una imagen mítica de ese sujeto, a través de narrativas trascendentes del discurso oral y otorgadores de sentido a su existencia.

liderazgo histórico

Tomada de BBC

Desde el punto de vista del semiólogo estructuralista francés Roland Barthes, a este líder se asocia un conjunto de significados que se concretan en un concepto con múltiples significantes. Estos permiten interpretar la imagen mítica del líder, en consonancia con las experiencias, las identidades, las ideologías y los imaginarios sociales de los lectores/usuarios/receptores/públicos/subordinados/seguidores.

Es así como los valores y las motivaciones que se asocian a un líder por medio de los relatos que se construyen en torno a su imagen, propician que los hechos que ha protagonizado sean creídos como verdaderos, y transmitidos de una generación a otra con emotividad, a tono con el concepto aristotélico de verosimilitud.

De acuerdo con la investigadora ecuatoriana Caroline Ávila, en el contexto político «el mito siempre pertenecerá a un grupo en particular, para ello debe hacer referencia a la memoria colectiva de ese grupo». Por ello, el mito tiene como figura central a un representante de un colectivo que encarna sus valores, ideas, y doctrinas desde las referencias de la memoria colectiva.

En el caso cubano, la memoria colectiva de la segunda mitad del siglo XX e inicios del XXI, está fuertemente marcada por el liderazgo de Fidel Castro como imagen mítica, el cual, para una parte de los cubanos, aporta significado al simbolismo del héroe salvador, de la lucha y de la revolución que garantizaría justicia social, educación, salud, vivienda y bienestar para todos, y para otros, su imagen está rodeada de un simbolismo del tirano que perpetuó un sistema antidemocrático en la Isla y es el principal responsable de los problemas que han aquejado a los cubanos.

Fidel Castro

Tomada de El Mundo

Fidel Castro fue una de las figuras políticas más importante de su época. Su largo tiempo de mandato, sus alianzas internacionales, así como su retórica discursiva lo convirtieron en un paradigma del bien o el mal, para muchos mandatarios, partidos y otras organizaciones políticas —principalmente latinoamericanas—, en dependencia de su orientación ideológica.

Su capacidad de liderazgo se puso a prueba en numerosos momentos de la historia cubana, como la Campaña de Alfabetización; el enfrentamiento a la invasión por Playa Girón; la Crisis de Octubre; la dirección estratégico-militar de las tropas cubanas en la batalla de Cuito Cuanavale, en Angola; la lucha por el retorno a Cuba del niño Elián González; la creación de alianzas en Latinoamérica, alternativas a las organizaciones hegemónicas hasta el momento; el impulso al desarrollo de la biotecnología en un momento de crisis económica en la Isla, entre otros.

A los logros políticos se le sumaron otras narrativas míticas: desde la imagen de la paloma que se posaba en su hombro mientras emitía el discurso tras su entrada a La Habana en 1959, hasta la sobrevivencia a múltiples intentos de atentados, lo cual coadyuvó a construir una imagen sobrehumana del individuo y líder político.

Fidel Castro Paloma

Tomada de El País

Sin embargo, Fidel Castro también encontró rechazo en muchos sectores de dentro y fuera de Cuba, por su política de enfrentamiento a la oligarquía cubana vinculada al gobierno de Estados Unidos e intereses financieros con empresas de ese país, así como las limitaciones y prohibiciones impuestas a quienes pensaban distinto, su renuencia a celebrar elecciones o su negativa a realizar reformas en la economía nacional luego de la desintegración del campo socialista.

Asimismo, su liderazgo prolongado lo convirtió, para el imaginario de determinadas comunidades políticas, en el principal responsable de múltiples acontecimientos negativos que tuvieron lugar en la Cuba de 1959, que provocaron fracturas en el consenso social y heridas no sanadas. Un ejemplo es el acoso y condena por parte de organizaciones del Estado a los homosexuales en los primeros años de la Revolución, o los actos violentos organizados contra quienes pretendían migrar en los años 80.

Por tales razones, Fidel Castro es una imagen mítica cuyo concepto está cargado de contradicciones y, en consecuencia, genera polarización. A nivel discursivo, esta imagen mítica proyectada por el gobierno cubano, es exaltada al extremo de deshumanizarlo, sin hablar de sus errores. Por otro lado, parte importante de la oposición lo demoniza al extremo de presentarlo como villano o caudillo, sin reconocer sus aciertos.   

Incidentes del aniversario 97 del nacimiento de Fidel Castro

En las honras fúnebres que tuvieron lugar el 3 de diciembre de 2016 tras su muerte, acontecida el 25 de noviembre, se dio lectura a la última voluntad del líder político, donde disponía que, una vez desaparecido físicamente, su nombre o imagen no fueran nunca usadas para nombrar instituciones o lugares públicos, ni se erigieran monumentos, estatuas o bustos en su memoria.

Honras fúnebres Fidel

Tomada de Onda Cero

En correspondencia, la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular del 27 de diciembre de ese año, aprobó la Ley Sobre el Uso del nombre y la figura del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz que prohíbe el culto a la personalidad del líder político. «Como expresión de la voluntad y le ética política que siempre acompañó a Fidel, se prohíbe emplear su nombre para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles y otros lugares públicos, así como también cualquier tipo de condecoración, reconocimiento o título honorífico», versa el documento.

Asimismo, se impide usar la imagen de Fidel Castro como «marca u otro signo distintivo, nombre de dominio o diseños, con fines comerciales o publicitarios», a la vez que se evitará «el uso de la figura del líder de la Revolución en el tráfico mercantil, o con fines de publicidad comercial», aunque no se limita el «uso, en actos públicos, de la iconografía e imágenes acumuladas en la trayectoria revolucionaria del Comandante en Jefe y se mantendrán fotos en centros de trabajo o de estudio, unidades militares e instituciones».

Estatua Fidel Castro Moscú

Estatua de Fidel Castro en Moscú inaugurada en 2022 / Tomada de RT

En homenaje al 97 aniversario de su nacimiento, además de los habituales mensajes de los dirigentes políticos cubanos y extranjeros en honor a la fecha, durante la semana previa al 13 de agosto se organizaron presentaciones de libros, exposiciones de fotografías y eventos que fueron cubiertos por los medios de comunicación nacionales.

A la vez, instituciones cubanas como el Centro de Estudios Fidel Castro y sedes diplomáticas de la Isla en el exterior celebraron el aniversario como un cumpleaños habitual, similar a como se hacía cuando Fidel vivía.

Sin embargo, en el espacio de las redes sociales digitales fueron difundidos mensajes que, si bien se construyeron con la intención de homenajear el nombre de Fidel Castro, hallaron respuestas por parte de los adeptos al gobierno y de la oposición.

Uno de los ejemplos más viralizados en estos espacios fue la iniciativa de la unidad comercial El Billarista, perteneciente a las Tiendas Caribe de Villa Clara, donde varias personas reproducían con sus cuerpos el nombre de Fidel a través de poses recogidas en una sola fotografía. El hecho fue calificado de ridículo por la oposición. También algunos de sus representantes residentes fuera de Cuba utilizaron la fotografía para desacreditar la figura del líder político.

Tomada de Tiendas Caribe Villa Clara

De la misma forma, un video grabado por trabajadores de una unidad comercial también de la Cadena de Tiendas Caribe, donde leen mensajes sobre el significado y el legado de la figura de Fidel, fue objeto de burlas en redes sociales, y motivo de memes del influencer Abejas Memes, en su espacio de Facebook.  

Además, el pasado 14 de agosto la cuenta de Facebook de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Matanzas anunciaba la propuesta de nombrar a Fidel Castro como el quinto descubridor de Cuba. Ante las reacciones de los ciudadanos, la publicación fue eliminada de la página. Usuarios en redes sociales —de diversas orientaciones ideológicas— denunciaron el hecho y se preguntaron si, además de violar la legislación vigente, las oficinas de los conservadores tienen potestad para tomar decisiones relacionadas con la aprobación de los descubridores de la Isla y otros simbolismos de carácter exclusivamente nacional. Días después, la Academia de la Historia de Cuba publicó un comunicado calificando la acción de «superficial, anacrónica y contraproducente», lo cual pudiera significar la ausencia de un consenso, incluso dentro de las instituciones cubanas, sobre cómo manejar la figura del líder histórico.

Por su parte, el influencer cubano residente en Estados Unidos conocido como Ultrack, en su cuenta de Facebook Ultrack Cuba, dedicó un espacio a desmontar una entrevista realizada a una trabajadora del Cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, que expresaba el significado de la figura de Fidel para su vida y la de sus familiares. Con un discurso irónico, Ultrack cuestionó cada planteamiento de la entrevistada, y promovió un discurso contrario a lo expuesto por ella, apelando a las necesidades y carencias actuales del pueblo cubano.

***

Sin dudas, la desaparición física de Fidel fue un parteaguas en la historia de Cuba más reciente, que desató mayores afecciones y desafecciones a su figura, obra y legado. En este sentido, entran en juego manifestaciones de subculturas políticas contrapuestas, con una raíz cultural común, que crean relaciones de tensión entre lo tradicional y lo transformativo.

Esta contraposición da lugar al surgimiento de conflictos en torno a la imagen del líder político, que tienen al extremismo como centro, generador de violencias verbales en los espacios digitales, asociados, de un lado, a la imposición de la fe ciega y, de otro, a la generación de desconfianza e incertidumbre, sobre la base de las situaciones objetivas por las que atraviesa el pueblo cubano.

Si bien el liderazgo político puede ser un catalizador de importantes cambios en una sociedad, centrar un sistema social en la figura de un líder nunca será una estrategia sostenible que propicie a largo plazo el desarrollo democrático en un país. Por otra parte, mitificar a cualquier figura siempre imposibilitará analizar qué elementos de su pensamiento deben ser aprovechados y cuáles han sido superados por las circunstancias o el paso del tiempo. Por un otro, toda figura política terminará su mandato en algún momento, y las estructuras del Estado deberán ser capaces de seguir garantizando la gobernanza con servidores públicos que respondan a las siempre cambiantes necesidades del contexto en el cual se desenvuelven.

24 agosto 2023 10 comentarios
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Militarismo cuba
Ciudadanía

Del militarismo bonapartista al pretoriano

por Mario Valdés Navia 15 mayo 2023
escrito por Mario Valdés Navia

Pasan los días y siguen hiriendo nuestras retinas las imágenes de robustos boinas negras golpeando airadamente a indefensos protestantes civiles, hombres y mujeres, del humilde poblado de Caimanera. Con independencia de los móviles e implicaciones del suceso, me pregunto: ¿están entrenados física y espiritualmente estos soldados de élite para hacer frente a una acción terrorista, o para aporrear a ciudadanos y ciudadanas que protestan pacíficamente? ¿Acaso no existe un protocolo de fuerza debida para sofrenar las acciones de las autoridades contra civiles desarmados?

Solo la preponderancia de un militarismo extremista y descocado podría explicar tamaña ferocidad para someter a un grupo de manifestantes pacíficos en la era de Internet, a la vista de la opinión pública nacional e internacional. ¿O es qué acabamos de presenciar una deliberada acción política, como especie de performance a modo de advertencia a posibles replicantes futuros de tales osadías? Analicemos los antecedentes, orígenes y actualidad del militarismo en la realidad cubana y quizás comprendamos mejor estos hechos.

I. Antecedentes

En la historia, el militarismo aparece ligado a la cultura de las armas y su empleo directo como instrumento de dominación sobre individuos, clases y pueblos, pero se asocia directamente a la influencia del ejército en el gobierno y la tendencia a que las relaciones militares hegemonicen todas las demás. Para su existencia, es determinante que primen la práctica y/o la amenaza –real o ficticia− de la guerra, de tal forma, que la necesaria preparación para la defensa, sustente un sistema de valores que justifique la perversión del hecho militar al tomar dimensiones excesivas en la vida nacional.

Para designar las múltiples manifestaciones del militarismo se han creado varios conceptos, tales como: bonapartismo ─por Napoleón Bonaparte─, gobiernos autoritarios liderados por caudillos, casi siempre de origen militar, que aplican políticas populistas y muchas veces son respaldados por las mayorías; y pretorianismo ─por la legión de élite que custodiaba al emperador y su residencia del pretorio─, régimen donde las fuerzas armadas son utilizadas en funciones de represión interna, sin relación con acciones armadas en defensa del territorio nacional.

Bonapartismo Napoleón

En Cuba, el autoritarismo y el militarismo estuvieron presentes desde que se iniciara la conquista/colonización, empresas que fueron concebidas como una sola, arbitrada por mandos castrenses a los que la Corona entregó plenos poderes cívico-militares. Este modelo halló continuidad en el sistema despótico de administración aplicado durante más de tres siglos en la llamada Siempre Fiel Isla de Cuba.

También en lo económico, el autoritarismo militarista colonial llegó a límites extremos. En pos de beneficiarse directamente con la producción, la Monarquía y la élite burocrático/militar/comercial constituyeron la Real Compañía de Comercio de La Habana (1740-1757). Su fin era ejercer, mediante la fuerza militar, el control monopolista de la exportación de los productos del campo (azúcar, mieles, café, tabaco, cueros) y la importación de bienes manufacturados (insumos industriales y agrícolas) para el mercado cubano y su creciente agroindustria.

Una década después, cuando ya su desempeño se mostraba inviable por el contrabando y la resistencia de los productores nativos, la clarividente administración colonial dejó la actividad productiva en manos de los particulares y las leyes del mercado para concentrarse en percibir cuantiosos impuestos, particularmente de aduana, quienes nutrieron las arcas del tesoro español como nunca antes.

Real compañía comercio Habana bonapartismo pretorianismo

Desde su inicio, los movimientos separatistas cubanos nacieron desde la sociedad civil, nunca de la militar, particularmente entre las capas medias: artesanos, campesinos, pequeños propietarios urbanos y profesionales (Luz e infante, 1809; Aponte y negros libres, 1812). Sus representantes más encumbrados eran civiles: Félix Varela (sacerdote y profesor); José Antonio Saco (economista, historiador y sociólogo); José de la Luz (pedagogo); Domingo del Monte (crítico y promotor cultural). Varela y Saco fueron proscriptos y murieron en el exilio; los demás vivieron acosados por las autoridades militares, tildados injustamente de extremistas radicales por sus ideas progresistas.

El fatídico Régimen de las Facultades Omnímodas (1825-1869) representó una verdadera tiranía militar de los Capitanes Generales donde los derechos individuales fueron desconocidos, las cargas tributarias multiplicadas y finiquitadas las esperanzas de transformaciones liberales. Con estos antecedentes, al estallar las guerras de independencia el temor a sustituir la dictadura de los Capitanes Generales hispanos por la de sus congéneres criollos rondaría tempranamente los campamentos mambises.

Al inicio, se logró concertar la unidad en la Asamblea de Guáimaro mediante un equilibrio de poderes entre los partidarios del Padre de la Patria (cespedistas o militaristas) y camagüeyanos, villareños y occidentales, de tendencia más democrática-liberal (agramontistas o civilistas). Tras mucho debatir, se logró aprobar una constitución republicana y abolicionista, presidida por Carlos Manuel de Céspedes y una poderosa Cámara de Representantes facultada para legislar, fiscalizar la labor del ejecutivo y los militares, además de deponer al presidente. Confinados a la vida nómada de la manigua redentora, aquellos civilistas trataron de hacer realidad un gobierno democrático-liberal con un vasto e inoperante entramado institucional.

Guaimaro asamblea

Para Martí, la mayor amenaza dentro del campo revolucionario al logro de la república soñada radicaba en el despotismo militar surgido del empoderamiento desmedido de los jefes militares desde la propia guerra, lo cual crearía condiciones para la entronización futura de dictaduras bonapartistas. En Patria, se consagró a sembrar ideas que impidieran el renacimiento de los caudillismos localistas de la gesta anterior.

La democracia que predominaba en el Partido Revolucionario Cubano (PRC) se llevaría al gobierno de la República de Cuba en Armas para impedir que la futura nación se convirtiera en: “un nuevo modo de mantener sobre el pavés, a buena cama y mesa, a los perezosos y soberbios que, en la ruindad de su egoísmo, se creen carga natural y señores ineludibles de su pueblo inferior”.

Como uno de los ataques más sostenidos al PRC era tildarlo de ser el partido de Martí, escribió “Persona y patria” donde sentenció:

La idea de la persona redentora es de otro mundo y edades, no de un pueblo crítico y complejo, que no se lanzará de nuevo al sacrificio sino por los métodos y con la fuerza que le den la probabilidad racional de conquistar los derechos de su persona, que le faltan con el extranjero, y el orden y firmeza de su bienestar, imposibles en la confusión y rebeldía que habrían de seguir, en un pueblo de alma moderna, al triunfo de una guerra personal, más funesta a la patria mientras más gloriosa […]

El episodio más significativo de la pugna entre la forma militarista tradicional de concebir la gesta independentista y la nueva civilista preconizada por Martí fue la divergencia que tuvo con Maceo sobre la conducción de la guerra. En el Titán pesaban de forma determinante sus experiencias de la Guerra Grande y la manera en que las artimañas civilistas habían entorpecido las acciones del Ejército Libertador y el General en Jefe, por lo que priorizaba ganar la guerra primero mediante la conducción del Alto Mando castrense. Ya en la paz, se constituiría la república con sus poderes civiles y su vida democrática plenamente garantizada.

bosque

En Martí lo hacían mucho más las experiencias de las repúblicas latinoamericanas, donde el peso de las camarillas militares había entronizado un ciclo interminable de caos y destrucción, explotación de las masas populares por oligarcas nacionales y extranjeros, subordinación del pensamiento libre, guerras civiles y fronterizas, sublevaciones cruelmente reprimidas y desprecio de lo autóctono.
Desaparecidos ambos líderes y sometido el PRC a la voluntad de Estrada Palma y el Consejo de Gobierno, la extensión de la guerra abrió las puertas a la intervención estadounidense y la Ocupación Militar. A duras penas, lograron los patriotas evitar la anexión, hacer cumplir la Joint Resolution e instaurar una República con su soberanía limitada por la Enmienda Platt.

No obstante el Síndrome de la Intervención Americana pendiendo sobre Cuba, la República echó a andar aunque sometida al llamado “monopolio político del mambisado” (J. James), con caudillos bonapartistas que se turnaban en el poder al frente de liberales (José Gómez, Gerardo Machado) o conservadores (Mario García).

Tras la Revolución del Treinta, el predominio del Ejército, reorganizado y aupado por Batista, la nueva figura del bonapartismo cubano, creó el mito de que se podía hacer una revolución con el Ejército o sin él, pero nunca contra él. Los dos decenios con democracia formal (1933-1952) no estuvieron exentos de violencia política, pero en este período se mantuvo el funcionamiento del sistema representativo y se instauró la Constitución del 40, una de las más progresistas del mundo para su época.

Batista

(Foto: AP / Harold Valentine)

En estas condiciones, los sujetos de la sociedad civil disponían de variadas formas de lucha legal para promover el progreso social y enfrentar los despotismos militares, al amparo de los derechos constitucionales de 1901 y 1940: elecciones multipartidistas, generales y parciales; libertad de expresión e imprenta (prensa libre); manifestaciones públicas en calles y plazas; y derecho a la huelga, tanto económica como política.

Con independencia del grado de autoritarismo, corrupción y demagogia presente en aquellos gobiernos, la defensa y promoción de estos sacrosantos derechos dotaron al país de una rica y activa sociedad civil y una cultura política sustentada en valores como patriotismo, antimperialismo, vergüenza ciudadana y justicia social con el ideal de la añorada república martiana como horizonte a alcanzar.

En La Historia me Absolverá (1955), Fidel resumió lo que era y significaba, con sus luces y sombras, la república anterior al golpe de Estado del diez de marzo:

Os voy a referir una historia. Había una vez una república. Tenía su constitución, sus leyes, sus libertades; presidente, congreso, tribunales; todo el mundo podía reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. El gobierno no satisfacía al pueblo pero el pueblo podía cambiarlo y ya sólo faltaban unos días para hacerlo. Existía una opinión pública respetada y acatada y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas polémicos de televisión, actos públicos y en el pueblo palpitaba el entusiasmo. Este pueblo había sufrido mucho y si no era feliz, deseaba serlo y tenía derecho a ello. Lo habían engañado muchas veces y miraba el pasado con verdadero terror. Creía ciegamente que éste no podría volver; estaba orgulloso de su amor a la libertad y vivía engreído de que ella sería respetada como cosa sagrada; sentía una noble confianza en la seguridad de que nadie se atrevería a cometer el crimen de atentar contra sus instituciones democráticas. Deseaba un cambio, una mejora, un avance y lo veía cerca. Toda su esperanza estaba en el futuro.

-II- Orígenes

Tras el triunfo del 1 de enero de 1959, la agudización de la lucha de clases, el conflicto con los EEUU y el acercamiento creciente a la URSS y su ideología marxista-leninista condujeron a la generalización de un discurso de guerra para encarar la dicotomía Revolución-Contrarrevolución (“Patria o Muerte”). El Síndrome del conflicto histórico con EEUU sirvió de escenario idóneo para la identificación entre caudillismo militarista/liderazgo carismático/autoritarismo/voluntarismo.

Este pretexto inmejorable encubrió la propaganda adoctrinante y el discurso amañado de la burocracia cada vez más empoderada. Adicionalmente, justificó la coyunda del pensamiento libre en un entorno de censura a opiniones divergentes y extensión del miedo entre opositores, disidentes y críticos, tratados todos como enemigos del pueblo y su Revolución.

cuento

£Foto: Letras Libres)

Según la alegoría del Che en “El Socialismo y el Hombre en Cuba”, el pueblo/población era concebido y dirigido como un gran ejército en campaña con una estructura piramidal de ordeno y mando en cuatro niveles: Líder (Comandante en Jefe), Dirigentes (EEMM), Cuadros (oficiales) y Masa (soldados incondicionales, obedientes y leales hasta la inmolación).

La militarización de la sociedad civil se inició con el desmantelamiento de la rica y combativa precedente y su reorganización en un puñado de organizaciones de masas y sociales únicas a nivel nacional, subordinadas al PCC. Luego continuó con el adoctrinamiento para crear el Hombre Nuevo, la educación de la niñez, juventud y herejes en tradiciones militares pro patriotismo, obediencia, lealtad sumisa (confiabilidad) y trabajo militarizado.

A esto se añadió un sistema informativo de tiempo de guerra (apologético, sobrevaluando debilidades y errores enemigos y ocultando las propias, lenguaje confuso y tergiversador); la instrumentalización del arte como “arma de la Revolución” y la exportación de la revolución a partir de la teoría del foco guerrillero y las Misiones Internacionalistas.

En lo económico-social, la militarización abarcó sistemas de dirección de carácter autoritario y antimercantiles, como el Financiamiento Presupuestario (Che) y el Registro Económico (Fidel) basados en una relaciones naturales, prioridad absoluta a la “preparación para la defensa del país” por encima de las necesidades de la sociedad civil y la economía nacional, sumado a movilización de grandes grupos poblacionales tipo unidades militares (frentes, columnas, brigadas, contingentes, misiones), con el fin de cumplir órdenes/tareas del grupo militar-burocrático hegemónico.

III. Actualidad

Con la crisis de los años 90, la preponderancia de las Fuerzas Armadas sobre los demás poderes del estado se plasmó en la aparición de una supraentidad económica independiente de los poderes civiles: el holding militar GAESA, que controla los sectores más rentables de la economía nacional mediante grandes empresas monopólicas.

Desde 2017, con el retiro político del líder carismático, se acentuó la transformación del modelo bonapartista hacia un pretorianismo supeditado a la defensa de los privilegios del oligopolio GAESA y sus aliados, con acciones sumamente impopulares —como una política inversionista que se concentra en la inversión inmobiliaria en la construcción hotelera mientras descapitaliza otros sectores clave de la economía y la sustitución de tiendas en Moneda Nacional por otras en Moneda Libremente Convertible—. Esto ha ocurrido en contraposición a las recomendaciones de estudiosos de la economía, y, sumada a otras deformaciones a partir de la llamada Tarea Ordenamiento, ha traído múltiples consecuencias en la esfera social como el incremento de las desigualdades y la inseguridad alimentaria en grupos poblacionales con vulnerabilidades.

Ante la mencionada situación, agravada por el aumento de medidas unilaterales coercitivas por parte de las dos últimas administraciones norteamericanas y una situación de inestabilidad económica internacional, crece la protesta popular espontánea (11J, 6M) y la participación crítica de la creciente sociedad civil independiente en diferentes espacios físicos y virtuales (27N, blogosfera). En correspondencia, se recrudece la represión física y simbólica por parte de los instrumentos de dominación cívico-militares del Gobierno/Partido/Estado —el pretorianismo oligopólico enfrentado al creciente civilismo popular.

Nombre

Detención de Leonardo Romero el 11 de julio. (Foto: Yamil Lage/AFP)

De ahí que sea preciso, no solo exigir la aprobación de normas legales pendientes —sin justificación— para legalizar la manifestación pacífica, defender los derechos constitucionales, y divulgar y hacer cumplir los protocolos de actuación de las autoridades para ejercer la fuerza contra los manifestantes cuando incumplan lo establecido; sino también sistematizar la investigación, análisis y revelación de las prácticas extremistas del Gobierno/Partido/Estado y sus instituciones, además de promover la formación civilista y republicana del pueblo en pos de afrontar y superar los excesos del pretorianismo cada vez más presente en la realidad cubana.

15 mayo 2023 7 comentarios
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Mito
Democracia

El mito de la unidad y el Voto Unido

por Mario Valdés Navia 31 marzo 2023
escrito por Mario Valdés Navia

El supermonopolio ETECSA puede tener dificultades en sus servicios pero hay que reconocer que su divisa es impecable: “¡Gracias por elegirnos!”. No obstante, tal sarcasmo se queda corto en comparación con el resultado de las elecciones legislativas del pasado domingo 26: de 470 candidatos a diputados que se sometieron al escrutinio popular ¡TODOS fueron electos! Récord sin parangón a nivel mundial que se repite una elección tras otra … hasta ahora.

Hija pródiga del llamado Voto Unido, tal rasgo de la gobernanza cubana altera los propios fundamentos del concepto de elecciones. Aquí votas, pero no eliges. Su origen no es actual, se remonta a la lucha por preservar la unidad revolucionaria, ese crisol donde se han volatilizado otros valores inalienables del pensamiento progresista: libertad, democracia, justicia, derechos humanos. Repasemos brevemente la historia y presente de este mito fundador de la Revolución Cubana y su expresión en las urnas: el Voto Unido.

I. Historia

Medio siglo después del triunfo del 1-1-1959, al publicarse el libro de Fidel La contraofensiva estratégica,  se tuvo evidencia de que este había ordenado al Che avanzar hacia La Habana solo con las fuerzas del M-26-7. Por entonces ─fresco aún el enojo por el Pacto de Miami, fraguado a sus espaldas─ Fidel consideraba un grave error político compartir fuerza, autoridad y prestigio con el DR-13-3, “un grupito cuyas intenciones y cuyas ambiciones conocemos sobradamente, y que en el futuro serán fuente de problemas y dificultades”.

Si bien ambas organizaciones habían promovido la unidad entre las fuerzas que combatían a la tiranía, la imposibilidad de vertebrarse como plataforma de dirección colegiada de la lucha, como había pretendido inicialmente, llevó al DR a proponer al resto de los grupos insurreccionales la coordinación de esfuerzos “como la forma más eficaz y posible de la unidad”.

En cambio, el M-26-7 desde sus inicios concebía la unidad con otros sectores como la incorporación de ellos a sus filas, aceptando  su autoridad y disciplina. En vez de “coordinación de esfuerzos”, pretendía la consolidación de su “hegemonía revolucionaria”. Decía Fidel: “no habrá que hablar de coordinación de esfuerzos sino de aceptación llana y simple de que la dirección revolucionaria ha cambiado de manos y a su nueva estrategia, disciplina y programa tendrán que subordinarse todos los demás factores”.

Logrado el triunfo militar en el Centro y Oriente, Fidel ordenó a los mandos del Ejército Rebelde proseguir  las operaciones hasta que estuviera asegurada la victoria y garantizado el pleno reconocimiento al Gobierno del Dr. Manuel Urrutia Lleó, el candidato del M-26-7. Este había sido proclamado Presidente de la República, desde julio de 1958, por la mayoría de las organizaciones opositoras a Batista nucleadas en el Frente Cívico Revolucionario.

Creado el Gobierno Revolucionario Provisional (GRP) en Santiago de Cuba, su necesario desplazamiento hacia el Palacio Presidencial, en manos del DR-13-3, generó tensiones entre este y el M-26-7 durante los días 4 y 5 de enero de 1959. Les pusieron fin la llegada de Fidel y Urrutia a la capital y el reconocimiento por parte del DR-13-3 de la presidencia del segundo y el lugar del primero como Comandante en Jefe de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire de la República, prerrogativas del jefe de Estado que Urrutia le cediera desde el mismo 1 de enero.

Mito

Manuel Urrutia Lleó, Fidel Castro y otros miembros del gabinete del primer gobierno revolucionario de Cuba. (Foto: Cubadebate)

El control del Gobierno por el M-26-7 reflejaba una situación real: la hegemonía que había conquistado durante la Guerra de Liberación al ser la de mayor militancia y extensión, su Ejército Rebelde la fuerza armada de mayor poder y gozar de un abrumador respaldo popular. A partir de entonces se impondría el concepto de unidad revolucionaria en el sentido de unidad de todos para el cumplimiento de las decisiones del grupo de poder hegemónico: el de los caudillos/comandantes del victorioso Ejército Rebelde.

Tomaba cuerpo en el país una dictadura militar de nuevo tipo: revolucionaria, antioligárquica, popular  y antimperialista. Su poder fue in crescendo en la medida en que avanzaban las transformaciones económico-sociales, agudizábase la lucha de clases y el conflicto con los EEUU. El vínculo unitario entre el líder caudillista y la masa del pueblo revolucionario se fue tornando cada vez más directa, lo cual hizo que los demás actores políticos, individuales y colectivos, pronto se tornaran superfluos.

A partir del propio mes de enero de 1959, cualquier acción que amenazara esta sacrosanta unidad revolucionaria fue considerada como acción enemiga, traición a la Revolución y merecedora de ejemplarizante castigo. A ella quedaron supeditados los ámbitos de la política, justicia, arte y literatura, educación, sociedad civil, filosofía y las propias ciencias, en particular las sociohumanísticas: historia, filosofía, sociología, economía política, antropología…   

Como señalara Guillermo Jimenez Soler (Jimenito):

La realidad es que las más veraces y sanas interpretaciones no pueden lidiar cuando le anteponen el sambenito de poner en peligro el factor de “la unidad”, cuyas definiciones y alcances han estado en ocasiones permeadas por un interés muy sectorial o coyuntural, sin la posibilidad de un mínimo diálogo o argumentación. Es un valladar que no admite la menor resquebradura.

La aprobación, en 1959, de una nueva Ley Fundamental que atribuía al Consejo de Ministros potestades legislativas dejaba en manos del Primer Ministro las facultades para hacer las leyes y ejecutarlas. Era el fin de la división de poderes y la conversión del presidente en una figura de segundo orden.

Todos los cargos del Estado se establecieron por designación, las elecciones generales prometidas en el Manifiesto de la Sierra Maestra para un año después del triunfo fueron canceladas, los partidos políticos suspendidos, prohibidas las huelgas y manifestaciones de protesta y desmantelada la rica y diversa sociedad civil existente mediante la creación de organizaciones unitarias leales al GRP.

Cuando se adoptó el socialismo totalitario en versión cubana, con su modelo de partido único, se anatemizó el pasado republicano. Como parte de él, las elecciones pasaron a ser parte del anacrónico sistema burgués, supuestamente superado mediante la construcción acelerada del socialismo y el comunismo.

Sin embargo, al iniciarse el llamado Proceso de Institucionalización (1974-1978) regresaron las elecciones como parte de la democracia socialista, entiéndase sólo entre candidatos fieles a la Revolución, el PCC y Fidel. Los delegados del Poder Popular y diputados a la ANPP no serían profesionales; por lo que la iniciativa legislativa pasaría al propio Gobierno y sus organismos centrales.

El lema inicial de las elecciones sería: “A elegir a los mejores”. Los candidatos serían propuestos por las direcciones de las organizaciones de masas dirigidas por el partido único, pero seleccionados a todos los niveles por Comisiones de Candidatura designadas por el PCC y encargadas de impedir que se filtrara alguien capaz de cuestionar las decisiones de los mandamases.

Con ese esquema, los miembros principales del anterior GRP (1959-1976) siguieron ocupando los más altos cargos en la dirección del PCC y el Estado. Pero ni eso era suficiente para garantizar el sueño de eternizarse en el poder del grupo hegemónico.

Con la debacle del campo socialista europeo y la URSS, la élite del Gobierno/Partido/Estado decidió blindar definitivamente los resultados de las elecciones legislativas mediante la convocatoria de Fidel al llamado Voto por Todos, o Voto Unido (VU) (1993).

Ahora, la candidatura sería cerrada ─misma cantidad de candidatos que de plazas─ por lo que los votantes no tendrían que elegir, sino votar por los que seleccionaran o, preferentemente, por todos los candidatos. La comunidad de aparatos ideológicos del Poder se puso en función de inculcar el VU como principio superior de democracia y deber de todo buen revolucionario.

Mito

(Foto: Radio26)

II. Presente

Durante las tres últimas décadas las elecciones cubanas han dividido al electorado en dos grandes campos: los que apoyan al Gobierno/Partido/Estado asisten y ejercen el VU, o algunos el selectivo. Los opositores no asisten, y si lo hacen votan en blanco, o anulan las boletas. Por ello, ambas posturas convierten cada elección en un referéndum al Poder.

Sin observadores imparciales, ni oposición legalizada y organizada, la pelea electoral cubana se torna, como diría mi abuelo refranero: “De león a mono y el mono amarrado”. Sin embargo, el análisis de lo ocurrido en las cinco votaciones ocurridas desde 2003 muestra que la oposición va ganando terreno en esta sui generis pugna electoral.

Si bien entre 1976 y 2010 ─incluyendo los años del Período Especial─ la asistencia a las urnas estuvo entre el 97 y el 99%, desde el 2003 hay una tendencia sostenida al voto de castigo en su versión cubana: disminución del VU en un 20%, incremento de abstenciones en 1000%, votos selectivos y nulos en 300% y en blanco en 200%. 

Nunca como en esta ocasión fueron tan activas las campañas del Gobierno/Partido/Estado por el VU y las de la oposición por la no presentación de los votantes. La crisis estructural del país, agravada por las sanciones de Trump-Biden; la reactivación de la sociedad civil independiente (SCI) en los últimos años; el estallido social del 11J y su represión violenta, el enjuiciamiento y condenas exageradas a más de mil manifestantes pacíficos, puso en entredicho la capacidad del Poder para sostener un resultado favorable en este escrutinio y ambos contendientes se emplearon a fondo.     

Los resultados obtenidos, a despecho de que no pudieran ser avalados por observadores independientes (nacionales o internacionales), y que las encuestas alternativas a boca de urna los contradicen, permiten sacar varias conclusiones interesantes. La fundamental: tirios y troyanos se jactan del resultado como una victoria propia. Esto ocurre porque, si bien todos los candidatos fueron electos en primera vuelta al obtener más del 50% de los votos válidos, el VU cayó al 72%, casi 20 puntos porcentuales del 2003, e incluyó a solo 49% del padrón electoral (PE).

Mito

Sobre este elemento primigenio, el PE, llama la atención su gran reducción en el último decenio. Entre las legislativas del 2013-2013 la disminución es de 548 385 electores. La tendencia es aún más pronunciada entre las legislativas de 2018 (8 639 989) y 2023 (8 120 072): ─519 917; y entre las municipales de noviembre de 2022 (8 351 311) y las legislativas actuales: ─231 239. ¿Quiénes son los que tan masivamente han sido retirados del PE: fallecidos, emigrantes ─sin presencia física, no tienen residencia efectiva en el país─, o presos?

En la votación reciente, la SCI contó con la presencia activa de sus propias organizaciones de recuperación y gestión de la información, tales como: Proyecto Inventario, Observadores de Derechos Electorales (ODE), Comisión Cubana de Defensa Electoral (COCUDE) y Ciudadanos Observadores de Procesos Electorales (COPE). En sentido general, consideraron que estas fueron las votaciones más irregulares realizadas en Cuba desde 1976.

Entre las principales violaciones de la Ley Electoral que detectaron se encuentran: represión contra activistas y observadores independientes, no publicación en tiempo del PE, votación de personas no inscriptas en el colegio,  extensión de la votación una hora más sin causas reconocidas, funcionarios electorales buscando a los electores en sus casas, o llevándole las boletas sin causas de fuerza mayor.

Estas organizaciones destacan que la afluencia de público en muchos colegios observados fue escasa, lo cual pone en entredicho la alta cifra de votantes informada a posteriori. Además, se hacía campaña por el VU hasta dentro de los propios colegios electorales, algo prohibido expresamente por la propia Ley Electoral.    

Para los defensores del Gobierno/Partido/Estado el triunfo en el ejercicio electoral del domingo 26 garantiza la reelección sin problemas del Presidente y el Consejo de Estado para el próximo quinquenio. Mas, cuidado: de no revertirse la tendencia actual, difícilmente puedan repetir el éxito en las legislativas del 2028. Es que el recurso del VU, como una de las mayores aberraciones del manipulado mito de la unidad parece haber dado sus últimos estertores con la votación del pasado 26.

Esperemos que en las próximas legislativas cubanas haya un genuino enfrentamiento entre organizaciones políticas independientes, y que la competencia entre ellas conduzca a la nación por los cauces de progreso que tanto merece el sacrificado pueblo cubano.

31 marzo 2023 24 comentarios
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Segunda república
Historia

Hablando de continuidad: Segunda República y Revolución

por Mario Valdés Navia 6 marzo 2023
escrito por Mario Valdés Navia

Las jóvenes generaciones suelen preguntarse: ¿de dónde sacaban tantos hombres y mujeres de los años sesenta la creencia de qué en diez años Cuba podría superar a EEUU en todos los indicadores (Che, 1961), inundar de carne y lácteos a Europa, o hacer una zafra de diez millones de toneladas de azúcar (Fidel, 1965, 1969)? ¿Es que se vivía en un entorno de alucinación colectiva, o existía algún basamento real para asumir objetivos tan exagerados como tareas nacionales?

Realmente la tendencia de desarrollo de Cuba desde la segunda mitad de los años treinta y sus dinámicas sociales y políticas servía de referente esperanzador para muchas de aquellas rimbombantes afirmaciones. Recuérdese que en 1952, en tres meses y sin esfuerzo extra, se hizo una zafra de 7,2 millones de toneladas; la ganadería cubana era la mejor del área tropical y su economía era considerada la tercera más próspera de LATAM —tras Argentina y Uruguay— y la quinta del hemisferio occidental.

La Segunda República (1940-1958) no solo creó la Generación del Centenario, sino también una economía que, aunque llena de desproporciones y desigualdades sociales, era una de las más modernas y florecientes del Tercer Mundo. Por ello La Historia me Absolverá no habla de crisis económica, sino de lograr una sociedad más justa y democrática acorde al nivel alcanzado por la economía cubana.

El proceso de ruptura radical de la Revolución con aquella sociedad capitalista cubana sigue llenando libros y artículos, pero, ¿cuánto de continuidad hubo entre la Segunda República y la Revolución en el Poder?

Segunda república

-I-

El devenir de cualquier sociedad es un proceso inevitable de continuidad y ruptura. Ellas constituyen las dos caras de una misma moneda: el desarrollo humano. La continuidad sola se aferra al pasado y el peso del lastre no permite a la sociedad avanzar. Sus apologetas se vuelven estatuas de sal como la mujer de Lot. En política, asumen posturas conservadoras y retardatarias del progreso. 

Los que absolutizan la ruptura con lo anterior son nihilistas que destruyen un  patrimonio nacional que no les pertenece solo a ellos, sino a todo el cuerpo social presente y futuro. La historia abunda en ejemplos de ambos tipos de extremismos.

Cuando un grupo que asume el poder se comporta como nihilista y establece un nuevo tipo de relaciones haciendo tabula rasa de lo anterior se genera un verdadero historicidio. Su resultado es la aparición de sociedades atrofiadas, donde el desbalance entre continuidad y ruptura hace parecer que lo nuevo surge de la nada, sin antecedentes económicos, sociales y culturales provenientes de la época anterior.

Si estos nihilistas luego de afianzarse en el Poder se vuelven continuistas que pretenden eternizar tal modelo desproporcionado, entonces la situación se agravará aún más. Para enfrentarlos y tratar de enmendar lo contrahecho habría que rescatar y revalorizar elementos sociales desaparecidos, maltratados, olvidados y menospreciados durante mucho tiempo. Algunos hasta podrían parecer falsos y sobrevalorados a mentes ya nubladas por el adoctrinamiento y el oportunismo.  

En Cuba, el enfoque metafísico de priorizar la ruptura y el olvido del pasado republicano se manifestó en todas las esferas de la vida social desde 1959. El hecho de que el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 rompiera con la sucesión constitucional de los poderes públicos sirvió de fundamento para negar la sociedad anterior como un todo tiránico y corrompido.

Esta concepción se fortaleció cuando la agudización del conflicto interno y externo entre defensores y opositores de la Revolución socialista facilitó la implantación de una dictadura militar en forma de Gobierno Revolucionario Provisional que concentró todos los poderes de la Nación en un pequeño grupo de poder hegemónico. La adopción posterior del modelo de socialismo estatizado burocrático de raíz estalinista amplió el abismo entre continuidad y ruptura mediante el adoctrinamiento totalitario.

En textos y programas de la historia oficial, la República —designada como Mediatizada, Pseudorrepública o Protectorado— se convirtió en un agujero negro del que solo se vislumbraban corrupciones políticas, huelgas obreras y represiones a comunistas. El desarrollo económico, social y cultural alcanzado por el país y su rica sociedad civil en las dos décadas anteriores del medio siglo republicano no se mencionaba.

Segunda república

Las comparaciones sesgadas entre los indicadores sociales de antes y después de 1959 no reconocían que el origen de los cuantiosos fondos que ahora se distribuían más equitativamente se hallaba, no solo en los subsidios soviéticos motivados por su interés geopolítico de sostener una Cuba socialista cerca de EEUU, sino también en el despilfarro de las riquezas creadas durante la Segunda República.

Pero más que en lo económico y sociocultural, la herencia de la Segunda República marcó el diseño y presentación del propio modelo político revolucionario donde la dictadura militar y la ideología comunista se dieron la mano, pero no por vez primera.

-II-

Con diferente forma de llegar al poder y gobernar en sus dos mandatos (1940-1944; 1952-1958) fue Fulgencio Batista el primer y el último presidente de la Segunda República. En el ínterin se sucedieron los gobiernos auténticos de Ramón Grau San Martín y Carlos Prío (1944-1952).

El más interesante elemento de continuidad política entre la Segunda República y la Revolución está en varias de las prácticas políticas y modos de gobernanza que introdujo Batista en su primer período de gobierno y algunas del segundo. En la primera ocasión llegó al poder por elecciones, representando a la Coalición Socialista Democrática, una amplia plataforma política donde los comunistas eran de sus aliados principales.

No obstante, los vínculos entre Batista y el PC provenían de la época anterior (1935-1940) en que se consolidó como el Hombre Fuerte del país, amo del ejército, apaciguador de conflictos y benefactor popular. Desde el Gobierno, Batista apoyó importantes actividades comunistas como el I Congreso del PCC, en Santa Clara —del que hoy casi nadie habla— y el constituyente de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), liderada por Lázaro Peña (1939).

La colaboración con el poderoso movimiento obrero cubano permitió a Batista en ese año realizar una exitosa visita oficial a México, donde fue objeto de varios homenajes y actos que le organizaron Vicente Lombardo Toledano y el movimiento obrero mexicano, entrevistarse con el presidente Lázaro Cárdenas y hablar ante el pleno del Congreso.

Ese año, el PC se fundió con Unión Revolucionaria dando lugar al Partido Unión Revolucionaria Comunista (PURC), con Blas Roca y Juan Marinello como líderes. El Hombre —como llamaron los comunistas de entonces a Batista— facilitó también la creación de la Federación Nacional de Obreros Azucareros (FNOA), dirigida por Jesús Menéndez.

Segunda república

Desde la presidencia, Batista optó por utilizar las experiencias comunistas en el manejo de los trabajadores y los apoyó destruyendo a sus enemigos trotskistas, estableciendo relaciones diplomáticas con la URSS (1942) y reconociendo jurídicamente a la CTC (1943).

A cambio de ello y con el pretexto de no perjudicar la colaboración económica a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, la CTC restringió las huelgas solo a casos excepcionales. Entre 1940 y 1944 el movimiento obrero obtuvo aumentos salariales por 464 millones de pesos, elevación del salario mínimo, semana laboral de 44 horas y otras conquistas que compensaron parcialmente el alza del costo de la vida. En 1944, el PURC borró la palabra comunista de su nombre y comenzó a llamarse Partido Socialista Popular.

En el ámbito económico, Batista estableció varias medidas de corte keynesiano que fortalecían el papel del Estado en la conducción económica, tales como la creación de la Oficina de Regulación de Precios y Abastecimientos (1940), con la que por primera vez en Cuba el Estado asumía la conducción de la política de precios y la distribución.

Tras el establecimiento de la tiranía en 1952, Batista unió el Ejecutivo y el Legislativo bajo su potestad durante dos años, aunque el Judicial quedó independiente. Esto fue posible porque sustituyó la carta magna de 1940, por los llamados Estatutos Constitucionales, elaborados con el fin de darle una fachada jurídica legal a su régimen. Tras la farsa electoral de 1954 y su «elección» como presidente —considerada espuria porque se presentó solo a las elecciones— restableció en 1955 la Constitución del 40 y la tripartición de poderes.

En enero de 1959, entrarían nuevamente en reposo para no regresar más. El Consejo de Ministros aprobó una nueva Ley Fundamental, que le atribuía potestades legislativas, incluyendo la modificación de esta propia Ley Fundamental. A partir de ese momento fueron el primer ministro y su gobierno los facultados para hacer las leyes y ejecutarlas.

En lo económico, el tirano Batista fue un promotor de la política llamada del Gasto Compensatorio, que concebía un crecimiento del mercado interno mediante la expansión del gasto público. Para compensar los efectos de la crisis del sector azucarero, se crearía una infraestructura moderna que propiciara las inversiones extranjeras no azucareras y un proceso autónomo de industrialización.

Sin embargo, el incremento del gasto público se ubicó en inversiones en la esfera de los servicios y sólo una ínfima parte se dedicó a la agricultura no azucarera o a la industria. En poco tiempo, esta política provocó el despilfarro de las reservas en divisas del país, saldos negativos en la balanza de pagos, incremento de la deuda pública y concentración de las inversiones en obras improductivas.

Aunque el crecimiento desigual y deforme de la economía cubana se acentuó, en 1958 aún quedaban importantes reservas en los demás sectores para volver a la senda de la inversión productiva. Pero tras el establecimiento del Gobierno Revolucionario esos problemas se reprodujeron con creces debido a la ampliación de gastos en servicios sociales, defensa y el aparato administrativo-ideológico.

Alianza entre el caudillo y grupos de poder militar con los comunistas para conducir a los trabajadores como las hormigas pastoras a las bibijaguas, normas constitucionales que distorsionan la gobernanza democrática, políticas de gastos «compensatorios» para intentar estimular el crecimiento, fueron prácticas que nacieron en la Segunda República y han sido llevadas al extremo por la Revolución en el Poder.

Los resultados de extender ad infinitum durante la etapa socialista el populismo caudillista sin respaldo económico, propio de los gobiernos batistianos, influye en la crisis económica estructural nacional que atraviesa el país en nuestros días. Solo que ahora apenas existen ya reservas para recomenzar, ni se avizoran posibilidades reales de que nuevos actores sean capaces, en lo inmediato, de desterrar de una vez tales políticas.

6 marzo 2023 25 comentarios
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Juicio
Economía

Cinco preguntas y respuestas sobre el juicio de Cuba en Londres

por Redacción 31 enero 2023
escrito por Redacción

El lunes 23 de enero se desarrollaron en Londres las primeras sesiones de la vista oral correspondiente a la demanda interpuesta por el fondo de capital de riesgo CRF1 Ltd., constituido en 2009 en las Islas Caimán, a la República de Cuba y a su Banco Nacional. El litigio se debe a los impagos de una deuda contraída por el país con bancos europeos en 1984, cuyos derechos fueron comprados por el demandante.

Un artículo del periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista, y una nota del Banco Central de Cuba calificaron al demandante como un «fondo buitre» que adquirió la titularidad de la deuda utilizando «mecanismos ilegales para presentarse como acreedor», aparejados de «serias irregularidades cometidas por funcionarios del BNC, en violación de la ley», por lo cual no los reconocen como acreedor válido.

Por su parte, un reporte de la Agencia EFE reproducido por medios internacionales, afirma que el fondo demandante alega que los derechos de la disputada deuda fueron adquiridos de forma legal y que la causa emprendida contra Raúl Olivera Lozano, antiguo director de operaciones del Banco Nacional de Cuba, no es más que «un pretexto fabricado por el Estado cubano para eludir sus obligaciones».

Con el fin de aportar al debate sobre este caso cuya opacidad ha generado tanta incertidumbre, La Joven Cuba pidió opiniones al abogado cubanoamericano Luis Carlos Battista, Licenciado en Derecho por la Universidad de La Habana y máster en Negocios Internacionales y Derecho Económico por la Universidad Georgetown, de Washington D.C. Actualmente se encuentra realizando estudios de doctorado en la española Universidad de Salamanca.

Cuenta además con una década de experiencia en el sector público y financiero, donde se destaca su paso por el Centro para la Democracia en las Américas, el Banco Mundial, la multinacional financiera Morgan Stanley y la firma de abogados Foley Hoag LLP, esta última conocida por representar a Estados en arbitrajes y litigios internacionales.*

Juicio

Luis Carlos Battista

Durante mucho tiempo, Fidel Castro dijo que la deuda externa era impagable para cualquier país latinoamericano y esa máxima signó la postura del país caribeño con sus acreedores. Sin embargo, a partir de 2006, tras el ascenso de Raúl Castro al poder, esa política cambió. ¿Cómo describiría la relación del gobierno cubano con sus acreedores en la actualidad?

En el caso específico de Cuba, en mi opinión uno de los más críticos, el país está limitado de acudir a tres de las principales instituciones financieras a nivel regional y global. Ello debido a que en 1959 no realizó la contribución inicial para ser miembro fundador del Banco Interamericano de Desarrollo (BID),1 y en 1964 se retiró del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial. Aquellas decisiones, tomadas por voluntarismo político y terquedad ideológica, han supuesto un significativo costo de oportunidad para las décadas posteriores.

Estas instituciones fueron creadas tras los acuerdos de Bretton Woods. Si bien existen disimiles disquisiciones ideológicas, sobre todo desde la extrema izquierda, es innegable el impacto que esos bancos de desarrollo han tenido en los países subdesarrollados. Sobre todo el BID y el Banco Mundial ofrecen tasas de interés inferior a las del mercado y plazos más extendidos que los de entidades privadas.

La dinámicas de la economía cubana, en constante crisis desde hace varias décadas, han hecho que el gobierno tenga que acudir a un sinnúmero de acreedores con términos más onerosos que los establecidos por los principales bancos de desarrollo. También es cierto que cuando un abrumado Fidel Castro exclamó en los años 80 que la deuda externa era impagable, los tiempos políticos eran otros. El contexto estaba marcado por la Guerra Fría, existía mayor división entre acreedores y deudores, el nivel de desarrollo de muchos países se encontraba ligado a los recursos naturales, y habían altos niveles de inflación, entre otros elementos.

No por gusto esa ha sido considerada «la década perdida» del continente. Hasta Henry Kissinger, en el otro lado del espectro político, se mostró preocupado por el alto nivel de endeudamiento. Mucho de eso permanece, pero la región ha progresado considerablemente desde entonces.

Si bien la estrategia del gobierno cubano ha sido fomentar proyectos de cooperación Sur-Sur, estos tienen tres principales retos muy ligados entre sí, dado su fuerte componente ideológico. El primero es que se desarrollan puntualmente con gobiernos afines. En el caso de América Latina, en la primera década del 2000 se experimentó la victoria de los movimientos del llamado «Marxismo del Siglo XXI»2. No obstante, también hubo proyectos de cooperación con otros gobiernos que, sin ser miembros del ALBA, eran afines ideológicamente. Este es el caso de Brasil y Argentina, y Chile en menor medida.

El segundo reto es que la mayoría de estos países aún mantienen una débil industrialización en sus respectivas economías y son extremadamente dependientes de la explotación de recursos naturales (Venezuela es el caso más llamativo). En tercer lugar, al ser proyectos con un fuerte componente ideológico, están a merced de los constantes movimientos políticos en el continente.3 Tan es así que un informe de la CEPAL menciona que en 2007 Cuba tenía 637 acciones y proyectos de cooperación con países latinoamericanos; una década después, en 2017, solamente existían 62.

Juicio

De modo que Raúl Castro enfrentó un dilema: acudir a los prestamistas y pagar para insertar a Cuba en el mercado financiero internacional, o no pagar y mantener el ostracismo y sus implicaciones. En ese sentido, dio pasos para renegociar la deuda con Rusia y con el Club de París. Sin embargo, con el Club de Londres no se llegó a un acuerdo. Es llamativo que en 2021 Cuba y el Club de París modificaron las condiciones del acuerdo de deuda del 2015, dada la situación económica de la isla en medio de la pandemia.4 Esto demuestra la buena voluntad de ambas partes de llegar a acuerdos.

El manejo de la deuda externa de un país, tanto como el de la de cualquier individuo, requiere un hábil administrador.

En ese sentido, la relación de Cuba con sus acreedores se verá determinada por la capacidad del país para afrontar las deudas contraídas en los plazos determinados. En esto habrá una relación directamente proporcional entre la captación de inversión extranjera, desarrollo del parque industrial, índice demográfico del país, y otras variables políticas, económicas y sociales.

Como nota positiva, en 2022 el ministro de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, afirmó que Cuba pagaría sus deudas paulatinamente. Esto infunde seguridad entre los inversionistas extranjeros, pero también es innegable que existe preocupación sobre la puntualidad cubana. Para Cuba, mantener una relación de confianza entre la comunidad de inversores es primordial. Al mismo tiempo, ningún préstamo por grande que sea será suficiente si ello no viene acompañado de reformas económicas significativas y desprejuiciadas que logren insertar al país en un camino de desarrollo sostenido.

En las últimas décadas han trascendido otros casos de fondos que compran a precios bajos deudas de economías cercanas a la quiebra para después presionar y cobrar la totalidad de su valor. ¿Qué implicaciones éticas supone dicho proceder teniendo en cuenta las consecuencias humanitarias que generalmente han provocado en Estados soberanos?

Son disímiles las causas por las cuales ocurren estas cesiones de deuda soberana. No obstante, lo más usual es que el país deudor se encuentra en mora y el acreedor no tiene la voluntad, el tiempo o los medios suficientes para acudir a mecanismos de pago. Como consecuencia, es bastante común que deudas con muy alto riesgo, las consideradas subprime, se vendan muy por debajo de su valor original.

Según medios, durante décadas la deuda cubana se ha comercializado entre 6 y 8 centavos dólar del valor original, subiendo momentáneamente a entre 30 y 35 centavos después del anuncio de los presidentes Obama y Raúl Castro restaurando relaciones diplomáticas.

Para los países subdesarrollados, la deuda externa es un arma de doble filo. Puede contribuir al desarrollo del país, pero también supone un agobio económico incompatible con la plena soberanía de un Estado. De igual manera, debe primar un sentido de deber moral, e incluso de responsabilidad jurídica en algunos casos. El acuerdo de Cuba con el Club de París en el 2021 es un ejemplo de buena cooperación entre ambas partes.

Por otro lado, Sergio Bitar, destacado economista y ministro de Salvador Allende, relata la indiferencia de «los jefes de Gobierno de países industrializados [dando] una respuesta fría y formal a la carta firmada por 11 presidentes latinoamericanos pidiéndoles una acción para cambiar la situación» de la deuda externa de sus países en 1985. Este tipo de actitudes puede aumentar la inestabilidad política de una nación, o incluso de una región. De hecho, el FMI ha sido bastante criticado por establecer programas de recortes sociales como condicionamiento para el recibo de paquetes financieros de ayuda.

Juicio

Sergio Bitar fue ministro del gobierno de Salvador Allende e integrante de los gobiernos de Concertación, de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. (Foto: Getty Images)

Hay un elemento que también es necesario discutir. No podemos olvidar que los acreedores son capitalistas, y ofrecen un préstamo con una expectativa de ganancia. De igual manera, los fondos que compran deuda tienen una utilidad para los acreedores originales, y es que les permite recuperar, al menos parcialmente, el crédito otorgado. No obstante, la deuda externa de por sí no es negativa. Pero sí puede ser negativo el uso de los fondos obtenidos a través de la deuda.

Lamentablemente nuestra región no ha sido indemne a los expolios de compañías multinacionales donde la ganancia es la prioridad. Pero nuestra región tampoco ha sido indemne a la corrupción de sus mandatarios, los golpes de estados, la falta de control de los autócratas y populistas, el clientelismo, y muchas otras acciones que hacen peligrar el funcionamiento de las instituciones democráticas.

Hay una responsabilidad compartida entre deudores y acreedores. Para unos, es la de otorgar la deuda con intereses justos; para otros es usar y administrar correctamente esos pasivos recibidos, lo cual indiscutiblemente repercutirá en la capacidad de pago y el balance de las finanzas nacionales de un Estado.

El CRF 1 Ltd intentó, antes de llegar a los tribunales, negociar la deuda con el gobierno cubano. Por su parte, el Banco Central de Cuba ha declarado que no lo reconoce como un acreedor válido. ¿Por qué cree que el gobierno cubano se ha negado a negociar con CRF 1 Ltd, actitud que contrasta, por ejemplo, con la tenida con el Club de París?

No conozco las decisiones del gobierno cubano, principalmente porque este carece de una política pública de comunicación y transparencia. Sólo podemos especular. Sin más información, es imposible saber si se trata de una negligencia, una decisión ideológica, o una ¿cuestionable? decisión estratégica.

No obstante, hay elementos que podemos intentar discernir. Cuba no es ajena a las negociaciones con entidades financieras privadas. Precisamente esa ha sido una necesidad del gobierno de la isla para evadir las medidas económicas unilaterales del gobierno de los Estados Unidos. Recordemos que en varias ocasiones el Tesoro de los Estados Unidos ha sancionado a entidades europeas como BNP Paribas, Société Géneralé, o UBS, entre otras.

Ahora, en el contexto de la comunidad internacional, es sin dudas mucho más beneficioso para Cuba salir de la lista de morosos de los Estados que de instituciones privadas. Los estados cuentan con mayor plataforma para realizar sus reclamos, desde enviar delegaciones con reclamos hasta frenar cualquier paquete de ayuda.

Todo parece indicar que Cuba devengó más de 450 millones de dólares al Club de Paris en el 2021,4 cantidad nada despreciable para las condiciones económicas en las que se encuentra la isla. Es muy posible que el gobierno no tenga la capacidad económica para enfrentar el pago ante ambos clubes al mismo tiempo. Sin embargo, si esa fuera la razón, la justificación sería sumamente inusual para no negociar con el Club de Londres. Además, es mucho más inusual si tomamos en cuenta el monto total de la deuda, que según algunos medios es de USD 5 mil millones.

No es una elevada cantidad en el contexto de la deuda soberana y tampoco es imposible de pagar para Cuba. Máxime cuando existen informaciones que 1.4 miles de millones de dólares serían ofrecidos libre de intereses hasta el 2026, una oferta nada despreciable. Me parece que en todos estos años el gobierno cubano pudo haber intentado negociar con el fondo, o al menos escuchar sus reclamos.

Por lo tanto, esta decisión de no responder a la oferta de negociación de CRF 1 desde, al menos 2018, deja más preguntas que respuestas. No es tarde para encontrar una solución negociada. El peor escenario que pudo ocurrir es el que estamos viendo de llevar el litigio ante los tribunales.

Juicio

(Foto: Getty Images)

Se sabe que este tipo de juicios son sumamente complejos y en ellos influyen múltiples intereses. ¿Cuáles podrían ser las claves de las estrategias de cada uno de los litigantes?5

El juicio se encuentra ahora en la fase de la audiencia de jurisdicción. Esta fase, muy común, se usa para que la corte decida si cuenta con jurisdicción en base al reclamo y sobre los demandados (en este caso el Banco Nacional de Cuba y la República de Cuba). Básicamente ahora se discute si CRF1 es un legítimo acreedor de Cuba, y si la corte puede someter al gobierno bajo su jurisdicción.

Cuba pareció en un inicio aludir a dos defensas frente al reclamo de CRF1. La primera es la inmunidad como soberano. La inmunidad de un Estado constituye hoy en el Derecho Internacional una norma de derecho consuetudinario que se fundamenta en el principio de la igualdad soberana de los Estados. Casi todos han incluido en su ordenamiento jurídico una norma positiva que avala este principio. En el caso del Reino Unido está regulado principalmente por la Ley de Inmunidad de los Estados de 1978 (State Immunity Act).

Sin embargo, este principio no es absoluto, ya que puede ser renunciado por el propio estado soberano. Esta renuncia es estándar cuando el estado en cuestión acude al mercado internacional como participante, no como regulador. Por ejemplo, es participante cuando firma acuerdos de infraestructuras con compañías privadas, o cuando firma acuerdos de endeudamiento, o algún otro acuerdo con privados. De no ser por esta renuncia, la contraparte privada no tendría garantía alguna de recuperar daños si el Estado se erige como soberano y denuncia la contraprestación a la cual está obligado.

La segunda defensa, y la más interesante, es que en un inicio aludió a que la deuda fue obtenida por CRF1 mediante fraude de un funcionario del Banco Nacional de Cuba, debido a que tal cesión debía ser aprobada por el Estado cubano. Como consecuencia, entiendo que al menos un funcionario del banco se encuentra en prisión.

Sin embargo, el 9 de diciembre el juez Henshaw, evidentemente sorprendido, aceptó una enmienda súbitamente solicitada por Cuba a su escrito de defensa. Esta enmienda retiraba las afirmaciones basadas en fraude cometido, y solo afirmaba que tenía «creencias razonables» de que pudo haber fraude.

La única explicación que encuentro es que la defensa de Cuba reconoce que no puede demostrar en una corte británica que ocurrió tal fraude frente a las alegaciones de la demandante de la falta de independencia del sistema judicial cubano.

Hay varios escenarios que parecen interesantes a raíz de las informaciones publicadas por algunos medios. Recalco nuevamente que solo puedo especular. Uno de los elementos de la defensa cubana es que el funcionario actuó unilateralmente. En el primer escenario, podríamos asumir que el fondo extranjero y el funcionario cubano cometieran un delito de cohecho en el sector estatal. O sea, que el fondo conscientemente pagó al funcionario cubano para que autorizara, sin contar con la debida aprobación, la cesión de deuda hacia CRF 1.

Este sería el más beneficioso para Cuba, pero al mismo tiempo el que requiere una mayor carga de pruebas. Cuba podría salir libre de la obligación del pago, pero previsiblemente necesitaría demostrar que el fondo extranjero maliciosamente conspiró con el funcionario cubano.

Juicio

Andrew Henshaw

El segundo escenario, es que el funcionario haya representado falsamente al fondo que tenía la potestad para autorizar la cesión de deuda al CRF 1, con lo cual la corte podría encontrar que habría un error unilateral por parte del fondo. En este caso, el fondo tendría que probar que actuó de buena fe en todo momento, algo que se puede poner en duda dadas las alegaciones de pago hacia el funcionario. Según el Fondo, el funcionario en cuestión «y otros empleados siguieron los procesos establecidos», aunque esto es algo que no le compete al Fondo decidir.

Ahora, existe un principio del Derecho de Contratos que es evitar una excesiva desproporción entre las partes. Esto evita que una de ellas sufra una lesión a sus intereses cuando se requiera el cumplimiento de la prestación. Precisamente por este principio general llama mucho la atención sobre el interés de Cuba de clasificar a CRF1 como un fondo buitre; y por supuesto, el interés de este de no ser catalogado como tal. El precedente está dado por el caso de Elliott Management contra Argentina.

No olvidemos que el fallo requiriendo a Argentina el pago de su deuda desestabilizó la república sudamericana. No obstante, existe una gran diferencia: Elliott Management tiene 55 billones de dólares en activos bajo administración (Assets Under Management, AUM). A CRF1 no le interesa ser catalogado como un fondo buitre porque las cortes británicas no podrían asumir al Fondo como la parte más débil en esta relación contractual. Ello juega un papel preponderante si tenemos en cuenta que los términos del contrato requieren la autorización de Cuba para la cesión de la deuda.

En otras palabras, al Cuba contraer la deuda y requerir su autorización para la cesión de esta (lo que constituye una novación contractual), entonces Cuba asume un papel sumamente poderoso. Puede no pagar, y el acreedor original no podría recuperar parte de su inversión si no cuenta con la autorización de la misma parte que se encuentra en incumplimiento. Como consecuencia, virtualmente Cuba podría escoger a quien paga y cuando paga, ausente una decisión judicial como la que estamos viendo.

Ello indiscutiblemente pondría al acreedor original en una posición desventajosa y podría requerir entonces la aplicación del principio mencionado a fin de evitar esta excesiva desproporción. De aplicarse este principio, la cláusula contractual, requiriendo la autorización cubana, se podría considerar anulable, y la legitimidad de la actuación del funcionario cubano sería irrelevante a ojos de las cortes británicas. Por lo tanto, Cuba tendría que pagar la deuda.

Para finalizar, este tipo de procesos son largos y cuentan con varias fases. Como mencioné, la fase actual es la de jurisdicción. De encontrar la corte que es competente, entraría posteriormente en la fase de méritos. Por lo tanto, es probable que estaremos escuchando de esta deuda por un rato.

Como mencionaste, en el año 2000 la pérdida de un juicio similar puso en jaque la economía argentina impidiéndole el acceso a fondos internacionales y limitando sus relaciones comerciales. En el caso actual, ¿cuáles pudieran ser los escenarios futuros para Cuba si ganara o perdiera el proceso?

Si el Estado cubano ganara el proceso (y en dependencia de sobre qué bases gane), es posible que pueda tener un efecto beneficioso para el Cuba a corto plazo. A pesar de ello, es cuestionable el beneficio a largo plazo en cualquier escenario. En primer lugar, si la corte considera que no es competente, muchos de los otros acreedores del gobierno cubano (incluyendo CRF 1) tendrían que investigar qué otro foro sería competente, y levantar el reclamo en ese otro foro, si aplica, lo que haría previsiblemente más largo el proceso.

Por otro lado, si la corte encuentra que CRF1 no es el legítimo acreedor de Cuba, la isla se ve libre de la obligación de pago a ellos, no así de los acreedores originales o sus sucesores acreditados. Sin embargo, ello tendría como consecuencia que la deuda cubana en el mercado financiero vería aumentado su riesgo y verá subir el interés de su deuda, ello como consecuencia de un efecto paralizador que tendría para muchas financieras lidiar con los cubanos.

Cuba ya de por sí tiene un alto nivel de riesgo de deuda por el contexto doméstico e internacional en el que se encuentra. Las razones son de sobra conocidas. A esto habría que sumarle la inseguridad que tendrán muchos prestamistas de recuperar su deuda si la nación cae en mora por las razones antes explicadas y negara la cesión de su deuda.

Por otro lado, si Cuba pierde el pleito, los acreedores verán la posibilidad de recuperar su monto. El Estado cubano deberá pagar su deuda o enfrentarse a un riesgo de embargo de bienes. En el caso de los bienes que el Estado cubano tenga en el Reino Unido (no se incluye ningún edificio oficial como embajadas y consulados), el acreedor tendrá una mayor facilidad a la hora de recuperarlos.

De no encontrar suficientes bienes para resarcir la deuda, se podrá solicitar la ejecución en otras jurisdicciones con las cuales el Reino Unido tenga acuerdos multilaterales y bilaterales para el cumplimiento de decisiones judiciales. Este régimen de embargo puede incluir propiedades de empresas estatales cubanas y sociedades anónimas en las cuales Cuba es el único accionista, si una corte accediera a levantar el velo corporativo. Ello implicaría el embargo o confiscación principalmente de buques, aeronaves, y cuentas bancarias.

Por ello, tal como expliqué anteriormente, lo mejor será explorar una mediación y encontrar una solución negociada.

*Las opiniones de Luis Carlos Battista no deben ser entendidas como la posición de ninguna de las entidades mencionadas con las que se relaciona.

***

[1] Para ser miembro prestatario (recibir proyectos de inversión del BID) Cuba también tendría que retomar la membresía de la OEA tras la resolución del 3 de junio del 2009 dejando sin efecto la exclusión de la isla del sistema interamericano desde 1962.

[2] Principalmente Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Honduras, y Bolivia.

[3] Tal es el caso de Honduras, Ecuador, y Bolivia, que apenas hubo un cambio en la jefatura de Estado retiraron su membresía del ALBA. En el caso de Bolivia ocurrió durante el gobierno provisional de Jeanine Áñez, y luego el presidente Luis Arce solicitó su reincorporación. En el caso de Argentina y Brasil, durante los gobiernos de Macri y Bolsonaro, hubo bastante enfriamiento en los proyectos de cooperación con Cuba.

[4] La deuda externa de Cuba con este Club al 31 de diciembre del 2021 fue de USD 5,211 millones (USD 456 millones menos que a igual fecha del 2020).

[5] Los comentarios incluidos son opiniones y no deben interpretarse como un criterio legal.

31 enero 2023 16 comentarios
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Armando Hart
Cultura

Hart, Fidel y algunas aristas de la política cultural: el todo en una pieza

por Raymar Aguado Hernández 21 enero 2023
escrito por Raymar Aguado Hernández

Armando Hart fue uno de los principales artífices del dogma histórico que representa Fidel Castro dentro de la cultura cubana. Se dio a la tarea de enmarcarlo como salvaguarda principal de esta última y lo reconoció como estandarte de una realidad que comenzó en enero de 1959 y en la que se sintetizaron las transformaciones sociales propuestas por el proceso revolucionario con las pretensiones ideológicas de sus líderes.

Sin dudar, Hart comulgó estrictamente con los planteamientos y políticas llevadas a cabo por Fidel hasta el día de su muerte, a lo que llamaría: «la Cultura de hacer política de Fidel Castro». Es importante destacar que Hart sirvió en el cargo de ministro de Cultura desde 1976 hasta 1997, y el vínculo estrecho entre las políticas del Comandante y él, son claves para entender disimiles posicionamientos y directrices culturales de esos años y los posteriores.

Declarado martiano, Hart sostuvo la idea de la continuidad histórica de Martí a través de Fidel, instaurando un patrón conceptual que denominó la «política fidelista de fundamentación martiana»,1 un intento de instaurar el nexo entre ambas figuras, que distan tanto en tiempo como en modelos de pensamiento, con un fin de significación mesiánica y redentora.

La comparación entre sus respectivas posturas antiimperialistas, debe hacerse desde el análisis de su antagonismo, enfocado en las propuestas de estructura social que perseguían, no desde la torpeza y el intento oportunista de equiparación. Sintetizar el estudio del pensamiento cubano y la cultura nacional en el arquetipo Martí-Fidel, es ignorar la contribución de un sinfín de ilustres pensadores y creadores a esta labor, así como la de las clases populares, fuente principal de lo que hoy se denomina «cubanidad».

Desde la caída del Apóstol, en 1895, su imagen y pensamiento se trabajaron desde el uso obsesivo de la exaltación, construida como idea del bien, como el derrotero más limpio. Luego de enero del 1959, la instauración de similitudes entre Fidel y Martí se volvió práctica recurrente, y Hart, una de las figuras que más comulgó con este intento. Al mismo tiempo, el propio Fidel utilizó el símbolo Martí, su nombre y sus palabras, para llevar a cabo su labor de dirigencia, muchas veces llegando a reducir la política y la cultura cubanas a un patrón de concepción estrictamente martiano, o lo que él consideró como tal.  

Partiendo de incongruencias en la forma de relacionar ideología, ética y política con la realidad contextual cubana, Hart posicionó al Comandante como non plus ultra de la política cultural del siglo XX, ignorando aportes sustanciales de figuras precedentes que abonaron su acción y desarrollo intelectual. Asimismo, se desentendió de la sintomatología sectaria en la propuesta cultural del líder, que devino ponderación abusiva a su imagen y discurso. Incluso antes del 59, este fue presentado como imperfectible por las virtudes que se le atribuyeron. El tratamiento de hombre intachable, paradigmático y ejemplar que recibió, y aún recibe, sustrajo el derecho al cuestionamiento.

Desde los primeros años de la Revolución esto representó una traba importante en el esquema político-cultural cubano, dado que cualquier postura tangencial a la del entonces Primer Ministro, significaba una afrenta al proceso y, por tanto, al pueblo. De esta forma, se redujo el ideario renovador a la doctrina fidelista. Suponer que la Revolución Cubana fue obra y gracia de Fidel Castro, es ignorar el resto de líneas de pensamiento y toda la sangre derramada en la lucha contra la dictadura de Batista y gobiernos precedentes.

Tal idealización fue acogida por muchas personalidades del gremio intelectual involucradas en la estructura de gobierno, donde Fidel fue colocado como figura concluyente en materia de programas en pos de la justicia social. Así, la instrumentalización de la imagen del Primer Ministro pasó a planos donde fue y es presentado como ser omnisciente y, en casos de mayor reserva, brillante.

Esto trajo como consecuencia la invisibilización de la condición humana de Fidel, quien se convirtió en un emblema de victoria: el «invicto Comandante». Al volverse el símbolo Pop de la izquierda revolucionaria, el emblema patriarcal de un proceso antiimperialista, el histriónico vocero de un sueño de justicia, en fin, la figura histórica; los diversos estratos sociales, políticos y culturales cubanos fueron saturados de sus imposiciones ideológicas, sus programas de uniformización de pensamiento, y su doctrina y entendimiento cultural.

Armando Hart

Luego de enero del 1959, la instauración de similitudes entre Fidel y Martí se volvió práctica recurrente, y Hart, una de las figuras que más comulgó con este intento.

Fidel Castro instauró un enfoque dogmático en las formas en que se debía asumir el ámbito cultural en Cuba, al punto de esquematizar qué era y qué no parte de la cultura; qué aportaba y qué no al nuevo proceso. De este modo, centralizar y segregar fueron tareas de orden dentro de las políticas culturales de los primeros años. Lo anterior queda claro en el documento conocido como Palabras a los Intelectuales, intervención de Fidel el 30 de junio de 1961, como conclusión a una serie de intercambios que tuvieron lugar en la Biblioteca Nacional entre dirigentes políticos y diversos académicos y creadores.

Palabras a los intelectuales, según Hart, constituyó el texto programático y fundador de la política cultural de la Revolución. En ellas, Fidel puntualizó cuáles eran las dinámicas culturales que perseguía el gobierno, caracterizadas principalmente por procesos de segregación y negación de concepciones ajenas a las del nuevo poder político. Apuntó Hart que el ideario fidelista de «unir para vencer» significó la característica primera en su esquema de pensamiento. Esto constituye una falacia inmensa, pues la característica primera de la política revolucionaria fue el divisionismo.

En ese texto se dejó claro el carácter inamovible de la política del gobierno, al expresar que la libertad creativa debería, inequívocamente, estar en consonancia con los designios del proceso. De tal forma, el tono desacreditador ante las demandas de los presentes, la negación a priori de la legitimidad de estas, así como la excesiva demagogia al referirse a un supuesto trato horizontal, no sirvieron más que como modos de instrumentalizar esta serie de quejas con el argumento de que todos los esfuerzos y prioridades deberían centrarse únicamente en la Revolución, descreyendo estas solicitudes como parte de la acción constructiva de la dinámica a la que se aspiraba.

La concepción esquemática que otorgó Fidel al término Revolución, dista desde esos momentos de su sentido más abarcador, condicionando su uso —principalmente en materia de creación—, al mero compromiso de exponer la realidad revolucionaria, así como integrarse a esta desde el ánimo de asentir a todos los dictámenes del poder político. Todo lo que no constituyese una apología, una exaltación de la virtud revolucionaria, era antagónico al orden programático de la Revolución y a Fidel. Desde aquella reunión se normalizó el rechazo directo y sin escalas a cualquier creador que, de acuerdo al Primer Ministro, fuera «más artista que revolucionario».

De este modo se cuestionó la confianza de los creadores en su obra y en el proceso. Fidel llegó incluso a referirse a algunos de los presentes como «escritores y artistas revolucionarios», estableciendo privilegios respecto a otros que, para la óptica del Comandante, no merecían tal categoría. La tajante sentencia «Dentro de la Revolución todo; fuera de la Revolución ningún derecho», es de las tantas evidencias del encuadre segregacionista de las políticas del gobierno. En la mencionada, Fidel suscribe la postura excluyente y punitiva de la política cultural revolucionaria ante cualquier persona/creador/artista que no estuviera en consonancia con los designios y líneas de pensamiento de los que él denominó los «hombres de gobierno» y Hart los «legítimos dirigentes» del país.

Armando Hart

La tajante sentencia «Dentro de la Revolución todo; fuera de la Revolución ningún derecho», es de las tantas evidencias del encuadre segregacionista de las políticas del gobierno.

Al mismo tiempo, el tratamiento a quien mantuviera una ideología opuesta al sistema, desde esos años, se convirtió en una constante vejatoria. Bajo la terminología de contrarrevolucionario, gusano, lumpen o mercenario, fue encasillada toda persona opuesta al gobierno, o incluso a determinadas decisiones de este. El rechazo lo dejó explícito Fidel muchas veces, como por ejemplo, en el discurso que pronunciara en la clausura del acto por el VI aniversario del Asalto al Palacio Presidencial, celebrado en la escalinata de la Universidad de la Habana el 13 de marzo de 1963. Ahí enfatizó:

«Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (RISAS); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre.

Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS). La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones.

¿Jovencitos aspirantes a eso?  ¡No!  “Arbol que creció torcido…”, ya el remedio no es tan fácil.  No voy a decir que vayamos a aplicar medidas drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, ¡no! (…) Entonces, consideramos que nuestra agricultura necesita brazos (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”); y que esa gusanera lumpeniana, y la otra gusanera, no confundan La Habana con Miami».

Harto sabido es que muchos de esos «elvispreslianos», «pepillos», «feminoides», «burgueses», «torcidos», «lumpen», sufrieron los horrores de las UMAP, la expulsión de sus centros educacionales y laborales, así como la marca moralista de no ser aceptados en la sociedad revolucionaria y socialista que comandaba el que ya era líder supremo; el mismo que el 1ro de mayo de 1980, en la Plaza de la Revolución, mientras transcurría el éxodo del Mariel, fue capaz de decir que para esas personas no había lugar en Cuba, que se fueran, demostrando así la omnipotencia política y el carácter narcisista de la que denominaría Hart «Revolución de Fidel».

Volviendo a la mencionada intervención de 1961, el político afirmó entonces que «La Revolución significa más Cultura y más arte». No obstante lo que ocurrió desde entonces fue la normalización del revisionismo y la censura bajo el argumento de que era derecho de las autoridades culturales velar por un arte cuya función radicara en la educación del pueblo. Tal perspectiva sería cuna de arbitrariedades, adoctrinamiento y de la supresión de libertades creativas.

Ese discurso transitó por zonas oscuras en el tratamiento al futuro cultural cubano, al punto de que Fidel declaró que él trabajaba para el presente, no para el futuro; para luego, más avanzadas sus palabras, buscar la validación en el compromiso de la Revolución con vistas al porvenir. Anuló así el derecho de los presentes a reclamar sobre la actualidad cultural. Asimismo, resulta curiosísimo que a la par que se desarrollaba una campaña de alfabetización bajo el lema «la cultura es lo primero que hay que salvar», Fidel aludía en el mencionado encuentro a prioridades por encima de la dinámica cultural nacional.

Desde los inicios, el Comandante propuso una «revolución cultural» como divisa principal del nuevo proceso, sustentada en las ideas de justicia social y del hombre nuevo. Sin embargo, estas intenciones no tenían cabida más allá de las interpretaciones y re-conceptualizaciones de sus líderes, y de su narrativa. Ello se evidencia desde 1959 en documentos como la Ley 169 (inciso A), firmada en marzo, donde quedaba explícito que toda creación cinematográfica tenía que responder a los «fines de la Revolución que la hace posible y garantiza el actual clima de libertad creadora»; o en los plenos poderes otorgados a Fidel como Primer Ministro para aprobar o derogar leyes culturales e instituciones.

Armando Hart

toda creación cinematográfica tenía que responder a los «fines de la Revolución que la hace posible y garantiza el actual clima de libertad creadora». (Foto: Alfredo Guevara, a su la derecha Héctor García Mesa, a su izquierda Saúl Yelín, todos fundadores del ICAIC. Foto Agnes Varda)

De este modo, presentado como estandarte representativo de una nueva dinámica cultural, el Comandante absorbió todos los derroteros estéticos y discursivos que pudo traer consigo el triunfo de enero. Esta forma de asumir la Revolución como feudo, propiedad de una minoría victoriosa, representó desde los primeros años un síntoma agudo de lo que luego sería un sistema totalitario y vertical.

Armando Hart obró como subordinado fiel de las ideas del Comandante, sin cuestionar ni un milímetro de su política, tanto en materia cultural como educacional. Eso lo llevó a señalar a Palabras a los intelectuales como inicio de un proceso trascendental dentro de la dinámica creativa cubana, bajo el criterio de que luego de instaurada esta política, llegó la cultura nacional a su máximo esplendor.

Hart ignoró el desarrollo intelectual y artístico anterior a la Revolución, y dejó claro en su discurso por los treinta años de Palabras a los intelectuales, que las inquietudes de las generaciones se remedian con trabajo ideológico-cultural; una evidencia más de su simpatía con la hermeticidad y el adoctrinamiento. Sobre este tema, le había comentado en una carta Ernesto Che Guevara:

«Mi querido Secretario: Te felicito por la oportunidad que te han dado de ser Dios; tienes seis días para ello. Antes de que acabes y te sientes a descansar como hizo tu predecesor, quiero exponerte algunas ideíllas sobre la cultura de nuestra vanguardia y de nuestro pueblo en general.

En este largo período de vacaciones le metí la nariz a la filosofía, cosa que hace tiempo pensaba hacer. Me encontré con la primera dificultad: en Cuba no hay nada publicado, si excluimos los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar; ya el Partido lo hizo por ti y tú debes digerir. Como método, es lo más antimarxista, pero, además, suelen ser muy malos, la segunda, y no menos importante, fue mi desconocimiento del lenguaje filosófico (he luchado duramente con el maestro Hegel y en el primer round me dio dos caídas). Por ello hice un plan de estudio para mí que, creo, puede ser estudiado y mejorado mucho para constituir la base de una verdadera escuela de pensamiento; ya hemos hecho mucho, pero algún día tendremos también que pensar (…)

Es un trabajo gigantesco, pero Cuba lo merece y creo que lo pudiera intentar. No te canso más con esta cháchara. Te escribí a ti porque mi conocimiento de los actuales responsables de la orientación ideológica es pobre y, tal vez, no fuera prudente hacerlo por otras consideraciones (no sólo la del seguidismo, que también cuenta).

Bueno, ilustre colega (por lo de filósofo), te deseo éxito. Espero que nos veamos en el séptimo día. Un abrazo a los abrazables, incluyéndome de parada, a tu cara y belicosa mitad».

En múltiples ocasiones Hart planteó que la Revolución necesitaba superar baches del pasado que se manifestaban en el incipiente proceso, tales como el «dogmatismo anticultural», la «irracionalidad», el «pensamiento tecnocrático»; pero, al unísono, celebraba el talante autoritario e imponente de la doctrina fidelista y su afán caudillista. Su postura colocaba a la crítica como medio fundamental para el crecimiento cultural del proceso, solo que pasó por alto que esta debe estar acompañada de libertades y garantías creativas, cuestiones que en muchos sentidos la Revolución usurpó desde aquellas infaustas Palabras.

Estas simplificaciones del arte y la cultura, enmascaradas de discursos críticos, comenzaron a ser herramientas al servicio del poder político, así como medios para intrumentalizaciones moralistas. A su vez, el tratamiento concedido a la institucionalización como método más viable para el desarrollo cultural, significó maquillar el fin centralizador al que se aspiraba, que potenció la mediocridad, los privilegios de militancia, la burocracia, el nepotismo y la corrupción, así como hermetizar la tarea creativa. Esto se dejó claro desde que Fidel sentenció, en 1961, que era tarea del Consejo Nacional de Cultura orientar el devenir creativo y el desarrollo de los intelectuales y artistas. A día de hoy no son necesarias más evidencias del fracaso de las instituciones culturales en Cuba.

La Revolución cubana significó un suceso cultural por excelencia, al decir de Hart. Aquella estrella de enero del 59 representó, efectivamente, para un amplísimo sector poblacional un despertar, tanto en calidad de vida como en devenir profesional y creativo. Los aportes de la Revolución al entramado histórico de la cultura cubana son innumerables; no obstante, las usurpaciones conceptuales y los atropellos ideológicos fueron infames, al punto de ser, ya en nuestros tiempos, uno de los mayores atentados contra nuestra realidad cultural y nuestra historia.

La cultura y la ideología encerradas y estrictamente regidas por el carácter otorgado desde la política gubernamental, más allá de una realidad contextual que solo era posible evidenciar desde el contacto con las masas, fue de los más lamentables procesos que la política cultural de la Revolución y Fidel pusieron en práctica, y de los cuales figuras como Armando Hart, fueron parte.

Es necesario desmontar muchos mitos, señalar quirúrgicamente los procesos, rebuscar en la historia; así podremos desaprender los dogmatismos que tanto laceran nuestra realidad y esencia como sujetos culturales activos en la actualidad cubana. Queda el futuro en nuestras manos.

***

1: Armando Hart: «La Cultura de Hacer Política en la Historia de Cuba», La Cultura de Hacer Política II, Oficina del Programa Martiano, Consejo de Estado, La Habana, Cuba, agosto 2010, p. 18.

21 enero 2023 11 comentarios
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Justicia Social
Ciudadanía

La justicia social en Cuba: muerte en tres tiempos

por Alina Bárbara López Hernández 16 enero 2023
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Pocas imágenes ilustran la deriva del proceso sociopolítico en Cuba con tanta claridad como la de Esmeralda Cárdenas Hidalgo —mujer negra, trabajadora de Servicios Comunales, que protestaba por los apagones, la falta de alimentos y la pobreza—; abofeteada y tirada al pavimento de una calle habanera por un hombre que se presentaba como defensor de la Revolución.

Si alguien hubiera profetizado algo así en la época de los actos multitudinarios, cuando Fidel Castro declaraba que esta era la revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes, nadie le hubiera creído. Pero no se trata de juzgar un hecho que indica el alejamiento de ideales y principios por mucho tiempo compartidos; es más importante explicar cómo se ha llegado al punto en que la justicia social ha desaparecido como meta del horizonte político cubano.

Primera estocada

La noción de justicia fue una de las apelaciones de la Revolución que más impregnó el imaginario social. Aun cuando era evidente que el proceso fue autoritario desde sus inicios, que cercenó libertades individuales que conducirían con el tiempo a un Estado todopoderoso en detrimento absoluto de la autonomía ciudadana; también es cierto que la gente contó por muchos años con una serie de beneficios, entre los cuales los sólidos y eficaces sistemas de Salud, Educación y Seguridad Social fueron pilares. Hubo una época en Cuba en que la consigna: «Nadie quedará desamparado» no era, como hoy, una burla cruel.

Esa noción fungió como amalgama que permite explicar el mantenimiento de altas cotas de consenso frente a evidentes errores de política económica y social, y a prácticamente ninguna libertad política.

El derrumbe del socialismo europeo, fuente nutricia del modelo insular, dio su primera estocada a la justicia social entre nosotros. Como se ha repetido hasta la saciedad, todos entramos en similares condiciones en el Período Especial, pero no todos salimos igual… y muchos jamás salieron. Desde entonces, la clase burocrática que nos dirige ha recargado en los sectores más pobres su incapacidad para reformarse y desarrollar la economía.

La pobreza ha crecido no solo debido a las restricciones del bloqueo norteamericano y a las medidas del gobierno de Donald Trump —como se afirma con ánimo justificativo—, sino motivada por los propios paquetes de políticas y medidas que en los últimos treinta años, y de manera paulatina, han olvidado la esencia de lo que debiera ser una revolución socialista. Porque concebir como socialismo el control de la propiedad estatal y la planificación económica centralizada, olvidando al humanismo y la justicia social; es lo mismo que pretender disfrutar de una bella melodía únicamente leyendo su partitura.

Fidel Castro estuvo convencido siempre de que defender la justicia social era la forma de mantener, contra todo pronóstico adverso, una base social que sustentara con su apoyo al sistema político. A tenor con ello confirió un peso decisivo al tema, incluso en los años noventa, en que la realidad mostraba los contrastantes modos de vida de personas y familias que recibían o no remesas del exterior; o que trabajaban en el turismo y las firmas extranjeras, con presencia creciente en la Isla.

Las reformas de los noventa incidieron en el aumento de la desigualdad social y la pobreza. Primero, al legalizarse el uso y tenencia de divisas, en agosto de 1993, y cuando en septiembre del propio año fue autorizado el trabajo por cuenta propia. Tales determinaciones, necesarias y positivas, evidentemente beneficiaban más a ciertos sectores sociales.

El surgimiento de tiendas que vendían ropas y alimentos en dólares, dejó fuera de ese mercado a los sectores más humildes, obligados a subsistir con los escasos productos que se podían adquirir por la libreta de racionamiento.

Justicia Social

Durante el Período Especial hubo mayores niveles de protección social que los actuales. (Foto: Hakan Ronnblad)

En 1994, durante los meses de mayo y julio, se determinaron dos nuevas directrices: el aumento de precios y la eliminación de gratuidades. El Estado debía enfrentar un gran déficit presupuestario, intentó entonces sanear sus finanzas incrementando precios y disminuyendo gastos. Anunció con ese fin un considerable aumento de precios en el transporte público, agua, electricidad, servicios postales, combustible y artículos de amplio consumo popular, como tabaco y bebidas alcohólicas.

Subieron un 566 % las dos cajas de cigarros mensuales por libreta de racionamiento; un 270 % el galón de gasolina, un 116 % el costo del pasaje del transporte interprovincial, y 122 % en la electricidad para los núcleos familiares que consumían más de 100 kilovatios hora al mes. Se empezó a cobrar por primera vez treinta centavos mensuales por persona a cada núcleo familiar para sufragar gastos de alcantarillado.

Así lo valoraba Pablo Alfonso en un texto de ese año:

«A mediados de julio el gobierno dio un nuevo paso en su reorganización financiera que algunos observadores han calificado como “política de choque progresivo”.

Apremiado por la dramática realidad económica que enfrenta, el régimen comunista cubano dejó a un lado los sueños del estado paternalista que durante tres décadas fueron acuñados por el respaldo de la ex Unión Soviética. Esta vez el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros suspendió un amplio número de servicios que se ofrecían gratuitamente a la población en las áreas de educación, deportes, cultura y salud pública».

Las gratuidades eliminadas se evidencian en las siguientes medidas:

1.Cobro del almuerzo a estudiantes de la enseñanza pre-escolar, primaria y media, con una tarifa de siete pesos mensuales por alumno.

2.Los matriculados en cursos de idiomas, fuera del sistema regular de educación o de los programas de capacitación de las empresas estatales, tendrían que pagar 20.00pesos

3.Los estudiantes becados debían comprar sus uniformes en la red comercial y recibirían un estipendio para gastos personales con carácter de préstamo.

4.Empezaron a cobrarse las tabletas de Neovitamin 2 que desde 1993 se distribuían gratuitamente para combatir la neuropatía epidémica. Las personas que recibían treinta tabletas mensuales, para cuya producción Cuba recibió ayuda humanitaria, debían pagar 1.50 pesos.

5.Cobro de entradas a museos, actividades, espectáculos y exposiciones en las Casas de Cultura, Comunales y Galerías de Arte.

6.Cobro de servicios en los gimnasios de cultura física, clases de gimnasia musical aeróbica y artes marciales.

7.Cobro de la entrada a competencias deportivas en estadios y salas, de acuerdo a una tarifa de entre 3.00 pesos para palco y 0.50 centavos para gradería.

A lo anterior se agregaba el establecimiento del pago de impuestos por razones diversas y el pago de derechos fiscales para la obtención de numerosos documentos públicos.

Aunque en esa oportunidad no fueron incrementados los precios de la canasta básica normada, los aumentos mencionados representaban un duro golpe al presupuesto familiar de los trabajadores. Si tomamos en cuenta que el salario mínimo en la etapa era de cien pesos, y que un trabajador promedio devengaba aproximadamente 150 pesos mensuales, podremos calcular lo que significaban esas medidas para familias de bajos salarios, con varios hijos, que no recibieran remesas, laboraran en el sector estatal y no se vincularan con el emergente sector turístico.

Las medidas se aplicaron sin distinción a toda la sociedad. Ese sería un enorme error, pues al partir de una serie de privilegios existentes, aumentaban la pobreza de determinados sectores y familias. Es justo reconocer, no obstante, que incluso en medio de la crisis los sistemas de Salud y Educación, si bien muy afectados, no cayeron en los niveles de precariedad actuales.

El programa del médico de la familia se había inaugurado en 1984 y funcionó perfectamente. Contaba con instalaciones apropiadas, excelentes profesionales e interconsultas de especialistas que hacían innecesaria la afluencia y hacinamiento en policlínicos y hospitales. Por su parte, la mayoría de los municipios disponía de servicios de obstetricia y cirugía, lo que permitía que los hospitales provinciales no tuvieran que asumir toda la responsabilidad en esos casos.

Hubo asimismo mayores niveles de protección social que los actuales. Por ejemplo, en 1994 las mujeres embarazadas tenían un programa de apoyo alimentario, que puedo describir con propiedad pues fui una de las beneficiadas. Una vez por semana, y organizado por consultorios, se garantizaba el acceso a un restaurante para una comida gratuita que incluía: fruta, carne y productos lácteos.

La oferta de papa y huevos, sin incremento sustancial de precios, permitió que las familias más pobres, sin acceso a los nuevos mercados en dólares, tuvieran al menos un sustento alimentario elemental, que no existe hoy por la ruina de la agricultura estatal.

El censo correspondiente al 2002, ya ofrecía datos preocupantes en cuanto al desempleo, el limitado acceso a la educación superior de sectores empobrecidos y la grave situación de la vivienda. Sin embargo, la alianza con Hugo Chávez había dado a Fidel los recursos para maniobrar en función de lo que sería su última gran campaña social, conocida con el nombre de Batalla de Ideas. Alrededor de 179 programas se establecieron con el fin de mantener la adhesión de trabajadores y jóvenes al proceso. Uno de los más significativos fue la universalización de la enseñanza.

Se ampliaron las oportunidades educacionales y el acceso a la cultura como vías de superación humana. No obstante, consignas políticas como: «La cultura salva» o «la cultura como escudo de la nación», daban fe de una óptica idealista que romantizaba la situación de personas, familias y barriadas venidas a menos. Entre tanto, se mantenía apartadas a esas personas, barriadas y familias, con preeminencia de población negra, de las nuevas formas productivas. Esos eran los que no podían entrar en la categoría de emprendedores, cuentapropistas y empresarios, pero tampoco de socios de cooperativas jamás creadas.   

La Batalla de ideas tuvo su óptica asistencialista, como evidenció la creación en 2000 de la Escuela de Trabajadores Sociales de Cojímar. Recuerdo que por aquellos años, como profesora de la Universidad de Matanzas, debí asesorar metodológicamente a un grupo de trabajadores sociales. Era en el municipio de Jovellanos, donde un diagnóstico arrojaba resultados alarmantes: personas viviendo en condiciones paupérrimas, familias que dormían en el suelo por carecer de colchones, viviendas en precario estado y carencia de artículos electrodomésticos básicos, como refrigeradores y ventiladores.

Justicia Social

Fidel en la inauguración del primer curso de Trabajadores Sociales en la Escuela de Cojimar, el 10 de septiembre del 2000. (Foto: Fidel, Soldado de las Ideas)

Las inversiones en salud, educación y asistencia social en la referida etapa ayudaron a paliar la situación. La pobreza crecía, pero las personas aún podían acudir a servicios médicos sin necesidad de comprar medicamentos e insumos para ser atendidos. Esto marcaría la diferencia en unos años.    

Segunda —y profunda— estocada

En 2006, con la enfermedad y consecuente retiro de Fidel, quedaba sellada la etapa heroica de la Revolución cubana. Demasiados errores habían lastrado la utopía. Raúl Castro, aún sin ser presidente en funciones ni primer secretario del Partido, favoreció un escenario de enorme expectativa. Su autocrítico discurso del 26 de julio de 2007, generó confianza en muchos sectores.

Su acceso al poder gubernamental tuvo dos períodos bien definidos: uno interino, entre julio de 2006 y febrero de 2008, y uno formal desde esa fecha y hasta 2018. En el primero, lanzó la campaña pro-reforma conocida como Actualización del modelo económico y social cubano, y tomó medidas que devolvían derechos constitucionales a los cubanos: viajar fuera del país, alojamiento en nuestros propios hoteles, compra-venta de casas y autos; todas muy positivas, pero que beneficiaban más a sectores sociales con la solvencia requerida para ejercer tales derechos.

A partir de su nombramiento oficial como presidente del Consejo de Estado, en febrero de 2008, enfatizó en la necesidad de recortar gastos y «gratuidades indebidas». Bajo la consigna «sin prisa pero sin pausas», pronto se constató que la prisa se dirigía más a transformar al modelo social que al económico.

Las medidas adoptadas por entonces afectaron a las personas y familias más pobres: cierre de 24 000 comedores obreros; aumento de la edad de jubilación en cinco años para hombres y mujeres; disminución de la edad de inicio laboral a quince años, es decir, las personas que empezaban a trabajar siendo adolescentes debían hacerlo durante medio siglo para tener derecho a una jubilación.

Más adelante se suspendería el derecho al almuerzo de los estudiantes que no estuvieran becados en los centros de educación superior. Ello afectaba mucho más a las familias pobres, que ahora debían garantizar de sus deprimidos salarios, además del transporte, el gasto que implicaba el almuerzo diario de sus hijos, que a veces tenían dos sesiones de clases o actividades en las universidades.

La situación se agudizaba por la disminución sostenida de inversiones en sectores de impacto social directo, como Salud y Educación, que decrecieron en la misma medida en que aumentaban las inversiones en los sectores del turismo e inmobiliarias.

Justicia social

En un análisis de Mario Valdés para LJC, se explica que el mayor recorte en la inversión de salud ocurrió precisamente durante el gobierno de Raúl Castro (2006-2018), en etapas en que la exportación de servicios médico-farmacéuticos fue la principal fuente de divisas del país, por encima del turismo. Su conclusión lógica es: «Todo indica que una parte sustancial de estos ingresos, lejos de consagrarse a modernizar el sector sanitario, fueron destinados a la inversión en el turismo, rama que apenas cubre sus ingresos por el alto índice de valor importado que tiene por peso de producción».

Ante esto se debió ampliar la asistencia social para proteger a la población más pobre, sin embargo, lo que se hizo fue reducirla. Como demuestra la periodista Karla R. Albert, «entre 2006 y 2018, el gasto del presupuesto asignado a la asistencia social se contrajo de 2.2% a 0.3%, mientras que el número de beneficiarios como proporción de la población decreció de 5,3% a 1,6%».

Según el economista Carmelo Mesa-Lago, ello se explica «por el lineamiento aprobado en el VI Congreso del PCC en 2011 que terminó la asistencia social a los asistidos con una familia capaz de ayudarles». En el referido documento se dejaba claro que el Estado transferiría a las familias y al mercado aquellas responsabilidades sociales que decidió no continuar asumiendo.

La ley de presupuesto para 2011 evidenció el marcado deterioro de indicadores asistenciales entre 2009 y 2010. El número de beneficiarios se redujo un 61 % en comparación con el 2005, y como porcentaje de la población total pasó del 5,3 % al 2,1 %. En el propio 2010 se recortaron 237 millones de pesos por «depuración de beneficiarios».

En esa etapa hubo una campaña desde los medios estatales que culpaba al pueblo de su dependencia al Estado, como si ello no hubiera sido una directriz política incuestionable.

Llegó incluso a eliminarse, al considerarlos gratuidades indebidas, los estímulos a trabajadores vanguardias que les permitían acceder a instalaciones turísticas; a pesar de que en realidad no era gratis pues ellos sufragaban sus gastos, si bien en moneda nacional. Desafiando cualquier rasgo de decoro, la misma prerrogativa se mantuvo para altos dirigentes y sus familias. Evidentemente «algunos animales eran más iguales que otros».

Durante esos años, aun con medidas que encarecían la existencia cotidiana de la población, no se aumentaron los salarios de manera general, solo a determinados sectores como salud, educación y empresas priorizadas.

Los jubilados —alrededor de 1,7 millones en estos momentos— constituyen otro sector que sufrió las consecuencias de esas políticas. El economista Mauricio de Miranda demostró en un artículo el desfase del sistema pensional cubano frente al incremento sostenido del costo de la vida, y concluye que las pensiones actuales son «insuficientes e injustas» y condenan a la pobreza.

En julio de 2013, Raúl Castro se lamentaba ante la Asamblea Nacional del Poder Popular: «Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de veinte años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás». Esa valoración, en realidad, podía atribuirse como anillo al dedo a la política del Partido y el gobierno cubano, especialmente bajo su mandato, respecto al aumento de la pobreza y el olvido de la justicia social.

Tiro de gracia

Con la designación de Miguel Díaz-Canel como presidente de los Consejos de Estado y de Ministros en 2018 —luego de la Constitución de 2019 sería presidente de la República—, se proclamaba la continuidad de esa política antipopular. Tres evidencias apuntaban a ello: la apertura de comercios en MLC que han discriminado a una enorme cantidad de personas, la negativa a depósitos bancarios en dólares físicos si no es desde fuera de Cuba, y la tristemente célebre Tarea Ordenamiento, que disparó los precios y la inflación para convertir en nada las pensiones, jubilaciones y salarios.

En fugaz alocución televisiva del 11 de diciembre de 2021, el presidente expresó como objetivos del Ordenamiento: «este proceso se propone ofrecer a los cubanos mayor igualdad de oportunidades, a partir de promover el interés y la motivación por el trabajo». Los políticos dicen una cosa, los datos muestran otra. Al respecto, el economista cubano Pedro Monreal valora: «los datos de ventas minoristas y de inflación en Cuba en el primer semestre de 2022 evidencian dos cosas: un ajuste económico apoyado en la inflación, y distribución desigual del costo del ajuste, con sesgo contra los hogares pobres».

No creo necesario reiterar lo que todos conocemos sobre este fracaso, cuya única consecuencia política fue el traslado de Marino Murillo, cara visible del fallido experimento, a un puesto de menor categoría para el que fue despedido con una ovación por el Parlamento que dice representarnos.  

No obstante, más allá del Ordenamiento, existen consecuencias sociales debidas a décadas de empobrecimiento y ajustes económicos. Las más notorias son: aumento de la mortalidad general, infantil y materna; disminución sostenida de la natalidad; incremento del número de suicidios; crecimiento de la población carcelaria hasta ubicarse entre las mayores per cápita del planeta; un éxodo de proporciones dramáticas y acentuación de la desigualdad.

La insensibilidad de la dirigencia política ante este escenario, llegó al punto de que en el Informe Central al 8vo Congreso del Partido, Raúl Castro —denominado en los últimos tiempos Líder de la Revolución, para asombro de muchos—, reprochó con molestia la «cierta confusión» de algunos cuadros de dirección al emprenderla contra la «supuesta desigualdad» creada por la comercialización dolarizada.

El Partido ha vuelto la espalda a un problema de primera magnitud, que debió ser analizado profundamente y que condujo, menos de tres meses después del referido congreso, a un estallido social nacional. Pero esta no parece ser su intención. Prefiere catalogar los hechos del 11j como una operación financiada desde el exterior para no admitir su responsabilidad histórica y la razón que asistía a los que salieron a manifestarse ese día.

Durante 2018, en la versión original del proyecto de Constitución, la comisión redactora, en un repunte de honestidad, había decidido eliminar el comunismo como horizonte de aspiración futura, lo cual me pareció muy realista pero poco coherente con un partido que se designa con ese nombre. En la versión final sería devuelta a su lugar la referida aspiración, pero ya todos comprendemos que una cosa es la letra de la Constitución y otra la actitud de las autoridades ante ella, sobre todo cuando esas autoridades no tienen las mismas condiciones de existencia de las mayorías.

Justicia social se ha convertido en una frase usada en foros internacionales con el fin de recabar simpatía hacia el gobierno cubano, y también en medios oficiales para un discurso demagógico; pero no en los documentos y declaraciones programáticas partidistas.

Mientras el Canciller Bruno Rodríguez Parrilla, en su intervención ante la ONU del 3 de noviembre del pasado año, aseguró «que Cuba nunca renunciará a su sistema socialista de justicia social (…)», y en el sitio Cubadebate Agustín Lage afirmó hace poco que: «La concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales es regulada por el Estado, el que garantiza además, una cada vez más justa redistribución de la riqueza, con el fin de preservar los límites compatibles con los valores socialistas de equidad y justicia social»; las proyecciones del Comité Central del Partido para 2023 no mencionan NI UNA SOLA VEZ esas palabras.

La proyección no. 16 afirma la intención de: «Desarrollar políticas públicas para la atención a situaciones de vulnerabilidad y la eliminación de desigualdades, y también orientándonos hacia las políticas públicas para atender diferenciadamente un grupo de problemáticas de nuestra juventud». No obstante, es difícil creer realizables tales políticas en una sociedad cuya pobreza crece exponencialmente, dado que la proyección no. 20 será: «Reducir los gastos y orientar estos a la atención a las situaciones de vulnerabilidad».

En esencia, el Estado pretende el imposible de reducir sus gastos y a la vez orientarlos a una pobreza en expansión, porque eso es aunque la disfracen eufemísticamente de vulnerabilidad. Y lo peor es que no hace partícipe a las ciencias sociales cubanas de estudios que puedan diagnosticar la situación real y proponer soluciones viables, a pesar de que el gobierno de Díaz-Canel se presenta como un gobierno de ciencia e innovación y que la proyección no. 9 es: «Apoyar todos los procesos con la ciencia y la innovación, desarrollando la capacidad de acudir a la ciencia y a la investigación para resolver y atender nuestros principales problemas».

Lo cierto es que las estadísticas hablan de una década perdida para la economía cubana que se extiende desde 2010 a 2020. Pero desde antes, como hemos visto, comenzó el deterioro del pacto social del Estado con la ciudadanía.

El punto de vista de los científicos sociales

La socióloga cubana Elaine Acosta, en su enjundioso texto «Yo quiero fundamento. El 11j en Cuba y la necesidad urgente de una Sociología que incomode», analiza el incremento de la pobreza y la vulnerabilidad y los límites de las ciencias sociales en la Isla para abordar esa cuestión. Ella se hace eco del criterio del economista Pedro Monreal acerca de que existe un «apagón estadístico nacional sobre la pobreza y la desigualdad».

En intercambio con la Dra. Mayra Espina, especialista en Sociología de las desigualdades, me explica que «no hay datos públicos de pobreza desde los estudios del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE) del Ministerio de Economía y Planificación, fueron investigaciones oficiales realizadas en 1994 y a inicios de los 2000, esta última identificó una franja de 20% de pobreza urbana. Colegas me han dicho que se siguen haciendo las encuestas de hogares y se calcula la línea de pobreza, pero no se publica». También aclara:

«El informe voluntario que Cuba ha hecho sobre los ODS para Naciones Unidas ha incluido un cálculo a partir del índice de pobreza multidimensional, pero considero que subvalora por margen amplísimo la magnitud real de la pobreza y declara que el indicador ingresos no es relevante para Cuba, error grande si se considera que el régimen de bienestar vigente ha tenido un corrimiento hacia el mercado y la familiarización, con lo cual los ingresos se han vuelto decisivos para las satisfacción de necesidades».  

La opinión de Espina sobre la importancia de los ingresos es compartida por Monreal, que considera:

«El análisis de la desigualdad social en Cuba, además de los datos que hoy no se divulgan, debe reconocer que la desigualdad no es un accidente social. Es el síntoma de causas “estructurales”: funcionamiento de instituciones que crean privilegios y exclusiones.

Es plausible asumir que parte de la explicación del incremento de la desigualdad en Cuba radica en el efecto distributivo del paquete de política económica conocido como “reordenamiento”, específicamente el efecto diferenciado de cambios en precios relativos.

Asumir que la desigualdad en Cuba tiene causas “estructurales” equivaldría a reconocer el alcance limitado que tendrían las medidas de “ayuda” dirigida a grupos e individuos».

A finales del 2022, una nota del periódico Granma anunciaba que desde el 16 de octubre y hasta el 26 de noviembre se realizaría una Encuesta Nacional sobre la Situación Económica de los Hogares (ESEH), a cargo de la Oficina Nacional de Estadística e información (ONEI) cuyo objetivo era recabar información sobre los gastos e ingresos de la población cubana. Se explicaba que se efectuaría a partir de una muestra probabilística en alrededor de 12 000 viviendas de zonas urbanas en diferentes provincias.

En sus redes sociales, Monreal compartió esta noticia con la siguiente observación: «Con los datos de esta encuesta puede calcularse un indicador de pobreza y también indicadores de desigualdad. Veremos si los publican o si continúa la narrativa de la equidad».

Los economistas Omar Everleny Pérez Villanueva y Mauricio de Miranda comentaron respectivamente: «Hasta ahora nunca fue publicada esta encuesta. Ojalá hayan cambiado los tiempos», y «Amigo, cuando lo vea lo creo. Ya veremos qué pasa. Ojalá hayan cambiado los tiempos pero hasta ahora los cambios que veo no son para bien».

¿Tendrá razón tal escepticismo? Lo cierto es que casi dos meses después no se conocen todavía los resultados de la encuesta, cuyos datos serían de fácil tabulación mediante programas informáticos. Ocultar esa información, que debería estar al alcance de expertos y ciudadanos, indica falta de voluntad política para enfrentar con claridad la situación de la pobreza en Cuba, conocimiento sin el cual será imposible hablar seriamente de justicia social y socialismo.

Cuando en 2002 se aprobó la Ley de reforma constitucional que modificó la Constitución al adicionar este párrafo al artículo 3 del Capítulo 1: «se propone que el carácter socialista y el sistema político y social contenido en ella sean declarados irrevocables», ya ese sistema, en lo social, había empezado a cambiar aceleradamente. Lo ha seguido haciendo a lo largo de más de veinte años. Actualmente no se parece en nada al proyecto social por el que tantos se han sacrificado. ¿Qué es lo irrevocable entonces?  

16 enero 2023 45 comentarios
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Juan Pin Vilar
Cultura

Juan Pin Vilar y el suicidio de un hombre de otra época

por José Manuel González Rubines 7 enero 2023
escrito por José Manuel González Rubines

Juan Pin Vilar sabe claramente cómo quiere matarse. Nunca echaría mano a una escopeta para terminar estampando sus sesos en una de las paredes de su apartamento del Vedado; tampoco se colgaría de una soga hasta quedar como una lámpara de techo azul y deslenguada. Esos métodos laboriosos y rudos, son demasiado tradicionales para alguien tan heterodoxo como este realizador audiovisual.

Con una personalidad como la suya —mezcla de guapo de barrio, patriota e intelectual agudo, y Don Juan criollo—, si cometiera uno de esos suicidios comunes, alguno de sus muchos amigos tendría la sospecha de que esa no fue obra suya, sino la vulgar adaptación de otro director.

Juan Pin se iría de este mundo después de tomar hasta el fondo del vaso un batido de mango bien frío, cargado con ciento veinte pastillas de meprobamato.

Sin embargo, aunque afirme que solo por sus hijos no se quitó la vida el día que se descubrió convertido en un hombre del ayer, y pese a que quizás nadie se lo ha dicho, todos saben que miente: él nunca se mataría, porque si bien asegura vivir en el pasado, hablar del futuro le moja los ojos. Con tal «debilidad» no podría privarse de participar en la construcción del mañana.

Es difícil imaginar, además, que un tipo que admira a Quintín Banderas y a Fructuoso Rodríguez, recurra a un mango empastillado para irse sin dolor al otro barrio, sobre todo si está seguro, como gritó hace algún tiempo, que «este país se acabó, se fue a la mierda y no va a levantar ni a jodía».

No, Juan Pin no se va a matar. Lo más probable es que continúe apegado al consejo que dio a su hija e intente acumular «todos los méritos posibles para no subir al cielo, porque seguramente es el lugar más aburrido del planeta».

Juan Pin Vilar

Juan Pin Vilar con sus hijas y su madre. (Foto: Cortesía del entrevistado)

Has dedicado tu vida a la dirección de materiales para la televisión y documentales, y te han censurado en no pocas ocasiones. ¿Cómo influye en un creador sufrir censura?

Estoy acostumbrado a la censura desde niño porque mi padre, Juan Vilar, fue censurado. Por tanto, llego a ella sabiendo qué es y quiénes la ejercen, aunque cambien las personas. El Partido es el mismo, por eso es inmortal. En Cuba uno se pasa la vida creyendo que quien censura es la Seguridad del Estado, y es cierto que interviene en algunas cosas, como decirte que no vas a salir de tu casa o del país; pero es el Partido quien elabora el pensamiento que forma al censor.

Hay dos tipos de censores: uno que cree realmente en Dios y otro que lo que quiere es el vino y la harina para hacer las hostias. No obstante, el segundo se va a comportar exactamente como el primero, porque no hay nada más etéreo que Dios. «Dios dice…», ese recurso lo inventaron los curas para asegurar que algo viene de arriba y está más allá de nuestro alcance, porque de qué modo podrías encontrarte con Dios para cuestionar lo que otro dijo en su nombre. Igualito funciona la censura.

Desde el punto de vista del creador, es lastrante, porque en la imaginación hay un proceso que lleva a elaborar la idea de una obra —un cuadro, un texto, una canción o un documental. A partir de eso y a través del lenguaje, encuentras la forma de comunicar lo que quieres al espectador. Cuando te censuran, siempre lo hacen por la imaginación de otros, por lo que otros piensan que debe ser, alguien que dice representar lo mismo que posiblemente tú quieres representar y que, sin embargo, te censura.

Pero más allá de esto, pienso que lo importante no es la censura en sí misma, sino la actitud ante ella. Una vez me llamó una amiga y me dijo: «Juan Pi, tengo un muchacho que canta de madre, se llama Tony Ávila, y en el programa de trova que hace el Canal Habana no lo dejan cantar una obra suya que se llama Mi Casa.cu». Yo nunca la había escuchado, pero por principios siempre respondo lo mismo y nunca me he equivocado: «Venga para donde estoy yo y cante». ¿Quién dice que alguien no puede hacer algo así?

El dueño de la Coca Cola es el dueño de la Coca Cola, pero si aquí la televisión está al servicio del pueblo, ¿en dueño de qué se erige quien censura? ¿Dónde está la opinión del pueblo que dice que Micasa.cu no puede salir? Eso no existe, está basado en la opinión de alguien. Allá quien se deje poner un asesor. Yo solo trabajo con quienes me aporten y me digan que lo que creía que era una rumba, realmente es un guaguancó. Ese conocimiento sí lo reconozco y aprecio, lo otro no lo quiero.

¿Has aplicado tú la censura?

Nunca en mi vida. Al contrario, he pecado por no hacerlo. Pero sí le he dicho a alguien: «No me cojas el programa para cantar eso porque sé que si lo haces no va a salir y esto no es mío». En Coppelia podemos sentarnos y hacer cualquier cosa, pero no voy a dejarte en mi programa cantar una canción que diga «¡Abajo Fidel Castro!».

¿Acaso usarla para protegerse no es el componente práctico de la censura?

No, es el componente responsable porque sabes que estás participando de un proyecto que no es tuyo. Eso no lo pagué yo, podrías decir algo así si lo pagara yo y quisiera que lo dijeras. Pero en el caso de la televisión cubana, eso no es mío, no lo pago yo y hay personas que dependen de ese trabajo y quién soy para privarlos del sustento. Además, hay que tener poca imaginación para querer decir «¡Abajo Fidel Castro!» y decirlo de ese modo.

En el mundo está definido quién es el dueño, pero aquí el problema es precisamente la indefinición. Ahí, en la indefinición, está el Partido, que es lo peor que tiene este país, construyendo un imaginario para la cultura. El Partido es el lastre más grande que ha habido, en cierto sentido.

¿Por qué en cierto sentido?

Porque el Partido también es quien ha organizado las escuelas de arte, es el que ha hecho que el arte llegue a lugares donde en otros países no llega. Lo que hay que quitarle al Partido es la posibilidad de interpretar la Biblia, haciendo un paralelismo. ¿Cuál es tu aporte en este campo para censurarme?

No todo el mundo tiene las mismas interpretaciones y, si vamos a hablar de algo, pues hay que hacerlo en serio y con base. La comprensión del marxismo que tiene Lukács no es la de Machado Ventura. Lo que no puede pasar es que te subas sobre Lukács y Foucault y elijas cuál es el que tiene razón según tu criterio.

El mayor censor que yo he conocido en el cine cubano se llamó Alfredo Guevara. Nadie censuró más que él en este país. Ni el Partido. Decidía qué guion se filmaba y cuál no. Tenía dos o tres subordinados que le hacían el paripé y se echaban las culpas, pero él era el tipo. Lo mismo te trataba como Emilio Azcárraga, presidente de Televisa —«Oye, te dije que esa película no va»—, que si te consideraba, entablaba una discusión contigo y en esa discusión había una interpretación sólida. ¿Me comprendes?

Ahora viene uno y te dice que esto o aquello es así porque es lo que está establecido. ¡Ey, ey, ey, not problem! ¿Quién lo estableció? Si vamos a creer en lo establecido nos hubiéramos quedado en 1902, que ya todo estaba establecido.

¿Crees que el socialismo tiene una necesidad especial de censurar, más que otros sistemas?

Sí, la tiene.

¿Por qué?

Porque el socialismo es el único sistema que sostiene una burocracia de partido único, portadora de una sola línea de pensamiento. Eso no quiere decir que en las mil formas de capitalismo o en el neoliberalismo —que no se aplica igual en Chile que en Costa Rica—, no existan las mismas reglas del juego, pero tienen líneas de pensamiento diferentes y grupos de poder que se concretan en un fin.

Aquí no hay grupos de poder, aquí hay grupos de burócratas que aspiran al Lada que les toca, al apartamento que les van a dar, a la gasolina, a los dos viajes al año, y si mejoras un poquito, puedes aspirar a tener otro tipo de relación que ofrece otras posibilidades. Da igual ahora que en el 60. Hay una sola línea a la que todos los grupos de poder se van subordinando porque les va la vida.

El socialismo no crea bienes materiales que alimenten la espiritualidad que una sociedad de consumo vende.

Juan Pin Vilar

Juan Pin Vilar: «Polanco, Díaz-Canel, Marrero, todos saben que de lo que se trata es de no ser pueblo. Está cabrón ser pueblo, da lo mismo si es ahora que en el 83 con los mercados libres». (Foto: Cortesía del entrevistado)

Eso hace que la gente dependa más del sistema.

Ahí es donde está el gran lío.

O la gran clave que lo hace funcionar.

Sí, también puede ser la clave. Polanco, Díaz-Canel, Marrero, todos saben que de lo que se trata es de no ser pueblo. Está cabrón ser pueblo, da lo mismo si es ahora que en el 83 con los mercados libres.

Un día estaba celebrando un cumpleaños y uno de los invitados, un personaje, me pidió un trago. Yo cogí una botella de Havana Club añejo siete años y le preparé un doble, con dos hielos y un vaso de agua mineral con gas y limón. Cuando le llevé el trago, me señaló para otra habitación donde había un grupo tomando whisky y me dijo: «Lo que yo quiero es aquello. Verdad que tú naciste después del 59».

Mi generación, los normales, y mucho más allá de los normales, conocíamos el Havana Club; pero había gente en Cuba que conocía el J&B y Chivas Regal. Ese era el socialismo en un mundo cerradito.

La primera vez que Jimenito [Comandante del Ejército Rebelde Guillermo Jiménez Soler], fue a la Unión Soviética como alto oficial del Ministerio del Interior, me contó que cuando te reunías con uno, te ponía tres tipos de vodka y cuatro salamis; subías de nivel y te brindaba tres tipos de vodka, un whisky y un coñac, además de los salamis y también un chorizo español. «Y así iba subiendo hasta que al final llegabas a un lugar, Juanpi, que era infinito», me decía.

¿De eso se trata lo que defiende la burocracia, la superación dentro del sistema hasta llegar al infinito?

Exacto, de eso se trata. En el socialismo el infinito no depende de tu salario, depende de posibilidades, de relaciones; no de dinero. En el capitalismo, salvo por algunos temas clasificados, cualquier funcionario da clases en Harvard y hay un cheque gordo una vez al año para que el tipo cuente cómo vio la Crisis de Octubre desde la base de Fort Lauderdale; aquí estoy esperando por un General que se atreva a hablar en un preuniversitario algo que no sea cuándo conoció a Frank País.

El capitalismo tiene otras reglas, que si te sales de esas también te mueres, y para eso están las series de Hollywood, para ver cómo te mueres porque contaste lo que no debías contar.

Ya que hablamos de contar, sé que tuviste una relación muy cercana con Papito Serguera, personaje muy polémico de la vida política y cultural cubana, que pasó a la historia como censor. ¿Cómo un censurado admira a un censor?

Primero, porque nunca negó que fuera un censor, y segundo, porque explicaba esto que yo te dije. Te voy a hacer una anécdota. De ella está vivo Eliseo Altunaga, mi papá murió. Ellos hicieron un teatro testimonio sobre las Panteras Negras, con actores declamando y demás. Fue una de las primeras cosas que hizo Estela Bravo aquí. Cuando terminaron, llegó Mayita, secretaria de Papito, y le dijo a mi papá: «Juanito, dice Papito que subas».

Allá fueron, al despacho. «Siéntense ahí. Taba bueno eso, bueno. Muy inteligente, chico». Él hablaba con el dejo de los santiagueros. Rin, rin, sonó el teléfono. «Sí, pónmelo. Es Almeida, un momento», les dijo. «Sí, sí, Juan, tamos en eso». Colgó: «Llamó el negro, tienen uno a favor». Rin, rin, otra vez el teléfono. «Sí, pónmelo. No, no, Montané, yo no estoy de acuerdo contigo pero si tú lo dices… No, no estamos de acuerdo, pero si es una orden, es una orden». Colgó: «Está uno a uno. Así es como se gobierna en este país. Estas son las reglas del juego de la censura. Si llama Celia se jodieron».

Papito era sincero, auténtico, así se sentía. Eso no quiere decir que no fuera un hombre de su época: todos eran homofóbicos, empezando por Fidel Castro. Eran así porque su época era así.

¿Eso quiere decir que le tocó ser el chivo expiatorio?

De muchas más cosas, no solo de esas, esa es la parte bonita casi. Papito fue un hombre del poder. Alfredo Guevara era un empleado del poder.

Juan Pin Vilar

Comandante Jorge «Papito» Serguera en uno de los juicios televisados contra los criminales de la dictadura de Batista, La Habana, 1959.

¿Cuál es la diferencia?

El empleado del poder es alguien a quien, en la retórica revolucionaria cubana, le falta lo principal. Con toda la historia que pueda tener Alfredo, no estoy seguro de que a Ramiro Valdés, a Lussón o a Arnaldo Ochoa, les hubiera gustado mucho. Existía porque estaba Fidel Castro en el poder. Eso no niega sus valores personales e intelectuales. Pero todo ese ideario es parte de la cultura del machismo y del poder en este país.

En cambio, Papito tenía vuelo autónomo porque fue el abogado de Frank País, salió en la primera manifestación, se encaramó en una loma y tiró tiros como un salvaje. Por tanto, los que ganaron, los que vieron en Fresa y chocolate un peligro, veían a Papito como un igual.

¿Esta misma podría ser parte de la explicación de la crisis del poder en Cuba?

Sí, también puede ser parte de esa explicación, nunca lo había pensado de ese modo. En la medida que la época cambió, los valores cambiaron y el poder entró en crisis porque quiso permanecer con los mismos valores, la misma retórica, y viendo el mundo de la misma forma.

Fidel murió viejo y decrépito y el poder quiere seguir diciéndole a los jóvenes: «Ahí está el Comandante invicto». ¿A quién se le ocurre eso? La imagen no es la de alguien invicto. Quien único creía eso era el propio Fidel porque tenía alrededor a los aduladores de la Batalla de ideas. «Qué lindo e inteligente es el abuelito. Tengo el carro roto». Dupont hizo algo más o menos parecido: cuando se puso viejo llenaba la casa de muchachos y muchachas desnudos y creía que estaba en el bosque cazando.

Por supuesto, Fidel no hizo eso, él era como un cura, un cura con su sotana verde olivo. Juan Pablo II dijo que Fidel fue el presidente que mejor lo atendió, que mejor se preparó para una visita suya. Esas conversaciones no pueden haber sido solo sobre el poder, me extraña. Deben haber sido sobre la posteridad. Para no creer en Dios ante la muerte hay que ser guapo.

Esa idea de posteridad es lo que diferencia a Fidel del resto.

De todos los que estaban en sus alrededores, Fidel estaba más allá. Se sabía en la posteridad. Tanto fue así, que recuerdo que en uno de sus últimos viajes a Estados Unidos, un periodista muy famoso de la CNN le preguntó qué sucedería cuando él no estuviera, y Fidel más o menos le respondió: «No voy a estar, cómo voy a saberlo». Igual que Luis XIV: «Después de mí, el diluvio». Hay que sentirse grande para decir que no sabes qué pasará después de ti. Si se hubiera muerto ese día, todavía estaríamos desconcertados velándolo, pero se demoró.

¿Crees que «demorarse» fue un error político? 

Fue un error de vanidad. Fidel tenía una ventaja sobre el mundo inmaterial: quiso que se lo dieran todo en vida. Él diseñó que lo enterraran en una piedra, pero no en cualquier piedra o en cualquier lugar. Quiso estar donde están el Padre de la Patria, la Madre de la Patria y el Apóstol. «Aquí están ellos y yo. Se cerró el ciclo». Es lo mismo que hizo Napoleón con el Arco de Triunfo y lo que hacían los faraones con sus pirámides. Franco se metió en el Valle de los Caídos. Es como que un emperador romano se enterrara al lado de Rómulo y Remo.

Juan Pin Vilar

Monolito donde reposan las cenizas de Fidel Castro en el Cementerio de Santa Ifigenia, Santiago de Cuba. (Foto: Andrey Viarens / Blog Bajo La Estrella)

Por esto que dices parece que hay tres Fidel: el grande, el anciano y el trascendental. Me llama la atención que la transición de poder de él a Raúl se presentó como un proceso de continuidad, pero cambiaron muchas cosas.

En mi opinión, la personalidad de Raúl es muy interesante. Supo que su sobrevivencia dependía de la modestia. Tuvo claro que era el Dos y que lo mejor era que el Uno no se fijara mucho en él.

De hecho, el Uno lo quitó públicamente en los últimos años de su vida. Nadie se acuerda ya de eso, pero una vez un periodista extranjero preguntó por la sucesión, quién vendría después, y Fidel mencionó a Lage, a Felipe, a Carlitos Valenciaga, todos futuros cadáveres. El periodista siguió preguntando por alguien de la generación histórica y Fidel respondió: «Ahí está Alarcón». A eso Raúl Castro contestó por la tarde en un recorrido: «El que nomina es el Partido, lo demás es hablar catibía, por no decir otra cosa».

¿Entonces crees que Raúl llegó al poder por el Partido?

Esa es su estructura, es su base.

Pero el Partido era Fidel.

No, no metas a Fidel en una estructura. El socialismo lo único que da son diplomas, estrellitas y medallas, así iguala y diferencia. ¿Tú viste a Fidel coger estrellitas alguna vez? Ni siquiera es Héroe de la República de Cuba. Esa es la muestra de que se sabía en el Olimpo, mientras los otros estaban al principio de la montaña.

«Yo soy Fidel», esa es la más clara consigna de todas. Fíjate que esa idea está desde el principio del proceso: «Esta es tu casa, Fidel». No dice «Esta es tu casa, Partido», ni «Esta es tu casa, Revolución». Todo cuanto se hizo estuvo destinado a alimentar de la manera más sofisticada esa idea. «El Estado soy yo» es demasiado terrenal. «Yo soy Fidel» es superior.

Entonces, volviendo a la pregunta inicial, ¿cómo se transita de un sistema con alguien así en su centro, a otro diferente?

Hay que romper todos los esquemas, todas las estructuras.

¿Crees que Raúl lo hizo?

Hizo lo que pudo. Raúl dio el paso más osado que se ha dado en las relaciones con Estados Unidos en la historia de Cuba. De hecho, dio el paso dos veces. La primera, por una idea de Papito Serguera. Fue con la operación antiaérea del Segundo Frente. Para frenar los bombardeos a las montañas y zonas liberadas, secuestraron al cónsul de Estados Unidos. Eso no se estudia porque es una historia de Raúl, no de Fidel; pero fue lo que frenó los bombardeos y originó un cambio en la manera de ver la guerra.

Por tanto, cuando Raúl asumió, los americanos sabían que era un hombre con quien se podía hablar. Ya lo habían hecho sesenta años atrás. Y de nuevo se sentó con los americanos, logró un acercamiento y salió airoso. Obama vino a La Habana y, aun cuando ya este era un país vencido y destruido, dijo que la política del embargo había fracasado. Eso es lo mismo que reconocer que la política de los gobiernos de Estados Unidos, el Imperio, contra una islita minúscula, no había servido.

Es evidente que cuando Fidel estaba en retirada, a Raúl le tiraron a matar. Si alguien cree que la Guerra de los mails es una casualidad, no ha entendido nada.

¿Cuál es tu teoría?

Que muchos de los que participaron lo hicieron de buena fe, pero también estoy seguro de que algunas de las matrices que se manejaron fueron montadas o, por lo menos sembradas, como hacen normalmente las agencias de inteligencia.

¿Por qué?

Porque hubo quien se aterrorizó, no sabían qué podía pasar con la salida de Fidel. Y hay mucha gente aquí que tiene muertos escondidos en el closet. Todos vieron La vida de los otros y a nadie le gusta terminar rayado.

Estaban realmente preocupados. Escuché a hombres, como el propio Papito, decir que «el AK estaba oyendo la conversación», y a otros que veían frente a La Habana un portaaviones de Estados Unidos preparado para invadir. A ese nivel estaba el terror.

Me llama la atención tanta incertidumbre si, aparentemente, todo quedaba en familia.

Pero eso no se sabía en el momento, nadie estaba seguro de por dónde podría venir el ramalazo. ¿Tú no viste Juego de Tronos? Ahí todo el mundo es familia. Es normal que los reyes sacrifiquen peones.

¿Cómo un rey neutraliza a otro?

Yo no creo que Raúl lo haya podido neutralizar, creo que intentó sobrevivir. Le tiraron con todo y sobrevivió. Dispararon con algo muy fuerte: los intelectuales. Los textos iban contra el Partido y las Fuerzas Armadas, e inclusive, algunos unían a tres personas que no tenían que ver entre ellas: Luis Pavón Tamayo, Armando Quesada y Papito Serguera.

Recuerda que tuve un palco especial para ver esos sucesos, desde los análisis de personas como el propio Papito, Jimenito y Juan Valdés Paz, por solo mencionarte tres cerebros brillantes. Los vi analizar uno a uno los emails: quiénes los escribían, las líneas que defendían, las rutas de información. Verlos era un lujo: tres mentes que conocían el poder porque se formaron dentro de él, tenían valores auténticos y habían sido tronados.

Juan Pin Vilar

Juan Valdés Paz y Guillermo Jiménez Soler, Jimenito. (Foto – frag.: Julio César Guanche / Facebook)

Hablando de grandeza, hace un tiempo escribiste sobre las grandes causas, con una visión pesimista. ¿Cuál crees que sea la gran causa de Cuba?

Una de las grandes causas de Cuba es su real independencia de Estados Unidos. Lograrla y sostenerla, aunque sea en el hilo de un capullo de mariposa, es imprescindible, porque lo que se muere aquí es la nación.

No se acaba la Revolución cubana, esa se acabó hace mucho tiempo. No se acaba el Socialismo porque qué significa esa palabra cuando no hay ni comida ni medicinas, a eso puedes ponerle el nombre que te dé la gana. No se acaba la historia, la Biblioteca de Alejandría se quemó con todos sus documentos y la gente siguió escribiendo y contando historias hasta hoy. Aquí lo que se acaba es la nación, que es otra cosa.

Una cosa irreversible.

Si se pierde, no tiene remedio. ¡La nación! La nación es independiente de los poderes económicos, pero los poderes económicos se sustentan en una nación, aunque por detrás se coman unos a otros.

¡La nación! La gran causa cubana sigue siendo, aunque sea en el hilo de un capullo de mariposa, la independencia.

¿Y no fue esa la gran causa que nos trajo hasta aquí?

Sí, esa fue. Pero cuando esa gran causa cayó en manos de intereses políticos y partidistas menores, y de gente bruta que no entiende que son la nación y la nacionalidad, que creen que el antiimperialismo es la causa política y no la defensa de la nación; entonces sucede todo esto. Cuando no comprendes eso, terminas perdiendo la nación aunque tengas un himno, una bandera y el español siga siendo idioma oficial.

Las grandes causas han servido para que la gente deje de ver los problemas, los matices y las cosas profundas que hay que defender, y resolver, en aras de algo tan efímero como el poder, o tan fugaz como un partido. ¿Brézhnev podía decir que su partido era el de Lenin? ¿Se puede decir que este Partido es el de Blás Roca, aunque los comportamientos sean similares?

¡La nación, eso! Ahí yo creo que está lo que los Castros han defendido a su forma, igual que lo defendió Agramonte, Céspedes, Maceo o lo que entregó Blás Roca y aquel Partido en los treinta a Batista: la nación. En 1959 la gran mayoría de los centrales azucareros eran cubanos, hombres como Julio Lobo habían comprado muchos. ¿Por qué? Por interés económico, pero también por la nación.

Nada funciona ni sirve si no es robusta la nación. Mira sino la historia de los libertadores de América y el resultado de los procesos en muchos grandes países: Televisa. Aunque los mexicanos griten «¡Viva Morelos!», ahí está Televisa. Los hombres que hicieron la Revolución cubana, en esencia, entendían eso; no sé si estos que están ahora entiendan algo. 

También una gran causa puede terminar siendo una cortina de humo.

Lo fue, lo ha sido.

Juan Pin Vilar

Juan Pin Vilar: «Nada funciona ni sirve si no es robusta la nación». (Foto: Cortesía del entrevistado)

¿Eso no las pervierte?

Sí, claro.

¿Cree que a las oligarquías le interesan las grandes causas?

A veces no, porque ellas en sí mismas son una causa, pero hay oligarquías de verdad a las que sí. La oligarquía que llevó a Miami las frituras de bacalao, el pastelito de guayaba, los chicharrones y los frijoles negros, no era anticubana en su esencia. Era proyanqui, pero cubana en sus costumbres. Estoy seguro que al viejo Bacardí no le hubieran gustado los hijos de los generales cubanos de ahora, aunque fueran a reírle la gracia y a decirle que le iban a devolver sus fábricas. Puede que por intereses políticos o económicos apoyen la Helms-Burton, pero en su casa se come arroz con frijoles. ¡Esa es la clave, esa es la clave!

Aquí todo el mundo quiere parecerse ahora a lo que sale en el Canal 41, esa es la gran derrota de todo el aparato ideológico de este sistema. No ha sido una operación de la CIA, sino de la Seguridad y todos sus asociados, que han confundido el antiimperialismo con una causa política cuando la verdadera causa es la defensa de la nación.

Entretenidos en eso, perdieron la gran causa.

¡Exactamente! Aunque ganen en lo político, han perdido. Están parados hablando boberías todo el tiempo, pero los muchachos siguen queriendo ser como lo que sale en Televisa. Ahí no hay un problema de recursos, sino de cultura.

¿Cómo se soluciona eso?

¡Ah, eso no lo sé! Cuando este país se reconstruya va a ser la envidia de muchos de nuevo, pero mi hija no sabrá lo que es una friturita de bacalao. Hay cosas que no se recuperan porque lleva muchos años construirlas, y rehacerlas no es fácil. ¡Hay que ser irresponsable para defender el poder sabiendo que lo que está costando es la nación!

Es un poco paradójico.

Pensar en eso me da una tristeza absoluta. Hombres a quienes he respetado muchísimo, ¿cómo pudieron hacer esto?, ¿cómo pudieron traicionar la nación? Eso es terrible, terrible. Quiero pensar que se equivocaron y no que lo hicieron conscientemente. Si no se equivocaron, entonces todo es más perverso de lo que uno pueda imaginarse.

¿Crees que ellos se cuestionen estas cosas?

No lo creo, porque si se las cuestionaran en un plano íntimo y secreto hubieran dicho: «Llámame a Alina Bárbara, que quiero conocerla»; «De aquí no se puede ir Julio Antonio Fernández Estrada. Regúlenlo, pero no dejen que se vaya y miren a ver cómo pueden hacer que coincidamos en algún parque para decirle algo»; «Llamen a Gustavo Arcos con cualquier excusa, sin que el rector del ISA se entere, pero tengo que hablar con él». No hacer eso es imperdonable.

Juan Pin Vilar

Juan Pin Vilar, Alina Bárbara López Hernández, el autor y Gustavo Arcos, La Habana, 2022.

Se hubieran sentado en el contén de la acera aquel 27 de noviembre.

Si determinado protocolo político no permitía que alguno de ellos estuviera ahí, inclusive si no pudieran darnos la razón a quienes estábamos ahí, hay cosas que se pueden hacer para acercar si realmente hay interés.

Estamos muy lejos de eso.

Han asumido la supuesta causa del antiimperialismo como acción política e ideológica, en lugar del sostenimiento de la nación. La dependencia de Estados Unidos no es económica. Puerto Rico está mejor que nosotros, pero nosotros podemos mañana estar mucho mejor que ellos, sin embargo, se acaba Martí, se acaba de verdad.

Los descendientes de los cubanos que emigraron en los sesenta no saben quién es Ignacio Agramonte, ni tienen porqué. Se educaron allí, su país es aquel y a lo mejor conocen a Washington, Jefferson, Lincoln.

Lo que están haciendo de este lado es crear bandos, y esto no es de bandos. Al final van a ganar los que más dinero tienen. ¿Para qué quieren el poder? ¿Para eso? El poder sin nación es un cascarón vacío.

Están haciendo que se pierda gente muy valiosa.

Exacto, y no debería importar que no estén con ellos, es gente valiosa igual aunque difieran.

Estamos hablando de la gran causa, esa es gente valiosa para la gran causa.

Y la han perdido por gusto. ¿Hay gente de su lado que valga la pena, más allá de los estériles de Con Filo? Sí, claro, lo que a muchos no los conocemos. ¿Qué hacer entonces? Muy simple: sentarlos frente a frente para que se conozcan unos a otros. Quizá no estemos de acuerdo en nada, pero reconocemos que algunas ideas del otro son interesantes, y todo lo que es interesante mueve el pensamiento. Que no pase eso es increíble, lastrante y terrible, y es lo que me hizo ir al Ministerio de Cultura ese 27 de noviembre.

¿Crees que una de las termitas que se está comiendo ese edificio es la corrupción?

La corrupción tiene que ver con la base material. Si el champú estuviera en la esquina a dos pesos, no tienes lío para lavarte la cabeza.

Los corruptos no están para grandes causas, sino para acaparar champú, siguiendo tu metáfora.

Justamente, Jimenito los llamaba «comedores de puelco». ¿Te acuerdas de la anécdota del ron Havana Club y el whisky? Estos son tomadores de Havana Club, y muchos de los hombres del principio veían en el antiimperialismo una causa para defender la nación, aunque tomaban el whisky porque no está en él el problema, como quieren hacer ver los ideólogos, que terminan siempre en la estupidez.

Eso es humo.

Así mismo, ¡eso es humo!

Nada hay más corruptible que un mediocre, escribiste hace un tiempo.

Así lo creo, porque puedo incluso entender que haya gente que se corrompa por cosas muy grandes, pero aquí, como te dije hace un momento, hay quien se corrompe por una jaba con un champú. Eso es penoso, muy penoso.

La otra pieza son las oligarquías, como hablamos hace un rato.

Las oligarquías van a defender siempre sus posibilidades económicas, eso está claro. Ya no es un problema de apellidos; de hecho, la mayoría de los apellidos del mundo europeo son otros, aunque quedan algunos antiguos. Los descendientes de Luis XIV, aunque tengan dinero, tienen menos que cualquier multimillonario americano. Lo que más me preocupa de nuestra oligarquía es la entrega del capital material del país, conteniendo la nación. 

Por eso es que no entienden la causa del bloqueo, para ellos es una cifra. Esa es la razón por la cual hace poco un viceministro de Relaciones Exteriores dijo que Cuba no se opondría a la flexibilización del bloqueo aunque sea solo para beneficiar al sector privado. Todo lo relacionado con el bloqueo se resuelve en un chasquido, lo que no se resuelve fácil es la mirada colonial de un país sobre otro.

Eso trasciende la mirada económica y política.

¡Claro, esa es mi gran bronca! Puerto Rico está mejor que nosotros, como te dije, pero la solución que encontraron más de cien años después, fue pedir que les dieran los mismos derechos que tienen los americanos. No son una nación, aunque estén ahí.

Yo no quiero tener el mismo social security que un newyorkino, yo quiero el mío; pero que, aunque nos miren por arriba del hombro, no puedan tratarnos como a inferiores. En el sur de Estados Unidos los blancos siguen rechazando a los negros, pero no pueden hacer nada porque están protegidos por la ley.

¿Crees que están ganando las oligarquías?

Sí, claro. ¿Tú no viste lo que dijo el vicecanciller? El sector privado es minoritario en Cuba y le ponen trabas todo el tiempo. Entonces, ¿quiénes son los que ganan con esa supuesta flexibilización? La casta divina, porque esto no es Qatar, donde los ciudadanos están por arriba de cualquier europeo, aquí un licenciado en Historia va a tener que mendigar un puesto de parqueador en La Piragua, a ver si se lo dan. Siguen viendo el bloqueo como una cifra, porque de lo que pase siempre serán beneficiarios.

¿Qué se puede hacer para revertir eso?

Fácil: tiene que triunfar la revolución. Un estado revolucionario tiene que solucionar eso y que la gente valiosa de la que hablamos hace un rato tenga el poder. Hay que volver al momento en que mi mamá trabajaba en Bienestar Social y tenía las llaves de todas las residencias de los batistianos y no se llevó una pluma.

Juan Pin Vilar

Juan Pin Vilar y su madre, Marta Hernández, durante la filmación del documental La Habana de Fito. (Foto: Cortesía del entrevistado)

¿Te parece que algo como eso sea posible?

No sé si es posible, pero vale la pena tenerlo en la mente. La bronca con las oligarquías es eterna. Eliseo Diego decía que la poesía debe escribirse con las mismas palabras con las que se insultan las vecinas. Hay que lograr que la gente comprenda la importancia de las frituras de bacalao y del pastelito de guayaba. Esa es la resistencia ante el avance de esas oligarquías que quieren vendernos.

Hay un artículo de Roa que se titula « ¿A dónde va Cuba?», que escribió en 1958, otro momento terrible de la historia de este país. Yo quisiera hacerte esa pregunta: ¿a dónde crees que va Cuba?

Al abismo. ¡Coño, no debiste preguntarme eso!

Te voy a leer lo que publicaré el día que cumpla sesenta años, lo escribí el 20 de noviembre:

«Si yo no tuviera hijos me hubiera suicidado el mismo instante en que comprendí que el mundo al que pertenezco en cuerpo y alma, es el mundo de ayer. No tengo noción del futuro, tampoco aspiración de alcanzarlo un segundo más allá de este instante, ni siquiera puedo imaginarlo dentro de un país que se fue al demonio.

El suicidio duele. No existe modo de evitarlo cuando el mundo al que perteneciste colapsó, al igual que una estrella enana. Ser del pasado atormenta, aunque no define. Siempre existirá un bar que necesite un buen conversador en la entrada o sentado detrás de la mesita de aseo frente a la puerta del baño. El país no necesita héroes, solo monstruos levantan sus paredes. Felicidades to me. Sesenta años».

Como te dije, si no tuviera hijos me hubiera suicidado hace bastante. Duele mucho este país.

Te pregunté hacia dónde iba Cuba, ahora quiero preguntarte: ¿hacia dónde quisieras que fuera?

A Cuba, compadre. Cuba no se parece a Cuba.

Dicen que quienes se dedican a los audiovisuales siempre piensan en imágenes. Si te pido que pienses en una imagen que encierre lo que para ti es Cuba, ¿qué imagen sería esa?

Quintín Banderas comiendo frituritas de bacalao y, si queremos ir más allá, en un buen restaurante.

7 enero 2023 19 comentarios
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