La Joven Cuba
opinión política cubana
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto

Revolucionario

Por qué somos militantes

por Consejo Editorial 14 noviembre 2016
escrito por Consejo Editorial

A Julio Antonio

Somos militantes por ser revolucionarios, porque creemos en la libertad política, la solidaridad y la justicia social, en la esperanza, el bien común y la dignidad de todos.

Somos militantes porque pensamos con cabeza propia aunque nos equivoquemos, porque nos duele la injusticia que se comete contra cualquiera, venga de donde venga, porque no dudamos defender al pequeño frente al grande, al débil frente al fuerte, porque sintiendo miedo, no una, sino muchas veces, escogimos arriesgar, arriesgar, incluso todo, sin esperar recompensa, porque exponemos el pellejo por lo que creemos.

Somos militantes, es verdad, porque no hemos renunciado a ser románticos, aunque otros nos lo restrieguen en la cara cada día desde el otro lado en que se vive mejor, y no porque seamos tontos, es que conocemos el precio que ellos han pagado y no sabemos vivir así.

Somos militantes porque aprendimos una vez – bastó con una vez – que los imposibles eran posibles, y porque entendemos que podemos ser derrotados pero no vencidos, que nada es capaz de vencer la obstinación de un hombre o una mujer que cree en sus ideas, porque aun sabiendo que sólo poseemos una vida, no claudicamos.

Somos militantes porque no nos avergonzamos de los sueños de nuestros abuelos, de nuestros padres, de nuestros hijos, porque no cejamos, porque sentimos, irremediablemente, el dolor ajeno como propio, porque sabemos que nuestra tristeza es posible sólo cuando el otro es triste, y que la soledad, la auténtica soledad, es del que renuncia a amar.

Somos militantes porque siendo tan imperfectos hacemos nuestra parte, nuestra pequeña parte, no porque sea suficiente, ni porque alcance, más bien por decencia, más bien por ternura, porque tomamos el camino largo, porque no tememos a las magulladuras, las pretericiones y el olvido.

Somos militantes porque miramos a los iguales como iguales, a los ojos, como hacen los iguales, pero también porque sabemos quién es el enemigo y sobre lo que se cierne, lo que está en peligro.

Somos militantes porque el poder no nos interesa sino para hacer la Revolución, porque tenerlo, sin hacerla, es solo eso, descarnadamente poder.

Somos militantes porque nuestras críticas, así, en plural, son una auténtica y pura rebelión por nosotros mismos, por la Revolución, y para que lo siga siendo, es que mantenemos la herejía continuada, indócil e irreverente de sus militantes dentro de ella.

Somos militantes porque firmamos con nuestro nombre, porque levantamos la mano donde da la luz para votar a favor, o en contra, sin otear la dirección del viento, porque hacemos sin que nadie nos mande lo que la razón, la justicia y el decoro obliga, porque hemos hecho de la pasión un método y de la fe en el ser humano la firmeza y el mejoramiento propio.

Somos militantes no porque hablemos a nombre de otros, o representándolos, o por ellos, somos, y es obvio de tan terrible obviedad, porque hemos sido siempre más que unos pocos y porque seguiremos militando incluso aunque nos quedemos solos, mientras exista algo digno que defender.

Somos militantes, debemos de advertirlo en nuestro caso, porque somos anticapitalistas, o dicho de otro modo, porque no hemos olvidado que la riqueza de unos es siempre resultado de la pobreza de otros cuando el hombre se vuelve lobo del hombre, y saber eso basta, quizás, para ser militante – digámoslo con precisión milimétrica – del Socialismo.

14 noviembre 2016 116 comentarios 495 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

La otra lucha

por Harold Cardenas Lema 3 noviembre 2016
escrito por Harold Cardenas Lema

La Revolución Cubana es una sola pero los hombres que la componen son diversos. Cada uno con su propia interpretación del marxismo y lo revolucionario. Agrupados en líneas de pensamiento de izquierda que históricamente han pugnado en el campo de las ideas. El destino del país a menudo se dibuja conforme a los desenlaces entre unos y otros, donde vemos momentos de avances y retrocesos, en dependencia de la posición que se ocupe en la contienda. Mucho de lo que está pasando actualmente son las consecuencias de esta lucha invisible, que no es la externa por la soberanía del país pero igual de trascendental.

Es una realidad objetiva, independientemente de que sus protagonistas tengan conciencia o no del fenómeno, todos los que asumen una postura política se enmarcan en una corriente determinada en el abanico del pensamiento cubano. La brevedad de este texto no permite profundizar en el fenómeno pero sí referirse a grandes rasgos sobre las consecuencias que tiene en el presente. Por razones de militancia y buscando particularizar en los aspectos más significativos del debate, me centro en las fuerzas que nutren el proceso político que conocemos como Revolución Cubana.

Debemos comenzar quizás por la rebelión de los marinos en Kronstadt contra al poder soviético, un hecho que no hubiera repercutido en Cuba de no ser por sus consecuencias. Ocurrió una semana antes del X Congreso del PCUS y dio origen a dos resoluciones, una que apelaba a la unidad del Partido y otra que criticaba las desviaciones sindicalistas y anarquistas en el mismo. Resultado: se silenció e invisibilizó el espectro de pensamiento al interior del partido soviético. Muy difícil que los cubanos escapáramos de este fenómeno, cuando fundamos el primer partido comunista y lo refundamos luego en el 1965 bajo la influencia “exitosa” de la URSS, esta fue siempre una importación más.

Los hombres y mujeres de este país son herederos de una carga histórica importante. Venimos de una mezcla particular que combinó la doctrina marxista europea con las ideas chinas acerca del comunismo, el trotskismo, sindicalismo, la línea soviética estalinista, el browderismo estadounidense y el socialismo autóctono cubano. Somos los hijos y nietos del Partido Socialista Popular, del Directorio Revolucionario, del Movimiento 26 de Julio, de mis abuelos que aprendieron a leer y escribir con la Revolución. Asimilamos de ellos sus virtudes y defectos.

Fundamos este proyecto social con un espíritu inclusivo que permitió a diversas fuerzas unirse y ser representados por sus máximos representantes. Sabíamos darle espacio a todos, la doctrina fidelista era inclusiva a pesar de las desviaciones que pronto comenzaron a suceder. Los intentos por secuestrar el poder alcanzado hacia una sola dirección eran abortados, ni siquiera Aníbal Escalante pudo subordinar este país a los esquemas de un aliado como era la Unión Soviética.

Pero, ¿acaso el tiempo y las contradicciones pueden lograr lo que no pudo la microfracción en los sesenta?

La historia reciente está marcada por procesos de contracción y distensión cíclicos. Pero ni siquiera en el momento más oscuro, es legítimo el desconocimiento de alguno de los sectores revolucionarios que componen el proyecto nacional. En los últimos meses ha ocurrido una acumulación de contradicciones que requieren reacciones inteligentes. La impotencia de no saber lidiar con ellos por su complejidad no puede provocar daños colaterales, mucho menos la imposición de una línea de pensamiento sobre el silencio del resto.

Siendo incluso más específico, el problema no es que Julio Antonio Fernández Estrada escriba en un medio extranjero sino nuestra incapacidad para crearle un espacio en los medios nacionales, cuando no me cabe duda de que es un revolucionario, no por herencia sino por formación. La marginación de personas así, son torpezas calculadas que los llevan al abismo y aquel que resbala o cae, es acusado de que siempre quiso saltar. Parafraseando a David en Fresa y Chocolate, esta es precisamente la parte de la Revolución que no es la Revolución.

Cada revolucionario de verdad se ha visto alguna vez en la disyuntiva de no entregarse a la derecha y verse incomprendido en sus propias filas, pero ninguno claudica. Lo saben Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Antonio Guiteras y muchos a los que la historia luego les ha dado la razón. Lo supo Fidel Castro al asaltar el Moncada y ver cómo otras fuerzas revolucionarias se desmarcaban rápido de la acción. Si hace sesenta años nos costaba la vida ser revolucionarios, hoy nos cuesta mucho menos pero es igual de injusto e innecesario.

El uso del poder para favorecer una corriente específica, solo provoca la enajenación del resto de las fuerzas. Ninguna interpretación particular o grupal sobre la ideología puede escamotear el derecho a coexistir en el poder de otras corrientes revolucionarias en el país. Para que este axioma sea realidad, debe tenerse cuidado también que fuerzas de derecha no se hagan pasar por izquierda o asuman el discurso revolucionario. Es momento de definiciones para los cubanos, lo cual no significa asumir discursos trillados ni quedarnos en la comodidad de lo políticamente correcto, pero sí despejando el ambiente.

La ambigüedad termina haciendo favores a la derecha y aprovechando la diversidad para crear desunión. En cambio, secuestrar lo “revolucionario” y convertirlo en posturas maniqueas incapaces de generar empatía en las grandes masas, es un error y un suicidio. Ni siquiera está acorde al espíritu guerrillero de hace medio siglo. Toca fortalecer nuestra unidad sobre el respeto a las diferencias y mejorar la representación de las fuerzas revolucionarias que componen nuestro proyecto, donde todas son legítimas al tener base social cada una.

Mientras tanto, en un ambiente enrarecido como el actual debemos aprender que docilidad y definición revolucionaria tampoco son sinónimos. Que mientras ocurre esta pugna entre nosotros el capitalismo gana terreno cada día en el sector económico y el imaginario social. Que pueden ocurrir escaramuzas y podemos ser injustos si no buscamos la integración y respeto a las diferencias de opiniones entre nosotros mismos. Que crear espacios propios es imperativo, pero hacerlos desde la verticalidad los desarma en su potencialidad.

Lograr un parlamento en la trinchera es algo muy repetido, pero parcialmente logrado. Mejor estar unidos porque en el futuro se avizora una fuerte lucha de clases y en el presente hay una pugna entre nosotros mismos. Pero ya no vivimos en el pasado, no habrá un regreso al dogmatismo de los setenta sin una pelea.

El pacto en que se fundó la Revolución respetaba la diversidad en el pensamiento revolucionario y sabía utilizarla en su favor, no la menospreciaba ni le parecía peligrosa. Sería bueno recordar eso en todo momento.

La única manera que tienen los revolucionarios cubanos de coexistir y trabajar mancomunadamente es reconocer la diversidad entre sí, la importancia de la unidad entre todos y la legitimidad de representación que tiene cada uno de ellos. Esa es la otra lucha que pocos advierten pero igual de trascendental.

3 noviembre 2016 133 comentarios 451 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

La Unidad Necesaria

por Consejo Editorial 24 octubre 2016
escrito por Consejo Editorial

Lo que ha venido sucediendo en los últimos tiempos hace sentir la necesidad de la unión apremiante de todos los elementos de izquierda en la Cuba de hoy. Porque demuestran la ausencia de ella. El aprovechamiento político del paso de un huracán mostró que hay fuerzas contrarias solapadas, preparadas y capitalizadas políticamente, listas para explotar cualquier oportunidad.

Evidencia también que han aprendido a nunca perder. Que van con todo dispuesto para el éxito o el éxito. Si se les permite, ganan porque logran continuar su trabajo. Si se les impide, ganan más porque se convierten en mártires con toda la algarabía que implica.

La reacción fue la peor de todas. La represión y el control policíaco solo benefician el discurso de la contrarrevolución. Usar la fuerza no nos muestra fuertes, al contrario. Demuestra escasez de recursos, de inteligencia, de capacidad y de confianza.

Todo eso es lo que se pone en evidencia cuando se envía una patrulla cuando se debió “enviar” a la prensa revolucionaria. Los que lo hicieron, no saben el enorme favor que le han hecho a la contrarrevolución.

¿Quién se reunió, quién analizó, quien determinó? ¿De qué nos sirve ver un video que circule por ahí de alguna conferencia? De esos que nos dan la impresión de que hay ambiente y perspectivas, pero la práctica aparenta que eso es lo único que hay. Ahora ellos tienen su show.

¿Cómo es posible si en la propia prensa nacional al mencionarse escasamente, como esas puntas de iceberg que asoman a veces, se advirtió que eso venía preparándose con motivo de las próximas reuniones de la OEA? ¿Que esto ocurre en un ambiente creado por el CPJ y su informe que llega incluso a manipular entrevistas a gente de la izquierda bien intencionada? ¿Acaso no se sabía que todo se venía preparando?

Las derrotas enseñan más que las victorias. Estaría bien que en la OEA lo presenten como trofeo, para ver si nos damos contra la pared y aprendemos de una vez que no se debe usar la fuerza cuando se debe usar la astucia.

Entonces todo esto nos lleva a preguntarnos a los que nos preocupa el futuro del socialismo: ¿Existe un frente unido de enfrentamiento político en Cuba? Hablo de un frente aglutinador, revolucionario, socialista, izquierdista o el apellido que le quieran poner. ¿Están todas nuestras fuerzas y nuestras capacidades articuladas?

La respuesta es no. Los hechos no demuestran otra cosa.

Tenemos un enorme potencial, porque al unirnos se unen todas nuestras características. La capacidad intelectual, los recursos que nos da la organización y el poder. Pero el uso del poder tiene que funcionar políticamente y no solo para permanecer en el poder. No ser meramente un poder en el poder, tiene que ser sobretodo un poder político.

Lo que tenemos ahora es una fuerza y una capacidad política tremendamente fragmentada. Tenemos al PCC y a la UJC, que llevan a remolque a la FEU y la AHS. Esas organizaciones tienen una línea, un nivel de discurso. Tenemos otra parte de la izquierda dispersa y desorganizada. Tenemos los medios que lo reflejan. Están por un lado Granma y JR, por otro lado medios también estatales pero que a su vez tienen otra línea, como Cubadebate, La Calle del Medio, La Jiribilla, Temas, etc. Por otro lado más, un grupo de páginas webs y blogs. Algunos responden a instituciones y ONGs. Otros son valiosas iniciativas de grupos o personas.

En estos últimos se padece de vanidad, de inmadurez, de ambigüedad y dentro de ellos también hay una extrema fragmentación. Un terrible miedo al estigma social y a romper la Espiral del Silencio. De la misma manera que en los estatales se padece de censura, de silencio, de enajenación. Como fingiendo que las cosas no existen, y las cosas bajo el suelo van caminando.

¿Por qué no se conecta todo eso? No se conecta porque padecemos los mismos males que todas las izquierdas del mundo y de la historia.

Y no hablo solo en la comunicación, hablo de toda la política, la comunicación es solo una expresión de esta. El pensamiento progresista cubano está tan fragmentado hoy como lo ha estado en la mayoría de las épocas. Lo que se logró en cada una fue cuando ese pensamiento llegó a unirse.

El imprescindible cuestionamiento a todos nuestros males ha contrapuesto a muchos integrantes del pensamiento de izquierda cubano con el funcionariado que dirige el Estado. Eso nos ha desgastado, sin haber forma de evadir ese desgaste. Hay que saberlo llevar.

Padecemos sobre todo desconfianza. La desconfianza y las relaciones incómodas propias de una Revolución en el poder, que tiene su propia burocracia y que ha creado su propia tecnocracia.

La realidad es que dentro de la Revolución, se desconfía de sus intelectuales, de sus periodistas, de muchos de sus más dedicados y lúcidos defensores.

Hay temor de que empoderar a una prensa revolucionaria implique también un mayor cuestionamiento a todos nuestros problemas internos, administrativos y nacionales. Pero no puede ser de otra forma, porque hay que ser revolucionario para afuera y para dentro.

Hay miedo a reflexionar, como hay miedo al castigo por la sinceridad.

Pagamos entonces las consecuencias de un sistema lamentable, que aún hoy clasifica a sus integrantes en “confiables” y “no confiables”. ¿A cuántos de nuestros cubanos más brillantes y más revolucionarios, no les han puesto a esa clasificación de “no confiable”? De saber la lista casi habría que llevarla con orgullo.

Creer que nuestros problemas son comunicacionales es engañarnos. Son políticos.

O nos damos cuenta de eso, o fracasaremos. Decir Unidad no es fingir que la tenemos. Es unidad de acción, de criterio, de qué hacer y cómo hacerlo. La Revolución Cubana surgió de la unión y solo puede terminar por la ausencia de ella.

Busquemos ya de una vez la unión política que necesitamos, luego puede ser demasiado tarde.

Nuestro mayor obstáculo es que hay gente que no sabe ni qué ni a quién hay que unir.

Hagámoslo con una única certeza: Nos unimos o seremos derrotados.

24 octubre 2016 101 comentarios 426 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Lo revolucionario en Cuba

por Consejo Editorial 8 septiembre 2016
escrito por Consejo Editorial

Existen dos grandes falacias sobre lo revolucionario en Cuba. La primera viene de la derecha cuando trata de mostrar la contrarrevolución como algo cool, un acto de rebeldía contra el sistema, un bien público. Con todos sus problemas, el proyecto socialista cubano sigue siendo más hereje, alternativo y patriótico que ninguna otra alternativa. Esta es razón suficiente para no dedicarle un segundo más.

La segunda es la idea de que lo revolucionario es lo políticamente correcto, o mejor dicho, lo políticamente cómodo cuando se vive en Revolución. Esto se conjuga con la noción de que existe un modelo de revolucionario, que de no seguirse al pie de la letra, se convierte uno en Donald Trump. Algo así como “estás conmigo o contra mí”, frases históricamente pronunciadas por George Bush el 20 de septiembre del 2001 y Darth Vader en Star Wars III. Hace días alguien me acusó así también en Facebook.

El proyecto cubano se fundó después de una guerra en que salieron victoriosas distintas organizaciones, cada una con una visión particular del futuro. Y no significó que fueran irreconciliables. El credo en nuestras filas era claro, dentro de la Revolución se podía todo, incluso discrepar al nivel del Che Guevara con Carlos Rafael Rodríguez, se podían cosas que ahora son bastante difíciles.

En algún momento nos convirtieron la política inclusiva de la Revolución, en dogma excluyente si no te ajustabas al parámetro. Y las consecuencias han llegado a nuestros días, marginando así a un amplio sector que podría estar dentro de la Revolución pero la torpeza y falta de visión les ha hecho sentir que están fuera. Es ver los ecos del Quinquenio Gris buscando reproducirse a un nivel masivo.

Si estuviéramos en los sesenta Fidel se hubiera reunido hace rato con los cineastas y hubiera Ley de Cine, o con los periodistas y hubiera un no-sé-qué, pero todo estaría mejor. En vez de mirar con nostalgia esa época en que valorábamos la diferencia de opiniones en nuestras propias filas, sin menospreciarlas o atacarlas, debemos recuperar ese principio.

Alguien dijo que la proposición de opiniones nuevas, la búsqueda de objetivos comunes con los que no son contrarrevolucionarios pero discrepan en algunos puntos, es ambigüedad, vacilación o indefinición política. Esta mirada macarthista nos ha debilitado.

Si esto fuera así, Julio Antonio Mella nunca habría podido hacer la ANERC, Guiteras no habría podido darle avances democráticos al pueblo dentro de un gobierno burgués, Fidel ni nadie hubieran asaltado el Moncada. Y mucho menos su hubieran unido todas las fuerzas en 1959.

En la historia de las revoluciones siempre han existido tendencias al dogma y otras de espíritu dialéctico-humanista, a las primeras siempre les cuesta reconocerse así. La vida es más rica incluso que las ideologías, tu enemigo político sin saberlo puede ayudarte a cruzar la calle o abrirte la puerta en una tienda, y viceversa. No basta con defender ideas de izquierda, hay que ser buenas personas, hay que tener valores que nos lleven a buscar lo mejor en los demás y no a convertirnos en francotiradores predispuestos contra todos los que no son uno mismo.

Por demás, hay que ser consecuentes. No se puede ser revolucionario para atacar el capitalismo y defender la integración latinoamericana, ignorando los problemas internos o callándolos bajo un errado concepto de disciplina militante. Me decepcionan los que pasan horas enfrentando las campañas mediáticas contra el país, y no tienen voz para reconocer con honestidad los problemas internos o lo hacen con edulcoraciones paternalistas.

¿Qué es lo revolucionario en Cuba? No lo sabe nadie, lo construimos todos en base a las lecciones del pasado y las necesidades del presente. Pero la búsqueda de unidad para la construcción socialista, incluso con sectores de distinta procedencia e intereses como fue al inicio de la Revolución, debemos recuperarla. La capacidad de sumar debe ser mayor que la de restar, o estamos muertos.

Hay que ser atrevidos, equivocarse incluso pero seguir adelante. Las revoluciones cobardes no llegan a nada, se quedan allí, ni el recuerdo las puede salvar. Nuestra historia, nuestros muertos y nosotros mismos, merecemos más que la parálisis del dogma. No puede fracasar una revolución más por esta razón.

8 septiembre 2016 58 comentarios 477 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Viejitos con medallas

por Consejo Editorial 19 mayo 2016
escrito por Consejo Editorial

El señor viene con un pasado a sus espaldas, se acerca al mostrador y revisa las medallas de su época. No sabemos qué pensará, cuáles serán los orgullos, los arrepentimientos. Lo único claro es el simbolismo de un viejito que se encuentra con sus nostalgias. Esta escena ocurre en el boulevard de una ex república soviética pero vi otras parecidas en países similares y es difícil no verse reflejado en ese espejo. Es difícil no pensar en nuestros viejitos, nuestras medallas y los símbolos que en Cuba comienzan a ser anacrónicos. Sin capacidad para construir otros nuevos, aparentemente.

Un anciano con boina haciendo la guardia del CDR es de los clichés más comunes en la isla. Mi propio abuelo no dejó de hacerlo hasta que la familia intervino después del primer infarto, entonces se acabaron las guardias y las tareas del Partido. Si miramos un estanquillo de periódicos lo veremos con sus viejitos al amanecer, igual en las colas o hablando de sus temas favoritos: la pelota y la Revolución.

MedallasEn estos tiempos inciertos es duro ser una persona mayor. El país no tiene la infraestructura necesaria para ellos, las décadas anteriores dejan de parecernos perfectas y su legado peligra ante la incapacidad evolutiva de algunos decisores. Lo único que le dedicamos exclusivamente son los noticieros, esos sí son pensados para ellos, en su lenguaje y forma. El único problema es que no funcionan con nadie más.

La cuestión del legado es particularmente preocupante. Se observa una necesidad de legitimar las hazañas alcanzadas en el período revolucionario, incluso a costa de la negación total de otros períodos. Fenómeno absurdo por innecesario, que puede provocar el efecto contrario de no manejarse correctamente. La enseñanza de la historia, mal manejada, se convierte en olvido.

medallas_chequiaLos viejitos y sus medallas tienen muchos méritos. Quizás el mayor sea haber derrocado nuestra dictadura más sangrienta, o en busca de la soberanía, haberse enfrentado al país más poderoso del mundo. Pero el mayor de todos los méritos es no claudicar, de eso no podremos acusar nunca a nuestros abuelos.

Decía Maquiavelo que la solución de cada problema genera el surgimiento de otro, Hegel lo confirmó con la dialéctica. Al proceso liberador de los sesenta y las muestras de resistencia latinoamericana, siguieron enquistamientos y errores nuevos. Forman parte de los aciertos y desaciertos de mis abuelos. Los primeros son repetidos hasta la saciedad y los segundos son omitidos internamente o publicados esporádicamente desde el exterior, casi siempre desde el rencor.

En Budapest la curiosidad me acercó al mostrador donde se exhibían las medallas. Ver los orgullos del pasado puestos a la venta en el presente me provocó un escalofrío. Cuando era niño un día robé la llave del closet de mis abuelos. Registrando entre sábanas y recuerdos encontré el alijo de medallas que tiene abuelo Ramón y el jugar con ellas me valió un regaño. Cuando llegó el señor ese día y empezó a mirar las medallas, pensé en Ramón.

En Cuba hay un problema generacional. Negarlo sería tapar el sol con un dedo, utilizarlo para criticar lo construido sería un oportunismo barato.

simbolos_en_ventaNo sé si el anciano de Budapest estaba pensando en lo bueno del pasado, o lo malo y sus errores que en Europa fueron mayores que los nuestros. Quizás eran sus propias medallas y se vio obligado a venderlas, quizás las de un censor que le hizo la vida imposible por una orientación absurda. Solo sé que no quisiera ver a Ramón mirando sus recuerdos en un mostrador, con la derrota que provocan las rupturas.

Estamos a tiempo para continuidades, todo depende de que el pasado se convierta en lección y no en lastre, pero todavía va ganando lo segundo. Y no quisiera ser yo un viejito mirando medallas socialistas en un mercado capitalista. El sacrificio de varias generaciones merece un mejor final, merecemos símbolos de logros alcanzados, no sueños perdidos en la nostalgia. Y me aterra pensar que vamos por ese camino.

19 mayo 2016 125 comentarios 696 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Políticamente in-correcto

por Consejo Editorial 6 mayo 2015
escrito por Consejo Editorial

harold

Por: Harold Cárdenas Lema (haroldcardenaslema@gmail.com)

En un país que cambia y se considera en revolución, no ser políticamente correcto debería ser considerado motivo de orgullo, aun así no son pocos los que exigen una docilidad dañina que solo podría perjudicar a Cuba.
Hay frases que me producen pavor, me ponen los pelos de punta o me hacen saltar como un relámpago y actuar sin pensar demasiado en las consecuencias. Hace unos días me acusaron de no ser políticamente correcto y aunque el tono era recriminatorio lo sentí como una medalla en el pecho. Lo “correcto” a menudo es confundido con la obediencia política en un criterio que busca aplicar la lógica disciplina militar a la vida civil. Nada podría hacernos más daño.
En Cuba la semántica no es asunto de poca monta, todavía estamos rescatando el término “sociedad civil” y denominando “actualización” a una reforma que nos duele demasiado reconocer. La línea divisoria entre el bien y el mal es tan ambigua que queda prácticamente a discreción de quien la interpreta. Es por eso que cuando alguien te critica de políticamente incorrecto debes prestar más atención a quien hace la afirmación que a la acusación misma.
Confieso que en lo personal me encanta ser políticamente incorrecto. En los Estados Unidos la derecha siempre utilizó esa frase para criticar las ideas socialistas calificándolas de superficiales y peligrosas y buscando que las personas vieran como elementos inestables a la “normalidad” quienes criticaban el establishment. Los subversivos en la tierra de Lincoln nunca lo han tenido fácil, el legado de Malcom X y Martin Luther King ha sido manipulado mientras John Lennon no cuenta ni siquiera con un cartel en su memoria en el edificio Dakota.
90 millas al sur tampoco es fácil. Cometimos el error de creer que al comenzar una revolución podíamos darnos el lujo de guardar la rebeldía en la gaveta y comenzamos a oficializar y fiscalizar qué era lo revolucionario. Las consecuencias de esto llegan hasta nuestros días, si bien cualquier juicio severo debe tener en cuenta las obligaciones del contexto, justificar en demasía ha sido un deporte muy practicado en esta isla.
Sucede que yo tengo un problema grave de formación, cuando chico me enseñaron en la escuela que debía ser como el Che y este fue uno de nuestros mayores críticos. En mi adolescencia cometí el error de escuchar demasiado a los Beatles e imaginarme demasiado el país que podríamos tener. En mi adultez ya he apostado demasiado en nuestro futuro como para optar por otras fronteras o hacer lo “correcto”. Quizás si me hubieran enseñado “seremos obedientes” todo fuera distinto, pero el paradigma que me inculcaron fue el de alguien que cuestionó a la URSS en el momento que más los necesitábamos, que no se detenía en conveniencias o se callaba para decir lo que pensaba. Para colmo el argentino era tan asmático como yo en mi infancia, fue la tormenta perfecta en la formación de un niño.
Siempre me he sentido de izquierda, pero mi concepto de revolucionario dista mucho de la versión vulgarizada que algunos intentan legitimar. Según este concepto estrecho, entre las características del revolucionario está ser políticamente correcto, coincidir 100% con el discurso oficial y no despuntar demasiado. En ocasiones parece que estemos destinados a formar parte de “la masa” y que llamar demasiado la atención sobre uno puede ser mal visto. Todas estas son herejías que disfruto practicar con frecuencia.
Nunca he conocido a un revolucionario en la historia que haya sido políticamente correcto. Julio Antonio Mella se ganó la expulsión de su partido por hacer la huelga de hambre que puso de rodillas a un dictador, Guiteras fue el ministro más honroso que tuvo la República cubana haciendo precisamente lo contrario de lo que esperaban de él, cruzando las líneas impuestas. Me cuesta creer que Fidel Castro hubiera sacado a Batista del Palacio Presidencial si hubiera jugado según las reglas.
Solo el cuestionamiento constante al poder es capaz de influir sanamente sobre él y mantenerlo a raya según los intereses del pueblo.
¿Cuándo la obediencia y la docilidad se convirtieron en sinónimos de revolucionario? En cuanto la dictadura de Fulgencio Batista fue aplastada en rebelión popular, el país comenzó rápidamente a lograr cosas que durante décadas habían parecido imposibles, sin embargo en el proceso asumimos como nación la idea de que el Estado se encargaría de nuestras necesidades eternamente. La experiencia cubana es muestra de que ningún gobierno es ajeno a peligros tales como la concentración de poder y la burocracia.
No se trata de convertirnos en rebeldes sin causa sino de tener la dosis suficiente de realidad que nos mantenga a salvo de la lista de dogmas. Esto implica cuotas de responsabilidad muy altas y tener en cuenta siempre que hay fuerzas externas que amenazan la soberanía del país. Si alguien me dice que no soy políticamente correcto de seguro me elogia, porque en un contexto de tanto dogma y disciplina estéril, quizás una buena dosis de irreverencia sea lo que necesitamos.

6 mayo 2015 40 comentarios 309 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Cómo se forma un revolucionario… antimperialista.

por Consejo Editorial 8 octubre 2014
escrito por Consejo Editorial

Un post escrito hace 4 años… pensando en el Che.

8 octubre 2014 33 comentarios 306 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail

Israel Rojas: “soy revolucionario, no un oficialista retrógrado”

por Consejo Editorial 2 abril 2014
escrito por Consejo Editorial

israel rojas-cuba siPor: Israel Rojas Fiel (El director del grupo Buena Fe le hizo llegar en la tarde de ayer este escrito a La Joven Cuba)

Al sitio digital Cuba Sí, de Israel Rojas Fiel, director de Buena Fe.

Quisiera que atendieran a esta petición pública que les formulo. El día 4 de marzo de 2014 y a raíz del lanzamiento de nuestra página Web: http://www.buenafe.cu, el sitio Cuba Sí publicó un artículo firmado por la periodista Elizabeth López Corzo con título parcial e incompleto: “Buena Fe: En Cuba internet puede ser un Caballo de Troya”.

No calculan el daño que nos han hecho. En primer lugar porque no somos enemigos de Internet. ¿Cómo serlo y realizar tres conciertos de lanzamiento de nuestra página Web en el Karl Marx? ¿Cómo serlo y atender a miles de seguidores a través de Facebook y Twitter?

Varias fueron las informaciones de peso que di en esa entrevista. ¿Por qué escogieron ese título que sirvió en bandeja de oro la idea de una agrupación enemiga del progreso para nuestro pueblo.?

Pongo un ejemplo: imagine que me hubieran pedido opinión sobre la alimentación y yo expresara: “es imprescindible para vivir, puede llegar a ser un placer, y es además un elemento de identidad cultural; pero debemos tener cuidado porque un consumo inadecuado puede ser perjudicial para la salud”. Luego, el título de tal entrevista fuera: “Buena Fe: la alimentación puede ser perjudicial para la salud”.

Para empezar, no fue Buena Fe quien lo dijo; fue Israel Rojas, a quien además le escondieron otras ideas. ¿Por qué hicieron eso? Soy revolucionario, no un oficialista retrógrado. No tengo dudas del asedio al que está sometida Cuba, ni tengo dudas de la necesidad de preservar nuestra soberanía nacional, sagrada por la sangre que ha costado defenderla. Conozco los retos que entrañan las nuevas tecnologías, porque lo sufrimos en carne propia con páginas Web anteriores. Tampoco me interesa quedar bien con los tribunos enemigos de la revolución que reprodujeron el artículo con saña y felicidad, y que jamás dirán nada de algo útil que hagamos para Cuba.

Pero me lastima profundamente que esto haya sucedido con periodistas a los que considero compañeros, y que viendo que nos causaba daño, siendo conscientes que no era esa la idea central de lo expresado, no se tomaron la molestia de rectificarlo ni un mes después de publicado. ¿Es este el periodismo que merecemos? Queremos una Cuba totalmente informatizada. Un país en progreso. Una nación en la que las nuevas tecnologías no solo encuentren espacio sino que se conviertan en herramientas para el desarrollo, con todos y para el bien de todos. Saludos,

Israel Rojas Fiel

2 abril 2014 107 comentarios 526 vistas
0 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
  • 1
  • 2
  • 3
  • 4
  • 5
  • 6

Ayúdanos a ser sostenibles

Somos una organización sin fines de lucro que se sostiene con donaciones de entidades e individuos, no gobiernos. Apoya nuestra independencia editorial.

11 años en línea

11 años en línea

¿Quiénes Somos?

La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

@2021 - Todos los derechos reservados. Contenido exclusivo de La Joven Cuba


Regreso al inicio
La Joven Cuba
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
 

Cargando comentarios...