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libertad

Una Dos Tres
Ciudadanía

Uno dos tres

por Jorge Fernández Era 8 agosto 2021
escrito por Jorge Fernández Era

Por cuanto: el presidente del Tribunal Supremo Popular metió la delicada pata de refrendar en conferencia de prensa el derecho inalienable de los ciudadanos, ciudadanas, campechanos y campechanas de manifestarse libre y públicamente.

Por cuanto: no puede dejarse a la espontaneidad ese precepto constitucional cuando seguimos insistiendo en que los miles y miles de manifestantes del mes pasado se dejaron manipular y salieron a la calle confundidos, pensando que fue trasladada la fecha de los carnavales.

Por cuanto: «¿Por cuánto?» es frase recurrente en el mercado negro, uno de los mecanismos de distribución no socialistas que pululan en nuestras calles e incentivan actos vandálicos como los del 11 de julio, que dejan a Gaesa, Cimex y al Ministerio de Comercio Interior desvalidos y sin posibilidad de cumplir el compromiso contraído de asegurar en las tiendas cuarenta y siete productos de amplia demanda popular.

Por tanto, en uso de las atribuciones que me han sido conferidas, dicto a continuación el:

Reglamento para manifestarse pacíficamente en Cuba

Artículo 1: Los reclamantes portarán un documento que haga constar que las inquietudes esgrimidas ya fueron planteadas al sindicato o en reuniones de los Comités de Defensa de la Revolución, Asambleas de Rendición de Cuentas, Estados de Opinión de las organizaciones políticas y de masas, y trabajos voluntarios en organopónicos, y que las respuestas no fueron lo suficientemente exhaustivas como para que no comprendieran que las cosas están como están porque todos no halamos parejo y pretendemos exigir a nuestros dirigentes lo que no somos capaces de hacer nosotros mismos; que son muchos los sacrificios que hace el Estado (así, con mayúscula) para lograr satisfacer a un pueblo (así, con minúsculas) cada vez más instruido e inteligente gracias a que la educación es gratis y la salud también, y… no sigo, porque me encabrona la gente malagradecida.

Artículo 2: Se realizará una petición formal de autorización ante las autoridades competentes e incompetentes (Policía Nacional Revolucionaria, Departamento de Seguridad del Estado, Defensa Civil, Cuartel de Bomberos, Oficoda y Partido Comunista de Cuba) que incluya una Certificación de Antecedentes Penales, un bono de participación en marchas contra el bloqueo y fotos del cantero familiar Siembra tu Pedacito.

Artículo 3: Avisar a la prensa con anticipación de no menos de cuarenta y ocho horas, en aras de evitar que los medios de difusión masiva esperen orientaciones de arriba o solo posean imágenes de la respuesta revolucionaria a las provocaciones de un grupo de vendepatrias que no se sabe cómo demonios recibió autorización de las autoridades competentes.

Artículo 4: Se presentará una declaración jurada en cuanto a que cualesquiera sean los trancazos, bastonazos, directos al mentón y técnicas de lucha antidisturbios que reciban por parte de las fuerzas actuantes, los manifestantes estarán convencidos de que nunca será como en Chile.

Artículo 5: Solo se permitirá virar un carro de la policía si los delincuentes demuestran poseer ―debidamente adquiridas en las tiendas en moneda libremente convertible o importadas con certificación expedida por la Aduana General de la República― las piezas de repuesto necesarias para dejar el vehículo tal y como se encontraba al minuto de comenzar el jaleo.

Artículo 6: Será considerado un sinsentido clamar libertad si ya la estamos brindando para vociferar cualquier tipo de sandeces. No se permitirá referencias a personas del primer grado de consanguinidad ni utilización de palabras ordinarias que conlleven supresión de caracteres. Y si de canciones se trata, las de Pimpinella son lo suficientemente contestatarias y entretenidas como para hacer menos tediosa la protesta.  

Artículo 7: Las áreas para manifestarse deben estar bien delimitadas e informadas. No está bien que alguien se traslade portando un cartel de Alto Cedro para Marcané, llegue a Cueto y siga a Mayarí.

Artículo 8: Las manifestaciones individuales no necesitarán de permiso y serán reprimidas con el debido respeto.

Artículo 9: Las manifestaciones de agrupaciones de individuos estarán autorizadas a portar un solo celular, en pos de hacer más factible y expedita la tarea de Alpidio.

Artículo 10: Las manifestaciones multitudinarias recibirán apoyo en transporte rápido y seguro hacia áreas de desconcentración.

Artículo 11 (y último, no habrá 12 posible): Serán consideradas manifestaciones individuales las de una persona, de agrupaciones las de dos y manifestaciones multitudinarias las de tres o a más estirar cuatro desgraciados mercenarios asalariados del imperio.

8 agosto 2021 23 comentarios
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Democracia

La nación fracturada

por Harold Cardenas Lema 10 diciembre 2020
escrito por Harold Cardenas Lema

Durante décadas el gobierno cubano hostigó a la oposición y la sociedad prefirió ignorarlo viendo el plattismo de muchos opositores. Este contrato social parece llegar a su fin. Un día fue suficiente para poner en crisis la legitimidad del tratamiento gubernamental a sus adversarios políticos. No fueron una huelga de hambre, el Movimiento San Isidro ni la intervención diplomática estadounidense los que quebraron el silencio ciudadano; a esos factores se les otorga demasiado crédito pero ninguno de ellos es novedoso.

Lo que rompió el pacto tácito entre la ciudadanía y el Estado —al menos parcialmente— fueron las imágenes de represión a los huelguistas de San Isidro y el sentimiento de impunidad que transmitían las acciones de las fuerzas del orden. Aunque la propaganda oficial quiera hacernos creer en el mercenarismo de los asistentes y la propaganda opositora presente los hechos como un acto de solidaridad con su causa, los ciudadanos reunidos el 27 de noviembre ante las puertas del Ministerio de Cultura reclamaron el respeto a un Estado de Derecho que los incluía a todos. También nos dividió como nunca.

En los últimos días, el Partido Comunista ha dirigido el foco de atención de los medios masivos a su disposición hacia las acciones de grupos opositores y no hacia los eventos del 27-N. Lo hace a sabiendas de que muchos —quizás la mayoría— de los asistentes, no comulgan ideológicamente con el MSI ni han recibido un centavo del gobierno federal estadounidense. Es harto evidente que la generalización irresponsable, la acusación sin pruebas y el asesinato de reputación se han convertido en prácticas comunes del Estado cubano.

La denuncia a la injerencia externa y sus aliados domésticos, ha sido siempre la zona de confort de un Partido con una audiencia cautiva que se informa principalmente a través de sus medios. A tenor con ello, orienta la controversia hacia las preferencias políticas de grupos opositores y las exhibiciones de trumpismo, terrorismo y plattismo de algunos de sus miembros; en lugar de asumir un diálogo real con los ciudadanos que se vieron representados el 27 de noviembre.

Después del avance de sectores conservadores dentro del gobierno y el Partido, hay escaso interés institucional en un debate franco sobre la relación entre el poder y la ciudadanía o el respeto a las garantías constitucionales, independientemente de preferencias políticas. El Partido Comunista se refugió en el conservadurismo como método de supervivencia, abandonando el discurso apoyado en la promoción de la crítica y el cambio de mentalidad que sostuvo años atrás. Una revolución donde la palabra de orden es continuidad en lugar de cambio, es una secta que se encamina a un suicidio político colectivo.

El legado de Trump en las instituciones cubanas

La opinión pública cubana está más marcada por la actualidad, las reacciones emocionales y la organización tribal de quienes la componen que por su memoria histórica, incluso de períodos recientes. Se siente muy lejano el 2015, cuando el radicalismo de derecha en la Florida estaba en decadencia y los nostálgicos de la Guerra Fría perdían relevancia en el Partido Comunista. La visita de Barack Obama, en 2016, renovó los ánimos de confrontación en el Partido; luego, la administración Trump llegó para reivindicar la retórica de estos ideólogos conservadores.

La creciente influencia de este sector dogmático y su monopolio actual sobre el Departamento Ideológico del Comité Central y los medios bajo control partidista de que disponen, también es resultado de la política de máxima presión sobre Cuba, que ha logrado empoderar a los personajes más radicales y silenciar cualquier análisis matizado o actor político equilibrado.

Las autoridades cubanas no se equivocan al señalar que tales eventos ocurren bajo la sombra de cuatro años de administración Trump y su formidable peso sobre la vida de la Isla, pero omiten reconocer cómo ha afectado esto a la correlación de fuerzas políticas en sus instituciones.

Varios de los analistas que el Partido ha utilizado para justificar su comportamiento de las últimas semanas, se han beneficiado de la hostilidad durante los últimos cuatro años. Los mismos que decían que Obama sería igual a Bush y “más de lo mismo”, pasaron los años de normalización de relaciones añorando la relevancia que encontraron luego con Trump y hoy buscan preservar con los conflictos domésticos.

Vale recordar que estos comisarios llegaron a escalar posiciones institucionales gracias al apoyo directo del presidente cubano, que ante un escenario internacional complejo prefirió refugiarse en la seguridad del dogmatismo criollo en lugar de dar espacio a la herejía. Hoy sus ideólogos crearon una cámara de eco que reúne a una masa incondicional de seguidores, incapaz de dialogar y retroalimentarse del resto de la sociedad.

Este radicalismo ha tenido aún más influencia en la Florida, empoderando a una derecha cubanoamericana radical que no tiene escrúpulos con provocar sufrimiento en la Isla si eso estimula el cambio político que desean. Su visceralidad y alianza con el presidente que menos ha respetado las propias normas democráticas de Estados Unidos, avivan serias dudas sobre su compromiso con Cuba. La herencia dictatorial batistiana caló hondo, particularmente en Miami. Por su complejidad y extremismo es mejor dedicarle un análisis más completo en el futuro.

La oposición doméstica

 Desde hace mucho tiempo el gobierno cubano aplica medidas punitivas a la oposición de manera impune y esta continúa brindándole razones para hacerlo. La penetración de los grupos opositores por la Seguridad del Estado cubana también es común. En un país con antecedentes de haber sufrido actos de terrorismo esto no es gratuito, pero existen pocas garantías de que tal infiltración no se utilice también como herramienta para desacreditar a sus enemigos políticos, una práctica ilegítima e incompatible con los valores de una república.

En un momento en que la ciudadanía reclama por los derechos de todos los cubanos, los opositores parecen más interesados en capitalizar el momento que en solucionar sus propias contradicciones. Es decepcionante ver a algunos de ellos competir por el protagonismo y apostar al cambio de régimen con ayuda externa como única vía para su integración en la vida política nacional. Hay un sector de la ciudadanía cubana alcanzando una dosis de civismo que trasciende lo ideológico y que no es de interés para la oposición y el Partido Comunista, más ocupados en luchar el uno contra el otro que en salvar el alma de la nación.

La oposición cubana es heterogénea, pero la mayoría de sus grupos organizados provocan dudas en cuanto a su compromiso democrático y su patriotismo. Quienes guardan silencio cuando desde sus filas alguien incita a la violencia o gritan que Donald Trump es su presidente, no son muy distintos a los republicanos que en Estados Unidos se hacen de la vista gorda ante la presencia de supremacistas blancos en su partido político y un presidente que abusa del poder ejecutivo.

Ese mutis opositor se extiende al terreno de las libertades políticas, lo que brinda poca o ninguna garantía de que un cambio de sistema en Cuba no regresaría a los numerosos militantes comunistas a la ilegalidad y persecución que sufrieron en el pasado. Despojar de libertades políticas a sus adversarios es un elemento común que identifica tanto a un sector amplio en la dirigencia del país como a muchos opositores.

Desde la izquierda y desde la derecha, la capacidad crítica y la honestidad intelectual en servicio del interés nacional es lo que puede ganar las mentes y corazones de los cubanos, algo a lo que las fuerzas en pugna no prestan mucho interés. Cada vez es más escasa la posibilidad de un diálogo que inserte a la oposición en la política nacional. Dicho proceso requeriría el cese de los programas de cambio de régimen por parte de Estados Unidos y la regulación del financiamiento a los partidos políticos en el país.

En el pasado, los comunistas cubanos participaron junto a otras fuerzas políticas en la redacción de una constitución avanzada para su tiempo, hay evidencia histórica de que tal coexistencia es posible. Por su parte, Estados Unidos debería mostrar su compromiso con la democracia y reconocer su problemática relación histórica con Cuba para, de una vez, tomar distancia de los asuntos internos de la Isla, que no son su ámbito doméstico.

Epílogo

Los sucesos recientes reflejan una sociedad en la que el rechazo al trumpismo y el plattismo de un sector opositor no se traduce más en el silencio de la ciudadanía ante una violación del Estado de Derecho y las garantías ciudadanas; pero una tormenta acecha en el horizonte. La circunstancia de acoso externo, escasez y torpe propaganda gubernamental ya muestra consecuencias que trascienden el modelo actual y amenazan dejar huella en la nación.

El fracaso del Partido Comunista en explicarle creíblemente al pueblo cubano los efectos reales de las sanciones estadounidenses han devenido en una subestimación del mismo. Para colmo, la escasa rendición de cuentas y transparencia gubernamental ha provocado una falta de empatía con las instituciones del país que tomará mucho solucionar.

El uso de los medios con fines propagandísticos y su escasa problematización de la realidad, sumado a un sistema educativo con vacíos cívicos y democráticos, nos está entregando sujetos vulnerables a cualquier tipo de radicalización, propensos a participar en un acto de repudio lo mismo en la Habana que en Miami.

El desconocimiento de las normas internacionales, la polarización política y la falta de alternativas están induciendo a una normalización de los fondos para cambio de régimen en Cuba que es preocupante para las libertades externas del país. Y si algo han condicionado cuatro años de trumpismo y el desinterés gubernamental en un diálogo nacional franco, es aumentar el abismo que hoy separa a un número considerable de cubanos. Por ahora las opiniones sobre el MSI, el 27 de noviembre y la ofensiva mediática desde ambos extremos, es un test de Rorschach perfecto para estudiar las preferencias políticas del pueblo.

10 diciembre 2020 21 comentarios
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2020

Manifestaciones fantasmas y confituras lacrimógenas

por Resumen Semanal 1 noviembre 2020
escrito por Resumen Semanal

¡Muy buenas! Para este sábado, 31 de octubre, había sido llamada una manifestación que, como de costumbre, no sucedió. Convocada supuestamente por el sector cuentapropista, sus reclamos al gobierno se enfocaban en la escasez de productos generalizada. La protesta ha pasado prácticamente desapercibida, más allá de varias denuncias realizadas por grupos opositores donde aseguraron que algunos de sus miembros habían sido detenidos para impedir su participación.

También, esta semana se ha viralizado en redes sociales un texto publicado el pasado 18 de septiembre por el periódico Venceremos, órgano oficial del Comité Provincial del Partido Comunista en Guantánamo. El escrito formaba parte de la sección Instantáneas, dedicada a compartir las quejas de la población, y se refería a una petición para cambiar de lugar las confituras exhibidas en la vidriera de una tienda de productos en MLC.

Somos La Joven Cuba y este es nuestro resumen semanal de la agenda pública del país.

***

Como es casi costumbre, las protestas convocadas por sectores de la oposición al gobierno no logran participación popular. Para este 31 de octubre habían llamado a una manifestación pacífica de carácter nacional, bajo el lema “Queremos libertades económicas NO + MISERIA”.

Dicha convocatoria aseguraba textualmente que, “producto de la ineficiencia y lentitud del gobierno cubano en sus gestiones y en realizar los cambios que la realidad y el pueblo demandan, muchos cubanos protestaremos el día sábado 31 de octubre en toda Cuba”. Seguidamente aclaraban que “los manifestantes deben usar nasobuco y respetar la distancia física de 1,5 metros.

El documento de la convocatoria, divulgado a través de redes sociales, exigía al gobierno cubano los siguientes 5 puntos:

1- Que el gobierno de Cuba autorice y facilite la entrega a nosotros, el pueblo, de las donaciones humanitarias llegadas desde el extranjero, independientemente de quién sea el donante.

2- Que el gobierno entregue a los emprendedores la libertad de importar directamente del extranjero, mercancía sin límite de cantidad ni tipo, sin que medien las empresas estatales. (Excepto drogas, armas y explosivos).

3- Que el gobierno autorice a los campesinos cubanos a importar suministros y equipos, vender sus productos tanto a la población como para exportación con total libertad, sin imponerle límites de cantidad de productos ni de precios.

4- Que el gobierno autorice mediante licencia de trabajo, la compra-venta de productos. El comercio es legal en el mundo entero y por tanto los revendedores deben ser legalizados.

5- Eliminar el límite de propiedades y bienes que los cubanos podamos comprar así como eliminar el límite de activos que los cubanos podemos poseer para producir bienes o servicios.

Para la protesta sugerían diferentes puntos de las ciudades capitales de provincia, aunque aseguraban que cada cubano podía hacerlo desde donde estimara conveniente. Sin embargo, durante la jornada de este sábado no se registró ninguna actividad fuera de lo normal en los puntos donde supuestamente se reunirían “muchos cubanos”.

Los grupos opositores y medios de prensa que divulgaron la convocatoria a la manifestación apenas se han referido al tema, más allá de algunas denuncias de supuestas detenciones arbitrarias para impedir que periodistas independientes y activistas políticos asistieran al inexistente evento.

Por ellos, en las últimas horas se informó desde varios medios radicados en Miami sobre la presunta detención a Camila Acosta, periodista de CubaNet, mientras que José Daniel Ferrer, líder de UNPACU, alertó sobre agresiones policiales a miembros de su organización.

***

La sección Instantáneas, del periódico guantanamero Venceremos, publicaba el 18 de septiembre pasado un texto donde se solicitaba que fueran cambiadas de lugar las confituras exhibidas a través de la vidriera de la tienda de productos en MLC ubicada en las calles Los Maceos esquina a Prado.

Fragmento de la sección Instantáneas, del periódico guantanamero Venceremos.

Siga este link si desea descargar la versión en PDF del periódico de ese día: http://www.venceremos.cu/venceremos-edicion-impresa/category/48-viernes-18-de-septiembre

Según el texto, varias personas sugirieron a la gerencia de la tienda cambiar de lugar el expositor de dulces, de forma tal que los niños no lo vieran desde la calle, porque para los padres sería “complejo explicarles la imposibilidad de comprarlos por no tener acceso a esa moneda”.

Más de un mes después de publicado, la queja se viralizó en redes sociales, provocando una ola de críticas de diversos sectores que, en su mayoría, atacaban la existencia de las tiendas en MLC, un tema recurrente en cualquier debate nacional. Recientemente, el propio periódico anunciaba que el gerente general de la Sucursal Cimex Guantánamo respondió que habían escuchado las sugerencias de la población y las confituras fueron trasladadas de lugar. Problema solucionado.

Respuesta de la gerencia de Cimex para “solucionar” el problema de las confituras demasiado visibles.

Una breve para finalizar:

Desde hoy, 1 de noviembre, en todo el país se atrasó una hora a las manecillas del reloj y se restableció el horario normal. Con esta medida, Cuba vuelve a coincidir con el resto de países del hemisferio norte. Sin embargo, el nuevo horario implica mayor demanda de electricidad debido a que oscurece más temprano.

Desde la Oficina Nacional para el Control del Uso Racional de la Energía (ONURE) se hizo un llamado al ahorro en hogares y centros de trabajo.

Para cualquier feedback, queja o sugerencia, recuerde que puede interactuar con nosotros en nuestro canal de Telegram: ➡️ https://t.me/lajovencuba

Somos @LaJovenCuba

1 noviembre 2020 9 comentarios
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Democracia

Un enfoque socialista de la libertad de expresión

por Consejo Editorial 16 octubre 2020
escrito por Consejo Editorial

Tras la supresión histórica de los denunciantes de prácticas ilegales en la administración pública por parte del gobierno de Obama, los reiterados ataques de Donald Trump a los medios de difusión, y las polémicas en los recintos universitarios en todo el país, el libro Free Speech: Ten Principles for a Connected World (Libertad de expresión: diez principios para un mundo conectado) de Timothy Garton Ash resulta oportuno.

Garton Ash ofrece una amplia exposición sobre el derecho a la autoexpresión y una defensa coherente de la libertad de expresión desde un punto de vista explícitamente liberal. La teoría y la práctica socialistas nunca han definido satisfactoriamente el lugar de la libertad de expresión en la lucha por la transformación social y en una futura sociedad socialista — razón de más para confrontar seriamente el desafío planteado por el nuevo libro de Garton Ash.

Las bases de la libertad de expresión

El análisis de la libertad de expresión realizado por Garton Ash tiene dos fuentes principales: Isaiah Berlin, quien propuso que la libre expresión está basada en la empatía y la tolerancia por valores múltiples y contradictorios, y John Stuart Mill, cuya defensa de la libertad de expresión subrayaba en primer lugar sus consecuencias favorables en lugar de su valor intrínseco como derecho. Ninguna de estas perspectivas constituye un basamento sólido para una defensa de la libertad de expresión.

La empatía y la tolerancia — dos estados de ánimo — son pésimos garantes de la libertad. La empatía no se traduce fácilmente en planes institucionales que pudieran sustentar la libertad de expresión, y la tolerancia es un precario sustituto para una robusta cultura de derechos. Por el contrario, los derechos deben empoderar a las personas sin reparar en las buenas intenciones individuales de los gobernantes.

Con ese espíritu, Thomas Paine elogió la nueva Constitución Francesa porque “ha abolido o renunciado a la tolerancia, y también a la intolerancia, y ha establecido el Derecho Universal de Conciencia.” Como explicó, “La tolerancia no es lo opuesto de la intolerancia, sino su falsificación. Ambas son despotismos. Una se arroga el derecho de negar la libertad de conciencia, la otra el de otorgarlo.”

En cambio, Mill en Sobre la libertad defiende la libertad de expresión primariamente con el argumento de que la verdad surgirá del llamado mercado libre de ideas, haciendo de esta suposición el principal argumento en favor de la libertad de expresión. Está claro que la ausencia de libertad de expresión y de libertad política obstaculiza la búsqueda de la verdad. Pero nuestro mercado de ideas es oligopolista y por ende no totalmente libre, ya que está restringido dentro de una sociedad clasista. Por lo tanto, ¿debería tener menos valor la libertad de expresión?

En lugar de depender de la promesa de un paraíso consecuencialista, se podría decir que un derecho es algo intrínsecamente valioso, esencial para la dignidad y la autodeterminación de las personas, y necesario para la democracia. Los derechos — incluyendo el derecho a la libertad de expresión — podrían ayudar a producir la aproximación más cercana a la verdad y a una sociedad mejor, pero, mucho más importante, son un elemento constituyente de una buena sociedad.

Como otras concepciones de los derechos basadas en nociones metafísicas y ahistóricas, como la naturaleza o la ley natural, la dependencia de Garton Ash de la empatía y la tolerancia no puede fundar un derecho sólido a la libertad de expresión, expuesto a su inevitable erosión por parte de poderosos actores económicos o gubernamentales.

Necesitamos un enfoque alternativo de los derechos que no dependa de abstracciones. Rosa Luxemburgo ofrece uno: Todo derecho a sufragio, como cualquier otro derecho político, ha de medirse no por algún tipo de idea abstracta de “justicia”, o en los términos de otras frases democrático-burguesas, sino por las relaciones sociales y económicas para las cuales se diseña.

Luxemburgo entiende los derechos como encarnaciones de relaciones sociales y económicas concretas. En las sociedades capitalistas liberales, el acceso desigual al poder restringe estos derechos. En una sociedad socialista plenamente democrática, dichas restricciones desaparecerían.

En efecto, lo que más falta en Free Speech es la comprensión concreta de Luxemburgo de las relaciones entre los derechos y el poder. A continuación, expondré en detalle tres de los diez principios que organizan el libro para mostrar cómo su interpretación liberal del derecho a la libertad de expresión no logra tener en cuenta el impacto de las estructuras de poder sobre la libertad de expresión.

En primer lugar, Garton Ash sostiene, siguiendo la jurisprudencia estadounidense, que la libertad de expresión puede limitarse cuando hay intención, probabilidad e inminencia de violencia; es decir, cuando el discurso de odio se ha vuelto peligroso. En segundo lugar, aboga por la protección del derecho a la privacidad siempre que no impida el escrutinio en aras del interés público. Finalmente, reclama el apoyo absoluto a la expresión abierta de todas las discrepancias humanas, a condición de que los participantes mantengan una “sólida cortesía”, definida como hablar con franqueza mientras se practica el autocontrol para mantener la paz civil necesaria para el adecuado funcionamiento de la democracia liberal.

Estos tres principios están bastante claros, pero un análisis más detallado revela que la desigualdad social y económica en gran medida ignorada por Garton Ash también desempeña un papel crítico en la limitación de la libertad de expresión. La aparente disposición de Garton Ash a aceptar esta desigualdad revela su creencia de que el poder sólo es inherente al estado, y no a las relaciones socioeconómicas.

Intención, probabilidad e inminencia

La confusión de Garton Ash en cuanto a la libertad de expresión y el poder se hace más clara en su defensa de Larry Summers, el profesor de economía que fue obligado a renunciar como presidente de la Universidad de Harvard tras sugerir que la “reducida proporción de mujeres en las ciencias y las ingenierías puede ser el resultado de diferencias innatas de aptitud e inclinación, así como de las presiones de la vida familiar y otros factores.”

Garton Ash regresa a John Stuart Mill para argumentar que la afirmación de Summers tenía la intención de impulsar el conocimiento. Él pregunta: “¿Intentaba Summers insultar o degradar a las mujeres? ¿O intentaba él genuinamente, a pesar de lo provocador de sus palabras, hacer progresar la comprensión científica? Viendo la evidencia,” concluye Garton Ash, “considero que fue lo segundo.” Aparte del hecho de que la afirmación de Summers se basaba al menos parcialmente en teorías desacreditadas de diferencia genética, la conclusión de Garton Ash no logra abordar adecuadamente el contexto en el que habló Summers.

Como economista, Summers no tiene conocimiento creíble sobre diferencia de género. Por añadidura, las protestas contra sus comentarios no pusieron en peligro su libertad académica como profesor de economía, sino su posición de poder como presidente de una universidad. Desde la perspectiva de quienes protestaron, Summers había usado su posición en contra de los intereses de las mujeres. Contrario a lo que Garton Ash implica, ello no tenía nada que ver con la libertad de expresión, sino con una expresión de poder.

La misma confusión surge cuando expertos liberales critican las protestas de estudiantes contra figuras políticas invitadas a hablar en recintos universitarios. Garton Ash tergiversa estas demostraciones, imaginando que ocurren principalmente cuando se invita a los oradores para defender sus posiciones al respecto de algunos temas controvertidos. De hecho, muchas de estas protestas ocurren cuando la persona llega para ser reconocida y premiada por la universidad.

Por ejemplo, en 2014 la Universidad Rutgers invitó a Condoleezza Rice (secretaria de estado bajo el presidente George W. Bush) para que fungiera como oradora en la ceremonia de entrega de diplomas y para recibir un doctorado honoris causa. Que Rice se haya echado atrás ante la protesta de estudiantes y profesores no representa una derrota para la libertad de expresión, sino una pequeña pero real victoria para quienes se oponían a la decisión de Rutgers de reconocer y honrar a una figura representativa de las políticas imperialistas estadounidenses.

Consideraciones similares deben aplicarse a los reclamos para renombrar el Colegio Calhoun de la Universidad de Yale y la Facultad Woodrow Wilson de la Universidad de Princeton, instituciones cuyos nombres rinden homenaje a racistas bien conocidos. Las disputas al respecto de cómo los homenajes institucionales de este tipo realzan las reputaciones de quienes los reciben no se relacionan con la libertad de expresión, sino con la legitimación de quienes ostentan poder, y con sus usos políticos y culturales.

Cuando nos referimos a figuras públicas invitadas a hablar sobre temas controvertidos, debemos distinguir entre persuasores racistas e intimidadores racistas violentos. Personas como Arthur Jensen, Richard Herrnstein y Charles Murray, quienes propagan mitos racistas ofensivos enmascarados como ciencia social, son persuasores racistas. Sus pronunciamientos ocurren enteramente en el ámbito del discurso, ante lo cual los oponentes pueden responder mediante la discusión racional y la refutación cuidadosa.

Otros derechos de libertad de expresión, incluyendo las venerables tradiciones de los piquetes y las pullas a los oradores, se detienen antes de llegar al uso de la fuerza para impedir que figuras como éstas hablen. Hasta la lucha ideológica más aguda se atiene a reglas implícitas que los movimientos sociales han violado a veces cuando han sustituido la persuasión por el uso de la fuerza. Ello no sólo viola los derechos fundamentales de los oradores, sino que también constituye una mala estrategia. Las protestas que ignoran el derecho a la libertad de expresión ofenden tanto al público que asiste al evento, al cual los manifestantes deberían tratar de ganarse, como a quienes desean preservar la libertad de expresión.

Esto difiere de los actos de intimidación racistas o antisemitas perpetrados por grupos organizados con un historial de violencia física. La marcha de 1936 organizada por la Unión Británica de Fascistas en el East End de Londres, una zona de mayoría judía, ilustra esta distinción. La intención de Oswald Mosley, el líder de la manifestación, no era convencer a los judíos que vivían en ese vecindario de que se unieran a su grupo. Por el contrario, quería aterrarlos. Tampoco el grupo neonazi estadounidense que solicitó un permiso para marchar por el también altamente judío suburbio de Skokie en Chicago en 1978 se proponía convertir a los residentes — muchos de los cuales eran sobrevivientes del Holocausto — en nazis.

En Londres, Mosley y sus seguidores se encontraron con veinte mil manifestantes antifascistas, quienes se enfrentaron con los seis mil policías que trataban de proteger a unos dos mil fascistas en la hoy famosa Batalla de Cable Street. El desenlace en Skokie fue distinto.

Las autoridades locales trataron de impedir la marcha, pero la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU por sus siglas en inglés) presentó una demanda para permitirla, provocando que muchos de sus miembros renunciaran. A pesar de la victoria legal de la ACLU, los neonazis decidieron en cambio efectuar una concentración en el centro de Chicago. En algunas maneras, ello se asemejaba la marcha de Mosley en el este de Londres. Pero había una diferencia importante: el nazismo estaba en alza en la década de 1930, pero para 1978, el neonazismo estadounidense se había convertido en un pequeño grupo marginal. Independientemente de su poder relativo, ambas fuerzas pertenecían a una corriente política organizada con un historial de violencia física y una estrategia de apoderarse del poder político.

La defensa de la ACLU incluyó dos argumentos concernientes a la presente discusión. Por una parte, señalaron los peligros que representaba permitir que el gobierno estadual, local o federal limitara o regulara la libertad de expresión, temiendo que ello fijara un precedente capaz de ser usado contra los derechos democráticos de otros movimientos sociales, incluyendo las organizaciones de trabajadores, las minorías y la izquierda. En efecto, el peligro de dar al estado el poder de limitar los derechos de libertad de expresión es precisamente la razón por la que los socialistas no pueden depender de él cuando se trata de confrontar a intimidadores violentos.

En segundo lugar, la ACLU afirmó que, como la marcha no representaba peligro de violencia planeada, probable e inminente, podía considerarse expresión protegida constitucionalmente. Ello aclara una importante distinción entre la izquierda antirracista y la más generalmente liberal ACLU. Para grupos como la ACLU, los intimidadores violentos deberían disfrutar los mismos derechos de libertad de expresión que persuasores racistas como Jensen, Herrnstein y Murray poseen hasta que el discurso se haga peligroso. Para la izquierda antirracista, los intimidadores violentos son categóricamente distintos de los persuasores racistas.

La relación entre grupos como los neonazis o el KKK y los movimientos sociales democráticos es de abierta beligerancia y no de lucha ideológica. Los intimidadores violentos no tratan de persuadir, sino de intimidar. Su lenguaje es el de la violencia. En lo que respecta a los movimientos sociales, la por lo demás razonable regla de que la expresión se protege hasta que la violencia se hace inminente no debería aplicarse a estos intimidadores violentos: en cambio, ese principio les permite elegir la hora, el lugar y la manera más favorable para sus acciones violentas.

En Skokie, las fuerzas antifascistas tenían la ventaja gracias a la tremenda movilización causada por la marcha. La idea de detener del todo la marcha de los neonazis no debe considerarse una cuestión de principios, sino una cuestión de estrategia y táctica. Varias consideraciones son pertinentes en este caso, incluyendo la relación de fuerzas en las calles, si la mayoría de los grupos manifestantes apoyarían impedir la marcha, y si secciones significativas del público reconocerían la justicia de esa acción de fuerza en lugar de percibir a los intimidadores neonazis como víctimas.

Estas mismas consideraciones deberían influenciar nuestro análisis de la reciente polémica en torno a Milo Yiannopoulos, cuya comparecencia en Berkeley fue cancelada tras una masiva manifestación y las acciones de un pequeño grupo de entre 50 y 100 personas, quienes llevaron a cabo la destrucción de propiedad universitaria. Su historial político previo muestra a Yiannopoulos como un persuasor racista de un tipo particularmente reaccionario y aborrecible quien, como sostuvimos anteriormente, definitivamente requiere que los estudiantes manifestantes ejerzan sus derechos de libertad de expresión con masivos piquetes e interrupciones al orador, mientras respeten los principios de libertad de expresión, sin llegar a una supresión forzosa del evento.

Sin embargo, algunos han afirmado que Yiannopoulos había planeado revelar los nombres de estudiantes indocumentados. Si hubiera intentado hacerlo, la confrontación entre él y los manifestantes se habría trasladado a otro terreno más allá de la persuasión, y la audiencia habría tenido el derecho de silenciarlo inmediatamente.

En otros contextos, como el de guerra civil o en un conflicto más limitado pero abierto, como una huelga, la lucha por el poder ha sustituido a la lucha por la libre expresión. Cuando los miembros de un sindicato impiden físicamente que los rompehuelgas entren al centro de trabajo, o cuando la policía y los empleadores dan al traste con una huelga, es el poder — no la libertad de expresión — lo que está en juego. Un trabajador herido por un policía mientras trata de detener a un rompehuelgas es víctima de la capacidad represiva para la violencia del estado, no de su capacidad para silenciar el disenso.

Los límites de la libertad

Como muchos liberales europeos, Garton Ash a menudo combina la libertad con el mercado libre, percibiendo cualquier intervención del estado como un ataque a los derechos individuales. Ello se extiende a su notable oposición a las regulaciones, a las cuales parece asociar con la censura. Sin embargo, las regulaciones no sólo son compatibles con la protección de los derechos civiles y políticos, sino que son esenciales para ello.

Por una parte, las regulaciones pueden de hecho promover la libertad de expresión al permitir un mayor acceso a los medios. Garton Ash reconoce el acceso desigual a los medios masivos de difusión, citando incluso la famosa sentencia de A. J. Liebling de que “la libertad de prensa sólo está garantizada para los dueños de ésta.” Al mismo tiempo, Garton Ash rechaza incluso medidas moderadas para mejorar el acceso a los medios. Por ejemplo, conoce pero no promueve la Doctrina de Equidad que obligaba a las emisoras de radio y televisión estadounidenses dar espacio en el aire a opiniones opuestas sobre asuntos polémicos, y que fue abrogada en 1987. Cuando la Comisión Federal de Comunicaciones adoptó ese principio en 1949, lo hizo basándose en la hoy noción radical de que las ondas pertenecen a los oyentes, no a las emisoras.

Más allá del restablecimiento de tales medidas moderadas, tenemos que aspirar a la socialización (no estatalización) de los grandes medios, poniéndolos en manos de organizaciones populares no estatales, en proporción con su tamaño e importancia en la sociedad. Aunque ello no es una exigencia factible en el futuro cercano, debería ser una parte importante de una crítica radical de la sociedad existente y de una visión para un futuro socialista y democrático.

Garton también critica explícitamente las leyes en muchos estados alemanes que establecen el derecho de cualquier individuo, asociación, compañía o ente público a exigir que una publicación imprima una rectificación gratis en un número posterior. La corrección debe aparecer en la misma sección y en el mismo tamaño de letra que la afirmación original. De ser necesario, se puede imponer esta regulación mediante una orden judicial en un tribunal civil.

Garton Ash se opone a estas leyes porque las halla ineficaces en la era de los medios sociales. En esto, el autor una vez más no logra ver los derechos como intrínsecamente valiosos, cayendo en el consecuencialismo de Mills, y también subestima el gran poder que aún ejercen periódicos como el reaccionario New York Post y sus equivalentes globales.

En consecuencia con su postura anti-regulatoria, Garton Ash sostiene que las leyes europeas que conceden el derecho a ser olvidado son “indefensibles en una sociedad que cree en la libre expresión.” Estas leyes, las cuales otorgan a los individuos el derecho de que, tras un número de años, se suprima de la Internet contenido que dañe su reputación, no violan la libertad de expresión de ninguna manera significativa. De hecho, en una era en la que hay cada vez más oposición a solicitar los antecedentes penales de los aspirantes a un empleo, estas leyes del “derecho a ser olvidado” expresan una sensibilidad igualitaria con importantes implicaciones raciales y de clase.

La objeción de Garton Ash de que hasta el guardia de menor rango en Auschwitz no debe tener ese derecho ignora el propósito de estas leyes. Además, el contraargumento es apenas convincente, puesto que dichas leyes fácilmente podrían excluir a figuras públicas y a crímenes como el genocidio.

Garton Ash explica que la inclinación europea a favor de tales leyes proviene del “alto valor [que Europa] asigna a la privacidad y la reputación, inspirándose en tradiciones mucho más antiguas, caballerescas, corteses y aristocráticas del honor, así como en preocupaciones en torno a la dignidad humana posteriores al Holocausto.”

Lamentablemente, Garton Ash no explica la contraparte estadounidense de este esquema de valores europeo. ¿Implica ello una versión del individualismo estadounidense en la cual los individuos por separado no tienen vínculos comunitarios y por ende carecen de preocupación por sus reputaciones? ¿Realmente asociamos el honor sólo con la caballerosidad y la aristocracia? Después de todo, como describió Primo Levi de modo tan conmovedor, el horror de Auschwitz implicó, entre otras cosas, la eliminación sistemática de cualquier cosa parecida al honor para sus víctimas. Que el concepto del honor pueda tener origen en Europa difícilmente limita su aplicabilidad.

Quizás la marcada distinción de Garton Ash entre los códigos de honor europeo y estadounidense se relaciona con su aseveración de que los Estados Unidos es el país de la libertad de expresión por excelencia. Ciertamente, se puede proponer un argumento válido para esta perspectiva en términos de la doctrina constitucional representada por la Carta de Derechos (refiriéndose a las 10 primeras enmiendas a la Constitucion norteamericana que afirman los derechos ciudadanos) y por varias importantes opiniones discrepantes y decisiones por mayoría de la Corte Suprema desde 1919 (aunque ello haría falta equilibrarlo con algunas otras decisiones atroces de la Corte Suprema tomadas en nombre de la libertad de expresión, como la Decisión de Ciudadanos Unidos de 2010, la cual eliminó importantes regulaciones con respecto a los gastos electorales). Sin embargo, no podemos limitar nuestro criterio a la esfera legal. Puede que el sistema legal defina las reglas, pero el resultado del juego se decide a fin de cuentas por el poder de clases sociales en competencia y lucha.

Además de la falta del acceso democrático a los medios y de los cientos de millones de dólares invertidos en elecciones, el apoyo a la libertad de expresión no es precisamente unánime en los Estados Unidos. Fuera de los recintos universitarios y de los relativamente libres centros cosmopolitas, las comunidades profundamente conservadoras no han tenido libertad de expresión universalmente aceptada en todas sus manifestaciones. También debemos recordar que la Primera Enmienda (estableciendo la libertad de expresión) fue virtualmente letra muerta para la mayoría de los gobiernos locales y estaduales hasta bien entrado el siglo XX. Es por ello que organizaciones militantes como la IWW (siglas en inglés de Trabajadores Industriales del Mundo) libró famosas batallas por la libertad de expresión en todos los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX.

Garton Ash pasa por alto otras importantes limitaciones de la libre expresión, en especial las concernientes a la propiedad privada. Esta exclusión tiene sentido en el contexto de la propiedad personal: nadie debería tener el derecho de repartir volantes en una fiesta en el patio de tu casa sin tu permiso. Pero los centros de trabajo son propiedad privada en su mayoría y, como resultado, los trabajadores no disfrutan de derechos constitucionalmente otorgados a la libertad de expresión en el trabajo. Aunque el movimiento obrero ha logrado que existan algunas excepciones de esa regla general — el derecho a discutir condiciones de trabajo y la afiliación a sindicatos, o el establecimiento de tablones de anuncios donde pueden mostrarse los materiales relacionados con los sindicatos —, estos derechos siguen siendo inadecuados y se erosionan cada vez más.

Las limitaciones inherentes a las excepciones concedidas por la legislación obrera se hacen claramente evidentes en el caso de los centros comerciales (malls), donde pasarelas ampliamente utilizadas por el público son propiedad privada. La Corte Suprema las ha designado como propiedad privada, y por lo tanto exentas de derechos de la Primera Enmienda para el público en general, aunque algunos estados (California, Colorado, Massachusetts, New York, New Jersey, Oregón y Washington) han reconocido el derecho a la libertad de expresión en centros comerciales, incorporando ese derecho a sus constituciones.

Sin embargo, no todas las limitaciones de la libertad de expresión provienen de la ideología capitalista. Garton critica una regulación que aparece para apoyar la justicia social, pero en cambio opera en contra de una pauta democrática: la creciente exigencia de que todos los instructores universitarios y de nivel superior incluyan advertencias en sus materiales de clase. Estas advertencias están diseñadas para alertar a los estudiantes acerca de materiales que puedan producir una memoria traumática (de atentado contra el pudor, por ejemplo) o provocar malestar a un grupo.

Por supuesto, estas advertencias han existido en los recintos educativos por mucho tiempo, pero no siempre se les ha llamado así. Los estudiantes reciben ayuda psicopedagógica tanto formal como informal acerca de cuáles cursos tomar y con quién. Este asesoramiento depende en parte de los intereses, opiniones y experiencias de cada estudiante. Los cursos obligatorios por lo general tienen secciones e instructores diferentes — que a menudo cambian de semestre en semestre —, y los instructores típicamente facilitan programas de estudios detallados que informan a los estudiantes por adelantado acerca de los materiales de clase. Por añadidura, algunos cursos constituyen advertencias por su propia naturaleza, como, por ejemplo, cursos sobre las leyes acerca de las violaciones. Finalmente, muchos instructores realizan advertencias adicionales cuando presentan trabajos específicos.

Obligar a los instructores a hacerlo como cuestión de política — como algunos estudiantes y profesores sostienen que se debería — establece una restricción innecesaria tanto a la libertad de expresión del instructor como a la de los estudiantes. Ello estimula un clima de excesiva precaución, timidez, e incluso de temor en lo que debería ser una amplia, aunque mutuamente respetuosa, exploración de ideas.

El actual reclamo por advertencias universales puede originarse en la doctrina del pensamiento positivo, que intenta ocultar el inevitable dolor provocado por las crisis como oportunidades para el crecimiento y el desarrollo. Con seguridad proviene de la visión neoliberal de la educación superior como consumo, en la cual se supone que los dólares pagados por la matrícula compren un producto grato.

En cambio, deberíamos ver la educación como una experiencia necesariamente incómoda que desafíe las certezas de clase, raza y género de los estudiantes. La educación democrática fomenta el debate respetuoso pero agudo, en lugar de oscurecer la naturaleza sórdida del racismo y la explotación con clichés a la moda.

De manera similar, las universidades y centros superiores que tratan de controlar las microagresiones no sólo restringen la libertad de expresión de los estudiantes, sino que también los despojan de importantes oportunidades educativas. En 2007, el psicólogo investigador Derald Wing Sue y sus colaboradores definieron las microagresiones como: ofensas verbales, conductuales y ambientales diarias, breves y comunes, ya sean intencionales o no, que comunican desaires e insultos hostiles despectivos o negativos de tipo racial, de género, de orientación sexual y religiosos a la persona o al grupo receptor.

Que este comportamiento ocurra frecuentemente en instituciones de educación superior no debería sorprendernos. La sociedad estadounidense tiene sustanciales reservas de racismo y sexismo, y la segregación educativa y residencial promueve la insensibilidad y el comportamiento a veces involuntariamente ofensivo hacia las minorías raciales y de género. Las administraciones de las universidades deberían enseñar a los estudiantes, los profesores y el personal no docente a evitar dicho comportamiento. Sin embargo, unos cuantos administradores han ido más allá y han creado códigos de conducta altamente específicos para imponer una cultura de tolerancia en los recintos. Además de fijar un mal precedente, sus esfuerzos por regular celosamente el comportamiento fomentan un clima opresivo.

En 2016, la Oficina de Diversidad y otros grupos en la Universidad de Massachusetts emitieron el “Medidor Sencillo para Evaluación y Valoración del Racismo en Disfraces”, o SCREAM por sus siglas en inglés, una lista de control detallada que ayudaba a los estudiantes a valorar el potencial ofensivo de sus disfraces según cinco niveles de amenaza. Por ejemplo, se preguntó a los estudiantes si, cuando se vestían de otra persona, esa persona era de la misma raza que el estudiante. Si la respuesta era afirmativa, el disfraz comportaba un riesgo “bajo” de amenaza. Si era negativa, se preguntaba al estudiante si el disfraz requería abundante maquillaje. Si la respuesta era no, el nivel de amenaza se elevaba a “moderado”. Si era sí, los niveles aumentaban a “elevado”, “alto” o “severo”, en dependencia de cuánto maquillaje requería el disfraz y de si era un intento de humor que tenía como objetivo a una persona de un grupo marginado.

En lugar de utilizar Halloween (celebrado anualmente el 31 de octubre) para educar a la comunidad acerca de cómo las víctimas de opresión sexista y racista pueden hallar ciertas costumbres ofensivas, la Oficina de Diversidad emitió una lista de control mecánica y extensa para guiar el comportamiento de la comunidad universitaria desde arriba. Lo más inquietante de este enfoque verticalista es la suposición que los administradores de la universidad (o del gobierno) deben ser la principal fuente de acción correctiva en cuestiones que no implican discriminación individual o institucional. En el último análisis, las administraciones universitarias priorizarán la paz y la reputación de la institución por encima de asegurar la justicia racial y de género.

En las décadas de los sesenta y los setenta, cuando estudiantes mujeres y de minorías se enfrentaban a peores formas de racismo y sexismo en los recintos universitarios, éstos recurrieron, con un sustancial grado de éxito, a la confrontación cara a cara. Aunque no es perfecto — y desde luego impopular entre las autoridades universitarias — este enfoque es muy preferible a la rigidez y ridiculez burocrática de las regulaciones. Aún más importante, protege los derechos de libertad de expresión de instructores y estudiantes.

Sólida cortesía

La defensa de Garton Ash de la libertad de expresión claramente se extiende más allá de las democracias capitalistas avanzadas. También trata de conectar el tema con la opresión al hacer repetidas alusiones a “I Wish I Knew How It Would Feel to be Free” de la cantante afroamericana Nina Simone, sosteniendo que “si todo el mundo (…) es libre de expresarse, entonces tendremos una mejor probabilidad de comprender qué (…) ‘significa ser yo’.” Pero cuando se trata de analizar temas concretos como la islamofobia, Garton Ash se muestra incapaz de ver los efectos de la opresión.

Para ser justos, sí hace énfasis en la diversidad y heterogeneidad del Islam, cuestionando cualquier generalización sobre el vínculo de esa religión con ataques a la libertad de expresión. Pero luego presenta al fundamentalismo islámico — y a su desprecio por la libertad de expresión y otras prácticas democráticas — como un fenómeno exclusivamente religioso, ignorando el impacto de diversas formas de intervención imperialista en el norte de África, el Cáucaso y Oriente Medio.

En Asia, los musulmanes a menudo son víctimas de terrible represión basada únicamente en sus status etnoreligioso, y, en los Estados Unidos y Europa Occidental, los inmigrantes musulmanes se han convertido en blanco de persecución y discriminación generalizada. Las restricciones legales de sus derechos a llevar vestimentas religiosas en público, de la construcción de mezquitas, de los oficios de oración islámica, e incluso de los alimentos halal son antitéticas a las libertades de expresión y asociación.

En ninguna parte queda más claro el desinterés de Garton Ash por el racismo y la discriminación que en su discusión de los brutales asesinatos en la revista parisina Charlie Hebdo. En Free Speech, Garton Ash no menciona la extendida islamofobia en Francia como un factor en el ataque. De hecho, en el momento no dudó en hacer un llamamiento a una “semana de solidaridad” en la cual los periódicos habrían publicado simultáneamente una “selección cuidadosamente presentada de las viñetas de Charlie Hebdo, con una explicación de por qué lo hacían.”

Se ha de decir en su favor que muchos periódicos se negaron a participar. Dean Baquet, el editor ejecutivo del New York Times, explicó que una consideración importante para su negativa fue “la familia musulmana en Brooklyn.” Garton Ash sostiene que ello no le había impedido al Times publicar ocasionalmente viñetas antisemitas o imprimir una reproducción de la pintura de Chris Ofili La Sagrada Virgen María, aunque debe señalarse que éstas se publicaron en el contexto de reportajes.

Lo que Garton Ash no llega a reconocer es que el antisemitismo o el anticatolicismo eran fenómenos marginales en el momento de esas publicaciones, mientras que la islamofobia estaba en su punto más álgido durante y después de los ataques en Hebdo. Aunque se apoye el derecho a ofender como un elemento de la libertad de expresión, se puede tener en cuenta si los ofendidos representan a comunidades marginadas.

Con esto no se pretende sugerir que debería decretarse la censura para poner fin a la islamofobia. En su lugar, el gobierno y la sociedad civil deberían trabajar en conjunto para desarrollar un clima político que repudie firmemente la islamofobia y apoye el enérgico castigo legal de la discriminación antimusulmana.

En los recintos universitarios, la cuestión de equilibrar los derechos de los estudiantes a la libertad de expresión y asociación se hace muy disputada en torno a exigencias de espacios seguros, que se refiere a lugares en los que los miembros de un grupo puedan reunirse exclusivamente. En el variado universo de grupos universitarios de estudiantes, profesores y personal no docente, el derecho a asociarse con otros miembros de tu raza, etnia, género o religión representa una libertad democrática elemental.

En un reciente artículo de opinión, el presidente de la Universidad Northwestern, Morton Shapiro, utiliza la historia de un grupo de estudiantes negros que almorzaban juntos para ilustrar la importancia de los espacios seguros. Dos estudiantes blancos se acercaron al grupo y preguntaron si podían unirse, explicando que querían participar del tipo de aprendizaje “incómodo” al que los animaba la escuela. Los estudiantes negros se negaron amablemente.

Shapiro defiende su decisión, sosteniendo implícitamente que, en ciertas situaciones, el derecho de los estudiantes negros a la libre asociación supera a los supuestos derechos de libertad de expresión de los estudiantes blancos. El mismo principio podría aplicarse a estudiantes asiáticos que deseen vivir en dormitorios con otros estudiantes asiáticos, siempre que la universidad no exija que todos los estudiantes asiáticos vivan juntos o les excluya de dormitorios donde vivan otros grupos minoritarios y estudiantes blancos, lo cual constituiría segregación obligatoria.

Ahora, algunas voces en las universidades han comenzado a reclamar el establecimiento de espacios seguros más allá de lugares específicos donde los grupos puedan reunirse, exigiendo que las aulas e incluso el recinto completo se conviertan en espacios seguros para grupos históricamente oprimidos. Ello sería una perversión del derecho a la libre asociación y reunión, la cual bloquearía directamente la capacidad de la educación superior para desafiar las ideologías y prácticas establecidas como forma de promover el pensamiento crítico.

Aunque el discurso de odio es inaceptable en las aulas, pues crea un ambiente de aprendizaje hostil, ello no debe confundirse con la presentación de ideas que algunos puedan encontrar ajenas e incluso ofensivas, lo cual es esencial en la educación superior.

Un problema diferente pero igualmente serio ocurre cuando un grupo limita su espacio seguro a aquellos miembros de su grupo étnico, racial o religioso que mantienen puntos de vista políticos similares. Como describe Jonathan Paul Katz, grupos judíos como Safe Hillel quieren “asegurar que Hillel (organización judía universitaria) siga siendo un lugar en el recinto donde los estudiantes puedan hablar libremente sobre criterios pro-Israel, sin tener que defenderse de criticas al sionismo.”

En la práctica, ello significa que Hillel excluye sistemáticamente a judíos que son críticos u hostiles hacia Israel, aunque el grupo obtuvo reconocimiento y los consiguientes beneficios por parte de la administración universitaria, como centro para todos los judíos de la universidad, sin reparar en la afiliación política. Imagine el escándalo si una residencia, club o dormitorio universitario de afroestadounidenses exigiera adhesión a la ideología nacionalista negra como condición de membresía.

La política exclusivista de Hillel es parte de una campaña más amplia en contra de los críticos y oponentes del sionismo. El estudio de 2016 de PEN America halló que muchos individuos e instituciones sionistas han intentado prohibir la campaña Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) en las universidades en todos los Estados Unidos. Por ejemplo, el periodista Glenn Greenwald y otros denunciaron una campaña por parte del Consejo de la Universidad de California para prohibir la crítica y el activismo anti-Israel en nombre de la lucha contra el antisemitismo. Mientras tanto, los recintos universitarios en todo el país han recibido presiones para despedir a profesores pro-Palestina y tomar represalias contra grupos pro-Palestina.

Lo sucedido con Hillel debe comprenderse en el contexto más amplio de estos acontecimientos, en los que un creciente número de judíos, en especial jóvenes, están cuestionando las políticas y prácticas del estado de Israel.

Libertad de expresión desde abajo

Cuando se confronta la cuestión de la libertad de expresión, los socialistas no deberían remitirse a Isaiah Berlin, el modelo de coraje en la defensa de ese derecho evocado por Garton Ash, sino a Rosa Luxemburgo, quien insistía en que la libertad de expresión se diseñó para quienes no están de acuerdo.

La perspectiva que se presenta aquí difiere no sólo del liberalismo, sino también de corrientes de izquierda que se aferran a visiones verticalistas y autoritarias del socialismo. Entre éstas están las antiguas nociones que de manera implícita o explícita abogan por una “dictadura educativa” de intelectuales ilustrados, como se representa en la obra de Herbert Marcuse. En Crítica de la tolerancia pura, él sostiene que deberíamos contener el derecho a la libertad de expresión de los poderosos, porque su objetivo es lavar el cerebro al pueblo. Su argumento se basa en la afirmación implícita de que los intelectuales como él deben decidir a qué ideas se debe exponer al pueblo.

Como Garton Ash, Marcuse basa su análisis de la libertad de expresión en la tolerancia, y no puede producir una defensa sólida del derecho a la libre expresión. Ello parece irónico, ya que Marcuse y quienes estaban de acuerdo con él eran una pequeña minoría — era más probable que se suprimieran sus ideas que las de los gobernantes.

La posición de Luxemburgo también difiere de las políticas estalinistas y neo-estalinistas en todas sus expresiones, las cuales sostienen equivocadamente que Marx no estaba interesado en defender los derechos individuales “burgueses” y la democracia política. De hecho, las políticas de Marx estaban profundamente enraizadas en los movimientos democráticos radicales de su época. En su primer artículo, realiza una áspera crítica del decreto del gobierno que estableció la censura, sosteniendo:

De este modo el escritor queda sujeto al terrorismo más espantoso, la jurisdicción de la sospecha. Las leyes sobre tendencias, las leyes que no ofrecen normas objetivas, son leyes de terrorismo, como aquéllas que se concibieron por las exigencias del estado bajo Robespierre y por la corrupción del estado bajo los emperadores romanos.

Para algunas corrientes de izquierda, la libertad de expresión y otras libertades democráticas sirven como una tapadera ideológica para la defensa de la propiedad privada por parte de la burguesía. De hecho, la burguesía capitalista nunca ha tenido un compromiso profundo con la libertad de expresión u otras libertades civiles, coexistiendo felizmente con una amplia variedad de regímenes políticos antidemocráticos, incluyendo el apartheid sudafricano y el fascismo. En el último análisis, la propiedad privada sobre los medios de producción permite a los capitalistas mantener poder social y económico independientemente del sistema político.

En efecto, quebrantar el control de la clase dominante sobre el poder socioeconómico y establecer la propiedad colectiva depende de la democracia: “el primer paso en la revolución de la clase obrera,” proclama el Manifiesto Comunista, “es elevar al proletariado a la posición de clase dominante, para ganar la batalla de la democracia.” En su mayoría, las luchas por los derechos democráticos — como la libertad de expresión, la abolición de la esclavitud, el sufragio universal, los derechos de los trabajadores y las mujeres — vinieron después de la revolución burguesa. Fueron conquistas democráticas obtenidas por medio de la lucha popular y obrera. La libertad de expresión, la libre asociación y otras libertades democráticas permitieron a los trabajadores luchar por sus intereses.

Algunos defensores del socialismo verticalista tienden a respaldar las libertades democráticas sólo para la clase obrera, pero esta perspectiva tiene una visión estrecha y poco abarcadora de una clase que, como sostenía Lenin, debería ser “el tribuno del pueblo”, la representante de los intereses de la gran mayoría social, y va en contra del fuerte énfasis de la tradición socialista en exigir derechos políticos universales como el sufragio. En un tono más cínico, esta corriente política ha exigido libertad de expresión y otros derechos democráticos sólo cuando pertenecen a la oposición perseguida.

En contraste con esta perspectiva, como sostuvo Hal Draper en su artíclo de 1968 “Libertad de expresión y lucha política”: “No puede haber contradicción, ni separación de principios entre lo que se exige al estado existente y lo que proponemos para la sociedad que queremos que lo reemplace, una sociedad libre.”

En consecuencia con este enfoque, debemos defender la libertad de expresión por sí misma, no solamente porque ayuda a organizar y a luchar por una nueva sociedad. En ello, la libertad de expresión no difiere de los avances económicos que la clase obrera y sus aliados han conquistado. Son valiosos por derecho propio y porque fortalecen a la clase obrera y a sus aliados en la lucha por su emancipación.

Tomado de: Jacobin (el texto se traduce al español con autorización del autor)

Samuel Farber es profesor emérito de ciencias políticas en Brooklyn College, Nueva York. Nacido y criado en Marianao, Cuba, es autor de numerosos libros y artículos sobre el país. Su último libro (en inglés) es The Politics of Che Guevara: Theory and Practice publicado por Haymarket Books)

16 octubre 2020 18 comentarios
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11m
Género

II Declaración de la Plataforma 11M

por Consejo Editorial 5 octubre 2020
escrito por Consejo Editorial

En días recientes, seis denominaciones cristianas (Convención Bautista de Cuba Occidental, Convención Bautista de Cuba Oriental, Iglesia de la Biblia Abierta en Cuba, Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba Asambleas de Dios, Iglesia Metodista en Cuba y Liga Evangélica de Cuba), la mayoría de ellas pertenecientes a la Alianza de Iglesias Evangélicas Cubanas (AIEC), han publicado en sus perfiles de redes sociales declaraciones oficiales.

Estos documentos han tenido cuatro objetivos fundamentales:

  • Reaccionar contra la pastora Elaine Saralegui luego de la entrevista ofrecida al medio Russia Today.
  • Reclamar acceso a los medios estatales de comunicación (apelando a los artículos 15 y 42 de la Constitución).
  • Definir los principios fundamentalistas que rigen sus comunidades.
  • Oponerse a los derechos de la comunidad LGBTIQ+ cubana.

Las expresiones de odio manifestadas en diversas plataformas sociales por miembros de grupos cristianos fundamentalistas, contra la pastora de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) Elaine Saralegui y el activista Adiel González, evidencian la urgencia de una ley de culto que regule estas manifestaciones de violencia en el espacio público; en concordancia, además, con las garantías que la Constitución promete a toda la ciudadanía, incluyendo a las personas LGBTIQ+.

No es la primera vez que estos grupos cristianos arremeten contra las luchas de activistas por los derechos sexuales; del mismo modo en que disienten de la voluntad política del Estado por la ampliación y reconocimiento de los derechos de las personas LGBTIQ+, mientras descartan los principios de igualdad y no discriminación de la Constitución cubana.

Es preocupante el auge del fundamentalismo religioso que intenta imponer su agenda conservadora con financiamientos de organizaciones estadounidenses, relacionadas a la actual administración del presidente Donald Trump. La NED y la USAID han donado miles de dólares para subvencionar las actividades de estos grupos en los últimos años, lo que consta en sus declaraciones contables públicas.

 El Estado cubano no se ha pronunciado al respecto con la misma energía con que lo ha hecho frente a otras organizaciones de la sociedad civil. El Estado cubano no ha respondido a los ataques y desacreditaciones de estas denominaciones cristianas contra quienes impulsan políticas públicas a favor de las personas LGBTIQ+ desde puestos gubernamentales. Sin embargo, ha respondido cuando los cuestionamientos a personas en cargos públicos e instituciones estatales provienen de activistas o personas no religiosas, acusándoles de mercenarismo, de ser personas manipuladas y confundidas al servicio de una potencia extranjera.

La Constitución, recién aprobada en el 2019, en su artículo 15, reconoce que la República de Cuba es un Estado laico. Las instituciones religiosas quedan separadas del aparato estatal y, por consiguiente, la carta magna no otorga privilegios que favorezcan a alguna creencia religiosa sobre otras. Además, garantiza el ejercicio de la libertad religiosa, al igual que protege el disfrute de este derecho.

Es pertinente aclarar que no se ha privilegiado a una institución religiosa específica por encima de otra con la entrevista en cuestión, ya que la entrevista la realizó una cadena extranjera acreditada en Cuba, la cual se reserva el derecho de entrevistar a quien desee.

Es necesaria una ley de culto que regule y penalice los intentos de invisibilizar, interferir, obstaculizar o negar  los derechos de las personas, y que constituya un marco jurídico e institucional para el ejercicio de la libertad religiosa en la sociedad. El derecho a la libertad de religión no debe contradecir el reconocimiento de los derechos humanos de las personas con identidades y sexualidades no cisheteronormativas.

Plataforma 11M denuncia cualquier acto de violencia e insta a las instituciones pertinentes a tomar parte en la protección de los derechos de todas las personas. A su vez, insta al gobierno a la discusión de las agendas políticas antiderechos promovidas por parte de comunidades religiosas cubanas que se sustentan en dogmas y fundamentalismos.

El cumplimiento del principio de laicidad reconocido en la Constitución debe brindar protección a creyentes, no creyentes y al propio Estado. Su garantía radica en que las políticas que el Estado implemente, o diseñe, no se vean influenciadas u obstaculizadas por la fe religiosa de ningún grupo, y debe garantizar a las iglesias que el Estado no interfiera en sus creencias, siempre que sus creencias no amenacen los derechos del resto de la ciudadanía.

Por todas estas razones, Plataforma 11M insiste en la inclusión, dentro del cronograma legislativo, de una ley de culto que regule las crecientes manifestaciones públicas de conservadurismo político que se gestan dentro de estos grupos religiosos, sin que se coarte el derecho de cada persona a profesar su fe y creencias religiosas.

5 de Octubre de 2020.

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5 octubre 2020 14 comentarios
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adir
Ciudadanía

Adir

por Consejo Editorial 1 octubre 2020
escrito por Consejo Editorial

¿Qué hecho, qué drama terrible nos devolverá la razón, la decencia y el respeto? ¿Qué nos hará real la Constitución y sus derechos a nosotros los ciudadanos?

¿La Cuba intolerante y soberbia, despótica y brutal, mezquina y capaz de cualquier vileza que habita entre nosotros, que repta por entre nuestras virtudes y la sencilla alegría de hacer el bien acabará por devorar el alma de la nación que fue soñada para la pasión de la justicia y el decoro humano?

¿Acabará por robarnos el futuro anhelado y por volver miserable el pasado que aún miramos con orgullo? ¿Qué oscuridad terrible nos acecha y pugna por imponerse a nuestro destino de pueblo que ama la libertad y la felicidad?

¿Cuánta complicidad nuestra -de cada uno de nosotros-  será suficiente para ello? ¿Cuán culpables seremos nosotros todos mañana por lo que hoy justificamos, -nos justificamos- apelando al olvido rápido, a lo banal, a la otredad y al silencio? No hay dignidad posible en ello.

¿Cuándo fue la última vez en este país que alguien asumió públicamente o ante los suyos -cada uno de nosotros-, la responsabilidad por el fracaso o el error?

¿Desde cuándo asume aquí su responsabilidad con el fracaso, su fracaso -el nuestro- el padre y la madre, el ingeniero, el panadero, el médico, el constructor, el campesino, el maestro, el cocinero, el policía, el artista, el barredor de calles, el juez, el trabajador social, el dietista, el psicólogo, el poeta, la enfermera, el machetero, el inmigrante, el hijo, o tú, o yo?

No importa que sea uno mínimo, o mayúsculo, pero que diga -digamos- lo hice mal, no sé cómo lograrlo, no lo he conseguido, y lo admita -les he fallado, se dice- aunque sea para que podamos entre todos darle otra oportunidad, o busquemos – no es fácil encontrar-, o podamos elegir – no es fácil seleccionar– a un relojero serio, a un carpintero puntual y fino, a un zapatero meticuloso, a un albañil organizado y tenaz, a otro lector de tabaqueria, a otro administrador, a otro ministro, a otro político, a un carnicero cabal.

¿Cuándo se volvió un problema que un hombre o una mujer pensara diferente? ¿Cuándo la pobreza, la mentira, los cuartos hacinados, la hipocresía, el tener que escoger cuál medicamento comprar por falta de dinero, la desigual distribución de la riqueza, la injusticia, la necesidad de viviendas dignas, el llanto de impotencia y soledad de nuestros ancianos, el egoísmo, las escuelas de libros, pupitres y pizarras rotas y viejas, los hospitales sucios y despintados, los privilegios, los niños sin juguetes, la insensibilidad, las carreteras abiertas y quebradas, la pleitesía al poderoso siempre, el estar en desventaja por negro, por obrero, por campesino, por no ser hijo de, por maricón, por mujer, por oriental, por no ser ladrón, la indigencia, la corrupción administrativa, el desempleo, la indiferencia, el racismo, el individualismo, la corrupción política, el tener miedo a decir la verdad -la tuya, o la del otro-, el tráfico de influencias y de poder, de impunidad, dejaron de ser nuestros problemas reales para que ahora el pensar diferente, la honestidad de una mujer – o un hombre- común y corriente lo sea?

¿Será por eso que los baños sucios, nausabundos y rotos -siempre rotos- que plagan nuestras fábricas, las escuelas, las estaciones de policía, las funerarias, las terminales y hospitales, las universidades de toda la República parecen monumentos inconscientes de nuestra maratónica capacidad para no asumir nuestra responsabilidad, o es que son un simple y abrumador testimonio de ella?

¿Y si no, cómo explicarlos entonces?¿Cómo explicarnos con ellos?

Da igual. La pregunta es otra ¿Cómo será explicarnos sin ellos?

Ese es nuestro adir. Pero hay que pelear, incluso con cada palabra, con cada gesto y no cejar. De eso se trata hacerlo, en Holguín, en Manzanillo, o en cualquier lugar de Cuba.

1 octubre 2020 27 comentarios
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reflexion
Ciudadanía

Una reflexión sobre el debate

por Consejo Editorial 9 septiembre 2020
escrito por Consejo Editorial

“Ni pueblos ni hombres respetan a quien no se hace respetar“

José Martí.

Uno de los derechos más reconocidos y reivindicados a nivel internacional, es el derecho a la expresión, algo que hasta hace poco en nuestro país no era posible ejercer. Pero llegó el acceso a las redes sociales y todo ha cambiado, ahora sólo lo limitan el poder adquisitivo y el miedo a ser castigado.

Pero los que pueden revisar las diversas páginas web, en las que se publican artículos y opiniones diversas sobre la realidad en Cuba, no pueden negar que han existido avances en la posibilidad de la población para debatir los más disímiles temas. Aunque no siempre puede catalogarse lo que se sucede como un debate, pues no son pocas las ocasiones, en que se convierte lo que debe ser un debate, en discusión infértil.

¿Qué puede considerarse un debate? Cuando se escoge un tema y se expresan diversas opiniones al respecto, pero siempre con el mayor respeto, por lo tanto, no son correctas las expresiones que nieguen la validez de cualquier opinión, cuando no estamos de acuerdo, lo debemos expresar proponiendo otro punto de vista, otra forma de abordar el tema, pero bajo ningún concepto, demeritar la opinión de las demás personas, por mucho que disten de nuestro punto de vista.

Es de suponer, cuando decidimos participar en un debate, que tenemos conocimiento sobre el tema en cuestión, por lo tanto debemos dar el beneficio de la duda a los demás participantes.

En cambio, cuando al leer cualquier artículo, nos ponemos a buscar palabras u oraciones para criticarlas, en lugar de primero intentar entender la idea que nos han querido expresar, no solo estamos irrespetando a la persona que intenta llevar un tema al análisis, estamos coartando su derecho de expresión. Y algo muy importante, nos estamos oponiendo a que se le realice el análisis propuesto.

Todo aquel que escribe en los medios, tanto los autores de artículos, como aquellos que realizan los comentarios, esperan ser respetados, primero que se publiquen las opiniones, pero también que se respete nuestra opinión. Si como dijo nuestro Apóstol José Martí; “…ni pueblos ni hombres respetan a quien no se hace respetar…”, cómo podemos exigir se nos tenga en cuenta si no somos capaces de respetarnos unos a otros.

Creo no hay dudas de que el listado de temas que deben ser llevados a debate en nuestro país, es muy grande. Todavía no se nos reconoce el derecho a seleccionar los temas a debatir y que los resultados de los debates tengan carácter vinculante, y deban ser tenidos en cuenta por el gobierno a todos los niveles. ¡Cómo lograr todo ello sin ser capaces de realizar verdaderos debates!

Por todo ello hago un llamado a todos los foristas, a realizar una profunda reflexión antes de expresar nuestras opiniones, y sólo lo hagamos propiciando los debates, en lugar de convirtiéndoles en meras discusiones, por el simple hecho de que tenemos el derecho a decir lo que se nos ocurre.

Hagamos sí, un adecuado uso de ese derecho, aportemos ideas, hagamos propuestas, eso es lo que puede ayudar a que se nos reconozca como contraparte de aquellos que toman las decisiones.

9 septiembre 2020 15 comentarios
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2020Historia

El 21 de mayo

por Consejo Editorial 21 mayo 2020
escrito por Consejo Editorial

Me había solicitado amablemente un compañero que escribiera una columna sobre el 20 de mayo. No tuve tiempo en medio de la versión íntima de la cotidianeidad pandémica con la que lidio, pero en verdad tampoco encontré la manera de cerrar las ideas que anoté mentalmente.

Ese cierre estaba esperándome sin embargo en la mañana del día 20 en el post de un graduado de Derecho de la Universidad de Holguín y su personal deseo a todos: Feliz día de la independencia y el nacimiento de la República.¡Patria y Libertad! Hice un par de anotaciones, pero casi idéntico a como él lo escribió, lo puse en mi propio perfil porque me pareció el  voto patriótico cubano más hermoso y auténtico, sencillo, que he podido leer o escuchar en mi vida.

De golpe, quizás por su esencia serena y extrañamente cordial, por lo inusual y espontáneo de ese deseo en nuestra sincopada parafernalia de consignas y lemas mal digeridos, me vino el recuerdo del culto de mi abuela y madre a mi bisabuelo mambí, y esa devoción recia a un tipo de decencia conmedida y piadosa que cultivan las madres que han sufrido por los hijos ajenos.

El día antes había estado pensando para aquella columna que no escribí en los destinos de muchos padres esclavos que compraron la libertad de sus hijos y que envejecieron y murieron sin salir ellos mismos del barracón, en la suerte de Manuel Rodríguez “El brujita”, el sastre que se batió en la década de 1868 con aquel valor forjado desde antes del que hablara más tarde Lemebel, en los rumbos inciertos de las niñas y mujeres guajiras desnudas por ausencia de la más rústica tela en las profundidades de nuestras montañas que vieron pasar los restos obstinados, hambrientos y perseguidos de las expediciones independentistas, en la atrocidad de las circunstancias y lo frágil de la vida humana.

Las evocaciones suelen ser también amargas y traicioneras, porque nos dejan en calidad de meros expectadores de la vida y los destinos de los otros, aunque nos ofrezcan, en cambio, una oportunidad para la humildad y aprender. En Cuba hay que tomar nota de ello, porque se lleva demasiado tiempo ya ninguneando desde la soberbia a una parte de nuestro pasado y éste nos está alcanzando en la peor de sus formas: la ignorancia y el odio.

La preterición y el olvido del día que marca formalmente el nacimiento de la República de Cuba y de la independencia y la mal disimulada antipatía que le han dedicado de paso nuestros medios durante muchos años, es también un síntoma de una sociedad que no entiende completamente los peligros que le acechan, ni lo que logró antes, tampoco las formas de resistir la adversidad.

Que el 20 de mayo de 1902 certifica la derrota final del anexionismo norteamericano en Cuba no es siquiera un tema a discutir.

Basta ver fletando en Guantánamo el pabellón yanqui para entenderle, además, como un poderoso recordatorio de lo que aquí se intentó, pero la escasa comprensión del significado de vivir en una República que hoy nos aqueja, el olvido de los contenidos y valores que contiene su noción, tanto como de su cualidad de matriz ética frente al despotismo, la arbitrariedad y los privilegios, es parte de un desarme sustancial para enfrentar los retos actuales y no pocos de los que tenemos por delante.

Pregúntele a la persona que tenga al lado ahora mismo sobre el significado político de vivir en una República y posiblemente tendrá como respuesta un mapa en que la libertad y los derechos ejercidos frente a todo ello, en que la exigencia del imperio de la Ley y la igualdad de todos sin excepción ante ella, son un incordio a la conformidad y al mantra de gratitud debida que se proclama y al mismo tiempo una marca de Caín, en que la Constitución como límite al ejercicio caprichoso del poder están fuera de la escala junto a la justicia y la fraternidad, el civismo y la decencia frente a lo servil y obediente, lo adocenado; o acaso un desolador encogerse de hombros. El vacío.

Es cierto, se podría coincidir por otras razones con una línea de un artículo de Karima Oliva Bello publicado ayer en La Pupila Insomne, en que su autora nos hace el favor de descodificar la noción de República y reducirla a los avatares y desgracias de un período histórico: “la república por la república no basta (…) ni garantiza nada“.

Convendría hoy recordar, cuando nuestros humildes, nuestros ancianos y enfermos, sólo ellos, ¿se acuerdan? salen a sumergirse por hambre y ansiedad, por la precariedad y agonía de sus despensas en largas colas sin tener la certeza siquiera de regresar a casa con el alimento, o la medicina, cuando nuestros pobres, ¿se acuerdan?, sólo ellos, tienen que conformarse con el aceite, el pan, el arroz y los huevos subvencionados porque no puede acceder sin delinquir a lo mismo que se le vende a altos precios en las otras tiendas, que el Socialismo, sin libertad, democracia e igualdad, sin la herejía de no ser servil e hipócrita, es tan sólo una abstracción aparentemente incólume, un nirvana en el que se puede vivir cómodamente mientras el egoísmo, el oportunismo y la desigualdad se ceba con nosotros, y que no basta, ni garantiza nada, si está vacío de esos significados, si somos cómplices de ello.

En Santiago de Cuba surgió no hace mucho una iniciativa, en esas mismas redes que son vilipendiadas y demonizadas hoy por tantos, en esas mismas redes sociales que son la parte más democrática y dinámica de nuestra esfera pública y de los ejercicios de participación ciudadana. Dónde hay santiagueros, se llama el grupo de Facebook por el que se localizan en tiempo real los productos más imprescindibles o un colchón antiescaras para una centenaria amada. No pasó mucho tiempo para que se empezarán a ofrecer espontáneamente también, así, sin costo, las medicinas, la sangre y la ropa que al otro le faltaba, o necesitaba, la solidaridad y fraternidad sin colas, la hermosa dignidad de hacer el bien.

No puedo evitar pensar que es la misma dignidad con que los cubanos, todos ellos, salieron el 21 de mayo de 1902 a enfrentar sus propios desafíos de ese día y de los años que vendrían, porque en Cuba la dignidad siempre ha encarado al futuro y el destino.

21 mayo 2020 11 comentarios
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