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quinquenio gris

Autocríticas

De autocríticas, presiones y arrepentimientos forzados

por Observatorio sobre el Extremismo Político 22 febrero 2023
escrito por Observatorio sobre el Extremismo Político

Durante la Guerra Fría las autocríticas forzadas del estalinismo y las presiones del macartismo a las figuras públicas, para que asumieran una determinada postura, constituyeron un mecanismo de violencia política que abarcó a no pocos intelectuales y artistas. En los últimos años, al avivarse las contradicciones del Estado cubano con su vecino del norte y su oposición interna, el gobierno en la Isla y grupos opositores radicalizados en el sur de la Florida, han revivido estas prácticas como un arma de lucha.

En el presente texto se abordan momentos claves de la historia universal y cubana, en los que las autocríticas forzadas y las presiones a figuras públicas para sostener el discurso hegemónico cobraron auge. Asimismo, se exponen cuáles son las características esenciales de este relato en el contexto actual a partir de ejemplos puntuales recientes.  

***

En la extinta URSS, las autocríticas forzadas se emplearon para mostrar el poder del Estado, y a la vez, como experiencia ejemplarizante para el sector intelectual. Entre los casos más conocidos estuvieron el del teatrista Vsevolod Emílievich Meyerhold. En 1938 fue obligado a arrepentirse de su «desviación política» en un juicio, sin que por ello evitara ser fusilado en 1940. También ganó celebridad el rechazo forzado de Boris Pasternak al Premio Nobel de Literatura en 1958, tras fuertes presiones desde el Kremlin que alcanzarían incluso a sus más allegados.

En Estados Unidos se hicieron visibles varios intelectuales, censurados por sus ideas o conducidos a renegar de estas. Aquel período, donde primó la violencia simbólica y jurídica sobre figuras públicas, ha sido llamado por los historiadores «macartismo», por el protagonismo del senador Joseph McCarthy, aunque, igual que con el estalinismo, las acciones e ideologías desarrolladas, trascienden las individualidades de las figuras que las representan. Uno de los procesos más notorios fue el de «Los diez de Hollywood», grupo de cineastas condenados por el Comité de Actividades Antiamericanas.

Estos artistas no resultaron los únicos afectados. Las acciones del mencionado comité implicaron incluso a la reconocida cantante cubana Celia Cruz, a quien, según un reporte del Miami Herald, basado en un lote de documentos federales desclasificados, le sería denegada la visa en varias ocasiones desde 1952, por sus vínculos con la emisora cubana Mil Diez, perteneciente al Partido Socialista Popular. En documento de 1965, aludido en el reporte, se evidencia la toma en cuenta de su actitud «anticastrista», para permitir su regularización definitiva en los Estados Unidos.

El caso Padilla y la «parametración»

El gobierno instaurado en Cuba desde 1959, influido por la práctica soviética, ha utilizado las autocríticas forzadas con objetivos similares a los de los casos mencionados con anterioridad. El recientemente estrenado documental de Pavel Giraud que versa sobre el «Caso Padilla», acaecido en 1971, revivió el debate sobre el poeta, cuya autocrítica forzada generó gran atención internacional.

Semejante hecho tuvo lugar en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). El escritor Heberto Padilla, su protagonista, había permanecido más de 37 días detenido por presuntas «actividades contrarrevolucionarias», imputadas principalmente por el matiz crítico hacia el socialismo de la URSS de su poemario Fuera del juego —premiada por un jurado internacional y publicada por la misma UNEAC con una nota de inconformidad—, sus relaciones con intelectuales y funcionarios de otros países, y sus declaraciones a la prensa internacional.

En el encuentro, Padilla se arrepintió de sus actitudes delante de otros escritores y artistas y expuso las supuestas orientaciones «contrarrevolucionarias» de varios colegas, quienes tomaron el micrófono para reafirmar su «culpabilidad». La similitud con las prácticas estalinistas provocaría que intelectuales de izquierda como Jean Paul Sartre y Julio Cortázar, defensores de la Revolución cubana, rompieran relaciones con esta, o al menos se distanciaran temporalmente.

El tratamiento dado a Padilla se ha tomado como el referente inicial del «Quinquenio Gris», período así calificado por el ensayista cubano Ambrosio Fornet. Durante esta etapa se volvió recurrente la práctica denominada «parametración» —adoptada a partir del Primer Congreso de Educación y Cultura— que consistió en separar de sus puestos de trabajo o centros de estudio, a personas que no cumplían con los parámetros instaurados por las autoridades. Se acompañaba de una fuerte carga de estigma que les dificultaba desempeñar su labor en otros espacios.

Autocríticas de cubanos en el siglo XXI

La ausencia en el imaginario social de los cubanos de una cultura democrática, que pondere el diálogo y el respeto a la diversidad de opinión, ha propiciado que se asuma, como estrategia de lucha ideológica, la imposición autoritaria de los criterios de un grupo de poder sobre otro. Asimismo, en la contemporaneidad, los medios de comunicación del Estado y de la oposición están desempeñando un papel primordial en el escalamiento de estas autocríticas: generan miedo al convertirlas en una forma de escarmiento.

En los últimos años ha sido marcada la tendencia en los medios afiliados al gobierno cubano, principalmente en la televisión, a mostrar declaraciones de inculpación. Por lo general, son obtenidas en interrogatorios efectuados por los organismos de la Seguridad del Estado o la Policía, luego editadas y descontextualizadas.  

Bajo esta fórmula mediática ha sido utilizada contra presuntos comisores de delitos comunes, opositores que han recibido financiamiento para realizar actos violentos o vandálicos, y periodistas colaboradores de medios no estatales. Se viola, en las tres variantes, el principio de presunción de inocencia recogido en la Constitución.

Utilizar como fuente de información estas declaraciones, conseguidas en un interrogatorio o bajo presiones, ha sido objeto de denuncia por parte de los medios implicados. La publicación digital elTOQUE declaró que las «entrevistas» a sus profesionales, trasmitidas por la televisión nacional, fueron grabadas «en casas de protocolos de los Órganos de la Seguridad del Estado, después de haber sido interrogados en varias ocasiones, regulados a salir del país en su mayoría y presionados para dejar su trabajo».

Por otra parte, en el sur de la Florida se han manifestado otras formas de coacción ante las opiniones de figuras públicas. Si bien en una sociedad basada en la democracia liberal, que declara a la libertad de expresión como uno de sus paradigmas, resulta arduo identificar con claridad la intervención del Estado en la censura, el poder que ejercen varias comunidades emigradas, radicalizadas sobre los medios de comunicación e industrias culturales locales, ha provocado que no pocas figuras públicas hayan visto coartadas sus opiniones.

Se han dado casos en que algunas de estas personalidades mediáticas han tenido que disculparse —tras cancelaciones de oportunidades de trabajo— cuando se han distanciado del discurso impuesto por el llamado «exilio histórico».  

En las últimas semanas trascendió a los medios de la oposición la polémica desatada en las redes alrededor del cantante cubano residente en Miami Eduardo Antonio, compelido a borrar una fotografía que había subido a su perfil de Facebook junto a su colega Pedrito Calvo, acusado de ser cómplice del Estado cubano. La retractación estuvo acompañada de una autocrítica y la ratificación de su postura contraria al sistema político de la Isla, luego de múltiples presiones y de que fuera anulada su participación en un show producido por el influencer Alexander Otaola.

Este no ha sido el único caso en los últimos años. A partir de las coberturas realizadas por medios de la Florida o de la oposición al gobierno cubano, se identificaron al menos cinco artistas —Descemer Bueno, Osmany García, Gente de Zona, Yulién Oviedo y Pitbull— que debieron retractarse de sus criterios políticos o simplemente de acciones o palabras, como el apoyo al intercambio cultural, contrarias a la narrativa imperante en una zona de la comunidad cubanoamericana.

El patrón de «declaración-presión-disculpa» se repite con varias similitudes. Por lo general, los imputados son artistas que se presentan en espacios administrados por los cubanos en la ciudad de Miami, lo cual —a diferencia de otros como Ana de Armas, triunfadora a nivel nacional e internacional— los hace sumamente vulnerables a la presión por parte de los medios o influencers extremistas, cuya área de incidencia es la comunidad cubanoamericana.

Unido a esto, medios opositores han dado amplia cobertura al proceso y considerado la disculpa final como una victoria; por ejemplo, solo la polémica alrededor de Eduardo Antonio fue cubierta en al menos 10 sitios digitales con este enfoque.

Autocríticas

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Según la Revista Argentina de Ciencias Psicológicas, la autocrítica a nivel individual se define como «un estilo cognitivo de personalidad mediante el cual el individuo se evalúa y se juzga a sí mismo». La literatura sobre el tema considera que tiene diversos efectos, mas la mayoría de los textos coinciden en que, para ser aprovechable de forma positiva por el sujeto, debe ser un proceso libre de presiones externas.

Los daños que provoca la violencia política en sus víctimas, sumados a la ausencia de garantías y protecciones para ejercer la libre expresión —que no es libertad para discriminar— dificultan el diálogo y la toma de decisiones sobre la base de la sinceridad y el respeto. El uso del escarmiento público y el temor para intentar imponer una determinada ideología por encima de las demás, lejos de promover el consenso, legitima una doble moral que lastra cualquier aspiración de desarrollo democrático.

22 febrero 2023 32 comentarios 1,1K vistas
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Pavel Giroud

Pavel Giroud y la amarga verdad de El caso Padilla

por Fabio M. Quintero 6 octubre 2022
escrito por Fabio M. Quintero

Heberto Padilla no escribió versos para que otros dijeran: «qué provocación nace de la cabeza de este poeta». Tampoco escribió en su libro que «vivir la vida no es cruzar un campo», para que lo compararan con Boris Pasternak. No escribió Fuera del juego para entrar en otros juegos ni para salirse del suyo. Y si quiso todo lo contrario, también era válido.  

Como algunos escritores de su generación, fue al futuro a través de sus poemas porque le cantó al hombre arrasado por la Historia. Sentía el lamento premonitorio de lo que serían errores del sistema. Lamento agónico. Lamento bolchevique del que hablaba Nabokov. Hubo personas que lo odiaron por provocador, por querer ser un poeta maldito, por hipercrítico unos y por moderado otros. Los poderosos lo encarcelaron. Pero la mayoría lo odió por decir la verdad —al menos la suya—, esa es la poética de Fuera del juego.

«Las verdades amargas son también verdades», dijo Yevgueni Yevtushenko, poeta ruso amigo de Heberto, sobre el libro. Cincuenta y cuatro años después, el cineasta cubano Pavel Giroud (La Habana, 1972) realizó un documental sobre la verdad amarga de El Caso Padilla, proceso que se desató cuando en 1968 los jurados cubanos José Lezama Lima, José Zacarías Tallet y Manuel Díaz Martínez, junto al hispanista británico J.M. Cohen y el poeta peruano César Calvo, no aceptaron presiones de la UNEAC y le dieron el Premio Julián del Casal al poemario.

Siguieron tres años de aislamiento para Padilla hasta que el 20 de marzo de 1971, lo detuvieron a él y a su esposa, la poeta Belkis Cuza Malé, bajo la acusación de actividades contra la seguridad del Estado. Entonces, cuenta en La mala memoria, para ser liberado le tocaba protagonizar una «autocrítica» que escandalizaría al mundo.

Ocurrió a las 9 de la noche del 27 de abril, en la sala Villena de la UNEAC. Hay cartas, transcripciones, despachos de prensa, crónicas, ensayos, libros sobre lo sucedido ese día. Padilla escribió, más de dos décadas después, que toda su autoinculpación estaba recogida en la filmación del ICAIC y que un día, cuando los tiempos cambiaran, serían reveladas. En algunas cosas, los tiempos no cambiaron. Pero ese día llegó. O comenzó a llegar el 18 de septiembre del 2022, cuando en una sala de proyecciones de San Sebastián, País Vasco, España, a 7512 kilómetros de La Habana, vio la luz el documental El Caso Padilla, del cubano Pavel Giroud.

Cuba atraviesa un proceso de crisis sistémica y a un recrudecimiento de la represión a cualquier asomo de disidencia. ¿Cuál es motivo de realizar ahora este documental?

Ese recrudecimiento de la represión no fue condicionante alguna para la salida del documental. El hecho de que coincidan en el tiempo, no voy a decir que es fruto del azar, porque cada uno tiene causas comunes, pero sí escapa de mi control. Ese accionar de las fuerzas represivas en Cuba pareciese un trabajo de marketing montado por nosotros para darle vigencia a un material que está más vivo que nunca. Lo están legitimando cada día que pasa. Y no solo en lo referido a la represión, también en la obligación a auto inculparse, tal cual le hicieron hace pocos días a los periodistas del medio independiente El Toque.

Ha declarado que por razones de seguridad no puede decir quien le facilitó el betamax con la copia de 16 mm de la filmación del Caso Padilla. Pero, ¿desde cuándo está en su poder?

Más que razones de seguridad, es por estrategia. Quiero que ahora se hable de la película, no de cómo llegó a mis manos la cinta. La prueba de que ese evento se puede tragar a la película es que siempre es la primera pregunta que me hacen, aunque en tu caso, es la segunda. Ya lo contaré. Es una historia extensa y aburrida. Nadie en particular me la facilitó. Me la facilitó una situación que se dio. Lo traje conmigo de Cuba y fue aquí donde lo pude ver íntegramente.

Si hemos tardado en sacarlo a la luz ha sido porque tuvimos que proveernos de todo el amparo legal que nos permitiera hacerlo, bien fuera para revelarlo íntegramente o hacer una película con él. A veces muchos colegas hacen las cosas a lo loco, sacan una película y un simple clic la anula por violar una cadena de derechos. Teníamos que estar seguro y el hecho de esperar que se cumplieran cincuenta años formó parte de ese proceso.

¿Hasta qué punto el trasiego clandestino del discurso afecta o condiciona su trabajo con el documental?

Me gusta mucho esta pregunta. Obviamente le da valor, pero desde el principio me planteé una película que tuviera un valor cinematográfico per se más allá de la revelación del material y creo que, tras mucho trabajo, lo hemos logrado. La decisión de hacer la película y no revelar las más de tres horas que tengo en mi poder, es que tras esta segunda, solo se acercarían a ella los mismos que siempre han estado interesados en el caso. Sin embargo, una película que contextualizara el por qué ese hombre está en esa situación podría llegar a mucha más gente, que luego se enfrentaría al metraje total con más información, sin que le sonasen raros determinados nombres, publicaciones o sucesos.

En La mala memoria, autobiografía de Heberto Padilla, el escritor describe el proceso desde los antecedentes con sus visitas a la URSS y otros países socialistas, hasta lo que ocurrió luego del discurso con él y la poeta Belkis Cuza Malé, su esposa. ¿Cuánto se apoyó usted en el libro para realizar el documental?

El libro lo leí terminando la universidad, en los años noventa, recién editado, y me cautivó mucho. No lo volví a leer hasta terminado un corte de la película cercano al final, con el objetivo de precisar citas, fechas y esas cosas. Decidí no tomarlo como referencia por la misma razón por la que no quise entrevistar a nadie vinculado al caso hablándome desde el presente, con ese poder de selectividad en la memoria que nos da el tiempo y todo lo que ganamos con su paso —experiencia, sabiduría y convenientes olvidos. Ese libro, y su título es una prueba de ello, es una revisión desde la distancia.

Pavel Giroud

Pavel Giroud. (Foto: EFE)

¿Una vez vistas las imágenes, cómo interactúan con el texto de Padilla?

A mi juicio, y es importante aclarar que mi juicio está al nivel de cualquiera que no haya vivido el caso en persona, las imágenes lo validan. Vargas Llosa vio una versión sin terminar de la película y me dijo que muchas cosas que no le creía a Padilla en conversaciones posteriores, las pudo captar viendo las imágenes: mensajes, ironías… Hay un Padilla en el texto transcrito y otro en su performance. Este último se parece bastante al de su autobiografía.

¿Cómo batallar con la tentación de tener esas imágenes casi inéditas a la hora de la edición y el montaje del material?

Pensando como un cineasta que está haciendo una película y no como alguien que va desenmascarar a un régimen con una bomba audiovisual. Pasa a menudo que películas con temas potentes sobre Cuba, se convierten en un «yo acuso a la cruel dictadura» y eso es un error. Ahí entras en el terreno del panfleto. Al «malo» de una película lo define como tal el espectador, no decirle tú —muchas veces desde un cartel inicial— quién lo es. Si lo haces, estás anulando la fuerza dramática de la película. Hay que abstraerse, y es duro, lo sé.

Padilla, Fidel Castro o Cabrera Infante son en mi película personajes dramáticos. Fidel, como personaje, tiene un objetivo: conservar el poder y el control absoluto sobre su reino, pero los intelectuales están criticando demasiado sus prácticas e influyendo con su pensamiento más allá de las fronteras, por lo que ha de coger a uno de ellos como conejillo de Indias y dar un fuerte escarmiento al resto. Al final lo logra: convierte en ovejas mansas a los que como le criticaban. Ese es el arco dramático de ese personaje en mi película.

¿Toda la narrativa del documental está en el discurso de Padilla?

No. Es el material guía, pero entramos y salimos de la opresiva y calurosa sala Villena de la UNEAC constantemente.

¿Cuánto de fuerza y debilidad genera esto para el producto final?

Tal cual ha quedado la película, solo la fortalece, no la debilita nunca.

Usted habló de no querer hacer un panfleto, pero el núcleo que impulsa el material se puede leer como un panfleto en forma de burla o sarcasmo. ¿Su documental pudiera leerse como un panfleto de denuncia?

Creo que ya te la respondí arriba. Si se leyera así me sentiría muy frustrado como cineasta.

Pavel Giroud

Resulta llamativo que con tres protagonistas vivos de los hechos —Belkis Cuza, Manuel Díaz Martínez y Norberto Fuentes— con implicaciones distintas, usted optó por no entrevistarlos y colocar material de archivo de intelectuales no cubanos también relacionados al Caso, bajo la premisa de que todo recuerdo es ficción. ¿Acaso todo el Caso Padilla no es una gran puesta en escena en sí misma?

El hecho de optar por el archivo como único elemento visual y sonoro condicionó que hayan más escritores foráneos hablando del tema, aunque aparece Cabrera Infante, eso sí, hablando desde el exilio. No hay archivos cercanos a ese momento de ninguno de esos escritores vinculados al caso refiriéndose, ya no al caso mismo, ni siquiera al papel del escritor en una sociedad o a la libertad en la creación. Hay mucho de Belkis Cuza o Manuel D. Martínez, pero lejanos en el tiempo al suceso y ya eso no entraba en mi premisa.

El caso Padilla comenzó como una puesta en escena, con guion, protagonista y personajes secundarios, pero terminó siendo una leyenda gracias a su ocultación. Y está claro que todo lo oculto genera culto.

Ver la reacción y saber las declaraciones de estos intelectuales una vez se observaran en pantalla por primera vez cincuenta años después me parece material para otro capítulo… ¿Qué opina usted?

Opino que has tenido una gran idea y no estaría nada mal que la acometieras tú o cualquier otro creador. De mi parte, doy por cerrado este caso.

¿Quién era Heberto Padilla según Pável Giroud? ¿Qué pretendía —si cree que pretendía algo— con todo esto?

A pesar de considerarlo un gran poeta, no puedo verlo de otra manera que como una víctima de eso que aún llaman Revolución y ahí es donde se integra a mi universo de personajes. En mi película La edad de la peseta, una familia se separa con la llegada de la Revolución; en Omertá, la llegada de la Revolución aparta a un hombre de la vida que disfrutaba y está en una sociedad en la que no tiene cabida; en El acompañante, un joven militar es privado de sus libertades por contraer VIH y en El caso Padilla, ya sabemos. Padilla no pretendía otra cosa que salvar su pellejo. Tenía dos opciones y escogió la que muchos hubiesen elegido. Se suicidó en vida intentando salvarla.

¿Qué planes tiene con la distribución del documental para los cubanos que viven en Cuba? ¿Habrá alguna manera de verlo online próximamente? ¿Estaría dispuesto a presentarlo en el próximo Festival del Nuevo Cine Latinoamericano?

Yo creo que ya el plazo para inscribirla en el festival, venció, pero aún no siendo así, ni me lo he planteado. No soy de meterme en batallas de antemano perdidas. Lucho cuando hay una mínima posibilidad de vencer y no es el caso. De la misma manera que no quiero que el cuento de como obtuve la cinta haga que se hable menos de la película, no quiero que el ser censurado gane fuerza y se imponga a ella.

Muchos saben aprovecharse de la censura para potenciar la valía de su obra, yo prefiero no hacerlo. Hay quien ha llegado a decirme, desde su posición de derechas, que la película «es el tiro de gracia al Castrismo» y un entrañable amigo, muy de izquierdas y amante de Cuba, que «hubiera preferido haber muerto antes de haberla visto». Lo cierto es que nadie la cuestiona, ni los más furibundos amantes de la Revolución cubana que la han visto, porque estás siendo testigo del terror que hasta ahora te han contado, y cuando te cuentan algo siempre hay un margen de dudas. Aquí no hay duda posible.

Si no han sido capaces de revelar el material en cincuenta años —no sé si se conserva el negativo—, menos capaces serán de exhibir una película que lo contextualiza y lo hace comprensible a todos. Después de su paso por festivales tendrá su estreno comercial. En España ya tenemos previsto su estreno en salas a través de la distribuidora A Contracorriente Films. Luego irá a alguna plataforma con toda seguridad. En el resto del mundo están por cerrarse los acuerdos. A Cuba llegará de la misma manera en que llega la comida a la mesa: milagrosamente, pero llegará.

6 octubre 2022 32 comentarios 3,1K vistas
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Quinquenio gris

De vuelta al quinquenio gris, persistencia de la memoria

por María Victoria Oliver 25 agosto 2022
escrito por María Victoria Oliver

La lucha por la concreción de la Revolución como proyecto fue compleja en el segundo lustro de los sesenta. Las tensiones ideológicas no solo se expresaban en el campo de la oposición, sino que incluso muchos revolucionarios se enfrentaron a la  imposición  del marxismo-leninismo como filosofía que sustentaría al modelo manifiesto del «socialismo real» implementado por la URSS y los países del campo socialista. Súmese a ello una serie de acontecimientos, como la muerte del Che en Bolivia y, años más tarde, en 1970, el fracaso de la «zafra de los diez millones».

Dadas las circunstancias económicas del país, en 1972 el gobierno cubano toma la determinación de ingresar en el CAME. Ello trajo como consecuencia, en el ámbito de la ideología, una subordinación a la hegemonía del pensamiento soviético que se contradecía con los principios enarbolados en los mismos inicios del proceso. En las Palabras a los Intelectuales, de Fidel Castro, se había establecido una especie de nudo gordiano, pues la exhortación a conformar un modelo de pensamiento artístico y literario auténtico, libre y propio; era frenada por el requerimiento constante a expresarse dentro de estrictos principios de disciplina, acatamiento y confiabilidad en todos los campos del saber, la ideología y la política.

En 1971 se celebró el Primer Congreso de Educación y Cultura. Como consecuencia del mismo, en la cultura artística se desarrolló —y no solamente entre 1970 y 1975 como muchos plantean—, lo que el ensayista cubano Ambrosio Fornet denominara quinquenio gris, período en el que, a nombre de la integridad, dignidad y moralidad ideológica de la Revolución, fueron segregados y condenados socialmente escritores y artistas de todas las manifestaciones.

Quinquenio gris

Ambrosio Fornet (Foto: Cubadebate)

Diversos escritos y análisis sobre este álgido momento de la cultura cubana, mencionan los nombres de los grandes escritores José Lezama Lima y Virgilio Piñera, como figuras que ejemplificaron, junto a muchas otras, el escarnio dado por las autoridades culturales a todos aquellos que tuvieran la condición de homosexuales. Sin embargo, la actitud de represalia asumida por los ejecutores de la política dictaminada en el Congreso, trascendió el marco de la homosexualidad —a pesar de ser este el aspecto más polémico a debate—; fueron repudiados igualmente todos aquellos cuyas actitudes se consideraron  «desviaciones ideológicas».

Se juzgaba por problemas de «diversionismo ideológico» a los que gustaban de escuchar música en inglés, fuera rock, baladas o jazz. Hallamos nombres como el de Pablo Milanés, que ya tenía un reconocimiento dentro de la música filinesca, vinculados con las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP);  correccionales donde se intentaba reformar la conducta de jóvenes que presentaran  esas supuestas desviaciones.

Allí fueron a parar religiosos de todos los credos, fundamentalmente católicos; homosexuales, delincuentes y no delincuentes. Sería un  momento propicio para saldar cuentas, saciar envidias de mediocres y pseudo-artistas y obtener reconocimientos con el fin de escalar puestos a partir de victorias pírricas.

No obstante, existe una arista del problema que por lo sensible ha sido poco abordada, y que hoy, a sesenta años de la fundación de la Enseñanza Artística, y a las puertas de someterse a referendo popular, el próximo 25 de septiembre, un nuevo Código de las Familias —que reprueba toda forma de discriminación por motivo de edad, sexo, orientación sexual, identidad de género o discapacidad; condena toda forma de violencia; aboga por la «autonomía progresiva» de jóvenes y adolescentes; otorga a los niños el derecho al protagonismo en sus relaciones cotidianas, su entorno familiar, la escuela y la comunidad; y confiere la prerrogativa a niñas, niños y adolescentes a ser tratados como sujetos de derecho—, sería conveniente retomar.

Se trata del impacto en las entonces nacientes Escuelas de Arte de aquella política cultural, autoritaria, sectaria y dogmática.

Las actitudes de franca  intolerancia de algunas de las direcciones de las Escuelas de Arte con sus estudiantes a partir de la puesta en vigor de lo declarado en el Congreso, evidenció no solo el extremismo y abuso de poder de los directivos, sino su falta de formación profesional para llevar a cabo el proceso docente educativo en un centro de esa índole; más aún, la ceguera e insensibilidad para dirigir escuelas en las cuales se formaban niños, adolescentes y jóvenes con talento artístico.

Estos tristes personajes protagonizaron los episodios más grotescos de castigos, vejaciones y expulsiones realizados en la historia de la educación cubana, ignominia que laceró y mutiló a una pléyade de futuros músicos, bailarines y estudiantes de artes  plásticas.

Es importante señalar que muchos dignos profesores pertenecientes a estos claustros defendieron a sus alumnos, lo que les trajo como consecuencia que fueran estigmatizados y consiguientemente aislados del contexto de la vida cultural de entonces; otros, por miedo a perder el puesto, o por chantaje, se vieron obligados a llevar una doble vida. 

En este proceso de «purga» desempeñó un papel fundamental la Unión de Jóvenes Comunistas que, dentro del estudiantado, sirvió como ejército de vigilancia y delación. Las actitudes juzgadas como desviaciones o diversionismo ideológico por parte de la militancia juvenil, eran informadas en asambleas de estudiantes celebradas semanalmente ante el Consejo de Escuela,  integrado por  dirigentes de organizaciones estudiantiles, militantes, profesores y el Consejo de dirección, y  en las cuales, «autocríticamente», los alumnos eran conminados a responder, delante de todo el estudiantado, de acuerdo con las acusaciones imputadas.

Quinquenio gris

1971. De la serie “Re-construcción. Quinquenio Gris”. (Imagen: Alejandro González)

Muchos adolescentes y jóvenes fueron víctimas de humillaciones y,  lo que es peor, de maltrato psicológico por simples conjeturas y malintencionada sospecha. Lo triste de ello es que muchos de aquellos  «militantes» que optaron por asumir actitudes extremistas no pasaron a las filas del PCC, otros renunciaron a esa organización, han abandonado el país o están hoy pujando por hacerlo.

De aquella realidad quedan amargas historias, como la del joven pianista matancero Fabio Hernández, al que se le auguraba un futuro profesional pleno y con el cual se ensañaron por hallarle «rasgos de homosexualidad». No solo fue expulsado de la Escuela Mártires de Bolivia, sino que le enviaron como correctivo a trabajar a una prensa en una fábrica de conformación de metales, donde generalmente, sin experiencia, el resultado podía ser la pérdida de una mano o un brazo.

Fue tanta la iniquidad y el menoscabo a su persona, y las heridas psicológicas,  que no pudo soportar y terminó suicidándose. Está el caso también de David Rodríguez de Armas, apenas un adolescente de dieciséis años, estudiante de piano de la misma escuela, reprimido por la misma causa; que un día desapareció y del cual nadie jamás volvió a tener noticias.  

¿Qué decir de la persecución a los estudiantes religiosos de todos los credos?, ¿cuántos tuvieron que  renegar de su Fe, o asistir a sus iglesias, casas de culto o templos corriendo el riesgo de ser delatados o expulsados de las escuelas? A ellos, por sus filiaciones religiosas, no se les consideraba «integrales» y, aun cuando tuvieran probado talento, no les otorgaban becas en el extranjero. Queda en mi recuerdo como docente el nombre de María Magdalena González, que obtuvo el número diecisiete en el escalafón para optar por estudios superiores y por ser metodista no le otorgaron la continuidad en la especialidad que solicitaba.

Sí, es incuestionable que cuando se fundó el Ministerio de Cultura, la política cultural intentó restañar aquellos errores, pero las heridas quedan en la memoria de toda una generación. Algunos artistas que fueron expulsados de aquellos centros docentes lograron hacer carrera en el extranjero. Otros, personas de sólida conducta social, a fuerza de talento se han impuesto y ostentan Premios Nacionales. Incluso, los hubo que por su intelecto y desempeño artístico ocuparon u ocupan cargos de dirección o técnicos; pero la marca indeleble de la injusticia permanece en cada una de sus historias de vida.

Olvidar todo eso sería imperdonable. La sociedad ha cambiado y el contexto aparenta ser diferente; no obstante, es reconocible que en medio de otras realidades aún subyacen reminiscencias de pensamientos y posiciones similares a las de aquella triste época. Ojalá  y  el nuevo Código de las Familias no sea solo el reflejo para el mundo de lo que queremos ser, mientras, en lo profundo de la sociedad, no somos ni estamos preparados para serlo. Ojalá no resulte letra muerta, y que los niños, adolescentes y jóvenes se conviertan en verdaderos sujetos de derecho, para que hechos como los que rememoro, y que sufrí, no se repitan en Cuba.

25 agosto 2022 34 comentarios 1,9K vistas
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Alma de dinosaurio

El Alma rota del dinosaurio

por José Manuel González Rubines 3 mayo 2022
escrito por José Manuel González Rubines

«Cuando despertó, una semana después, ya nadie se acordaba del dinosaurio», podría ser la mutación del famoso microrrelato de Augusto Monterroso si lo adaptamos al contexto cubano actual. Hace exactamente siete días, en una nota de veinticuatro palabras, la revista Alma Mater anunciaba la «liberación de funciones» de quien fuera su director, el periodista Armando Franco Senén.

La publicación —que hasta ayer había generado poco más de mil seiscientas reacciones, mil trescientos comentarios y fue compartida 259 veces— prendió fuego a la pradera. Las siglas blancas AM sobre un fondo de luctuoso negro, se propagaron por todas partes en señal de duelo ante la decisión de un inmaterial Buró Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas. El suceso, y los acontecimientos asociados, dejaron señales interesantes.

La primera de ellas da cuenta del nivel del periodismo en los medios estatales cubanos y de cómo es percibido por los públicos. Según muchas de las opiniones, la salida del director de AM y su equipo marcó el fin de uno de los pocos espacios donde se hacía «periodismo crítico». No obstante, si bien la revista trató con seriedad determinados temas ausentes del discurso de sus homólogos —aunque no del de varios medios independientes—, esta idea habla más de la aridez del panorama mediático que la rodea que de la calidad de la publicación en sí.

Alma de dinosaurio

Algunos de sus éxitos —como la interesante serie Desafíos del consenso, que examinó desde diferentes ámbitos del saber el estallido social del 11 de julio, por poner un ejemplo—, son muestra de buen hacer, pero nada más. Cosas como esas serían lo normal en tanto análisis de la realidad; no es normal, sin embargo, que la mayoría de sus congéneres mediáticos guardaran silencio o se vistieran de la propaganda gastada de siempre ante aquellos hechos.

En AM se hizo periodismo bueno y malo, como en cualquier medio. La mayoría de las reacciones de apoyo, entre las cuales se cuenta la mía, muestran respeto por lo positivo. Pero de ahí a presentarla como el non plus ultra de las publicaciones insulares, es una evidencia más de las tremendas carencias del periodismo estatal cubano en cuyo ecosistema la revista se inserta, y del bajo nivel de los referentes del público. En un batey atiborrado de bohíos de guano, una casa de ladrillos es un palacio.

La segunda cuestión interesante se relaciona con la reacción de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) al suceso. Ante la separación de funciones —sin previa justificación— del director de un medio de prensa y la renuncia de casi todo su equipo, ¿cuál fue la respuesta de la UPEC? En un post críptico en su perfil personal en Facebook —una hora y media después de que se pronunciara el Partido a través de uno de sus funcionarios—, el presidente de la asociación manifestó, en esencia, que la decisión «lo entristecía».

No obstante, es válido preguntarse, ¿qué podría hacer el presidente de la UPEC frente a una decisión de la UJC, organización hija del Partido que es, a su vez, órgano superior de la sociedad y el Estado? ¿Pueden tanto los medios como la ciudadanía o las organizaciones, manifestarse contra una orden emanada de un ente superior —y/o sus asociados— no electivo ni sometido a control popular alguno? ¿Podemos nosotros, simples mortales, rozar siquiera la sandalia del Ser Superior?

Lo único correcto, tanto en posiciones de representatividad como desde la ciudadanía, es plantar cara a la arbitrariedad del absolutismo, pero no todo el mundo lleva en su alma a un Martí, un Mella o un Guiteras. Ante la inexistencia de mecanismos institucionales eficientes y efectivos, la mayoría prefiere derramar alguna lágrima —si es discreta, mejor— y lamerse las heridas mientras marcha feliz por tantos logros obreros el Primero de Mayo.

Al final, lo más que consiguieron las reacciones salidas desde las redes sociales —cómodo foro que habita nuestra ciudadanía entre perfiles falsos y fotos de gatos—, fue que quienes mandan nos recordaran que mandan. Por ejemplo, la secretaria de la UJC reconoció que puede que se hayan cometido algunos errores en el tratamiento del tema, pero que es competencia del Comité Nacional decidir sobre los directivos de medios como AM. Ella y otros funcionarios repartieron elogios, se reunieron con este y con aquel, pero la decisión no se ha echado atrás. Como dicen mis abuelos: cuando Dios no quiere, ni los santos pueden.

Alma de dinosaurio

Si el directivo sacado de su puesto tiene tantas cualidades, ¿por qué fue «liberado» de ese modo? ¿Así es como se trata a un «periodista joven y talentoso, quien tiene mucho que aportar»? ¿Por qué no se dio el tratamiento adecuado para que el equipo de la revista no renunciara en masa? ¿Hasta cuándo va a ser dirigida la prensa por personas ajenas a ella?

En muchas de las publicaciones y comentarios, se percibe una visión casi de escatología cristiana: la decisión es arbitraria e injusta, pero debemos aceptarla con resignación revolucionaria. Y no puedo evitar preguntarme, ¿hay algo de revolucionario en acatar una arbitrariedad?

¿Puede un funcionario —desde el Buró de la UJC o cualquier otro— cometer una injusticia y por levantar el blasón de la Revolución, la misma debe ser aceptada o perdonada? ¿Alguno de los manuales por los que se estudia en las Escuelas de cuadros prohíbe expresamente reconocer un error, pedir perdón por él y resarcir los daños? ¿Es que acaso la Infalibilidad Papal tocó la puerta de la Ñico López?

Como el Señor Oscuro Sauron, los hálitos tóxicos del Quinquenio Gris se empeñan en volver y parecen fortalecidos. Sus jinetes cabalgan y si bien Alma Mater no es la primera víctima de sus cacerías, es la más sonora de los últimos tiempos. Circunscribir el conflicto en Cuba a lo que está dentro o fuera de la Revolución, es no ver la magnitud de un fenómeno de décadas de antigüedad. La puja es entre las fuerzas que deciden esos límites. Lo que hoy es revolucionario, mañana puede no serlo; quien hoy es un «cuadro» confiable, mañana puede ser un hipercrítico o un confundido.

Que la reacción con tintes estalinistas sea una amenaza permanente y ejerza su poder, habla de un sistema deformado, como un dinosaurio enfermo, que necesita cambios urgentes y radicales. Lo peor es que el diagnóstico está dado desde hace mucho tiempo, pero una y otra vez se posterga el tratamiento. Al final, tanta soberbia puede que termine resumida en aquel viejo estribillo: Murió como Chacumbele, él mismito se mató.

3 mayo 2022 32 comentarios 5,4K vistas
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Roque Dalton

Roque Dalton entre nosotros

por Ivette García González 8 julio 2021
escrito por Ivette García González

Mi poesía
es como la siempreviva
paga su precio
a la existencia
en término de asperidad

(…)

Roque Dalton

***

Roque Antonio Dalton García (1935-1975), extraordinario poeta y revolucionario salvadoreño asesinado por sus propios compañeros de lucha, está entre nosotros, los irreverentes de hoy. El mensaje recién enviado por su hijo Jorge Dalton[1] a La Joven Cuba, me recordó un texto que escribí sobre su padre hace unos años.  

Han pasado cuarenta y seis desde aquel 10 de mayo —Día de la madre en El Salvador—cuando cegaron su vida, apenas cuatro días antes de sus cuarenta. Mario Benedetti lo evocó en un bello poema:

[…] pero sobre todo llegaste temprano

demasiado temprano

a una muerte que no era la tuya

y que a esta altura no sabrá qué hacer

con tanta vida.

Su familia, los pueblos y quienes amamos y luchamos por Cuba, hemos sabido qué hacer. La viuda, Aída Cañas, en el activismo político; sus dos hijos mayores como guerrilleros —uno de ellos mártir— y el más joven, que vivió en la Isla hasta los noventa ha dicho: «lo mejor que he podido hacer en esta vida es ser cubano».

LJC agradeció el mensaje que sigue. Lo acompaño con estas líneas de homenaje sincero y gratitud comprometida:

«Desde hace mucho tiempo (…) expresé mi temor de que toda esa campaña de descrédito llegaría, (…) estaba muy seguro que LJC igual sería calificada de sospechosa y de todos los calificativos similares por lo que fue acusado mi padre. Ustedes están haciendo una magnífica labor y también valiente y digna. Luchar contra poderes ciegos no es tarea fácil. Para mí ustedes son admirables y nunca me gusta hablar qué diría alguien que ya está muerto, pero mi padre estaría de vuestro lado, como sé que lo están Martí, Guiteras y Mella, tres de los grandes hombres que nos dieron patria. Todo lo que hacen es por el bien de Cuba y nuestra Cuba merece ser salvada y por eso mi gran admiración hacia vosotros. Quien se niegue a eso con el afán de preservar poder está traicionando una de las naciones más nobles de la tierra y merece todo el repudio (…). Un gran abrazo. Jorge».

Roque (2)

El director, productor de cine, video y televisión, Jorge Dalton, hijo del poeta

Roque Dalton desde su tiempo y para el nuestro

Roque Dalton fue un hombre singular, también periodista y narrador, parte de una generación de izquierda comprometida. En palabras de Julio Cortázar: «uno de los que mejor ha sabido conjugar el compromiso político con el rigor artístico».

Su poesía, de estilo coloquial y testimonial, privilegió el contenido social, la emancipación y el amor por la vida, porque para él «la poesía siempre debe llevar ideas más que palabras».

Vivió intensamente, con el temor de no hacer a tiempo todo lo que debía, «como si supiera que me van a matar al día siguiente», dijo en 1967. Fue precoz en la creación literaria, el amor y la lucha. A sus veintiséis años, resaltaba en el panorama de la poesía hispanoamericana con varios premios, tenía creada familia, había estado preso y escapado de la muerte dos veces, lo que condujo a un largo exilio desde 1961.

Eran tiempos de dictaduras militares. Viajó por Guatemala, México, Checoslovaquia, China, URSS, Vietnam, Corea. En Cuba estuvo varias veces y residió entre 1968 y 1973, fecha en que regresó clandestinamente a su país.  

Aquí alcanzó su maduración literaria y política. Nos consideró su segunda patria y la experiencia de vida más importante. Se movía entre Casa de las Américas —que lo laureó dos veces—, Radio Habana Cuba y la Uneac; también en las noches habaneras y tertulias con amigos.

En los sesenta Cuba era la esperanza, sobre todo para la izquierda latinoamericana, pues parecía ofrecer alternativa al capitalismo y al socialismo conocido. Destacados intelectuales cubanos, europeos y latinoamericanos confluían en una Habana que devino capital emancipadora, aunque ya con sombras que eclosionarán en el Quinquenio Gris. Roque lo vivió, siempre solidario con la tierra y la Revolución que lo acogió; mas también polémico e identificado con «los trovadores jóvenes» de entonces, que eran «incomprendidos», y con otros no tan jóvenes como Heberto Padilla.[2]

Para el joven poeta la libertad era un valor fundamental. Por eso dialogaba y reconocía la calidad de los contrarios cuando correspondía. Cuestionaba dogmas, criticaba las imposiciones de gobiernos europeos a los latinoamericanos y rechazaba todo tipo de discriminación.

Roque (3)

El escritor Manuel Galich, de Guatemala; Roque Dalton, y la fundadora de Casa de las Américas, Haydée Santamarí­a.

 Esos valores lo llevaron a ser comunista sin claudicar con el estalinismo; a renunciar al Partido Comunista salvadoreño nueve años después de haber ingresado en él; a rechazar la idea del intelectual devenido funcionario y a criticar a la Iglesia, aun siendo católico. Tales cualidades, personales y profesionales, lo hicieron admirado y querido por muchos.

También por eso fue un militante y revolucionario incómodo. No era pasivo, no pasaba inadvertido, era carismático y un excelente orador; discrepaba con argumentos, proponía alternativas y era imposible encasillarlo en un molde. Sus lecturas, estudios de Derecho, Ciencias Sociales y Etnología y, sobre todo, las experiencias vividas, forjaron a un pensador muy original y en permanente debate con los dogmas de la época.

Fue el disenso lo que decidió su cadalso

Al regresar a El Salvador se unió a las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), uno de los grupos que en 1980 integrarían el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

Era una izquierda carente de debate, enfrascada en luchas internas, e influenciada por el estalinismo y el maoísmo. Roque lideraba la tendencia que privilegiaba crear un amplio movimiento de masas para el éxito del enfrentamiento armado a la dictadura, lo que contrariaba la postura militarista y radical de la dirigencia.

El 13 de abril de 1975 lo arrestaron y acusaron de división e insubordinación, y de ser «agente enemigo». Sin juicio alguno, la dirección del ERP decidió ejecutarlo y abandonó su cadáver en El Playón, donde los Escuadrones de la Muerte arrojaron luego a sus víctimas.

Con su muerte, Latinoamérica se estremeció y el movimiento guerrillero salvadoreño quedó dividido. Años después se admitió como falso el cargo de «agente enemigo», y el FMLN —del que sus asesinos llegaron a ser comandantes—, adoptó la táctica que proponía Roque. Pero ni lo reivindicaron ni suprimieron tales métodos.  

A pesar de declaraciones confesas de los responsables, de testigos y denuncias de la familia, el crimen sigue impune.[3] Los sucesivos gobiernos desde la firma de la paz en 1992 —incluidos los del FMLN—, fueron cómplices del pacto de silencio de los asesinos, quienes han sido premiados dentro y fuera del país. Solo Nayib Bukele, al asumir la presidencia en 2019, ordenó al ministro de Gobernación destituir al director de Protección Civil, Jorge Meléndez, por estar «acusado del magnicidio de nuestro poeta Roque Dalton».

Roque (3)

El presidente Bukele ordenó la destitución de Jorge Meléndez como director de Protección Civil, acusado del asesinato de Roque Dalton

Del legado y la flor para Roque

El legado de Roque está en muchas partes y formas. Un hombre que esperaba la muerte amando con desenfreno la vida, lo evidencia en obras de la talla de «Como tú» o en «Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre…». También porque, al decir de Eliseo Alberto: «Los poetas no se mueren nunca —y menos, si los matan (…) En todo caso se convierten en fantasmas muy tenaces».

En América Latina, artistas e intelectuales como Julio Cortázar, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Silvio Rodríguez, Eliseo Alberto, Roberto Fernández Retamar, Thelma Nava, Miguel Barnet y muchos otros, lamentaron y condenaron el asesinato.  

La Universidad de El Salvador le otorgó el Honoris Causa y varias instituciones del país llevan su nombre. La divulgación de su obra se complementa con música, antologías, proyectos socioculturales y audiovisuales como «Roque Dalton, fusilemos la noche».

Cuba le ha prodigado homenajes, especialmente Casa de las Américas.[4] Silvio lo considera «hermano querido, mártir y poeta de la revolución latinoamericana». Le ha tributado poesías, conciertos y canciones como Unicornio azul y El tiempo está a favor de los pequeños. En su setenta y cinco cumpleaños, le dedicó el conmovedor poema «Flor para Roque»:

No es venganza lo que quiero,

sino dejar una flor

donde escondieron los huesos

de un héroe de El Salvador

Roque Dalton fue un hombre de su tiempo. Muy útil también para el nuestro. El significado que le confirió a la libertad, su independencia de juicio, honestidad, gratitud, amor a la vida y coherencia como intelectual revolucionario; son de sus mejores lecciones.

Su corta vida y su ejemplo contrastan con actitudes políticas que optan por el silencio o las medias verdades si de objetar a los aliados se trata, sin tener en cuenta que, como apuntara Eduardo Galeano, «los revolucionarios que matan para castigar la discrepancia, son tan criminales como los militares que matan para perpetuar la injusticia».

Para contactar con la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com

***

Si desea suscribir nuestra petición al gobierno para que flexibilice la entrada de medicamentos a Cuba, deje un comentario con su nombre en el post o escriba a nuestro correo electrónico (jovencuba@gmail.com)

***

[1] Jorge Dalton Cañas (1961): Director, productor de cine, video y televisión, uno de los más destacados documentalistas de la región que ha trascendido a Europa. Sus más de veinte años de experiencia profesional han transcurrido en Cuba, México, Nicaragua, Estados Unidos y El Salvador. Fundador de la Escuela Latinoamericana de Cine, trabajó en el ICRT entre 1986 y 1992. Herido de sombras, es uno de sus mejores documentales. Censurado y prácticamente expulsado, salió de Cuba e hizo estancias en Miami y México hasta regresar a su país en 1998. Gestó el nuevo movimiento audiovisual en El Salvador y está al frente de la Dirección de Cine y Audiovisuales del Ministerio de Cultura en su país. En febrero pasado concedió una profunda entrevista al excelente realizador cubano Ian Padrón en Derecho a réplica.

[2] El caso Padilla se dirimió en 1971 y fracturó al movimiento intelectual en su identificación con la Revolución cubana. Roque Dalton tomó distancia. Sin embargo, sus convicciones y amistad, tanto con el acusado como con otros grandes escritores como Julio Cortázar —que firmó la primera carta abierta de intelectuales a Fidel Castro y se desmarcó luego a pesar de sus opiniones críticas—, hace pensar que el distanciamiento de algunos, como ellos, obedeció a la idea de proteger la imagen de la Revolución ante sus enemigos.

[3] Ingentes esfuerzos de la familia —con el apoyo de ex compañeros del poeta y amigos— se han hecho a lo largo de estas décadas: Procuraduría Para los Derechos Humanos y la Fiscalía en El Salvador, e internacionalmente con la Misión Observadora de la ONU (ONUSAL) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). La comprobación de circunstancias, autores y clasificación del crimen como de «lesa humanidad», han quedado establecidos.

[4] Buena parte contenidos en Materiales de la Revista Casa de las América de/sobre Roque Dalton, Fondo editorial Casa de las Américas, La Habana, 2010.

8 julio 2021 43 comentarios 3,9K vistas
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Cuba - Padura

«Sobre Cuba digo lo que necesito decir»

por José Manuel González Rubines 15 junio 2021
escrito por José Manuel González Rubines

Sumido en el enclaustramiento a causa de la pandemia de Covid-19, Leonardo Padura termina la primera versión de su decimocuarta novela, que será, según cuenta, la más policíaca de todas. Tendrá como protagonista a su personaje insigne, el investigador Mario Conde, y como uno de sus escenarios nada más y nada menos que al habanero barrio de San Isidro, tan mediático últimamente.

El escritor cubano vivo más difundido en el mundo, habita la casa que construyeron él y su esposa en Mantilla —lugar donde nació y al cual siempre regresa—, y se mueve en el automóvil que compró con el dinero de un premio literario hace veintiséis años. Pese a su notable éxito, asegura que lo agobian las mismas carencias y preocupaciones que a cualquier cubano y dice haber viajado hasta Guanajay, a más de 50 km de La Habana, en busca del yogurt que necesita para desayunar cada día.

Afirma obstinadamente no ser un hombre político, pero todo en él lo contradice. Su obra hurga en cuestiones de la realidad cubana con la pericia del periodista que fue en sus lejanos inicios de El Caimán Barbudo y Juventud Rebelde, y con la profundidad de un historiador.

Algunos lo acusan de ser cómplice del gobierno; otros, de disidente. Evidentemente esas clasificaciones se las endilgan de acuerdo a la posición de los lectores en el espectro político. Sin embargo, para la mayoría —cubanos y extranjeros— Leonardo Padura es un verdadero referente literario. Mientras, el escritor espera a que, cuando un día en la Isla las aguas tomen su nivel, su obra sea juzgada con justicia.

A pesar de ser el escritor vivo más premiado de Cuba, tiene muy pocos espacios en los medios. Incluso, hace poco fue censurado un documental que le hiciera la periodista cubana Nayaré Menoyo, con el que ganó el Premio Rey de España de televisión. ¿Considera que sigue viva en Cuba la mentalidad censuradora del Quinquenio Gris?

Aquel fue un período en el que desde el poder hacían desaparecer toda posibilidad de publicación y actuación. Incluso expulsaron a personas de sus trabajos. Hoy la situación social, económica, cultural, es completamente diferente y yo no tendría que hacer lo que alguno de los marginados del Quinquenio Gris, que debieron trabajar en una fábrica o en un taller de artesanía.

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Náyare Menoyo y Leonardo Padura. (Foto: EFE)

He podido seguir escribiendo y publicando mis libros fuera de Cuba, pues afortunadamente tengo desde hace veintiséis años una relación de trabajo con Tusquets Editores. También continúo publicando en la Isla. Hasta los dos títulos que faltan por salir aquí —La transparencia del tiempo y Como polvo en el viento— lo harán en algún momento.

El problema con mi trabajo está en la promoción, la difusión y el reconocimiento. Por ejemplo, puede ser que haga una presentación en una Feria del Libro y se oriente que no haya promoción; ha ocurrido que he ganado un premio internacional —recientemente la Medalla Carlos Fuentes, por mencionar alguno—, y no se dijo nada en los medios, cuando debería ser motivo de orgullo para la cultura nacional. La difusión del Premio Príncipe de Asturias que recibió Sotomayor y la del mío fueron completamente diferentes.

Eso responde a que hay determinadas personas, en determinados niveles de decisión cultural y político, que han decidido que mi nombre no se mencione, o se mencione lo menos posible, en los medios oficiales cubanos.

¿Por qué piensa que sucede eso? Usted no podría calificarse como un escritor de oposición.

Uno a veces tiene lo que se merece y creo que tengo lo que me merezco en ese sentido. Escribo lo que necesito escribir y sobre Cuba digo lo que necesito decir, creo que no puedo hacerlo de otra manera. Además de la necesidad estética, tengo una responsabilidad civil con respecto a lo que veo y entiendo de la realidad nuestra.

He hecho reflexiones que van desde análisis históricos de lo que ha sido Cuba, en una obra como La novela de mi vida, hasta recorridos por un proceso de perversión de la utopía igualitaria del siglo XX en El hombre que amaba a los perros. Hay personas que hubieran preferido que no escribiera nada de eso, o que lo hiciera diferente. Pero escribí lo que necesitaba.

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Padura recibe de manos del rey Felipe VI el premio Princesa de Asturias.

Desde hace años tengo muy claro algo que considero fundamental: mi independencia. Fui el primer escritor cubano en ser independiente, exactamente desde enero de 1996. En esa fecha se aprobó dicha condición para artistas y escritores. El 31 de diciembre del 95 yo había dejado mi trabajo en la UNEAC como jefe de redacción de La Gaceta y decidí acogerme a la nueva condición legal. Tal determinación responde a mi deseo de alcanzar la libertad que necesito y a la que no pienso renunciar por estar más o menos presente en los medios nacionales.

Estoy convencido de que en algún momento las aguas tomarán su nivel, lo que no se dijo de mí pues ya no se dijo, pero se dirán otras cosas. Me resulta muy satisfactorio saber que a pesar de ese silencio institucional, a través de mi obra y los reconocimientos que ha obtenido, la literatura cubana ha estado presente en medios internacionales importantes.

Acaba de hacer referencia a la libertad, y en múltiples ocasiones ha hablado de la importancia de que todos, pero en especial los creadores, puedan disfrutarla. En los últimos tiempos algunos de los reclamos más importantes sobre el respeto a ese derecho y a otros —humanos y constitucionales— han provenido precisamente de creadores. ¿Considera que desde la cultura y el arte podrían catalizarse los cambios que Cuba necesita en materia de derechos y democracia?

No sé si el arte y la cultura puedan catalizar esos cambios, pero creo que es la exigencia de algo que no tiene otra posibilidad de manifestación que no sea el reclamo de la necesaria libertad de expresión y de pensamiento para los creadores y para todos los ciudadanos. Ese es un derecho humano fundamental que está también reconocido por la Constitución de la República. Coartar cualquier ejercicio de la libertad expresiva y de pensamiento es contrario al espíritu de la ley en Cuba y afecta profundamente el desarrollo cultural del país.

Sucesos como el del 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura tuvieron como protagonistas a artistas e intelectuales y son casi inéditos en Cuba. ¿Qué opinión le merece este tipo de manifestaciones?

Creo que eso que ocurrió el 27 de noviembre es la muestra de una necesidad que existía y existe. Que después haya tenido posibles manipulaciones, lecturas diferentes, posiciones quizás fundamentalistas de una parte y de la otra, no resta al hecho de que sea un reclamo válido. Pedir libertad para realizar el trabajo creativo será siempre una exigencia justa.

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«Pedir libertad para realizar el trabajo creativo será siempre una exigencia justa». (Foto: Lucía López Coll)

Allí se habló de diálogo y finalmente comenzó, pero no dio los resultados que podía y se perdió con eso una oportunidad excelente para abrir espacios de debate y reflexión que tanto necesita cualquier sociedad y que en la cubana son fundamentales, pues se está tratando de redefinir muchas políticas que van desde la política misma hasta la economía. Las decisiones tienen que dejar de ser unilaterales y bajadas desde arriba, para pasar a ser colegiadas.

El intercambio y la confrontación de opiniones pueden ayudar a que esto ocurra de la mejor manera. Cuando hablo de intelectuales también me refiero a economistas, sociólogos, periodistas, que tienen opiniones necesitadas de espacios de debate genuinos, sin presiones de ningún tipo.

La sociedad cubana requiere una mirada más abierta y democrática en cuanto a la manera de trazar sus políticas. Se ha demostrado que muchas de las decisiones inconsultas que se toman desde las altas esferas del poder, después tienen que ser rectificadas porque vienen marcadas por imprecisiones, errores, falta de perspectiva de lo que ocurre en la realidad. Eso lo vivimos todos los cubanos, tanto un intelectual como un albañil.

Que en el mercado negro en los últimos tiempos el saco de cemento haya estado sobre los 30 USD, o que la libra de arroz cueste entre sesenta y ochenta pesos, afecta muchísimo la vida de cualquier ciudadano. No es solo que puedas escribir y publicar, imprimir o no un libro, estamos hablando incluso de componentes elementales de la vida cotidiana.

¿Considera que esos espacios de diálogo a los que se refería puedan tener cabida dentro de las estructuras institucionales cubanas tal cual son actualmente?

Asegurar si es o no posible resulta complejo, porque es una cuestión complicada y difícil. Debería existir la voluntad de diálogo como premisa para el diálogo mismo. Porque la clave está en que el proceso no sea solamente dar la palabra solo al que dice lo que desde el poder se quiere oír, sino también al que dice lo contrario. Los diálogos de este tipo no son conversaciones de amor, hay también confrontaciones. La opinión de todos debe ser escuchada, incluso si es desacertada, porque solo así puede llegarse al convencimiento o al consenso.

Después del 27 de noviembre se ha evidenciado un proceso contrario al que describe, la confrontación ha ido en escalada. ¿Qué lo hace no posicionarse públicamente?

Yo tengo una responsabilidad civil y muchas de estas manifestaciones tienen toda mi simpatía. En entrevistas he dicho lo que pienso. Pero más allá de eso, mis opiniones fundamentales las he plasmado a través de la literatura y también del periodismo, de las cosas que he escrito, o las que digo en las muchas entrevistas que concedo. Ahí he dejado muy claras mis miradas y mis posiciones con respecto a nuestra realidad. Eso podría ser suficiente, aunque tal vez no lo sea. Quizás debería ser más activo.

Pero habiendo escrito una novela como El hombre que amaba a los perros, Herejes o Como polvo en viento, o un guión de cine como Regreso a Ítaca, he dicho muchísimas cosas sobre estás problemáticas que se discuten en Cuba.

Nelson Mandela es su personaje histórico preferido y él fue esencialmente un político conciliador, dialogante. ¿Cree que Cuba necesita de alguien que, como Mandela, inicie un proceso de reconciliación nacional?

No lo sé realmente, hacer un análisis de ese tipo de cuestiones políticas me cuesta mucho trabajo dado que no soy un hombre político, no practico la política. Soy solamente un ciudadano, por tanto, la mía siempre será una opinión cuya trascendencia es limitada. No obstante, creo que la conciliación entre cubanos, los de dentro y los de fuera, es un elemento muy importante en la construcción de una Cuba posible, soñada, e incluso, necesaria. Cuba debe ser de todos los cubanos, independientemente del lugar geográfico en el que se encuentren, o del modo en que piensen, siempre y cuando ese pensamiento no sea lesivo de la dignidad humana.

La conciliación es siempre preferible a la confrontación. Pero no sé si ahora existirá esa persona con deseo conciliatorio, de convergencia, o si estará en condiciones de ponerlo en práctica. No lo sé, porque me cuesta mucho entender y explicar cómo funcionan los mecanismos interiores de las altas esferas de la política cubana.

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En agosto de 2019, Padura fue a brindar su apoyo a la campaña Lula Livre, en favor del expresidente brasileño (Foto: Ricardo Stuckert)

¿Qué elementos del proyecto de la Revolución considera que deberían a toda costa preservarse?

La Revolución redefinió completamente la sociedad cubana. A diferencia de otros países que han intentado revoluciones, en el caso nuestro existió una auténtica en tanto cambió todo de una manera profunda. En ese proceso ha habido cosas muy favorables.

La educación cubana —aunque no está viviendo su mejor momento— logró no solamente alfabetizar en los años sesenta a casi la totalidad de la población, sino que consiguió llevar a las universidades a cientos de miles de personas. Sin embargo, no olvido que eso estaba ocurriendo también en muchos países del mundo. Aquí no fue diferente y muchos nos beneficiamos de esa política.

Con la salud pública ocurre lo mismo. En las circunstancias actuales pudiéramos tener críticas respecto al manejo de la pandemia en estos últimos meses, pero en los primeros seis o siete fue acertado el modo como se manejó. El sistema de salud no ha colapsado pese a que está bastante deteriorado. Uno de los problemas más graves es la falta de medicamentos, incluso para enfermedades crónicas.

Si vamos al plano de la cultura hay cuestiones importantes que son salvables. Por ejemplo, las escuelas de arte que promovieron la creación y el desarrollo de capacidades.

También existió una industria del libro tremenda, que no se ha recuperado desde el Período Especial. Si se logró en algún momento que este fuera un país de lectores, esa realidad se está perdiendo, porque las posibilidades de acceder fácilmente a la literatura son escasas, aunque afortunadamente los medios digitales lo han propiciado en cierta medida. He sido beneficiado —no diría que perjudicado— ya que por vías alternativas —no diría que piratas— muchas personas aquí se han leído mi novela Como polvo en el viento. Eso demuestra que hay lectores, pero les cuesta trabajo llegar a las obras.

Hace un par de año fui a la shopping que está más cerca de mi casa a comprar una rueda de cigarros. Estando allí, me encuentro a una mujer de mi edad más o menos que me pregunta: «¿Tú eres Padura, verdad?». «Sí, sí, yo soy Padura», le respondí. Lo primero que pienso siempre que me hacen esa pregunta es que me reconocen como Padura, el escritor.

Entonces, ella se identifica: «Yo soy Fulana, estudié contigo en el preuniversitario». Primero no la ubiqué, pero después sí, aunque de la muchacha que recordaba no quedaba nada. La conocí con diecisiete años y ahora tenía sesenta y cinco. Me dijo que era médico y que se estaba jubilando.

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Leonardo Padura en su casa de Mantilla, en La Habana. (Foto: Yander Zamora)

Cuando terminó de contarme, me preguntó: «Padura, ¿qué ha sido de tu vida?». Me hizo esa pregunta y me quedé de piedra, porque era una profesional y no sabía ni siquiera que yo había sido periodista de Juventud Rebelde, por decirte lo que mayor difusión tuvo en Cuba de mi obra, la edición dominical del periódico era de medio millón de ejemplares y lo leía mucha gente. También he publicado en la Isla veinte libros, en algunas ocasiones he salido en la televisión. La cuestión es que esa mujer nunca se enteró de que yo existía, lo que se traduce en que ella, aun siendo una profesional, no es lectora.

Eso me dio la medida de hasta qué punto la enorme posibilidad ya materializada de convertir en lectores a muchos cubanos se estaba perdiendo o se había perdido. Me preocupa sobre todo en los más jóvenes. Costó años lograr la construcción de la maquinaria capaz de hacer accesible la literatura, pero fue muy breve el período en el que se deconstruyó.

La salud de ese sistema editorial no es directamente proporcional a la salud de la literatura cubana, aunque sí puede actuar como un elemento desmotivador. ¿Cuál sería su diagnóstico de nuestra literatura?

No tengo la suficiente información sobre qué está pasando con la literatura cubana contemporánea y creo que muy pocas personas la tengan como para establecer un panorama. En los años ochenta, cuando estaba en El Caimán Barbudo y después en Juventud Rebelde, tenía muy claro qué sucedía porque los libros estaban ahí. Sin embargo, actualmente puede que Ediciones Holguín publique una buena novela y yo nunca la lea, o Capiro saque un ensayo y no me llegue tampoco, porque son ediciones de ochocientos, mil ejemplares. Por tanto, cuesta trabajo tener un panorama que permita hablar del estado de salud de un proceso tan complejo.

Sé que hay jóvenes escribiendo, sé que hay propuestas nuevas y estilos que son muy iconoclastas respecto a lo que hicimos generaciones anteriores, pero la visibilidad no es la mejor.

A eso se suma el hecho de que en los últimos veinte años me he dedicado a investigar sobre temas que después trabajo en mis novelas. Cuando escribí La novela de mi vida me metí en el siglo XIX cubano, la historia de la masonería, las conspiraciones separatistas; escribí El hombre que amaba a los perros y tuve que entrar en la vida de Trotski y de Mercader, en la Revolución Rusa y en la Guerra Civil Española; escribí Herejes y me adentré en el judaísmo, en Rembrandt y su pintura; escribí La transparencia del tiempo donde trato lo referido a las vírgenes negras. En fin, he tenido una cantidad enorme de tiempo dedicado a la lectura de estos temas en detrimento del espacio para la lectura de la literatura cubana, aunque quizás también influya la falta de expectativas que ofrece lo que se está escribiendo o publicando en el país.

Otra cosa que me sucede es que cuando estoy escribiendo —y tengo la suerte de estar haciéndolo siempre, terminé hace un año Como polvo en el viento y ya concluí la primera versión completa de una nueva novela— debo leer a escritores que me ayuden en mi proceso creativo y por eso me he convertido en un relector. Releo lo que se ha escrito sobre el tema y el período que estoy tratando. Con esos autores aprendo siempre y descubro cómo resolver posibles episodios que intento contar mediante sus estrategias narrativas.

¿A quiénes vuelve siempre?

Por lo general, a los grandes. Vuelvo siempre al primer Vargas Llosa, alguien que me dice muchas cosas y me enseña lo más importante de una novela: cómo construirla. Regreso a Carpentier, a Guillermo Cabrera Infante por el uso del idioma. Vuelvo a Milan Kundera y siempre a los escritores norteamericanos que son grandes contadores de historias y entre los que he descubierto a autores tan valiosos como Paul Auster, Jonathan Friesen, Colson Whitehead, quienes han revitalizado la literatura norteamericana.

Por supuesto, siempre regreso a los clásicos: Hemingway, Salinger. Ahora estoy escribiendo una novela policíaca…

¿La que mencionó anteriormente?

Esa, será la más policíaca de mis novelas y para escribirla volví a leer a Raymond Chandler porque hay que buscar el aliento que dan los grandes.

¿Vuelve Mario Conde en la nueva novela?

Vuelve, sí. En Como polvo en el viento el personaje no aparece, pero en esta es el protagonista de la trama que se desarrolla en el presente y cronista de la historia que sucede cerca del año 1910 en torno a la figura de Alberto Yarini y Ponce de León.

¡Oh, asiduo del barrio de San Isidro, por más señas!

El gallo de San Isidro (risas).

A propósito de Mario Conde, el personaje ha sido criticado porque dicen que con él lava el rostro a la Seguridad del Estado cubana.

No quiero establecer controversias al respecto, pero debo decir que lo mismo he sido considerado contrarrevolucionario por unos, que agente o vocero de la Seguridad del Estado por otros. Eso depende de los juicios y las perspectivas. Al respecto solo me molesta la manipulación de la realidad. Mario Conde es un policía investigador en cuatro novelas, en el resto se dedica a comprar y vender libros viejos, nunca ha sido agente de la Seguridad del Estado y creo que la visión que el personaje da de la realidad cubana es bastante polémica, conflictiva y suficientemente ajustada a la verdad.

Cuba - Padura (7)

Jorge Perugorría interpretó a Mario Conde en «Cuatro estaciones en La Habana» (Foto: El País)

Hace tres años, cuando se publicó La transparencia del tiempo y ganó el Premio Internacional de Novela Histórica Barcino que otorga el Ayuntamiento de Barcelona, el jurado decía en la fundamentación que a través de la figura de Conde se había logrado retratar un panorama de la vida contemporánea en Cuba similar al que había logrado con Pepe Carvalho el español Manuel Vázquez Montalbán sobre el proceso hacía la democracia española.

Los juicios mayoritarios que he recibido por ese personaje y por mi literatura se encuentran en la lista de los más de cincuenta premios que he recibido, de los cuales el 80 % son internacionales entre los que están el Princesa de Asturias y la Medalla Carlos Fuentes. Por tanto, creo que sería muy difícil haber engañado a tantas personas durante tantos años. Pero siempre hay elementos vivenciales que pueden afectar y sobre todo, percepciones distintas de la práctica política.

Lo único bueno que tiene todo esto, es que evidentemente muchas de esas personas que emiten juicios desfavorables sobre mi obra e incluso sobre mi persona, son mis más fieles lectores. Se leen todo lo que escribo y digo.

Recientemente leí una crítica que decía algo así: «Fíjense si Padura es un farsante y que sus investigaciones históricas están manipuladas, que En el hombre que amaba a los perros nunca menciona que Ramón Mercader vivió en Cuba». Evidentemente esa persona no se leyó la novela y lanza esas mentiras con total desvergüenza, más que con irresponsabilidad.

La cuestión muchas veces está en que, cuando se logra cierto nivel de representatividad y visibilidad, muchos vendrán a encaramarse sobre tus hombros para hacerse notar. Yo sigo haciendo lo que creo que tengo que hacer: escribir. Soy fiel a determinados principios que he mantenido durante muchos años. Afortunadamente mis amigos continúan siendo mis amigos, aunque he perdido algunos en el camino.

­Me decía hace poco que la envidia sana es el defecto que más disculpa y la común es el defecto que más detesta. Sin embargo, envidiar es desgraciadamente humano, aun entre los más exitosos. ¿Qué envidia usted?

Muchísimas cosas. Envidio a Juan Rulfo por haber escrito en ciento setenta páginas una novela como Pedro Páramo. Envidio a mis amigos pintores, pues cuando estoy ante una obra de Fabelo, Montoto, Garaicoa, o muchos otros, pienso que no soy capaz de ver el mundo desde la perspectiva de ellos ni tengo su capacidad para reproducirlo. Envidio ferozmente a los que bailan bien la música cubana, ya que soy incapaz de mover con ritmo los pies. Envidio a los que juegan bien a la pelota, hubiera dado cualquier cosa por haber tenido el traje de los Industriales aunque fuera por una temporada y desde el banco.

Son envidias que se pueden confundir con la admiración, tanto que creo que es más admiración que envidia. Ver en otro lo que uno no es capaz de ser, es algo que no se revierte en contra del otro, al contrario, significa que reconozco sus capacidades, talentos y posibilidades.

A veces veo pasar por el barrio a alguien que conozco poco y mal, y luce tan tranquilo y sin demasiadas preocupaciones en la cabeza —más que conseguir el arroz y el pan y el azúcar y el pescado y la leche y todas esas mil cosas que son comunes para todos nosotros—, que me da envidia porque tengo esas mismas preocupaciones y otras más.

Han hablado de mis privilegios en Cuba, sin embargo, todo lo que tengo lo he conseguido con mi trabajo. Mi casa la construimos mi esposa Lucía y yo desde el primer ladrillo hasta el último; el carro lo compré con un premio literario, es el mismo de hace veintiséis años y en estos momentos se le está reparando el motor para poder seguir teniendo un automóvil, ya que en Cuba no es posible comprarse uno con los precios que tienen, porque no creo correcto pagar ochenta mil dólares por un carro viejo.

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Padura y su esposa, Lucía Lopez Coll. (Foto: Juan Manuel Foglia)

Hace poco se publicó una entrevista suya que tenía por título la frase «Temo pero me atrevo». ¿A qué teme?

He temido a muchas cosas. Cuando uno vive en un país en el que la sociedad está completamente controlada por el Estado, pues ese Estado todopoderoso con mucha facilidad puede marginarte, condenarte. Eso siempre provoca temor.

Cuando escribí La novela de mi vida estaba consciente de que en ella decía determinadas cosas sobre la realidad cubana que no se habían dicho nunca. Terminé y le dije a Lucía: «Con esta novela hay tres opciones: una es que la guarde en una gaveta o la meta en un disquete, otra es que cambie algunas cosas, y la tercera, que es mi opción, es apretar Enter y que salga ahora mismo para Barcelona y que los editores empiecen a trabajar». Ella me respondió que la decisión era completamente mía, pero yo temía por la repercusión que pudiera tener la novela. Sin embargo, le di a Enter, se publicó en España y en Cuba, donde ganó incluso el Premio de la Crítica.

El miedo es un sentimiento humano y tenerlo no es indigno de quien lo sufre. Lo indigno es provocarlo a otros.  

¿Cuánto han influido sus temores en lo que ha escrito y, sobre todo, en lo que no ha escrito?

He escrito sobre la realidad cubana todo lo que he necesitado decir. Cuando estoy escribiendo una novela, a veces tengo el gran miedo de no conseguir decir lo que busco del mejor modo. Ese es un miedo estético que siempre me acompaña.

Soy un escritor —y no creas que es burla— muy inseguro, y por eso escribo y hago versiones y más versiones. Lucía me lee una y otra vez, también algunos amigos me dan opiniones para tener la certeza de que voy llegando adonde quiero. Por suerte he tenido editores espectaculares como son los de Tusquets, que se leen los libros y hacen recomendaciones importantísimas, ninguna de las cuales tiene que ver con juicios políticos, sino con cuestiones literarias.

Como te dije, en mis libros he tratado todos los aspectos de nuestra realidad que he creído necesarios, no los he evadido por polémicos o candentes que sean.

Ya que habla de la realidad cubana, recientemente terminó el traspaso de poderes. Hay en Cuba, al menos oficialmente, una nueva dirigencia. No son pocos los que afirman que por la situación del país, el proceso puede estar viviendo si no sus últimos años, sí algunos de los más difíciles. ¿Qué pensaría si, como sucedió en la URSS, lo que conocemos por Revolución se desmantela?

Hacer cualquier predicción de futuro es uno de los ejercicios más locos a los que uno se pueda someter. En 1989 fui por primera vez a México y le pedí a un amigo que me llevara a la casa de Trotsky, en Coyoacán. Conocía muy poco de él porque aquí no había bibliografía disponible, pero quería ver el sitio donde lo habían asesinado. Ese lugar me provocó una conmoción y creo que allí empezó a escribirse El hombre que amaba a los perros. Veinte días después cayó el muro de Berlín. Mientras estaba en la casa de Coyoacán a casi nadie en el mundo se le habría ocurrido vaticinar que veinte días después iba a caer el muro.

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Una de sus novelas más famosas es «El hombre que amaba a los perros». (Foto: Héctor Garrido)

Con esto quiero decirte que los acontecimientos que puedan ocurrir en una sociedad son generalmente impredecibles, aun cuando haya niveles de control y tradiciones muy establecidas. Lo que pasó en el Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de este año fue algo que si te lo cuentan tú respondes: ¿Cómo va a pasar eso en Estados Unidos, aunque tenga un presidente loco? Y sin embargo, pasó.

Puede suceder de todo. La voluntad del Estado es la continuidad, pero pueden ocurrir muchas cosas. Sin embargo, creo que entre esas posibilidades la que sí necesariamente se tiene que producir es una revisión profunda de la estructura económica cubana, porque ha demostrado gran ineficiencia a lo largo de demasiado tiempo. Si se trata de resolver los mismos problemas con las mismas formas, pues los resultados serán también los mismos. Entonces, tiene que haber un cambio importante.

Pero no es solo eso lo que hay que priorizar. Hemos hablado también de la necesidad del diálogo para poder lograr acuerdos y clarificar cuestiones. Llegar a la verdad es un proceso difícil, largo y generalmente de éxito improbable, pero si se construye entre mucha gente diferente, el resultado siempre será mejor.

­Usted está en España ahora y a mí me gustaría saber cuál de sus desvelos insulares le gustaría encontrar resuelto cuando regrese.

En estos momentos tengo una gran preocupación con la pandemia en Cuba y el aumento de los casos y las muertes, aunque no llegamos a los niveles alarmantes de otros países. De todos modos, está enfermando y muriendo gente. Tampoco se sabe cuáles serán las consecuencias a largo plazo de haber padecido la Covid-19. Entonces pienso que lo primero sería tratar de resolver la crisis epidemiológica para que podamos volver a sentirnos seguros.

Todo lo demás lo hemos pasamos muchas veces. Por supuesto, desearía que no hubiera cola para comprar el pollo, por decir solo una cosa.

Mi sueño, que ojalá se cumpla alguna vez, es poder caminar hasta la esquina de mi casa y en la shopping, que está como a sesenta metros, poder llegar y comprar yogurt. Soy adicto a eso, lo necesito para desayunar en las mañanas. Entonces, mi sueño es que algún día se pueda comprar en Cuba yogurt sin sufrimiento. Durante estos meses de pandemia lo he buscado en Guanajay, en Bauta, he hecho colas de cuatro horas. Así que espero poder comprarlo alguna vez en la esquina, tranquilamente. ¿Pido demasiado o demasiado poco?

15 junio 2021 24 comentarios 6,5K vistas
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El poder de las ideas hoy en Cuba

por Ivette García González 23 febrero 2021
escrito por Ivette García González

«(…) de los derechos y opiniones de sus hijos todos está hecho un pueblo, y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos».

José Martí (1853-1895)

***

En materia política, las corrientes de pensamiento se identifican por los elementos principales que defienden desde determinados presupuestos ideológicos: ideas —sobre formas de gobierno, democracia, sistema económico—,  fines —cómo la sociedad debería funcionar— y métodos para lograr los propósitos que las animan. También por los referentes —teóricos y prácticos— más reconocidos de sus principios y valores.[i] Dichas corrientes se orientan a la influencia y acción política a través de diversas formas asociativas: movimientos, partidos, asociaciones, etc., y sus tendencias o facciones.

Hace poco, varios intelectuales respondimos preguntas sobre la actualidad cubana a colegas latinoamericanos. Me correspondió explicar esta cuestión de las corrientes políticas y sus presupuestos en torno a la democracia y el socialismo, que son temas recurrentes. Es asunto importante y complejo, máxime cuando estamos en una coyuntura crítica de nuestra historia. Atendiendo a la brevedad del espacio, propongo centrar la atención en los antecedentes, el contexto y la legitimidad de esa diversidad para pensar y hacer por Cuba.

De dónde venimos

El triunfo de la Revolución (1959) fue un hito trascendental en un escenario crítico. Los cubanos venían pensando y luchando por un nuevo proyecto de país desde diversas corrientes de pensamiento. Rápidamente el debate se profundizó y radicalizó. Decantó toda opción del liberalismo y se enfocó en el tipo de socialismo que convenía a Cuba.

Resultado de un conjunto de factores en el que pesó no poco la hostilidad de los EEUU, tuvo lugar un cambio en la correlación de fuerzas internas a favor del Partido Socialista Popular (PSP, comunista) articulado con la URSS. A esto habría que agregar el voluntarismo y la euforia que acompañan a toda revolución y el significado del liderazgo de Fidel Castro. En consecuencia, se asumió el modelo soviético, lo que aseguraba el respaldo económico y la defensa del país en tiempos de Guerra Fría. Su diseño, de inspiración estalinista, se caracterizó por ser estatista, verticalista, burocrático y con una enérgica ideología de Estado; el mismo se institucionalizó desde mediados de los años setenta del siglo pasado.

Durante décadas hubo una convivencia relativamente conflictiva entre heterodoxia y ortodoxia, marchas, contramarchas y crisis económicas recurrentes. Aparecieron intentos reformistas en determinados momentos, pero, como tendencia, el pensamiento crítico y renovador fue asfixiado una y otra vez. Aunque se implementaron determinadas reformas, por lo general económicas, estas se presentaron y manejaron desde arriba como indeseadas, imprescindibles y reversibles, en aras de preservar lo básico.

Esas y otras limitaciones padecieron los países europeos de igual matriz ideológica que colapsaron: el control absoluto de la sociedad y la intolerancia de la diferencia desde el poder. En la variante cubana los ejemplos sobran, aunque fueron parte de los silencios de estas décadas: Congreso Cultural (1968); Congreso de Educación y Cultura (1971); Quinquenio Gris; cierre de la revista Pensamiento Crítico y del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana; los intentos reformistas de los ochenta, ahogados con el llamado «Proceso de rectificación —de ratificación según algunos críticos— de errores y tendencias negativas» (1986); la depuración del CEA (Centro de Estudios sobre América) en los noventa, entre otros.

El escenario de la polémica hoy

El contexto actual donde tienen lugar las contradicciones y polémicas es más complejo, crítico y diverso. Tres importantes fenómenos se relacionan y/o explican:   

1) El modelo social socialista asumido —que abarca todas las esferas— se agotó hace tiempo. La crisis escaló de lo económico hasta ser estructural y sistémica. Asistimos a la fractura de la hegemonía y el consenso políticos, a la pérdida de confianza en el poder y en las perspectivas de futuro. Se han debilitado el ideal de la Revolución y el Socialismo.

Como en los países que lo inspiraron, la variante cubana de ese modelo foráneo derivó en el ejercicio del poder por una burocracia política devenida en nueva clase, al estilo —salvando las distancias— de la que describiera el comunista yugoslavo Milovan Djilas en su obra  homónima. Tal fenómeno, junto a otros verificados en la URSS y los estados socialistas de Europa Central y Oriental, son examinados por Carlos Taibo en su importante libro Las transiciones en la Europa Central y Oriental, publicado en 1998.

Por su parte, uno de los intelectuales marxistas cubanos más brillantes, Juan Valdés Paz —en La evolución del poder en la Revolución cubana, publicado por la Fundación Rosa Luxemburgo en México, 2018—, identificó y escribió hace unos años sobre las que denominó nuestras «patologías políticas»: unanimismo, autoritarismo, burocratización, amiguismo o sociolismo y corrupción. Como la sociedad es una totalidad, esas fallas la atraviesan y corroen todos los ámbitos.

2) El país atraviesa hoy la peor crisis económica de las últimas décadas, provocada por los recurrentes frenos internos a las reformas, el endurecimiento del bloqueo de los EEUU y la pandemia del Covid-19. Las brechas socioclasistas, la tensión social y la incertidumbre se han multiplicado al calor de la implementación de la estrategia anunciada en julio de 2020, especialmente la apertura de tiendas en MLC incluso para productos de primera necesidad, y el comienzo de las políticas de ajuste, con la llamada «Tarea Ordenamiento» a inicios de este año.  

El discurso oficial sigue siendo triunfalista y desconectado de muchas realidades. Que se realicen rectificaciones a pocos días de iniciado el proceso de «ordenamiento» se presenta como muestra de flexibilidad y capacidad de corrección. Pero tantas rectificaciones en sectores diversos y por reacciones populares a través de las redes sociales, cuestiona la competencia de los diseñadores, la representatividad popular de los diputados y el papel de la prensa oficial.      

3) Ampliación del malestar social y el espectro crítico. En esto último destacan intelectuales y artistas, quienes han logrado más capacidad de socialización a través del correo electrónico primero y de la apertura de internet a datos móviles desde 2018. Todavía  no existe, sin embargo, un proyecto contra-hegemónico articulado.

El Estado, bajo la dirección del Partido Comunista, conserva el monopolio de los medios masivos de comunicación y tiene la capacidad —que ejerce casi sin limitaciones— para restringir el acceso a internet a través del costo elevado, la censura de sitios, medios, personas, páginas disímiles y los apagones digitales en circunstancias incómodas.

Pero a pesar de lo anterior y de las insuficiencias de los espacios de debate, la modificación del espectro comunicacional es una realidad irreversible. Muchos ciudadanos se informan mejor hoy del acontecer nacional e interactúan con ese segmento contestatario que pone sobre la mesa virtual de medios alternativos y redes sociales sus críticas, reflexiones y  aspiraciones para Cuba. Este es el ámbito más sensible para la burocracia política. No es casual que lo ideológico siempre se ratifique desde el poder como la prioridad.

Tampoco es novedad de Cuba. Djilas alertaba hace años de este fenómeno en Europa, pero lamentablemente en la Isla se retiraron sus ideas de la circulación. Dos de sus lecciones y avisos fueron: 1) «(…) la nueva clase se encuentra inevitablemente en guerra  con cuanto no administra o controla y ha de aspirar deliberadamente a vencerlo o destruirlo» y 2) «Lo que más atemoriza a la nueva clase es la crítica que expone y revela la manera cómo gobierna y detenta el poder».

Otra vez sobran los ejemplos del patio. Menciono dos que vienen por vías diferentes pero con el mismo sustento y propósito. 1) La ofensiva criminalizadora a través de los medios masivos de comunicación y la represión de toda voz crítica y 2) El listado de actividades prohibidas para el trabajo independiente, publicado hace poco por Cubadebate. Tan estratégicas para el país parecen ser la defensa como la edición y maquetación de libros, el periodismo, la investigación científica, los clubes deportivos o los servicios funerarios. La lista raya en el absurdo, insulta la inteligencia y viola derechos consagrados por la Constitución. Es otra vuelta de rosca contra los profesionales del pensamiento, la creación, el periodismo, etc.  

Y sin embargo se mueve…

Pero la realidad es terca y el pensamiento atañe a la naturaleza humana. Somos «animales políticos», como decía Aristóteles. Y hoy el debate cuenta con tres ventajas: el alto nivel de instrucción del pueblo, el acceso a información e ideas diversas por vías alternativas, y que esta vez los posicionamientos no se basan solo en teorías y referentes foráneos sino en la experiencia propia.   

La principal desventaja es la ausencia de un ambiente democrático que favorezca la socialización de ideas desde el respeto al «pluralismo político», concepto expuesto en Articulación Plebeya y que disparó alarmas en las instancias partidistas. Sin embargo, se trata de un principio clave para el ejercicio del poder. Implica pluralidad y convivencia con la diferencia, por tanto, participación de varios grupos sociales en la vida democrática. Requiere de pensamiento, expresión y socialización a través de los medios de comunicación. No es algo a lo que se pueda renunciar. La sociedad es, por su naturaleza, heterogénea.

Repasando los últimos sesenta y dos años y viendo la sociedad en su conjunto, parece que estamos en el momento más crítico. Las fórmulas empleadas arriba y abajo son hoy anacrónicas. Einstein aseveró: «No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo». Pero vivir con la crisis puede ser positivo. Este sabio nos recuerda igualmente que «La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias».

La ausencia de un ambiente democrático para el debate de ideas y la acción cívica es injusto, injustificado y errático. Cuba es un país de pensamiento fértil y un pueblo instruido, con capacidad de comprensión y discernimiento. No ver esas fortalezas es arriesgado para todos. Complica y retrasa el proceso de transición porque radicaliza posiciones y abona el camino a la violencia. El costo que tendrían que pagar la nación y las actuales y futuras generaciones sería alto. Y no nos perdonarán. Eso es tener sentido del momento histórico, e insisto: es lo verdaderamente revolucionario.

[i] Una sistematización del tema ha sido muy bien lograda por la académica argentina Moira Pérez. Ver su texto: “Tres enfoques del pluralismo para la política del siglo XXI”, en http://www.revistas.unal.edu.cu

23 febrero 2021 53 comentarios 6,4K vistas
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Crónica de una misma reunión

por Giordan Rodríguez Milanés 9 diciembre 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Estuve allí. Vi y escuché todo lo que se discutió en la reunión «Abelardo Estorino» del Ministerio de Cultura. Al principio, el ambiente estaría tenso, un poco nerviosos todos. Seguramente se dijo: «Este será un diálogo franco, abierto, sin cortapisas», que «nosotros estamos aquí para escuchar y también dar nuestros argumentos». Vi y escuché todo.

« ¿Qué hacemos en esta guagua?» –nos preguntábamos unos a otros los miembros del Consejo Nacional Ampliado de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), del oriente de Cuba, a quienes nos habían llamado, liberado de nuestros centros de trabajo por tres días, e informado que «a las nueve pasa un ómnibus por Bayamo que deben abordar para que participen en una reunión urgente en La Habana».

Llegamos una madrugada del 2007 bajo los confusos rumores de que un grupo de jóvenes, frente a Casa de las Américas, habían gritado: «¡Desiderio, Desiderio, nosotros también tenemos criterio!». En la mañana, allí estaban Abel Prieto, la doctora Graciella Pogolotti, mi coterráneo Arturo Arango, y otros destacadísimos intelectuales.  Se dijo, con toda razón, que «la Política Cultural de la Revolución está fundada sobre las bases del diálogo», que «la Revolución siempre ha dialogado con los artistas y escritores».

Se hizo notar en la reunión lo de la Patria y la soberanía permanentemente amenazadas y que hay que defender. Que «el bloqueo, la pérdida de los mercados, aquella bronquita con los chinos, la caída del Che en Bolivia, la necesaria reconciliación con la URSS después de la Crisis de Octubre, la Ofensiva del 68» y, bueno, o malo, muy malo: el Quinquenio Gris.

Pero que «la censura del arte y la literatura es incompatible con la construcción del socialismo», frase dicha por el mismísimo Abel que encuentro anotada en una vieja agenda de la época. Un amigo me contó años después que algunas intervenciones de estudiantes del ISA le parecieron tan «fuertes», que esperaba a ver si los de la presidencia aplaudían y luego lo hacía él. «Nunca se sabe quiénes lo están mirando a uno en esas reuniones» -acotó.

Estuve ahí. Vi los sutiles gestos de aprobación cuando el discurso de alguien del auditórium coincidía con los criterios de la presidencia.  Y al presidente del ICRT de entonces, anotar presuroso en la agenda. Escuché a aquel muchacho al que no dejaban trabajar en una emisora municipal de la provincia Guantánamo, donde vivía, porque había puesto musicales de Pedro Luis Ferrer y Frank Delgado.

Y yo protestando porque en el recién abierto canal de televisión en Manzanillo, sólo ponían películas clase C de Hollywood, y aquel 10 de octubre del 2005, el día de nuestra independencia, habían exhibido en Golfovisión el filme «4 de Julio», en el cual U.S. Army salva al mundo de una invasión extraterrestre, el día de «su» independencia.

Y Abel Prieto -otra vez Abel- alertaba sobre la globalización neoliberal y la exportación de su sustento ideológico a través de los productos culturales. Y aquella muchacha, organizadora del Festival de Invierno de Cine-Club de Santa Clara, preguntaba «¿por qué en Caibarién nos han dicho que en los recién inaugurados telecentros municipales está prohibido poner películas cubanas de los noventa para acá?».  Estuve ahí. Nadie me lo contó. Estábamos en una escuela de cuadros de la UJC en Casablanca.

Estuve cuando discutimos, durante un receso en la reunión para merendar, aquella entrevista aparecida en un número de «La Gaceta», revista de la UNEAC, en la cual Juan Formell explica cómo los gerentes de los hoteles para el turismo internacional le dieron un golpe fulminante a las orquestas soneras y de música popular bailable dentro de la isla, después del boom de los noventa, porque les era menos costoso contratar a dos o tres reguetoneros con un background, que a una agrupación como Los Van Van o Adalberto Álvarez y su Son.

Los de la región oriental nos habíamos pasado 44 horas en un tren para llegar a la Biblioteca Nacional José Martí, sede del debate. «El reggaetón es “quítate el cerebro y mueve la cintura”» -dijo no sé cuál trovador al referirse a su uso en actividades culturales en las escuelas y auspiciadas por la UJC.

La inefable locutora Gladys Goizueta Simal, lamentablemente ya desaparecida, entonces jefa de programación de Radio Rebelde, trato de que entendiéramos que «es un género que le gusta a los jóvenes y no se puede privar al oyente de golpe y porrazo de lo que prefiere». «¿Dónde está el rap en nuestras emisoras? Nosotros lo que tenemos es una agencia de rap, no una agencia de reggaetón» -dijo otro. «Otra vez hubo bateo con la policía en el “Patio de María”. Hay agencia de rap, pero no de rock, que nuestro movimiento es mucho más antiguo» -comentó otro más.

Cuando regresábamos de cada uno de esos encuentros, nuestros compañeros, que nos esperaban en la Casa del Joven Creador de Bayamo –Manzanillo aún no tenía-, usaban una invariable broma: «Bienvenidos al mundo real».

Al mundo donde, con todo y la vocación dialogante del MINCULT, se formaba un alboroto incluso a nivel de secretario del PCC porque a un artista naif se le ocurrió relacionar al fongo –una variante del plátano vianda-, con José Martí, partiendo de la tesis de que si el ideario del Apóstol nos había salvado espiritualmente durante el llamado Período Especial, el fongo lo había hecho como alimento. ¡Y parecía que iba a tumbar la Revolución por haber pintado y expuesto tamaña conclusión!  

Al mundo donde, a pesar de las presurosas anotaciones del presidente del ICRT, a la realizadora Georgina Mendoza, de Radio Granma, con 40 años en los medios, incluso como jefa de programación y directora y un currículo de ensueño, la forzaron a jubilarse en plenitud de facultades y le quitaron el proyecto artístico de su vida, únicamente por haberse enamorado e iniciado una relación con un cubano residente en Chicago, ex chofer de ambulancias que jamás hablaba de política.         

Por eso digo que estuve ahí, en la reunión del 5 de diciembre en la sala «Abelardo Estorino» del Ministerio de Cultura. Lo vi y lo escuché todo aun desde mi improvisado estudio en Manzanillo. Y entiendo que el diálogo, sí, es necesario, porque la expresión es consustancial a la naturaleza humana y al ser social, y es el primer paso para la participación y la conciliación.

Pero es sólo eso: un primer paso que va durando muchas décadas, desde Palabras a los Intelectuales, sin que el sistema institucional acabe de dar el segundo paso luego de que Armando Hart impulsara su creación y sin la concreción resultante de cambios profundos, más allá de eventuales ornamentos. 

Aún resuenan los aplausos y los vítores de los delegados en la última reunión, el reciente congreso de la UNEAC ante el discurso del Presidente de la República.

¿Cuánto ha cambiado el sistema de instituciones culturales y el ICRT desde entonces? ¿Cuánto han cambiado las empresas comercializadoras parásitas del talento artístico, por ejemplo? ¿Cuánto han cambiado las estructuras censoras en el ICRT y el MINCULT, dirigidos por el Departamento Ideológico del PCC desde que no podíamos poner a Pedro Luis Ferrer en la radio? ¿Han cambiado como resultado del diálogo o sencillamente han mutado hacia modos más sutiles de dar las mismas vueltas sobre el mismo tiovivo?

Yo estaba en Manzanillo el 5 de diciembre. Estaba en Manzanillo el 27 de noviembre y, de contra, con una crisis de artritis. Pero sé -¡si lo sabré!- que más allá de presuntos o reales vende-patrias, más allá de eventuales cínicos o confundidos, en la determinante mayoría de los participantes en el diálogo o la protesta, gravitaban esas preguntas sin respuestas concretas. Hasta ahora. Responder esas preguntas con hechos, con instrumentación, ejecución y participación consensuada, precisamente, es lo único que puede evitar que en el futuro.

(Más textos de Giordan Milanés)

9 diciembre 2020 22 comentarios 1,5K vistas
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