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PSP

Segunda república

Hablando de continuidad: Segunda República y Revolución

por Mario Valdés Navia 6 marzo 2023
escrito por Mario Valdés Navia

Las jóvenes generaciones suelen preguntarse: ¿de dónde sacaban tantos hombres y mujeres de los años sesenta la creencia de qué en diez años Cuba podría superar a EEUU en todos los indicadores (Che, 1961), inundar de carne y lácteos a Europa, o hacer una zafra de diez millones de toneladas de azúcar (Fidel, 1965, 1969)? ¿Es que se vivía en un entorno de alucinación colectiva, o existía algún basamento real para asumir objetivos tan exagerados como tareas nacionales?

Realmente la tendencia de desarrollo de Cuba desde la segunda mitad de los años treinta y sus dinámicas sociales y políticas servía de referente esperanzador para muchas de aquellas rimbombantes afirmaciones. Recuérdese que en 1952, en tres meses y sin esfuerzo extra, se hizo una zafra de 7,2 millones de toneladas; la ganadería cubana era la mejor del área tropical y su economía era considerada la tercera más próspera de LATAM —tras Argentina y Uruguay— y la quinta del hemisferio occidental.

La Segunda República (1940-1958) no solo creó la Generación del Centenario, sino también una economía que, aunque llena de desproporciones y desigualdades sociales, era una de las más modernas y florecientes del Tercer Mundo. Por ello La Historia me Absolverá no habla de crisis económica, sino de lograr una sociedad más justa y democrática acorde al nivel alcanzado por la economía cubana.

El proceso de ruptura radical de la Revolución con aquella sociedad capitalista cubana sigue llenando libros y artículos, pero, ¿cuánto de continuidad hubo entre la Segunda República y la Revolución en el Poder?

Segunda república

-I-

El devenir de cualquier sociedad es un proceso inevitable de continuidad y ruptura. Ellas constituyen las dos caras de una misma moneda: el desarrollo humano. La continuidad sola se aferra al pasado y el peso del lastre no permite a la sociedad avanzar. Sus apologetas se vuelven estatuas de sal como la mujer de Lot. En política, asumen posturas conservadoras y retardatarias del progreso. 

Los que absolutizan la ruptura con lo anterior son nihilistas que destruyen un  patrimonio nacional que no les pertenece solo a ellos, sino a todo el cuerpo social presente y futuro. La historia abunda en ejemplos de ambos tipos de extremismos.

Cuando un grupo que asume el poder se comporta como nihilista y establece un nuevo tipo de relaciones haciendo tabula rasa de lo anterior se genera un verdadero historicidio. Su resultado es la aparición de sociedades atrofiadas, donde el desbalance entre continuidad y ruptura hace parecer que lo nuevo surge de la nada, sin antecedentes económicos, sociales y culturales provenientes de la época anterior.

Si estos nihilistas luego de afianzarse en el Poder se vuelven continuistas que pretenden eternizar tal modelo desproporcionado, entonces la situación se agravará aún más. Para enfrentarlos y tratar de enmendar lo contrahecho habría que rescatar y revalorizar elementos sociales desaparecidos, maltratados, olvidados y menospreciados durante mucho tiempo. Algunos hasta podrían parecer falsos y sobrevalorados a mentes ya nubladas por el adoctrinamiento y el oportunismo.  

En Cuba, el enfoque metafísico de priorizar la ruptura y el olvido del pasado republicano se manifestó en todas las esferas de la vida social desde 1959. El hecho de que el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 rompiera con la sucesión constitucional de los poderes públicos sirvió de fundamento para negar la sociedad anterior como un todo tiránico y corrompido.

Esta concepción se fortaleció cuando la agudización del conflicto interno y externo entre defensores y opositores de la Revolución socialista facilitó la implantación de una dictadura militar en forma de Gobierno Revolucionario Provisional que concentró todos los poderes de la Nación en un pequeño grupo de poder hegemónico. La adopción posterior del modelo de socialismo estatizado burocrático de raíz estalinista amplió el abismo entre continuidad y ruptura mediante el adoctrinamiento totalitario.

En textos y programas de la historia oficial, la República —designada como Mediatizada, Pseudorrepública o Protectorado— se convirtió en un agujero negro del que solo se vislumbraban corrupciones políticas, huelgas obreras y represiones a comunistas. El desarrollo económico, social y cultural alcanzado por el país y su rica sociedad civil en las dos décadas anteriores del medio siglo republicano no se mencionaba.

Segunda república

Las comparaciones sesgadas entre los indicadores sociales de antes y después de 1959 no reconocían que el origen de los cuantiosos fondos que ahora se distribuían más equitativamente se hallaba, no solo en los subsidios soviéticos motivados por su interés geopolítico de sostener una Cuba socialista cerca de EEUU, sino también en el despilfarro de las riquezas creadas durante la Segunda República.

Pero más que en lo económico y sociocultural, la herencia de la Segunda República marcó el diseño y presentación del propio modelo político revolucionario donde la dictadura militar y la ideología comunista se dieron la mano, pero no por vez primera.

-II-

Con diferente forma de llegar al poder y gobernar en sus dos mandatos (1940-1944; 1952-1958) fue Fulgencio Batista el primer y el último presidente de la Segunda República. En el ínterin se sucedieron los gobiernos auténticos de Ramón Grau San Martín y Carlos Prío (1944-1952).

El más interesante elemento de continuidad política entre la Segunda República y la Revolución está en varias de las prácticas políticas y modos de gobernanza que introdujo Batista en su primer período de gobierno y algunas del segundo. En la primera ocasión llegó al poder por elecciones, representando a la Coalición Socialista Democrática, una amplia plataforma política donde los comunistas eran de sus aliados principales.

No obstante, los vínculos entre Batista y el PC provenían de la época anterior (1935-1940) en que se consolidó como el Hombre Fuerte del país, amo del ejército, apaciguador de conflictos y benefactor popular. Desde el Gobierno, Batista apoyó importantes actividades comunistas como el I Congreso del PCC, en Santa Clara —del que hoy casi nadie habla— y el constituyente de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), liderada por Lázaro Peña (1939).

La colaboración con el poderoso movimiento obrero cubano permitió a Batista en ese año realizar una exitosa visita oficial a México, donde fue objeto de varios homenajes y actos que le organizaron Vicente Lombardo Toledano y el movimiento obrero mexicano, entrevistarse con el presidente Lázaro Cárdenas y hablar ante el pleno del Congreso.

Ese año, el PC se fundió con Unión Revolucionaria dando lugar al Partido Unión Revolucionaria Comunista (PURC), con Blas Roca y Juan Marinello como líderes. El Hombre —como llamaron los comunistas de entonces a Batista— facilitó también la creación de la Federación Nacional de Obreros Azucareros (FNOA), dirigida por Jesús Menéndez.

Segunda república

Desde la presidencia, Batista optó por utilizar las experiencias comunistas en el manejo de los trabajadores y los apoyó destruyendo a sus enemigos trotskistas, estableciendo relaciones diplomáticas con la URSS (1942) y reconociendo jurídicamente a la CTC (1943).

A cambio de ello y con el pretexto de no perjudicar la colaboración económica a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, la CTC restringió las huelgas solo a casos excepcionales. Entre 1940 y 1944 el movimiento obrero obtuvo aumentos salariales por 464 millones de pesos, elevación del salario mínimo, semana laboral de 44 horas y otras conquistas que compensaron parcialmente el alza del costo de la vida. En 1944, el PURC borró la palabra comunista de su nombre y comenzó a llamarse Partido Socialista Popular.

En el ámbito económico, Batista estableció varias medidas de corte keynesiano que fortalecían el papel del Estado en la conducción económica, tales como la creación de la Oficina de Regulación de Precios y Abastecimientos (1940), con la que por primera vez en Cuba el Estado asumía la conducción de la política de precios y la distribución.

Tras el establecimiento de la tiranía en 1952, Batista unió el Ejecutivo y el Legislativo bajo su potestad durante dos años, aunque el Judicial quedó independiente. Esto fue posible porque sustituyó la carta magna de 1940, por los llamados Estatutos Constitucionales, elaborados con el fin de darle una fachada jurídica legal a su régimen. Tras la farsa electoral de 1954 y su «elección» como presidente —considerada espuria porque se presentó solo a las elecciones— restableció en 1955 la Constitución del 40 y la tripartición de poderes.

En enero de 1959, entrarían nuevamente en reposo para no regresar más. El Consejo de Ministros aprobó una nueva Ley Fundamental, que le atribuía potestades legislativas, incluyendo la modificación de esta propia Ley Fundamental. A partir de ese momento fueron el primer ministro y su gobierno los facultados para hacer las leyes y ejecutarlas.

En lo económico, el tirano Batista fue un promotor de la política llamada del Gasto Compensatorio, que concebía un crecimiento del mercado interno mediante la expansión del gasto público. Para compensar los efectos de la crisis del sector azucarero, se crearía una infraestructura moderna que propiciara las inversiones extranjeras no azucareras y un proceso autónomo de industrialización.

Sin embargo, el incremento del gasto público se ubicó en inversiones en la esfera de los servicios y sólo una ínfima parte se dedicó a la agricultura no azucarera o a la industria. En poco tiempo, esta política provocó el despilfarro de las reservas en divisas del país, saldos negativos en la balanza de pagos, incremento de la deuda pública y concentración de las inversiones en obras improductivas.

Aunque el crecimiento desigual y deforme de la economía cubana se acentuó, en 1958 aún quedaban importantes reservas en los demás sectores para volver a la senda de la inversión productiva. Pero tras el establecimiento del Gobierno Revolucionario esos problemas se reprodujeron con creces debido a la ampliación de gastos en servicios sociales, defensa y el aparato administrativo-ideológico.

Alianza entre el caudillo y grupos de poder militar con los comunistas para conducir a los trabajadores como las hormigas pastoras a las bibijaguas, normas constitucionales que distorsionan la gobernanza democrática, políticas de gastos «compensatorios» para intentar estimular el crecimiento, fueron prácticas que nacieron en la Segunda República y han sido llevadas al extremo por la Revolución en el Poder.

Los resultados de extender ad infinitum durante la etapa socialista el populismo caudillista sin respaldo económico, propio de los gobiernos batistianos, influye en la crisis económica estructural nacional que atraviesa el país en nuestros días. Solo que ahora apenas existen ya reservas para recomenzar, ni se avizoran posibilidades reales de que nuevos actores sean capaces, en lo inmediato, de desterrar de una vez tales políticas.

6 marzo 2023 25 comentarios 1,6K vistas
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Poder en la Revolución

El Poder en la Revolución

por Mario Valdés Navia 1 noviembre 2022
escrito por Mario Valdés Navia

La historia de Cuba suele dividirse en cuatro grandes períodos: Comunidad Primitiva, Colonia, República y Revolución en el Poder. Las dos primeras denominaciones no dejan lugar a polisemias. Con la tercera no hubo dudas hasta 1958; a pesar de sus vicios y contradicciones, para todos era la REPÚBLICA. Después del 59, siempre apareció matizada de varias formas, algunas despectivas (Pseudorrepública, Mediatizada, Neocolonial) y otras clasistas (Burguesa); pero siempre con el temor latente de que si se dejaba solo el sustantivo república, sin descalificarla, quedaría la duda sobre qué sería lo que vino después.

Sin embargo, es el nombre del cuarto período, Revolución en el Poder, el que suscita mayores discrepancias. Las revoluciones se hacen para tomar el poder, pero: ¿es lo mismo poder revolucionario que REEP? ¿Será que este nombre encierra un contrasentido evidente, por cuanto la Revolución es la toma del poder para hacer transformaciones radicales, pero no para personificarse en un grupo de poder renuente a hacer cambios que puedan poner en peligro su hegemonía?

Si la revolución es un proceso histórico, no un grupo de personas que son las que toman el poder: ¿quiénes alcanzaron el poder en enero de 1959? ¿Los revolucionarios, el partido, la clase obrera, los trabajadores, el pueblo, las organizaciones revolucionarias, el Ejército Rebelde, o el grupo de poder militar-burocrático autodenominado posteriormente La Generación Histórica?

Como la cuestión de la toma y ejercicio del poder es el núcleo central de la política, es importante tener en cuenta quién/quiénes han ejercido el Poder en este período y cómo funciona en la práctica el quimérico concepto de REEP. Tratemos de hacer luz sobre este asunto no desde un punto de vista semántico/lingüístico, sino semiótico, histórico y cultural. Lo más importante no es analizar el término en sí, sino la cuestión del Poder en la Revolución y sus antecedentes en el devenir del socialismo estatizado y burocrático.

Poder en la Revolución

-I-

Al estilo de los grandes imperios, a partir de 1987, “Año 29 de la Revolución”, el calendario cubano empezó a medirse a partir del 1 de enero de 1959. De esta manera, día a día, se reafirma a través de los medios de prensa, redes sociales, escuelas, unidades militares, y cualquier comunicación que lleve fecha, que la REEP cumple un año más y contando.

Según el marxismo de Marx, en las revoluciones el poder es disputado entre las clases sociales defensoras del estatus quo y las nuevas que intentan hacerse de él para transformar la sociedad. Esta lucha de clases, terminaría con una revolución mundial que barrería con las sociedades clasistas.

Por eso, en los textos marxistas originales, conceptos como: pueblo, nación, capas medias, partidos políticos, líderes, etc., están casi ausentes pues son secundarios para la demostración de sus dos grandes ideas científicas: la ley de la Plusvalía y la concepción materialista de la historia. Pero, cuando desde el Imperio Zarista –único de aquella época donde dominaba la burocracia− Lenin y Stalin llegaron a la vanguardia del movimiento socialista, las cosas cambiaron.

Lenin introdujo un nuevo sujeto de la revolución socialista: el partido de nuevo tipo (bolchevique) y transformó el movimiento obrero en un aparato militarizado. Stalin fue mucho más allá: sustituyó la revolución mundial por la construcción del socialismo en un solo país, y la dictadura del proletariado para destruir la sociedad de clases, por la dictadura de la burocracia para garantizarle al Estado totalitario hegemonía interna y supervivencia internacional.

Así, el partido de los revolucionarios, devino partido del orden burocrático y optó por establecer un Gobierno −Consejo de Comisarios del Pueblo− que fuera, al unísono, fuente directa de las legislaciones más importantes y su ejecutor principal. Desde entonces, los grandes ejecutivos instalados en las altas esferas del poder, por encima de cualquier tipo de control social, minimizan la labor de los legisladores y los consideran totalmente prescindibles ante su potestad de emitir decretos.

Estos suelen ser utilizados por todos los Gobiernos en tiempos de emergencia, la que constituye en sí misma su propia justificación/limitación. Sin embargo, como explicara Hannah Arendt, en los Estados socialistas burocráticos los decretos aparecen: “en su pura desnudez como si ya no fuesen dictados por hombres poderosos, sino que constituyeran la encarnación del poder mismo y el administrador fuera exclusivamente su agente accidental”.

Así, la dominación por decreto crea una atmósfera de opresión, arbitrariedad y sigilo para ocultar eficazmente su oportunismo. Si aparenta ser superior a la legislación tradicional en agilidad y eficiencia es porque ignora todas las fases intermedias entre la formulación y la aplicación de las normas e impide el razonamiento político del pueblo. A su vez, resulta de gran ayuda para la administración central porque se impone no solo a los legisladores, sino también a las autonomías locales.

El gobierno de la burocracia tiene su sello distintivo en el seudomisticismo. Como el pueblo dominado nunca sabe realmente por qué está sucediendo algo, no existe una interpretación racional de las leyes y menos su control público, a la burocracia enquistada en el poder le basta con apelar a hechos seleccionados oportunistamente para justificar su actuación.

Para ello somete la realidad a una: “inacabable especulación interpretativa [donde] toda la trama de la vida y del mundo asume un misterioso sigilo y una misteriosa profundidad” (H. Arendt). La dominación totalitaria socialista hizo que la espontaneidad natural del pueblo quedara subsumida por la ritualidad de nuevas y fastuosas actividades sociales y políticas que absorbieron las energías de las clases trabajadoras sin poner en entredicho el poder absoluto de la alta burocracia.

Poder en la Revolución

-II-

Como señalé en un post reciente:

Desde el triunfo del 1 de enero de 1959, el Gobierno Revolucionario Provisional (GRP) instaurado tras la victoria del Ejército Rebelde y la huelga general antigolpista, adoptó la forma de una dictadura militar con un ropaje civilista apenas disimulado. Las condiciones primigenias para ello fueron adoptadas tempranamente: entrega por el presidente Urrutia a Fidel de su facultad de Comandante en Jefe de todas las fuerzas de Aire, Mar y Tierra de la República (2-1-1959) y aprobación por el GR de una nueva Ley Fundamental que le atribuía al Consejo de Ministros potestades legislativas (7-2-1959).

A partir de ese momento, el GRP hace y ejecuta las leyes –de hecho, es algo que no ha cambiado hasta hoy.

Durante diecisiete años (1959-1976) rigió Cuba este GRP en forma de todopoderoso Consejo de Ministros, encargado de las funciones legislativas y ejecutivas y con un ascendente total sobre la administración de justicia. La balanza de poderes públicos quedó abolida y sustituida por un gobierno absoluto que parecía más inspirado en el militarizado Consejo de Comisarios del Pueblo de Rusia (1917) que en el civilista Consejo de Gobierno de la República de Cuba en Armas (1895).

En tan largo lapsus de provisionalidad, el pueblo fue sometido a un prolongado entrenamiento militar y adoctrinamiento ideológico en función de la defensa de la Revolución ante las amenazas de agresión directa de los EE.UU. y terrorismo interno.

Estas circunstancias, al tiempo que terminaban con la cultura de las armas que caracterizaba a los cubanos (civiles y militares), hicieron desaparecer la antigua, rica y poderosa sociedad civil, surgida en la Colonia y florecida en la República.

Al unísono, en la nueva sociedad civil socialista, unificada verticalmente, se extendían y mayoreaban modos de actuación y valores propios de la sociedad militar. Entre ellos: fidelidad a los jefes, ordeno y mando, obediencia, lealtad, sumisión, ascetismo, sacrificio para cumplir las misiones encomendadas.

La naturalización de estos procesos y su implantación masiva a través de mecanismos de violencia física (cuerpos armados, cárceles, tribunales) y simbólica (organizaciones políticas y de masas, escuela, medios de comunicación) promovió una cultura militarista/burocrática de carácter totalitario que ha garantizado el poder omnímodo del grupo de poder hegemónico –especie de brahmanes de la Revolución- sobre el resto de la sociedad.

Aparentemente, y acorde a la utopía izquierdista, la democracia representativa era sustituida por la directa. Su máxima expresión eran los grandes actos donde el líder exponía su voluntad a la masa y esta aplaudía y gritaba consignas, única forma de retroalimentación. Otra forma masiva de participación era la incorporación “voluntaria” a las tareas, misiones y campañas, que brotaban constantemente de las mentes de los altos dirigentes.

Cuando, tras el fracaso de la Zafra de los Diez Millones, no quedó otro remedio que entrar a formar parte de la comunidad socialista, se realizó el llamado Proceso de Institucionalización, mediante el cual se crearía una nueva gobernanza socialista, copia de la parafernalia pseudodemocrática existente en la URSS y Europa del Este con algunos matices criollos. Como muestra de continuidad, para dirigir este proceso fue designado Blas Roca, exsecretario general del antiguo PSP y fiel exponente del estalinismo cubano.

Poder en la Revolución

Según Fidel (Matanzas, 1974), las Asambleas del Poder Popular:

[…] darían a las masas el poder de decidir sobre muchos problemas que existen a todo nivel, en las ciudades y en el campo […] Esto implica el desarrollo de una nueva sociedad y de principios genuinamente democráticos, reemplazando los hábitos administrativos de trabajo de los primeros años de la Revolución. Debemos reemplazar a los métodos administrativos, que corren el riesgo de volverse burocráticos, por métodos democráticos.

Mirando en lontananza, se aprecia como ante el supuesto temor de que se volviera a la politiquería anterior se minimizó desde un inicio el papel de los nuevos legisladores mediante dos vías principales: su rigurosa selección por esotéricas Comisiones de Candidatura que declaraban elegibles solo a incondicionales al Gobierno/Partido/Estado; y la negación del propio oficio de legislador. Al no reconocerlo como una ocupación retribuida propia de un servidor público, sino una mera función temporal, los legisladores continuarían ejerciendo sus profesiones habituales la mayor parte del tiempo.

Casi medio siglo después, los resultados saltan a la vista: se han aprobado más del doble de decretos que de leyes; muchos de aquellos, a pesar de ser una norma menor, han suspendido o modificado leyes previas; nunca una ANPP ha desaprobado ningún decreto, ni modificado su funcionamiento; son los organismos del gobierno, no los legisladores, los que presentan propuestas de leyes.

En los cortos períodos de funcionamiento de las asambleas, los legisladores, lejos de cuestionar a los ejecutivos por su labor, solo atienden como alumnos aplicados los informes que estos les brindan a modo de conferencias, sin interpelarlos jamás. Cuando, hace un lustro, se decidió restaurar el Capitolio Nacional y acoger en sus salones las labores de la máxima legislatura, nada del anterior espíritu crítico de los congresos de la República reencarnó en ella.

El Poder absoluto (legislativo/ejecutivo/judicial/militar) sigue encarnado en un pequeño grupo de poder, más que hegemónico, omnímodo; que no tiene contrapesos en la estructura política del país. Sus decisiones, sean de la calidad que sean, son impuestas a la ciudadanía al más puro estilo totalitario, tal y como los jefes militares dirigen a los ejércitos en campaña. Solo que, como bien dijo Martí: “Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento”.

1 noviembre 2022 24 comentarios 2,7K vistas
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Agricultura-Cuba

De agricultura, azúcar, ganadería y otros temas

por Domingo Amuchastegui 6 abril 2022
escrito por Domingo Amuchastegui

Recién he leído un par de análisis excelentemente documentados del Dr. en Ciencias Juan Triana Cordoví, uno de los mejores economistas de Cuba según mi criterio. Al aludir a la industria azucarera y su situación actual, escribe: «Escuchar que hoy, muchos años después, vamos a “recuperar”, “salvar”, la industria de la caña de azúcar, me produjo sentimientos encontrados: Vergüenza y rabia, rabia y vergüenza». ¡Cuánta razón le asiste! Y tales reacciones se extienden por igual si analizamos la agricultura, la ganadería y otros temas.

No pretendo incursionar en los ángulos técnico-científicos de estos asuntos, sino en el complejo de relaciones económico-sociales y políticas que, a mi modo de ver frustraron, una y otra vez, década tras década, las inversiones, innovaciones y empeños que pretendían la mayor prosperidad posible y que desembocaron, una y otra vez, en sonados fracasos. Examinemos ese complejo de relaciones que pueden ayudar en alguna medida a comprender mejor los análisis de Triana.

1. La Primera Ley de reforma agraria se basaba —fuera de aquellos campesinos que optaron por el cultivo individual de sus parcelas— en un ordenamiento de cooperativas con amplísimas facultades y poderes (Véanse la referida ley y la obra de Lisandro Otero: Zona de Desarrollo Agrario) cuyos éxitos iniciales ratificaban el atinado curso de semejante disposición. Los cooperativistas (un caso fue el de la cooperativa Hermanos Saíz) percibían ganancias como nunca antes.

Muy pronto se frustraría este proyecto. Un año más tarde —segunda mitad de 1960— se produjo una estatización abrumadora que borraba el modelo positivo del año anterior. Se implantaron dos instrumentos que significaron un desastre mayúsculo: La suplantación de las cooperativas por Granjas del Pueblo (propiedad estatal total), y la anulación casi completa de las relaciones de mercado por ese engendro monstruoso conocido como ACOPIO.

Un argumento esgrimido con insistencia por parte de casi todos los dirigentes del viejo Partido Socialista Popular (PSP), era que los campesinos de las cooperativas iban en camino a convertirse en los kulaks (campesinos ricos) de nuestra realidad y constituirían la base social de la contrarrevolución que ya surgía por todas las provincias.

Este giro a la estatización autoritaria contribuyó en no poca medida a nutrir la base social de la contrarrevolución. Baste señalar un par de ejemplos: a. Los alzados del Escambray estaban inseparablemente condicionados a los abusos y extremismos del Comandante Félix Torres (filiación PSP); y b. La más numerosa evidencia de alzados se observa en Matanzas y tuvo su eco más sonado en el estallido social ocurrido en Cárdenas; en lo cual tuvieron particular responsabilidad los abusos y extremismos de Julio Suárez (Restano) y Calderío (El Abuelo), los dos miembros del PSP.

En 1963, la Segunda Ley de reforma agraria —más allá de algunos beneficios en materia de asignación de nuevas tierras a las Granjas del pueblo y agricultores pequeños—, reforzaba dichos mecanismos de estatización absolutista.

Agricultura-Cuba

(Foto: Fidel, soldado de las ideas)

2. A fines de los años sesenta del siglo pasado, se instauró un proyecto bautizado como «Cordón de La Habana» en referencia a la creación de una zona de cultivos —incluido el café Caturra—, con la que se pretendió garantizar la alimentación más estable de la Capital. Fue un enorme fracaso que culminó en el primer gran escándalo —en voz baja— de corrupción organizada por parte de los dirigentes encargados del proyecto.

3. El esquema antes descrito prevaleció durante treinta años, momento en que se produjo el abandono del modelo de Granjas de pueblo por otro conocido como Unidades Básicas de Producción Agro-Pecuaria (UBPC).

Todos los que trabajaron en este nuevo modelo —que supuestamente regresaba a las cooperativas—, propusieron la entrega de la propiedad de la tierra a las nuevas UBPC; sin embargo, Fidel se negó rotundamente y dejó sobre las mismas no solo el endeudamiento que adquirieron (nacían con una pesada carga), sino todas las injerencias y controles de los tiempos en que eran granjas estatales. A tenor con ello, el resultado fue igualmente un sonado fiasco (con particular impacto en la producción de caña de azúcar, alimentos y producción pecuaria).

Más de veinte años después se introdujo un paquete de reformas encaminadas a remodelar el funcionamiento de las UBPC. ¿Sirvió de algo? Evidentemente no, pues todavía están repensando qué hacer con las UBPC.

4. Por otro lado, el sector minoritario de agricultores privados agrupados en verdaderas cooperativas, denominadas de Créditos y Servicios (CCS), siempre demostró ser el único sector agropecuario realmente productivo del país. Si bien representaba apenas el veinte por ciento de los agricultores, eran los únicos en generar dos tercios del total de la producción agrícola anual… Si el criterio valorativo de la verdad es la práctica, ¿cuál debería ser la conclusión después de más de sesenta años?

5. El propio Raúl Castro se refirió hace algún tiempo a un ejemplo en extremo elocuente: Vietnam no producía café y Cuba le aportó técnicos y experiencias. Años más tarde, Vietnam era ya un importante productor-exportador de café a escala mundial, en tanto en Cuba el aromático grano está casi desaparecido. Raúl Castro prometió leche y ¿dónde está si no es importada? La famosa proposición: «Vamos a tomarnos un café a la esquina», desapareció ya del vocabulario cubano… para no hablar de la carne de puerco y las viandas más habituales de nuestra restringida dieta. El propio Triana reflejaba claramente tales escaseces en su artículo «Mi reino por un boniato».

Algo parecido pudiera decirse de una isla rodeada de mar, donde comerse un pescado es algo olvidado y hoy prácticamente imposible dada la nueva ley que restringe al máximo la actividad pesquera. Cabe destacar que en su momento, el Ministerio de la Pesca —y su ministro de entonces Rodríguez Romay— fue escenario de un espectacular caso de corrupción. ¿Resultado? En la actualidad Cuba, la mayor de las Antillas, no posee un Ministerio de la Pesca ni pescado que comer.

Agricultura-Cuba

Orlando Rodríguez Romay había sido capitán de navío de la Marina de Guerra Revolucionaria (MGR) ymcomandante del buque escuela José Martí, jefe de la base nacal de Cabañas y viceministro primero de Transportes.

6. La industria azucarera fue declinando paralelamente a los reveses descritos. El primer desastre fue la Zafra de los Diez Millones, concebida de manera improvisada y sin la base industrial necesaria. Orlando Borrego, ministro del Azúcar, le razonó a Fidel la imposibilidad de alcanzar semejante meta por los problemas con los centrales azucareros. La solución de Fidel fue despedir («tronar») a Borrego, pero con él o sin él, no se alcanzó la ansiada meta.

Con la incorporación de Cuba al CAME se intentó suplir, en muy poca medida, las múltiples necesidades de la industria azucarera (vale anotar que un episodio similar tuvo lugar con la industria del níquel a mediados de los ochenta) sin que se lograran los niveles de modernización necesarios. El gobierno cubano realizó ingentes esfuerzos que permitieron, en un breve período alcanzar la cifra de ocho millones de toneladas, para de inmediato iniciar un proceso acelerado de declinación que se prolonga hasta hoy, con una producción que apenas alcanza el medio millón de toneladas.

Cuba, la llamada azucarera del mundo como pilar de su modelo agroexportador, discute hoy, de manera desesperada cómo salvar la industria azucarera. Atrás ha quedado otra frase: «Vamos a tomarnos un guarapo bien frío»… Hoy, el agricultor y el indispensable machetero que cultiva y corta la caña, ¿cuánto reciben por una arroba cortada? Muy poco. En consecuencia, prefieren dedicarse a la producción de alimentos que le reportan mayores ingresos.

7. En el transcurso de los años sesenta, e insistentemente, trató el Estado cubano de promover la cría de ganado. Millones fueron gastados en comprar sementales y vacas lecheras en Canadá y se alentó la crianza de ganado menor. Para fines de esa década todo había fracasado.

En esos años, una y otra vez, científicos y especialistas canadienses, franceses y británicos trataron de aconsejar un cambio de dirección en los planes de la ganadería. Otros —como Charles Bettelheim— intentaron razonar y hacer sugerencias encauzadas a remodelar el sistema estatista-absolutista dominante en la economía insular. A la larga o la corta, todas esas asesorías fueron desestimadas. Prevalecían la rigidez y el verticalismo por doquier. Como resultado, cada una de las iniciativas se paralizaba, hundía y fracasaba.

8. ¿Por qué esta interminable cadena de fracasos? Porque por muchas inversiones, tecnologías, innovaciones y esfuerzos acometidos, el marco de relaciones de producción en que las mismas debían insertarse (estatización-absolutista, verticalismo, improvisaciones, ausencia total de sistematicidad, negación de las relaciones de mercado, giros impensados por parte de Fidel y otros directivos); hicieron imposible cualquier proyecto sostenible.

La dirigencia cubana se empecinó en la conservación de semejantes prácticas en un marco de relaciones de producción probadamente inoperantes —desde las experiencias soviéticas pasando por las comunas populares de China—, hasta el día de hoy. De ahí el estallido social y político del 11 de julio del 2021.

Y quién sabe mañana. Un conocido refrán asevera: «Rectificar es de sabios», mas, al parecer no abundan los sabios, al menos hasta ahora…

6 abril 2022 31 comentarios 3,K vistas
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Intelectuales

«Palabras» no solo a los intelectuales

por Alexei Padilla Herrera 23 junio 2021
escrito por Alexei Padilla Herrera

En el primer lunes de la primavera de 1959, el periódico Revolución circuló un suplemento que, en sus dos años y siete meses de existencia, se convirtió en una de las publicaciones culturales más vanguardistas de América Latina.  Codirigido por los escritores Guillermo Cabrera Infante y Pablo Armando Fernández, junto al pintor Raúl Martínez, desde su primera edición Lunes de Revolución visibilizó la diversidad [y las contradicciones] política, ideológica y estética existente en los diferentes actores y grupos del campo cultural comprometidos con la revolución triunfante.

El semanario acogió académicos, escritores y artistas que, si bien apoyaron el proceso, no ocultaban sus críticas a determinados aspectos de la construcción del socialismo en la Unión Soviética y sus satélites europeos. Buena parte de sus «dardos» fueron dirigidos especialmente a la política cultural de Moscú, para disgusto de la dirección del veterano Partido Socialista Popular (PSP), embajador informal del Kremlin en Cuba.

La diversidad de concepciones sobre el arte y la cultura que convergieron en Lunes, sus críticas al dogmático marxismo soviético y algunos textos considerados anticomunistas, provocaron tensiones entre diferentes segmentos de la intelectualidad insular.

Lunes de Revolución, sin embargo, continuó navegando en turbulentas aguas hasta encallar en la polémica generada por el estreno de un documental de apenas trece minutos —número maldito—, que cometió el «desatino» de registrar el desparpajo nocturno en los alrededores del puerto habanero. Sus escenas en blanco y negro, según los censores, contrariaban la imagen que debía proyectar un país en revolución.

Dirigido por Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, el cortometraje PM se exhibió en la TV Revolución, que junto a Ediciones R, fue otro de los emprendimientos mediáticos concebidos por Carlos Franqui, director del periódico Revolución. En mayo de 1961, la comisión que analizaba y clasificaba los filmes producidos e importados al país, prohibió la exhibición del cortometraje tras determinar que atacaba los intereses del pueblo y de la Revolución.

Desde su columna en el periódico Hoy, la intelectual comunista Mirta Aguirre expuso que la interdicción del corto se justificaba ya que este le hacía el juego a la contrarrevolución. Por su parte, Alfredo Guevara, director-fundador del ICAIC, consideró que el filme mostraba el peor de los mundos (prostitución, alcoholismo, drogas, etc.), algo incompatible con aquellos tiempos del naciente cine revolucionario, financiado por el Estado para más señas.

La agitación generada por tal fallo se prolongó durante semanas. Además de numerosos artículos a favor y en contra, alrededor de doscientos intelectuales y artistas firmaron una declaración colectiva pidiendo el levantamiento de la censura.

La polémica sobre cuáles deberían ser los principios rectores de la política cultural de la Revolución Cubana alcanzó un nivel tan alto que, a ojos del gobierno, amenazaba la unidad del campo cultural. El 30 de junio de 1961, en un intento por contener las desavenencias, Fidel Castro pronunció, en la tercera y última de una serie de reuniones en la Biblioteca Nacional, el discurso que pasó a la posteridad como Palabras a los intelectuales.

A pocas semanas de la victoria en Playa Girón, y en momentos en que la unidad era garantía de resistencia y continuidad de la Revolución, Fidel trazó los límites de las libertades de creación y expresión. De acuerdo con el dirigente cubano, el grado de libertad del que artistas e intelectuales gozarían, dependería de su identificación y apoyo a los principios, la ideología y las políticas implementadas por el Gobierno Revolucionario en las más diversas áreas.

Así las cosas, los incondicionales al proceso percibirían mayores posibilidades para desarrollar su trabajo creativo, mientras que los no dispuestos a entregarlo todo en favor de la construcción socialista, verían aparecer, y se preocuparían, por las restricciones impuestas a la libertad de creación y expresión.

Seguidamente definió, de forma ambigua, los criterios de inclusión-exclusión que rigen hasta hoy, no solo las políticas cultural y de comunicación social en el país, sino también las relaciones entre el Partido-Estado-Gobierno, la sociedad civil y los ciudadanos:

«(…) dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir y frente al derecho de Ia Revolución de ser y de existir, nadie. Por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la Nación entera, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella».

En un solo párrafo, tan breve como potente, se estableció la primacía de los derechos de la Revolución —el Estado— sobre el ejercicio de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos.

Es muy probable que las decenas de personas que tuvieron el privilegio de escuchar directamente al líder de la Revolución, no percibieran la relación entre las palabras pronunciadas aquella tarde de junio y la conferencia impartida por Blas Roca en el programa Universidad Popular, transmitido el 11 de septiembre de 1960.[1]

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Blas Roca

Durante poco más de una hora, el secretario general del PSP explicó a la teleaudiencia la forma en que el marxismo soviético definía el concepto de libertad, su alcance y funciones en el socialismo. Después de remontarse a la Constitución francesa de 1791, para criticar el carácter abstracto de los derechos civiles y políticos allí reconocidos, Roca argumentó que la sintonía entre los intereses individuales y la actividad de cada ciudadano en defensa de la Revolución era necesaria para sentirse libre en la nueva sociedad que se construía.

En el intento de potabilizar uno de los principales dogmas del marxismo soviético, el dirigente comunista expuso la necesidad del dominio adecuado de las leyes que regían el desarrollo histórico, lo que sugeriría la limitación de los derechos civiles y políticos —burgueses— que pudieran retardar el inevitable triunfo del socialismo en el mundo.

Los dogmas defendidos por Blas Roca justificaban la subordinación de los derechos ciudadanos, de la actividad científica, la educación y la producción de bienes simbólicos, a los objetivos definidos por la vanguardia revolucionaria. De la aceptación y sometimiento a las leyes del desarrollo histórico dependería la libertad que percibiesen los ciudadanos. De esta forma, la libertad estaba asociada a la concordancia con la ideología de la Revolución, la disciplina y la participación en las tareas encomendadas por la dirección del país.

El profesor e investigador Fernando Martínez Heredia expresó en 2016 que la primacía de la Revolución implicó el derecho a controlar la actividad intelectual y la libertad de expresión siempre que fuera necesario. En su análisis consideraba un contexto específico, caracterizado por amenazas reales y constantes de detener y destruir el proceso, inclusive, por medio del magnicidio de sus dirigentes.[2]

No obstante, las limitaciones de los derechos ciudadanos dejaron de ser una cuestión coyuntural para convertirse en una práctica inherente al régimen político cubano, lo que fue codificado en la Constitución de 1976.

Esas restricciones responderían, entre otros factores, a la necesidad de preservación del Estado, a una cultura política secular que pondera la beligerancia en lugar del diálogo y la intolerancia en detrimento del respeto a la diversidad de ideas; a la adopción del marxismo-leninismo como ideología de Estado y al denominado síndrome de plaza sitiada, generado por el diferendo Estados Unidos-Cuba.

Uno de los fragmentos más interesantes del referido discurso de Fidel Castro es donde se acuña la legitimidad de la censura por parte de las autoridades revolucionarias. Para Fidel, la importancia del cine y la televisión para la educación y la formación ideológica del pueblo ameritaba que el gobierno regulara, revisara y fiscalizara las películas que serían exhibidas.

En una época en que los procesos de comunicación se concebían desde la óptica de los modelos transmisivos —para los cuales los receptores eran pasivos, acríticos y manipulables por los mensajes difundidos desde los medios—, el dirigente cubano concebía al pueblo, al menos en aquel discurso, no como sujeto de la Revolución, sino como objeto de la misma, y advirtió que los que no actuaran pensando en «la gran masa explotada» que esperaba ser redimida, carecían de «actitud revolucionaria».

La reivindicación del control estatal sobre los medios de comunicación, la defensa de la censura y la necesidad de que los artistas e intelectuales — incluyendo a los periodistas—, se convirtieran en militantes de la Revolución; se asientan en una concepción instrumentalista del arte, la literatura, la educación y la comunicación social. Una perspectiva que si bien era afín a las prioridades inmediatas del proyecto revolucionario, nunca ha contribuido a la necesaria autorregulación de los medios de prensa cubanos ni a elevar la calidad del periodismo, como reconoció el periodista y profesor Julio García Luis.

Los intercambios de representantes del campo cultural cubano con la dirigencia de la Revolución, intentaron reducir las fricciones entre los artistas intelectuales nucleados en Lunes de Revolución (que recibieron el apoyo de Haydée Santamaría, presidenta de Casa de las Américas), el ICAIC y el Consejo Nacional de Cultura, con motivo de la censura del documental PM.

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Alfredo Guevara y Haydee Santamaría (Foto: Fernando Lezcano/Granma)

No obstante, Palabras a los intelectuales también denotó los desafíos de los dirigentes cubanos para lidiar con la diversidad y el disenso ideológico, estético y político en una sociedad civil conformada por creadores que concebían el arte con y para la Revolución, pero sin subordinarla al poder político ni convertirla en mera propaganda partidista.

Artistas e intelectuales se veían a sí mismos como sujetos activos, dispuestos a contribuir con sus conocimientos al proceso de cambios, no por arrogancia o complejo de superioridad, sino porque entendían el arte, la Revolución y la relación entre ellas desde perspectivas que diferían con la de los políticos y militantes.

Sería deshonesto afirmar que Palabras a los intelectuales fue tan solo el anuncio-oda a la censura oficial y a la coerción de la libertad de expresión. Allí se presentaron las líneas generales de una política cultural que, entre otros aspectos, socializó el acceso a la cultura de la mayoría de los ciudadanos y regularizó la formación artística de miles de niños, adolescentes y jóvenes de origen humilde en las Escuelas Nacionales de Arte, conservatorios e instituciones culturales. Una generación formada por hijos de humildes trabajadores del campo y la ciudad, que en un par de décadas se integró a la vanguardia cultural de la Isla.

A pesar de la trascendencia del acontecimiento, en su momento la prensa revolucionaria no reprodujo ni reseñó la intervención de Fidel Castro. De acuerdo con la historiadora Ivette Villaescucia, por esos días los medios de comunicación destacaron la reunión de Fidel con periodistas extranjeros y de esa forma, la opinión pública nacional quedó al margen de lo discutido entre las vanguardias artísticas y políticas del país.[3]

Ese silencio, apunta Villaescucia, puede ser resultado de la presencia de militantes del PSP en el Consejo Nacional de Cultura y en la Comisión de Orientación Revolucionaria, dos de los órganos responsables del control de los medios de comunicación. Por mi parte, creo improbable que el silenciamiento de la prensa revolucionaria no contase con el aval de la dirección política del país.

Lo cierto es que la intervención de Fidel en la polémica garantizó la tregua que propició la creación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el 22 de agosto de 1961, como un espacio de convergencia y representación de las categorías intelectual y artística del país y un canal de comunicación entre el gremio y el poder político.

Amén de su carácter paraestatal, en el momento de su fundación la UNEAC fue un contrapeso al poder que venía acumulando el Consejo Nacional de Cultura, cooptado por cuadros del PSP que, como Edith Buchaca y Mirta Aguirre, eran entusiastas de la instrumentalización de la creación artística y literaria en función de los objetivos políticos del Estado.

Al mismo tiempo, la creación de la UNEAC afectaría la centralidad que Lunes de Revolución ganó en el campo cultural desde su fundación. Para la historiadora Silvia Miskulin, el cierre definitivo del seminario cultural fue resultado de las maniobras políticas ejecutadas por militantes del PSP desde el Consejo Nacional de Cultura y la Comisión de Orientación Revolucionaria. La independencia de sus editores y el carácter cosmopolita, ecléctico y antidogmático de Lunes…, afirma Miskulin, contravenían la política cultural que el Estado cubano comenzaba a implementar desde instituciones dirigidas por veteranos pesepistas.[4]

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Mirta Aguirre (Foto: poesi.as / Archivo)

La publicación del último número de la reconocida publicación cultural, el 6 de noviembre de 1961, marcó el inicio del ocaso del ambiente de relativa apertura y pluralismo que caracterizó el primer trienio del proceso revolucionario en Cuba. En enero del año siguiente comenzaría a circular la revista Unión, que junto a La Gaceta de Cuba y la revista Casa de las Américas, compensaron el vacío dejado por el semanario.

Ivette Villasescucia apunta que la desaparición de Lunes de Revolución coincidió con un proceso de fusión de varios medios de prensa, condicionado por la búsqueda de unidad entre las fuerzas revolucionarias, el conflicto con los Estados Unidos y las características personales de los sujetos involucrados en la transformación del sistema mediático cubano.

En ese contexto, la clausura de Lunes de Revolución y de los diarios Prensa Libre, Combate y La Calle, y la posterior creación de nuevas publicaciones, fueron parte del esfuerzo para atenuar u ocultar las discrepancias ideológicas y políticas entre el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario y el PSP.

La unidad lograda entonces exige hasta hoy una disciplina casi militar, unanimidad política e ideológica y divorcio entre la agenda mediática y la agenda pública en los medios de comunicación. Todo ello se traduce en las dificultades de la prensa estatal para satisfacer las demandas informativas y expresivas de buena parte de la ciudadanía.

Seis décadas después del memorable discurso, no existe una definición clara y objetiva del significado y alcance de la expresión: «dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada». Al recordar Palabras a los intelectuales no puedo dejar de señalar la ambigüedad —o precisión, según se vea— del párrafo frecuentemente evocado para legitimar la criminalización del disenso y, consecuentemente, la muerte civil, la violencia simbólica y física, y la exclusión de ciudadanos que por no entrar en los recios moldes del modelo revolucionario, son reducidos, contrariando la ley, a la categoría de no personas.

Comprendo que al triunfar, una Revolución —y la cubana no fue la excepción— no es un estado de derecho, pero su principal objetivo debe ser alcanzarlo. Y, una vez proclamado, gobernados y gobernantes deben atenerse a él.

***

[1] Blas Roca: «Los regímenes sociales y el concepto de libertad», Noticias de Hoy, 13 de septiembre de 1960, p. 2.

[2] Fernando Martínez Heredia: «Acerca de “Palabras a los intelectuales”, 55 años después», Tareas, no. 154, septiembre-diciembre, 2016, pp. 63-75.

[3] Ada Ivette Villascucia: «La prensa cubana en el primer decenio de la Revolución», Revista Mexicana de Ciencias Agrícolas, vol. 2, octubre, 2015, pp. 101-109.

[4] Silvia Miskulin: Os intelectuais cubanos e a política cultural da Revolução: 1961-1975. São Paulo, Alameda, 2009.

23 junio 2021 21 comentarios 3,8K vistas
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Marquitos 1

«Caso Marquitos»: una conversación con Newton Briones

por Alina Bárbara López Hernández 10 junio 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

En el artículo «La delación de Humbolt 7. Temas en conflicto en torno al “caso Marquitos”», publicado hace poco en OnCuba, el investigador Julio César Guanche sistematizó con agudeza los diversos puntos de vista al respecto. Las múltiples hipótesis tejidas sobre el asunto hacen que lo considere, con razón, «un problema para la historiografía profesional cubana».

Demuestra en el texto mencionado que la opinión mayoritaria admite que a los jóvenes del Directorio Revolucionario (DR) masacrados al mes siguiente del asalto al Palacio Presidencial, los delató Marcos Rodríguez (MR).

Sin embargo, mientras una parte acepta que la causa de la traición se debió a iniciativa propia por motivaciones personales, incluso sectarias, relacionadas con su militancia en las filas de la Juventud Socialista y a sus vínculos con el PSP; otra parte la vincula a motivos más complejos que no solo atañen a MR sino al PSP, organización que no aceptaba la estrategia insurreccional contra Batista desarrollada por el DR.

Dos importantes dirigentes del Partido estuvieron involucrados con esta delación: Joaquín Ordoqui (JO) y su esposa Edith García Buchaca (EGB).

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Edith García Buchaca y Joaquín Ordoqui Mesa

El historiador Newton Briones en su libro Víctima o culpable. La delación de Humboldt 7, es de los que exculpa al PSP y a estas dos figuras.

Este investigador se graduó de Historia en la Universidad de La Habana en 1975. Proviene de una familia de luchadores revolucionarios, su padre fue jefe de acción de la organización Joven Cuba y muy cercano a Antonio Guiteras.

Varios de sus libros, artículos y declaraciones han cuestionado aspectos convertidos en tradición por la historiografía. Entre ellos revalúa quién disparó primero: Casillas Lumpuí o Jesús Menéndez, el día de la muerte del líder sindical; devela los conflictos entre el dirigente comunista César Vilar —que falleció en 1973 prácticamente olvidado—, y la dirección del Partido Socialista Popular; pone en jaque la tesis casi generalizada de que la Revolución del Treinta se fuera «a bolina» o desmiente la existencia de las famosas pruebas que alegaba tener Eduardo Chibás contra Aureliano Sánchez Arango, y cuya supuesta pérdida lo llevara al suicidio. 

En un intento por aportar elementos sobre el «Caso Marquitos» y lo que lo rodea, tuvo lugar este intercambio entre Newton Briones y yo.

***

(AL): Ante todo quisiera preguntar si fue usted en algún momento miembro de la Juventud Socialista o del Partido Socialista Popular.

(NB): Usted misma hace la pregunta y da la respuesta. Si hubiera sido del PSP no habría escrito sobre Jesús Menéndez ni sobre Cesar Vilar. A la única organización que pertenecí antes de 1959 fue al Movimiento 26 de Julio.

(AL): En el blog La Cosa, creado por Julio C. Guanche, han aparecido testimonios que ofrecen otras miradas al controversial tema. Uno de ellos fue brindado por Lela Sánchez Echeverría, bajo el título «El Conflicto de los Días y las Fechas Históricas».

A ella le llaman la atención dos citas que hace Guanche de su libro Víctima o culpable… En una, usted niega que en el juicio se probara «el irrestricto apoyo prestado por el PSP a MR». En la otra, afirma: «Marquitos estuvo detenido durante dos años y medio en Villa Marista en la sede de la Seguridad del Estado. Si Ordoqui y Edith hubieran tenido ese poder para demorar e impedir hacer justicia sobre Marquitos, lo habrían soltado de su encierro y esto no sucedió (…)».

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Lela Sánchez señala:

«No sé por qué Newton hace esa observación sin aclarar que cuando Marquitos estuvo preso la primera vez (esta fue la segunda), haciendo uso de un irrestricto apoyo a MR, una parte de los dirigentes del PSP, y en primer lugar Joaquín y Edith, lograron ponerlo en libertad, ubicarlo a trabajar en la dirección de cultura del Ejército Rebelde y luego enviarlo en la beca gestionada por ellos a Checoslovaquia.

Claro que en esa ocasión estaba detenido solamente porque el DR [Directorio Revolucionario] lo acusaba de ser el delator de Humboldt 7, no como un agente de la CIA, tal como fue en la segunda oportunidad en la que vino preso acusado por los checos de trabajar para esa organización.

En ese caso, aclara el propio Newton que no podían contra otras fuerzas porque la acusación era fuerte. Sin embargo no mencionan, ni Newton, ni Guanche, (al menos en este trabajo) que sí lo habían hecho en la oportunidad anterior que les acabo de narrar.

Sería bueno que el articulista averiguara en qué fecha regresó Marquitos de México luego del 59 y por qué. Y tal vez logre conocer algo más de lo que le relato. Para no convertir esto en un tratado se lo dejo de tarea a Guanche si le interesa».

(NB): Después de leer la breve exposición de Lela me quedé sorprendido por la afirmación. O no fui claro con lo explicado en mi libro o no entendió lo expuesto. Ahora respondo al breve párrafo escrito por ella. La llamé para abundarle en más detalles y no quedo convencida. Debo volver a escribir para no dejar dudas sobre el asunto. Además, otros interesados volverán a leer mis puntos de vista y podrán dar sus opiniones.

Marquitos regresó de México el 28 de enero de 1959. Antes, se creó una comisión para organizar el retorno de los exiliados. Las diferentes organizaciones designaron a sus representantes para la vuelta. Ellos se encargarían de darle prioridad en los vuelos a las personas reconocidas en la lucha. Cesar Cuenca y representantes del PSP designaron a Marquitos para la tarea. Ordoqui y Edith García Buchaca ya estaban en Cuba desde el 5 de enero de 1959.

Marcos Rodríguez aterrizó en la Isla después de estar un año, siete meses, cuatro semanas y dos días en el exterior. Un total de 609 días contados desde su salida de la embajada de Brasil en dirección a Costa Rica y después a México. Su confianza en regresar suponía que la verdad de lo sucedido aquel 20 de abril de 1957 jamás saldría a la luz. Al parecer, poseía una convicción sólida en que a su regreso no tendría ningún tipo de inconvenientes. En la prensa no había aparecido nada durante los días de euforia popular desde el 1ro. de enero. Era señal de que no existían cargos contra él.

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Página de la revista Bohemia del 28 de abril de 1957, dedicada a la masacre de Humboldt 7. (Tomada de OnCuba)

Transcurrieron los primeros días de febrero de 1959 y fue cuando el caso comenzó a polarizarse. En un extremo Marquitos y sus defensores, los cuales creían combatir una injusticia. Y en el otro los investigadores del Directorio, convencidos cada vez más de estar sobre el sospechoso, pero sin tener todos los elementos para que nadie dudara de que era el delator.

Si los argumentos hubieran sido suficientemente convincentes, nadie se hubiera atrevido a transgredir esa línea. Menos en aquella fecha, en que los valores de justicia habían alcanzado cotas muy altas. Por eso el título de mi libro, «Víctima o Culpable», pues entre esos dos adjetivos se desarrolló el drama.

Al no existir evidencias de su delación, la imagen de víctima continuó fortaleciéndose. Y en el ambiente reinaba la fábula de una venganza contra él por parte del Directorio Revolucionario. A pesar del tiempo transcurrido, la sospecha de la delación de Marquitos y la venganza del Directorio eran extremos de un mismo problema. El factor subjetivo aportaba un peso específico, solidarizarse con la víctima y oponerse al victimario. En este ambiente se desarrollaba el drama que iría tomando cuerpo con los días.

Angelina Rojas Blaquier, en su texto Primer Partido Comunista de Cuba, t. 1, (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005, pp. 87-88), explica que el jueves 29 de enero,

«(…) sin perder tiempo, MR se dirigió a las oficinas del Partido en la avenida de Carlos III. Joaquín Ordoqui, responsable de la Comisión de Educación, lo recibió. Después de los saludos de rigor, ambos se adentraron en el tema.

– ¡Ya sé! En la prensa voy a discutir con el Directorio para probar que sus dirigentes son anticomunistas…

– ¡Oye! ¡Oye! ¿Qué te pasa? Vete con cuidado —lo interrumpió Ordoqui—. Mira, el asunto contigo y el Directorio no es discutir si tú eres comunista y ellos no. Si tú mismo eres o no lo eres. El Directorio lo que está discutiendo contigo son elementos de una causa criminal. Los dirigentes tienen entendido que tú has delatado a los compañeros de Humboldt 7. Eso… No hay discusión política ni problemas ideológicos, en absoluto. El problema es si cometiste un delito o no lo cometiste. Y la tarea central tuya, si no lo has hecho, es demostrar que no lo has cometido.

–Está bien. Lo demostraré».

Sin embargo, los interesados en poner al descubierto las sospechas no llevaban un inventario sistemático de sus acciones pasadas. Incluso no sabían que Marquitos se encontraba en la Isla. Y menos que buscaba trabajo días después de llegar a Cuba. Como no supieron en 1961 que estaba detenido en Villa Marista.

La afirmación de que trabajaba allí es incierta y demostrativa del desconocimiento sobre el sujeto al que consideraban el traidor. Marquitos supo que conocidos de México laboraban allí en la dirección de cultura del Ejército Rebelde. Visitó el lugar para gestionar una plaza de trabajo. Fue atendido por su amigo Chelo Martínez, quien le propuso que regresara en otra ocasión. Las posibilidades del empleo en un lugar emblemático, un edificio de dos plantas, en la Avenida 31, frente a Ciudad Libertad.

Curiosa coincidencia, aquel inmueble dedicado a la enseñanza y a la cultura política y artística, había sido hasta el primero de enero sede de la Agencia Central de Operaciones (J´ACOPns), encargada de la parte operativa, investigaciones y detenciones del BRAC. Su jefatura se encontraba en otro lugar de la ciudad, en quinta y catorce, Miramar, frente a la casa del expresidente Ramón Grau San Martín. La parte operativa y de jefatura estuvieron separadas para conservar el secreto de trabajo.

Edith García Buchaca debía volver a México, al Congreso Continental por la Paz. A mediados del mes de enero se dirigió a la capital azteca. Vilma Espín, destacada combatiente, integraba igualmente la delegación cubana. Marquitos todavía se encontraba atendiendo los asuntos de la repatriación de los cubanos en el Distrito Federal. Cuando se volvieron a encontrar Edith y Marquitos, salió el tema reiterado y conocido, la imputación de delación. Tuvieron una conversación sobre el tema. Y este encuentro volvió a salir en abril de 1963, durante el juicio ante las preguntas del fiscal al detenido. Prefiero contarlo en el momento del juicio, para no adelantar algo tan importante y evitar repetirlo.

A pesar de todo lo explicado, ellos fueron víctimas de Marquitos y no al revés como piensan algunos. Aun, después de tanto tiempo despiertan más dudas Ordoqui y Edith que Marquitos. Al pensar que estaba siendo perseguido por el Directorio lo defendieron, y él aumentó su imagen de persona inocente y sobre la cual se estaba cometiendo una injusticia.

Una observación importante, el Ordoqui de 1959 no será el mismo de 1963, donde había alcanzado el cargo de viceministro y el grado de comandante. En mi investigación para escribir el libro, encontré que la única persona que intuyó su maldad fue la mamá del cineasta Fandiño, cuando se refirió a su mirada. Su manera de hablar y otros elementos hicieron que muchos le cogieran lástima. Sabía engañar y bien.

Volviendo a Ciudad Libertad el día 4 de febrero de 1959, cuando Marquitos visitó el lugar en busca de trabajo. También estuvieron ese día Marta Jiménez y Julio García Olivera. Y por casualidad vieron de lejos a Marquitos. Hablaron con Selma Díaz, esposa de Osmany Cienfuegos.

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Marcos Rodríguez durante el juicio en 1964. (Tomada de OnCuba)

–Venimos a ver a Camilo y entonces nos han dicho que no está…

–Espérense un momento –le dijo Selma. Y entró al despacho del Comandante William Gálvez, jefe de la Dirección de Inspección, el G5. Ante la insistencia de Marta Jiménez, Camilo Cienfuegos designó al capitán Reinier Díaz, segundo jefe del DIER, para realizar la investigación. Después de haber hecho múltiples tareas para descubrir la traición, el investigador debió hacer un informe sin mencionar su inocencia, sino explicando no haber encontrado su culpa.

Entonces fue liberado de su prisión en Columbia. Lo soltó Camilo y no Ordoqui. La gestión para estudiar cine en Praga se había hecho en México antes de 1959. Al no tener dinero para el viaje, se pospuso. Ahora estaban dadas las condiciones y marchó a Checoslovaquia.

Durante el juicio, en 1964, el fiscal le preguntó a Marquitos por su conversación con Edith en aquella ocasión en que ella volvió a México al Congreso Continental por la Paz.

–Regresa a La Habana, el Directorio te acusa por la muerte de los compañeros de Humboldt 7. Debes esclarecer tu situación –le dijo Edith a Marquitos. Al oír esta respuesta de Marquitos al fiscal, Fidel intervino y agregó. —Si lo hubiera protegido esa no sería la respuesta, sino quédate y no regreses. En la Revista Bohemia donde se reproduce todo el juicio se puede encontrar el interesante pasaje.

Como no bastó mi libro sobre Humboldt 7 en el que explico mi punto de vista sobre aquel hecho, recurrí al mismo procedimiento realizado en la UNEAC en el 2013 con la «Maleta de Chibás». Cuando combatimos Lela y yo por demostrar que Chibás no tenía pruebas contra Aureliano Sánchez Arango en su famosa maleta. Y donde Miguel Barnet me regañó al decir que yo «no limpiaría el piso de la UNEAC con Chibás». Aunque no me llamó cuando en el 2016 Fidel afirmó en el programa televisivo Mesa Redonda que Chibás no tenía pruebas.

Ante las dudas expresadas por algunos interesados en el caso de Humboldt 7 que no coincidían con mi interpretación en el libro «Víctima o Culpable», propuse en la UNEAC hacer una reunión parecida, a la que asistieran los que tenían dudas y opiniones diferentes. Nadie respondió a la invitación cursada mediante correo. Califiqué el hecho como lo hacen en las peleas de boxeo: nock out por no presentación.

Debo decirle a mi amiga Lela y a otros una frase muy utilizada por los que les gusta la gastronomía: comer pescado requiere de cuidado, tiene espinas. Parece mentira que hayan incurrido en el mismo error de Eduardo Chibás al acusar al padre de Lela, Aureliano Sánchez Arango, de haberse apropiado del dinero del desayuno escolar. Y la respuesta del acusado fue: ¡pruébalo! Como Chibás no pudo demostrarlo recurrió al disparo que le costó la vida.

(AL): La observación de Lela es coincidente con el criterio de Guillermo Jiménez, Jimenito, dirigente del DR y una de las personas que contribuyó a la denuncia contra MR. Este también dijo siempre que existió un «irrestricto apoyo» a MR por una parte de la dirigencia del PSP, especialmente Carlos Rafael Rodríguez, JO y EGB, que lograron ponerlo en libertad y desecharon la posibilidad de realizar un juicio.

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Comandante Guillermo Jiménez Soler, conocido como Jimenito. (Tomada de OnCuba)

(NB): Invocar el irrestricto apoyo a Marcos es desconocer la existencia de otro poder interesado en que el juicio se diera. Se dio comienzo al primer juicio y por las opiniones vertidas, alusión al sectarismo como causa, se suspendió y dio paso a un segundo juicio. Si hubiera existido ese irrestricto apoyo, tan invocado y reiterado, no se hubiera realizado el segundo juicio.

(AL): Según Jimenito, en el propio año 1959, el DR solicitó una reunión, para la que fueron designados él y Alberto Mora, con el objetivo de tratar con el PSP la delicada situación de que MR, un militante de su partido, era el delator. Así lo contó:

«El planteamiento principal que le hice a nombre del Ejecutivo del DR fue nuestra proposición de juzgar a MR de manera conjunta entre el DR y el PSP, para lo cual propusimos designar un tribunal revolucionario integrado por el mismo número de militantes de cada organización, cuya tarea sería dilucidar la culpabilidad o la inocencia del acusado. Una vez alcanzado un consenso, nos dirigiríamos al Cte. Fidel Castro para imponerle de los antecedentes y de la conclusión».

(NB): Lo que no se dice es la opinión de Ordoqui y Carlos Rafael cuando Jimenito y Alberto Mora le hicieron la propuesta. Una de los argumentos que ellos llevaban era el dinero que poseía Marquitos en México. Frente a ese argumento, Ordoqui dijo que iba a comer a su casa por no tener dinero. Algo más, si el Directorio hubiera hecho la propuesta de reunión, esta no se habría realizado en la casa de la mamá de Carlos Rafael. Y algo más importante, a esa altura del proceso revolucionario nadie iba a correr el riesgo de defender a un traidor, que además no era importante desde el punto de vista político.

(AL): Otra cosa que indica apoyo irrestricto fue el fusilamiento de los esbirros de Ventura en 1959 sin que se lograra una declaración legal contra MR. Ellos le aseguraron a Marta Jiménez —esposa de Fructuoso Rodríguez, uno de los mártires de Humboldt 7—, cuando fue a verlos a prisión acompañada por Julio García Olivera, que habían estado presentes en la entrevista del delator con Ventura, e identificaron a MR entre varias fotos de diferentes personas. Marta se entrevistó con Camilo, bajo cuyo mando estaban los prisioneros, y le pidió que no los fusilaran hasta que no se efectuara ese acto.

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Marta Jiménez, viuda de Fructuoso Rodríguez (Tomada de Juventud Rebelde)

(NB): Marta no se entrevistó con Camilo sino con William Gálvez, según Selma Díaz, esposa de Osmany Cienfuegos. Además, el capitán Reinier Díaz nombrado por Camilo para la investigación se entrevistó con Mirabal, la otra persona viva y presente en la entrevista de Ventura y Marquitos.

(AL): Podría argüirse que la euforia de los momentos iniciales del triunfo motivó la descoordinación; pero debe tenerse en cuenta que Osmany Cienfuegos, hermano de Camilo, era un militante comunista reconocido desde sus tiempos de la universidad, que había visitado la casa de JO y EGB en México en el mismo período en que lo hiciera MR, y que pudo incidir en la rápida desaparición de los hombres que habían identificado al traidor.

¿No cree muy raro que la proposición del DR de celebrar un juicio conjunto en la primera ocasión en que MR estuvo detenido no fuera aceptada y, lejos de investigar las pruebas con que contaba el DR, el PSP garantizara la salida del país de MR y le asignara tareas de extrema confianza como ocupar un puesto en la embajada de Cuba en Checoslovaquia?

(NB): Eso está contestado antes.

(AL): JO fue acusado no solo de proteger a MR, sino de haber brindado información a la CIA. Usted sostiene su inocencia a contrapelo de los siguientes elementos:

  1. Fidel crea una comisión para dictaminar la culpabilidad de JO, lo cual se hace público en la prensa. La misma estuvo conformada por Osmani Cienfuegos, Alfredo Guevara, Pepe Abrantes y Emilio Aragonés. Coincidentemente, todos ellos visitaban la casa de Ordoqui y Edith en México estando allí Marquitos; y, con excepción de Aragonés, todos eran miembros del PSP. Si la comisión dictaminó, nunca se ha conocido.
  2. El propio Fidel reprocha a JO que hubiera guardado, sin darla a conocer, una carta que MR le dirigiera por intermedio de su padre, estando ya preso y en la que hacía insinuaciones y afirmaciones muy graves, como que él le había confesado a Edith en México que era el delator.
  3. Existe una reunión del BP que ratifica la culpabilidad de Ordoqui, aunque decide no encausarlo.

(NB): Existen suficientes elementos para concluir que todo es una operación secreta de la CIA. Quien develó el asunto, sin saberlo, fue Philip Agee, al decir que al hombre encargado de la operación le dieron la medalla de oro de la CIA. Miguel Barroso, ministro del gobierno español y autor de uno de estos libros sobre el caso Marquitos, descubrió la diferencia de opinión entre el primer libro escrito por Agee, publicado en Inglaterra, y el segundo publicado en Cuba. Les dejo esa tarea para tener otros elementos al respecto. Agárrense a la silla, no se vayan a caer.

(AL): ¿A pesar de lo anterior, qué elementos lo convencen de la inocencia de JO y EGB?

Existe una duda que usted sembró en mí en la anterior conversación que tuvimos, allí afirma que el PSP buscó un acercamiento a Batista aun después del 10 de marzo, sus palabras fueron:

«Después del golpe los dirigentes del PSP habían establecido contacto con Raúl Lorenzo Ruiz, ministro de Comercio del nuevo gobierno (…) No era un desconocido, en 1937 había militado en las huestes juveniles comunistas. Mantenía relaciones con los miembros del PSP y ellos le habían dado la encomienda de sondear a Batista para ser aceptados. Aunque Batista estaba subordinado a los designios del Departamento de Estado y en ese momento debía obtener la anuencia por el golpe de Estado, la respuesta de Raúl Lorenzo llegó: “los americanos los tienen vetados y no puedo hacer nada”».

El capitán Esteban Ventura Novo era un hombre extremadamente precavido, logró burlar varios intentos de atentados, incluso, monitoreaba a través de la radio de la policía las conversaciones con el alto mando del ejército, lo que le permitió conocer los planes de fuga de Batista, en los que no estaba incluido, ante lo cual se presentó, ametralladora mediante, y logró huir con su familia en uno de los aviones. Me pregunto cómo fue posible que MR, un estudiante poco conocido, hubiera convencido a un hombre así a acceder a reunirse con él sin que terciara una recomendación.

Marquitos (7)

Esteban Ventura Novo

(NB): Lo primero a saber del hecho, la reunión se dio, los motivos de Ventura para acceder a la entrevista es su interés en ascender. Está explicado en «Víctima o Culpable». Ventura escribe su libro en 1961 y dice que los que dieron la información son Faure y Raúl Díaz Arguelles, cosa incierta. Raúl Díaz no está en Cuba cuando la entrevista de Marcos y Ventura. Hay un interés de la CIA en provocar disidencia interna. Lo que se puede confirmar en el libro de Miguel Barroso, que le escribió a la CIA y esta le respondió. Y dan un dato revelador: al juicio de Marquitos asistió alguien vinculado a la CIA y analizó lo que se le puede sacar a la reunión, la desunión interna.

(AL): También está la famosa visita del agente Castaño a JO y EGB en México. Este era miembro del FBI y se ocupaba de la represión a los comunistas en el BRAC.

¿Qué puntos comunes podría tener un individuo así con dos veteranos comunistas como aquel matrimonio? ¿Por qué no informaron de esa visita tan poco usual a la dirección del PSP, cosa reconocida por Blas Roca y otros ante la Comisión del Buró Político que se creó para esclarecer los hechos?

¿Podrían JO y EGB haber intentado, incluso sin contar con la anuencia de toda la dirección del PSP, ser bien vistos por «los americanos» para que dejaran de vetar un acercamiento del Partido con Batista?

(NB): Explicado también en «Víctima o Culpable», casi todo está explicado ahí.

Aprovecho la oportunidad que me brinda el cuestionario de preguntas sobre el hecho del que no se sabe mucho y está explicado en el libro. Yo no he ahorrado explicaciones en los asuntos que podrían ayudar a entender todo lo relacionado con aquel asunto.

Aquí cabe la pregunta de por qué el Instituto Cubano del Libro no lo publicó. Ello hubiera ahorrado todas estas interpretaciones erróneas, donde tal parece que la Revolución manipuló una verdad para no dar a conocer asuntos que la condenaban. Y es todo lo contrario, la Revolución actuó con total honestidad.

El libro lo revisó el profesor Alfredo Prieto, es uno de los lectores de la editorial para algunos textos. Me dijo que estaba de acuerdo con él. La responsable de la editorial, María de los Ángeles Navarro, también estuvo de acuerdo en publicarlo, después varió su opinión y dio explicaciones que no me satisficieron.

También la cineasta Rebeca Chávez escribió un libro sobre Humboldt 7 y no se lo publicaron. Según me contó Carlos Tablada, encargado de la Editorial Ruth, habló en la oficina del presidente del ICL sobre el mismo. Estaba en la conversación el antiguo director de Ciencias Sociales. Tablada quería asegurarse en no publicar nada en contradicción con la Revolución. Él no me contó las interioridades de la conversación, pero al publicarlo es deducible no tener problemas.

10 junio 2021 20 comentarios 6,3K vistas
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Juan Vilar entrevista a Max Lesnik (I)

por Consejo Editorial 18 agosto 2020
escrito por Consejo Editorial

La Habana. Agosto Pandémico del 2020.

A Ricardo Figueredo: lo que se sabe, no se pregunta.

A diferencia de casi todo el universo conocido, en Cuba el deja vú no cumple su función de sorpresa o de recuerdo, porque el lento pasar de los días se repite intacto salvo la vejez que como ley natural y drama humano, tiene descrita su finitud de antesala de la muerte. Los cubanos, generalmente, morimos viviendo en circunstancias similares a las que nacemos: la misma casa, la misma escuela, las mismas ropas, los mismos recuerdos, los mismos parques, los mismos cines, la misma historia, los mismos Pablo y Silvio, los mismos líderes y el mismo porvenir… Quizás por eso aquella vieja entrevista que no publiqué podría salir cualquier miércoles o lunes o jueves del futuro.

Nuestra vida es como la rueda del molino de agua que carga la misma cantidad y la vierte en el mismo cauce. Solo el viento cambia de dirección mientras mueve las aspas que repiten velocidad y destino. Esa es mi impresión hoy 15 de agosto del 2020 mientras a mi madre la sacude otra isquemia transitoria. Nada nuevo ha ocurrido, al menos nada impredecible, después del 17 de diciembre del 2014 cuando el general de ejército Raúl Castro y el presidente Barack Obama entraron juntos de la boca en la historia de Cuba, queriendo resolver un conflicto al que Fidel no le puso mucho entusiasmo, a pesar de dedicarle casi todo su tiempo de vida. Tan solo un mes después del punto de giro del 17D el comandante publicó: “No confío en los Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos, sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los conflictos o peligros de guerra”.

Hasta el momento en que el general presidente -al decir del abad Eusebio Sieyès Leal- y el primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos aparecieron simultáneamente en la televisión, los dos eran una anécdota en el tiempo, porque sé que la historia del mundo se circunscribe y acomoda a numerosas batallas recordadas para gloria de un solo nombre: Atila, Julio César, Luis XIV, Napoleón, Martí-Gómez-Maceo… Solo los estudiosos, los específicos, los memoriosos, recuerdan los nombres de aquellos que acompañaron la grandeza de unos pocos.

Los arqueólogos y los antropólogos estudian rigurosamente el pasado para comprender el futuro, mientras la filosofía y la historia documentan la relación entre los hechos y el presente. Es la zona lúdica de la experiencia humana en que se mueven la mayoría de los autores que solventan la vanidad: descubrir, alertar, escribir su nombre propio en letras doradas. Pero el reconocimiento llega tan pronto como el después intuido por el tango: “Que importará el después. Toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado. Eterna y vieja juventud, que me ha dejado acobardado, como un pájaro sin luz.”

Primera parte: La Habana. Diciembre finales del siglo XX.

Lo vi atravesar el lobby del Hotel Nacional de Cuba acompañado por su hija y perderse en el elevador. Intenté abordarlo en la Catedral de La Habana pero el contexto no era favorable: demasiados moros en la costa. Recién visitó a Jimenito acompañado por Alfredo Guevara y Roberto Cavada. La visita me inquietó. ¿Por qué Alfredo lo acompañó a visitar a Jimenito: el gran perseguido? Que se hayan conocido en el pasado nunca es una buena razón; al menos, en política, suficiente razón. Un amigo común que siempre lo acompaña en sus vistas a Cuba le comentó mi interés por entrevistarlo a lo cual gentilmente accedió Max Lesnik.

“La revolución del 33 la capitaliza Grau San Martín, digamos que por temor reverencial de la nueva generación. Aquella generación no se sentía capaz de sustituir a los “Veteranos y Patriotas” y “Generales y Doctores”. Por suerte apareció Antonio Guiteras, motor de ese movimiento revolucionario antiimperialista”.

JP: ¿No fue una revolución liderada por los comunistas?

ML: Los comunistas no entendieron la situación del momento y se colocaron en posiciones extremas que le hicieron el juego a la embajada estadounidense, al incipiente movimiento fascistoide de los abecedarios (por sus siglas A.B.C.) y a la derecha que quería derrocar a Grau. Del 33 quedó una revolución frustrada y el surgimiento del Partido Revolucionario Cubano Auténtico; herencia del partido de Martí.

JP: ¿Por qué los comunistas pactan con Batista?

ML: Moscú dio la instrucción de que todos los partidos tenían que pactar con la realidad, y la realidad podía llamarse Batista en Cuba, como podría ser cualquier otra dictadura. No había alternativas; o aceptabas o te ibas. Y fíjate donde voy a llegar, los Auténticos se convierten en la izquierda política del país, y el Partido Comunista con contadas excepciones, se va aislando y amarrando a la situación electoral con Batista.

JP: ¿Qué representa el Partido Ortodoxo?

ML: La ortodoxia representa la rebeldía frente a la corrupción. Nosotros encarnamos la línea recta de la revolución que arranca de Varela, Martí, Mella, Guiteras, Grau es la frustración y Chibás recoge las banderas.

JP: ¿Por qué se suicida Chibás?

ML: Porque no tuvo la sanidad mental para plantear el debate con Aureliano en términos más pragmáticos. Chibás era un revolucionario populista; se acorraló en su propia palabra. Tenía cultura, conocía el marxismo y la dialéctica, pero no tenía el entrenamiento para dar un paso atrás. Si hubiera leído a Maquiavelo hubiera comprendido que El Príncipe no puede cumplir su palabra cuando lo que está en juego es su política. Pero quiso cumplir su palabra con unas pruebas que no tenía, y va al suicidio para probárselo al pueblo que lo había abandonado.

JP: ¿Pero su entierro fue multitudinario?

ML: Yo soy testigo de excepción. Estaba ese sábado montado en su cuña conversando con él, que me invitó a pelarme en una barbería que había en el Hotel Inglaterra. De la esquina una multitud le gritó burlándose: ¡Chibás saca la maleta! (en alusión a las pruebas). Le vi el rostro constreñido; la vergüenza. Lo mató la vergüenza y se suicidó.

JP: Algunos piensan que el suicidio es un acto de cobardía.

ML: Yo respeto ese criterio, pero conozco muchos buenos revolucionarios que se han suicidado por la vergüenza o por la vida. Y en la propia revolución cubana los hay.

JP: ¿Quiénes componían la ortodoxia?

ML: Lo mejor de esa generación que se llamó del Centenario. Gente joven que quería estar en contacto con las masas para influir de verdad en ellas. Y si tú te lees el documento que hizo la Juventud Ortodoxa en 1948 -donde yo soy uno de sus exponentes- afincando el pensamiento político e ideológico de la juventud cubana, te vas a encontrar que ahí proclamamos primero que somos socialistas, segundo, se esbozan planteamientos radicales para cualquier país de América Latina en la actualidad.

JP: ¿Por ejemplo?

ML: Los sistemas de salud, educación y deportes que existen están planteados en ese documento por nosotros con las limitaciones de la época. El concepto de las nacionalizaciones de las industrias básicas empezando por la azucarera. La nacionalización de las compañías extranjeras de petróleo. La reforma agraria para repartir las tierras a los campesinos a través de cooperativas. El enfrentamiento a la política norteamericana de mantener el control de la economía y la política del país. También dijimos que el enfrentamiento con los comunistas no era por razones de ideología, porque hicimos un análisis marxista de la situación, sino porque el P.S.P, que debía ser una fuerza motor del proceso, estaba aliado a otro bando.

JP: ¿Cuál era la estrategia inmediata de ustedes como fuerza revolucionaria para llevar a cabo ese programa?

ML: Influir en el proceso cubano y en las dos generaciones. Lo que estaba planteado en el país era corrupción o no corrupción y pensábamos que lo lógico era liquidar la corrupción para llegar a las reformas sociales en el futuro.

JP: ¿Por qué no darle prioridad a las reformas sociales?

ML: Porque plantear las reformas sociales como si fueran lo fundamental convertía nuestro programa en más radical que el que tenían los comunistas.

JP: Eso no me parece mal.

ML: Es que también eran un partido browderista. Ellos decían que el socialismo en Cuba era consecuencia del socialismo en Estados Unidos; nosotros no. Ah, tú estás esperando a que Lenin tome el poder en la General Motors. No por casualidad la mayoría de los que hoy están en la disidencia, eran comunistas. Se acabó Moscú, entonces vamos a mirar para Washington. Todos estaban al servicio de la política de los norteamericanos, empezando por el viejo Blas Roca.

JP: No te simpatizan mucho los comunistas.

ML: Cada vez que veo un radical, pero que al final no hace otra cosa que esperar que otros hagan lo que a él le corresponde, me surgen graves sospechas.

JP: Sin embargo, ustedes aceptaron abundantes contribuciones de gente que no era muy católica que digamos.

ML: De gente muy rica y poderosa asqueada de la corrupción. Gente conservadora como Fico Fernández Casas; también contribuyente del 26 de Julio. No estoy hablando de gente que cuando sonó la palabra revolución se mandó a correr, no. Se mandó a correr cuando las contradicciones lo llevaron a perder sus intereses.

JP: La muerte de Chibás deja un vacío…

ML: …que se llena con una candidatura electoral creada por un golpe de mano de factores del partido que se aprovechan de las circunstancias, y escogen a Agramonte, un profesor honorable candidato a vicepresidente, pero sin condiciones políticas para dirigir el partido.

JP: Muchas son las opiniones que rodean el 10 de marzo de 1952. ¿A tú juicio, por qué se produce el golpe?

ML: Fundamentalmente por dos cosas: Grau no tiene prestigio y Chibás está muerto. Si Grau llega a tener prestigio no hay golpe de estado. Y si Chibás está vivo tampoco. No porque Chibás vaya a Columbia a disputarle el poder a Batista, sino porque a Batista no se le ocurre darlo.

JP: ¿Ustedes tenían alguna relación con el ejército?

ML: En 1950 nos reunimos en el Hotel Nacional, Ugalde Carrillo, Chibás y yo. Hablaron aparte, pero después Chibás me contó que Carrillo vino a ofrecerle un golpe de estado. Chibás le contestó -después lo dijo por radio sin mencionar el nombre- que lo único que quería era que la unidad de jóvenes del ejército que estaba descontenta por la corrupción, le garantizara las elecciones libres. Salvó al corrupto Prío para sostener la institucionalidad.

JP: ¿Después del golpe de estado, cuál es el panorama político que se observa?

ML: Comienzan las inquietudes estudiantiles y juveniles pero no hay partidos políticos, porque los tradicionales -conservador y liberal- se fueron con Batista. Los auténticos, encabezados por Prío -que tenía dinero- y Aureliano, en desbandada; la ortodoxia sin lideratura, pero con muchas masas.

JP: ¿Y el P.S.P (comunista)?

ML: Buscando dialécticamente donde ubicarse. Batista no los puede llamar de nuevo porque los americanos le dicen que no, pero ellos tampoco adoptan una línea de confrontación porque entienden creo, y no les faltaba razón, que la represión más violenta iba a ser contra ellos. Se mantienen en oposición pero cuidando que sus cuadros no los vayan a matar Ventura o Carratalá, porque les costó mucho trabajo formarlos.

JP: ¿Por qué dices que ustedes no tienen líder?

ML: Recuerdo la frase que me dijo Agramonte el día del golpe cuando va a tocarme la puerta: ¡Todo el mundo boca abajo! Era realmente eso, porque hay un golpe de estado. ¡Pero esa no es la respuesta de un líder!

JP: ¿El poco liderazgo de Agramonte influye en las filas ortodoxas?

ML: Divide el partido entre agramontistas y millistas, que es la corriente frustrada, porque es a Millo Ochoa al que le correspondía ser el candidato presidencial. Los agramontistas se abroquelan en la independencia política de no pactar con nadie, lo cual les permitía mantener la supuesta pureza del partido. Los millistas, que es la corriente a la que pertenezco yo, viendo que teníamos la mayoría del pueblo de Cuba y no contábamos con recursos pactamos con los Auténticos, lo que se conoce como el Pacto de Montreal.

JP: ¿Pero los Auténticos son los corruptos?

ML: Se supone que es el esfuerzo conjunto de dos partidos que en un momento dado tuvieron una misma ideología, ahora separados por la corrupción. Como no están en el poder dejan las diferencias para después e intentan reconquistar el sistema democrático. Dentro de esas fuerzas estaba Fidel, que era de Millo, aunque ellos dos no tenían buenas relaciones.

JP: Algo que siempre me gusta hacer en Miami es tomar café en el Versalles, digamos que a las siete de la mañana. La inmensa mayoría de las personas de más de sesenta años con que converso dicen haber conocido a Fidel en su época de agitador. ¿Era realmente popular antes del Moncada?

ML: En la universidad si. Era conocido por los elementos más jóvenes y bien conocido en La Habana, porque no te olvides que Fidel aspiró a Representante de esa provincia por el Partido Ortodoxo. Además, tenía una hora de radio…

JP: La Hora de Pardo Llada.

ML: No, no. Pardo Llada tenía un noticiero muy popular que servía de caja de resonancia de la gente más inquieta de la izquierda, incluyendo a los comunistas. Pardo era el vocero y Fidel lo utiliza.

JP: Entonces su popularidad antes del Moncada es parte del mito.

ML: Bueno, dentro de las filas del partido si era muy conocido; logró una militancia fidelista. Era el más caracterizado acusador, aunque no era radical. Es más, los elementos de la juventud ortodoxa ideológicamente se expresaban de una forma más radical. Como aspiraba a Representante tenía el cuidado de no colocarse en una posición extremista, porque ni contribuía con eso a su éxito, ni al del Partido; y tampoco podía hacer mucho por esas ideas.

JP: Fue una buena estrategia de su parte. ¿El Moncada?

ML: A partir del asalto al Moncada evidentemente se concreta una nueva lideratura generacional que no tiene lo que llamaríamos el temor reverencial de la del 33, y pudo establecer la conciencia de que podían.

JP: De alguna manera desestimas a la generación anterior.

ML: La generación nuestra es distinta. Cuando entregamos parte del poder público a gente mayor no es porque nos consideramos incapaces, sino porque hace falta enmascarar la juventud de nuestro movimiento para que nos crean. Tan es así, que siendo Fidel el líder indiscutido de todo el movimiento revolucionario -desde el punto de vista generacional-, el frente político no se consolida hasta que suben a la Sierra Raúl Chibás y Felipe Pazos.

JP: ¿Y Urrutia?

ML: ¿Qué es Urrutia? Un Grau San Martín sin talento. Grau se pudo robar el movimiento cuando los estudiantes le entregan el poder porque sabía más que los estudiantes. Pero cuando Fidel le entrega la presidencia a Urrutia, Fidel sabía más que Urrutia. Esa es la realidad.

JP: ¿Cómo recibe el movimiento revolucionario el asalto al Moncada?

ML: El grupo ortodoxo de Agramonte ve una complicación en un hecho que provocó, digamos, temor justificado, pero temor. El grupo de Millo lo vio bajo la misma óptica que los comunistas: como una aventura. Porque todas las aventuras que no tienen éxito son aventuras. Los ortodoxos de Millo sienten que Fidel se adelantó al Pacto de Montreal; la revolución, el golpe que nunca llegaba.

JP: ¿Cuál es la reacción inmediata de Batista?

ML: Cogió preso a auténticos, ortodoxos y comunistas. Ahí entonces se refleja abiertamente por parte de los pesepianos una actitud de crítica, como que era un golpe puchista.

JP: Tengo entendido que Carlos Rafael condena el hecho durante el juicio a los comunistas.

ML: No conozco ese hecho, pero si leí lo que publicó La Carta Semanal. Hay un grupo de comunistas que no aceptan esa línea como César Vilar y Alfredo Guevara, que se va para México. Es el tránsito hacia una posición más revolucionaria.

JP: Franqui también.

ML: Lo de Franqui fue anterior. Carlos Franqui se va del partido porque no le dan la dirección del periódico Hoy; no se va por contradicciones ideológicas. Y después, resentido con los comunistas, adopta una posición antibatistiana y llega a ser un personaje dentro del 26 de Julio. Ahora, Guevara y ese grupo de gente se van con Fidel porque lo conocen de la universidad. Ellos no van al vacío.

JP: ¿Y los Auténticos?

ML: Por supuesto que se desentienden. Fidel los ha fustigado duro.

JP: El Moncada pone sobre la mesa la lucha armada. ¿Qué hacen ustedes?

ML: Estábamos a favor de la lucha armada por la vía clásica de derrocar al gobierno con apoyo del ejército. Eso es lo que se enseñaba en todas las escuelas revolucionarias.

JP: Entonces Fidel no asistió a la misma escuela que ustedes.

ML: Tampoco quiere decir que estuviera contra el ejército totalmente, pero si como institución. Fíjate la diferencia. Fidel dice: si hay buenos en el ejército que vengan al lado revolucionario y que se acabe la institución, que es la que está atada a históricos convenios con los Estados Unidos.

JP: ¿Cómo eran tus relaciones con los estudiantes?

ML: Cuando ocurre el asalto al Palacio Presidencial yo estaba en la dirección de la Juventud Ortodoxa, muy vinculado a la Universidad que era el centro -otra laguna de la historia-, y no participo porque factores dentro de la F.E.U. se oponen diciendo que el ala política de la ortodoxia era de los Auténticos. No obstante, mantengo el vínculo con los estudiantes. Conservo en Miami una carta de Carbó Serviá antes que lo mataran en Humboldt 7, dándome las gracias por las colaboraciones que yo le había hecho, y dice además, que otros lo han abandonado refiriéndose a Carlos Prío.

JP: ¿A través de los estudiantes te alzas en el Escambray?

ML: No, a través de elementos ortodoxos que ya estaban en el Escambray, como Sargén; no el que está en Miami, que es un farsante, sino el hermano que ya murió. En La Habana la cosa se había puesto muy difícil; la represión era violenta y yo estaba bastante huérfano de relaciones revolucionarias.

JP: ¿Todos los alzados eran ortodoxos?

ML: Éramos un frente popular donde también habían del 26 de Julio y elementos estudiantiles. Cada cuál llevaba su brazalete. Comunistas no habían.

JP: Se ha dicho que ustedes nunca combatieron.

ML: Lo que no había era lucha ideológica interna, cada cual tenía su pensamiento. Un frente común era luchar contra el ejército de Batista en las Villas, pero no había luchas internas. Eso comienza a tomar más fuerza ideológica cuando llega el Che.

JP: ¿El enfrentamiento con el Che los convierte en una fuerza estigmatizada dentro del movimiento revolucionario?

ML: En política siempre las cuestiones personales gravitan mucho y luego se revisten de diferencias ideológicas. El Che que llega al Escambray viene con la instrucción de la Sierra Maestra de unir a todos los elementos bajo un mando, pero eso ya existía allí; era Menoyo, con una escisión del Directorio que no lo aceptaba. Mira, en lógica política el entendimiento del Che debió ser con Menoyo.

JP: ¿Pero es el Directorio el que pacta con el Che?

ML: Lo que pasa es que es muy difícil poner las cosas en su lugar hoy día. Pero el Che llega al Escambray sin conocer Cuba, sin conocer a los cubanos. Y si tú llegas a un país extranjero y tienes un amigo que te dice las cosas, tú le crees. El Che llega con una visión educada, con cierta preparación política, y la opinión de los pesepianos que se le han sumado en el camino.

JP: Además tropieza conque entre ustedes no hay comunistas.

ML: La estrategia comunista no era alzarse, y nosotros no íbamos a decir: Blas Roca, ven para que te alces con nosotros.

JP: ¿Por qué piensas que lo lógico debió ser un pacto entre Menoyo y el Che?

ML: Porque el Directorio le disputaba al 26 de Julio la hegemonía de la revolución. El asalto a Palacio es un golpe de los auténticos para impedir que la Sierra Maestra y la insurrección generacional, controlen el proceso revolucionario.

JP: Esas son conjeturas sectarias.

ML: Fíjate que cuando el Che viene para La Habana, la instrucción que le da Fidel, y eso estará en algún libro por ahí, es que no venga con el Directorio. ¿Después del triunfo con quién fue la bronca, con nosotros o con el Directorio? ¿Por qué el Directorio toma Palacio? ¿Por qué toman la Universidad? ¿Por qué se llevan las armas de San Ambrosio? ¿Para qué?

JP: ¿Y ustedes qué hicieron?

ML: Sabíamos que habían problemas, pero no tomamos ninguna posición militar porque ya Fidel había ganado y no queríamos confrontación. Lo hubiéramos hecho primero que nadie, porque la primera tropa que llegó a La Habana fue la de Menoyo; fuimos nosotros. Eso está en la historia. El que mandó a acuartelar a la policía de Batista fui yo, que llamé al jefe y le dije: Guárdenme las perseguidoras porque las vamos a tirotear.

JP: Sobre ustedes pesan acusaciones de asesinatos en el Escambray.

ML: Anoche estábamos hablando con Manuel Piñeiro sobre el tema de Carreras y los asesinatos. Las seis personas que mató están bien muertas pero mal matados, porque Carreras en vez de establecer un juicio formal, él mismo ajusticiaba a los que había que matar. Ahora, ningún tribunal revolucionario hubiera absuelto a ninguna de las personas que él mató.

JP: También tiene un enfrentamiento personal con el Che.

ML: Carreras estaba molesto con el manifiesto de la Sierra para que todos los soldados del 26 se incorporaran al Che. Carreras tomaba. Tienen una discusión que agrió las relaciones con toda nuestra organización, hecho que fue aprovechado por algunos elementos.

JP: ¿Cómo ves las cosas desde hoy?

ML: El Che las tuvo que haber visto de otra manera; es permitido. Pero Menoyo también. El Che no era un político y Menoyo dejaba pasar las cosas; no tenía lideratura política, no tenía estatura para ver las consecuencias de ese enfrentamiento.

JP: La cuestión no es quién tiene la razón. La cuestión es el respaldo popular.

ML: Lo mejor es tener la razón y la fuerza, pero si tienes la razón y no tienes los medios para imponerla, o para convencer a la mayoría de que tú tienes la razón, de que vale.

JP: Han pasado cuarenta años. ¿Qué piensa Max Lesnik?

ML: Si tú analizas mi pensamiento político a la luz de lo que yo te he contado, la revolución que yo soñaba era una revolución sin Washington y sin Moscú. En la línea martiana, mellista…

JP: ¿Te refieres a Julio Antonio Mella, que era comunista?

ML: No es verdad. Mella era ideológicamente comunista, pero tan cubano como la Palma. Si esa hubiera sido la línea de la revolución en el 59 los americanos nos hubieran arrasado. Ninguna, ninguna revolución hubieran permitido. Ni la más pequeña; y menos comunista.

JP: ¿De qué se dio cuenta Fidel que ustedes no?

ML: Que al igual que en la guerra, el enemigo le da cierto margen al adversario para que se mueva a posiciones negociables.

JP: ¿Pero muchos lo siguieron desde entonces?

ML: El problema es que yo no sé si lo entendieron. No es lo mismo entender a Fidel que seguirlo y decir: él sabe lo que hace. Porque no creo en Mandrake. Prefiero cuarenta años después reconocer que no tenía la razón, a haber adoptado sin creer toda una doctrina filosófico-religiosa.

JP: ¿Religiosa?

ML: ¿A quién tú crees que respeta más Dios, al que dice que no cree, porque no cree, o al que dice creer y no cree? Ahí es donde está la clave de la cuestión: si yo no creo, no te sigo.

JP: Para finalizar, ¿Fidel y usted no fueron enemigos?

ML: No, nunca; en lo personal siempre fuimos amigos. Siempre hubo una buena relación.

(La segunda parte de esta entrevista será publicada el jueves 20 de Agosto)

18 agosto 2020 29 comentarios 1,7K vistas
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Una antigua conversación

por Consejo Editorial 4 julio 2020
escrito por Consejo Editorial

Conocí a Edith García Buchaca cuando estaba escribiendo “Esperanzas y Desilusiones”, creo, en el año 2004, estaba interesado en saber si Ordoqui había hablado con Machado en los momentos finales del 12 de agosto de 1933. Ella me dijo que estaba preso en ese momento. Le regalé mi libro sobre Guiteras “Aquella Decisión Callada” y eso me abrió las puertas de su confianza. Me dijo algo que recuerdo aún, después de leer el libro: “yo pensaba que todo lo que sucedió en aquella época lo había soñado, ahora sé que no”.

Después me pidió otro libro para enviárselo a España a su hijo Joaquinito. Nuestras conversaciones eran fluidas, con confianza, ¡lo que hace un libro!, pensaba yo. Era alguien que había saludado a Stalin, creo, a Mao y otros. No dejaba yo de pensar que era alguien que había remontado los más altos niveles y que yo estaba por debajo de ella, en conocimientos y experiencias. Hasta que tomé conciencia que ellos no se miraban de manera crítica y por eso lo justificaban casi todo.

(Puede interesarle: Segundas Muertes en Cuba)

En otra ocasión le dije: ¿Cómo es que ustedes no se dieron cuenta que aquello se iba a derrumbar? No fue la única vez, en otra ocasión hablamos del desmerengamiento. Me dio una explicación que no me convenció. Sin embargo, le dije, alguien como el Che habiendo visitado la URSS menos veces que los dirigentes del PSP, Blas, Marinello o Carlos Rafael, lo anticipó en 1963. Este fue otro razonamiento que la dejó fuera de balance. Desde luego debía respetarla por su edad y por su trayectoria, por la posibilidad de que no volviera a hablar conmigo, aunque nunca me rechazó.

En una ocasión ella me preguntó por lo que pensaba sobre el pacto del PSP con Batista, en 1938. Si consideraba era un error o no. Le dije que había sido un error y comenzó a decirme los beneficios que habían obtenido, el reconocimiento del PSP, el periódico Hoy, una estación de radio. Entonces le respondí: “¿y por qué no hicieron eso con Guiteras cuando este les habló para integrar la Marina de Guerra? No me contestó, creo fue una respuesta contundente.

(Puede interesarle: Entrevista de La Joven Cuba a Newton Briones Montoto)

Me prestó las memorias de Ordoqui confeccionadas en Calabazar. De ellas extraje datos importantes, como la organización de la lucha contra Franco, durante la república española. Él habló y autorizó a Pablo de La Torriente, en USA, para ir a España. Esto no es mencionado por otros y por tanto desconocido. Me regaló cartas originales de Chibás y de Orestes Ferrara, demostración de su confianza en utilizar la información para mis libros.

Edith me habló del caso Marquitos, yo no me atrevía a hacerlo para no ofenderla o disgustarla. Entró en detalles y eso me dio la oportunidad de preguntarle con mayor libertad para saber si, como se afirmaba, lo habían protegido. También le pregunté por la visita de Castaño a México y me contestó con amplitud, sin temor a responder. Eso me dio seguridad en afirmar asuntos oscuros, los hechos están en mi libro “Victima” o Culpable.

Un error histórico común es suponer que Aníbal Escalante era el segundo de Blas Roca, y no lo era, sino que era la única persona que sabía dónde se ocultaba Blas. Otro mérito suyo que no se dice y creo le han robado, es que organizó la defensa de la república española por encargo de la URSS. Queda mucho por investigar sobre ellos dos.

Al final la acusación de estar vinculados a la CIA les hizo mucho daño a ambos. En el libro de Phillips Agee, él describe la medalla dada por la CIA al oficial de su caso. Edith me dijo que un nieto de ella, hijo de Teresita Ordoqui, llegó hasta la casa de aquel oficial pero había muerto tres días antes. Sobre Edith, las interpretaciones de su opinión siempre pueden ser variadas.

(Comentario de Newton Briones a propósito del artículo Segundas Muertes en Cuba, de Harold Cárdenas Lema)

4 julio 2020 5 comentarios 1,4K vistas
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Política y cultura en Cuba: revisar la historia

por Consejo Editorial 5 julio 2010
escrito por Consejo Editorial
pogolotti

Graziella Pogolotti

© Revista Temas, 09-04-2010
Graziella Pogolotti
Ensayista y profesora universitaria.
pogolotti@uneac.co.cu

El estudio de las numerosas intersecciones del vínculo entre cultura y política se ha abordado, sobre todo desde la perspectiva del llamado compromiso del intelectual, al margen de un análisis de las circunstancias de una sociedad concreta. Así se establece una confrontación reduccionista entre buenos y malos, entre triunfadores y perdedores, entre militantes y quienes se preocuparon por los problemas de la polis, afincados en su quehacer específico. Instalados en un tribunal, contemporáneos e historiadores asumen el papel de fiscales y abogados defensores en detrimento de la búsqueda de la verdad. El desenfoque del punto de vista conduce a centrar el debate en el ámbito de la creación, mientras se desconoce el papel esencial del estado, de las instituciones y de la prensa en la construcción de los canales de difusión de los valores de la cultura.
Los pensadores cubanos del siglo XIX, en intento por formular un proyecto de nación, intuyeron con lucidez en fecha temprana la naturaleza del vínculo entre cultura y sociedad. Encontraron soluciones prácticas para influir en la opinión pública, de limitado alcance en el contexto colonial y esclavista, libraron batallas en el seno de las instituciones, impulsaron conceptos avanzados de educación. Sin acceso a la participación política directa, vieron en la cultura un medio para diseminar ideas, forjar conciencia, unir voluntades y contribuir al diseño de un proyecto.
Los acontecimientos de la historia desplazaron a los reformistas cuando en La Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes cortó de un solo tajo el nudo gordiano que ataba la posibilidad de la lucha por la independencia de Cuba. La emancipación de los esclavos redefinía el proyecto de la nación. Para la sociedad y la cultura, el problema se tornaría aún más complejo al implantarse, con la intervención norteamericana en 1898, el experimento neocolonial. A la dependencia económica se sumaban las estructuras deformantes de un capitalismo periférico y un modelo político similar al estadounidense.

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5 julio 2010 4 comentarios 474 vistas
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