La Joven Cuba
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Fidel

Patria como deseo

por José Otoniel Vázquez Monnar 1 abril 2021
escrito por José Otoniel Vázquez Monnar

El hombre nuevo

En una clase de Psicopatología, efectuada en un hospital psiquiátrico docente, organizamos una presentación de caso. Un joven hospitalizado y clínicamente estable aceptó ser entrevistado por los estudiantes.  El paciente había encontrado refugio en un delirio político como solución a la angustia que le provocaban sus síntomas y experiencias psíquicas poco comunes.

En medio de la entrevista, no pudo evitar sostenerse una vez más en su delirio y gritó determinado: «¡Viva la Revolución!». Todos los estudiantes, a pesar de que observaban un acto docente, respondieron serios y sin dudar: «¡Viva!».  Al percibir la respuesta pronunció dos consignas más, que fueron respondidas automáticamente con igual determinación.  Mi colega y yo retomamos el ejercicio didáctico lo mejor que pudimos, calmamos la situación y agradecimos al joven por haber colaborado.

Luego de acompañar al paciente a la sala, invitamos a los alumnos a hablar de lo ocurrido. Mi colega no paraba de reír. Los estudiantes y yo estábamos divididos entre el asombro y la risa.

No debemos confundir psicosis con locura. El paciente se había servido del delirio, era un asunto que se explica a partir de la psicosis. Del lado de la respuesta −¡de los vivas!−, el asunto fue otro; y solo se explica a partir de la locura.

Patria 1

(Foto: Reuters)

El beneficio de la ignorancia

Lo humano nace del desamparo. En comparación con el animal, que generalmente garantiza su independencia en algunas horas o días, el ser humano solo es independiente en apariencia. Mientras que el animal se siente en la naturaleza, parafraseando a Bataille, «como el agua en el agua»; el ser humano solo cree poder encontrar garantías en el otro; en algo extranjero a sí mismo: en la madre, en el lenguaje, en lo social. Sin las garantías biológicas del animal y en su condición de ser social, lo más íntimo del sujeto humano es éxtimo, como diría Lacan.

Este empuje hacia otra cosa que sí mismo, es el deseo. A diferencia de la necesidad, la naturaleza del deseo es precisamente nunca poder ser satisfecho. Nos empuja al reconocimiento de los demás, a buscar refugio en el arte, en la religión, en el amor, en los ideales. Es gracias a esta imposibilidad de certeza de un programa biológico, de respuesta definitiva, que creamos y que buscamos formas nuevas de vivir juntos.

Por el contrario, cuando se pretende asumir o imponer respuestas definitivas, los efectos psicológicos y sociales suelen ser funestos. Desde los rejuegos neuróticos en los que nos involucramos, hasta la afiliación extrema o la alienación a una ideología, a una secta, o a una religión; el fanatismo y la radicalización son un velo denso donde, siendo más fieles a un imaginario, negamos maniáticamente que somos seres desamparados. Le damos la espalda al deseo.

Aun así, las contingencias de la vida nos devuelven necesariamente a ese lugar que queremos evitar. No solo a usted y a mí, a pesar de la aparente eficacia del autoengaño, también a la vecina que se enfermó, al que vive en la pobreza; también a los reyes. Ni los Papas, ni los dictadores, ni los agentes de la Seguridad del Estado, ni los policías son invulnerables. Aunque queramos ignorarlo, no hay quien escape al sin sentido de la muerte, la enfermedad y el sexo.

La Castro/ación

Dos días después de la muerte de Fidel Castro, el filósofo Slavoj Zizeck publicó un pequeño texto dedicado a Cuba: The Left’s Fidelity to Castro-ation. Jugando con el término psicoanalítico castración, el autor introduce una pregunta sobre el futuro de los cubanos. Se alarma de que seamos presa del imaginario de la izquierda occidental y reconoce las contradicciones en que quedamos atrapados después de esa pérdida. No obstante, trata y finaliza el artículo repitiendo el mismo malentendido que critica: el de leer el asunto cubano solo a partir del 59; el de ver lo cubano solo desde el sueño de la izquierda internacional.

Patria 2

(Foto: Michael Christopher Brown)

Fidel Castro ocupaba el lugar de la imago paterna. Salir de Batista, dictador que traicionó el ideal republicano martiano, e identificarse al reivindicador fue fácil para el imaginario del pueblo. Son pocos los que se resisten a la idea de un salvador que condensa esperanzas y alivia de incertidumbres futuras. El anhelo de una sociedad próspera socialmente, la narrativa del hombre nuevo y del bien común, ayudaron a establecer la nueva perspectiva social.

Más allá de los excesos políticos que el gobierno revolucionario justificaba, la imago paterna del líder de la Revolución facilitó cierto aglutinamiento, identidad de grupo, ilusión de poder compartido. No hay caudillismo sin el enamoramiento de las masas. Este efecto de cohesión y enamoramiento hacia Fidel Castro fue fracturado tras su muerte en 2016.    

Los presidentes que vinieron luego no pudieron provocar el mismo resultado, aunque hayan tratado de servirse de la imagen paterna. Lo que ha quedado es aferrarse a la fantasía del gobierno irreprensible, sin manchas e inmortal. Funcionarios y adeptos se agarran a la idea de que una ideología de manual puede definirlo todo.

Se produce de manera recursiva una sola versión, una sola verdad fija, eterna, ahistórica y binaria de la realidad cubana. Se representa un estado de imagen irreprochable. ¿Por qué una canción, el performance de un artista, la imagen de Martí con sus dos patrias, una publicación aguda de profesores en una revista, o una joven de veintidós años, se convierten ipso facto en contenidos altamente peligrosos? Porque el estado gobierna desde el semblante, desde la fidelidad a esa apariencia. No se sostiene en la relación entre las instituciones, la ley, la experiencia real del pueblo y la participación ciudadana; sino en la exigencia de asegurar una imagen.

Pasando por la Zafra de los diez millones hasta el reordenamiento monetario, el discurso oficial dice algo y la realidad del barrio, la mesa de muchas familias, dice otra. La separación entre el discurso oficial y la realidad del pueblo es enorme. Definitivamente dicho discurso está castrado.

Patria 3

La luz que alumbra y el brillo que ciega

Uno de los atolladeros a los que ha sido expuesta la subjetividad social cubana, es la reducción de los símbolos de la patria a fetiches. El estado no toma en cuenta la saturación propia de todo proceso propagandístico. Los chistes y la manera jovial del cubano siempre han ayudado para deshacerse del desbordamiento y la saciedad de la propaganda. Pero peor que el hastío es el hecho de que lo que deberían ser símbolos, metáforas de cubanía, se transforman en objetos que solo remiten a una idea reducida de lo nacional.

Podría decirse que fetichizar la patria es querer sostener el patriotismo en la idolatría, en una fe perversa. La perversión radica precisamente en que el fetiche niega toda dialéctica subjetiva y social y fija una única manera de tener placer. Lo que nos hace preguntarnos si la única manera de ser-en-sociedad en Cuba, es dentro de un socialismo fetichista.

Otro efecto de este tipo de parafilia política es el de la homogeneización del pueblo. Al negar su diversidad, la representación de pueblo se reduce a Uno. El filólogo judío Víctor Klemperer, en su libro LTI, La lengua del Tercer Reich, hace notar cómo ese término era usado en el naciente estado nacional socialista: «Pueblo» se emplea tantas veces al hablar y escribir como la sal en la comida; a todo se le agrega una pizca de pueblo (…).  Tengo la impresión de que en Cuba la noción de pueblo es simplemente un pretexto, a partir del cual se impide que el propio pueblo hable de sí mismo.

El fetiche tiene un brillo que ciega, pero la palabra es una luz que alumbra. A la idolatría del totalitarismo, se contrapone el volver a tener confianza en la palabra escrita de lo jurídico y en la palabra hablada del pueblo real. Es la palabra la que sostiene el dialogo, el lazo social, la diversidad de las narrativas de lo cubano, de la poesía, y es en el dialogo que se abriría el camino a la patria como misterio.

El fetiche esta por fuera del amor y denigra la palabra. Es por esto que el Estado no dialoga. No solo por su carácter totalitario, sino porque no tiene acceso a la palabra; solo a reliquias ideológicas; solo a consignas. Ve un enemigo en la poesía, en el arte, en la producción de pensamiento. No es que los funcionarios del Estado no quieran dialogar, es que les resulta imposible. Porque allí donde debería haber escucha, preguntas, misterio, han puesto un ídolo ideológico. Como diría Umberto Eco en El nombre de la rosa (…) «El diablo no es el príncipe de la materia, el diablo es la arrogancia del espíritu, la fe sin sonrisa, la verdad jamás tocada por la duda… Ojalá estemos a tiempo de todavía dudar».

«Sin patria, pero sin amo», escribió Martí, que prefirió el desamparo a la servidumbre. Es lo que han preferido algunos cubanos dentro y fuera de Cuba que son pueblo, artistas-pueblo, campesinos-pueblo, obreros-pueblo, intelectuales-pueblo, profesores sin aula-pueblo. Poco importa la estadística, poco importa la ilusión de minoría o mayoría. Un solo cubano es también pueblo. Otros, al contrario de Martí, prefieren la servidumbre al desamparo, optan por alienarse en consignas en vez de saborear la dimensión de la poesía; ellos también son pueblo.

Lo más íntimo en nosotros es disidente. El deseo en sí mismo desobedece, es inconformidad, nunca es unánime, no se adapta ni se conforma, busca otra cosa. Ante la imposición de la patria como idolatría y fetiche, póngase la patria como enigma y deseo, como palabra individual y de diálogo, como desobediencia y búsqueda. Hagamos de Cuba patria de lo individual y lo comunitario, un lazo inclusivo, una república, sin destierros, sin consignas automáticas.

1 abril 2021 18 comentarios 3,7K vistas
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The lessons of defeat in Bolivia

por Yassel Padrón Kunakbaeva 16 noviembre 2019
escrito por Yassel Padrón Kunakbaeva

Sad news and lessons come from Bolivia. The coup has been accomplished. Once again, the military has decided the game in our Latin American region, treading on the very Constitution they swore to defend. Evo and Linera resigned. They said it was to avoid further bloodshed. It’s the end of an era in the history of that Andean nation, the same one that witnessed Che’s death.

No one can deny there was a coup. Evo’s decision to run for reelection may be questioned, but it cannot be ignored that there was a ruling by the judiciary power which authorized his candidacy. In any case, it can be said that there was an institutional crisis, as well as issues with the counting of the votes. What cannot be denied is that Evo should have been the legitimate President until another legitimate President took office. The intervention by the armed forces can only be considered a coup.

Evo and his group made mistakes. When I heard that they had authorized an audit by the OAS, I thought that had to be a masterful plan hatched by Evo and Linera, because it would be tremendously stupid if it wasn’t. By now accustomed to the intelligence of Bolvian leaders, I believed they had everything under control, plan and counterplan. From the distance, I lack the data to judge them properly. The fact is that the OAS came in and played its role.

My romantic side tells me that Evo should not quit; that he should play it out to the bitter end, like Allende. But I want to wait some time before I form a complete opinion. Time will tell how correct that decision was. I want to know what Evo and the MAS will do now. I want to believe his words when he said that he hasn’t betrayed his people, and that he will remain in Bolivia to fight from the bottom, with his coca growers. We’ll see.

What can we Cubans learn from what has happened in Bolivia? What teachings does the fate of popular processes in Latin America offer us? That’s something to keep in mind at this critical junction.

We should first understand what has happened. Evo Morales managed to peacefully coexist, for years, with the Bolivian middle-class. He walked on the path of liberal bourgeois democracy, getting 47% of the vote in the last election. However, the system shook him off, like a dog shakes off rainwater. The right showed its most violent and racist side, reaching extremes such as the rape of a indigenous young woman, who was then hanged with her own braids. The army and the police, which Evo didn’t manage to change, proved to be quite at home at oligarchic domination.

Evo was the President. The MAS attained a degree of hegemony for years. However, the political system of liberal democracy –especially in the shape it takes in Latin America, with its institutions and power apparatus, its parties, its press, its justice and its military– proved to be effective.

The bourgeoisie may let you sit at the head of the table, but it knows it owns the table, the chairs, the windows and the house itself. Sooner or later, they will kick you out of it.

And so one cannot help but remember Fidel, and the clarity with which he led the Cuban Revolution once the insurrectionary phase was completed. He knew the first thing to be done was to disband the old army and the old police, to arm the people, to destabilize the entire bourgeois institutional system. The triumph and continuity of the Revolution in Cuba were achieved thanks to a complete dismantling of the preceding institutional apparatus, and to the cultural shift that was brought about, in which even the concepts of that political system were discredited and largely forgotten.

Of course, it’s not the same to triumph by means of an armed revolution than by winning an election. In Cuba we were lucky enough that most of the bourgeoisie left the country. They lost by forfeit. But it’s a good thing to realize that today, sixty years on, what bothers and pisses off imperialists everywhere the most is that they don’t have a way to deal with the Cuban system, because they lost all handles on our reality.

Seeing what has happened in Bolivia, what happened before in Argentina and Brazil, what is happening in Venezuela, we should be nothing but glad we were lucky enough to have had our history, for having eradicated that scaffolding of liberal bourgeois democracy, a system warped to the benefit of classes which, when push comes to shove, fail to respect their own democracy and at the drop of a hat show their fascist side.

I’m not saying the current Cuban system is perfect. We have major problems which must be overcome. But we should not get too excited about the models of democracy we see in other countries. We also cannot fail to value the cultural aggregate of our recent history. Something as simple as the fact one can talk to a lieutenant colonel at a bus stop, speaks about armed forces which are popular. It may not all be perfect, but they are not detached from the people. That’s a utopia elsewhere in Latin America.

Imagination is needed. Whatever we change in our country must be through socialism. We must materialize that which was only outlined. We must add what was forgotten. We must build the socialist and popular democracy we’ve spoken about so much.

Of course we need to have the rule of law. But justice must come from the heart of the people. It cannot come from those professional and class-minded mafias which treat Latin American countries brutally. We need popular and independent courts of law. It might be a good idea to remember ancient times, and how justice worked in the polis of Athens or in the Roman republic, as well as the experience of the Paris Commune.

We cannot abandon the idea of popular armed forces. Above all, we must rescue Fidel’s idea of popular militia. An army which is the people itself at arms, so no one may snatch away its destiny.

We need transparency and participation in communication. The archaic system of our printed press is an aberration which must be abandoned. Fortunately, the digital world signals the birth of a new sun, with citizen participation and electronic government. At the same time, faced with media empires of capitalist propaganda, we must boost the use of public media by the citizens themselves, as well as the creation of networks and counter-hegemonic media.

There’s a need for democracy, but it must be focused mainly on the economy. We must empower groups of workers. We have the self-management experience of Yugoslavia as an example. The plan must be negotiated collectively, with the participation of all sectors of the economy: public, cooperative and private, with unions and political authorities at the table. There should be an Economic Parliament which worked all year long.

We need pluralism, the historical failed subject of socialism. But it makes no sense that, in a society in socialist transition, this should be attained through a multi-party system. Competition between parties, based on money and propaganda, is the playing field of the bourgeoisie. Instead, there should be empowerment of grassroots spaces, and a practice of pluralism at the base. We should ‘say everything’, ‘look for trouble’. We must allow plurality of programs in elected officials, and supply power and budgets to those officials so they may solve problems.

With the concerted efforts of us all, we must find a truly revolutionary path in present-day Cuba. But it is my firm conviction that such a path does not go through restoring the liberal bourgeois democracy. Count me out for that. Today we witness what’s happened in Bolivia. That’s a violent restoration, in a country where the changes were not that radical. Can you imagine what those who advocate oligarchy and imperialism would do in Cuba if the platform for their accession to power were created?

Accepting the concepts of the enemy is the first step in recognizing a moral superiority it doesn’t have; it is the path to self-blaming, and the gateway to defeat and death.

(Translated from the original)

16 noviembre 2019 1 comentario 809 vistas
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Fidel en su justo lugar

por Consejo Editorial 15 septiembre 2015
escrito por Consejo Editorial

fidel-jovenPor: Carlitos

Los medios oficiales celebraron el 13 de agosto el cumpleaños 89 de Fidel. Desgraciadamente, el compañero Fidel, el líder histórico, nos viene ensalzado como una estatua inmaculada, un ser de otro planeta, incapaz de cometer errores y responsable de todas las virtudes reales e imaginarias de nuestro modelo social y de todas las buenas ideas que parió el socialismo en estos cincuenta y tantos años.

Sin embargo, los medios alternativos van al otro extremo y hacen caso omiso del tema. Desde hace rato percibo que sobre Fidel nadie se arriesga a hablar y cuando se hace, se toma distancia, tratando de guardar un equilibrio que nunca es tal sobre lo bueno y lo malo que caracterizó a su personalidad.

Y temo, por esa razón, que la historia y la visión de las nuevas generaciones sea injusta con una de las figuras más importantes de la historia cubana. Dado que la historia tiene el sabor de quienes la escribieron y los que la escriben tienen muy cercana la huella reciente, es muy probable que se recuerden sus momentos de menor lucidez y se olviden otros fundadores de la historia de nuestra nación. A veces siento que, desde esta perspectiva, Fidel está pagando el precio de vivir mucho tiempo.

Fidel no es un dios, pero ello no quita reconocer lo que significó para los cubanos. Yo solo quiero resaltar cuatro cosas.

Primero, Fidel es lo más cercano que pudiéramos conocer a un revolucionario. Revolucionario, en el amplio sentido de la palabra, implica ver algo torcido y pensar que se puede volver a levantar desde 0. Se dice fácil, pero pocos se atreven. Por eso comprendió que una Revolución no podría hacerse desde los partidos tradicionales, sino desde un movimiento de masas, sin móviles e intereses políticos. Ya en los últimos tiempos quiso hacer algo similar con la Batalla de Ideas, un proyecto que implicaba salirse de las instituciones tradicionales (gobierno y Partido) y ser dirigida por jóvenes. En este caso, otros cálculos le fallaron, pero es innegable su visión revolucionaria de las cosas, incluso para un hombre que llevaba 40 años en el poder.

Segundo, Fidel es un movilizador y un comunicador nato. Ahora, a destiempo, se ha hecho moda decir que llevamos 50 años haciendo cosas obligadas. Y es verdad que mucho daño nos ha hecho la doble moral, pero también hay muchos por ahí que lloraban con las “intervenciones del Comandante” y les queda muy bien ahora el discursito de que fui porque no me quedaba otro remedio. Vamos a hablar claro, Fidel tenía la capacidad de convencer. Cogía una cámara y se paraba en un teatro y la gente salía convencida de que iba a cambiar el mundo, aun cuando a veces fueran directo a cometer un disparate. No voy a hablar de los que fueron a Angola, que muchos conocí que lo viven por orgullo. Yo sé de mi experiencia en la Universidad, donde vi más de 3000 estudiantes salir de un discurso de tres horas convencidos de que iban a comerse el mundo con las Brigadas Universitarias de Trabajo Social o a cientos de estudiantes esperar seis horas para verlo o tocarlo al salir del Aula Magna. Y eso no fue en los 60´s, fue en los 2000. Tiene una personalidad que imanta, impresiona, era un líder nato.

Tercero, Fidel es un estratega político de altos quilates, que logró cambiar la historia mundial y al que las principales figuras mundiales, desde papas, premios Nobel, estrellas del deporte y el cine hasta presidentes occidentales trataban a su nivel. Por eso, se le puso difícil a Nikita durante la crisis de octubre, algo a lo que no se atrevía casi ningún líder del antiguo campo socialista. Por eso, apoyó la lucha contra el apartheid y los movimientos de izquierda en América Latina por iniciativa propia, y no “por ser parte de la estrategia socialista mundial”. Y, por eso también, la historia (que se escribe en círculos) parió décadas después un cambio de época en América Latina, que abrió un mar de nuevas posibilidades para Cuba (incluido el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos).

Cuarto, Fidel es un político que se armó de una autoridad moral basada en sus nobles sentimientos y en su capacidad para estar cerca de la gente. Parece una bobería, pero desde hace mucho tiempo escasean políticos con buenos sentimientos. Lo que más caracteriza a los políticos (sobre todo a los más exitosos) es su pragmatismo, lo cual muchas veces no va acompañado de la defensa de los mejores valores. Fidel le pidió a la gente que aguantara durante el Período Especial, pero se le aparecía en los campamentos de la agricultura y, cuando se armó la única revuelta seria que yo recuerdo en La Habana, pidió que no llevaran a las tropas especiales y se apareció en dos jeeps y varios escoltas en medio de la tumultera, cambiando el sentido de aquello que estaba pasando.

Fidel no es perfecto. Su fe en los imposibles le impidió ver la economía con pragmatismo y su obstinación, si bien fue lucida y útil en muchas ocasiones, nos jugó malas pasadas en otras. Nuestra historia lleva el sello también de muchos de sus errores (ese es uno de los costos de gobernar mucho tiempo), de los cuales tenemos que hablar para no cometerlos de nuevo. Pero la preocupación por lo que no hemos podido ser, no nos puede impedir poner en su justo lugar a este fuera de serie de la historia que nos tocó vivir.

15 septiembre 2015 118 comentarios 1,K vistas
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La luz guevariana a 50 años de distancia

por Consejo Editorial 8 octubre 2014
escrito por Consejo Editorial
8 octubre 2014 79 comentarios 442 vistas
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Las muchas caras del Turquino

por Consejo Editorial 27 agosto 2014
escrito por Consejo Editorial

DSC_0268Por: Harold Cárdenas Lema (haroldcardenaslema@gmail.com)

Hay experiencias que te cambian la vida, te sorprenden y no das cuenta de ello hasta que terminan. Hace una semana regresé del Pico Turquino, iba buscando una aventura guerrillera y encontré mucho más. Entre las muchas caras del Turquino, recordé quien soy y cuáles son las razones que me impulsan. Buscando una montaña terminé por encontrarme a mí mismo y vi un destello del verdadero rostro de la Revolución.

La invitación vino de la mano de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), en un periplo que realizan todos los años jóvenes creadores del país y se hace coincidir con el cumpleaños de Fidel. ¡Ah sí! Antes que lo olvide, en el Turquino también encontré a Fidel, no al estadista que ha visto mi generación todos estos años sino al guerrillero joven que abandonó los privilegios para ir a luchar a la Sierra Maestra contra una dictadura. Quien haya caminado entre esas montañas puede imaginarse lo difícil que sería escapar de un bombardeo en la lucha guerrillera.

No creo que haya sido casual compartir esta travesía con la AHS. Mientras nuestras organizaciones juveniles enfrentan desafíos, los artistas e intelectuales noveles del país han constituido un bastión poderoso que mantiene su poder de convocatoria. Recuerdo cuando Fidel dijo que la cultura era lo primero que debíamos salvar, quizás sea el karma pero luego de protegerla, es posible que sea ella a través de los jóvenes la que nos salve a nosotros.

Vi una comunidad de campesinos que han sido dignificados por el proyecto social de nuestro país. En la Sierra Maestra la Revolución ha hecho lo que cinco décadas de República no lograron (si alguna vez se lo propusieron): crear proyectos de vida honrados. Mientras esos jóvenes hacían un espectáculo infantil para los niños de la comunidad, resulta muy claro que además de los cambios que necesita el país, son esas las esencias que debemos preservar. La base humanista del proyecto político cubano no es negociable.

El más impresionante rostro del Turquino es el de José Martí. Llega el momento en que uno, más doblado que un cucurucho de maní, arriba a la cúspide y se encuentra el monumento de un Apóstol incólume que contrasta con nuestros jadeos. Cuando se supera la disnea y queda claro que no es un espejismo, podemos apreciar los detalles. Desde la cima no existe una vista superimpresionante del paisaje porque las nubes, debajo de nosotros, no dejan ver demasiado y sí provocan una constante neblina. Desde la cima del Turquino, este alérgico-asmático pudo respirar como nunca, lo del aire puro no es cuento.

El descenso nunca es fácil, por Granma son 13 kilómetros de bajada empinada y cenagosa. Recuerdo que pensaba en aquellos que combatieron en esos lares y cuál es la pelea que nos toca. Pensaba que muchos de nuestros funcionarios necesitan esa experiencia de montaña para que valoren cuanto ha costado la soberanía nacional y la necesidad de protegerla, entonces encontré otro rostro del Turquino. A dos kilómetros de la base del Pico veo un grupo pequeño comenzando la escalada y reconozco al Ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez Parrilla, intercambiamos saludos y le animamos a que continuara. Una inesperada y agradecida sorpresa, solo queda esperar que otros le sigan.

DSC_0280Encontré al Che Guevara porque el clima me recordó que también soy asmático y caminaba entre el fango mientras pensaba que “seremos como el Che”, es más fácil decirlo que hacerlo. Recordé el día de 1997 que siendo un niño esperaba en Santa Clara la llegada de los restos del Guerrillero Heroico, y cuando pasó la caravana por alguna razón se me hizo un nudo en la garganta, uno de los pocos momentos en mi niñez que recuerdo haber estado callado durante más de cinco segundos.

El Pico Turquino es la mayor elevación de Cuba, cada año algunos cubanos se aventuran a su cúspide en una peregrinación que tiene mucho de viaje espiritual. En tiempos en que los jóvenes andan en busca de paradigmas, la Sierra Maestra guarda algunas de las respuestas. Si los musulmanes tienen la Meca, yo encontré mi fe en el Turquino. Quizás sea hora de que quienes no han ido, emprendan también esta aventura.

Publicado en: Soy Cuba

27 agosto 2014 118 comentarios 2,6K vistas
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Un año más, Fidel.

por Consejo Editorial 13 agosto 2014
escrito por Consejo Editorial

fidel-castro-ruz

Por: Harold Cárdenas Lema (haroldcardenaslema@gmail.com)

Escribir algo honesto sobre Fidel es complicado, de antemano sabes que si renuncias a la apología o la difamación habrán muy pocos que vean con buenos ojos el escrito, así que lo que viene a continuación es un ejercicio casi suicida…

Mi generación no conoce al Fidel Castro guerrillero, nunca lo escuchó hablar en la Plaza de la Revolución con una paloma al hombro ni lo vio bajar de la Sierra Maestra. La imagen que tenemos sobre él es muy injusta, está permeada por la indetenible vejez y el desgaste político de alguien que durante décadas se echó sobre los hombros los destinos de un país, con todas las glorias y penas que esa responsabilidad significa. Mi generación tiene que hacer un arduo ejercicio a la hora de valorarlo porque la imagen que nos ha llegado está deformada por el tiempo y el contexto. Mi generación conoce poco a Fidel.

Fuimos los últimos testigos que coincidieron con él en la historia de este país. Hubiera sido emocionante verlo en la Caravana de la Victoria o en Playa Girón pero nos tocó presenciar su aparición en una televisión que lo favorecía bien poco. Hubiera sido tremendo estar entre el pueblo que él tocaba con sus manos cuando caminaba por los barrios pobres sin preocuparse por su seguridad personal pero cuando vinimos a tener conciencia política ya era demasiado tarde, la edad comenzaba a causar sus estragos y sus salidas públicas eran cada vez menos. Creo que me quedaré con las ganas de verlo personalmente, de ver si me ocurre como a Daniel Chavarría y me pongo todo nervioso en su presencia, me quedaré con las ganas de verlo y viviendo en su misma época es algo imperdonable.

No entendemos aquella frase tan común de “¡Comandante en Jefe ordene!” aunque quizás hubiéramos dicho igual si hubiéramos estado en el lugar de nuestros padres. Los tiempos son distintos y las personas también. Mi abuelo es un combatiente también que nació un 15 de agosto el año siguiente al de Fidel, con él me une una relación semejante a la que comparto con el líder, a veces tenemos desavenencias e incomprensiones pero nos une algo más importante y es sentirnos parte de algo, ya sea una familia o un proyecto de país alternativo.

En la mirada sobre Fidel existe sin dudas un componente generacional, nuestros padres no lo piensan sino que lo sienten, nosotros no actuamos así porque no somos producto de su misma circunstancia. En la actualidad unos pueden elogiarlo y otros difamarlo, lo cierto es que el Comandante tenía razón cuando hace 60 años dijo que la historia sería la encargada de juzgarlo. Por lo pronto me resultan absurdas las teorías que lo acusan de enriquecerse a expensas del pueblo, las que lo subestiman o las que lo presentan como un semidiós que nunca se equivoca.

En algún momento tuve que definir qué postura tomar hacia Fidel, cómo interpretarlo, opté por encontrar en él a un ser humano con virtudes y defectos como cualquier otro. Alguien dotado de un desinterés extremo, inclinado hacia el altruismo, dotado de disímiles armas sicológicas y de un liderazgo natural. Alguien que también se equivoca, que compartió los prejuicios sociales existentes en los 70 y tuvo poco tino para escoger a las generaciones que lo relevarían en el cargo. Es decir, un ser imperfecto pero humano como yo, con el semidiós no podría identificarme nunca. Este Fidel que lucha, se equivoca pero lo vuelve a intentar una y otra vez, ese me parece admirable.

No sabía qué escribir en el día de su cumpleaños, creo que el mejor homenaje que puedo hacerle es ser sincero, al menos es lo que él preferiría. Nunca necesité que dijera en el 2005 que la Revolución se podía destruir, ya lo sabía de antemano, tampoco necesito que nadie me diga quién es Fidel, ya lo sé. Fidel Castro es un guerrillero, tan solo por eso merece mi respeto, lo demás, son solo circunstancias.

 

Texto publicado en LJC con ocasión del 87 aniversario de Fidel.

13 agosto 2014 65 comentarios 417 vistas
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Los que saben

por Consejo Editorial 14 mayo 2014
escrito por Consejo Editorial

Por: Harold Cárdenas Lema (harold.cardenas@umcc.cu)funcionarios-cuba

Cuba está pasando por el que quizás sea el momento más crucial de sus últimos 50 años. Los cambios que tienen lugar en la isla están condicionados por una doble amenaza: el bloqueo estadounidense y la existencia de una burocracia terca a perder el control de la nación. En este contexto, resulta de vital importancia preguntarse: ¿quién rige los destinos del país? ¿Quién los ha escogido? ¿Cómo se toman las decisiones que afectan a nuestro pueblo? Hoy abordaremos estos y otros temas.

El 22 de febrero de 2014 el actual presidente Raúl Castro clausuraba el Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) recordando un discurso de Fidel Castro hace más de 40 años en el que afirmaba que “las decisiones fundamentales que afectan a la vida de nuestro pueblo, tienen que ser discutidas con el pueblo y esencialmente con los trabajadores…”. Me alegra que ese espíritu colectivista terminara dicho congreso, que fue calificado de “magnífico” aunque yo tenga mis reservas al respecto.

A pesar de que las palabras de Fidel transmiten un sentimiento de consenso muy necesario en estos momentos, en el contexto actual resultan insuficientes para los retos que tiene el país. Ya no basta con “discutir con el pueblo”, este tiene que participar activamente en las “decisiones fundamentales” porque la mejor apuesta que se puede hacer es a la inteligencia colectiva, no hay nada más democrático que eso.

Si varias décadas atrás apostábamos a un modelo en el que nuestros representantes decidían cuál era el camino a seguir y consultar este camino con el pueblo era suficiente, ya no es así. Ahora el camino debe decidirse en consenso por las masas y toca entonces a los funcionarios aplicar ese rumbo. Los movimientos sociales en América Latina han cambiado, se han vuelto más activos y participativos políticamente, quizás ya es hora de que el movimiento revolucionario cubano cambie con ellos.

Espero que hayamos dejado atrás esa época en que un grupo de 20 personas podía redactar un anteproyecto

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14 mayo 2014 83 comentarios 427 vistas
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Hacer política

por Consejo Editorial 4 marzo 2014
escrito por Consejo Editorial

politica-cubaPor: Harold Cárdenas Lema (harold.cardenas@umcc.cu)

Hace 2300 años Aristóteles escribió que el hombre es un zoon politikon, un animal político en toda su expresión, y tenía razón. Desde la antigua Atenas hasta ahora, los funcionarios públicos necesitan del respaldo popular para su gestión, necesitan hacer política porque ella es la que crea el consenso que los legitima en el poder. Por su parte los ciudadanos tienen el derecho de participar activamente en la política, tiene sentido si tenemos en cuenta que las decisiones que se toman en este campo influyen directamente en sus vidas. Desde la antigüedad hasta ahora ha sido necesario hacer política a todos los niveles.

Con el triunfo de la Revolución Cubana, en pocos años se cumplieron las promesas que cinco décadas de República no habían podido satisfacer y esto dotó al nuevo Estado revolucionario de una autoridad moral inédita en la historia nacional, el consenso político estaba construido sobre bases sólidas. Este pudo mantenerse durante mucho tiempo gracias al magnetismo de Fidel Castro y sus métodos de dirección, incluso durante el Período Especial la ideología nacional resistió los embates provocados por la necesidad. La política se hacía a diario y se personificaba principalmente en la figura del líder, esto traía consigo varios problemas pero estos no se harían tan evidentes hasta su salida de la política oficial.

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4 marzo 2014 181 comentarios 427 vistas
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