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Crisis

Náufragos

Los Náufragos: breves pinceladas sobre una generación

por Julio Pernús Santiago 27 mayo 2021
escrito por Julio Pernús Santiago

Junco Sur es un pequeño pueblo en la periferia de la ciudad de Cienfuegos. Uno de los recuerdos de mi infancia en ese lugar se remonta al bullicio que hacíamos los niños del barrio cada vez que llegaba la electricidad, luego de varias horas de apagón.

Sin ponernos de acuerdo éramos una multitud, pues a veces salían a los balcones de los despintados edificios personas adultas para acompañar a los infantes que gritábamos al unísono un ¡eheheheheeheh! de  alegría que ha quedado en mi memoria. Son recuerdos que, como los almuerzos de harina con azúcar, siempre me retrotraerán a un Período Especial que parece no querer apartarse de mi camino.   

La generación de los ciudadanos ad portas

Se llama náufragos a las personas que han sufrido o padecido a causa de un naufragio, palabra que por definición remite al hundimiento de algo que nos sostiene para no caer en un estado de desesperación. Mi generación, que vivió su niñez en la década del noventa, sufrió las consecuencias tangibles del desplome del campo socialista. Somos chicas y chicos que hemos pasado la vida leyendo en los medios que la historia de un fracaso, de un derrumbe existencial, puede llegar a ser más consoladora que la de una victoria, pues ese tipo de experiencia te hace resiliente ante la vida.

Pero, la vida es más compleja que un concepto y es imposible vivir todo el tiempo a la deriva; un ser humano necesita para vivir encontrar alguna isla donde soñar un horizonte. Es difícil hallarse permanentemente en medio de un oxímoron existencial, donde, por un lado, no te quieres ir, pues sientes que no podrías vivir sin esa Isla donde hay tanta gente que amas; pero tampoco deseas quedarte para ver pasar tu vida como parte de una película inacabable, marcada por la continuidad de sus escenas.

La derrota es el tatuaje que llevan marcados aquellos que se atreven a cambiar los resortes de una realidad inamovible. El epílogo de todos los jóvenes parece ser el desmembramiento familiar, la huida, para poder respirar aunque sea dos segundos.

En La Invención del Éxito, Irene Vallejo nos dice: «La Odisea narra el regreso de Ulises a Ítaca tras vagabundear durante diez años de costa a costa, afrontar peligros incontables y amar por el camino, entre otras mujeres y diosas, a la hechicera Circe. Sin embargo, la historia no termina con la conquista del trono y el sosiego hogareño: a Ulises le gustaba más estar volviendo que haber llegado».

La inmensa minoría

El éxito para varios de mis amigos reside en eso, en poder regresar luego de haber naufragado por las selvas del Darién y mostrar que su esfuerzo, su aventura, donde también hubo lágrimas y peligros de muerte, valió la pena, pues han podido mejorar notablemente su calidad de vida.

Sin embargo, hace unos años, mientras acompañaba a un gran amigo que regresaba de un naufragio por el continente asiático y se encontraba en la sala de psiquiatría de un hospital de La Habana, me preguntaba si era necesario tener que arriesgar la salud mental de toda una generación para salvar una conquista petrificada de la que muchos no nos sentimos protagonistas.

La realidad es el resultado de una historia de la que solo podemos excluirnos a cambio de pagar el precio que corresponda y que, según la época o el asunto, puede ir desde la cárcel a la pena de muerte, pasando por la multa, el exilio, el aislamiento, el escarnio público o el desarraigo.

Una generación que evita ensuciarse los pies en la historia de un cambio, que calla cuando debe gritar la verdad y que se maneja en la indiferencia al prójimo oprimido por pensar distinto, para no comprometer su ya precario estatus quo, es una generación que de seguro terminará siendo protagonista de un naufragio.

El daño antropológico en la sociedad cubana 

Si dentro de algunos años alguien escribe la crónica de mi especial generación —creo que todas lo son—, debe hacer referencia a estos años, aupados por la oscuridad del pasado y el presente vividos, quebrantados incluso por una pandemia global. Pero deberá también incluir en su narrativa las luces que nos han ayudado a soportar la realidad. Entre ellas el amor, ese capaz de inventarse miles de cuentos estoicos para entretener a los más bisoños en medio de alumbrones, o de andar una ciudad en bicicleta, siendo ingeniero, para vender unas torrejas que permitieran comprar lo indispensable para tres pequeños hijos.

Hasta esas historias han sufrido sus percances, pues a veces se prefiere continuar de largo sin recordarlas. Sé que ahora, cuando muchos náufragos intentamos armar nuestra propia familia, mientras formamos a nuestros hijos, es el momento de hacerles conocer el estoicismo de sus abuelos que nos permitió llegar hasta aquí.

Somos náufragos que hemos sabido adaptarnos siempre a las circunstancias: flotar en una cola, en un desayuno sin leche, en una sola comida al día, en una censura por promover ideas emancipadoras diferentes a las del poder.

También creo que hemos sido a ultranza unos defensores de ¡la vida! La vida que prevalece, aun en medio de una caravana por Centroamérica, rodeados de coyotes dispuestos a alimentarse con nuestra alma, o en medio de una enfermedad para la que encontrar un medicamento es una utopía. La vida que se impone pese a cualquier ilógico ordenamiento, y busca sus maneras para que no perdamos la fe —aunque constitucionalmente existiera por mucho tiempo el ateísmo— trabajemos, nos enamoremos y aferremos a devorar con alegría cada trago de oxígeno que Dios nos regala.

Reinaldo Arenas escribió en Antes de que Anochezca: «Nunca he podido comprender muy bien la locura, pero pienso que las personas que la padecen son una especie de ángeles que no pueden soportar la realidad que los circunda y de alguna manera necesitan irse hacia otro mundo».

Palabras que definen

No es una locura la acción de jóvenes cubanos de estos tiempos, que arriesgan sus privilegios existenciales, empezando por la libertad, en pos de exigir un necesario cambio estructural que les ayude a vivir un tilín mejor su futuro.

Mientras escribo estas líneas, Internet se ha convertido en esa pequeña isla donde preferimos habitar muchos de los náufragos aferrados a soñar una Cuba distinta, alejada de la precariedad existencial que hizo a un poeta como Virgilio Piñera resaltar todo el miedo que esconde entre líneas un discurso. Quizás seamos solo ciudadanos digitales de una Cuba del futuro, donde los sueños no comiencen con un avión saliendo del país o una máscara para poder escalar posiciones dentro de un orden programático que solo premia la incondicionalidad.

La existencia humana se lleva muy mal con la incertidumbre; vivir un tiempo prolongado en ese estado suele afectar la salud mental de las personas que lo experimentan. Somos mujeres y hombres programados para sobrevivir, podemos resistir durante días sin comer o beber agua, pero es indudable que no sabemos movernos bien en entornos donde no está claro qué va a suceder el día de mañana.

Mi generación, para reducir la sensación fatigosa que genera la falta de certeza, ha heredado expectativas de generaciones anteriores, como aquello de que pronto todo cambiará; incluso esas esperanzas de antaño parecen estarse agotando. 

Para los jóvenes de hoy, construir su vida basados en las expectativas de sus antecesores no parece ser la brújula. Quizás es el momento de que su grito sea escuchado como un signo propio de estos tiempos por aquellos decisores con la capacidad de trasformar nuestra Historia.

Invitación a un espacio de palabra contra la desmentida

Hoy, optar por una Cuba distinta pasa, en primer lugar, por abrir bien el corazón para ver la condición de inhumanidad en la que subsisten ciertas  personas. Se hace importante denunciar qué provoca esta situación y responsabilizar a los que la causan, sean individuos, relaciones o estructuras.

También significa optar por un estilo de vida coherente con el cambio que deseamos proponer en nuestro entorno. Pues si deseamos ser coprotagonistas en la construcción de una nación inclusiva, donde nadie sea discriminado por su forma de pensar, debemos tener la capacidad de romper nuestros conventillos existenciales y reconocer que la democracia a la que aspiramos no será regida solamente por los principios de la cristiandad; sino, sobre todo, por la pluralidad de espiritualidades que se junten en pos del mayor bien para nuestra nación. 

Los náufragos somos una generación que se asusta ante el dolor, la enfermedad y la muerte; y por eso, en diferentes escenarios a veces nos escondemos, tenemos miedos y dudas; ignoramos si poseemos el valor o la resiliencia para hacernos presentes en los escenarios de injusticia con los que nos ha tocado convivir. Sin embargo, hoy más que nunca Cuba nos necesita, para que desde nuestro coherente modo de proceder podamos impulsarla hacia la vida y alejarla de forma definitiva del naufragio y de la muerte.

27 mayo 2021 22 comentarios 2.917 vistas
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Madres

Madres cubanas: honra y suplicio

por Ivette García González 12 mayo 2021
escrito por Ivette García González

«Ningún lenguaje puede expresar el poder, la belleza y el heroísmo del amor de una madre».

Edwin Hubbel Chapín (1814-1880)

***

¿Cuántas madres cubanas celebraron con sus hijos este segundo domingo de mayo? Como en toda situación de precariedad y conflictos, las madres cargan un sufrimiento inconmensurable.

La maternidad es un acto supremo de amor. El culto asociado a ella tiene más de tres milenios, desde la antigua Grecia, cuando se veneraba a la diosa Rhea. En casi toda América, el Día de las Madres se empezó a generalizar luego de que en 1914 se declarara como festividad nacional el segundo domingo de mayo en los EEUU. Se oficializó en La Habana en 1921 y se extendió a todo el país en 1928.

No es casual que sea de las tradiciones más universales y antiguas. El ser humano es biopsicosocial, por tanto, la influencia materna y la relación entre madre-hija/o impacta considerablemente en el individuo, la familia y la sociedad.

Más que una cuestión biológica, el Psicoanálisis —desde Freud y Lacan— lo enfoca como «sentimiento», de ahí la afirmación freudiana: «infancia es destino». Explica la idealización de la madre en la vida del ser humano y es eficaz en ejercicios terapéuticos, por ejemplo, para lograr una bio-decodificación y regeneración de la espiritualidad.

De los muchos por qué y las lecciones aprendidas

La familia cubana ha sido muy lastimada en diversas épocas. Cuando pareció que sería reivindicada y fortalecida, sobrevinieron nuevos y prolongados sufrimientos. Uno se pregunta por qué, a pesar de repetir que la familia es célula básica de la sociedad, el Estado sustituyó gran parte de sus funciones durante mucho tiempo creando otros conflictos.

Escenario político al límite

¿Cuántas generaciones crecimos internadas desde edades tempranas para que nuestros padres pudieran estar en la trinchera de Cuba y otras partes? ¿Cuántos quedaron huérfanos y fueron bautizados como «Hijos de la Patria»? ¿Cuántas madres perdieron a sus hijos intentando salir de Cuba? ¿Cuántos hijos y nietos perdieron a sus madres y abuelas sin poder verlas porque el Estado no les permitió entrar al país? ¿Cuántas madres han sufrido por actos de repudio contra sus hijos?

Desde los años noventa, diversas cosas cambiaron en el binomio Estado-familia. Durante el llamado Período Especial, demasiadas madres y esposas cruzamos la fina cuerda de la legalidad para poder alimentar, asear y curar a la familia. También para que muchos padres y esposos conservaran la imagen de sacrificados, incorruptibles, disciplinados y combativos. Porque todo el mundo se sienta a la mesa. Cierto que existieron algunos que traspusieron igualmente el límite de lo permitido, pero pudieron escoger cuando tenían una mujer o madre al lado, porque nosotras sí desafiamos todos los riesgos.

No obstante, aquellas circunstancias adversas también produjeron un retorno a lo familiar. Hubo reconciliaciones entre madres, hijos y hermanos separados durante años por la política. Surgieron estrategias familiares de autoprotección lideradas o acompañadas por las madres. Algunas, como la emigración, implicaron separaciones y angustias.

Las madres, la televisión y el tweet del presidente

Una madre vibra con los triunfos de sus hijos y sufre cuando se los lastiman, maltratan o humillan; asimismo cuando no los puede ver. Si le dicen que están bien piensa que quizás no desean preocuparla; cuando no la llaman está convencida de que ha ocurrido algo.  

Educación: nuevo contenido

Las madres cubanas necesitan comprensión, consideración y respeto. Este domingo muchas se juntaron y celebraron a través de internet con sus hijos. Dos iniciativas gubernamentales, sin embargo, fueron lamentables.

En su espacio televisivo habitual de manipulación de la opinión pública y terror mediático, Humberto López se refirió al día de las madres. No fue para felicitarnos, sino para advertir cuánto podríamos sufrir si se consumaba un intento de protesta en Centro Habana. Ofreció como prueba el fragmento de una supuesta conversación telefónica desde Miami. Nunca se escuchó el interlocutor en Cuba ni se vio algo más que pancartas como recursos para los manifestantes. No le hizo falta, la sustancia estaba en su libreto: una posible acción terrorista con muertos y heridos, la amenaza con la ley y con los actos de repudio.

Las madres cubanas viven un martirio hace años y no por escenarios hipotéticos, sino reales. Sufren por las carencias, por cómo maltratan a sus hijos jóvenes en las calles, por las presiones que reciben para que los disuadan, por cómo los detienen y encarcelan, por sus hijas ultrajadas en unidades de policía y por los linchamientos mediáticos de ese periodista. Esas madres, y otras que no tienen todavía estos problemas, no encuentran sosiego. Soportan y tiemblan igual por el reprimido y porque saben que la juventud es por naturaleza irreverente y que la violencia solo engendra más violencia.   

Lo segundo fue la felicitación del presidente en Twiter. Se acompañó de una postal que recibió respuestas agradecidas, pero también abundantes críticas que aludían al contraste entre la imagen y la realidad cubana. Una persona, identificada como fincamarta, defendió la pertinencia y autenticidad de la foto. Se sintió aludida/o y pensó que reprochaban la pulcritud de las mujeres representadas en ella. Nunca comprendió el sentido de la reacción popular: no es lo mismo que la ofreciera un ciudadano común, a que lo hiciera el presidente a su pueblo, que, cuando menos, es mestizo. No hace falta asesoría ni universidad para eso, bastaría con sensibilidad y sentido común. 

Felicidades a todas las Madres Cubanas, cuyo amor a la familia es también soporte de la nación. Nuestro cariño y admiración. #CubaViva #SomosCuba pic.twitter.com/hvfTAuZnU1

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) May 9, 2021

Tenemos un fenómeno serio de ruptura y vulnerabilidad familiar. Padecen las madres que tienen hijos víctimas de la represión, las que se mantienen en silencio mientras los suyos no sean agredidos, las que siguen siendo fieles al gobierno pero están solas porque sus hijos emigraron. 

 «Las madres y sus hijos pertenecen a una categoría propia. No hay un vínculo tan fuerte en todo el mundo (…)», expresó el escritor estadounidense Gail Tsukiyama. No esperemos entonces que nuestros dramas de hoy no produzcan peores consecuencias mañana.  

Para contactar a la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com

12 mayo 2021 72 comentarios 2.708 vistas
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ideas

El poder de las ideas hoy en Cuba

por Ivette García González 23 febrero 2021
escrito por Ivette García González

«(…) de los derechos y opiniones de sus hijos todos está hecho un pueblo, y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos».

José Martí (1853-1895)

***

En materia política, las corrientes de pensamiento se identifican por los elementos principales que defienden desde determinados presupuestos ideológicos: ideas —sobre formas de gobierno, democracia, sistema económico—,  fines —cómo la sociedad debería funcionar— y métodos para lograr los propósitos que las animan. También por los referentes —teóricos y prácticos— más reconocidos de sus principios y valores.[i] Dichas corrientes se orientan a la influencia y acción política a través de diversas formas asociativas: movimientos, partidos, asociaciones, etc., y sus tendencias o facciones.

Hace poco, varios intelectuales respondimos preguntas sobre la actualidad cubana a colegas latinoamericanos. Me correspondió explicar esta cuestión de las corrientes políticas y sus presupuestos en torno a la democracia y el socialismo, que son temas recurrentes. Es asunto importante y complejo, máxime cuando estamos en una coyuntura crítica de nuestra historia. Atendiendo a la brevedad del espacio, propongo centrar la atención en los antecedentes, el contexto y la legitimidad de esa diversidad para pensar y hacer por Cuba.

De dónde venimos

El triunfo de la Revolución (1959) fue un hito trascendental en un escenario crítico. Los cubanos venían pensando y luchando por un nuevo proyecto de país desde diversas corrientes de pensamiento. Rápidamente el debate se profundizó y radicalizó. Decantó toda opción del liberalismo y se enfocó en el tipo de socialismo que convenía a Cuba.

Resultado de un conjunto de factores en el que pesó no poco la hostilidad de los EEUU, tuvo lugar un cambio en la correlación de fuerzas internas a favor del Partido Socialista Popular (PSP, comunista) articulado con la URSS. A esto habría que agregar el voluntarismo y la euforia que acompañan a toda revolución y el significado del liderazgo de Fidel Castro. En consecuencia, se asumió el modelo soviético, lo que aseguraba el respaldo económico y la defensa del país en tiempos de Guerra Fría. Su diseño, de inspiración estalinista, se caracterizó por ser estatista, verticalista, burocrático y con una enérgica ideología de Estado; el mismo se institucionalizó desde mediados de los años setenta del siglo pasado.

Durante décadas hubo una convivencia relativamente conflictiva entre heterodoxia y ortodoxia, marchas, contramarchas y crisis económicas recurrentes. Aparecieron intentos reformistas en determinados momentos, pero, como tendencia, el pensamiento crítico y renovador fue asfixiado una y otra vez. Aunque se implementaron determinadas reformas, por lo general económicas, estas se presentaron y manejaron desde arriba como indeseadas, imprescindibles y reversibles, en aras de preservar lo básico.

Esas y otras limitaciones padecieron los países europeos de igual matriz ideológica que colapsaron: el control absoluto de la sociedad y la intolerancia de la diferencia desde el poder. En la variante cubana los ejemplos sobran, aunque fueron parte de los silencios de estas décadas: Congreso Cultural (1968); Congreso de Educación y Cultura (1971); Quinquenio Gris; cierre de la revista Pensamiento Crítico y del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana; los intentos reformistas de los ochenta, ahogados con el llamado «Proceso de rectificación —de ratificación según algunos críticos— de errores y tendencias negativas» (1986); la depuración del CEA (Centro de Estudios sobre América) en los noventa, entre otros.

El escenario de la polémica hoy

El contexto actual donde tienen lugar las contradicciones y polémicas es más complejo, crítico y diverso. Tres importantes fenómenos se relacionan y/o explican:   

1) El modelo social socialista asumido —que abarca todas las esferas— se agotó hace tiempo. La crisis escaló de lo económico hasta ser estructural y sistémica. Asistimos a la fractura de la hegemonía y el consenso políticos, a la pérdida de confianza en el poder y en las perspectivas de futuro. Se han debilitado el ideal de la Revolución y el Socialismo.

Como en los países que lo inspiraron, la variante cubana de ese modelo foráneo derivó en el ejercicio del poder por una burocracia política devenida en nueva clase, al estilo —salvando las distancias— de la que describiera el comunista yugoslavo Milovan Djilas en su obra  homónima. Tal fenómeno, junto a otros verificados en la URSS y los estados socialistas de Europa Central y Oriental, son examinados por Carlos Taibo en su importante libro Las transiciones en la Europa Central y Oriental, publicado en 1998.

Por su parte, uno de los intelectuales marxistas cubanos más brillantes, Juan Valdés Paz —en La evolución del poder en la Revolución cubana, publicado por la Fundación Rosa Luxemburgo en México, 2018—, identificó y escribió hace unos años sobre las que denominó nuestras «patologías políticas»: unanimismo, autoritarismo, burocratización, amiguismo o sociolismo y corrupción. Como la sociedad es una totalidad, esas fallas la atraviesan y corroen todos los ámbitos.

2) El país atraviesa hoy la peor crisis económica de las últimas décadas, provocada por los recurrentes frenos internos a las reformas, el endurecimiento del bloqueo de los EEUU y la pandemia del Covid-19. Las brechas socioclasistas, la tensión social y la incertidumbre se han multiplicado al calor de la implementación de la estrategia anunciada en julio de 2020, especialmente la apertura de tiendas en MLC incluso para productos de primera necesidad, y el comienzo de las políticas de ajuste, con la llamada «Tarea Ordenamiento» a inicios de este año.  

El discurso oficial sigue siendo triunfalista y desconectado de muchas realidades. Que se realicen rectificaciones a pocos días de iniciado el proceso de «ordenamiento» se presenta como muestra de flexibilidad y capacidad de corrección. Pero tantas rectificaciones en sectores diversos y por reacciones populares a través de las redes sociales, cuestiona la competencia de los diseñadores, la representatividad popular de los diputados y el papel de la prensa oficial.      

3) Ampliación del malestar social y el espectro crítico. En esto último destacan intelectuales y artistas, quienes han logrado más capacidad de socialización a través del correo electrónico primero y de la apertura de internet a datos móviles desde 2018. Todavía  no existe, sin embargo, un proyecto contra-hegemónico articulado.

El Estado, bajo la dirección del Partido Comunista, conserva el monopolio de los medios masivos de comunicación y tiene la capacidad —que ejerce casi sin limitaciones— para restringir el acceso a internet a través del costo elevado, la censura de sitios, medios, personas, páginas disímiles y los apagones digitales en circunstancias incómodas.

Pero a pesar de lo anterior y de las insuficiencias de los espacios de debate, la modificación del espectro comunicacional es una realidad irreversible. Muchos ciudadanos se informan mejor hoy del acontecer nacional e interactúan con ese segmento contestatario que pone sobre la mesa virtual de medios alternativos y redes sociales sus críticas, reflexiones y  aspiraciones para Cuba. Este es el ámbito más sensible para la burocracia política. No es casual que lo ideológico siempre se ratifique desde el poder como la prioridad.

Tampoco es novedad de Cuba. Djilas alertaba hace años de este fenómeno en Europa, pero lamentablemente en la Isla se retiraron sus ideas de la circulación. Dos de sus lecciones y avisos fueron: 1) «(…) la nueva clase se encuentra inevitablemente en guerra  con cuanto no administra o controla y ha de aspirar deliberadamente a vencerlo o destruirlo» y 2) «Lo que más atemoriza a la nueva clase es la crítica que expone y revela la manera cómo gobierna y detenta el poder».

Otra vez sobran los ejemplos del patio. Menciono dos que vienen por vías diferentes pero con el mismo sustento y propósito. 1) La ofensiva criminalizadora a través de los medios masivos de comunicación y la represión de toda voz crítica y 2) El listado de actividades prohibidas para el trabajo independiente, publicado hace poco por Cubadebate. Tan estratégicas para el país parecen ser la defensa como la edición y maquetación de libros, el periodismo, la investigación científica, los clubes deportivos o los servicios funerarios. La lista raya en el absurdo, insulta la inteligencia y viola derechos consagrados por la Constitución. Es otra vuelta de rosca contra los profesionales del pensamiento, la creación, el periodismo, etc.  

Y sin embargo se mueve…

Pero la realidad es terca y el pensamiento atañe a la naturaleza humana. Somos «animales políticos», como decía Aristóteles. Y hoy el debate cuenta con tres ventajas: el alto nivel de instrucción del pueblo, el acceso a información e ideas diversas por vías alternativas, y que esta vez los posicionamientos no se basan solo en teorías y referentes foráneos sino en la experiencia propia.   

La principal desventaja es la ausencia de un ambiente democrático que favorezca la socialización de ideas desde el respeto al «pluralismo político», concepto expuesto en Articulación Plebeya y que disparó alarmas en las instancias partidistas. Sin embargo, se trata de un principio clave para el ejercicio del poder. Implica pluralidad y convivencia con la diferencia, por tanto, participación de varios grupos sociales en la vida democrática. Requiere de pensamiento, expresión y socialización a través de los medios de comunicación. No es algo a lo que se pueda renunciar. La sociedad es, por su naturaleza, heterogénea.

Repasando los últimos sesenta y dos años y viendo la sociedad en su conjunto, parece que estamos en el momento más crítico. Las fórmulas empleadas arriba y abajo son hoy anacrónicas. Einstein aseveró: «No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo». Pero vivir con la crisis puede ser positivo. Este sabio nos recuerda igualmente que «La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche. Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias».

La ausencia de un ambiente democrático para el debate de ideas y la acción cívica es injusto, injustificado y errático. Cuba es un país de pensamiento fértil y un pueblo instruido, con capacidad de comprensión y discernimiento. No ver esas fortalezas es arriesgado para todos. Complica y retrasa el proceso de transición porque radicaliza posiciones y abona el camino a la violencia. El costo que tendrían que pagar la nación y las actuales y futuras generaciones sería alto. Y no nos perdonarán. Eso es tener sentido del momento histórico, e insisto: es lo verdaderamente revolucionario.

[i] Una sistematización del tema ha sido muy bien lograda por la académica argentina Moira Pérez. Ver su texto: “Tres enfoques del pluralismo para la política del siglo XXI”, en http://www.revistas.unal.edu.cu

23 febrero 2021 53 comentarios 6.159 vistas
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estrategia

De tácticas y estrategia

por Arturo Mesa 19 febrero 2021
escrito por Arturo Mesa

Comienzo a intuir que el debate ya deja de ser de pugnas entre intelectuales sobre quién tiene o no la razón y pasa a ser de otra índole, de tácticas y estrategias, por lo cual, la intelectualidad no acaba de llegar a un arreglo en el aspecto ideológico. Meditando en torno a la economía y su desaceleración, me llega la primera curiosidad: hay carencias, y con ellas llega la desilusión; y de la desilusión se pasa al desaliento; y del desaliento, al disenso.

Pero lo cierto es que la desilusión y las carencias han matizado diversos momentos en la historia nacional reciente y nunca antes se había visto tal debate intelectual, ni tampoco tal agresión por parte de los medios contra los supuestos «oponentes» –entrecomillo oponentes porque muy ingenuo sería no notar la maldad de algunos de ellos, aunque no por eso puede concluirse que esos son mayoría–. Por ende, considero que los debates que urgen son los que esgrimen esos otros oponentes legítimos y «sanos».

Continúo meditando. Paso entonces a considerar que las razones de tal debate pudieran andar por el hecho de existir hoy un amplio acceso a las redes sociales y, además, por el hecho de que hay más tiempo disponible ahora para el ejercicio intelectual. Sucede que como las redes se expanden, pues las personas acceden a mayor volumen de información y cuentan con más contenido a su disposición.

Después de pensar esto, me vuelve a entrar la duda: la gente tiene acceso a las redes por diferentes medios desde hace tiempo y no había pasado esto y, en cuanto al tiempo, asumo que en cualquier época al intelectual cuando le pica, le pica y lo suelta, esté donde esté. Sigo sin respuestas.

Entonces se me ocurre pensar, que quizás el matiz del asunto, su efervescencia y la intensidad a la que se ha llegado, viene por el trazado de una mala estrategia estatal –otra más–, ocasionada por la incapacidad de saber lidiar con el disenso o la opinión contraria.

Eso es quizás, lo que ha molestado a la comunidad intelectual, que ahora tiene redes donde expresarse, que ahora tiene tiempo disponible para hacerlo, y que ahora, además, está inmersa en fuertes presiones económicas, arreciadas por la nueva realidad de salir a gestionarse ingresos en medio de la pandemia. Como acaba de plantear el presidente: «La gente ha visto la necesidad del trabajo», frase que además se me antoja triste, pues asumo que siempre debió haber sido así.

Entonces me voy por la variante de la mala estrategia y analizo: esta tiene su base en la falta de costumbre de lidiar con esa opinión divergente y que, en calidad de tal, molesta. Pero la estrategia tiene sus tácticas, y van desde la publicación diaria en los medios estatales de artículos que devienen defensa a ultranza de posiciones oficiales, hasta la presentación en los informativos de ataques a quienes se posicionan por esos lares contrarios y cuestionadores. Son algo así como manotazos a la pluma del opositor, porque «solo mis ideas salvan» sin reconocer que tanto unos como otros –a los «sanos» me refiero– quieren lo que es mejor para la mayoría.

Mientras unos enarbolan lemas vacíos y conceptos por definir, los otros teorizan sobre conceptos como justicia y equidad, plenamente alcanzables tanto en el socialismo vietnamita como en el finlandés, siempre y cuando en el centro de ambos se ubique al hombre y a la mejora de sus estándares de vida. Agréguesele a eso que se publicita a quienes defienden desde donde sea –Argentina, Perú, Mongolia, Estados Unidos– las posiciones de corte gubernamental y se priva de los mismos espacios a quien diverge desde aquí mismo.

Se ataca sin derecho a réplica, se presentan medias verdades, se manipulan informaciones y entonces, el intelectual que sí está preparado para el debate, presenta sus tesis y queda borrado y ridiculizado en un instante. La novela va semejando un contrapunteo montuno. Pésimos artículos sobre economía son publicados, casi traídos por los pelos, conexiones inconexas de hechos y deplorables críticas a los intelectuales de valor, han cundido los medios de información como parte de una estrategia incongruente de confrontar a quienes no se apegan al discurso oficial, deslegitimizando las razones que ellos pudieran tener.

Muy lejos estoy de pretender mostrar la varita de las soluciones, pero quizás –de haber un interés de reconciliación–, se pudiera empezar por lanzar las acusaciones «con derecho a réplica», como dicta el arte de la buena justicia; o publicar también las opiniones de quienes han mostrado posiciones serias sobre el país, aunque su punto de vista difiera del discurso oficial.

Se pudiera y debiera abrir un espacio de debate público. Quizás sería bueno también dejar descansar al señor Soros por un rato, y no agredir con frases de que «el país es de quien esto y de quien aquello». Hay que comprender que el país debería ser de quien lo merece y lo ama, a través del sacrificio, el intelecto y la postulación de ingentes y productivas reformas, y no de un grupo de los elegidos.

Esa sería la estrategia más idónea, me atrevo a decir. Aquí hemos nacido y aquí permanecemos. Y si aquí estamos, pues queremos mejoras desde nuestras visiones y no desde las de un elegido grupo silente, ni desde el deseo importado. Si alguien sigue asumiendo que son poquitos los que emergen cuestionadores, yo le invito a que busque por el mundo, entre sus compañeros de escuela o universidad, y me responda: ¿cuántos ya no están? ¿Le explico por qué?

***

Súmese a la iniciativa del Consejo Editorial de La Joven Cuba y firme la Carta Abierta al presidente de Estados Unidos solicitando el fin de las sanciones contra Cuba.

Carta Abierta al presidente Joseph R. Biden, Jr.

19 febrero 2021 6 comentarios 3.093 vistas
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sovietico

El romance cubano-soviético

por José Manuel González Rubines 21 enero 2021
escrito por José Manuel González Rubines

Una crónica desde Moscú de la periodista Milenys Torres, en la emisión del NTV del pasado 18 de enero, recordaba mediante curiosas imágenes las primeras visitas de Fidel Castro a la Unión Soviética en la década del sesenta del siglo pasado. Viejas grabaciones del Comandante, entonces con el cargo de Primer Ministro de la República, lo mostraban no solo en los sonrientes encuentros oficiales con dirigentes, sino también compartiendo con los rusos y disfrutando en trineo del crudo invierno moscovita, ataviado con el clásico sombrero con orejeras, llamado ushanka.

La relación de Cuba con la potencia dio forma a casi tres décadas de historia de la Revolución. Su influencia económica y política configuró no solo la manera en la que se dirigían los asuntos de Estado en Cuba, sino que incidió directamente –de forma positiva a veces y negativa otras– en la vida de todos los habitantes de esta Isla. La desaparición –o desmerengamiento, como reposterilmente algunos gustan decir– de esa «nación de naciones» es una herida que aún esta caribeña república, situada a miles de kilómetros de distancia, se lame de vez en cuando.

Este texto es el fragmento de una entrevista que pertenece a una investigación aún inédita, titulada Los insomnios de la utopía. En él, quien fuera uno de los hombres clave en la economía y la política de las décadas del setenta y el ochenta, disecciona con criolla maestría lo que fueron las relaciones Cuba-URSS.

Humberto Pérez González –padre del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, autor del popular manual Economía Política del Capitalismo (I y II), presidente de la Junta Central de Planificación (1976-1986) y vicepresidente del Consejo de Ministros (1979-1986)– arroja luz a lo que fueron tres décadas de una complejísima relación entre estados aliados, que para él se parece mucho –en cuanto a idas y venidas– a un vínculo marital.

-En febrero de 1960 se firmó el primer convenio comercial con la Unión Soviética. Mi pregunta viene en dos direcciones: ¿en qué momento comenzó el interés del Gobierno Revolucionario por la URSS y viceversa?

Las cosas no se deciden por personas individuales si no hay un contexto que las permita, pero la relación entre Raúl Castro y el agente del KGB, Nikolái Leonov fue fundamental. Cuando venía en el barco de regreso del IV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, realizado en 1953 en Bucarest, Rumanía, Raúl conoció a Leonov, porque a este lo habían designado en la embajada soviética en México, y establecieron una relación de amistad.

Más tarde volvieron a reunirse, cuando los preparativos para la expedición del Granma en México, y continuaron con sus vínculos. Después del triunfo de la Revolución, en un viaje de Raúl a Checoslovaquia se encontró de casualidad con Leonov, caminando por la calle, y reactivaron la amistad.

Internamente, los comunistas nucleados en el Partido Socialista Popular (PSP), con Blas Roca al frente, habían anunciado su disposición de disolver el Partido para unirse en otra organización bajo el mando único de Fidel. De ahí resultó lo que fue el Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), donde se congregaron las organizaciones que habían participado en la lucha contra Batista y que constituye el germen del Partido Comunista actual. Esa postura de ellos, que gozaban de buena fama en la URSS, fue un factor en favor de la Revolución.

A esto súmale la amistad de Raúl con Leonov. También la postura del Che, que le había creado un problema a Fidel en México antes del Granma por confesar su filiación comunista en un momento tan complejo. Fidel lo dijo, que la actitud del Che era como la de un mártir cristiano que se sintió en el deber cívico de confesar quién era, pero la sinceridad casi echa por tierra el plan.

Por supuesto, el factor más importante fue que el triunfo de la Revolución cubana despertó el interés del mundo entero, y cuando se declaró su carácter socialista más todavía. De aquellos tiempos es la famosa frase de Nikita Kruschov en respuesta a la pregunta de si Fidel era o no comunista: «Yo no sé si Fidel es comunista, lo que sí sé es que yo soy fidelista».

Desde el principio hubo simpatía y conveniencia geopolítica también, todo mezclado. El interés fue de ambos lados. En esos primeros tiempos hizo falta asesores y vinieron checoslovacos, polacos y, por supuesto, soviéticos.

De toda esta convergencia de factores deriva la idea de organizar una Feria Soviética en La Habana, en 1961. Precisamente Leonov vino como traductor de la delegación de su país y, además, estaba favoreciendo posturas de acercamiento por allá porque era de la KGB. En la feria participó nada más y nada menos que Anastás Mikoyán, la segunda o tercera figura más importante de la URSS en esos momentos. De ahí se derivan los primeros acuerdos comerciales y los entendimientos futuros.

-¿Cómo fueron las relaciones a lo largo de la década?

Hubo un momento preliminar de amor a primera vista, este del cual hablábamos. Duró hasta el incidente de los cohetes en 1962. Era un amor de entrega total, hasta el desenlace de la Crisis de Octubre. Ese desenlace fue un error de los soviéticos y de Kruschov en particular, y una cosa difícil de perdonar para una personalidad como la de Fidel, porque simplemente nos desconocieron.

Éramos el centro del problema, los cohetes estaban aquí, estuvimos dispuestos a jugárnosla por el socialismo y negociaron a espaldas nuestras, un error imperdonable. Recuerdo una consigna de aquellos días: «¡Nikita, Nikita, lo que se da no se quita!». Primero era: «¡Fidel, Kruschov, estamos con los dos!» y de un año para otro cambió. El pueblo las coreaba.

Ahí hubo un bache grande, como unos novios con un amor profundo y confianza plena, uno falla y el otro no se lo puede perdonar. Kruschov se dio cuenta del error cometido y ni a la amistad, ni a los intereses geopolíticos de la URSS, les convenían estar a mal con Cuba. Entonces se lanzó en una política de reconciliación a como diera lugar y es cuando invitó a Fidel a la URSS, en 1963. Yo estaba allá y asistí a la ceremonia cuando le dieron el título de Héroe de la Unión Soviética.

La admiración del pueblo soviético por Fidel rayaba en el fanatismo. Es más, cuando a los soviéticos le decías que Fidel para nosotros era como Lenin para ellos, respondían: «No, no, Lenin es otra cosa». Ponían a Fidel por encima de Lenin. Era el héroe legendario, el tipo con una presencia física imponente y con un carisma increíble, proveniente de un país chiquito, muchos factores confluyentes.

Si lo hubieran postulado en aquel momento a unas elecciones, salía presidente de la URSS, ampliamente. Le rindieron todos los honores y le dieron todas las explicaciones posibles. Entonces se reconcilió la pareja.

«¡Siempre juntos!» (V. Ivanov, 1963).

Pasó el tiempo. En los sesenta los soviéticos apoyaron a Vietnam en la guerra, pero no de la forma como creía Cuba que debían apoyar, y se dio el famoso discurso del Che en Argelia, donde les recrimina que en las relaciones económicas no estaban cumpliendo su deber con el Tercer Mundo.

Frente a la posición nuestra, se encuentra la política de los soviéticos de «coexistencia pacífica» y de llegada al socialismo por una vía pacífica. Dos posturas no contrapuestas, pero sí divergentes. En ese contexto se dio la segunda oleada de sectarismo en Cuba, alrededor de Aníbal Escalante[1], y se probó que algunas embajadas, como la de Alemania Democrática y la de la URSS, tenían una política de apoyo a estos sectores, tal vez no orientada oficialmente desde el centro, pero sí los auparon. Ambos factores, el interno y el externo, se unieron y aquella reconciliación se quebró.

Los Partidos Comunistas latinoamericanos sentían una gran admiración por la Revolución cubana, pero los ataba a la URSS una fidelidad histórica. Pese a ello, existieron divisiones entre quienes apoyaban la propuesta soviética de toma pacífica del poder y quienes apoyaban la idea del Che de la lucha armada. Por ejemplo, en el Partido Comunista de Venezuela se dio un cisma con Douglas Bravo, que creó las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional en 1962; también sucedió en Guatemala, etc. Nosotros empezamos a apoyar todas esas guerrillas.

-¿De dónde teníamos para apoyar?

Teníamos asesoramiento, y las armas que habíamos tomado al ejército de Batista y parte de las que nos daban gratuitamente los soviéticos, las repartíamos. Siempre cumplieron con nosotros y, sin embargo, nosotros sí comenzamos a fallarles en las entregas de azúcar. Ellos anotaban las deudas en el hielo y, al final, las perdonaron. En cuanto a las armas, toleraban el trasmano, pero haciendo resistencia, y nosotros criticando la tibieza.

En ese contexto de acusaciones implícitas mutuas se dio el conflicto chino-soviético, en el cual Cuba no tomó parte. Se abstuvo, pero más bien nuestra postura se acercaba más a las posiciones chinas, aunque hubo críticas a sus extremismos.

Los componentes de un ajiaco son variados. Es muy complejo, porque incluso con esta situación, la ayuda soviética en armas, asesores, suministros y demás nunca se detuvo, y eso mantenía la relación de pareja, relegando las discrepancias hasta cierto punto. Empleo la metáfora de pareja porque se me parece mucho, la verdad.

Un momento crucial para la reconciliación fue la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia, en 1968. En mi opinión personal, algo muy criticable.

-¿Lo pensó igual entonces?

Sí, lo pensé entonces y lo sigo creyendo hoy.

Fidel, quien como siempre veía más que los demás, no sé si en parte por convicción y en parte por conveniencia táctica, pronunció el famoso discurso del 23 de agosto apoyando la invasión, con todas las implicaciones para el prestigio de Cuba, incluso dentro de las izquierdas. Fidel lo arriesgó todo, rompió con una parte de la familia por mantener los principios, según él los entendía, y el amor de pareja. Debemos recordar que el Che había muerto un año antes, entonces tenía más libertad para actuar porque no estaba el elemento más comprometido con las otras izquierdas.

En ese momento comenzó el fin de la luna de miel con los intelectuales, quienes hasta entonces habían mirado con muchísimo entusiasmo a nuestra Revolución.

Fidel siempre fue muy astuto y sagaz en política. La conducta de los tácticos no la entendemos a veces. Lo cierto es que a partir de este discurso, la pareja se reconcilió y comenzó una segunda luna de miel: perdones de deuda, ayuda superior, posterior ingreso de Cuba al CAME.

Cuando asumió Mijaíl Gorbachov, en 1985, empezaron a producirse una serie de cambios en justa rectificación de las barbaridades cometidas anteriormente desde el estalinismo y después. Kruschov fue refrescante y en general bien enrumbado; posteriormente vino la inercia de Leonid Brézhnev, prolongada hasta su muerte; Andrópov pudo haber sido positivo, pero solo duró poco más de un año; Konstantín Chernenko fue peor que Brézhnev.

Todo eso provocó una acumulación muy peligrosa. Ahí llegó Gorbachov y le sacó la tapa a la olla sin quitarle la presión, y aquello explotó. No significa que no se debía hacer, pero se debía hacer mejor.

[1] Aníbal Escalante: Político cubano, militante del Partido Socialista Popular. Secretario Organizador de la Dirección Nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas. El 26 de marzo de 1963 se realiza el llamado primer proceso a Escalante, en el cual es acusado de sectarismo. El proceso culmina con la disolución de las ORI. En 1968 se lleva a cabo un segundo proceso a Escalante, conocido como «Micro-fracción», bajo la misma acusación. Este terminó en su encarcelamiento.

21 enero 2021 26 comentarios 5.191 vistas
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caballo de troya

El caballo de Troya de la burocracia

por Alina Bárbara López Hernández 1 enero 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

I

Si San Isidro no fuera el protector de los labradores, la burocracia pudiera adoptarlo como su Santo Patrono. Y pensándolo bien, uno de los milagros más reconocidos del santo mozárabe, nacido en Madrid en 1080, era la curación de los miembros de la familia real que, enfermos de gravedad, se encomendaron a él.

En el Movimiento San Isidro (MSI), que nuclea a intelectuales y artistas disidentes, nuestra burocracia ha encontrado un remedio temporal a sus males. Las declaraciones favorables de algunos de sus miembros al bloqueo, a la violencia y a la hostilidad de EEUU hacia la Isla, hechas en medio de una agudización de la crisis, han servido para:

  1. potenciar un escenario de terror psicológico entre la ciudadanía, al vincularlos con actividades terroristas (para lo cual sirve lo mismo un tren descarrilado que un tiempo atrás se informó en la televisión como un accidente, que la denuncia por parte de un funcionario en las redes sociales de un asalto al hospital conocido como Maternidad de Línea sin información verificable al respecto);
  2. asociar cualquier crítica o disenso —como ha ocurrido con los manifestantes del 27-N— con actividades terroristas y anexionistas financiadas desde el exterior, en el intento de restarle credibilidad y apoyo;
  3. acudir al tradicional asesinato de reputación con el fin de desprestigiar a intelectuales que pueden liderar opiniones con sus análisis sobre Cuba, como han sido los casos de Julio Antonio Fernández Estrada y Julio César Guanche;
  4. revivir un discurso de odio con actos de repudio masivos, lo que justifica aumentar la presencia policial en las calles;
  5. y, sobre todo, desviar la atención de la enorme crisis que existe en el país.

La tesis de que en Cuba se intenta «un golpe blando» contra el socialismo, casi de manual, oculta la realidad. Yo comprendo perfectamente que las redes sociales se prestan a convocatorias, y que por detrás de ellas existen intereses hegemónicos de cambio de régimen.

Y ello no se manifiesta solamente en países como el nuestro, con sistemas incómodos para el unilateralismo mundial –recordemos que así se consiguió que triunfara el Brexit en el Reino Unido. No obstante, reducir todo lo que sucede en la Isla a una teoría de la conspiración me parece muy simplista y justificativo.

Si voy a asumir una teoría, prefiero ser consecuente con el método de la dialéctica materialista y valorar el rol de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción como centro de un proceso de cambios. Nunca es ocioso resaltar que cuando se derrumbó el campo socialista no existían las redes sociales y sí esa contradicción, fundamental según Marx.

La teoría marxista es muy aplaudida cuando se trata de aplicarla al análisis del sistema capitalista, pero no se acepta para examinar el declive del socialismo. En estos casos le ocurre a Marx lo que a Casandra, la profetisa troyana que predijo el engaño de los griegos con el caballo de Troya y no fue creída. No puede perderse de vista, sin embargo, que tenemos aquí un enorme caballo de madera.

El MSI, el 27-N, la prensa alternativa y cualquier forma de disenso que surja en Cuba, será presentada siempre como una amenaza al socialismo que proviene del exterior y es financiada por intereses foráneos. Pero es precisamente en momentos en que la noción de plaza sitiada se fortalece, cuando se enmascaran determinadas condiciones que apuntan a una transformación de la sociedad desde dentro.

Lo que hay que dilucidar es hacia dónde se moverán dichos cambios: ¿hacia un socialismo inclusivo, democrático y participativo o hacia un definitivo capitalismo de Estado? Examinar cada una de esas condiciones requerirá un gran espacio, por ello aquí trataré las dos primeras y en un próximo texto concluiré el análisis.

Condiciones económicas

Un concepto no crea la realidad, solo la define. La nombra, no le da vida. «Revolución energética» fue un concepto; la realidad es que la ineficiencia de la generación eléctrica la sufren nuestros bolsillos depauperados. «Rectificación de errores y tendencias negativas» fue la denominación de una campaña de los años ochenta del pasado siglo; la crisis de la economía cubana muestra que aquel concepto fue, apenas, un nombre.

«Medida justa y revolucionaria» es una bella frase utilizada por el ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, para referirse a la creación de tiendas en MLC; la realidad es que son, por ejemplo, niños que lloran frente a las vidrieras por confituras, padres quejosos y un gerente que resolvió el conflicto colocando los dulces en un lugar más discreto de la tienda.

El término «socialismo» es un concepto que no siempre se ajusta a la realidad. Hitler, por ejemplo, denominó a su partido «Obrero, Nacional y Socialista». Pueden ofrecerse muchas definiciones, pero el socialismo solo será si se produce la real socialización de los medios de producción fundamentales, de ahí deriva el vocablo.

Hasta hoy, en los países en los que ha triunfado una revolución que se ha proclamado socialista, a lo más que se ha llegado es a la estatalización de los medios de producción. Cuba no es una excepción. Un amigo me comparte una antigua fotografía de inicios de la Revolución.

En la fachada de la Compañía Cubana de Electricidad hay un enorme cartel en el que se lee: «Este edificio es propiedad y está ocupado por trabajadores que están dispuestos a dar la vida por la soberanía nacional». Propiedad obrera y soberanía nacional fueron una unidad en aquellos momentos. No se explicaba la una sin la otra.

A lo largo del proceso, la idea de la soberanía nacional se desplegó con mucha fuerza. La política hostil del imperialismo norteamericano ayudó a ello. En cambio, la noción de propiedad de los trabajadores sobre los medios de producción se difuminó ante una realidad en la que el control obrero y la posibilidad de designar a los que administran directamente tales medios no se conquistaron.

En el ensayo «El manto del rey: sentido de propiedad, estatismo y participación en el socialismo cubano», contenido en su libro El manto del rey. Aproximaciones culturales a la economía cubana, (Ediciones Matanzas, 2019), el investigador Mario Valdés Navia argumenta:

«Al interior del mundo simbólico es importante tener en cuenta en la construcción del sentido de propiedad socialista que el hecho de ser un productor directo es solo una faceta de la persona que vive en esa sociedad en transición. Un avatar más de un individuo polifacético, que no es un simple tornillo en la gran maquinaria social, sino un animal político (zoon politikon), dueño de su libre albedrío, portador de una voluntad que aspira a ser respetada y tenida en cuenta como la de cualquier otro ciudadano de una república.

Por ello, intentar enajenarle esos derechos a participar en la conducción de los asuntos económico-sociales relativos a la gestión de un conjunto de medios de producción de los que se considera co-propietario, a favor de una casta de burócratas que supuestamente lo sabrían todo y pensarían por él, ha sido un precio que la historia del siglo XX demostró que los pueblos no estaban dispuestos a pagar y que condujo a la desaparición del socialismo real en Europa».

La pérdida del sentido de propiedad es la muerte anunciada de un modelo socialista en el que la burocracia se convierte, de hecho, en la administradora de los medios de producción que deberían ser sociales. La falta de democracia política consustancial al modelo es consecuencia directa de la falta de democracia en la gestión y administración de la economía.

En su Fundamentos de la crítica de la Economía Política, Marx afirmaba: «La apropiación efectiva no emana primeramente en una relación mental, sino en una relación real y activa con las condiciones objetivas de la producción, estas representan verdaderamente las condiciones de la actividad subjetiva». Entonces, razona Valdés Navia en el referido ensayo:

«(…) la propaganda de las bondades de la propiedad socialista debe partir de los elementos reales de participación que, en el entramado económico más directo (gestión empresarial, mercados de consumo, toma de decisiones que afectan a todos), formen parte de la socialización real. Es en la realidad económica primero, y en el trabajo político-ideológico después, donde se logrará promover el sentido socialista de propiedad, y no al revés».

La burocracia aprovechó la nueva Constitución para deslizar astutamente un término que no contenía su predecesora. En el artículo 22, al estipular las formas de propiedad, explica en el inciso a) que la socialista de todo el pueblo es aquella «en la que el Estado actúa en representación y beneficio de aquel como propietario».

En consecuencia, no bastándole ser administradora de hecho, ahora nuestra burocracia lo es también de derecho. Pero un administrador tiene que rendir cuenta a los dueños y esta es una deuda pendiente. En las asambleas de trabajadores, cuando excepcionalmente se celebran, se anuncian disposiciones verticales. Así fue con una decisión de la magnitud que tuvo el desmontaje de la industria azucarera, cuyas consecuencias reales aún están por determinarse.

Además, como expliqué en el artículo «Economía militar en Cuba», una parte sustancial del patrimonio económico nacional está sustraído al control popular y se encuentra bajo la égida del Grupo de Administración Empresarial SA (GAESA), empresa adscrita al Ministerio de las FAR:

«Siendo mucho más importante en términos económicos que varios ministerios juntos, ¿no debería GAESA rendir cuenta de su desempeño ante la Asamblea Nacional del Poder Popular como es obligatorio por ley? Lejos de ello, se sabe que las propiedades bajo control militar no se subordinan a la Contraloría General de la República ni pueden ser auditadas por este órgano. Los métodos y grupos de auditoría que utilizan son internos y no se ofrecen los resultados públicamente».

Economía militar en Cuba

En el quinto período ordinario de sesiones de la ANPP, celebrado en el mes de octubre de este año, cuando se discutía el «Proyecto de ley del presidente y vicepresidente de la República de Cuba», la Contralora General Gladys Bejerano Portela, propuso una modificación que consistió en que:

 «(…) sería más viable establecer que el jefe del Estado asuma entre sus funciones evaluar y aprobar las directivas anuales que fijan las prioridades de las acciones de control, tanto de la Contraloría como del sistema de auditoría nacional».

A tenor con esa modificación, el jefe de Estado adquiere ahora una prerrogativa que debería ser competencia exclusiva de la ANPP como instancia que representa a «todo el pueblo», es decir, a la parte que, al menos en teoría, es la propietaria de los medios fundamentales de producción. De manera tal, nuestros administradores deciden, en la figura del presidente, lo que permiten que les sea controlado.

Esta situación puede ser problemática debido a la apertura a la inversión extranjera, declarada en la propia Constitución, pues podrían crearse alianzas de la burocracia con el capital trasnacional que conlleven a mecanismos de corrupción difíciles de detectar.

La demora en aprobar una ley de Pymes evidencia el interés de la burocracia en conducir un modelo que priorice alianzas con el capital extranjero en detrimento de la empresa privada nacional, incluso en ramas que no son fundamentales. Tampoco progresa la creación de cooperativas a pesar de que esa forma de propiedad se sustenta en el trabajo colectivo de sus socios propietarios y no es ajena al socialismo.

A estas sutiles transformaciones, que debilitan aún más el carácter socialista del proceso y lo preparan para un golpe interno nada blando, se suma la actual situación política.

Condiciones políticas

Puede apelarse mil veces al artículo 5 de la Constitución y ello no cambiará el hecho de que ha sido la misma clase dirigente, nucleada en el Partido o nombrada por este, la que ha conducido el país a la actual situación. En el artículo «El gran círculo», escrito hace casi dos años, afirmé al respecto:

A pesar de que, en efecto, la nueva Constitución es superior en mucho a su predecesora aún vigente, algo no varía en ella: la imposibilidad de que la ciudadanía controle directamente el acceso a los cargos de dirección. Si bien con ausencias paradigmáticas como las de Fidel Castro, la clase política que rige hoy en los niveles del Partido y el Estado en Cuba es en esencia la misma que presenció la caída del campo socialista y la que condujo al país a un punto tan similar al de treinta años atrás.

Ya fuera por imprevisión, ineptitud, lentitud en las reformas, experimentos inacabables, apego a un modelo que siempre fue caduco, mayor confianza en el capital externo que en el propio u otros factores; lo cierto es que dicho grupo dirigente no despierta la confianza necesaria para manejar los destinos del país si se materializa un muy probable arreciamiento de la crisis.

Si durante treinta años no pudo cambiar, ¿por qué pensar que lo hará ahora? No son las mentalidades las que hay que sustituir, esa pretensión ha resultado una quimera. Son las mentes, y eso solo es posible sustituyendo a las personas con ideas viejas por otras con ideas nuevas. Las ideas socialistas también pueden ser nuevas.

El gran círculo

En Cuba se manifiesta un vacío de liderazgo, y no apelo a la necesidad de un caudillo, bastante daño ha hecho el caudillismo a la nación a lo largo de su historia. Me refiero a que no advierto a un dirigente político capaz de generar confianza suficiente en las actuales condiciones.

El Primer Secretario del Partido apenas se dirige a la ciudadanía y contrasta en tal sentido con el recuerdo de su hermano mayor. Después de unos años iniciales en que anunció las reformas, ha ido enmudeciendo en la misma medida en que el proceso de cambios se ralentizó. Finalmente las prisas cedieron a las pausas, y su figura inmóvil al lado del presidente que leía unas tarjetas para anunciar el inicio de la «Tarea Ordenamiento», fue simbólica.

El presidente Miguel Díaz-Canel tampoco ha resultado ser esa persona. Su rigidez, tendencia a un consignismo vacuo, poca profundidad analítica e incapacidad de una oratoria que conmueva y convenza, contrastan con la naturalidad y capacidad empática que lo caracterizaron en el comienzo de su carrera política como dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas.

Los actos políticos multitudinarios, con personas de pie, bajo sol y lluvia, que escuchaban extensos discursos; fueron derivando en ceremonias de menor asistencia, casi siempre de madrugada o al atardecer, cuando la luz del sol y el calor son menores; en las que se colocan sillas para presenciar con comodidad números culturales que fueron llenando la falta de análisis y proyectos.

El último acto del 26 de julio al que recuerdo haber prestado atención, fue el de Raúl Castro en Camagüey, creo que en 2008, cuando anunció el inicio del proceso de reformas.

Cuba transitó del liderazgo carismático de Fidel Castro a una vacancia, pues ni aparece un político hábil ni las instancias del sistema político —subordinadas en la práctica al Partido—, desempeñan el rol deseable de un liderazgo institucional. La Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), nuestro Parlamento, debería ser esa instancia. Pero no lo es.

Se ha llenado de representantes de la burocracia partidista y gubernamental: miembros del Buró Político, del Comité Central, funcionarios políticos provinciales y municipales; ministros, viceministros, gobernadores, intendentes; directores de empresas… Mientras, los diputados provenientes de las bases populares han venido disminuyendo en número.

Sería justo rebautizar a la ANPP como ANPB (Asamblea Nacional del Poder Burocrático): decisiones unánimes, agradecimiento expresado por los diputados a ministros que rinden cuentas como es su obligación; aprobación de cuestionables decisiones: como la de cambiar a un lugar menos prominente en el articulado constitucional la declaración de soberanía popular, lo que sería rechazado a la postre en la consulta popular del 2018.

También la de permitir que se violen disposiciones constitucionales que obligan a respetar un cronograma establecido para la aprobación de leyes; la de aprobar sin objeciones la reforma general de precios que tantas críticas ha suscitado hasta el punto de que han debido revertirse algunas tarifas abusivas.

Como bien afirmó el escritor y periodista Jorge Fernández Era en su muro de Facebook: «Hablemos claro: las tarifas por consumo de electricidad han bajado gracias a las vilipendiadas redes sociales, esa “corriente alterna” que se ha convertido en Parlamento, reuniones de rendición de cuentas y asambleas sindicales a la vez».

Artículo aparte requerirá el análisis de las condiciones sociales. Punto neurálgico que será crucial en las actuales circunstancias de la reforma general de precios y salarios.

1 enero 2021 79 comentarios 4.409 vistas
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razones

Razones de más para no callar

por Ivette García González 21 diciembre 2020
escrito por Ivette García González

Cierta indignación, desconcierto, inestabilidad y división vivimos hoy en Cuba. Los acontecimientos recientes, las respuestas gubernamentales a ellos, y los posicionamientos políticos convocan a la reflexión crítica. 

Los medios oficiales persisten en presentar una Cuba virtual y saturar con propaganda política, criminalizar y/o neutralizar a los que disienten e infundir miedo con reiteraciones tóxicas. Condenan lo condenable, mas también se busca amordazar, que renunciemos a la crítica, so pena de ser calificados de «mercenarios». Pero se trata de Cuba y hay mucho en juego.

El modelo socialista implementado por la Revolución se quebró hace años. Desde entonces padecemos una crisis estructural permanente. Ahogamiento de la iniciativa creadora, cansancio y pérdida de un referente de futuro son algunas consecuencias. Hoy el consenso y la sociedad se han fracturado.

El manejo oficial de la crisis actual está dando resultados favorables al gobierno, pero son solo aparentes y de corto plazo. Las medidas no van a la raíz y reproducen estilos fallidos y obsoletos. Las contradicciones se agudizarán, también porque se confronta incluso a quienes disienten desde posiciones revolucionarias.      

Algunas reacciones a los sucesos recientes

San Isidro fue un detonante. Adversar sus presupuestos ideológicos, compromisos y comportamientos, no implica aceptar violación de derechos inalienables ni respaldar cualquier decisión gubernamental. Cerco, represión, apagón digital, criminalización de los participantes a través de campañas mediáticas, violación del debido proceso, etc., fueron manejos oficiales erráticos. Era lógico que generaran una cadena de reacciones.

Las posturas críticas posteriores se arrimaron al ya satanizado MSI. Se criminalizó la espontánea movilización del 27 de noviembre frente al MINCULT y se arrinconó la crisis como si fueran solo quejas de algunos artistas e intelectuales.

Sin embargo, ese día abría una esperanza para muchos. Porque los problemas de fondo son de toda la sociedad: crisis económicas recurrentes y reformas enlentecidas; problemática regional y de las migraciones internas; violaciones al Estado de derecho, emigración, reticencia a reformas políticas, falta de libertades civiles, etc. 

Fracasó lo que debió ser un proceso negociador desde antes del diálogo, que podía empezar con el 27N y ampliarse luego. Lo que siguió a esa noche fue de acción/reacción y cazar el primer desliz para cancelar el diálogo o enrumbarlo hacia la modalidad cómoda y acostumbrada: desde arriba y selectivo. Funciona: calma las aguas y divide a los reclamantes. 

Algunos cubanos en el exterior y seguidores financiados en Cuba apelan a la violencia, en consonancia con el gobierno de los EEUU. Es condenable, pero es una minoría que lamentablemente tiene más visibilidad en ambas orillas. Acá se usa para presentar al ciudadano un cuadro cerrado donde sólo vean dos caminos: su gobierno o los opositores virulentos aliados del imperialismo.

Los extremos se topan. El oficial de Cuba también estimula y ejecuta o protege la violencia. Se evidencia en discursos de mítines, debates en redes sociales, orientaciones de activar brigadas de respuesta rápida, post y comentarios en medios institucionales y oficiales como Granma y Cubadebate. Si no es política oficial, sus administradores pueden no publicar, exigir moderación o incluir otros mensajes con un enfoque diferente. ¿Por qué no se hace?

«El oficial de Cuba también estimula y ejecuta o protege la violencia. Se evidencia en discursos de mítines, debates en redes sociales, orientaciones de activar brigadas de respuesta rápida, post y comentarios en medios institucionales y oficiales como Granma y Cubadebate».

Insisto en dos ideas que expuse hace tiempo en el artículo «La violencia traerá el caos»: 1) «Se puede llegar a buen puerto cuando las contradicciones en el escenario político e ideológico se dirimen a través del debate, las leyes y las expresiones cívicas. Pero llegar al extremo de la represión y la violencia, institucionalizada o no, como está ocurriendo en Cuba, conduce al caos y se aleja de los mejores valores de la Revolución»; y 2) «Los Estados que no controlan el uso de la violencia no son Estados funcionales. Estado y Gobierno deben ser negociadores, capaces de solucionar en forma flexible y siempre activa los problemas fundamentales de la sociedad, integrar en redes negociadoras a todos los grupos sociales, intereses y situaciones problemáticas».

La mayoría de los cubanos que disiente dentro y fuera de Cuba, e incluso muchos que no participan, pero piensan –y como diría Miles Davis, «el silencio es el ruido más fuerte»– están por el diálogo amplio e inclusivo entre gobierno y sociedad civil. ¿Por qué eso no se dice? ¿Por qué no se le da visibilidad?  

En lugar de eso, la violencia en diversas modalidades se ha incrementado por parte de quienes tienen la mayor responsabilidad de impedirla. El despliegue de fuerzas militares en la ciudad impresiona, duele, no es la Revolución.

El monopolio de la violencia corresponde al Estado para enfrentar actos de ese carácter y mantener el orden. No es una función que se delega; sin embargo, se mantienen los actos de repudio bajo su estímulo y respaldo. Es una práctica abusiva y nefasta para la sociedad, que deja heridas muy difíciles de sanar.  

Urge hacer valer el Estado de derecho. Las libertades de pensamiento, expresión, asociación, circulación, el debido proceso judicial y otras, son derechos inalienables y universales respaldados por la Constitución. No pueden ser válidos para unos y otros no. No pueden desconocerse las leyes a conveniencia. 

¿Por qué en vez de linchamientos mediáticos, represión y estímulo a la violencia contra los que disienten, diciendo que son pagados por el gobierno de los EEUU, no se aplica la ley que como en muchos países condena la asociación con otros estados para socavar el orden establecido y la paz? En sus artículos 114 y 119, el Código Penal vigente contempla sanciones para los delitos de «incitación a una guerra de agresión» y «mercenarismo».

¿Por qué se difunde tanto el ultraje a la bandera por un ciudadano y no se aplica la Ley de Símbolos Nacionales?

¿No hay leyes que sancionen a las autoridades que cercan a ciudadanos en sus viviendas, incautan celulares y detienen arbitrariamente a personas que tienen derechos protegidos por la Constitución?

Los ciudadanos que por ejercer su derecho a la crítica son acusados en medios oficiales de mercenarios, elitistas, nuevos contrarrevolucionarios y auspiciadores de golpes blandos, entre otras ofensas, deberían poder demandar con éxito a quienes los han ultrajado y exigir el respeto al Estado socialista de derecho. Circula en estos días un «Escrito de Queja y Petición», dirigido a varias instancias del Estado y el Gobierno. Veremos qué pasa.

Efectos de la manipulación del lenguaje en la crisis actual

La propaganda manipuladora hace mucho daño al socialismo, la civilidad y el proceso de cambios que necesita Cuba. Sus ideólogos asumen que la Revolución es el gobierno con sus seguidores incondicionales y que todo el que disiente es contrarrevolucionario.

Eso explica la arremetida contra algunos intelectuales. Se desea y espera que apoyen al gobierno o callen. Es temor a la capacidad de esclarecer, desmontar esquemas mentales con argumentos y estimular la independencia de juicio. No es nuevo, ha sido un duro fardo que muchos han tenido que cargar.

Se ha creado tal confusión que las palabras se usan en consignas y discursos trastocando sus reales significados. Habrá que empezar por interrogar qué es para nuestro interlocutor «Revolución» y «revolucionario».

Hace un tiempo escribí que en la tradición cubana «la Revolución» se asume también como proyecto, una visión futurista «comprometida con la democracia, que presupone cambios para alcanzar metas que conduzcan sistemáticamente al mejoramiento humano».

En consecuencia, supone la existencia de contradicciones a través de las cuales se procuran tales propósitos. Pero es imprescindible una práctica sistemática de gobierno democrático que gestione esos procesos a través del diálogo con sus ciudadanos. Sólo así el proyecto se supera y el consenso se retroalimenta y actualiza. La Revolución no es patrimonio de gobierno o sector social alguno. Es parte del imaginario social cubano con todos sus matices. 

El abuso del término y su contrario, «contrarrevolución», pasa por intereses y complejidades del poder. No es novedad que el gobierno se presente como representante de la Revolución y que muchos lo acepten así. Tampoco que dentro de la contrarrevolución incluyan a quienes disienten desde la propia izquierda.  

Ocurrió en otras revoluciones y en países con diversos modelos socialistas. Para la nación cubana esto tiene enormes riesgos. La crisis sólo se resuelve dialogando con todos los sectores sociales interesados en ello.

Hay mucha energía revolucionaria que aprovechar

No es un proceso fácil, pero es imprescindible y posible. Hay mucha energía verdaderamente «revolucionaria» disponible. El revolucionario es de convicciones firmes, no es un fanático. Es independiente en su pensamiento, sentimientos y decisiones. Tiene «capacidad para trascender los límites de la propia sociedad, (…) capacidad de criticar la sociedad en la que vive (…)».

Lo distingue el «espíritu crítico», que implica «dudar de las opiniones de los dueños del poder y los medios de comunicación que le pertenecen, mantener firmemente sus convicciones aun cuando circunstancialmente se encuentre en minoría»; dudar incluso del sentido común, porque este a veces se ha conseguido a fuerza de repetición de las ideas que se quieren imponer. En consecuencia, como ha dicho Erich Fromm, «el poder no puede ser venerado, debe someterse a escrutinio y desconfiando siempre de sus resoluciones».

De modo que lo revolucionario hoy supone una postura crítica respecto a los asuntos del país, la defensa de la soberanía nacional, la disposición y puja por el diálogo y la negociación en base al respeto y el reconocimiento de las opciones e intereses de los ciudadanos.

No hay golpe blando ni revolución de color alguna que tenga éxito si el escenario interno no es fértil para eso. Como diría G.K. Chesterton: «Las cosas muertas pueden ser arrastradas por la corriente, sólo algo vivo puede ir a contracorriente». Los derroteros de lo que está ocurriendo en Cuba los decidimos nosotros: gobierno y sociedad civil.

Quizás nunca la sociedad cubana estuvo tan dividida, ni la crisis fue tan profunda, ni faltó tanta inteligencia para manejar los disensos. Y ahora se suma un nuevo factor de tensión social con la llamada «Tarea Ordenamiento».

Varios economistas se han referido a su complejidad y desafíos en lo económico. Semejante viraje también tendrá efectos en la dinámica resistencia/represión y sus contenidos de violencia estructural y simbólica.

El reciente discurso del Presidente de la República en la clausura del VI Período Ordinario de sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular en su IX Legislatura, constituye un excelente balance de las dificultades que ha confrontando el país, los avances en el proceso de cambios, la proyección actual en función de la recuperación de la crisis y el desarrollo, así como los desafíos que tenemos por delante. También ofrece una contundente crítica al formalismo, el acomodamiento, la burocracia y el «inmovilismo enquistado en algunas instituciones». 

Sin embargo, sobre el espectro crítico y de contradicciones existentes en el país, sostiene la postura y enfoque oficial descritos en este texto, omite las desacertadas respuestas y elogia a los medios de comunicación oficiales. No todos, Presidente,  somos «líderes de laboratorio» ni «lobos que se disfrazan de ovejas». No todos fomentamos actitudes violentas ni mercenarias, no todos somos parte de ese «enjambre anexionista».

21 diciembre 2020 45 comentarios 2.394 vistas
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giro economico

El nuevo giro económico

por Samuel Farber 11 noviembre 2020
escrito por Samuel Farber

Una serie de recientes acontecimientos en Cuba han castigado la ya precaria economía de la isla, lo cual ha llevado al gobierno a adoptar una serie de políticas y un giro económico que apuntan a una mayor apertura al capital mientras mantiene los controles políticos del Estado unipartidista.

El primero en la lista de recientes desastres que han sobrevenido a la Isla es la pandemia de COVID-19. En comparación con otros países caribeños, a Cuba le ha ido mejor gracias a un sistema de salud pública que, a pesar de su deterioro en los últimos treinta años, aún es capaz de organizar una respuesta adecuada a desastres colectivos como la pandemia.

Así, para detener el contagio, el gobierno cubano adoptó medidas drásticas como suspender el transporte público en su totalidad, y en respuesta a un rebrote de la infección que comenzó a finales de agosto, recurrió a medidas igualmente drásticas en muchas localidades, incluyendo el área metropolitana de La Habana, aunque a principios de octubre redujo las restricciones en la mayoría de esos lugares.

La industria del turismo, la tercera mayor fuente de divisas extranjeras tras la exportación de personal médico y las remesas enviadas por cubanos en el exterior, también se cerró, así como muchos establecimientos comerciales e industriales. La entrada de divisas a Cuba –tremendamente necesarias para adquirir esenciales productos de importación, incluyendo el 70 por ciento de los alimentos que se consumen- ya había sido restringida antes de la pandemia por la cancelación de la exportación de personal médico a países como Brasil y Bolivia, donde gobiernos de extrema derecha habían llegado recientemente al poder.

Además, los cargamentos de petróleo que la isla recibía de Venezuela ­–a cambio de la exportación de personal médico a ese país–, cruciales para el funcionamiento de la economía de la Isla, fueron reducidos como resultado de la crisis política y económica bajo el gobierno de Maduro.

Para colmo de desgracias, Donald Trump intensificó de manera decididamente agresiva el criminal bloqueo estadounidense contra Cuba –motivado en parte por el apoyo de esta al régimen de Maduro– al reducir, o en algunos casos cancelar, varias de las concesiones que Obama había hecho durante su segundo período en la Casa Blanca.

Entre otras medidas hostiles, Trump limitó el envío de remesas de cubanoamericanos a sus familiares, redujo significativamente los viajes a Cuba por parte de ciudadanos estadounidenses de origen no cubano, prohibió que los visitantes estadounidenses en la Isla se hospedaran en hoteles propiedad del gobierno cubano, e impulsó una campaña para desalentar la inversión extranjera mediante la invocación, por primera vez en la historia, del Título III de la Ley Helms-Burton de 1996 (aprobada por el Congreso e instituida como ley por el presidente demócrata Bill Clinton), la cual sanciona a compañías extranjeras que utilicen propiedad estadounidense confiscada por el gobierno cubano a principios de los años 60.

La administración de Trump también ha suspendido licencias que autorizan actividades económicas estadounidenses en Cuba, como la concedida por la administración de Obama a la Corporación Marriott para operar hoteles.

¿Cambiará la política de Washington bajo una posible administración de Joe Biden? El candidato presidencial demócrata prometió seguir los pasos del presidente Barack Obama, moviéndose hacia una normalización de las relaciones políticas y económicas con Cuba. El punto hasta el cual un gobierno de Biden podría hacerlo depende de una variedad de factores que van desde los resultados electorales en Florida hasta las relaciones con Venezuela.

Aunque lo último no fue muy importante con respecto a la política hacia Cuba durante los años de Obama, se convirtió en un aspecto primordial para Trump, quien, siguiendo el consejo del senador Marco Rubio y del entonces asesor para seguridad nacional John Bolton, hizo del apoyo de Cuba a Nicolás Maduro un asunto fundamental y lo utilizó para justificar el recrudecimiento de las sanciones. El hecho de que tanto Biden como los demócratas en el Congreso han apoyado la afirmación del líder opositor venezolano Juan Guaidó de ser el presidente legítimo de Venezuela no promete nada bueno al respecto de que una administración demócrata normalice las relaciones con la Isla.

Poderosos intereses corporativos, tales como importantes firmas de la agroindustria y la Cámara de Comercio de los EEUU, han estado por mucho tiempo en favor de sostener relaciones económicas plenas con Cuba, aunque es difícil predecir cuánto capital político están dispuestos a invertir para lograr ese objetivo. En cualquier caso, una normalización completa de las relaciones políticas y económicas requeriría que el Congreso revocara la Ley Helms-Burton de 1996.

Ello es una posibilidad dudosa, teniendo en cuenta la composición probable de ambas cámaras del Congreso tras la elección del próximo mes, a pesar de que un número significativo de congresistas republicanos han apoyado, en nombre de intereses agrícolas y de otros negocios, la normalización de relaciones. No obstante, el presidente de los Estados Unidos tiene una considerable capacidad para mejorar dichas relaciones bilaterales, aunque la Helms-Burton se mantenga como ley vigente.

Mientras tanto, todos estos acontecimientos han exacerbado considerablemente los problemas de una ya débil economía cubana que ha sufrido de bajo crecimiento por varios años (0,5% en 2019), baja productividad industrial y agrícola, y un muy bajo índice de la sustitución de capital necesaria para mantener una economía al menos en su nivel actual de producción y nivel de vida, mucho menos para lograr un crecimiento económico significativo y mejores condiciones de vida.

Para mayor desgracia, esta situación se ha ido desarrollando en el contexto de una población cada vez más envejecida, un proceso demográfico que comenzó a finales de los años 70 y que conducirá a una serie de graves problemas, como que una fuerza de trabajo en reducción tenga que sostener a un número creciente de jubilados.

En respuesta a las presiones creadas por la reciente profundización de la crisis económica, el gobierno cubano anunció una serie de medidas que harán que el país dé un importante paso más cerca del modelo chino-vietnamita, el cual combina un Estado unipartidista autoritario con un creciente papel de la empresa privada capitalista. Estas nuevas medidas representan la decisión del gobierno cubano de ceder una parte de su control económico en un esfuerzo por adquirir divisas, importar capital y promover un mayor dinamismo y crecimiento de la economía.

Desarrollo de la Pequeña y Mediana Empresa privada

Una propuesta económica que ha sido rescatada es el establecimiento de Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES) de gestión privada. Por más de una década, el gobierno cubano bajo el mandato de Raúl Castro ha permitido la existencia de muy pequeñas empresas privadas, las cuales en este momento ya emplean aproximadamente al 30 por ciento de la fuerza de trabajo. Ello incluye cerca de un cuarto de millón de agricultores privados que trabajan tierras en usufructo, lo que significa que la arrendan al gobierno por períodos renovables de veinte años, así como unas 600.000 personas que son dueñas de negocios en áreas urbanas o trabajan para ellos.

La mayoría de estas microempresas están concentradas principalmente en las esferas de los servicios gastronómicos (restaurantes y cafeterías), la transportación (taxis y camiones), y en el alquiler de habitaciones y apartamentos a turistas, probablemente la pequeña empresa privada más lucrativa de todas. En 2014, en un importante documento oficial titulado Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, el gobierno anunció que permitiría la creación de pequeñas y medianas empresas privadas. Esta noción ha sido recientemente revivida y discutida, por ejemplo, por el presidente Miguel Díaz-Canel, quien ha afirmado que es necesario «destrabar» las PYMES y las cooperativas.

Se han ofrecido pocos detalles acerca de qué podrían abarcar estas empresas en términos de tamaño y otras características. Lo más probable es que eso se mantenga en secreto hasta que el gobierno promulgue la nueva ley, que está programada para abril de 2022, referida tanto a las empresas estatales como privadas, aunque diputados del parlamento -la Asamblea Nacional del Poder Popular- han indicado que las regulaciones concernientes a las PYMES se formularán ya este año.

Aun así, se puede obtener una idea aproximada de en qué consistirán esas medianas empresas observando cómo han sido definidas en otros países latinoamericanos. En Costa Rica, por ejemplo, donde las PYMES están muy extendidas y desempeñan un importante papel en la economía, la mediana empresa se refiere a las que emplean entre 31 y 100 trabajadores; las microempresas son las que emplean a menos de cinco personas (el grupo más nutrido de las hoy presentes en Cuba), y la pequeña empresa es aquélla que contrata de 6 a 30 trabajadores.

Chile aprobó una ley que define oficialmente el tamaño de las empresas según los siguientes criterios numéricos: Micro, hasta 9 empleados; Pequeña, de 10 a 25; Mediana, de 25 a 200; y Gran Empresa, más de 200 empleados.

Basándose en esas definiciones, está claro que por su tamaño, las firmas privadas medianas son empresas capitalistas tradicionales. Es poco probable que sean gestionadas únicamente por sus dueños y necesitarán algún tipo de administración jerárquica para conducir el negocio en términos de su planificación económica, su gestión y su producción. El establecimiento de estas firmas probablemente vaya a la par con la intervención de los sindicatos estatales oficiales para «organizar» a los trabajadores, como ya lo han hecho con los mucho menores «cuentapropistas» y sus pocos empleados.

Como en China, los sindicatos oficiales en Cuba no harán nada para representar verdaderamente a los trabajadores en sus relaciones con los empleadores.

El Código de Trabajo de Cuba de 2014

En este contexto es muy importante considerar el Código de Trabajo que ha estado en vigor desde que lo aprobó el gobierno cubano en 2014. Este Código elimina el requisito de compensar a trabajadores cuya plaza haya sido cerrada y permite a empleadores privados despedir a trabajadores sin motivo como parte de su derecho como propietarios. En el caso de empleados estatales, el gobierno también despide a trabajadores al declararlos no idóneos para sus plazas, sin que los afectados tengan mucho a qué recurrir.

El nuevo Código también relaja la jornada de 8 horas, permitiendo que los empleadores la extiendan a 9 horas sin compensación adicional. De hecho, ya hay muchos trabajadores en el sector privado que trabajan turnos de 10 y hasta 12 horas diarias sin cobrar horas extra –lo hacen de todos modos porque su salario básico es más alto que en el sector estatal-.

El Código también permite que los empleadores privados solo concedan un mínimo de siete días de vacaciones anuales pagadas en lugar de los treinta días a los que tienen derecho los empleados estatales. Igualmente, suprime la descarga académica para la superación de todos los trabajadores, así que ello debe hacerse durante el tiempo libre del que dispongan, como el acumulado de vacaciones. Se espera que este Código de Trabajo también sea aplicable al sector económico de las PYMES.

La modificación del monopolio estatal sobre el comercio exterior

Además de abrir la puerta a la empresa privada, el régimen cubano ha relajado muy recientemente su monopolio sobre el comercio exterior, es decir, el control exclusivo que, hasta ahora, ha tenido sobre todas las actividades empresariales de importación y exportación.

Hace poco tiempo, Rodrigo Malmierca, ministro del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX), anunció que treinta y seis empresas estatales especializadas en comercio exterior se estaban preparando para ofrecer ayuda con sus servicios a importadores y exportadores privados, con el objetivo de procesar y perfeccionar sus operaciones extranjeras.

Como un incentivo adicional para estimular estas actividades de exportación privadas -en moneda fuerte-, el gobierno ha ofrecido aplicar un descuento al impuesto sobre las utilidades de las empresas estatales, privadas y las cooperativas si demuestran un incremento en ventas de productos y servicios en comparación con el año anterior.

En 1959, el primer año de la Revolución, cuando la mayor parte de la economía aún estaba en manos privadas, el Gobierno Revolucionario, ante un brusco descenso de sus reservas de divisas fuertes extranjeras, exigió que las firmas privadas cubanas que importasen del extranjero obtuvieran el permiso del Banco Nacional de Cuba para acceder a la divisa extranjera –a menudo dólares- que necesitaban para sus transacciones.

Así el gobierno intentaba ejecutar su plan de utilizar las escasas divisas en importaciones que eran fundamentales para el desarrollo económico del país, en vez de, por ejemplo, en artículos de lujo para uso personal. Aún no se conoce cuánto control tendrá ahora el gobierno sobre las iniciativas de importación/exportación propuestas por el sector privado.

La racionalización del sistema monetario

Las nuevas regulaciones para actividades de exportación, y en especial de importación, estarán estrechamente relacionadas y se verán sin dudas afectadas por las dificultades monetarias que hoy enfrenta Cuba, en particular las concernientes a la escasez de divisas.

Esa escasez también está desempeñando un papel principal en la presente discusión de la unificación monetaria por parte del gobierno, un tema sobre el cual se ha vertido mucha tinta durante años y que adquiere cada vez más protagonismo en las nuevas políticas económicas, y cuya materialización puede que ocurra finalmente durante los próximos meses.

A medida que el gobierno cubano intente integrar cada vez más su economía con la economía internacional, más necesitará regularizar el tipo de cambio entre su moneda nacional y las divisas extranjeras utilizadas por el capital foráneo para sus transacciones. Ello permitiría un arreglo más racional para, entre otras cosas, establecer un sistema de precios e incentivos económicos, y para evaluar los datos económicos.

Por muchos años, Cuba ha tenido operando en su mercado interno un sistema de dos monedas coexistentes, con una parte en dólares y la otra en pesos cubanos. Hasta hace poco, ese sistema fue representado por el peso cubano y el CUC —una moneda cubana no convertible más o menos equivalente al dólar— que estuvo fijada a un cambio de aproximadamente 24 o 25 pesos cubanos por 1 CUC.

Pero el CUC perdió su valor y está en proceso de desaparecer debido a la falta de divisas para respaldarlo. Mientras tanto, la economía cubana se ha dolarizado directamente: los cubanos ahora obtienen acceso a artículos en tiendas especiales en dólares que venden una amplia variedad de productos, incluyendo alimentos, que son muy difíciles de obtener en otros lugares con pesos cubanos.

Los productos en esas tiendas en divisas extranjeras se compran con tarjetas magnéticas emitidas por el gobierno para evitar una especulación informal de monedas en efectivo en el mercado negro. Las tarjetas son el único tipo de pago aceptado en esas tiendas y se basan en depósitos hechos en dólares u otras divisas internacionales en los bancos cubanos, la mayoría de los cuales provienen de remesas desde el exterior.

Sin embargo, con la desaparición del CUC, ya no podemos hablar de unificación monetaria, sino de la racionalización de la política monetaria cubana, particularmente del tipo de cambio entre el peso y el dólar. Como el economista cubano Pedro Monreal ha señalado, los cambios monetarios tendrán que ser parte de un paquete más amplio que implique ajustes de precios, subsidios, salarios y pensiones.

La regularización monetaria del cambio entre el peso cubano y el dólar que se discute hoy en la Isla supone para el gobierno una serie de complicaciones que serán muy difíciles de resolver. Provienen principalmente del hecho que, mientras la población en general ha estado cambiando de 24 a 25 pesos por un dólar, las empresas estatales han disfrutado del económicamente distorsionante tipo de cambio de un peso por un dólar –una tasa que claramente ha favorecido la importación de bienes extranjeros, pero ha dañado la exportación de bienes cubanos–.

La regularización de la moneda en este contexto significa que el gobierno tendrá que intentar lograr la cuadratura de varios círculos para tanto impedir el cierre de muchas firmas estatales que se beneficiaban del subsidio para importaciones del que disfrutaban con el tipo de cambio especial de uno por uno, como para bloquear un incremento de la inflación. Debido a presiones políticas internas y a expectativas populares, es posible que el gobierno se vea obligado a conceder un tipo de cambio favorable al peso.

Si ese tipo de cambio favorable no está acompañado por una mayor disponibilidad de bienes y servicios, ello podría llevar a la inflación. Si se combinan problemas, una falta de sindicatos independientes dejaría a los trabajadores cubanos desprotegidos de las políticas monetarias de su gobierno.

Especialmente importante es el fundamental cambio de política que anunció por primera vez la Ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, el 6 de agosto –y que fue luego confirmado el 13 de octubre por Alejandro Gil, el Ministro de Economía y Planificación–, que aumentará sustancialmente la cantidad y variedad de ocupaciones urbanas que los cubanos podrán realizar en el sector privado.

Como parte de sus primeras reformas económicas, Raúl Castro permitió la apertura al trabajo por cuenta propia privado y a la contratación de personal en el caso de un número limitado de ocupaciones que con el tiempo se incrementó a más de doscientas, las cuales luego se reorganizaron en 123 grupos ocupacionales. Vale señalar que este incremento estuvo lejos de ser un proceso lineal y en más de una ocasión el gobierno recortó la cantidad de ocupaciones permitidas en el sector privado.

Según los ministros Feitó y Gil, esa lista de ocupaciones privadas permitidas será eliminada, y es de suponer que se preparará una nueva que relacione sólo aquellas ocupaciones que no se permitirán, tales como, por ejemplo, la práctica privada de la medicina. Ninguno de los ministros ha definido aún una fecha en la que estos cambios entrarían en vigor.

Finalmente, para facilitar tanto las operaciones del sector privado rural como del urbano, el gobierno anunció que aumentaría la cantidad de mercados mayoristas para que los pequeños y medianos emprendedores privados compren alimentos y otros productos al por mayor a precios reducidos. La falta de acceso a este tipo de mercados ha sido un gran problema que ha afectado seriamente la viabilidad de los negocios privados rurales y urbanos.

Para mejorar las cosas, el gobierno anunció muy recientemente que a partir de septiembre comenzará a funcionar un mayor número de mercados mayoristas en las capitales provinciales, aunque las transacciones se realizarán exclusivamente en divisas, lo cual ha sido claramente el principal impulso para esto y para otros cambios económicos.

Si el gobierno cubano realiza todos los cambios que ha anunciado, la economía de la Isla se habrá alejado bastante de la economía altamente nacionalizada de finales de los 80 —más nacionalizada que las economías de la URSS y Europa del Este— para convertirse en una economía fundamentalmente mixta, acercándose así cada vez más al modelo chino-vietnamita. Queda por ver hasta qué punto los cambios propuestos mejorarán el mediocre rendimiento de la actual economía cubana, en la cual el bajo crecimiento económico y la baja productividad han caracterizado tanto a la economía rural como a la urbana por mucho tiempo.

Vale señalar, sin embargo, que a pesar de una baja producción agrícola generalizada, las granjas privadas ya han superado a las estatales en la producción de varios cultivos esenciales, como sucedió en Europa del Este durante los gobiernos comunistas.

En sólo poco más de una década, desde que una cantidad sustancial de tierras fuera distribuida a agricultores privados, y a pesar de sus grandes dificultades para obtener acceso a créditos y al comercio al por mayor, instrumental agrícola y otros implementos, los agricultores privados, quienes aún poseen menos tierras cultivables que el Estado, ya producen el 83.3 por ciento de las frutas, el 83,1 por ciento del maíz y el 77.9 por ciento de los frijoles.

Sin embargo, esto no es tanto un testimonio de las maravillas de la empresa privada como del desastre que ha sido para Cuba la agricultura estatal burocrática dirigida desde arriba y de manera centralizada –también fue desastrosa para varios países que componían el bloque soviético–.

En tales sistemas burocráticos, las personas que participan del nivel productivo carecen de incentivos materiales –como un mayor poder adquisitivo– y de incentivos políticos –como autogestión y control democrático de sus centros de trabajo–, cuya ausencia ha conducido históricamente a apatía generalizada, negligencia, irresponsabilidad y lo que Thorstein Veblen llamó «retirada de la eficiencia».

Es esta experiencia vivida y no la propaganda capitalista, la que ha hecho al modelo capitalista cada vez más atractivo para los cubanos.

El contexto político

Un tema crítico que surge de esta discusión es la naturaleza y composición de la dirección política cubana que se enfrenta a la actual crisis y que conduce las propuestas mencionadas quince años luego de que Fidel Castro se retiró, por razones de salud, de su mandato directo del país y fue sucedido por su hermano menor Raúl, el jefe de las fuerzas armadas cubanas y heredero forzoso desde los primeros días del Gobierno Revolucionario.

Al asumir el mando, Raúl introdujo una serie de reformas económicas que abrieron el sistema, de manera moderada, a empresas privadas normalmente muy pequeñas. También promovió un grado significativo de liberalización como, por ejemplo, cambiar en 2012 las regulaciones que controlaban las salidas al extranjero para permitir a los cubanos viajar a otros países. Pero esta liberalización no estuvo acompañada por forma alguna de democratización política. Todo lo contrario. Por lo tanto, la represión de la disidencia ha continuado.

Así, por ejemplo, mientras liberalizaba los viajes al extranjero para la mayoría de los cubanos, el gobierno ha impuesto obstáculos para las salidas de muchos disidentes, ya sea demorando sus apariciones en tiempo en conferencias en otros países o imposibilitándoles viajar al exterior, para lo cual ha elaborado una lista de «regulados» conformada por unos 150 disidentes cubanos que no tienen permitido salir del país.

Debe señalarse que, como en el caso de muchas otras medidas represivas adoptadas por el gobierno cubano, esto sigue siendo, como en tiempos de Fidel Castro, una decisión política y administrativa al margen incluso al propio sistema judicial del régimen. Lo mismo se aplica a los miles de arrestos breves que el gobierno de Raúl Castro ha realizado cada año, en especial para impedir manifestaciones públicas no controladas por el gobierno.

El sistema de partido único continúa funcionando como bajo Fidel Castro, con su enorme control social, económico y político, implementado mediante sus cintas de transmisión, representadas por las organizaciones de masas (los sindicatos y las organizaciones femeninas) y otras instituciones, como las del sistema educativo. Los medios masivos de comunicación (radio, televisión y periódicos) continúan estando bajo el control del gobierno y siguen en su cobertura las «orientaciones» del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

La única excepción de importancia son las publicaciones internas de la Iglesia Católica, la cual, sin embargo, practica una extrema prudencia política y limita la distribución de sus publicaciones a sus parroquias y otras instituciones católicas. Internet, la cual el gobierno ha sido incapaz hasta ahora de poner bajo su absoluto control, permanece como el principal vehículo para las voces críticas y disidentes.

Mientras tanto, ha estado ocurriendo un importante cambio generacional dentro de la dirigencia cubana que plantea preguntas sobre el futuro del sistema cubano.

El nuevo presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, nació en 1960, un año después del triunfo revolucionario. El ocupante del recién creado cargo de Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz, un hombre con largos años de experiencia en el negocio del turismo, nació en 1963. Se podría considerar que estos dos hombres realizan una especie de aprendizaje de prueba bajo Raúl Castro, quien a sus 89 años de edad es aún el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, aunque se retirará oficialmente en 2021.

Aún hay otros «líderes históricos» que también permanecen en lo más alto de la jerarquía política. José Ramón Machado Ventura, un médico que por un tiempo fue el número tres después de Fidel y Raúl Castro, y que es miembro del Buró Político, cumplirá 90 años el 26 de octubre. Ramiro Valdés, que ocupó muchos cargos superiores durante los más de sesenta años del Gobierno Revolucionario, incluyendo Ministro del Interior, y que hoy es miembro del Buró Político, tiene 88 años. Varios generales en posiciones de alto rango también pertenecen a la vieja generación.

El general Ramón Espinosa Martín, miembro del Buró Político del CC del PCC, tiene 81 años. En comparación, el general Álvaro López Miera, también miembro del Buró Político, es un joven de apenas 76 años. El general Leopoldo Cintra Frías, Ministro de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) tiene 79 años de edad.

Sin embargo, hay personan más jóvenes, menos visibles que Díaz-Canel Bermúdez y Marrero Cruz, quienes ahora ocupan cruciales cargos de gobierno y cuyo poder es probable que aumente en el contexto de una transición luego de que los viejos «históricos» hayan abandonado la escena. Uno de ellos es el general de 60 años Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, un ex yerno de Raúl Castro, quien es el director de GAESA, el inmenso conglomerado empresarial de las Fuerzas Armadas, el cual incluye a Gaviota, la principal empresa turística en Cuba. Varios oficiales de alto rango del ejército, retirados o en activo, ocupan actualmente cargos importantes en otras esferas clave de la economía.

Las Fuerzas Armadas han capacitado a cuadros técnicos y empresariales quienes, junto a un grupo de técnicos y administradores civiles, han desempeñado por algún tiempo un importante papel en la economía. Muchos de ellos se han convertido en empresarios internacionales que operan en nombre del Estado cubano y han desarrollado amplias conexiones con bancos y otras instituciones capitalistas internacionales.

A ellos debemos añadir a los gerentes de industrias estatales, a quienes el gobierno acaba de otorgar más autonomía. Todos estos funcionarios pueden acabar beneficiándose del anunciado establecimiento de las PYMES, mediante el uso de sus contactos de negocios para obtener el capital que les permita crear sus propias medianas empresas. Ellos constituyen el núcleo de una burguesía capitalista cubana en desarrollo que está emergiendo desde dentro del propio aparato comunista.

Oposición, desafiliación y descontento

Existe oposición política en Cuba, principalmente —pero no de forma exclusiva— en el centro y la derecha del espectro político.

Sin embargo, ha sido políticamente marginada por la represión del gobierno y por la práctica plattista –por la Enmienda Platt impuesta por los EEUU a Cuba a principios del siglo XX y que limitaba la independencia cubana– adoptada por sectores de esa oposición, que en lugar de organizarse y recaudar fondos entre los cerca de dos millones de personas de origen cubano en los EEUU y otros países —tal como hizo José Martí entre los tabaqueros cubanos en Florida para apoyar la independencia cubana en la década de 1890—, ha dependido de limosnas del gobierno estadounidense para sobrevivir a la persecución.

Aunque el gobierno puede haber marginado con éxito a la disidencia activa en la isla, no ha podido detener la considerable desafiliación política con respecto al régimen, especialmente entre las generaciones más jóvenes, que crecieron desde el derrumbe de la URSS y el campo socialista a finales de los 80 y principios de los 90. Debe apuntarse que ha transcurrido casi el mismo tiempo entre 1990 y el presente que entre el triunfo revolucionario en 1959 y el derrumbe del bloque soviético. Este colapso —y la sustancial retirada de ayuda económica a Cuba que lo acompañó— produjo una catastrófica crisis económica y una considerable erosión de la legitimidad del régimen cubano.

Desde entonces, la corrupción pública y privada se ha incrementado notablemente, un fenómeno que fue incluso denunciado por Fidel Castro en un famoso discurso en la Universidad de La Habana en noviembre de 2005, donde advirtió que podría destruir la Revolución desde adentro y así lograr lo que el imperialismo estadounidense llevaba décadas sin haber podido causar.

La actual crisis económica, considerablemente agravada por la pandemia de la COVID-19, se ha sumado al ya extendido descontento originado por la escasez de bienes de consumo. Buena parte de este descontento se ha enfocado en los «coleros» –de «cola», la línea de personas que esperan–, un término comúnmente utilizado para personas que monopolizan los primeros lugares en las omnipresentes filas que se forman  por doquier para obtener los cada vez más escasos productos de primera necesidad o para vender esos lugares a quienes llegan tarde; y para personas que, aprovechándose de ocupar, de una forma u otra, los primeros lugares en la cola, compran todas las reservas de productos para revenderlos a precios exorbitantes.

El gobierno ha sacado partido de la comprensible indignación popular que despiertan los coleros al denunciarles y arrestarles, pero evita enfocarse en las causas económicas del fenómeno, es decir, la escasez de artículos de primera necesidad debido a una insuficiente producción nacional y/o importación.

Sin embargo, el hecho es que, dada la falta de producción agrícola debido al régimen económico y político, no parece haber una alternativa práctica para este problema. Ni siquiera es probable que funcione racionar los productos en divisas que compran los coleros al incorporarlos al sistema de racionamiento en pesos cubanos que ya existe, pues puede que no haya cantidades suficientes para distribuir a todos.

Es difícil identificar las circunstancias bajo las cuales la presente desafiliación y el descontento puedan traducirse en una alternativa política —y aún menos en una democrática y progresiva— para el existente régimen antidemocrático de Estado unipartidista. Es cierto que el cierre por parte de Obama del camino de la emigración cubana hacia los Estados Unidos en los últimos días de su mandato eliminó una importante válvula de escape para la oposición y el descontento en Cuba.

Trump no revocó esta medida concreta de Obama, prueba de que su oposición al comunismo es mucho más débil que su xenofobia y su racismo. No obstante, el cierre de la emigración hacia los Estados Unidos hasta ahora no ha parecido ser suficiente para estimular ninguna novedad política significativa en la isla.

Lo que está claro es que la adopción de las nuevas medidas económicas ya expuestas, en particular la legalización de las llamadas medianas empresas, pueden extender y profundizar considerablemente la doble explotación y opresión en Cuba: la que ha ejercido por mucho tiempo el Estado unipartidista altamente autoritario, y la otra, ejercida por las futuras medianas empresas privadas ayudadas por la falsa protección brindada a los trabajadores por los sindicatos estatales, que en la práctica funcionarán como sindicatos de empresas en el contexto de las PYMES. El Código de Trabajo aprobado en 2014 ya ofrece un indicio de lo que está por venir.

La nueva distribución económica del poder que tarde o temprano se desarrollará en Cuba demostrará aún más la urgente necesidad de contar con sindicatos verdaderamente libres, y la necesidad de sustituir el Estado unipartidista antidemocrático que por su naturaleza imposibilita la existencia de sindicatos independientes, por una república verdaderamente socialista y democrática en Cuba.

*Este análisis fue originalmente publicado en inglés en la edición on line de la revista socialista New Politics.

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