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Crisis

Planificación

La planificación urbana y el manejo de los recursos

por Carlos García Pleyán 1 abril 2022
escrito por Carlos García Pleyán

La crisis del planeamiento tradicional

El creciente cuestionamiento a la conveniencia y utilidad de la planificación no es exclusivo de la economía, también ha alcanzado el ámbito de la planificación territorial y urbana. Planificar requiere un mínimo de estabilidad en un contexto en el cual imaginar un futuro deseado y los modos de concretarlo. Sin embargo, es un hecho que en los últimos decenios se han acelerado los cambios socioeconómicos a escala global, en particular por la revolución tecnológica (sobre todo en el transporte y las comunicaciones).

En un pequeño país como Cuba se incrementan los niveles de incertidumbre y vulnerabilidad, al presentar una economía abierta y dependiente de altibajos en los precios mundiales, variaciones en los flujos turísticos, cadenas de transporte internacional, junto a la incidencia incontrolable de acontecimientos externos: el bloqueo norteamericano, guerras, pandemias o eventos meteorológicos adversos.

No siempre fue así. La integración de la economía cubana en el sistema económico del socialismo europeo y sus planes quinquenales permitió, en las décadas del setenta y ochenta, disfrutar de bases relativamente solidas sobre las cuáles formular planes de desarrollo a largo, medio y corto plazo.

El planeamiento físico se articulaba al proceso inversionista por medio de la macro y micro localización de todas las inversiones previstas en los ámbitos productivo, de servicios, vivienda e infraestructural. En ese marco, la planificación física actuaba no solo «traduciendo» los planes económicos a sus aspectos territoriales, sino que se constituía en contraparte a las exigencias sectoriales de eficiencia económica por parte de los ministerios, al defender criterios de equidad social —por ejemplo, en la distribución espacial del empleo— así como de protección al medio ambiente.

Ese escenario permitía diseñar con bastante detalle las soluciones deseadas a largo plazo en el uso del suelo, localización de los programas industriales, grandes infraestructuras, etc., desde la escala nacional hasta los planes directores de las ciudades. La brusca y dura crisis de los años noventa trazó un panorama radicalmente distinto al evidenciar la inutilidad del planeamiento de futuros lejanos cuando era casi imprevisible el presente.

Planificación

Mapa de Cuba, 1819

El nuevo escenario cubano

Es sintomático que el propio Instituto de Planificación Física —ahora de Ordenamiento Territorial y Urbanismo (INOTU)—, haya considerado oportuno desplazarse terminológicamente de una ambiciosa «planificación» a un más prudente «ordenamiento». El debate internacional sobre la inutilidad de una planificación urbana detallada a largo plazo se ha superpuesto, en el caso de Cuba, a otra polémica referida al eje plan y mercado.

Sin caer en extremismos que absoluticen el papel de uno u otro cual mecanismos de asignación de recursos, hay que tener en cuenta la tendencia actual a una mayor diversificación de los sujetos socioeconómicos y de los centros de toma de decisiones.

En un escenario que liquidó de forma casi absoluta la propiedad privada y centralizó de manera radical la toma de decisiones, tenía sentido una planificación física al servicio de un único dueño —el estado—, que localizaba sus inversiones de acuerdo a las políticas adoptadas, aseguraba la coherencia de las obras y preveía y trazaba las infraestructuras necesarias a largo plazo.

Ello no impedía que se generaran problemas como la insuficiente previsión de suelo para la vivienda por esfuerzo propio, o las contradicciones en la toma de decisiones entre los intereses sectoriales y los sociales o ambientales; pero se trataba de un modelo factible en su contexto.

En la medida en que cambió el escenario económico y político y empezó a conformarse, en el último decenio, un modelo regido por otros principios: descentralización, diversificación de actores sociales, aparición de miles de pequeñas y medianas empresas privadas y cooperativas; el papel del mercado empezó a adquirir otra magnitud y, con ello, varió el papel de la planificación.

Surgieron entonces preguntas insoslayables: ¿Cómo transformar y adecuar el planeamiento físico a un planeamiento económico en evolución? ¿Tiene sentido diseñar en detalle un futuro incierto? ¿Cuáles son los límites en la capacidad de planificar y decidir centralmente las inversiones? ¿Cómo armonizar las miles de decisiones y transformaciones urbanas autónomas?

¿No habrá que reforzar los aspectos normativos del ordenamiento territorial —regulaciones urbanas—, en un marco en que se han multiplicado los actores —gubernamentales, empresariales y comunitarios—, que inciden en la transformación de las ciudades?

Planificación

Croquis de la ubicación de la ciudad de La Habana, 1610.

El modelo de planificación y la descentralización

Es imposible examinar, evaluar o diseñar un modelo de planificación sin tomar en cuenta la estructura política, administrativa y de gestión económica del país en cuestión. Se comprende que en una primera etapa el gobierno revolucionario haya requerido estructuras muy centralizadas para acometer transformaciones radicales y enfrentar fuertes obstáculos sin disponer de cuadros suficientemente preparados, ni de una infraestructura legislativa e institucional adecuada.

Ello agilizaba la toma de decisiones, pero conformó también una institucionalidad y una cultura de ordeno y mando que privilegia la disciplina sobre la creatividad, baja decisiones con rapidez y efectividad, pero frena u obstaculiza que suban opiniones o propuestas diversas desde la base, es decir, desde los territorios.

Varias veces se ha intentado modificar el modelo para hacerlo más participativo. La Constitución de 1976, que concluyó el llamado «proceso de institucionalización», pretendía transformar esa tendencia mediante el sistema del Poder Popular —que debía facilitar la participación—, y de una división político-administrativa más cercana a la base. Un segundo impulso descentralizador se desarrolló de manera espontánea en el inicio del Período especial, al debilitarse las estructuras estatales y multiplicarse las iniciativas no gubernamentales, con mayor protagonismo de la sociedad civil.

El tercer intento viene desarrollándose desde que Raúl Castro anunció un proceso de reforma cuyo contenido se ha plasmado en documentos como los Lineamientos, el Plan de desarrollo al 2030, la Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista o la propia Constitución del 2019.

Esos impulsos han sido frenados por intereses creados en el cuerpo burocrático del Estado, sedimentados y solidificados a lo largo de décadas a todos los niveles. Se ha conformado una cultura política y administrativa que se siente más cómoda «exhortando» y «bajando orientaciones» —o «cumpliéndolas» sin riesgos en la base—, que abriendo el debate y apoyando el pensamiento creativo. Ello ha logrado diluir o descafeinar cualquier intento serio de descentralización.

Nos encontramos pues en el tercer round de una batalla no ganada. Pero no hay que olvidar que el marco en que hoy se desarrolla el debate no es el mismo: la Isla se halla ahora realmente «al borde del abismo», en una situación sumamente crítica, hay nuevas generaciones que reclaman su lugar, Internet existe, las discrepancias se manifiestan abiertamente —incluso en la calle— y el país es mucho más diverso.

Planificación

Plano de Baracoa, 1840.

Es esencial entender que para conformar un sistema de planificación descentralizado no basta con cambiar el nombre a las instituciones, emitir otras leyes y decretos o escribir nuevas metodologías. Es ineludible modificar las estructuras políticas y administrativas, así como la cultura de gestión. No se puede, por ejemplo, reclamar una activa participación de los municipios en el desarrollo del país trasladándole solamente atribuciones y responsabilidades, sin traspasarle asimismo los recursos financieros, materiales, humanos y tecnológicos requeridos.

Cuba se enfrenta en este momento a tres retos esenciales: el proceso de diversificación de los sujetos económicos, en el que habrá que admitir que no es lo mismo la propiedad estatal que la social, y que esta debe complementarse con la privada y la cooperativa; el proceso de real y efectiva descentralización hacia los municipios, no solo de desconcentración de funciones; y un entorno político y económico de máxima incertidumbre, donde es vital la capacidad de gestión distribuida, flexible y adaptativa.

La estructura económica que heredan las actuales generaciones responde todavía a un Estado extremadamente centralizado. Ello ha generado un fenómeno esencial para entender las dificultades enormes a las que se enfrenta el actual intento de descentralización.

Los canales previstos se organizaron desde un inicio a través de ministerios sectoriales que distribuyen verticalmente recursos materiales, financieros y humanos de acuerdo a una lógica decidida en los máximos niveles de dirección. En cambio, las estructuras del Poder Popular, es decir las estructuras políticas y administrativas territoriales, no disponen de los recursos necesarios para realmente gobernar. Tan solo administran —bajo directivas, orientaciones y normativas nacionales— los débiles presupuestos de que disponen. Su capacidad de decidir y ejecutar nuevas inversiones ha sido prácticamente inexistente.

La pérdida de confianza de la población en la capacidad de los delegados para resolver los problemas proviene de ahí. Asimismo se explican: la necesidad de movilizar ministerios para solucionar realidades locales como los barrios «vulnerables»; la debilidad e insuficiente formación de cuadros locales y la creciente debilidad del planeamiento territorial.

Este modelo centralizado condiciona la elaboración de planes sectoriales, concebidos para la distribución vertical de inversiones y recursos que, cuando se desglosan territorialmente, llegan a la base carentes de integralidad. Los municipios se enfrentan entonces al difícil ejercicio de dotar de coherencia a planes cuyas prioridades a veces tienen poco que ver con las necesidades del territorio, pues responden a otras lógicas.

Los ministerios y sus direcciones locales correspondientes están al tanto de sus presupuestos, pero es improbable que conozcan el presupuesto integral de un territorio. De consultar los planes de ordenamiento urbano aprobados, se constatará que ninguno contiene un cálculo relativamente completo del monto de inversiones necesarias. Este sistema pone en situación extremadamente compleja a los gobiernos locales, que deben enfrentar multiplicidad de dificultades y demandas locales sin disponer de medios para resolverlas.

El gobierno y la administración municipal se convierten en un equipo de apagafuegos sobrecargado de problemas puntuales, más reactivo que propositivo, sin tiempo ni capacidad para una visión global de la situación, sin poder establecer líneas articuladas de actuación ni disponer de recursos materiales o intelectuales. Trabajan con una visión cortoplacista en la que cualquier reflexión sosegada les resulta una pérdida de tiempo ante las continuas urgencias, conflictos y calamidades.

La actual diversificación de actores económicos complica más el funcionamiento del sistema heredado. Basta constatar las dificultades con que el Sistema Nacional de Estadística e Información registra la actividad económica no estatal. Finalmente, no hay que olvidar los altos niveles de incertidumbre en los que se mueve la actividad económica y que obligan a adaptaciones, actualizaciones, perfeccionamientos y ajustes del plan que hacen dudar de su utilidad. Ajustes y rectificaciones que, además, no siempre provienen de incógnitas externas sino de vicios propios de un exceso de idealismo y voluntarismo.

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Plano de la ciudad de Cienfuegos, 1839.

Las iniciativas actuales

Es necesario constatar que no hay todavía una respuesta coherente a las dificultades referidas, sino más bien tanteos aislados, a veces contradictorios, sobre cómo adaptar el planeamiento urbano a las nuevas realidades. Mencionaré los que considero más importantes.

Ante la evidente inadecuación y obsolescencia del viejo Decreto sobre Planificación Física de 1978, en diciembre de 2020 se promulgó la Ley de ordenamiento territorial y urbano y la gestión del suelo. Además de definir las competencias, instrumentos y procedimientos para el planeamiento, gestión y control territorial y urbano; contiene la novedad de abordar el tema de la gestión del suelo.

En la norma se precisa el contenido del plan de ordenamiento urbano (las determinaciones urbanísticas para la organización del uso del suelo, su ocupación y utilización, la estructura y morfología, las regulaciones urbanísticas y el programa de acciones), y se determina un alcance temporal de corto y mediano plazos. Se regula también el régimen jurídico y urbanístico del suelo y su articulación con el proceso inversionista, a través de instrumentos de gestión como la macro y microlocalización, los permisos de construcción, los certificados de habitabilidad, etc.

Pero el problema fundamental de estos planes es su débil operatividad. Ellos debieran convertirse en instrumentos de dirección de los gobiernos territoriales, pero ya fue explicada la actuación de los mismos, más presionados por urgencias cotidianas que por visiones estratégicas. Por otra parte, los niveles de indisciplina urbanística, tanto de la ciudadanía como de organismos estatales, son considerables, por cuanto los esfuerzos de difusión y comunicación de los planes y las regulaciones —así como la participación en su elaboración— son prácticamente inexistentes.

En estos días el INOTU ha comenzado por fin a publicar en su portal web los textos de los planes de ordenamiento urbano de diversas ciudades, pero se trata de volúmenes de 300-400 páginas que requerirían un trabajo de edición y simplificación si en verdad se pretende que la ciudadanía los conozca. Es compleja e insuficiente también su articulación con la planificación económica, financiera, o ambiental. Y muy preocupante, finalmente, la re-verticalización del sistema institucional, que ha vuelto a supeditar centralmente las instancias provinciales y municipales, hasta ahora subordinadas a los gobiernos locales.

Otro núcleo importante de pensamiento urbanístico se ha ido conformando en el equipo del Plan Maestro de la Oficina del historiador de la ciudad de La Habana. Entre otros aspectos novedosos, merece la pena destacar su enfoque integral. Su instrumento principal, el Plan Especial de Desarrollo Integral (PEDI), articula las dimensiones económica, social, cultural, ambiental e institucional de las transformaciones urbanas en un intento de superar el extremo sectorialismo de los planes de desarrollo y el proceso inversionista. Es esencial igualmente su involucramiento en la fase de implementación del plan.

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Plano de la ciudad de Camagüey, 1950.

El hecho de que el PEDI esté integrado a una institución cuyo modelo económico permite una autonomía y sostenibilidad inhabituales en Cuba a escala local, explica una aplicación más efectiva que la de los otros planes urbanísticos. En este caso se puede afirmar que el plan y las regulaciones urbanas han constituido una guía para la gestión. Este enfoque exitoso ha sido apreciado como modelo a imitar por otros municipios. Su difusión ha iniciado felizmente a través de la conformación de una Red de ciudades patrimoniales, aunque de modo paradójico no logra trascender aún el área del centro histórico habanero.

La única excepción, hasta ahora, la constituye el novedoso Plan perspectivo de desarrollo de la Bahía de La Habana, que involucra varios municipios. Se trata de planes estratégicos que desarrollan programas y proponen medidas específicas, acciones y proyectos, aunque deben desafiar el reto de gestionar un territorio manejado también por un consejo de administración municipal.

Finalmente, es ineludible mencionar un tercer grupo de iniciativas relacionadas con el descubrimiento reciente por parte de las autoridades nacionales de las oportunidades y potencialidades del desarrollo local.

Aprovechando la experiencia de programas en tal sentido, como el dirigido al Fortalecimiento de las capacidades municipales para el desarrollo local (PRODEL), liderado por el Centro de desarrollo local y comunitario (CEDEL); o la Plataforma Articulada para el Desarrollo Integral Territorial (PADIT), dirigida por el PNUD de conjunto con el gobierno cubano, se ha sistematizado un enfoque que cristalizó en el interesante Decreto 33/2021 para la Gestión estratégica del desarrollo territorial, en el cual «se regula lo relativo a la implementación de las estrategias de desarrollo y la gestión de los proyectos de desarrollo local». 

Las primeras —que deben ser elaboradas, implementadas, evaluadas y actualizadas por el Consejo de la Administración Municipal—, definen las líneas estratégicas y los programas correspondientes, y articulan los proyectos de desarrollo local. El Decreto y tres Resoluciones posteriores fijan igualmente los modos de implementación de los proyectos, así como su financiación. En estos momentos se informa que han sido aprobadas más de cien estrategias municipales (de 168 municipios), así como más de cuatrocientos proyectos de desarrollo local.

Paralelamente se adoptaban los Decretos 44, 46 y 47 sobre el trabajo por cuenta propia, las micro, pequeñas y medianas empresas, así como las cooperativas no agropecuarias. En marzo de 2022 rebasan ya las 2 600 entidades aprobadas. Todo ello —junto a crecientes proyectos de desarrollo local—, está creando un rico entramado económico y social de iniciativas, en su inmensa mayoría no estatales, que abren oportunidades de desarrollo a escala municipal pero requieren un marco que las oriente y articule a los planes económicos, territoriales y financieros estatales para el territorio. Tal es el papel previsto para las estrategias municipales.

Lamentablemente, la preparación metodológica y hábitos de dirección de los funcionarios de los Consejos de administración municipales no están a la altura de lo que requiere la formulación de una estrategia de desarrollo. Buena parte de estos documentos —redactados a menudo por especialistas o académicos ajenos al CAM—, se limitan a presentar un análisis DAFO y a definir líneas estratégicas, pero sin desarrollar los indispensables programas correspondientes, por lo que resulta difícil articularlas a proyectos en marcha.

Estos problemas se agudizan hasta el absurdo en el caso de la capital, donde la ciudad no está en un municipio, sino que quince municipios están en la ciudad. Si ya es complejo articular las acciones, decisiones y recursos en un municipio; en La Habana se hace imprescindible un instrumento de planeamiento a escala metropolitana, sea un Esquema de desarrollo provincial o un Plan general de ordenamiento urbano.

Recientemente (junio de 2021), se aprobó el PGOU de la ciudad de La Habana, pero las deficiencias y desactualización del documento son de tal calibre que lo tornan inviable e inútil. Ello facilita los altos niveles de indisciplina urbanística y descontrol en el proceso inversionista, donde tanto entidades estatales como particulares incumplen las regulaciones impunemente. Aquí se verifica la máxima de que no hay viento favorable para el que no sabe adónde va. Se trata de un forcejeo entre iniciativas privadas, decisiones y medidas municipales y programas inversionistas sectoriales de los ministerios que debiera ser arbitrado de modo más eficiente.

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Plano de Santiago de Cuba, 1899.

Algunos temas pendientes

Quisiera enfatizar en cuatro aspectos esenciales pero insuficientemente abordados aún.

En primer lugar, la gestión del suelo. El suelo urbano y el fondo inmobiliario, principal recurso del que dispone una ciudad, están hoy administrados por organismos sectoriales que se consideran sus dueños y toman decisiones inconsultas o arbitrarias sin estar facultados para ello. Por otra parte, los Consejos de la Administración territorial prácticamente no tienen facultades sobre el manejo del suelo, por lo que difícilmente puedan incidir en su adecuado uso.

Es necesaria una norma jurídica que defina los derechos privados y públicos al respecto y, en particular, las competencias del gobierno de la ciudad sobre el patrimonio inmobiliario estatal (suelo y edificaciones). El hecho de que no se disponga de un catastro urbano operativo ni de un Registro de la propiedad actualizado, agrava la situación.

En segundo lugar, el tema de la información, la comunicación y la participación. A pesar de la profusa «narrativa» sobre la participación, hay que admitir que estamos muy lejos de una genuina participación en el planeamiento. Sin una adecuada información, cualquier convocatoria a la participación es, por lo menos, demagógica.

La información sobre las ciudades es muy deficiente, pues el sistema de estadística e información está concebido para el uso de los ministerios. Además, la publicación y divulgación de esa información es pobre. Basta consultar los anuarios provinciales o municipales en la página web de la Oficina de Estadística (ONEI) para tropezar con vacíos, errores e incoherencias en las cifras.

Por otra parte, si los esfuerzos de comunicación por parte de las instancias de planeamiento —nacional o local—, son pobres o inexistentes, es inútil pensar en que pueda avanzar la participación. ¿Cómo cumplir unos planes que se desconocen o unas regulaciones que no se publican? Y en el caso de que la participación incursione en la distribución de recursos financieros, las resistencias son entonces mayores. El único experimento de presupuesto participativo, realizado dentro del Centro Histórico de La Habana, fue rápidamente desautorizado.

En tercer lugar, la cuestión del control, el monitoreo y la evaluación. Es una práctica habitual —tanto en la planificación territorial como en la económica—, el no definir ni los indicadores ni las formas de monitoreo y evaluación de la marcha del plan. Se formulan los planes y, cuando comienzan a desviarse de la realidad o a incumplirse, la reacción no es analizar y evaluar las razones de los incumplimientos, sino formular nuevos planes. ¿Dónde están los informes de rendición de cuentas? ¿Cuándo los Consejos de administración o el gobierno territorial rinde cuentas de su actuación ante la población?

El acuerdo del Consejo de ministros que aprobó el Plan de La Habana afirma que «el Gobernador de la provincia de La Habana entrega al IPF, antes del 30 de abril de cada año, el informe anual de la evaluación de la implementación del Plan». Será interesante comprobar cómo se logra redactar ese informe si en el Plan no existe ni un programa de acción ni un sistema de indicadores. Informe que, dicho sea de paso, sería extremadamente importante que fuera de conocimiento público.

Planificación

Plano de la ciudad de Matanzas de J. J. Romero, 1837.

Al fin y al cabo, el Gobierno no solo se debe al presidente del IPF sino, en primer lugar, a sus conciudadanos. ¿Cómo se puede llamar a la participación ciudadana sin dar a conocer esta elemental información?

En cuarto lugar, el imprescindible tema del fortalecimiento de las capacidades. Se requerirá un paciente trabajo de capacitación de los cuadros municipales. El papel de la universidad es necesario, pero no para sustituir a los cuadros locales sino para entrenarlos y aprender de ellos, porque la universidad debe ser capaz no solo de conceptualizar sino también de aprender a actuar en la urgencia y en la carencia.

Sería interesante Debería evaluarse hasta qué punto los instrumentos metodológicos y normativos que se proponen son efectivos y lograr que los intendentes y sus equipos se pronuncien sobre ello. Y habrá que preparar las condiciones necesarias para producir un trasvase de especialistas desde los organismos centrales a las oficinas provinciales y municipales.

Nos encontramos una vez más en un momento de posible cambio, en el que hay que aprovechar las oportunidades que se abren y actuar con decisión. Es importante identificar los obstáculos a vencer, pues no solo los tradicionales instrumentos de planeamiento no son ya operativos, sino el propio diseño institucional del país debiera re-balancear los poderes sectoriales (ministerios) y los territoriales (gobiernos locales).

Hay que articular más orgánicamente el planeamiento urbano a la administración local de los recursos; reforzar las instancias municipales, no solo en atribuciones sino en recursos y conocimiento; articular los planes y los presupuestos, entre sí y con las iniciativas privadas y comunitarias que requieren apoyo y no obstrucción. Todo ello será posible si se demuestra una verdadera voluntad de cambio.

1 abril 2022 59 comentarios 1.434 vistas
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Cubano

Duele ser cubano

por Arnoldo Fernández Verdecia 22 enero 2022
escrito por Arnoldo Fernández Verdecia

Hago el mismo recorrido de todos los días. Busco a los amigos que no están, necesito hablarles de la vida, las cosas… pero mis amigos habitan en otra parte, o se han ido a algún país, o están muertos, o se han alcoholizado, o ya no son mis amigos.

Hay una fiebre enorme de huir a cualquier lado, a algún sitio donde se pueda estar tranquilo, reunir unos quilos y regresar a reunirse con aquellos que una vez estuvieron, con los que permanecen leales, o con la familia dispersa. Lo ideal es una playa, un río, el asado de un puerco en medio de la calle, una finca o, simplemente, un lugar donde estar unidos; al menos en esos instantes fugitivos, memoriosos, que nos hacen tan felices.

Un padre ha traído su niño desde Estados Unidos, lo he visto descalzo, metido entre la gente, lleno de tizne, tomando un café en el lugar de todos; —tiene al cubano en los genes, dicen sus cercanos. Así las cosas, la gente está viniendo de cualquier lugar a buscar a los suyos, a darse una dosis enorme de espiritualidad compartiendo una cerveza, un plato de comida, caramelos, chicles; lo que ayude a unir, dar alegría, repartir sueños.

Casi nunca se habla de política porque están agotados de lo mismo. La gente tiene sed de muchas cosas y esos amigos que llegan traen un espíritu que vale la pena compartir. Son cubanos hasta los genes, como el niño tiznado, cubanos que no traicionaron nunca, que se fueron por mejorar económicamente; deportistas, artistas, personas que hoy tienen mucho que darle a sus hermanos de la Isla.

Merecen volver, ser llamados ciudadanos, porque Martí fue puntual cuando escribió: «La patria no es juguete de unos cuantos tercos, sino cosa divina».  Solo con esos amigos puede montarse una bicicleta de agua en Varadero, o contemplar el azul del mar, las arenas blancas; los placeres de un capitalismo que una vez llamamos brutal y nos acompaña hoy disfrazado de pañuelos rojos.

Ahora hace falta esa gente que está afuera para darnos venturosos días de felicidad. «¡Mi familia, carajo! —dice un viejo octogenario al que saludo cada mañana. Hasta campos de golf para ricos están floreciendo, eso tampoco es para los cubanos de adentro como yo, porque con qué bolsillo entrar allí».

Las grandes ciudades embellecen. Los pueblos pequeños, como el mío, siguen con el mismo maquillaje de sus inicios. Las ciudades grandes viven de los pueblos pequeños. No hay manera de cambiarlo. ¿Con qué poder?

Vivo en un pueblo al que sus creadores llamaron «Mesopotamia oriental», tierra entre los ríos Cautillo, Jiguaní y Contramaestre, donde cualquier semilla era fruto de la noche a la mañana y el ganado se esparcía silvestre. De aquella Mesopotamia solo queda el recuerdo.

La gente que viene busca el pueblo bello, el de las viejas fotos; algunos quieren fundar, invertir, pero no hay manera de hacerlo. Lo que una vez José Martí llamó «crucero del mundo» es una metáfora inalcanzable. Pensar que aquí hubo libaneses, como Isaías y Erasme Tarabay, que crearon hoteles identificados con sus apellidos; emigrantes asturianos como Carnero, que también lo hicieron; gente de Galicia, Murcia, Canarias, Andalucía…Todo lo que habla del Contramaestre que somos, tiene un fuerte componente de riquezas traídas o creadas por inmigrantes…

El regreso a casa, día por día, me pone sentimental. Pienso en los viejos amigos: ¿dónde estarán?, ¿en qué mares del mundo?, ¿en qué pueblos?, ¿qué familias fundaron?, ¿qué huellas dejaron en la vida?

Mis dudas lastiman profundamente, como mismo laceran a muchos que una vez fueron amigos y hoy no lo son. Pablo Milanés me acompaña y cantamos, como hacen todos los que vuelven y encuentran a su gente:

¿Dónde estarán los amigos de ayer? (…) ¿Dónde andarán mi casa y su lugar, mi carro de jugar, mi calle de correr? ¿Dónde andarán la prima que me amó, el rincón que escondió mis secretos de ayer? Cuánto gané, cuánto perdí, cuánto de niño pedí, cuánto de grande logré. ¿Qué es lo que me ha hecho feliz? ¿Qué cosa me ha de doler?

22 enero 2022 37 comentarios 2.858 vistas
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Verdad (2)

El tiempo que pasa

por Teresa Díaz Canals 14 enero 2022
escrito por Teresa Díaz Canals

El dolor no genera verdades, pero quizás haga nacer ojos para verlas.

Ludwig Marcuse  Pesimismo. Un estado de madurez

***

El filósofo danés Søren Kierkegaard escribió en su libro La enfermedad mortal: «la desesperación es la total ausencia de esperanzas». A esta condición de no esperar nada positivo nos ha llevado el escenario cubano actual. Como la canción de la película Casablanca: As time goes by (El tiempo pasa, o mejor A medida que pasa el tiempo), nuestro tiempo ha pasado. Mi generación creció con lo que se llama en la historia de la nación Revolución, somos literalmente sus hijos.

Existe un proyecto de atención a los adultos mayores, desatado con mayor fuerza a partir de la declaración por las Naciones Unidas de esta década como la del «envejecimiento saludable». Pude observar uno de los programas de la televisión cubana Sigo Aquí, que se transmite por el Canal Educativo los domingos a las 4:00 p.m. Una televidente formuló una pregunta a Teresa Oroza, directora de la Cátedra de la Mujer: «se habla de «brecha digital» en los adultos mayores en la actualidad: ¿qué quiere decir eso?».

En ese momento no hubo una respuesta clara sobre tal limitación en los ancianos. Pero hacen muy bien en ocuparse del tema, es válido reflexionar en esas cuestiones. Pienso, sin embargo, que en las condiciones en que se encuentra Cuba, ello solo favorecerá a un pequeño grupo de personas de la tercera edad, mientras el resto seguirá en una situación muy precaria con respecto a la tecnología.

Una amiga que reside en otra provincia me comentó que una adulta mayor fue a hacer las gestiones correspondientes como cuentapropista, para un pequeño negocio de venta de café. En la Oficina Nacional de Administración Tributaria, por falta de papel, en estos momentos no pueden imprimir las planillas para cumplimentar el pago de los impuestos. Entonces exigen a los requeridos de ese trámite que lleven una memoria flash para que copien el modelo requerido. La anciana preguntó: —¿Qué es una memoria flash?

Los especialistas deberían atender las situaciones reales de brecha digital de los ancianos en la actualidad. Es importante contabilizar cuántas de las personas mayores que viven solas pueden pagar los servicios de agua, electricidad, teléfono o gas por la plataforma digital transfermóvil, incluso ¿cuántas de ellas tienen móviles?

También se ha convertido en un problema la extracción de dinero por los pensionistas en los cajeros automáticos. Generalmente piden ayuda a cualquiera que esté cerca, lo que constituye un peligro para su seguridad.  Me comentó una conocida el caso de dos señoras, también adultas mayores, que fueron víctimas de robo de dinero depositado en una tarjeta bancaria.

A una de ellas la estafaron en el mismo banco; la otra confió la tarjeta a una vecina para que le extrajera algo de dinero y resulta que cuando fue al banco se enteró de que la amable vecina había sustraído lo que le quedaba; salió llorando del lugar. Esa solidaridad que se enarbola constantemente como parte del ser cubano, hace tiempo dejó de existir en un país que sobrevive en medio de una gran crisis.

Hace unos días regresé a la Isla desde Madrid. Cuando estaba en el aeropuerto español quise comprar una botella de agua para el viaje. Los pomos del preciado líquido estaban en máquinas expendedoras. Ni intenté acercarme para no hacer el ridículo, no domino el intrascendente procedimiento para una cosa tan sencilla.  Después, en el avión, pasaron ofreciendo café, que había que comprar. Pedí uno a la aeromoza. —¿Capucchino?, preguntó la muchacha. —Sí, contesté muy segura. La joven me lo sirvió y seguidamente me dijo el precio. Saqué un billete de 10 euros para pagarle. —No, es por tarjeta. Y ya tenía en la mano el aparatico para cobrar de manera digital. —No tengo tarjeta, le dije y comencé a sentirme muy mal delante de extranjeros y cubanos residentes en otros países. Quería que el cielo me elevara por los aires, ya que no estaba en la tierra para desear que me tragara.

—Llévese el café, no tengo tarjeta. —No, ya tómeselo, no puedo tocar el dinero  (evidentemente por la pandemia, aunque el avión estaba atestado) respondió en forma despectiva. Para ella, estaba tratando con una ciudadana de segunda, tercera o quizá quinta clase; aunque yo haya trabajado durante cuarenta años como profesora en la considerada mejor universidad de mi país y tenga varios libros publicados. No pude decirle que era una cubana cuyo gobierno ha sometido a su ciudadanía a un implacable feudalismo, a un atraso de espanto. Fue el café más amargo de mi vida.

Tiempo (3)

Escultura en las afueras de la Catedral de Almudena, en España.

Viajar requiere en Cuba trámites estresantes para cualquiera, mucho más para una persona de avanzada edad. Dos veces tuve que ir al médico de la familia, al policlínico y a la Dirección Provincial de Salud Pública para poner cuños a un certificado. Ello me permitiría sacar un aparato de aerosol, porque soy asmática, y un blíster de enalapril, pues soy hipertensa. Colas y más colas para un documento absurdo, con amenazas de que sin él no podría salir del país. Después de tanta angustia, nadie se acordó de pedirme el certificado con cuños de tres lugares diferentes.  

En nuestra historia existen ejemplos fehacientes de las importaciones de tecnologías que entraron al país desde tiempos decimonónicos para bien de toda la sociedad. Todavía recordamos los lavaderos instalados por Marta Abreu en la ciudad de Santa Clara para facilitar que las mujeres lavaran allí y no en el río. El teléfono y el tren, fueron muestra del proceso de modernización que tuvo lugar en pleno siglo XIX.

Sería muy pertinente que los que organizan la actividad de realizar los conocidos PCR y la aplicación de las necesarias vacunas que exige la pandemia del coronavirus hasta hoy, tengan en cuenta la espléndida organización de otros países capitalistas, donde hay colas pero se avanza en pocos minutos.

Para hacerme un PCR a tiempo en el lugar donde nací, necesité pasar una noche completa marcando en el policlínico del municipio donde resido, y otra noche para recoger el resultado. Ese desastre de servicio sanitario —con decenas de personas que se cuelan porque son conocidas de los médicos y del  personal de la salud en general—, se llama maltrato a la población y, en ese sentido, todos y todas nos convertimos en seres vulnerables ante tanto atropello.

Esos testimonios cotidianos constituyen una arbitrariedad más, de las tantas que padecemos, insignificante ante la atrocidad de condenar a un ser humano a treinta, veinte o diez años por expresar lo que piensa, exigir un cambio de vida y pronunciar la palabra libertad.

En las afueras de la Catedral de Almudena, en España, pude captar la imagen de una escultura que me impresionó: un indigente tapado en un banco. A un lado de esa inusual obra leí este escrito firmado por el Arzobispo de Madrid: «En tu camino encontrarás a muchos que están así. Tienes sitio en tu banco, dale tu mano, conversa con él, regálale el amor de Cristo con obras».

Tiempo (2)

Escena captada en el Vedado habanero.

El 10 de enero de 2022, en el Vedado habanero, pude captar esta imagen, semejante a la escultura que me estremeció. La exhibo y repito con el fotógrafo y documentalista brasileño Sebastião Salgado: «No hay razón para tomar una fotografía de un ser humano si esta no lo ennoblece». Ojalá que ella sirva para aliviar la vida de este señor y de otros tantos, que como él viven en la extrema miseria.

14 enero 2022 17 comentarios 2.090 vistas
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Desigualdad

Las promesas rotas de Biden

por Consejo Editorial 22 diciembre 2021
escrito por Consejo Editorial

Durante la campaña presidencial estadounidense de 2020, todos y cada uno de los candidatos demócratas prometieron un cambio de política hacia Cuba. Un año después de la victoria electoral de Joe Biden, la relación bilateral es aún peor y la retórica de los demócratas en el poder parece emular a las administraciones republicanas. Nuevamente los intereses electorales pesan más que los valores que presume la Casa Blanca en su relación con la Isla.

Millones de cubanos sufren una crisis económica y humanitaria comparable con las secuelas del derrumbe soviético a inicios de los noventa. A pesar del alto volumen de propaganda política, narrativas simplistas y desinformación, la evidencia apunta a una crisis creada por tres actores principales: la pandemia global, el gobierno cubano y las administraciones Trump-Biden.

Esta situación de responsabilidades compartidas pocas veces se analiza en su complejidad en la esfera pública cubana, cada día más partidista y polarizada. Mucho menos se reconoce así en la retórica de ambos gobiernos, siempre gustosos de culpar al otro de todos los males en la Isla.

Durante la primera mitad de este año, la Casa Blanca se sintió cómoda al seguir provocando miseria económica a los cubanos. Con esa actitud evadía enojar a los cubanoamericanos que apoyaron las políticas trumpistas y reinstauraba la dinámica de confrontación que el presidente Obama había condenado. Se utilizaron las consecuencias socioeconómicas de la pandemia en su política de cambio de régimen hacia la Isla y no hubo un ofrecimiento incondicional de ayuda humanitaria. Fue una oportunidad perdida y un fallo de empatía de enormes proporciones.

El estallido del 11 de julio fue el grito desesperado de los cubanos a una crisis nacional en la que la política de Estados Unidos también tiene responsabilidad. Las declaraciones posteriores del Departamento de Estado y las sanciones que han aplicado desde entonces dejan claro que sí hay tiempo para Cuba en su lista de prioridades, pero que prefieren regodearse en la retórica hostil y aplicar sanciones simbólicas que tienen cero efecto en los gobernantes cubanos, con tal de emocionar al electorado de la Florida. Es el mismo manual que escribió el trumpismo para Cuba, salvo que sus sanciones no solo eran simbólicas sino muy reales y hoy siguen vigentes con la complicidad demócrata.

Poner en pausa la revisión de las políticas del trumpismo, en la práctica significa contribuir a la miseria de este pueblo. Joe Biden puede priorizar los intereses de la comunidad radical de la Florida, siempre deseosa de sacrificar a sus coterráneos, o mostrar empatía con millones de cubanos en la Isla; pero no puede hacer ambas cosas a la vez.

Joseph Robinette Biden Jr., 46 presidente de Estados Unidos. (Imagen: Left Voice)

Si algo han demostrado los últimos siete años, es que hay un sector de emigrados que se acomodan a la política oficial de Estados Unidos hacia Cuba, más cuando perciben que esta provoca cambios en la inercia bilateral. Que la Casa Blanca renuncie a dictar los términos de su relación con la isla y la entregue al antojo de congresistas y senadores cubanoamericanos, indica falta de iniciativa propia.

Varias encuestas realizadas en Cuba develan consenso en la condena a las sanciones estadounidenses. Algunos medios y actores radicales intentan ocultar esta realidad a través de acciones de agitación política y propaganda que influyan en la Casa Blanca, al parecer con éxito.

La Joven Cuba dirigió una carta abierta al presidente Biden en febrero de este año que insiste en el carácter contraproducente de las sanciones. Entre los firmantes hay varios líderes opositores. En vísperas de las protestas anunciadas para el pasado 15 de noviembre, en entrevista con el líder del grupo Archipiélago Yunior García, este recalcó que las sanciones «afectan a la familia cubana, a los emprendedores y al pueblo en general». Las autoridades estadounidenses hicieron caso omiso a esas declaraciones, seleccionando los reclamos de su interés y silenciando los que son críticos con su política exterior.

Existe poca evidencia que sustente un compromiso real de Estados Unidos con la democracia en Cuba. En su lugar ha prevalecido el empoderamiento de sectores afines a los intereses de Washington en la Isla, los cubanos favoritos, como si el resto no lo fueran. Este comportamiento selectivo es similar al que aplica el gobierno cubano, siempre visibilizando los intereses de sus seguidores y silenciando al resto.

El respeto a la democracia, la voluntad de la mayoría y las decisiones por consenso, se ven constantemente socavados por ambos gobiernos y sus políticas poseen efecto polarizador en la sociedad insular. Cuba no necesita padrinazgos y el estadounidense es el menos apropiado después de una historia de intervenciones de todo tipo en nuestro país. Si buscáramos modelos democráticos tampoco sería el estadounidense, defectuoso como han demostrado los últimos años de su política doméstica. No necesitamos que guíen a nuestra sociedad civil, que cada día se organiza más para, en nuestros términos, lograr cambios democráticos. Lo que necesitamos es que dejen de convertir a nuestro pueblo en el daño colateral de una pelea entre gobiernos.

Esta administración demócrata ha escogido priorizar sus intereses por encima de sus valores; nuestro pueblo ya la juzga en consecuencia. No es tarde para emprender un nuevo camino, como hizo Obama. Hasta ahora nuestro diagnóstico del primer año de gobierno de Biden es sencillo: mucho oportunismo político, poco coraje moral y falta de empatía con millones de compatriotas en la Isla.

22 diciembre 2021 23 comentarios 2.336 vistas
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Bloqueos (1)

Antes de hablar de bloqueos

por Arturo Mesa 18 diciembre 2021
escrito por Arturo Mesa

Si de algo se puede vanagloriar la humanidad es de la cadena de barreras que ha debido sortear en su decursar. Por ejemplo, si entrenamos a un ajedrecista en la filosofía de que Garry Kasparov es un jugador invencible, jamás hubiese surgido un Magnus Carlsen. Como advirtiera el Padre de la Patria en su época: si el poderío español aún nos parece fuerte es porque hace más de tres siglos que lo contemplamos de rodillas. Y si hacemos del bloqueo el comodín y bocadillo de todos y cada uno de nuestros discursos, jamás lograremos el salto tan necesario y deseado.

La historia universal es fértil en hazañas extraordinarias, muy superiores a las presiones que circundaron a sus protagonistas. Incluyo en esa lista a nuestra propia historia. Pudiéramos mencionar desde la victoria de David frente a Goliat, hasta el Cruce de los Andes, pasando por la independencia de América, el fin del fascismo, la conquista del espacio, la creación de la red de redes o el impresionante teléfono que me permite poner este texto a consideración pública en cuestión de segundos. Cada país podría crear sus propias listas de hazañas y sus propios Magnus Carlsen.  

Como seres pensantes que somos, es innato el que nos impongamos a las dificultades, cualesquiera que sean. Puede tratarse del ascenso al Monte Everest o del cruce a nado a través del Estrecho de la Florida, o incluso llegar a describir y modular el verdadero origen del universo.

Estas y muchas otras son razones por las que me resisto a anteponer excusas tipo «bloqueo» a soluciones o ideas aún por implementar. Sobre todo cuando los adalides de las justificaciones son los mismos que engendraron un «Ordenamiento» infructuoso; crearon tiendas en monedas inexistentes —real y literalmente—; culpan al productor del alza de precios y, más recientemente, los exhortan a que, de buena voluntad, «renuncien a un determinado nivel de rentabilidad o de ganancias en función de bajar precios»; como si ellos fuesen a renunciar al alto nivel de rentabilidad o ganancias a partir de las producciones nacionales que son vendidas en la red de divisas para detrimento de ese mismo pueblo al que le fue impuesta la moneda.

Y no solo eso, sino que a pesar del desabastecimiento total de nuestros días, tales apologistas mantienen como prioridad, por encima de la producción de bienes, y con una perspectiva antimarxista, al trabajo político ideológico y la preparación del país para la defensa, de acuerdo al reciente informe del Primer Ministro a la Asamblea Nacional.

Si fuera posible montarnos en una máquina del tiempo y retroceder hasta los años treinta del pasado siglo en los Estados Unidos (ya que nos gusta tanto compararnos con ellos), encontraríamos que el presidente número treinta y dos de aquel país, un señor llamado Franklin Delano Roosevelt llegó al poder en medio de una crisis igual o peor a la nuestra. La única diferencia es que gobernó con la convicción de que tenía que derrotar a Kasparov.

Bloqueos (3)

Franklin Delano Roosevelt (Foto: Heritage Partners)

Por muy increíble que le parezca a nuestros habituales lectores, su plan concebía estrategias claramente socialistas para estimular la producción y proteger y comprometer a las capas más desfavorecidas. Promovió la creación de sindicatos, incentivó la idea de convenios colectivos de trabajo, creó empresas estatales fuertes que trabajaran en función de las clases desfavorecidas, y concibió grandes obras públicas con el objetivo de dar empleo y eliminar la delincuencia.

En su afán de cambios, llegó a la convicción de que la libre competencia perjudicaba a los más pobres, e impuso tal control estatal que no faltó quien lo tildara de comunista. Junto a estas medidas, cerró bancos y abrió organismos financieros estatales para garantizar fondos de retiro y seguridad al ciudadano. ¿Era acaso el presidente norteamericano un convencido comunista, o solamente un ejemplo de que: «hay que quemar el cielo si es preciso, por vivir»?

Y como criticar es mucho más fácil que proponer, dirán algunos, dedico los siguientes párrafos a sugerir, humildemente, cuáles pudieran ser cambios que en materia económica —y solo económica— ayudarían a salir de este amargo ciclo de espirales y a sobreponernos al momento de desespero monetario en el cual, desde arriba, solo se ve un cielo encapotado y un silencio cómplice en las graderías:  

  • Definir no una canasta básica sino un costo de vida, para diseñar una política salarial transparente.
  • Priorizar la producción de alimentos y bienes. Trazarse como meta la «presencia» y «abundancia» de ellos.
  • Descentralizar el comercio exterior y permitir la importación de alimentos y productos deficitarios, de manera individual o mediante grupos y cooperativas, cuyo objetivo será la creación del inexistente mercado mayorista.
  • Hacer coincidir en el mercado de ventas mayoristas tanto al independiente como al Estado, para lograr una regularidad de productos y precios de forma que el necesitado de insumos a gran escala no tenga que comprarlos en la red de tiendas regulares.
  • Involucrar a la juventud con responsabilidades y decisiones en tareas productivas que motiven económicamente sus proyectos de vida.
  • Controlar precios de productos alimenticios de primera necesidad (no por controlarlos sino mientras se desarrolla una empresa alimenticia fuerte y preferiblemente estatal que le ponga freno natural a los sobreprecios, oferte buenos incentivos al trabajador y coloque productos en el mercado a precios competitivos). Este diseño traería una competencia auto-reguladora de precios, teniendo en cuenta que la empresa estatal tendría ventajas al producir, y serviría además como importante fuente de empleos.
  • Mejorar la asignación de recursos (o autonomía) a las esferas productivas, la industria alimenticia y la pesca.
  • Mejorar el control de la producción, reducir personal de oficinas y luchar contra la corrupción y la burocracia. El trabajo es dignificante y nada reconforta más que ganarse una vida honrada y segura, cosa que no ocurre hoy.
  • Incrementar los actores económicos y proyectos que garanticen producciones y divisas al país.
  • Desmontar todo el sistema de MLC cuanto antes, retomar la circulación de divisas contra la moneda nacional y vender los productos de esos establecimientos por vía liberada o normada a precios que se decidan en el diseño del costo de vida.

No sería ocioso resaltar que si bien algunos cambios pueden considerarse osados, igualmente lo fue en su momento la apertura al turismo internacional, a la inversión extranjera, a la libre circulación de divisas y al cuentapropismo. ¿Qué sería de nuestra economía hoy de no haberse abierto el país a la industria del ocio, o a la inversión de capitales foráneos? ¿Qué hubiese pasado en el sector de la restauración sin esas iniciativas independientes que diseñaron bares y restaurantes de clase mundial? Si en aquellos tiempos de mayor filosofía de control estatal se cambió lo que debía ser cambiado y se obtuvieron resultados concretos, ¿qué nos detiene ahora? 

18 diciembre 2021 51 comentarios 2.684 vistas
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Primer Secretario

¿Dónde está el primer secretario?

por Julián Pérez Rodríguez 25 septiembre 2021
escrito por Julián Pérez Rodríguez

Un viejo amigo pinareño, profesor de Historia de Cuba que conocí en La Habana en un postgrado, solía narrar esta anécdota con el orgullo que le ponía la gente a los cuentos —siempre victoriosos— del carismático líder. Resulta que un potente huracán amenazaba a una de las localidades más occidentales de Cuba, en Pinar del Río, y Fidel sobre un helicóptero militar se dirigía hacia ese territorio, a comprobar in situ los preparativos para enfrentar el fenómeno atmosférico.

Al aterrizar lo fue a recibir el Primer Secretario del Partido en el municipio, elegantemente vestido, con camisa de mangas largas metida por dentro del pantalón, zapatos impecables, todo pulcro y lisonjero.

Cuando lo vio, el Comandante en Jefe le preguntó a quemarropa que dónde estaba el primer secretario de aquella zona. «Seguramente no es usted, porque a esta hora, esperando un ciclón, el líder del partido aquí debe andar vestido de verde olivo, con su traje de presidente del Consejo de Defensa en la localidad, botas enfangadas y verificando que no haya el más mínimo problema», dicen que le dijo. El hombre, pálido y desconcertado, no hallaba palmo de tierra donde meterse.

Cuenta la leyenda popular que Fidel realizó la visita de trabajo, verificó lo que correspondía, dio órdenes en ráfaga, como solía hacer, tomó nuevamente su helicóptero y retornó a La Habana. Ese mismo día, al más puro estilo autoritario que tipificaba al Comandante, el dirigente local de marras quedó sustituido de su cargo.

Primer secretario

Fidel, con todos los defectos que pueda señalársele, sabía el valor político de tocar con sus manos los problemas.

Cierta o no, aunque perfectamente verosímil, la historia devela no pocos matices de cómo se construyó el orden de cosas que hoy nos agobia: verticalismo atroz, mando de campamento donde debiera imperar poder colegiado de república; devoción y miedo permanentes al todopoderoso Jefe; funcionamiento de las instituciones no por mecanismos eficientes de trabajo colectivo, sino por personalismos rampantes…

Pero también evidencia que Fidel, con todos los defectos que pueda señalársele, sabía el valor político de tocar con sus manos los problemas, estar allí donde la gente padecía y, al menos con su palabra, contribuir al alivio y la esperanza. Cuando salió de la escena y arrancaron los 12 años de regencia de su hermano menor, ese estilo varió sustancialmente. Raúl comenzó a gobernar a distancia, en la sombra, y esto tampoco representó que las instituciones funcionaran por sí mismas.

Con Díaz-Canel al mando, desde 2018, el Gobierno ha intentado recuperar aquella tradición de interactuar con la gente, palpar los problemas en las localidades y poner la mano en el hombro necesitado. Sin embargo, esto ni ha llegado a concretarse en su necesaria magnitud, ni se ha traducido en estrategias eficientes de desarrollo, ni ha podido evitar el colapso en que las múltiples pandemias (no solo la de Covid-19) tienen sumida a la Isla.

La reflexión me viene a cuento tras leer en redes y escuchar de boca de varios amigos que viven en la antigua Vueltabajo, desgarradores relatos de lo que allí acontece. ¿Cómo se explica que en la provincia de mayor reserva forestal de la nación, que incluso envía camas de madera a otros territorios, no exista la imprescindible disponibilidad de ataúdes y los cadáveres (con sus familias custodiándolos) se amontonen en las morgues 6, 8, 10 horas, en espera de esos tristes cajones fúnebres?

¿En qué lógica puede concebirse que el Estado, que es dueño y administra en nuestro nombre las tiendas en MLC y los hospitales, no pueda disponer de cinco split de las primeras para armar una sala de emergencia en los segundos?

Pues no, tienen que conmoverse cuatro campesinos tabacaleros, donar el dinero de su sudor, y que otro cuentapropista compre los aires acondicionados; y que otros más los instalen a toda velocidad; porque el administrador plenipotenciario de los centros médicos tampoco parece disponer ni siquiera de un transporte o de una brigada de mantenimiento para estas labores. La historia, en la que es de destacar el espíritu solidario de los lugareños, también tiene ribetes ridículos si uno la mira con detenimiento.

¿Cómo es posible que ninguno de los dirigentes locales advierta la relación directamente proporcional entre las medidas restrictivas en la provincia que, por ejemplo, lleva más de siete meses sin transporte público y ha tenido hasta toque de queda alas 2:00 pm, y el ascenso desmedido de los casos de contagio? ¿Acaso no se ve que si las tiendas y demás entidades solo trabajan de 8:00 a 12m (medida que ya por suerte se rectificó), las colas y aglomeraciones lejos de disminuir van a aumentar, y con ellas, los enfermos?

Primer secretario (2)

¿Acaso no se ve que si las tiendas y demás entidades solo trabajan de 8:00 a 12m (medida que ya por suerte se rectificó), las colas y aglomeraciones lejos de disminuir van a aumentar, y con ellas, los enfermos?

¿Dónde quedó aquel slogan de que esta provincia había pasado de Cenicienta a Princesa con el triunfo de la Revolución? ¿Una princesa de la que nadie se ocupa, a la que nadie le «pone corazón», para decirlo a tono con la propaganda de turno? ¿Una Alteza donde 2500 familias afectadas por huracanes esperan soluciones de vivienda desde hace 19 años? ¿Una soberana a la que le aplican hasta 8 horas de apagón, para que, encima de sus ya trágicas condiciones, siga «disfrutando de lo lindo»?

Los muertos vueltabajeros, como los de toda Cuba, se seguirán subdeclarando. El SARS-CoV-2, cuando ya no tenga más habitantes que infectar, porque en cada cuadra, en cada familia, tiene su comité, terminará bajando los niveles de agresividad. Y cuando eso pase, en el NTV nos dirán que ha sido gracias a las certeras medidas de nuestro monolítico Estado/Partido/Gobierno. El 15 de noviembre se abrirán los aeropuertos. Y, como dice el jocoso (ahora dramático) refrán: «el muerto al hoyo y el vivo al pollo».

Pero la gente, la tan machacada gente que ya no digiere más promesas y discursos, ante cada nuevo dislate se seguirá preguntando cada día en voz más alta: ¿dónde diablos está el Primer Secretario?

25 septiembre 2021 34 comentarios 3.246 vistas
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Socialismo (1)

La crisis del socialismo «realmente existente»

por Mauricio De Miranda Parrondo 3 septiembre 2021
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Hace más de tres décadas ocurrió el derrumbe del «socialismo realmente existente» y en unos meses se cumplirán treinta años de la disolución de la Unión Soviética (URSS) y, en consecuencia, del llamado «sistema socialista de economía mundial». Si nos atenemos a un análisis marxista, es necesario profundizar en las contradicciones internas del sistema y en los factores de crisis que existieron  desde su comienzo y se agravaron en la medida que se volvía inamovible su estructura económica, social y política.

Este análisis resulta especialmente pertinente para el caso de Cuba, enfrascada en una profunda crisis económica de carácter estructural y que, aunque no se quiera reconocer oficialmente, también muestra los primeros signos de una crisis política y social.

El «socialismo realmente existente»

El sistema impuesto en la Rusia Bolchevique, y luego copiado con algunas variantes nacionales en otros países, se diferencia en gran medida del que, en líneas generales, habían esbozado Marx y Engels. Sin embargo, vale la pena mencionar que el socialismo del que hablaron los pensadores alemanes no es necesariamente el único. Desde el siglo XIX el pensamiento socialista se ha desarrollado en diversas vertientes más o menos radicales, entre las que se destacan la comunista, la socialdemócrata e incluso la social-liberal.

El materialismo histórico marxista, si bien con excesivo determinismo, ha sugerido que la mayor parte de los sistemas socio-económicos se han gestado dentro de sistemas precedentes. Sin embargo, de acuerdo con esa teoría, el socialismo no se gestaría en el seno del capitalismo, pero su necesidad resultaba del desarrollo de las contradicciones en ese sistema, especialmente la existente entre el carácter cada vez más social de la producción y el carácter cada vez más privado de la propiedad. De aquí que Marx y Engels suponían que el socialismo se establecería primero en los países capitalistas más avanzados y de manera simultánea. Esto no fue lo que ocurrió.

Socialismo (2)

El «socialismo realmente existente» se ha caracterizado por la persistente insatisfacción de las necesidades materiales de la sociedad. (Foto: David Sholomovich/Sputnik )

Lenin y los bolcheviques forzaron, de forma implacable, el establecimiento del socialismo en Rusia, el «eslabón más débil» del capitalismo, un país económicamente atrasado, con fuertes reminiscencias pre-capitalistas, gran parte de la población dedicada a la actividad agropecuaria y cuyas demandas sociales estaban muy lejos del socialismo. El líder bolchevique interpretó adecuadamente la existencia de una «situación revolucionaria» para provocar el derrocamiento del gobierno provisional y la toma del poder, e imponer la transformación radical de la sociedad rusa y el salto a un sistema socialista sin haber completado el desarrollo del capitalismo.

Bajo el régimen de Stalin se erigió en plenitud el «socialismo realmente existente», para usar el concepto de Rudolf Bahro (1977) que luego fue replicado en Europa Oriental y, en sus rasgos esenciales, en China, Vietnam, Laos, Corea del Norte y Cuba, aunque con determinadas particularidades.

En lo económico, los rasgos fundamentales de este sistema podrían definirse como:

1) Estatización de los medios de producción fundamentales, especialmente la industria, la mayor parte de los servicios y el comercio; 2) administración centralizada de la economía; monopolio de la banca, el comercio exterior y el comercio mayorista y minorista, y control estatal de precios y salarios; 3) estatización y/o colectivización de la agricultura, excepto en Polonia; y 4) desarrollo estratégico enfocado en la industria pesada —incluso en los casos en los que no existía una tradición industrial—, lo cual produjo el subdesarrollo relativo de la industria productora de bienes de consumo y de la agricultura.

Desde el punto de vista político, los rasgos más generales que han definido al sistema han sido:

1) Establecimiento de un sistema totalitario, basado en el monopolio del poder por parte del Partido Comunista o su similar —en varios países denominados de forma diferente—, impuesto en las constituciones respectivas; 2) ausencia de democracia interna en el partido, lo cual favorece el carácter autoritario del grupo de poder o del líder absoluto; 3) exclusión, persecución y represión de la disidencia política, tipificada como delito en todos los casos; y 4) control sobre la vida de la sociedad en su conjunto y de los individuos en particular, ejercido por el partido y por los órganos de la seguridad del Estado.

Así las cosas, el sistema económico establecido no condujo a la socialización de la propiedad, sino a su estatalización. Los supuestos dueños de la «propiedad de todo el pueblo», al carecer de capacidad de control democrático sobre su gestión, se mantienen enajenados de ella, que es gestionada en realidad por el aparato de poder sin rendir cuentas a la sociedad.

La supuesta «dictadura del proletariado», considerada por Marx y Engels como el sistema de dominación de esta clase social sobre la burguesía, debería dar paso a la abolición del Estado. En Antidühring Engels había escrito que: «A medida que desaparece la anarquía de la producción social, va languideciendo también la autoridad política del Estado» y que el nuevo sistema permitiría que «además de satisfacer (…) con mayor holgura sus necesidades materiales, les garantice también el libre y completo desarrollo y ejercicio de sus capacidades físicas y espirituales».

Socialismo (3)

Se consolidó la dictadura de un partido político, y en algunos casos la de un líder único.

Nada de esto ocurrió en la práctica, lo que ha convertido estas formulaciones en utópicas. En lugar de una «dictadura del proletariado» que condujera a la abolición del Estado, se consolidó la dictadura de un partido político, y en algunos casos la de un líder único. Lejos de un incremento incesante de la producción social que satisficiera con holgura las necesidades materiales y permitiera el libre y completo desarrollo de las capacidades físicas y espirituales, el «socialismo realmente existente» se ha caracterizado por la persistente insatisfacción de las necesidades materiales de la sociedad y por las constantes restricciones que la censura impone al ejercicio del pensamiento crítico y la libertad de expresión.

Los factores de crisis del «socialismo realmente existente»

El socialismo que se derrumbó en Europa Oriental y en la URSS fue un sistema económico y político rígido que no resistió una profunda reforma estructural.

En China y en Vietnam se ha producido una reforma económica de gran calado, que permitió un inmenso salto cualitativo en el bienestar material de la sociedad. En ambos países se abandonaron las bases fundamentales del sistema establecido en las décadas siguientes a la toma del poder por los comunistas y se adoptaron reformas económicas que condujeron al establecimiento de economías de mercado, conformando una especie de «capitalismo de Estado». Sin embargo, no se han producido cambios políticos orientados a democratizar las respectivas sociedades.

Uno de los problemas más graves que afectó a los países en que el socialismo se derrumbó, fue el abismo creado entre el discurso oficial y la propaganda política, por una parte, y las realidades de la vida por otra. Tal situación resquebrajó la confianza de la sociedad en el sistema y en su liderazgo, que se hizo evidente en algunos movimientos sociales de protesta, reprimidos con fuerza hasta que, en tiempos de Gorbachov, se abandonaron los métodos represivos y se intentó la más profunda reforma del sistema.

Los sucesos de Berlín en 1953, Hungría en 1956, Checoslovaquia en 1968 y Polonia en 1968 y entre 1980-1990; fueron ejemplos de protestas sociales que estremecieron a los respectivos gobiernos comunistas y erosionaron la credibilidad del sistema y el respaldo popular.

En los años ochenta, se agravaron los factores de crisis que afectaban a los países del «socialismo realmente existente». Desde el punto de vista económico, se ralentizó el crecimiento ante el agotamiento del modelo extensivo, basado en la abundancia relativa de recursos humanos, materias primas y combustibles; a pesar de ello, el mecanismo económico fue incapaz de transitar hacia un uso intensivo y más productivo de los recursos.

El carácter centralizado de las decisiones económicas cercenaba la necesaria autonomía financiera y operativa de las empresas, limitaba el emprendimiento de los gerentes, y generaba la enajenación de los trabajadores respecto a la propiedad, a partir de la inexistencia de vínculos adecuados entre los ingresos y los resultados de la producción. A menudo las empresas producían bienes de escasa calidad e inservibles, debido a que la producción se basaba en indicadores directivos y no en criterios de mercado.

Socialismo (4)

Caída del Muro de Berlín, 1989.

Los países socialistas habían gestado un sistema internacional basado en la autarquía colectiva, relativamente aislado de las condiciones internacionales y, excepto en la producción de armamentos y en la carrera por la conquista del espacio extraterrestre, mostraban un retraso tecnológico considerable respecto a los países capitalistas desarrollados.

Otro factor que aceleró la crisis fue el aumento de la deuda externa de los países socialistas. Desde los años setenta, en la medida que aumentaban las relaciones económicas entre países socialistas y capitalistas como consecuencia de ciertos avances en el intento de una coexistencia pacífica, se profundizaron los déficits comerciales de los primeros con los segundos, los cuales se cubrían con endeudamiento.

Estos déficits eran resultado de la incapacidad de compensar sus necesidades de importación con bienes industriales exportables hacia aquellos mercados. Las opciones de exportación de los países socialistas se concentraban, esencialmente, en materias primas. En consecuencia, se incrementó la deuda con los países capitalistas desarrollados y cuando estalló la crisis de la deuda externa, varias naciones socialistas, incluida Cuba, se vieron expuestas a la cesación de pagos.

La economía soviética, adicionalmente, estaba enfrentando sus propios problemas. La política de Reagan de aumentar el gasto militar como parte de la llamada «Iniciativa de Defensa Estratégica», llevó a la URSS a hacer lo mismo para mantener la paridad militar; no obstante, al ser menor su capacidad productiva, destinar más recursos a la defensa significaba reducirlos de la producción industrial y de la agricultura, es decir, de la producción de bienes que aseguraban las necesidades materiales de la sociedad.

Esto, unido a la aventura soviética en Afganistán y al mantenimiento del apoyo económico a aliados con economías frágiles, creó un panorama muy complicado para el país más importante del sistema socialista mundial. En los años ochenta se produjo la ralentización de la producción industrial de bienes de consumo y la agricultura mostró severos indicios de crisis que llevaron a la dirección soviética a la elaboración de un Programa Alimentario que fracasó rotundamente porque no se orientó a combatir los problemas estructurales del sector agropecuario.

A lo anterior debe añadirse que el sistema político se mantuvo inamovible. En lugar de una mayor democratización, se reforzaron los mecanismos de control político y represión de la disidencia, hasta que los intentos de reforma de Gorbachov condujeron a la lógica necesidad de democratizar la sociedad.

Desde el establecimiento del «socialismo realmente existente» han existido intentos de reforma que, por diversas razones, no tuvieron éxito. El denominador común de esos fracasos ha ido la rigidez del sistema y la prevalencia de dogmas teóricos e intereses de los grupos de poder, sobre las necesidades de cambios conducentes al mejoramiento del bienestar material y espiritual de la sociedad.

Estos intentos de reforma serán analizados en próximos artículos, ya que resulta pertinente tenerlos en cuenta para el caso específico de Cuba, cuyos problemas y contradicciones son cercanos a los del «socialismo realmente existente».

***

Referencias:

Rudolf Bahro: La Alternativa. Contribución a la crítica del socialismo realmente existente, Alianza Materiales, Madrid, España, 1977.

Friedrich Engels: Antidühring, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, Cuba, 1975.

Karl Marx y Friedrich Engels: «Manifiesto del Partido Comunista», en Obras Escogidas, t. 1, Editorial Progreso, Moscú, URSS, 1971.

3 septiembre 2021 66 comentarios 5.050 vistas
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Diálogo (1)

Controversias sobre el (los) diálogo(s)

por Ivette García González 2 septiembre 2021
escrito por Ivette García González

Diálogo se ha vuelto palabra recurrente y controversial. Como expresión de la crisis sistémica del país, pareciera que hablamos sin entendernos. Desde la sociedad civil se acuña al gobierno como no dialogante; mientras, este reitera que siempre ha estado dispuesto al diálogo, y de hecho lo hace. ¿Entonces?

En principio, el diálogo es la forma de comunicación entre dos o más personas que exponen e intercambian ideas, una conversación que no implica necesariamente concertar acuerdos. Tiene múltiples variantes, es también mecanismo de resolución de conflictos y recurso fundamental para la convivencia civilizada.

En el ámbito sociopolítico —sean espontáneos, planificados, entre sectores sociales y entre estos y el poder— se emplea para articular consensos y solucionar problemas específicos. Sin embargo, cuando la crisis es general y se quiebra el pacto social, existen partes en disputa y represión; o cuando se pretende transitar de tradiciones autoritarias a una democratización de la sociedad, la experiencia internacional aconseja la convocatoria a un Diálogo Nacional.

Este debe ser inclusivo, sentar a la mesa de negociaciones a las partes en conflicto y derivar acuerdos vinculantes. Cinco reglas probadamente efectivas en escenarios negociadores son: 1) reconocer que todos tenemos percepciones viciadas sobre lo justo; 2) evitar que las tensiones se agraven con amenazas y provocaciones; 3) superar la mentalidad de «nosotros contra ellos» y concentrarse en buscar el objetivo común; 4) develar los problemas ocultos bajo la superficie y 5) separar los temas «sagrados» de los que no lo son en realidad.

Diálogo (2)

La película Oslo, estrenada en la televisión cubana recientemente, ilustra cómo se lleva a cabo un proceso de diálogo entre partes en conflicto, Israel y Palestina en ese caso.

Los diálogos y la crisis

Tres factores evidencian la pertinencia de un Diálogo Nacional en Cuba:

1.- Desgaste e inoperancia de los canales tradicionales de diálogo relacionados con el poder. Han sido diversos entre ciudadanos y componentes del sistema político. El más amplio y decisivo para el desarrollo democrático es el de los órganos del Poder Popular. Desde hace más de tres décadas, o se han vaciado de contenido y eficacia, o no tienen impacto ni credibilidad a escala popular.

2.- Mayor complejidad y riesgos en el escenario actual: crisis económica y social, incremento de las contradicciones internas, ampliación del disenso con alternativas ideopolíticas, acciones cívicas contestatarias  e incremento de la represión. Noviembre 2020 abrió una fase crítica con los sucesos de San Isidro, el MINCULT y sucesivas protestas aisladas, hasta el estallido social del 11-J. Casi todas fueron pacíficas y apelaban en su mayoría al diálogo con la institucionalidad del país, pero fueron reprimidas.

3.- Persistencia de la criminalización del disenso y evasión del diálogo inclusivo a partir de la estimulación del extremismo político y la crisis. Dos ejemplos:

– Sucesos del 27 de noviembre en el MINCULT. Gracias a su magnitud y la sorpresa, se logró un primer diálogo, más que todo una negociación para el siguiente, con algunas decisiones oficiales emergentes para calmar los ánimos. Sin embargo, el gobierno canceló el diálogo e insistió en no hacerlo con personas supuestamente comprometidas con la agenda de los EE.UU. Inició una campaña de criminalización en varios medios y amplió sucesivamente, sin pruebas condenatorias, la lista de excluidos —quienes «apoyan actividades terroristas», o tienen demandas «con un origen en la mentira y el oportunismo»— con los que «no existe opción de conversar».

– Articulación Plebeya, iniciativa con rápida acogida en la sociedad civil y que generó un primer debate público en internet sobre el Diálogo Nacional. Este fue atacado directamente y el proyecto experimentó la criminalización en los medios y la desarticulación por el gobierno. Uno de los textos más agresivos «Ni plebeyos ni patricios: equivocados», se publicó en Cubadebate, con setenta y cinco comentarios del mismo tono, muchos sin conocer la razón del título.

Diálogo (3)

Después del 27 de noviembre y el acuerdo inicial, el gobierno canceló el diálogo e insistió en no hacerlo con personas supuestamente comprometidas con la agenda de los EE.UU (Foto: Yamil Lage/AFP)

No basta reconocer la pluralidad

Esos y otros fracasos similares provocaron frustraciones y reservas respecto a la viabilidad de un Diálogo Nacional. El gobierno, aparentemente dialogante, ha mantenido el discurso polarizante y excluyente. No admite siquiera el derecho a réplica de quienes son desacreditados en medios oficiales. Estos solo encuentran espacio en las redes sociales y la prensa independiente.

Las recientes protestas masivas evidenciaron que no se trata de un sector, demanda o lugar específicos. Es un conflicto nacional que por primera vez replica la emigración en varios países. En la raíz está la fractura del pacto social que había emergido de la Revolución durante los años sesenta. La persistencia de un modelo con rasgos totalitarios y del corporativismo autoritario, agudizó las contradicciones internas que identifican nuestro presente.

Un proceso de diálogo nacional es la mejor vía para conseguir, como expresó el sociólogo cubano Lenier López, «un marco con reglas justas en el cual ninguna de las tantas partes que componen nuestra nación pueda ser avasallada por otra».

Solo los extremos —el sector radical en los EE.UU., que tiene algunos seguidores en Cuba y el gobierno cubano— se han opuesto a ese Diálogo. Ambos sostienen posturas intransigentes y no reconocen legitimidad en los contrarios.

El desconocimiento de la institucionalidad del país y el extremismo contra quienes optan por esa solución pacífica y soberana, no impediría el Diálogo, pero complica el escenario al enrarecer el ambiente para tal proceso. Deberían pensar responsablemente en las condiciones de Cuba y considerar que la violencia y/o cualquier subordinación a una agenda extranjera, los descalifica ante las mayorías.

La responsabilidad del gobierno es alta porque a su cargo está la estabilidad del país y la activación del mecanismo de diálogo nacional. Su actitud es incoherente con la capacidad negociadora que muestra internacionalmente. Una simple evidencia es su papel en los diálogos sobre la paz en Colombia, el proceso para restablecer las relaciones bilaterales con los EE.UU, e incluso con la CIA para cooperar en inteligencia.

Diálogo (4)

La actitud del gobierno es incoherente con la capacidad negociadora que muestra internacionalmente. Una simple evidencia es el proceso para restablecer las relaciones bilaterales con los EE.UU (Foto: Pablo Mayo Cerqueiro/Reuters)

En el ámbito nacional, el Partido/Gobierno/Estado usa el diálogo en la cómoda y tradicional acepción de conversación, de donde pueden derivar o no decisiones oficiales. Con frecuencia se combinan las muestras de «reafirmación revolucionaria» y —desde el compromiso político incondicional— discretas reivindicaciones sectoriales. 

Todos los diálogos son legítimos, pero:

– Los que son al estilo del gobierno ayudan solo momentáneamente porque no resuelven el verdadero conflicto, que se mantiene en los procesos paralelos: agudización de la crisis, medidas paliativas o a destiempo, represión, cascada de leyes y decretos de espaldas al pueblo, algunas de las cuales otorgan ciertos beneficios, pero en lo esencial pretenden blindar más al Estado y ahogar el disenso.

– Existe una profunda asimetría entre las partes. Un Partido/Gobierno/Estado todopoderoso y una sociedad civil débil y violentada sistemáticamente por este. El gobierno es doblemente opresivo y agudiza las contradicciones cuando —a sabiendas de que la mayoría no responde a ninguna agenda extranjera— impide que esa parte en desventaja ejerza el mismo derecho a dialogar y articularse.  

No basta reconocer la pluralidad, es preciso apegarse al pluralismo político como principio para gobernar democráticamente. Estamos en un momento crucial y debemos entendernos. El conflicto es nacional y como tal debe encararse. Un diálogo a esa escala permite alcanzar acuerdos vinculantes y sostenibles para salir de la crisis. Sería un importante paso de avance en el camino para edificar un nuevo proyecto de país.

Para contactar con la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com

2 septiembre 2021 63 comentarios 3.778 vistas
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