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Continuidad

La Continuidad del extremismo de Estado

por Mario Valdés Navia 13 abril 2022
escrito por Mario Valdés Navia

En un modelo socialista como el cubano, el extremismo de Estado se torna omnipresente en las diferentes esferas de la vida social (ideológica, política, económica, educativa, artística-literaria, deportiva…). En cada una de ellas adopta modalidades y niveles de aplicación, acordes con la naturaleza del sector y los grados de resistencia que encuentra.

El extremismo del Partido/Gobierno/Estado se asienta en un dogmatismo que halla expresión actual en el Discurso de la Continuidad. Fundamentado en el mito de la lealtad a la tríada ficticia Patria/Revolución/Socialismo; lo que la Continuidad expresa realmente hoy es la defensa a ultranza de las conquistas alcanzadas por el grupo de poder hegemónico y sus acólitos, a contrapelo de los genuinos intereses populares.

¿A partir del principio de la Continuidad, es posible entonces explicar las actitudes extremistas del establisment cubano ante los problemas del país?. Ni siquiera eso: veamos por qué.

-I-

La idea original de la Revolución Cubana de 1959 se asentó en tres pilares fundamentales que actuaban como conquistas recientes y compromisos de futuro: regreso a la democracia, en suspenso tras el zarpazo del 10 de marzo; logro de la independencia nacional más completa, y lucha por la mayor justicia social posible. La convicción de que valdría la pena ofrendar la vida por esos ideales inspiró el lema terrible de «Patria o Muerte» —planteado por Fidel en el entierro de las víctimas de La Coubre (marzo 5, 1960)—, complementado tres meses después con el optimista «Venceremos», que el pueblo revolucionario hizo suyo.

Muy mal andamos si esos son los principios fundadores a los que hay que dar continuidad seis décadas después. La nueva democracia socialista, supuestamente menos representativa y más directa, dio lugar al remedo actual de democracia representativa del Poder Popular, que ha traído consigo un parlamento sin debates, iniciativa legislativa ejercida solo por el propio Gobierno y amplio absentismo popular.

La independencia nacional carece de sustento real tras años de conducción errática de la política económica, destrucción y saqueo del patrimonio industrial y laboral del país, y daños causados por el bloqueo estadounidense. Al unísono, la búsqueda ansiosa de relaciones internacionales preferenciales con países amigos  —entiéndase, enemigos de EE.UU.—, en lugar de «la unión con el mundo» que preconizaran Martí y el Papa Juan Pablo II; convierten la política exterior en un paisaje azaroso, siempre pendiente de los resultados electorales en otros países y de los vaivenes geopolíticos.    

La justicia social, por su parte, se sitúa en su nivel más bajo del último medio siglo, con un incremento de la pobreza absoluta y relativa, coeficientes de Gini y Palma cada vez más desfavorables, y una falta de perspectiva de futuro en la población, en particular los jóvenes, que promete convertir al 2022 en el año de mayor éxodo de cubanas y cubanos.

Ante estos objetivos incumplidos, ¿a qué continuidad se alude como invariable? ¿Puede relanzarse el proyecto revolucionario y abrir nuevas perspectivas a la población ante los desafíos internos y externos sin cambiar a su vez el actual modelo socialista burocrático de Estado?

Continuidad

-II-

La idea de la continuidad de un proceso histórico reciente como garantía de supervivencia de la identidad nacional no es nueva, ni en Cuba ni en el mundo. Por lo general, en política se apela a ella para legitimar el nuevo estatus quo a partir de la manipulación de la memoria histórica, más cercana al mito y la ideología que a la verdadera ciencia de la Historia.   

Según Umberto Eco, el culto a la tradición como baluarte del adoctrinamiento masivo es la primera característica del fascismo. En España, la vejez hizo al dictador Franco obsesionarse con la continuidad de su régimen tras su muerte. Encaminado a ello, creyó encontrar el sucesor ideal en el príncipe Juan Carlos, a quién designó como sucesor en 1969. Sin embargo, en 1975, tras asumir la corona, el joven rey se convirtió en paladín de la transición española a la democracia y terció a favor de los llamados rupturistas en su porfía con los ortodoxos franquistas, los continuistas.

En Cuba, marcó un hito en la tesis de la continuidad el discurso de Fidel a raíz del centenario del Grito de La Demajagua. Al referirse a la labor revolucionaria de los hombres del 68, proclamó una idea afín al uso político de la memoria histórica: «[…] en Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868 y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes». El quid de la cuestión se resumía en la concepción antihistoricista de que: «Nosotros ayer, hubiéramos sido como ellos. Ellos hoy hubieran sido como nosotros».

Casi treinta años después (octubre, 1997), en medio de una ola de atentados terroristas en varios hoteles de La Habana que provocaron daños materiales y la muerte de un turista italiano, el Llamamiento al V congreso del PCC reafirmaba: «Hoy está más claro que nunca, que Revolución, Patria y Socialismo son una y la misma cosa. En Cuba no habrá restauración del capitalismo porque la Revolución no será derrotada jamás. La Patria seguirá viviendo y seguirá siendo socialista».

La tesis de la continuidad de la Revolución se radicalizaba in extremis. Ya no se trataba de que fuera una sola durante un siglo, sino que se identificaba por secula seculorum con la Patria y el socialismo, en una especie de respuesta cubana a la teoría de «El Fin de la Historia» (Fukuyama, 1992).

Si norteamericano se refería a la historia universal y el triunfo definitivo del capitalismo como sistema, la versión insular postulaba como único futuro la eternización del modelo socialista de Estado existente desde 1960. No obstante, hace poco una cantante exaltada se atrevió a acotarlo, aunque en una fecha lejana: 62,000 milenios.

-III-

Desde el 19 de abril de 2018, cuando tomó posesión en Cuba un mandatario sin el apellido Castro por primera vez en casi seis décadas, el discurso de la Continuidad adquirió mayor significado en la comunicación política, pero su contenido y lugar en los fundamentos ideológicos del país han cambiado profundamente.

Lo primero que salta a la vista es que la política del Gobierno/Partido/Estado se aleja cada vez más de la defensa de las conquistas populares, aun dentro de un obsoleto modelo socialista burocrático. Cada vez se sustituye más Socialismo por emprendimientos e inversión extranjera, Patria por país y Revolución por Lineamientos y Ordenamientos.

Mientras tanto, cuestiones medulares para los sectores populares: salario real, nivel de inflación, normas y contratos de trabajo, jubilaciones y pensiones, viviendas, atención a personas discapacitadas, ingresos estudiantiles, calidad de los servicios de educación y salud y posibilidades para la recreación, han sido cada vez más postergadas en una especie de neoliberalismo pseudo-comunista que nada tiene que ver con la política social fundacional de la Revolución Cubana.

En cambio, las transformaciones que se operan tienden a defender y propiciar las conquistas del grupo de poder hegemónico y sus  acólitos, no solo en cuanto a sus altos cargos y prebendas correspondientes, sino en propiedades y patrimonio. A la conversión del pulpo oligopólico GAESA —surgido en las FAR, pero con total autonomía económica e independencia del presupuesto nacional— en el propietario de prácticamente todo lo que origine ganancias en MLC; se añaden la proliferación de negocios de dirigentes, familiares y sacristanes, nacionales y extranjeros, y la posibilidad legal de transferir propiedades públicas a manos privadas.

La nueva etapa de crisis iniciada en 2019 con las medidas de Trump, agudizó este proceso, provocó la extensión del malestar y la desesperación en la población y motivó diferentes iniciativas y proyectos para salvar el país mediante reformas, en muchos casos respetando su carácter socialista. Sin embargo, el principio a seguir por el Gobierno/Partido/Estado ha sido el de la Continuidad, pero ya no para salvar la tríada Patria/Revolución/Socialismo.

Lo que se continúa, cada vez con más extremismo y virulencia, es la entrega del patrimonio de la Nación a empresas e individuos ligados al grupo de poder hegemónico. Junto a ello, crecen la intolerancia ante las posturas críticas, disidentes u opositoras, dentro y fuera del campo revolucionario; represión excesiva a las protestas populares; tratamiento de delincuentes políticos a los detenidos; deportación ilegal de opositores e inconformes; abandono de principios constitucionales recién aprobados y postergación de la aprobación de leyes vinculadas a los derechos individuales y el control ciudadano del magno texto.

La continuidad histórica del pueblo cubano lo que exige son mayores cuotas de libertad, emprendimiento y garantías legales para todos y todas; no el blindaje creciente del estatus especial de un pequeño grupo de oligarcas privilegiados, que no cree en los ideales y las practicas del Socialismo, e ignora sistemáticamente que la Patria es ara y no pedestal.

13 abril 2022 30 comentarios 1.799 vistas
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caballo de troya

El caballo de Troya de la burocracia

por Alina Bárbara López Hernández 1 enero 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

I

Si San Isidro no fuera el protector de los labradores, la burocracia pudiera adoptarlo como su Santo Patrono. Y pensándolo bien, uno de los milagros más reconocidos del santo mozárabe, nacido en Madrid en 1080, era la curación de los miembros de la familia real que, enfermos de gravedad, se encomendaron a él.

En el Movimiento San Isidro (MSI), que nuclea a intelectuales y artistas disidentes, nuestra burocracia ha encontrado un remedio temporal a sus males. Las declaraciones favorables de algunos de sus miembros al bloqueo, a la violencia y a la hostilidad de EEUU hacia la Isla, hechas en medio de una agudización de la crisis, han servido para:

  1. potenciar un escenario de terror psicológico entre la ciudadanía, al vincularlos con actividades terroristas (para lo cual sirve lo mismo un tren descarrilado que un tiempo atrás se informó en la televisión como un accidente, que la denuncia por parte de un funcionario en las redes sociales de un asalto al hospital conocido como Maternidad de Línea sin información verificable al respecto);
  2. asociar cualquier crítica o disenso —como ha ocurrido con los manifestantes del 27-N— con actividades terroristas y anexionistas financiadas desde el exterior, en el intento de restarle credibilidad y apoyo;
  3. acudir al tradicional asesinato de reputación con el fin de desprestigiar a intelectuales que pueden liderar opiniones con sus análisis sobre Cuba, como han sido los casos de Julio Antonio Fernández Estrada y Julio César Guanche;
  4. revivir un discurso de odio con actos de repudio masivos, lo que justifica aumentar la presencia policial en las calles;
  5. y, sobre todo, desviar la atención de la enorme crisis que existe en el país.

La tesis de que en Cuba se intenta «un golpe blando» contra el socialismo, casi de manual, oculta la realidad. Yo comprendo perfectamente que las redes sociales se prestan a convocatorias, y que por detrás de ellas existen intereses hegemónicos de cambio de régimen.

Y ello no se manifiesta solamente en países como el nuestro, con sistemas incómodos para el unilateralismo mundial –recordemos que así se consiguió que triunfara el Brexit en el Reino Unido. No obstante, reducir todo lo que sucede en la Isla a una teoría de la conspiración me parece muy simplista y justificativo.

Si voy a asumir una teoría, prefiero ser consecuente con el método de la dialéctica materialista y valorar el rol de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción como centro de un proceso de cambios. Nunca es ocioso resaltar que cuando se derrumbó el campo socialista no existían las redes sociales y sí esa contradicción, fundamental según Marx.

La teoría marxista es muy aplaudida cuando se trata de aplicarla al análisis del sistema capitalista, pero no se acepta para examinar el declive del socialismo. En estos casos le ocurre a Marx lo que a Casandra, la profetisa troyana que predijo el engaño de los griegos con el caballo de Troya y no fue creída. No puede perderse de vista, sin embargo, que tenemos aquí un enorme caballo de madera.

El MSI, el 27-N, la prensa alternativa y cualquier forma de disenso que surja en Cuba, será presentada siempre como una amenaza al socialismo que proviene del exterior y es financiada por intereses foráneos. Pero es precisamente en momentos en que la noción de plaza sitiada se fortalece, cuando se enmascaran determinadas condiciones que apuntan a una transformación de la sociedad desde dentro.

Lo que hay que dilucidar es hacia dónde se moverán dichos cambios: ¿hacia un socialismo inclusivo, democrático y participativo o hacia un definitivo capitalismo de Estado? Examinar cada una de esas condiciones requerirá un gran espacio, por ello aquí trataré las dos primeras y en un próximo texto concluiré el análisis.

Condiciones económicas

Un concepto no crea la realidad, solo la define. La nombra, no le da vida. «Revolución energética» fue un concepto; la realidad es que la ineficiencia de la generación eléctrica la sufren nuestros bolsillos depauperados. «Rectificación de errores y tendencias negativas» fue la denominación de una campaña de los años ochenta del pasado siglo; la crisis de la economía cubana muestra que aquel concepto fue, apenas, un nombre.

«Medida justa y revolucionaria» es una bella frase utilizada por el ministro de Economía y Planificación, Alejandro Gil, para referirse a la creación de tiendas en MLC; la realidad es que son, por ejemplo, niños que lloran frente a las vidrieras por confituras, padres quejosos y un gerente que resolvió el conflicto colocando los dulces en un lugar más discreto de la tienda.

El término «socialismo» es un concepto que no siempre se ajusta a la realidad. Hitler, por ejemplo, denominó a su partido «Obrero, Nacional y Socialista». Pueden ofrecerse muchas definiciones, pero el socialismo solo será si se produce la real socialización de los medios de producción fundamentales, de ahí deriva el vocablo.

Hasta hoy, en los países en los que ha triunfado una revolución que se ha proclamado socialista, a lo más que se ha llegado es a la estatalización de los medios de producción. Cuba no es una excepción. Un amigo me comparte una antigua fotografía de inicios de la Revolución.

En la fachada de la Compañía Cubana de Electricidad hay un enorme cartel en el que se lee: «Este edificio es propiedad y está ocupado por trabajadores que están dispuestos a dar la vida por la soberanía nacional». Propiedad obrera y soberanía nacional fueron una unidad en aquellos momentos. No se explicaba la una sin la otra.

A lo largo del proceso, la idea de la soberanía nacional se desplegó con mucha fuerza. La política hostil del imperialismo norteamericano ayudó a ello. En cambio, la noción de propiedad de los trabajadores sobre los medios de producción se difuminó ante una realidad en la que el control obrero y la posibilidad de designar a los que administran directamente tales medios no se conquistaron.

En el ensayo «El manto del rey: sentido de propiedad, estatismo y participación en el socialismo cubano», contenido en su libro El manto del rey. Aproximaciones culturales a la economía cubana, (Ediciones Matanzas, 2019), el investigador Mario Valdés Navia argumenta:

«Al interior del mundo simbólico es importante tener en cuenta en la construcción del sentido de propiedad socialista que el hecho de ser un productor directo es solo una faceta de la persona que vive en esa sociedad en transición. Un avatar más de un individuo polifacético, que no es un simple tornillo en la gran maquinaria social, sino un animal político (zoon politikon), dueño de su libre albedrío, portador de una voluntad que aspira a ser respetada y tenida en cuenta como la de cualquier otro ciudadano de una república.

Por ello, intentar enajenarle esos derechos a participar en la conducción de los asuntos económico-sociales relativos a la gestión de un conjunto de medios de producción de los que se considera co-propietario, a favor de una casta de burócratas que supuestamente lo sabrían todo y pensarían por él, ha sido un precio que la historia del siglo XX demostró que los pueblos no estaban dispuestos a pagar y que condujo a la desaparición del socialismo real en Europa».

La pérdida del sentido de propiedad es la muerte anunciada de un modelo socialista en el que la burocracia se convierte, de hecho, en la administradora de los medios de producción que deberían ser sociales. La falta de democracia política consustancial al modelo es consecuencia directa de la falta de democracia en la gestión y administración de la economía.

En su Fundamentos de la crítica de la Economía Política, Marx afirmaba: «La apropiación efectiva no emana primeramente en una relación mental, sino en una relación real y activa con las condiciones objetivas de la producción, estas representan verdaderamente las condiciones de la actividad subjetiva». Entonces, razona Valdés Navia en el referido ensayo:

«(…) la propaganda de las bondades de la propiedad socialista debe partir de los elementos reales de participación que, en el entramado económico más directo (gestión empresarial, mercados de consumo, toma de decisiones que afectan a todos), formen parte de la socialización real. Es en la realidad económica primero, y en el trabajo político-ideológico después, donde se logrará promover el sentido socialista de propiedad, y no al revés».

La burocracia aprovechó la nueva Constitución para deslizar astutamente un término que no contenía su predecesora. En el artículo 22, al estipular las formas de propiedad, explica en el inciso a) que la socialista de todo el pueblo es aquella «en la que el Estado actúa en representación y beneficio de aquel como propietario».

En consecuencia, no bastándole ser administradora de hecho, ahora nuestra burocracia lo es también de derecho. Pero un administrador tiene que rendir cuenta a los dueños y esta es una deuda pendiente. En las asambleas de trabajadores, cuando excepcionalmente se celebran, se anuncian disposiciones verticales. Así fue con una decisión de la magnitud que tuvo el desmontaje de la industria azucarera, cuyas consecuencias reales aún están por determinarse.

Además, como expliqué en el artículo «Economía militar en Cuba», una parte sustancial del patrimonio económico nacional está sustraído al control popular y se encuentra bajo la égida del Grupo de Administración Empresarial SA (GAESA), empresa adscrita al Ministerio de las FAR:

«Siendo mucho más importante en términos económicos que varios ministerios juntos, ¿no debería GAESA rendir cuenta de su desempeño ante la Asamblea Nacional del Poder Popular como es obligatorio por ley? Lejos de ello, se sabe que las propiedades bajo control militar no se subordinan a la Contraloría General de la República ni pueden ser auditadas por este órgano. Los métodos y grupos de auditoría que utilizan son internos y no se ofrecen los resultados públicamente».

Economía militar en Cuba

En el quinto período ordinario de sesiones de la ANPP, celebrado en el mes de octubre de este año, cuando se discutía el «Proyecto de ley del presidente y vicepresidente de la República de Cuba», la Contralora General Gladys Bejerano Portela, propuso una modificación que consistió en que:

 «(…) sería más viable establecer que el jefe del Estado asuma entre sus funciones evaluar y aprobar las directivas anuales que fijan las prioridades de las acciones de control, tanto de la Contraloría como del sistema de auditoría nacional».

A tenor con esa modificación, el jefe de Estado adquiere ahora una prerrogativa que debería ser competencia exclusiva de la ANPP como instancia que representa a «todo el pueblo», es decir, a la parte que, al menos en teoría, es la propietaria de los medios fundamentales de producción. De manera tal, nuestros administradores deciden, en la figura del presidente, lo que permiten que les sea controlado.

Esta situación puede ser problemática debido a la apertura a la inversión extranjera, declarada en la propia Constitución, pues podrían crearse alianzas de la burocracia con el capital trasnacional que conlleven a mecanismos de corrupción difíciles de detectar.

La demora en aprobar una ley de Pymes evidencia el interés de la burocracia en conducir un modelo que priorice alianzas con el capital extranjero en detrimento de la empresa privada nacional, incluso en ramas que no son fundamentales. Tampoco progresa la creación de cooperativas a pesar de que esa forma de propiedad se sustenta en el trabajo colectivo de sus socios propietarios y no es ajena al socialismo.

A estas sutiles transformaciones, que debilitan aún más el carácter socialista del proceso y lo preparan para un golpe interno nada blando, se suma la actual situación política.

Condiciones políticas

Puede apelarse mil veces al artículo 5 de la Constitución y ello no cambiará el hecho de que ha sido la misma clase dirigente, nucleada en el Partido o nombrada por este, la que ha conducido el país a la actual situación. En el artículo «El gran círculo», escrito hace casi dos años, afirmé al respecto:

A pesar de que, en efecto, la nueva Constitución es superior en mucho a su predecesora aún vigente, algo no varía en ella: la imposibilidad de que la ciudadanía controle directamente el acceso a los cargos de dirección. Si bien con ausencias paradigmáticas como las de Fidel Castro, la clase política que rige hoy en los niveles del Partido y el Estado en Cuba es en esencia la misma que presenció la caída del campo socialista y la que condujo al país a un punto tan similar al de treinta años atrás.

Ya fuera por imprevisión, ineptitud, lentitud en las reformas, experimentos inacabables, apego a un modelo que siempre fue caduco, mayor confianza en el capital externo que en el propio u otros factores; lo cierto es que dicho grupo dirigente no despierta la confianza necesaria para manejar los destinos del país si se materializa un muy probable arreciamiento de la crisis.

Si durante treinta años no pudo cambiar, ¿por qué pensar que lo hará ahora? No son las mentalidades las que hay que sustituir, esa pretensión ha resultado una quimera. Son las mentes, y eso solo es posible sustituyendo a las personas con ideas viejas por otras con ideas nuevas. Las ideas socialistas también pueden ser nuevas.

El gran círculo

En Cuba se manifiesta un vacío de liderazgo, y no apelo a la necesidad de un caudillo, bastante daño ha hecho el caudillismo a la nación a lo largo de su historia. Me refiero a que no advierto a un dirigente político capaz de generar confianza suficiente en las actuales condiciones.

El Primer Secretario del Partido apenas se dirige a la ciudadanía y contrasta en tal sentido con el recuerdo de su hermano mayor. Después de unos años iniciales en que anunció las reformas, ha ido enmudeciendo en la misma medida en que el proceso de cambios se ralentizó. Finalmente las prisas cedieron a las pausas, y su figura inmóvil al lado del presidente que leía unas tarjetas para anunciar el inicio de la «Tarea Ordenamiento», fue simbólica.

El presidente Miguel Díaz-Canel tampoco ha resultado ser esa persona. Su rigidez, tendencia a un consignismo vacuo, poca profundidad analítica e incapacidad de una oratoria que conmueva y convenza, contrastan con la naturalidad y capacidad empática que lo caracterizaron en el comienzo de su carrera política como dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas.

Los actos políticos multitudinarios, con personas de pie, bajo sol y lluvia, que escuchaban extensos discursos; fueron derivando en ceremonias de menor asistencia, casi siempre de madrugada o al atardecer, cuando la luz del sol y el calor son menores; en las que se colocan sillas para presenciar con comodidad números culturales que fueron llenando la falta de análisis y proyectos.

El último acto del 26 de julio al que recuerdo haber prestado atención, fue el de Raúl Castro en Camagüey, creo que en 2008, cuando anunció el inicio del proceso de reformas.

Cuba transitó del liderazgo carismático de Fidel Castro a una vacancia, pues ni aparece un político hábil ni las instancias del sistema político —subordinadas en la práctica al Partido—, desempeñan el rol deseable de un liderazgo institucional. La Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), nuestro Parlamento, debería ser esa instancia. Pero no lo es.

Se ha llenado de representantes de la burocracia partidista y gubernamental: miembros del Buró Político, del Comité Central, funcionarios políticos provinciales y municipales; ministros, viceministros, gobernadores, intendentes; directores de empresas… Mientras, los diputados provenientes de las bases populares han venido disminuyendo en número.

Sería justo rebautizar a la ANPP como ANPB (Asamblea Nacional del Poder Burocrático): decisiones unánimes, agradecimiento expresado por los diputados a ministros que rinden cuentas como es su obligación; aprobación de cuestionables decisiones: como la de cambiar a un lugar menos prominente en el articulado constitucional la declaración de soberanía popular, lo que sería rechazado a la postre en la consulta popular del 2018.

También la de permitir que se violen disposiciones constitucionales que obligan a respetar un cronograma establecido para la aprobación de leyes; la de aprobar sin objeciones la reforma general de precios que tantas críticas ha suscitado hasta el punto de que han debido revertirse algunas tarifas abusivas.

Como bien afirmó el escritor y periodista Jorge Fernández Era en su muro de Facebook: «Hablemos claro: las tarifas por consumo de electricidad han bajado gracias a las vilipendiadas redes sociales, esa “corriente alterna” que se ha convertido en Parlamento, reuniones de rendición de cuentas y asambleas sindicales a la vez».

Artículo aparte requerirá el análisis de las condiciones sociales. Punto neurálgico que será crucial en las actuales circunstancias de la reforma general de precios y salarios.

1 enero 2021 79 comentarios 4.176 vistas
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La edad del Capitán

por Teresa Díaz Canals 3 diciembre 2020
escrito por Teresa Díaz Canals

En los días de todos los días, […] el sincerismo cunde como calamidad irracional, tonta, grosera. Qué lejos este sincerismo de la confesión de amigo a amigo, o hecha a la propia soledad, musitada casi, balbuceada, apenas expresada, pero necesaria y recibida como un don de la gracia, pues el nacimiento del conocimiento entre dos personas es tan misterioso que requiere su desarrollo como un contrapunto de artesanía y de lo inefable.

José Lezama Lima. Revelaciones de mi fiel Habana, 1949

La panelista soy yo

Todavía no salgo de mi asombro. ¿Por qué debo escribir para hacer aclaraciones de lo que el sábado 28 de noviembre de 2020 dije en un evento denominado «Cambio de Época»? Uno de los expositores de aquel encuentro organizado por el Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela, con el tema «Superar la modernidad», elaboró un documento con sus puntos de vista y lo ha publicado de manera extensa a toda la Universidad de La Habana, en su blog, en Facebook, en el Tribunal Nacional de Filosofía; esto para mí no hubiera tenido la más mínima importancia si no hubiera aparecido una foto con mi nombre.

Cada persona tiene derecho a escribir lo que entienda de un acto en el que estuvo involucrado, eso es muy válido. No obstante, para exponer sus ideas hizo la siguiente declaración: «No estoy de acuerdo con la “panelista”». Pero lo que más perplejidad me ha provocado es que no hizo alusión a mis argumentos. No estoy de acuerdo con ella y seguidamente expresó el colega su discurso con respecto a los acontecimientos ocurridos recientemente en La Habana sobre el caso San Isidro.

Lo que dije

Como el profesor Carlos Delgado ya expuso la estructura de la conferencia, solo me referiré a lo que tuve la oportunidad de presentar ese día. Haré un breve resumen de algunas cuestiones, donde intervine por diez minutos y ello me ha servido para circular por vía digital sin haber tenido la más mínima intención de protagonismo. A continuación el resumen:

  • Muerte Histórica: La unidad de una sociedad se marca en la unidad del tiempo. Escribió María Zambrano en 1951 que la muerte en la historia sucede de varias maneras, como en la vida personal, pero le lleva la ventaja de ser visible, mientras que en la muerte de la persona lo que más nos interesa queda sustraído a nuestros ojos, es decir, desaparece el soporte material. Pero lo que me interesa resaltar aquí no es el significado de la muerte de una persona. En la Historia se suele llamar a la muerte, «decadencia». En el momento en que lo más importante de la cultura y de la vida de una etapa histórica, lo que le da aliento, se convierte en pasado, aparece lo que se denomina discontinuidad. El pensamiento que define lo que va a ser, especifica al mismo tiempo la muerte de lo que fue.
  • Lo que llamamos pueblo es el recipiente del pasado en un perpetuo presente. Él representa la persistencia, la prolongación, el lugar donde recae la creencia de una minoría. Pero ese pueblo no es inerte, en determinados momentos participa en los momentos de creación. Mientras dura esa participación entre el pueblo y esa minoría directora, se vive desde el presente al futuro. Cuando las creencias fundamentales se hacen pasado, se rompe la participación entre el pueblo y la minoría directora.

 ¿Y cuáles son los signos de estos tiempos? Es muy difícil desentrañar el sentido del tiempo en que vivimos.

La edad del Capitán

Estamos acostumbrados a pensar que «todo tiene una solución», me dijo hace varios días por teléfono una amiga que es matemática. Esa frase es parte de una explicación que me dio y que yo comencé a escuchar con cierto desgano. Tenía que escribir una ponencia para el referido panel denominado «Superar la posmodernidad», reto complejo que me tuvo preocupada por lo que supone sentarse al lado de dos prestigiosos filósofos.

Resulta que la pedagoga hizo un experimento con 3 o 4 estudiantes de 4to, 5to y 6to grado de una escuela primaria. En total serían alrededor de 10 a 12 alumnos.  Los puso a resolver un problema de lo que en teoría se denomina «La edad del capitán» y que cobró auge en la década de los 80 del pasado siglo. El ejemplo que usó fue el siguiente, aplicándolo al ámbito rural: Un campesino tiene 48 vacas y 12 ovejas. ¿Qué edad tiene el campesino? Los niños de inmediato comenzaron a reflexionar y a darle respuesta al ejercicio, acostumbrados como están a que toda pregunta debe recibir una respuesta. La mayoría contestó que el campesino tenía 60 años. Fueron pocos los que le expresaron a la maestra que les dio datos de una cuestión y les preguntó sobre otro tema. La especialista confirmó cómo nuestros niños le daban mayor importancia a responder porque suponían que si les hacían una pregunta, pues la misma debía tener una respuesta y, sencillamente, la respuesta era que no tenía solución porque el problema era irracional.

En medio de esa anécdota, la especialista nombró a los autores de esa teoría y mencionó como uno de sus precursores a Gaston Bachelard. Quedé más motivada todavía, un matemático que devino filósofo, fenomenólogo, el cual apuntó: «Cuando se trata de un verdadero trabajo intelectual el campo a explorar es mucho más vasto. Es entonces cuando se accede al error positivo, al error normal, al error útil». El gran teórico añadió: «Confesemos nuestras tonterías para que nuestro hermano reconozca las propias […] Con respecto al mundo de las ciencias sociales, rompamos juntos con el orgullo de las certidumbres generales, con la avidez de las certidumbres particulares».

El espacio intermedio del mundo llamó Hannah Arendt cuando expresó «estamos tan unidos a otros y a la vez, tan separados». También hay algo que quisiera subrayar en esta pensadora alemana: se distanció de los que consideraba «filósofos profesionales», que se subían a las nubes, pues a veces cuando bajan de ella sus intervenciones pueden lindar con el peor de los errores. No es lo mismo soledad que aislamiento: lo primero implica diálogo consigo mismo. No fue una casualidad que Martin Heidegger avalara a Hitler y tiene que ver con la reducción de la pluralidad de voces a un único discurso.

En La Joven Cuba (LJC) tuve la oportunidad de publicar hace solo unos meses un pequeño escrito titulado «La verdad del cambio»:

«En este año de 2020, en el mes que se conmemora la aparición de la Virgen de la Caridad, le imploro que nos ayude al verdadero cambio. Que el valor trabajo reaparezca y que se convierta en un resorte de competitividad para el desarrollo del talento y el bienestar. Que ilumine a los decisores para que perciban que la salvación de un pueblo es antes personal y social, que política».

Me parece imprescindible una idea de José Martí dirigida a su hijo:

«Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud y en ti» -aquí expresé que esa «fe en ti», yo la interpretaba hoy como la fe en la juventud cubana actual-.

Punto, con esas palabras martianas concluí mi breve intervención.

Debido a una pregunta del público presente que no puedo reproducir, pues, a diferencia del profesor que hoy me interpela en las redes, yo no grabé, expresé que los jóvenes de San Isidro y los que estuvieron ante el Ministerio de Cultura tenían inquietudes y experiencias que tal vez nosotros no tuvimos. En los dos casos, esas personas, atendiendo a los postulados de la Constitución cubana, tenían derecho a expresar sus opiniones, a decir libremente sus inquietudes, pese a que los puntos de partida de algunos eran diferentes.

Puse algunos ejemplos: no es lo mismo vivir en San Isidro, que en Nuevo Vedado o Miramar. Además, puse el ejemplo de cómo algunas prácticas de los esclavos en el siglo XIX cubano hoy nos parecerían reprobables, como el disimulo. Ante la cantidad de horas que eran obligados a trabajar en los ingenios, los esclavos simulaban que trabajaban. Huir hacia el monte fue otra práctica, al final nos legaron el cimarronaje. Hoy sentimos orgullo del cimarronaje intelectual.

También aludí a la necesidad de tener en cuenta una ética de la compasión, donde las nociones éticas fundamentales no sean ni el bien, ni el deber, ni la dignidad, sino el sufrimiento y la sensibilidad por el dolor de los demás.

Ante una intervención de mi colega de que esos jóvenes debían de ser tolerantes, añadí que la tolerancia debía de partir de ambas partes. Esas fueron, en esencia, mis palabras.

Lo que no dije, pero también pienso

No podía robar un tiempo que ya no teníamos en la mencionada actividad. Siempre es así en programas de este tipo. ¿Por qué la tolerancia debe ser de ambas partes? Una vez viajé a la ciudad de Holguín con los ideológicos del Minint que hicieron un evento en ese lugar. Me pasaron la invitación desde la institución para la que trabajé por cuarenta años y acepté. Debía hablar sobre el tema del civismo en Cuba. El respeto fue tremendo, me sentí muy halagada.

Años después, en el tiempo que cuidaba a mis padres y por ello me levantaba de madrugada –4:00 a.m. – para lavar sábanas, bañarlos, darles el desayuno, etc., ese mismo profesor que hoy me involucra en una actitud «sospechosa», me citó para la publicación de un libro sobre Pensamiento Sociológico Cubano. Me dijo: «Si vienes después de las 10, pierdes la oportunidad de entregarlo». Esa oportunidad no podía perderla, él me brindó esa tremenda posibilidad.  Lo que él no supo nunca fue que estuve a punto de caer presa.

A las 9:30 a.m. logré alquilar un carro para un viaje de 5 minutos. El almendrón que tomé fue interceptado por la policía no sé por qué motivo, sencillamente el policía quería revisar los documentos del chofer. Con toda la calma del mundo le dijo a este último que bajara y estuvo interrogándolo. Yo no podía más de la impaciencia al pensar que el trabajo de mucho tiempo, en condiciones extremadamente difíciles por mi papel de cuidadora, se volvería nada por una llegada tarde.

«Por favor –le pedí al agente del orden–, usted no ve que hay personas en este país que tienen que trabajar». «Se hubiera levantado más temprano» –me contestó muy cínicamente. Me subió toda la ira del mundo al pecho, sentí que era demasiado, no pude más: « ¡Qué clase de hijo de puta es usted!». No tenía ni la más mínima idea sobre las consecuencias de la palabra desacato.

Fue una falta de respeto infinita, una falta de profesionalismo tremenda. Era para que el policía me hubiese pedido perdón. Me hizo bajar del carro, tuve que entregar el carnet de identidad, me estaban chequeando por la planta y me iban a llevar para la estación por «desacato». Tenía que entregar mi libro a las 10:00 a.m. Me eché a llorar sin que me costara ningún trabajo, el stress del cuidado de mis padres me tenía siempre alterada. El agente me dejó ir ante el llanto.

Cuestiono los desmanes policiacos de estos días: impiden que una persona salga de su casa, día y noche en extrema vigilancia, actos de repudio bochornosos. Eso, profesor, es puro estalinismo. ¿Por qué el filósofo no ve estos detalles? Se han puesto a pensar cómo se sentiría un ser humano cuando lo atacan de esa manera. ¿Hay derecho a cometer ese acto terrible de violencia?

Ahora se habla de «golpe blando», pero ¿y la «dura realidad» que este pueblo ha sufrido durante décadas esperando un bienestar que nunca llega? Estremece la realidad, estremece: colas para comprar pollo vigiladas por militares, escaneo de carnets. Este es ahora el sentido de la vida cubana: ¿qué sacaron en las tiendas?

Los catedráticos se asombran de las vulgaridades, de comportamientos inadecuados. Y sí, la ética es un estilo, no una obediencia a la norma, sino la forma de entrar en relación con ella. El que tiene estilo no es el que cumple la norma, sino el que en cada momento trata el deber desde una situación. Apelo a José Lezama Lima: «Es muy peligrosa la reacción ante los excesos halagadores, pues suelen engendrar náuseas y sofocos».

Estimo que hay otras formas de mancillar la bandera de una nación –con esto, aclaro, no coincido con tirarme arriba el símbolo nacional de ninguna forma, ni tan siquiera como pullover– como es promover la desunión entre los cubanos dividiéndolos entre revolucionarios y contrarrevolucionarios, hacer florecer el estatismo burocrático, mantener un único discurso, forzar la unanimidad y un pensamiento anquilosado, darle golpes a mujeres por diferencias políticas. Eso es también, mi amigo, cagarse en nuestra bandera.

No hay nada más reaccionario que los revolucionarios profesionales, porque creen poseer o hasta encarnar la esencia de la revolución, por lo que frustran cualquier esperanza de que se reconozca lo nuevo y hasta lo declaran contrarrevolucionario. La delegación de poder no puede dejar al pueblo fuera de juego. Pudiera decir muchas cosas más, pero ya estoy más calmada.

Ahí está mi respuesta, sin ánimo de polémica, de confrontación. Soy una simple ciudadana de este país, tal vez una profesora que siempre hablará sola. 

3 diciembre 2020 74 comentarios 2.020 vistas
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giro economico

El nuevo giro económico

por Samuel Farber 11 noviembre 2020
escrito por Samuel Farber

Una serie de recientes acontecimientos en Cuba han castigado la ya precaria economía de la isla, lo cual ha llevado al gobierno a adoptar una serie de políticas y un giro económico que apuntan a una mayor apertura al capital mientras mantiene los controles políticos del Estado unipartidista.

El primero en la lista de recientes desastres que han sobrevenido a la Isla es la pandemia de COVID-19. En comparación con otros países caribeños, a Cuba le ha ido mejor gracias a un sistema de salud pública que, a pesar de su deterioro en los últimos treinta años, aún es capaz de organizar una respuesta adecuada a desastres colectivos como la pandemia.

Así, para detener el contagio, el gobierno cubano adoptó medidas drásticas como suspender el transporte público en su totalidad, y en respuesta a un rebrote de la infección que comenzó a finales de agosto, recurrió a medidas igualmente drásticas en muchas localidades, incluyendo el área metropolitana de La Habana, aunque a principios de octubre redujo las restricciones en la mayoría de esos lugares.

La industria del turismo, la tercera mayor fuente de divisas extranjeras tras la exportación de personal médico y las remesas enviadas por cubanos en el exterior, también se cerró, así como muchos establecimientos comerciales e industriales. La entrada de divisas a Cuba –tremendamente necesarias para adquirir esenciales productos de importación, incluyendo el 70 por ciento de los alimentos que se consumen- ya había sido restringida antes de la pandemia por la cancelación de la exportación de personal médico a países como Brasil y Bolivia, donde gobiernos de extrema derecha habían llegado recientemente al poder.

Además, los cargamentos de petróleo que la isla recibía de Venezuela ­–a cambio de la exportación de personal médico a ese país–, cruciales para el funcionamiento de la economía de la Isla, fueron reducidos como resultado de la crisis política y económica bajo el gobierno de Maduro.

Para colmo de desgracias, Donald Trump intensificó de manera decididamente agresiva el criminal bloqueo estadounidense contra Cuba –motivado en parte por el apoyo de esta al régimen de Maduro– al reducir, o en algunos casos cancelar, varias de las concesiones que Obama había hecho durante su segundo período en la Casa Blanca.

Entre otras medidas hostiles, Trump limitó el envío de remesas de cubanoamericanos a sus familiares, redujo significativamente los viajes a Cuba por parte de ciudadanos estadounidenses de origen no cubano, prohibió que los visitantes estadounidenses en la Isla se hospedaran en hoteles propiedad del gobierno cubano, e impulsó una campaña para desalentar la inversión extranjera mediante la invocación, por primera vez en la historia, del Título III de la Ley Helms-Burton de 1996 (aprobada por el Congreso e instituida como ley por el presidente demócrata Bill Clinton), la cual sanciona a compañías extranjeras que utilicen propiedad estadounidense confiscada por el gobierno cubano a principios de los años 60.

La administración de Trump también ha suspendido licencias que autorizan actividades económicas estadounidenses en Cuba, como la concedida por la administración de Obama a la Corporación Marriott para operar hoteles.

¿Cambiará la política de Washington bajo una posible administración de Joe Biden? El candidato presidencial demócrata prometió seguir los pasos del presidente Barack Obama, moviéndose hacia una normalización de las relaciones políticas y económicas con Cuba. El punto hasta el cual un gobierno de Biden podría hacerlo depende de una variedad de factores que van desde los resultados electorales en Florida hasta las relaciones con Venezuela.

Aunque lo último no fue muy importante con respecto a la política hacia Cuba durante los años de Obama, se convirtió en un aspecto primordial para Trump, quien, siguiendo el consejo del senador Marco Rubio y del entonces asesor para seguridad nacional John Bolton, hizo del apoyo de Cuba a Nicolás Maduro un asunto fundamental y lo utilizó para justificar el recrudecimiento de las sanciones. El hecho de que tanto Biden como los demócratas en el Congreso han apoyado la afirmación del líder opositor venezolano Juan Guaidó de ser el presidente legítimo de Venezuela no promete nada bueno al respecto de que una administración demócrata normalice las relaciones con la Isla.

Poderosos intereses corporativos, tales como importantes firmas de la agroindustria y la Cámara de Comercio de los EEUU, han estado por mucho tiempo en favor de sostener relaciones económicas plenas con Cuba, aunque es difícil predecir cuánto capital político están dispuestos a invertir para lograr ese objetivo. En cualquier caso, una normalización completa de las relaciones políticas y económicas requeriría que el Congreso revocara la Ley Helms-Burton de 1996.

Ello es una posibilidad dudosa, teniendo en cuenta la composición probable de ambas cámaras del Congreso tras la elección del próximo mes, a pesar de que un número significativo de congresistas republicanos han apoyado, en nombre de intereses agrícolas y de otros negocios, la normalización de relaciones. No obstante, el presidente de los Estados Unidos tiene una considerable capacidad para mejorar dichas relaciones bilaterales, aunque la Helms-Burton se mantenga como ley vigente.

Mientras tanto, todos estos acontecimientos han exacerbado considerablemente los problemas de una ya débil economía cubana que ha sufrido de bajo crecimiento por varios años (0,5% en 2019), baja productividad industrial y agrícola, y un muy bajo índice de la sustitución de capital necesaria para mantener una economía al menos en su nivel actual de producción y nivel de vida, mucho menos para lograr un crecimiento económico significativo y mejores condiciones de vida.

Para mayor desgracia, esta situación se ha ido desarrollando en el contexto de una población cada vez más envejecida, un proceso demográfico que comenzó a finales de los años 70 y que conducirá a una serie de graves problemas, como que una fuerza de trabajo en reducción tenga que sostener a un número creciente de jubilados.

En respuesta a las presiones creadas por la reciente profundización de la crisis económica, el gobierno cubano anunció una serie de medidas que harán que el país dé un importante paso más cerca del modelo chino-vietnamita, el cual combina un Estado unipartidista autoritario con un creciente papel de la empresa privada capitalista. Estas nuevas medidas representan la decisión del gobierno cubano de ceder una parte de su control económico en un esfuerzo por adquirir divisas, importar capital y promover un mayor dinamismo y crecimiento de la economía.

Desarrollo de la Pequeña y Mediana Empresa privada

Una propuesta económica que ha sido rescatada es el establecimiento de Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES) de gestión privada. Por más de una década, el gobierno cubano bajo el mandato de Raúl Castro ha permitido la existencia de muy pequeñas empresas privadas, las cuales en este momento ya emplean aproximadamente al 30 por ciento de la fuerza de trabajo. Ello incluye cerca de un cuarto de millón de agricultores privados que trabajan tierras en usufructo, lo que significa que la arrendan al gobierno por períodos renovables de veinte años, así como unas 600.000 personas que son dueñas de negocios en áreas urbanas o trabajan para ellos.

La mayoría de estas microempresas están concentradas principalmente en las esferas de los servicios gastronómicos (restaurantes y cafeterías), la transportación (taxis y camiones), y en el alquiler de habitaciones y apartamentos a turistas, probablemente la pequeña empresa privada más lucrativa de todas. En 2014, en un importante documento oficial titulado Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista, el gobierno anunció que permitiría la creación de pequeñas y medianas empresas privadas. Esta noción ha sido recientemente revivida y discutida, por ejemplo, por el presidente Miguel Díaz-Canel, quien ha afirmado que es necesario «destrabar» las PYMES y las cooperativas.

Se han ofrecido pocos detalles acerca de qué podrían abarcar estas empresas en términos de tamaño y otras características. Lo más probable es que eso se mantenga en secreto hasta que el gobierno promulgue la nueva ley, que está programada para abril de 2022, referida tanto a las empresas estatales como privadas, aunque diputados del parlamento -la Asamblea Nacional del Poder Popular- han indicado que las regulaciones concernientes a las PYMES se formularán ya este año.

Aun así, se puede obtener una idea aproximada de en qué consistirán esas medianas empresas observando cómo han sido definidas en otros países latinoamericanos. En Costa Rica, por ejemplo, donde las PYMES están muy extendidas y desempeñan un importante papel en la economía, la mediana empresa se refiere a las que emplean entre 31 y 100 trabajadores; las microempresas son las que emplean a menos de cinco personas (el grupo más nutrido de las hoy presentes en Cuba), y la pequeña empresa es aquélla que contrata de 6 a 30 trabajadores.

Chile aprobó una ley que define oficialmente el tamaño de las empresas según los siguientes criterios numéricos: Micro, hasta 9 empleados; Pequeña, de 10 a 25; Mediana, de 25 a 200; y Gran Empresa, más de 200 empleados.

Basándose en esas definiciones, está claro que por su tamaño, las firmas privadas medianas son empresas capitalistas tradicionales. Es poco probable que sean gestionadas únicamente por sus dueños y necesitarán algún tipo de administración jerárquica para conducir el negocio en términos de su planificación económica, su gestión y su producción. El establecimiento de estas firmas probablemente vaya a la par con la intervención de los sindicatos estatales oficiales para «organizar» a los trabajadores, como ya lo han hecho con los mucho menores «cuentapropistas» y sus pocos empleados.

Como en China, los sindicatos oficiales en Cuba no harán nada para representar verdaderamente a los trabajadores en sus relaciones con los empleadores.

El Código de Trabajo de Cuba de 2014

En este contexto es muy importante considerar el Código de Trabajo que ha estado en vigor desde que lo aprobó el gobierno cubano en 2014. Este Código elimina el requisito de compensar a trabajadores cuya plaza haya sido cerrada y permite a empleadores privados despedir a trabajadores sin motivo como parte de su derecho como propietarios. En el caso de empleados estatales, el gobierno también despide a trabajadores al declararlos no idóneos para sus plazas, sin que los afectados tengan mucho a qué recurrir.

El nuevo Código también relaja la jornada de 8 horas, permitiendo que los empleadores la extiendan a 9 horas sin compensación adicional. De hecho, ya hay muchos trabajadores en el sector privado que trabajan turnos de 10 y hasta 12 horas diarias sin cobrar horas extra –lo hacen de todos modos porque su salario básico es más alto que en el sector estatal-.

El Código también permite que los empleadores privados solo concedan un mínimo de siete días de vacaciones anuales pagadas en lugar de los treinta días a los que tienen derecho los empleados estatales. Igualmente, suprime la descarga académica para la superación de todos los trabajadores, así que ello debe hacerse durante el tiempo libre del que dispongan, como el acumulado de vacaciones. Se espera que este Código de Trabajo también sea aplicable al sector económico de las PYMES.

La modificación del monopolio estatal sobre el comercio exterior

Además de abrir la puerta a la empresa privada, el régimen cubano ha relajado muy recientemente su monopolio sobre el comercio exterior, es decir, el control exclusivo que, hasta ahora, ha tenido sobre todas las actividades empresariales de importación y exportación.

Hace poco tiempo, Rodrigo Malmierca, ministro del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX), anunció que treinta y seis empresas estatales especializadas en comercio exterior se estaban preparando para ofrecer ayuda con sus servicios a importadores y exportadores privados, con el objetivo de procesar y perfeccionar sus operaciones extranjeras.

Como un incentivo adicional para estimular estas actividades de exportación privadas -en moneda fuerte-, el gobierno ha ofrecido aplicar un descuento al impuesto sobre las utilidades de las empresas estatales, privadas y las cooperativas si demuestran un incremento en ventas de productos y servicios en comparación con el año anterior.

En 1959, el primer año de la Revolución, cuando la mayor parte de la economía aún estaba en manos privadas, el Gobierno Revolucionario, ante un brusco descenso de sus reservas de divisas fuertes extranjeras, exigió que las firmas privadas cubanas que importasen del extranjero obtuvieran el permiso del Banco Nacional de Cuba para acceder a la divisa extranjera –a menudo dólares- que necesitaban para sus transacciones.

Así el gobierno intentaba ejecutar su plan de utilizar las escasas divisas en importaciones que eran fundamentales para el desarrollo económico del país, en vez de, por ejemplo, en artículos de lujo para uso personal. Aún no se conoce cuánto control tendrá ahora el gobierno sobre las iniciativas de importación/exportación propuestas por el sector privado.

La racionalización del sistema monetario

Las nuevas regulaciones para actividades de exportación, y en especial de importación, estarán estrechamente relacionadas y se verán sin dudas afectadas por las dificultades monetarias que hoy enfrenta Cuba, en particular las concernientes a la escasez de divisas.

Esa escasez también está desempeñando un papel principal en la presente discusión de la unificación monetaria por parte del gobierno, un tema sobre el cual se ha vertido mucha tinta durante años y que adquiere cada vez más protagonismo en las nuevas políticas económicas, y cuya materialización puede que ocurra finalmente durante los próximos meses.

A medida que el gobierno cubano intente integrar cada vez más su economía con la economía internacional, más necesitará regularizar el tipo de cambio entre su moneda nacional y las divisas extranjeras utilizadas por el capital foráneo para sus transacciones. Ello permitiría un arreglo más racional para, entre otras cosas, establecer un sistema de precios e incentivos económicos, y para evaluar los datos económicos.

Por muchos años, Cuba ha tenido operando en su mercado interno un sistema de dos monedas coexistentes, con una parte en dólares y la otra en pesos cubanos. Hasta hace poco, ese sistema fue representado por el peso cubano y el CUC —una moneda cubana no convertible más o menos equivalente al dólar— que estuvo fijada a un cambio de aproximadamente 24 o 25 pesos cubanos por 1 CUC.

Pero el CUC perdió su valor y está en proceso de desaparecer debido a la falta de divisas para respaldarlo. Mientras tanto, la economía cubana se ha dolarizado directamente: los cubanos ahora obtienen acceso a artículos en tiendas especiales en dólares que venden una amplia variedad de productos, incluyendo alimentos, que son muy difíciles de obtener en otros lugares con pesos cubanos.

Los productos en esas tiendas en divisas extranjeras se compran con tarjetas magnéticas emitidas por el gobierno para evitar una especulación informal de monedas en efectivo en el mercado negro. Las tarjetas son el único tipo de pago aceptado en esas tiendas y se basan en depósitos hechos en dólares u otras divisas internacionales en los bancos cubanos, la mayoría de los cuales provienen de remesas desde el exterior.

Sin embargo, con la desaparición del CUC, ya no podemos hablar de unificación monetaria, sino de la racionalización de la política monetaria cubana, particularmente del tipo de cambio entre el peso y el dólar. Como el economista cubano Pedro Monreal ha señalado, los cambios monetarios tendrán que ser parte de un paquete más amplio que implique ajustes de precios, subsidios, salarios y pensiones.

La regularización monetaria del cambio entre el peso cubano y el dólar que se discute hoy en la Isla supone para el gobierno una serie de complicaciones que serán muy difíciles de resolver. Provienen principalmente del hecho que, mientras la población en general ha estado cambiando de 24 a 25 pesos por un dólar, las empresas estatales han disfrutado del económicamente distorsionante tipo de cambio de un peso por un dólar –una tasa que claramente ha favorecido la importación de bienes extranjeros, pero ha dañado la exportación de bienes cubanos–.

La regularización de la moneda en este contexto significa que el gobierno tendrá que intentar lograr la cuadratura de varios círculos para tanto impedir el cierre de muchas firmas estatales que se beneficiaban del subsidio para importaciones del que disfrutaban con el tipo de cambio especial de uno por uno, como para bloquear un incremento de la inflación. Debido a presiones políticas internas y a expectativas populares, es posible que el gobierno se vea obligado a conceder un tipo de cambio favorable al peso.

Si ese tipo de cambio favorable no está acompañado por una mayor disponibilidad de bienes y servicios, ello podría llevar a la inflación. Si se combinan problemas, una falta de sindicatos independientes dejaría a los trabajadores cubanos desprotegidos de las políticas monetarias de su gobierno.

Especialmente importante es el fundamental cambio de política que anunció por primera vez la Ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, el 6 de agosto –y que fue luego confirmado el 13 de octubre por Alejandro Gil, el Ministro de Economía y Planificación–, que aumentará sustancialmente la cantidad y variedad de ocupaciones urbanas que los cubanos podrán realizar en el sector privado.

Como parte de sus primeras reformas económicas, Raúl Castro permitió la apertura al trabajo por cuenta propia privado y a la contratación de personal en el caso de un número limitado de ocupaciones que con el tiempo se incrementó a más de doscientas, las cuales luego se reorganizaron en 123 grupos ocupacionales. Vale señalar que este incremento estuvo lejos de ser un proceso lineal y en más de una ocasión el gobierno recortó la cantidad de ocupaciones permitidas en el sector privado.

Según los ministros Feitó y Gil, esa lista de ocupaciones privadas permitidas será eliminada, y es de suponer que se preparará una nueva que relacione sólo aquellas ocupaciones que no se permitirán, tales como, por ejemplo, la práctica privada de la medicina. Ninguno de los ministros ha definido aún una fecha en la que estos cambios entrarían en vigor.

Finalmente, para facilitar tanto las operaciones del sector privado rural como del urbano, el gobierno anunció que aumentaría la cantidad de mercados mayoristas para que los pequeños y medianos emprendedores privados compren alimentos y otros productos al por mayor a precios reducidos. La falta de acceso a este tipo de mercados ha sido un gran problema que ha afectado seriamente la viabilidad de los negocios privados rurales y urbanos.

Para mejorar las cosas, el gobierno anunció muy recientemente que a partir de septiembre comenzará a funcionar un mayor número de mercados mayoristas en las capitales provinciales, aunque las transacciones se realizarán exclusivamente en divisas, lo cual ha sido claramente el principal impulso para esto y para otros cambios económicos.

Si el gobierno cubano realiza todos los cambios que ha anunciado, la economía de la Isla se habrá alejado bastante de la economía altamente nacionalizada de finales de los 80 —más nacionalizada que las economías de la URSS y Europa del Este— para convertirse en una economía fundamentalmente mixta, acercándose así cada vez más al modelo chino-vietnamita. Queda por ver hasta qué punto los cambios propuestos mejorarán el mediocre rendimiento de la actual economía cubana, en la cual el bajo crecimiento económico y la baja productividad han caracterizado tanto a la economía rural como a la urbana por mucho tiempo.

Vale señalar, sin embargo, que a pesar de una baja producción agrícola generalizada, las granjas privadas ya han superado a las estatales en la producción de varios cultivos esenciales, como sucedió en Europa del Este durante los gobiernos comunistas.

En sólo poco más de una década, desde que una cantidad sustancial de tierras fuera distribuida a agricultores privados, y a pesar de sus grandes dificultades para obtener acceso a créditos y al comercio al por mayor, instrumental agrícola y otros implementos, los agricultores privados, quienes aún poseen menos tierras cultivables que el Estado, ya producen el 83.3 por ciento de las frutas, el 83,1 por ciento del maíz y el 77.9 por ciento de los frijoles.

Sin embargo, esto no es tanto un testimonio de las maravillas de la empresa privada como del desastre que ha sido para Cuba la agricultura estatal burocrática dirigida desde arriba y de manera centralizada –también fue desastrosa para varios países que componían el bloque soviético–.

En tales sistemas burocráticos, las personas que participan del nivel productivo carecen de incentivos materiales –como un mayor poder adquisitivo– y de incentivos políticos –como autogestión y control democrático de sus centros de trabajo–, cuya ausencia ha conducido históricamente a apatía generalizada, negligencia, irresponsabilidad y lo que Thorstein Veblen llamó «retirada de la eficiencia».

Es esta experiencia vivida y no la propaganda capitalista, la que ha hecho al modelo capitalista cada vez más atractivo para los cubanos.

El contexto político

Un tema crítico que surge de esta discusión es la naturaleza y composición de la dirección política cubana que se enfrenta a la actual crisis y que conduce las propuestas mencionadas quince años luego de que Fidel Castro se retiró, por razones de salud, de su mandato directo del país y fue sucedido por su hermano menor Raúl, el jefe de las fuerzas armadas cubanas y heredero forzoso desde los primeros días del Gobierno Revolucionario.

Al asumir el mando, Raúl introdujo una serie de reformas económicas que abrieron el sistema, de manera moderada, a empresas privadas normalmente muy pequeñas. También promovió un grado significativo de liberalización como, por ejemplo, cambiar en 2012 las regulaciones que controlaban las salidas al extranjero para permitir a los cubanos viajar a otros países. Pero esta liberalización no estuvo acompañada por forma alguna de democratización política. Todo lo contrario. Por lo tanto, la represión de la disidencia ha continuado.

Así, por ejemplo, mientras liberalizaba los viajes al extranjero para la mayoría de los cubanos, el gobierno ha impuesto obstáculos para las salidas de muchos disidentes, ya sea demorando sus apariciones en tiempo en conferencias en otros países o imposibilitándoles viajar al exterior, para lo cual ha elaborado una lista de «regulados» conformada por unos 150 disidentes cubanos que no tienen permitido salir del país.

Debe señalarse que, como en el caso de muchas otras medidas represivas adoptadas por el gobierno cubano, esto sigue siendo, como en tiempos de Fidel Castro, una decisión política y administrativa al margen incluso al propio sistema judicial del régimen. Lo mismo se aplica a los miles de arrestos breves que el gobierno de Raúl Castro ha realizado cada año, en especial para impedir manifestaciones públicas no controladas por el gobierno.

El sistema de partido único continúa funcionando como bajo Fidel Castro, con su enorme control social, económico y político, implementado mediante sus cintas de transmisión, representadas por las organizaciones de masas (los sindicatos y las organizaciones femeninas) y otras instituciones, como las del sistema educativo. Los medios masivos de comunicación (radio, televisión y periódicos) continúan estando bajo el control del gobierno y siguen en su cobertura las «orientaciones» del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

La única excepción de importancia son las publicaciones internas de la Iglesia Católica, la cual, sin embargo, practica una extrema prudencia política y limita la distribución de sus publicaciones a sus parroquias y otras instituciones católicas. Internet, la cual el gobierno ha sido incapaz hasta ahora de poner bajo su absoluto control, permanece como el principal vehículo para las voces críticas y disidentes.

Mientras tanto, ha estado ocurriendo un importante cambio generacional dentro de la dirigencia cubana que plantea preguntas sobre el futuro del sistema cubano.

El nuevo presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, nació en 1960, un año después del triunfo revolucionario. El ocupante del recién creado cargo de Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz, un hombre con largos años de experiencia en el negocio del turismo, nació en 1963. Se podría considerar que estos dos hombres realizan una especie de aprendizaje de prueba bajo Raúl Castro, quien a sus 89 años de edad es aún el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, aunque se retirará oficialmente en 2021.

Aún hay otros «líderes históricos» que también permanecen en lo más alto de la jerarquía política. José Ramón Machado Ventura, un médico que por un tiempo fue el número tres después de Fidel y Raúl Castro, y que es miembro del Buró Político, cumplirá 90 años el 26 de octubre. Ramiro Valdés, que ocupó muchos cargos superiores durante los más de sesenta años del Gobierno Revolucionario, incluyendo Ministro del Interior, y que hoy es miembro del Buró Político, tiene 88 años. Varios generales en posiciones de alto rango también pertenecen a la vieja generación.

El general Ramón Espinosa Martín, miembro del Buró Político del CC del PCC, tiene 81 años. En comparación, el general Álvaro López Miera, también miembro del Buró Político, es un joven de apenas 76 años. El general Leopoldo Cintra Frías, Ministro de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) tiene 79 años de edad.

Sin embargo, hay personan más jóvenes, menos visibles que Díaz-Canel Bermúdez y Marrero Cruz, quienes ahora ocupan cruciales cargos de gobierno y cuyo poder es probable que aumente en el contexto de una transición luego de que los viejos «históricos» hayan abandonado la escena. Uno de ellos es el general de 60 años Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, un ex yerno de Raúl Castro, quien es el director de GAESA, el inmenso conglomerado empresarial de las Fuerzas Armadas, el cual incluye a Gaviota, la principal empresa turística en Cuba. Varios oficiales de alto rango del ejército, retirados o en activo, ocupan actualmente cargos importantes en otras esferas clave de la economía.

Las Fuerzas Armadas han capacitado a cuadros técnicos y empresariales quienes, junto a un grupo de técnicos y administradores civiles, han desempeñado por algún tiempo un importante papel en la economía. Muchos de ellos se han convertido en empresarios internacionales que operan en nombre del Estado cubano y han desarrollado amplias conexiones con bancos y otras instituciones capitalistas internacionales.

A ellos debemos añadir a los gerentes de industrias estatales, a quienes el gobierno acaba de otorgar más autonomía. Todos estos funcionarios pueden acabar beneficiándose del anunciado establecimiento de las PYMES, mediante el uso de sus contactos de negocios para obtener el capital que les permita crear sus propias medianas empresas. Ellos constituyen el núcleo de una burguesía capitalista cubana en desarrollo que está emergiendo desde dentro del propio aparato comunista.

Oposición, desafiliación y descontento

Existe oposición política en Cuba, principalmente —pero no de forma exclusiva— en el centro y la derecha del espectro político.

Sin embargo, ha sido políticamente marginada por la represión del gobierno y por la práctica plattista –por la Enmienda Platt impuesta por los EEUU a Cuba a principios del siglo XX y que limitaba la independencia cubana– adoptada por sectores de esa oposición, que en lugar de organizarse y recaudar fondos entre los cerca de dos millones de personas de origen cubano en los EEUU y otros países —tal como hizo José Martí entre los tabaqueros cubanos en Florida para apoyar la independencia cubana en la década de 1890—, ha dependido de limosnas del gobierno estadounidense para sobrevivir a la persecución.

Aunque el gobierno puede haber marginado con éxito a la disidencia activa en la isla, no ha podido detener la considerable desafiliación política con respecto al régimen, especialmente entre las generaciones más jóvenes, que crecieron desde el derrumbe de la URSS y el campo socialista a finales de los 80 y principios de los 90. Debe apuntarse que ha transcurrido casi el mismo tiempo entre 1990 y el presente que entre el triunfo revolucionario en 1959 y el derrumbe del bloque soviético. Este colapso —y la sustancial retirada de ayuda económica a Cuba que lo acompañó— produjo una catastrófica crisis económica y una considerable erosión de la legitimidad del régimen cubano.

Desde entonces, la corrupción pública y privada se ha incrementado notablemente, un fenómeno que fue incluso denunciado por Fidel Castro en un famoso discurso en la Universidad de La Habana en noviembre de 2005, donde advirtió que podría destruir la Revolución desde adentro y así lograr lo que el imperialismo estadounidense llevaba décadas sin haber podido causar.

La actual crisis económica, considerablemente agravada por la pandemia de la COVID-19, se ha sumado al ya extendido descontento originado por la escasez de bienes de consumo. Buena parte de este descontento se ha enfocado en los «coleros» –de «cola», la línea de personas que esperan–, un término comúnmente utilizado para personas que monopolizan los primeros lugares en las omnipresentes filas que se forman  por doquier para obtener los cada vez más escasos productos de primera necesidad o para vender esos lugares a quienes llegan tarde; y para personas que, aprovechándose de ocupar, de una forma u otra, los primeros lugares en la cola, compran todas las reservas de productos para revenderlos a precios exorbitantes.

El gobierno ha sacado partido de la comprensible indignación popular que despiertan los coleros al denunciarles y arrestarles, pero evita enfocarse en las causas económicas del fenómeno, es decir, la escasez de artículos de primera necesidad debido a una insuficiente producción nacional y/o importación.

Sin embargo, el hecho es que, dada la falta de producción agrícola debido al régimen económico y político, no parece haber una alternativa práctica para este problema. Ni siquiera es probable que funcione racionar los productos en divisas que compran los coleros al incorporarlos al sistema de racionamiento en pesos cubanos que ya existe, pues puede que no haya cantidades suficientes para distribuir a todos.

Es difícil identificar las circunstancias bajo las cuales la presente desafiliación y el descontento puedan traducirse en una alternativa política —y aún menos en una democrática y progresiva— para el existente régimen antidemocrático de Estado unipartidista. Es cierto que el cierre por parte de Obama del camino de la emigración cubana hacia los Estados Unidos en los últimos días de su mandato eliminó una importante válvula de escape para la oposición y el descontento en Cuba.

Trump no revocó esta medida concreta de Obama, prueba de que su oposición al comunismo es mucho más débil que su xenofobia y su racismo. No obstante, el cierre de la emigración hacia los Estados Unidos hasta ahora no ha parecido ser suficiente para estimular ninguna novedad política significativa en la isla.

Lo que está claro es que la adopción de las nuevas medidas económicas ya expuestas, en particular la legalización de las llamadas medianas empresas, pueden extender y profundizar considerablemente la doble explotación y opresión en Cuba: la que ha ejercido por mucho tiempo el Estado unipartidista altamente autoritario, y la otra, ejercida por las futuras medianas empresas privadas ayudadas por la falsa protección brindada a los trabajadores por los sindicatos estatales, que en la práctica funcionarán como sindicatos de empresas en el contexto de las PYMES. El Código de Trabajo aprobado en 2014 ya ofrece un indicio de lo que está por venir.

La nueva distribución económica del poder que tarde o temprano se desarrollará en Cuba demostrará aún más la urgente necesidad de contar con sindicatos verdaderamente libres, y la necesidad de sustituir el Estado unipartidista antidemocrático que por su naturaleza imposibilita la existencia de sindicatos independientes, por una república verdaderamente socialista y democrática en Cuba.

*Este análisis fue originalmente publicado en inglés en la edición on line de la revista socialista New Politics.

11 noviembre 2020 27 comentarios 1.113 vistas
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Cambiar la montaña y el mar

por Mario Valdés Navia 20 octubre 2020
escrito por Mario Valdés Navia

Las filosofías orientales –de los países del Oriente, quiero decir− ayudan a comprender mejor algunos aspectos de la realidad que se tornan complicados si insistimos en analizarlos con enfoques meramente caribeños. Tal es el caso de los avatares cubanos actuales cuando los enfocamos a la luz del principio de “La montaña y el mar”, del famoso samurai Miyamoto Musashi, uno de los padres del Bushido −el Camino del Guerrero−, expuesto  en su texto clásico El Libro de los Cinco Anillos, o Manuscrito del Fuego, de 1672.

“Montaña y mar” significa que es perjudicial hacer lo mismo una y otra vez. Puedes repetir algo una vez, pero no una tercera. Según Musashi, cuando intentas lograr algo ante un adversario, si no funciona la primera vez, no obtendrás ningún beneficio apresurándote en hacerlo de nuevo. Él recomienda cambiar abruptamente la táctica, haciendo algo completamente diferente. La ciencia del arte de la guerra implica educar a la mente y el cuerpo para: “actuar como el mar, cuando el enemigo es como una montaña, y actuar como una montaña, cuando el enemigo es como un mar”.

Como parte del “milagro japonés” de los años 50 y 60, que convirtió al derruido país en la segunda economía mundial, el libro se volvió texto obligado en las facultades de economía. Los nuevos hombres de negocios nipones aprendieron a aplicar principios samuráis a la gestión empresarial con éxito espectacular, tanto al interior del país como en la competencia internacional.

En la China de los años setenta, el pensamiento de Confucio se unió a la reinterpretación del Tao te King de Lao Tse, y sobre todo de El Arte de la Guerra, de Sun Tzu y su complemento, El Arte de la Guerra II, de Sun Bin, para fundamentar las reformas de Den Xiao Ping y la creación de lo que parecía imposible: un socialismo de mercado con características chinas. Los comunistas chinos comprendieron mejor por qué su ideograma de “crisis” está compuesto de dos caracteres: “peligro” y “oportunidad”. Controlaron los primeros y explotaron las segundas. Desde entonces sus relaciones con el resto del mundo hablan de alianzas, no de hermandad perpetua.

China asumió que existen intereses permanentes, pero no amigos eternos.

En El Arte de la Guerra el maestro chino Sun Tzu había postulado que: “el principio más elevado de todos es la flexibilidad […] Relajarse mientras el enemigo se agota a sí mismo […] Lo que parece blando y flexible puede ser fuerte y firme, mientras lo que parece invencible puede ser débil. El sauce se pliega al viento y se mantiene en pie, el robusto roble se quiebra y cae. El agua se adapta a cualquier terreno, pero desgasta la roca más dura.”

Es muy interesante apreciar, a la luz de este principio, cómo han reaccionado históricamente los vendedores y compradores del mercado cubano a las imposiciones de la centralización estatal durante medio siglo. Ante disposiciones administrativas que coartaron su existencia, se replegaron a las sombras de la economía sumergida. Cuando el Estado, obligado por las circunstancias, les abrió la más pequeña hendija la han aprovechado desplegando todo su potencial en breve tiempo.

Lenin y los bolcheviques lo comprendieron en pocos años y, en cuanto hicieron amainar la agresión externa e interna con sus victorias contundentes, abandonaron la contingentación en especie y obligatoria de productos del agro. En 1921, retornaron a las relaciones de mercado, favorecieron la inversión de capital privado y el capitalismo de Estado y estimularon la cooperativización voluntaria. Hasta que, hacia 1929, Stalin impuso el predominio burocrático y el Estado totalitario segó los cauces de los emprendimientos privados y colectivos.

https://jovencuba.com/2019/01/21/los-modelos-de-socialismo/

Hasta la resiliencia mostrada por el régimen capitalista en sus más de doscientos años de vida parece coincidir con los consejos del famoso samurái. Liberalismo y proteccionismo, monetarismo y keynesianismo se han turnado en la conducción económica del sistema, según los intereses y peculiaridades de las diferentes etapas históricas.

La Cuba de hoy se plantea hacer reformas necesarias al modelo, pero los enfoques son a veces preocupantes. No es lo mismo aplicar estrategias nuevas por convicción, que hacer cosas diferentes porque no quede otra alternativa. O se aplican soluciones nuevas, apropiadas a la magnitud de los problemas que tenemos, o seguiremos dándole vuelta a la noria de la crisis, culpando a peligros conocidos e ineludibles y despreciando las oportunidades de cambiar.

Es preciso distinguir que no se sustituyen importaciones porque no tengamos dinero para seguir comprando al mundo, sino porque hay que rehacer y desarrollar el agro y la industria nacional sobre bases propias. No se aumentan los salarios para que los trabajadores regresen al sector estatal, sino porque tienen derecho inalienable a ganar según el valor de su fuerza de trabajo y aporte al bien común. No se reunifica la moneda porque se haya depreciado el CUC, sino porque todo país moderno requiere de una para que funcione eficazmente su economía interna.

La insistencia en el empleo de métodos y formas obsoletas, o su sustitución a regañadientes, por factores coyunturales, no es solución para la crisis estructural cubana. Es necesario preservar la independencia nacional y las ventajas del socialismo en las esferas en que ha dado resultados, pero cambiar todo lo demás. Si “la montaña y el mar” era una opción victoriosa para los guerreros samuráis, también ha de serlo para los patriotas cubanos en un momento como este que tanta falta hace.

20 octubre 2020 14 comentarios 518 vistas
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cambio

Cuando el cambio viene en tren

por Ely Justiniani Pérez 21 julio 2020
escrito por Ely Justiniani Pérez

Antes de aprender que la palabra REVOLUCIÓN significa cambio, pensaba que era un sustantivo para designar exclusivamente al gobierno cubano. Años después, ya no tan niña, no logro decidir si este sistema ha escogido o no el “nombre” correcto, porque mientras algunas transformaciones parecen llegar en nuestro lentísimo tren, en otros puntos somos excesivamente cambiantes, inestables.

Lo que hoy es un delito mañana puede ser aplaudido, lo que un mes es ley en otro mes se deroga. Amigos mayores me cuentan de la gente que fue presa hace años por tener dólares; de cómo cuando alguien se iba recibía en el mejor de los casos el calificativo de gusano, y en el peor de los casos un huevazo en la espalda.

Hoy los billetes verdes resultan ser la solución, y los antiguos apátridas que los envían son los héroes que salvan la fiesta, pues -para quien aún no lo sepa- las remesas representan, junto al turismo y los servicios, una de las tres fuentes principales de la economía cubana. En estos momentos la primera.

Y así vamos viviendo cambios unas veces locos, otros cuerdos, otros inexplicables.
  • Las intenciones de hace unos meses de unificar las monedas han mutado a la tenencia de no una, sino tres monedas diferentes.
  • El gravamen impuesto al depositar el dólar en las tarjetas (que se aplicaba supuestamente a causa del bloqueo y etc.) desaparece (por suerte) sin que desde fuera hayan puesto fin al embargo;
  • Las tiendas que hasta ayer estaban vacías por falta de materias primas, y el cerco impuesto a los barcos, hoy se llenan por arte de magia como pocas veces hemos visto, pero dejando claro que solo los que tengan dólares podrán disfrutarlas.

A mí me duele particularmente ver unas tan vacías y otras tan repletas de alimentos, el cambio es grande. Me duele porque desde niña me enseñaron que “con la comida no se juega” y me repitieron infinitamente que en “este país todos somos iguales”.

Me duele porque un televisor o una lavadora no la compras todos los días, pero el alimento sí, y no puedo concebir que una buena parte de la gente trabajadora de este país tenga que consumir (después de colas y disgustos) solo productos de baja calidad, porque los de alta y media gama están destinados solo a los que tienen dólares. No importa si has trabajado toda tu vida, si eres Máster o Doctor, si eres un cirujano prominente o un anciano retirado; no importa siquiera que tengas dinerito ahorrado en tu propia moneda.

Como dice una amiga, lo que importa es tener FE: Familia en el Exterior.

No puedo evitar desconfiar en mandatarios y medidas tan cambiantes, pero, por otra parte, debo reconocer con recelo que las propuestas actuales, a estas alturas, son la casi única opción que tiene el Estado cubano para sacar adelante una economía que lleva años deformada por la ineficiencia de gestión, la corrupción generalizada, el bloqueo americano que muchas veces es excusa, pero que también existe, el agobio del señor mongólico de al frente y en los últimos meses, para rematar, la Covid-19, que encerró a los turistas en sus casas y avisó que la cosa estaría fea en un buen tiempo. El cambio fue rápido y grande.

Nos podemos sentar a dar palos al burro, a decir que dichas estrategias tenían que haberse tomado antes y que al presidente el limón le hizo efecto tarde, porque todos sabíamos hace tiempo que había que abrir la pequeña y mediana empresa y descentralizar el control del Estado. El burro tendría que aguantar los palos, porque se los dan con razón. Pero un@ también puede elegir si ayuda al burro a levantarse de otra manera, y si usa los palos para hacer leña, repartir golpes o para construir una casa.

Me parece que las nuevas regulaciones responden a las necesidades actuales y complejísimas que vive el país, y que aunque por una parte nos encabronen, son el oxígeno que necesitaba este submarino al borde del naufragio.

Las nuevas regulaciones son el oxígeno que necesitaba la economía en estos momentos, cual submarino al borde del naufragio.

Ahora solo nos queda exigir que los resultados de esas “tiendas maravillosas” sean puestos en función de abastecer las otras, y facilitar un poco la vida de aquellos que no recibimos remesas,… que el sacrificio dure el menor tiempo posible. Esperemos que la apertura de la pequeña y mediana empresa y sus posibilidades de importar y exportar no sean utilizadas por el Estado para ganar más que los propios productores (como suele suceder), sino como un mecanismo de crecimiento económico que ha dado buenos frutos en otros países de corte socialista como China o Vietnam.

Sería muy bueno también que si la comunidad cubana en el exterior está prácticamente salvando la economía, lo tengamos en cuenta y les extendamos un brazo más flexible: haya un cambio en el exorbitante costo de los pasaportes y sus prórrogas, no condicionemos los tiempos de permanencia en el exterior, respetemos, y reconozcamos, no creemos divisiones.

Eliminemos trabas burócraticas para la realización de negocios, y con la misma fuerza que se persigue al vendedor de cebollas, controlemos a los funcionarios estatales que trafican con nuestros recursos, a los policías y auditores que incumplen con sus funciones y a todos aquellos causantes de que los cubanos no tengan productos y servicios de calidad.

Que Revolución no sea cambio por cambiar, sino cambiar con lógica, cambiar para bien. Que los cambios necesarios no demoren décadas, que vengan en un tren de esos rápidos que existen en otros lugares, y que como tantas otras cosas, aquí no han llegado. Que FE no sea FAMILIA EN EL EXTERIOR, sino confianza o esperanza en que todo saldrá bien, una confianza a depositar en alguien que la merezca. ¡A ganarse esa confianza!

21 julio 2020 23 comentarios 254 vistas
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intelectualidad

El reto de la intelectualidad

por Esteban Morales Domínguez 27 junio 2020
escrito por Esteban Morales Domínguez

En abril del 2010 escribí que la corrupción, ya era entonces, el reto más difícil y peligroso que debíamos enfrentar. Un problema de seguridad nacional. Hoy deseamos alertar sobre la importancia que juega la intelectualidad, en medio de las circunstancias que vive el país, al tratarse de un asunto ideológico de primer orden.

Ya explicábamos en un reciente artículo, que la ciencia es una forma de poder. Por lo que no debemos descuidar su dinámica y mucho menos tratarla con mecanismos antidemocráticos. El papel de nuestros científicos en el trabajo contra la pandemia de la COVID19, resulta un ejemplo brillante de cómo deben trabajar unidos ciencia y política gubernamental.

Cuba es el único país de este hemisferio que no tiene analfabetos, cuenta con un nivel medio de escolaridad que es el más alto de la región, incluyendo Estados Unidos y Canadá. Como si fuera poco, casi más de un 10% de su población cuenta con título universitario y posee un “capital humano”  con un grado de penetración en el campo de la actividad científica, envidiable para cualquier país.[1]

Es decir, Cuba, cuenta con un potencial extraordinario, si somos capaces de utilizarlo para impulsar las tareas que debemos desplegar para la aplicación del modelo económico, hacer crecer nuestra economía y lo que es más complejo aún, para hacer corresponder ese cambio con la dinámica social y el cambio de mentalidad que resulta ineludible.

Dentro de esa dinámica, las Ciencias Sociales y Humanísticas son las llamadas a desempeñar el papel fundamental, junto al trabajo cultural, por ser las más próximas a la política. Sin embargo, se están produciendo fenómenos que perjudican sobremanera el papel de esas ciencias y del trabajo cultural dentro de la dinámica política del país.

Nuestra Prensa, al parecer, con una actitud de desconfianza y excluyente, por lo general, limita a nuestra intelectualidad de estar en los medios, desplazando sus producciones hacia planos alternativos. Digamos  a la intranet e internet, o hacia la Prensa extranjera, a la que solo tienen acceso apenas un 10% de nuestra población. Hablando, sobre todo, en términos de la dinámica informativa diaria, que es la más compleja, pues participa en las coyunturas políticas en que el país, día a día, se debe desenvolver. Hemos podido observar las dificultades siguientes:

  • La relación entre la política y las ciencias es muy débil aún. Observándose claramente cierta intolerancia ante todo aquello que se escribe, o se dice, con matices críticos, o que se sale de las “normas trazadas”. [2] Solo están entrando en proceso de consideración las opiniones que se vierten sobre nuestra economía, promovidas estas insistentemente por la Presidencia del País.
  • Se dificulta fuertemente el acceso a la información sobre temas sensibles, provocando que nuestra intelectualidad revolucionaria, quede en desventaja dentro del debate que tiene lugar en los medios extranjeros, la prensa, internet y la academia fuera de Cuba.
  • Se promueve la crítica (Raúl Castro la ha promovido explícitamente) pero al mismo tiempo, se frena. Pareciendo como si hubiesen dos políticas; la que promueve nuestro Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y la que una burocracia, asentada en el poder, despliega aún a contrapelo de la orientación política general.[3]
  • Se despliegan iniciativas, por parte de la sociedad civil, que han hecho surgir centros de debate sobre nuestra realidad, dígase: Espacio Laical, Revista Temas, Observatorio Crítico, Dialogar Dialogar, UNEAC, etc. Pero no se observa que la dirección ideológica del país promueva una relación con estos centros de debate, ni que aproveche sus resultados. Los miembros de la prensa nacional, apenas participan en ellos. Pareciera más bien que estos debates existen a pesar de no ser del agrado de la Dirección Política. Por lo que parecen realizarse en medio de un cierto ambiente ambiguo, de tolerancia y clandestinaje. Al mismo tiempo, algunas publicaciones, que no podrían ser tildadas de contrarrevolucionarias, son “demonizadas”, aunque muy a pesar de ello, circulan y son leídas con interés por sectores de nuestra población, principalmente por la intelectualidad, sin que sean nunca inteligentemente respondidas.
  • Nuestra televisión tampoco utiliza de manera insuficiente el potencial del que dispone, dentro de la intelectualidad nacional, para debatir y esclarecer los temas de mayor interés para la población. Sobre todo, si son internos. Muchos temas circulan boca a boca, dentro de la Isla, pero en la práctica se los regalamos a la prensa extranjera u otros medios, permitiéndole especular con ellos y manipular la información que revota sobre la población. Asuntos tales como: la economía, la dinámica de la corrupción, el tema racial y otros, no encuentran espacio suficiente para el debate. Por lo que en medio de la extraordinaria lucha ideológica que se libra hoy, quedamos en desventaja para que nuestra intelectualidad sea acompañada por la población. Solo en Facebook, e internet en general, se les puede encontrar, como temas que son tratados sistemáticamente y con amplitud. Pero, como sabemos, gran parte de nuestra población no cuenta con los medios necesarios para acceder a los mismos.

Es decir, las relaciones sistemáticas entre las Ciencias Sociales y Humanísticas, cultura, política e información, no funcionan para hacer de ese mecanismo lo que de hecho puede ser, un formidable instrumento de trabajo para hacer avanzar las tareas que debe desarrollar el país, en medio de la que está resultando su más difícil encrucijada de supervivencia. Por lo que hoy, aunque la tarea principal es construir el Nuevo Modelo Económico y hacer crecer la economía, nuestros retos son también ideológicos. Por supuesto, para que el mecanismo de la relación entre política, ciencia e información, funcione adecuadamente, son necesarias ciertas condiciones que nosotros aún no alcanzamos en el grado requerido. Entre otras:

  • Es necesario que la crítica abierta y responsable, como la ha proclamado nuestro Primer Secretario, deje de ser algo más que una orientación política o una consigna. Para pasar a convertirse en el modo de accionar político permanente.
  • Es necesario que cada organización política y de masas, comenzando por el propio Partido, haga de esa orientación del Cro. Raúl Castro Ruz, un instrumento permanente de trabajo. Hay quien ha dicho que se pueden hacer críticas, pero no al partido. ¿Cómo entender esto? Si el partido es el máximo dirigente de la sociedad y el estado. Y su actuación se encuentra continuamente expuesta a la opinión de la población.
  • La no delimitación, entre Partido, Estado y Gobierno, ubica en un cierto callejón sin salida al ejercicio de la crítica. Encerrando a la política dentro de un mecanismo, que hace imposible su valoración crítica y las posibilidades de su rectificación.
  • Es necesario que la población adquiera la confianza, de que la crítica, desde una posición revolucionaria, oportuna y trasparente, puede ser efectiva. Y que no será demonizada ni reprimida.
  • Hay que rechazar el refugiarse en la mera individualidad y promover todo aquello que permita el ejercicio pleno de la responsabilidad social ante lo mal hecho. Lo que significa obrar con transparencia informativa, democracia dentro de las organizaciones, contrarrestar la impunidad y promover el respeto de la opinión individual, aunque esta pueda ser equivocada. Pues estas últimas son menos dañinas que el temor a expresarlas ocultas.
  • El cambio de mentalidad debe abarcar fuertemente, también el trabajo cultural y a la intelectualidad. Esta última debe sentir que cuenta con la confianza, la más alta valoración de su espíritu creador y el respeto a su libertad de opinión. De lo contrario, se establece una lucha, que concluye, apartando a la inmensa mayoría de los intelectuales del camino del socialismo; y los que no se apartan, acaban  perdiendo su capacidad para arrastrar a las masas.[4]

En todos los ex países socialistas de Europa del Este, el trabajo político con la cultura y la intelectualidad representaron un reto imposible de superar. Los lastres del estalinismo y una política de los partidos comunistas que resultó insuficiente para eliminarlo, dieron al traste con la posibilidad de que el socialismo sobreviviera. Por lo que, no fueron solo culpables del derrumbe, la ineficiencia económica, la improductividad y la corrupción. Sino también, la incapacidad de los partidos comunistas, para liderar a sus respectivos intelectualidades, lo que terminó por producir el derrumbe espiritual de esas sociedades.

[1] En otros artículos nos hemos referido a que estas ventajas, encierran para Cuba el reto de cómo mantenerlas. Fenómeno dentro del cual, la eficiencia y flexibilidad de la política migratoria, desempeñan un papel fundamental. Ver: Moncada-Lectores del Mundo, del Autor, El suicidio de la Migración.

[2] Ver del Autor Ciencia y Política: un dúo complejo, Blog personal.

[3] Cuento con una experiencia personal al respecto, que se encuentra muy bien reflejada en mi blog.

[4] El intelectual, o es realmente revolucionario, oponiéndose a la intolerancia, la falta de democracia y al ordeno y mando, o termina siendo un oportunista despreciado por su propio gremio.

27 junio 2020 15 comentarios 479 vistas
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El fin de las consignas

por Giordan Rodríguez Milanés 20 marzo 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Para propósitos concretos, en contextos peculiares, una consigna puede compulsar al hombre-masa. Si tienes que cerrar la aspillera con los cuerpos de tu escuadra y notas algún remilgo ante la certeza de la muerte, el grito de “hurra” funcionará lo mismo que “por Santiago” o “a degüello”.  Quienes lo escuchen, apreciarán que el sujeto emisor resume en sí mismo el coraje, la voluntad y la disposición de todos a enfrentar el posible último instante.  A veces es tanta la autoridad moral de la persona al mando que basta un gesto silencioso para mover los mismos resortes que la más sintética y resonante consigna. Cuentan que Antonio Maceo no necesitaba arengar. A él le precedían sus victorias y sus heridas.

Los buenos propagandistas saben que los lemas son expresiones con vida limitada, tan limitada que, a veces, sólo perduran si logran su objetivo o no cambian la circunstancia que los hace eficientes. Digamos que: “Patria o Muerte”, en lo personal, tiene plena vigencia. Mientras exista una aspillera por cerrar, habrá un “hurra” por gritar. Pero en contextos que superan esa relación binaria, no pocas veces fortuita, entre la vida y la muerte, las consignas son también una trampa para quien las dice, para quien las escucha, para quien las repite, se enquista en ellas y no evoluciona. Aquí pueden llegar a ser la distorsión de un fundamento propagandístico que pretende sustituir  la realidad, la verdad y el resultado tangible, por una oración psicológica más o menos biensonante.

Cuando gritas “¡No pasarán!”, no lo haces para connotar una alternativa de “pasarán”, sino para denotar la imposibilidad absoluta de que pasen. Porque el carácter de una consigna, como el de una señal de tránsito, por ejemplo, es denotativo y no connotativo. O sea, cuando el semáforo está en verde, está diciendo: “Adelante”, no está diciendo “Adelante si esto…” o “Adelante si lo otro”.

De tal modo Somos continuidad no me parece una buena consigna en el contexto cubano actual urgido de cambios. Primero porque es ambivalente y polisémica. Toda continuidad implica la consecución de un cambio sin ruptura pero, en ningún caso, la continuidad denota la alternativa de una ruptura parcial. La representación semiológica que tenemos de lo continuo  se asocia con el hilo de Ariadna. Si se rompe el hilo, nos perdemos en el laberinto. Si se produce la ruptura, no llegamos al final del camino. Si no se es continuidad, no se logra la meta, lo cual constituye una antítesis puesto que todo cambio implica, al menos, una ruptura parcial.

Un físico me dirá que toda recta está “afectada” por la curvatura del universo, y es verdad. En la corriente alterna, la reflexión y los resortes, la continuidad ciertamente posee condición oscilante, sinusoidal. Pero nuestra tendencia a simplificar la imagen semiológica de un concepto o fenómeno nos hace representarnos la trayectoria como una recta continua o bien como una circunsferencia.  Una recta si se segmenta, se convierte en discontinua. Una circunferencia tiene el fatal destino de siempre volver al punto de partida. Si se le mira en una perspectiva tridimensional pudiera apreciarse como una espiral pero esa es una representación demasiado elaborada para que el común de las personas la asocie con una consigna.

Si somos continuidad en el sentido directo y unidireccional de la interpretación de la  propaganda, entonces: ¿Somos continuidad de la creación y desarrollo de instituciones culturales libertarias como el ICAIC  tanto como la censura a un documental (sesgado, ya lo he dicho) que nos presenta los actos de repudio contra los marielitos? ¿Somos continuidad de la ofensiva del 68 tanto como en el Nuevo Modelo Económico? ¿Somos continuidad de la exclusión propia del Quinquenio Gris tanto como en la inclusión propia del CENESEX?

¿Somos continuidad para “cambiar  lo que debe ser cambiado”? ¿Y cómo “cambiar lo que debe ser cambiado” sin una ruptura con los errores que hacen negativa  u obsoleta  determinada política? ¿Cómo ser continuidad en la relación con los emigrados sin una ruptura con una resolución anticonstitucional que declara desertores a un grupo de médicos, y les prohíbe visitar a su familia por ocho años? ¿Es que la Revolución no ha crecido lo suficiente, desde los sus componentes axiológicos y de derecho, como para superar ya ese asunto de no permitirle a alguien que salga del país, o de su casa, o exprese lo que sienta y crea como lo sienta y crea aun cuando esté profundamente equivocado?

Pero asumamos que soy un equivocado y que sí, que pueda existir una alternativa de continuidad que rompa parcialmente con el pasado, que rompa únicamente con aquello que nos avergüenza y no nos deja avanzar. Eso sería una continuidad proyectada como negación dialéctica en forma de espiral que, sin bien no puede atraparse en una consigna, para mí sería valedera.  ¿Cómo y cuándo nuestros gobernantes se van a pronunciar claramente acerca de aquello con lo que rompemos y aquello con lo que continuamos? ¿Cuándo van a reconocer a la más alta instancia que la ofensiva del 68 demostró ser un disparate, que la UMAP fue un atropello a la dignidad humana,  que los actos de repudio son acciones vergonzosas, que los no revolucionarios tienen los mismos derechos ciudadanos que los revolucionarios?

¿Cuándo le vamos a enseñar a nuestros hijos y nietos que las revoluciones no son juegos de muñecos ni maquillajes para barbies, que tienen un alto costo de sufrimiento y desasosiego, incluso, para quienes la defienden? ¿Cuándo vamos a romper con la censura de modo que la vocación libertaria de la Revolución, cuya imprenta nacional publicó El Quijote como primera obra, sea continuidad?

Todo tiene su tiempo. El  de las consignas se ha terminado. Algunos no lo acaban de entender. Así como se ha acabado el tiempo de la repetición acrítica, los coros y las claques. Lean en la biografía de Fidel Castro escrita por Ignacio Ramonet cuando dice que la batalla de ideas son realizaciones concretas. Una consigna, en ningún caso, es una realización concreta. No pasa de ser una representación semántica más o menos efímera en las mentes del hombre-masa. Y ya es hora de que nos propongamos superar el concepto del hombre sumido en el montón, y trabajar por el Ser Humano pleno y libre. Porque sin libertad individual, no hay país libre, ni verdadera soberanía, ni autodeterminación.

20 marzo 2020 13 comentarios 712 vistas
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