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Crisis económica

Desfile colorido

Colorido, entusiasmo, compromiso: ¡victoria!

por Julián Pérez Rodríguez 29 abril 2022
escrito por Julián Pérez Rodríguez

A J. Fernández Era, Maestro.

***

Estoy que no quepo en mí. Otra vez a la marcha. El regocijo me desborda y solo pienso en la próxima fecha, esa que, para más dicha, cae domingo, un domingo en que el enemigo sabrá definitivamente, cuál es el calibre moral de nuestras ideas.

Esta mañana, como viene sucediéndome en las últimas mañanas de los últimos años, en las últimas décadas; no tuve leche para desayunar. Ni jugo de frutas. Ni refresco Piñata. Pero no me faltó el pan de la bodega, ese compañero fiel que ahora cuesta un peso, y el milordo, munga, o como quiera llamársele —Ecured mediante— a la suspensión oral de azúcar prieta.

Sin embargo, recordé las palabras de Ulises Guilarte, el secretario general de la gloriosa Central de Trabajadores de Cuba (CTC), cuando convocaba hace unas semanas, desde Sancti Spiritus, a «colmar las plazas del país este Primero de Mayo» y «asegurar un desfile colorido y bello que demuestre la unidad mayoritaria del pueblo cubano al proyecto social que hemos construido».

Antes de que apretara el sol fuerte del mediodía caminé hasta la farmacia. Cuando pregunté por los medicamentos del tarjetón —los regulados, los de enfermedades crónicas—, la muchacha, la única muchacha que estaba atendiendo al público mientras otros empleados conversaban alegremente, me miró con cara de lástima y me dijo «que no, que no habían entrado, que lo sentía, pero estaban perdidos, mi padre».

En ese instante destelló en mi memoria el «Movimiento Sembrando Victorias», de la CTC en Las Tunas, en virtud del cual: «a los campos de la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) San Miguel, del municipio de Puerto Padre, llegaron integrantes de centros que ostentan la condición de Vanguardia Nacional como la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (Etecsa), la Unidad Empresarial de Base Desmonte y Construcción, la División Territorial Copextel y Cuba Taxi…».

Qué hermosas palabras pronunciadas allí por Manuel Rodríguez Reyes, jefe de producción cañera de esa UBPC, quien aseguró: «tenemos el compromiso y la necesidad de sellar la totalidad de las mil 126,6 hectáreas que dedicamos a este cultivo». Y esto, cuenta el periódico, lo dijo «sin apartar la vista de los surcos que acogen las simientes».

En el almuerzo comimos huevo hervido. No había aceite para freírlo, ni puré de tomate para una salsita. Felizmente nos quedaba arroz, del que compramos en el Mercado Agropecuario a treinta y cinco pesos la libra. En la sobremesa conversé con mi esposa sobre la oportunidad magnífica que tendrán unos 3 mil turistas nacionales e internacionales alojados en Varadero de participar, junto a nuestra gente, en la gran fiesta proletaria.

Desfile colorido

¡A colmar las plazas del país este Primero de Mayo! (Foto: Oscar Alfonso Sosa)

Este año, incluso, les pondrán transporte gratuito. Y, según Ivis Fernández Peña, delegada del Ministerio de Turismo en tierra matancera, esta «multitudinaria celebración se considerará la primera actividad de la XL Feria Internacional del Turismo, FITCuba 2022».

Por la tarde, el albañil me avisó que la semana próxima, por fin, vendrá a arreglarme el desconchado feísimo que tiene la pared de la cocina. Ya me resolvió, por la izquierda, un saquito de cemento que hacía falta. «Son 1300 pesos, Puro», me dijo. Le agradecí, porque de todas maneras, las cosas de construcción están más caras en otros lugares.

Este es un buen albañil, pero un poco ignorante. No sabía, por ejemplo, que se espera que «unos 650 santiagueros se den cita en los escenarios de las marchas en los nueve municipios, y en el acto central, en la plaza Antonio Maceo, alrededor de 320 mil», como informó René Berenguer, máxima autoridad de la CTC en Santiago de Cuba.

Por suerte hoy no tuve que cargar agua para bañarnos, pues la delegada del Poder Popular, que es una fiera, gestionó una pipa para el barrio y nos llenaron el tanque metálico de cincuenta y cinco galones. Ahorrándola, esa nos da también para mañana, pensé de inmediato.

Qué importa el agua cuando uno conoce que «a los jóvenes, continuidad segura de la inmensa obra de equidad y justicia social de la Revolución y quienes han tenido un aporte trascendental a la recuperación económica del país […] tocará abrir o cerrar los desfiles»; y que, según declaró Nislay Molina Nápoles, miembro del Buró Nacional de la UJC, en la Plaza de la Revolución José Martí, el bloque juvenil que cierra, «estará integrado por 50 000 muchachas y muchachos, y será un fiel reflejo de su protagonismo en el estudio, el trabajo y la defensa. Llevarán —dijo—, cientos de banderas cubanas, del 26 de Julio, de nuestras organizaciones y afiches alegóricos a la efeméride».

Como les decía, no quepo en mí del contento. Es verdad que llevamos casi tres horas dándonos sillón a oscuras en el balcón; no obstante, ya debe estar al venir la electricidad, porque la Termoeléctrica Antonio Guiteras logró sincronizar y, además, no se han planificado interrupciones de más de cuatro horas esta semana.

Qué emocionante volver a marchar. Cuánta razón le asiste a Susely Morfa, la primera secretaria del Partido en Matanzas —joven comunista de pasiones cumbres— cuando enfatizó: «El enemigo se esfuerza por desacreditar cada uno de nuestros logros, pero a pesar de las dificultades tenemos motivaciones para resistir y avanzar».

No digo yo.

29 abril 2022 33 comentarios 1.646 vistas
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Vitrina

El pensamiento de «la vitrina»

por Esther Suárez Durán 27 abril 2022
escrito por Esther Suárez Durán

Mi familia, tanto paterna como materna, procede de Candelaria, Pinar del Río. Ciudad de no muchas almas —sobre todo en la tercera década del siglo pasado—, todos se conocían. Luego de trasladarse a la capital, siguieron con las bromas y los dichos que referían el lugar donde habían espigado. Cada vez que alguno de los jóvenes de la familia tenía un comportamiento fuera de «la norma», era costumbre sazonarlo con la  frase  burlona «¡Ay, qué dirían Las Lleras! ¡Y las Fernández!»… y por ahí desfilaban unos cuántos apellidos más.

En esa atmósfera de sana libertad, acompañada de una disciplina y exigencia que pasaban siempre por el arbitrio de lo razonable, tuve la dicha de crecer, acompañada desde muy pequeña de libros, tanto de los que me correspondían, como de aquellos otros que cada quien —todos los miembros de la familia—  leía en sus ratos de ocio. En cuanto tuve edad, les eché mano para fisgonear y casi siempre iniciar mi lectura cuando alguno lo dejaba descansar ante la necesidad de sumergirse en las faenas del día.

Esta digresión únicamente responde a la necesidad de explicar cómo era capaz de lidiar esta familia con el tema, muy presente aún, del «qué dirán».  Ese «qué dirán» bien pronto me lo eché a la espalda, ayudada sobre todo por un nuevo contexto espiritual en el que los adolescentes se separaban de la familia para irse a alfabetizar a parajes desconocidos, las parejas multirraciales proliferaban, Occidente proclamaba el amor libre, mis nuevos maestros de primaria eran jovencísimos y no ocultaban sus deseos de andar a la moda; entre muchísimos otros signos del período.

Pero, en algún momento, en algún instante del curso de la historia político-social del país, comencé a vislumbrar inconsecuencias a mi nivel de ciudadana común; a sentir cómo «la lista no jugaba con el billete». Fue entonces que apareció ante mí el concepto de la vitrina: no importa cómo estemos aquí adentro, lo que importa es la imagen que demos hacia afuera.

Espérate, ¿eso no tenía un tufito pequeño burgués? ¿No se parecía al circo que arma la Madrastra de Cenicienta, disfrazando con lo que no tienen a  las Hermanastras? ¿Sería que, con el paso del tiempo, «Las Lleras y las Fernández» iban ganando?

La reflexión viene a propósito de esta edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana. En ella hemos padecido la suspensión de importantes homenajes a autores de larga data por una supuesta ausencia de transporte, sin que se avise siquiera al homenajeado, ni mucho menos se le brinden las excusas de rigor.

Han ocurrido también presentaciones programadas de libros sin el conocimiento de sus autores; en otras presentaciones los ejemplares no han llegado, ante la indiferencia absoluta de las personas a cargo en las sedes; ausencia de agua (sea en botellas o en jarras), en las mesas en que intervienen presentadores y autores, dizque por falta de presupuesto; restricción de invitaciones —tanto diarias como permanentes— para acceder a la Feria, limitadas a autores con libros a presentar, presentadores y Premios Nacionales de Literatura…

Una parte de estas calamidades tiene por causa, según se expresa, la escasez del presupuesto. Si no estamos en condiciones de realizar un evento semejante, puesto que, como se ve, hay necesidades primarias que no pueden satisfacerse, ¿qué nos obliga a mal realizarlo? ¿Cuál es el costo subjetivo y espiritual de los dislates? ¿Acaso por subjetivo carece de importancia?

¿Para quiénes y para qué se hace la Feria? La ceremonia de inauguración de esta vez, y algunos otros datos, ya nos dicen que no es para los escritores, pero ese sería tema de fondo y merecería un debate colectivo.  Entonces, ¿es que se realiza, sin importar las consecuencias, para que «afuera» o «el enemigo» vean que aquí, sin importar las reales condiciones en que se desarrollan nuestras vidas, nada se detiene, se pospone, se cancela, cambia sus dimensiones?  ¿Tanto nos importa «el qué dirán»?

El presupuesto de donde sale todo, es el mismo que no alcanza para que tanto los centros hospitalarios como la población dispongamos de  los medicamentos elementales. El mismo que hace cada vez más reducida nuestra dieta y precarios nuestros niveles nutricionales. El que acaba de obligar a subir, aún más, el costo de los materiales de construcción.

El que hace que ni zapatos ni ropa de ninguna especie estén al alcance del bolsillo del cubano común en los sistemas institucionales de tiendas desde hace décadas. El que mantiene el transporte público ausente de  nuestras avenidas y calles, nos crea un grave problema si necesitamos acudir a un hospital en la noche y nos limita asistir a un centro cultural los fines de semana —sea el que fuere, puede tratarse de un teatro que culmina funciones a las nueve y treinta de la noche—, a menos que usted esté en condiciones de caminar los kilómetros que le separan de la zona que concentra estas ofertas.

Vitrina

Es el mismo que por años ha impedido que las cubiertas de nuestros libros —la literatura nacional— sean atractivas, cumplan con los estándares de competitividad del mercado foráneo y logren venderse en las ferias internacionales. El que nunca ha alcanzado para que los autores de trayectoria cuenten con promociones donde aparezcan sus fotos y obtengan el conocimiento del público. El que nos obliga  a que los libros vuelvan a esperar en las editoriales —como sucedía en los setenta y ochenta— cinco años y más para ser publicados. El que dificulta que se les pague, digna y prestamente, los derechos a sus autores sin que medie ningún infeliz regateo.

Y no menciono otra esfera de actividad y de vida porque la relación sería interminable, además de que es ocioso hablar lo que bien se ha dicho y bien se sabe.

Sobre la feria habría mucho más que exponer. Un análisis a fondo y de conjunto, donde tomen parte personas honestas, con argumentos y experiencias concretas, sin temor a decir lo que piensan, aportaría muchísimo y podría retroalimentar a sus organizadores. Pero ya se ha visto que no existe real disposición a escuchar, mucho menos a intentar ir al fondo de los asuntos, motivo por el cual cada vez crecen la alienación y el desinterés social.

Por mi parte, yo confío en las reservas de mi pueblo. Creo en los cubanos. De un lado, tengo la dicha de conocer personas formidables de todas las edades de quienes me siento orgullosa y, del otro, soy una inveterada optimista.

Coherencia y consecuencia son dos virtudes elementales. Su presencia en nuestras vidas resulta imprescindible.

27 abril 2022 22 comentarios 1.198 vistas
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Año

A un año del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba

por Alina Bárbara López Hernández 20 abril 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Ayer se cumplió un año de la clausura del 8vo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC). En los doce meses transcurridos hemos aprendido una lección: existe, conserva un nombre, funcionarios, sedes y estatutos; sin embargo, perdió la función que distingue a un partido político: actuar políticamente.

No le sirvió de nada al Buró Político debatir, pocos meses antes del congreso, el informe «Estudio del clima sociopolítico de la sociedad cubana». Tampoco pudo prever que en el país existían las condiciones para un estallido social, que ocurrió apenas ochenta y cuatro días después de la clausura del congreso, y, luego de ello, ha demostrado una notable incapacidad para interpretar las verdaderas causas del conflicto y actuar en consecuencia.

Todavía esperamos conocer lo discutido en la reunión urgente del Buró Político celebrada el 12 de julio, cuando aún se producían acciones de protesta en el barrio de La Güinera, pero todo indica que los dirigentes de la organización quedaron totalmente descolocados ante el inédito escenario.

Jamás se ha ofrecido una declaración oficial de la dirección partidista en la que se analicen los hechos bajo un prisma político y se brinden cifras exactas de ciudades y pueblos implicados así como de participantes en las protestas. Ha sido el aparato judicial y policiaco el que ha asumido un rol que debió ser, sobre todo, político.

Ante la profunda crisis económica, política y social que existe en el país, agravada por el inmovilismo del modelo de socialismo burocrático, la situación de la pandemia y las medidas hostiles del gobierno norteamericano; hubiera sido lógico un profundo debate y replanteo de estrategias y tácticas. Ello no fue lo que ocurrió.

En su discurso como primer secretario ante el Congreso, el también presidente Miguel Díaz Canel prometió: «Continuaremos trabajando en la implementación de la Constitución y en la búsqueda de equidad y justicia social y el ejercicio pleno de los derechos humanos para alcanzar un socialismo próspero, democrático y sostenible. El éxito de esos propósitos depende de la capacidad para dialogar con nuestra población, entusiasmar y reconstruir valores (…)». Todas han sido promesas incumplidas.

El Partido parece no saber cómo actuar, qué hacer, hacia dónde ir; solo tiene algo muy claro: se aferra con todas sus fuerzas al poder. La Seguridad del Estado es su escudo, pero esa no es una actitud política. Olvídense del artículo cinco de la Constitución. Ni orienta ni dirige; si acaso resiste.

Año

La Seguridad del Estado es el escudo del Partido, pero esa no es una actitud política.

De espaldas a la política

Un Partido que vuelva la espalda a la actividad política se está auto-eliminando. La política engloba aquellas actividades orientadas ideológicamente para explicar la toma de decisiones encaminadas al logro de objetivos. La ideología es un elemento fundamental en la vida de los partidos. Es la que lo define claramente y guía su accionar.

Sus componentes son: doctrinas (creencias que considera aceptables como base de su actividad), teorías (interpretaciones de la realidad social, económica y política), plataforma (los problemas más importantes que tiene una sociedad), programas (acciones a corto y mediano plazo para resolver los problemas y conflictos) y consignas (lemas o eslóganes que lo representan).

Entre estos componentes debe existir coherencia. Por ejemplo, un partido político de tendencia liberal nunca propondrá la abolición de la propiedad privada, ya que eso sería contrario a sus creencias. De igual modo, un partido que se defina comunista no debiera implementar medidas que favorezcan la desigualdad social (como los Mercados en MLC).

Si analizamos la actividad del partido en los últimos tiempos, especialmente a partir de su 8vo. Congreso, veremos que de todos estos componentes el único claramente apreciable son las consignas (hasta los Lineamientos, discutidos durante años, fueron prácticamente desaparecidos). Pero las consignas por sí solas, enajenadas de la realidad, son objeto de burla y escarnio público, restan credibilidad a la organización y provocan la pérdida de confianza de los ciudadanos. Es así que al Partido solo le van quedando «municiones semióticas» donde antes hubo argumentos y convicciones políticas.     

Aun los partidos únicos deben tener presentes ciertas reglas generales que no es posible ignorar sin consecuencias. Precisan trazar estrategias para crear una base social que los sostenga y legitime su permanencia en el poder. Un partido único se puede mantener si existen estas condiciones: 1) control casi absoluto de la información y de la opinión pública y 2) ciertos niveles de consenso y prosperidad social, incluso en condiciones de austeridad. Puede fallar una de ellas, pero no ambas. Ninguna está presente en Cuba hoy.

Año

Un partido único se puede mantener si existen ciertos niveles de consenso y prosperidad social.

El PCC, sin embargo, no se percata de la gravedad que implica este escenario. La interrogante sería: ¿no desea cambiar o no puede hacerlo? De algún modo me referí a esa paradoja en el artículo «Cuba: el partido único ante la crisis», de hace varios meses:

No tener que negociar el poder, dar por sentado que no le será disputado, despliega a nivel político una perniciosa actitud que supone inaceptable cualquier indicio de presión social y, cuando ella ocurre, la reacción consiguiente muestra una ineptitud absoluta bajo un disfraz de temeridad.    

Esa perspectiva autoritaria se fortalece asimismo con el enfoque teleológico, mecanicista y antimarxista de la historia que asume que la revolución socialista, una vez victoriosa, no puede retroceder. Este optimismo a ultranza clausura la posibilidad del éxito a cualquier proceso de perfeccionamiento o reformas.

La falta de sensibilidad y empatía ante la pobreza y la desigualdad, el desprecio con que se ha tratado a las personas más humildes, la ferocidad del estado policial que se impuso al estado político, son muestra de su inconsistencia e ilegitimidad.     

El Partido sabe muy bien que desde hace tiempo no aspira al comunismo, ni siquiera al socialismo (Que lo diga GAESA). Nosotros también lo sabemos, aunque el aparato propagandístico continúe anclado en antiguas declaraciones de fe. De hecho, intentaron ser honestos cuando se discutía el proyecto de Constitución aprobado en 2019.

Recordemos que la comisión redactora había eliminado de los artículos del proyecto de Constitución la aspiración de llegar al comunismo, lo cual era en sí mismo un cambio trascendental en los principios de la organización que, no obstante, se mantenía en el aludido proyecto como «la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado» (Art. 5). En la versión final se decidió mantener la redacción de la Constitución de 1976. Explicaron que fueron tenidas en cuenta algunas observaciones realizadas en la consulta popular; está muy claro no obstante que solo fue en la letra, jamás en el espíritu de la ley.

Lo cierto es que en condiciones de una ciudadanía activa y cada vez más decidida a participar, con posibilidades reales de interpelar al poder y determinada a hacerlo; el único modo en que el Partido podría mantener su autoritarismo sería garantizando una mejoría evidente y en corto plazo de las condiciones de existencia de las personas, que le devuelva, al menos, una parte de la base social que ha perdido (Modelo asiático). Pero no es posible conseguir esto sin realizar cambios de naturaleza política.

El Partido se niega a dialogar, eso es evidente. ¿Qué nos ofrece entonces para que soportemos estoicamente sus imposiciones y arbitrariedades? ¿La Zona de desarrollo del Mariel? ¿Recuperar la industria azucarera que fue destruida hace décadas por decisión suya? ¿Un programa de soberanía alimentaria asesorado por un sacerdote brasileño que sugiere alimentos y hábitos inaceptables? Seamos serios.

La situación es revolucionaria, el Partido no

Estamos en presencia de una situación revolucionaria de manual: los de arriba (nunca mejor dicho) no pueden seguir administrando y gobernando como hasta ahora; y los de abajo estoy segura de que no quieren seguir soportando esos métodos de dirección (y el Partido lo sabe, por eso la Seguridad del Estado y los espacios televisivos propagandísticos han sustituido a las tesis y resoluciones, los círculos de estudio y los debates).

Año

Hace varios años, en el texto «Pulgas o Dragones», argumenté:

En Cuba se manifiesta un estancamiento de las fuerzas productivas, reprimidas por relaciones de producción que se deciden a nivel político, por ello, sin cambios en esa esfera no avanzaremos. El marxismo considera como una ley la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, pues cuando no se manifiesta tal correspondencia, se abre un camino que puede determinar la transición de un régimen social a otro.

En la economía cubana nada es verdaderamente lo que parece. Las relaciones de propiedad, núcleo de las relaciones de producción, se manifiestan como una mistificación de la realidad: la propiedad socialista no es verdaderamente social, ya que ha sido suplantada por una propiedad estatalizada que escapa al control de los trabajadores; y la propiedad privada —reconocida en esta constitución— no es suficientemente privada, dados los excesivos obstáculos con que la rodean las determinaciones políticas. La propiedad cooperativa no despliega sus alas a pesar de todas las declaraciones y lineamientos que en el mundo son.

Presenciamos hoy el agotamiento definitivo del modelo político de socialismo burocrático. Nuestros gobernantes no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones.  El estallido social del 11 de julio pudo ser un parteaguas en la historia del proceso, pero el Partido decidió atrincherarse y desafiar al propio marxismo al que jura adscribirse.

Entiéndase de una vez que sin base económica que lo sustente, no puede mantenerse ningún modelo social. No es viable en Cuba un modelo extensivo de desarrollo como el que existió durante la alianza con la URSS primero y con Venezuela después, porque la Isla no posee recursos propios y combustible en abundancia; y porque la fuerza laboral calificada y barata emigra constantemente o puede moverse a sectores donde no existan intermediarios estatales entre sus salarios y los empleadores.

El modelo intensivo de desarrollo es menos probable, porque requeriría fuentes de financiamiento para lograr una industrialización, y ello está limitado por varias razones: Cuba no se inserta en los mecanismos financieros internacionales, está afectada por el bloqueo norteamericano, es un país moroso en el pago de las deudas que contrae, desdeñó hasta hace muy poco a sus migrantes como posibles inversores (prefirió constitucionalizar a la inversión extranjera), y, para colmo de males, los sectores medios con capacidad de emprender e invertir están quemando las naves y marchándose del país en un éxodo alarmante, una verdadera sangría que complicará mucho más la situación demográfica. 

Quizás los dirigentes partidistas piensan que pueden vivir parásitos de las remesas, con un mercado cautivo, como hicieron por mucho tiempo. Malas noticias, están emigrando familias enteras, incluyendo a los ancianos, y los que se van ahora están indignados y mucho más politizados que los que lo hicieron en las décadas del ochenta y noventa. No creo que las remesas crezcan de ahora en lo adelante.

Año

Están emigrando familias enteras, incluyendo a los ancianos.

Pero tan preocupante como el éxodo constante, que apunta a record en poco tiempo, debería ser para el Partido el constatar quiénes se están quedando en Cuba. Esas son las personas que no disponen de los recursos necesarios para una travesía costosa. Esos son los pobres —que el Partido ha bautizado como vulnerables—, los que no tienen nada que perder, excepto las cadenas (Marx dixit). Esos son los presos políticos y sus familias indignadas por los atropellos. Con ellos van a tener que vérselas. Y es cierto que no están armados, pero el hambre y la desesperación son consejeros audaces.

Hace tres años mueren en Cuba más personas que las que nacen. Un año después del congreso partidista la situación es desesperada. Compatriotas de todas las edades arriesgan sus vidas para irse de la Isla. Lo hacen a través de selvas y ríos, de escenarios de guerra o resistiendo el frío invierno eslavo. Se cansaron de esperar.  

El Partido puede autoproclamarse, como hizo en el 8vo Congreso, «el alma de la Revolución», pero no lo es. Vistos los resultados a largo plazo de su gestión como «fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado», se ha comportado más bien como un arma, una muy destructiva.  

20 abril 2022 50 comentarios 2.712 vistas
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cometa

De cometas y revoluciones

por Gustavo Arcos Fernández-Britto 11 abril 2022
escrito por Gustavo Arcos Fernández-Britto

Hace unos días, conversando con mi amigo, el colega Antonio Enrique González Rojas, recordábamos la película Contacto, basada en el libro homónimo de Carl Sagan. En ella, una civilización extraterrestre conoce la existencia de vida en la Tierra cuando sus radares perciben las primeras imágenes transmitidas por la televisión de nuestro planeta, que no son otras que el discurso de bienvenida de Adolf Hitler al inaugurar la Olimpiada de Berlín en 1936.

Sagan utiliza para su libro, ondas de radio, mientras Zemeckis, el director del filme, recurre a imágenes audiovisuales. ¿Qué idea del mundo pueden tener los extraterrestres de lo que es la vida, la historia o lo que llamamos civilización humana, si todo lo que tienen de ella es aquel precario instante y fatal personaje?

Aunque ese punto de partida dramatúrgico tiene su basamento científico, funciona perfectamente como detonante del imaginario popular, de modo que cada espectador o lector hará sus propias analogías. Como la mente actúa de forma misteriosa, y muchas veces impredecible, imaginé con cierto espanto cuál pudiera ser la reacción de una comunidad alienígena si observaran un día las señales que, ahora mismo, transmite la televisión cubana.

¿Qué pensarían de nosotros si, por ejemplo, les llegaran solamente los reportes del noticiero, que intentan explicarnos por enésima vez los problemas del helado en Coppelia? ¿Reconocerían la identidad de una nación, sus conflictos reales, virtudes o defectos, cultura o sueños, en esa sucesión de fotogramas y cabezas parlantes? ¿Estarían dispuestos a viajar millones de años, atravesar agujeros negros y sortear todo tipo de peligros para conocernos y alertarnos sobre lo que se avecina?

Desde luego, siempre pueden toparse con imágenes peores, muestras del fracaso que somos como especie, si observaran, por ejemplo, la guerra desatada por Rusia en Ucrania, o el hambre y la devastación natural que golpean a buena parte de la humanidad.

Mi amigo Tony me recordaba el breve relato titulado Historia de un cometa, escrito hace más de un siglo por el astrónomo francés Camille Flammarion. En él, un cometa sigue su trayectoria por el espacio y cada cierto tiempo, medido en cientos de miles de años, cruza por el sistema solar y, por supuesto, roza la Tierra. Como el cuerpo celeste tiene vida y conciencia propias, reflexiona sobre los cambios ocurridos en la humanidad desde sus primeras visitas. ¿Cuánto han evolucionado, o no, los seres humanos? Tiene incluso un dialogo con su «hermano» Halley, con quien coincide en una de sus incursiones.

El relato juega con el tiempo, incorpora elementos fantásticos, especula con la historia y otorga privilegios extraordinarios al astro, que ha sido testigo de infinitos acontecimientos, mayormente desconocidos u olvidados por la especie humana.

Pienso entonces en lo interesante que sería poder conversar también con ese cometa, capaz de revelarnos tantas cosas que hoy parecen perdidas en algún recodo del tiempo. Es cierto que nuestra vida es corta, diría que efímera, y la memoria, selectiva; pero esas son solo justificaciones que no conjuran los problemas reales que afectan nuestros recuerdos; y es que el poder, cualquiera que este sea, trata de regularlos al dictar sus sentencias sobre el pasado y el presente, lo que deja en el camino más vacíos que certidumbres.   

En nuestro país tenemos un serio problema con la interpretación del pasado, especialmente cuando se trata de abordar ciertas gestas y figuras. Se resaltan unas y se ocultan otras según las épocas o intereses ideológicos predominantes. De hecho, existe una expresión bastante usual entre los funcionarios: «no es el tiempo, o el lugar adecuado, para tal o más cual cosa».

Así, la autoridad instrumenta su gramática para controlar los espacios y el discurso. Con ello anula al individuo, incapaz de detectar los verdaderos problemas de la nación. Últimamente, a esas figuras inquietas se les llama ciudadanos confundidos.

No es casual que toda la historia del país se divida en un antes y un después de 1959. En las escuelas, los libros, las palabras de los líderes, los medios oficiales y las leyes que se firman; se repite como un mantra que: «antes de la Revolución, Cuba era un país empobrecido, hambriento, mal educado, dependiente, con diferentes clases sociales, de identidad cultural borrosa y gobernantes corruptos o asesinos».

Esas… ¿certezas? (ver La Historia me absolverá) legitimaron la faena revolucionaria, presentada como solución final para el destino de la nación. Gracias a su acción y luego de múltiples avatares, podemos aspirar hoy a ser el «país próspero y sostenible» soñado por nuestros próceres.

Patria, independencia, nación, cultura, revolución, libertad, justicia; todo empezó a cobrar vida bajo una nueva narrativa que, al mezclar arbitrariamente los conceptos, terminó por diluir sus verdaderos significados. La Revolución se ofrecía al mundo como esas tiendas de todo por uno: el faro de América, la esperanza de la humanidad…

Cometa

La propia Constitución cubana refiere que nuestra nación jamás volverá al capitalismo y que solo en el socialismo, o comunismo, el ser humano alcanzará su dignidad plena. La carta magna ha traducido aquella vieja conga que se escuchaba a inicios de los sesenta del pasado siglo: somos socialistas pa′lante y pa′lante, y al que no le guste, que aguante, que aguante.  

Seis décadas son mucho tiempo para los cubanos, que ya han visto de todo, han tenido sueños y pesadillas. Tal vez los sabios que escribieron nuestra Ley de leyes, debieron prestar más atención a las letras del presente. Una visita por Santiago de Cuba, «la cuna de la Revolución», los actualizaría, porque en sus calles ahora se escucha:

…ya no me dan carne res, ni de primera ni segunda /el café me lo dan ligao, la multipropósito perdió la junta/ oyeee… me quitaron el jabón de baño, el de lavar, con el detergente/ me quitaron una libra de azúcar y liberaron la pasta de dientes/ oyeee…ya no existen los reyes magos/ desaparecieron los juguetes, los niños están embarcaos/ a los siete años les quitan la leche.   

Hay que andar por nuestras calles —no en visitas guiadas—, recorrer los pueblos y zonas rurales para comprender realmente cuál es la Cuba que tenemos. Y es que el discurso oficial continúa ofreciendo una visión polarizada de las dinámicas políticas que mueven el mundo contemporáneo: bien-mal, dentro-fuera, izquierda-derecha. Se juega con supuestos, obviando las contaminaciones existentes dentro de cada proceso político.

Se pretende desconocer la proliferación de nuevos actores sociales que conforman grupos y partidos no tradicionales. El activismo comunitario, los discursos de género, las interacciones en redes y plataformas virtuales ofrecen, entre otras cuestiones, un nuevo paisaje con formas de participación y empoderamiento que la Escuela Superior del Partido Ñico López debería procesar. ¿Qué es ser socialista o capitalista, hoy? ¡Hola! ¡Bienvenidos al siglo XXI!

Por otra parte, asociar la dignidad humana únicamente a la práctica de una experiencia comunista o a la pertenencia a un tipo de ideología, es punto menos que reaccionario y además irrespetuoso. El decoro no es consustancial a una ideología y filiación política particulares. En nombre de la izquierda, el socialismo o el comunismo, se han cometido también todo tipo de crímenes y vejaciones.

Si la dignidad dependiera de un carnet del partido, tendríamos que anular el rol de todos los que un día hicieron la Revolución, nacidos y educados sin excepción bajo «el oprobioso sistema capitalista». Y si de precisiones se trata, pudiéramos recordar además que muchos de ellos ni siquiera militaban en el Partido Socialista Popular (comunista).     

No importa el área de atención que se tenga sobre cualquier aspecto del país, siempre aparecen las comparaciones entre pasado y presente, como si tal asunto definiera a estas alturas el quehacer cotidiano de la ciudadanía. ¿Que antes de la Revolución había «profundas diferencias sociales»? Ahora también las hay.

Si antes los gobernantes y funcionarios públicos eran corruptos, ahora también te los encuentras por todos lados, siendo, por cierto, la doble moral uno de los grandes logros de la Revolución. Si antes, bajo la cruel dictadura de Batista, había un sentimiento de asfixia, falta de libertades y persecución política; no estamos lejos, en el presente, de percibir lo mismo. Tanto nadar para morir en la orilla.     

La gran mayoría de la población cubana nació después de 1959. Varias generaciones se han sucedido desde esa fecha, entregándole a la revolución —y a la cosa esta que vino después, como diría el héroe del filme Juan de los muertos—, todas sus energías, tiempo y desvelos, siempre en aras de que sus hijos o nietos vivieran en una sociedad mejor, más equitativa, justa y digna. ¿Responde la Cuba de nuestros días a aquellos sueños y expectativas?

CometaSolo se puede tener conciencia del momento que se ha vivido. Nuestra esencia, valores o formas de actuar, estarán determinadas por procesos cognoscitivos que parten, en lo esencial, de esas vivencias. El pasado, por terrible o formidable que sea, no puede reimplantarse en el cerebro de las personas. Conocerlo es necesario, pero todos somos hijos de nuestro tiempo, un axioma que cuesta entender a algunos.

A nuestros gobernantes no parece importarles mucho la solución definitiva de los agudos problemas (vivienda, transporte, salarios, alimentos, estado de las calles y caminos, calidad de vida, emigración) que golpean a la ciudadanía, pues para eso existe el bloqueo, engendro norteamericano que cargará con todas las culpas. Ellos dicen saber lo que hacen. Lo importante es la propaganda, mantener el espectáculo.

Los discursos, los congresos, las reuniones interminables, los planes y proyectos, las movilizaciones y el ¡Ahora sí construiremos el socialismo! mantienen a la gente entretenida, participando de una puesta en escena cíclica, redundante, en la que cada ciudadano cumple un rol asignado. Si alguien sobreactúa —el 27N y el 11J fueron señales—, será debidamente castigado en la plaza pública, sin derecho a réplica, encarcelado, desterrado o sepultado en vida, pues «intentó beber las mieles del poder, sin haber hecho nada a cambio».  

Ahora a los superrevolucionarios parece gustarle el arte abstracto. La imprecisión es su doctrina. ¡Van con todo! ¿Qué es eso? y son… ¡Continuidad!, pero, ¿de qué parte o momento de la Revolución son continuidad?

Nuestro cometa, que tanto ha visto, sabe de qué hablo, pero al poder y los fundamentalistas no les gusta leer relatos de ciencia ficción.

11 abril 2022 4 comentarios 1.479 vistas
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frustración

Frustración generacional

por Nilda Bouzo 9 abril 2022
escrito por Nilda Bouzo

Entre las cosas preciadas que he logrado al escribir en LJC, conocer a Nilda Bouzo ha sido de las que más agradezco. Una amiga suya, residente en México, le enviaba los textos que publicábamos y así se convirtió en una lectora fiel. Empezamos a intercambiar correos y pronto empaticé con aquella amable y elocuente señora que por su edad podría ser mi madre. Nos hicimos amigas y luego nos conocimos personalmente. La virtualidad de las comunicaciones nos mantiene unidas desde entonces, ella en su casa del Vedado, yo en mi Matanzas.

Admiro que a sus casi ocho décadas haya aprendido cómo moverse por Internet y las redes sociales. Nilda está llena de preguntas, de deseos de participar que son raros en personas de su generación, por lo general enfermas, agotadas, con escasa energía —aunque resalto igualmente a personas como Gladys Marel y Asier Sardiñas, otros amigos que debo a LJC, también de la tercera edad y que rompen tal arquetipo. Elogio siempre su deseo de saber, de descubrir, de aportar análisis lúcidos y llenos de anécdotas con las que me ayuda, a su vez, a situarme en la perspectiva de alguien que vivió y se sumó con entusiasmo al proceso revolucionario desde su génesis.

Hace pocos días, cuando en el programa televisivo Palabra Precisa se discutió el Código de la Familias desde las opiniones incontrastadas de los pastores de dos iglesias cubanas, personas con el derecho a expresar sus consideraciones, si bien no todos tenemos esos mismos derechos; cuando mi querida amiga constató el tipo de mensaje al que se ofrece espacio en los medios públicos, mientras se cierran las puertas a tantos otros puntos de vista, sobre ese y otros asuntos, me escribió este mensaje. Más que mensaje, es este un grito. Me emocioné al leerlo y le pedí autorización para socializarlo. Aceptó.

Alina López

Frustración

Programa Palabra Precisa (Fotos: Televisión Cubana)

***

¡¡¡Amiga, de verdad que no puedo!!!

No puedo seguir leyendo y escribiendo.  

No sé si de rabia o de tristeza, hoy he llorado por todo el tiempo vivido mientras leía y escribía en FB… y me imagino lo que me falte por llorar.  Dice Ives que no sirvo para esto y debe tener razón. Hay que mantener la cabeza fría y no lo consigo. Es que no pienso en palabras sino en imágenes… es que me veo… me siento de nuevo allá… en aquellos años jóvenes… con todo lo bello y lo terrible que vivimos las tres primeras décadas de este proceso… enfermándonos de tristeza desde allá…  animándonos con planes que resultaban nulos,  viviendo de frustración en frustración.

A cada frustración le sigue una depresión para la gente tonta como yo. Incluso, pasar por un hospital un día por intento de suicidio, y que los psiquiatras y psicólogos te enseñen que no quieres morir, que quieres vivir, pero no ves otra forma de gritar AUXILIO más que intentando desaparecer físicamente para no sufrir más. 

Cada cual tiene su ideología o su fe. Que te la arranquen sin anestesia es más fuerte que un desengaño amoroso. De verdad. Te lo digo porque pase por las dos experiencias, y ya ves que me repuse mejor de entender la desilusión que me provocaron  «los hombres de mi vida» que del fracaso de este proyecto que una vez creí revolucionario y para el pueblo.  

Fue demasiado fuerte el proceso desde 1959 hasta el 80. Ahí se me derrumbó todo. Y después, del 88 al 90, se me hizo más claro, cuando viví esos años en la antigua Unión Soviética… en la Siberia… la zona donde hijos y nietos de confinados todavía sangraban por las heridas de los que ya no estaban. Las injusticias, las atrocidades cometidas por los bolcheviques, casi no podía creer lo que me contaban, pero  entonces entendí mejor: las revoluciones destruyen a sus pueblos y después se destruyen a sí mismas. 

Yo no sé si soy la más ignorante y más tonta de las personas, pero veo esta parte de la historia de Cuba con toda la frustración y el desengaño que se conoce del inicio de la República, con la misma frustración de la revolución del 30.  

No es lo mismo estudiarlo en libros que experimentarlo en carne propia.  Decir,  «ahora síiiiii… esto SÍ es distinto». Y sí, es distinto. Distinto porque es peor… y es peor porque no entiendo cómo un país, un pueblo con la historia nuestra TODAVÍA nos puedan someter de esta manera. 

Disculpa, amiga, la perorata de lo mismo con lo mismo.  Ya sé que estoy enferma.  No de cardiopatía, ni de todo lo demás que tengo. Tengo la frustración política unida a la impotencia de los viejos de salud quebrantada. 

A eso la psiquiatría debería ponerle un nombre: síndrome de lo que sea, porque somos tantos los que lo padecemos… creo que toda mi generación… que de verdad deberían darle un nombre.

Cuando tú escuchas la frase ¡YA NO PUEDO MÁS!… seguramente piensas que son palabras, por decir de alguna manera que una está agotada, quizás también triste o ambas cosas.  Pero no.  Quiere decir eso literalmente.  Se siente que ya no se está… que una ya no existe…  que no será posible un día más sin lo grande que creímos tener… igual sin la gente de aquellos valores a quienes amamos tanto, porque ya tampoco existen.

Entonces una se siente acabada porque de verdad se acabó todo. Ives me pide que me esfuerce… Y te juro que me esfuerzo pero son demasiadas penas. Como dice la canción: se agolpan unas a otras y por eso no me matan. Disculpa, amiga, disculpa mil veces. Un abrazo.

9 abril 2022 24 comentarios 1.432 vistas
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Defensa

En defensa de la literatura política

por Yasmin Silvia Portales Machado 5 abril 2022
escrito por Yasmin Silvia Portales Machado

Mi verso es de un verde claro

Y de un carmín encendido:

Mi verso es un ciervo herido

Que busca en el monte amparo.

José Martí, Versos sencillos V

***

To say the things they truly feels,

and not the words of one who kneels.

The record shows I took the blows,

and did it my way.

Frank Sinatra, My Way

***

El 2022 será un año bueno para mí, pero —como suele ocurrir en el oficio de escribir— se lo debo al horror de la realidad. Esto me deja un sabor agridulce, un conflicto ético latente que me acompañará el resto de mi vida, pues nada puedo hacer —en el exilio— contra los efectos combinados de la pandemia, el clima y el gobierno sobre mi pueblo.

Soy una ladrona de historias, una infeliz que llora en la oscuridad ante la palidez de las ficciones que intentaron predecir este tiempo, la pobreza imaginativa de mi gremio, y la asombrosa capacidad de la burocracia cubana para torcer las palabras asociadas al socialismo en su indetenible búsqueda de métodos mejores para la explotación económica, la persecución social y la mentira.

Desde el verano de 2021, el horror detuvo mis dedos y aceleró las pesadillas. Lo intenté, juro que lo intenté: leí a Julio César, a Zuleica, a Alexander, a Mylai. Leí los testimonios, y los reportajes, y los ensayos legalistas o políticos. Pero yo no puedo escribir en ninguna de esas formas sobre esto que nos pasa como sociedad, como nación.

Mi texto es ficción de tesis, es un ensayo apócrifo, lo terminé y respiré. Una semana después, a propósito de varias charlas con colegas y amistades, me desperté con una lista de razones por las cuales es tan bueno como cualquier ensayo. Me doy cuenta de que llevo una semana justificándome, defendiendo lo que ya está inventado, lo que hombres y mujeres blancas de Europa ya hicieron, pero al parecer no es pertinente para una negra del Caribe hispanohablante.

Así que ahí va, mi defensa a toda la literatura política y su valor testimonial.   

Razón 1: La forma es parte del mensaje. Es una declaración política acerca del absurdo y la crueldad de todo lo ocurrido. Yo, intelectual hija de la Revolución, estoy paralizada de horror ante los hechos del 11 de julio de 2021 y su continuidad hasta marzo de 2022, razón por la cual soy incapaz de comentarlas desde convenciones ensayísticas. Yo solo puedo hablar de esto desde la literatura distópica. Esa es mi voz.

Razón 2: Esto no es nuevo. El ejemplo más famoso de «ensayo apócrifo» contemporáneo acaso sea «El informe Lugano. Cómo preservar el capitalismo en el siglo XXI» (Susan George, 1999). De hecho, mi texto está dedicado a ella. Jonathan Swift también denunció los efectos del colonialismo británico en Irlanda con su «Una modesta proposición para impedir que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o para el país» (1729). El valor expresivo e intelectual de mi apócrifo no es menor que el de un ensayo, así que no aceptaré ser castigada por mi elección de forma literaria.

Defensa

Jonathan Swift

Razón 3: Siempre miramos al mundo a través de una colección de voces y perspectivas. Vivimos de antología en antología. Una antología de textos políticos tiene como hilo conector la política, no el género literario. Mi texto se unirá en el futuro a los de Dmitri Prieto, Mel Herrera, Lucía March y otras voces, porque hablamos de lo mismo: el estallido social del 11 de julio de 2021. No tenemos que satisfacer las ansiedades formales sobre cómo se puede denunciar la realidad.

Razón 4: Cuando se exige que un «texto diferente» sea reajustado en nombre de la coherencia con el estilo convencional que usa «la mayoría» para analizar la realidad, casi siempre el modelo refiere al ensayo latinoamericano o anglosajón. Dejemos las cosas claras: con ese gesto no se persigue la claridad editorial, sino el borramiento de la diversidad. Este tipo de actitud niega el valor intelectual de las formas de análisis crítico que no se ajustan a modelos eurooccidentales, masculinos, blancos y heterosexuales.

El gesto degrada la ficción a testimonio de segundo o tercer orden frente a la realidad «objetiva» que describen de modo «racional» quienes fueron a la escuela superior. Esta lógica es simple y vergonzosa complicidad con la violencia epistemológica del Occidente Heteropatriarcal y Blanco, reifica y defiende el silenciamiento de voces intelectuales disidentes, grupos históricamente excluidos de la construcción de sentido social, otras ontologías y recursos expresivos. Eso no es lo que debería defender la izquierda.

Conclusiones:

1- No es mi trabajo reescribir mis textos para satisfacer a quienes se erigen como jurados de las formas desde las mismas lógicas de poder académico que me excluyen por mi identidad y mis intereses.

2- La labor editorial —dura, valiosa y respetable— no incluye el derecho a exigir o practicar «operaciones de reasignación de género literario» para que los textos «encajen» en modelos preestablecidos y que nunca fueron la única manera de mostrar/ explicar/ denunciar el mundo.

#MiDolorEsVerdad #LaCulturaEsTodo

5 abril 2022 7 comentarios 955 vistas
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Verbos

Tres tristes verbos cubanos

por Julián Pérez Rodríguez 5 abril 2022
escrito por Julián Pérez Rodríguez

I. «Jamar»

El viejo Pánfilo tenía razón: «jama, jama, lo que hace falta es jama», porque no hay, no se encuentra, se fue, se esfumó, y la poca y carísima que queda, emigra cada vez más a las vidrieras del imposible, esas de apellido MLC, un linaje con el que millones de cubanos no tienen parentesco.

Las conversaciones, que suelen comenzar por «la cosa está…», pasan necesaria y lamentablemente por el alimento. La angustia de qué poner en la mesa en los tres turnos al bate del día. ¿Leche? ¿Jugos de frutas? ¿Huevos? ¿Mayonesa? Si acaso un pan diario, de pésima calidad y cobrado a peso, para los desayunos. Y arrancar como se pueda la jornada, la larga jornada que incluirá otros dos momentos de lamentaciones en torno a las cazuelas.

El litro de aceite vegetal, combustible casi imprescindible para cocinarlo todo, es un ciudadano VIP de la desgracia insular. Muchas veces reenvasado, es decir, de dudosas procedencia y calidad, supera hace rato la varilla de los 500 pesos, y se mueve, esquivo y triunfal, en los récords de 600, 700, !1000! Hablamos del mismo litro que costaba, ya con un impuesto grande por parte de nuestro generoso gobierno, 50 pesos o 2 CUC en las tiendas estatales. La manteca de cerdo, el sucedáneo más al uso, no se baja de 400 pesos por la misma cantidad, con lo cual tampoco parece una opción viable.

Hablando del cerdo, ya las familias más pobres cuentan como sucesos memorables cuando la comieron por última vez. «¿Te acuerdas? Qué masitas más ricas, ¡fritas, eran fritas! Qué tiempos aquellos». Mientras, en las tarimas, el «mamífero nacional» se evalúa como la moneda del Reino Unido y aún el más mísero y poco jugoso pedacito de costillas, pasa sin dificultad el costo de 200 pesos por libra, con el dato significativo de que cualquier familia, digamos de 3 o 4 miembros adultos, necesita varias para hacer una comida decente.   

De las viandas, granos y hortalizas, ni hablar. El preterido boniato, que rara vez llegaba a 1 peso por libra, multiplicó por 10 (y más) su alcurnia. Y la malanga, ah, la malanga, en bolsas de 4 a 5 libras, por encima del listón de los 160 pesos. En tanto la libra de papa, «por la izquierda», supera los 40 pesos. En cualquier momento hasta su cáscara, tan querida por un reverendo… Padre, comienza a cotizarse a cifras de espanto.

En esta angustia permanente, cuentan que al célebre bodeguero de la canción de Richard Egües —que se la pasaba entre «frijoles, papa y ají»— lo sorprendieron llorando, mientras deshojaba una libreta de abastecimientos, y se debatía entre el mar con sus tiburones o la vida con un tiburón devorándole las tripas.

Verbos

(Foto: Roy Leyra/CN360)

II. Doler

El día a día duele. Me duele, te duele, nos duele. A su vez, nosotros mismos dolemos en la pupila de quienes nos rodean. Es una realidad dolorosa, doliente esta que abrasa una Isla que, alguna vez, fue la «más fermosa».

Pero hay un dolor, casi sin nombre, que a cada instante punza más hondo a cientos de familias. Es el dolor del ensañamiento, de la arbitrariedad y el autoritarismo convertido en ley, y pretendiendo imponer «justicia».

No porque se haya dicho mucho huelga repetirlo: las condenas con que ahora mismo el bloque Partido/Estado/Gobierno, a través de un sistema judicial que parece su dócil apéndice, está encajando sobre decenas de jóvenes que salieron a expresar descontento y exigir libertad el pasado 11 de julio, son la quintaesencia de la crueldad. Solo pueden parecer «justas», en la óptica de un poder abusador que violó a la mítica dama de balanza en mano y la está obligando a prostituirse.

Cinco, seis, diez, quince años y más de cárcel para muchachos cuyas edades rondan las dos décadas, son una piedra descomunal sobre sus vidas. ¿Qué será de ellos cuando pasen por la jauría del presidio? ¿Cuánto resentimiento, tristeza, desesperanza acumularán para volver, algún día lejano, a intentar reconstruirse? Y sus familias, y sus amigos, y sus conocidos o simples colegas de profesión, ¿podrán mirar al sistema, al magnánimo sistema que se nos vende como el súmmum del humanismo y la solidaridad, sin unas ganas terribles de escupirle a la cara?

Ay, poderosos mandantes con máscara de revolucionarios, de la cárcel también se sale, pero del dolor enquistado en el pecho de miles quizás ustedes no tengan regreso. Y algún día, en esta marcha caprichosamente cíclica de la Historia, los veremos alistando maletas y aviones para salvar el pellejo.

Verbos

(Foto: Getty Images)

III. Salir

Sin comida, y en dolencia, cada vez más la Antilla Mayor semeja un enorme reclusorio de donde hay que salir a como dé lugar. Haga la prueba usted y escoja al azar diez casas de cualquier barrio. En una, la adolescente que ahora mismo debería estar pensando en estudiar y crecer en la vida, tiene tatuado entre ceja y ceja su afán de encontrar un «yuma», casarse y largarse bien lejos.

En otra están sufriendo por un pariente que se fue a la larga y selvática ruta latinoamericana, para llegar con suerte al río Bravo y rezar porque ese día tenga menos braveza. En la de más allá, cuelga una foto en la pared evocando al que un día se lanzó al mar y nunca más dio señales de existencia.

De los restantes hogares puede que en algunos vivan un poquito mejor, porque uno de sus miembros logró una beca o un contrato de trabajo como asesor de lo que sea en algún país remoto y desde allá les recarga la tarjeta MLC y los celulares, engrosando con esto último el millonario negocio del monopolio de telecomunicaciones ETECSA.

Buscando una tabla de salvación, un cubano llega a lanzarse al agua, literalmente, en una tabla (de surf), para llegar a la orilla más próspera. Y no es un advenedizo que no sabe de las garras del mar. Se trata de un instructor de buceo, paciente de cáncer, con una colostomía en su costado. Uno puede imaginar que si conseguir una pastilla de dipirona para bajar la fiebre está en el orden de las batallas campales; agenciarse suficientes bolsas de colostomía para llevar con dignidad la circunstancia de un recto desviado hacia el abdomen, no debe ser nada sencillo.  

Otros dos temerarios arman, también con tablas de surfear y motor, una embarcación rústica, y se arrojan contra las olas. Pasan los días. La guardia costera norteamericana los busca, los busca… nada. Los da por perdidos. Y después, como el pez Fénix resurgen. Y se acercan, tal vez, al umbral de su deseo.

Las historias son disímiles. Muchas con sustancia suficiente para que un buen escritor o cineasta las inmortalice.

Algunos no corren la buena dicha, y regresan a Cuba, no como los turistas que un día soñaron, sino como cadáveres repatriados desde un punto de la travesía.

Hagamos de este 60 aniversario, un motivo para que todo joven cubano, vuelva a pensar en sí mismo, vuelva a pensar en su barrio, en sus amigos, en su familia, en su futuro, en su Patria. #VamosConTodo #CubaVive @DiazCanelB @DrRobertoMOjeda @JuventudRebelde @UJCdeCuba pic.twitter.com/IIqqeP7spb

— Aylín Álvarez (@aylinalvarezG) February 4, 2022

Mientras, en el confortable Palacio de las Convenciones, la Primera Secretaria del Comité Nacional de la «Unión de Jóvenes Comunistas», se llena la boca para decir, en la neolengua que ya no convence ni a los sumisos convencidos, que «tomar el pulso de la época y atemperarse a sus dinámicas es vital para sostener el poder de convocatoria y la efectividad movilizativa»; y que «es primordial convertir nuestra Juventud Comunista en un espacio más fresco, abarcador e inclusivo, sin renunciar a principios políticos e ideológicos esenciales».

Y en Cubadebate, uno de los voceros mediáticos del Poder, se afirma sin el mínimo pudor que lo de la «Isla en fuga» es simplemente una «metáfora» u otro de los «mitos (anti)cubanos».

***

Así nos va. Jamar, doler y salir son nuestro verbos modales. O mejor, nuestros verbos «modélicos». Resumen pestilente de un Modelo que prometió hace décadas construir la felicidad, sin advertirnos de que se trataba de la felicidad de unos pocos, a costa del sufrimiento de muchos.

5 abril 2022 16 comentarios 1.490 vistas
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Cine

Nostalgia por el cine

por Maylan Álvarez 2 abril 2022
escrito por Maylan Álvarez

Amén de parecer este mucho más ligth que los otros artículos que he compartido con los lectores del sábado —dijérase una nota en frecuencia más baja—, resulta que el asunto del que hablaremos hoy lleva inquietándome mucho más tiempo del que quisiera. Años, diría yo, si voy a ser incisiva.

Cerca del 2010, uno de mis amigos regresó a Cuba desde Ecuador, adonde había ido en viaje de compras para surtir su tienda de souvenires. Después de los saludos de rigor, de preguntarle por la pacotilla y que me explicara lo bien que le fue todo, enseguida pasó al tema que lo traía en vilo: pudo ir a un cine 3D, nada más y nada menos que para disfrutar de Avatar, el suceso cinematográfico mundial en boga por aquellos tiempos.

Puse los ojos en blanco, batí palmas y le hice contarme frame a frame, cómo había sido la cosa. Desde las rositas de maíz (me repitió tres veces popcorn, aunque en Ecuador se les dice canguil), pasando por la clásica Coca Cola, hasta llegar a su asiento reclinable. Creo que no moví ni un cabello para evitar perderme los detalles todos de semejante experiencia.

Que si le parecía que él era un personaje más, que si casi podía tocar las plantas y los animales de Pandora, que su asiento se movía a la par de los acontecimientos y una fina llovizna, un breve rocío, se sentía en el ambiente, y que se le pusieron los pelos de punta durante la batalla final, porque era lo más cercano a una guerra de las de verdad…

De más está que les diga que ni Santa Teresita de Jesús ha vivido éxtasis semejante. Lo que yo hubiera dado por tener un momento así y contado de primera mano… o de primer ojo, si seguimos en esta onda de ser incisivos.

Cuando nos despedimos, corrí a repetir el cuento de la buena pipa a otros amigos. A otros que, como yo, amamos el séptimo arte, el buen cine de autor y disfrutamos de una peli como si de un manjar del Olimpo se tratara.

Es que fuimos amamantados, criados, viendo películas en la pantalla grande. Ese tremendo amor, el respeto por la cinematografía que profeso, viene de mi humilde pueblo, Unión de Reyes, de mi humilde cine que tantas y tantas buenas horas nos regaló por los más módicos precios. Y seguro que ocurrió de igual manera en el resto del país.

No creo que existan escritores de mi edad o mayores, con más certeza, que no se hayan referido en sus obras, aunque fuera en una ocasión, al cine de la infancia, a los besos de amor en penumbras, a las películas inolvidables que veíamos, una y otra vez, con el Noticiero Icaic como intermedio.

Recuerdo que un sábado, todos en mi casa fuimos a ver La bella del Alhambra a la tanda de las 8.00 pm. El largometraje era prohibido para menores de dieciséis, pero mi papá trabajaba por aquel tiempo en la Dirección Municipal de Cultura y bueno, de vez en cuando uno tiene que mover determinados hilos influyentes…

Cine

Que nos fuimos lindamente trajeados para el cine. Y con esto de hacerse de la vista gorda la acomodadora, me senté al lado de mi abuela Alfonsina Dulce María para admirar las bondades de lo mejor del cine cubano de finales de los ochenta. Jamás olvidaré la calma suspicaz con que mi abuela me susurró al oído, minutos después de que Beatriz Valdés se expusiera al mundo como vino a él, para aseverar que ella sí era la señorita de Maupin: tú no te preocupes, mija, que esas tetas son plásticas. 

Qué clase de tranquilidad para mi espíritu de mujercita de trece años. Abuelas así ya no se construyen por estos días. Claro está que semejante film se merecía un premio Opina y hasta un Goya.

¿Y el fin de semana que Yanelis Sotolongo y una servidora le dedicaron a Christian Slater, vestidito tan chulo con aquella sotana que se quitaba para tener relaciones carnales con la joven indigente de la villa? Todavía El nombre de la rosa está en un lugar destacadísimo en la lista de mis películas favoritas. Ah, ya no tiene que ver con Slater desnudo, pero eso también le añade sazón a mi preferencia.

¿Y aquellas vacaciones en La Habana con papi? Visité todos los cines: La Rampa, el Yara, Infanta, el cine teatro América. Salíamos de uno para entrar en otro y en mi mente se confunden las pelis que disfruté en la capital de todos los cubanos: El último unicornio, Bolek y Lolek y la vuelta al mundo en ochenta días, Elpidio Valdés contra dólar y cañón,  El hombre anfibio, ¡Clandestinos!…

Claro que esos metrajes bien pude verlos en nuestro cine de pueblo, porque hasta allí llegaba de todo. Y cuando digo todo, viajo en el tiempo y estoy sentada de nuevo junto a mi mamá, llorando a moco tendido o riéndome, posesa, con Todo sobre mi madre. El día que la proyectaron en el pueblo, solo la vimos ella y yo. He optado, para este momento en mi memoria, dejar en el beneficio de la duda a todos los demás unionenses, justificándolos con un: seguro que hubo poca promoción para este filme de Almodóvar.

Cine

Lamentablemente no recuerdo cuál fue la última película que vi en el cine Unión, que así se llamaba. Y digo llamaba porque, aunque hoy la instalación, en franco deterioro, mal sirve como teatro o lugar de reuniones, ya no es nuestro CINE. No tiene nada que ver con la función para la que fue concebido.

Remedando a Cooper, la decadencia y caída de casi todas las edificaciones para ver cine en Cuba no sé cuándo comenzó, pero fueron suplantadas por los DVD y las salitas de video. Por las situaciones que todos conocemos, el cine fue quedando atrás, las películas en 35mm dejaron de proyectarse (por lo menos en los poblados) y dejamos de trajearnos lindamente para asistir en familia a un estreno o una reposición. Una iniciativa de esparcimiento menos.

Nunca más vi la cartelera de proyecciones para la semana en la puerta de cristal del cine Unión. Hoy únicamente se exhiben allí pancartas, frases revolucionarias y alguna que otra reseña sobre efemérides del municipio. No he vuelto a entrar. No creo que pueda.

Y ahí es donde caigo en el dolor, en la eterna duda o deuda para con mis hijos, y los hijos de mis hijos. ¿Tampoco el cine? ¿Tengo que salir de Cuba para volver a disfrutar del séptimo arte en la gran pantalla? Porque, desde donde vivo hasta La Habana casi clasifica como viaje al extranjero el hecho de ir a ver cine. Tendría que convoyarlo con un turno médico, ir a ¿comprar a las tiendas?, al Zoológico de 26, a La catedral del helado y terminaría, con buena suerte, en el Multicine Infanta, para que fuera rentable la peregrinación fílmico-cultural.

Jamás, que recuerde, he llevado a mi hijo mayor —el de dieciocho, el del Servicio Militar—, a ver la tanda de los domingos como lo hizo papi conmigo. Lo llevé a ver un espectáculo circense en el mismo cine Unión, pero los payasos se pusieron en plan burlón con muchos de los niños y con algunos padres, y discretamente cogí a mi chiquito por la mano y regresamos a la casa. Así no.

El más pequeño de mis hijos jamás ha puesto un pie en el cine. Eso no quiere decir que, como su hermano, no ame desde ya las películas de Miyasaki. Pero ¿y esa experiencia tan simple, llanera, de ir al cine? ¿Puede alguien decirme cómo fue que llegamos a esto? De verdad que todo es evaluación por resultado: tampoco tenemos cine. Y bien sabido es que no solo de pan vive el hombre…

Muy interesante la última pregunta en la prueba de Español para el ingreso a la Educación Superior, correspondiente a este curso. Pedía a los jóvenes su opinión acerca de las mejores opciones para ver cine ¿?

Por ello, el homenaje levísimo a todos los cines que tienen su pedacito inmortal en nuestra memoria, que hago desde este texto, a publicarse en mi próximo libro A mí también me olvidarán:

Si mis hijos me hubieran visto,

pelo lacio y siempre corto, sin aretes,

con la saya plisada,

pantalones de poliéster,

vistiendo las blusas

que abuela Alfonsina Dulce María me tejió,

los shores siempre iguales de la tía Niña.

Si mis hijos me hubieran visto toda arregladita,

perfumada con agua de Colonia

para ir con mi papá a la tanda infantil

de los domingos en el cine,

o a tomar helado en barquillos de harina,

o jugando a las muñecas de trapo

con otras niñas del pueblo,

desabridas como yo.

Si mis hijos me hubieran visto

llevándole flores a mis muertos,

acompañando a tías solteronas,

pasando de cumpleaños

por mi perpetuo miedo a los globos,

un canal con muñequitos rusos

y leche maternizada en latica

y compotas de manzana.

Si mis hijos me hubieran visto

cuando saltaba la suiza,

o cocinando en mis calderos de plástico

la verdolaga del patio,

o entintando el agua de los pollos

de mi abuelo Merejo

con azul de metileno y violeta genciana.

Si mis hijos me hubieran visto

limpiándole los mocos a mi primo Roly

con las hojas de la malanga picona…

Si mis hijos me hubieran visto,

niña de sonrisa breve

en todos los álbumes de la familia,

jamás volverían a posponerme un abrazo.

Posdata: Yusbel Coto debió besarme cuando pudo durante la escena principal de La Bamba… Él no sabe lo que se perdió.

2 abril 2022 19 comentarios 1.197 vistas
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