Entre las cosas preciadas que he logrado al escribir en LJC, conocer a Nilda Bouzo ha sido de las que más agradezco. Una amiga suya, residente en México, le enviaba los textos que publicábamos y así se convirtió en una lectora fiel. Empezamos a intercambiar correos y pronto empaticé con aquella amable y elocuente señora que por su edad podría ser mi madre. Nos hicimos amigas y luego nos conocimos personalmente. La virtualidad de las comunicaciones nos mantiene unidas desde entonces, ella en su casa del Vedado, yo en mi Matanzas.
Admiro que a sus casi ocho décadas haya aprendido cómo moverse por Internet y las redes sociales. Nilda está llena de preguntas, de deseos de participar que son raros en personas de su generación, por lo general enfermas, agotadas, con escasa energía —aunque resalto igualmente a personas como Gladys Marel y Asier Sardiñas, otros amigos que debo a LJC, también de la tercera edad y que rompen tal arquetipo. Elogio siempre su deseo de saber, de descubrir, de aportar análisis lúcidos y llenos de anécdotas con las que me ayuda, a su vez, a situarme en la perspectiva de alguien que vivió y se sumó con entusiasmo al proceso revolucionario desde su génesis.
Hace pocos días, cuando en el programa televisivo Palabra Precisa se discutió el Código de la Familias desde las opiniones incontrastadas de los pastores de dos iglesias cubanas, personas con el derecho a expresar sus consideraciones, si bien no todos tenemos esos mismos derechos; cuando mi querida amiga constató el tipo de mensaje al que se ofrece espacio en los medios públicos, mientras se cierran las puertas a tantos otros puntos de vista, sobre ese y otros asuntos, me escribió este mensaje. Más que mensaje, es este un grito. Me emocioné al leerlo y le pedí autorización para socializarlo. Aceptó.
Alina López

Programa Palabra Precisa (Fotos: Televisión Cubana)
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¡¡¡Amiga, de verdad que no puedo!!!
No puedo seguir leyendo y escribiendo.
No sé si de rabia o de tristeza, hoy he llorado por todo el tiempo vivido mientras leía y escribía en FB… y me imagino lo que me falte por llorar. Dice Ives que no sirvo para esto y debe tener razón. Hay que mantener la cabeza fría y no lo consigo. Es que no pienso en palabras sino en imágenes… es que me veo… me siento de nuevo allá… en aquellos años jóvenes… con todo lo bello y lo terrible que vivimos las tres primeras décadas de este proceso… enfermándonos de tristeza desde allá… animándonos con planes que resultaban nulos, viviendo de frustración en frustración.
A cada frustración le sigue una depresión para la gente tonta como yo. Incluso, pasar por un hospital un día por intento de suicidio, y que los psiquiatras y psicólogos te enseñen que no quieres morir, que quieres vivir, pero no ves otra forma de gritar AUXILIO más que intentando desaparecer físicamente para no sufrir más.
Cada cual tiene su ideología o su fe. Que te la arranquen sin anestesia es más fuerte que un desengaño amoroso. De verdad. Te lo digo porque pase por las dos experiencias, y ya ves que me repuse mejor de entender la desilusión que me provocaron «los hombres de mi vida» que del fracaso de este proyecto que una vez creí revolucionario y para el pueblo.
Fue demasiado fuerte el proceso desde 1959 hasta el 80. Ahí se me derrumbó todo. Y después, del 88 al 90, se me hizo más claro, cuando viví esos años en la antigua Unión Soviética… en la Siberia… la zona donde hijos y nietos de confinados todavía sangraban por las heridas de los que ya no estaban. Las injusticias, las atrocidades cometidas por los bolcheviques, casi no podía creer lo que me contaban, pero entonces entendí mejor: las revoluciones destruyen a sus pueblos y después se destruyen a sí mismas.
Yo no sé si soy la más ignorante y más tonta de las personas, pero veo esta parte de la historia de Cuba con toda la frustración y el desengaño que se conoce del inicio de la República, con la misma frustración de la revolución del 30.
No es lo mismo estudiarlo en libros que experimentarlo en carne propia. Decir, «ahora síiiiii… esto SÍ es distinto». Y sí, es distinto. Distinto porque es peor… y es peor porque no entiendo cómo un país, un pueblo con la historia nuestra TODAVÍA nos puedan someter de esta manera.
Disculpa, amiga, la perorata de lo mismo con lo mismo. Ya sé que estoy enferma. No de cardiopatía, ni de todo lo demás que tengo. Tengo la frustración política unida a la impotencia de los viejos de salud quebrantada.
A eso la psiquiatría debería ponerle un nombre: síndrome de lo que sea, porque somos tantos los que lo padecemos… creo que toda mi generación… que de verdad deberían darle un nombre.
Cuando tú escuchas la frase ¡YA NO PUEDO MÁS!… seguramente piensas que son palabras, por decir de alguna manera que una está agotada, quizás también triste o ambas cosas. Pero no. Quiere decir eso literalmente. Se siente que ya no se está… que una ya no existe… que no será posible un día más sin lo grande que creímos tener… igual sin la gente de aquellos valores a quienes amamos tanto, porque ya tampoco existen.
Entonces una se siente acabada porque de verdad se acabó todo. Ives me pide que me esfuerce… Y te juro que me esfuerzo pero son demasiadas penas. Como dice la canción: se agolpan unas a otras y por eso no me matan. Disculpa, amiga, disculpa mil veces. Un abrazo.