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Veinte hechos

Veinte hechos que impactaron a Cuba en 2022 (II)

por Redacción 29 diciembre 2022
escrito por Redacción

Durante estos doce meses, Cuba ha vivido hechos y procesos históricos, entre los cuales debe destacarse el mayor éxodo migratorio en la historia de la nación y una crisis económica que ha dejado estragos en todos los sectores. También marcaron el año, escasos triunfos en el panorama deportivo al más alto nivel, la actualización del cuerpo legislativo, apagones, protestas y una posible distensión con Estados Unidos. A continuación, La Joven Cuba completa la lista de los veinte acontecimientos más importantes del 2022 en la nación caribeña.

1. Victoria en mundiales de canotaje, béisboll5 y judo.

Del panorama deportivo no hubo muchas alegrías, pues el éxodo de atletas ha marcado de manera negativa el desempeño al más alto nivel. No obstante, hay tres noticias que sobresalen: los triunfos en canotaje,  béisboll5 y judo. La primera corresponde a la victoria del binomio femenino de piragüismo, compuesto por Yarisleidis Cirilo y Katherin Nuevo, quienes se agenciaron el oro en la prueba C2 a 200 metros del Campeonato Mundial de Canotaje con sede en Canadá.

Otro título que llegó para la Isla estuvo a cargo del equipo de béisboll5, coronados como campeones en la I Copa Mundial de la disciplina, celebrada en México. Con ninguna derrota, la plantilla antillana venció dos veces a Japón, su principal rival, e hizo gala de su condición de favorita.

En el apartado de deportes de combate, el matancero Andy Granda conquistó en octubre la única medalla dorada para la Isla en el Mundial de Judo de Tashkent, tras vencer en la final de la división de más de 100 kilogramos al japonés Tatsuru Saito.

2. Aprobación del Código de las Familias

Con un 66.87% de votos a favor, a finales de septiembre se aprobó el Código de las Familias, un instrumento legal más inclusivo y coherente con las realidades familiares y de género en la actualidad. Entre sus novedades destacan la prohibición del matrimonio infantil, la introducción de conceptos como autonomía progresiva de niñas, niños y adolescentes y la sustitución de «patria potestad» por «responsabilidad parental».

También se incluyeron en la propuesta la posibilidad de recurrir a la reproducción asistida, el derecho a la adopción y el matrimonio igualitario. Este último elemento convirtió a la Mayor de las Antillas en el noveno país de América Latina en aprobar la unión legal de personas no heterosexuales.

Veinte hechos

Dos meses más tarde, los cubanos volvieron a acudir a las urnas para participar en las elecciones de delegados a las asambleas municipales del Poder Popular. Con un 68.58% de votantes que ejercieron su derecho al sufragio, el país registró un mínimo histórico de participación en procesos eleccionarios luego de 1959, si bien se trata de una cifra alta comparada con la región.

3. Paso del huracán Ian, apagón y protestas

Una de las noticias más tristes para Cuba fue el paso del huracán Ian por la región occidental del país, con una huella desoladora para la provincia de Pinar del Río, donde ocasionó 2 mil 213 derrumbes totales. A nivel nacional, el fenómeno hidrometeorológico cobró la vida de tres personas, dejó pérdidas en la agricultura por un valor superior a las 8.5 mil hectáreas y provocó daños en 36 mil viviendas.

Debido a las afectaciones causadas por el ciclón, el Sistema Electroenergético Nacional sufrió un colapso que devino apagón generalizado. Las labores de recuperación del servicio se extendieron por siete días, a excepción de la provincia de Pinar del Río, donde las familias permanecieron cerca de un mes sin recibir fluido eléctrico en sus hogares.

Los cortes de electricidad motivaron protestas, en su mayoría no violentas y que tuvieron lugar sobre todo en La Habana. Se trató de una oleada de manifestaciones de descontento en las calles poco vistas en la historia de Cuba después del triunfo de la Revolución.

4. Reinicio del Programa de Reunificación Familiar Cubana

En el mes de junio el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos anunció que reanudaría el Programa de Reunificación Familiar Cubana, establecido en 2007 y suspendido por la administración Trump. Se trata de un mecanismo que permite a ciudadanos estadounidenses y residentes permanentes legales solicitar el parole para sus familiares en Cuba.

La decisión del gobierno estadounidense se inserta en lo que apunta a una época de acercamiento entre La Habana y Washington, si bien ninguna de las dos administraciones ha hecho anuncio oficial al respecto. Entre los factores que indican una nueva distensión figuran el restablecimiento de vuelos directos desde Estados Unidos a todas las provincias cubanas y de los servicios consulares, el retorno del personal diplomático a la embajada en La Habana, las conversaciones migratorias del mes de abril, la visita de congresistas demócratas a la Isla, además de la noticia de la liberación de Ana Belén Montes y Alina López Miyares.

5. Mayor crisis migratoria en la historia de Cuba

El año 2022 se lleva el récord de la cantidad de migrantes cubanos que dejaron atrás su patria en busca de mayor calidad de vida. De acuerdo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, 224 607 ciudadanos provenientes de Cuba han llegado ilegalmente a ese país durante el año fiscal 2022. No obstante, debe aclararse que la cifra anterior no contempla aquellas personas que, mediante becas de estudio, contratos de trabajo o visas de turismo, abandonaron la Isla y tampoco están dispuestos a regresar.

La crisis económica que atraviesa la nación caribeña, el desabastecimiento de productos de primera necesidad, la inflación y las escasas garantías para expresar descontento con la gestión gubernamental figuran entre los factores principales que motivan a los cubanos para dejar el país, en muchos casos de manera irregular y a riesgo de su propia vida.

El número de balseros con rumbo a Estados Unidos también aumentó con respecto a 2021. Uno de los episodios más dolorosos de este año fue el caso Bahía Honda a finales de octubre, cuando el choque entre una lancha rápida y una embarcación de guardafronteras cubanos ocasionó la muerte de siete personas, incluida una menor de edad. El hecho desató la polémica en torno al accionar de las fuerzas de seguridad marítima en Cuba.

6. Gloria y canto para Pablo

Entre las pérdidas más significativas de 2022 destaca la del cantautor cubano Pablo Milanés, uno de los principales exponentes de la nueva trova, que falleció el 21 de noviembre a los 77 años. Pablo, como lo llamaba su público, ofreció su último concierto en Cuba en el mes de junio.

Lo que sería un evento a celebrarse en el Teatro Nacional, con la mayoría de las entradas reservadas y una gran polémica alrededor de la decisión de destinar pocos boletos a la venta, terminó en una gran presentación en el coliseo de la Ciudad Deportiva. Fue su último concierto y la despedida definitiva de la Isla. La muerte del compositor generó un sinnúmero de reacciones y mensajes de duelo en redes sociales que exaltaron su legado para la música y la nación cubanas.

Veinte hechos

Concierto de Pablo Milanés en la Ciudad Deportiva de La Habana. (Foto: Otmaro Rodríguez)

7. Aprobación del nuevo Código Penal

El 1 de diciembre entró en vigor el nuevo Código Penal que, si bien introduce elementos positivos, dígase la tipificación de delitos como la violencia doméstica y de género y la eliminación de las medidas de seguridad predelictiva, ha generado preocupaciones en la sociedad civil y la comunidad internacional.

Con la aprobación de este marco legal no consultado con la ciudadanía, como sí ocurrió con el Código de las Familias; se recrudecen los mecanismos para procesar y sancionar cualquier manifestación de disenso.

La normativa despierta inquietudes acerca del futuro del periodismo y otras actividades independientes, pues la norma castiga a personas que reciban financiamiento extranjero con el objetivo de «fomentar acciones contra el Estado o el orden constitucional», formulación cuya vaguedad deja espacio a la aplicación discrecional. Igualmente, criminaliza el empleo de redes sociales con supuestos fines delictivos y se amplían a veinticuatro la cantidad de crímenes que pueden ser castigados con la pena de muerte.

8. Gira del presidente

La visita oficial del mandatario cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez a Argelia, Turquía, Rusia y China en el mes de noviembre fue uno de los acontecimientos más mediáticos del año. La gira acaparó la atención de la prensa oficial e independiente, al coincidir con un momento de gran tensión social en el país debido a la crisis del Sistema Electroenergético Nacional y los prolongados apagones sufridos por los habitantes de la Isla en los últimos meses.

Aun cuando se desconoce el alcance de muchos de los encuentros que sostuvo el presidente por esos días, entre los resultados más relevantes de su periplo figuran la restructuración de la deuda cubana con varios acreedores, la firma de acuerdos en materia electroenergética y de otros de índole comercial, de intercambio de servicios y de cooperación.

9. Fin de los LCC (Lucha Contra Coleros)

A inicios de diciembre La Habana aprobó un nuevo sistema de venta liberada en las cadenas de tienda TRD y Caribe que incluye la eliminación de los grupos de Lucha Contra Coleros (LCC), creados por el gobierno en 2020 para evitar la corrupción y el acaparamiento durante la pandemia.

Sin embargo, en la práctica estas figuras se convirtieron en parte de la red de venta de turnos en colas y tributaron al comercio ilegal de mercancías, actividades recurrentes a partir de la crisis económica que vive la nación. Estos hechos fueron denunciados continuamente por la ciudadanía durante los dos años que funcionaron los grupos.

10. Apagones, ¿por fin se acabaron?

La inestabilidad del servicio eléctrico fue una de las mayores agonías que enfrentaron los cubanos este año. Durante meses, los habitantes de la Isla vivieron prolongados apagones, provocados por roturas y un enorme déficit en la capacidad de generación en las termoeléctricas. La situación tensó el panorama social y fue el motivo de protestas a lo largo del país.

A inicios de diciembre, se logró la estabilización del fluido eléctrico a nivel nacional y aunque se desconoce si se trata de una solución temporal o definitiva, todo parece indicar que los cubanos podrán celebrar con servicio eléctrico la llegada del 2023.

29 diciembre 2022 20 comentarios 1,4K vistas
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Novios

¡Qué vivan los novios!

por Néster Núñez 17 diciembre 2022
escrito por Néster Núñez

Entonces el novio besó al novio y el público aplaudió. En realidad ya se habían casado antes, legalmente, y sus firmas figuraban en aquel documento notarial, así que cuando se besaron ya eran esposos. «Divinidad del amor, bendice estos anillos y haz que los que los llevan puestos reciban siempre la abundancia de tu gracia: amén, ashé, namasté, gasho y salom», había dicho Elaine Saralegui, pastora de la Iglesia Metropolitana en Cuba (ICM) que ofició la ceremonia.

Y ellos, los novios, Yoelkis e Israel, Israel y Yoelkis, encendieron cada uno sus velas, y luego las juntaron para dar vida a un fuego nuevo, una vela mayor. «Que sea esta luz que han encendido juntos la que ilumine sus días, que llene de calor el nuevo hogar que están conformando…».

Novios

(Foto: Néster Núñez / LJC)

Tres días después los visité en su casa. Israel jugaba con Alfa en lo que se hacía el café. «Casarme, aparte de todo lo nervioso que estaba, fue algo muy lindo porque jamás y nunca pensé que siendo homosexual en este país me pudiera casar», dice. ¿Y el momento más lindo?, pregunto. Israel se toma su tiempo: baja la cafetera, sirve el café, mira a Yoelkis con una alegría casi infantil. «Para mí lo más lindo fue cuando mi abuela, que yo pensé que no iba a venir, me esperó con su vestido, ella que nunca ha usado un vestido jamás. Se paró y me abrazó muy fuerte y empezó a llorar».

Israel es de Santa Cruz del Sur, en Camagüey. A los seis meses de ser novio de Yoelkis le dijo a su familia que era homosexual. La verdad es que nunca lo dijo: lo dejó escrito en un papel. En el ómnibus, de regreso a Matanzas, recibió una llamada de su hermana: «Tata, ya todo el mundo lo sabe. Acuérdate que siempre vas a contar conmigo. Papá es el que está muy mal».

Novios

(Foto: Néster Núñez / LJC)

Israel se deprimió y estuvo quince días sin hablar con su familia, hasta que recibió una llamada de su tío: «Oye, qué te pasa, por qué tu no llamas para acá. Espérate que te pongo a tu abuela». Y la abuela le dijo: «Al final tu siempre vas a ser mi hijo nieto. Yo estoy aquí, yo te voy a apoyar».

Lo interesante vino después, la primera vez que Israel y Yoelkis se aparecieron juntos en Camagüey. «Los amigos del padre —explica Yoelkis—, me preguntaban si podían hablar con Israel, si podían abrazarlo como siempre hacían». «Por la casa de mi padre pasaron personas que hacía años no veía. Imagínate, venían a ver al hijo de Israel que había salido del closet y que, además, había llegado con el novio», cuenta Israel y se ríen recordando el momento, la sensación de ser como objetos museables.

Novios

(Foto: Néster Núñez / LJC)

«Llegó el pollo a la bodega, vamos a buscarlo todos juntos, es más o menos la idea. Pero después, como al mes, ya mi papá hablaba más por teléfono con Yoelkis que conmigo. Media hora, cuarenta y cinco minutos… y yo: -Vean acá, ¿él ni tan siquiera se despidió de mí? -Ah, sí. Me dijo que te diera un beso».

Los recién casados rememoran otros momentos emocionantes: la confusión de los anillos, que si van en la mano derecha o en la izquierda, la alegría y la proeza de haber reunido a veinticuatro camagüeyanos en Matanzas, la presencia del abuelo de Yoelkis, de más de noventa años, la visita a una amistad muy querida que no pudo venir a la fiesta y la tradicional caravana de autos recorriendo la ciudad, pitando, escandalizando.

Novios

(Foto: Néster Núñez / LJC)

Les pregunto cómo se vivió eso, la reacción de la gente. «Normal, saludaban, gritaban felicidades… gente de cualquier edad, no solo los jóvenes. Hubo alguien que siempre bajó la cabeza cuando pasábamos. A saber qué es lo que piensan, pero esto es mi derecho y lo siento si tienen otra mentalidad», expone Yoelkis.

Desde Afroatenas y el Callejón de las Tradiciones, en la barriada matancera de Pueblo Nuevo, Yoelkis ha sido un intenso activista por los derechos de la ciudadanía LGBTIQ+. En su momento, estuvo en desacuerdo con que sacaran el artículo 68 del proyecto de Constitución, y luego, con que llevaran a plebiscito el nuevo Código de las Familias. Ahora mismo, aunque el matrimonio igualitario es un hecho, considera que quedan nuevas luchas por delante:

«Es muy difícil llegar a donde te casas y tener que tachar con un bolígrafo la A de novia, y poner una O, porque los papeles no están todavía ni arreglados. Otra cosa… Yo quise que Kiriam Gutiérrez fuera mi madrina de boda, con toda intención. Kiriam es una mujer trans y yo le expliqué a la notaria lo que sucedía, pero la notaria se rige por la ley así que, a la hora de firmar el acta de matrimonio, el nombre que estaba puesto era el del carnet de identidad de Kiriam, y eso va contra su identidad.

Fue difícil, y estuve incómodo, pero eso me sirvió para recordar que todavía hay derechos que no se han conquistado. Falta una ley integral contra la violencia de género, y falta una ley de identidad de género.

Hoy seguimos diciendo que en este país hay que pedir perdón por todos los crímenes cometidos contra la ciudadanía LGBTIQ+, que últimamente se están queriendo invisibilizar con discursos baratos y sin sentido. Hay que educar a las personas, porque si bien ya hoy los homosexuales tienen el derecho de casarse legalmente, hay lugares donde simplemente es muy difícil hacerlo por la mentalidad que predomina.

Entonces sí, hay todavía muchas luchas en el horizonte, aunque defender derechos agota, te estigmatiza, te segrega, te aleja, y hay otros sinónimos alrededor nada buenos para la salud física y mental de uno… es complejo. No vamos a ser ni héroes ni mártires, porque no es lo que buscamos».

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(Foto: Néster Núñez / LJC)

Israel ha estado mirando a su esposo con admiración, con amor. Compañero de Yoelkis durante los últimos tres años, conoce bien los sinsabores que trae consigo el activismo en Cuba.

«Fue estar de la mano de muchas personas que me han acompañado en las luchas. Me faltaron amistades que yo quiero mucho, que no están en Cuba, que tuvieron que salir de aquí. Pero había una mesa que estaba cargada de esa energía. Los celulares y los whatsApp estaban todos activados, y muchos de ellos también disfrutaron de la boda. Fue un momento en el que nos pusimos a pensar en los demás. En los que no habían llegado, en todas las personas que han muerto en el camino, en todos los que desearon esa felicidad en su vida y no la pudieron tener aquí, en su país».

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(Foto: Néster Núñez / LJC)

Para cambiar el ánimo le pregunto por la noche posterior a la boda. «¿Luna de miel? Si no hay ni abejas, ni hay miel en la Tierra, ¿qué va a haber una luna con miel? Como está la situación, es casi imposible. Así que no podemos vivir todo el sueño hetero burgués, hay que vivirlo por pedacitos. La luna de miel es seguir juntos. Seguir en lo mismo, en lo cotidiano: lavar, cocinar, recoger los regueros que dejó la boda… Hoy es domingo y la gente todavía sigue llamando y felicitando».

Novios

(Foto: Néster Núñez / LJC)

17 diciembre 2022 13 comentarios 1,8K vistas
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Códigos

Entre códigos y ciudadanía

por Rodolfo Alpízar Castillo 5 diciembre 2022
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

No por previsibles, menos descorazonadoras fueron las declaraciones de tirios y troyanos al concluir el proceso que llevó a la aprobación del código familiar sometido a referendo.

Por una parte, el acostumbrado discurso triunfalista oficial proclamó el resultado como muestra de apoyo popular a la gestión gubernamental. Se vislumbraba un aluvión de mensajes llamados a convencernos de ello, pero el ciclón Ian, con sus destrozos y las imprescindibles tareas de recuperación, impidió que esas aguas nos inundaran.

Por su parte, los más acérrimos opositores públicos al código (ciertos grupos religiosos ultrarradicales) publicaron un comunicado donde se proclamaron victoriosos contra el código; para demostrarlo establecieron una relación de igualdad entre abstenerse, votar en blanco o anular la boleta y oponerse al código. Así, lo que en otros países se considera formas de castigo a la gestión gubernamental dejó de serlo para convertirse en rechazo al código. Con tal de atribuirse un triunfo, se erigieron (¿consciente o inconscientemente?) en defensores de un gobierno que supuestamente impugnan.

Y a quienes estuvimos por la aprobación del código, sin importar signo ideológico, los ultrarradicales nos advirtieron en un comunicado que «lo mejor está por llegar». Por si no entendimos el mensaje, nos recuerdan: «¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! Hebreos 10:31».

El juego del gana-pierde

Unos y otros saben que la aprobación del código no significó, ni de lejos, apoyo a la gestión gubernamental. De hecho, muchos opositores se decantaron a favor de él. Denunciaron el proceso como un intento de presentarlo a la opinión extranjera como ejemplo de vocación democrática, pero entendieron que la derrota del código afectaría los derechos de muchos ciudadanos. Pusieron a un lado las discrepancias políticas y se alinearon en favor de los discriminados. Actuaron como ciudadanos.

(También es un hecho que, entre quienes apoyan al gobierno, por convicción o conveniencia, algunos estaban en contra del código, aunque callaran en público para no aparecer como opositores).

El código, a fin de cuentas, es un acto de justicia hacia ciertos grupos de la sociedad, y ni siquiera se debió llevar a votación popular, como muchos afirmamos públicamente.

El proceso de discusión popular (pasemos por alto el derroche de recursos financieros y logísticos que significó, en el peor momento posible para la economía) era una buena oportunidad de mostrar al país como avanzado en materia legal y democrática ante el resto de las naciones, y se aprovechó. En los discursos ante organismos internacionales, y en la propaganda nacional, los funcionarios gubernamentales se encargaron de reafirmarlo, no descubro nada al mencionarlo.

Como he comentado antes, la aprobación del código era un tanto a favor de quien lo promovió. Si se rechazaba, la oposición se mostraba como antidemocrática, y el pueblo como no preparado para la democracia. El triunfo quedaba asegurado.

Códigos

Los más furibundos opositores al gobierno, los que se niegan incluso a reconocerlo como interlocutor en cualquier opción de democratización futura, se lanzaron, sin embargo, a un juego cuyo resultado, cualquiera que fuera, se revertiría en un triunfo para ese mismo gobierno que rechazan.

¿Tenían opción? Siempre la hay. Opositores más inteligentes la encontraron: Oponerse al gobierno, no a más derechos para más personas. Mostrar apoyo crítico al código. Aprovechar el espacio democrático, por estrecho que fuera, como palestra desde donde reclamar otros derechos o criticar determinadas realidades. Esto es: Actuar como ciudadanos.

Ciertamente, no todos entraron de forma irreflexiva al juego; algunos vieron en él la oportunidad de consolidarse como fuerza política influyente en el país: Son los enemigos no solo del matrimonio igualitario, sino también de la educación sexual, del aborto, del divorcio, del empoderamiento femenino, de las disidencias sexuales: los defensores a ultranza del patriarcado.

Con el proceso de discusión de la Constitución, los grupos religiosos opuestos de manera más radical al artículo 68 jugaron su propio juego, vencieron, y se alistaron para empeños mayores. Finalizado ese proceso, eliminado el artículo de la Constitución, crearon su propia estructura, anunciaron que seguirían su propio camino, y reclamaron el reconocimiento de las autoridades, aduciendo que la institución ecuménica reconocida por el Estado como interlocutora no los representaba.

La discusión del código familiar les facilitó la coyuntura esperada. Aprovechando la oportunidad proporcionada por el intento de desviar la atención de modo que el penal pasara inadvertido, se sumaron a ello y mostraron estar listos para empeños mayores. No pasará mucho tiempo antes de que comencemos a ver las campañas contra la educación sexual y el aborto…, y las que seguirán.

Quienes se sirvieron de esos grupos no deberían ignorarlo: El paso final es la disputa del poder. Ya se lo han arrebatado a los sectores religiosos más consecuentes con la verdadera doctrina, la del amor a los semejantes, y no se detendrán. En varios países lo han logrado; el nuestro puede ser uno de los siguientes.

La nación cubana, cristiana en su formación, pero nacida laica como república, puede llegar a convertirse en una teocracia, abierta o solapada, si esos grupos continúan fortaleciéndose. Las condiciones de miseria material en que vive una parte importante de la población es el mejor caldo de cultivo para ello.

Quien piense que esto es exageración, pregúntese cuándo se vio en nuestro país cultos religiosos con guardias de seguridad. Al menos un video en redes sociales los mostró en pleno funcionamiento, con vestuario identificativo incluido.

Ciudadanía en Cuba: ¿un camino vedado?

Los cubanos no tenemos idea del verdadero concepto de ciudadanía; al menos, no lo conocemos en la práctica. Es algo que se aprende haciendo, y nosotros nunca llegamos a aprenderlo del todo. Un golpe militar nos arrebató la posibilidad hace unos setenta años, cuando estaba en proceso de formación, y nunca retomamos esa vía. La sustituimos por ideologías de diferentes signos, y por ellas nos guiamos hasta hoy.

En 2004 tuve el honor de traducir el premio Casa de ese año, Ciudadanía en Brasil. El largo camino, de José Murilo de Carvalho. Confieso que me asusté al leer la introducción: ¡Aquel historiador estaba hablándome de Cuba! Casi nada de lo que para él era ciudadanía lo veía yo en mi país. «¿Qué somos?», me preguntaba mientras leía.

Desde entonces, no ha habido momento en que no me haga la pregunta. Pero ninguna de las respuestas posibles es tranquilizante.

La discusión del proyecto de Constitución primero, y del código familiar después, son la más reciente afirmación de que los estamos lejos de ser ciudadanos.

En estos momentos lo somos menos que nunca.

Las extraordinarias carencias de lo más elemental para la mayoría de la población, que obligan a millones de personas a invertir sus escasas fuerzas y gran parte de su tiempo en la lucha por la supervivencia, han llevado a que el motor que mueve a muchos en su cotidianeidad no sean ideas abstractas como «democracia», «elecciones libres», «representación ciudadana», ni siquiera «derechos» o «libertad de prensa y expresión», sino las muy concretas de cómo hacer para que los niños lleven merienda a la escuela, o cómo garantizar hoy el plato de comida a la familia.

Nuestra «ciudadanía» actual, alguna vez en construcción, se ha transformado en una ciudadanía del consumo. Quiero vivir, quiero comer, quiero vestirme. Quiero consumir alguna vez lo que otros consumen todos los días en razón del parentesco o la posición, en un país de pregonada igualdad.

Códigos

(Foto: elTOQUE)

En tales circunstancias, había poco espacio para discernir qué objetivos se perseguían cuando se nos presentaba, con abundante visibilidad y despliegue propagandístico, un código tan moderno que parece hecho para un país nórdico, y a la par se deslizaban otros, entre ellos uno que insiste en mantener al país entre los más atrasados en derecho penal.

Cuando lo importarte es saber si levantándose uno de madrugada puede adquirir un poco de comida para alimentar a los hijos, no interesa cuál es el camino hacia la ciudadanía: Interesa la cola del pollo.

El antecedente constitucional

Con el proceso de discusión del código familiar se asistió a un extraño connubio entre los sectores más recalcitrantes de los dos polos principales de la confrontación política nacional. Uno pretendía hacer una demostración de fuerza; el otro, pasar por debajo del tapete un código que acaso podría llamarse «de la muerte» (como par del otro, llamado «del amor» por sus promotores).

Algunos lo afirmamos desde el principio: El contenido del código familiar nunca fue el principal objetivo de las campañas. Discursos, propaganda, discusiones o movilizaciones a favor o en contra, sumados a las carencias y miserias presentes en la cotidianidad del cubano, sirvieron para ocultar los verdaderos objetivos de unos y otros. Se repitió el experimento social realizado durante el proceso de discusión de la Constitución.

Si el artículo 68 no hubiera aparecido en el proyecto constitucional no hubiera ocurrido nada. Si solo hubiera declarado: «El Estado reconoce y protege a las familias, cualquiera que sea su forma de organización», como expresa la versión final, no hubieran existido las interminables discusiones que la redacción original provocó.

Pero entonces no se hubiera convertido en el gran distractor que fue.

Los grupos homofóbicos, dentro y fuera de las denominaciones religiosas, se lanzaron de inmediato contra el artículo. La atención se concentró en él. Elementos fundamentales para el ejercicio de la ciudadanía (reformas a la Constitución, libertad de prensa, de expresión, de manifestación pacífica, la concepción misma del Estado…) apenas fueron analizados. En las reuniones barriales casi no quedó espacio para algo que no fuera exponer criterios a favor o en contra del artículo 68, convertido en la estrella del momento.

(Cabría preguntarse a quién se le ocurre pensar que en una reunión barrial puede discutirse, con la seriedad y el detenimiento que el tema exige, un anteproyecto de Constitución con más de doscientos artículos, más incisos, y disposiciones especiales, transitorias y finales. La respuesta es obvia: Se le ocurrió a alguien no interesado en esa seriedad y ese detenimiento).

En mi criterio, la «derrota» del artículo 68 estaba pensada desde siempre. De otro modo no tiene explicación que, en un país donde tanto gobierno como opositores consideran hecho extraordinario la aparición de un cartel «disidente» en algún muro, donde la propaganda opositora es tenida como delito, y cualquier movilización contra una medida gubernamental es parada en seco de inmediato, las calles se vieran recorridas por grupos de opositores al artículo 68, en los centros religiosos se pronunciaran discursos en su contra audibles a cuadras de distancia, y en lugares públicos apareciera la consigna «Estoy por el diseño original», con el dibujo correspondiente.

Nadie fue molestado por los agentes del orden mientras realizaba tales labores de proselitismo contra el artículo 68. Si eso no se llama connivencia, no imagino qué otro nombre tendrá.

El artículo 68 no fue un «error táctico», como alguna vez oí afirmar. Cuanto sucedió alrededor de él era esperado. De otro modo no se explica por qué no se permitió la discusión del anteproyecto en espacios más apropiados que una calle, y en horarios que no compitieran con la telenovela de turno o la preparación de los hijos para dormir.

O por qué se impidió que los intelectuales expusieran sus puntos de vista en el seno de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y se acusara de elitistas a quienes insistieron en ello.

No, eso no fue error táctico: Fue una estrategia diseñada para obtener un objetivo preciso, para desviar la atención del contenido principal.

Quienes no estaban interesados en una discusión profunda obtuvieron el resultado esperado: Si bien la Constitución de 2019 es preferible a la de 1976, deja mucho que desear, y contiene elementos contrarios al concepto de Estado de derecho que proclama. En ese resultado fue fundamental el apoyo de los sectores ultraconservadores dentro de las denominaciones religiosas: Un verdadero matrimonio de conveniencia.

Algo similar al proceso constitucional, aunque no exactamente igual, lo vimos después, con la discusión del código familiar.

Códigos

El sigiloso andar de un código

En un artículo anterior, afirmaba: «…admitamos en teoría que democracia verdadera es la aplicada con el proyecto de Código de las Familias. Entonces, ¿por qué no vale para el Código Penal?».

Se afirma que los hechos son testarudos. Y los hechos son estos: Mientras la atención de la población andaba distraída en la asfixiante avalancha de propaganda acerca de las bondades del código familiar (la parte de la atención que le dejaba libre la lucha por buscar cómo sustentarse, desde luego), se le daba forma definitiva al proyecto de código penal que aprobaría, en la misma sesión, la Asamblea Nacional.

Según la propaganda oficial, el código penal fue sometido al análisis de jueces y abogados de toda la nación, fue científicamente concebido, y coloca al país en la avanzada jurídica mundial. Pero en ningún momento, ni por asomo, su texto fue hecho circular de mano en mano, ni se promocionó su discusión según el método «más democrático del mundo» aplicado con el código familiar. Mucho menos se llevó a referendo.

La propagada aseguraba que la discusión popular del código familiar contribuía a la educación jurídica de la población. Si eso era así con el «código del amor», ¿por qué no suponer que la discusión del código penal era un modo de educar a la población sobre lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer desde el punto de vista penal? Quién sabe cuántos delitos se podrían evitar con esa educación.

Pero lo que valía para un código no valía para el otro. En una de las contadísimas referencias a él en la televisión, en los últimos segundos de una transmisión dedicada al familiar, el presentador preguntó, bajando la voz, si no era contradictorio que un código se sometiera a consulta popular y el otro no. No había contradicción, fue la respuesta inmediata, pues un código es del amor, y el otro es el que lo respalda. La sonrisa satisfecha del presentador puso fin al programa. Todo estaba ensayado.

El código familiar es mediático, porque contribuye a que la gente conozca sus derechos; el penal no, porque es su respaldo. Usted, que no conoce el contenido, debe imaginar que es tan propio de países avanzados, tipo nórdico, como el familiar.

Pero no es real la supuesta modernidad. Cierto, se ha adecuado en parte a lo que es común en el mundo civilizado, y deja sin efecto elementos como la figura delictiva de «peligrosidad», propiciadora de abusos e injusticias. Pero no va mucho más allá; al contrario, endurece algunas penas y, como muchos hemos señalado, aumenta el número de delitos condenados a pena de muerte, la mayoría de ellos relacionados con la seguridad del Estado.

Unos pocos ejemplos:

Condenar a penas entre seis meses y un año de prisión por promover el abstencionismo, en un país donde no es obligatorio votar, además de absurdo, no tiene nada de moderno, y sí de preocupante, sobre todo porque por «promover» se puede entender cualquier cosa.

Eximir de responsabilidad penal a «quien comete el hecho delictivo al obrar en cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de su derecho, profesión, cargo u oficio» (artículo 27.1) no beneficia en nada a la posible víctima, por ejemplo, del disparo de un policía.

Y difícilmente se pueda considerar moderno un texto que alude al «deliberado uso abusivo de los derechos constitucionalmente reconocidos, con fines de subvertir el orden político, económico y social de la nación», otro absurdo que deja a los juzgadores un dilatado margen para la libre interpretación.

La pena de muerte es anticuada, retrógrada, y contraria a los derechos humanos y a los más elevados valores del humanismo. Para el cristianismo, es una violación de los mandamientos de su religión. El papa Francisco se ha pronunciado en ese sentido no hace mucho.

Pero nuestros diputados cristianos la aprobaron, al igual que los ateos.

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Tolerancia

Derechos y tolerancia para la convivencia armoniosa

por Manuel García Verdecia 18 octubre 2022
escrito por Manuel García Verdecia

Me alegra que numerosos compatriotas se beneficien con las disposiciones aprobadas en el Código de las Familias. Saber que muchos tendrán libertad para hacer vidas más plenas, sin rechazos ni impugnaciones por determinadas razones de elección personal, y que se busca respaldar a los más desprotegidos (niños, madres solteras y ancianos), es un asunto que cualquier persona sensible y libre de prejuicios debe celebrar.

Sé que hubo una alta cifra de decisiones de rechazo al acto plebiscitario. De hecho, según datos ofrecidos, los que no votaron, anularon boletas o respondieron «No», representaron el 54% del total de electores. Sin embargo, no creo que los votos desfavorables fueran mayoritariamente en contra de los derechos que obtienen esas personas.

Ando por las calles y escucho lo que hablan mis conciudadanos. Aunque un número de religiosos y otras personas se opusieran al matrimonio entre individuos de un mismo sexo, y otros ciudadanos rechazaran la modificación del concepto patria potestad, no fueron esas las razones más generalizadas. En un alto por ciento, el referéndum se utilizó para expresar desacuerdo con las arduas y precarias circunstancias por las que atraviesa el país, así como con la ineficacia de quienes lo dirigen para solventarlas.

Además, se consideró desmedidamente politizado desde la postura oficial un asunto cívico de todos, lo que se evidenció en que no les fueron conferidas similares posibilidades de argumentación y difusión a los que se inclinaban por el «No», algo que no es justamente democrático.  

Resulta obvio que no debía emplearse el referendo del Código como expediente para expresar descontento con asuntos de nuestra existencia cotidiana, pues no era eso lo que se sometía a consulta. No obstante, colocándonos en la posición de los que así reaccionaron, es cierto que no se han abierto otras vías legales para impugnar civilizadamente decisiones o actos considerados inconvenientes. Lo sucedido el 11-J desanimó a muchos en buscar, de acuerdo con lo estipulado por la Constitución, otras formas pacíficas de protesta.

Asimismo se esperaba una actitud crítica de quienes promovían la aprobación del Código en asuntos que nunca debieron ocurrir, pues algunos tenían que ver con derechos humanos básicos. Se aspiraba a que, cuando menos, fuera hecha una autocrítica pública —sino una disculpa—, por los desatinos cometidos contra homosexuales y religiosos, entre otros. Hay que recordar que no fueron precisamente los contrarrevolucionarios los que idearon la parametración, las UMAP y la inhabilitación de religiosos y homosexuales para distintas oportunidades de realización personal.

Tolerancia

La historia necesita del reconocimiento de los errores cometidos y su justa compensación para aligerar tensiones y apaciguar rencores, además de precaver su repetición. Esto hubiera proporcionado un mayor nivel de credibilidad a los proponentes del Código, pues no es fácil aceptar que los mismos que crearon aquellas limitaciones ahora estuvieran contra ellas.

Ahora bien, aprobado el Código, el mismo no deja de ser un elemento de contribución a una sociedad más inclusiva y diversa. Pero este, por sí solo, no garantiza la felicidad de las familias cubanas, hay otras condiciones imprescindibles.

Para crear, sostener y desarrollar una familia que viva con dignidad, se necesita que quienes la van a constituir puedan acceder más fácilmente a poseer una vivienda, que tengan un trabajo que les garantice la remuneración suficiente para cubrir sus necesidades vitales decorosamente; así como oportunidades de desarrollar otras aspiraciones humanas, como su vida espiritual, el empleo positivo de su ocio, digamos con vacaciones oportunas, o su posibilidad de creer y opinar de distintas maneras sin recibir rechazo; solo por mencionar algunas condiciones básicas.

Conseguir la funcionalidad y estabilidad de las familias es de primordial importancia en una sociedad con agudos problemas demográficos. De seguir con el muy elevado porciento de envejecimiento, la significativamente baja tasa de natalidad infantil anual y la cuantiosa emigración (sobre todo de jóvenes, la mayoría profesionales o con alta capacitación), en busca de mejores condiciones de vida, es difícil predecir cómo se va a desarrollar el país en un futuro inmediato y quiénes van a sostener aquellos que dependan de pensiones o asistencia social.

Se hace urgente un debate inclusivo para generar propuestas viables con el fin de mejorar el estado material y espiritual de las familias. Esto debe enfocarse en aspectos vitales para esa evolución hacia la existencia digna. Pienso que ello incluiría medidas para facilitar la construcción y mantenimiento de viviendas; fomentar el desarrollo de la agricultura con el fin de mejorar el acceso a una alimentación sana y asequible.

También sería necesario implementar acciones para equilibrar la relación entre niveles de ingresos y egresos de la población, principalmente, mediante el debido ajuste de precios con una cuantía de ganancia justa sobre los gastos de producción, así como el gradual paso a eliminar ventas en otras monedas y dar prioridad a la moneda nacional, lo cual también implicaría prevenciones firmes para detener y reducir la hiperinflación.

Tolerancia

Familia cubana cruza Río Bravo. (Foto: Captura de Video / Cubanos por el mundo)

Por último, se hace necesario destrabar impedimentos que pretenden más el control estatal sobre la actividad productiva y las ganancias, que estimular una producción acorde con las necesidades ciudadanas. De ese modo se facilitarían emprendimientos provechosos por individuos o grupos de ciudadanos, que a la vez que ayudan a mejorar el nivel de vida, mediante justos impuestos beneficien la solvencia del Estado.

Por una vez estoy de acuerdo con ciertos juicios de Michel Torres. En su artículo «El Código sí (es político)», publicado en el diario Granma el 24 de septiembre pasado, expresa: «Y ese proyecto está integrado de manera indisoluble con el ideal socialista que debemos defender: la misoginia, la homofobia, la discriminación y la intolerancia son valores contrarrevolucionarios».

Me parece correcto. Pero discriminación e intolerancia no pueden solo defenderse en asuntos religiosos o sexuales, es necesario también que se tengan en cuenta para la diversidad del pensamiento político. Criminalizar el pensamiento diferente, como es habitual en el programa que él conduce, solo lacera el desarrollo de la inteligencia de la sociedad.

La confrontación y el debate de ideas, por muy diversas que ellas sean, propicia la concepción de mejores opiniones y la consecución de consensos beneficiosos para todos, así como acciones para hacerlos realidad con mayor comprensión y compromiso por los implicados, pues se asumen como decisiones de las que hemos participado y, por tanto, nos hacen responsables. Solo desde el diálogo más amplio, sin discriminación ni intolerancia de ningún tipo, lograremos crear las condiciones necesarias para que las familias cubanas surjan, vivan en Cuba y lo hagan dignamente.

18 octubre 2022 16 comentarios 1,3K vistas
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Cuba dijo Si

Cuba dijo Sí… ¡no exactamente!

por Domingo Amuchastegui 13 octubre 2022
escrito por Domingo Amuchastegui

El anuncio proclamado por todos los medios oficiales en Cuba el lunes 26 de septiembre, trataba de destacar lo más posible la imagen de un rotundo SÍ a la consulta electoral del nuevo Código de Familia tras largos meses de preparación. Para ello presentaban dos cifras claves: un 67.87% votó SÍ (a favor) y un 33% NO (en contra). Con solo un 67.87% a favor parecía exagerado afirmar que Cuba había dicho SÍ.

Sería legítimo afirmar que una mayoría se había mostrado a favor, pero con el 33% en contra. Resultaba evidente la presencia de un rechazo por parte del tercio de los electores, cifra nada desdeñable.

Más importante aún era el hecho —soslayado por todos los medios oficiales— que de un electorado compuesto por 8 444 467, habían ejercido su derecho al voto 6 251 786, o lo que es lo mismo: el 74.01%. Esto significaba que casi el 26% se había abstenido de votar. ¿Cómo debía interpretarse este elevado porciento de abstención, sino como una importante tendencia en favor del rechazo o —como se decía en tiempos anteriores a1959— voto negativo?

Si estas son las cifras oficiales publicadas, un simple ejercicio de aritmética nos ofrece algo muy diferente al exitazo que nos quieren vender los medios gubernamentales. Sumemos el 33% de los votos en contra con el 25% de la abstención y ¿qué resultado nos ofrece? Ni más ni menos que el 58% del electorado cubano votó de forma negativa, entiéndase: EN CONTRA.

Y se pudiera agregar algo más: En este último año, 180 000 cubanos con derecho al voto abandonaron la Isla en dirección, en abrumadora mayoría, hacia EE.UU. ¿Cómo debe interpretarse esta última cifra? ¿Cómo votos a favor del SÍ o a favor del NO? Pudiéramos especular un poco más y preguntarnos: Si el gobierno cubano hubiera otorgado el derecho a votar a sus emigrados que conserven la ciudadanía —como hacen muchos otros países—, ¿cómo se habrían comportado los números?

Cuba dijo Si

No obstante, la cifra del 67.87% de los que emitieron su voto por SÍ no debe ser por ello subestimada; es una cifra importante para medir la legitimidad del proyecto propuesto, pero está muy lejos de servir como basamento para los titulares triunfalistas de: «Cuba dijo Sí»…

Los tiempos en que el gobierno cubano exhibía votaciones favorables por encima del 97% a sus diferentes proyectos han ido quedando atrás de manera irreversible. El último episodio —la votación en favor o en contra de la nueva Constitución— del 24 de febrero del 2019, mostró un 9% en contra y un 4% de abstención. Más importante aún fueron las elecciones generales de 2018, donde el voto en contra sobrepasó el 10% y la abstención estuvo por encima del 25%.

Entre esos ejercicios electorales y el de ahora por el Código de las Familias han mediado acontecimientos que agravaron sensiblemente la crisis del modelo económico a niveles nunca vistos con anterioridad. Algunos de esos acontecimientos son: el sostenido fracaso para promover una fase de rediseño integral y eventual recuperación, la multiplicación de las agresiones y sanciones de parte de EE.UU., el factor coyuntural representado por la pandemia y sus secuelas, y sumados todos ellos se llega al gran estallido social del pasado 11 de Julio  de 2021.

El gobierno continúa describiendo este escenario como «una situación compleja», caracterización que queda muy lejos de un retrato exacto de la realidad y su reflejo en los patrones de votación advertidos en el ejercicio del pasado 25 de septiembre. No es casual advertir cómo, en medio de tan tremenda crisis, se malgastaran meses y meses en la preparación de un Código de las Familias que bien podía esperar por un futuro más estable, luego de ser enfrentados y superados debidamente los desafíos reinantes.

Esta vez, al menos, el presidente Díaz-Canel tuvo que admitir públicamente que dada esa «situación compleja» era posible que muchos cubanos depositaran «un voto de castigo», aunque confiaba en una votación mayoritaria, que insistió en su carácter de referendo. Así ocurrió, pero en una medida que sobrepasó con creces la magnitud de ese «voto de castigo». Ciertamente, puede afirmarse que Cuba no dijo Sí; sólo una parte de ella lo hizo, en tanto una ligera mayoría lo hizo en contra (sumados los votos en contra y la abstención).

Ganó el Sí. Se ha hecho justicia. Aprobar el #CódigoDeLasFamilias es hacer justicia. Es saldar una deuda con varias generaciones de cubanas y cubanos, cuyos proyectos de familia llevan años esperando por esta Ley. A partir de hoy seremos una nación mejor. #ElAmorYaEsLey ❤️🇨🇺 pic.twitter.com/O5o0Hi2cm1

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) September 26, 2022

Por delante le queda al gobierno prepararse para las elecciones generales del 2024. Si la tendencia observada en los ejercicios electorales precedentes, y en este del 25 de septiembre, se mantiene y refuerza, el gobierno cubano se verá en una situación particularmente imprevisible y de elevadísimo costo en términos de credibilidad y legitimidad; una situación de consecuencias incalculables.

Por menos que esto muchos gobiernos en diversas latitudes pierden el derecho a continuar gobernando. Llegado ese caso, esperemos a ver qué hace la dirección del país ante una situación que ya desde los años noventa un miembro del Buró Político por aquellos años — Jorge Lezcano Pérez—, caracterizó como de tener «que gobernar en minoría». Dos años le quedan para superar la situación actual y recuperar legitimidad y respaldo. Será obra de un milagro.

13 octubre 2022 32 comentarios 2,K vistas
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Códigos

Códigos, referendos, economía y democracia

por Mauricio De Miranda Parrondo 5 octubre 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

El pasado 25 de septiembre, finalmente se aprobó mediante un referéndum el Código de las Familias en Cuba, que incluye el matrimonio igualitario, la diversidad sexual, la gestación subrogada y la adopción homoparental, entre otras cuestiones. La nueva norma recibió el respaldo del 66,87% de los votantes, que representó el 74,01% del padrón electoral. En cualquier país, tanto ese nivel de respaldo como la participación serían considerados muy favorables, pero en el caso de Cuba es el peor resultado de los ejercicios electorales desde 1976.

La campaña en favor del Código, desplegada por el gobierno y los medios oficiales, y por medios y grupos que apoyaban la medida aunque son críticos de la gestión gubernamental, encontró el rechazo de gran parte de los sectores religiosos y de una representación considerable de medios conservadores contrarios al sistema político cubano.

Este código es, sin duda, una norma positiva en el camino de crear condiciones para que se reconozcan los derechos de una parte de la población a construir familias diferentes a las consideradas «normales» en los patrones éticos de diversas orientaciones religiosas.

En mayo pasado, sin embargo, la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó por unanimidad, como es usual, un Código Penal tremendamente represivo, sobre todo en la penalización del activismo político opositor. Para este caso no hubo debate, y mucho menos una aprobación refrendataria. Es decir, para reconocer derechos a diversos sectores de la sociedad se requirió consultar a la población, pero para establecer como delitos lo que en otros países es un derecho, y endurecer las penas a los activistas políticos opositores, bastó el voto unánime de los diputados cubanos.

Si fueran coherentes, las autoridades podrían haber evitado el referéndum y aprobar el Código de las Familias con esa unanimidad que les caracteriza, de espaldas a la realidad diversa que es el país; o podrían someter a consulta popular el Código Penal. Pero es obvio que en este último caso no querían correr el riesgo de ser derrotados en lo que muy probablemente habría sido una consulta popular sobre su gestión.

Códigos

Las autoridades podrían haber evitado el referéndum y aprobar el Código de las Familias con esa unanimidad que les caracteriza, de espaldas a la realidad diversa que es el país. (Foto: Mireya Ojeda Cabrera / Radio Rebelde)

Mientras tanto, a la dura realidad cotidiana de los cubanos residentes en la isla, se unió el paso destructivo del huracán Ian, que causó devastación en la región más occidental del país, incluida la pérdida de vidas humanas y afectaciones a cosechas de tabaco de la región de Vuelta Abajo —uno de los pocos recursos exportables del país—, así como a otros productos agrícolas, destrucción de viviendas, y el colapso del sistema eléctrico nacional, ya golpeado por una gravísima crisis impuesta por las restricciones de combustible y por su obsolescencia tecnológica.

Todo esto ocurre en medio de una aguda escasez de alimentos y bienes de consumo esenciales, de la crisis crónica del sistema de transporte y, sobre todo, del hastío y la desesperanza, agravados por los sucesivos errores en la política económica adoptada por el gobierno y refrendada por la dirección del Partido, además del impacto negativo provocado por las sanciones económicas que mantienen las sucesivas administraciones estadounidenses sobre Cuba.

Como he expresado en otras ocasiones, las sanciones económicas estadounidenses solo podrán ser desmontadas por el Congreso de ese país. Sin embargo, es mucho lo que puede y debe hacerse en Cuba para salir de la profunda crisis estructural en la que está inmersa, agravada recientemente por los efectos de la pandemia del Covid-19, la destrucción de parte de la base de supertanqueros de Matanzas y ahora por el huracán Ian.

Particularmente, el colapso del sistema eléctrico ha tenido afectaciones gravísimas sobre la vida de la población. Muchas familias han perdido sus alimentos después de tres o cuatro días sin energía y todas sufren las inclemencias del agobiante calor. En consecuencia, en diversos lugares del país, especialmente en La Habana, se han producido protestas sociales, muchas de las cuales añaden al reclamo de la reconexión eléctrica, la crítica a la gestión gubernamental y también el grito de «LIBERTAD».

Aunque esta vez con un poco más de tacto que en el pasado estallido social del 11 de Julio, dadas las circunstancias inmediatas, las autoridades, incluyendo al presidente, siguen insistiendo en el carácter «contrarrevolucionario» y «mercenario» de muchos de los que protestan, aun cuando la mayor parte de ellos son personas desesperadas, que ya no pueden más porque están hartas de tantas vicisitudes en cada una de sus acciones cotidianas. Sin embargo, al igual que en aquella ocasión se han utilizado fuerzas militares y de policía vestidas de civil para reprimir a manifestantes.

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Represión a manifestantes en El Vedado. (Foto: America TV/ El autor)

En medio de las difíciles condiciones de vida de la mayor parte de la población, los medios de comunicación oficiales y los mecanismos de divulgación ideológica del Partido Comunista de Cuba (PCC) ofrecen sistemáticos partes de victoria, y no cejan en el empeño de mostrar un infundado triunfalismo, que desacredita no solo a la dirigencia del país sino al sistema político como un todo y pone en entredicho, entre una proporción cada vez más significativa de la población, categorías políticas como: «Revolución» y «Socialismo».

A pesar de las opiniones críticas de una serie de economistas y de las sugerencias de otros, la dirección del Partido y del gobierno han mantenido una política económica errática; han insistido en no abordar los problemas económicos en su integralidad; han fallado en la definición de la secuencia adecuada de las medidas, pretendiendo solucionar problemas de la esfera de la circulación sin realizar los cambios necesarios en la producción.

Asimismo, persisten en el mantenimiento a toda costa del modelo de administración centralizada y de la preeminencia de las empresas estatales, muchas de las cuales son ineficientes y le cuestan a toda la sociedad. 

En clara muestra de voluntarismo fijaron una tasa de cambio oficial del peso cubano lejana a las condiciones del mercado, apelaron al desacreditado expediente de los tipos de cambio múltiples sin el músculo necesario para influir en el mercado cambiario y, recientemente, afirmaron con soberbia que no se renunciaría al monopolio estatal del comercio exterior, a pesar de que la lógica racional sugiere liberalizar esta importante actividad económica para un país como Cuba con alta dependencia de sus relaciones económicas internacionales.

Esto ocurre porque el sistema político e institucional del país no solo lo permite, sino lo estimula. Es un sistema que asegura un poder totalitario e indiscutido por vías institucionales y legales, lo cual deja a la oposición, o a quienes cuestionen ese poder, únicamente con la alternativa de la protesta social, con el agravante de la persistente manipulación que se hace de los derechos ciudadanos.

Varios son los problemas que evidencian la ineficacia del sistema para satisfacer las necesidades de la sociedad, aunque sea muy eficaz para asegurar el carácter dominante de la burocracia en el poder. Sin pretender agotar el tema y consciente de que cada uno de ellos implica una reflexión aparte, listaré algunos de los principales:

1) a pesar de que el artículo 3 de la Constitución de 2019 establece la soberanía del pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado, no existen los mecanismos legales para que el pueblo pueda ejercer esa soberanía de forma efectiva;

2) el pueblo carece de la posibilidad de elegir directamente a sus gobernantes o de revocarlos mediante un ejercicio electoral;

3) el carácter de «fuerza dirigente de la sociedad y del Estado» que se otorga al PCC, permite a este colocarse por encima de la Constitución y de las leyes;

4) el carácter «socialista» del país —léase el sistema político totalitario que cada día es menos socialista en realidad— es «irreversible» según la  Carta Magna, con lo cual se obliga a las generaciones futuras a aceptar un sistema que para ellas puede resultar ajeno;

5) no existe un equilibrio de poderes independientes, con lo cual, en la práctica, tanto el sistema judicial, como el órgano legislativo y los entes de control se someten a las directrices del PCC e incluso al ministerio del Interior y la Seguridad del Estado; y

6) los derechos reconocidos en la Constitución no están reglamentados, lo que permite a la Seguridad del Estado, la Fiscalía y los Tribunales interpretarlos a discreción, convirtiéndolos en papel mojado.

Es hora de hacer y de sumar,ya sabemos que solo la unidad nos permitirá salir adelante.Las manos y el aliento de los jóvenes no faltará,como no falta la confianza en la Revolución que nunca nos abandona #FuerzaPinar #CubaViveYTrabaja #Cuba @DiazCanelB @UJCdeCuba @DrRobertoMOjeda pic.twitter.com/7HxS2JheAe

— Aylín Álvarez (@aylinalvarezG) September 30, 2022

Por estas razones es muy difícil que la crisis económica se solucione sin realizar una transformación fundamental del sistema político, afectado por una crisis de confianza que unida a la crisis económica están generando la mayor estampida migratoria de los últimos cuarenta años.

Los casos de China y Vietnam, en que se ha logrado una mayor prosperidad económica en el primero y un mejoramiento sustancial del nivel de vida en el segundo, manteniendo el carácter totalitario y anti-democrático de sus respectivos sistemas políticos, demuestran que para mantener la estabilidad política se requerían transformaciones económicas radicales orientadas hacia el mercado.

En ambos países, la población en general vive mucho mejor que hace cuarenta años. Para una parte considerable de las referidas sociedades, desde que se iniciaron las reformas el liderazgo político no solo ha sido garantía de ellas sino su principal impulsor. Nada de esto ha ocurrido en Cuba y ya ese modelo no resulta suficiente y tampoco deseable para una parte considerable de la ciudadanía.

Ante la grave crisis solo cabe una salida democrática. Es tiempo de aceptar las nuevas realidades políticas por duras que resulten para algunos. Entre ellas menciono:

1) en la actualidad el liderazgo del país cuenta con el menor nivel de respaldo ciudadano desde 1959;

2) el PCC, lejos de constituir una organización política de vanguardia y fuerza dirigente de la sociedad, va a remolque de los tiempos sin ofrecer alternativas viables para salir de la crisis y no ha sido capaz de exigir cuentas a su liderazgo por el incumplimiento de los Lineamientos aprobados en el VI y VII Congresos, y

3) el respaldo que recibió el Código de las Familias no es endosable al Partido y al Gobierno, sino que refleja el apoyo de gran parte de la sociedad que decidió defender derechos humanos que no estaban reconocidos legalmente, incluyendo los de algunas minorías.

¿Qué pasaría si se somete a plebiscito el mantenimiento del artículo 5 de la Constitución o el carácter único del PCC? ¿Qué pasaría si en una consulta popular se busca refrendar el carácter «irreversible» del sistema político cubano o la elección directa entre alternativas del presidente de la República y de los presidentes de los gobiernos provinciales y municipales?

¿Qué pasaría si se permite al pueblo decidir entre mantener el sistema electoral actual o la posibilidad de elegir directamente a los diputados entre candidatos que no necesiten ser autorizados por una comisión de candidatura? Las únicas respuestas válidas serían las de las urnas. Estas y otras muchas son cuestiones de urgencia nacional y deben ser abordadas tanto desde un punto de vista político como ético y moral.

5 octubre 2022 53 comentarios 1,9K vistas
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Derechos, cascabeles y espejos

Derechos, cascabeles y espejos

por José Manuel González Rubines 27 septiembre 2022
escrito por José Manuel González Rubines

Finalmente, ¡habemus Codex! Después de una de las campañas más agresivas que puedo recordar —sobresaturación se le llama en el argot de la comunicación—, el Código de las Familias ha sido aprobado. Como dice una de las muchas consignas que ha acompañado el proceso, ciertamente Cuba es hoy un país mejor.

Para muchos, esta es una de las pocas buenas noticias en materia política y jurídica de los últimos tiempos; para otros, tiene el tufo sulfuroso de los fogones del Averno. No obstante, más allá de las opiniones polarizadas y de las ganancias en materia de derechos que trae para los cubanos este texto, cuanto lo ha rodeado deja algunas lecturas que no debemos desatender.

1. Se ha llevado a referendo popular una ley inclusiva y justa, por tanto, se ha sometido a la opinión de las mayorías algo tan importante como que determinados grupos sociales deban o no tener derechos que hasta el momento les eran negados.

Sin embargo, un Código Penal que parece escrito por Hammurabi fue también aprobado sin que a la ciudadanía se le preguntara demasiado. En él se establece por ejemplo, la pena de muerte como castigo a veinticuatro figuras delictivas, casi todas relacionadas con crímenes contra la seguridad del Estado.

2. Entre los resultados de la votación en la Asamblea Nacional del Poder Popular y los del referendo del pasado domingo existen diferencias abrumadoras. Mientras en el máximo órgano de poder del Estado, donde supuestamente descansa la voluntad del pueblo, no hubo objeciones destacables, como es costumbre en ese monocromático foro, el referendo arrojó que solo el 46.6% de los ciudadanos con derecho al voto, lo hicieron por el Sí.

¿Dónde está la representación de ese millón 950 090 que votó No y cuya opinión no fue defendida en el legislativo por ninguno de los más de seiscientos diputados? ¿Por qué dos millones 195 681 ciudadanos decidieron no votar en un país donde tradicionalmente los índices de participación han sido altos? ¿Están representados en algún sitio —puesto que obviamente no es en la Asamblea Nacional— esos casi cuatro millones de personas?

Derechos, cascabeles y espejos

3. Por otro lado, más allá de lo referido a la representación, es llamativo que el 25% de los registrados para votar no acudiera a las urnas. La lectura común que se hace en casos como estos, que suceden en los procesos electorales de todo el mundo, es de desentendimiento, crítica negativa, incredulidad, falta de atracción, o desencanto. La no participación es una forma de participación en sí, del mismo modo que el silencio es una respuesta.

4. Igualmente muy sugerente ha resultado la campaña comunicacional desplegada por favor de las dos opciones. De un lado, el aparato estatal —incluidos medios que, según cuenta la leyenda, son públicos— en apoyo únicamente al Sí; por el otro, medios, organizaciones y perfiles en redes sociales llamando al No.

Sin embargo, lo que me ha parecido digno de resaltar es el hecho de que representantes de sectores históricamente oprimidos y que denuncian el autoritarismo y las prácticas excluyentes del Gobierno/Estado —miembros de la comunidad LGBTIQ+ o religiosos, por ejemplo—, asumieran posturas muy similares a las que critican.

Vi a personas tachar de ignorantes y mojigatos a quienes, haciendo uso de su derecho, votaban No; también a otros que, pretendiendo ofender, etiquetaban de homosexuales o pervertidos a quienes, ejerciendo el mismo derecho que los anteriores, votaban Sí. Ataques de esa naturaleza, más si vienen de personas que han sufrido discriminación, son una triste muestra de las carencias cívicas que tenemos. Democracia es escoger libremente entre opciones o incluso, decidir no participar.

Al margen de estas lecturas, queda una realidad: el nuevo Código de las Familias es la fachada de una casa que requiere ser (re) construida. Sus habitaciones abarcan realidades muy diferentes, por lo que la obra no es ni remotamente sencilla.

Por ejemplo, la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo no implica que de golpe se erradiquen los prejuicios contra la comunidad LGBTIQ+. Que la legalidad sirva de amparo es un paso de considerable importancia pero requiere el apoyo de un sistema educativo que instruya en el respeto a la diversidad —no solo de preferencias sexuales o identidad, sino también política, étnica, religiosa—, algo que evidentemente falta.

Ese sistema, que se debe a nuestros niños, adolescentes y jóvenes —protegidos por el Código—, ha recibido desde 2014 hasta 2021 como promedio solamente el 1% de las inversiones que se han realizado en el país, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). No extrañan entonces sus condiciones generalmente malas.

Derechos, cascabeles y espejos

(Fuente: ONEI)

Tampoco las de los hospitales a los que acudimos cuantos estamos al amparo de tan novedosa legislación, pues el sistema de salud pública y asistencia social ha recibido como promedio en el mismo período el 2% de las inversiones. Asimismo, no debe sorprender la falta de alimentos en muchas de las mesas de quienes votamos porque «el amor se hiciera ley», pues en agricultura, ganadería y silvicultura en similar lapsus se ha dejado aproximadamente un penoso 5.73% de lo gastado.

Si la preocupación por las familias y el deseo de resolver las situaciones que las perjudican es genuino, debería revisarse, además de la estructura de las inversiones que poco las benefician, la política de prohibir la entrada a Cuba a los médicos que abandonen sus misiones en el extranjero o a activistas que se oponen al Gobierno. También podrían implementarse medidas acertadas que frenen el éxodo que ha llevado a aproximadamente 180 mil cubanos a la frontera sur de Estados Unidos en más o menos un año, con la consecuente fractura de afectos que eso implica.

Por otro lado, es muy positivo que esté codificada la protección a los ancianos, pero, ¿es esta real y no solo en papeles si del casi un millón 700 mil pensionados, más de la mitad recibe la jubilación mínima, o sea 1 528 CUP que al cambio en el mercado negro (200 CUP por 1 USD) son unos míseros 7.64 USD? Intentar vivir durante un mes con esa cantidad de dinero, es estar tan protegidos como caminar desnudos bajo el sol del Sahara.

Con el salario medio, fuente de subsistencia de tantos núcleos familiares, sucede algo muy parecido. ¿Puede vivir al menos una persona —no se diga ya varias— con el salario medio de 3830 CUP (19.15 USD) al mes? No es necesaria una respuesta. Con tales pensiones y salarios es imposible que una familia pueda tener una cena digna o disfrute en sus vacaciones de los numerosos hoteles que se construyen por doquier y a los cuales les hemos (han) destinado desde 2014 hasta 2021 como promedio un desmesurado 32.35% del dinero de las arcas de la República.

La casa cuya fachada ha sido remozada con la aprobación del Código de las Familias tiene muchas más estancias que las mencionadas. La desatención, la crisis y los contextos adversos de los últimos años las han dañado casi hasta la ruina, en su mayoría. Esta ley que los cubanos nos hemos dado es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, que como a los nobles aborígenes que poblaban estas tierras, no nos entretengan demasiado el tintinear de los cascabeles y los rostros en los espejos.  

27 septiembre 2022 30 comentarios 2,5K vistas
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Visiones codigo familias

Visiones del Código de Familias III (+ Audio)

por Redacción 25 septiembre 2022
escrito por Redacción

El matrimonio igualitario es uno de los temas más debatidos dentro de este nuevo Código de las Familias como muestra de una latente percepción social heteronormativa y de la exigencia de derechos por parte de la comunidad LGBTIQ+ y sus aliados.

La opinión sobre los respectivos artículos ha eclipsado casi la totalidad de los cambios propuestas en el Código. Ello puede deberse a la fuerte campaña de las iglesias en desacuerdo, al tratamiento -en ocasiones monotemático- por parte de los medios de comunicación y al empleo de estos acápites como propaganda antigubernamental.

Si bien el proyecto fue aprobado por el Partido Comunista de Cuba puesto a debate, las leyes tienen un reflejo sobre las familias cubanas y no sobre la situación política actual.

En el tercer y último capítulo de Visiones del Nuevo Código de Familias presentamos un panorama opinativo con declaraciones a favor y en contra del proyecto basadas solo en los artículos sobre la comunidad LGBTIQ+.

Vale destacar que estas opiniones pueden influir en los resultados del referendo, pero no revierten la existencia de parejas homosexuales, de hecho, y/o núcleos monoparentales ya formados en Cuba, ni el respaldo legal que necesitan para consolidar su familia.

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25 septiembre 2022 11 comentarios 1,1K vistas
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