¿Reggaetón o postmodernismo underground?

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reggaeton

El reggaetón es una manifestación musical contemporánea que se ha manifestado de manera creciente en los últimos años. Emergió como expresión socio-cultural comunitaria urbana entre emigrados jamaiquinos llegados a Panamá, y tiene como antecedente al reggae.

En el Caribe se expresa en los sectores urbanos más desposeídos y marginados de las grandes ciudades, fundamentalmente los pobres, negros y latinos, residentes en esos espacios producto de procesos migratorios. Surge como un alegato contracultural que, sin romper u oponerse al sistema social y a la cultura oficial, se esfuerza por hallar un espacio que le permita a esos grupos sociales satisfacer la necesidad de reflejar su inconformidad con lo establecido.

Una vez identificado por la cultura hegemónica como manifestación socio-cultural ineludible, sobrevino el proceso de apropiación e inversión del significado del símbolo contracultural, anulando todo el poder de insubordinación que dio origen al reggaetón. Ello posibilitó además ponerlo en función de la maquinaria de la industria de producción y difusión, diseñada no solo para la elaboración de un hecho musical rentable sino como arma cultural para la dominación globalizadora.

Invertir el significado de manifestaciones contraculturales es algo que ha sucedido en la historia de la música popular desde que el arte se convirtió en mercancía, y ha quedado demostrado por ejemplo, desde su origen en el rock; evidenciado más recientemente en el hip hop y su variante el rap, y en otros tantos géneros nacidos en iguales circunstancias.

Cuba, como parte del mundo globalizado, debe asumir la responsabilidad, desde su contexto, de saber dar tratamiento adecuado a estos fenómenos culturales propios de la globalización postmoderna.

Divan, una nueva estrella de reggaetón, peinándose con spray mientras filma el video de “Por tu Amor” en la Habana Vieja. Foto: Lisette Poole/Wired

Un análisis justo para la evaluación de la apropiación del hecho musical reggaetón en la Isla y la propagación de su variante más obscena, el trap, debe partir del proceso social que devino tras el período especial, vivido desde la década de los noventa del pasado siglo y que trajo como consecuencia una crisis social en la cual, nos guste o no, se degradaron valores que otrora fueran representativos de la sociedad cubana. Dicha situación, amén de los esfuerzos realizados, no ha podido ser solventada y constituye coyuntura propicia para el desarrollo del género y su variante.

El reggaetón halló en Cuba su autorreconocimiento en los estratos más bajos de las urbes capitalinas, como expresión de una postmodernidad underground que identifica la forma de hacer y decir la música de estos sectores.

Se caracteriza, salvo honrosas excepciones, por la sublimación de la marginalidad en sus textos, la desideologización, y la discriminación, esencialmente del sexo femenino; aspectos que se evidencian en las reuniones espontáneas de las personas que lo consumen y disfrutan, en la letra de los números y en la cultura general de quienes lo cultivan y difunden.

Foto: Digital Sevilla

Un enfoque desde lo musical, que pocas veces se realiza, permite identificar características que reconocen a esta manifestación como un epígono popular del minimalismo, tendencia propia del postmodernismo. En tal sentido debe atenderse a la simplicidad en la explotación de los recursos y medios expresivos musicales que privilegia los motivos rítmicos; no obstante de precaria factura.

Por otra parte, la reiteración de patrones rítmicos que manifiesta no es ajena al acervo de la cultura cubana y caribeña, está presente en los parches agudos de la música de origen afro de nuestras raíces; utilizada en los rituales como medio para conducir a un estado de hipnosis. En su reconstrucción postmoderna comercial, esta particularidad se aplica como un procedimiento para lograr el estado de enajenación socialmente deseado.

De tal forma, se puede afirmar que hoy se consume un producto musical re- elaborado, cuyos orígenes han sido tergiversados. El problema no está en criticarlo, negarlo o prohibirlo, la cuestión está en analizarlo, buscar sus causales, asimilarlo y, desde lo nacional, insisto, tratar de trascenderlo como han hecho honrosas excepciones.

[María Victoria Oliver es Doctora en Ciencias Pedagógicas, musicóloga y, según Leo Brouwer, una de las mejores profesoras de guitarra de Cuba. Tiene varios libros publicados y se desempeña en la Escuela de Música de Matanzas]

7 comentarios

Alexei 19 marzo 2019 - 9:01 AM

Felicito, reiter a LJC por publicar este brevísimo ensayo que no demoniza ni mitifica al reguetón. Un texto serio que debería motivar otros análisis.

Estoy intentando buscar la ponencia sobre el reguetón que dos investigadores cubanos enviaron a LASA 2018.

He compartido el texto de Ariel Díaz (no sé si es el trovador) entre colegas del campo de la sociología y los estudios culturales, y se sorprendieron del elitismo y los prujuicios presentes en una parte de la intelectualidad cubana.

Mientras que aquí los géneros musicales urbanos, el grafiti, los pregones, son considerados manifestaciones de la cultura popular, formas expresivas de las personas más humildes, y por eso son objeto de investigación en universidades y centros de estudio, en Cuba, lo que más se ve son textos demonizadores y poco fundamentados.

Armando G Muñoz 19 marzo 2019 - 9:49 AM

Prohibir lo que va en contra de lo establecido por quienes gobiernan ha sido política del estado cubano, en su momento la música en inglés se prohibió por estar considerada diversionismo o penetracion ideológica, quizás algunos no lo crean u otros lo olvidaron.
en el máximo del apogeo de la nueva trova en la radio y tv cubana no se daba divulgación al son, era cultura popular y no era consecuente con el modelo social de la nación, artistas reconocidos mundialmente se dejaron de escuchar por decisión del aparato burocrático del MINCULTURA, Feliciano, Julio Iglesias, Camilo Sexto, hasta oscar de leon, y muchos otros.
De los cubanos de la otra orilla, mejor no hablar, ningún artista cubano que emigró de la isla se volvió a escuchar, desaparecieron en un agujero negro, solo por salir del país, por no estar de acuerdo con el rumbo tomado por la revolución.
Ahora le toca el turno al regueton, prohibirlo lo hará más deseado, no lo olviden, lo prohibido tiene un mejor sabor.
Cosas que pasan en el pais de la ciguaralla.

Alexei 19 marzo 2019 - 11:25 AM

El arraigo popular frustra los intentos de prohibición promovidos por cualquier gobierno. La prueba en Cuba es el juego de la bolita, las vallas de gallos, el bingo, etc.

Armando 19 marzo 2019 - 2:57 PM

Prohibir tiene sus cosas,pero hay canciones de reguetón que no deberían tocarce en espacios públicos;ahora quiero compartir un recurdo,hace unas horas escuchaba una grabación de Nocturno,aquel programa radial que tanto escuchábamos los jovenes por los 70,hay que reconocer que teníamos algunas carencias,pero por lo menos en mi entorno éramos muy felices escuchando estos programas,tengo que reconocer que se me salieron las lágrimas.

Andrés 19 marzo 2019 - 4:58 PM

Excelente análisis Dra. Coincido con usted en el hecho de que el poder contracultural de este y otros muchos géneros de periferia ha sido tradicionalmente desvirtuado, o convertido en mero simulacro, por el establishment comercial.

También coincido en que el ritmo repetitivo es elemento fundamental de muchas rítmicas africanas, de tanto arraigo en Cuba y el Caribe, y es clave en el delicioso estado de trance que experimenta el bailador. Es intencional, y no necesariamente símbolo de monotonía. Funciona de la misma manera en otros géneros contemporáneos.

Muy de acuerdo con su conclusión sobre la necesidad de entender causas y trascenderlas desde nuestras propias particularidades. Pero también soy del criterio de que deberá ser necesariamente un proceso de co-evolución. Opino que aún trascendiendo elementos tergiversadores, la propia naturaleza trasgresora del género encontrará serias resistencias en el seno de nuestra sociedad. Creo que es importante ahondar en la multi-dimensionalidad de las causas de todo esto y en la interdependencia, a veces conflictiva, entre las mismas.

De vez en cuando me viene a la mente un pasaje de una de las últimas entrevistas que concediera Wilfredo Lam, donde este dice que, al regresar a Cuba en 1941, después de casi dos décadas de ausencia, se encontró un panorama de opresión y racismo que había degradado la cultura de origen africano para ajustarla a las demandas de la frivolidad turística. De ahí surgió la determinación de representar una africanidad que nada tuviera que ver con la “pseudo-música cubana para clubes nocturnos”. Según sus propias palabras, se negó rotundamente “a pintar cha-cha-chá”. De esta convicción surgió “La jungla”, que tan bien nos representa en el mundo, aún después de tanto tiempo. Sin embargo, ahí está el cha-cha-chá también.

Creo que su artículo da un excelente punto de partida para profundizar en estos asuntos.

Manuel* 20 marzo 2019 - 6:10 PM

Una manifestación … que se ha manifestado.

Hay que cuidar esa redacción.

Ariel Díaz 21 marzo 2019 - 3:57 PM

Interesante y necesario punto de vista, aunque no coincido con todo. Sigo pensando que una cosa es minimalismo y otra muy diferente pobreza musical y estética. Buen análisis de las razones por las cuales prendió en Cuba, siempre hice hincapié en eso. Felicidades y gracias.

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