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Género

Investigación social desde una perspectiva no androcéntrica y enfocada hacia la igualdad de género/entre los géneros

lucha

Las luchas por las reivindicaciones

por Gabriela Mejías Gispert 26 noviembre 2019
escrito por Gabriela Mejías Gispert

Recientemente circuló por las redes sociales una foto de Mon Laferte en la alfombra roja de los Latin Grammy en un gesto de lucha. La artista y cantante, denunció la violencia en escalada que viene aconteciendo en su país, desde hace varias semanas. También lo hicieron Álex Anwandter, cantante chileno, quien posó con una pancarta ante las cámaras. Dos deportistas de distintas disciplinas, de igual nacionalidad, aprovecharon el podio al recibir las medallas para patentar el mismo reclamo: Cubrieron sus ojos para la foto oficial, pidiendo justicia por las personas que los han perdido a causa de las balas y los gases lacrimógenos. Similar gesto se repite en las fotos de diversos artistas, que han utilizado sus cuentas personales para difundir una verdad a voces que los medios manipulan.
“Nos matan, violan y torturan” fueron las palabras escritas por la cantante; las mismas que se observan en la bandera que levantaron los deportistas y en la pancarta de Alex. Sin embargo poco se conocen del resto de las imágenes de las que les hablo. La foto de Mon Laferte acaparó los titulares y ninguno ​hacía​ énfasis en las palabras más fuertes que gritó la artista sin abrir la boca: matan, torturan, violan.
No fue casual la elección del lugar “El plan era precisamente hacer una denuncia pública en un lugar donde podía llamar muchísimo la atención”, confiesa a Europa Press. No solo los medios movieron el foco de atención. Laferte recibió todo tipo de reacciones es sus redes. Su protesta cosechó expresiones de orgullo, admiración y otras tantas de rechazo. Lo cierto es que la doble moral alrededor de las denuncias de la cantante generó muchas interrogantes en las cuales pensar.
¿Qué enoja de las demandas de Mon Laferte, sus pechos o las violaciones de los derechos humanos en Chile?
Sin proponérselo la cantante puso sobre su cuerpo muchas verdades, que traspasaron las palabras usadas. El cuerpo de la mujer como merchandising no ofende, las transparencias en los vestidos con poses “sensuales” no interpelan a nadie. Pero sobre el cuerpo de una mujer, que no es usado como objeto de deseo, muchos se opina.
El largo del vestido o la decisión de ser madre aún están en disputa. Chile no tiene ley aborto legal, gratuito y mucho menos seguro. El pañuelo en su cuello es también uno de los reclamos de las mujeres chilenas que hoy se encuentran en las calles. Un pañuelo alzado por todas las que han muerto a causa de abortos clandestinos o cumplido condena por no querer ser madres. ¿No constituye esto una violación de derechos?
El cuerpo de la mujer ha sido territorio de disputa históricamente. No solo cuando señalamos los cánones que apuntan a moldearlo; sino también en su forma más burda y grotesca. Violentar el cuerpo de las mujeres de los soldados en antiguas guerras, constituía una forma de demostrar poderío, intervención, dominio.
Al decir de Rita Segato, el cuerpo de la mujer es el bastidor o soporte en que se​ escribe la derrota moral del enemigo​.
Por otro lado, cosificar a un contrario es la única forma subjetiva de perder contacto con la condición humana que evita la violencia. El lenguaje en su papel de mediador deshumaniza y el violentado se vuelve objeto amenazador, de una verdad que se cree con derecho a salvaguardar.
En las disputas de la actualidad, la desnudez forzada, las laceraciones y las violaciones a las mujeres poseen una intencionalidad, que va más allá del conflicto político. Las mujeres poseen la carga doblemente significativa ante la violencia en un conflicto y su cuerpo constituye otra “verdad”, que se siente amenazada ante la disputa política.
Mon Laferte, mostró su torso desnudo como analogía de varios territorios en disputa. Su cuerpo chileno, de mujer, sin más adorno que un pañuelo verde y las palabras que sangran tanto Chile como las mujeres chilenas violadas.

26 noviembre 2019 31 comentarios 771 vistas
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desmontando

Desmontando mitos

por Gabriela Mejías Gispert 18 octubre 2019
escrito por Gabriela Mejías Gispert

Recientemente me han acusado de promover la ideología de género dentro de mis textos y por ende en la Revolución. Nuestra revista abre una puerta al debate, por tanto, me siento en la obligación de comenzar desmontando ciertos mitos y aclarar ciertos conceptos para que ese debate tenga una base coherente.

La ideología, desde la filosofía, sería el estudio de las ideas. Podemos decir que constituye un sistema de ellas, que crean una visión del mundo y una moral social particular.

Desde las ciencias sociales, se reconoce la ideología como un sistema de ideas y valores de la clase dominante, así como al discurso destinado a legitimar y mantener dicho dominio. En particular imponiéndose a sí mismo como discurso de la verdad.

Por otro lado, género es un término específico de las ciencias sociales: alude al conjunto de características diferentes que cada sociedad asigna a hombres y mujeres.

Entonces; ideología de género más allá de un argumento sexista, constituye una incongruencia.

En la década de los 70, comienzan a instaurarse formalmente dentro de la academia “Los estudios de género”. Se realizan publicaciones desde diversas universidades que abordan el término como una herramienta analítica. En los años ochenta el vocablo se vuelve de uso corriente; al punto de utilizar sexo o género indistintamente, incluso en el lenguaje coloquial.

A este panorama se suma la inclusión de la categoría “género” en las Conferencias Internacionales a favor de los derechos de las mujeres. En la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD) conocida como “El Cairo 1994”, se define por primera vez el reconocimiento internacional del derecho a la “planificación familiar”. Su Programa de Acción exhorta a los gobiernos a considerar que los abortos en condiciones de riesgo, son una causa importante de mortalidad materna.

Posteriormente, en la IV Conferencia Internacional de la Mujer de las Naciones Unidas –realizada en Beijing en 1995— se reconocen los derechos reproductivos vinculados con la salud de las mujeres.

Sectores conservadores intentaron modificar la inclusión del término, generando “estudios” sobre cómo estos acercamientos, denominados “feminismos radicales”, rompían con el orden natural de la sociedad.

Esta concepción de “inminente peligro” comienza a ser patente en 2004, cuando el Pontificio Consejo para la Familia escribió una carta a los Obispos de la Iglesia Católica, resaltando el potencial del “género” en la destrucción de los valores femeninos importantes para la iglesia, refutando la distinción natural y jerarquía entre los hombre y las mujeres, en los cuales se basa la familia y la vida social.

Desde entonces ha tomado popularidad entre los defensores del orden “natural y/o “religioso” de la vida. “La ideología de género” se esgrime como una estrategia de comunicación y persuasión. Una amenaza fantasmal donde depositar todos los argumentos conservadores, sin poner al descubierto construcciones patriarcales que ya no son bien vistas.

Estos sectores, generalmente de derecha, han colocado la mal llamada “ideología de género” como caballo de Troya, a punto de romper lo considerado “normal” y aceptable dentro del orden social. La posibilidad de concebir el género como una construcción cultural, la cual puede ser diferente del sexo asignado al nacer, hizo poner los pelos de punta a muchos.

Como afirmara la senadora colombiana Claudia López: “La ideología de género no existe en la ciencia o en la academia; pero si en el lenguaje y en la política”.

Este término ha tomado cierto auge en nuestro país a partir de un creciente pensamiento entorno a la construcción de género. Más notoriamente durante el referéndum constitucional que planteaba la necesidad de otorgar los mismos derechos a todas las personas.

¿Qué abarca entonces este invento llamado “ideología de género”?

  1. Las teorías feministas: cuyo objetivo radica en la comprensión de las desigualdades y la opresión histórica de las mujeres, dentro del orden eminentemente patriarcal.
  2. Los estudios de género; que centran su atención en los procesos de construcción social de la identidades femeninas y masculinas, así como los estudios sobre las personas Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Intersexuales y Queers (LGTBIQ).
  3. Movimientos feministas; que abogan porque las mujeres posean las mismas oportunidades y derechos que los hombres, en el marco de una sociedad menos sexista y más igualitaria.
  4. Los movimientos por los derechos de las personas LGTBIQ; en busca del reconocimiento pleno de sus derechos humanos y el derecho a la dignidad.

Se han visibilizado en las últimas décadas durante manifestaciones, como argumento en contra de los derechos humanos, la educación sexual y el aborto no punible. En países donde existe un movimiento feminista y LGTBIQ visibles, esta consigna polula entre algunos medios, miembros de la iglesia y sectores conservadores de la política. La ideología de género solo existe en los carteles de los antiderechos.

Si miramos detenidamente, la teoría de género no posee nada diabólico ni adoctrinador. Aboga por una sociedad más equitativa donde sean respetadas las individualidades, los derechos humanos y la dignidad.

Aquellos que temen a una sociedad más igualitaria, se encuentran más cercanos a un derechista y homófobo como Agustín Laje Arrigoni o Jair Bolsonaro, que a Nuestra Revolución. No seamos eco de manuscritos sin fundamentos.

18 octubre 2019 48 comentarios 822 vistas
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sexista

Por un periodismo no sexista

por Gabriela Mejías Gispert 7 octubre 2019
escrito por Gabriela Mejías Gispert

Si afirmara que la función de lxs periodistas es recoger información, procesarla y encuadrarla en un contexto; luego difundirla a través de cualquier medio escrito, oral, visual o gráfico; seguramente tendríamos una larga lista de debate, sobre lo reduccionista que resulta el concepto.

Si leemos dicha definición de la Real Academia Española (RAE) quedamos recalculando como GPS que perdió el rumbo: no nos basta, pero lo dice la RAE. Las instituciones y los medios de comunicación tienen para la ciudadanía carácter verídico; no en vano algunxs autorxs consideran a estos últimos el cuarto poder (junto con el legislativo, jurídico y ejecutivo).

Independiente a la vertiginosa rapidez con que se consigue información en la actualidad, la prensa sigue teniendo una importancia fundamental. Se suele creer a lxs periodistas por encima de cualquier otra persona de los medios de comunicación, mucho más si hablamos de un periódico oficial con trayectoria reconocida.

La prensa se modificó, así como lo que buscamos en ella. Un diario de prestigio puede tanto convencernos de que alguien es un buen candidato a presidente, como crear una imagen de inseguridad del lugar donde vivimos. Por ende, resulta imprescindible que lxs periodistas posean una determinada ética; actitud cada vez más maleable en el mundo hoy.

Podemos decir que a través de los distintos soportes deviene en una especie de vocerxs, profetas, educadorxs, conciliadorxs, analistas y creadorxs de opinión, según sea el caso. Contrayendo un compromiso implícito con el conjunto de la sociedad.

En el afán de abordar de forma llamativa un hecho que se cree noticioso, muchxs periodistas –con o sin intención— reflejan y/o reproducen la discriminación por motivos de género.

Recientemente producto de una pelea entre los jugadores de béisbol de Industriales y Holguín, el periódico Trabajadores utilizó la siguiente frase:

«La pelota nunca será un juego de señoritas porque hay roce, deslizamientos de base, pelotazos de desquite y hasta alguna que otra palabrota desafiante cuando la tensión del juego lo merece…»

Dejando en un paréntesis el mensaje subliminal que contiene: la legitimación de un poco de violencia «merecida» a un juego que debería ser de goce y el análisis de la necesidad falocentrista de medirse «la fuerza» de los jugadores; leer la noticia resulta mínimamente paradójica.

Una nota que pretendía denunciar la violencia termina reproduciendo un mensaje cargado de estereotipos, haciendo uso de una discriminación positiva hacia las mujeres. Mensaje que se desliza de una crianza sobre la base de frases machistas: las mujeres no saben nada de pelota, las mujeres son delicadas, las niñas no dicen malas palabras, eso de estar tirándose en el piso y ensuciando no es cosa de niñas…

Un mensaje subliminal que queda plasmado en la sociedad, reproduciendo conductas machistas sin darse cuenta. La oración donde dice «señoritas» fue modificada por las reacciones de lxs lectorxs.

La misma situación se ha reiterado en otros medios: Radio cadena Agramonte intentando resaltar a un equipo femenino de béisbol que participaría en los panamericanos, no supo cómo dibujarnos de otra manera: Una mujer que parada en la base se pinta los labios. Mientras, el catcher y el árbitro la miran con una mezcla de asombro y desaprobación, está demorando el juego.

La subdirectora del Semanario Girón tuvo que disculparse ante un reclamo del CENESEX, por una caricatura que colocaba la orientación sexual de Luis Almagro, como motivo fundamental de su posición política.

Algo similar pasa cuando vemos las noticias en los diarios. Un paneo de cada página nos muestra como las imágenes elegidas responden a un encasillamiento estereotipado de roles. Si las noticias hablan sobre el hogar, la educación o la salud de infantes, aparecen mujeres solamente. Cuando se tocan temas sobre los juegos de ollas por núcleo familiar, muchos de los discursos apuntaban a la gran ayuda que esto supondría para las féminas, entre otros muchos ejemplos.

Se vuelve patente la necesidad de un periodismo no sexista y con perspectiva de género.

Se espera que determinados medios continúen teniendo la esencia de una búsqueda de la verdad, plasmando de manera objetiva y además que logre satisfacer la necesidad de mantenernos informadxs. Es necesario preservar el posicionamiento honesto y neutral por encima de la subjetividad de quien redacta la noticia para nuestro consumo.

La poeta y crítica feminista Adrienne Rich decía: «Objetividad es el nombre que se da en la sociedad patriarcal a la subjetividad masculina».

Generar una prensa que sea capaz de evidenciar cómo se ven representadxs todxs en una noticia, que logre salir de la objetividad patriarcal para comunicar de manera más inclusiva, debe reflejarse en nuestra prensa. Tener en cuenta al conjunto de la población al enviar un mensaje, constituye uno de los compromisos fundamentales de cada periodista.

7 octubre 2019 13 comentarios 488 vistas
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protagonista

Protagonistas a secas

por Gabriela Mejías Gispert 6 septiembre 2019
escrito por Gabriela Mejías Gispert

El pasado 23 de agosto se cumplió 59 años de creada de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Las redes se hicieron eco de la celebración, bien merecida, por su “natalicio” y transformaciones, mucho más profundas de lo que expresan los elogios sobre la magnitud de su labor: “Madres de cuba, aguerridas, luchadoras incansables, mambisas, rebeldes, continuadoras de la obra de Mariana y Vilma…”

Las mujeres cubanas quedamos ancladas en esos adjetivos, que han sido utilizados desde antaño para calificarnos, entrelazando las luchas de las féminas con la Revolución, moldeando la organización, sujetándola del brazo como si necesitara de guía constante para saber en qué sentido debe continuar. No seamos reduccionistas, somos eso y mucho más.

Quizás la frase más ilustrativa y controversial sobre la FMC sea llamarnos “protagonistas de la obra revolucionaria que les emancipó…”

El lenguaje construye realidades, proporciona sentidos, lógica y construye una verdad. Nuestra verdad ha sido construida a través del discurso revolucionario, del cual somos protagonistas sí; porque la generamos mano a mano, no porque nos emancipó.

La FMC en su conformación aglutina diversas organizaciones feministas ya existentes, que quedaron en una tangente de la historia, donde solo resaltan algunas de las muchas mujeres que fueron protagonistas de los derechos que hoy gozamos.

El Frente Cívico de Mujeres Martianas encarnado en Carmen Castro Porta, Aida Pelayo, Olga Ramos, Maruja Iglesias, etc. utilizaban el ideario martiano como parte de su programa político, participando en gran parte de las acciones políticas de los años 50, materializando la organización femenina del M-26-7. Otro grupo fundamental lo conformaban Las Mujeres Opositoras Unidas entre las que se encontraban Martha Fraide, Clementina Serra, Esther Noriega, Zoila Lapique y muchas otras.

De ambos grupos surgieron mujeres que compondrían el posterior pelotón femenino de la Sierra Maestra “Mariana Grajales”. También se fusionaron en la conformación de la FMC como frente único, las campesinas de la Unidad Femenina Revolucionaria, las militantes de la Columna Agraria, los Grupos de Mujeres Humanistas y otras organizaciones; dando paso a que en noviembre de 1959 una delegación compuesta por ochenta y una delegadas, encabezada por Vilma Espín fueran recibidas con honores en el I Congreso Latinoamericano de Mujeres, celebrado en Chile.

Analizar el papel desempeñado por las mujeres en nuestra revolución resulta paradójico. Los logros alcanzados hasta la fecha son una muestra fehaciente de lo conseguido en el ámbito político, generando un empoderamiento significativo, aunque no suficiente, en materia de estructura social.

Como organización de masas que representa los intereses de la mujer ha trabajado en pos de lograr una igualdad sustantiva desde sus inicios. Son innegables los progresos en materia de paridad, la autonomía generada por la incorporación masiva al trabajo en todos los sectores, la posibilidad de decidir sobre la maternidad teniendo los medios seguros al alcance, la orientación en materia de cuidados anticonceptivos, la educación universitaria y la representatividad en los órganos de decisión del Estado.

Contradictoriamente esto no sucede en los ámbitos privados donde la mujer sigue teniendo las mayores responsabilidades en el cuidado de infantes, adultos mayores y la responsabilidad de “atender la casa” lo cual supone una doble jornada no reconocida, ni remunerada en el caso de las amas de casa. Además, la violencia doméstica y a nivel familiar es uno de los grandes retos por conquistar aún.

¿Cómo se explica que la FMC, con tanta participación en los ámbitos de decisión, haya sufrido tal estancamiento (sobre todo posterior a los años 90) luego de haber propiciado en tiempo record, disímiles políticas públicas que colocaron a la mujer cubana en el status que hoy posee?

Para ser consecuentes, en necesario decir que el modelo socialista nos permitió asentar las bases de luchas de muchos años anteriores, profundizarlas en tiempos cortos; pero también restringió el debate.

Somos parte fundamental de esta revolución sin embargo haber quedado sujetas a ella como si fuese un ente y no un proceso, como un apéndice inamovible, anquilosó el pensamiento provocando lo que lastimosamente vimos reflejado en el último congreso de la Federación de Mujeres Cubanas: muchas consignas, reproducción de esquemas, mujeres dando “el paso al frente” ante los cambios por venir y poco debate acerca de las cubanas de este siglo.

Podemos decir entonces: de nada sirve que seamos pares en un sistema legislativo, si no tenemos voz propia. De esta forma dicha paridad continuará siendo formal y jamás llegará a ser sustantiva.

La visión homogeneizadora con que se pretendía construir “La Revolución”, llevó a pensar por mucho tiempo que no se debían discutir problemáticas particulares de las minorías, pues esto propiciaba la discriminación. De esta forma no se tienen en Cuba cifras precisas sobre ciertas cuestiones como el racismo, los femicidios no se encuentran tipificados y no es hasta el 2016 que se realiza una Encuesta Nacional de Igualdad de Género (ENIG).

La falta de puesta en actualidad de la organización, ha costado que si bien gran parte de las mujeres somos afiliadas, la incidencia social de las mismas ha ido mermando con los años. La desactualización en temas de género, las propuestas de superación en torno a tareas del hogar como corte y costura, maternidad, cuidado de la familia, entre otras; han alejado los debates de las condiciones actuales que viven las mujeres cubanas.

Fue notorio un cambio luego de la conferencia de Beijing en 1995. Se han gestionado nuevas políticas públicas con el objetivo de traer una discusión más contextualizada. Los cursos, capacitaciones, campañas e investigaciones aún son reducidas, pero es posible palpar una nueva forma de sacudir la organización social y en especial la vida privada de las mujeres cubanas.

Poco de todo esto sabe la mayoría de las federadas, reciben los derechos y los deberes venidos “de arriba” de esta forma quedan ajenas a la organización de la cual no se sienten parte activa. Buscar un trabajo conjunto que rompa con la verticalización de las políticas públicas que desarrolla la FMC parece imperante. Teniendo como premisa los derechos y deberes consolidados, comenzar a abordarlas “de abajo hacia arriba” incorporando a las mujeres de la organización (que somos todas) no solo como objeto de las mismas, sino como creadoras al unísono, será la única forma de revivir la FMC.

6 septiembre 2019 1 comentario 599 vistas
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modos

Los viejos modos

por Gabriela Mejías Gispert 18 agosto 2019
escrito por Gabriela Mejías Gispert

Evoluciona es un proyecto nacional que aboga por la visibilización del acoso como parte de una cultura de privilegios machistas. Esta y otras campañas comienzan a hacerse eco de un sentimiento social que viene surgiendo hace unos años.

Creo que muchos factores ayudaron a este paulatino y aún incipiente actuar: Organizaciones no gubernamentales; las acciones del Cenesex; una reforma constitucional que permitió discutir y traer a la esfera pública tanto convicciones como falencias; un presidente al que también respetamos y sentimos cercano; la capacidad y madurez de proponer un proyecto de país sin el temor de decepcionar a quien nos dio la posibilidad de hacer revolución; una asamblea donde con un gran porciento de sus miembros podemos cruzarnos en la cola del Coopelia o sirviéndose una bebida en un bar.

Jóvenes no tan clonados, que expresan una sociedad diversa, multicolor, étnica: cubana. Intelectuales sintiendo que quizás hay líneas divisorias que comienzan a desdibujarse.

Sobre los cimientos de un desarrollo se desparraman las búsquedas de un país que busca identificarse; sin miedo a contaminarse con preguntas que rompan la sacralización de pensamientos amurallados necesitados de solidez histórica; dando espacio a una actividad política menos rígida.

La apertura de las redes sociales son en gran parte el salvoconducto de esta expresión que desde hace un tiempo venía gestándose. Posibilitando el diálogo con una dinámica más certera, sin privaciones de espacio o tiempo la sociedad civil se reencuentra en la confluencia de sentires y pensares.

La conga pacífica de la comunidad LGTBIQ+; voces de proteccionista de animales en busca de una ley; movimiento de mujeres desmembrando los silencios patriarcales anquilosados en la vida privada y la cotidianidad. Demandas, proyecciones de una sociedad que quiere como dijera Silvio Rodríguez “suprimir la R de revolución”.

Proyectos de cantautores, fotógrafos, deportistas, escritores, cineastas, periodistas, dan cuenta de que comienza a palparse una movilidad que apuesta por defender la versión de un país al cual pertenecemos.

Un archipiélago en crescendo, que pugna por transformar esa “inflación ideológica” de los años sesenta donde era preciso responder a una amenaza de disolución y atomizar la sociedad. No estamos en la necesidad de abogar a una totalidad utópica, cuando lo que nos vuelve genuinos es la diversidad dentro del entramado social.

Los detractores de siempre encontraron en la apertura una vía para insertar un poquito de su bilis como un continuo, pero ahora con otro camino de llegar. A estos ya les conocemos, sabemos cómo tratarles y no son los más peligrosos.

El presidente Miguel Díaz-Canel abanderado de continuidad, muestra una dirección como carta abierta a construir sin perder principios ni convicciones; lo que está claro es que no todos comprenden igual a qué se refiere. Ha repetido en disímiles ocasiones la necesidad de romper con nuestro “bloqueo interno” que incita a la burocracia a repetir incesantemente conductas que deshacen la expresión del pueblo.

La pregunta sería entonces si somos capaces de traspasar el discurso, dejar ir los viejos modos y ser consecuentes en nuestro continuo devenir.

Hay quienes se resisten a salir de su zona de confort y los miedos ponen a funcionar carretas de viejos bueyes, donde el atrincheramiento era la medida más eficaz para salvar una isla.

Son esos que aunque han recitado de memoria el concepto de revolución de Fidel jamás entendieron la profundidad de lo que planteaba. Aquellos que temen que reinventarse sea romper con sus convicciones: enarbolan la prohibición, la censura y la desacreditación como arma ante su inseguridad.

Quién teme a las sombras que le provoca el sol ha dejado de ver la imagen en su totalidad. Intentar acaparar, sobreproteger y redireccionar cada paso hacia el camino que se cree correcto, es deslustrar el significado de estado socialista y democrático en manos de la sociedad civil.

Son estos los responsables de empañar un proyecto revolucionario genuino.

Esos que ven sombras fantasmales en todo lo que ilumina, respondiendo con igual nivel de raciocinio que las ofensivas externas.

Si se vuelve práctica seremos los causantes de nuestra propia desilusión.

Dulce María Loynaz recitaba “Era mi llama tan azul, que por mucho tiempo temí que me apagara la brisa que viene del lado del bosque. Después, la llama aquella quemó todo el bosque”.

18 agosto 2019 5 comentarios 605 vistas
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femicide

Femicide in Cuba?

por Yasvily Méndez Paz 21 julio 2019
escrito por Yasvily Méndez Paz

The femicide of young Leidy Maura Pacheco Mur in Cienfuegos in September 2017 still causes shock in the population of that Cuban province. “My girl was kidnapped on Tuesday, raped on Tuesday and killed on Tuesday”, maintains her father with infinite sorrow for the loss of her daughter. Back then, the local media followed up on the case, even though that’s not the usual modus operandi of official news outlets; in fact, the incident had greater national resonance through social and alternate media. The death of this young girl of only 18 years of age is not an isolated episode; other cases reported in Havana, Matanzas, Camagüey and Cienfuegos indicate so. Is there femicide in Cuba or not? The issue has caused controversy in the social networks. Although there are very few official statistics, news of the cases spread in the population through word-of-mouth or are recorded by unofficial news outlets.

From the beginning of this century, femicide has become a matter of international interest. The very word “femicide” is in dispute, but there’s consensus in that the term refers to a specific type of homicide where a male murders his victim for reasons of gender or for the fact of her being a woman. Because of its characteristics and the connotation it acquires, the issue has had differences in its treatment from the legal, sociological and journalistic points of view, among others. Authors such as Diana E. H. Russell have proposed a number of designations for different instances of femicide, taking into account the causes which generate the crime and the types of relationships between the perpetrator and the victim.

The figures of femicides reported in Latin America in the present year are not encouraging; however, some progress in the region with regard to the issue is indisputable. Several Latin American countries have classified femicide or aggravated murder for reasons of gender as a specific crime. Faced with the gravity of the problem, the UN has insisted on the need that countries in the region give priority to public policies oriented towards preventing, penalizing and eradicating this scourge.

Since the 1990s, Cuba has paid differentiated attention to gender-motivated violence. However, the same has not happened with femicide, and it is not considered a legal-penal category. The Cuban Penal Code sanctions with imprisonment from fifteen to thirty years, or with the death penalty, any person who kills another in a number of defined circumstances, which include “acting on impulses of sadism or of brutal depravity”, but its wording does not devote special treatment to the issue at hand. The subject has become invisible, which has brought about much criticism in the social networks and the media. Classifying femicide as a crime is not enough for its eradication, but not having official and specialized outlets where the Cuban population may access annual femicide rates is a problem that has led to speculation in the levels of information.

Recently, national and international news media have shown themselves hopeful about the issue. For the first time, Cuba has acknowledged the existence of femicide in the Informe Nacional sobre la implementación de la Agenda 2030 (National Report on the Implementation of Agenda 2030). In the document –presented in April during the meeting of the Latin American and Caribbean Forum on Sustainable Development– it is stated that “in the case of femicides, the number of deaths caused by the partner or ex-partner has dropped between 2013 and 2016 by 33.0 percent. In this last year, the femicide rate was 0.99 per 100 000 female inhabitants of 15 years or older”. It is curious that those years are taken as a reference and that updated statistics are not included. If we compare the data provided with other sources, we are able to corroborate that, for 2016, the femicide rate in Cuba was low in comparison with countries such as El Salvador, Honduras, Guatemala, Mexico or Brazil, and high if compared to that of Peru, Chile or Panama. Cuba has concealed the femicide rates so as not to endanger the credibility of the Cuban political system. Nevertheless, people want to know and to make their own decisions, in an era when it is impossible to hide the information, for it can reach us in multiple ways.

As E. H. Russell said, “the purpose of detailing such atrocities is not to horrify the reader, but to try to make our resistance advance by acknowledging that women are currently living in a time of growing and brutal femicides; a time when the myth persists among many young women, privileged students, that the feminist revolution has been fulfilled and that they have the same options and opportunities as men”. Acknowledging the existence of the problem makes it a public issue which requires the attention of governments and specialized institutions and, at the same time, it allows to analyze the subject specifically and to find solutions which target the causes that generate it. It is something worth thinking about.

(Translated from the original)

21 julio 2019 0 comentario 701 vistas
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feminicidio

¿Feminicidios en Cuba?

por Yasvily Méndez Paz 18 julio 2019
escrito por Yasvily Méndez Paz

El asesinato/feminicidio de la joven Leidy Maura Pacheco Mur, ocurrido en Cienfuegos en septiembre de 2017, aun causa estremecimiento en la población de esa provincia cubana. “A mi niña la secuestraron el martes, la violaron el martes y la mataron el martes”, asegura el padre con infinito dolor ante la pérdida de su hija.

En aquel entonces, la prensa local dio seguimiento al caso, a pesar de no constituir el modus operandi de los medios oficiales; de hecho, el suceso tuvo mayor resonancia en el país a través de las redes sociales y los medios alternativos. La muerte de esta joven de apenas 18 años no constituye un hecho aislado; otros casos reportados en La Habana, Matanzas, Camagüey y Cienfuegos así lo demuestran.

¿Existen o no feminicidios en Cuba?

El tema ha causado polémica en las redes sociales. Se cuenta con muy pocas cifras oficiales y los casos se divulgan en la población por transmisión oral o se registran por medios de prensa alternativos.

Desde inicios de esta centuria, los feminicidios han sido de interés internacional. La palabra «feminicidio» está en disputa, pero existe un consenso en que el término hace referencia a un tipo de homicidio específico donde un varón asesina a su víctima por razones de género o por el hecho de ser mujer.

Debido a sus características y la connotación que adquiere, el tema ha tenido un tratamiento diferenciado desde el punto de vista jurídico, sociológico, periodístico, entre otros. Autores como Diana E. H. Russell han propuesto varias denominaciones para los diferentes ejemplos de feminicidio, atendiendo a las causas que generan el crimen y los tipos de relaciones que involucran al victimario y la víctima.

Las cifras de feminicidios reportadas en América Latina durante el año en curso no son alentadoras; no obstante, los logros en la región para visibilizar el tema resultan insoslayables. Varios países latinoamericanos los han tipificado como delito: feminicidio u homicidio agravado por razones de género. Ante la gravedad del problema, la ONU ha insistido en la necesidad de que los países de la región den prioridad a las políticas públicas orientadas a prevenir, sancionar y erradicar ese flagelo.

Desde la década de 1990, Cuba ha brindado atención diferenciada a la violencia de género. En cambio, no ha ocurrido de manera similar con los feminicidios, y no se contempla como una categoría jurídico-penal. El Código Penal cubano sanciona con privación de libertad de quince a treinta años o muerte al que mate a otro concurriendo en varias circunstancias, dentro de las que incluye “obrar por impulsos sádicos o de brutal perversidad”, pero en su articulado no dedica un tratamiento especial a esta problemática.

El tema se ha invisibilizado, lo que genera críticas a través de las redes sociales y medios de comunicación. Tipificar el feminicidio como delito no resulta suficiente para su erradicación, pero no contar con medios oficiales y especializados donde la población cubana pueda acceder a las tasas de feminicidios anuales, es un problema que ha conducido a la especulación en los niveles de información.

Recientemente, medios de prensa nacionales e internacionales se han mostrado esperanzados con este tema. Por primera vez, Cuba reconoce la existencia de feminicidios en el Informe Nacional sobre la implementación de la Agenda 2030. En el documento —presentado en abril durante la reunión del Foro de América Latina y el Caribe sobre el Desarrollo Sostenible— se afirma que «en feminicidios, el número de muertes ocasionadas por la pareja o expareja ha disminuido entre el 2013 y 2016 en un 33%.

En este último año la tasa de feminicidios fue de 0,99 por 100 000 habitantes de la población femenina de 15 años y más». Llama la atención que se tomen como referencia esos años y no se incluyan estadísticas actualizadas. Si comparamos los datos proporcionados con otras fuentes podemos corroborar que para el 2016 la tasa de feminicidios en Cuba fue baja en relación con países como: El Salvador, Honduras, Guatemala, México o Brasil, y alta en correspondencia con Perú, Chile o Panamá.

Cuba ha ocultado las tasas de feminicidios para no poner en riesgo la credibilidad del sistema político.

Aun así, las personas quieren conocer y tomar sus propias decisiones, en una era donde es imposible ocultar la información porque llega desde varias fuentes.

Como decía E. H. Rusell, «el objetivo de detallar tales atrocidades no es horrorizar al lector, sino tratar de avanzar en la resistencia a reconocer que las mujeres están viviendo actualmente en una época de crecientes y brutales feminicidios; en la cual el mito persiste entre muchas jóvenes, estudiantes privilegiadas, de que la revolución feminista ha sido cumplida y que tienen las mismas opciones y oportunidades que los hombres».

Reconocer la existencia del problema lo convierte en un asunto público que requiere la atención de los gobiernos e instituciones especializadas y, a la vez, permite analizar el tema de manera particular y buscar soluciones que se ajusten a las causas que lo generan. Vale la pena reflexionar al respecto.

18 julio 2019 13 comentarios 650 vistas
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lexical

A favor del travestismo lexical

por Consejo Editorial 22 junio 2019
escrito por Consejo Editorial

El machismo es un arte lexical también, una tradición que cada vez se especializa más; pero es fácil combatirlo: educación, sensibilidad; el simple acto de hacer notar que todos venimos de una mujer y que de una forma u otra forma, es una mujer quien siempre ofrece el sacrificio mayor por la mayoría de nosotros. He ahí cómo combatir al machismo clásico, al histórico, al fácil. Pero hay otra forma más sutil, peligrosa y casi incurable: les hablo del machismo disfrazado de ideas progresistas, de alternativo y de novedoso, sobre todo de justo.

Esta novísima tendencia defiende a la mujer a capa y espada, simula odiar la discriminación y es vocero y líder de los movimientos políticos más avanzados de esa parte del planeta que habla español. Se le puede ver en manifestaciones a favor de los derechos humanos, y en discursos multitudinarios en defensa del socialismo –sí, estoy diciendo que el socialismo es uno de los sistemas más avanzados del mundo-.

Pero no esperen un machismo alardoso y gritón, no. Este es sutil y ha comenzado por influir terrenos tan aparentemente inocentes como el lenguaje. Me explico. Decir el hombre o los niños para referirse en forma genérica a estos grupos etarios, a pesar de que es lo correcto, puede granjearte el apelativo de indolente –o indolenta-. Ahora hay que decir el hombre y la mujer, las niñas y los niños. Y yo pregunto si esto no es una forma involuntaria de segregación.

Acepto que el hecho de que estos términos se generalizaran en masculino tuvo su origen en el machismo primario de la humanidad, pero ha perdido todo significado en este sentido y hoy es solamente una regla que la RAE tiene como vigente. Despertar la inquina y el odio en esta dirección no es sólo una estupidez, sino un desacierto estratégico.

Pienso que la humanidad –y el humanidor- deben luchar por derechos reales: igualdad de sueldos, respeto a la vida de las mujeres, igualdad de oportunidades, igualdad semiótica –esto último nunca lo he visto en medio alguno pero se me ocurrió, permítaseme acuñar el término-… y si estamos dispuestos a desterrar el masculino como referente genérico y con ello modificar el idioma, pues vamos a hacerlo de verdad –que la mujer lo merece- y no tímidamente.

Inventemos un género lexical neutro, digamos, les humanes, les niñes… y así todos contentos. Me parece justo y económico –el primer principio del lenguaje, así como del pensamiento es la economía-. Lo que no es comprensible desde ningún punto de vista es mencionar los géneros cada vez que se hace mención a algo que posea genitales ¿Tienen idea de cuán tedioso puede ser un discurso así?

Todas y todos podemos hablar con nuestras amigas y nuestros amigos para que nuestras hijas y nuestros hijos crezcan en un mundo sin obtusas ni obtusos que defiendan al hombre y a la mujer desde posiciones estériles.

Lo que más me preocupa es que la gente que se adhiere a esta forma –incorrecta- de hablar, es justamente la gente que defiende principios justos. ¿No debería esta gente ser objetiva y amena? El discurso capitalista –y pienso en la publicidad, por ejemplo- es objetivo y ameno. Dejemos de querer ser revolucionarios en la orillita con aro, balde y paleta, y vayamos a lo hondo, que es donde está lo trascendente. Si lo hacemos podemos ganar la batalla.

A toda la gente que defiende el progreso, la inclusión y la igualdad, le digo que no se tomen los masculinos como machistas, sino como voces muy progresistas que a pesar de ser masculinas, tienen a bien travestirse por un mundo mejor. Señor progresista, no le negará la existencia a un travesti, ¿verdad?

22 junio 2019 10 comentarios 548 vistas
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