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Equidad

Estudio de las condiciones de equidad social y propuestas que contribuyen a erradicar la pobreza y la desigualdad

neblina

La neblina del ayer

por Consejo Editorial 14 diciembre 2018
escrito por Consejo Editorial

Corría el año 1993 que ahora nos parece una neblina. En aquel entonces se sentía en todo el país la caída de la época de bonanza, de aquel tiempo de carne, compota y queso crema. El abismo de nuestra industria, ahora reducida a la mínima expresión, dejaba un solo camino para este David con forma de caimán: apretarse el cinturón y resistir.

Sabio aquel que comprendió que controlar y conducir la sociedad llevaba necesariamente dominar la ideología, y más en ese entonces. Por eso aprovechó todo ese camino donde aún esa ideología era una; donde era un bloque firme y seco sobre el cual hacíamos el socialismo, y con ello reforzó todo la superestructura que ayudaba a sobrevivir. Así, la disciplina, el ejemplo, el fomento del buen hábito de lectura, estudio y esfuerzo personal, y agrandar la imagen del enemigo, eran algunos de los recursos que no faltaron en el aún más fuerte despliegue ideológico en aquellos fatídicos 90 y los menos malos inicios del siglo XXI.

Definitivamente no eran tiempos normales, lo dejó bien claro Fidel en aquel histórico congreso de periodistas del año 93. Se requería un alto sacrificio para que hoy tuviéramos algo de socialismo. En el país había condiciones morales para demandar eso del pueblo, para pedirle sacrificio y espera.

Pero los tiempos cambian. Vivimos ahora en otro país. Ya no tenemos esas calles donde vestíamos más o menos igual, y la bicicleta era normal. Ya los hijos de dirigentes y obreros no acceden a los mismos espacios de recreación. Ya no gozamos de esa equidad social  que le podíamos restregar en la cara a la mejor socialdemocracia.

Ahora tenemos propiedad privada capitalista. Tenemos nuevos ricos, a veces como privados en el sentido clásico, a veces como altos funcionarios y familia. Hoy la medida de desigualdad es un número que no es de dominio popular, no entre académicos, sino en su divulgación en los grandes medios cubanos.

Hoy vemos a extranjeros disfrutar las bellezas y tranquilidad de nuestro país, que hemos construido entre todos y muchos no pueden acceder. Vemos hoteles de lujo alrededor de una Habana destruida, vemos los ricos de afuera y dentro  disfrutar de bienes y servicios ajenos a la gente humilde.

Soportamos un bajo salario en nombre de las garantías sociales, pero ahora, el  posgrado se pretende cobrar -si no cambia eso en el proyecto de constitución, claro-. Toda esa realidad, dista de aquella en la que había más elementos, para en su nombre, hacer sacrificios.

Por eso, aunque sigo viviendo en una plaza sitiada, advierto cómo esta muestra rasgos de ese mundo exterior capitalista que nos cuestionamos, al que se supone no deberíamos parecernos.

No se le puede pedir a alguien que trabaje más, que resista, que aguante, que no diga eso, que el Partido lo guiará al paraíso, cuando tiene mil carencias y ve otros cubanos ganando y viviendo mucho mejor que él. Otros que están mejor no necesariamente por esfuerzo personal sino por el marco discriminatorio en material salarial que estamos construyendo.

Las brechas de equidad van destruyendo la confianza en el proyecto. La gente humilde por la que se hacen revoluciones, se irá decepcionando en la medida que sienta esas diferencias en su piel.

Un discurso humanista no convence cuando sus promotores participan, fomentan y reproducen esa desigualdad en la sociedad -conscientes o no-.  Mucho menos puede demandarse disciplina, esfuerzo, obediencia, no ahora que Cuba es diferente de cuando se podía pedir. No ahora, que ya no es antes.

14 diciembre 2018 32 comentarios 483 vistas
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ruinas

Crecer entre las ruinas

por Consejo Editorial 16 febrero 2018
escrito por Consejo Editorial

Un día estaba yo sentado en la concurrida parada de 23 y 12 en compañía de mi buen amigo Alejandro Mustelier, cuando este compartió conmigo una profunda reflexión. Según Alejandro, el ambiente hostil en el que los cubanos nos veíamos forzados a vivir nos había convertido a algunos en verdaderos escorpiones del desierto de tres colas. Es decir, nos había transformado en criaturas extremadamente resistentes, capaces de sobrevivir en las más áridas circunstancias. La ocurrencia puede parecer graciosa, pero merece una reflexión más demorada.

La inmensa mayoría de los cubanos convivimos día a día con una realidad verdaderamente dura. Las grietas, manchas, derrumbes, etc. han pasado a ser parte de nuestra vida cotidiana; la basura misma, los escombros, el agua desbordada, son una parte necesaria del paisaje. Tanto es así, que ese mundo de las películas, en el que todo está estilizado y limpio, nos parece hasta cierto punto irreal. Más de un adolescente cubano se ha preguntado si el mundo exterior a Cuba realmente existe, y si no viviremos todos en un reality show.

Cuba se siente como un lugar que está al borde de un colapso civilizatorio. Y no se trata solo de la imagen. Vivir en Cuba implica una permanente lucha por acceder a los bienes más elementales, participar de una economía subterránea de barracudas y tiburones.

El transporte urbano de La Habana es un verdadero suplicio que muchos sufren a diario; los pasajeros viajan como un ejército de zombis condenados, muertos en vida. Incluso las celebraciones en Cuba tienen algo de demoníaco: se celebra entre las ruinas de una vieja civilización.

La reacción más común entre la gente es la de tratar de esconder la cabeza, encerrarse en una burbuja, llegar a casa, bañarse, y sentarse a ver la novela. La realidad, no obstante, toca fuerte a la puerta. Son muchos los que se sienten derrotados, los que han aceptado la miseria y la angustia como la marca de sus vidas fracasadas. Entre estas personas, lo más común es el deseo de condenar en bloque al sistema político, de echarle las culpas al “gran padre” de todos sus problemas.

¿Pero qué pasa si un cubano, con deseos de llegar hasta la causa última del mal, se dedica leer a Marx, y descubre sorprendido que el filósofo le da la razón desde la lejana fecha de 1844, en la crítica del comunismo vulgar? Leer a Marx desde la Cuba del siglo XXI puede ser una experiencia interesante, sobre todo cuando se lee al mismo tiempo a Nietzsche.

Uno comienza a leer a Marx con los ojos de Nietzsche y a Nietzsche con los ojos de Marx. La vida revolucionaria puede ser entendida entonces como una manifestación de la voluntad de poder; la lucha contra el capitalismo, como la determinación de construir un poderoso lazo de solidaridad entre hombres y mujeres libres.

Nuestro destino nacional, trago amargo, puede dejar de parecer algo especialmente terrible cuando se comprende que el mundo es un lugar terrible. No somos más que las víctimas de una tragedia histórica, en la que no se va a ganar mucho con sacar la cuenta de los culpables o los inocentes. Todos hemos sido cómplices de esta Revolución maldita. Nuestros padres, y un poco también nosotros, hemos bebido del dulce vino de sentirnos dignos, soberanos, la capital del antimperialismo mundial. Ahora nos toca seguir el camino al abismo.

La mejor opción que nos queda, existencialmente, es asumir la fuerza que nos da ser seres que hemos crecido entre las ruinas. Mirar de frente a la oscuridad del destino, con la sonrisa de Zaratustra a flor de piel, y atrevernos a ser libres. Rompiendo con el pasado, sintiéndonos libres de deudas y de resentimientos, es la forma en que, paradójicamente, más cerca vamos a estar de seguir en lo mejor de nuestra tradición revolucionaria. Los hijos del nuevo día son los que construirán el futuro.

16 febrero 2018 92 comentarios 613 vistas
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tiempo

El tiempo pasa

por Consejo Editorial 5 abril 2017
escrito por Consejo Editorial

Nelson vive al límite y pocos lo saben. No le interesa llamar la atención, durante años pasa frente a mi casa con su señora cada día y suben el edificio en silencio. No sé su edad o si tiene más familia, no sé casi nada excepto que vive en una situación extrema. Posiblemente siguió las reglas, hizo todo lo que se esperaba de él y aun así no fue suficiente. Al llegar el retiro, la suma de una vida de trabajo se resume a un par de cientos de pesos cada mes, y ni siquiera se queja por ello.

Su historia es la de muchos, quienes tienen otras posibilidades les cuesta entender que en Cuba hay gente que solo tiene su salario o jubilación. Quienes deciden los destinos de la gente, en cualquier sistema político, no tienen preocupaciones cotidianas. Nelson más que vivir, sobrevive.

Tiene buena formación, un ingeniero eléctrico seguramente habría tenido otra vida en un país distinto, pero le tocó esta circunstancia. Calcula mucho y no es que le guste la matemática, sino que debe planificar bien su economía. Estudia las calorías que debe consumir una persona al día, no por curiosidad sino para no enfermarse él o su esposa.

En Cuba muchos damos por sentado que todos tienen cubierto al menos lo básico, y no es así. Durante ocho años viví cerca de ellos sin saber de su situación, vergüenza la mía.

No tuve la sensibilidad necesaria para darme cuenta de lo que ocurría, hasta el día que un amigo me contó. Ese amigo que piensa políticamente tan distinto a mí y sin embargo ve cosas como esta. La vida es más rica que nuestros prejuicios y los valores personales no se ciñen a ideologías.

Este post saldrá publicado, habrá varias docenas de comentarios al respecto y mañana todo seguirá igual. Esta pareja de ancianos seguirá en su pobreza digna (si existe tal cosa) hasta que este país no supere los fantasmas que lo afectan dentro y fuera. Me temo que quienes viven al límite, no tienen tanto tiempo.

5 abril 2017 285 comentarios 475 vistas
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