¿Cómo se puede llegar a consensos sin diálogos o cómo se pueden entender las razones del otro sin escucharlo? ¿Cómo se puede ejercer el poder en una nación diversa sin que haya diversidad de poderes? O lo que sería otro modo de preguntar lo mismo: ¿se puede sumar algo —o alguien— a una pretendida totalidad absoluta?
Una vez alguien me dijo que, a la larga, era menos laborioso detener a un caballo desbocado que azuzar a un caballo holgazán. Pero lo que a nadie sensato se le ocurriría jamás sería azuzar a un caballo desbocado. Porque ese arrasará con todo lo que encuentre en su camino, y terminará despeñándose, chocando con algo más fuerte que él mismo, y matándose.
El domingo 11 de julio yo vi azuzar, peligrosa e irresponsablemente, a un caballo desbocado que se llama pueblo de Cuba. ¿Quién más lo vio? ¿Tú lo viste? Haberlo visto, haberlo identificado: ¿te hace un mercenario? ¿Te hace un represor? ¿Te hace un agente de la Seguridad del Estado? ¿O te hace un topo de la CIA?
Yo vi ese día a un caballo desbocado, azuzado por una guerra que comenzó siendo contra el imperialismo yanqui y se está convirtiendo en una guerra entre los cubanos ¿nadie se da cuenta de eso?
Si no digo aquí que Díaz-Canel azuzó al caballo desbocado al llamar al combate a un pueblo cuya idiosincrasia es pelear, que parece que está peleando hasta cuando celebra, ¿entonces soy un comunista que apoya a Díaz-Canel y merezco ser arrastrado por algunos de mis propios compatriotas? Y si lo digo: ¿soy lo contrario?
Si no afirmo que el bloqueo lleva más de sesenta años entorpeciendo todos nuestros empeños, que afecta incluso a quienes lo defienden, y a las madres y a los ancianos de quienes lo justifican: ¿entonces soy un mercenario? Y si lo digo: ¿soy lo contrario?
Y si digo ambas cosas: ¿soy lo contrario de ambas cosas?
¿Y qué es ser lo contrario de ambas cosas? ¿Es la paradoja de la suma a la totalidad absoluta? ¿Es la búsqueda sin diálogo del consenso?
¿Y si me callo? Bueno, eso sí es fácil de responder: soy un cobarde. Entonces mejor sigo preguntando: ¿Qué nos está pasando como nación?
En Estados Unidos vive una muchacha que me llamaba «padre». Cristiana evangélica. Violinista. Con su hermosa voz la he escuchado alabar a su señor Jesucristo. Ayer leí las ofensas que profería a un amigo común —periodista de un medio estatal. Católico— porque no ha dicho que en Cuba se ha producido un genocidio.
¿Alguien en su sano juicio puede creer que en Cuba ha ocurrido un genocidio? ¿Alguien en su sano juicio puede comparar lo ocurrido en Cuba esta semana con la reconcentración de Weyler? Sí, esa muchacha que me llamaba «padre» lo cree. Y se indigna. Y llora por los niños asesinados, que en realidad están vivos. Y afirma que han sido expuestos irresponsablemente a la Covid. Y dice que si enferman esos niños, serán atendidos por los médicos de la trata. ¿Se puede esconder en la era de los satélites y la inteligencia artificial la muerte de decenas, cientos, miles de personas?
Y sin embargo sí hemos tenido una violencia que no era necesaria, ni es justa, ni es admisible, ni es compatible con la decencia. ¿Quiénes la han alentado durante meses y años? Eso queda para los historiadores. ¿Qué bando la inició en cada lugar del país donde se produjo una protesta? Eso queda para los jueces. ¿Quiénes tenemos el deber de evitarla a partir de ahora? ¡Todos los cubanos! Todos los cubanos que amamos a Cuba, porque Cuba somos todos: revolucionarios y conservadores, ortodoxos y renovadores, anti-comunistas y comunistas, demócratas, liberales, republicanos, creyentes y no creyentes. Todos deberíamos ser Cuba, ahora y siempre. ¿Es tan difícil entenderlo?

Hemos tenido una violencia que no era necesaria, ni es justa, ni es admisible, ni es compatible con la decencia (Foto: Efe – Reuters)
Entonces encuentro la respuesta:
No es posible llegar al consenso sin diálogo. Si alguien cree que por eso busco una porción del poder, que él llama pastel, se equivoca rotundamente. No se me aparezcan con esa reducción falaz de que, quienes abogamos por el diálogo, lo hacemos porque queremos repartir algo. No reduzcan el pueblo cubano a una sarta de indigentes políticos alrededor de la pira de los sueños.
Tampoco es posible sumar a la totalidad absoluta. Primero, porque la totalidad absoluta es imposible, como se ha visto en estos días. Lo que sí es posible matemáticamente es el cero absoluto, según creo haber aprendido, y nadie querrá llegar a él. Segundo, porque si algo llegara ser totalmente absoluto, sería porque no se le puede sumar nada más.
De tal modo, cada cubano debería empezar por reconocer que no posee todas las verdades, sino algunas. Ni todas las razones sino algunas. Y que solo comenzaremos a entendernos, si reconocemos las del otro y hacemos un esfuerzo por comprenderlas y compartirlas.
¿A usted no le interesa comprender ni compartir las razones ni la verdad del otro? Entonces siga azuzando el caballo desbocado, arrase todo a su paso y expóngase a ser arrasado por la autodestrucción. Yo no estaré para verlo. Caeré antes, tratando de detener al caballo o defendiendo el amor. Usted, el del látigo, seguramente llegará hasta la caída final sin importar si la consigna que escoja para el instante póstumo, se cante con muerte o se grite con vida.