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Autoritarismo y capitalismo mafioso. La experiencia rusa

por Mauricio De Miranda Parrondo 31 enero 2023
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

El modelo de «socialismo realmente existente» se construyó sobre el andamiaje de un sistema político autoritario y totalitario. A él se refirió sabiamente Rosa Luxemburgo en su texto «La Revolución Rusa»:

«(…) Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y de reunión, sin un debate libre, la vida muere en toda institución pública, se convierte en una mera apariencia de vida, y solo la burocracia permanece como elemento activo. La vida pública se adormece gradualmente, y el Gobierno queda en manos de unas pocas docenas de líderes de partido que poseen una energía inagotable y una experiencia ilimitada.

En realidad, no dirigen esas docenas de líderes, sino que lo hacen unos cuantos cabecillas, y de vez en cuando se invita a una élite de la clase obrera a las reuniones, para que aplaudan los discursos de los dirigentes y aprueben unánimemente las mociones propuestas. En el fondo, pues, se trata de un asunto de camarillas. Es una dictadura, pero no la dictadura del proletariado, sino la de un puñado de políticos, es decir, una dictadura en el sentido burgués, en el sentido de los jacobinos».

La historia política del socialismo real es la historia del poder de esas camarillas en detrimento de una verdadera democracia popular. Ese modelo político impuesto en la Rusia bolchevique se consolidó en la Unión Soviética bajo la égida de Stalin y posteriormente se adoptó —en esencia— por todos los países que, tras la Segunda Guerra Mundial, se auto-catalogaron socialistas, bien por la imposición de las armas del Ejército Rojo o por revoluciones propias.

La transformación económica para supuestamente alcanzar el socialismo sin haber desarrollado plenamente el capitalismo, también se llevó a cabo por la imposición de un poder incuestionado. Este decidía autoritariamente las formas expeditas a través de las cuales se lograría la socialización acelerada de los medios de producción, expropiando y confiscando la propiedad privada en el caso de la industria, el comercio y la gran propiedad de la tierra, y forzando en algunos casos, presionando ideológicamente en otros, a los pequeños campesinos a formar cooperativas agropecuarias.

Ello permitió el establecimiento de un sistema de planificación centralizada que reemplazó al mercado en la asignación de factores productivos y precisamente por ello dejó de considerar la demanda, y al someter la oferta a los planes de producción y los precios a decisiones burocráticas, terminó siendo en realidad un mecanismo de administración centralizada de la economía, más que de planificación.

La estatización y la colectivización no aseguraron una verdadera socialización de la propiedad sobre los medios de producción, debido a que los trabajadores de las empresas estatales y los cooperativistas no ejercían en verdad su condición de propietarios.

No podían fiscalizar de forma directa la gestión de su supuesta propiedad; no tenían la capacidad real de planificar, por el carácter directivo y centralizado de esta actividad; no decidían la política inversionista, ni los salarios, ni los precios; ni la política de contratación laboral y, salvo una representación formal de la dirigencia sindical que en realidad respondía a la línea del Partido, tampoco tenían influencia en las decisiones de los consejos de dirección o administración de las empresas.

En cambio, la burocracia a todos los niveles dispuso de esa propiedad como si fuera privada o de grupo, sin asumir los riesgos que asumen los empresarios cuando invierten su propio capital. Adicionalmente, ha disfrutado de forma privada de una serie de beneficios relacionados con su posición en la escala de poder y, al decir de Milovan Djilas, se convirtió en una «nueva clase» que «no llegó al poder para completar un nuevo orden económico, sino para establecer el suyo propio, y, al hacer eso, imponer su poder a la sociedad».

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Milovan Djilas

En consecuencia, en el «socialismo real» la propiedad social no se realizó como tal, y la supuesta democracia popular no fue otra cosa que un régimen autoritario vertical, con un centro de poder incuestionado y totalitario y un sistema de asambleas o consejos que ratificaban unánimemente, o por inmensa mayoría, lo decidido por el centro. En tal sentido, la deformación respecto al ideal se produjo desde los orígenes, aunque luego se consolidó.

Tras la necesidad de «defender al socialismo» se crearon en realidad los mecanismos para asegurar la perpetuación de la clase burocrática, convertida en «clase en sí y para sí»; la defensa de la propiedad social se trocó en defensa de su utilización por parte de la burocracia, como si fuera privada o de grupo, y cada vez más la propaganda se alejó de la realidad.

Sin embargo, en la medida que la «satisfacción creciente de las necesidades», formulada cual ley económica fundamental del socialismo, se alejaba de la cotidianidad de los ciudadanos, se deterioraba entre gran parte de la sociedad la credibilidad en el socialismo como sistema capaz de producir bienestar.

Ello, sin dudas se debe a que el sistema nació deformado, impuesto como opción política sin que existieran las condiciones económicas y sociales objetivas para asegurar una transición exitosa desde el capitalismo. A eso debe añadirse que en varios países capitalistas desarrollados se produjeron transformaciones económicas y sociales que conllevaron un mejoramiento sustancial del nivel de vida.

En tiempos de la Perestroika, la Glasnost y la democratización, en el fragor de la lucha política desatada entre las facciones reformista y conservadora dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), la última acusaba a la primera de pretender la «finlandización» de la sociedad soviética. De haber ocurrido, ello habría sido un gran avance, no solo desde el punto de vista económico, sino también político y social.

En cambio la sociedad soviética, que históricamente había vivido bajo un régimen autoritario, no fue capaz de lograr una transición hacia la democracia. Los cambios institucionales promovidos por Gorbachov no vencieron al autoritarismo porque fueron impuestos con los métodos autoritarios tradicionales. Al desaparecer la URSS, Rusia y la mayor parte de las repúblicas herederas mantuvieron el autoritarismo como mecanismo de toma de decisiones.

La transición hacia el capitalismo mafioso

Si bien es cierto que durante los años noventa, se respiraron en Rusia ciertos grados de libertad, proliferaron diversos partidos políticos y hubo elecciones relativamente libres en los diversos niveles de la administración del Estado; la debacle económica por el derrumbe del viejo sistema de administración centralizada sin que el país estuviera preparado para uno nuevo basado en un mercado transparente y con reglas claras, llevó a que muchas personas asociaran esa escasa e imperfecta democracia con el derrumbe de la economía y el empeoramiento del nivel de vida.

Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) de Rusia en 1993 fue de -8,7%, y en 1994 de -12,7%. En el período 1993-1999 se contrajo a un ritmo promedio anual de -4,0%.1 La inflación promedio anual para ese mismo período fue de 141,2%, con años críticos en 1992 (874,3%), 1993 (307,5%) y 1994 (197,3%). Se desplomó la inversión durante cuatro años consecutivos (entre 1990 y 1994) y el desempleo creció sostenidamente desde 5,2% en 1992 a 13,0% en 1999.

Bajo el gobierno de Borís Yeltsin, no se planteó en Rusia una transición desde una economía centralmente dirigida a una de mercado que conservara los beneficios sociales alcanzados por la sociedad soviética, sino una transición rápida al capitalismo que favoreció abiertamente a ciertos grupos económicos surgidos de las ruinas de la Perestroika.

En ellos participaron antiguos dirigentes del PCUS y del Estado, miembros del Comité Estatal de Seguridad (KGB), de la policía, directores de empresas estatales, y criminales que durante la etapa soviética acumularon inmensas cantidades de dinero provenientes de diversas actividades ilegales, incluso tráfico de drogas, y que en tiempos del derrumbe del sistema político contaron con el apoyo y protección, a cambio de sobornos, de la policía y la seguridad del Estado.

Estos grupos fueron los grandes beneficiarios del proceso de privatización ocurrido en los noventa del siglo pasado. El carácter mafioso de los mismos pudo acomodarse bien a las prácticas del KGB desde tiempos de Stalin, que con métodos mafiosos pretendían enfrentar la contrarrevolución, y terminaron haciéndola.

El sistema establecido por personajes como Genrij Yágoda, Nikolai Yezhov y Lavrenti Beria, permeó negativamente la práctica de las instituciones de seguridad soviéticas que, más que proteger la seguridad del país de enemigos externos, se dedicó a proteger al liderazgo estalinista y su grupo de poder de la oposición interna y de la aparición paulatina de la disidencia política. Tras el fin del estalinismo, el KGB debió someterse a las estructuras partidistas, pero también continuó actuando con cierto grado de libertad en lo que atañe a la persecución de la disidencia política.

¿Cómo ocurrió la privatización en Rusia durante los noventa?

En los últimos años de la Perestroika, varios funcionarios del Partido, del Komsomol y del Estado a diversos niveles, se apropiaron ilegalmente de empresas ante el colapso de las estructuras del Estado soviético, o se quedaron con el dinero de la venta de activos de dichas organizaciones. Así, en el momento en que se decretó la privatización generalizada de las empresas estatales, ya existía un sector de funcionarios del Estado y el Partido, junto a quienes se habían dedicado a actividades delictivas, que tenían recursos provenientes de una «acumulación originaria» con base en la corrupción y el latrocinio.

Para la privatización, decretada en 1992, se aplicó el sistema de otorgar a cada ciudadano un bono de 10.000 rublos, con el que podría adquirir acciones de las empresas privatizadas u operar en el mercado secundario de valores vendiendo dichos bonos para adquirir bienes y servicios imprescindibles. En realidad, muchos ciudadanos sencillos vendieron sus bonos para obtener dinero en efectivo con el que obtener bienes y servicios imprescindibles y los compradores fueron sociedades de inversión o nacientes capitalistas que disponían de recursos «originarios» y estaban en condiciones de conseguir el control de empresas del Estado con importancia estratégica.

A tenor con ello, empresas mineras, petroleras, metal-mecánicas, de aviación y otras, pasaron a pocas manos; sobre todo después que el viceprimer ministro y ministro de Privatización, Anatoli Chubáis, «otorgara garantías a los directores de empresas del Estado, con la anuencia de Yeltsin, para aplicar de forma flexible la legislación sobre privatizaciones, de forma que pudieran controlar el proceso y alcanzar cuotas mayores de participación y control en las empresas privatizadas».

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Anatoly Chubáis (Foto: Forbes)

Así y todo, durante la primera etapa del proceso de privatizaciones no se logró recaudar suficientes recursos. Entre tanto, se deterioraba sustancialmente el nivel de vida de buena parte de la población rusa, en especial de los pensionados.

En las elecciones de 1996 Yeltsin anunció la intención de buscar la reelección, pero esa posibilidad era amenazada por la candidatura de Guennadi Ziugánov, máximo dirigente del nuevo Partido Comunista de la Federación Rusa. Esto llevó al presidente en ejercicio a pactar con los oligarcas el apoyo económico y propagandístico a cambio de ventajas en la adquisición de bienes del Estado.

Yeltsin se impuso en la segunda vuelta a Ziugánov, y empresarios como Borís Berezovski, Vladimir Gussinsky y Mijaíl Chernoi —rivales por el control del pastel empresarial que se feriaba a precios de ganga—, se aliaron para compartir el control de la mayor parte de las empresas estatales vendidas en aquella época. En breve tiempo, los oligarcas adquirieron empresas industriales y de servicios estratégicas, bancos y medios de comunicación.

Lo anterior fue posible precisamente por la existencia de una democracia débil, permeada por la tradición de autoritarismo, que permitiera la colusión entre los nuevos grupos económicos y las estructuras del poder estatal. Esto se facilitó por las ambiciones y características personales de Yeltsin, unidas al apoyo de los círculos de poder del capitalismo mundial, dispuestos a aceptar cualquier tipo de transición al capitalismo en Rusia, no importa si reproducía relaciones mafiosas.

Las mafias empresariales intervenían sistemáticamente en política, presionaban a ministros, accedían a puestos decisivos en la administración del Estado e incluso en los órganos de seguridad, y todo ello cuando el país entraba en bancarrota económica a fines de la década, mientras los oligarcas incrementaban notablemente su patrimonio aprovechando las relaciones corruptas con el poder del Estado. En esas circunstancias, Rusia entró en cese de pagos de su deuda en 1998 y la economía entró en una nueva crisis.

El «putinismo» y la transformación del capitalismo ruso

El ascenso de Vladimir Putin al poder a partir del año 2000, ha significado una nueva etapa en el desarrollo del capitalismo mafioso ruso. A diferencia de la etapa anterior, se aplicó un férreo control a la actividad de los oligarcas a cambio de fortalecer la posición política y económica del Estado, y permitir la actividad económica privada siempre que responda a los intereses del centro de poder. Algo muy parecido caracterizó la relación entre el régimen nazi y los grandes capitanes de la industria alemana en los años treinta y cuarenta del siglo XX.

Putin entró en cintura a los oligarcas de la época de Yeltsin, debido a que muchos de ellos aspiraron a acceder al poder político para utilizarlo en función de intereses personales y de grupo. Sin embargo, ha permitido la aparición de una nueva oligarquía, que se desarrolla a la sombra de su poder sin cuestionarlo.

Entre 2000 y 2021, la economía rusa creció a un ritmo promedio anual de 3,5%, que sin ser espectacular ha remontado la debacle de la última década del siglo XX. El PIB per cápita, a precios constantes de 2015, pasó de 5.331 dólares estadounidenses en 2000 a 10.217 en 2021. La inflación bajó, de dos dígitos al comienzo de la década, a solo uno en 2021; aunque volvió a alcanzar dos dígitos en 2022 (13,8%). El pasado año, debido a la agresión a Ucrania y las sanciones económicas de Estados Unidos y los países de la Unión Europa, la variación del PIB fue de -3,4%.

La guerra contra Ucrania ha demostrado las debilidades de Rusia en sus aspiraciones de recuperar una posición de gran potencia. La imposibilidad de ganar una guerra relámpago, los reveses en el campo de batalla y el impacto de las sanciones económicas, evidencian las debilidades estructurales de su economía, altamente dependiente de la exportación de materias primas, estratégicas pero materias primas al fin, y de las importaciones de tecnología.

Incluso, siendo potencia militar de primer orden, ha debido importar tecnología militar de Irán. Todo ello pone en entredicho las aspiraciones de Putin de lograr una posición como potencia geopolítica, pues carece del poderío económico para sostener tal pretensión. Con ello Rusia reproduce un escenario parecido al que definió su posición internacional en los años previos a la Primera Guerra Mundial.

El escenario de la Rusia actual es el de un país con instituciones democráticas formales, supuesta pluralidad de partidos políticos y «elecciones» regulares en las que el poder logra reproducir su dominio con mayorías parecidas a las de la época soviética, pero en el que se persigue a la oposición real al nuevo autócrata.

Los principales opositores políticos de Putin son asesinados y sus muertes jamás esclarecidas, así ocurrió con Anna Politovskaya y Borís Nemtsov; o se les intenta asesinar, como el caso de Alexey Navalny, y al no lograrlo, lo sometieron a procesos judiciales viciados y condenas excesivas, con evidente violación de sus derechos ciudadanos. Tal situación demuestra prácticas mafiosas con la connivencia de tribunales y organismos de la seguridad del Estado.

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Alexei Navalny (Foto: Yuri Kozyrev / Noor / Redux)

Desde el punto de vista económico, Rusia es un país capitalista con altos niveles de desigualdad social, que hasta el estallido de la guerra permitió el desarrollo no solo de los multimillonarios asociados al poder, sino de una pujante clase media y profesional que solía aceptar el autoritarismo y la falta de libertades políticas a cambio de un relativo bienestar económico.

¿Resulta deseable el «modelo» ruso para Cuba?

En Rusia se ha producido una transición del socialismo burocrático a un capitalismo mafioso, y de este a una especie de «capitalismo neopatrimonial», para utilizar la definición de Christopher Claphan que a su vez se basó en el término «patrimonialismo» de Max Weber y el «neopatrimonialismo» de Shmuel Eisenstadt, y que sugiere considerar el politólogo cubano Armando Chaguaceda al caracterizar el sistema político y económico ruso y la posible copia que algunos podrían intentar en el caso cubano.

Dicho sistema combina las estructuras políticas típicas del autoritarismo y la autocracia con el acceso ventajoso de los grupos económicos asociados al poder político, y gozan del apoyo de este siempre que no lo reten o pretendan acceder a él.  

Un sistema parecido caracteriza la evolución de la mayor parte de las repúblicas ex soviéticas, quizás con la excepción de las bálticas que se incorporaron a la Unión Europea y asumieron sus exigencias en materia política e institucional, además de económica.

Ello fue posible debido a un contexto internacional favorable, pues las grandes potencias capitalistas estaban más interesadas en el derrumbe del supuesto socialismo en esos países, que en asegurar su transición real a la democracia y a economías de mercado con justicia social. Para derrotar al sistema que se les oponía en la Guerra Fría, dio igual cuál sistema lo heredara, siempre que se basara en las reglas del capitalismo y la economía de mercado. Luego fue demasiado tarde.

¿Es este el modelo que debe tomar el proceso de cambios estructurales en Cuba? Para algunos la respuesta podría ser afirmativa, siempre que garantice la «tranquilidad» y un relativo bienestar económico. A fin de cuentas, sistemas parecidos existen en la actualidad en países como Nicaragua y Venezuela, aunque el bienestar allí es cuestionable y la tranquilidad es la que impone la represión.

No obstante, en Cuba se agotaron los tiempos para transitar a una reforma económica en el marco de instituciones autoritarias. A diferencia de Rusia, la Isla no ha tenido una experiencia democrática reciente a la que vincular con el desastre económico, sino que este se vincula precisamente al sistema autoritario vigente, que sigue coartando libertades, persiguiendo la disidencia y reprimiendo las voces críticas, incluso las que oponen al actual estado de cosas una opción socialista diferente. Además, resulta incapaz de producir una reforma económica que permita la recuperación del crecimiento y contribuya al mejoramiento del bienestar.

Los cambios económicos necesarios en la Isla son de un inmenso calado y naturaleza estructural, pero no tendrán los efectos positivos deseados de potenciar crecimiento y desarrollo con justicia social, si no se impulsan desde instituciones y políticas democráticas. En consecuencia, Rusia no es un modelo deseable para Cuba si el objetivo fundamental es iniciar una senda de desarrollo económico y social en condiciones de democracia política real, y no conservar el autoritarismo a toda costa.

***

1. Cálculos del autor con base a estadísticas del FMI.

31 enero 2023 21 comentarios 1,9K vistas
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Gira

¿Mucha gira y pocas nueces?

por José Manuel González Rubines 7 diciembre 2022
escrito por José Manuel González Rubines

Uno de los viajes más peculiares de un mandatario que la historia recuerde, fue el de Mansa Musa I, monarca de Tombuctú, a La Meca. Se cuenta que el rey era tan rico y generoso, que a su paso por El Cairo dio oro en limosnas en tal medida, que causó una masiva inflación. En las antípodas de ese relato podría ubicarse la reciente gira del presidente Miguel Díaz-Canel por Argelia, Rusia, Turquía y China.

Su periplo, en el Airbus 340-600, matrícula YV3535 de la aerolínea estatal venezolana Conviasa, ha sido catalogado por la prensa estatal como un «viaje a la luz»; otros, por el contrario, lo califican como la «gira de las limosnas» o «de la misericordia».

Un análisis de las declaraciones realizadas en cada país, permite develar las motivaciones que transversalizan el viaje: renegociar una vez más la deuda cubana —que según el último informe publicado en 2019 ascendía a 19.6 mil millones de dólares—; pedir ayuda para resolver la desesperada crisis energética y atraer inversiones a los pocos sectores clave medianamente atractivos.

Determinar lo realmente conseguido es complejo, pues la opacidad y la inexactitud se ciernen sobre muchos de los acuerdos. Según la periodista Arleen Rodríguez Derivet, quien reseñó en cinco melosos textos el periplo, ello tiene una explicación: «Desde José Martí y la Guerra Necesaria hasta estos largos años de guerra económica sin frenos, “hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas…”».

Más allá del secretismo, que ya es práctica acostumbrada por estos lares, ¿qué se sabe o puede inferirse del mediático viaje?

Primera parada: Argelia (16 – 19 de noviembre)

Tras 4482 kilómetros y nueve horas de vuelo, la comitiva arribó a las 22:00 a Argel, capital de la economía número 58 del mundo por volumen de PIB. Sobre la visita a esta nación, primera en su calidad de Jefe de Estado, el presidente Díaz-Canel aseguró el 17 de noviembre, en un tuit de felicitación a los estudiantes cubanos: «logramos excelentes acuerdos para nuestra economía con hermanos argelinos».

Algunos de esos arreglos se resumen en la reestructuración de la deuda de Cuba con Argelia —cuyo monto se desconoce—, así como la eliminación del pago de todos los intereses atrasados y el aplazamiento de su reembolso «para otro momento», con el fin de «aliviar un poco el contexto económico cubano», dijo benévolo el presidente argelino Abdelmadjid Tebboune.

Asimismo se habló de la donación a La Habana de un parque de energía solar a través de una empresa mixta; de reanudar el envío de combustible para abastecer las termoeléctricas, de ampliar la colaboración médica y del trabajo conjunto en la producción azucarera, tema en el que no se profundizó más allá de la enunciación.

El presidente Tebboune congratuló que se retomara la cooperación con Cuba, «lamentablemente interrumpida en 2019», según dijo sin ofrecer otras explicaciones. No obstante, es evidente que la interrupción coincidió con el fin de las dos décadas de mandato de su predecesor, Abdelaziz Bouteflika, que a los ochenta y dos años debió abandonar las intenciones de reelegirse por quinta vez debido a manifestaciones populares de oposición.

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Miguel Díaz-Canel y Abdelmadjid Tebboune, presidente de Argelia. (Foto: Al Mayadeen Net)

Las relaciones entre ambos estados en materia energética se remontan a 2016. Una nota publicada el 9 de septiembre de ese año en el periódico argelino Echorouk, aseguraba que por primera vez en la historia, la petrolera nacional Sonatrach llevaría crudo a la Isla, con el fin de compensar la falta de abastecimiento producida por la crisis de Venezuela.

También sobre el tema energético, debe ponerse en contexto —despojado de los habituales triunfalismos— lo que representaría en términos prácticos la donación de un parque fotovoltaico que se instalará en La Habana, pero que, según el ministro de Energía y Minas, «estará interconectado al Sistema Electroenergético Nacional y beneficiará a todo el pueblo de Cuba, desde Pinar del Río hasta Guantánamo».

Las dimensiones de dicho parque no han trascendido, sin embargo, una de las principales centrales solares de Argelia es la de El Kheneg, compuesta por 240 000 módulos y con una capacidad de 60 megawatts pico. Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, La Habana consumió entre enero y diciembre de 2021, 3320.6 gigawatts hora. Por lo que, suponiendo que el parque solar donado sea similar al de El Kheneg —uno de los mayores del país donante—, lo que genere no representaría un aporte vital para satisfacer la demanda de la capital, menos la del país. 

En cuanto a las cuestiones relativas a los temas de salud, los vínculos son bastante más antiguos y datan de la década del sesenta. De hecho, actualmente se encuentran en las zonas menos desarrolladas de Argelia 882 colaboradores cubanos, por cuyos servicios se desconoce cuánto ingresa la Isla.

No obstante, el Diario Oficial de la República Democrática Popular de Argelia, homólogo de nuestra Gaceta Oficial, publicó el 21 de mayo de 2020 el decreto regulador de principios de la colaboración médica cubana. El texto detalla, entre otros aspectos, los montos del pago por servicios para un año de actividad en campos como la salud materno-infantil, urología, oncología y oftalmología. En total, el Estado cubano debía embolsarse 61 millones 707 367,53 euros por ese acuerdo.

A tenor con todo lo planteado, pese a que ciertamente puede haber algunas novedades en lo tocante a intercambio e inversión, la visita a Argelia supuso más el reinicio de relaciones económicas detenidas en 2019, y el perdón de los pagos de la deuda eterna que parece tener la Isla con numerosos países.

Segunda parada: Rusia (19 – 22 de noviembre)

A contrapelo de la mencionada opacidad del discurso político, más si este tiene como plataforma la brevedad de Twitter, el paso de la comitiva presidencial por Rusia, exceptuando gestos como la inauguración de una estatua de Fidel Castro en Moscú, tuvo cierto tufo gélido, y no solo porque el gigante euroasiático estuviera empezando su temido invierno.

Al aeropuerto internacional moscovita Vnùkovo 2, fue a recibir a Díaz-Canel el viceministro de Relaciones Exteriores, Serguèi Riabkov, el mismo que a inicios de año se refiriera a los intereses militares de su país sobre Cuba y Venezuela. De hecho, respecto a ese tema el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, informó que durante la visita los presidentes también examinarían la cooperación en la esfera militar. Hasta el momento, nada sobre el tema se ha hecho público.

El mandatario cubano tuvo interesantes encuentros en Rusia, nación sancionada por Occidente tras su invasión a Ucrania. Uno de ellos fue con el oligarca Igor Sechin, director ejecutivo de la empresa petrolera Rosneft, a quien agradeció «los gestos que ha tenido hacia Cuba y que han marcado soluciones en tiempos difíciles». Sechin, considerado una eminencia gris tras el trono ruso, y uno de los hombres más ricos del país, dirige la segunda empresa que más petróleo produce en el mundo.

🤝| El presidente @DiazCanelB también sostuvo un encuentro este lunes con Igor Sechin, director ejecutivo de la empresa petrolera rusa Rosneft, a quien agradeció por los gestos que ha tenido hacia #Cuba y que han marcado soluciones en tiempos difíciles. #DíazCanelEnRusia 🇨🇺 🇷🇺 pic.twitter.com/RFILaMljTR

— Presidencia Cuba 🇨🇺 (@PresidenciaCuba) November 21, 2022

Otra reunión fue la desarrollada con el Patriarca Kirill. El religioso —a quien el periódico opositor Novaya Gazeta, del Nobel de la Paz Dimitri Muratov, calculaba en 2019 una fortuna de entre 3.800 y 7.600 millones de euros, con importantes negocios en petróleo, industria automovilística o joyería—; ha estado en el foco de atención por su apoyo a la invasión a Ucrania y sus posturas homofóbicas.

Independientemente de las abstenciones de la Isla en las votaciones en la ONU que exigían el cese inmediato de hostilidades en Ucrania y la condena al «intento de anexión ilegal» de territorios ucranianos, el presidente cubano aseguró que «Rusia sabe que podrá seguir contando con Cuba».

Sobre la deuda, Díaz-Canel dijo durante una reunión con la presidenta del Senado, Valentina Matviyenko, que se respetarían las obligaciones financieras «en cuanto la situación económica se alivie un poco y eso sea posible». Es importante recordar que en 2014 el Parlamento ruso ratificó un acuerdo por el cual se condonó el 90% de los 35.000 millones de dólares que Cuba debía a la Unión Soviética, y en febrero pasado el mismo órgano realizó la última reestructuración de los adeudos.

Respecto a resultados concretos de la visita, no trascendió demasiado de las más de dos horas que estuvieron reunidos los presidentes. El ministro Malmierca, a su arribo a Turquía, señaló que, entre otros temas, se había llegado a acuerdos en la modernización de Antillana de Acero, inversiones en el yacimiento petrolero de Boca de Jaruco, rehabilitación de la Planta Mecánica de Santa Clara, y puesta en funcionamiento de un centro de diagnóstico y mantenimiento de equipos Kamaz en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel.

Lo curioso es que, del mismo modo que sucedió con algunos de los temas abordados en Argelia, muchos de esos proyectos no son nuevos. Por ejemplo, la inversión en la Antillana de Acero, inicialmente de 165 millones de dólares a ejecutar en dos partes, data de 2018; las de Boca de Jaruco y la Planta Mecánica de Santa Clara ya habían sido presentadas en la pasada Feria Internacional de La Habana, y el establecimiento de centros de la productora de camiones Kamaz en la ZEDM, es un hecho desde 2019.

Esta parte de la gira no fue calificada por Díaz-Canel, aunque afirmó sentirse feliz por lo logrado. También la despedida presidencial en Twitter fue bastante menos efusiva que la dedicada a su estancia anterior: «Hasta luego, querida #Rusia. Jamás olvidaremos tu mano extendida cada vez que la necesitamos. Ni estas breves pero intensas jornadas en #Moscú. Gracias».

Tercera parada: Turquía (22 – 24 / 26 de noviembre)

En contraste con el frío eslavo, la visita a la nación del Bósforo parece haber sido mucho más satisfactoria. Pese a que solo se hicieron públicas cuestiones generales, se conocen los acuerdos logrados con el gobierno turco, aunque no lo conversado en el encuentro con empresarios organizado por la Junta de Relaciones Económicas Exteriores (DEIK), organismo especializado en diplomacia empresarial que agrupa al sector privado.

Según Recep Tayyip Erdoğan —que desde 2003 detenta el poder, inicialmente como Primer Ministro (2003-2014) y luego como Presidente—, Cuba es de sus principales socios en la región de América Latina y el Caribe. Por ello, uno de los acuerdos fue aumentar el volumen del comercio bilateral a 200 millones de dólares anuales, en consonancia con la política exterior que ha incrementado el comercio entre Turquía y LATAM de mil millones de dólares en 2002, a 15 mil millones en 2021, señaló el periódico turco Daily Sabah.

De los intercambios con el sonriente mandatario otomano, resultaron seis documentos. Las áreas identificadas de mayor interés mutuo fueron: biotecnología, energías renovables, turismo y agricultura. Si bien del encuentro con empresarios no ha trascendido demasiado, se sabe que estaban representantes de Karadeniz Holding AS, propietaria de treinta y seis buques de generación eléctrica, siete de los cuales se encuentran en Cuba.

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El Presidente cubano con Recep Tayyip Erdogan, mandatario turco. (Foto: Twitter/ @DiazCanelB)

Curiosamente, muchos de los quince destinos donde opera la referida compañía son algunas de las naciones más pobres del mundo: Gambia, Ghana, Guinea Bissau, Mozambique, Senegal, Costa de Marfil o Sierra Leona.

No fue mencionada durante la visita la Global Ports Holding (GPH), mayor compañía del mundo operadora de puertos para cruceros, que en 2018 firmó un acuerdo que le permite gestionar durante tres lustros la terminal habanera.

Esperemos que la ejecución de lo pactado en este acto de amor turco no sea como las novelas de ese país que trae el Paquete semanal y que han invadido el consumo cultural de muchas casas cubanas: vitrinas hermosas e infinitas de contenidos vacíos.

China (24 – 25 de noviembre)

Muy destacable resulta que la parada más corta de la gira presidencial haya sido justamente en el país considerado segundo socio comercial de Cuba en los últimos quince años. Ankara y Pekín están separadas por 6 833 kilómetros, por lo que el Airbus 340-600 que trasladó la comitiva, tardaría alrededor de ocho horas en cubrir el trayecto, para una estancia que se aproximó a las veinticuatro horas.

En su encuentro con el mandatario chino, Díaz-Canel reconoció que se había incumplido con el pago de la deuda a causa de la situación económico-financiera del país, sobre todo a partir del año 2019. Igualmente, señaló que, aunque ha habido comunicaciones, «no es lo mismo cuando uno puede hablar, cuando uno puede explicar».

Frente a estas declaraciones es importante recordar que, en mayo de 2021, el ICBC Standard Bank Plc, con sede en Londres, presentó una demanda ante los tribunales contra el Banco Nacional de Cuba y el Gobierno de la República de Cuba, por aproximadamente 224.8 millones de dólares, que incluye unos intereses de mora que ascienden a 1.120 millones. El demandante es, nada más y nada menos, que la filial londinense del estatal Banco Industrial y Comercial de China, el mayor del país oriental.

Con una suma tan considerable de dinero y una demanda de por medio, es presumible que las sentimentales justificaciones del presidente cubano fueron recibidas con atención y agradecimiento por el pragmático dirigente chino.

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Xi Jinping y MIguel Díaz-Canel posan para las fotos junto a sus esposas. (Foto: Infobae)

Las conversaciones dieron como resultado la firma de doce documentos, entre los que resaltan los relacionados con intercambio comercial y ciberseguridad, tema este último identificado como prioridad para Cuba  debido al mentado contexto de guerra no convencional. Incluye también, entre otros elementos, donativos de cien millones de dólares, alimentos e insumos médicos, así como uniformes escolares y utensilios de cocina.

Asimismo, según el ministro de Economía y Planificación, se planteó la reapertura de viejas inversiones detenidas: la de 34 millones de dólares del dique flotante que llegó a Cuba en octubre de 2019; la reconversión de la prensa, iniciada a mediados de 2018 y que se previó duraría solo un año; y el parque eólico de Herradura, al norte de Las Tunas, cuyas obras comenzaron a principio de 2018; entre otras.

Respecto a estos acuerdos, el presidente cubano alertó: «tiene que cumplirse bien el compromiso nuestro, de cómo hacemos bien las cosas, de cómo aprovechamos las oportunidades, cómo somos eficientes, cómo no malgastamos los recursos…». Si esas son las condiciones, dadas nuestras prácticas, malos son los augurios.

Regreso a casa

Para reforzar el simbolismo en torno al viaje del Jefe de Estado, su retorno coincidió con la celebración de elecciones para delegados a las asambleas municipales del Poder Popular. El resultado de los comicios evidenciaría una paradoja: el gobierno cubano intenta relanzar sus vínculos con el mundo, al tiempo que desoye y descalifica las demandas de una parte cada vez más creciente de su ciudadanía. Como un David suplicante se muestra al exterior, en tanto se comporta cual Goliat con sus connacionales.

Gira

(Gráficos: Proyecto Inventario)

Pese a la fe monacal de los medios estatales y seguidores acríticos del gobierno en la concreción de los acuerdos; el hecho de que la mayor parte de ellos se reduzca a la reactivación de viejas inversiones detenidas o a postergaciones de los pagos de la deuda eterna que aparentemente tenemos con tantos, hacen que prevalezca en muchos la incredulidad o la indiferencia.

«Por sus frutos los conoceréis», dice Jesús en el Evangelio de Mateo. Siguiendo esa lógica, entre los permanentes errores internos, los efectos del bloqueo, las medidas de Trump y las consecuencias de la pandemia de Covid-19, parece que nuestro árbol es artificial, porque en él solo florecen explicaciones y estrategias desacertadas.

Mientras los viajes, negociaciones, acuerdos y memorandos no se traduzcan en mejoras concretas de la calidad de vida de la gente, la sensación generalizada de zozobra y la necesidad de escapar a cualquier precio del barco que se hunde, permanecerán. Un pueblo no puede vivir en permanente estado de precariedad y resistencia, por muy creativa que la pinten; un país no se desarrolla con donaciones y migajas, por bienintencionadas que estas sean.

7 diciembre 2022 25 comentarios 2,2K vistas
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Ucrania

Guerra en Ucrania: mentiras rusas y realidad ucraniana

por Pertti Pesonen 31 marzo 2022
escrito por Pertti Pesonen

Afirma un viejo dicho que en una guerra la primera víctima es la verdad. La guerra en Ucrania —o sea, el ataque de Rusia a Ucrania—  ha sido un festival de mentiras sin precedentes. La campaña de desinformación rusa empezó con fuerza cuando fue anexada Crimea en 2014. Tal hecho se presentó como «decisión independiente de Crimea», sin mencionar que las tropas rusas invadieron primero ese territorio.

Posteriormente se intensificó cuando Rusia invadió las provincias del Donbass: Luhansk y Donetsk, en el este de Ucrania. Esta irrupción fue presentada como «levantamiento popular de la población rusa contra el terror y genocidio de los nazis ucranianos». Ni una gotita de verdad en eso tampoco. No ha habido nazis ucranianos cometiendo genocidio.

La televisión rusa ha presentado las «atrocidades» cometidas por los nazis ucranianos. En las redes sociales se han mofado de estos testimonios, curiosamente se ha detectado la misma mujer sufriendo varias cosas en diferentes lugares. La víctima profesional se llama Galina Pyšnjak; en otra ocasión se llama Julia Tšumakova. Un ejemplo más de la propaganda rusa.

Por otra parte, Rusia nunca ha reconocido la presencia de sus soldados en la guerra allí, donde han muerto unas 14 000 personas entre 2014-2021. La mayoría de ellas eran civiles y soldados ucranianos que defendían su territorio de la invasión.

El este de Ucrania es mayoritariamente ruso-parlante. Pero eso no significa que no sean ucranianos. Ucrania se independizó de Rusia en 1991, cuando la Unión Soviética se disolvió. En un referéndum de independencia, en ese mismo año, el 92,3 % de los ucranianos votó a favor de la misma; incluso en Crimea, Donbass y Luhansk. El presidente ruso de entonces, Boris Yeltsin, aceptó el resultado y reconoció la independencia. Es un mandamiento legal que existe y debería haber sido una garantía.

Y así fue. Hasta que llegó Vladimir Putin.

Ucrania
Ucrania
Ucrania

Putin y su obsesión ucraniana

Ucrania siempre ha sido una obsesión para Putin. En su mundo imaginario, Ucrania ni siquiera era un estado. Los ideólogos nacionalistas de Putin hablan de Novarossiya, «Nueva Rusia», que quiere decir, Ucrania estrechamente conectada a Rusia.

El bombardeo de mentiras se intensificó cuando Rusia atacó con bombas, misiles y artillería a Ucrania el 24 de febrero 2022. Previo a la invasión, Putin aseguró que no tenía intención de agredir el vecino país. Al final se justificó con el pretexto de que había que liberar a los ucranianos sumisos de la tiranía del gobierno nazi.

El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyi, es judío. Su lengua materna es el ruso. Su abuelo hizo el servicio militar en el ejército de Unión Soviética, donde alcanzó el rango de coronel. Su bisabuelo y tres de sus hermanos murieron en el holocausto de los nazis alemanes.

En cuanto a los nazis, todos los países europeos tienen grupúsculos pequeños de nazis al margen de la sociedad. Incluso en Ucrania existe un batallón voluntario llamado Azov, cuyo líder ha expresado públicamente comentarios de elogio al fascismo. Tiene entre sus filas a unos mil voluntarios. El batallón Azov nació en Mariupol, donde lucharon contra los rusos que intentaron invadir la ciudad entre 2014 y 2018.

En el ejército ucraniano sirven 200 000 soldados. En la política, los activistas del batallón Azov u otro grupo afín no han tenido ningún respaldo popular. De hecho, nunca han llegado al parlamento.

El batallón Azov se ha sumado ahora al ejército ucraniano y está en Mariupol defendiendo la ciudad contra la invasión y el brutal bombardeo de Rusia. La urbe, de 400 000 habitantes, cuya población es mayoritariamente ruso-parlante, ha quedado prácticamente destruida. En esta circunstancia, los mismos ucranianos ruso-parlantes están muriendo por miles como consecuencia de los bombardeos. Los que pueden huyen de la ciudad.

Ucrania

Destrucción causada por los bombardeos rusos en zonas residenciales en las afueras de Kiev, capital de Ucrania. (Foto: Ivar Heinmaa)

En marzo, un bombardeo destruyó el hospital de maternidad en Mariupol. Existen fotos y videos de este hecho. Los fotógrafos de AP estuvieron presentes y sus fotos han sido un testimonio escalofriante. Jevgeny Maloletka y Mstyslav Tsernov publicaron fotos en las que se observan mujeres embarazadas llevadas en el derbi del bombardeo. Una de ellas murió un par de días después. Esa acción armada resultó en una condena internacional contra Rusia.

Ante esto, ¿qué dijo Sergei Lavrov, ministro de asuntos exteriores de Rusia? Pues que el bombardeo al hospital nunca ocurrió. Que fue una escenificación hecha por los nazis ucranianos. Que ellos mismos bombardearon y las madres embarazadas fueron actrices. O a lo mejor fue una guarnición de soldados nazis.

Un reportero ruso muy conocido, Aleksandr Nevzorov, afirmó que da más credibilidad a los fotógrafos que estuvieron presentes en los bombardeos que a su propio Ministerio de exteriores. El reportero está ahora amenazado con una condena de quince años por haber «insultado el honor del ejército ruso».

Un ministro mentiroso

Sergei Lavrov es un caso especial. Tuvo su momento de gloria en Estambul, el 10 de marzo, en una reunión de Rusia y Ucrania, cuando se intentaron establecer los primeros contactos para detener la guerra. Lavrov explicó que «Rusia no va atacar ningún otro país vecino después de Ucrania». Luego se corrigió al afirmar que Rusia no había atacado ni siguiera a Ucrania. Sin un parpadeo.

Asimismo ha dicho que Rusia fue a Ucrania para impedir la guerra. Es como quemar una casa para impedir que se incendie. Una lógica que deja boquiabierto a cualquiera.

En los círculos diplomáticos europeos rueda un chiste sobre Lavrov: ¿cómo se sabe que el ministro de asuntos exteriores de Rusia miente?  Y la respuesta: sus labios se mueven.

El trabajo de blanqueo de los hechos de Putin le ha sido muy lucrativo. Hace unos años, la hija de Lavrov compró una casa de lujo en Londres por un precio de más de cuatro millones de euros. Pagó en efectivo.

Ucrania

(Foto: Ivar Heinmaa)

Democracia en Ucrania, dictadura en Rusia

La gran diferencia entre Rusia y Ucrania es que una es una democracia y la otra, una dictadura. En Rusia, el modus operandi del estado es una dictadura personificada bajo la égida de Putin. En Ucrania existe una democracia, donde la ciudadanía decide en elecciones quién gobernará.

Una democracia es algo que Putin teme y odia. Teme el contagio democrático, que el pueblo de Rusia también quiera elegir a sus líderes. Y odia, porque existe el peligro de que el bienestar y desarrollo de la sociedad ucraniana pueda ser atractivo a los rusos.

¿Guerra u «operación especial»?

La propaganda rusa ha encontrado un campo fértil en América Latina. El gran culpable es Rusia Today, canal de televisión y brazo propagandístico del Kremlin. Su servicio en español  llega a cientos de millones en el mundo hispano-parlante. Y es pura propaganda del gobierno ruso.

Cuando Rusia bombardea un hospital de maternidad, esa noticia no se encuentra en RT. Cuando Rusia bombardea arbitrariamente civiles en Mariupol, Jarkov, etc., eso tampoco se dice. Y claro, en Rusia Today no se habla de la guerra sino de la «operación especial», como ordenan el Kremlin y su inquilino Putin.

En las noticias de RT se hace referencia a los nazis del gobierno ucraniano sin ningún pudor o verificación de datos. Nazismo o fascismo son términos históricos. Se refieren sobre todo a Adolf Hitler y la Alemania de los años en que este subió al poder. La doctrina de Hitler era el «Lebensraum», «espacio vital» en español.

Volviendo a la actualidad, el fascismo imaginario de Ucrania es la pieza clave en la retórica de Vladimir Putin; pero Rusia bajo su mando ha sido un estado expansivo. Por eso habla de Novarossiya como su territorio natural. En 2008 invadió una parte de Georgia y ahora tiene en su diana a Ucrania. ¿«Lebensraum» ruso?

De hecho, cuando discuten sobre el fascismo, Rusia debería dar un vistazo a su espejo. En 2008 se estrenó la película rusa: Rossija 88. Tales números eran un eufemismo. El ocho representa la octava letra del alfabeto, es decir, la hache. Y en la tradición neonazi, HH significa Heil Hitler. En aquel tiempo hubo mucha violencia contra las minorías étnicas del referido país, cometida por los cabeza rapadas rusos: los skinheads. Solo en 2008 mataron a ciento veinte personas por crímenes de odio.

Ahora ya no sería posible rodar una película crítica como Rossija 88, pero hace trece años todavía lo era.

Sobrevivió al holocausto para morir en un bombardeo ruso

Boris Romatshenko fue uno de los  quinientos civiles muertos en el bombardeo ruso de Jarkov. Con 96 años, era sobreviviente de cuatro campos de concentración nazis en la Segunda Guerra Mundial. El último fue Buchenwald. Después de la guerra estuvo en el ejército ruso por cinco años. Luego trabajó para descubrir a los nazis alemanes huidos tras la guerra. Últimamente no había salido de su casa en meses, por el temor de contagiarse con Covid-19.

No se puede imaginar una ironía más cruel: Rusia asegura que lucha contra los nazis, y ahora mató a un antifascista y sobreviviente de los campos de concentración en su propia casa.

***

* Este texto y las imágenes que lo acompañan son una colaboración especial para La Joven Cuba. Ivar Heinmaa es un fotógrafo y camarógrafo de guerra estonio que se encuentra en Ucrania.

31 marzo 2022 113 comentarios 2,6K vistas
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Demonios

Los demonios de Rusia

por Mauricio De Miranda Parrondo 29 marzo 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Los demonios es una de las obras más importantes del gran escritor Fiódor Mijáilovich Dostoyesvski. En ella, el también autor de Crimen y Castigo, Los hermanos Karamázov y El idiota, entre otros textos notables de la literatura rusa y universal, se plantea una reflexión crítica sobre el nihilismo, el anarquismo, el socialismo y otras corrientes llegadas a su país desde Occidente, ante los que contraponía una cultura auténticamente rusa, basada en la espiritualidad y religiosidad del pueblo.(1)

A lo largo de su historia, la sociedad rusa ha sido en gran medida refractaria a la modernización. Los cambios profundos han debido realizarse con violencia y a partir de un fuerte poder autocrático. Desde Iván IV el Terrible, Pedro I el Grande y Catalina II la Grande; hasta los zares del siglo XIX y principios del XX, el Imperio Ruso se convirtió en una gran potencia política y militar, al tiempo que no destacaba en el progreso económico.

Rusia fue una potencia industrial tardía. La revolución industrial llegó al vasto imperio impulsada por el Estado, como respuesta al retraso económico respecto a otros países imperialistas que amenazaban erosionar su influencia geopolítica. Las derrotas que sufrió en la Guerra de Crimea (1853-1856), la Guerra Ruso-Japonesa de 1905 y la Primera Guerra Mundial (1914-1918), fueron expresión de esa debilidad económica; aunque también de un relativo retraso militar.

A pesar de tener el ejército más numeroso del mundo, no era el mejor preparado pues dependía de las conscripciones de campesinos, a quienes se sacaba de las tierras que proporcionaban el escaso sustento familiar. Asimismo, los zares interferían a menudo en las decisiones militares, sin contar con la suficiente preparación.

Tomando como base el título de la referida novela de Dostoyevski, es que propongo abordar los demonios de Rusia a partir de dos elementos principales: la autocracia y el autoritarismo del sistema político y el retraso económico.

Demonios

Retrato (frag.) de Fiódor Dostoievski, por Konstantin Vasilyev. (Foto: Yuri Prostyakov/Sputnik)

La autocracia y el autoritarismo del sistema político

Al referirse al país euroasiático en su libro Orden Mundial. Reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia, el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger afirma:

«Cuando se sentía fuerte, Rusia se conducía con la dominante certidumbre del poder superior e insistía en recibir muestras formales de deferencia a su estatus. Cuando se sentía débil, enmascaraba su vulnerabilidad en taciturnas invocaciones a sus vastas reservas de fortaleza. En ambos casos suponía un desafío especial para las capitales occidentales, acostumbradas a tratar sus asuntos con un estilo en cierto sentido más elegante».

También señala:

 «Al mismo tiempo, las asombrosas hazañas expansionistas rusas partieron de una base demográfica y económica no muy desarrollada para los estándares occidentales: con muchas regiones escasamente pobladas y aparentemente inmunes a la cultura y la tecnología occidentales. El imperialismo que conquistaba al mundo transmitía una paradójica sensación de vulnerabilidad, como si estar en medio del planeta le hubiera generado más enemigos potenciales que seguridad adicional».

En la época en que Europa Occidental y Estados Unidos desarrollaban un pujante capitalismo industrial, con un inmenso progreso económico que, sin embargo, iba aparejado con altos niveles de explotación de la clase obrera; las propias luchas obreras y la aparición de fuerzas progresistas con fuerte arraigo tanto en la intelectualidad como entre los trabajadores, fueron llevando a estos países al establecimiento de un orden liberal, no solo en sus relaciones económicas sino también en sus sistemas políticos.

Mientras, en Rusia se fortalecía un régimen autocrático, basado en la autoridad incuestionable del emperador y en la represión violenta y despiadada a cualquier oposición o disenso. Con ello se intentaba asegurar la unidad territorial a través de la sumisión al monarca y a la Iglesia Ortodoxa Rusa.

Es esta la razón de que tanto las tentativas revolucionarias como las reformistas hayan sido rechazadas históricamente, incluso por gran parte de la sociedad, y solo prosperaron aquellas impulsadas desde el poder; aunque las mismas, por lo general, terminaban o perdían el ritmo cuando sus impulsores fallecían o eran sacados del poder. Tales fueron los casos de las reformas de Pedro I y Catalina II, o de Jruschov y Gorbachov en época de la Unión Soviética.

Tras la abdicación de Nicolás II en 1917, y luego del breve interregno del Gobierno Provisional, en medio de la guerra, el régimen bolchevique impuso un sistema autoritario comunista. Cuando Stalin logró derrotar a sus potenciales oponentes, a fines de la década del veinte del siglo pasado, el Estado soviético regresaría a un sistema autocrático.

La sumisión al zar fue reemplazada por el culto y el sometimiento a Stalin, en tanto la influencia cultural e ideológica de la Iglesia fue sustituida por la entronización de una interpretación dogmática del marxismo-leninismo como filosofía oficial. El régimen comunista no permitió el desarrollo de una sociedad civil, debido a que el Estado, controlado por la dirigencia del Partido Comunista, resultaba omnipresente en la sociedad.

Demonios

Última familia imperial rusa. (Imagen: La Vanguardia)

Con la desaparición de la Unión Soviética, la aparente democratización de la sociedad rusa estuvo acompañada por la privatización mafiosa de buena parte de las empresas estatales; la aparición de una oligarquía asociada al crimen organizado y a las antiguas estructuras del Partido Comunista y la Seguridad del Estado; y la reaparición de la pobreza y la mendicidad. En los años noventa sobrevino una grave crisis económica que abarcó prácticamente toda la década. Como resultado de estos factores, la posición geopolítica de Rusia en el escenario internacional se debilitó considerablemente.

En consecuencia, en el imaginario de buena parte de la sociedad, la democracia se asocia al período en que el país perdió la condición de potencia global y el nivel de vida de su población retrocedió.

La renuncia de Boris Yeltsin, el 31 de diciembre de 1999, y su reemplazo por Vladimir Putin, designado primer ministro dos meses antes, abrió un nuevo capítulo en el que poco a poco el nuevo gobernante fue consolidando su posición a partir de medidas tendientes a fortalecer nuevamente el papel del Estado en la economía; incrementar el rol del gobierno central respecto a las entidades federadas; limitar la influencia de los oligarcas en la política, a cambio de apoyarles en el desarrollo de sus negocios; robustecer el aparato militar y de Seguridad del Estado y el poderío militar del país; así como restringir la democracia política.

En su segundo período presidencial, Putin adoptó medidas para mejorar la salud, la educación, la vivienda y la agricultura. Entre ellas se destacan el incremento de la inversión para modernizar y equipar los hospitales y centros educativos, y el aumento de salarios a los trabajadores de ambos sectores.

La naciente e imperfecta democracia política, y las libertades existentes durante los dos períodos de gobierno de Yeltsin, fueron reemplazadas por una nueva etapa de autoritarismo y autocracia en torno a la figura de Putin a lo largo de sus más de veinte años en el poder.

Demonios

Boris Yeltsin y Vladimir Putin en 1999. (Foto: Getty)

Entre los cambios principales orientados a reforzar un sistema autoritario y autocrático, pueden mencionarse:

– modificación del sistema para elegir diputados a la Duma Estatal, con la eliminación de las circunscripciones uninominales y el establecimiento, para todos los escaños, del sistema de representación proporcional por listas;

– prohibición a los partidos de conformar alianzas electorales;

– elevación del umbral para obtener representación en la Duma, de un 5% a un 7%;

– supresión de la elección por sufragio universal de las máximas autoridades de las entidades que integran la Federación Rusa y designación de estas por parte del presidente;

– fortalecimiento de los poderes presidenciales;

– ampliación del período presidencial de cuatro a seis años a partir de las elecciones de 2012, en las que Putin volvía a aspirar después de cuatro años como primer ministro;

– hostigamiento a la oposición «no leal», víctima de persecución judicial, asesinato o intentos de asesinato de varios de sus líderes; y

– reforma constitucional del 2020, que permitió a Putin optar por dos nuevos períodos presidenciales de seis años cada uno sin que contaran los cuatro que había desempeñado.

Sin dudas, Putin ha logrado el apoyo mayoritario de la sociedad rusa, que parece aceptar —o incluso favorecer—, un sistema político autoritario en el que el líder posee todo el poder sin contrapeso alguno. Tanto el poder legislativo como el judicial están en sus manos, y la única diferencia con el totalitarismo comunista es la tolerancia limitada de ciertos partidos de oposición «leales». Entre ellos: el Partido Comunista de la Federación Rusa, el Partido Liberal-Demócrata de Rusia, Gente Nueva y Partido del Crecimiento.

Otros partidos, como Rusia Justa, Plataforma Cívica y Rodina, han apoyado, junto a Rusia Unida, la candidatura presidencial de Putin. En las elecciones legislativas de septiembre de 2021, Rusia Unida obtuvo 326 de los 450 escaños de la Duma, lo que asegura al presidente el respaldo del legislativo. Mientras tanto, en las últimas elecciones presidenciales, en 2018, el jefe del Estado logró el 76,7% de los votos emitidos, pero sin que se permitiera concurrir a candidatos incómodos para el poder.

Como resultado del retorno al sistema autoritario y autocrático, han sido afectadas no solo las libertades políticas, sino también las individuales y las de diversos grupos sociales, como la comunidad LGTBIQ+ y diversas organizaciones no gubernamentales independientes del gobierno.

Demonios

Bandera de Rusia Unida. (Foto: istock)

El retraso económico

A diferencia de otros países europeos, en los que la acumulación de capitales provenía del desarrollo agrícola, la producción artesanal y manufacturera y el comercio internacional; en Rusia la agricultura era muy atrasada y, a pesar de la eliminación del sistema de servidumbre en 1861, todavía conservaba, a fines del siglo XIX y principios del XX, considerables rezagos pre-capitalistas que no la hacían una potencia económica.

La industrialización, por su parte, fue un proceso tardío e impulsado por el Estado con el concurso de capitales extranjeros. Se concentró geográficamente en grandes ciudades como San Petersburgo, Moscú, Kiev, Varsovia y Lodz —en la parte polaca ocupada por Rusia— y las cuencas del Donetz y el Dniéper. El descubrimiento de petróleo en Azerbaiyán, hizo de Bakú otra zona industrial. Mientras tanto, la mayor parte de la población y el territorio eran agrícolas y predominaban relaciones pre-capitalistas de producción.

No obstante sus inmensos recursos naturales, especialmente mineros y energéticos, en 1913 la producción industrial de Rusia representaba solo el 5,5% del total mundial, detrás de Estados Unidos (35,8%), Alemania (15,7%), Gran Bretaña (14,0%) y Francia (6,4%).(2)

A pesar de ser la quinta potencia industrial del mundo, Rusia no era un país industrializado al producirse la revolución bolchevique, por lo que la prioridad del gobierno comunista, sobre todo después de finalizar la Guerra Civil (1918-1921), fue alcanzar la industrialización.

La estrategia de desarrollo decidida por Stalin a partir de los primeros planes quinquenales fue una industrialización acelerada, especialmente en la industria pesada, esto es: construcción de maquinarias, siderurgia, armamentos, minería y energía. Como fuentes de acumulación fueron utilizadas la explotación del campesinado, al que se había impuesto la colectivización forzosa; la movilización social a partir de la idea de que con ello se contribuía a la construcción del socialismo; así como el trabajo forzado de miles de prisioneros políticos en campos de trabajo administrados por la Seguridad del Estado (GULAGs).

Ciertamente, la URSS logró un nivel de industrialización considerable antes de la Segunda Guerra Mundial, lo cual, dicho sea de paso, le permitió resistir y luego derrotar la invasión nazi. Sin embargo, esto se consiguió a costa de inmensos sacrificios humanos, de un nivel de vida de la población mucho más bajo que el de otras potencias industriales y con una agricultura subdesarrollada. En 1940 la renta nacional a precios constantes se había quintuplicado respecto a 1928.(3) 

El modelo de crecimiento adoptado por la URSS antes y después de la Segunda Guerra Mundial fue de tipo «extensivo», es decir, basado en la abundancia relativa de recursos naturales y humanos y de su financiación, asegurada por la concentración de los recursos del Estado en los objetivos establecidos. La sustitución del mercado por la administración centralizada de la economía llevó a que, en ausencia de competencia, las empresas industriales produjeran con altos costes relativos y con una baja calidad de acuerdo con estándares internacionales.

Demonios

El rezago de la industria de bienes de consumo y de la agricultura provocó no solo una grave deformación estructural en la industria soviética, sino que ralentizó el mejoramiento del nivel de vida de la sociedad. Cuando el modelo «extensivo» de crecimiento agotó sus posibilidades, a partir de la segunda mitad de la década de los setenta del siglo xx, la economía soviética fue incapaz de transitar hacia un modelo «intensivo», basado en mayor productividad de los factores de producción y en mayor calidad de la producción.

Tras el derrumbe del «socialismo burocrático» y la desaparición de la Unión Soviética, sobrevino para Rusia la mayor crisis económica de la época contemporánea.

Entre 1993 y 1999, el PIB se contrajo a un ritmo promedio anual de -4,0%;(4) se produjo una enorme devaluación del rublo; aumentó la inflación; se incrementó la deuda externa; las reformas hacia la liberalización de la economía y la transición hacia una economía de mercado, condujeron al fomento de la corrupción; el enriquecimiento ilícito de funcionarios del Partido, el gobierno, directores de empresas estatales y el desaparecido KGB; el deterioro del nivel de vida de las personas jubiladas y de millones de trabajadores a quienes se les redujeron los ingresos reales. El ingreso per cápita a precios corrientes de 2015, pasó de 6.398 dólares estadounidenses en 1992 a 5.362 en 2000.(5)

El gobierno de Putin, a partir de 2000, ha logrado revertir las tendencias macroeconómicas negativas, al tiempo que restableció el poderío militar del país; pero no ha conseguido conformar una estructura económica ni un patrón de inserción internacional típicos de naciones desarrolladas. En realidad, la economía es altamente vulnerable a los precios del petróleo y el gas, que constituyen el principal rubro de exportaciones.

Entre 2017 y 2021, los combustibles representaron el 47,9% de las exportaciones rusas, los productos de fundición de hierro y acero 5,1% y los metales preciosos, entre ellos oro y platino, 4,8%. Mientras, las máquinas y aparatos mecánicos, incluidos los reactores nucleares, representaron el 2,2%, y las máquinas y aparatos eléctricos 1,2%.(6) Rusia ocupa el primer lugar en la exportación mundial de combustibles y reactores nucleares, pero es importador neto de maquinarias y productos de alta tecnología.

El ingreso per cápita a precios constantes de 2015, pasó de 5.362 USD en 2000 a 9.633 USD en 2020. No obstante, aún continúa siendo un valor correspondiente a una economía de desarrollo intermedio. Su gasto militar, sin embargo, ha oscilado entre el 3,7% y el 4,3% del PIB desde 2017 a 2020; mientras Estados Unidos reporta entre 3,3% y 3,7% y China 1,7%. En el período 2018-2020, Rusia destinó a gastos militares el 11,4% del presupuesto total de la nación. Por su parte, Estados Unidos descendió de 9,6% en 2018 a 7,9% en 2020, y China de 5,1% a 4,7%; ambos con economías mucho más grandes que la rusa. (7)

Bajo el régimen de Putin se ha mantenido la lógica soviética de la época de Guerra Fría, según la cual se prioriza el gasto militar para mantener la paridad estratégica con Estados Unidos a costa de un sacrificio económico considerable. Esta paridad ha incluido el desarrollo de armamentos de nuevo tipo que, de usarse en una conflagración internacional, podrían llevar a la destrucción de la humanidad.

Pareciera que Putin no ha tomado en cuenta adecuadamente las lecciones de la historia. El poderío de las naciones se construye a partir de la economía. Una economía sana macroeconómicamente, competitiva y con un adecuado clima para el desarrollo de los negocios, enfocada en el mejoramiento del bienestar de la sociedad y en una eficiente inserción internacional; es la base sobre la que se construye una potencia sólida.

Esto lo comprendió Gorbachov en su momento y fue abanderado de una serie de acuerdos para limitar la carrera armamentista y, sobre todo, restringir el desarrollo de armas de destrucción masiva. La economía soviética de entonces no podía sostener semejante nivel de gastos. Tampoco la rusa podrá lograrlo en estos tiempos.

Rusia no es solo una gran potencia militar, sino cultural, científica y deportiva. Su aporte a la literatura, el cine, la música, la danza, la ópera, la educación, las ciencias y los deportes; es de relevancia global. Sin embargo, requiere modernizarse económicamente y como sociedad para que pueda cumplir un rol de liderazgo internacional en un ambiente de cooperación global con los otros países, en especial con los de su entorno geopolítico. Pero esto precisa también de un nuevo tipo de relaciones internacionales, en las que la confianza mutua reemplace a los recelos y la marginación.

Rusia necesita derrotar a sus demonios.

***

1.  Ver, de Joseph Frank: Dostoevski, A Writer in His Time, New Jersey, Princeton University Press, 2010, p. 657.

2.  S.B Clough y R.T Rapp: Historia económica de Europa, Omega, Barcelona, 1979. Citado por Enrique Palazuelos: La formación del sistema económico de la Unión Soviética, Ediciones Akal, Madrid, 1990.

3.  Cálculos a partir de Palazuelos: La formación del sistema económico de la Unión Soviética. Ediciones Akal, Madrid, 1990.

4. Cálculos del autor con base a UNCTAD (2022) Unctadstat.

5. UNCTAD (2022) Unctadstat. 

6. Cálculos con base a ITC: Estadísticas de comercio internacional, Cálculos con base a ITC (2022) Estadísticas de comercio internacional.  

7. SIPRI (2022) SIPRI Military Expenditure Database. 

29 marzo 2022 66 comentarios 3,K vistas
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Extremismo - Ucrania

Los extremismos izquierdistas y la invasión a Ucrania

por Mario Valdés Navia 17 marzo 2022
escrito por Mario Valdés Navia

La invasión rusa a Ucrania ha provocado un nuevo cisma de las izquierdas a nivel mundial. Puestas nuevamente ante el espejo de sus propios errores/horrores, los individuos, grupos, partidos y movimientos que profesan posturas de este tipo podrían ser ubicados en dos grandes vertientes.

Por un lado, los que denuncian la decisión de Putin, admiran la resistencia del pueblo ucraniano y claman por la paz, sin dejar de condenar los cantos de sirena de Occidente al inducir a Ucrania a confrontar radicalmente a Rusia con la promesa de admitirla en la Unión Europea y la OTAN y ser garantes de su seguridad.

Del otro, los radicalizados extremistas, que apoyan al agresor imperial y sueñan con la victoria de las armas rusas sobre los supuestos nazis ucranianos al precio que sea necesario. Al análisis de estos pseudo-izquierdistas, renegados confesos del principio de no intervención y poseídos por la enfermedad infantil del extremismo en el izquierdismo, nos dedicaremos hoy.

-I-

La dicotomía izquierda-derecha suma más de dos siglos de existencia desde que surgiera —como tantos otros símbolos políticos— en el crisol de la Revolución Francesa. Por entonces, los partidarios y los adversarios del veto real a la futura Constitución ocuparon asientos, respectivamente, a derecha o izquierda de Luis XVI en las sesiones de la Asamblea Nacional.

Extremismo - Ucrania

Las sillas de la derecha las ocuparon los fieles a la monarquía y las de la izquierda los que pedían menos poder para el rey Luis XVI. (Imagen: Getty)

Con el tiempo, en cada país apareció un sector derechista, defensor del orden, autoridad, unidad nacional, religión, tradición y liberalismo económico; apoyado por terratenientes, campesinos y grandes intereses financieros. Por otra parte se consolidaban las diversas izquierdas, defensoras de las libertades individuales, gobiernos democráticos, mayor presencia estatal y apoyo a las reclamaciones de los sectores populares. Como tendencia, sus líderes representaban a industriales y comerciantes, capas medias, intelectuales y trabajadores de la ciudad y el campo.

Al crecer, los movimientos obrero, socialista y comunista abrazaron muchas de las posiciones de la izquierda; pero pronto el autoritarismo y el dogmatismo hicieron mella en estas alianzas. El totalitarismo estalinista y la Razón de Estado soviética acabaron por abrir un abismo de incomprensiones y suspicacias entre los comunistas y el resto de las izquierdas a nivel mundial.    

En América Latina, donde las revoluciones burguesas y la independencia económica quedaron truncas, los movimientos de izquierda asumieron conjuntamente las luchas en defensa de la libertad y justicia sociales con la consolidación de la soberanía nacional ante el acecho de las grandes potencias, en particular los Estados Unidos. Desde inicios del siglo XX, ser de izquierda en esta región es sinónimo de antimperialismo, solidaridad continental y rechazo a la intervención armada extranjera.

Al nacer como república, tras la ocupación militar estadounidense y la imposición de la Enmienda Platt, el antimperialismo pasó a la genética de las tendencias de izquierda cubanas. En estas posturas influyeron decisivamente el pensamiento de José Martí y la ideología del PRC, frustradas por las maquinaciones de los sectores patrióticos conservadores y la intervención estadounidense.

De hecho, en la Cuba republicana las posturas contrarias a la intervención, la injerencia o el predominio de los intereses imperialistas estadounidenses marcaron el discurso de los políticos de izquierda y derecha con diversas gradaciones y matices, no exentos de demagogia política. Un caso peculiar fue el de los comunistas cubanos, pues en la medida en que se extendía el mito estalinista de la Unión Soviética como faro y guía de la revolución mundial, la Razón de Estado soviética se fue imponiendo al principio antimperialista.

Extremismo - Ucrania

(Foto: El Estornudo)

El enfrentamiento de los comunistas al Gobierno de los Cien Días, el más antimperialista del período republicano, y en particular a Tony Guiteras y La Joven Cuba, constituyó un símbolo del daño que infligía su extremismo pro-soviético al fortalecimiento de la izquierda revolucionaria.

-II-

Aunque llenas de matices individuales, las visiones de los partidarios izquierdistas de la invasión rusa pueden dividirse, a grosso modo, en cuatro categorías: pragmáticos oficialistas; rusófilos/nostálgicos de la URSS; fans de Putin; y antiestadounidenses radicales.

– Pragmáticos oficialistas: Siguen a pie juntillas las posiciones del Gobierno/Partido/Estado ante este conflicto, únicas que aparecen en los medios oficiales. Su motivación principal es la lealtad incondicional al grupo de poder y a lo que siguen llamando La Revolución. Otras causales son: el compromiso de vida con el empleo estatal que los ata; y el síndrome del miedo a la libertad, cuestión esta que no se cura solo con argumentos.

Si bien la actitud oficial de Cuba coincide muchas veces con la de gobiernos autocráticos, que responden no a supuestos procesos revolucionarios, sino a camarillas plutocráticas que se han apoderado de las economías nacionales en su beneficio; es lamentable que hombres y mujeres que se consideran de izquierda puedan aceptar, y hasta apoyar, la contradictoria postura oficial de «condenar la guerra sin criticar la invasión».

Es incoherente que el gobierno y sus acólitos justifiquen la agresión arguyendo que Rusia se sentía amenazada. Por motivos como ese estallarían guerras en casi todo el mundo, ya que muchos países se sienten amenazados por algún vecino incómodo.

Extremismo - Ucrania

(Imagen: María Pedreda)

– Rusófilos/nostálgicos de la URSS: Estos no dejan de ver en Rusia la continuidad de los buenos y viejos tiempos de la CCCP. Perciben a la resistencia ucraniana como las divisiones SS y a las tropas rusas como el Ejército Rojo, que marcha gloriosamente desnazificando el país.

Siguiendo la lógica de tres décadas de hermanos en la construcción del socialismo y el comunismo —expresada en el respaldo a las invasiones soviéticas a Checoslovaquia (1968) y Afganistán (1979)—, apoyan al agresor por preferir el imperialismo ruso al estadounidense/OTAN. Sus argumentos se caracterizan por una deshonestidad que apela a la mentira desfachatada y a ridículas aseveraciones.

Una de ellas es que Rusia existe donde quiera que haya poblaciones que hablen mayoritariamente ruso. Este razonamiento, típico del expansionismo estadounidense decimonónico, abre las puertas a Francia para reclamar el Quebec canadiense, a México para expandirse a los estados del medio oeste norteamericano y, a Cuba, para anexar el condado de Miami Dade.

La más burda de las afirmaciones de estos rusófilos es el mantra humillante de que «Cuba no puede morder la mano que la sostiene», como si la Rusia de Putin sostuviera económicamente a Cuba cual hiciera la URSS de Brehznev y, en cualquier caso, habría que cuestionar si vale la pena vender los principios éticos por el apoyo interesado de un imperialista sobre otro.

Por demás, tratar de identificar la actitud de Putin hacia Cuba con la de antiguos dirigentes comunistas soviéticos es risible. No solo porque este acaba de justificar su agresión con el argumento mendaz de que Lenin y los bolcheviques despedazaron a Rusia cuando crearon la URSS, sino porque su gobierno abandonó los últimos lazos con Cuba cuando llegó al poder.

– Fans de Putin: decidí denominar a este grupo de manera tan poco científica porque las razones de que haya izquierdistas cubanos deslumbrados con un ultraderechista como Putin, escapan de los campos de la Politología y la Historia y deben ser analizadas por psicólogos y sociólogos como una patología.

Desde el punto de vista histórico, olvidaron muy pronto que sin aviso previo Putin ordenó el cierre y desmantelamiento de la base radioelectrónica de Lourdes (1964-2001) de la que se servía no solo Rusia, sino Cuba para conocer los movimientos militares estadounidenses en tiempo real.

Extremismo - Ucrania

Foto manipulada de Vladimir Putin con el traje de Zar de Rusia. (Imagen: Urgente24)

Desde entonces, su gobierno congeló los nexos económicos y no los retomó hasta 2014, ya en la nueva Guerra Fría, cuando buscaba aliados en Latinoamérica y era vox populi el deshielo entre Cuba y EE.UU. Al visitarnos en julio —pocos meses antes que Barack Obama—, Putin condonó la vieja e impagable deuda con la URSS, abriendo así las posibilidades para un acuerdo con el Club de París; sin embargo, los ansiados y prometidos capitales rusos no volvieron, y menos aún la ayuda estatal.

En lo político, Putin ha difundido una imagen de supermacho (hombre de armas, especialista en artes marciales, amante de la naturaleza, admirado por las mujeres, amigo de las artes y los deportes), que puede atraer a determinadas personas necesitadas de un arquetipo masculino fuerte. Solo los extremistas que tienen la prepotencia y el caudillismo como valores, pueden seguir los pasos del nuevo zar en su pretensión de rehacer, a como dé lugar, un imperio ruso aún más fuerte.

– Antiestadounidenses radicales: en lo ideo-político, es esta la categoría que más me preocupa, tanto por su extensión como por lo enrevesado de sus argumentos. Es que los extremismos izquierdistas beben asiduamente en los charcos del dogmatismo y la ortodoxia. Esto les permite sentirse seguros en una zona de confort desde la cual, como auténticos veladores de la fe, lanzan anatemas contra cualquiera que consideren adversario, confundido o, peor aún, renegado de sus doctrinas exactas y, por tanto, infalibles y eternas.

Así, algunos izquierdistas en Cuba se conmueven ante los sufrimientos del pueblo ucraniano y la agresión a su soberanía, pero al final piensan: «Si los ucranianos están apoyados por EE.UU., nuestro enemigo histórico durante doscientos años, mi lugar está con sus enemigos, por bien que me caigan los defensores». En otras palabras: «El enemigo de mi enemigo es mi amigo».

El olvido de la historia y la falta de ética de este razonamiento lo hacen insostenible y despreciable. En lo histórico, basta con recordar la conformación de los Aliados para derrotar al Eje, o la colaboración cubana con el gobierno de Bush para garantizar la seguridad de la prisión en Guantánamo, a inicios de la guerra contra el terrorismo de Al Qaeda.

El pensamiento crítico no puede asumir como práctica común la dicotomía  de cualquier problema político en pares antagónicos (bien/mal; imperialismos buenos/malos; guerras justas/injustas), porque los problemas complejos no pueden ser resueltos de manera simplista. Sus respuestas y propuestas de solución también han de ser complejas.

El imperialismo, la agresión armada y la ocupación por la fuerza de regiones y países enteros para imponer gobiernos títeres preferidos por las grandes potencias, no puede ser una causa defendida por hombres y mujeres de izquierda; mucho menos si, por ser cubanos, han consagrado sus vidas a la defensa de la independencia nacional ante su poderoso y amenazante vecino.    

Los auténticos lemas de la izquierda han de ser: «Manos fuera de Ucrania», «Paren la guerra ya», «Conversaciones, no combates». Cada día que pasa, Rusia y Ucrania se acercan más a la derrota mutua, y el mundo al holocausto nuclear. No hay espacio para extremismos, dogmatismos y estereotipos en este momento crucial; solo para exigir el fin de las hostilidades, retirada del agresor, conversaciones, compromisos y concesiones mutuas y un tratado internacional que garantice la independencia y seguridad del valiente pueblo ucraniano. 

17 marzo 2022 61 comentarios 2,6K vistas
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Reflexiones - crisis

Reflexiones en torno a una crisis mayor

por Raymar Aguado Hernández 12 marzo 2022
escrito por Raymar Aguado Hernández

El conflicto bélico desatado recientemente en Europa del Este y la crisis resultante, más que crear en mí una preocupación sobre el devenir estructural y económico del mundo, deja un pesar inmenso por ver tan enturbiado el futuro de la ética humanista de esta sociedad sumida en la propaganda y el escepticismo. Paralela a la de las armas de fuego, existe también una guerra mediática en la cual muchos intentan ser jueces de un escenario cuyos matices generalmente desconocen.

La desinformación embelesa desde las diferentes plataformas y genera un estado de opinión que favorece el acriticismo. En los últimos días se ve potenciada la división y la hostilidad. Un fervor casi romántico de presunta justicia subvierte la palestra pública en un paisaje circense lleno de ingenuidad y falaz empatía. El panorama carece de matices, solo dos polos antagónicos son reconocidos: buenos y malos. Quién es quién lo determina el lugar de donde sea recibida la propaganda. Los hechos son entonces una suerte de performance donde la diégesis la dictan los medios de comunicación.

Las redes sociales están inundadas de información que satura e inhabilita el poder de discernir. Asimismo, muchos solo buscan datos que les permitan solidificar un criterio preconcebido y seleccionan qué consumir, sin el deseo de, a través del contacto con otras posturas, llegar a moldear un juicio crítico e informado. Por otra parte, los grandes medios que se presentan como «confiables», informan solo a medias en la mayoría de los casos y le dan a los hechos un enfoque «conveniente» a sus posturas editoriales, con lo que parcializan la información y ocultan de ella una buena parte.

Reflexiones - crisis

Los medios informan solo a medias en la mayoría de los casos y le dan a los hechos un enfoque «conveniente» a sus posturas editoriales (Foto: El Comercio)

Luego están los del gremio de la sensibilidad cool y sus mil aristas. El conflicto al este europeo es un tema trending y los hashtags «Stop the War», «Ukraine», «Russia», «Putin», etc. tienen gran impacto en materia de posicionamiento. Un ejército de twitteros e instagramers «sensibilizados» con el tema, se yerguen voceros de la causa y comparten cualquier información que encuentren. Generan así estados de opinión, que, en ocasiones, carece de sustento en hechos, con lo que hacen gala de la conjetura y los nexos sin fundamento.

Con ello ganan visibilidad, estar al día es su tarea de orden. Su falta de ética, salpimentada con una dosis de hipocresía mediática, tiene las diferentes plataformas bañadas del llanto de los emoticones, los mensajes esperanzadores, las críticas y el antiimperialismo selectivo.

Sobre esto último quiero hacer algunos señalamientos. Lo acontecido no es más que otra repartición territorial-económico-política entre potencias. Esta guerra lleva muchos años activa, solo estamos en otra etapa más mortífera y destructiva. Es de ingenuos suponer que los actores de este conflicto son solo Rusia y Ucrania, y obviar el papel de Occidente —léase OTAN, principalmente Estados Unidos— en esta pugna de poderes.

Por otra parte, no creo en la benevolencia política ni en la propaganda de ninguna potencia, por eso estoy en contra de cualquier imperio y su sed expansionista. Venga de donde venga —sea ruso, estadounidense, británico, francés, chino o «marciano»— al imperialismo se repudia y rechaza. Ninguna nación tiene derecho a burlar la soberanía de otra, ni a tomar su territorio usando su prepotencia armamentista o su pedantería económica. Esto último es derecho internacional y humanismo, no el rechazo selectivo a tal o cual nación, hecho o ideología.

La propaganda generada por Occidente, dueño de los medios más inmediatos y masivos de información, coloca la balanza a su entero favor y lo exonera ante la opinión pública de cualquier culpabilidad en el conflicto y estigmatiza todo lo que huela a Moscú. En el otro extremo está un sector añorante de la URSS y la retórica socialista, que pasa por alto el nacionalismo étnico, el totalitarismo y los pespuntes de extrema derecha de Putin, para justificar la invasión y sus males.  

Reflexiones - crisis

La propaganda generada por Occidente coloca la balanza a su entero favor.

En esta guerra no hay buenos o malos, sino víctimas de una pugna por la hegemonía del mundo. Es enteramente reprochable el ardid de validar la invasión como supuesto método de precaución, como lo es también condenarla y desconocer acciones similares llevadas a cabo por otras potencias, así como la responsabilidad occidental en el expansionismo de la OTAN pese a los llamados de atención rusos.

Estos conflictos geopolíticos que proponen los imperios modernos, no son más que otra forma de someter a los pueblos, que, como hoy con el de Ucrania, son quienes pierden. El afán de emperador que cargan tanto Putin como el gobierno de los Estados Unidos, nos pone nuevamente al borde de un conflicto nuclear. Estos Césares sobreponen su egolatría, a la paz, la prosperidad y el futuro.

Los tiranos y los imperios van y vienen, el ciclo de la historia está marcado en gran medida por ello, pero el hombre como especie íntegra queda y es deber nuestro que no se pierda lo que nos hace humanos. No podemos abogar por un mundo sin guerras, violencia y maldad, si no contribuimos a lograrlo desde nuestra posición, la búsqueda de la paz comienza en nuestro entorno y en nosotros mismos. 

No es coherente condenar la prepotencia de unos frente a otros cuando actuamos con suma prepotencia ante la naturaleza. No es honrado denunciar un acto de violencia y abandono cuando, desde el papel que jugamos, no somos capaces de obrar mejor. Sería hipocresía, degradación ética, anti humanismo; representando estos últimos peligros mayores que el de las armas nucleares.

Me hago eco de unos versos de Silvio:

Si fácil es abusar, más fácil es condenar / y hacer papeles para la historia, para que te haga un lugar. / Qué fácil es protestar por la bomba que cayó / a mil kilómetros del ropero y del refrigerador. / Qué fácil es escribir algo que invite a la acción / contra tiranos, contra asesinos, / contra la cruz o el poder divino, / siempre al alcance de la vidriera y el comedor.

En el prólogo a su poemario Ismaelillo, José Martí planteó una tríada que a mi juicio es la clave para la construcción del «futuro»: «fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud». Bajo estas premisas debemos marchar, sabiendo dejar a un lado el ego, la propaganda, la mentira; corrigiendo cada aspereza en nuestro actuar, siendo mejores. Ahí está nuestra verdadera lucha.

El camino siempre será la paz y junto a ella, el rejuego entre lo brutal, lo humano y la semilla del bien que debemos acoger en nuestro centro como obra de salvación. Al fin y al cabo, en esa vocación de bien es donde único cabe nuestra esperanza.  

12 marzo 2022 25 comentarios 2,1K vistas
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Guerra

La guerra entre Ucrania y Rusia y la crisis del sistema internacional

por Mauricio De Miranda Parrondo 11 marzo 2022
escrito por Mauricio De Miranda Parrondo

Desde la paz de Westfalia en 1648 hasta el día de hoy, las guerras que involucraron a varios países o continentes han sido el resultado de la quiebra de los sistemas internacionales precedentes, y como consecuencia generaron nuevos sistemas de relaciones internacionales que reflejaron siempre los intereses de las potencias vencedoras.

Los principios del sistema internacional contemporáneo y su persistente violación

El sistema internacional actual derivó del fin de la Segunda Guerra Mundial y se expresó en la constitución de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuya Carta establece como principios:

1) la igualdad soberana de todos sus miembros; 

2) los miembros cumplirán de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de conformidad con la Carta; 

3) arreglo de las controversias internacionales por medios pacíficos de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacionales ni la justicia;

4) abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado;

5) los miembros prestarán a la ONU toda clase de ayuda en cualquier acción que ejerza de conformidad con la Carta y se abstendrán a Estado alguno, contra el cual la ONU estuviera ejerciendo acción preventiva o coercitiva;

6) la ONU hará que los Estados que no son miembros se conduzcan de acuerdo con estos Principios en la medida en que sea necesario para mantener la paz y la seguridad internacionales;

7) la ONU no podrá intervenir en los asuntos que constituyen la jurisdicción interna de los Estados.

El capítulo VII de la Carta establece las acciones en caso de amenazas a la paz, quebrantamientos de la paz o actos de agresión. Las mismas se reservan al Consejo de Seguridad, cuyos cinco miembros permanentes: Estados Unidos, Rusia (después de la disolución de la URSS), Reino Unido, Francia y China, gozan de poder de veto. Entre estas acciones se considera el uso de fuerzas terrestres, aéreas o navales para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales.

Amparada en esta figura, una coalición bajo la bandera de Naciones Unidas participó en la Guerra de Corea (1950-1953), desatada por la invasión de Corea del Norte a Corea del Sur.

Guerra (2)

Cascos azules de la ONU (Foto: Prensa Latina)

Actualmente, sus Fuerzas de Paz (los llamados «cascos azules») participan en diversas misiones para la observación o el mantenimiento de la paz en Chipre y Kosovo en Europa; conflicto de Cachemira entre India y Pakistán, Timor Oriental y Afganistán en Asia; conflicto árabe-israelí y Líbano en Oriente Medio; Haití en América Latina y Caribe; y Sahara Occidental, Sudán, Sudán del Sur, Congo, Libia, Mali y República Centroafricana. Previamente, desarrollaron numerosas misiones relacionadas con guerras y conflictos militares internos en diversos países.

La Guerra Fría o la fractura del sistema internacional de postguerra

Poco después de la constitución oficial de la ONU —en cuya arquitectura se evidenció el desenlace de la guerra en la que los entonces aliados Estados Unidos, Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y China fueron reconocidas como potencias vencedoras—, comenzó la Guerra Fría entre Estados Unidos y el llamado bloque occidental, por una parte, y la Unión Soviética y el grupo de países en su órbita como resultado de la imposición de regímenes comunistas, por la otra.

El enfrentamiento político y la competencia económica y militar de ambos bloques condujo a la formación de dos organizaciones militares enclavadas en el continente europeo, donde se estableció la línea principal de confrontación.

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se creó por el Tratado del Atlántico Norte o Tratado de Washington, firmado el 4 de abril de 1949, y se autodefine como un sistema de defensa colectiva en el que los Estados miembros se comprometen a defender a cualquiera de ellos que sea atacado por una potencia externa.

Originalmente fue constituida por Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia (se retiró de la estructura militar en 1966 y retornó en 2009), Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido. Posteriormente se incorporaron Grecia y Turquía en 1952, República Federal de Alemania en 1955 y España en 1982.

Después de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, se produjo la expansión de esta organización hacia el Este al incorporar antiguos aliados de la desaparecida URSS e incluso a ex-repúblicas soviéticas. Hungría, Polonia y la República Checa ingresaron en 1999; Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumanía en 2004; Croacia y Albania en 2009; Montenegro en 2017 y Macedonia del Norte en 2020.

El 14 de mayo de 1955 se firmó el Tratado de Amistad, Colaboración y Asistencia Mutua, también denominado Pacto de Varsovia, con el objeto de contrarrestar la amenaza que representaba para ellos la OTAN. Sus miembros fundadores fueron la Unión Soviética, Albania (se retiró de facto en 1961 y de jure en 1968, debido al diferendo ideológico de su régimen abiertamente estalinista con la dirigencia soviética), Alemania Oriental, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Rumanía.

Guerra (3)

También se autodefinía como organización militar defensiva. Por entonces Yugoslavia no se integró, debido a la ruptura de relaciones con la URSS y a su expulsión del Kominform en 1948 cuando se produjo el enfrentamiento político entre Stalin y Tito. Mongolia solicitó su ingreso en 1963, sin embargo, conservó un estatus de observador después que su ingreso fue bloqueado por Rumanía, pero tropas soviéticas se estacionaron en su territorio en 1966.

China y Corea del Norte también fueron países observadores, pero el primero se retiró en los años sesenta debido a su diferendo político con la Unión Soviética durante el gobierno de Mao Zedong, y el segundo se distanció para mantener su equidistancia durante el conflicto sino-soviético.

De forma alternativa, en 1961 un grupo de países del llamado Tercer Mundo, —liderados originalmente por el primer ministro de India Jawaharlal Nehru, y los presidentes Josip Broz Tito (Yugoslavia), Gamal Abdel Nasser (Egipto), Ahmed Sukarno (Indonesia) y Nkwame Nkrumah (Ghana)— decidió constituir en Belgrado el Movimiento de Países No Alineados, que agruparía a los estados no miembros de organizaciones militares.

Aunque inicialmente pretendía la neutralidad entre los bloques militares, la realidad fue que muchas de estas naciones estaban alineadas políticamente con uno de ellos. Los principios de no alineación se resumen en: 1) Respeto mutuo por la integridad territorial y la soberanía de cada Estado; 2) No agresión; 3) No interferencia en asuntos internos de otros Estados; 4) Igualdad y mutuo beneficio en las relaciones entre los Estados y 5) coexistencia pacífica.

En realidad, tanto la OTAN como el Pacto de Varsovia desarrollaron acciones ofensivas que se tradujeron en operaciones militares no relacionadas con sus objetivos declarados y que, además, resultan violatorias de la Carta de las Naciones Unidas.

La URSS invadió Hungría en 1956 para evitar que su gobierno se retirara del Pacto de Varsovia y se declarara neutral. En 1968, los ejércitos de la URSS, Alemania Oriental, Polonia, Hungría y Bulgaria invadieron Checoslovaquia para frenar las reformas económicas y políticas iniciadas allí. En 1979, tropas soviéticas intervinieron en Afganistán para asegurar su influencia geopolítica y lo mantuvieron ocupado militarmente, debiendo librar una cruenta guerra contra fuerzas nacionales hasta su retirada en 1989, con el balance de más de 15 mil soviéticos muertos y desaparecidos y más de 53 mil heridos y mutilados.

La OTAN por su lado, si bien no desarrolló acción militar alguna durante la Guerra Fría, atacó a Irak en 1991 como respuesta a la invasión de ese país a Kuwait y nuevamente en 2003 amparado en el supuesto de que allí había armas químicas que luego no se encontraron. Intervino en la guerra de Bosnia-Herzegovina (1992-2004), en la guerra entre Serbia y Kosovo de 1999 y lidera las fuerzas de paz establecidas en ese territorio, de conformidad con la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. También participó en operaciones para desarmar fuerzas insurgentes de origen albanés en Macedonia del Norte, invadió Afganistán entre 2001 y 2021 y se involucró en la guerra civil en Libia en 2011.

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El presidente de la República de Kosovo, Hashim Thaci, de uniforme militar, ha sido acusado por crímenes de guerra. (Foto: EFE)

El fin de la Guerra Fría y sus efectos sobre el sistema internacional

Tras la desaparición de la URSS y el llamado campo socialista, las ex repúblicas soviéticas del Báltico y los antiguos miembros del Pacto de Varsovia negociaron su incorporación a la OTAN con el objeto de asegurar su defensa en caso de agresión rusa. Mientras tanto, la expansión de la OTAN hacia el Este ha sido considerada por Rusia como una amenaza, teniendo en cuenta la lógica de las esferas de influencia aceptada por Estados Unidos y Gran Bretaña en la Conferencia de Yalta de 1945.

Ese momento ameritaba un reordenamiento del sistema internacional para que el ambiente de Guerra Fría fuera reemplazado por uno de paz y verdadera coexistencia pacífica, estableciendo garantías de seguridad a las dos partes enfrentadas. Sin embargo, se impuso la misma lógica de los vencedores que existió tras las dos Guerras Mundiales.

La disolución del Pacto de Varsovia debió significar la desaparición de la Alianza Atlántica y el remplazo de ambos bloques por un mecanismo institucional derivado de la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE). Por el contrario, lo que se produjo fue la expansión de la OTAN.

Para explicar este proceso, es necesario tener en cuenta que las relaciones entre Rusia y sus territorios vecinos han sufrido varios conflictos históricos. Considerando solo el siglo XX, Rusia y Polonia —que recuperó su independencia después de 123 años de estar repartida entre Rusia, Austria y Prusia— se enfrascaron en una guerra entre 1919 y 1921.

En septiembre de 1939 la Unión Soviética invadió Polonia por el Este, días después que lo hiciera la Alemania hitleriana por el Oeste. En 1940 invadió Finlandia (a la que arrebató parte del istmo de Carelia, pero fue frenado por el ejército de ese país), anexó las repúblicas de Letonia, Lituania y Estonia y despojó a Rumanía de la Besarabia moldava, que el imperio ruso había ganado al imperio otomano tras la guerra ruso-turca de 1806-1812 y perdido después de la Primera Guerra Mundial, debido a que el territorio decidió por referéndum su incorporación a Rumanía en 1918.

Esto explica que tras la disolución del Pacto de Varsovia, la desintegración de la URSS y los cambios políticos acaecidos en todos los países del antiguo bloque soviético; la mayor parte de los estados de Europa Oriental se orientaran hacia la OTAN desde el punto de vista político-militar y hacia la Unión Europea desde el punto de vista económico.

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La guerra entre Rusia y Ucrania

La conflagración entre Rusia y Ucrania se enmarca en esta lógica de esferas de influencia que ha definido el sistema internacional contemporáneo. Rusia ha pretendido limitar la soberanía ucraniana al impedir que este país ingrese a la OTAN y, en respuesta a lo que considera una amenaza, decidió invadir. Con ello ha violado todos los preceptos del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas.

La solución de este conflicto no puede ser otra que un alto al fuego que ponga fin a la inmensa tragedia humanitaria y una salida pacífica negociada que implique un tratado internacional cuyo cumplimiento sea verificable por instituciones internacionales. Sin embargo, tanto el punto de partida del proceso como el resultado de la negociación parecen difíciles en las actuales condiciones.

Rusia exige, para empezar, el reconocimiento de su soberanía sobre Crimea, la desmilitarización de Ucrania y su conversión en un país neutral (estatus que en la actualidad tienen Suiza, Suecia y Finlandia).

Según las declaraciones de Vladimir Putin, la resolución del conflicto «era posible solo si los intereses de seguridad legítimos de Rusia eran tomados en cuenta sin condición». Es decir, la posición del gobernante ruso es de diktat, pues demanda garantías a la seguridad de Rusia sin que ofrezca esas mismas garantías a Ucrania. Muy probablemente Rusia exija soberanía sobre las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk y que se asegure un corredor que le permita el acceso, no solo a los recursos de carbón y hierro de las cuencas de Donbás y Krivoi Rog, sino también una conexión por tierra hacia Crimea.

Ucrania, por su parte, reclama un alto al fuego y la retirada de las tropas rusas. El gobierno de ese país se muestra reacio a aceptar la pérdida de territorios, sobre todo dada la importancia estratégica de las zonas en disputa. Su entrada a la OTAN resulta poco probable, especialmente por la renuencia del bloque a entrar directamente en la guerra ante la amenaza nuclear de Rusia. Si esto es así, un estatuto de neutralidad podría resultar viable siempre que reciba garantías internacionales.

Esta guerra ha demostrado con claridad la crisis del sistema internacional contemporáneo. Las bases sobre las que este se sustenta han saltado por los aires y no parece que pueda sobrevivir, precisamente debido a que no se reformó cuando fue posible y necesario.

La lógica de esta transformación debería ser el compromiso que garantice la seguridad internacional y que democratice las relaciones internacionales, a partir de fortalecer el rol de las organizaciones internacionales, muy especialmente las Naciones Unidas. De no lograrse semejante reforma, en la que mucho tienen que decir las economías emergentes, el sistema podría tener un final parecido al que resultó del Tratado de Versalles en 1919.

Como todas las crisis, esta puede ser una oportunidad para cambios positivos, de lo contrario podríamos estar presenciando el preludio de una guerra de proporciones inusitadas que comprometería la existencia misma de la Humanidad.

11 marzo 2022 74 comentarios 4,7K vistas
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Protestas

¿Por qué no hay protestas masivas en Rusia?

por Lecturas sugeridas 5 marzo 2022
escrito por Lecturas sugeridas

Por Svetlana Reiter / Meduza

El 24 de febrero, Rusia comenzó una guerra con Ucrania. Ese mismo día, estallaron protestas en toda Rusia. Es difícil llamarlas manifestaciones masivas en sentido real, aunque finalmente casi 6.500 personas fueron arrestadas. En Rusia, las reuniones callejeras de este tipo están prácticamente prohibidas, y las autoridades persiguen incluso a las personas que hacen piquetes solos. 

El sociólogo Grigory Yudin también fue arrestado y terminó hospitalizado después de una protesta contra la guerra en Moscú. La corresponsal especial de Meduza, Svetlana Reiter, discutió en esta entrevista con Yudin sobre por qué no tiene sentido llamar a las protestas en Rusia «pequeñas», y por qué cree que los académicos tienen que adoptar una posición de principios.

Cuando organizamos por primera vez esta entrevista, usted se opuso a mi declaración de que las protestas contra la guerra eran pequeñas en número: «No tan pequeñas». ¿Qué le hizo decir eso?

No vivimos en Berlín, donde por la participación en una protesta te dan muchas palmaditas en la espalda. Aquí puedes terminar con una conmoción cerebral, o pasar la noche en la cárcel, o se te pueden exigir que te quites la ropa interior [para una búsqueda de caries], o [posiblemente] tengas un caso de delito grave abierto en tu contra. Dada la situación actual, no podemos excluir la posibilidad de que las protestas eventualmente se castiguen con 20 años de prisión o la pena de muerte. Entonces, sí, en mi opinión, la gente está saliendo con fuerza.

En una protesta reciente, usted fue golpeado hasta el punto de sufrir una conmoción cerebral. ¿Puede darnos más detalles al respecto? ¿Cómo se siente ahora?

Honestamente, no quiero hablar de eso; en última instancia, es insignificante en el contexto del gran desastre que enfrentamos. Pero sí, la noche terminó con una conmoción cerebral para mí. Todavía me estoy recuperando.

¿Alguien ha estado realizando encuestas sociológicas para determinar qué segmentos de la población aprueban las hostilidades en Ucrania?

Están en progreso, pero es demasiado pronto para hablar de resultados, no hay números en los que podamos confiar. No los tengo, en todo caso.

¿Es posible que las protestas se intensifiquen?

Es posible, sí. La situación inicial fue en gran medida inesperada y de hecho los estudios mostraron que la gente en Rusia no estaba interesada en el tema de Ucrania. De ahí la certeza de que no habría guerra.

El peligro aquí es que cuando no estás interesado en algo, después de un evento impactante estás listo para aceptar cualquier interpretación conveniente que se te ofrezca. Eso es exactamente lo que sucedió: muchas personas se aferran a la explicación más inmediata, cortesía de la propaganda del gobierno. Esa es la opción más cómoda: todos quieren evitar problemas, especialmente en tiempos de guerra.

Pero ya hay un factor que introduce disonancia en la imagen: es obvio que la guerra relámpago fracasó. Cada vez es más difícil fingir que todo esto está sucediendo en algún lugar lejano y pronto terminará; por el contrario, ya es un conflicto militar obviamente significativo. Muchas personas en el lado ruso ya han sido asesinadas o heridas, y muchas más están por venir. Los rusos tienen muchos familiares en Ucrania y, según numerosos informes, la fuerza aérea rusa ha comenzado a usar bombas de racimo, lo que significa muertes de civiles.

Todo eso va a perturbar el panorama y la gente se verá obligada a tomar una posición clara. Será imposible enterrarse en las tareas cotidianas. Además, la realidad a la que todos estamos acostumbrados va a ser destruida por las consecuencias del colapso económico. Es por eso que creo que es probable un aumento en las actitudes críticas en diferentes segmentos de la sociedad.

Pero no somos los únicos que hemos descubierto esto, y deberíamos esperar acciones en el futuro cercano que busquen cortar de raíz cualquier tipo de protesta generalizada.

Protestas (2)

Grigory Yudin

¿Qué tipo de acciones debemos esperar?

Si el liderazgo ruso reconoce todos estos eventos, es decir, si admiten que esta es una guerra y no una misión cálida y difusa para liberar [Ucrania], entonces la ley marcial entrará en vigencia, con consecuencias a la altura: movilización general, economía en tiempos de guerra, liquidación de propiedades. Es posible que por la destrucción de la economía se culpe a los «agentes nazis internos». Podemos ver el regreso de la pena de muerte. Naturalmente, las fronteras se cerrarán, después de todo, hay una guerra, estamos en un estado de excepción.

Entonces, ¿qué se puede hacer?

La vida será diferente en el futuro posible que acabo de esbozar, por lo que las estrategias cambiarán: veremos resistencia clandestina y batallas partidistas con todos los riesgos y consecuencias asociados. La situación actual se está acercando a un punto de inflexión: o el resultado será el que describí anteriormente, o habrá una oleada de descontento desde cero. Ya vemos que el descontento se intensifica…

Bueno, está escalando, pero más lentamente que el conflicto armado.

Sí, está escalando demasiado lentamente, pero está escalando, no obstante. Estamos viendo más y más figuras públicas que hablan en contra [de la guerra]: parlamentarios; diversas asociaciones; celebridades que, incluso mientras intentan guardar silencio, se van oponiendo a la guerra en mayor número. Puede que esto no sea mucho, pero ya es algo.

Si la tendencia de hablar salta de los círculos de sub-élite a los de élite, círculos que están más cerca del liderazgo ruso, los riesgos para Putin son obvios. Todo comienza a parecer una escapada desquiciada con consecuencias aterradoras y una derrota ineludible en el horizonte. Es por eso que estamos en un punto de inflexión: el mundo en el que vivimos en este momento no sobrevivirá por mucho tiempo en absoluto …

Tal vez una hora o dos.

Sí, tal vez incluso tan poco.

Por supuesto, esta es la primera vez que Rusia se encuentra en este tipo de situación. Aun así, ¿puede usted, como sociólogo, tratar de hacer algunas predicciones? ¿Cuáles son las posibilidades de que este punto de inflexión produzca un resultado más favorable, frente a uno que sea menos favorable? ¿Tiene esperanzas para las conversaciones que comenzaron el 28 de febrero?

Esta es una situación sin precedentes en la historia mundial: nunca antes había habido algo así. En este momento, el mundo entero está al borde de una catástrofe monstruosa, porque no hay un conocimiento lógico en el que podamos confiar.

El mundo entero ya se está dando cuenta de que el 24 de febrero marcó el final de todo un enorme período de posguerra, y ahora estamos viviendo en una nueva era. El canciller alemán, Olaf Scholz, tenía razón al decir que esta era verá una nueva Alemania, una lista para asumir nuevas responsabilidades.

Hoy estamos al borde de una guerra inmensa. Sus participantes potenciales poseen armas nucleares, que ciertas personas ya amenazan con usar. Palabras como «nazi» o «desnazificación» están lejos de ser inofensivas: en el discurso actual, tienen el potencial de una deshumanización total y preparan el escenario de todo tipo de «soluciones finales». Y no debemos excluir la posibilidad de que la respuesta sea similar…

La analogía más cercana [al momento presente] es 1938-1939. Sin embargo, en ese momento, el mundo estaba dividido y condenado, mientras que ahora se está uniendo. No totalmente, por supuesto, pero cada día que pasa la gente se da cuenta de que la situación es realmente grave. Es por eso que creo que todos estamos parados en una bifurcación en el camino que determinará [nuestro futuro colectivo] en las próximas décadas. Esto va especialmente para bielorrusos, rusos y ucranianos, tres pueblos que han caído como rehenes de aquellos que les apuntan con sus armas y tratan de enfrentarlos entre sí.  

Es importante entender que esta no es una guerra de Rusia contra Ucrania. Esta guerra está siendo librada por una facción que ha acumulado un montón de armamento, se ha acostumbrado a usarlo con fines de intimidación y que ahora ha pasado a hostilidades abiertas contra estos tres pueblos.

Protestas (3)

Área cerca del edificio administrativo que fue dañado por un misil en Járkov, Ucrania, el martes. )Foto: Sergey Bobok/Agence France-Presse — Getty Images)

En este momento, ¿te sientes más como un ser humano o más como un erudito? ¿O es esa la pregunta más estúpida de la historia? Permítanme reformular: ¿Analizamos o huimos?

No, no es estúpido en absoluto; es una pregunta bastante lógica [para hacer] en un momento histórico decisivo. Es importante entender que estas dos posiciones coexisten dentro de cada investigador y deben coincidir en parte. Tienes que saber en qué crees y para qué estás analizando: si analizas sin un fin específico, solo porque te lo ordenaron o te lo pidieron, terminarás como Elvira Nabiullina [la jefa del Banco Central de Rusia]. Corres el riesgo de convertirte en un criminal de guerra.

¿Crees que Elvira Nabiullina es una criminal de guerra?

Albert Speer [el ministro nazi de Armamento] fue un criminal de guerra.

¿No es víctima de las circunstancias?

En ese caso, ¿no fue Adolf Eichmann [el funcionario alemán implicado en el Holocausto, cuyo caso analizó Hanna Arendt] también una víctima de las circunstancias? Estoy siendo totalmente serio en este momento: en algún momento tienes que dejar de pensar en ti mismo como solo un engranaje y encontrar algún punto de apoyo que pueda convertirse en la base de una posición moral. Y a partir de ese momento, tus capacidades analíticas tienen que servir a esa posición, pero al mismo tiempo también tienes que ser capaz de ganar cierta distancia crítica, descubrir cómo mantener tu razón fría y no perder el autocontrol. Pero es realmente importante no perder tu posición moral, especialmente en momentos críticos.

¿Qué preferiría usted mismo en este momento: irse o quedarse?

Hay algunas líneas rojas para mí. Sé con absoluta certeza que bajo ninguna circunstancia iré a luchar en esta guerra loca, la guerra más inútil de toda la historia rusa. Es peor que la Guerra de Crimea y terminará en una catástrofe para todo el mundo o simplemente para mi país favorito. Putin está actuando en contra de los intereses de Rusia, y bajo ninguna circunstancia haré la guerra contra Rusia.

¿Cuánto debemos esperar que cada persona encuentre su punto de apoyo? ¿Y qué tiene que pasar para que Elvira Nabiullina o, digamos, Sergei Shoigu se comporten de manera diferente?

Eso es entre ellos y su Dios. Sabes, este momento, a pesar de toda su singularidad, recuerda los eventos del siglo XX. Hannah Arendt, creo, dijo muy acertadamente sobre este punto que hay momentos en que tienes que aceptar tu impotencia para cambiar el mundo en su conjunto y descubrir de qué eres personalmente responsable, de manera que después puedas vivir contigo mismo, que puedas mirarte en el espejo.

Esa es la pregunta más importante que cada persona tiene que responder por sí misma, con el entendimiento de que la situación podría, y probablemente lo hará, desarrollarse de acuerdo con el peor de los casos.

¿Y cómo superas tu miedo en ese momento?

Hay ciertos métodos infalibles: pequeñas acciones con un efecto claramente medible. Ese es el mejor remedio para el miedo, y cada vez resulta que el diablo no es tan negro como está pintado. Si tomas una posición de principios, si no dejas de estar a la altura del desafío moral, si no pretendes que no está sucediendo nada o que eres impotente, sino que entiendes que estás en una situación en la que el desafío moral es enorme, que todos estarán llamados a responder, entonces no podrás seguir siendo solo un pasajero. Tienes que creer que puedes hacer algo al nivel de un acto con algún efecto medible.

Theodor Adorno, citando al dramaturgo Christian [Dietrich] Grabbe, dijo una vez que solo la desesperación puede salvarnos. Hoy en día es común que los rusos que están dolidos por lo que está sucediendo sientan auto-recriminación y vergüenza; tratan de justificarse o disculparse. Estos son sentimientos comprensibles y de buen corazón, pero no pueden conducir a la acción. Al final del día, esta no es una guerra que el pueblo ruso está librando contra Ucrania.

Los rusos no obtendrán nada de esta guerra: perderán de la manera más monstruosa posible, será una inmensa catástrofe para el país. Todo lo que obtendremos es odio global, una economía destruida, una sociedad aplastada y posiblemente un ejército derrotado.

Y, por último, perderemos esa base inquebrantable para el respeto que históricamente evidenció la reverencia de la gente de todo el mundo: perderemos nuestra imagen como una nación libertadora, una nación heroica, la vencedora en la peor de todas las guerras. Y es por eso que debemos detener esta catástrofe, por eso tenemos que unirnos con los ucranianos y los bielorrusos. Las circunstancias son tales que los ucranianos están resistiendo a su manera, mientras que los bielorrusos y los rusos tienen que encontrar un medio diferente. Uno que no les impida mirarse a los ojos después.

¿Hay alguna forma de saber qué pasará después?

Imagine el peor escenario posible, todas las sanciones y contrasanciones posibles. Eso simplificará las cosas porque no habrá sorpresas desagradables. Pensar de esa manera evitará que te distraigas con la avalancha continua de noticias, te permitirá mantener esa posición de principios que elaboraste de antemano: ¿qué debo hacer en esta o aquella situación?, ¿dónde está mi responsabilidad moral?

¿Es ese el principio por el que vives?

Hago lo mejor que puedo. Eso es lo que hace que los principios sean principios: no necesariamente puedes seguirlos al pie de la letra. Pero te ayudan a mantenerte a flote.

Pero tú enseñas, eres docente. ¿Has tenido algún problema derivado de tu posición moral, por ejemplo, después de esa protesta en las que fuiste golpeado?

Este no es el primer día que ocupo este puesto, y he tenido tanta suerte con la gente que me rodea, con mis colegas, que no ha causado ningún problema. Lo cual, por supuesto, no me da ninguna garantía en este nuevo mundo, donde las viejas reglas no se aplicarán.

Ya no lo hacen.

Posiblemente.

Protestas (4)

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, en una visita a la Tumba del Soldado Desconocido en Moscú la semana pasada. El aumento de las bajas militares en Ucrania podría erosionar seriamente el apoyo a Putin. (Foto: Aleksey Nikolskyi/Sputnik, vía Reuters)

He leído muchas veces que Rusia tiene un problema con la memoria histórica. ¿Es cierto?

Hay problemas con la memoria histórica en todas partes, ese es el regalo que el siglo XX dio a casi todas las sociedades y culturas. Todo el mundo todavía está tratando de superar sus problemas de memoria de alguna manera.

¿Hay forma de predecir lo que sucederá con nuestra memoria colectiva cuando todo esto termine?

Eso depende de cómo terminen las cosas. En este momento, estamos dando vueltas por el desagüe: si no terminamos liquidando el planeta y logramos emerger, podríamos encontrarnos en la necesidad de una revisión total.

Si excluimos la posibilidad de que triunfe el Mal Absoluto, si alguna vez superamos los sentimientos de ofensa, ira y venganza, más allá de la certeza de que solo importa la fuerza bruta, entonces después, volverá a resultar que muchos de nosotros «no sabíamos nada», que «todo estaba decidido por nosotros», que solo estábamos «siguiendo órdenes», que no éramos «responsables» de nada,  y así sucesivamente.

Pero este no es solo el problema de Rusia, no debemos fijarnos tanto en Rusia y caer en la autoflagelación. El mundo entero se enfrenta a un desafío; ese hecho está empezando a amanecer en todos. Las élites corruptas son las mismas en todo el mundo, todas piensan solo en sí mismas. Y sí, la situación actual es que este desafío emana de Rusia, y tenemos un papel especial que desempeñar.

Sé que esta puede ser una pregunta extraña para hacerle a usted en particular, pero a la luz de los eventos del 27 de febrero, ¿qué tan alta es la probabilidad de una guerra nuclear? 

Hay alguna probabilidad de guerra nuclear. Pero a juzgar por las declaraciones de Putin, no lo consideraría una amenaza inmediata o inminente. Por ahora, es solo un acto que ocurrió en paralelo con las conversaciones, conversaciones que son incuestionablemente decorativas y no reales, pero en cualquier caso, la declaración sobre las armas nucleares es más probable que sea una forma de chantaje destinado a crear una base para la negociación.

Pero el hecho mismo de que esta amenaza ocurriera, especialmente en un contexto en el que Putin y su equipo dejaron en claro que no se detendrán ante nada para obtener lo que quieren, plantea la cuestión nuclear de una manera real. Y finalmente, no debemos olvidar los peligros del uso de armas nucleares tácticas.

Siempre pensé que los humanos estamos motivados, sobre todo, por el instinto de supervivencia. Pero la decisión de usar armas nucleares es suicida, y eso es decirlo a la ligera.

Los seres humanos somos criaturas bastante interesantes. Muchos pensadores definieron a los humanos precisamente por su capacidad de suicidio. Una persona es capaz de decir, por la razón que sea, «Digo “no” a mi ser físico». Esa razón podría ser un sentimiento de que su existencia continua es imposible, o podría ser un deseo de prestigio y fama; históricamente, cosas como esa han empujado a las personas al suicidio.

Por supuesto, no solíamos tener acceso al botón nuclear, pero ¿qué cambia eso al final del día? Aquellos que cometen suicidio nuclear son, después de todo, todavía personas, lo que significa que son capaces de hacerlo.

Lo siento, tengo que irme, estoy recibiendo una llamada de mi esposa, que casi con seguridad ha sido arrestada en una protesta contra la guerra.

***

Esta entrevista fue publicada originalmente en inglés en el medio ruso Meduza.

Traducción y comentarios para La Joven Cuba: Armando Chaguaceda

5 marzo 2022 26 comentarios 2,1K vistas
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