Por Inaoy
La nación cubana, esta gran isla del Caribe, ha vivido durante los últimos 50 años, en un proceso complejo y difícil; la construcción del socialismo ha sido una meta invariable a la que los cubanos le hemos apostado todo, por lo que no hay habitante de este país que no haya dicho en más de una ocasión la consigna de “Socialismo o Muerte”. Este proceso ha permitido la liberación definitiva del yugo colonial y neocolonial al que fuimos sometidos durante cuatro siglos, lo cual nos ha transformado en un faro guía para muchos estados en el mundo, teniendo en cuenta los logros alcanzados en materia de salud, educación, deporte, seguridad social, derechos humanos, etc.
Desde el triunfo de la Revolución en el año 1959, potencias imperialistas como Estados Unidos han trabajado de sol a sol para asfixiar la revolución cubana, se puede decir que de todo han hecho en pos de este objetivo, debido precisamente a que hemos hecho una revolución socialista en sus narices.
El interés por Cuba tiene numerosos antecedentes en la historia de Estados Unidos, la Doctrina Monroe es ejemplo de ello, aunque un poco general, expresa claramente los deseos del entonces naciente imperio. Le acompañan las declaraciones de presidentes y personalidades políticas norteamericanas en las cuales expresan con claridad lo beneficioso, desde puntos de vista estratégicos, que sería la adhesión de Cuba la Norteamérica, así lo hizo saber Jefferson en 1823 y John Quincy Adams en el mismo año, con la ofensiva política de la Fruta Madura y su estúpida teoría de la gravitación política. Intentos de compra, no reconocimiento de procesos independentistas e intervenciones oportunistas en estas, injerencia y control económico han sido ejemplos de lo anteriormente expuestos a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.