El Poder absoluto (legislativo/ejecutivo/judicial/militar) sigue encarnado en un pequeño grupo de poder, más que hegemónico, omnímodo; que no tiene contrapesos en la estructura política del país.
En abril de 1989, siete meses antes de la caída del Muro de Berlín, quien sería el último líder de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, aterrizaba en La Habana como parte de su primera y única visita oficial a Cuba.
La eterna espera y la desesperanza son el sino aparente de esta generación desarraigada, y ahí, precisamente, creo que está nuestro dinosaurio, en esa certeza y en la incertidumbre del futuro.
¿Y el pueblo, qué pinta en todo esto? Poco. Mientras los dirigentes se ponen de acuerdo en cómo hipotecar o vender todo el país —habida cuenta de su enorme deuda y carencias—, el pueblo, que fue viril y soberano… sigue haciendo colas.
La historia me absolverá, de Fidel Castro, puede ser interpretada de muchas formas, pero también resulta, en buena medida, el relato de lo que pudo ser y no fue.
Para los que simpatizan con el régimen cubano no es fácil demostrar, por razones obvias, que ahora, o aun en 1959, este y las transformaciones haya estado sometido a controles populares de índole democrática desde abajo
Solo el crecimiento de la actividad política de la sociedad civil independiente y la formación cívica del pueblo, abrirán camino a la superación de los excesos del militarismo y al consiguiente empoderamiento ciudadano