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Félix Varela

Félix Varela (1)

El pensamiento vivo de Félix Varela

por Mario Valdés Navia 20 noviembre 2021
escrito por Mario Valdés Navia

El estudio del pensamiento de los próceres cubanos es una asignatura pendiente para la mayoría. No por falta de textos, pues se han publicado las obras de los principales pensadores al menos del siglo XIX, sino porque la lectura de las fuentes primarias suele ser sustituida por manuales donde aparecen extractos de sus ideas, ya tamizados y recortados al gusto de la historia oficial.

El primero de ellos hasta José Martí, el presbítero Félix Varela Morales (1788-1853), apenas es mencionado a 233 años de su nacimiento, quizás porque la naturaleza subversiva de su mensaje ideológico es casi tan potente para el régimen de socialismo estatizado y burocrático como lo fue en el período colonial.

Los aportes de Varela en lo concerniente a Politología, Filosofía, Pedagogía y Teología merecen ser revisitados por nuestra generación pues, dos siglos más tarde, sigue viva su justa queja a Luz y Caballero: «en el terreno que yo chapeé han dejado crecer mucha hierba».

En el año 2002, apoyado en el derecho que otorgaba la Constitución anterior a toda iniciativa que consiguiera reunir 10.000 firmas, se presentó al parlamento cubano el Proyecto Varela, una iniciativa legislativa ciudadana que solicitaba cambios constitucionales a través de un referéndum, entre ellos, libertades civiles como la de libre asociación y expresión. El Gobierno/Partido/Estado la rechazó sin discutirla, calificándola como «parte de la estrategia de subversión contra Cuba». Releer someramente a Varela nos mostrará cuán vivo se halla hoy su pensamiento y cuánto falta para cumplimentarlo.

-I-

El contexto histórico en que Félix Varela desarrolló su obra ideo-política fue el del régimen plantacionista de la burguesía esclavista, los movimientos liberales en España (1812-1814 y 1820-1823), la destrucción del imperio Español por las luchas independentistas en América y la conversión de Cuba en la perla de la Corona, sometida al régimen tiránico de los Capitanes Generales y sus facultades omnímodas.

Félix Varela (2)

Obispo Juan José Díaz de Espada

El padre Varela fue el líder político e ideológico de los independentistas radicales de la época. Hijo y nieto de militares, en su formación intelectual influyeron de manera determinante José Agustín Caballero y el obispo Espada, bajo cuya protección entró a la vida pública. Desde sus cátedras de Filosofía y luego de Constitución —a la que llamaba «cátedra de la libertad, de los derechos del hombre, de las garantías nacionales»— en el Colegio Seminario de San Carlos, el presbítero formó a una generación de jóvenes en las ideas más modernas, motivándolos en la necesidad de fomentar un pensamiento propio, capaz de responder a las problemáticas cubanas.

En 1823, siendo uno de los representantes a Cortes que votara por la sustitución de Fernando VII, fue condenado a muerte y proscripto de los dominios españoles. A partir de entonces se estableció en Estados Unidos durante treinta años de exilio forzoso (1823-1853), abandonó el reformismo autonómico y se afilió al independentismo.

En New York, donde continuó su carrera sacerdotal y teológica, desplegó una labor de orientación revolucionaria y de educación a distancia de los patriotas cubanos mediante su periódico El Habanero y el libro Cartas a Elpidio, dedicado a la formación de la juventud, textos que circulaban clandestinamente por toda la Isla. Su obra fundacional partía de este criterio: «Yo soy el primero que estoy contra la unión de la Isla a ningún gobierno, y desearía verla tan Isla en política como lo es en la naturaleza».

El Padre Varela murió pobre en San Agustín de la Florida, en enero de 1853, y fue enterrado en el cementerio local. En septiembre de 1910, el gobierno de José Miguel Gómez aprobó una ley que dispuso la inhumación de sus restos y su traslado a Cuba donde se le tributarían honores de ex presidente de la república. Las reliquias llegaron a la capital cubana en noviembre de 1911 y fueron colocadas en un mausoleo erigido en el Aula Magna de la Universidad de La Habana en agosto de 1912.

Félix Varela (3)

El Papa Juan Pablo II ante la tumba del padre Varela, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, durante su visita en 1998.

-II-

El ideario republicano liberal del Padre Varela se fundía con su pensamiento filosófico y pedagógico, donde la ética de la justicia asumía la guía. Independencia y libertad se asociaban con honor y dignidad en su cultura política; por eso postulaba: «Las armas de la calumnia envilecen al que las usa y honran al que recibe sus golpes (…) es más fácil despreciar que responder (…) una sociedad en que los derechos individuales son respetados, es una sociedad de hombres libres (…) el más cruel de los despotismos es el que se ejerce bajo la máscara de la libertad».

Varela despreciaba las que llamaba máscaras políticas que «encubren al hombre en la sociedad, y le presentan con un semblante político muy distinto del que realmente tendría si se manifestase abiertamente». Ante esa aberración —similar a la doble moral de nuestra época— subrayaba: «el hombre que no puede hablar lo que piensa, calla si tiene honor (…) Las ideas no se matan a balazos y tampoco se disipan con insultos».

Creía que esta desviación de la libre práctica de los derechos hallaba su punto culminante en la obstinación política, característica «por la cual procuran los hombres llevar adelante sus ideas aun cuando perciben que son equivocadas, y sin cuidarse del bien de los pueblos, sólo atienden a la gloria de su nombre».

Frente a la actitud soberbia de los políticos de oficio, que se presentaban como los más fieles servidores de la patria, advertía que esta: «a nadie debe, todos sus hijos le deben sus servicios. Cuando se presentan méritos patrióticos es para hacer ver que se han cumplido unas obligaciones. Esta debe ser la máxima de un patriota». A tenor con ello consideraba: «el patriotismo es el último recurso de los perversos» [y por eso]: «Yo jamás he creído en el patriotismo de ningún pícaro».

Percibía la política como extensión de la ciencia, por lo que no debía ser campo para experimentos y desvaríos irresponsables y sin fundamento: «Inventar un sistema y buscarle pruebas, es un delirio; observar efectos y deducir causas, esta es una ciencia». En política solo distinguía dos clases de cubanos: «los amigos de su prosperidad con preferencia a todos los países de la tierra, y los egoístas que sólo tratan de hacer su negocio aunque se arruine la Isla; en una palabra: patriotas y especuladores, y que el nacimiento no constituye a nadie ni en una ni en otra clase».

A los que «están continuamente deplorando la desgraciada desunión de los partidos como el mayor de los males (…) como no fuese en sufrir las cadenas de un gobierno despótico» [los consideraba] «enemigos de la libertad». En su opinión: «Cuando el hombre no depende de la ley, sino de la libre voluntad o del capricho del que le gobierna, es esclavo por más dulce que se finja su esclavitud».

Félix Varela (4)

Los actuales gobernantes cubanos deberían recordar a Varela cuando sostenía: «El fanatismo siempre es producido por la irreflexión y la soberbia, impidiendo aquella el conocimiento de las diversas relaciones de los objetos, y ésta el saludable riego de los buenos consejos, que apaga la tea destructora». Por eso advertía: «Ningún gobierno tiene derechos. Los tiene sí el pueblo, para variarlo cuando él se convierta en medio de ruina, en vez de serlo de prosperidad». [Pues] «es un mero ejecutor de la voluntad general (…) ejerce funciones de soberanía; no las posee, ni puede decirse dueño de ellas».

A los políticos que en todas las épocas gustan de apelar a hechos históricos y pensamientos de predecesores para justificarse, los desnuda implacablemente con su lógica abrumadora, al revelar el método con el que arman una historia y un discurso oficiales:

Se recogen los hechos favorables al intento que nos proponemos, y rara vez se atiende a los adversos, esto es, a aquellos en que las mismas causas produjeron muy contrarios efectos. El deseo de encontrar en la historia innumerables pruebas de su opinión, hace que un autor se empeñe las más veces en ojear antiguos manuscritos exactos, o inexactos sacando de ellos como con pinzas cierto número de hechos que él ha visto bajo los coloridos que le inspira su pasión: presenta después los frutos de su dilatado trabajo, enlazando estos datos por medio de reflexiones que asegura se deducen de la naturaleza de ellos mismos, y queda comprobada por la historia una opinión totalmente contraria a la que tenían los antiguos.

Ante la crucial disyuntiva histórica de inicios del XIX entendía: «Es un error pensar que en un pueblo que se halla en la situación crítica en que está la isla de Cuba se puede hacer nada bueno sin unión». Sin embargo, criticaba que esto se intentara mediante sociedades secretas que supuestamente guiarían al pueblo hacia la independencia y que realmente eran:

(…) la reunión en secreto de un partido, que ni adquiere ni pierde por semejante reunión, y lo que hace es perturbarlo todo aparentando misterios donde no hay más que mentecatadas en unos, picardía en otros, y poca previsión en muchos que de buena fe creen que todos los asociados operarán siempre como hablan, y que tienen la misma honradez que ellos.

En cambio, Varela favorecía la unidad a través del respeto a la diversidad de opiniones, en lugar de la uniformidad del pensamiento, pues: «distinguiéndose los hombres en sus ideas más que en sus rostros, la variedad de pensamientos no puede desdecir, antes adorna una nación que aspira a distinguirse por las luces. ¿Se manda una uniformidad de vestidos? Pues ésta sería más llevadera que la uniformidad de ideas».

Como los actuales cubanos de honor, Varela arremetía sin misericordia contra «el sistema infame de las delaciones» y clamaba: «Quiera Dios que esta arma que se ha puesto en manos de la perversidad no produzca un efecto muy contrario del que se propone el Gobierno». Entre ellos, que «el disgusto general no conduzca a una revolución sangrienta, por ser fruto de la desesperación».

En su cumpleaños 233, que hoy celebramos, «el que nos enseñó primero en pensar» sigue acompañando a los hijos dignos de la Isla en su brega contra el despotismo, por la libertad, igualdad y fraternidad y por el establecimiento de una república de justicia e igualdad de derechos para todos los nacidos en Cuba.

20 noviembre 2021 26 comentarios 19,4K vistas
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Cultura, identidad y cubanía

por Consejo Editorial 25 enero 2012
escrito por Consejo Editorial

Por: Harold Cárdenas Lema

Hace unos días tuve una interesante conversación con un estudiante de periodismo, este trató de convencerme que los cubanos se definen por ser bailadores y gritones, imagino que Martí se haya revuelto en su tumba al escuchar eso. Utilizo este pretexto para comentar hoy brevemente qué es lo que nos convierte en hijos de esta tierra.

Nunca escuché que Félix Varela, el Apóstol, Mella, Villena o cualquier otro de los grandes hombres que ha parido este país y de alguna manera han conformado la cubanidad, se caracterizaran por su baile o destreza vocal. La identidad de una nación consiste en el cúmulo de tradiciones, costumbres y formas de comportamiento que definen a los individuos que viven en ese territorio, por lo tanto podemos inferir de esto que está estrechamente relacionada con la cultura, y la nuestra es muy rica y diversa.

Cuba es un país de complejidades, diversidades y diferencias, todo aquel que busque argumentar de forma simple los complicados procesos culturales y sociológicos de este país, va a encontrar irremediablemente el fracaso. La variedad es lo que nos distingue, es una generalización imperdonable pretender que todos los cubanos toman ron, bailan, juegan dominó o gustan de la playa. Yo por ejemplo soy un pésimo bailador, y aunque disfrute el resto veo inadmisible que según la lógica de mi estudiante se me considere menos cubano por no escuchar música popular bailable (o salsa).

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25 enero 2012 322 comentarios 1,4K vistas
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La confianza

por Consejo Editorial 1 febrero 2011
escrito por Consejo Editorial

La confianzaPor: Harold Cárdenas Lema

Hace unos días me referí al síndrome de la sospecha, específicamente la sospecha respecto a la Revolución y sus líderes. Limitarse a ver el fenómeno solamente en esta dirección sería algo incompleto, una visión lineal carente de otros matices y realidades. Por ello es que hoy abordo el tema en dirección contraria y utilizando un antónimo para no repetirme: la confianza de los líderes en el pueblo cubano y viceversa.

Esta relación tiene una evolución histórica demasiado extensa para abordar aquí, me concentraré en los asuntos más polémicos en la actualidad y lo que podríamos llamar “puntos oscuros”, para hablar de las bondades está buena parte de nuestra prensa, muy edulcorada en su mayoría.

Comencemos por tipificar a nuestros líderes: con una genialidad política indiscutible y un sitial de honor en nuestra historia desde hace mucho ya, sus dimensiones humanas parecen desfigurarse y volverse increíbles por la apología. Pero esto no se limita a ellos, hasta el Apóstol corre el peligro del desarraigo en la juventud. Si en las primeras enseñanzas te inculcan el dogma de que una figura es solo “valiente” y “buena” cuando llegues a un nivel superior y sepas de un error cometido, se te viene abajo la representación de este como un castillo de naipes. Ese es el resultado cuando no se enseña a pensar, cuando no se muestran matices, esto pasa a menudo con la caricaturización de nuestros líderes. La sociedad cubana tiene que ser necesariamente una sociedad de pensamiento, aún estamos muy lejos de lograrlo pero si Félix Varela en el siglo XIX nos enseñó la importancia de pensar es contradictorio que aún no lo hayamos logrado. Pero regreso a la confianza, que ya estaba por las ramas.

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1 febrero 2011 122 comentarios 506 vistas
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