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ciudadanía

estallido

Estallido social en Cuba: las señales ignoradas

por Alina Bárbara López Hernández 15 julio 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Duele ver el estallido social en Cuba; sin embargo, no asombra en lo más mínimo. Las ciencias sociales no serán exactas pero no son ciegas. Si quienes dirigen  cierran los ojos a la realidad, las mujeres y hombres de ciencia no debemos hacerlo. Está en juego nuestra credibilidad y, lo más importante, la vida de muchas personas y el futuro de la Patria.

Las señales

En entrevista para OnCuba hace poco más de un año, Alex Fleites me preguntó si creía que en la Isla se incubaba un nuevo momento histórico y cuáles serían sus señales más visibles. Esta fue mi respuesta:

«Sí, lo creo. Una crisis no es tal hasta que los actores sociales no toman cuenta de ella, ahí es determinante el factor subjetivo. Es una especie de malestar de época, por decirlo de un modo que ciertos críticos hallarán metafórico. Casi siempre se relaciona con el agotamiento de un modelo, fíjate que no digo de un sistema (…)

Para la llegada a ese momento de malestar existen hoy, en mi opinión, dos condicionantes. Por un lado la incapacidad de nuestros gobernantes de encauzar un camino de reformas exitoso. Ya son más de tres décadas del derrumbe del campo socialista y dos períodos de intento de reformas, uno en los noventa y otro a partir del 2010, este último incluso de modo formal y con una gran cantidad de documentación confirmatoria. Por otro lado, existe la capacidad ciudadana de someter a juicio público esa incapacidad, eso es algo novedoso. La ruptura de un canal de información unidireccional permite visibilizar las señales de alarma. Y los que dirigen lo saben bien pero han sido incapaces de responder adecuadamente.

Mi opinión es que presenciamos el agotamiento definitivo de un modelo económico y político, el de socialismo burocrático. Quienes dirigen no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones».

Estallido (1)

El 27 de noviembre de 2020 tuvo lugar frente al Ministerio de Cultura una protesta de artistas, intelectuales y activistas (Foto: Ismael Francisco/AP)

Doce meses después, publiqué en LJC el artículo «Cuba, los árboles y el bosque», donde afirmé:

«En Cuba están maduras desde hace tiempo las condiciones objetivas para una transformación. Es indudable que la nación dejó de avanzar: la economía no crece desde hace años, la deuda externa aumenta constantemente, igual que los niveles de pobreza, y, a pesar de ello, las reformas han sido demoradas de manera inexplicable. Es evidente que los de arriba no pueden seguir administrando y gobernando como antes. Pero ¿qué ocurre con los de abajo?

Sin la maduración del factor subjetivo esa transformación no era posible. Se requería la voluntad de querer cambiar de las personas, una energía cívica que había sido aplastada por condicionamientos políticos, educativos y mediáticos. La «indefensión aprendida» también existe en un modelo socialista en el que el sistema controla en cierta medida la manera de comportarse de sus ciudadanos.

Faltando el factor subjetivo, las condiciones objetivas por sí solas no determinarían nada. Sin embargo, actualmente existen señales muy claras de su existencia. Tales signos no han sido entendidos por el aparato ideológico, que se equivoca al reducir las manifestaciones de descontento a «un golpe blando», a «una manipulación generalizada», o a la «creación de matrices de opinión negativas sobre el gobierno»; sin que yo niegue de plano que ello también ocurra. La dirección del país no termina de ubicarse en:

– El novedoso entorno que ha creado el acceso masivo a internet y las redes sociales, que los ha privado del monopolio absoluto de la información que tuvieron por décadas y ha democratizado su difusión y generado la posibilidad de campañas y denuncias ante arbitrariedades.

– Un estado de permanente polémica, visible en las redes y fomentado por la propia dirección del país a raíz de la consulta popular para la redacción de la nueva Constitución; quizás pensaron que al concluir la referida consulta y no requerirse más de nuestros puntos de vista cesaríamos de ofrecerlos, ingenuo de su parte, ahora tenemos cómo y no necesitamos de sus convocatorias.

– La declaración de Cuba como un Estado Socialista de Derecho que visibilizó mejor las prerrogativas de cubanas y cubanos y los compulsó a exigir libertades que la propia Constitución garantiza.

– La existencia de generaciones jóvenes, cuestionadoras per se, que han encontrado repercusión en generaciones mayores, ya cansadas de promesas incumplidas y reformas demoradas o interrumpidas.

Esta coexistencia de condiciones objetivas y subjetivas para una trasformación social es totalmente novedosa en el devenir del modelo socialista cubano. La cuestión que está en juego ahora no es si hay que cambiar, sino cómo hacerlo (…)

Llegados al punto en que se encuentra Cuba hoy, los caminos para un cambio social pueden ser dos: pacífico o violento. El primero de ellos, al que me adscribo totalmente, significaría aprovechar los espacios legales —muchos de ellos que habría que crear primero—, para presionar por cambios económicos, políticos y jurídicos dentro de un diálogo nacional en que no haya discriminación por motivo de credos políticos (…)

Alerto que es un momento gravísimo en este país. Se reúne un potencial conflictivo en un escenario que está siendo muy mal analizado, no solo por el gobierno sino también, infelizmente, por intelectuales y científicos sociales a los que su formación teórica y su habilidad para interpretar los hechos sociales debería separarlos de una declaración meramente ideológica (…)

Son nuestras muchachas y muchachos, dialoguemos con ellos y con la sociedad civil cubana que desea caminos de cambio y de paz. Si se escoge por el gobierno la confrontación violenta como respuesta, puede ocurrir, a gran escala, lo que ya vimos en el Vedado: un grupo pacífico de jóvenes rociados con gas pimienta; o lo que ocurrió en el Parque de la Libertad de Matanzas en la noche del sábado: un pequeño grupo que fue golpeado por miembros de la Seguridad del Estado. No importa que impidan el acceso a internet por algunas horas. Todo se conoce, y se enjuicia.

Mi conciencia no me permite callar.

Cuba soberana no acepta injerencias. Algunos se empeñan en protagonizar shows mediáticos contra la Revolución, envenenando y mintiendo en las redes. El pueblo revolucionario cubano dará el combate. #Somos🇨🇺 #SomosContinuidad https://t.co/QDJSfUfCP8 Via @Granma_Digital

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) November 28, 2020

El resultado

Los intelectuales que alertamos durante meses al gobierno sobre la posibilidad de un estallido social de mayor magnitud fuimos denominados mercenarios. El aparato partidista y gubernamental desconoció con negligencia las señales de alarma. Este es el resultado de su actitud.

El domingo 11 de julio, miles de personas se manifestaron en numerosas ciudades y pueblos de la Isla. Junto a los que solicitaban cambios, mejores condiciones de vida y libertades políticas; como es común en todo conflicto de estas dimensiones, también se sumó el que pretendía únicamente delinquir y vandalizar, pero esa fue la excepción, no la regla.

El presidente y primer secretario Miguel Díaz-Canel reaccionó a esos hechos, inéditos en la historia reciente de Cuba, con la siguiente convocatoria: «La orden de combate está dada. A la calle los revolucionarios».

En su primera comparecencia televisiva reconoció que entre los manifestantes había personas revolucionarias y confundidas. En la segunda aparición, el día 12, aseveró que todos eran contrarrevolucionarios y mercenarios y que lo acaecido era resultado de un plan diseñado en el exterior. Esa es la narrativa que se ha sustentado desde entonces. Para él, los miles de manifestantes no son parte del pueblo. Gran error.

Las fuerzas del orden —del Ministerio del Interior, las FAR, Tropas Especiales, los cadetes de las Academias militares y hasta la reserva—, han reprimido con violencia. También algunos grupos de manifestantes han sido violentos.

Se sabe de al menos una persona muerta y otras heridas, golpeadas y detenidas. Una parte de ellas fue liberada al siguiente día. No sucedió así en otros casos, como el de Leonardo Romero, joven estudiante de Física de la Universidad de La Habana que fue preso hace dos meses por alzar un cartel que decía «Socialismo sí, represión no». Transitaba cerca del Capitolio con un alumno suyo de preuniversitario. El muchacho intentó grabar la enorme manifestación que se había congregado allí. Lo agredieron con saña. Era un menor de edad y Leonardo lo defendió. Fueron detenidos ambos.

Estallido (2)

Leonardo Romero fue detenido en las cercanías del Capitolio. Su familia aún desconoce su paradero. (Foto: Yamil Lage/AFP)

Es imposible conocer con exactitud lo ocurrido, porque desde las 3 de la tarde de ese día fue quitado el servicio de internet en Cuba. Somos un pueblo a ciegas, sin derecho a información y sin posibilidad de expresarnos. Los periodistas oficiales demuestran con su actitud que apenas son meros propagandistas del gobierno. Caiga sobre ellos toda la vergüenza del gremio.

Declaraciones justificativas, y en ocasiones incoherentes, han marcado la tónica del gobierno. El Buró Político se reunió hoy con la presencia de Raúl Castro pero nada trascendió de lo tratado. Al parecer, no existe una hoja de ruta diseñada para resolver una situación interna como este estallido, que es presentada ante la opinión pública como una gran conspiración internacional que emergió a partir de la etiqueta SOS Cuba.

Se han limitado a pedir la eliminación del bloqueo norteamericano. Ni una admisión autocrítica acerca de reformas postergadas y transgresiones constitucionales. Ni una invitación al diálogo. Creen, o quieren hacer creer, que los incómodos apagones de las últimas semanas son los responsables de la molestia ciudadana, sin reconocer las inmensas deudas sociales acumuladas que datan de décadas.

Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Exteriores, dijo en una conferencia con la prensa extranjera acreditada que en Cuba «nadie pasa hambre». Esa afirmación es otra evidencia del nivel de desconexión del gobierno con la gente de a pie. Solo es comparable con la crítica que hiciera Raúl en su «Informe Central» al 8vo. Congreso como secretario general saliente, a la «cierta confusión» que tuvieron algunos cuadros de dirección al emprenderla contra la «supuesta desigualdad» que ha creado la comercialización dolarizada en Cuba.

La desesperación de la gente la ha lanzado al estallido, a protestas masivas en medio del peor momento de la pandemia en la Isla. Es previsible esperar un enorme crecimiento de contagios, tanto entre los manifestantes como entre las fuerzas del orden y en los grupos de respuesta rápida convocados en los centros de trabajo para mostrar apoyo al gobierno.

A todo esto se une el oportunismo político de algunas voces en el exilio que piden una solución militar para Cuba. Deben saber que afectar la soberanía nacional con la tesis de una intervención humanitaria es totalmente inaceptable para una enorme mayoría de este pueblo, incluso para muchos de los que se manifiestan hoy contra el gobierno.

Al dirigirse a la prensa extranjera, Rodríguez Parrilla argumentó con ligereza que este no era el peor momento que se ha vivido en Cuba. Es cierto que en los noventa tuvimos una crisis terrible y un maleconazo; no obstante, le recuerdo que en aquella etapa teníamos un líder con visión suficiente para ofrecer cambios a corto plazo y un pueblo con esperanzas de que ante la caída del socialismo real en Europa el gobierno tendría la inteligencia suficiente para encauzar una vía expedita y continua de cambios.

Ninguna de estas cosas existe hoy. Pero pedirle al gobierno cubano que atienda a las señales es, ya lo hemos visto, arar en el mar.

15 julio 2021 60 comentarios 11.377 vistas
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bosque

Cuba: los árboles y el bosque

por Alina Bárbara López Hernández 30 noviembre 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

I

Se pueden ver los árboles y no el bosque, asumir el fenómeno sin apreciar la esencia y tomar lo aparente por lo real. Tratar de comprender y explicar lo que ocurre en Cuba reduciéndolo al Movimiento San Isidro, o a los hechos inéditos  de un grupo numeroso de artistas e intelectuales que se congregaron a las puertas del Ministerio de Cultura exigiendo ser atendidos; es un tremendo error de apreciación.

El marxista italiano Antonio Gramsci argumentaba que en tiempos de cierre del horizonte político, las contradicciones tendían a emerger en las diferentes manifestaciones de la cultura nacional. Pero los científicos sociales tenemos el instrumental, la preparación y el deber de ofrecer análisis que permitan ir más allá de lo anecdótico, lo casuístico y lo coyuntural para hacer las preguntas necesarias.

Las apelaciones constantes del presidente a destrabar las fuerzas productivas ofrecen el primer nivel de análisis. Al tema me he referido en varios textos, uno de ellos es «Pulgas o Dragones», que data de dos años atrás:

En Cuba se manifiesta un estancamiento de las fuerzas productivas, reprimidas por relaciones de producción que se deciden a nivel político, por ello, sin cambios en esa esfera no avanzaremos. El marxismo considera como una ley la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, pues cuando no se manifiesta tal correspondencia, se abre un camino que puede determinar la transición de un régimen social a otro.

En la economía cubana nada es verdaderamente lo que parece. Las relaciones de propiedad, núcleo de las relaciones de producción, se manifiestan como una mistificación de la realidad: la propiedad socialista no es verdaderamente social, ya que ha sido suplantada por una propiedad estatalizada que escapa al control de los trabajadores; y la propiedad privada —reconocida en esta Constitución— no es suficientemente privada, dados los excesivos obstáculos con que la rodean las determinaciones políticas. La propiedad cooperativa no despliega sus alas a pesar de todas las declaraciones y lineamientos que en el mundo son.

Este no ser realmente lo que se pretende nos ha llevado a un punto de inmovilidad. El nuevo presidente recibió una encomienda que parece hecha a la medida de Tom Cruise. Pero con su loable actitud de una mayor comunicación mediática ha enjuiciado abiertamente lo que era evidente desde inicios del año anterior: la crisis se ha agudizado, lo seguirá haciendo en el próximo año y la economía insular apenas crece. En las intervenciones del Ministro de Economía se critica el modo en que se había administrado hasta ahora ese sector, se adivina la intensión de renunciar a prácticas equivocadas, pero no se distingue un proyecto novedoso y bien concebido para generar cambios. 

Mi opinión es que presenciamos el agotamiento definitivo de un modelo político, el modelo de socialismo burocrático. Nuestros gobernantes no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones.

Como resultado, en Cuba se vislumbra hoy una situación que, en dependencia de diversos factores, puede tornarse revolucionaria o contrarrevolucionaria. Cuando Lenin fundamentó su teoría de una situación revolucionaria, lo hizo para explicar el contexto ruso tras los sucesos de 1905. Trotsky la aplicó para la Inglaterra de 1931 y la Francia de 1936. ¿Qué impide que la utilicemos para entender lo que ocurre en Cuba actualmente? Si obviamos las marcas de contexto en que ambos dirigentes revolucionarios actuaban nos queda lo esencial, veamos:

    • “La primera y más importante premisa de una situación revolucionaria es la exacerbación intolerable de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las formas de propiedad. La nación deja de avanzar”. (Trotsky: ¿Adónde va Francia?, 1936).
    • No basta con que los de abajo no quieran seguir viviendo como antes. Hace falta, además, que los de arriba no puedan seguir administrando y gobernando como hasta entonces. (V. I. Lenin “La celebración del Primero de Mayo por el proletariado revolucionario”).

En Cuba están maduras desde hace tiempo las condiciones objetivas para una transformación. Es indudable que la nación dejó de avanzar: la economía no crece desde hace años, la deuda externa aumenta constantemente, igual que los niveles de pobreza, y, a pesar de ello, las reformas han sido demoradas de manera inexplicable. Es evidente que «los de arriba» no pueden seguir administrando y gobernando como antes. Pero ¿qué ocurre con «los de abajo»?

Sin la maduración del factor subjetivo esa transformación no era posible. Se requería la voluntad de querer cambiar de las personas, una energía cívica que había sido aplastada por condicionamientos políticos, educativos y mediáticos. La «indefensión aprendida» también existe en un modelo socialista en el que el sistema controla en cierta medida la manera de comportarse de sus ciudadanos.

Faltando el factor subjetivo, las condiciones objetivas por sí solas no determinarían nada. Sin embargo, actualmente existen señales muy claras de su existencia. Tales signos no han sido entendidos por el aparato ideológico, que se equivoca al reducir las manifestaciones de descontento a «un golpe blando», a «una manipulación generalizada», o a la «creación de matrices de opinión negativas sobre el gobierno». No niego de plano que ello también ocurra y más adelante me referiré al asunto. La dirección del país no termina de ubicarse en:

  • El novedoso entorno que ha creado el acceso masivo a internet y las redes sociales, que los ha privado del monopolio absoluto de la información que tuvieron por décadas y ha democratizado su difusión y generado la posibilidad de campañas y denuncias ante arbitrariedades.
  • Un estado de permanente polémica, visible en las redes y fomentado por la propia dirección del país a raíz de la consulta popular para la redacción de la nueva Constitución; quizás pensaron que al concluir la referida consulta y no requerirse más de nuestros puntos de vista cesaríamos de ofrecerlos. Ingenuo de su parte, ahora tenemos cómo y no necesitamos de sus convocatorias.
  • La declaración de Cuba como un Estado Socialista de Derecho que visibilizó mejor las prerrogativas de cubanas y cubanos y los compulsó a exigir libertades que la propia Constitución garantiza.
  • La existencia de generaciones jóvenes, cuestionadoras per se, que han encontrado repercusión en generaciones mayores, ya cansadas de promesas incumplidas y reformas demoradas o interrumpidas.

Esta coexistencia de condiciones objetivas y subjetivas para una trasformación social es totalmente novedosa en el devenir del modelo socialista cubano. La cuestión que está en juego ahora no es si hay que cambiar, sino cómo hacerlo.

II

San Isidro no es un movimiento político, aunque sus demandas lo sean. Les falta cohesión, una estrategia que trascienda y un programa claramente expuesto. No me caben dudas de que la mayoría de sus miembros son artistas e intelectuales, aun cuando la narrativa oficial los presente como un grupo de delincuentes. El hecho de que algunos de ellos se hayan declarado favorables a recrudecer el bloqueo contra Cuba y que manifestaran su apoyo al gobierno de Donald Trump no les permite un liderazgo real de la opinión pública. Pero a mi juicio, lo más grave es lo que se infiere de las declaraciones de Omara Ruiz Urquiola el 28 de noviembre. Valoro esa intervención como su suicidio político: por el alto grado de sectarismo que promueve, su elitismo al referirse despectivamente a miembros de su propio movimiento que no considera intelectuales y su negativa absoluta a dialogar.

A pesar de lo dicho, MSI tendrá siempre el mérito de una actitud cívica de desobediencia sostenida frente a un aparato represivo que utilizó contra ellos métodos ilegales desde mucho antes de que se declararan en huelga de hambre. Precisamente fue esa represión ilegal y el tratamiento inhumano que se dio a personas en su situación, incluyendo el modo en que fue interrumpida esa huelga, el catalizador de la dignidad cívica de un grupo de artistas e intelectuales que fueron a manifestar, ante su ministerio, la condena pública a dicha represión.

De los que pudimos estar al tanto de la manifestación, pocos dormimos esa noche. El poder de convocatoria que lograron los congregados ante las puertas del MINCULT, no se explica solo por las redes sociales. Había mucha necesidad de ser auténticos, de dejar de ser meros espectadores y de participar en la vida nacional. Décadas de disciplina y obediencia, de manejos internos y discretos del disenso en el sector, murieron en esa calle del Vedado habanero.  

Es cierto que el carácter gremial de esa manifestación deja fuera muchas demandas, pero es un paso inicial, sobre todo por el ejemplo que significa y por el claro mensaje de que para obtener respuestas hay que utilizar vías de presión ciudadana ante el gobierno.

Llegados al punto en que se encuentra Cuba hoy, los caminos para un cambio social pueden ser dos: pacífico o violento. El primero de ellos, al que me adscribo totalmente, significaría aprovechar los espacios legales —muchos de ellos que habría que crear primero—, para presionar por cambios económicos, políticos y jurídicos dentro de un diálogo nacional en que no haya discriminación por motivo de credos políticos.

En la vertiente de proponer dicho diálogo, un grupo de intelectuales preocupados por la situación de Cuba, redactó un documento que ha sido firmado por muchas cubanas y cubanos, de dentro y fuera de la Isla, y que recibe continuamente nuevas adhesiones. Denominado «En articulación plebeya», circula en las redes sociales y en varios sitios y publicaciones. No se pretende liderar nada, solo proponer un camino. Quizás existan otras propuestas por el estilo.

En la perspectiva de utilizar vías violentas, se pueden apreciar en las redes declaraciones de personas molestas porque consideran ilegal al gobierno y le niegan la legitimidad para ser una de las partes dialogantes. Mucho más grave aún es el uso de plataformas sociales como WhatsApp y Telegram para incitar a actos violentos entre la juventud. Lo que afirmo lo hago con total responsabilidad. Ayer entré a uno de esos grupos donde fui invitada y vi el modo en que, desde dos números telefónicos ubicados fuera de Cuba, se incitaba a actos violentos y se estimulaban las justas reclamaciones de muchachas y muchachos cubanos por espacios de manifestación pacífica. Confieso que no he podido descansar desde ese instante.    

Alerto que es un momento gravísimo en este país. Se reúne un potencial conflictivo en un escenario que está siendo muy mal analizado, no solo por el gobierno sino también, infelizmente, por intelectuales y científicos sociales a los que su formación teórica y su habilidad para interpretar los hechos sociales debería separarlos de una declaración meramente ideológica como la que diera a conocer, el propio 27 de noviembre, el Departamento de Filosofía de la UCLV. Firmaron ese documento colegas a los que aprecio y agradezco, pues en ese prestigioso centro me hice Doctora en Ciencias Filosóficas, pero es momento de servir a la ciencia y a la nación. Esa declaración le hace el juego a la manera en que fue presentado el disenso en el programa especial de Hacemos Cuba, como hijo exclusivo de intereses foráneos, gente confundida y manipulada por las redes. Ello enmascara la realidad.

Son nuestras muchachas y muchachos, dialoguemos con ellos y con la sociedad civil cubana que desea caminos de cambio y de paz. Si se escoge por el gobierno la confrontación violenta como respuesta, puede ocurrir, a gran escala, lo que ya vimos en el Vedado: un grupo pacífico de jóvenes rociados con gas pimienta; o lo que ocurrió en el Parque de la Libertad de Matanzas en la noche del sábado: un pequeño grupo que fue golpeado por miembros de la Seguridad del Estado. No importa que impidan el acceso a internet por algunas horas. Todo se conoce y se enjuicia.

Mi conciencia no me permite callar.

30 noviembre 2020 104 comentarios 5.146 vistas
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constitucion

Constitución, represión y ciudadanía

por Alina Bárbara López Hernández 2 noviembre 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

I

Constitución

La Constitución cubana del 2019 contiene una contradicción irreconciliable entre determinados derechos que reconoce a la ciudadanía y dos artículos que son esgrimidos por la burocracia gobernante para no permitir que tales derechos sean ejercidos.

La incongruencia fue pública tempranamente. Recordemos la expresión de José Luis Toledo Santander -presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y Jurídicos de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP)- cuando, en una intervención televisada, ante la propia Asamblea y durante el proceso de debate del proyecto de Constitución, afirmara: «la Constitución no le puede trazar directrices al Partido».

Así lo estipula el controvertido artículo 5: «El Partido Comunis­ta de Cuba, único, martiano, fidelis­ta y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter demo­crático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado (…)».

En aquel momento dediqué al tema un artículo, «El talón de Aquiles», donde exponía que el referido proyecto tenía un punto que se convertía en su principal debilidad: «Es quizás de lo menos visible pues no se trata de una parte específica del articulado o la estructura y sí de una cuestión conceptual que ronda el campo de lo filosófico y atraviesa el Proyecto en su totalidad: la actitud del Partido Comunista de Cuba ante un pretendido Estado Socialista de Derecho».

El talón de Aquiles

El imperio de la ley solo puede existir en el caso de que todos los ciudadanos e instituciones tengan las mismas posibilidades de ser protegidos por las leyes que de ser castigados por ellas si las incumplen. Al dejar entonces a una institución como el Partido Comunista fuera de esta posibilidad, creamos una especie de demiurgo político que escapa al imperio de la ley, ya que se sitúa por encima de ella.

Aquella preocupación demostró muy pronto tener fundamentos. El 16 de diciembre de 2019, el ministro de Educación Superior, José Ramón Saborido Loidi, que intervenía en una emisión de la Mesa Redonda, levantó un ejemplar de bolsillo de la Constitución que se había aprobado apenas unos meses atrás e invocó el artículo 5 para apoyar las declaraciones de su viceministra primera, que había desatado una ola de críticas y una carta pública -firmada inicialmente por catorce intelectuales y luego por miles de personas-, motivadas por un texto en el que dicha funcionaria justificaba la discriminación por razones ideológicas en los claustros universitarios. La actitud de ambos dirigentes era anticonstitucional, pues desconocían el carácter público y no discriminatorio por ley de la enseñanza en Cuba a todos los niveles.

El ministro de Educación Superior invoca la Constitución de 2019 en apoyo a la actitud discriminatoria enunciada por su viceministra en un artículo publicado hacía poco tiempo (Foto: TVC). Si quiere leer el texto en cuestión, aquí puede encontrarlo (http://www.cubadebate.cu/especiales/2019/08/20/ser-profesor-universitario/comentarios/pagina-2/)

Desde entonces, cualquier inconformidad, crítica o demanda en pro de una democratización de la política y el sistema electoral cubanos -muchas se hicieron en el proceso de consulta popular- son demeritadas por ideólogos y políticos oficiales que se refugian, además de en el susodicho artículo 5, en dos argumentos: primero, que el artículo 4 del texto constitucional establece que «El sistema socialista que refrenda esta Constitución, es irrevocable»; segundo, que la Constitución fue aceptada por una mayoría significativa de la población con derecho al voto y eso la legitima.

Considero discutibles ambos argumentos. Sobre los contenidos pétreos, o cláusula de intangibilidad, escribí el texto «Crónica de un meteorito», en el que analicé el contexto que condujo, en mayo del 2002, a la convocatoria del gobierno para una iniciativa de modificación constitucional. Entre las inconsistencias de aquella invitación estuvo el hecho de que el voto no fue secreto, sino plasmado en libros abiertos en 129 mil 523 puntos de firmas, la mayoría en cada CDR del país.

Tampoco se exigió, como ahora, que las firmas para encaminar una iniciativa de esa índole fueran registradas ante notario. No se produjeron debates ni explicaciones de juristas y especialistas en derecho constitucional que advirtieran a la ciudadanía qué repercusiones futuras tendría el hecho de incluir contenidos pétreos en la Ley de leyes. Ni siquiera se habló de contenidos pétreos.

Fue una convocatoria política. La gente entendía que se le pedía apoyar al socialismo como sistema y firmó. En tres días, 8 millones 188 198 personas mayores de 16 años, según cifras oficiales, rubricaron en respaldo a la iniciativa de modificación constitucional.

Crónica de un meteorito

En 2019, diecisiete años más tarde y en medio del proceso de reforma total de la Constitución, pudimos comprobar que el agotado modelo de socialismo burocrático se amparaba en la cláusula de intangibilidad para eternizarse. Estas fueron algunas de las valoraciones que hice a la sazón:

«Los representantes de ese modelo no aceptaron numerosas propuestas generadas en la consulta popular que abogaban por un socialismo verdaderamente participativo, con mayor control sobre los cargos públicos. Los que así opinaron no rechazan la inclusión de la propiedad privada y cooperativa, pero necesitan mayor comprometimiento con el cambio y palpables resultados económicos, reforma general de salarios y unificación monetaria.

Dado que es imposible conseguir trasformaciones reales en la esfera económica y social sin formular asimismo cambios políticos, la lección es harto elocuente, y dramática: a quienes clausuramos en verdad el camino fue a nuestros hijos y nietos. Muchos de ellos no habían nacido en el 2002 o no tenían edad para firmar, pero ahora tienen que acatar una decisión que los afecta.

 Otras preguntas pueden ser esenciales: ¿Cuántos de los firmantes ya no viven?, ¿cuántos viven fuera de Cuba?, ¿cuántos desean residir en otro país?, ¿cuántos, de haber sabido la implicación futura, estarían dispuestos a retirar su firma? Ahora, en tiempos de la red de redes, son indagaciones que se pueden realizar».

Respecto al argumento que emplaza la legitimidad de la Constitución en el voto mayoritario de la población cubana, tengo los siguientes criterios: 1) en el proceso de consulta previo, los medios oficiales solo presentaron el punto de vista de la burocracia política e impidieron que el debate que se suscitó en las redes sociales, y que contó con análisis informadísimos de especialistas, juristas, historiadores, economistas, entre otros, fuera de dominio público y permitiera una mayor y más profunda reflexión popular. Así lo apunté en el artículo «Mundos paralelos». 2) Que Cuba debe actualizar no solo su economía, sino modernizar su proceso de votaciones. El mismo continúa en condiciones que no garantizan una confiabilidad mayor que el lápiz y la boleta de papel. 3) Si la cantidad de personas que apoyan una decisión electoral fuera siempre sinónimo de una buena decisión, no podríamos criticar, por citar un ejemplo, a Jair Bolsonaro, elegido por el voto mayoritario en Brasil.

Mundos paralelos

La contradicción irreconciliable que existe entre los derechos que enuncia la Constitución del 2019 y la imposibilidad de ejercitar los mismos a partir de la invocación de los artículos 4 y 5, se percibe con nitidez en la violación del plazo que su disposición transitoria decimosegunda estipula: «La Asamblea Nacional del Poder Popular, en el plazo de dieciocho meses de entrada en vigor de la Constitución, aprueba las modificaciones legislativas requeridas para hacer efectivo lo previsto en su Artículo 99, referido a la posibilidad de los ciudadanos de acceder a la vía judicial para reclamar sus derechos»[1].

De acuerdo a esta disposición, y por mandato constitucional, todas las leyes que influyen en el ejercicio de los derechos constitucionales debían haberse dictado ya, pues ha trascurrido poco más del plazo estipulado, si contamos que la Constitución entró en vigor en abril del 2019.

Es cierto que la pandemia ha creado graves dificultades en el funcionamiento de la ANPP, pero ni siquiera se reporta que los diputados estén estudiando -por teletrabajo- documento alguno sobre el asunto. Todavía queda la sesión ordinaria de diciembre, pero estamos casi en noviembre y el tema es demasiado peliagudo como para restringirlo a un brevísimo tiempo de análisis. 

A pesar de que es un mandato constitucional, aún esperamos porque los derechos y garantías sean «habilitados jurídicamente para defenderlos y concretar el Estado de Derecho», afirma el Dr.C René Fidel González García, profesor expulsado de la Universidad de Oriente de manera ilegal y arbitraria.

Esa demora injustificada es peligrosa, pues la sociedad cubana se encuentra hoy en una crisis extrema potenciada por diversos factores: la mala administración de la economía por la misma clase política que lleva décadas haciéndolo; el aplazamiento de un proceso de reformas aprobado hace más de diez años; la dolarización de una parte significativa de las ofertas en medio de una escasez generalizada, que enfatiza las diferencias sociales entre los que poseen dólares y los que no; la agudización extrema del bloqueo, la hostilidad y las presiones financieras por parte del gobierno de Donald Trump; las tensiones derivadas de la pandemia global y el choque que derivará de la inminente unificación monetaria, paso necesario, pero que se dará en el peor de los momentos posibles por haber sido postergado una y otra vez.

Este complejísimo contexto, de no eliminarse los factores condicionantes mencionados arriba -o al menos varios de ellos-, podría derivar en un escenario de confrontación que entenderíamos lógico si se tratara de un país capitalista, pero que en Cuba, donde el sistema de Partido único ha creído posible un pensamiento único, será presentado, como habitualmente se hace, cual una agenda financiada desde el extranjero con el fin de subvertir el sistema.

Entonces, la grave contradicción implícita en la Ley de leyes y la no habilitación de los derechos y garantías, podría desencadenar una escalada de represión sin que los ciudadanos estuvieran protegidos legalmente. 

II

Represión

Es absolutamente legal que los estados se protejan de una oposición organizada y financiada desde el exterior. Varios argumentos para fundamentar esa aseveración ofrecí en el artículo «Castigar y proteger». En el caso de la Isla, con mayor razón, la hostilidad tradicional de las administraciones norteamericanas, reforzadas por el actual presidente, le confiere absoluta validez a una legislación que penalice a quienes se presten a recibir órdenes y financiamiento de EE.UU. para oponerse al gobierno que, guste o no, es el legalmente establecido.

Castigar y proteger

Y ahí entrarían a desempeñar un rol estratégico los órganos de Seguridad del Estado, cuya naturaleza encubierta y los resultados que tuvieron en otros tiempos para infiltrar a grupos de la CIA y conspiraciones dentro de Cuba con base en el Norte y en otros países los hizo famosos. Pero desgraciadamente no es la economía lo único que muestra señales de decadencia. En el referido artículo razonaba:   

«¿Qué ocurre con nuestros órganos de inteligencia? Tenidos por muchos entre los mejores del mundo, parecen jovencitos inexpertos en un juego peligroso por lo que supone esta época, en que las redes sociales visibilizan, a través de fotos y videos, su actuación.

Apostados a las puertas de determinadas viviendas para impedir el libre movimiento de personas que no están sujetas a proceso legal alguno […] o saliendo de hogares donde han ido a “conversar”; son retratados, las chapas de sus motos o autos reveladas y, a veces, incluso los nombres, apellidos, seudónimos y cargos en el aparato de inteligencia. Si los fundadores del antiguo G-2 resucitan, creo que se suicidan de la vergüenza».

Por algún tiempo fue posible hacer creer a la opinión pública que toda oposición en Cuba carecía de raíces propias y solo cumplía órdenes. Ya no es verosímil esa perspectiva. Muchos de los que hacemos análisis políticos críticos e independientes sobre la realidad cubana hemos recibido con facilidad la etiqueta de mercenario del imperio y otros calificativos como para que seamos ingenuos al respecto.

La cuestión no es que rechacemos el socialismo, sino que cada día que pasa los que dirigen el país se ubican, en la práctica, más lejos de ese sistema y pretenden silenciar por igual a los que desean una vuelta al capitalismo y a los defensores de un socialismo democrático.

La unanimidad nunca existió entre nosotros, pero ahora es posible verificarlo por la entrada de internet y el papel de las redes sociales. Numerosas personas aspiramos a trasformaciones económicas y políticas profundas, sin las cuales la nación está condenada al inmovilismo y a una crisis eterna. Por otra parte, la propia Constitución del 2019 garantiza libertades de expresión, movimiento, asociación y manifestación pacífica.

En opinión del abogado cubano José Ángel García Veloso, residente en la provincia de Ciego de Ávila: «Someter a las personas a una ideología determinada es incorrecto; hacerlo por medio de las leyes, peor; en contra de las leyes, utilizando para ello la fuerza pública, es un crimen. La libertad de expresión consiste, precisamente, en poder manifestar lo que es contrario al criterio general u oficial; para cantar vivas no se necesita libertad alguna».

La cuestión entonces es que no se trata de tener derecho a ser iguales, sino de tener el mismo derecho a ser diferentes. Por esa razón me preocupa sobremanera, como intelectual y como ciudadana, el modo en que se reprime a los grupos de oposición y a las personas que han decidido manifestarse pacíficamente en nuestro país. Así lo expresé en los artículos «Segundas lecturas de una decisión», y «El tiempo que vivimos en peligro».

Segundas lecturas de una decisión

La función de los órganos de seguridad, a mi juicio, debería orientarse a develar tramas conspirativas, recabar pruebas concretas y verificables de la subordinación a un gobierno extranjero y presentarlas a los órganos judiciales competentes para que estos instruyan los casos respetando todas las garantías del debido proceso.

El tiempo que vivimos en peligro

Eso no es lo que está ocurriendo en Cuba. Estamos cansados de ver a personas que son llevadas a interrogatorios forzados, arrastradas por la fuerza, retenidas horas o días sin comunicación con su familia o con abogados, a las que les son incautados sus celulares y otros medios, para ser liberados después sin acusaciones ni proceso legal en su contra. El límite que existe entre la Seguridad del Estado y la violencia o terror de Estado es precisamente el respeto a los procedimientos y normas legales por parte de los órganos de seguridad.

La violencia o terror de Estado consiste en la utilización de métodos ilegítimos por parte de un gobierno, orientados a producir miedo o terror en la población civil.

El artículo «El terrorismo de Estado como violación a los derechos humanos. En especial la intervención de los agentes estatales», de la autoría de Raúl Carnevali Rodríguez[2], fundamenta que a través del Estado se pueden cometer delitos y menciona entre ellos a «Organismos del Estado o grupos paraestatales que actúan sin contrapesos institucionales -asegurando así su impunidad-, imponiendo su autoridad a la ciudadanía, a través de actos violatorios de los derechos humanos, pues es vista como una especie de factor de riesgo que es preciso controlar».

Puede afirmarse que en Cuba se manifiesta claramente lo que Carnevali Rodríguez denomina «grupos paraestatales». Es decir, aquellos «que actúan sin contrapesos institucionales». Solo basta apreciar el modo en que son convocadas y estimuladas personas que por su carácter civil no poseen prerrogativa alguna, con el fin de golpear, gritar, ofender e impedir el libre movimiento de los opositores, y que estas personas actúan violando la ley impunemente ante la mirada de los oficiales de la Seguridad del Estado que desconocen así, entre otros artículos de la Constitución, al 47: «Las personas tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad y deben guardar entre sí una conducta de respeto, fraternidad y solidaridad».

La violación fragrante y pública de la Constitución, comprobada en la demora en habilitar los derechos que ella declara, y en el trato que se da a los que deciden ejercitar la libre expresión y la manifestación pacífica como modo de disentir, debe influir en que la ciudadanía asuma un rol más activo y comprometido con el texto constitucional que fue aprobado el pasado año. 

III

Ciudadanía

El revolucionario marxista Antonio Gramsci, que perdió la salud en una cárcel fascista de Italia de donde salió para morir, nos dejó un reclamo que personificó con su ejemplo: «Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes».

Soy de una generación que fue educada en el rechazo a la injusticia. Desfilamos contra la guerra imperialista en Vietnam. Condenamos las matanzas de Soweto y Sabra y Chatila. Gritamos de horror ante los crímenes de las dictaduras militares en Latinoamérica. Miles lucharon en una guerra lejana como la de Angola…

Ese internacionalismo revolucionario venía de una tradición solidaria que, en la vieja república, organizó brigadas para apoyar a los republicanos españoles, que denunció las intervenciones de EE.UU. en Nicaragua, República Dominicana y Haití. Pero, a diferencia de los revolucionarios del treinta que condenaban por igual la injusticia en Cuba y en cualquier lugar del mundo, los educados tras 1959 fuimos cerrando los ojos poco a poco a nuestro entorno, mientras los manteníamos abiertos hacia otros.

Como resultado, no marchamos en apoyo a los reprimidos en las UMAP o a los parametrados tras el 1er Congreso de Educación y Cultura. Permitimos, y/o participamos en actos de repudio donde fueron golpeadas y ofendidas muchas personas que decidieron residir fuera de Cuba. Hemos llegado a naturalizar el uso de fuerzas de choque formadas por ciudadanos que deciden mantener dentro de sus viviendas a otros ciudadanos porque no les parecen suficientemente revolucionarios para que transiten, como es su derecho pleno, por las calles.

El historiador romano Tito Livio decía en sus discursos una frase que retomaría Maquiavelo siglos más tarde: «La patria se debe defender siempre con ignominia o con gloria, y de cualquier manera estará defendida». Se equivocaba: si la Patria se defiende con ignominia, se la ofende. Y es ignominia gritar, humillar e injuriar al que piensa diferente y quiere reivindicar sus derechos contenidos en una Constitución que, por muchas limitaciones que tiene, los consagra.

Pero no solo incurre en descrédito el que se presta a participar en esos actos viles, sino igualmente el que observa sin tomar una postura cívica al respecto.

Por suerte, la posibilidad de contrastar opiniones en los medios digitales y redes sociales va dando frutos. Así veo con satisfacción que importantes intelectuales comprometidos con el proceso revolucionario han manifestado una crítica a los hechos de represión ocurridos hace pocas semanas. Carlos Alzugaray, analista político y por muchos años diplomático, apoyó en su muro de Facebook la postura de la profesora y psicóloga, Carolina de la Torre, que rechazó los actos de repudio. Estas fueron las palabras de Alzugaray:

«Nuestra Constitución proclama que Cuba es un estado de derecho socialista. Pues, entonces, hay que cumplirlo. Cuestión de principios y ética. Pero también es una cuestión de claridad y probidad política. La imagen que estos hechos y otros más proyectan es de intolerancia hacia las opiniones críticas. No es la imagen que más conviene y está en interés del país. Es necesaria una reflexión y una rectificación. Con todo el respeto para todos los involucrados».

Muchos pensamos así. Vivimos momentos complejos en Cuba. La Constitución del 2019 fue elaborada por una comisión que perpetuó un modelo político que contradice en la práctica una gran parte del articulado que garantiza los derechos de las cubanas y cubanos. La ciudadanía aprobó con su voto un Estado Socialista de Derecho, pero solo en la letra; en la práctica y en el espíritu se mantiene un Estado Partidista de Derecho.

Esa situación, vinculada con el escenario actual, propicio para que se produzcan hechos de confrontación, con la consiguiente respuesta de los órganos de Seguridad del Estado y sin la habilitación de los derechos y garantías ciudadanas, requiere de madurez y compromiso por parte de la ciudadanía. Debe ser obligación nuestra exigir a la ANPP la habilitación de los derechos y garantías a que están obligados por la Constitución, reclamar a los órganos de seguridad el cumplimiento de los procedimientos legalmente establecidos y advertir que nadie está por encima de la ley. De continuarse el camino actual, las consecuencias podrían ser infaustas.

[1] Algunos de los derechos que la Constitución de 2019 garantiza en sus artículos: Art. 40. La dignidad humana es el valor supremo que sustenta el reconocimiento y ejercicio de los derechos y deberes consagrados en la Constitución, los tratados y las leyes. Art. 41. El Estado cubano reconoce y garantiza a la persona el goce y el ejercicio irrenunciable, imprescriptible, indivisible, universal e interdependiente de los derechos humanos, en correspondencia con los principios de progresividad, igualdad y no discriminación. Su respeto y garantía es de obligatorio cumplimiento para todos. Art. 42. Todas las personas son iguales ante la ley, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o territorial, o cualquier otra condición o circunstancia personal que implique distinción lesiva a la dignidad humana. Todas tienen derecho a disfrutar de los mismos espacios públicos y establecimientos de servicios. […] La violación del principio de igualdad está proscrita y es sancionada por la ley. Art. 51. Las personas no pueden ser sometidas a desaparición forzada, torturas ni tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes. Art. 52. Las personas tienen libertad de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio nacional, cambiar de domicilio o residencia, sin más limitaciones que las establecidas por la ley. Art. 56. Los derechos de reunión, manifestación y asociación, con fines lícitos y pacíficos, se reconocen por el Estado siempre que se ejerzan con respeto al orden público y el acatamiento a las preceptivas establecidas en la ley. Art. 55. Se reconoce a las personas la libertad de prensa. Este derecho se ejerce de conformidad con la ley y los fines de la sociedad.

[2] Constitucionales, vol. 13, no. 2, Santiago, 2015 , disponible en https://scielo.php

2 noviembre 2020 38 comentarios 2.094 vistas
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11m

II Declaración de la Plataforma 11M

por Consejo Editorial 5 octubre 2020
escrito por Consejo Editorial

En días recientes, seis denominaciones cristianas (Convención Bautista de Cuba Occidental, Convención Bautista de Cuba Oriental, Iglesia de la Biblia Abierta en Cuba, Iglesia Evangélica Pentecostal de Cuba Asambleas de Dios, Iglesia Metodista en Cuba y Liga Evangélica de Cuba), la mayoría de ellas pertenecientes a la Alianza de Iglesias Evangélicas Cubanas (AIEC), han publicado en sus perfiles de redes sociales declaraciones oficiales.

Estos documentos han tenido cuatro objetivos fundamentales:

  • Reaccionar contra la pastora Elaine Saralegui luego de la entrevista ofrecida al medio Russia Today.
  • Reclamar acceso a los medios estatales de comunicación (apelando a los artículos 15 y 42 de la Constitución).
  • Definir los principios fundamentalistas que rigen sus comunidades.
  • Oponerse a los derechos de la comunidad LGBTIQ+ cubana.

Las expresiones de odio manifestadas en diversas plataformas sociales por miembros de grupos cristianos fundamentalistas, contra la pastora de la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM) Elaine Saralegui y el activista Adiel González, evidencian la urgencia de una ley de culto que regule estas manifestaciones de violencia en el espacio público; en concordancia, además, con las garantías que la Constitución promete a toda la ciudadanía, incluyendo a las personas LGBTIQ+.

No es la primera vez que estos grupos cristianos arremeten contra las luchas de activistas por los derechos sexuales; del mismo modo en que disienten de la voluntad política del Estado por la ampliación y reconocimiento de los derechos de las personas LGBTIQ+, mientras descartan los principios de igualdad y no discriminación de la Constitución cubana.

Es preocupante el auge del fundamentalismo religioso que intenta imponer su agenda conservadora con financiamientos de organizaciones estadounidenses, relacionadas a la actual administración del presidente Donald Trump. La NED y la USAID han donado miles de dólares para subvencionar las actividades de estos grupos en los últimos años, lo que consta en sus declaraciones contables públicas.

 El Estado cubano no se ha pronunciado al respecto con la misma energía con que lo ha hecho frente a otras organizaciones de la sociedad civil. El Estado cubano no ha respondido a los ataques y desacreditaciones de estas denominaciones cristianas contra quienes impulsan políticas públicas a favor de las personas LGBTIQ+ desde puestos gubernamentales. Sin embargo, ha respondido cuando los cuestionamientos a personas en cargos públicos e instituciones estatales provienen de activistas o personas no religiosas, acusándoles de mercenarismo, de ser personas manipuladas y confundidas al servicio de una potencia extranjera.

La Constitución, recién aprobada en el 2019, en su artículo 15, reconoce que la República de Cuba es un Estado laico. Las instituciones religiosas quedan separadas del aparato estatal y, por consiguiente, la carta magna no otorga privilegios que favorezcan a alguna creencia religiosa sobre otras. Además, garantiza el ejercicio de la libertad religiosa, al igual que protege el disfrute de este derecho.

Es pertinente aclarar que no se ha privilegiado a una institución religiosa específica por encima de otra con la entrevista en cuestión, ya que la entrevista la realizó una cadena extranjera acreditada en Cuba, la cual se reserva el derecho de entrevistar a quien desee.

Es necesaria una ley de culto que regule y penalice los intentos de invisibilizar, interferir, obstaculizar o negar  los derechos de las personas, y que constituya un marco jurídico e institucional para el ejercicio de la libertad religiosa en la sociedad. El derecho a la libertad de religión no debe contradecir el reconocimiento de los derechos humanos de las personas con identidades y sexualidades no cisheteronormativas.

Plataforma 11M denuncia cualquier acto de violencia e insta a las instituciones pertinentes a tomar parte en la protección de los derechos de todas las personas. A su vez, insta al gobierno a la discusión de las agendas políticas antiderechos promovidas por parte de comunidades religiosas cubanas que se sustentan en dogmas y fundamentalismos.

El cumplimiento del principio de laicidad reconocido en la Constitución debe brindar protección a creyentes, no creyentes y al propio Estado. Su garantía radica en que las políticas que el Estado implemente, o diseñe, no se vean influenciadas u obstaculizadas por la fe religiosa de ningún grupo, y debe garantizar a las iglesias que el Estado no interfiera en sus creencias, siempre que sus creencias no amenacen los derechos del resto de la ciudadanía.

Por todas estas razones, Plataforma 11M insiste en la inclusión, dentro del cronograma legislativo, de una ley de culto que regule las crecientes manifestaciones públicas de conservadurismo político que se gestan dentro de estos grupos religiosos, sin que se coarte el derecho de cada persona a profesar su fe y creencias religiosas.

5 de Octubre de 2020.

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5 octubre 2020 14 comentarios 651 vistas
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ventanas

Cuba y sus ventanas rotas

por Ivette García González 11 septiembre 2020
escrito por Ivette García González

“Para regenerar una sociedad honesta, educada y cívica, comencemos arreglando nuestras propias “ventanas rotas”

Fernando Hugo Rossotti

A juzgar por los reportajes de operativos policiales en el NTV, la responsabilidad atribuida a los ciudadanos por el rebrote de la COVID-19, el fenómeno de coleros, acaparadores y revendedores, y el alto porciento de personas en edad de producir que no lo hacen al menos por vías reconocidas legalmente, los cubanos somos, casi por naturaleza, contrabandistas, irresponsables y vagos. Además, hay que regañarnos y mostrarnos a diario, con intención profiláctica, imágenes de los éxitos de los órganos represivos.

Algunos colegas han llegado a asociar el fenómeno del mercado negro actual con el comercio de rescate o contrabando en la Cuba del siglo XVI, como si fuera algo tradicional en este país, o que estuviera en el ADN de los cubanos. Intentan restar importancia a la responsabilidad del Estado amplificando la del ciudadano. Pero lo que se verifica en ambos tiempos es que: 1) las condiciones materiales y las políticas gubernamentales son las que obligan a los ciudadanos a semejantes prácticas y 2) el comercio ilegal se convierte en un mecanismo de resistencia ante prohibiciones absurdas y abusivas impuestas por el poder y la prolongación de enormes carestías.

Si a eso se suma la burla y el “!Estás en Cuba! o “¡Esto es Cuba!” como respuesta cuando alguien se asombra o no comprende determinadas actuaciones incívicas, el cuadro es alarmante.  Significa que este es un país donde reina el más absoluto relajo, no hay normas ni límites y todo vale. El interlocutor se queda en ascuas, no capta el mensaje, o peor, cree que el equivocado, o el que está desfasado, es él.

¿Somos en realidad los cubanos, contrabandistas, vagos e irresponsables, o son características negativas de la sociedad cubana que se han moldeado en la Isla durante las últimas décadas? Fijémonos en estas tres paradojas.

  1. Los mismos cubanos que aquí infringen muchas normas ciudadanas, cuando emigran trabajan para sacar adelante su proyecto de vida, lo logran en gran medida y ayudan a los que se quedan.
  2. A pesar de las limitaciones, ¿no son los cubanos admirados en muchas partes del mundo? Solo observemos el tamaño del país y en cuántas posiciones internacionales está. No el gobierno, lo que es obvio y más conocido, sino su gente, los cubanos residentes en cualquier parte, con roles importantes en universidades extranjeras, instituciones bancarias, científicas, ahora mismo para la producción de la vacuna de Oxford contra la COVID, por ejemplo. Pregunte a cualquier turista lo que más aprecia de Cuba y verá que hablará de este pueblo.
  3. ¿Cómo encaja ese cuadro de extrema laxitud en la Isla, con que el país tiene una de las mayores poblaciones penales del mundo, una parte no despreciable sin antecedentes y otra que está bajo la injusta e increíble figura de “conducta pre delictiva”. Algunas piezas no encajan.

¿Cuándo y cómo llegamos al punto de convivir casi con naturalidad con el hecho de que quien vende en el agro le robe al cliente en la pesa un mínimo de media libra, y luego también lo haga en el cambio? O lo que ya es el colmo: que cuando como doliente reclamas al vendedor, en general nadie se solidariza y más bien sale quien lo defiende a pesar de que será la próxima víctima. ¿Cuándo y cómo llegamos al punto de que tanta gente, estando en el lado de las víctimas, justifique todo eso diciendo que el otro “también tiene que vivir” o que “está luchando lo suyo”? ¿Cuándo y cómo llegamos al punto de acostumbrarnos a vivir, al menos en La Habana, rodeados de escombros y suciedad? Es necesario ir al fondo.

Habría mucho que analizar, pero dado que son fenómenos de la psicología colectiva, propongo una reflexión sobre algunas causas, apoyada en una interesante teoría de la ciencia.

Teoría de las ventanas rotas y tolerancia cero para pensar el país…

La “teoría de las ventanas rotas” luego dio origen a la política de “tolerancia cero” (1994) y tuvo su origen en uno de los experimentos sociológicos más interesantes del siglo XX. Fue en 1969 cuando el  psicólogo estadounidense Philip Zimbardo, profesor de Psicología Social en la Universidad de Stanford, lo puso en práctica. Primero impactó en la Criminología, pero rápidamente su aplicación se extendió a todas las esferas y desde hace años es parte del discurso político en España, EEUU y América Latina.

El objetivo en 1969 era estudiar las conductas de las personas en situaciones aparentemente obvias. Se dejaron abandonados dos autos idénticos en las calles de dos sitios muy diferentes: el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y Palo Alto, una rica y tranquila área de California. Rápidamente el del Bronx comenzó a ser saqueado de todo lo que servía e incluso destruidos sus restos. El de Palo Alto, sin embargo, se mantuvo intacto.

Cualquiera diría que no hacía falta experimento pues el resultado es lógico. Estamos acostumbrados a asociar el delito con la pobreza y a que en un barrio rico hay más control de seguridad pública. Por eso lo más interesante del experimento fue su segunda parte.  Los investigadores rompieron el vidrio de una de las ventanas del auto de Palo Alto. ¿Qué ocurrió? Exactamente lo mismo que en el Bronx.

¿Cómo se explica semejante resultado? ¿Cómo la simple rotura de una ventanilla desató el robo, la violencia y el vandalismo hasta reducir el auto de la zona rica al mismo estado que al del barrio pobre? ¿Cómo el vidrio roto pudo desencadenar todo aquello en una zona segura y sin conflictos sociales?

Los analistas llegaron a la conclusión de que la pobreza no es la causa de tales fenómenos de vandalismo. Que tiene más que ver con la psicología, el comportamiento humano y las relaciones sociales. Según Fernando Hugo Rossotti, el cristal roto en un auto abandonado “(…) transmite una  idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que todo vale nada.” Cada nuevo ataque que sufre el auto confirma esa idea hasta que las agresiones son cada vez peores y termina en un estado de caos.

Trece años después los criminólogos James Q. Wilson y George Kelling desarrollaron otros estudios del mismo corte, que derivaron en la “teoría de las ventanas rotas”. Enfatizaron que una sociedad o un país que exhibe signos de deterioro sin que se tomen a tiempo medidas para corregir el fenómeno, está transmitiendo un mensaje de que el asunto no le importa a nadie. La mente humana interpreta que se trata de un territorio sin ley y todo está permitido. Así, se favorecen males sociales que provocan la degeneración del entorno, propiciando incluso que personas respetables, que en condiciones normales no cometerían actos censurables, también asuman comportamientos incívicos.

Wilson y Kelling plantearon otras dos cosas relevantes y asociadas: 1) “si se cometen pequeñas faltas (…) y (…) no son sancionadas, entonces comenzarán a desarrollarse faltas mayores y luego delitos cada vez más graves” y 2) “Si los parques y otros espacios públicos son deteriorados progresivamente y nadie toma acciones al respecto, estos lugares serán abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a la delincuencia)”. Pero esos espacios que la gente abandona los ocupan los delincuentes y marginales de la sociedad.

Otros dos ejemplos son muy sugerentes. Uno, si se deja basura en una esquina y no se retira, muy pronto se irá acumulando más basura, con el tiempo la gente acaba dejando allí sus jabas de basura hasta llegar un día a asaltar un auto o romper un foco del alumbrado público. Dos, si una persona va terminando de comer algo por la calle y no hay un cesto cerca para botar el papel o el recipiente, de  seguro mirará al suelo, y si ve que hay más basura tal vez ni lo piense y arroje la suya, pero si está todo limpio, seguramente lo piensa mejor. Significa que la no reparación inmediata de un daño emite a la sociedad el mismo mensaje que una ventana rota. Por tanto, si se quiere evitar que eso ocurra, es preciso arreglar la ventana en el menor tiempo posible.

Los experimentos psicológicos relacionados con las conductas sociales se consideraron desde entonces muy útiles para mejorar la convivencia y la seguridad en las ciudades. También para los comportamientos en ámbitos más privados como la familia. Ahí los desperfectos y malos hábitos llevan al deterioro de las relaciones interpersonales, que a la larga se trasladan a la sociedad y viceversa. Según Rossotti, se llega fácil a “la descomposición de la sociedad, la falta de apego a los valores universales, la falta de respeto de la sociedad entre sí, y hacia las autoridades (extorsión y soborno) y viceversa, la corrupción en todos los niveles, la falta de educación y formación de cultura urbana, (…) un país con ventanas rotas, con muchas ventanas rotas (…).”

Los autores de los 80′ pusieron énfasis en un mecanismo de prevención básico: arreglar los problemas cuando aún son pequeños. Los pequeños síntomas de degradación del lugar y la acumulación de pequeñas faltas pueden llevar a transgresiones mayores y a una escalada de ruptura de códigos de convivencia, que conduce finalmente al caos. Pero eso también significa asumir las realidades y soluciones de modo integral o sistémico.

La prevención no solo se asegura reprimiendo contravenciones simples -no pagar la guagua, arrojar basura al piso, escandalizar, orinar en la calle, usar la impresora de la institución para imprimir trabajos personales, no respetar los horarios de entrada y receso en el trabajo, etc.-, sino creando previamente condiciones que obstaculicen las infracciones y ofrezcan una mejor convivencia, esto es: colocar cestos de basura en la vía pública, emplazar baños públicos en zonas céntricas al menos, reparar desperfectos materiales de zonas afectadas, vender equipos informáticos o facilitar emprendimientos en ese orden, garantizar salarios acordes al trabajo, etc. De esa forma se evita la propagación de conductas incívicas, que como se vio en el ejemplo inicial, se pueden suscitar en diversos sitios y en cualquier estrato social.

También ocurre cuando las normas no están claras u ofrecen tanta flexibilidad que favorecen el desorden. Las pérdidas no son solo de elementos tangibles, sino de fenómenos más complejos y graves que atentan contra la transparencia, legitimidad y sostenimiento de un modelo social: la corrupción, uno de los más graves y con mayores tentáculos que corroen la sociedad toda.

De modo que la expresión “ventana rota” es símbolo de otras muchas respuestas incívicas, que degeneran en descomposición de la sociedad, falta de apego a los valores universales, falta de respeto de la gente entre sí y hacia las autoridades, alrededor de las cuales se crea un ambiente de extorsión y soborno y a la inversa. Es la corrupción en todos los niveles, la corrupción como estado mental, la falta de educación y formación de una cultura ciudadana. Todo eso muestra un país con numerosas ventanas rotas. ¿Culpa del ciudadano, o de quienes regulan y dirigen la sociedad desde el Estado?

En todos los escenarios en que desde mediados de los 80, se ha implementado la teoría de las ventanas rotas, los resultados han sido positivos. Luego siguió en 1994 el impulso a la política de “tolerancia cero”, expresión que si bien sugiere a primera vista una solución autoritaria y represiva, en realidad se enfoca en la prevención y promoción de condiciones sociales de seguridad y bienestar ciudadanos. No alude ni a linchar delincuentes ni a una policía prepotente, porque de hecho, ante los abusos de autoridad también se exige la tolerancia cero. Se trata de “(…) crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana.”

Allá tendremos que llegar porque este pueblo lo merece, pero de momento…

 Tenemos una sociedad enferma y con muchas ventanas rotas.

A transgredir todo lo que haga falta, o todo lo que se pueda, no se llegó de pronto. Es muy complejo el asunto porque está instalado en la mentalidad, no de la colonia ni de la república burguesa, sino del modelo de socialismo que adoptamos y nuestros aportes. Ocurrió por las distorsiones de mecanismos que forman parte del orden social necesario en cualquier sociedad. Es difícil, pero incluso cuando se quiere enfrentar, como ha ocurrido recientemente, no se va a la raíz. Los infractores nunca son de las élites del poder, que es donde verdaderamente está la peor corrupción, sino en los delitos comunes de gente del pueblo, que el queso, las cebollas, el café, etc… Pero ya las redes sociales dan mucha información, así es que la gente sabe. Entonces la dirigencia pierde autoridad moral. Así no se sostiene un proyecto ni se reparan ventanas rotas.

Las raíces son profundas. No pasamos de lo privado a lo social sino a lo estatal, con el supuesto de que todo es de todos, lo que es un absurdo, no es de nadie o es de las élites que controlan el poder político y económico desde el Estado, que se convierte en el gran monopolio. Otro detalle. Por lo menos desde los años 70 recuerdo que cuando la escuela requería pintura, esa tarea le tocaba al padre del alumno que trabajara en una empresa que la tuviera. Lo mismo si había que reproducir materiales escolares, etc.. Si trabajabas en un comedor obrero, tenías el azúcar resuelto porque podías llevarte de allí al menos eso. Si tenías dinero y una buena relación con el carnicero, este te vendía por fuera y a mayor precio, de la carne racionada que hubiera recibido del Estado para la población de la zona. Y por último, curioso que de esa época nos llegue aquello de “tú  te haces el me pagas (refiriéndose al Estado), yo me hago el que trabajo”.

Así llegamos a los 90, la peor crisis. Si no había “búsqueda” (sustraer o ser beneficiado ilegal pero toleradamente con algo) pues no había vinculación al trabajo del Estado. Al menos a escala popular, quien necesitaba harina o jabón de baño, por ejemplo, tenía que comprarlo en el mercado informal y el día que hicieran un operativo policiaco y capturaran la red de esos productos, pues se quedaba sin nada. Que el Estado ya dispusiera de la harina no significaba que usted podría adquirirla, de hecho no la adquiría porque, o iba para el turismo o para las tiendas en divisa a precios inalcanzables para la mayoría.

De ahí se pasó en buena medida a callar el delito, al contrabando y los contrabandistas. A mediados de esa década de los 90, cuando casi todos de alguna forma vivíamos al margen de la ley -de tantas cosas prohibidas y los pocos productos y servicios controlados por el Estado-, el historiador Salvador Morales me decía: “me preocupa mucho lo que está pasando, ya la gente no ve  las sustracciones en los centros de trabajo como robo, ¡sino como una especie de redistribución de la riqueza nacional!!”

Treinta años después tenemos una sociedad enferma. Pareciera que la lucha por la supervivencia en medio de tantas carencias durante demasiado tiempo, sumado a la actuación de las altas instancias del poder que persisten en ejercer enérgicamente la autoridad hacia los de abajo solamente, y atacar al fenómeno en vez de la causa, nos va llevando al caos. Ojalá que el habitual triunfalismo oficialista no opaque nuestra mirada crítica para que, aun a destiempo, ciudadanos y gobierno podamos comenzar a arreglar nuestras propias ventanas rotas.

11 septiembre 2020 65 comentarios 827 vistas
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mujeres

Mujeres por cuenta propia

por Gabriela Mejías Gispert 17 febrero 2020
escrito por Gabriela Mejías Gispert

“Por un mundo donde seamos socialmente iguales,

humanamente diferentes y totalmente libres”

Rosa Luxemburgo

El último año en Cuba se ha caracterizado por grandes cambios estructurales, en busca de dinamizar la sociedad y formalizar la economía en sus transformaciones. Conseguir mayor productividad, beneficiar el sector financiero, rentabilidad e independencia del sector cuentapropista; se han enlazado con la necesidad de contemplar jurídicamente aspectos tales como la seguridad social y derechos de trabajo de quienes incursionan en este sector.

Según encuestas realizadas existen cerca de 600 mil trabajadores por cuenta propia hasta finales del año pasado. Cifras oficiales del Ministerio de trabajo y Seguridad Social, afirman que un 32% son jóvenes y un 36% mujeres. He aquí un dato interesante, a pesar de que las mujeres cubanas llevamos cinco decenios participando activamente en el mercado laboral, la desigualdad de género y su construcción social en este ámbito, se han visibilizado más notoriamente durante los cambios económicos fundamentales en las últimas décadas.

Momentos de quiebre fueron las depresiones económicas que surgen a partir de 1989, donde se agudiza una pirámide invertida en la cual las mujeres se vieron profundamente afectadas; siendo estas quienes en mayor número dejaron el trabajo remunerado para ocupar espacios de cuidado de la casa y de personas dependientes. Otro punto contrastante, fue la reapertura en 2010 de los empleos por cuenta propia. Las féminas constituyen un porciento mínimo de las licencias solicitadas, no llegando a alcanzar siquiera el 40% del total de los empleos privados, incluso en las últimas estadísticas del 2019.

¿Serán menos emprendedoras las mujeres que los hombres?

Quizás la respuesta haya que buscarla en la relación entre la base estructural de la desigualdad de género y la construcción social de las relaciones individuales.

Sobre las bases de tres elementos fundamentales, se van permeando las relaciones interpersonales que iluminan muchos aspectos que componen las sociedades modernas tal como las percibimos: El Estado, La familia y El mercado. A través del Estado se regula la participación, la voz y los intercambios de poder a partir de la ciudadanía. La familia suele contemplar la vida emocional, la herencia, la reproducción y la identidad a partir del contrato conyugal. Mientras, el mercado regula los intercambios económicos y la valorización del capital humano.

A esta definición de Teresa Inchaústegui yo agregaría La Educación como otro pilar fundamental, más importante en el caso de Cuba, donde el sistema educativo llega a todas las personas con un plan de estudios unificado. Corremos con una ventaja hermosa, que debemos saber aprovechar.

Teniendo en cuenta la relación dialéctica de estos elementos y su importancia como formadores de sentido en la identidad ciudadana, intentaré encontrar respuesta a mi interrogante desde estas pautas.

Si hacemos un pequeño recorrido por las actividades aprobadas para el sector cuentapropista, vemos que en su gran mayoría están redactadas en masculino. Un pequeño detalle no menos significativo si hablamos de promover voces diversas en este sector. De igual forma se aprecia una falta importante de propuestas profesionales a desarrollar.

En este sentido entra en juego otro factor: los oficios como salida laboral poseen una carga machista dentro del imaginario social. Como en los juegos de la infancia, parecieran divididos en “cosas de niñas y cosas de niños”. Yo al menos no conozco carpinteras, plomeras, electricistas, aunque muchas saben hacerlo a la perfección.  ¿Por qué no formamos parte de ese sector tan bien pagado en Cuba?

Desde otra mirada de análisis, vemos cómo la mayoría de las tareas de menor rédito económico dentro de la paleta de empleos privados, son las que suelen emprender las féminas. Asociadas a roles de cuidado, atención al público o trabajos relacionados con las tareas domésticas.

Tomado de: Statista

Quizás muchas de las “normas” con las que crecimos nos han jugado una mala pasada: sabemos dirigir, somos mayoría de graduadas universitarias, pulpo a cuatro manos para cumplir una doble jornada; pero nos educaron fuera de la competencia laboral porque el hombre es quien siempre cumplía el rol de proveedor fundamental de la familia. No lo digo como un generalidad, si como una construcción patriarcal muy arraigada; al tal punto que a las madres solteras suelen decirles que han sido mamá y papá, como si necesitaran una existencia binaria que complemente.

Por otro lado, los proyectos de economía, no contemplan el trabajo no remunerado cubierto usualmente desde el hogar. Dentro de la jerarquía del mercado, las actividades que forman parte de la vida cotidiana poseen un reconocimiento menor, aunque a los efectos de bienestar social e incluso económico, suponen un valor cualitativo igual de necesario que el trabajo remunerado. Una tradición patriarcal liberal, de la cual Cuba no está exenta.

Según un análisis de la Encuesta sobre igualdad de género (ENIG,2016) existen diferencias significativas por sexo en el tiempo dedicado al trabajo no remunerado. Las mujeres emplean 14hs semanales en estas tareas, por encima de su contraparte masculina. Sin embargo, en cuanto al trabajo remunerado, ambos dedican similar cantidad de horas.

Esto constituye una doble jornada no reconocida, enmascarada de un lado tierno y de cuidado que supuestamente es inherente a la feminidad.  Donde ser “buena madre, esposa e incluso hija” implica resetear nuestro organismo luego de las 4 de la tarde; devolverlo a cero y enfrentar otra jornada. Capacidad biológica que supuestamente viene con nuestro sexo asignado al nacer.  Esta diferencia se duplica cuando vemos los resultados de la encuesta en personas que no se encuentran vinculadas laboralmente.

Por consiguiente, existe desigualdad en la carga laboral; condicionada por un conjunto de roles asignados, que a pesar de tantos logros siguen influyendo negativamente en la economía y la calidad de vida de las mujeres cubanas.

Pensemos qué sucede cuando una mujer decide dedicar más tiempo a actividades de desarrollo personal o recreativas. En primer lugar, gran parte de ellas puede alcanzarlo cuando les hijes ya crecieron; aunque esto nos las exenta de comentarios machistas sobre “estar desatendiendo el hogar” (comprendiendo hogar como familia, pareja, cuidado de la casa, adultos mayores, etc.)

En segundo lugar, quienes consiguen no emplear tiempo libre en estas tareas, suelen tener la posibilidad de que otra persona las realice: generalmente otra mujer. Basta con ver los anuncios de solicitud de trabajo de algunas páginas o revisar quién cuida al abuelo durante el día o limpia nuestra casa, si es que tenemos la posibilidad de pagarlo. Una cadena infinita, donde a través de generaciones se legitima la mano de obra femenina desde una mirada estigmatizada y menos valorizada en el mercado. Esta mirada se exacerba con la apertura del sector cuentapropista.

Respondiendo la pregunta inicial: Una doble jornada limita la disposición del tiempo para emprender un proyecto propio. La falta de una base monetaria, creada por esta misma dependencia económica, ya sea mayor o menor, lo asevera. Los estereotipos persistentes y la falta de versatilidad en las propuestas reducen las posibilidades: así si respondes a estos estereotipos de belleza, no tienes hijos, eres soltera y preferiblemente joven, quizás te contraten en buen empleo como adorno imprescindible.

Estamos sin dudas de acuerdo con Marx cuando señala el carácter económico de la producción doméstica como generador de valores de uso por medio de un trabajo. De una actividad humana transformadora. ¿Pero quién paga este trabajo? También cuando lo coloca en el foco de las relaciones de producción capitalistas, como sector explotado en detrimento del mercado.

Bien aplicamos sus tesis, al defender que la liberación de la mujer y su inserción en trabajos fuera del hogar, como elementos fundamentales dentro de la lucha de clases desde inicios de la revolución. Sin embargo, nuestro modelo nos ha demostrado que el patriarcado y sus formas de dominación, persisten aún sin el capitalismo. Es hora agrandar los postulados. Las relaciones de mercado cambiaron al abrir el juego y es necesario contemplar en las legislaciones futuras las garantías necesarias para que sea con todes y para el bien de todes.

17 febrero 2020 14 comentarios 397 vistas
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Ciudadanía, República y Revolución

por Harold Bertot Triana 20 diciembre 2019
escrito por Harold Bertot Triana

La lectura del libro Ciudadanía, República y Revolución, de René Fidel González García, editado por la Editorial Caserón de Santiago de Cuba, advierte la calidad de un investigador e intelectual de enormes proporciones. No había tenido la oportunidad de encontrar este libro en ninguna librería ni “polilla” de La Habana y ahora tengo la posibilidad de compartirlo en digital, en un formato previo a como se presentó a la editorial para su publicación.

En una perspectiva sobre Cuba en el estudio de la ciudadanía por parte de intelectuales de calibre, de los que asumen en forma actualizada, tal vez sin saberlo, la mejor herencia del “electivismo en Cuba” –de escoger para integrar, y sin limitar lo que se escoge, siempre y cuando estén en el trazado humanista de la emancipación fijado de antemano por convicción y por testarudez— el libro de René Fidel presenta una equilibrada y erudita combinación de elementos sociológicos, políticos, económicos y culturales, como ya en otro momento puntualizamos de un excelente trabajo de Julio César Guanche en relación con la ciudadanía.

En este libro René Fidel asume entre sus premisas que una “perspectiva formalista parece pasar por alto que la definición del ciudadano, no puede agotarse en una definición rígida en su sentido de pertenencia a una comunidad política a partir solo de criterios como el de la residencia efectiva, sin obviar que la existencia misma de una identidad práctica y cultura política, tanto como los derechos, y su transformación y garantía, es también un proceso social y no meramente jurídico”.

Profesor Rene Fidel González

Profesor Rene Fidel González

Ello sirve para que se proponga dividir el contenido del libro en lo que denomina “dos grandes núcleos comunicativos”: uno “destinado a analizar a grandes rasgos la evolución de la ciudadanía en la civilización occidental, y ofrecer algunas coordenadas teóricas por su probable utilidad para el siempre experimentado lector cubano”; y otro en “la reconstrucción y reflexión del ensayo ciudadano cubano, sus principales jalones y metas históricas y contemporáneas, acaso con la intuición del trascendental papel que deberá jugar en el futuro de la civilización cubana”.

En efecto, el trazado analítico y metodológico que le sirve de instrumento en esta investigación tributa a un resultado en extremo útil para las ciencias sociales en Cuba, en el sentido en que el propio René Fidel entendía su anhelo de “utilidad general” de estas páginas, que no era otro que intentar “fundamentar la necesidad y urgencia de asumir como una estrategia esencial a la defensa de la experiencia y las estructuras civilizatorias construidas en Cuba entre el siglo XX y XXI, la formación y consumación última de la mujer y el hombre cubanos como ciudadanos”.

René Fidel, tienes que estar, no puedes no estar.

20 diciembre 2019 10 comentarios 460 vistas
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Meditaciones: ¿por qué asombrarse?

por Rodolfo Alpízar Castillo 9 octubre 2019
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

Elegir, seleccionar, escoger: Tomar algunos elementos de un conjunto mayor, a partir de determinados criterios de valor (elegir un aguacate para la ensalada, un hotel para las vacaciones, un presidente para el país, entre varios posibles).

En Cuba impera el sistema de elecciones presidenciales indirectas. Elección presidencial indirecta es aquella en la cual el jefe de Estado es elegido por el parlamento a partir de una candidatura con varias propuestas (cuando menos dos) presentadas por los partidos políticos u otras fuerzas sociales representados en el parlamento. Por más que muchos preferimos la elección directa del presidente, la indirecta es un modelo tan válido y respetable como otro cualquiera.

La elección del presidente la vía indirecta en Cuba aparece a partir de la Constitución de 1976. Como nunca se ha realizado un referéndum para preguntar a la ciudadanía cuál modelo prefiere, por el momento debemos conformarnos con el que los propios gobernantes han impuesto. No suena muy democrático que digamos, pero vamos andando.

La oportunidad para que los ciudadanos se pronunciaran al respecto, y tal vez ganáramos el derecho a la elección directa, existió. Fue la discusión del anteproyecto constitucional. Pero se desperdició, entre otros muchos factores, porque:

a) una gran cantidad de personas (incluidos académicos) consideró más interesante romper lanzas contra la posibilidad del matrimonio civil entre personas del mismo sexo, que defender sus derechos como ciudadanos, incluido el de decidir sobre la forma de elección de quienes dirijan el país;

b) una parte importante de la intelectualidad cubana vio cercenada su posibilidad de participar como gremio en los debates, por la negativa de la anterior directiva de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que acusó de elitistas y divisionistas a quienes pretendieron discutir con sus pares propuestas serias, bien meditadas y que abarcaban prácticamente todo el articulado del anteproyecto.

En una evidente falta de conciencia cívica, muchos ciudadanos (algunos bastante cultos), sin ver la gravedad de sus actos, se dejaron enredar en la malla de la discusión de un artículo que pareciera haber estado en el texto solo para desviar la mirada de asuntos de máxima gravedad, como el propio sistema de elección presidencial, los derechos de los ciudadanos cubanos residentes en el exterior (entre ellos el de estar representado en el parlamento), el derecho a la libre expresión de las ideas en los medios de difusión, la pena de muerte, e incluso el derecho de los ciudadanos a presentar mociones a la Asamblea Nacional, que de diez mil firmas como condición para ser aceptadas, como planteaba la Constitución de 1976, pasó a 50 mil, cifra imposible de alcanzar si no es con el apoyo del gobierno.

¿Y si el gobierno no está de acuerdo con la moción? Nadie se lo preguntó.

A pocos interesaron esos elementos medulares de la Constitución. Entonces, ¿por qué asombrarse ahora de lo que va a ocurrir el diez de octubre?

Esa novedosísima forma de elección del presidente y los demás cargos sin previa elección popular de quienes han de elegirlos, forma que solo entienden los encargados de defenderla en los medios de difusión, es resultado de muchos factores, pero también es consecuencia de la falta de conciencia ciudadana que nos asfixia y de la cual fue muestra el proceso de discusión del proyecto de Constitución.

Tal vez esté equivocado, pero es lo que pienso, y lo expreso; ojalá alguien pueda, con argumentos, no con consignas de un color o del otro, hacerme cambiar de criterio. Lo agradecería.

Retomo la idea de lo que ocurrirá el próximo diez de octubre:

En todo sistema de elecciones indirectas, primero se ha de elegir (ELEGIR, ver la definición del primer párrafo, no es tomar tres de tres, ni dos de dos, como se hace en Cuba en contra del sentido común) un nuevo parlamento, y a continuación este parlamento ELEGIDO (es decir, seleccionado por los electores sobre la base de una candidatura en la cual aparece un número mayor de candidatos que el número de escaños a ocupar) deberá elegir entonces, entre VARIOS CANDIDATOS (al menos dos) al presidente. Así sucesivamente con los demás cargos.

Como en Cuba hay un régimen unipartidista, para que haya ELECCIÓN es de suponer que se presente un candidato por el partido gobernante, más un número equis propuestos por las organizaciones sociales representadas en la Asamblea Nacional. Vista la posibilidad de alianzas entre organizaciones, podría considerarse la cantidad de no menos de tres candidatos para presidente el próximo 10 de octubre, de modo que los diputados elijan, entre ellos, aquel que proponga un programa de gobierno más atractivo.

Si lo que se pretende es mostrar al mundo que en Cuba hay un sistema democrático diferente, pero no por ello menos democrático, esa sería una opción, aunque las hay mejores. Si lo que se procura es cualquier otra cosa, podrían habernos ahorrado el espectáculo.

Por la ceniza en los ojos del artículo sobre el matrimonio, casi nadie pudo ver que en el proyecto de Constitución estaban dos disposiciones especiales, la primera de las cuales declaraba: “Los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular de la IX Legislatura se mantienen en sus cargos hasta tanto concluya su mandato”. Es decir: Algo tan importante como la posibilidad de elegir a quienes elegirían a su vez a nuestros gobernantes durante los próximos cinco años quedó excluido como derecho ciudadano, y millones de personas estuvieron de acuerdo. De modo que lo que ocurra el 10 de octubre está refrendado por la nueva Constitución, y quienes no se opusieron a ella, la mayoría de los ciudadanos, le dieron su aprobación. Repito: No hay de qué asombrarse.

Eso sí: Los homófobos están felices, pues se eliminó la posibilidad constitucional de que haya matrimonio entre personas del mismo sexo, lo cual para ellos es más importante que elegir al presidente de la república o la pena de muerte.

Los sectores retrógrados dentro de las denominaciones religiosas (por suerte no son todas), están felices también, pues se les permitió hacer campaña libremente, sin interferencia policial, incluso cuando sus acciones atentaban contra el normal desarrollo de la niñez. Midieron fuerzas y vieron que les fue bien. La pena de muerte no era importante para ellos, no hicieron campaña al respecto. En el horizonte ya vislumbran otras batallas que ganar, como la lucha contra el aborto. ¿Exagero? Ya veremos.

¿Y las libertades cívicas? Esas, por lo visto, a pocos interesan. Y si a pocos interesan, repito: No hay que asombrarse por lo que ocurrirá el 10 de octubre. Es lo que nos ganamos.

9 octubre 2019 24 comentarios 849 vistas
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