A fines del 2008 había entregado mi tesis para optar por el grado de Doctora en Ciencias Filosóficas y esperaba con ansiedad las oponencias. Esta es una fase crucial que define la recepción de la investigación entre los expertos. Finalmente ambas oponencias fueron favorables, aunque por supuesto, y como siempre ocurre, hacían sugerencias recomendaciones y evidenciaban imprecisiones.
Una de ellas fue mi planteamiento de que la generación de Juan Marinello había asumido en su juventud, a través de la filosofía irracionalista y de las vanguardias artísticas, “la adhesión a los eternos valores éticos, a las reliquias nacionales”.
Hube de reconocer al oponente que señaló el desliz, que no era acertada la utilización del término eternos para referirme a los valores éticos, por cuanto ellos poseen sustento material y gran dinamismo, esto quiere decir que cada época genera su propio sistema de valores.
Lo correcto hubiera sido plantear que esa generación había recurrido a valores éticos que siempre potencian un aumento de la cohesión social en períodos de dificultades, como fueron los años veinte del pasado siglo en Cuba. Fundamenté también que es característico que en época de crisis económica y social se manifieste un auge de las ideas religiosas, de tendencias artísticas evasivas o transgresoras y, sobre todo, de la búsqueda de ideas tendientes al mantenimiento de la unidad nacional y que se manifiestan a través de símbolos, en miradas al pasado y a momentos que se consideran heroicos y trascendentales en la historia y la cultura.
Los valores son las normas que rigen nuestras vidas, el conjunto de puntos de vista sobre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo que se considera inmoral. Se clasifican según diferentes puntos de vista y considerando el nivel de mayor o menor incidencia social. Es así que puede hablarse de valores éticos públicos o cívicos y de valores éticos privados o personales.
En la Cuba posterior al derrumbe del socialismo, el tema de la pérdida de valores ha generado gran cantidad de investigaciones. Algunos, con entusiasmo estéril, se han propuesto rescatarlos.
En julio de 2013, el entonces Primer Secretario del Consejo de Estado y de Ministros, en una intervención ante el Parlamento, se lamentaba de que: “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás”.
No eran los valores los que se habían perdido en realidad. Eran las transformaciones que el período especial había ocasionado en las vidas de las personas las que habían modificado sus percepciones respecto a qué era lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, etc. Pero no solo los valores éticos privados o personales habían cambiado, también lo hicieron los valores públicos o instituidos. Por poner solo un ejemplo, los que en los años setenta, ochenta y noventa se enjuiciaban como “estímulos materiales a los trabajadores”, entrado el siglo XXI serían percibidas como “gratuidades indebidas”.
La nueva Constitución asume diversas formas de propiedad. Sin declararlo, asume también la existencia de varias clases sociales. Deberá asumir entonces que ellas generan un sistema de valores propios. En su excelente El dieciocho brumario de Napoleón Bonaparte, obra de gran vigencia para analizar el auge y declive de una revolución paradigmática, Carlos Marx explica: “Sobre las diversas formas de propiedad y sobre las condiciones sociales de existencia se levanta toda una superestructura de sentimientos, ilusiones, modos de pensar y concepciones de vida diversos y plasmados de un modo peculiar. La clase entera los crea y los forma derivándolos de sus bases materiales y de las relaciones sociales correspondientes”.
En el articulado constitucional se hace referencia en diversas ocasiones a los valores de nuestra sociedad o del socialismo. El artículo 13 enumera, entre los fines esenciales del Estado, en el inciso g: “afianzar la ideología y la ética inherentes a nuestra sociedad socialista”.
Por su parte, el artículo 32, cuando manifiesta que el Estado orienta, fomenta y promueve la educación, las ciencias y la cultura en todas sus manifestaciones; plantea en su inciso h que “se promueve la libertad de creación artística en todas sus formas de expresión, conforme a los principios humanistas en que se sustenta la política cultural del Estado y los valores de la sociedad socialista”.
Dado que hay que establecer la legislación complementaria que convierta en operativa a la Constitución, sería necesario que los legisladores reflexionen bien antes de atribuir valores que ya no respondan a la sociedad que tenemos hoy o, mucho menos, a la que vendrá en un futuro inmediato. Recomiendo, ante la duda, que se atengan únicamente al artículo 40: “La dignidad humana es el valor supremo que sustenta el reconocimiento y ejercicio de los derechos y deberes consagrados en la Constitución, los tratados y las leyes”.
3 comentarios
Muy oportuno y acertado que usted intente abrirle los ojos a todos aquellos que con muchísimo “entusiasmo estéril” ante la aprobación de la nueva constitución, no logran ver el arroz con mango que significa para la sociedad presente y futura, unas relaciones económicas y de producción estilo CAPISOL, dictadas por la convivencia de la empresa estatal socialista y la propiedad privada con su capital acompañante que por ley propia tiende a multiplicarse y crear propio ambiente de progreso, mientras se pretende constreñir la sociedad Cubana a una sociedad “socialista” en donde bajo estos preceptos algunos serán diferentes.
Es mi opinión que con esta aprobación acaba de comenzar el florecimiento y desmarque final de la nueva burguesía nacional criolla, que claramente coqueteara y se multiplicara como privilegiado cliente del estado-gobierno-partido único que le seguir mirando para otro lado mientras le convenga.
Qué bien que el oponente de su tesis de Doctorado haya advertido el “gazapo filosófico” en el cuerpo del referido texto de disertación!
Ese señalamiento no sólo posibilitó que el texto fuera más consecuente, sino también quizás ayudó a la autora a despejar una incógnita en su ideario filosófico.
Sin embargo, atendiendo a que el conjunto de valores forman parte de la conciencia social y por supuesto, con su impronta en la conciencia individual de las personas, sus componentes estén difuminados entre la esfera de la psicología social y de las ideologías en pugna necesariamente dentro de la división y diferenciación social como reflejo de las clases existentes en esa sociedad.
Los valores, entonces, como demostró Marx, son el reflejo de las condiciones materiales de existencia de los hombres en la sociedad y su posición respecto al proceso productivo, en lo que se denomina las relaciones de producción como base de la formación económica social en que vive esa sociedad y no es ajena la situación de que personas perteneciente a las clases oprimidas, defiendan valores de las clases opresoras, que al decir de Noam Chomsky, “personas desinformadas toman decisiones en contra de sus intereses legítimos”.
El Período Especial profundizó la descapitalización de la sociedad cubana. El país tocó fondo. A fuerza de fe en el futuro y en la justicia social que respaldaba la democracia real, más que la nominal, en nuestro país (democracia real que se sustentaba en la voluntad de justicia social y el afán por mejorar y elevar la calidad de vida de la población por la dirección del país), se mantuvo la unidad nacional cuando todo el mundo en el exterior estaba convencido de que el país no aguantaría e implosionaría como allende los mares y el pueblo resistió, con admirable estoicismo la cruenta vida que tuvo que soportar por el “doble bloqueo”.
Sin embargo, aquella gesta épica de resistencia tuvo y tiene un costo muy elevado además del sufrimiento por las carencias de todo tipo y es el costo que se deriva de que se operó un proceso de profundización de la pobreza que llegó en muchos casos, a la marginalidad en importantes sectores de la población, pasando a ser de cierta forma, desclasados, y con ello, la pérdida de esos valores que afanosamente se trataron de cultivar antes de ese nefasto Período Especial.
Ahí comenzó, con la objetiva necesidad de abrir el abanico de empleos y reducir la ineficiente carga estatal de actividades no fundamentales, el eufemisticamente llamado “Trabajo por Cuenta Propia” que, en su mayoría realmente era la reaparición de las pequeñas y micro empresas privadas capitalistas con la imprescindible explotación del trabajo asalariado y de la especulación capitalista en contra de los “magros” salarios que recibe la población en las entidades estatales, sobre todo en las presupuestadas, como la Salud y la Educación, administración pública, y otras.
Ahora bien, el Che, en su imprescindible obra “El socialismo y el hombre en Cuba”, plantea “Entre tanto, la base económica adaptada ha hecho su trabajo de zapa sobre el desarrollo de la conciencia.” Y desde luego, comienzan a relflejarse en la conducta de los hombres, los valores inherentes a una sociedad basada en la explotación del trabajo asalariado, como el aumento del egoismo y falta de solidaridad, la ambición ilegítima para vivir por encima de los demás, la no observación de las conductas morales y éticas, el “resolver” a todo costo y toda costa, y poco a poco, se van derribando los escrúpulos morales reguladores de la conducta de los hombres, justificando el robo, la malversación, el soborno, la corrupción, el sexo rentado, el mercado negro, la actitud inhumana, la agresividad en las relaciones interpersonales, las discriminaciones de todo tipo, la violencia de género, etc. para dar paso a la incipiente barbarie que conduce a la ingobernabilidad de la sociedad.
Los nuevos bríos que experimenta la sociedad cubana a partir de la recién aprobada Constitución, sumado a la dinámica gestión de gobierno, acrecentando el carácter popular y democrático de la participación (que no simple y obediente asistencia) del pueblo en la toma de decisiones fundamentales para el país, posibilitan el debate para destruir los obstáculos (más subjetivos que objetivos) que todavía están presentes y que han impedido hasta ahora, el despegue de la economía nacional y muestra de ello son las grandes extensiones de las mejores tierras de Cuba, infestadas de marabú, del que sólo ha salido la “economía carbonera” de exportación, risible en comparación con las toneladas de alimentos que se pudieran estar produciendo en ellas si las fuerzas productivas no estuvieran aherrojadas.
Y en la esperanza de ese cambio, para hacer viable, próspero y sostenible nuestro socialismo se cifra el futuro de la nación, como única salida para recuperar y elevar los valores de la nueva sociedad que estamos empeñados en crear y sí se puede!!!
Excelente texto.
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