Estudio de fenómenos culturales, su simbología e impacto social
Con ángeles y demonios, Miami es una ciudad bipolar. Nada que ver con la propaganda política que desde ambas orillas le describen como el mejor y el peor lugar. Es una ciudad de luces y sombras, de cierta manera es tan incomprendida como La Habana. Lamentablemente con Cuba muestra a menudo su peor rostro, y demasiado a menudo, deja que sus peores voceros hablen por ella.
Los tiempos de la intolerancia no han terminado, la aplanadora de Vigilia Mambisa ya no sale a la calle pero es sustituida por un bullying mediático contra quienes no cumplen el parámetro. El 2016 lo despedimos con el linchamiento público de varios artistas cubanos que mostraron respeto por la muerte de Fidel. Así ocurrió con Buena Fe, Haila, Alexander Abreu y hasta Francisco Céspedes.
Para ser honestos, nosotros también tenemos pendientes en cuanto a tolerancia, en el pasado se llegó a limitar la música de Pancho Céspedes en nuestros medios. Pero el rostro feo de Miami nos supera. Si bien aquí algunas estructuras estatales demoran en alcanzar el ritmo de los cambios sociales, para este pueblo la emigración y el intercambio cultural son fenómenos tan normales como legítimos. Para los sectores más fanáticos en el norte son solo elementos a utilizar para una agenda de destrucción de la Revolución Cubana.
La intolerancia norteña contrasta con la actitud de los propios artistas cubanos. Buena Fe fue el primero en responder desde el respeto y el compromiso con el público al suspender sus conciertos en Estados Unidos: “no es justo exponerlos, ni a ustedes ni a los organizadores, irresponsablemente”. El arte y los valores individuales trascienden ideologías. El dúo cubano tiene más de 200 mil seguidores en Facebook, de ellos una gran parte vive en Estados Unidos y supera por mucho a los sectores extremos.
Días antes de la suspensión, almorzando en La Habana Vieja un periodista estadounidense nos contó el aquelarre festivo en Miami el día que murió Fidel. Cerca de 500 personas en la calle, más de lo que dijo la prensa cubana, menos de lo que afirmaron los medios en La Florida. Antes que nosotros, el periodista -un profesional serio- dijo lo que todos estábamos pensando: ¿qué representan 500 personas en una ciudad donde casi un millón tienen raíces en Cuba? Muy poco.
Miami no es la ciudad de mercenarios y traidores que algunos imaginan y describen en Cuba, sin siquiera haber puesto un pie en ella. Es cierto que allí se han acumulado comunidades con filiaciones de derecha y tendencia a la intolerancia. Cubanos, venezolanos y otros que le han dado mala fama, pero tiene tanta buena y mala gente como la puede haber en La Habana. Y hay muchos cubanos allí que, estando a favor o en contra del proyecto político cubano, nunca han sido cómplices del bloqueo y desean una relación normal con la isla.
Dice Buena Fe que todos nacimos ángeles, al parecer en el camino hay tiempo suficiente para desviarse hacia el lado oscuro de la fuerza. Estamos seguros que en algún momento los sectores progresistas en crecimiento dentro de Miami disputarán a los viejos rencores el derecho a hablar en nombre de los cubanos residentes allí. Ojalá ocurra pronto que se manifiesten los ángeles en vez de los demonios.