Mi abuelo era un buen discutidor que solía usar como argumento lapidario algún refrán de la inefable escuela de la calle. Uno de ellos era: “Compraron pescado y le cogieron miedo a los ojos”. Lo recuerdo cada vez que pienso en cuál ha sido el destino de los Lineamientos, la Conceptualización, los Objetivos de la Estrategia 2030 y la Constitución 2019. En la práctica, el grupo de poder hegemónico reniega de ellos pública y constantemente.
Las exigencias de la cuarentena por la COVID-19 han puesto al desnudo las inconsecuencias del discurso oficial respecto a las reformas al modelo. Si se acordó que el perfil económico-social del país sería el de una economía mixta, con un sector socialista predominante y una amplia presencia de otros tipos económicos, hoy está claro que al Partido/Estado no le interesa desarrollar la autogestión socialista de los colectivos laborales, la propiedad cooperativa, las micros, pequeñas y medianas empresas (mipymes) de ningún signo, y mucho menos la propiedad privada.
¡Ahora, hasta resulta que las experiencias de China y Viet-Nam, tan alabadas en su momento y largamente estudiadas por una comisión ad hoc de funcionarios que dedicaron una buena cantidad de recursos públicos a recorrer ambos países, no son aplicables a Cuba! ¡Eso lo sabíamos sin necesidad de ir a China! Bastaba con estudiar lo mucho que se publica sobre ambos países en todo el mundo. Hasta el propio secretario del PC de Viet-Nam vino acá y dictó una conferencia magistral sobre la Du-Moi.
Lo que se hizo en países tan diferentes al nuestro solo es válido como referente para adoptar un modelo propio. Hace siglos que Varela: “nos enseñó primero en pensar”. No a copiar, sino a pensar con cabeza propia; a crear, como diría Martí. Las soluciones propias tienen que partir de los debates internos entre propuestas nacidas de los que vivimos y conocemos la realidad cubana y de veras queremos “cambiar todo lo que deba ser cambiado”. Y esto no equivale a que vivan fuera, o dentro del territorio nacional. Aquí tampoco: “son todos los que están, ni están todos los que son”.
Es increíble que ahora los voceros de los que defienden a capa y espada los intereses del capitalismo de Estado en Cuba, aliados a poderosos grupos del capital transnacional, se rajen las vestiduras cuando alguien habla de potenciar las mipymes, como si eso no estuviera en la letra y el espíritu de los dos últimos congresos del PCC y gozara de amplio consenso popular. Para ellos no importa que sea la vía más expedita para paliar la grave escasez de alimentos y el espectro del desempleo que ya se cierne sobre decenas de miles de trabajadores.
A los que acusan de apologetas de la propiedad privada a cualquiera que critique la ineficacia sempiterna de monopolios estatales impuestos a la fuerza y defienda un modelo de economía mixta ya aprobado por el pueblo cubano, tanto en consultas oficiales como en la economía real, debía darles vergüenza. No he leído a nadie que critique la gestión estatal en la producción biofarmacéutica, o minero-energética, pero sus desbarajustes en la agricultura, el comercio y la producción y distribución de alimentos son ya insostenibles.
Tampoco creo que sea el mito de la propiedad privada lo que conduce a la sangría constante de recursos humanos que agobia a Cuba desde hace años. De hecho, son muy pocos los emigrados que devienen capitalistas, la inmensa mayoría se pasa la vida trabajando para otros; por tanto, no dejan de ser proletarios. Como tampoco son TCP los que hacen lo mismo dentro de Cuba al emigrar hacia el sector privado, aunque la versión oficial cubana no quiera admitirlo y meta a patronos y obreros en el mismo saco.
En medio de todo este debate de larga data se enfrentan dos actitudes opuestas. De un lado está una minoría soberbia de cubanos incompletos –sietemesinos les llamaba Martí−, que no creen realmente en la capacidad del pueblo para el autodesarrollo. Esos siempre aspiran a encontrar por el mundo un poder externo que los mantenga en su lecho de rosas. Antes eran España, USA, o CCCP; hoy son las transnacionales, o cualquier gobierno afín por razones geopolíticas.
Del otro, están los que aspiramos a un desarrollo nacional autóctono a partir del talento y la capacidad de resiliencia del pueblo cubano. Es esa mayoría humilde que siempre busca como salir adelante, dentro y fuera de Cuba. La forman científicos y guajiros, emprendedores y amas de casa, artistas y empleados, intelectuales y obreros, burócratas y soldados, religiosos y ateos, comunistas de verdad y patriotas de cualquier signo.
Para estos hace tiempo que el bloqueo es una constante en sus análisis, no una variable que dependa de la supuesta solidaridad internacional, o de que llegue al poder en los USA un gobierno que nos quiera. Cuba tiene tantas riquezas humanas y naturales que, bien conducida y movilizando todas sus potencialidades, podría alcanzar niveles mucho más altos de desarrollo, aún con el bloqueo y en plena COVID-19. Pero, hay que acabar de reformar la eco (casa) de todos, o, como diría mi abuelo: “Cuando llegue el sombrero ya no hay cabeza”.
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