¡Baila Vini Jr.! Racismo en el fútbol: violencia normalizada

¿Qué sucede con Vinicius Jr.?

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Conmovieron a no pocos, imágenes del pasado 25 de marzo durante una conferencia de prensa, donde Vinicius Jr. lloró desconsolado ante las cámaras mientras intentaba responder preguntas sobre el acoso racista que recibe. «Solo quiero jugar al fútbol, pero es muy difícil salir adelante; cada vez tengo menos ganas de jugar», dijo entre lágrimas, segundos antes de que la audiencia le regalara sus aplausos. Aun así, un número considerable de fanáticos y detractores aseguran que, simplemente, fue una escena montada y bien actuada para un supuesto documental que produce Netflix.

Algunas jornadas antes, el 13 de marzo, en el estadio Wanda Metropolitano, previo al duelo de Liga de Campeones entre el Inter de Milán y el Atlético de Madrid, un grupo de aficionados colchoneros aprovecharon la algarabía para al grito de «¡alé, alé, alé; Vinicius chimpancé!», volver a descargar su odio contra el mediático delantero brasileño que juega por el Real Madrid. Con esta, suman tres las ocasiones en que la afición del Atlético vocifera su racismo contra el sudamericano.

Anteriormente, el 18 de septiembre del 2022 en un partido de Liga entre los dos conjuntos madrileños y de igual modo, en uno de los derbis en la misma competición de la actual temporada, numerosos grupos de aficionados del equipo rival le ofendían con gritos de «Vinicius, eres un mono». Tras esa situación, en el primer caso, según revela el diario AS, la Fiscalía negó ver delito, al declarar un «contexto de máxima rivalidad» y que las injurias solo «duraron unos segundos». El acontecimiento más reciente le ha estallado la cabeza a no pocos, dada la connotación simbólica de esas ofensas en la previa de un partido donde Vinicius Jr. no pintaba nada.

Vinicius Jr.
Vinicius Jr. / Foto: New York Times

El acontecimiento más reciente le ha estallado la cabeza a no pocos, dada la connotación simbólica de esas ofensas en la previa de un partido donde Vinicius Jr. no pintaba nada.

Actualmente el brasileño se halla en el epicentro del debate racial dentro del universo del fútbol, ya que constantemente es víctima de innumerables escarnios racistas, desacreditaciones y revictimizaciones. Uno de los incidentes más graves tuvo lugar en mayo de 2023 en Mestalla, estadio del club Valencia, durante un choque de Liga ente el equipo local y el Real Madrid. Según apunta el diario 20minutos, tanto Vinicius como otros jugadores del equipo visitante, fueron recibidos al bajar del ómnibus que los transportaba con gritos de «eres un mono», «negro de mierda» o «vete al Bioparc», por parte de la afición valenciana. Aunque el momento de mayor molestia no llegó hasta la segunda mitad del partido, cuando el delantero brasileño detuvo el juego para señalarle a oficiales de la Policía Nacional a un aficionado que le había realizado gestos que imitaban a un mono.

Ante la denuncia, el árbitro del partido aplicó al protocolo para tales circunstancias y se anunció por los altavoces del estadio. El ambiente en Mestalla ardió a partir de ese momento, siendo Vinicius el foco principal, a tal punto, que minutos más tarde fue expulsado del terreno de juego por una agresión al delantero Hugo Duro, y luego despedido con un grito apretado de la afición valenciana de «tonto, tonto, tonto», aunque declaraciones de jugadores y del técnico del Real Madrid, Carlo Ancelotti, señalan que en algunas secciones también se escuchó nuevamente la ofensa de «mono».

Ante la denuncia, el árbitro del partido aplicó al protocolo para tales circunstancias y se anunció por los altavoces del estadio.

Varios medios de prensa contabilizan 17 procedimientos por posibles insultos racistas a Vinicius, de los cuales cinco se han archivado y 12 continúan abiertos, como el caso de mayo en Mestalla. El debate desatado por el reiterado odio al delantero del club blanco, llegó incluso al ámbito extradeportivo y salió a flote durante la reunión del G7 en Hiroshima, al ser expuesto por el actual presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, que «el fascismo y el racismo» no pueden dominar estadios de fútbol.

La polémica en torno a Vinicius Jr. y sus nefastas experiencias dentro y fuera del terreno de juego, si bien desató todo un vendaval de apoyo a la causa contra el racismo y una visibilidad en el mundo del fútbol quizás sin precedentes, también ha traído consigo olas de violencia racista preocupantes, que son amplificadas por muchísimos sectores futboleros, medios de prensa e instituciones. El caso Vinicius Jr. trascendió las barreras del deporte para convertirse estrictamente en un fenómeno político digno de atención.

«Negro, cabrón, recoge el algodón»: la gran mentira de la excepcionalidad de Vinicius como diana del racismo

En medio de tanto debate, una cantidad no despreciable de voceros e hinchas se han pronunciado para decir que España no es un país racista y que el racismo no es un fenómeno común en el fútbol. Justifican lo que sucede con Vinicius bajo el supuesto de que el delantero del Madrid es solo un provocador y por tanto es lógico que el público se avente sobre él. Esta narrativa es muy frecuente dentro de círculos denostadores del brasileño en tanto intentan centrar en una sola figura toda la atención de las frecuentes agresiones racistas que se producen en este deporte. Por supuesto, es una tarea presta a la desinformación y al asentamiento de prejuicios sobre Vinicius, ya que innumerables ejemplos de racismo en el fútbol se pueden citar.

Uno de los casos más conocidos ocurrió en abril del 2014, cuando un aficionado del Villarreal lanzó un plátano a Dani Alves, lateral derecho del Barcelona. El estelar brasileño ante tal insulto, actuó rápido: peló el plátano, le dio una mordida y continuó con el partido. Situación similar vivieron los delanteros marfileños Didier Drogba y Emmanuel Eboue en mayo de 2013, cuando jugaban para el Galatasaray y el legendario Roberto Carlos en su paso por el Anzhi. Lanzar plátanos a jugadores racializados con el objetivo de trazar paralelismos entre ellos y los simios, es de las ofensas más repulsivas y comunes en el fútbol. La retórica de la animalización del sujeto negro consta entre las herencias más vigentes del pasado esclavista.

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Dani Alves reaccionando al insulto / Foto: Marca

En 2006, el camerunés Samuel Eto’o —delantero del Barcelona en esos años—, harto de los insultos racistas, abandonó el terreno de juego en un partido contra Zaragoza, secundado por su compañero Ronaldinho Gaucho. Más recientemente, en 2020, el hispano-ghanés Iñaki Williams fue despedido del estadio del club catalán Espanyol con gritos de «uh, uh, uh» proferidos por aficionados que imitaban la onomatopeya de los simios. La denuncia presentada por el delantero del Athletic Club de Bilbao significó la primera causa abierta por insultos racistas desde la grada durante partidos de fútbol profesional en España.

También en el campo del Espanyol, el portero Carlos Kameni lamentó el que entiende como su «peor momento», al recibir gritos simiescos durante todo un partido. El arquero del Málaga también denunció violencia racista por parte de su propia hinchada, algo que igual vivió Vinicius Jr. durante sus primeras campañas en el Real Madrid, etapa en que su rendimiento no fue bueno ni estable y sufrió todo tipo de abusos verbales por parte de su afición. En otro sentido, jugadores como el brasileño Marcelo Vieira y el francés Patrick Evra, denunciaron haber sido discriminados respectivamente por compañeros de profesión, el español Sergio Busquets del Barcelona y el uruguayo Luis Suárez, por entonces jugador de Liverpool.

Escandalosa fue la avalancha racista que sufrieron a través de las redes sociales los jugadores de la selección inglesa Marcus Rashford, Jadon Sancho y Bukayo Saka, luego de fallar sus disparos en la tanda de penaltis que sellara su derrota contra Italia en la Eurocopa del 2021. Igual suerte corrieron Kingsley Coman y Aurelien Tchouaméni, al errar sus tiros en la lotería decisiva de la final del mundial Qatar 2023, donde Francia cayó ante Argentina. Lo peor en ambos casos fue que el grueso de toda la horda de violencia vino de parte de la afición de sus respectivos países.

El racismo durante la experiencia Qatar 2023 se hizo notar en un grado alarmante. Los equipos africanos, principalmente Marruecos con su actuación histórica, sufrieron rechazo y estigmas lamentables. A esta lista se unió Francia, selección favorita para alzar el título y que estuvo compuesta mayoritariamente por jugadores afrodescendientes. El torneo para los entonces vigentes campeones del mundo comenzó con cánticos ultra discriminatorios compartidos en redes sociales por un grupo de aficionados argentinos, donde les negaban a los seleccionados galos su nacionalidad francesa por su origen familiar y color de piel. El coro contenía además líneas explícitamente transmisóginas y presentaba ensañamiento con la figura de Kylian Mbappé, al que en diversas plataformas, un sinfín de publicaciones y comentarios lo tildaban de «negro esclavo», «negro cometravas», «negro sucio» y cualquier cantidad de insultos racistas imaginables.

El racismo durante la experiencia Qatar 2023 se hizo notar en un grado alarmante. Los equipos africanos sufrieron rechazo y estigmas lamentables.

El de Vinicius Jr. no es ni remotamente un caso excepcional en la historia del fútbol y mucho menos algo atípico en la actualidad. Incluso, como se señala arriba, dentro del mismo club que lo respalda y lo apoya en sus campañas, ha sufrido del racismo de los fanáticos y comparte escudo con jugadores que han tenido actitudes racistas reiteradas, como el defensor Daniel Carvajal. Ejemplo, lo sucedido en septiembre de 2017 cuando el español llamó «¡puto mono de mierda!» al colombiano Jefferson Lerma, entonces jugador del Levante. Asimismo, jugadores como el mencionado Daniel Alves o el fallecido Wilfred Agbonavbare, exportero nigeriano del Rayo Vallecano, al que le gritaron: «negro, cabrón, recoge el algodón», denunciaron más de una vez los ataques de la afición en el Santiago Bernabéu

«Al negro os lo regalamos y el estadio sigue limpio»: revictimización del sujeto racializado y el mito de su agresividad

En abril del 2023, luego de que el Bayern Múnich cayera 0-3 ante el Manchester City en eliminatorias de la Liga de Campeones, la estrella senegalesa Sadio Mané golpeó en el labio a su compañero de equipo Leroy Sané, tras un insulto racista que este le había propinado. La institución alemana informó en ese momento que «la razón es una mala conducta de Mané después del partido de la Liga de Campeones», y que este recibiría una multa. Condenando tajantemente la actitud de Mané, pero obviando rotundamente la violencia racista de la cual fue víctima, el club alemán dejó clara su postura en tales casos, disfrazándose en la condición también racializada del bávaro Sané.  

Asimismo, en 2020, la superestrella brasileña Neymar, entonces jugador del PSG, abofeteó al español Álvaro García, jugador del club Marsella, luego de que realizara ataques racistas contra su persona. La mayor relevancia de tal suceso quedó en la vergonzosa posición de la Federación Francesa de Fútbol (FFF), la cual negó la sistematicidad de ese tipo de acciones, llegando a afirmar Noël Le Graet, ex presidente de la FFF, que «en un partido puede haber discrepancias. Cuando un negro marca un gol, todo el estadio se pone de pie. El racismo en el deporte, y en el fútbol en particular, es un fenómeno que existe poco o nada».

Mucho más reciente y sobre el caso Vinicius Jr., luego del incidente de Mestalla y las declaraciones del brasileño en redes acusando a La Liga de racista y a la Federación Española de Fútbol de no tomar partido, Vinicius fue emplazado por Javier Tebas, director general de la competición, quién escribió refiriéndose al jugador:

«Ya que los que deberían no te explican qué es y qué puede hacer @LaLiga en los casos de racismo, hemos intentado explicártelo nosotros, pero no te has presentado a ninguna de las dos fechas acordadas que tú mismo solicitaste. Antes de criticar e injuriar a @LaLiga, es necesario que te informes adecuadamente»

A lo que el delantero del Madrid respondió:

«Una vez más, en lugar de criticar a los racistas, el presidente de La Liga aparece en las redes sociales para atacarme (…) Por mucho que hables y finjas no leer, la imagen de tu campeonato está golpeada. Mira las respuestas a tus posts y te llevarás una sorpresa. Omitirte solo te iguala a los racistas»

La revictimización a la que viven sometidos ciertos futbolistas, nace de la complicidad de las instituciones y decisores de ese ámbito deportivo con la discriminación. La escena europea se caracteriza por su marcada marginación de los sujetos racializados, en tanto estos conviven con la hostilidad de un medio social que por más que les necesite y les admire, les desprecia. Cada bajón de rendimiento, equivocación en cancha o muestra de exuberante brillantez, servirá de excusa ante las diferentes hinchadas para vomitar su odio racial frente a jugadores que sufren presiones indescriptibles dentro y fuera de las canchas.

Esta presión, en innumerables ocasiones, ha llevado a varios futbolistas a reaccionar ante el acoso racial con intransigencia, posicionándose de forma confrontacional frente a quienes les injurian. Ejemplo de esto fue la reacción del italiano Mario Balotelli en 2019, cuando el entonces jugador del Brescia de la Serie A, lanzó un potente balonazo contra el público rival de Hellas Verona tras los constantes gritos discriminatorios. Luego de esto, el delantero se dispuso a dejar la cancha, encontrando la negativa de sus compañeros y los jugadores rivales, quienes no le ofrendaron el mínimo apoyo ante el incidente.

En declaraciones posteriores, el propietario de Hellas Verona, Maurizio Setti, dijo que los «tifosi tienen una manera simpática de hacer mofa de la gente. Son irónicos, pero no son racistas», para luego pasar a cuestionar la actitud del jugador agraviado. Paradójicamente, esos mismos tifosi cuelgan esvásticas en sus gradas, y años atrás, obligaron a la institución a descartar la incorporación a Hellas del camerunés Patrick Mboma, por su origen y color de piel, llegando a puntos de odio extremo como el de enseñar un muñeco ahorcado junto a un cartel donde se leyó: «al negro os lo regalamos y el estadio sigue limpio».

Los ataques racistas contra Balotelli a lo largo de los años se han querido justificar con la presunta actitud violenta del jugador ante los públicos, sus excentricidades, arrogancia o su egolatría. Pero llama la atención, como otros tantos jugadores mediáticos entre los que podemos mencionar a Zlatan Ibrahimovic o Cristiano Ronaldo, conocidos e incluso aplaudidos por similares características, nunca fueron blanco de ataques racistas o xenófobos, porque claro, ambos son blancos europeos, occidentalmente hermosos y no un hijo de ghaneses criado en un país racista como Italia, que lavaba sus manos con agua hirviendo y pintaba su piel de rosado porque no soportaba el acoso que recibía al ser negro.

Los ataques racistas contra Balotelli a lo largo de los años se han querido justificar con la presunta actitud violenta del jugador ante los públicos.

Una narrativa muy extendida dentro del antimadridismo y los detractores de Vinicius Jr. es que el brasileño induce al público a ofenderlo, al ser un «desagradable», un «payaso», un «violento» y un «provocador», que busca escudarse tras el racismo para justificar sus actitudes. Tal posicionamiento, lamentablemente muy popular, solapa la violencia constante que sufre el brasileño, quién aún sin haber pisado el campo comienza a ser injuriado, y como sucedió el pasado día 13 en el Wanda Metropolitano, no necesita siquiera estar presente para que descarguen odio sobre él.

Al tener de foco al sujeto agraviado y cuestionarle su conducta ante la violencia, se reproduce el mismo ciclo agresivo desde la revictimización que atiende al efecto y no a la causa condicionante, que en el caso de Vinicius Jr., es el racismo perpetuado, justificado y legitimado por las nociones blanqueadas y excluyentes. Pedir ecuanimidad ante la violencia, es otra forma de violencia. Nunca el violentado será culpable de un ciclo de odio y nunca su reacción podrá ser la justificante para continuar o validar la discriminación. Cuando las expresiones racistas hacia Vinicius Jr. no sean una constante y cuando la revictimización no sea la respuesta ante el racismo, entonces y solo entonces, las actitudes de Vinicius Jr. tendrán cabida en el debate.

Fiscalización de la protesta, moralización de la ira, paradigmas de decencia y otras violencias eurocentradas

En 2013, durante un partido entre Elche y Granada, donde los sostenidos cánticos racistas sacaron de sus cabales al defensor fracocamerunés Allan Nyom, quien lanzó desesperado el balón contra los aficionados franjiverdes, el árbitro, tildando el hartazgo del violentado como «actitud inadecuada», le mostró una cómplice cartulina amarilla. Aquí es necesario preguntarse si fue realmente una actitud inadecuada de Nyom el responder agresivamente ante la violencia biopolítica que significa el racismo.

Desde la concepción blanca y civilizatoria euronorcéntrica, el racismo, arma colonialista por excelencia, solo es atendido en sus expresiones extremas al estilo del KKK, descreyendo de toda la violencia tácita y sus repercusiones sociales y psicológicas para los sujetos racializados. Por tanto, para muchos sistemas de pensamiento predominantes en sociedades europeas, los acontecimientos de odio racista en los estadios de fútbol no representan más que sucesos aislados, consecuencia de la inconsciencia de determinados «ultras». Tal negación del racismo sistémico-estructural, normaliza las expresiones anteriormente descritas, bajo la excusa de la efervescencia o la rivalidad, como ocurrió con la respuesta de la Fiscalía a la queja frente a los gritos contra Vinicius en 2022.

Desde la concepción blanca y civilizatoria euronorcéntrica, el racismo, arma colonialista por excelencia, solo es atendido en sus expresiones extremas.

El suponer que ante la violencia el sujeto violentado debe responder a estándares dispuestos de comportamiento o debe reprimir la rabia que conlleva ser foco de discriminación, es no calcular el impacto nocivo que provoca el racismo en la subjetividad de los cuerpos racializados. La rabia es la postura más coherente ante la violencia biopolítica que el occidentalismo blanco impone. Quienes fiscalizan la protesta y la ira de las personas no blancas al reaccionar ante el racismo, leen los contextos y las circunstancias desde la óptica del privilegio que no entiende el daño físico y mental que sufren las víctimas de la discriminación racial.

Todas las personas no reaccionan de igual manera ante circunstancias similares. Por tanto, los tan comunes reclamos de que Vinicius Jr. debería actuar de tal o mascual modo ante el racismo, comparando sus posicionamientos con los de otras víctimas, es pretender una uniformización arbitraria del carácter en los individuos. Cada persona interpretará escarnios equiparables desde una racionalidad distinta y la legitimidad de su defensa debe ser un derecho respetado. Para que las reacciones ante el racismo no sean violentas, primero debe desaparecer el racismo.

El famoso cabezazo de Zinedine Zidane a Marco Materazzi y el mediático «andá pa’ allá, bobo» de Lionel Messi a Wout Weghorst, fueron reacciones agresivas ante otro tipo de provocaciones; pero si bien en esos casos se llamó la atención sobre lo «inadecuado» del comportamiento de ambas estrellas de la historia del fútbol, no se les moralizó tildándoles de «desagradables», «violentos» o «llorones», como sucede con Vinicius. Evidentemente para las lógicas de decencia civilizatorias occidentales representan faltas más graves las insinuaciones lascivas de Materazzi sobre la hermana de Zizou o las infracciones antideportivas del nerlandés sobre La Pulga, que el constante racismo que experimenta el delantero brasileño.

Las elites negras y su complicidad con el racismo estructural

Luego de los sucesos ocurridos en Mestalla, La Liga lanzó una campaña contra el racismo en la competición, que incluía fotos grupales de los diferentes equipos sosteniendo una pancarta donde se leía: «Racistas, fuera del fútbol». El único jugador de toda la Primera División de España que se negó a participar de las fotos, fue el central del Valencia Mouctar Diakhaby, en señal de protesta. En abril del 2022, el francés, luego de recibir un insulto racista por parte del jugador del Cádiz Juan Cala, abandonó el campo ante la impasividad del colegiado. Cala negó rotundamente el suceso y continuó con algunas provocaciones en Twitter, a las que Diakhaby respondió tajante: «Sigues hablando porque te han protegido muy bien así que cállate un rato». La posición de protesta del francés significó la reivindicación de su caso, luego de que fuera invisibilizado por las instituciones deportivas en España en contraste con lo sucedido con Vinicius.

Aquí sale a relucir cómo los artilugios de los aparatos burocráticos en el fútbol totalizan las causas a conveniencia de las ganancias y cómo el Real Madrid ha utilizado la imagen y el activismo de Vinicius Jr., así como las reiteradas violencias que sufre, de puntal para lanzar campañas e incidir en las políticas estructurales de las competiciones españolas. Como bien declararía el teórico antirracista y exfutbolista Lilian Thuram, «los cambios no vienen de las instituciones porque quieren proteger la economía (…) son los jugadores los que pueden cambiarlo».

Lilian Thuram
Lilian Thuram / Transfermarkt

A la directiva del Real Madrid nunca le interesó tanto la lucha contra el racismo como ahora, que es tema top trending en La Liga y los ubica en el foco de la opinión pública. Como enmarcara Marcos Roitman Rosenmann: «Vinicius Jr. es invitado, por primera vez en la historia, a compartir el palco presidencial junto a su presidente, Florentino Pérez, cuyas empresas en Guatemala cometen etnocidio sobre el pueblo maya quekchí, en la construcción de sus presas hidroeléctricas, desviando el cauce del río Cahabón». Entonces, ¿es Vinicius víctima o cómplice del oportunismo de su presidente?

Aunque constituye una falta política y también una forma de revictimización exigirle al sujeto discriminado un 100% de coherencia en su praxis, es destacable que Vinicius Jr. ha desencadenado un movimiento global, acompañado de una visibilidad masiva y de un sinnúmero de recursos a disposición en su batalla contra el racismo. En otras palabras, ha asumido una responsabilidad simbólica y política en este campo. Por eso, su poca problematización acerca del porqué de las diferencias y discriminaciones sostenidas en el constructo de la raza, así como su desconexión de estrategias que abonen a la integración y combatan el racismo estructural, siguen fundadas en su actual privilegio de clase que perpetúa las lógicas de distribución desigual de la riqueza, elemento medular para el sostén del racismo.

Las elites negras son de los sectores en los que se sienta la persistencia del racismo. La lucha antirracista no puede ir separada de la lucha de clases o de la de cualquier grupo subalternizado, si no, concluye incompleta, deficiente y caerá en la retórica cíclica de la explotación. En palabras de Thuram: «el fútbol es política y no puede estar ajeno al mundo que le rodea porque puede ayudar a cambiar la sociedad». La despolitización del fútbol, y más allá, la despolitización del activismo antirracista en el fútbol, es la mejor estrategia para que las jerarquías institucionales en este deporte y sus mandamases continúen imponiendo sus reglas y lucrando más a costa de la violencia.

Las elites negras son de los sectores en los que se sienta la persistencia del racismo. La lucha antirracista no puede ir separada de la lucha de clases.

Por ejemplo, Ronaldinho, Neymar, Lucas Moura, Felipe Melo, Romário de Souza, Rivaldo y Cafú, en Europa fueron víctimas del despotismo racista de la conciencia occidental, en Brasil, forman parte del aparato ideológico del Partido Liberal y su líder Jair Bolsonaro, promotores del neoliberalismo extractivo y caníbal que enriquece a las elites y empobrece al pueblo, situación que, por supuesto, conlleva un sinfín de problemáticas raciales. Esta ambivalencia y trasiego entre tantas aguas, es el principal dilema de las elites negras a la hora de comprender la lucha contra el racismo, porque en lo que supuestamente intentan liberar por un lado, oprimen sin escrúpulos por el otro. Pocos, como el mencionado senegalés Sadio Mané, tienen una conciencia abarcadora de la lucha antirracista, que si bien es incompleta, constituye el gran ejemplo del fútbol contemporáneo.

¿Cómo afecta el caso Vinicius Jr. al antirracismo en Cuba?

Me atrevo a afirmar que el fútbol es el deporte más gustado actualmente en Cuba. En torno a este, varias generaciones dejan caer su pasión con un desenfreno llamativo en la mayoría de los casos. Cada vez son más las peñas de fanáticos de los distintos clubes, más los programas que transmiten partidos y se mantienen actualizados, más las interacciones que se crean por el fútbol y desde el fútbol. Es prácticamente imposible no encontrarse en cualquier rincón de nuestras ciudades a un grupo de personas pateando un balón y celebrando goles. Como tampoco es sorpresa hallar a un número considerable de cubanos insertados a través de las redes en las polémicas del momento.

Dentro de estas, las relacionadas con Vinicius Jr., al ser las más candentes del momento, tienen puestos de preferencia en los debates, en los que no es extraño encontrarse comentarios ultra discriminatorios hacia el brasileño, quienes lo apoyan, o contra el propio antirracismo en general. En casos de mayor sutileza nos topamos con revictimizadores que lo tildan de provocador, payaso, llorón y demás calificativos trillados, o con quienes lo defienden inercialmente, porque entienden que al defenderlo, apoyan al Real Madrid. En las gradas de los estadios de La Liga, Vinicius, es ofendido por españoles o personas residentes en España; desde las redes sociales, los insultos vienen de muchas latitudes, entre las que se encuentra Cuba, y para peor, con una participación destacada. Entonces, ¿será Cuba un país tan racista como España?

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Vinicius Jr. / Sporting News

Desde los años sesenta del pasado siglo, el debate en torno al racismo se vio invisibilizado en Cuba por la institucionalidad bajo la máxima de que en una Revolución socialista el racismo no podía existir. Así se hizo creer y se repitió hasta el hartazgo, que la Revolución había resuelto tal problema definitivamente y que todos los cubanos eran «iguales». Esta nociva homogeneización dio al traste con que prácticas habituales del mal llamado «racismo pasivo», así como el omnipresente racismo estructural, persistieran y trascendieran al tiempo bajo el ala de la normalización y la narrativa gubernamental. En tales condiciones se llegó al nuevo siglo, inundados de la violencia sistémica que sufren las comunidades racializadas, a la espera de un debate ausente y asequible a las mayorías y de mejoras cuantificables en la calidad de vida del pueblo.

El debate en torno al racismo se vio invisibilizado en Cuba por la institucionalidad bajo la máxima de que en una Revolución socialista el racismo no podía existir.

En la actualidad, y luego del 2018 con el establecimiento del internet por datos móviles, la gente en Cuba se encuentra insertada en las dinámicas de consumo del capitalismo posmoderno, sus narrativas y sus campos de construcción ideológica. Si el oficialismo cubano durante décadas hizo repetir disciplinariamente que en Cuba no existía racismo y la inmensa mayoría lo creyó y lo interiorizó, la propaganda hegemónica de la contemporaneidad nos convence de que la verdad y el progreso están en los paradigmas occidentales, para los que la discriminación racial es una necesidad, porque según nos dicen, en el Sur global racializado solo se halla la barbarie, el atraso, la delincuencia, la incivilidad, la indecencia, la incultura y el subdesarrollo.

Por eso, dentro de ese canon, Vinicius, un negro latinoamericano de procedencia popular que no luce como se supone deba verse la «gente decente», llega a Cuba también como el «payaso que solo busca atención y se excusa en el racismo». A no pocos, Vini les recordará al vecino «especulador», al conocido «delincuente» o al familiar «desagradable»; y por supuesto, como en Cuba «el racismo no existe», esa perspectiva no será entendida como un sesgo discriminatorio. Desde esa óptica Vinicius se comporta como un «mono», por eso se merece los gritos del Metropolitano y Mestalla.

A no pocos, Vini les recordará al vecino «especulador», al conocido «delincuente» o al familiar «desagradable».

El tema Vinicius, desde Cuba, se ha reflejado en incontables publicaciones en X, donde se pueden leer desde minoritarias muestras de apoyo, hasta cuantiosos estados de desidia y toneladas de racismo cibernético. El mismo fenómeno es apreciable en otras plataformas como Facebook e Instagram, aunque quizás no con tanta densidad de contenido. Desde mi experiencia más íntima, en grupos de WhatsApp y Telegram centrados en el fútbol, me he topado hasta con comentarios de personas que creen que Vinicius necesita sufrir más racismo para lograr «controlarse». En fin, sería interminable la ejemplificación de lo presente que están en la Isla el brasileño y el debate alrededor suyo, así como su incidencia en un amplio sector poblacional, principalmente en la juventud. Por eso urge señalar la peligrosidad de las líneas discriminatorias que se extienden desde estos espacios virtuales, donde miles de personas se congregan alrededor del bautizado por Luis Omar Tapia como el deporte más hermoso del mundo.

Con el avance de la extrema derecha política a escala internacional, la masificación de sus discursos y el creciente odio que profesan a las identidades marginadas, es un deber epocal ser cautos con los discursos que reproducimos, más cuando no se profundiza o se intenta problematizar contrastando puntos. Es necesario ser conscientes de lo que la violencia racista produce, reproduce y condiciona. La empatía es la clave. Llegado el fenómeno a tal magnitud, Vinicius Jr., La Liga, los aficionados o el resto de jugadores víctimas de racismo no son la cuestión esencial del tema. Lo son sino, las millones de personas alrededor del mundo que a diario padecen la discriminación. Al validar o restar importancia al racismo que recae sobre el brasileño, estamos legitimando la violencia en su estado general.

1 COMENTARIO

  1. Excelente reflexión Raymar. No es raro que nadie comente, pero habla volúmenes sobre dónde estamos los cubanos como comunidad y como sociedad.

    He visto la conferencia de prensa y duele, nada nuevo en esta Europa cada vez más fascista y doctrinaria. Pero el paralelo que estableces con Cuba es lo que considero aún más interesante e importante, pues es del tipo de cosas que muchos cubanos ni siquiera quieren escuchar. Tan embuidos como estamos en todas las tonterías populares del tipo «el que no tiene de congo tiene de carabalí » & co., la mayoría de los cubanos se ve a si misma como libre de racismo, y se siente con el derecho legítimo de participar de todas estas estupideces mundiales mientras cree al mismo tiempo estar libre de ellas.

    En efecto, el racismo pasivo, y a veces activo, ha sido y es parte de la banda sonora cubana, pre y posrevolucionaria. En este punto estamos tan llenos de plasta que ni lo notamos. No eres el único que ve un paralelo entre la propagación de discursos de extrema derecha en el mundo y su reproducción en la esfera cubana. Después de todo, nos hemos acostumbrado a ser un país que piensa que todo lo que viene de afuera es bueno. Lo ha hecho el gobierno privilegiando a los turistas en detrimento de los cubanos, por ejemplo, y la población, ya heredera de taras terribles, le ha seguido la corriente de modo natural. Y así nos va.

    Ojalá Vinicius me pudiera escuchar. Esto es para él. Oye, Vinicius, la próxima vez que te griten algo te bajas los pantalones y te comes un plátano. Y después de los partidos ten todos los encuentros románticos que puedas con las novias, esposas e hijas de los que te gritan. Sé que el racismo duele, pero con los hijos de puta racistas no se llora, se les responde «en especie».

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Raymar Aguado Hernández
Raymar Aguado Hernández
Estudiante universitario y crítico cultural

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