La verdad del 11j no cabe en ningún discurso

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Dos años han pasado desde los sucesos del 11 de julio (11j) de 2021, y todavía no logro entenderlos del todo. Después de cientos, seguramente miles, de páginas que cuentan lo que sucedió o intentan explicarlo, los cubanos seguimos tan divididos como aquel día.

Para los más cercanos a la posición oficial, el asunto se reduce al desatino, «vandálico» —enfatizan—, de gente pobre que fue instigada desde Estados Unidos. La oposición, enclaustrada en su apasionado anticomunismo, ve un regreso de la rebeldía ante «la opresión insoportable» que significó la Revolución Cubana. 

Como pasa con todo, estos contendientes comparten, cada uno en su estilo, una parte de la verdad. Digamos que lo que dicen, cada uno por su lado, es potencialmente cierto, aunque parezcan opciones que se excluyen mutuamente. Uno cree, sin embargo, que debería prevalecer una verdad total, interpretación completa, por encima de cualquier parcialidad. A estas alturas, habría que preguntarse también cuál de las partes enfrentadas está dispuesta a comprender y comunicar la verdad sobre el 11J. 

Cuando uno cae en el centro de estas encrucijadas políticas, acaba creyendo, con fe, que la verdad sobre las tragedias nacionales debe tenerla «el pueblo», esa categoría, suprema y mitologizada tanto por las democracias como por las dictaduras.

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11j en Cuba / Foto: Mauricio Mendoza / Cortesía del autor

¿Dónde estaba el pueblo el 11J? Resulta que estaba protestando o deseando protestar. Estaba en las calles y también a la expectativa, en los balcones. La paradoja que no resuelve ninguno de los discursos políticos es por qué estaba protestando ese pueblo. Para el gobierno, protestaba solo por la carencia de alimentos y medicinas. La mayoría de la oposición cree que cuando la gente gritaba «libertad», en verdad estaban exigiendo «partidos políticos, economía de libre mercado y libertad de prensa». 

¿Quién se equivoca? Unas veces parece que nadie. Y otras, por el contrario, se equivocan todos. 

Yo estuve en la protesta. A la puesta de sol, las tropas especiales me hicieron caminar agachado, agarrándome del moño, por la calle Aranguren, cerca de la Plaza de la Revolución. Me tiraron como si fuera basura en una patrulla de policía, con ganas de hacerme pagar el atrevimiento de haber salido. Lo que más dolió no fueron los tirones, fue la esperanza perdida de que el gobierno respondiera las preguntas indignadas de ese pueblo. Porque, en efecto, las demandas gritadas sin ninguna cortesía por la gente, eran preguntas más que certezas. 

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11j en Cuba / Tomada de Tremenda Nota

Hasta el último momento, antes de que empezaran a llover piedras, pensé que iba a aparecer algún dirigente a pedir calma o prometer algo. El tipo de cosas que los políticos hacen para mantener el consenso. A dos años de ese día, entiendo que ninguno podía intentar una jugada conciliadora porque no tenían nada aceptable que prometer ni otro tipo de capital político para negociar una salida constructiva. En la práctica es más fácil dar un bastonazo que salir de la quiebra económica en que vive el país. 

Las democracias liberales, que tienen buena publicidad y consuelan a muchos, actúan igual. Cuando «el pueblo» va a la calle a pedir las respuestas que no tienen los partidos políticos, también responden a bastonazos. En el caso de Cuba, a la vista de su historia, la golpiza del 11J fue como apalear a la persona simbólica de la Revolución, vieja, desvalida y muerta de hambre. 

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Protestas en Francia en 2020 contra la Ley de Seguridad Global / Tomada de RTVE

El pueblo, idealizado por todos, y por ende falsificado, parecía haber llegado a un punto en el que le daba igual lo que pasara con una revolución anacrónica y dura de cargar. Ninguna explicación sobre el contexto, las agresiones, la crisis, le servía a ese pueblo. El 11J era el día de las respuestas imposibles. Y el gobierno decidió cargar también contra la Revolución Cubana. 

«La orden de combate está dada», dijo Miguel Díaz-Canel en televisión. Como gobernante, ganó un instante en la silla. Como político, se suicidó ante las cámaras. Su carrera no ha acabado, pero es probable que «el pueblo» no olvide nunca la orden de combatirlo como a un enemigo. 

Antes de que Díaz-Canel diera esa orden, en el instante mismo en que la daba y después de haberla dado, no han dejado de impartirse órdenes de combate contra este mismo pueblo en Washington y Miami. Las medidas coercitivas, llevadas a una perfección de arte por la administración Trump, son una orden de combate. El crimen de mantenerlas durante la epidemia de covid-19, fue un combate durísimo que perdió este pueblo. Sin embargo, como la memoria es emotiva, «el pueblo» solo recordará la frase de Díaz-Canel. 

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11j en Cuba / Tomada de RFI

Estoy convencido, por haber estado allí, por haber oído a miles de personas comunicando su desesperación lo mejor que podían, que el 11J salimos a protestar legítimamente. No importa lo que diga la propaganda oficial. 

«Tengo una hija que mantener y no sé cómo», me dijo un adolescente que conocí en la prisión. «Esto, así como está, no puede seguir», dijo una mujer trans que marchaba con sus amigas, sin rumbo claro, pero convencida de que no soportaba la vida que tenía. El 11J fue un gesto caótico, exaltado, por momentos violento, pero sincero. Así habla «el pueblo». 

Y si era imposible que el gobierno pudiera actuar con la responsabilidad que nos merecíamos, nadie debería esperar tampoco que ese pueblo entendiera completamente que vivimos bajo distintas órdenes de combate dictadas contra nosotros. 

Hubo un grupo, mucho más pequeño que el de los manifestantes, que salió a las calles a ver si tenía suerte y lograba salvar al gobierno del desastre. No hablo de quienes lo hicieron por oficio, porque eran militares o funcionarios, sino de gente que también se considera «el pueblo». Algunos salieron con estupor y otros con timidez. Si dudaban de la oportunidad de la violencia, no dijeron nada. Estaban tan preocupados por las consecuencias sociales y personales que pudiera tener la caída del gobierno, que solo vieron en los manifestantes una amenaza, una pesadilla materializada. No por eso me parecen menos pueblo, pero en ese momento no eran «el pueblo» que habla, simplifica y avanza. 

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Manifestante a favor del gobierno cubano / Tomada de La Razón

Al cabo de estos dos años, como mismo estoy convencido de la legitimidad de las protestas, también comprendo que, sin saberlo bien al calor de la marcha, estábamos cumpliéndole el sueño de privatizaciones y dependencia geopolítica a los adversarios históricos de la Revolución Cubana. Sabiendo esto, por trágico que sea, por grande que sea la paradoja en que nos coloca, no podemos hacer nada. 

Aunque digas «libertad» o «comida», aunque ni sepas bien qué pieza eres en el juego de otro, la marcha te arrastra consigo para exigir a lo que queda de la Revolución Cubana que sea verdaderamente revolucionaria o no sea. Pues si ya no tiene capitales económicos ni simbólicos para seguir siéndolo, mejor que se disuelva. La marcha es un consenso circunstancial que necesita para poder avanzar como un solo cuerpo y reducir la complejidad de sus motivos. 

El 11J fue un día terrible. Es la derrota de todos los que soñaron con el bienestar y la justicia que prometieron las revoluciones. No fue una exhibición de fuerza del gobierno, sino de debilidad. No pudo ser, aunque lo parezca, un empoderamiento del pueblo, porque saquear tiendas, volcar tanques de basura, gritar reclamando alimentos y medicinas, no son propuestas políticas, no son actos que germinan. 

Los activistas que venden el 11J como el nuevo «Día de la Rebeldía Nacional» solo están poetizando la liquidación de un proyecto social. Los que lo reducen a «una turba de delincuentes» siguen sin respuestas para las demandas expresadas aquel día. Cada mes que pasan cientos de presos políticos en la cárcel, el gobierno se pudre un poco más. 

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11j en Cuba / Tomada de El Mundo

Es probable que la situación de Cuba sea peor que en 2021. Si no sucede otro 11J, no será porque el contexto no mande a salir otra vez a las calles. Lo que cambió fue «el pueblo». Somos menos, estamos más asustados y desilusionados. Cientos de miles de cubanos dejaron el país. La violencia del Estado está muy fresca en la memoria. 

Y ahora, ¿qué hacemos con todo esto? No es el tipo de herida que sana en unos años. Es una herida histórica. Pudiéramos empezar a comprenderla un poco, aprovechando la pequeña distancia que significan dos años. La verdad del 11j no cabe en ningún discurso oficial ni en la propaganda antigubernamental. Es una verdad sórdida y desesperanzada. 

Si me obligaran a decir qué fue aquello, nada más puedo decir que salimos, erráticos, hablando con las palabras que nos enseñaron, sin saber bien a qué, pero no teníamos otra opción. A la gente no le gusta asumir que no sabe, mucho menos leer las opiniones de alguien que no sabe. Cuando creen que saben algo y esa verdad conmociona porque es sencilla, en ese instante, mientras les dura la certeza, salen a marchar y estremecen un país. 

7 COMENTARIOS

    • Taran la primera acción de entendimiento ante la des unidad que usted elude, es la libertad para los presos políticos que no paran de crecer en las mazmorras de Cuba, el 11J no fue el día de la independencia nacional pero si fue un muy buen comienzo del parto de la Cuba futura que no acaba de parirse, continuar en este “diálogo de sordos” solo extenderá la carestía y el sufrimiento de los menos favorecidos, que fueron en su gran mayoría los que gritaron su descontento aquel día.

      • Libertad para este Pueblo de Cuba que salió en marcha de forma genuina y honesta a reclamar sus derechos. Libertad para los presos políticos del 11J. No nos hemos olvidado de Uds. Uds son héroes de este Pueblo

  1. Del presente artículo que puede tener un sabor agrio o quizás dulce para algunos, que cada cual tome la parte que le corresponde. En mi caso tomaré la mía y gritaré a todo pulmón para que el mundo me oiga: ¡ Libertad ? para
    los presos políticos encarcelados
    injustamente por la Dictadura !
    ¡ PATRIA Y VIDA !

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Maykel González Vivero
Maykel González Vivero
Periodista y activista LGBTIQ+. Director en Tremenda Nota

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