No se sabe en qué lugar de La Habana se celebrará Le Dîner en Blanc (La cena de blanco), si será muy público como en París, donde miles de personas han comido bajo un sol insoportable frente a la Cúpula de los Inválidos, el equivalente francés de los jardines del Capitolio de La Habana.
Es casi seguro que París no será el mejor referente para una cena a cielo abierto en La Habana. Lo que en Francia es exhibición aquí sería considerado exhibicionismo.
Un país que avanza por el camino de la inseguridad alimentaria, no debería organizar una cena de ese tamaño y con esos precios, ha dicho buena parte de la prensa no estatal. La estatal, mientras tanto, hace silencio. Porque es mejor ni hablar de eso, al menos por ahora.
La politización de La Cena de Blanco, una vez más, distribuye a «anticastristas» y a «castristas» en mesas distintas de la fiesta. En el esquema ideológico habitual: de un lado están los capitalistas y del otro lado los socialistas, pero este «party» se vuelve cada rato un baile de máscaras. Ponte donde yo estaba, por favor. Dame esa silla, que también es mía.
No es la primera vez que los opositores y sus medios, por interés político, se visten por un rato de anticapitalistas y enarbolan la bandera de la desigualdad, aunque paradójicamente muchos de ellos defiendan o hagan silencio ante medidas neoliberales que provocan efectos similares en otras partes del mundo.
«No es a los habitantes de la Isla, pobres y hambreados, a quienes apunta la publicidad del exclusivo evento Le Dîner en Blanc», afirma un reportaje publicado por Cubanet. Esto suena tan anticapitalista que «exclusivo evento» parece un insulto.
El reportaje asume que el gobierno cubano y sus presuntos testaferros empresarios están detrás del evento, porque se trata de una conspiración para defraudar a una ciudadanía empobrecida.
Con ese discurso, sostenido por la especulación y prácticamente sin ninguna evidencia, el periódico da un paso más en su campaña contra los pequeños y medianos empresarios privados que han decidido apostar por vivir e intentar prosperar en Cuba, y que, como cualquier negociante, aprovechan las oportunidades para insertarse en los pocos huecos que le deja el precarizado mercado cubano.
Este evento lujoso, una idea muy francesa que nació en 1988 y se convirtió en una empresa de alcance mundial, ¿en qué defrauda exactamente al pueblo cubano? ¿Es Cuba el único país empobrecido que le hace el juego a esta, digámoslo como no lo dice la prensa no estatal, iniciativa capitalista?
Le Dîner en Blanc ha servido mesas en decenas de países. La mayoría se ubican en el mundo desarrollado. Pero también ha tenido lugar en ciudades como Kigali (Ruanda), Abidjan (Costa de Marfil) y Nairobi (Kenya), metrópolis africanas que Occidente percibe como símbolos del hambre más deprimentes que La Habana.

Le Dîner en Blanc en Kigali (Ruanda) Foto: Instagram dinerenblanckigali
Otro destino de la celebración ha sido la ciudad de Sao Pablo en Brasil, un país latinoamericano que, a pesar de tener grandes tierras cultivables, tanto con gobiernos de izquierda como de derechas, no han podido eliminar el hambre de sus problemáticas sociales, aunque unos lo han hecho mejor que otros.
Las críticas que hacen las derechas cubanas a Le Dîner en Blanc no están muy bien empaquetadas. Algo se les pudre bajo el celofán, a pesar del argumento aparentemente solidario con la falta de oportunidades de los trabajadores.
A estos promotores del capitalismo les molesta que los grandes capitalistas hagan su trabajo, solo en un caso puntual, el de Cuba. Cuando señalan que la gran cena significa una ofensa al pueblo cubano, lo que están diciendo realmente es que ningún empresario debería invertir en Cuba. ¿Pero sí en otro lado del mundo?
La mayoría de los indignados ante la cena planificada para La Habana, irían gustosos a la de Addis Abeba, Bombay o Sao Pablo sin cuestionarse las hambrunas periódicas o la inseguridad alimentaria que enfrentan esos países por culpa de los fondos de inversión capitalistas y las empresas trasnacionales que explotan la tierra sin «derramar» muchos beneficios en los nacionales.
El gobierno cubano, a diferencia de la vez anterior en 2019, no ha hecho propaganda de Le Dîner en Blanc. Tampoco se sabe dónde servirán la cena, y no porque los conspiradores quieran esconder el dato. Una de las reglas del evento es que el escenario elegido no será revelado hasta el momento de sentarse a comer.

Le Dîner en Blanc en La Habana en 2019 / Foto: Cubadebate
La promoción del evento y las ventas han estado a cargo de empresas internacionales que organizan la misma cena de lujo, tanto en ciudades ricas como pobres, todo el año.
Se estima que los asistentes a esta nueva edición habanera no serán muchos. Menos de 500 personas, en cualquier caso. Será una cena mínima en comparación con la que reunió a alrededor de 17.000 comensales en París.
Como indica el capitalismo ecofriendly, Le Dîner en Blanc tiene un código ambiental a primera vista muy cuidadoso. Los asistentes no sólo tienen prohibido botar desechos. Ni siquiera pueden hacerlo en contenedores ubicados en las cercanías. Deben cargar con su bolsa de basura y llevarla consigo a la salida del evento.
Los eventos concebidos para el reducido público que consume productos de lujo, un mercado pequeño tanto en Cuba como en cualquier parte, si no dejan un daño ambiental, si no implican una «higienización» del espacio social, como la que acompaña a determinada gentrificación, no pasan de un incidente rentable, que, de no existir, tampoco cambiaría mucho el panorama socioeconómico de la ciudadanía.
Cuba enfrenta la peor crisis de su industria turística en las últimas décadas. Si los trabajadores cubanos nos fuéramos a molestar porque se celebre una cena de lujo que sirva para capitalizar, aunque sea marginalmente, la economía del país, no será porque —como pasa en cualquier otro lado el mundo— no podamos ir a comer junto a un puñado de ricos.
La principal molestia que podría dejarnos es no saber claramente cómo el Estado realiza la distribución de estos ingresos y, en resumen, en qué benefician estos proyectos al pueblo cubano.
También podríamos señalar el extremismo selectivo de algunos ideólogos partidistas quienes, enarbolando la bandera de la «colonización cultural», se horrorizan porque los jóvenes decidan celebrar el Halloween con los pocos o muchos recursos que tienen disponibles, mientras hacen silencios convenientes ante otras formas de «penetración ideológica». La coherencia no es algo que abunde en nuestros actores políticos, de cualquier signo.
Tal vez la respuesta debería estar en que cada cual, mientras no dañe a otros, celebre lo que quiera como quiera —o pueda.
Sentir que la cena nos perjudica o nos humilla, como han defendido los voceros de la asfixia económica, es algo que ni a los mejores críticos del capitalismo se les hubiera ocurrido en medio de la actual crisis cubana. ¿Qué otra alternativa le ha dejado a un Estado asediado, que agarrarse a cualquier clavo ardiente para sobrevivir?
Es divertido cuando la derecha promotora de las sanciones económicas empieza a hablar en un tono ético y adolorido que recuerda a la vieja moral socialista. ¿No era capitalismo lo que querían? Páguense el boleto a la cena ¿qué están esperando?
En el país que quieren construir con la estrategia de empobrecer al que tenemos ahora, habrá tantas cenas de lujo como para repugnarnos. Hasta el momento, de ellos tampoco ha salido un proyecto sólido que explique cómo lograrán revertir la inseguridad alimentaria para las mayorías en una Isla, que, como a cualquier nación latinoamericana y caribeña, le tocó estar en el bando de los repartidos y no de los repartidores.
Ahí sus periódicos hablarán del evento elogiosamente, pues los comensales «no le quitan la comida a nadie», aunque probablemente la mayoría de los cubanos siga sin llegar a fin de mes.
En ese Paris que nos prometen, no será un pecado comer pasteles. Al final, en la democracia que sueñan y enseñan —como hoy ocurre en nuestro continente— todos pueden ganarse el pan, y los pobres, son pobres porque quieren.
9 comentarios
No hay que ser socialista ni capitalista para darse cuenta de que este tipo de evento está fuera de lugar en Cuba y en cualquier país que está pasando por una situación tan difícil, con tantas necesidades y pobreza, me evoca al Versalles de los Luises donde los banquetes y fiestas eran frecuentes mientras el pueblo francés languidecía de hambre y miseria.
Deberían tener un poco más de tacto y respeto para el pueblo cubano y no dar ese tipo de exhibición
Celebrar este evento en un país donde hay una altísima vulnerabilidad alimentaria… EL QUE SEA… Es una muestra de insensibilidad y deshonestidad que no debería haber repetido Cuba… Sería muy divertido, pero contraproducente para promover el turismo en Cuba, ver el rostro de los comensales a ese refinado evento acercarse a uno de nuestros monumentales basureros para depositar su bolsa de basura…
No acostumbro a escribir para ripostar, me niego a exhibirme como pavo de cena navideña, para que cualquier enviado de dioses rojos o azules, haga diana con su trinchante sobre mi carne y se regodee en su linch. Pero a veces a uno se le escapa el aliento por el lugar menos pensado y entonces es imposible dejar ir ese aliento sin su mortaja: El artículo tiene sus aciertos y desaciertos. Entre los últimos está que pierde la coherencia al tratar de jugar al bueno y al malo; parece divagar entre su yo y su alter ego, parece indeciso al tomar partido. Pero todo eso es válido y hay que respetar la forma y el contenido en que cada quien se puede expresar. Contenido y continente son dados como uno puede. Lo bueno es que me motivó a decir que, cualquier análisis sobre estos temas que remiten a la política, siempre tendrá que partir de que, a pesar de las semejanzas de estas cenas con las de París y de las desigualdades de otras grandes y pequeñas urbes, en Cuba hace 70 años se concibió un programa para eliminar las desigualdades sociales y se llevó a vías de hecho ese programa con una cruzada revolucionaria. Al menos eso nos dijeron, como también nos dijeron que los estilos de vida pequeño burgueses y capitalistas serían erradicados si el pueblo apoyaba esa cruzada que se mostraba pletórica0 de igualdad y definitoria. El problema de la tierra, de la educación, de la vivienda, del hambre, aportaron cada uno sus energías para mover el gran motor de la 0transformación que envolvió a este país. Y se hizo la Revolución para traer la igualdad y el bienestar COLECTIVO, se estigmatizaron las conductas individualistas, diversionistas, burguesas y resulta que se supuso que, a los 65 años esta tierra sería un paraíso donde no se notaría un evento más lujoso que el otro, ni habrían diferencias entre las clases. Pero se rompió el hechizo. Es difícil de exponer en una opinión lineal el por qué es inconsecuente, contraproducente, burlesco y grotesco, por solo citar 4 adjetivos la realización de una cena como esta. Y si tan normal fuera, por qué no se dice en EL CANAL CUBANO DE NOTICIAS su ubicación? Quizás para prevenir a los organizateurs de cualquier megabasurero cercano o de un arrivo de buzos o vulnerables que pasen mirando los manjares y extendiendo sus manos, sus manos de cruzados que pudieron alfabetizar en 1961 o empuñar un fusil en Girón o en Angola o sencillamente las manos de cualquier jubilado hoy.Nada, que
nos cambiaron el referente, de momento tienen razón los nuevos ricos, adelante el glamour, esa etapa verde oliva parece fenecer y dar paso al traje blanco. Mucho cuidado con ese viraje tan brutal. Gracias por permitir que algo me devolviera mis deseos de escribir, mi necesidad de decir… hay situaciones ante las que se les zafan las bridas a los caballos sin saber como los podremos detener.
Es una falta de respeto celebrar semejante cena en un pais que sufre una hambruna y que a la vez sigue pregonando una igualdad ficticia. Queremos capitalismo para Cuba, pero un capitalismo con las mismas reglas para todos y donde el dinero que nos pagan tenga valor. Es ridiculo que el articulista diga que paguemos las entradas, cuando los cubanos cobran una miseria en una moneda sin valor.
Buen artículo, muy equilibrado y sensato.
Cuando se aprobó la reforma salarial en 1980, siendo el Estado el mayor empleador de la fuerza laboral, la escala era 1/4.5 entre los ingresos de base y los mayores. Hoy esa relación es 1/87. Significa que no sólo se ha estratificado la riqueza y el poder, sino también el prestigio; algo que se expresa en el consumo compiscuo en nuestra sociedad.
Luego, en esto el dilema es cómo el régimen logra reconocer esas realidades con sus políticas de Estado sin contradecir los presupuestos políticos e ideológico-cultutales que sostienen al mismo. Porque no sólo hay ricos muy ricos y pobres muy pobres, sino que las diferencias de poder y de prestigio son evidentes en Cuba hoy mismo.
Entonces, no creo que la solución sea echar la basura debajo de la alfombra. Pienso, en tal sentido, que Cuba debe de asumirse tal como es y que debe de combatir las desigualdades artificiales que divide a la sociedad, mientras se renunciar a un igualitarismo empobrecedor que denigra a los cubanos. Para eso hay que democratizar el país y recuperar la movilidad social que tuvo la sociedad en la década de 1960.
Ese glamoroso evento resulta un desprecio al esfuerzo de las familias cubanas por el sustento diario de nuestros hijos, ancianos y enfermos sin medicinas.
Lo que dice Juan de Pedro dice más de Juan que de Pedro. Este refrán le queda muy bien a las figuras políticas que gobiernan Cuba. Más de seis décadas escuchando hasta el cansancio que ese nuevo proyecto social iba a terminar con los “vicios” y hábitos burgueses, con la diferencia de clases sociales, con las manifestaciones de opulencia y extravagancias económicas. Más de seis décadas escuchando que todo lo de fuera era peligroso, ruin, perverso y que la Isla era ese refugio idílico que nos mantenía a salvo de tantas injusticias y atropellos humanos. Más de seis décadas de discursos minuciosamente cuidados y desbordados de una superioridad moral que espantaba. Más de seis décadas eligiendo ellos por uno y uno creyendo que quienes elegían tenían siempre la razón y todo lo que hacían era por nuestro bien. Más de seis décadas viviendo estoicamente para que muchos de ellos vivieran cada vez más separados de la mesura. Más de seis décadas para que la clase trabajadora en Cuba se pasara todo el año reuniendo peso a peso para irse una semana (con mucha suerte) a disfrutar de unas vacaciones en algún campismo en el charco más cercano. Más de seis décadas escuchando que seríamos todos iguales para que como profesora universitaria tuvieras que elegir si comprarte un par de zapatos (para ir a trabajar) o comprar huevo y aceite. La lista sería demasiado extensa, pero mis ánimos no me dan para seguir relatando estas cosas. En fin, más de seis décadas en las que Juan le ha estado señalando constantemente las costuras a Pedro para que termine el primero, tristemente, sin ropa y con un reducido quórum que escuche sus críticas hacia Pedro.
Concuerdo con todos los calificativos expresados sobre el proyecto de ducha cena. A pesar de ello y del rechazo de la mayoría del pueblo y de muchos cubanos honestos la suntuosa cena se realizó precisamente en el Hotel insignia de la capital El Hotel Nacional. Ahora podrá exigir en sus galerías históricas las fotos del banquete, como exhibe hoy las fotos de la reunión de la mafia norteamericana el siglo pasado. Con la única diferencia y lamento decirlo que hoy el pueblo pasa hambre y lo rechaza y cuando los altos capos de las diferentes familias mafiosas decidieron reunirse, pasaron inadvertidos ante la población cubana que a pesar de las diferencias de clases no padecía de hambre, se divertía en carnavales y habían posibilidades de montar un negocio. Hoy los mafiosos cubanos son los que aprobaron el banquete y los más connotados no asistieron enviando a sus testaferros. Los nuevos empresarios de las Mypimes. Quienes ahora prometen salvar a Cuba comprando pacotilla y así nos continúan manipulando. Hoy la vergüenza nos ha invadido y lo más difícil es que no se puede predecir cual será el futuro de un pueblo que no ha podido llegar a la libertad plena del hombre.
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