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De cometas y revoluciones

por Gustavo Arcos Fernández-Britto 11 abril 2022
escrito por Gustavo Arcos Fernández-Britto

Hace unos días, conversando con mi amigo, el colega Antonio Enrique González Rojas, recordábamos la película Contacto, basada en el libro homónimo de Carl Sagan. En ella, una civilización extraterrestre conoce la existencia de vida en la Tierra cuando sus radares perciben las primeras imágenes transmitidas por la televisión de nuestro planeta, que no son otras que el discurso de bienvenida de Adolf Hitler al inaugurar la Olimpiada de Berlín en 1936.

Sagan utiliza para su libro, ondas de radio, mientras Zemeckis, el director del filme, recurre a imágenes audiovisuales. ¿Qué idea del mundo pueden tener los extraterrestres de lo que es la vida, la historia o lo que llamamos civilización humana, si todo lo que tienen de ella es aquel precario instante y fatal personaje?

Aunque ese punto de partida dramatúrgico tiene su basamento científico, funciona perfectamente como detonante del imaginario popular, de modo que cada espectador o lector hará sus propias analogías. Como la mente actúa de forma misteriosa, y muchas veces impredecible, imaginé con cierto espanto cuál pudiera ser la reacción de una comunidad alienígena si observaran un día las señales que, ahora mismo, transmite la televisión cubana.

¿Qué pensarían de nosotros si, por ejemplo, les llegaran solamente los reportes del noticiero, que intentan explicarnos por enésima vez los problemas del helado en Coppelia? ¿Reconocerían la identidad de una nación, sus conflictos reales, virtudes o defectos, cultura o sueños, en esa sucesión de fotogramas y cabezas parlantes? ¿Estarían dispuestos a viajar millones de años, atravesar agujeros negros y sortear todo tipo de peligros para conocernos y alertarnos sobre lo que se avecina?

Desde luego, siempre pueden toparse con imágenes peores, muestras del fracaso que somos como especie, si observaran, por ejemplo, la guerra desatada por Rusia en Ucrania, o el hambre y la devastación natural que golpean a buena parte de la humanidad.

Mi amigo Tony me recordaba el breve relato titulado Historia de un cometa, escrito hace más de un siglo por el astrónomo francés Camille Flammarion. En él, un cometa sigue su trayectoria por el espacio y cada cierto tiempo, medido en cientos de miles de años, cruza por el sistema solar y, por supuesto, roza la Tierra. Como el cuerpo celeste tiene vida y conciencia propias, reflexiona sobre los cambios ocurridos en la humanidad desde sus primeras visitas. ¿Cuánto han evolucionado, o no, los seres humanos? Tiene incluso un dialogo con su «hermano» Halley, con quien coincide en una de sus incursiones.

El relato juega con el tiempo, incorpora elementos fantásticos, especula con la historia y otorga privilegios extraordinarios al astro, que ha sido testigo de infinitos acontecimientos, mayormente desconocidos u olvidados por la especie humana.

Pienso entonces en lo interesante que sería poder conversar también con ese cometa, capaz de revelarnos tantas cosas que hoy parecen perdidas en algún recodo del tiempo. Es cierto que nuestra vida es corta, diría que efímera, y la memoria, selectiva; pero esas son solo justificaciones que no conjuran los problemas reales que afectan nuestros recuerdos; y es que el poder, cualquiera que este sea, trata de regularlos al dictar sus sentencias sobre el pasado y el presente, lo que deja en el camino más vacíos que certidumbres.   

En nuestro país tenemos un serio problema con la interpretación del pasado, especialmente cuando se trata de abordar ciertas gestas y figuras. Se resaltan unas y se ocultan otras según las épocas o intereses ideológicos predominantes. De hecho, existe una expresión bastante usual entre los funcionarios: «no es el tiempo, o el lugar adecuado, para tal o más cual cosa».

Así, la autoridad instrumenta su gramática para controlar los espacios y el discurso. Con ello anula al individuo, incapaz de detectar los verdaderos problemas de la nación. Últimamente, a esas figuras inquietas se les llama ciudadanos confundidos.

No es casual que toda la historia del país se divida en un antes y un después de 1959. En las escuelas, los libros, las palabras de los líderes, los medios oficiales y las leyes que se firman; se repite como un mantra que: «antes de la Revolución, Cuba era un país empobrecido, hambriento, mal educado, dependiente, con diferentes clases sociales, de identidad cultural borrosa y gobernantes corruptos o asesinos».

Esas… ¿certezas? (ver La Historia me absolverá) legitimaron la faena revolucionaria, presentada como solución final para el destino de la nación. Gracias a su acción y luego de múltiples avatares, podemos aspirar hoy a ser el «país próspero y sostenible» soñado por nuestros próceres.

Patria, independencia, nación, cultura, revolución, libertad, justicia; todo empezó a cobrar vida bajo una nueva narrativa que, al mezclar arbitrariamente los conceptos, terminó por diluir sus verdaderos significados. La Revolución se ofrecía al mundo como esas tiendas de todo por uno: el faro de América, la esperanza de la humanidad…

Cometa

La propia Constitución cubana refiere que nuestra nación jamás volverá al capitalismo y que solo en el socialismo, o comunismo, el ser humano alcanzará su dignidad plena. La carta magna ha traducido aquella vieja conga que se escuchaba a inicios de los sesenta del pasado siglo: somos socialistas pa′lante y pa′lante, y al que no le guste, que aguante, que aguante.  

Seis décadas son mucho tiempo para los cubanos, que ya han visto de todo, han tenido sueños y pesadillas. Tal vez los sabios que escribieron nuestra Ley de leyes, debieron prestar más atención a las letras del presente. Una visita por Santiago de Cuba, «la cuna de la Revolución», los actualizaría, porque en sus calles ahora se escucha:

…ya no me dan carne res, ni de primera ni segunda /el café me lo dan ligao, la multipropósito perdió la junta/ oyeee… me quitaron el jabón de baño, el de lavar, con el detergente/ me quitaron una libra de azúcar y liberaron la pasta de dientes/ oyeee…ya no existen los reyes magos/ desaparecieron los juguetes, los niños están embarcaos/ a los siete años les quitan la leche.   

Hay que andar por nuestras calles —no en visitas guiadas—, recorrer los pueblos y zonas rurales para comprender realmente cuál es la Cuba que tenemos. Y es que el discurso oficial continúa ofreciendo una visión polarizada de las dinámicas políticas que mueven el mundo contemporáneo: bien-mal, dentro-fuera, izquierda-derecha. Se juega con supuestos, obviando las contaminaciones existentes dentro de cada proceso político.

Se pretende desconocer la proliferación de nuevos actores sociales que conforman grupos y partidos no tradicionales. El activismo comunitario, los discursos de género, las interacciones en redes y plataformas virtuales ofrecen, entre otras cuestiones, un nuevo paisaje con formas de participación y empoderamiento que la Escuela Superior del Partido Ñico López debería procesar. ¿Qué es ser socialista o capitalista, hoy? ¡Hola! ¡Bienvenidos al siglo XXI!

Por otra parte, asociar la dignidad humana únicamente a la práctica de una experiencia comunista o a la pertenencia a un tipo de ideología, es punto menos que reaccionario y además irrespetuoso. El decoro no es consustancial a una ideología y filiación política particulares. En nombre de la izquierda, el socialismo o el comunismo, se han cometido también todo tipo de crímenes y vejaciones.

Si la dignidad dependiera de un carnet del partido, tendríamos que anular el rol de todos los que un día hicieron la Revolución, nacidos y educados sin excepción bajo «el oprobioso sistema capitalista». Y si de precisiones se trata, pudiéramos recordar además que muchos de ellos ni siquiera militaban en el Partido Socialista Popular (comunista).     

No importa el área de atención que se tenga sobre cualquier aspecto del país, siempre aparecen las comparaciones entre pasado y presente, como si tal asunto definiera a estas alturas el quehacer cotidiano de la ciudadanía. ¿Que antes de la Revolución había «profundas diferencias sociales»? Ahora también las hay.

Si antes los gobernantes y funcionarios públicos eran corruptos, ahora también te los encuentras por todos lados, siendo, por cierto, la doble moral uno de los grandes logros de la Revolución. Si antes, bajo la cruel dictadura de Batista, había un sentimiento de asfixia, falta de libertades y persecución política; no estamos lejos, en el presente, de percibir lo mismo. Tanto nadar para morir en la orilla.     

La gran mayoría de la población cubana nació después de 1959. Varias generaciones se han sucedido desde esa fecha, entregándole a la revolución —y a la cosa esta que vino después, como diría el héroe del filme Juan de los muertos—, todas sus energías, tiempo y desvelos, siempre en aras de que sus hijos o nietos vivieran en una sociedad mejor, más equitativa, justa y digna. ¿Responde la Cuba de nuestros días a aquellos sueños y expectativas?

CometaSolo se puede tener conciencia del momento que se ha vivido. Nuestra esencia, valores o formas de actuar, estarán determinadas por procesos cognoscitivos que parten, en lo esencial, de esas vivencias. El pasado, por terrible o formidable que sea, no puede reimplantarse en el cerebro de las personas. Conocerlo es necesario, pero todos somos hijos de nuestro tiempo, un axioma que cuesta entender a algunos.

A nuestros gobernantes no parece importarles mucho la solución definitiva de los agudos problemas (vivienda, transporte, salarios, alimentos, estado de las calles y caminos, calidad de vida, emigración) que golpean a la ciudadanía, pues para eso existe el bloqueo, engendro norteamericano que cargará con todas las culpas. Ellos dicen saber lo que hacen. Lo importante es la propaganda, mantener el espectáculo.

Los discursos, los congresos, las reuniones interminables, los planes y proyectos, las movilizaciones y el ¡Ahora sí construiremos el socialismo! mantienen a la gente entretenida, participando de una puesta en escena cíclica, redundante, en la que cada ciudadano cumple un rol asignado. Si alguien sobreactúa —el 27N y el 11J fueron señales—, será debidamente castigado en la plaza pública, sin derecho a réplica, encarcelado, desterrado o sepultado en vida, pues «intentó beber las mieles del poder, sin haber hecho nada a cambio».  

Ahora a los superrevolucionarios parece gustarle el arte abstracto. La imprecisión es su doctrina. ¡Van con todo! ¿Qué es eso? y son… ¡Continuidad!, pero, ¿de qué parte o momento de la Revolución son continuidad?

Nuestro cometa, que tanto ha visto, sabe de qué hablo, pero al poder y los fundamentalistas no les gusta leer relatos de ciencia ficción.

11 abril 2022 4 comentarios 2,6K vistas
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Primer Secretario

¿Dónde está el primer secretario?

por Julián Pérez Rodríguez 25 septiembre 2021
escrito por Julián Pérez Rodríguez

Un viejo amigo pinareño, profesor de Historia de Cuba que conocí en La Habana en un postgrado, solía narrar esta anécdota con el orgullo que le ponía la gente a los cuentos —siempre victoriosos— del carismático líder. Resulta que un potente huracán amenazaba a una de las localidades más occidentales de Cuba, en Pinar del Río, y Fidel sobre un helicóptero militar se dirigía hacia ese territorio, a comprobar in situ los preparativos para enfrentar el fenómeno atmosférico.

Al aterrizar lo fue a recibir el Primer Secretario del Partido en el municipio, elegantemente vestido, con camisa de mangas largas metida por dentro del pantalón, zapatos impecables, todo pulcro y lisonjero.

Cuando lo vio, el Comandante en Jefe le preguntó a quemarropa que dónde estaba el primer secretario de aquella zona. «Seguramente no es usted, porque a esta hora, esperando un ciclón, el líder del partido aquí debe andar vestido de verde olivo, con su traje de presidente del Consejo de Defensa en la localidad, botas enfangadas y verificando que no haya el más mínimo problema», dicen que le dijo. El hombre, pálido y desconcertado, no hallaba palmo de tierra donde meterse.

Cuenta la leyenda popular que Fidel realizó la visita de trabajo, verificó lo que correspondía, dio órdenes en ráfaga, como solía hacer, tomó nuevamente su helicóptero y retornó a La Habana. Ese mismo día, al más puro estilo autoritario que tipificaba al Comandante, el dirigente local de marras quedó sustituido de su cargo.

Primer secretario

Fidel, con todos los defectos que pueda señalársele, sabía el valor político de tocar con sus manos los problemas.

Cierta o no, aunque perfectamente verosímil, la historia devela no pocos matices de cómo se construyó el orden de cosas que hoy nos agobia: verticalismo atroz, mando de campamento donde debiera imperar poder colegiado de república; devoción y miedo permanentes al todopoderoso Jefe; funcionamiento de las instituciones no por mecanismos eficientes de trabajo colectivo, sino por personalismos rampantes…

Pero también evidencia que Fidel, con todos los defectos que pueda señalársele, sabía el valor político de tocar con sus manos los problemas, estar allí donde la gente padecía y, al menos con su palabra, contribuir al alivio y la esperanza. Cuando salió de la escena y arrancaron los 12 años de regencia de su hermano menor, ese estilo varió sustancialmente. Raúl comenzó a gobernar a distancia, en la sombra, y esto tampoco representó que las instituciones funcionaran por sí mismas.

Con Díaz-Canel al mando, desde 2018, el Gobierno ha intentado recuperar aquella tradición de interactuar con la gente, palpar los problemas en las localidades y poner la mano en el hombro necesitado. Sin embargo, esto ni ha llegado a concretarse en su necesaria magnitud, ni se ha traducido en estrategias eficientes de desarrollo, ni ha podido evitar el colapso en que las múltiples pandemias (no solo la de Covid-19) tienen sumida a la Isla.

La reflexión me viene a cuento tras leer en redes y escuchar de boca de varios amigos que viven en la antigua Vueltabajo, desgarradores relatos de lo que allí acontece. ¿Cómo se explica que en la provincia de mayor reserva forestal de la nación, que incluso envía camas de madera a otros territorios, no exista la imprescindible disponibilidad de ataúdes y los cadáveres (con sus familias custodiándolos) se amontonen en las morgues 6, 8, 10 horas, en espera de esos tristes cajones fúnebres?

¿En qué lógica puede concebirse que el Estado, que es dueño y administra en nuestro nombre las tiendas en MLC y los hospitales, no pueda disponer de cinco split de las primeras para armar una sala de emergencia en los segundos?

Pues no, tienen que conmoverse cuatro campesinos tabacaleros, donar el dinero de su sudor, y que otro cuentapropista compre los aires acondicionados; y que otros más los instalen a toda velocidad; porque el administrador plenipotenciario de los centros médicos tampoco parece disponer ni siquiera de un transporte o de una brigada de mantenimiento para estas labores. La historia, en la que es de destacar el espíritu solidario de los lugareños, también tiene ribetes ridículos si uno la mira con detenimiento.

¿Cómo es posible que ninguno de los dirigentes locales advierta la relación directamente proporcional entre las medidas restrictivas en la provincia que, por ejemplo, lleva más de siete meses sin transporte público y ha tenido hasta toque de queda alas 2:00 pm, y el ascenso desmedido de los casos de contagio? ¿Acaso no se ve que si las tiendas y demás entidades solo trabajan de 8:00 a 12m (medida que ya por suerte se rectificó), las colas y aglomeraciones lejos de disminuir van a aumentar, y con ellas, los enfermos?

Primer secretario (2)

¿Acaso no se ve que si las tiendas y demás entidades solo trabajan de 8:00 a 12m (medida que ya por suerte se rectificó), las colas y aglomeraciones lejos de disminuir van a aumentar, y con ellas, los enfermos?

¿Dónde quedó aquel slogan de que esta provincia había pasado de Cenicienta a Princesa con el triunfo de la Revolución? ¿Una princesa de la que nadie se ocupa, a la que nadie le «pone corazón», para decirlo a tono con la propaganda de turno? ¿Una Alteza donde 2500 familias afectadas por huracanes esperan soluciones de vivienda desde hace 19 años? ¿Una soberana a la que le aplican hasta 8 horas de apagón, para que, encima de sus ya trágicas condiciones, siga «disfrutando de lo lindo»?

Los muertos vueltabajeros, como los de toda Cuba, se seguirán subdeclarando. El SARS-CoV-2, cuando ya no tenga más habitantes que infectar, porque en cada cuadra, en cada familia, tiene su comité, terminará bajando los niveles de agresividad. Y cuando eso pase, en el NTV nos dirán que ha sido gracias a las certeras medidas de nuestro monolítico Estado/Partido/Gobierno. El 15 de noviembre se abrirán los aeropuertos. Y, como dice el jocoso (ahora dramático) refrán: «el muerto al hoyo y el vivo al pollo».

Pero la gente, la tan machacada gente que ya no digiere más promesas y discursos, ante cada nuevo dislate se seguirá preguntando cada día en voz más alta: ¿dónde diablos está el Primer Secretario?

25 septiembre 2021 34 comentarios 3,6K vistas
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sonrisa

La sonrisa y las cavernas

por Teresa Díaz Canals 12 enero 2021
escrito por Teresa Díaz Canals

«La sonrisa es lo más delicado de la expresión humana, que florece de preferencia en la intimidad, y aun a solas; comentario silencioso de los discretos, arma de los tímidos y expresión de las verdades que por tan hondas o entrañables no pueden decirse».

María Zambrano, El payaso y la filosofía

***

«A mí ya me gastó la espera. (…) Conozco el mecanismo de las trampas de la moral y el poder adormecedor de ciertas palabras. He perdido la fe en todas estas construcciones de piedra, ideas, cifras. Cedo mi puesto. Yo ya no defiendo esta torre cuarteada. Y, en silencio, espero el acontecimiento».

Octavio Paz, Visión del escribiente

Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar

Un repartidor de pan se paró el primero de enero de 2021 delante de mi casa y comentó a varios vecinos que a la panadera se había quedado la mitad del pan sin vender. También leí las noticias «no oficiales» de que en determinadas zonas del país está teniendo lugar la misma reacción. Pienso en esos niños que dependen del tal alimento mal elaborado para poder merendar en sus escuelas y recordé mi propia niñez en los años sesenta del pasado siglo.

Yo era la única estudiante que se quedaba en el aula de primer grado a la hora de la merienda. La maestra me llamaba cada día, depositaba en mi mano una moneda de cinco centavos y para que me comprara un masarreal. Han pasado cincuenta y ocho años de ese pequeño gesto cotidiano y llevo a esta educadora en mi vida como unas de las personas que me enseñó que la ética no se aprende en un aula con un discurso plano de categorías como el bien y el mal.

Asimilé que lo que puede ser mostrado no puede ser dicho, que hay una forma de conocimiento además del alfabeto aprendido en ese curso: el de ver con el corazón.

En estos momentos transitamos a no sé qué modelo de sociedad a través de cambios demoledores. Escuché a un dirigente explicar, con motivo de la discreta reducción de la anunciada tarifa eléctrica, que alguien le había comentado que quienes consumían en Cuba alrededor de nueve CUP de electricidad vivían en las cavernas.

«Bueno –respondió uno de los artífices del ordenamiento– un 22 % de la población se encuentra en esa condición». No me asombra la altanería con la que se refieren a las capas más humildes de la población cubana.

Deseo recordarle a ese dirigente que fue imposible hacer un museo con las pertenencias de José Martí, porque nada poseyó que pudiera dejarse materialmente. Solo nos dejó lo que era y no lo que tuvo. Y lo que fue el Apóstol forma parte del patrimonio moral de la nación.

El pelo largo de Martí quedó para la posteridad, pues poseía dinero del Partido Revolucionario Cubano, pero no lo empleó para cortarse el cabello.

Al buen Pedro

Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras

Porque tras mis orejas el cabello

En crespas ondas su caudal levanta:

¡Diles, bribón!, que mientras tú en festines

En rubios caldos y en fragantes pomas,

Entre mancebas del astuto Norte,

De tus esclavos el sudor sangriento

Torcido en oro, bebes descuidado,

—Pensativo, febril, pálido, grave,

Mi pan rebano en solitaria mesa

Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo

De libertar de su infortunio al siervo

Y de tu infamia a ti!—

Y en estos lances,

Suéleme, Pedro, en la apretada bolsa

Faltar la monedilla que reclama

Con sus húmedas manos el barbero.

***

Mientras muchas casas y edificios en Cuba se derrumban, mientras miles y miles de cubanos no pueden vivir de una manera decente debido a la crisis económica estructural, el flamante Estado acaba de destinar una cantidad impresionante de materiales de construcción para crear el Centro de Estudios «Fidel Castro». Me pregunto si es racional ese desbordamiento para una institución que podía haberse concentrado en un lugar mucho más modesto.

¿Hay que asistir a un palacete para estudiar un pensamiento? Para estudiar la obra del Padre Félix Varela, de José Martí, de José de la Luz y Caballero, de Enrique José Varona, de José Lezama Lima, por solo poner algunos ejemplos, solo se necesitan sus escritos y silencio.

Olvidó la burocracia estatal que representantes de la gran burguesía criolla abandonaron en la época colonial su riqueza para ir a la manigua con el objetivo de lograr la libertad de Cuba. Parece que ignora que existió un bayamés, Francisco Vicente Aguilera (1821-1877), uno de los más ricos hacendados de la región oriental que renunció a todo y murió en el frío de Nueva York, casi congelado, con los zapatos rotos.

Volvieron a las cavernas nuestros burgueses por amor a la Patria.

Julián del Casal, uno de los grandes poetas del siglo XIX cubano, fue un intelectual que vivió en cuartos de hoteles, –en la calle Prado hay una tarja que destaca la cuartería en que permaneció– y remendaba él mismo sus trajes. Perdido en sus paraísos artificiales, le llamaba a la bañadera de latón de zinc «mi tina de mármol de rosa». A menudo frecuentaba la casa de empeños y malamente pudo vivir de su labor periodística.

El poeta Lezama, fundador del Grupo y la revista Orígenes, el autor de Paradiso, subrayó en su Diario un lunes 13 de agosto de 1956 lo siguiente: «Faltan tres días para que nos paguen la quincena. No sé si pedir anticipo, o pasarme tres días sin dinero, entonces mamá me dará veinte o treinta centavos. Así me siento niño. Antes con esos 20 centavos compraba libros; ahora, tabacos».

El creador de La Isla en peso, Virgilio Piñera, en carta dirigida a su hermana desde Buenos Aires, el 31 de agosto de 1947, escribió: «…salí del paisaje habanero (…) de las intriguitas, del hambre, de los harapos… Para mí la vida no es mejorar o empeorar…Es solamente pasar, ser, asistir. (…) No hay una vida mejor que otra; lo que hay es un baño mejor que el otro, una comida mejor que la otra, y en este sentido es el único en que la persona puede sentirse más afortunada o más desvalida».

En su autobiografía Vida tal cual afirmó: «Aprendí que era pobre, que era homosexual y que me gustaba el arte».

Señor economista –uno de los responsables del ascenso del precio del minúsculo y magro pan que come la gente de pueblo, nuestra población de las cavernas–, con mucho respeto le sugiero que lea los poemas de Gastón Baquero, ese poeta ocultado por décadas. Allí podrá encontrar la mirada de la pobreza, porque parece insinuar en sus palabras que la humildad y la inocencia del mirar del pobre es la única capaz de ver el tesoro de la realidad.

Por ello se detiene en Coloquial para una elegía en «el misterio del pedazo de pan sobre la mesa» y en Primavera, es el poeta «al mismo tiempo príncipe y mendigo».

Es importante comprender la importancia de poseer riquezas, dinero, poder y ser a la vez «pobre de espíritu». «Felices los que tienen el espíritu del pobre», es una idea que pertenece al evangelio de Mateo.

Hoy descubrí que la frase «ser pobre de espíritu» la entendía totalmente al revés. Captar esa tesis de civismo creo que es un proceso que debemos asumir. En su historia y esencia, esta Isla es «pobre de espíritu» y ahí radica precisamente su gran riqueza. Aclaro que este escrito no es un mensaje de apología de la miseria, al contrario. Sí lo es en el sentido de defensa de la humildad.

Solo me queda callar y sonreír como una habitante más de las cavernas ante el punto de la verdad, de la verdad sin más.

12 enero 2021 61 comentarios 3,6K vistas
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conversa

Conversando con Harold Cardenas

por Consejo Editorial 29 septiembre 2020
escrito por Consejo Editorial

Harold Cárdenas conversa  sobre algunas interrogantes esenciales del presente cubano. Es analista político y ha sido fundador y editor de La Joven Cuba. Intenta encontrar el intríngulis de aquellos desafíos que no debemos postergar. La insatisfacción económica, la legitimidad del actual gobierno, la necesaria democracia, y la madurez para unas relaciones estables con Estados Unidos.

1) ¿Cuáles son las dificultades económicas fundamentales en Cuba? ¿Cómo afecta a la sociedad? ¿Cuánto daña la legitimidad social de las autoridades? ¿Crearía ello algún tipo de tensión social? ¿Prevé esto el gobierno?

La historia de dificultades económicas en Cuba es larga y se extiende más allá del período revolucionario. En los últimos 60 años podría destacarse el efecto del embargo estadounidense en la isla y la subordinación del presupuesto nacional a decisores políticos con poca experiencia económica. También las distintas tasas de cambio, una economía mayormente informal, el limitado acceso a divisas extranjeras y la pandemia de los últimos meses, complican la planificación y crecimiento económico en la isla. Pero quizás la mayor causa de frustración social no es el estado de la economía doméstica sino la postergación de las reformas económicas anunciadas hace más de una década.

El optimismo y relativo consenso alcanzado por Raúl Castro en sus primeros años de gobierno ha sido sucedido por un creciente escepticismo hacia la voluntad política para operar cambios profundos en el país. Esta situación de desaliento interno, alimentada por la política de máxima presión a la isla que aplica la administración Trump, tiene pocas posibilidades de provocar un levantamiento civil pero fácilmente puede multiplicar los episodios de confrontación entre sectores de la sociedad civil y la oposición cubana, con el uso de las fuerzas represivas.

Hasta ahora la evidencia indica que el Partido Comunista está delegando en el Ministerio del Interior el manejo de situaciones tensas con la ciudadanía que en décadas pasadas se resolvían por la vía política y el liderazgo del partido, de continuar esta tendencia se dañará aún más la legitimidad de las instituciones cubanas.

2) Las modificaciones que demanda el modelo social cubano requieren una sociedad civil activa. Sin embargo, esta no podría asumir dicho rol sin determinadas reformas previas que la empoderen. ¿Podría gestionar esta sociedad, con efectividad, dicho protagonismo sin acceso al derecho de asociación, a la esfera pública, a las instituciones de poder? ¿Qué concesiones de esta índole podría ofrecerle el gobierno, por iniciativa propia?

Dos factores pueden destacarse en los límites de la sociedad civil cubana: su uso por parte de sucesivas administraciones estadounidenses como herramienta para un cambio de régimen en la isla, y la animadversión gubernamental a todo tipo de organización que no se subordine a sus intereses. Un relajamiento o eliminación de las sanciones a Cuba ayudaría a ese contexto propicio en la relación sociedad civil-Estado, pero es un factor externo que depende de dinámicas internas de otra nación.

Un paso positivo que está en manos del gobierno cubano es crear incentivos para que las organizaciones que hoy operan en la ilegalidad (y la alegalidad) se inserten en la legalidad nacional, busquen formas de sustentabilidad que no estén vinculadas a fondos foráneos con objetivos políticos en Cuba, y participen con plenas garantías en su rol de actores sociales.

Otra señal necesaria que puede servir de incentivo a la sociedad civil y el país en general, es que el gobierno cubano explique su visión sobre cómo funcionaría una paz democrática en Cuba en la ausencia del embargo estadounidense, cómo insertarían a sectores políticos marginados y garantizarían el normal desenvolvimiento de la sociedad civil. La ausencia de incentivos como estos, que están totalmente al alcance de las autoridades cubanas, genera suspicacia y entorpece el diálogo nacional.

3) ¿La actual dinámica de las instituciones del Estado consiguen la relación debida con la sociedad? ¿El modo de ocupar sus cargos públicos (las autoridades) garantiza la debida legitimidad de estos? ¿Posee la ciudadanía instrumentos para convertir la voluntad social en voluntad política del Estado?

Si la base de un estado moderno es la solidez de sus instituciones, Cuba tiene mucho de qué preocuparse. Más allá de los imperativos que genera administrar un país sancionado, en la isla se han mezclado costumbres heredadas del período colonial y la república de inicios del siglo XX, con mecanismos y prácticas importadas de la Unión Soviética, ninguno de los dos es un elogio.

Un país con una herencia autoritaria difícil de admitir socialmente, con rasgos de corrupción y problemas de administración alimentados durante siglos, debe esforzarse mucho en construir instituciones sólidas independientemente del gobierno y la ideología imperante. No ha sido el caso. Los siglos de coloniaje, las décadas de dictadura y gobiernos corruptos (con notables excepciones) seguidas por el modelo de liderazgo carismático de Fidel Castro, impidieron que se aprecie el valor de las instituciones cubanas y se fomente una burocracia competente en el país. Como resultado, tenemos un gobierno donde la rendición de cuentas es algo excepcional y la opinión pública no tiene cómo chequear el trabajo de sus instituciones. La relación funcionario-ciudadano sigue siendo vertical y la legalidad protege más al primero que el segundo.

El electorado cubano también tiene una capacidad muy limitada para imponer su voluntad o sus preferencias respecto a sus gobernantes y la forma de gestionar las instituciones. Cualquier modelo de una Cuba futura debe contemplar no sólo la participación de todos los actores políticos en el país sino una reestructuración profunda de la institucionalidad nacional y su relación con los ciudadanos.

4) Cuba necesita la plena inserción en el “sistema mundo”. Para ello, evidentemente, será fundamental una relación positiva con Estados Unidos. Sin embargo, al parecer las posibilidades para ello correrán sobre la lógica de que Estados Unidos podría estar dispuesto, pero solo en la medida en que la Isla ofrezca realidades de algún modo compatibles con sus intereses y/o visiones. Esto exigiría que Cuba realice grandes transformaciones para que sea realista un arreglo concreto con el vecino del norte. ¿Cuáles serían estos cambios? ¿Cómo actuaría el gobierno cubano ante esto? ¿Qué sería posible al respecto?

Cuba tiene dos opciones básicas en su relación asimétrica con Estados Unidos: aliarse con otra nación que proteja sus intereses o alinearse con Estados Unidos reconociendo su debilidad respecto a la potencia regional. Esto último resulta particularmente difícil para una isla traumatizada por la historia de injerencia e intervención militar norteamericana en sus asuntos domésticos, con un modelo de partido comunista único, con una política exterior forjada en la Guerra Fría con alianzas radicalmente opuestas a Estados Unidos, un exilio presto a recuperar propiedades que hace seis décadas pasaron al patrimonio público y un plan de transición estadounidense que incluye la marginación política del gobierno y el partido actual.

La primera opción ha sido la norma en la relación bilateral, buscando alianzas primero con la Unión Soviética y luego más modestamente con la República Bolivariana de Venezuela, ambas han sido experiencias imperfectas y llenas de riesgos. Estas dos opciones, definidas en la teoría de equilibrio de poder de Stephen Walt como “balancing” and “bandwagoning” respectivamente, no brindan muchas opciones a la isla si la relación bilateral actual mantiene su rumbo. Sin embargo, hay una luz en ese túnel. Independientemente de las preferencias políticas e ideológicas de los decisores cubanos, una relación hostil con Estados Unidos no es sostenible a largo plazo y no beneficia el interés nacional, y esto último también se aplica al país norteño.

Para que Cuba cambie de estrategia y construya una nueva relación con Estados Unidos, son necesarios incentivos y concesiones de ambas partes, evitando posiciones irreconciliables. Exigirle cambios internos a Cuba en un contexto de emergencia sin que Estados Unidos comience a eliminar el sistema de sanciones a la isla, no sólo sería moralmente criticable sino sería interpretado como otra violación a su soberanía nacional.

El primer paso podría ser restablecer el proceso de normalización iniciado por los expresidentes Barack Obama y Raúl Castro, luego avanzar el acercamiento hacia un escenario en el que se elimine el embargo mientras se exigen garantías democráticas sobre la participación política de los ciudadanos y otras deudas que preceden el período revolucionario. Ambos gobiernos pueden explorar zonas de colaboración conjunta, comenzando por el manejo de la pandemia global y luego avanzando hacia convenios que garanticen la prosperidad y estabilidad regional.

En resumen, la construcción de una paz democrática en Cuba es imposible sin el respeto a su soberanía por parte de Estados Unidos y la superación de una mentalidad de Guerra Fría en el liderazgo cubano. Este proceso debe ser simultáneo.

Tomado de: El Poder de las Ideas

29 septiembre 2020 25 comentarios 870 vistas
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Liderazgo, discurso político y Revolución

por Consejo Editorial 15 julio 2020
escrito por Consejo Editorial

El discurso político de los grandes líderes tiene diversos usos y lecturas según la época y el interés de quien lo lee. Sirve para ilustrar, comprender épocas y procesos, pero también se emplea a veces para cerrar o evadir un debate, extraer frases, unas veces bien empleadas, otras sacadas de contexto y otras mutiladas hasta donde dice lo que sirve a alguien interesado en legitimar determinada postura. Ocurre en cualquier parte, en Cuba, sobre todo, con los de José Martí, Ernesto Guevara y Fidel Castro.

En estos días volví a leer, luego de más de 20 años de haber trabajado procesando documentos de la autoría de Fidel Castro en el Instituto de Historia de Cuba, dos importantes discursos que pronunció el entonces Primer Ministro en 1960: el del 13 de marzo en la escalinata de la Universidad de La Habana y el del 23 de junio en Río Cristal.

Dos razones movieron mi interés. Una, la reacción de algunos intelectuales y combatientes al tratamiento que dio la Mesa Redonda del 13 de marzo al asalto al Palacio Presidencial y la toma de Radio Reloj, ocurrido en esa fecha de 1957, descalificando la heroicidad del hecho y cuestionando la fidelidad al Pacto de México entre las dos organizaciones más importantes de la insurrección.

Durante casi tres meses se estuvo reivindicando a través de las redes el significado de esos hechos, la importancia de la organización que lo protagonizó –el Directorio Revolucionario (DR) fundado un año antes y devenido en DR 13 de Marzo (DR 13/3)-, en el movimiento insurreccional de los años 50 contra la tiranía de Fulgencio Batista, así como los sucesos que cobraron las vidas de muchos de aquellos jóvenes. El tono de los reclamantes terminó de subir frente a la indiferencia de los medios oficiales ante el fallecimiento, el 8 de mayo pasado, de Guillermo Jiménez Soler, Jimenito, una de las figuras más reconocidas de aquella organización. Lamentablemente, no hubo desde esos medios ni siquiera digitales, rectificación, contrarréplica, o disposición al debate sobre los asuntos cuestionados.

A diferencia de otras organizaciones, respecto al DR 13/3 subsiste en algunos intelectuales y combatientes la percepción de que, a pesar del heroísmo y las posturas unitarias que protagonizó con el Movimiento 26 de julio (M-26-7) liderado por Fidel, los exponentes suyos que llegaron al triunfo del 1º de enero de 1959, no fueron ubicados ni entonces ni después en puestos relevantes de confianza en la dirección de la Revolución. También, que no se les ha dado el espacio y reconocimiento que merecen en la historiografía nacional ni en la práctica política, a diferencia del posicionamiento que rápidamente alcanzó el Partido Socialista Popular (PSP), la otra de las tres fuerzas políticas de oposición al batistato.

Poco después de las insatisfacciones mostradas, Cubadebate publicó el discurso que Fidel pronunció en junio de 1960 ante el Directorio de 1930. Aunque no era ese Directorio el que había movido los reclamos en las redes, valía la pena releer el discurso publicitado para conocer si contenía algún mensaje de interés sobre el tema. En definitiva, no lo había ni en ese ni en el que no se publicó del 13 de marzo. No obstante, alcanzaron para pensar el discurso político como documento histórico, a través de esos dos ejemplos del importantísimo año 1960.

“Nosotros hemos recogido los frutos del esfuerzo que han realizado todas las generaciones anteriores”.    Foto: Perfecto Romero/Cubadebate

Mirar al pasado desde el ahora y a través de ese tipo de fuente posibilita pensar la historia más sosegadamente desde la distancia y los compromisos epocales. Las diferencias entre ese ayer y el hoy de Cuba son como de la noche al día. Los primeros años luego del triunfo de enero de 1959 fueron de una extraordinaria ebullición, como suelen ser las revoluciones: grandes manifestaciones, consultas populares recurrentes, traiciones, realineamientos, desgarraduras, confrontación, ilusión, pasión y hasta euforia. Solo en ese primer semestre de 1960 fueron 21 discursos, casi todos en grandes concentraciones populares espontáneas. Fue ese lapso identificado como de “histeria colectiva”, fenómeno socio psicológico que se emplea mucho en la salud pero que en el plano sociopolítico comprende la manifestación de los mismos comportamientos y estados de ánimo por parte de muchas personas cuando están agrupadas.[i]

Los discursos de Fidel Castro de aquellos años dan para comprobar ese estado. En su publicación original reproducen incluso los diálogos del líder con grupos e individuos asistentes, expresiones que corea la gente, aclamaciones reiteradas agradeciéndole los cambios y secundando todas sus propuestas. Y era una escena particularmente frecuente, todo un fenómeno sociopolítico: locaciones diversas, generalmente amplísimas, que se repletaban con hombres, mujeres y muchas veces niños apoyando enardecidos ante aquellas palabras argumentadas, viriles y cargadas también de emoción. Era, como diría el Che, “esa fuerza telúrica llamada Fidel Castro”, en un escenario muy fértil.

Una lectura adecuada de tales documentos a la altura de los 60 años transcurridos, no puede obviar tres aspectos básicos: el tipo de documento que se trata con sus ventajas y desventajas, sus contenidos básicos e ideas rectoras, quién es el orador y cuáles son sus  propósitos y el contexto específico y general en que se produce el discurso.

Lo primero es que se trata de un “discurso político”, documento expresamente público desde que se concibe, aunque fuera mentalmente porque Fidel solía improvisar. Que se dirige a grandes masas o, a un auditorio o segmento de personas de interés y responde siempre a determinados objetivos e intereses políticos que el líder pretende estimular o neutralizar. Lo segundo es que el orador es el máximo dirigente de la Revolución, se conduce con el poder que le asiste pero también a sabiendas de la trascendencia de sus palabras, consciente de la importancia que tiene ganar toda la legitimidad posible en esos primeros tiempos, como garantía para la profundización de los cambios y la defensa del proyecto.

Todo eso iba acompañado de procesos políticos importantes y muy diversos. Eran tiempos de reacomodo de fuerzas políticas, de aprovechar las fortalezas de las principales fuerzas de la insurrección, mediar en las inevitables contradicciones y procurar la unidad para avanzar con el mayor respaldo posible. En los nuevos posicionamientos políticos, era lógico que los combatientes de las diversas organizaciones de la resistencia, estuvieran interesados en escuchar de primera voz el curso de los acontecimientos y las perspectivas, y que estuvieran también observando la distribución de funciones y puestos de confianza en la nueva Cuba. También que la contrarrevolución, como hija natural de la revolución, se incrementara y terminara de estructurar ese año, con una composición diversa y tratando de reeditar la fórmula insurreccional que había dado la victoria de enero de 1959.

Los dos discursos que interesan ahora se pronunciaron en momentos que precedieron y en el que daba inicio a la escalada de  medidas y contramedidas económicas y políticas, que radicalizaron el proceso entre fines de junio y de octubre de ese año. Cada una de esas intervenciones públicas se identifica con sucesos específicos, auditorios diferentes, objetivos concretos y líneas de mensaje fundamentales, en algunos casos coincidentes y de continuidad hasta hoy.

El del 13 de marzo en la escalinata de la Universidad de La Habana era el segundo que conmemoraba desde el triunfo y esta vez en su tercer aniversario, uno de los hechos más audaces y heroicos de las luchas cubanas del siglo XX, encabezado por José Antonio Echeverría, también líder de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). Fidel discursó para todo un pueblo aunque más enfocado en los jóvenes. La conmemoración se mantendría de esa forma de manera ininterrumpida hasta 1968.

Estaba muy fresco el sabotaje al vapor La Coubre y el sepelio de las víctimas, con una impresionante concentración en la que Fidel pronunció por primera vez la consigna ¡Patria o Muerte!. EEUU aceleraba sus planes agresivos contra la isla, desde las incursiones aéreas, presiones económicas y otras contempladas en lo que 30 años después se hizo público como el “Plan de acciones encubiertas contra Cuba” aprobado cuatro días después de ese masivo acto. Poco antes, en febrero, se había producido la visita del Vicepremier Ministro de la URSS, Anastas Mikoyan.

Algunos aspectos que distinguen este discurso son: 1) Fue menos exhaustivo que el del año anterior en cuanto a los hechos del pasado que conmemoraba, incluso en cuanto a la organización líder de aquellos sucesos. Se centró más en el presente y futuro de la Revolución y el lugar de los jóvenes; 2) Crítica al pasado republicano y la debilidad de la economía cubana por la dependencia, lo que usa EEUU para presionar y castigar, por ejemplo con la reducción de la cuota azucarera; 3) el apoyo a las prioridades de los jóvenes: la edificación de  la Ciudad Universitaria con el nombre de José Antonio Echeverría”[iii], el monumento a los mártires y la reforma universitaria.

El discurso ante el Directorio del 30 ocurre tres meses después, cuando se han restablecido en mayo las relaciones con la URSS y se ha firmado el primer acuerdo comercial de suministros de azúcar y petróleo con ese país. Mientras, EEUU a través de sus empresas petroleras suspendía el envío de hidrocarburos a la Isla y prohibía a sus refinerías procesar los que procedieran de otras fuentes.  Al mes siguiente reduciría la compra de la cuota azucarera cubana. Se pronunció en un espacio más reducido, con un auditorio más limitado y centrado en el ámbito político. Un almuerzo ofrecido por esa organización política de los años 30, al que asistieron miembros y dirigentes de la misma y también la madre de Rafael Trejo, símbolo de las luchas de aquel Directorio contra la dictadura de Gerardo Machado.

Como en el anterior, el único tema importante del contexto de esos meses que Fidel no incluye en su intervención pública es el de las relaciones con la URSS. Algunos asuntos abordados el 13 de marzo los retoma, expandiéndose con otros argumentos. Otros, que allá fueron marginales ocupan ahora el centro de atención. Acaso el tópico más novedoso y a tono con un auditorio políticamente selecto, a muchos de los cuales no conocía más que por referencias, es el referido a las diferencias entre un momento revolucionario, cuando diversas organizaciones estaban en la lucha incluso con contradicciones, y un momento político como ese, luego del triunfo, en que las prioridades son otras en bien del entendimiento para el país.

Otros tres temas, que están relacionados y se manejan con muy diferentes profundidades en los dos encuentros, son los relativos a: el enemigo externo, la unidad y la contrarrevolución interna. El primero es el más reiterado. Ocupa buena parte de su intervención de marzo, destacando los enormes peligros que impone al país ese enemigo externo con las agresiones económicas, políticas y armadas, para todo lo cual avisa que hay que destinar recursos y prepararse, tanto para la defensa como para resistir las carencias económicas que sobrevendrán. Lo retoma varias veces y asocia esa capacidad de resistencia con el patriotismo, la valentía y usando como ejemplo lo vivido durante la lucha en la Sierra Maestra. También lo vincula al sentido de las conmemoraciones, que en su visión son especialmente para “afianzar ese espíritu de sacrificio, fortalecer ese estado de ánimo de quienes están dispuestos a todo (…) renunciar a todo egoísmo, renunciar a las comodidades si es necesario, para estar dispuestos a dar también nuestra cuota de sacrificio cuando la ocasión se presente.”

En el discurso de junio este mensaje está presente pero en otro tono, además de que se nota un esfuerzo importante en rechazar las acusaciones de que la Revolución se ha excedido y en que tampoco podrán culparla de eso en lo adelante porque ha sido hostilizada desde el inicio, a pesar de lo cual todavía hay intereses estadounidenses en la Isla. Adelanta y a la vez tantea el nivel de respaldo para lo que se iniciará en unos días con las grandes nacionalizaciones, de ahí que expresiones como “no nos quedaremos impasibles ante las agresiones económicas,” aparezcan en varios momentos del texto, con un mensaje sobre todo para los EEUU y también para el capital nacional.

Esboza el escenario venidero mucho menos dramático: “en los meses venideros estamos enfrentados a momentos trascendentales; (…) los acontecimientos se van precipitando; (…) se acercan meses, y tal vez años, de prueba.” Y en la alerta incluye que además de agresiones económicas podrán venir otras de tipo militar desde los EEUU. Desde fines de ese mes se dio una acelerada radicalización de las transformaciones económicas. Sobrevinieron las nacionalizaciones contra el capital extranjero, básicamente estadounidense y en principio contra las refinerías de ese país y luego de otras empresas hasta eliminar las últimas 166 en octubre, a lo que responde EEUU con la primera declaratoria de embargo a las exportaciones cubanas, a excepción de alimentos y medicinas que se agregan dos años después. Aquel ciclo de octubre del 60 se cierra con intervenciones y confiscaciones de otras muchas empresas de todo tipo pertenecientes al capital nacional, desde bancos hasta perfumerías, textiles, productos lácteos, molinos de arroz, tiendas por departamentos, circuitos cinematográficos y almacenes de la economía.

La unidad es una preocupación constante. Se argumenta siempre en sentido afirmativo y como recurso imprescindible para enfrentar los desafíos, en particular los que impone el enemigo externo. En el primero de los discursos la unidad tiene un enfoque más amplio y comprometido, insistiendo en la necesidad de asegurarla junto con el respaldo de la mayoría del pueblo, por lo que “todo lo que divida (…) es tratar de restarle fuerzas a esa mayoría (…) tenemos que mantenerla, (…) debemos saber rechazar con energía a todo aquello que pretenda debilitar las fuerzas de nuestro pueblo”. En el otro discurso, el manejo del asunto es diferente, más persuasivo y menos emotivo. Sus expresiones “Hoy nos hemos sentado todos en la misma mesa (…) y a ninguno de nosotros nos ha invadido la menor duda de que estamos sinceramente unidos”, o que el encuentro “no lo ha promovido ningún interés”,  resultan interesantes e ilustrativas de lo que aquí interesa. Hay una evidente intencionalidad política en esas frases, que responden más al “deber ser” o el “estado deseado” que a la realidad y evidencian la prioridad de lograr respaldo de las demás organizaciones de la sociedad civil cubana, que también se está revolucionando.

El tema de la contrarrevolución interna tuvo realmente peso en el segundo discurso examinado. En el primero fue secundario, se menciona solo una vez y para decir que es débil y sustentada por el enemigo externo, que sí es poderoso, de lo contrario no existiría. Pero en junio este no es un tema simple. La insistente referencia a traiciones que se habían estado produciendo desde el triunfo no es casual, aunque a la luz del tiempo y de la ciencia se sabe que ese fenómeno de reconfiguración de fuerzas y posiciones políticas que articulan una contrarrevolución, es una regularidad de las revoluciones. Así como el campo revolucionario se ensanchaba con los que se beneficiaban directamente de las medidas implementadas, que era la mayoría, en el de la oposición ocurría algo parecido al integrar a los afectados y a otros que, siendo del campo revolucionario, tenían contradicciones con el rumbo que iba tomando el proyecto, que a su juicio se estaba desviando de la plataforma que los había incorporado en otro tiempo a la lucha, lo que significaba que estaba cruzando la línea hacia el socialismo, o al “comunismo” como más se decía entonces. Se basaban en general en la radicalidad de las medidas, el acercamiento a la URSS y la apreciación de posiciones sectarias estalinistas en algunos socialistas populares en el poder. En la segunda mitad del año, solo en La Habana habían más de 40 organizaciones contrarrevolucionarias y dos de las más fuertes se identificaban como Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP) y Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR).

En los dos momentos se evidencia la intención del 1er. Ministro de usar esos encuentros para transmitir informaciones de interés político general y específico para los diferentes auditorios, interactuar con el pueblo y escrutar la reacción popular y de grupos políticos, compulsar el respaldo de la gente y la unidad frente a un escenario que avizora complejo y cargado de desafíos. Todos esos aspectos complicados y muchos conflictivos, los aborda en un lenguaje muy afirmativo, optimista, de seguridad en la victoria y tocando la sensible fibra de la idiosincrasia y la identidad nacional en las personas.

La historia en su función educativa y como recurso para legitimar el proyecto y su liderazgo está presente también en las dos intervenciones, pero de modo diferente. En marzo, ante tanto pueblo y muchos jóvenes, es muy amplio y asociado a las consecuencias de la presencia de ese enemigo externo para Cuba desde fines del siglo XIX en lo económico, lo político y en sus afectaciones a la identidad nacional y las luchas cubanas. En junio, ante el Directorio del 30, la cuestión generacional en la historia de las luchas ocupa el centro del repaso histórico. Su objetivo es persuadir y lograr apoyo de ese segmento político a la Revolución. Así que se extiende en las diferencias entre las generaciones, en particular las de 1868, la del 30 allí presente y la suya propia. Reitera su reconocimiento al aporte de las anteriores, en particular la que está presente y el ejemplo que representan para la lucha de la del 50, más comprometida con el proceso porque con menos tiempo pudo ver coronado el triunfo.

Varios discursos de esos primeros tiempos tuvieron una tónica similar. Examinando el contexto permiten comprender la prioridad que tuvo la casi omnipresencia y oratoria de Fidel en la marcha de los procesos y la reafirmación de su liderazgo, coronado al año siguiente con la victoria en Playa Girón. Lo excepcional no está tanto en los temas y los recursos del líder para convencer y articular consensos a través de gigantescas y enardecidas movilizaciones populares espontáneas, cuyo centro fueron sus discursos y un inédito ejercicio de democracia directa. La mayoría de esos temas principales y recursos los mantuvo durante décadas. Lo realmente relevante está en la novedad que representaron entonces y que correspondieron al extraordinario y definitorio momento en que toda la fortaleza, energía y capacidad creadora (arriba y abajo) se desplegaban al máximo por una nueva Cuba.

Todo y más de lo que se avizoraba, e incluso lo que se temía durante aquellos meses del primer semestre de 1960, ocurrió a seguidas. A fines de octubre el Programa del Moncada se había sobre cumplido y había avanzado de modo notorio la unidad política de las bases sociales en torno al proyecto.  Aunque el carácter socialista de la Revolución no se declara oficialmente hasta abril del año siguiente y hasta casi tres meses no surge la primera organización política única y rectora -Organizaciones Revolucionarias Integradas, ORI, que al año siguiente se convertiría en Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba, PURSC, mismo que desde 1965 asumiría el nombre de Partido Comunista de Cuba, PCC-, desde el último trimestre de 1960 quedaron a la vista dos rasgos fundamentales que siguen definiendo al socialismo cubano.

El primero, la estatización por socialización en la economía, siendo ya de propiedad estatal -salvo en la agricultura que era el 37%- más del 80% en indicadores  fundamentales: comercio exterior, banca y comercio mayorista 100%, construcción e industria 82.5% y transporte 92%.[iv] El segundo, la fórmula de organizaciones unitarias desde la base hasta la máxima conducción política ideológica del proyecto, que también funcionarían como mecanismos de control social. Se había estrenado el año anterior con las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) y se amplió durante 1960: en enero los niños y jóvenes en la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), en agosto las mujeres en la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y en septiembre los ciudadanos a nivel de barrios en los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).

El titular con que Cubadebate divulgó el discurso ante el Directorio del 30 (“Cuando se hable de la Revolución, se hablará de una sola generación”) es casi la frase que Fidel dijo ese día: “Cuando en el futuro se hable de esta obra revolucionaria, se hablará de una sola generación.” Esa ligera imprecisión en la cita da para volver a la intencionalidad política del documento y los diversos acercamientos y usos posteriores aludidos al inicio. En Fidel fue la necesidad de persuadir respecto a la unidad que necesitaba ese momento político y la oportunidad que les ofrecía para que, de cara al futuro y la historia, fueran ellos también actores directos del cambio que en ese minuto ofrecía la “generación nueva” -como la llamaban los veteranos del 30- encabezada por Fidel. En los editores, pasados 60 años, muestra el interés por extraer y sintetizar una idea en forma de consigna, que resalte en la palabra del líder un mensaje de ausencia de contradicciones y de imperativo de la unidad, en un momento en que ese tema parece preocupar mucho y ocupar muy poco.

[i] Ver de Andre Clement Decoufle: Sociología de las revoluciones, OIKOS-TAU S.A, Barcelona, 1975

[ii] También españolas, francesas, suizas, británicas y canadienses

[iii] La CUJAE, que más tarde pasó a denominarse Instituto Superior Politécnico “José Antonio Echeverría”, se fundó el 2 de diciembre de 1964.

[iv] José Luis Rodríguez García: Estrategia del desarrollo económico de Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990, p. 23

15 julio 2020 16 comentarios 1,2K vistas
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robada

La entrevista robada

por Consejo Editorial 27 mayo 2020
escrito por Consejo Editorial

Finalmente voy a hacerle una entrevista a un girovagante, como solían llamarle Raúl Roa y Alfredo Guevara a este tipo de persona. Este Girovagante es eso, un tipo que da vueltas sobre si mismo, sin consciencia de la inutilidad de su importancia. Y le teme al poder de la palabra, por eso la entrevista es robada. En esta masa informe llamada pueblo, ha sido educado al compás del metrónomo en la restricción, el reduccionismo, la descalificación, el escarpelo político y la colectivización moralizante.

Al Girovagante hay que hacerle preguntas simples sin el más mínimo resquicio a la pluralidad o la duda porque, aferrado a su espíritu ahorrativo, el tipo sólo se permitirá el uso de dos o tres ideas propias para responderte, y muchas citas y consignas. En aras de la buena comunicación, no deben usarse palabras como “libertad,  que le espanta si se trata de respetar la ajena, o “democracia”, que suele sobresaltarle, y ni se te ocurra usar ninguna derivada de la raíz disenso. El término “participación” le produce impotencia y “diversidad” pondría su identidad sexual al borde del colapso.

Su oficina: ordenada, pulcra y bien climatizada, muestra en las paredes cuatro fotografías propagandísticas que me ubican rápidamente en los paradigmas que él espera asociemos con su comportamiento laboral y personal. “Cualquier comemierda publica un libro en este país”, me suelta de saludo el Girovagante. Me invita a sentar frente al buró sintético con ribetes de modernidad, tapizado con un cristal bajo cuya transparencia apresa sus planes de trabajo, las reuniones de sistema y las directrices. Detrás los cuadros de Fidel y Raúl, “una pequeña indisciplina que me permito”, me advierte, “porque en nuestro país no practicamos el culto a la personalidad”.

Se reclina en la silla giratoria: “La Revolución ha sido tan magnánima con los llamados intelectuales que cualquier advenedizo, sin formación universitaria ni cultura política, intenta sacar los ojos a la obra suprema que le ha dado luz”. Está vestido con prendas demasiado fosforescentes, que no contribuyen mucho al triunfo proletario. “Hay quienes se dedican a criticar a los dirigentes porque son incapaces de brillar por si mismos como escritores”, comenta sin que aun éste entrevistador haya abierto la boca.

Sonríe y se acomoda los ricitos de oro, al estilo Matojo, con un gesto casi afeminado que nada tiene que ver con el personaje. “Yo vine aquí porque me dieron una misión, una tarea, y he sido formado para cumplir disciplinadamente cualquier misión que se me encomiende. Mañana puedo estar en otro lugar, incluso puedo estar en un aula impartiendo clases de lo que me gradué en el instituto pedagógico, no tengo ningún aferramiento a este puesto”.

“¿Qué tiempo usted impartió clases después de graduado en la Universidad?” Al fin logro preguntar.

“Tiempo, no. Ni un minuto. Sólo impartí clases en los ejercicios de exámenes, y a veces ni en esos, porque siempre andaba ocupado en asuntos de mi vida como dirigente estudiantil, pero estoy dispuesto a ir a un aula o adonde se decida…”

“¿Lo decida? ¿Quién lo decida?” Estoy dispuesto a pasar a la ofensiva.

“El país, por supuesto”.

“O sea, ¿convocará un referéndum para que la gente vote si usted se dedica o no a lo que estudió en la Universidad?” El Girovagante lanza una carcajada, se inclina hacia delante, pone los codos sobre el buró y me mira como el juez al condenado:

“Tú sabes a quiénes me refiero”.

“No, no lo sé, la verdad”, le respondo mientras levanta el auricular del teléfono y marca un número. “Cuando usted dice ‘el país’ –agrego-, pienso en una metáfora geográfica de todos los cubanos que vivimos en la isla parecida al caimán. Otra cosa sería ‘la nación’, o sea: todos los cubanos vivan donde vivan y sus aportaciones culturales, creo yo”.

Ante mi andanada, mira al vacío, a un punto intermedio entre la infinitud de la materia. Espera que alguien le responda al otro lado de la línea, cuelga, y se me encara como quien escruta. Le pregunto cuándo descubrió su extraordinaria vocación para liderar procesos políticos o administrativos…

“Bueno, el problema es que yo no lograba aprender a leer ni escribir muy bien a pesar de haber llegado al tercer grado por mi buena conducta y participación en las tareas. Entonces la maestra, como incentivo, me entregó una libreta para anotar a los que llegaban tarde al matutino o hablaban en la fila hacia el comedor del semi-internado”.

¿Y logró aprender a leer y a escribir correctamente?

“Sí, claro hombre, de otra manera no estuviera aquí. Pero nunca a leer letra impresa ni a escribir otra cosa que no sean anotaciones hechas en cursiva. Para lo demás está Maritza, la secretaria”.

“Sígame hablando de su trayectoria”.

“Después, como jefe de colectivo, realicé una encomiable labor en la búsqueda y captura de comedores de guayaba, y de más está decir que desde entonces participé activamente en actos políticos y desfiles conmemorativos”.

“¿Cómo espera enfrentar su nueva tarea al frente de esta entidad?”, pregunto mientras Maritza entra con unas tazas de café.

“Pensando todo en las decisiones del país, las directrices del partido y las orientaciones del gobierno provincial”.

“¿Y el pueblo, la gente de la comunidad? ¿No pensará en ellos?” Debo confesar que el café nada tiene que ver con el de la bodega.

Justo cuando se inclina hacia adelante para comenzar a responder, el teléfono suena, el Girovagante me da la espalda y habla con alguien. Se vuelve. Está más colorado que un tomate putrefacto, y es él entonces quien pregunta…

“¿Y a ti quién cojones te mandó a entrevistarme, porque ya me avisaron de que no perteneces a ningún órgano de prensa autorizado?”

Comprendo que ha terminado la entrevista.

27 mayo 2020 16 comentarios 630 vistas
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imagine

Utopía de un “Imagine” de Lennon

por Consejo Editorial 22 abril 2020
escrito por Consejo Editorial

Por hoy, aquí ha muerto el Periodismo. Yace el concepto ambiguo de objetividad. Ahora escribiré lo que de mí fluya. Solo por hoy así será, total, ha muerto el periodismo aquí. Mejor, lo he matado. He aquí una historia.

***

Son las 6:53 p.m. y he estado todo el día escribiendo. Hoy es viernes, sólo recuerdo que es viernes porque sale en la pantalla de bloqueo de mi celular. Hace tiempo perdí la noción del tiempo.

17 de abril del 2020. Faltan cinco días para completar el mes. Antes, en aquel tiempo, por nuestro grupo de whatsapp incitaba a mis compañeros de aula a protestar en la facultad ante el aumento de los casos de coronavirus en Cuba y por la que -consideraba en aquel entonces- una respuesta tardía por parte de las autoridades nacionales.

En esos días Cuba acumulaba 35 casos positivos a la enfermedad que poco antes había recibido el apellido horrorizante de pandemia. Hoy hay 1137 confirmados, pero estoy seguro que hay muchos más sin detectar. Aquello que creíamos descontrolado, era solo el comienzo. Aún hoy es el comienzo.

Aquel día, tan sólo unos minutos antes había subido un estado en whatssap del que Lisandra, una amiga del aula, comentaba: “Cuando se acabe la cuarentena retornará la libertad y el descubrimiento de destinos desconocidos.” Hablaba ella en la misma oración de libertad y descubrimiento de lugares desconocidos. No se equivocaba.

Muchas conversaciones habíamos tenido sobre mis ganas de viajar por el mundo, ganas que compartíamos ambos aún con las diferencias de destino y las posibilidades reales de retorno. Le comenté que estaba mal, que mi cuerpo y alma necesitaban libertad, que estaba cautivo, encerrado en el maldito día a día. Necesitado de amor más allá de un mensaje de texto. Loco por hablar, reír, llorar…y qué sé yo.

Su respuesta: “Ahora mismo somos una especie deprimente.” Tenía razón. Siempre he pensado que lo somos. Quizás la más deprimente de todas las que habitan el planeta. Como ella, creí tener razón cuando contesté: “Pero si lo vemos desde otro punto de vista, nos lo merecemos por todo el daño que le hemos hecho a la tierra, al resto de las especies. Sé que no pasará, pero esto debería cambiar la mentalidad de muchos.”

Ese fue el verdadero comienzo de todo. A partir de ahí, esto se puso un poco más intenso.

***

Son las 11:33 a.m. y estoy escribiendo. Suena el móvil. Hoy es domingo, 19 de abril del 2020. Una notificación de mensaje en whatsapp. Es Lisy, decía: “Eso espero. Las consecuencias de nuestros actos pueden ser funestas”. No respondo. No lo haré, al menos no en ese momento.

¿Han visto la espectacularidad de estas tardes en La Habana? Últimamente, a las 6:10 p.m. hay mucha calma. Algo ha cambiado. Las calles están vacías. Ya el sol comienza a esconderse. Mientras tanto, Lisy, -escribo- “lo digo de boca para fuera. No tengo fe en el hombre. Lo del mejoramiento humano es sólo una fucking utopía. Esto es una manada de bestias, sólo sobrevive el más fuerte”.

Ella, que es tan ella, responde: “No seas tan negativo. Todos hemos aprendido una buena lección en esta cuarentena.” Es la hora de los cuestionamientos internos. ¿Será que estoy loco o soy muy negativo? ¿cuándo dejé de confiar en el hombre, en mi? ¿de veras aprendimos? No creo estar tan distante de la realidad. Es más, solo por este momento seré objetivo. Respondo: “No somos los que decidimos. Nuestros líderes son una mierda y lo peor es que nosotros somos los que los elegimos -hablo del mundo, no de Cuba-.”

“¿Aprendimos de la Primera Guerra Mundial? No ¿De la Segunda? No ¿De las guerras coloniales en África? No ¿De los desastres nucleares? No ¿De las masacres en Asia y África? No ¿De que estamos jodiendo al mundo al propiciar el fucking cambio climático? No ¿Que estamos matando gente en los países subdesarrollados todos los días por los recursos? No. En fin… temporalmente, el coronavirus marcará al hombre. Lamentablemente, en poco tiempo todo será igual”.

“Este virus muestra cómo nuestros medios nos engañan, lo fría que resulta su cobertura mediática ¿Les importa tanto el coronavirus? Si, ahora que está en Europa y Estados Unidos. Cuando estaba sólo en China, valía mierda. Igual pasa con las enfermedades contagiosas en África o los millones que mueren de hambre”.

“Nuestros líderes políticos son un reflejo de nuestras sociedades: Bolsonaro, Boris Johnson, o el HDP de Trump. Da gracia cómo Estados Unidos se aferra a un modelo consumista, caduco hace mucho tiempo. Y cuando un tipo como Sanders quiere cambiarlo, mejorar lo malo, algunos de los latinos y negros -esos a los que “el rubio HDP” ese detesta- no lo apoyan porque es mejor convertirse en clase media que aspirar a una “comunista” equidad social.”

“Mira a Obama y su soñado plan de salud. Mira cómo Trump lo desechó y ahora pagan las consecuencias con miles de muertes… y las que faltan” Siempre todo ha sido igual ¿Por qué ahora algo cambiaría? “En fin, Lisy, aunque me duela, en este mundo no funciona el “Imagine” de Lennon”.

22 abril 2020 14 comentarios 556 vistas
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impulso

La teoría del último impulso

por Harold Cardenas Lema 20 febrero 2020
escrito por Harold Cardenas Lema

Una última oportunidad, un plan que solucionará todo, un último impulso. El exilio cubano se aferra a la esperanza de que esta vez logrará cambiar el sistema político imperante en la isla. Mientras, el periódico Granma anuncia un cronograma legislativo que ilusiona a sus lectores. En ambas orillas existe una larga historia de exagerado optimismo y promesas con fecha de expiración, infalibles por la memoria a corto plazo de su pueblo. Decía J. R. R. Tolkien que la falsa esperanza es más peligrosa que el miedo, por eso vale señalarla.

Cuando se quiere creer en algo, es fácil hacerlo una y otra vez. Es infinita la paciencia de los que ven el NTV y Fox News. Por esa razón, no se cuestionan las promesas que hizo Trump en 2017 y que sus resultados con Cuba no vayan más allá de medidas propagandísticas para ganar votos. En la isla tampoco se habla de los lineamientos económicos y sociales vigentes, cuyo cumplimiento debería ser prioridad mediática. La atención pública tiene espíritu adolescente, siempre pasando al tema de moda.

Que un grupo político cree una narrativa optimista para energizar a sus seguidores no es nada nuevo, pero que sus dirigentes lo crean sí lo es. La estructura gubernamental cubana se emociona genuinamente con la campaña de turno. Mientras, el exilio sigue construyendo su identidad alrededor de un anticomunismo atascado en la Guerra Fría, con una memoria de Cuba paralizada en el tiempo y frecuente falta de empatía a sus compatriotas.

Los batistianos salieron de Cuba pensando que regresarían a casa en cuestión de días. Pusieron su fe en las restricciones comerciales de Eisenhower, en la invasión y el embargo de Kennedy, así hicieron con diez presidentes más. Al derrumbarse el campo socialista sacaron las maletas para regresar a Cuba, hasta que volvieron a guardarlas. Cuando Bush incluyó a la isla en su eje del mal quizás fueron más precavidos, pero no faltó la emoción. El día que Trump anunció el regreso de la mano dura, hubo lágrimas de emoción en la Florida. A John Bolton le resultó fácil ir a Miami en 2018 y prometer a exiliados latinos que la troika de Venezuela, Nicaragua y Cuba se derrumbaría pronto, lo difícil sería lograrlo. Después de año y medio, el gobierno de Maduro está más sólido en el poder y las protestas callejeras ya no afectan a Ortega. En Cuba hay escasez pero el pueblo está lejos de una rebelión y los sectores conservadores dentro del Partido y el gobierno se posicionan cada vez mejor. 

Desde Cicerón, todo discurso político pide a sus seguidores una de dos cosas: creer en algo o hacer algo. El exilio cubano ha intentado ambas una y otra vez, aún hoy sigue depositando su fe en la voluntad del presidente estadounidense de turno en lugar de dialogar con La Habana. En la isla tampoco es muy distinto.

Los sueños de una zafra benefactora, la industria avícola que nunca existió, el sistema eléctrico infalible o un país de cultura inigualable, por lo general quedaron en eso. Tampoco fue reciprocrada la fe reciente en un proceso de reformas, en el debate nacional que dio lugar a los lineamientos y en la normalización de relaciones con el imperio de turno. Algunos sueños no se cumplieron por problemas vinculados al liderazgo del país, otros porque no habían condiciones para hacerlo, otros por zancadillas externas y algunos por azar. Sin embargo, metas impensables como el polo biotecnológico o la subsistencia durante la crisis de los 90, se hicieron realidad. Quizás la promesa mejor cumplida haya sido la de continuidad.

Hay una razón por la que siempre encontramos un plan nuevo: mantener vivo el interés público en función de la causa que se defiende. Para hacerlo es necesario ilusionar a la audiencia con un objetivo aparentemente cercano, no importa que la historia demuestre lo contrario, en política la emoción es lo que impera. La teoría del último impulso en Miami prolonga el conflicto entre ambos países y en Cuba impide una mirada a largo plazo sobre los problemas de la isla. Cuando el pathos sustituye la razón y las falsas esperanzas se vuelven moneda de cambio, debemos alertar a la opinión pública. También en un último impulso.

20 febrero 2020 34 comentarios 568 vistas
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