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Serpiente (2)

La brecha generacional

por Harold Cardenas Lema 8 noviembre 2021
escrito por Harold Cardenas Lema

El 11 de julio una gran cantidad de cubanos salieron a las calles en una protesta política sin precedentes. Según imágenes disponibles muchos de ellos eran jóvenes. Durante años se ha hablado y advertido sobre marcadas diferencias generacionales en Cuba, ahora las encuestas y el malestar social parecen confirmar la fractura entre viejos y jóvenes. Esto puede traer esperanza para algunos, pero la falta de valores democráticos en la cultura política cubana y la creciente radicalización son un mal presagio para el futuro.

Una historia de ruptura vs continuidad

La conceptualización de generaciones en Cuba puede ser tan política como académica. Diferentes escuelas de pensamiento priorizan la continuidad generacional, mientras que otras se enfocan en el factor de ruptura. Esto se asemeja a la propaganda del gobierno en la Isla y su insistencia en la continuidad política frente al cambio. Para los propósitos de este artículo, abordaremos hasta qué punto las generaciones más jóvenes pueden estar evitando tal continuidad y abrazando una ruptura en el nuevo Zeitgeist cubano.

Durante décadas la simbología de la Revolución se ha centrado principalmente en los rebeldes que derrocaron al dictador Fulgencio Batista, y especialmente en la figura de Fidel Castro. Esto no logró transmitir un sentido de pertenencia política a las nuevas generaciones, a menudo sujetas a los caprichos de sus predecesores. Se necesitaron sesenta años para que una nueva generación asumiera el poder en la Isla y aún así ocurrió en un ecosistema político cerrado y con ciertos límites pre-establecidos.

Alabar la «generación histórica» ​​de la Revolución es un ritual necesario para todo aquel con aspiraciones políticas dentro del Estado. Las dinámicas sociales e institucionales que impiden cambios en Cuba están tan arraigadas que una transformación real requiere más que voluntad presidencial, necesita crear condiciones propicias a los sectores que buscan reformas dentro del sistema.

Los jóvenes defensores de reformas (incluso con inclinaciones de izquierda) tienen dificultades para avanzar en la escalera burocrática, a menudo excluidos de cualquier posición de poder. El liderazgo natural se percibe como problemático. En un pasado cercano, las universidades recibían órdenes de identificar «líderes negativos» y hacer seguimiento de su comportamiento.

El Partido Comunista (PCC) controla el presupuesto y el liderazgo de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), que a su vez controla la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU). Estas son las únicas organizaciones políticas legales para la juventud cubana. Las protestas del 11 de julio encontraron gran parte de la juventud desvinculada de estas instituciones, que hoy carecen de credibilidad y operatividad.

Dada la renuencia del gobierno en el pasado a extender Internet, las medidas de distanciamiento social por la COVID-19 pusieron a la Isla en la peor posición posible para una estabilidad política. Suficiente conectividad para acceder a unas redes sociales altamente politizadas, pero insuficiente para estudiar o trabajar desde casa en una escala masiva.

Para muchos, las redes sociales son su único contacto con la realidad y en un país marcado por la falta de oportunidades, el activismo político es el único control que tienen sobre su futuro. Así se van formando nuevos liderazgos en línea, más efectivos que sus contrapartes en las instituciones.

El deseo de cambio comienza en casa; muchos jóvenes solo necesitan ver el presente de sus padres y abuelos para desear algo diferente. A pesar de una serie de promesas y períodos de esperanza, la resistencia del gobierno a reformar profundamente la economía y la política interna solo agrava la desconfianza en el futuro. En este escenario, el discurso de continuidad del presidente cubano no solo es un error, sino que hizo inevitable el 11 de julio.

Los números (y los emigrantes) no mienten

La información cuantitativa sobre preferencias políticas y comportamiento social puede ser escasa y difícil de encontrar en Cuba. Las encuestas independientes no están permitidas (aunque se han realizado algunas) y la información recopilada por el Partido Comunista es solo para sus ojos. Para comprender los cambios generacionales, tenemos que mirar más allá y observar el comportamiento de los migrantes. Florida es el centro más grande de inmigrantes cubanos y la información recopilada sobre los recién llegados puede decirnos mucho acerca de lo que está sucediendo en la Isla. Datos valiosos de Florida y Cuba arrojarán algo de luz sobre las diferencias generacionales.

Una encuesta realizada en el otoño de 2016 por NORC, en la Universidad de Chicago, brinda un vistazo poco común a la opinión pública cubana. Según la investigación, «los cubanos de más edad tienen doble de probabilidad que los más jóvenes de tener una perspectiva positiva sobre la economía actual. El 23% de los cubanos de 65 años o más dice que la economía es excelente o buena en comparación con 1 de cada 10 cubanos más jóvenes». Esta brecha en expectativas y la rendición de cuentas al gobierno en lo relativo a la economía fue en 2016, antes que la administración Trump eliminara el proceso de normalización de relaciones y el COVID-19 paralizara la ya frágil economía. Podemos esperar una mayor diferencia ahora.

La encuesta Cuba 2020, de la Universidad Internacional de la Florida, proporciona datos sobre las diferencias generacionales en la diáspora. Las personas mayores adoptan políticas aislacionistas de línea dura hacia Cuba, con el 68% de los inmigrantes anteriores a 1995 apoyando las sanciones en comparación con el 54% de otros inmigrantes. La política de máxima presión para promover un cambio de régimen en la Isla tiene 64% de apoyo en inmigrantes de antes de 1995 y un 59% en los que arribaron después. Viejos rencores y traumas personales juegan un papel en este fenómeno, pero también el mito de que un cambio político está a solo un empujón.

La elección presidencial de 2016 catalizó las preferencias políticas de los cubanoamericanos.

La administración Trump creó condiciones propicias para influencers de extrema derecha en las redes sociales, la mayoría de ellos jóvenes, que a su vez lograron nuevos niveles de agitación y movilización política. Las cifras cambiaron drásticamente desde 2016: el anterior 72% de apoyo a las relaciones diplomáticas cayó a un 59% en 2020 y el 34% de apoyo a las sanciones estadounidenses aumentó también a un 59%.

La tendencia de inmigrantes sumándose a las filas demócratas y apoyando la normalización se revirtió. Hoy en día, la maquinaria republicana es extremadamente eficaz reclutando recién llegados a Miami: el 76% de los votantes registrados que entraron entre 2010 y 2015 informaron que se habían registrado como republicanos. Hasta la fecha, el Partido Demócrata muestra poco interés en romper la maquinaria de radicalización de inmigrantes hacia políticas conservadoras.

Una de las conclusiones de la encuesta es que «el Partido Republicano está recibiendo una infusión de nueva energía de los cubanoamericanos recién llegados». Si bien la encuesta de NORC sugirió años antes que la mayoría de cubanos con deseo de migrar a los EE.UU. eran jóvenes y apoyaban la normalización, una vez llegados a la Florida parecen adaptarse rápidamente al contexto político conservador y abrazar la política de máxima presión sobre sus pares en la Isla como un método legítimo. La falta de valores cívicos y democráticos en la educación y la esfera pública cubanas contribuyen a esta carencia de empatía una vez que los cubanos están fuera.

Vulnerabilidades cubanas

La trumpificación de la política estadounidense hacia Cuba y su cruel efecto en la vida cotidiana tuvo un impacto generacional en la Isla. El optimismo y la esperanza en el futuro fueron reemplazados por una inercia pesimista y crecientes esfuerzos de las generaciones más jóvenes para emigrar. El COVID-19 llegó luego para quitarles la esperanza en el presente. El 11 de julio pudimos vislumbrar el descontento y la desesperación de muchos, pero una situación tan vulnerable no está exenta de peligros.

Con más acceso a Internet, muchos jóvenes, en su mayoría de áreas urbanas, están moldeando sus ideas políticas basándose en información proporcionada por amigos y familiares en el extranjero. Esto no sería necesariamente nocivo salvo que muchas veces esta influencia proviene de ciudades como Miami y Madrid, epicentros de políticas conservadoras en Estados Unidos y Europa.

Tales interacciones crean entre los jóvenes la percepción de que la cultura política de la Florida es el paradigma en la política estadounidense o que VOX en España representa la norma europea de desarrollo político y económico. Las ideas socialdemócratas de los países nórdicos o el movimiento por el socialismo democrático en Estados Unidos son rechazadas por las autoridades cubanas y en su mayoría, ignoradas por nuevas generaciones deseosas de incorporarse a las tendencias políticas globales.

Fascinados con las posibilidades de expresión que brindan las redes sociales, los cubanos tienen poca conciencia de los peligros a la democracia y el consenso que representa la interacción digital.

En muchos países vemos cómo las cámaras de eco y las realidades alternativas en Internet contribuyen a ideas preconcebidas y radicalizan aún más a grupos con diferentes inclinaciones políticas y edades. El gobierno cubano se ha centrado en controlar el acceso y la expresión en Internet, primero cortando las redes sociales cuando lo considera necesario y segundo, con el Decreto Ley 35 que prohíbe la difusión de noticias falsas y la incitación a la violencia. El problema es que el frágil estado de derecho cubano permite a las autoridades considerar cualquier cosa como falsa o incitante.

Como el gobierno dependió del liderazgo carismático de Fidel Castro durante décadas, a menudo se ha menospreciado y descartado la ciencia de la comunicación política como una trampa burguesa. Si bien las generaciones mayores mantienen más lealtad al partido, los nuevos líderes comunistas no son particularmente cautivadores para la juventud y, como nunca han necesitado ganarse la opinión pública, les cuesta competir con jóvenes disidentes que son producto de un proceso de selección natural en las redes.

Decirle a la audiencia lo que quiere escuchar, reforzando ideas preconcebidas e imposibilitando cada vez más el consenso nacional, es una práctica común en los extremos políticos. Esta batalla por los corazones y las mentes de los cubanos tiene un público objetivo maduro para la demagogia y sin experiencia en los trucos del populismo. Pese al entusiasmo digital y las oportunidades que brinda Internet para la relevancia individual, las redes sociales ofrecen pocos incentivos para el pensamiento crítico o los matices.

El embargo estadounidense merece una consideración especial al analizar la brecha generacional. Los mayores recuerdan una vida de apoyo soviético y relativa abundancia en Cuba, mientras que los más jóvenes solo conocen la crisis y la eterna justificación del embargo estadounidense. Incluso cuando las sanciones de Estados Unidos no están dirigidas a los funcionarios del gobierno, sino que afectan a todos los ciudadanos cubanos, no todas las edades culpan por igual su sufrimiento al gobierno de los Estados Unidos. Las generaciones más jóvenes que han crecido escuchando constantemente a los funcionarios cubanos culpar al embargo estadounidense son más escépticas ante esta explicación de los males económicos de Cuba.

Muchos jóvenes intelectuales, periodistas y activistas, son conscientes de que usar presión económica para lograr objetivos políticos no es una práctica legítima a los ojos del derecho internacional, pero aún así evitan denunciarlo (o al menos lo hacen con menos frecuencia que las cuestiones internas) para evitar ponerse del lado del Partido Comunista.

Con el tiempo, el abuso del embargo por parte del gobierno cubano para explicar las penurias internas provocó rechazo y subestimación del efecto de las sanciones. Ahora que Estados Unidos continúa enfocándose en provocar mayores penurias entre los cubanos, mencionarlo es como la fábula de Esopo: el gobierno gritó «lobo» con demasiada frecuencia. Los manifestantes del 11 de julio probablemente no vieron mucha responsabilidad de Estados Unidos en sus desgracias.

Podemos encontrar una correlación directa en Cuba entre la escasez económica y el malestar político, lo que explica la determinación de Estados Unidos de continuar con las sanciones masivas contra la nación. Como lo explicó un funcionario del gobierno de Estados Unidos en un famoso memorando de 1960: «El único medio previsible de enajenar el apoyo interno es a través del desencanto y el descontento basado en la insatisfacción y las dificultades económicas».

Los acontecimientos de julio probablemente corroboran e incentivan la táctica de asfixia económica, inhumana e irrespetuosa del derecho internacional como es. La administración Biden carece de una política hacia Cuba, en cambio prioriza su estrategia electoral en Florida para las elecciones de mitad de término en 2022. En la práctica, la administración Trump no ha terminado para los cubanos y la estrategia de cambio de régimen cuenta con la brecha generacional para lograr su objetivo.

Este escenario de mala gestión gubernamental y sanciones externas dificulta determinar dónde termina el embargo y comienza la responsabilidad estatal, una pregunta que solo el fin de las sanciones respondería. Las actividades de cambio de régimen patrocinadas por el gobierno de EEUU también plantean la pregunta: ¿cuánto del 11 de julio fue un hecho doméstico espontáneo y cuánto es producto de factores externos?

Ciertamente, las dificultades económicas prolongadas y el aumento de la radicalización embrutecen el comportamiento sociopolítico y conducen al extremismo violento. Una Cuba desestabilizada, fracturada por ideologías y diferencias generacionales a sólo noventa millas de Estados Unidos es un fenómeno nuevo que podría tener cauces imprevistos.

Hay poco interés en los gobiernos de Estados Unidos y Cuba por hacer el trabajo arduo de cultivar los valores democráticos y la moderación necesaria para el consenso nacional.

Mientras muchos se concentran en la política, otros aprovechan este momento vulnerable en Cuba. Cada día las iglesias evangélicas se expanden y su agenda socialmente conservadora se enfoca en todas las generaciones. Hemos visto históricamente lo que sucede cuando un gobierno comunista comienza a colapsar: la religión llena el vacío ideológico como hizo en los países postsoviéticos. El contribuyente estadounidense ya está ayudando a financiar estas actividades, en la última década Evangelical Christian Humanitarian Outreach for Cuba ha recibido millones de dólares de USAID para proyectos que combinan religión con activismo político.

Recientemente, el gobierno cubano propuso un Código de Familia que legaliza el matrimonio igualitario. Los grupos conservadores y particularmente las iglesias evangélicas se movilizan ya en su contra, tal como hicieron en 2018 cuando obligaron al gobierno a eliminarlo del proyecto de Constitución. En Washington se presta poca atención a que los contribuyentes estadounidenses financien una agenda conservadora anti-LGTBQ+ en Cuba.

Un último factor que contribuye al malestar social es el propio comportamiento del gobierno cubano. Con una población sedienta de cambios, cualquier político decente se embarcaría en un programa de reformas para aumentar el apoyo social. El Partido Comunista ha prometido esos cambios una y otra vez, pero ha cumplido muy poco.

Cuando Raúl Castro asumió el poder en 2008, inició un proceso de reformas limitadas que el pueblo celebró como una señal positiva, pero luego fueron frenadas por la línea dura dentro del partido. El actual presidente Miguel Díaz Canel es vulnerable, carece del poder simbólico (y posiblemente la capacidad o voluntad) de ir mucho más lejos que Raúl Castro. Esta dinámica institucional y el fortalecimiento durante los años de Trump de los ideólogos comunistas formados en la Guerra Fría, disminuyen las posibilidades de cambio interno.

Una señal positiva para recuperar los corazones y las mentes de los cubanos sería tomar un enfoque inclusivo hacia los exiliados cubanos y la oposición, celebrando la unidad nacional en lugar de exacerbar las diferencias políticas. Las autoridades cubanas están haciendo lo contrario, radicalizando aún más a su pueblo y alienando a la juventud que protestó el 11 de julio.

Zeitgeist

Los manifestantes del 11 de julio probablemente se sintieron la vanguardia de la nación. Después de todo, cuando Fidel Castro asaltó el Cuartel Moncada en 1953 con 135 hombres y mujeres, la mayoría de los jóvenes en Santiago de Cuba estaban celebrando el carnaval de verano. Un pequeño grupo definitivamente puede cambiar el curso de la historia de Cuba, como ha sucedido una y otra vez. Pero atribuir representación generacional a un grupo específico o una generación específica significa privar de sus derechos a otros. Los líderes de la Juventud Comunista y los jóvenes disidentes tienen algo en común: ambos afirman ser la voz de la juventud y se consideran a sí mismos el futuro de la nación. Ambos no pueden tener razón.

Los medios estadounidenses se centran en activistas de oposición en las zonas urbanas, dando poca o ninguna voz a los grupos rurales o activistas no opositores. Este comportamiento imita la práctica del gobierno cubano de dar voz solo a sus seguidores. El caso es que Cuba es una nación dividida por generaciones e ideas, algunas a favor y otras en contra del gobierno. Un activista arrestado y abusado el 11 de julio es Leonardo Negrin, un estudiante socialista de 21 años de La Habana que se opone tanto al embargo estadounidense como a la represión gubernamental de los manifestantes. No obstante, está lejos de ser el luchador por la libertad promedio que imaginan las élites políticas en el Estados Unidos.

La realidad a menudo supera las expectativas y los estereotipos extranjeros sobre Cuba. Entre el extenso metraje de la protesta, podemos encontrar a padres y abuelos. Hay una inclinación a la crítica entre los jóvenes pero la protesta no parece generacional per se, ni puede ser simplificada en sus objetivos y composición social.

La brecha generacional es una realidad, pero es difícil medir qué tan lejos y profundo se extiende. Los comunistas todavía tienen organizaciones juveniles con seguidores, algunos movilizados por interés propio y creencias verdaderas. El futuro del gobierno cubano depende de su capacidad para transformarse y reconstruir el consenso nacional. El primer paso sería reconocer que los cambios son una oportunidad de renovar su mandato, pero el Partido Comunista sigue obtuso.

Con cada generación, las alternativas son más sesgadas y extremas entre la izquierda y la derecha, pero los desafíos que enfrentan los partidarios del gobierno y la oposición siguen siendo los mismos de hace mucho tiempo. Los comunistas son incapaces de combinar su deseo de justicia social con normas democráticas y prosperidad económica. Muchos disidentes no pueden conciliar su búsqueda de libertades individuales en Cuba con la preservación de la soberanía nacional. Irónicamente, el Héroe Nacional José Martí tenía una visión que incluía ambas, las libertades individuales y la independencia, particularmente de Estados Unidos. El hábito de elegir a dedo cuáles libertades y derechos son válidos defender y cuáles no, es un problema nacional.

La oposición gana impulso y la desobediencia social denota diferencias generacionales, pero tiene sus límites. Los críticos al gobierno pueden reclutar eficazmente en la crisis actual, pero parecen depender de la angustia económica para ser efectivos en traer seguidores a su causa. A pesar de las afirmaciones, el 11 de julio no fue planeado por ningún grupo político, sino que fue principalmente una movilización espontánea. Los disidentes hasta ahora han carecido de un plan de gobierno específico; la mayoría de ellos no van más allá de abogar por derrocar al gobierno. Lo que traerá la oposición a la mesa como alternativa al estado comunista es una excelente pregunta, hasta ahora ha habido poco escrutinio en su agenda.

Dada la naturaleza radical de las fuerzas políticas compitiendo en Cuba, ¿qué tan diferente sería reemplazar un gobierno autoritario de izquierda por un gobierno autoritario de derecha? ¿Un burócrata estalinista con un clon de Bolsonaro en el Caribe? ¿Son la extrema derecha y la extrema izquierda las únicas alternativas, o simplemente las más incentivadas en este momento? ¿Cuál es la responsabilidad propia y la de otros en la miseria de los cubanos?

Las diferencias generacionales y el rechazo al Partido Comunista van en aumento, pero no es el caso con los valores democráticos. Distraídos por los eventos del 11 de Julio y el anuncio del 15 de noviembre, los analistas deberían jugar un rol menos propagandístico de las fuerzas políticas en pugna y prestar más atención al comportamiento radical proveniente de ambos extremos, así como la falta de empatía que provoca la polarización. La brecha entre generaciones e ideas no será particularmente útil para construir un consenso democrático en Cuba.

(Texto traducido y revisado del original publicado en el dossier The Road Ahead: Cuba after the July 11 protest, organizado por el Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos de American University en Washington DC)

8 noviembre 2021 42 comentarios 2.537 vistas
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La semiótica del Durakito

por Alejandro Muñoz Mustelier 22 agosto 2020
escrito por Alejandro Muñoz Mustelier

El fenómeno del subdesarrollo, más allá de la economía, atraviesa un aspecto mucho más subjetivo e igual de difícil de superar: el pensamiento. El subdesarrollo individual impide el desarrollo económico, y este a la vez lastra de vuelta al desarrollo individual. Esta serpiente que se muerde la cola es el laberinto de los países pobres.

Después del 1959 en Cuba se intentó cortar este círculo vicioso empezando por el individuo, que es lo que había más a mano. La universalización de la educación y los programas culturales dieron sus frutos acaso en la década de los ochenta, coincidiendo, no casualmente, con el período de mayor abundancia y mejor distribución material de la historia de Cuba.

El período especial de los noventa invirtió la realidad económica pero ya había generaciones completas formadas antes de la crisis que sostuvieron, quizás por quince años más, el estandarte de la educación. De esa forma hubo un período de pobreza acentuada en el que de todas formas no nos parecíamos en pensamiento a ningún país de la región. Éramos una nación atípica con economía de subsistencia y conciencia social.

Entre errores internos, políticas extranjeras, meteorología y patógenos la economía cubana ha fluctuado de aquí para allá pero en esencia sigue siendo de subsistencia, sin embargo la conciencia social ya no nos acompaña.

Las generaciones que se formaron en el período especial vivieron otra realidad: las carencias, los apagones de doce horas, el hambre y la supervivencia del menos lastrado por conceptos éticos; los códigos morales aceptaron la corrupción y surgió una ideología informal que justificaba cualquier acción en provecho propio. Pero los protagonistas aquí son los hijos de la generación del 90.

Jóvenes de 13 a 20 años han creado una semiótica tras la cual Cuba vuelve al subdesarrollo más difícil, el del pensamiento.

Este regreso al subdesarollo no va de particularidades lingüísticas -puesto que toda nueva generación deforma el idioma a su gusto- sino de formas de vestir, de la desesperación por romper axiomas. La infancia y la adolescencia son influidos por tres elementos: escuela, familia y sociedad.

Es este triángulo de influencias el que potencia y orienta al individuo; pero es menester que sea un triángulo, y para que sea así debe haber tres ángulos según la geometría básica de la primaria –que todavía recuerdo-. No obstante, la principal influencia en estas generaciones viene de sus coetáneos, de sus socios, de sus amigos, de su grupo.

En Cuba la escuela tiene organizaciones dedicadas a aunar a los jóvenes, entre otras, la FEEM y la FEU. El problema está en que estas no se parecen en nada a los jóvenes que intentan convocar, ellos buscan a sus semejantes en opiniones y gustos estéticos, son sus semejantes quienes los evalúan y regulan, es Vygotskiano y es cierto.

Lamentablemente las organizaciones estudiantiles comparten estéticas que responden a otros momentos históricos del país, y sus esfuerzos con entronizar en el gusto de las nuevas generaciones, a pesar de ser bien intencionados, son estériles y muchas veces burdos.

He aquí que en este triángulo la escuela pierde, porque además, luego del período especial, la enseñanza ha entrado en una crisis de recursos humanos, ha descubierto la corrupción y ha simplificado los programas de estudio ¿El triángulo desaparece? Para nada, es mágico, donde se desdibuja un ángulo aparece otro.

Los jóvenes tienen acceso completo a la multimedia y a los contenidos actuales de las redes sociales, he aquí la “otra escuela”. Consumen estos contenidos sin control y sin orientación. La familia, la generación anterior no puede orientarlos en un espacio que apenas conoce por su novedad tecnológica. Es el espacio mismo quien los orienta o desorienta, quien los informa o desinforma sin criterios éticos o estéticos.

Las consecuencias son jóvenes homologados por el mercado, idénticos en moda, gustos y criterios puesto que consumen los mismos productos audiovisuales. Durakitos. Y he aquí un aspecto de gran peligro ya que estos productos comúnmente muestran ídolos que van desde figuras de la cultura cuyo mayor logro es ostentar bienes materiales hasta narcotraficantes, son casi ausentes los modelos de conducta positivos.

Los jóvenes van creando toda una subcultura alrededor de la violencia y lo material que es parte ya del ideario adolescente de miles y miles de individuos. Aunque todo depende de la situación geográfica, y en el caso de La Habana del municipio o del barrio, actualmente pocos lugares se libran de esta semiótica, llamémosla del mal gusto, aunque gusto es un término relativo, llamémosla entonces del gusto por lo fácil dentro de la música, el cine, los shows de televisión o los canales de YouTube: la semiótica del durakito, así, con k.

Ropa, teléfono, zapatos, bisutería, lugares de moda, migración, he aquí todas y cada una de las aspiraciones, que en principio no están mal, siempre que se tengan otras aspiraciones de fondo, y aquellas no sean las primeras. La nueva semiótica también implica la imposibilidad de crear o entender juicios complejos porque los productos audiovisuales simplifican el mundo, exponen una visión en blanco y negro, en buenos y malos, en tener y no tener.

La sexualización de la mujer es otra de las constantes en esta semiótica.

Muchas de las adolescentes, he aquí lo triste, tienden a sexualizarse porque es lo que la “otra escuela” les ha enseñado y muchas veces carecen de otro punto de vista y de orientación. Así, hay un aumento alarmante de embarazos e ITS en menores de edad y en la población joven en general a pesar de todos los programas nacionales de orientación sexual.

Además hay un altísimo índice de consumo de alcohol en menores de 16 años. Todo esto obedece a que, muchas veces, hay poco control parental y carencia de respeto por las figuras de autoridad, sean cívicas o filiales, he aquí una de las principales enseñanzas de la “otra escuela”.

Estos grupos etarios llegan a ser partícipes activos en la corrupción, por ejemplo, la compra-venta de exámenes en las instituciones educativas, con o sin la complicidad de los padres. Pero todo ello tiene incluso un lado más oscuro, y es la propensión a la violencia, a la violencia más pura, la de hierro y arma blanca. En Cuba desde hace algunos años ha habido un incremento de las organizaciones criminales juveniles: las pandillas, las bandas.

Ya no están caracterizadas por reunir individuos de la misma cuadra y molestar al vecino, quizás abusar de otros jóvenes; ahora tienen nombres, lemas, incipientes códigos de honor, y matan. De más está decir que no existen estadísticas públicas sobre el tema, pero un juicio empírico, y lo pequeño de la ciudad arroja una visión nada positiva sobre el tema.

Nunca es bueno hacer generalizaciones, los adolescentes arrastrados hacia la nueva semiótica no son todos, menos de la mitad quizás, pero son suficientes para desmembrar un país, cambiar el ideario nacional, lograr que el subdesarrollo individual se sume al económico, que la serpiente se muerda la cola otra vez. La solución no está a la vista.

Por lo pronto apuntalar la escuela podría ser un analgésico pero hay que saber qué hacer con el resto de los componentes del triángulo: familia y sociedad, tan dentro del subdesarrollo económico que muchas veces no tienen fuerzas para combatir el de pensamiento, tan arraigado que incluso superando la crisis económica, pudiera demorar décadas en ser erradicado, décadas en el mejor de los casos.

22 agosto 2020 17 comentarios 547 vistas
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La nueva religión

por Alina Bárbara López Hernández 8 abril 2019
escrito por Alina Bárbara López Hernández

En un artículo anterior valoré como inoportuna la campaña publicitaria lanzada por la UJC el verano pasado, que demandaba disfrutar Cuba con alegría precisamente cuando se percibía un arreciamiento de la crisis económica. Al ver la campaña pre-congreso que concibieron para el 4 de abril pasado, mi sugerencia es que despidan al equipo de relaciones públicas de la organización.

Acabamos de vivir un período de efervescencia cívica, debates y controversias sobre la nueva Constitución. Se afirma que ya inició el relevo generacional. Se hace referencia constante en los medios al carácter revolucionario y combativo de la juventud cubana. No obstante, esta campaña parece más un culto religioso con matices mesiánicos —que incluye una velada en Tierra Santa—, que la rememoración de un político considerado ideológicamente afín al marxismo.

Se desconoce la determinación del propio Fidel, dada a conocer tras su fallecimiento, de no hacer de su figura un foco de culto.

No es la primera vez que un objeto atribuido a una figura histórica se entrega como alegoría. El machete de Máximo Gómez, por ejemplo, se otorga en Cuba a personas e instituciones cuya obra y desempeño hayan trascendido. Pero entre un machete y una cuna como emblemas existen significativas diferencias.

El primero posee resonancias heroicas, nada de interferencias divinas ni mucho menos, puro valor y coraje para enfrentar a ejércitos mejor armados… y vencerlos. Eso sí transmite un mensaje, codifica una idea aglutinadora, que a fin de cuentas es la función de un símbolo.

De la segunda no logro comprender el sentido alegórico. En una cuna un niño simplemente puede yacer y dormir, funciones necesarias para la vida de cualquier persona. Hasta donde recuerdo, solo un niño realizó un acto heroico en su cunita: Hércules cuando liquidó a las serpientes, pero eso es parte de la mitología grecolatina.

La cuna fue entregada como “símbolo de continuidad”. Mi pregunta es sencilla, ¿qué paradigma podemos recepcionar de un bebé de pocos meses? Si hubieran entregado la réplica de la comandancia de La Plata, o un arma personal de Fidel, hubieran sido más consecuentes. Sin embargo, la cuna enfatiza en la idea de que debemos agradecer el simple hecho de que el líder naciera. Esto contradice la dialéctica marxista y sus categorías de casualidad y necesidad.

Secretariado de la UJC entrega réplica de la cuna de Fidel y Raúl al Primer Secretario del Partido de Holguín. Foto: Roberto Suárez/JR

A cambio propongo que sea entregado un micrófono como símbolo. Quizá entonces la Secretaria General de la UJC sea capaz de improvisar un discurso motivador y elocuente, como era característico del gran orador que fue Fidel.

“Nuestros enemigos, en la guerra cultural e ideológica que nos hacen, apuestan por la desunión y el individualismo”, afirmó Susely Morfa en el acto. Considero que además de cuidarnos de los adversarios, potenciales y reales, la organización se mire por dentro y se ajuste más a los tiempos que vivimos y a las exigencias de las jóvenes generaciones.

La convocatoria a un “congreso transformador” no se relaciona en lo absoluto con la imagen tradicionalista y cuasi religiosa de la cunita. Bien criticaba Engels al líder proletario Weitling, fundador de la Liga de los Justos, por intentar conducir el comunismo por las vías del cristianismo primitivo. Nuestra UJC parece presta a lo mismo. Al menos ya tenemos pesebre.

8 abril 2019 64 comentarios 759 vistas
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exilio

El exilio interno

por Mario Valdés Navia 7 junio 2018
escrito por Mario Valdés Navia

Hoy la emigración es un fenómeno mundial, entre Internet con su economía electrónica y la extensión de las comunicaciones aéreas, los terrícolas vivimos en una aldea global. Aproximadamente un 10% de los cubanos vive en el exterior, a lo que se suman sus descendientes que pueden sumar otros tantos.

La cifra es alta pero no es nada extraño para un país del Tercer Mundo que, durante más de medio siglo, ha sido afectado/favorecido por el gobierno de los EEUU para que sus habitantes lo abandonen por cualquier vía y se acojan a los beneficios que se les brinda como exiliados políticos. Si esta política se hubiera extendido a toda América Latina hoy los estadounidenses serían una minoría étnica en su propio país.

Más preocupante es la cuestión de la calidad superior de la emigración cubana, formada mayoritariamente por jóvenes sanos y emprendedores y técnicos de alta calificación, lo cual convierte a Cuba en exportadora neta de un capital humano insustituible. Si a esto se suma la baja tasa de natalidad y la casi nula inmigración ya tenemos los detonantes de una crisis demográfica de las grandes.

Más alarmante para el presente y el futuro del modelo de transición socialista cubano es que se asuma como algo normal que decenas de miles de cubanos se vayan anualmente del país por razones económicas. Supuestamente estos no se exilian por rechazar el sistema, sino por buscar mejores salarios como cualquier emigrante normal.

Realmente, es disparatado juzgar a Cuba socialista como a cualquier otro país, pues no se trata del excepcional jugador de béisbol contratado por las Grandes Ligas, o del investigador que iría al superinstituto europeo, sino de la tendencia sostenida de que miles de ciudadanos comunes, hijos e hijas del pueblo, se vayan a trabajar en la agricultura a Sudamérica, o a guiar camellos en Egipto.

Quizás si se tratara de enemigos políticos que abandonan la lid sin combatir, o de personas sin calificación alguna con fobia al trabajo honrado, podría entenderse la apatía oficial. No entrarle a la solución de este problema con la manga al codo huele a eutanasia política pues por ese camino llegará el momento en que no quedará suficiente fuerza de trabajo para la economía interna ni aunque suban la edad de jubilación a los ochenta años.

Pero lo más peligroso hoy por hoy es que la lista de espera de los que se quieren ir sigue creciendo con cada ciudadano que pierde la esperanza en una solución a sus problemas dentro del modelo socialista actual. A toda esa masa de cubanos y cubanas que están en la Isla pero no participan en el proceso revolucionario es a lo que llamo exilio interno.

Su efecto sobre el resto de la población es terrible y crece en progresión geométrica ante la desidia política al no tomar decisiones que marquen definitivamente un nuevo rumbo del proyecto y hagan renacer el entusiasmo popular.

Si ya constatamos que el bloqueo no lo quitará ningún presidente por muy liberal que sea, ni los capitales y la alta tecnología fluirán a chorros hacia la Isla, es hora de tomar medidas que sumen a más ciudadanos a un proceso de transformaciones profundas que acabe de cambiar todo lo que deba ser cambiado –eso es la Revolución–.

Para eso habrá que movilizar las energías del pueblo más allá de la formalidad de desfiles y votaciones donde no se puede distinguir entre los verdaderos compañeros de lucha y los exiliados internos.

El socialismo también requiere socializar los sueños pues los seres humanos se mueven, ante todo, por las expectativas de prosperar y el socialismo necesita, como ningún otro sistema, la participación activa de la mayoría de los ciudadanos en los procesos sociales, económicos y políticos.

Los actores principales de la transición son los trabajadores conscientes y sus familias, no los burócratas satisfechos con su alter ego social: la muchedumbre de exiliados internos. Esos que no se quejan de nada porque ya se sienten exiliados de la Revolución desde hace rato y, en el peor de los casos, solo piensan en irse allende los mares.

7 junio 2018 66 comentarios 510 vistas
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Lo que debe ser salvado

por Harold Cardenas Lema 13 julio 2017
escrito por Harold Cardenas Lema

Aborrezco la hipocresía que filtra la memoria de los hombres y toma de ellos lo políticamente correcto. Así olvidamos al Mella hereje, al Villena que combatió los errores en su propio Partido, al Che Guevara profético que hoy sigue sin publicarse, al Fidel que para liberar su país debió burlar reglas impuestas por quienes se consideraban los más revolucionarios del momento.

No comparto el sentimiento vergonzante que supone a esta juventud menos valiente o comprometida que nuestros padres o abuelos. El problema es todo nuestro y no de los adolescentes, a quienes por muchas razones no hemos sabido llevarles a fondo el mensaje de qué es la Revolución. Peor aún, les hicimos creer que el socialismo era hecho por otros, una herencia que debían cuidar, y cada generación necesita su propia revolución, construir algo de lo que pueda estar orgullosa.

¿Cuándo perdimos la capacidad de atraer a los jóvenes a través de símbolos? ¿Cuándo la disciplina comenzó a ser más importante que la rebeldía?

Lo más valioso en el pensamiento de nuestros héroes es lo que puedan aportar a la lucha política del presente. Si embargo vemos un esfuerzo para hacerlos políticamente correctos y vaciarlos de herejía, precisamente lo que podría mover a otros para seguir su ejemplo. Hoy comienza el período histórico en que intentarán manipular a los grandes hombres, sacar sus ideas de contexto para apoyar causas que ellos nunca comulgarían. Entonces toca seguir más su ejemplo que un empacho de frases que siempre sirven a quien las utiliza.

Desde que surgió el socialismo en Cuba estaba claro que habían varios caminos a seguir, hoy siguen estando ahí, con las respectivas mentalidades que los sujetan. En lo personal me siento más identificado con el país que se propone lo imposible y sabe dar lo mejor de sí en las peores circunstancias, como en los 60. Me entristece la Cuba que se paraliza por el miedo cuando está bajo presión y se va a los extremos, aunque sea con las mejores intenciones.

Se acabó el tiempo que teníamos para pedir permiso o buscar la aprobación de nadie. Toca hacer como han hecho nuestros héroes, demostrarle a todos, incluso a los tuyos, que hay un camino mejor, luego la historia pone a todos en su lugar. Quizás nuestra revolución sea precisamente salvar la Revolución, de sus enemigos y de sí misma, esa parece ser la obra de esta generación.

13 julio 2017 137 comentarios 190 vistas
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La juventud ingenua y manipulable

por Harold Cardenas Lema 12 octubre 2016
escrito por Harold Cardenas Lema

Cada generación sueña con crear su propio legado, dejarle un mejor país a los hijos, realizarse políticamente. Convertir la Revolución Cubana en patrimonio de otros, postergar el relevo generacional y ponerle cauces estrechos a la participación juvenil, tiene un precio que se paga en emigración y apatía.

Los programas para cambio de régimen en Cuba ven a los jóvenes como el sector más vulnerable a la manipulación, la apuesta más segura con vista al futuro. Esta visión simplista ignora el sistema de valores que se ha formado en este país. Incluso formados entre las presiones de un período “especial” de crisis nacional, en el ADN de la juventud cubana laten principios tales como la solidaridad y la distribución justa de la riqueza, incompatibles con un modelo de país neoliberal.

Por su parte, cada generación ha considerado históricamente que su sucesora “está perdida”. No son extraordinarios los problemas de comunicación entre los jóvenes y sus padres y abuelos, incluso es norma mundial. Aunque nuestro discurso político exprese confianza, es evidente que existen reservas hacia la juventud, algunas merecidas, las provocadas por la influencia externa y otras muy gratuitas. El efecto que tuvo la diferencia generacional y el papel que jugaron los más mozos en el derrumbe soviético, sigue siendo un trauma que lastra la confianza en nosotros.

Nos ha tocado pagar por los planes de subversión enfocados en la juventud y los pecados cometidos en otras experiencias socialistas.

A los estudiantes actuales, con alto nivel de instrucción, se les sigue hablando como si fueran los mismos jóvenes del 59. El interés por brindarles herramientas políticas con frecuencia termina convertido en papilla ideológica, en actitudes paternalistas que fracasan una y otra vez en conectar con los sectores juveniles.

Ocurre a menudo que la narrativa oficial nos reduce al papel de “continuadores” en vez de legar una revolución para hacerla nuestra, y lograr conquistas propias, lo que disminuye mucho el atractivo y la identificación con el proyecto socialista. A esto se suma una visión simplista y reductora de nuestra capacidad intelectual, descalificando argumentos porque “les queda mucho por aprender” o convirtiendo el término joven en sinónimo de ingenuidad y error.

No creo que la Generación del Centenario esté interesada en que sea vea la Revolución como una obra suya exclusivamente, pero ese es el mensaje que llega a muchos jóvenes.

La juventud cubana es similar a la del resto del mundo, tan ingenua y manipulable como cualquiera, incluso más saludable y preparada que muchos de sus vecinos. La subestimación de sus capacidades solo conduce a hipotecar el futuro. El paternalismo con que se nos trata, dentro y fuera de nuestras fronteras, es una burla a la inteligencia colectiva que ha logrado La Revolución Cubana.

Como nuestros padres y abuelos en su tiempo, evitamos la confrontación siempre pero no venimos de un pueblo cobarde. No admitimos que se nos impongan recetas foráneas ni hacemos concesiones de soberanía, pero tampoco somos herramientas dóciles. El mesianismo es inherente a una juventud comprometida, menospreciarlo es ignorar su capacidad revolucionaria y entregarla a los enemigos políticos.

Hoy no existen menos jóvenes revolucionarios que hace medio siglo, pero quizás estemos fallando en facilitarles un espacio de realización política como generación. El reto es crear ese camino dentro del Socialismo, lo antes posible.

Un movimiento político hacia la derecha no será nunca revolucionario, por más que nos intenten robar el término. Cerrar los ojos ante los avances de sectores neoliberales dentro del país tampoco es una opción. Por eso es importante ayudar a las fuerzas revolucionarias en la juventud, que no necesariamente son las más obedientes. Recuperar la capacidad de movimiento politico sin depender rígidamente de estructuras verticales, basados en principios ya establecidos.

Sería poco marxista creer que esta será la última revolución en la historia de Cuba, no sé cuándo será la siguiente, pero de seguro será encabezada por los jóvenes, por su cuenta y en sus propios términos. Ojalá sea la superación y continuidad de esta, pero si queremos llegar allí, un poco de comprensión y confianza no vendrían mal.

12 octubre 2016 128 comentarios 341 vistas
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Un saco de azúcar con derechos humanos

por Consejo Editorial 13 febrero 2016
escrito por Consejo Editorial

cuba_amanecerPor: Ariel Montenegro

Hoy se va. Cuelga los guantes que nunca se puso, pero con los que durante años miró de reojo sin saber si entrar o no al cuadrilátero enrejado que es intentar labrarse un futuro en Cuba.

Habían crecido pequeños dolores entre nosotros, juicios. Los dolores no son más que lejanías y por eso habíamos dejado de vernos. Supongo que es como si ya hace tiempo no estuviera.

Lo bueno es que cuando regrese, será como si nunca se hubiera ido.

Ahí va otra de las buenas. Brillante, aguda, apasionada. Con unos espejuelos que eran como las ventanillas de los aviones (del otro lado, infinito). Para mí nunca ha estado buena, pero lo está.

Para mí, es la confirmación de un vacío que ya tenía. La inevitabilidad de un hueco que nunca me preocupé en llenar porque de todas maneras, ya habría tiempo.

Para otros, será otra joven que no presta su vientre al crecimiento poblacional, que no presta sus brazos y su cerebro al crecimiento económico. Para alguien será una que prefiere irse y vivir mejor que quedarse y luchar por su país.

¡Tanto que se ha gastado el país en ti…! Le dirá alguien. Y engrosará la enorme lista de gente que se va cada año entre los gritos de buena suerte y los enjuiciamientos entre dientes de traidora (al menos, y gracias al tiempo, ha cambiado el orden de los factores).

Y tal vez haya cada vez menos gente que le vean mal que migre, pero sigue habiendo muchos que no lo ven bien. ¿Qué va a pasar con este país si los jóvenes profesionales se siguen largando?

Desde cierto punto de vista, llevan razón. Cuba depende, ya se sabe, de la exportación de servicios, de gente como ella. Muchos se van: llegan a Venezuela y terminan en Estados Unidos, se montan en una balsa y terminan en un McDonald’s, se buscan una beca y terminan con un contrato, se van a ver a su madre y terminan con marido.

A algunos no les importan esas historias. Les importa el magro crecimiento del PIB y hablan de mi amiga como si fuera un bien de exportación.

Es la otra cara de nuestra moneda. Si bien la otra cara del dólar son las universidades inaccesibles para los desposeídos y los hospitales en los que te mueres sin seguro, la del CUC es que lo único que se ha producido en pos del bien común, el bien superior, y el bienestar humano es gente preparada. No alimentos ni tecnologías de alto valor agregado, sino gente.

Y yo entiendo a veces. Si el petróleo venezolano, o el acero chino, o los teléfonos coreanos se montaran solos en los barcos y se fueran a Estados Unidos o Europa la economía de esos países se tambaleara.

Pero mi amiga no es un saco de azúcar (que dejó de producirse porque no daba negocio). La economía cubana tiene un problema ético que se convierte en riesgo impredecible: su principal producto de exportación tiene conciencia propia, libre albedrío y derechos; y ya se sabe que la gente suele tirar más de esas cosas que de la conciencia colectiva, las normas y los deberes.

Incluso si mi amiga entiende la situación, lo que algunos ven fríamente como sus años laboralmente activos para producir, ella lo ve como su juventud para vivir.

Yo la voy a extrañar. Muchísimo. Voy a extrañar su abrazo lleno de costillas y su parpadear nervioso cuando discute de política. Me quedo echándola de menos, viendo cómo se van otros e intentando salir adelante en un país cuya pequeña economía solo debe crecer un dos por ciento en 2016.

Tomado de: Western Congrí

13 febrero 2016 36 comentarios 257 vistas
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Los olvidados, los que se quedan

por Consejo Editorial 4 febrero 2016
escrito por Consejo Editorial
Jóvenes de segundo año de medicina estudian en el pasillo del Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas "Victoria de Girón". Jueves 11 de Octubre de 2007, Playa, Ciudad Habana, Cuba. Foto: Calixto N. Llanes/Juventud Rebelde

Foto: Calixto N. Llanes/Juventud Rebelde

Por: Harold Cárdenas Lema

 Son tiempos de fetichismo con el socialismo tropical cubano. Hay preguntas que hacen eco en todas las esquinas de esta isla y confieso que me tienen cansado. ¿Por qué se van los jóvenes cubanos? ¿Piensas irte también? ¿Qué pasará en un país sin juventud? Las respuestas son obvias: emigrar es su derecho, hay muchos que aspiran a hacerlo pero también otros que se quedan a conciencia. Aun así, molesta bastante que el protagonista hoy en día sea el emigrante y no quienes se quedan a construir el futuro de Cuba.

Lo olvidados entonces somos los enraizados, los que quedamos aquí en este país cargado de contradicciones. Eso tiene que ver con otras actitudes, como aquella amiga de antaño que regresó el otro día y quería enseñarnos a utilizar Facebook porque “este país es un atraso”. O los que piensan que en Cuba quedan los que no tienen oportunidad de marcharse, reduciéndonos a una suerte de perdedores. Esos y otros mitos circulan todos los días, dando una visión simplificada de este país según la cual todos nos queremos marchar. Y no es así.

Conozco muchos jóvenes que les iría bien en otras tierras pero se quedan en Cuba porque los mueven fuerzas mayores. Muchos desconocidos que hacen bien anónimamente, muchísimos que trabajan cada día por un salario simbólico y son los héroes olvidados de este país. De esos no escribe casi nadie, es más fácil visibilizar a supuestos “ganadores” o preocuparse por el desangramiento migratorio y no por la solución para terminarlo.

¿Por qué se van los jóvenes? Muchas razones, entre ellas la ausencia de un paradigma del éxito que sí tuvieron nuestros padres y nosotros carecemos, que toca construir. Quizás la respuesta para esto sea precisamente visibilizar, ¿a quiénes? A los que se quedan.

Por otra parte, el éxodo del 2016 no es el mismo que la crisis de los balseros en 1994. Aquello fue una respuesta ante la escasez más cruda que hoy en día ya no es tan así. ¿Qué pasa entonces? Por alguna razón en los momentos más duros del Período Especial el consenso nacional soportó embates que hoy no podemos superar. ¿Por qué? Quizás porque el proyecto de nación estaba más claro en ese entonces, porque existía el liderazgo carismático de Fidel Castro como mecanismo de unidad o sencillamente porque creíamos que era posible un regreso a la estabilidad de los años 80.

El día que aceptamos que no había un regreso posible, desaparecieron los paradigmas y las certezas. Nuestra incapacidad de generar un consenso y enviar señales claras sobre el rumbo del país o sobre cuál es el plan gubernamental para nuestro futuro, provoca el desaliento y la mirada hacia alternativas foráneas. Parte de la emigración cubana es también responsabilidad nuestra entonces como proyecto de país incapaz de generar un mayor consenso.

En el extranjero tengo a todos mis amigos de la infancia menos uno, que quizás se marche pronto también. Allá están mis compañeros de aula, mis novias y si quisiera hacer una reunión de clase, sería más fácil hacerlo en Miami que en mi ciudad natal. La empatía con el emigrado es inevitable porque con solo un par de giros en el destino cualquier de nosotros pudo haber sido uno de ellos. Aun con su participación y apoyo, el futuro de esta isla tienen que decidirlo los que viven dentro. Irónico entonces que esos sean los grandes olvidados en esta historia, los que se quedan.

Para contactar con el autor: haroldcardenaslema@gmail.com

4 febrero 2016 143 comentarios 328 vistas
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