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Gobierno

Enajenación

Enajenación política

por Manuel García Verdecia 24 junio 2022
escrito por Manuel García Verdecia

La política no implica todo el espectro ético de los seres humanos, pero con el devenir del tiempo y la especialización de las formas de organización social ha ido ganando una gravitación amplia y determinante en nuestra existencia. Nadie escapa a sus vicisitudes, designios, torpezas o dividendos.

Si bien numerosas personas, sobre todo en el propósito de no crearse aprietos que, en ocasiones pueden ser riesgosos, señalan que no les importa o «no se meten» en política, sin embargo no pueden escapar de ella e incluso la ejercen por defecto, pues ella deriva regulaciones y prácticas que influyen en gran medida sobre la actuación cotidiana de dichos seres. Si no vas a la política, ella de todos modos vendrá hacia ti.

Un ejemplo elemental: en este momento escribo estas líneas con buena disposición e ideas precisas, pero supongamos que inesperadamente me cortan la electricidad. Esto no solo implicaría que me cercenan lo que tenía en mente hacer, que por disgusto se desestructure mi pensamiento sobre el asunto y que pierda un importante tramo de mi tiempo, sino que mi estado de ánimo se irrite. Mi disposición psíquica se ha alterado negativamente producto de una acción dirigida por cierta norma política. Justificada o no.

Además, el propio hecho de resolver no «meterse» en política es una postura de tal índole por rechazo, sobreentendiéndose que al sujeto no le interesa cómo es administrada la sociedad en su entorno. Ya Aristóteles afirmaba que el ser humano era un zoon politikon, pues si bien vivía en colectividad como los animales (zoon), tenía la facultad y disposición para organizar provechosamente esa vida compartida (politikon). Podía construir un espacio común ordenado: la ciudad, donde los individuos: ciudadanos, llegaban a cohabitar sin antagonismos insuperables pues los regía la civilidad, o sea, la política.

De aquí que se haga necesaria no solo nuestra educación en esa esfera, sino nuestra más consciente determinación de participar crítica y activamente en su dimensión vital, que establece y orienta una significativa porción de nuestra existencia.

No obstante, con el tiempo, la política se ha ido profesionalizando cada vez más y ha hecho surgir una nueva categoría profesional: el político de carrera. En sus inicios, la política —forma derivada del latín politicus que lo adquirió de la palabra griega para «civil»— se refería al modo en que el conjunto de ciudadanos de un país interactuaba para decidir acuerdos y proyectos sobre cómo organizar su vida civil del modo más eficaz y beneficioso.

Enajenación

Aristóteles afirmaba que el ser humano era un zoon politikon.

Si bien en teoría su resultado debería en toda ocasión implicar una acción provechosa a todos; producto de las complejidades del ser humano, así como de las inevitables diferencias en los modos de percibir y proyectar la forma y el contenido de la existencia entre unos y otros, no siempre una decisión será universalmente bien acogida. Es por ello que para lograr una coexistencia política favorable sea imprescindible un elemento esencial: el consenso, esto es, hallar el compromiso que menos perjudique a los individuos para realizar exitosamente alguna aspiración.

De esta creciente separación y especialización de la actividad política, desde la construcción colectiva de los ciudadanos a la proyección y decretación de acciones por un cierto grupo «representativo», ha surgido una creciente enajenación de la acción política entre dirigentes y dirigidos. Esto es, ha pasado el control de la organización de nuestras vidas de manos de los propios ciudadanos al desempeño de un número reducido de funcionarios.

Estos últimos, por el propio hecho de centrarse en observar la sociedad en perspectiva general; en conocer mediante disímiles mediaciones las preocupaciones, dilemas y aspiraciones de sus súbditos; en pensar cómo diseñar acciones para organizar, estimular, sustentar, preservar y encaminar las existencias de estos; se convierten en una suerte de sector supra-común de individuos. De modo que, gradualmente, el ámbito donde actúan se distancia del mundo exacto y complejo en que viven los ciudadanos.

A esto hay que añadir que un dirigente se guía por cierta plataforma ideológica que responde a los intereses del grupo o partido al que representa. Se sabe que la ideología es una formulación más o menos constante de determinados juicios que se consideran necesarios y decisivos para la consecución de ciertos fines.

Como la misma se concibe como una suerte de fin ideal deseable para alcanzar la redención humana, no es difícil entender que la visión ideológica en el curso de una práctica prolongada llega a sustituir el conocimiento de la realidad concreta común. Esto se hace más factible si no hay una intervención directa, sistemática y crítica de los implicados, sobre todo desde diferentes posiciones de discernimiento, en su evaluación y actualización,  

Si bien el concepto realidad virtual es de uso bastante reciente, impuesto  por el desarrollo de la información digital, su existencia es tan vieja como el ser humano, pues desde siempre la mente humana ha creado un ámbito donde lo pensado y ansiado se da por hecho. Es algo muy evidente en la ideología, pues la misma es un constructo ideal a partir de principios, juicios, conceptos y generalizaciones que se conciben, no como aspiración, sino como posibilidad concreta.

De ahí que toda ideología cristalice en utopía, espacio inexistente pero expresado como realidad palpable. Es una de las razones por las cuales los políticos, incluso a su pesar, se distancian cada vez más de su base social, pues mientras los sujetos tienen que enfrentar cada día la ardua existencia y gestionar su mejor desempeño en ella, los dirigentes, convencidos de la infalibilidad y progresismo de sus preceptos ideológicos, que los han llevado al puesto que ocupan, se atrincheran con mayor determinación en ellos como única manera de solventar la existencia.

Enajenación

El escritor rumano Norman Manea hablara de «felicidad obligatoria» bajo el régimen de Ceaucescu, pues en una sociedad así, todos están obligados a ser felices según los supuestos de la ideología en el poder. (Foto: Hooland)

Es algo palpable en el modo en que manejan actos como el diálogo o las respuestas a sus subordinados. Tales acciones no se conciben específicamente como un intercambio donde cada parte expone sus asuntos y una y otra ceden en ciertos elementos, hasta construir una base de aceptación que permita avanzar a una solución más admisible y benéfica para todos.

Por lo general, para los funcionarios dialogar quiere decir acercarse a los que tienen otros pensamientos y exponerles cómo deben entender lo que no entienden y qué causas motivan que las cosas sean como son, a pesar de que los receptores de estas exposiciones no les vean lógica o beneficio, porque no puede ser de otro modo a menos que se traicionen los presupuestos que guían el honor del sistema elegido.

Por eso es frecuente la orientación, consistentemente expuesta por los diversos medios, de la necesidad de explicar al pueblo, educarlo, hacerlo entender, convencerlo… Es como si la colectividad humana que ellos dirigen estuviera conformada por sujetos mal informados, de escaso desarrollo mental y poca capacidad reflexiva para entender sus propios asuntos.

Los líderes, sobre todo los que creen encarnar los designios de sus pueblos, consideran que su pensamiento resume y expresa el de los demás, su forma de proyectar la vida implica la de los otros, y su concepción de la felicidad es la que beneficia a todos. De aquí que el escritor rumano Norman Manea hablara de «felicidad obligatoria» bajo el régimen de Ceaucescu, pues en una sociedad así, todos están obligados a ser felices según los supuestos de la ideología en el poder.

En tal estado de determinación vertical: de arriba hacia abajo, nunca el flujo de conocimiento se verifica en sentido contrario: del pueblo hacia los dirigentes. Lo que sube desde la base social es contestado y reformulado según la perspectiva oficial para que los emisores comprendan y acepten debidamente el por qué las cosas son como son y no como ellos las piensan.

Incluso en el caso de funcionarios de mejor voluntad se observa esa convicción que los hace creer que ellos sintonizan y expresan el interés popular. Llegan a considerar que por su visión más informada y panorámica, por su permanente intercambio con «representantes» de la población, por su constante empeño en trabajar en la dirección de los asuntos públicos; se hallan en mejor disposición para saber lo que desea el pueblo y, por ende, ese mismo pueblo debe aceptar consecuentemente lo que se les indica.

Se entiende que nadie como ese mediador del pensar y el sentir general puede exponer mejor los intereses y preocupaciones generales ni disponer mejor su realización. Esto llega hasta a la delimitación de ciertos conceptos para imprimirles el sesgo personal del líder. Así, libertad, desarrollo, felicidad, etc., vienen a ser lo que el líder entiende por cada uno de ellos, y entonces la sociedad se debe ajustar a los mismos.

Un elemento principal para extender esta perspectiva de concepción infalible y verdadera de lo que se expresa por el grupo de poder, es el apoyo en los medios. Estos, comúnmente asociados al grupo gobernante, no solo se encargan de difundir los juicios e ideas de los que dirigen, sino que realizan profusas campañas para fundamentar y justificar «teóricamente» lo que se concibe oficialmente. De modo que el individuo tendrá que vivir en una perpetua confrontación entre lo que padece y lo que le exponen.

Enajenación

Los medios trabajan desde la perspectiva de una visión orientada en conseguir una sublimación de la realidad. (Foto: History, Culture and Legacy of the People of Cuba)

No pocas veces tal dicotomía lo lleva a dudar de sus propias ideas y a asumir superficialmente lo que se le informa. Los medios trabajan desde la perspectiva de una visión orientada en conseguir una sublimación de la realidad, para razonarla y exponerla de modo que coincida con la fundamentación oficial.

Súmese a esto que los políticos viven en condiciones que distan de ser semejantes a las de sus súbditos. Cuentan con mejores condiciones de vida, con determinados beneficios resultantes de su posición, sin sufrir el necesario tráfago para resolver la subsistencia cotidiana, en un mundo de relaciones con individuos que propugnan similares conceptos e ideología, moviéndose de una reunión a otra donde se habla un lenguaje común y se toman decisiones sin mayores confrontaciones ni refriegas.

Incluso acercándose al medio que dirigen mediante visitas sorpresivas a lugares donde se han adoptado las medidas pertinentes para que el resultado sea el esperado, y poniéndose en contacto con una porción de la población debidamente orientada de sus deberes. Todo esto coadyuva a que no haya confrontación entre lo que estos políticos creen que es y lo que manifiestamente ven.  

De aquí lo inadecuado, para el mejor desempeño y progreso de un país, de eternizar en su puesto a algún cuadro, pues con el paso del tiempo no solo se fosiliza en sus creencias y juicios, sino que se hace más distante la relación realidad objetiva-realidad ideológica. De este modo, por lo general, gradualmente los políticos pierden la percepción real del ámbito de los sujetos que dirigen, pues se encasillan en el mundo de sus ideas, perspectivas e intereses y tienden a ver lo que creen, como lo que es; y lo que resulta distinto es entendido como una anomalía de aquello que creen.

Es así como la política se enajena de la realidad y, a la vez, como los subordinados no perciben una debida correspondencia entre lo expuesto y lo que viven, la realidad se enajena de la política, constituyéndose un mundo ambiguo e ilusorio.

Con el fin de que la política no derive en enajenación y cumpla mejor su función de procedimiento eficaz para organizar la vida de los ciudadanos, es necesario que se dinamice y actualice lo más objetivamente posible mediante el constante diálogo ciudadano.

Para ello, es necesario que se den posibilidades de participación efectiva en la adopción de acuerdos y compromisos a la mayoría de los ciudadanos. Que se estimule el pensamiento crítico así como la crítica bien intencionada y fundamentada. Que se acepte el disenso cívico y la mayor diversidad de pensamiento y análisis sin prejuicios ni rechazos. Que se permita el desarrollo de una sociedad civil auténtica y espontánea, sin compromisos únicos con el sistema político en ejercicio.

Que se viabilice el desarrollo de medios de comunicación alternativos que permitan el más amplio horizonte de información y análisis para una colaboración más plena y consciente de los ciudadanos en los asuntos de la polis.

24 junio 2022 11 comentarios 1.180 vistas
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Hanna Arendt

Glosas a Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt

por Mario Valdés Navia 25 febrero 2022
escrito por Mario Valdés Navia

Hannah Arendt (1906-1975) fue una filósofa, historiadora y politóloga alemana de origen judío. Discípula de Heidegger, Husserl y Jaspers, su obra teórica ha marcado la historia del pensamiento con sus investigaciones y atrevidas ideas plasmadas en vastos ensayos de teoría política que encabeza el clásico Los orígenes del totalitarismo (New York, 1951). (1)

Por combatir al nazismo en Alemania fue perseguida, encarcelada y obligada a exiliarse en Francia. En 1941 se instaló en Estados Unidos, donde impartió clases en las universidades de California, Chicago, Columbia y Princeton. Orgullosa de sus raíces étnicas, fue directora de instituciones culturales judías; pero también una de las primeras en enfrentar a la extrema derecha sionista de Menájem Beguin, racista y expansionista, y defender la necesidad de establecer un Estado federal árabe-judío en Palestina.

Hannah defendió el pluralismo político y la discusión libre como generadores de libertad e igualdad entre individuos y naciones. Por ello, criticó profundamente los regímenes totalitarios de Hitler (1933-1945) y Stalin (1927-1953), al tiempo que censuraba las limitaciones de la democracia representativa y postulaba un sistema de gobierno basado en consejos populares y formas de democracia directa.

A casi medio siglo de su muerte ¿qué podría aportarnos su ideario para el análisis de los problemas del mundo actual, en particular los asuntos cubanos? Glosemos algunos de los postulados centrales de su ensayo sobre el totalitarismo.

1. Hannah Arendt llega a su teoría sobre los regímenes totalitarios después de examinar las experiencias históricas del III Reich y el estalinismo soviético, únicos regímenes a los que consideró de dominación total,(2) un tipo de relaciones de subordinación que sobrepasaban, por su rigor y efectos, a las peores dictaduras. Aunque otros investigadores han empleado el término con más ligereza, (3) ella advirtió acerca de la necesidad de «emplear escasa y prudentemente la palabra totalitario».

Si clasificamos las formas de gobierno en monarquías, repúblicas, dictaduras militares, tiranías y totalitarismos; entonces la categoría más acorde para designar al Gobierno/Partido/Estado cubano se torna un constructo difícil de definir. En principio parece tener un poco de todas esas formas, y lo más acertado sería crear una categoría híbrida para clasificarlo con mayor precisión: algo así como república dictatorial-totalitaria.

Hannah Arendt (2)

2. Para el establecimiento de regímenes totalitarios, la pensadora consideró imprescindibles cinco requisitos: que estuvieran precedidos por el crecimiento de movimientos de masas de ideología totalitaria(bolcheviques, nazis…); transformación de las clases sociales en masas; atribuir el rol principal a la propaganda en relación con el mundo no totalitario; utilización del terror como esencia del sistema de gobierno; imponer al individuo, el movimiento y el país un aislamiento respecto al resto del mundo, su estabilidad dependería precisamente de cuán efectivo pudiera ser en tal sentido. 

De estos requisitos, los tres primeros están presentes en el caso cubano, con las peculiaridades que el devenir histórico, el entorno de la segunda mitad del siglo XX y las dos primeras décadas del XXI han impuesto. Sin embargo, la aplicación del llamado terror total nazi-estalinista, basado en el exterminio físico de oponentes y grupos enteros de la población por razones diversas, no aplica al caso cubano. No obstante, eso no excluye el empleo sistemático de la violencia física y simbólica contra opositores, así como amenazas, presiones, tortura psicológica y  medidas extrajudiciales contra  críticos y disidentes  de cualquier signo político.

El aislamiento del experimento cubano pudo ser impuesto con bastante efectividad entre los años sesenta y ochenta, pero se resquebrajó desde los noventa con el acceso al turismo y las visitas de los emigrados. En la época de Internet y las redes sociales, con los cubanos disfrutando del derecho a viajar libremente (2013), es imposible mantenerlo.

3. Para la Arendt, el totalitarismo se sustenta en la ficción ideológica según la cual todos los hechos que no estuviesen conformes, o no coincidieran con la ficción oficial —datos sobre economía, criminalidad, actividad «contrarrevolucionaria»—, serían tratados como carentes de existencia. Por ello, la característica más distintiva de Stalin: «fue el relieve por completo no leninista otorgado a la conspiración, que llegó a convertirse en el sello de la época».

Ese rasgo —amplificado por la apelación indiscriminada a los secretos militar y de Estado—, se manifiesta en Cuba de manera permanente, y trata de ser mantenido por los medios oficiales de información aún en plena sociedad de la información. De ahí la imposibilidad de una prensa oficialista objetiva, a pesar de las supuestas apelaciones constantes de las máximas autoridades a sus periodistas para que pierdan el miedo a decir la verdad verdadera.  

4. La politóloga destacó que la rama ejecutiva del gobierno estalinista no era el Partido, sino la policía, cuyas «actividades operacionales no eran reguladas a través de los canales del Partido». Este Estado policíaco logró que personas enteramente inocentes —diferentes a los enemigos auténticos— llegaran a auto-asumirse como «delincuentes sin delito» y reaccionaran con la misma «completa pasividad» que fuera norma de conducta en víctimas del terror nazi.

El establecimiento de tal Estado policíaco en Cuba no alcanzó ribetes totalitarios, en primer lugar, porque a pesar del poder que ostentan los órganos de orden interior, son los altos mandos militares los que siempre han preponderado en el aparato estatal.

Por otra parte, aunque la mayoría de los dirigentes e intelectuales reprimidos se resignan a su suerte y se acogen al confortable Plan Pijama; los opositores y disidentes cubanos tampoco suelen ofrecer el cuello al sacrificio con el silencio de los corderos. Recuérdese la representación montada por Heberto Padilla a sus represores estalinistas en la famosa  Sesión de autocrítica de 1971, y las grietas que abrió en el apoyo de la intelectualidad progresista a la Revolución.

Hannah Arendt (3)

Heberto Padilla

5. Lejos de aceptar la tesis extendida de que el terror de los últimos años veinte y durante los treinta en la URSS fue: «el elevado precio en sufrimientos que hubo que pagar por la industrialización y el progreso económico»; Hannah sostuvo que el terror no produjo ni el progreso ni la industrialización rápida, sino «el hambre, las caóticas condiciones en la producción de alimentos y la despoblación».

El terror administrativo ejercido durante más de medio siglo por el gobierno cubano a los diferentes sujetos de la producción, supeditados a la tiranía del plan estatal, unido al que se impuso a la libre expresión de las ideas políticas; han traído similares resultados para Cuba: baja productividad del trabajo, disminución de la producción —en particular de alimentos— y peor aún, de la población, debido a la escasa inmigración, baja natalidad y migración masiva, sobre todo de la juventud, lo que ha impedido que nacieran y/o se establecieran millones de nuevos habitantes.

6. La Arendt interpreta el punto de vista mitológico de aquellos personajes totalitarios que se enfrentaron al hecho consumado de tener que conservar lo que había llegado a ser suyo gracias a un accidente histórico y tuvieron que hallar una razón plausible para trocarlo en un tipo de acto voluntario:

«Tales cambios históricos de hecho se han operado desde los tiempos antiguos mediante las leyendas [por eso] En la base de la burocracia como forma de gobierno y de su inherente sustitución de la ley por decretos temporales y mudables se halla esta superstición de una posible y mágica identificación del hombre con las fuerzas de la Historia».

El grupo de poder burocrático-militar hegemónico en Cuba ha monopolizado el poder por más de medio siglo, a fuerza de decretos y leyes aprobadas sin oposición parlamentaria alguna, lo cual las convierte de hecho en decretos. Para eso ha creado el mito de los que saben, apelando tanto a la leyenda del elegido como a la confianza en ideólogos y tecnócratas que supuestamente piensan siempre lo mejor para el pueblo.

7. Hannah descubre una sorprendente semejanza entre los movimientos totalitarios y las sociedades secretas, plasmada en el papel del ritual, al que considera: «resultado natural de la ficción conspiradora del totalitarismo, cuyas organizaciones supuestamente han sido constituidas para contrarrestar las acciones de las sociedades secretas enemigas».

Considera igualmente que las sociedades secretas, en particular el aparato conspirador de los partidos revolucionarios, siempre se caracterizaron por la ausencia de facciones, supresión de opiniones disidentes y absoluta centralización del mando. Esto permitió a Stalin trocar: «la dictadura unipartidista rusa en un régimen totalitario y los partidos comunistas revolucionarios de todo el mundo en movimientos totalitarios [mediante] la liquidación de facciones, la abolición de la democracia interna del partido y la transformación de los  partidos comunistas nacionales en ramas de la Komintern dirigidas desde Moscú».

Hannah Arendt (4)

En Cuba, la amenaza —real o fingida— de agresión armada extranjera, el uso del terrorismo por organizaciones contrarrevolucionarias internas y el bloqueo económico permanente de los Estados Unidos; han creado el sustrato idóneo para la persistencia del mito de plaza sitiada al borde de caer en manos del enemigo que ha usado el Gobierno/Partido/Estado para justificar su poder omnímodo y liquidar cualquier forma de disidencia, facciones o críticas internas.

De ahí que las autoridades no solo exijan al pueblo obediencia y sacrificios, sino también rituales de lealtad y gratitud a los líderes por sus sacrificios en pos de conservar a flote el barco de la Revolución en medio de tantos ataques de los imperialistas y sus mercenarios internos que intentan hundirla con planes sediciosos secretos.

8. Según la Arendt:

«De la misma manera que surge el peligro de una dictadura militar cuando el Ejército ya no sirve, sino que desea dominar al cuerpo político, así el peligro del totalitarismo surge cuando el sector conspirador de un partido revolucionario se emancipa del control del partido y aspira a su jefatura. Los métodos de Stalin fueron siempre los típicos de un hombre que procedía del sector conspirador del partido: su devoción por los pormenores, su énfasis en el aspecto personal de la política, su estilo implacable en el empleo y liquidación de camaradas y amigos».

Como complemento a esta usurpación del rol del partido por los conspiradores: «La liquidación de facciones y de la democracia interna del partido fue, en consecuencia, acompañada en Rusia por la admisión en la afiliación de grandes masas políticamente ineducadas y neutrales».

Este proceso ocurrió en Cuba de manera natural, pues durante la unificación de las fuerzas revolucionarias, la lealtad al liderazgo de Fidel opacó las dudas y discrepancias de muchos con la ideología y la práctica del comunismo. Bajo el lema de: «Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista», entraron al partido no solo viejos luchadores antibatistianos y comunistas del PSP, sino una gran cantidad de advenedizos que corrieron a apuntarse en la Revolución y jurar lealtad al nuevo status quo para hacer carrera como estrenados revolucionarios marxista-leninistas.

9. «La única regla de la que todo el mundo puede estar seguro en un Estado totalitario es que, cuanto más visibles son los organismos del Gobierno, menor  es su poder, y que cuanto menos se conoce una institución, más poderosa resultará ser en definitiva».

De acuerdo con este visionario aserto de Hannah, la Asamblea Nacional del Poder Popular, la más alta autoridad del Estado, tiene menos poder que el Buró Político del PCC; este, que recluta abiertamente a sus afiliados y es reconocido como la fuerza dirigente de la sociedad, tiene menos poder que las FAR y el MININT, soportes armados del poder. En lo más profundo de la sociedad militar, pero sin lazos de subordinación a ella, se encuentra el holding GAESA, auténtica fuente actual del poder en Cuba, protegida por un halo de absoluto secreto.

Creo que las ideas de la Arendt tienen mucho que hacer en Cuba todavía.

25 febrero 2022 43 comentarios 1.894 vistas
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Serpiente (2)

La brecha generacional

por Harold Cardenas Lema 8 noviembre 2021
escrito por Harold Cardenas Lema

El 11 de julio una gran cantidad de cubanos salieron a las calles en una protesta política sin precedentes. Según imágenes disponibles muchos de ellos eran jóvenes. Durante años se ha hablado y advertido sobre marcadas diferencias generacionales en Cuba, ahora las encuestas y el malestar social parecen confirmar la fractura entre viejos y jóvenes. Esto puede traer esperanza para algunos, pero la falta de valores democráticos en la cultura política cubana y la creciente radicalización son un mal presagio para el futuro.

Una historia de ruptura vs continuidad

La conceptualización de generaciones en Cuba puede ser tan política como académica. Diferentes escuelas de pensamiento priorizan la continuidad generacional, mientras que otras se enfocan en el factor de ruptura. Esto se asemeja a la propaganda del gobierno en la Isla y su insistencia en la continuidad política frente al cambio. Para los propósitos de este artículo, abordaremos hasta qué punto las generaciones más jóvenes pueden estar evitando tal continuidad y abrazando una ruptura en el nuevo Zeitgeist cubano.

Durante décadas la simbología de la Revolución se ha centrado principalmente en los rebeldes que derrocaron al dictador Fulgencio Batista, y especialmente en la figura de Fidel Castro. Esto no logró transmitir un sentido de pertenencia política a las nuevas generaciones, a menudo sujetas a los caprichos de sus predecesores. Se necesitaron sesenta años para que una nueva generación asumiera el poder en la Isla y aún así ocurrió en un ecosistema político cerrado y con ciertos límites pre-establecidos.

Alabar la «generación histórica» ​​de la Revolución es un ritual necesario para todo aquel con aspiraciones políticas dentro del Estado. Las dinámicas sociales e institucionales que impiden cambios en Cuba están tan arraigadas que una transformación real requiere más que voluntad presidencial, necesita crear condiciones propicias a los sectores que buscan reformas dentro del sistema.

Los jóvenes defensores de reformas (incluso con inclinaciones de izquierda) tienen dificultades para avanzar en la escalera burocrática, a menudo excluidos de cualquier posición de poder. El liderazgo natural se percibe como problemático. En un pasado cercano, las universidades recibían órdenes de identificar «líderes negativos» y hacer seguimiento de su comportamiento.

El Partido Comunista (PCC) controla el presupuesto y el liderazgo de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), que a su vez controla la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU). Estas son las únicas organizaciones políticas legales para la juventud cubana. Las protestas del 11 de julio encontraron gran parte de la juventud desvinculada de estas instituciones, que hoy carecen de credibilidad y operatividad.

Dada la renuencia del gobierno en el pasado a extender Internet, las medidas de distanciamiento social por la COVID-19 pusieron a la Isla en la peor posición posible para una estabilidad política. Suficiente conectividad para acceder a unas redes sociales altamente politizadas, pero insuficiente para estudiar o trabajar desde casa en una escala masiva.

Para muchos, las redes sociales son su único contacto con la realidad y en un país marcado por la falta de oportunidades, el activismo político es el único control que tienen sobre su futuro. Así se van formando nuevos liderazgos en línea, más efectivos que sus contrapartes en las instituciones.

El deseo de cambio comienza en casa; muchos jóvenes solo necesitan ver el presente de sus padres y abuelos para desear algo diferente. A pesar de una serie de promesas y períodos de esperanza, la resistencia del gobierno a reformar profundamente la economía y la política interna solo agrava la desconfianza en el futuro. En este escenario, el discurso de continuidad del presidente cubano no solo es un error, sino que hizo inevitable el 11 de julio.

Los números (y los emigrantes) no mienten

La información cuantitativa sobre preferencias políticas y comportamiento social puede ser escasa y difícil de encontrar en Cuba. Las encuestas independientes no están permitidas (aunque se han realizado algunas) y la información recopilada por el Partido Comunista es solo para sus ojos. Para comprender los cambios generacionales, tenemos que mirar más allá y observar el comportamiento de los migrantes. Florida es el centro más grande de inmigrantes cubanos y la información recopilada sobre los recién llegados puede decirnos mucho acerca de lo que está sucediendo en la Isla. Datos valiosos de Florida y Cuba arrojarán algo de luz sobre las diferencias generacionales.

Una encuesta realizada en el otoño de 2016 por NORC, en la Universidad de Chicago, brinda un vistazo poco común a la opinión pública cubana. Según la investigación, «los cubanos de más edad tienen doble de probabilidad que los más jóvenes de tener una perspectiva positiva sobre la economía actual. El 23% de los cubanos de 65 años o más dice que la economía es excelente o buena en comparación con 1 de cada 10 cubanos más jóvenes». Esta brecha en expectativas y la rendición de cuentas al gobierno en lo relativo a la economía fue en 2016, antes que la administración Trump eliminara el proceso de normalización de relaciones y el COVID-19 paralizara la ya frágil economía. Podemos esperar una mayor diferencia ahora.

La encuesta Cuba 2020, de la Universidad Internacional de la Florida, proporciona datos sobre las diferencias generacionales en la diáspora. Las personas mayores adoptan políticas aislacionistas de línea dura hacia Cuba, con el 68% de los inmigrantes anteriores a 1995 apoyando las sanciones en comparación con el 54% de otros inmigrantes. La política de máxima presión para promover un cambio de régimen en la Isla tiene 64% de apoyo en inmigrantes de antes de 1995 y un 59% en los que arribaron después. Viejos rencores y traumas personales juegan un papel en este fenómeno, pero también el mito de que un cambio político está a solo un empujón.

La elección presidencial de 2016 catalizó las preferencias políticas de los cubanoamericanos.

La administración Trump creó condiciones propicias para influencers de extrema derecha en las redes sociales, la mayoría de ellos jóvenes, que a su vez lograron nuevos niveles de agitación y movilización política. Las cifras cambiaron drásticamente desde 2016: el anterior 72% de apoyo a las relaciones diplomáticas cayó a un 59% en 2020 y el 34% de apoyo a las sanciones estadounidenses aumentó también a un 59%.

La tendencia de inmigrantes sumándose a las filas demócratas y apoyando la normalización se revirtió. Hoy en día, la maquinaria republicana es extremadamente eficaz reclutando recién llegados a Miami: el 76% de los votantes registrados que entraron entre 2010 y 2015 informaron que se habían registrado como republicanos. Hasta la fecha, el Partido Demócrata muestra poco interés en romper la maquinaria de radicalización de inmigrantes hacia políticas conservadoras.

Una de las conclusiones de la encuesta es que «el Partido Republicano está recibiendo una infusión de nueva energía de los cubanoamericanos recién llegados». Si bien la encuesta de NORC sugirió años antes que la mayoría de cubanos con deseo de migrar a los EE.UU. eran jóvenes y apoyaban la normalización, una vez llegados a la Florida parecen adaptarse rápidamente al contexto político conservador y abrazar la política de máxima presión sobre sus pares en la Isla como un método legítimo. La falta de valores cívicos y democráticos en la educación y la esfera pública cubanas contribuyen a esta carencia de empatía una vez que los cubanos están fuera.

Vulnerabilidades cubanas

La trumpificación de la política estadounidense hacia Cuba y su cruel efecto en la vida cotidiana tuvo un impacto generacional en la Isla. El optimismo y la esperanza en el futuro fueron reemplazados por una inercia pesimista y crecientes esfuerzos de las generaciones más jóvenes para emigrar. El COVID-19 llegó luego para quitarles la esperanza en el presente. El 11 de julio pudimos vislumbrar el descontento y la desesperación de muchos, pero una situación tan vulnerable no está exenta de peligros.

Con más acceso a Internet, muchos jóvenes, en su mayoría de áreas urbanas, están moldeando sus ideas políticas basándose en información proporcionada por amigos y familiares en el extranjero. Esto no sería necesariamente nocivo salvo que muchas veces esta influencia proviene de ciudades como Miami y Madrid, epicentros de políticas conservadoras en Estados Unidos y Europa.

Tales interacciones crean entre los jóvenes la percepción de que la cultura política de la Florida es el paradigma en la política estadounidense o que VOX en España representa la norma europea de desarrollo político y económico. Las ideas socialdemócratas de los países nórdicos o el movimiento por el socialismo democrático en Estados Unidos son rechazadas por las autoridades cubanas y en su mayoría, ignoradas por nuevas generaciones deseosas de incorporarse a las tendencias políticas globales.

Fascinados con las posibilidades de expresión que brindan las redes sociales, los cubanos tienen poca conciencia de los peligros a la democracia y el consenso que representa la interacción digital.

En muchos países vemos cómo las cámaras de eco y las realidades alternativas en Internet contribuyen a ideas preconcebidas y radicalizan aún más a grupos con diferentes inclinaciones políticas y edades. El gobierno cubano se ha centrado en controlar el acceso y la expresión en Internet, primero cortando las redes sociales cuando lo considera necesario y segundo, con el Decreto Ley 35 que prohíbe la difusión de noticias falsas y la incitación a la violencia. El problema es que el frágil estado de derecho cubano permite a las autoridades considerar cualquier cosa como falsa o incitante.

Como el gobierno dependió del liderazgo carismático de Fidel Castro durante décadas, a menudo se ha menospreciado y descartado la ciencia de la comunicación política como una trampa burguesa. Si bien las generaciones mayores mantienen más lealtad al partido, los nuevos líderes comunistas no son particularmente cautivadores para la juventud y, como nunca han necesitado ganarse la opinión pública, les cuesta competir con jóvenes disidentes que son producto de un proceso de selección natural en las redes.

Decirle a la audiencia lo que quiere escuchar, reforzando ideas preconcebidas e imposibilitando cada vez más el consenso nacional, es una práctica común en los extremos políticos. Esta batalla por los corazones y las mentes de los cubanos tiene un público objetivo maduro para la demagogia y sin experiencia en los trucos del populismo. Pese al entusiasmo digital y las oportunidades que brinda Internet para la relevancia individual, las redes sociales ofrecen pocos incentivos para el pensamiento crítico o los matices.

El embargo estadounidense merece una consideración especial al analizar la brecha generacional. Los mayores recuerdan una vida de apoyo soviético y relativa abundancia en Cuba, mientras que los más jóvenes solo conocen la crisis y la eterna justificación del embargo estadounidense. Incluso cuando las sanciones de Estados Unidos no están dirigidas a los funcionarios del gobierno, sino que afectan a todos los ciudadanos cubanos, no todas las edades culpan por igual su sufrimiento al gobierno de los Estados Unidos. Las generaciones más jóvenes que han crecido escuchando constantemente a los funcionarios cubanos culpar al embargo estadounidense son más escépticas ante esta explicación de los males económicos de Cuba.

Muchos jóvenes intelectuales, periodistas y activistas, son conscientes de que usar presión económica para lograr objetivos políticos no es una práctica legítima a los ojos del derecho internacional, pero aún así evitan denunciarlo (o al menos lo hacen con menos frecuencia que las cuestiones internas) para evitar ponerse del lado del Partido Comunista.

Con el tiempo, el abuso del embargo por parte del gobierno cubano para explicar las penurias internas provocó rechazo y subestimación del efecto de las sanciones. Ahora que Estados Unidos continúa enfocándose en provocar mayores penurias entre los cubanos, mencionarlo es como la fábula de Esopo: el gobierno gritó «lobo» con demasiada frecuencia. Los manifestantes del 11 de julio probablemente no vieron mucha responsabilidad de Estados Unidos en sus desgracias.

Podemos encontrar una correlación directa en Cuba entre la escasez económica y el malestar político, lo que explica la determinación de Estados Unidos de continuar con las sanciones masivas contra la nación. Como lo explicó un funcionario del gobierno de Estados Unidos en un famoso memorando de 1960: «El único medio previsible de enajenar el apoyo interno es a través del desencanto y el descontento basado en la insatisfacción y las dificultades económicas».

Los acontecimientos de julio probablemente corroboran e incentivan la táctica de asfixia económica, inhumana e irrespetuosa del derecho internacional como es. La administración Biden carece de una política hacia Cuba, en cambio prioriza su estrategia electoral en Florida para las elecciones de mitad de término en 2022. En la práctica, la administración Trump no ha terminado para los cubanos y la estrategia de cambio de régimen cuenta con la brecha generacional para lograr su objetivo.

Este escenario de mala gestión gubernamental y sanciones externas dificulta determinar dónde termina el embargo y comienza la responsabilidad estatal, una pregunta que solo el fin de las sanciones respondería. Las actividades de cambio de régimen patrocinadas por el gobierno de EEUU también plantean la pregunta: ¿cuánto del 11 de julio fue un hecho doméstico espontáneo y cuánto es producto de factores externos?

Ciertamente, las dificultades económicas prolongadas y el aumento de la radicalización embrutecen el comportamiento sociopolítico y conducen al extremismo violento. Una Cuba desestabilizada, fracturada por ideologías y diferencias generacionales a sólo noventa millas de Estados Unidos es un fenómeno nuevo que podría tener cauces imprevistos.

Hay poco interés en los gobiernos de Estados Unidos y Cuba por hacer el trabajo arduo de cultivar los valores democráticos y la moderación necesaria para el consenso nacional.

Mientras muchos se concentran en la política, otros aprovechan este momento vulnerable en Cuba. Cada día las iglesias evangélicas se expanden y su agenda socialmente conservadora se enfoca en todas las generaciones. Hemos visto históricamente lo que sucede cuando un gobierno comunista comienza a colapsar: la religión llena el vacío ideológico como hizo en los países postsoviéticos. El contribuyente estadounidense ya está ayudando a financiar estas actividades, en la última década Evangelical Christian Humanitarian Outreach for Cuba ha recibido millones de dólares de USAID para proyectos que combinan religión con activismo político.

Recientemente, el gobierno cubano propuso un Código de Familia que legaliza el matrimonio igualitario. Los grupos conservadores y particularmente las iglesias evangélicas se movilizan ya en su contra, tal como hicieron en 2018 cuando obligaron al gobierno a eliminarlo del proyecto de Constitución. En Washington se presta poca atención a que los contribuyentes estadounidenses financien una agenda conservadora anti-LGTBQ+ en Cuba.

Un último factor que contribuye al malestar social es el propio comportamiento del gobierno cubano. Con una población sedienta de cambios, cualquier político decente se embarcaría en un programa de reformas para aumentar el apoyo social. El Partido Comunista ha prometido esos cambios una y otra vez, pero ha cumplido muy poco.

Cuando Raúl Castro asumió el poder en 2008, inició un proceso de reformas limitadas que el pueblo celebró como una señal positiva, pero luego fueron frenadas por la línea dura dentro del partido. El actual presidente Miguel Díaz Canel es vulnerable, carece del poder simbólico (y posiblemente la capacidad o voluntad) de ir mucho más lejos que Raúl Castro. Esta dinámica institucional y el fortalecimiento durante los años de Trump de los ideólogos comunistas formados en la Guerra Fría, disminuyen las posibilidades de cambio interno.

Una señal positiva para recuperar los corazones y las mentes de los cubanos sería tomar un enfoque inclusivo hacia los exiliados cubanos y la oposición, celebrando la unidad nacional en lugar de exacerbar las diferencias políticas. Las autoridades cubanas están haciendo lo contrario, radicalizando aún más a su pueblo y alienando a la juventud que protestó el 11 de julio.

Zeitgeist

Los manifestantes del 11 de julio probablemente se sintieron la vanguardia de la nación. Después de todo, cuando Fidel Castro asaltó el Cuartel Moncada en 1953 con 135 hombres y mujeres, la mayoría de los jóvenes en Santiago de Cuba estaban celebrando el carnaval de verano. Un pequeño grupo definitivamente puede cambiar el curso de la historia de Cuba, como ha sucedido una y otra vez. Pero atribuir representación generacional a un grupo específico o una generación específica significa privar de sus derechos a otros. Los líderes de la Juventud Comunista y los jóvenes disidentes tienen algo en común: ambos afirman ser la voz de la juventud y se consideran a sí mismos el futuro de la nación. Ambos no pueden tener razón.

Los medios estadounidenses se centran en activistas de oposición en las zonas urbanas, dando poca o ninguna voz a los grupos rurales o activistas no opositores. Este comportamiento imita la práctica del gobierno cubano de dar voz solo a sus seguidores. El caso es que Cuba es una nación dividida por generaciones e ideas, algunas a favor y otras en contra del gobierno. Un activista arrestado y abusado el 11 de julio es Leonardo Negrin, un estudiante socialista de 21 años de La Habana que se opone tanto al embargo estadounidense como a la represión gubernamental de los manifestantes. No obstante, está lejos de ser el luchador por la libertad promedio que imaginan las élites políticas en el Estados Unidos.

La realidad a menudo supera las expectativas y los estereotipos extranjeros sobre Cuba. Entre el extenso metraje de la protesta, podemos encontrar a padres y abuelos. Hay una inclinación a la crítica entre los jóvenes pero la protesta no parece generacional per se, ni puede ser simplificada en sus objetivos y composición social.

La brecha generacional es una realidad, pero es difícil medir qué tan lejos y profundo se extiende. Los comunistas todavía tienen organizaciones juveniles con seguidores, algunos movilizados por interés propio y creencias verdaderas. El futuro del gobierno cubano depende de su capacidad para transformarse y reconstruir el consenso nacional. El primer paso sería reconocer que los cambios son una oportunidad de renovar su mandato, pero el Partido Comunista sigue obtuso.

Con cada generación, las alternativas son más sesgadas y extremas entre la izquierda y la derecha, pero los desafíos que enfrentan los partidarios del gobierno y la oposición siguen siendo los mismos de hace mucho tiempo. Los comunistas son incapaces de combinar su deseo de justicia social con normas democráticas y prosperidad económica. Muchos disidentes no pueden conciliar su búsqueda de libertades individuales en Cuba con la preservación de la soberanía nacional. Irónicamente, el Héroe Nacional José Martí tenía una visión que incluía ambas, las libertades individuales y la independencia, particularmente de Estados Unidos. El hábito de elegir a dedo cuáles libertades y derechos son válidos defender y cuáles no, es un problema nacional.

La oposición gana impulso y la desobediencia social denota diferencias generacionales, pero tiene sus límites. Los críticos al gobierno pueden reclutar eficazmente en la crisis actual, pero parecen depender de la angustia económica para ser efectivos en traer seguidores a su causa. A pesar de las afirmaciones, el 11 de julio no fue planeado por ningún grupo político, sino que fue principalmente una movilización espontánea. Los disidentes hasta ahora han carecido de un plan de gobierno específico; la mayoría de ellos no van más allá de abogar por derrocar al gobierno. Lo que traerá la oposición a la mesa como alternativa al estado comunista es una excelente pregunta, hasta ahora ha habido poco escrutinio en su agenda.

Dada la naturaleza radical de las fuerzas políticas compitiendo en Cuba, ¿qué tan diferente sería reemplazar un gobierno autoritario de izquierda por un gobierno autoritario de derecha? ¿Un burócrata estalinista con un clon de Bolsonaro en el Caribe? ¿Son la extrema derecha y la extrema izquierda las únicas alternativas, o simplemente las más incentivadas en este momento? ¿Cuál es la responsabilidad propia y la de otros en la miseria de los cubanos?

Las diferencias generacionales y el rechazo al Partido Comunista van en aumento, pero no es el caso con los valores democráticos. Distraídos por los eventos del 11 de Julio y el anuncio del 15 de noviembre, los analistas deberían jugar un rol menos propagandístico de las fuerzas políticas en pugna y prestar más atención al comportamiento radical proveniente de ambos extremos, así como la falta de empatía que provoca la polarización. La brecha entre generaciones e ideas no será particularmente útil para construir un consenso democrático en Cuba.

(Texto traducido y revisado del original publicado en el dossier The Road Ahead: Cuba after the July 11 protest, organizado por el Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos de American University en Washington DC)

8 noviembre 2021 42 comentarios 2.650 vistas
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Extremismo y manipulación

Extremismo político y manipulación. Análisis en un día

por Ivette García González 14 agosto 2021
escrito por Ivette García González

La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica porque destruye los cerebros.

Noam Chomsky

***

Un día y dos acontecimientos pueden ejemplificar el extremismo y la manipulación política en los medios oficiales cubanos. El día es el cuatro de agosto; los sucesos, las protestas del 11-J y la convocatoria de la UJC a la caravana del jueves cinco.

El extremismo político supone la ubicación espacial de las opiniones en los puntos más alejados del ámbito social de consenso. Se identifica según ideologías, métodos y procedimientos, aun cuando sea distinto el ideario político.

En Cuba ha tenido raíces institucionales durante más de medio siglo, por eso ha impregnado a la sociedad, es complejo y difícil de solucionar. Hoy se ha transnacionalizado y sus discursos sirven para justificar e incitar a la violencia y, dentro de Cuba, para mantener el poder y legitimar la represión. Con tales fines, intentan reforzar/confrontar al poder creando —que no formando—, la opinión pública.

El fenómeno mediático es global. La manipulación busca «controlar sutilmente (…) a la sociedad, impidiendo que sus opiniones y actuaciones se desarrollen natural y libremente». Sus mecanismos se facilitan en Cuba porque el Partido/Gobierno tiene el monopolio de los medios masivos y libertad en las redes sociales.

Aquí se verifican las estrategias definidas por Noam Chomsky y las cinco reconocidas como más usadas en lo político: estrategia de la distracción; dirigirse al otro como criatura de poca edad; utilizar la emoción más que el raciocinio; mantener al otro en la ignorancia y la mediocridad, y enredar, confundir y movilizar con el uso del lenguaje.

No se trata de izquierda/derecha, capitalismo/socialismo; se trata del poder. Por eso, prácticas registradas en Guatemala, Chile y otros países —criminalización de las protestas sociales y lavado de imagen de las fuerzas represivas y judiciales, por ejemplo— también se perciben en Cuba.

Medios oficiales y política

La televisión cubana es la máxima expresión negativa en ese ámbito. El cuatro de agosto exhibió, en horario estelar, el programa Las razones de Cuba con el audiovisual «Detrás de la guerra del golpe blando». El mismo aparece en la plataforma Youtube y motivó ciento veinticuatro comentarios.

El material presenta una fuerte carga de violencia y victimización para condicionar «respuestas» políticas. Reproduce matrices de opinión oficiales que van desde el negacionismo hasta el extremismo político en diversas formas. Su énfasis apunta a los peligros del «enemigo» y la posible intervención, lo que omite declaraciones hechas por la parte contraria de la emigración y el gobierno estadounidense. 

Según el programa, el 11-J fue parte de un golpe blando desde EEUU y una operación de redes sociales que, además, amplificó lo ocurrido. A tenor con esto, las causas se presentan externas y lo señalado como crisis interna también obedece a ellas. 

En el minuto 9.11 (de 14.37) se presentan convenientemente supuestas evidencias de vínculos terroristas en EEUU-protestantes en Cuba. Los mensajes de WhatsApp no tienen fecha y los testimonios muestran contactos posteriores al 11-J. Intentan infundir temor/indignación en los receptores, demostrar el condicionamiento externo y convencer del peligro para la soberanía.   

Con toda intención se ocultan las posturas moderadas y se focalizan en las del extremo, tanto en las de dentro del país como del exterior. Solo presentan imágenes de actos vandálicos para criminalizar la protesta, justificar la represión, desviar la atención, manipular y conseguir apoyos.   

En los comentarios se reproducen los códigos del material, acompañados de consignas y minimizando la represión en Cuba frente a la de otros países. Se ofende y descalifica a los emigrados que opinan sobre la Isla. De ellos aparecen críticas a medios oficiales, a la manipulación y la dependencia a las remesas.

Adicionalmente, Granma y Cubadebate merecen un comentario.

El órgano oficial del PCC publicó ese día dos textos de interés político: uno de Iroel Sánchez y otro basado en una entrevista a Teresa Amarelle, secretaria general de la FMC y miembro del Buró Político del Partido.  

El primero, con estilo triunfalista, manipula los hechos del 11-J y los equipara con el Maleconazo. De ese modo, criminaliza las protestas, exalta la figura de Fidel y valoriza la convocatoria de la UJC. Los seis comentarios al texto lo respaldan con expresiones extremistas y consignas tradicionales.

El segundo sigue igual línea, pero enfocada en ratificar que «las mujeres cubanas siempre estarán al lado de la Revolución» y que son una ONG «pero eso no quiere decir que estemos en contra del Gobierno ni de la dirección de la Revolución (…)».

Cubadebate por su parte, divulgó información sobre la marcha de las investigaciones ante las protestas del 11-J. Este texto se dirigió a calmar ansiedades populares, mostrar el supuesto buen manejo de las detenciones y procesos penales, y valorar las quejas y denuncias del pueblo como expresión de confianza en la Fiscalía.

La convocatoria de la UJC en otros medios

Sus consignas reprodujeron prácticas de manipulación que intentan aparentar legitimidad y mayoría y vestir el lenguaje político con estrategias retóricas y «frases humo» que juegan bien con la psicología de las masas y son efectivas para convocar.

Extremismo y manipulación

Telesur replicó la convocatoria y la presentó con dos objetivos: 1) contra la subversión y el golpe blando y 2) «para agradecer» la solidaridad con Cuba; sin embargo, no aparecieron reacciones. El mayor impacto que tuvo ocurrió en medios independientes e internacionales y también en las redes sociales, donde fue severamente criticada.

En Twitter, de los cincuenta comentarios, solo dos fueron de respaldo. Los otros indicaban la irresponsabilidad e incoherencia de realizar ese acto en medio del pico de contagios por Covid-19.

Así sucedió también en Facebook. Aunque en la página UJC NACIONAL no se puede observar porque es privada, se compartió en el grupo Utopía revolucionaria donde recibió diecisiete comentarios críticos.

Lecturas críticas para el cambio

Lo examinado sugiere una insuficiente capacidad del Partido/Gobierno para manejar la crisis y la urgencia de eliminar el extremismo político y la manipulación en el discurso oficial.

Se necesita democratizar el espectro mediático. La subordinación al poder político convierte a los medios en sus voceros. Estos concentran o distribuyen, según convenga, las estrategias de manipulación de las masas; reproducen y saturan con mensajes del mismo cariz y funcionan como factores de movilización política.

Lo reflejado en este análisis sugiere igualmente reflexionar sobre algunos presupuestos:

1.- Se perdió frescura, vitalidad y espontaneidad popular en apoyo al gobierno. Las organizaciones articuladas con este, incluyendo a la UJC, se atribuyen una irreal representación nacional. Y padecen los mismos síntomas: burocratización, separación de sus bases, subordinación acrítica al gobierno y reproducción de tácticas, métodos y estilos caducos.

2.- Amén de campañas del exterior, cada vez más cubanos dentro y fuera de Cuba perciben que el Estado y los medios mienten, desinforman, manipulan, tuercen derechos, no socializan reclamos populares sino mensajes de interés del gobierno y mantienen un estilo triunfalista nocivo para el país. Ellos y el discurso oficial viven y muestran otra Cuba.

3.- Hoy priman la falta de inteligencia política y valoración del contexto para encarar los desafíos del disenso y la fractura de la sociedad cubana. Lo examinado evidencia la poca capacidad del Partido/Gobierno y organizaciones afines, para calcular el costo político de la represión, el voluntarismo y la incoherencia. La convocatoria a la caravana fue errática y pudo rectificarse. Cuba estaba rompiendo récord de contagiados y fallecidos por Covid-19 en esos días y los que han seguido.

El derecho a la comunicación no es de medios ni gobiernos, es de los pueblos. No habrá solución al problema de Cuba si no se encara en su real dimensión; si no se enfoca la mirada hacia adentro; si se sigue pretendiendo engañar a todo el mundo todo el tiempo, y si se continúan estimulando desde el poder el extremismo político y la manipulación que tanto dañan al país.  

Para contactar a la autora: ivettegarciagonzalez@gmail.com

14 agosto 2021 64 comentarios 3.696 vistas
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estallido

Estallido social en Cuba: las señales ignoradas

por Alina Bárbara López Hernández 15 julio 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Duele ver el estallido social en Cuba; sin embargo, no asombra en lo más mínimo. Las ciencias sociales no serán exactas pero no son ciegas. Si quienes dirigen  cierran los ojos a la realidad, las mujeres y hombres de ciencia no debemos hacerlo. Está en juego nuestra credibilidad y, lo más importante, la vida de muchas personas y el futuro de la Patria.

Las señales

En entrevista para OnCuba hace poco más de un año, Alex Fleites me preguntó si creía que en la Isla se incubaba un nuevo momento histórico y cuáles serían sus señales más visibles. Esta fue mi respuesta:

«Sí, lo creo. Una crisis no es tal hasta que los actores sociales no toman cuenta de ella, ahí es determinante el factor subjetivo. Es una especie de malestar de época, por decirlo de un modo que ciertos críticos hallarán metafórico. Casi siempre se relaciona con el agotamiento de un modelo, fíjate que no digo de un sistema (…)

Para la llegada a ese momento de malestar existen hoy, en mi opinión, dos condicionantes. Por un lado la incapacidad de nuestros gobernantes de encauzar un camino de reformas exitoso. Ya son más de tres décadas del derrumbe del campo socialista y dos períodos de intento de reformas, uno en los noventa y otro a partir del 2010, este último incluso de modo formal y con una gran cantidad de documentación confirmatoria. Por otro lado, existe la capacidad ciudadana de someter a juicio público esa incapacidad, eso es algo novedoso. La ruptura de un canal de información unidireccional permite visibilizar las señales de alarma. Y los que dirigen lo saben bien pero han sido incapaces de responder adecuadamente.

Mi opinión es que presenciamos el agotamiento definitivo de un modelo económico y político, el de socialismo burocrático. Quienes dirigen no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones».

Estallido (1)

El 27 de noviembre de 2020 tuvo lugar frente al Ministerio de Cultura una protesta de artistas, intelectuales y activistas (Foto: Ismael Francisco/AP)

Doce meses después, publiqué en LJC el artículo «Cuba, los árboles y el bosque», donde afirmé:

«En Cuba están maduras desde hace tiempo las condiciones objetivas para una transformación. Es indudable que la nación dejó de avanzar: la economía no crece desde hace años, la deuda externa aumenta constantemente, igual que los niveles de pobreza, y, a pesar de ello, las reformas han sido demoradas de manera inexplicable. Es evidente que los de arriba no pueden seguir administrando y gobernando como antes. Pero ¿qué ocurre con los de abajo?

Sin la maduración del factor subjetivo esa transformación no era posible. Se requería la voluntad de querer cambiar de las personas, una energía cívica que había sido aplastada por condicionamientos políticos, educativos y mediáticos. La «indefensión aprendida» también existe en un modelo socialista en el que el sistema controla en cierta medida la manera de comportarse de sus ciudadanos.

Faltando el factor subjetivo, las condiciones objetivas por sí solas no determinarían nada. Sin embargo, actualmente existen señales muy claras de su existencia. Tales signos no han sido entendidos por el aparato ideológico, que se equivoca al reducir las manifestaciones de descontento a «un golpe blando», a «una manipulación generalizada», o a la «creación de matrices de opinión negativas sobre el gobierno»; sin que yo niegue de plano que ello también ocurra. La dirección del país no termina de ubicarse en:

– El novedoso entorno que ha creado el acceso masivo a internet y las redes sociales, que los ha privado del monopolio absoluto de la información que tuvieron por décadas y ha democratizado su difusión y generado la posibilidad de campañas y denuncias ante arbitrariedades.

– Un estado de permanente polémica, visible en las redes y fomentado por la propia dirección del país a raíz de la consulta popular para la redacción de la nueva Constitución; quizás pensaron que al concluir la referida consulta y no requerirse más de nuestros puntos de vista cesaríamos de ofrecerlos, ingenuo de su parte, ahora tenemos cómo y no necesitamos de sus convocatorias.

– La declaración de Cuba como un Estado Socialista de Derecho que visibilizó mejor las prerrogativas de cubanas y cubanos y los compulsó a exigir libertades que la propia Constitución garantiza.

– La existencia de generaciones jóvenes, cuestionadoras per se, que han encontrado repercusión en generaciones mayores, ya cansadas de promesas incumplidas y reformas demoradas o interrumpidas.

Esta coexistencia de condiciones objetivas y subjetivas para una trasformación social es totalmente novedosa en el devenir del modelo socialista cubano. La cuestión que está en juego ahora no es si hay que cambiar, sino cómo hacerlo (…)

Llegados al punto en que se encuentra Cuba hoy, los caminos para un cambio social pueden ser dos: pacífico o violento. El primero de ellos, al que me adscribo totalmente, significaría aprovechar los espacios legales —muchos de ellos que habría que crear primero—, para presionar por cambios económicos, políticos y jurídicos dentro de un diálogo nacional en que no haya discriminación por motivo de credos políticos (…)

Alerto que es un momento gravísimo en este país. Se reúne un potencial conflictivo en un escenario que está siendo muy mal analizado, no solo por el gobierno sino también, infelizmente, por intelectuales y científicos sociales a los que su formación teórica y su habilidad para interpretar los hechos sociales debería separarlos de una declaración meramente ideológica (…)

Son nuestras muchachas y muchachos, dialoguemos con ellos y con la sociedad civil cubana que desea caminos de cambio y de paz. Si se escoge por el gobierno la confrontación violenta como respuesta, puede ocurrir, a gran escala, lo que ya vimos en el Vedado: un grupo pacífico de jóvenes rociados con gas pimienta; o lo que ocurrió en el Parque de la Libertad de Matanzas en la noche del sábado: un pequeño grupo que fue golpeado por miembros de la Seguridad del Estado. No importa que impidan el acceso a internet por algunas horas. Todo se conoce, y se enjuicia.

Mi conciencia no me permite callar.

Cuba soberana no acepta injerencias. Algunos se empeñan en protagonizar shows mediáticos contra la Revolución, envenenando y mintiendo en las redes. El pueblo revolucionario cubano dará el combate. #Somos🇨🇺 #SomosContinuidad https://t.co/QDJSfUfCP8 Via @Granma_Digital

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) November 28, 2020

El resultado

Los intelectuales que alertamos durante meses al gobierno sobre la posibilidad de un estallido social de mayor magnitud fuimos denominados mercenarios. El aparato partidista y gubernamental desconoció con negligencia las señales de alarma. Este es el resultado de su actitud.

El domingo 11 de julio, miles de personas se manifestaron en numerosas ciudades y pueblos de la Isla. Junto a los que solicitaban cambios, mejores condiciones de vida y libertades políticas; como es común en todo conflicto de estas dimensiones, también se sumó el que pretendía únicamente delinquir y vandalizar, pero esa fue la excepción, no la regla.

El presidente y primer secretario Miguel Díaz-Canel reaccionó a esos hechos, inéditos en la historia reciente de Cuba, con la siguiente convocatoria: «La orden de combate está dada. A la calle los revolucionarios».

En su primera comparecencia televisiva reconoció que entre los manifestantes había personas revolucionarias y confundidas. En la segunda aparición, el día 12, aseveró que todos eran contrarrevolucionarios y mercenarios y que lo acaecido era resultado de un plan diseñado en el exterior. Esa es la narrativa que se ha sustentado desde entonces. Para él, los miles de manifestantes no son parte del pueblo. Gran error.

Las fuerzas del orden —del Ministerio del Interior, las FAR, Tropas Especiales, los cadetes de las Academias militares y hasta la reserva—, han reprimido con violencia. También algunos grupos de manifestantes han sido violentos.

Se sabe de al menos una persona muerta y otras heridas, golpeadas y detenidas. Una parte de ellas fue liberada al siguiente día. No sucedió así en otros casos, como el de Leonardo Romero, joven estudiante de Física de la Universidad de La Habana que fue preso hace dos meses por alzar un cartel que decía «Socialismo sí, represión no». Transitaba cerca del Capitolio con un alumno suyo de preuniversitario. El muchacho intentó grabar la enorme manifestación que se había congregado allí. Lo agredieron con saña. Era un menor de edad y Leonardo lo defendió. Fueron detenidos ambos.

Estallido (2)

Leonardo Romero fue detenido en las cercanías del Capitolio. Su familia aún desconoce su paradero. (Foto: Yamil Lage/AFP)

Es imposible conocer con exactitud lo ocurrido, porque desde las 3 de la tarde de ese día fue quitado el servicio de internet en Cuba. Somos un pueblo a ciegas, sin derecho a información y sin posibilidad de expresarnos. Los periodistas oficiales demuestran con su actitud que apenas son meros propagandistas del gobierno. Caiga sobre ellos toda la vergüenza del gremio.

Declaraciones justificativas, y en ocasiones incoherentes, han marcado la tónica del gobierno. El Buró Político se reunió hoy con la presencia de Raúl Castro pero nada trascendió de lo tratado. Al parecer, no existe una hoja de ruta diseñada para resolver una situación interna como este estallido, que es presentada ante la opinión pública como una gran conspiración internacional que emergió a partir de la etiqueta SOS Cuba.

Se han limitado a pedir la eliminación del bloqueo norteamericano. Ni una admisión autocrítica acerca de reformas postergadas y transgresiones constitucionales. Ni una invitación al diálogo. Creen, o quieren hacer creer, que los incómodos apagones de las últimas semanas son los responsables de la molestia ciudadana, sin reconocer las inmensas deudas sociales acumuladas que datan de décadas.

Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Exteriores, dijo en una conferencia con la prensa extranjera acreditada que en Cuba «nadie pasa hambre». Esa afirmación es otra evidencia del nivel de desconexión del gobierno con la gente de a pie. Solo es comparable con la crítica que hiciera Raúl en su «Informe Central» al 8vo. Congreso como secretario general saliente, a la «cierta confusión» que tuvieron algunos cuadros de dirección al emprenderla contra la «supuesta desigualdad» que ha creado la comercialización dolarizada en Cuba.

La desesperación de la gente la ha lanzado al estallido, a protestas masivas en medio del peor momento de la pandemia en la Isla. Es previsible esperar un enorme crecimiento de contagios, tanto entre los manifestantes como entre las fuerzas del orden y en los grupos de respuesta rápida convocados en los centros de trabajo para mostrar apoyo al gobierno.

A todo esto se une el oportunismo político de algunas voces en el exilio que piden una solución militar para Cuba. Deben saber que afectar la soberanía nacional con la tesis de una intervención humanitaria es totalmente inaceptable para una enorme mayoría de este pueblo, incluso para muchos de los que se manifiestan hoy contra el gobierno.

Al dirigirse a la prensa extranjera, Rodríguez Parrilla argumentó con ligereza que este no era el peor momento que se ha vivido en Cuba. Es cierto que en los noventa tuvimos una crisis terrible y un maleconazo; no obstante, le recuerdo que en aquella etapa teníamos un líder con visión suficiente para ofrecer cambios a corto plazo y un pueblo con esperanzas de que ante la caída del socialismo real en Europa el gobierno tendría la inteligencia suficiente para encauzar una vía expedita y continua de cambios.

Ninguna de estas cosas existe hoy. Pero pedirle al gobierno cubano que atienda a las señales es, ya lo hemos visto, arar en el mar.

15 julio 2021 60 comentarios 12.040 vistas
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intervencion

Acerca de derechos, intervenciones y corredores

por Rodolfo Alpízar Castillo 13 julio 2021
escrito por Rodolfo Alpízar Castillo

No importa de qué país sea usted, ni cuál sea la tendencia de su gobierno, derecha, centro, izquierda, liberal, neoliberal, de bienestar, autodenominado comunista: Usted tiene derecho a no gustar de él, a discrepar, a oponérsele. En fin: Nadie puede obligarlo a concordar con su gobierno. Es una buena noticia, ¿verdad? Pero usted ya lo sabía.

I

El problema es que hay una mala noticia: El gobierno tiene derecho a no estar de acuerdo con su desacuerdo; esto es, no está obligado a tomar como bueno cuanto usted haga para demostrarle su oposición.

Se trata de dos derechos encontrados. ¿Se había dado cuenta? Supongo que sí.

Normalmente, en países civilizados, esa contradicción coexiste pacíficamente sobre la base de determinadas normas. Pero suelen darse dos situaciones (en realidad, no abundan los países verdaderamente civilizados):

a) Usted se extralimita en la forma de ejercer su derecho.

b) El gobierno se extralimita en la forma de ejercer el suyo.

Al respecto, otra mala noticia, aunque imagino que también la conoce: El Estado (que no es invento comunista ni capitalista, pues existe desde hace varios miles de años), disfruta de un privilegio que ningún ciudadano en ningún país del mundo puede disputarle: el monopolio de la fuerza. No hay Estado que renuncie a él, so pena de convertirse en fallido.

¿Imagina un Estado en el cual cualquier grupo de personas pueda ejercer el derecho de la fuerza a su albedrío? Esa es la sencilla razón de tal privilegio.

(Estado no es lo mismo que gobierno, lo sé, pero a los efectos de lo que nos interesa ahora podemos prescindir de matices).

Para ejercer ese derecho, el Estado dispone de órganos de represión: fuerzas armadas y policía, fundamentalmente. Por suerte, gracias al desarrollo de la humanidad, existen normas para la aplicación de la represión en casi todos los países del mundo, y son escasos los gobiernos con las manos enteramente libres para aplicarla.

En resumen: Usted tiene derecho a oponerse a su gobierno, pero está obligado a saber que su gobierno tiene derecho a defenderse de cualquier acción suya que lo desestabilice o tienda a derrocarlo.

Lo más frecuente es que, siempre que se mantenga dentro de los límites de la legalidad establecida, su gobierno no le haga mucho caso cuando usted ejerce su derecho a estar en contra de él.

Pero puede ocurrir que a usted eso de los límites lo tenga sin cuidado, y ejerza su derecho a traspasarlos. La parte mala de ejercer ese derecho es que, como el Estado tiene el suyo, usted se expone a conocer de cerca el alcance del término «monopolio de la fuerza». Digamos que si le lanza piedras a un policía es poco probable que de él reciba flores.

Pero no se amilane por eso. Acepte el precio de ejercer su derecho: pedrada para el policía, palazo/balazo para usted. A fin de cuentas, «Sarna con gusto no pica».

II

Voy a buscarme la malquerencia de muchos con esto que voy a decirle, pero es la verdad: Usted, que no quiere saber nada de su gobierno, por la razón que sea, tiene todo el derecho del mundo a solicitar, por esa razón, una intervención militar para provocar su caída.

Seguramente ya lo había pensado.

Lo que tal vez no haya pensado es que una intervención militar es una inversión, una operación económica. Por tanto, para lograrla usted tiene que convencer al gobierno al cual pida la intervención de que le ofrece un negocio rentable.

De otra manera no sueñe que le van a hacer caso.

(Las guerras, olvide la propaganda de cualquier color, son empresas comerciales. Si no hubiera guerras en el mundo durante todo un año, ni carrera armamentista, se produciría una crisis económica mundial de proporciones incalculables; suena feo, pero es la verdad).

¿Imagina cuánto cuesta mover una tropa, digamos, de cinco mil uniformados? Primero, hay que trasladarlos del lugar donde estaban acuartelados (cuidando de no «desvestir un santo para vestir a otro»). Después, hay que disponer de los elementos de transporte, pues las tropas no se mueven mediante varitas mágicas, sino mediante complicadas operaciones de desplazamiento.

Sepa usted, por cierto, que el momento de mayor riesgo para una tropa es el desplazamiento. Por tanto, para movilizar a esos cinco mil uniformados hace falta una operación que incluya la protección de las tropas.

También se ha de considerar otros elementos organizativos y logísticos, pues esas tropas no van a ir «a pecho descubierto». Además de las diferentes vituallas, hay que contar con abundantes raciones de combate, pues no es posible saber cuánto tiempo durará la operación (cualquiera sabe cuándo comienza una guerra, pero no cuándo termina), y no hay razón para pensar que los van a recibir con banquetes de bienvenida. Sin contar que habrá que reponer municiones y armamento, lo cual resulta bastante caro.

¿Y qué me dice del aspecto político? Porque esas fuerzas armadas no «se mandan» a sí mismas; salvo que el país al cual usted convenció de derribar al gobierno sea una monarquía absoluta, lo más probable es que haya un parlamento y una opinión pública a quienes convencer de que ese gasto del dinero de los contribuyentes está justificado (en términos exactos: de que es un buen negocio).

Puede ocurrir que ese gobierno suyo que tan mal le cae no se desplome así como así, y entre los interventores haya muertos (a cuyas viudas habrá que asegurar una pensión) y heridos (a quienes habrá que trasladar, curar y, si quedan mutilados, pensionar de por vida). Eso encarece la operación.

Vaya, que usted tendrá que tener un lápiz muy bien afilado si quiere convencer a algún país para que le haga el favor de derribar al gobierno que tan mal le cae.

Alcalde de Miami, Francis Suárez, pide intervención militar de EE.UU. en Cuba para “proteger al pueblo”. (Foto: AP)

Supongamos que la cuenta da (su país tiene riquezas de las cuales los interventores se apropiarán para resarcir pérdidas y obtener ganancias, como en todo negocio), se derroca al gobierno que le cae mal, y los interventores logran recuperar la inversión. Usted, satisfecho y agradecido, les pide que se retiren. ¿Lo hacen? ¿Conoce usted algún caso en que eso haya ocurrido?

¿Una tropa interventora llega, derriba un gobierno que disgustaba a alguien y se retira, sin más ni más? ¿No deja detrás, cuando menos, una Enmienda Platt, como en Cuba? Por más que me esfuerzo, no recuerdo alguna ocasión en que haya ocurrido algo parecido.

Lo que me viene a la mente es Libia, uno de los países con más desarrollo (o el de más desarrollo) de África. Un día sufrió una intervención militar extranjera porque de repente los gobiernos occidentales se acordaron de que su presidente era un dictador y, como eso es algo muy malo, era necesario derrocarlo.

Como resultado, Libia prácticamente no existe en estos momentos.  (Pasemos por alto los miles de muertos, la mayoría civiles, y los que siguen muriendo).

Otro ejemplo que se me ocurre es Irak, cuyo presidente de repente dejó de ser amigo de los norteamericanos (lo fue mucho tiempo; por ejemplo, ahorcó a los miembros del partido comunista iraquí, usó armas químicas facilitadas por los occidentales contra los kurdos, y atacó a Irán, también con armas occidentales). A partir de ese momento pasó a ser una amenaza para Estados Unidos, por las armas de exterminio en masa que poseía. Con ese argumento se convenció al congreso y a la opinión pública mundial de la necesidad de derrocar al presidente de Irak…

Nadie ha sido capaz de contabilizar la cantidad de muertes ocasionadas por esa intervención militar, e Irak jamás ha vuelto a alcanzar los niveles de desarrollo que tenía antes de ella (tampoco ha conocido un día de paz desde entonces).

Lo curioso es que décadas después de la intervención que destruyó a Irak (que no ha terminado del todo) nadie ha visto las famosas armas de destrucción masiva.

Libia e Irak son buenos ejemplos de las consecuencias para un país cuando se produce una intervención extranjera. Pero a través de la historia del planeta se pueden encontrar ejemplos en abundancia, no hay que pensar que es un invento de norteamericanos ni de los tiempos modernos.

No obstante, usted, que está informado de lo que he relatado, sigue teniendo todo el derecho del mundo a pedir la intervención extranjera en su país para que derroque al gobierno que tan mal le cae. Que se destruya el país y muera un montón de inocentes no es tan importante, ¿verdad?

Por tanto, para ser consecuente con usted mismo:

a) No olvide los antes mencionados derechos del Estado, sobre todo, tenga presente que en algunos países existen leyes que consideran la incitación a la intervención militar extranjera como crimen de traición a la patria. Y se aplican.

b) No pretenda que sus conciudadanos lo consideren un patriota. Ser patriota y solicitar intervención extranjera contra el propio país no son elementos concordantes. Eso no tiene por qué importarle a usted. Asúmase: Usted no es un patriota y ya; está en su derecho de no serlo.Asúmase, repito: Usted está por la intervención militar extranjera en su país, para deshacerse del gobierno que no le gusta; por tanto, no ande con subterfugios, olvídese de la corrección política y proclámelo abiertamente. Es su derecho. No acuda a innecesarios eufemismos.

No diga, por ejemplo, que pide un corredor humanitario para su país. Pida abiertamente lo que quiere pedir. De lo contrario, se muestra como un ignorante o como un hipócrita. Y usted no desea que lo consideren ni lo uno ni lo otro.

Usted no es un hipócrita y usted sabe que un corredor humanitario es, en esencia, una operación militar. Una forma de intervención militar. Afróntelo.

Convocatoria a una Intervención Militar estadounidense en Cuba lanzada desde la Florida, con 270,000 firmas

Los corredores humanitarios son vías que facilitan la circulación segura, libre de ataques, de la ayuda humanitaria y de las víctimas de los conflictos armados.

Esto es: un corredor humanitario se crea porque existe, previamente, una situación de conflicto armado entre bandos diversos (en ocasiones son más de dos). Es decir, para que se establezca un corredor humanitario tiene que existir un conflicto bélico en desarrollo.

Por lo común, esos corredores humanitarios se garantizan mediante la presencia militar de una «fuerza neutral», la cual se coloca entre las partes beligerantes. Sirve para la evacuación de heridos o de civiles atrapados entre los fuegos. (En ocasiones sirve para acciones «menos santas», como favorecer a una de las partes del conflicto, o para saquear las riquezas del lugar, pero eso es «peccata minuta»).

Por tanto, usted tendría que provocar primero un conflicto armado en su país para solicitar después la creación de un corredor. Y tambien tiene que poner de acuerdo a los bandos enfrentados, para que no le caigan a bombazos a la «fuerza humanitaria» que usted solicitó.

Pero eso no es lo que usted quiere, es demasiado complicado. Dígalo, pues, de forma directa, para que no haya confusión: Usted no pide un «corredor humanitario» para su país (pues nada lo justifica).

Usted lo que quiere es una intervención militar extranjera que le quite de encima a ese gobierno que tan mal le cae. Y ya. Es su derecho. Proclámelo con todas las letras. Nada como la correcta expresión de las ideas.

***

(Lea aquí la posición del Consejo Editorial de La Joven Cuba sobre los eventos del pasado domingo, 11 de julio)

13 julio 2021 65 comentarios 6.107 vistas
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manto

El Manto del Rey

por Consejo Editorial 8 julio 2021
escrito por Consejo Editorial

La obra, autoría del escritor espirituano Mario Valdés Navia, agrupa tres aproximaciones a la realidad socioeconómica cubana que pueden leerse de manera independiente, pero que guardan una relación estrecha que va de lo fenoménico a lo esencial. El libro hace referencia a teorías y elementos de la historia de las ideas y los contextualiza en el presente.

El primer asunto que aborda es el contrato social en las diferentes etapas de la transición socialista cubana y cómo se ha manifestado la interrelación entre el salario y la economía informal en la representación social colectiva. Luego trata la razón de ser de la tríada burócratas-burocracia-burocratismo y los peligros que encierra la hegemonía burocrática para la sociedad cubana. Por último, la tercera aproximación analiza, a partir del concepto cultural de sentido de propiedad, las interioridades de la propiedad socialista estatizada y su relación con el tema de la participación ciudadana.

Por su parte, el autor de la obra agradeció a Ediciones Matanzas por la publicación de su libro; además comentó que la inspiración que le llevó a escribir esas líneas fue la necesidad de abordar temas cubanos de la actualidad.

8 julio 2021 0 comentario 202 vistas
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Nombre

Sin nombre

por Newton Briones Montoto 19 marzo 2021
escrito por Newton Briones Montoto

He leído con verdadero interés el artículo de Alina Lopez Hernandez, «Cuando de nombres se trata». Recomendaría posponer el tema para otra ocasión más calmada, ahora existen asuntos importantes como para detenerse en el nombre de una institución.

Sobre la experiencia de aquel proceso, conocido como «Gobierno de los cien días», se ha escrito mucho, y mientras más leo descubro nuevas facetas. Entre sus encantos está el beneficio de permitirnos discernir en los asuntos actuales.

Asediados por su majestad, la pandemia, y otros virus iguales o más dañinos, nunca antes hemos necesitado de tanta luz como ahora. Los ejemplos de la historia pasada pueden nutrirnos, no solo para saber más sino para aplicarlos. Buenas intenciones con una estrategia equivocada son iguales a nada. En la vida se tropieza con obstáculos, frente a ellos surgen otros caminos a seguir; solo uno es el mejor, el estratega es el que lo encuentra.

Comparar lo que hicieron los actores de aquella época del 33, puede ayudarnos para esta del 2021. Siempre que converso de asuntos de estrategia, viene a mi memoria el ejemplo llevado a la práctica por Fidel. En el año 58, los rebeldes tomaron prisioneros a soldados norteamericanos de la base de Guantánamo. Fidel los mandó a soltar, no era conveniente luchar a la vez contra Batista y contra EEUU.

 El gobierno de Gerardo Machado, para mantenerse en el poder, comenzó a arrastrar más problemas de los que podía resolver. Su primer gran error consistió en volverse a postular por segunda vez para presidente. Aquel hecho acaparó la atención nacional y de ello derivó una división interna: los que estaban a favor de su reelección y los que no.

Cuba-Machado

El dictador Gerardo Machado en la portada del Time del 19 de enero de 1931.

Después, sin ser invitado, apareció el problema económico; igual a como emergió la pandemia en la actualidad. Durante el segundo período presidencial de Machado, Cuba sufrió el impacto de la crisis mundial de 1929, la cual provocó un duro impacto: brusca caída del precio del azúcar de 1.23 centavos por libra en 1930 hasta 0.57 en 1932; imposibilidad de acceder a préstamos internacionales; rebaja de hasta el 60% de los sueldos de empleados y funcionarios públicos, que conformaban una clase media urbana.

Mientras, la amplia clase media rural, particularmente los colonos, sufrían un drástico descenso de las condiciones de vida, completando los elementos suficientes para sucumbir.

La ceguera política que acompaña en ocasiones a los que están en el poder, impidió que Machado viera más allá de donde era recomendable para resolver la situación existente. Una huelga de trabajadores en los ómnibus de La Habana, motivada por una disposición abusiva del jefe del Distrito Central, Pepito Izquierdo, se convirtió en el chispazo necesario para producir la inevitable explosión social. Ellos deseaban alcanzar ciertos objetivos de índole económica.

Sin embargo, ya para el día 5 de agosto la huelga se había convertido en una poderosa ofensiva política contra Machado. Cuando el presidente trató de rectificar, concediendo beneficios a los opositores, ya era tarde.

El 12 de agosto de 1933, Machado partió en un avión para ponerse a salvo de la furia desatada en su contra. Al frente del país quedó un oscuro funcionario, hijo del Padre de la Patria. El 4 de septiembre, en los cuarteles del habanero Campamento Militar de Columbia, las clases, soldados y sargentos se enfrentaron a los oficiales con el fin de exigir pagos atrasados y mejores condiciones de vida.

Gobierno

Carlos Manuel de Céspedes (hijo)

Ante la falta de autoridad de los oficiales por la huida de Machado, las clases lograron su objetivo. Se convertirían en una fuerza tanto militar como política. Le pidieron al presidente Carlos Manuel de Céspedes su renuncia y este accedió. Un gobierno presidido por Ramón Grau San Martín, profesor de la facultad de Medicina a quien los estudiantes fueron a buscar a su casa, ocupó el cargo de presidente.

El conflicto es el motor de la historia, y en este caso comenzaron a aparecer los protagonistas de la nueva cinta por rodar. Welles, embajador de los EE.UU., quería restaurar la hegemonía estadounidense que tanto habían disfrutado. Un embajador norteamericano era considerado un gobernador en Cuba.

El Partido Comunista, acompañado por la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y por el Sindicato Nacional de Obreros de la Industria Azucarera (SNOIA) y otros grupos de izquierda, recibían orientaciones del Buró del Caribe, situado en los EEUU. Grau y Guiteras querían beneficiar a las masas con leyes más justas y modernizar el país.

Fulgencio Batista, jefe del ejército, ascendido de sargento a coronel, defendía su posición, aunque todavía no había dado los pasos convenientes para afianzarse. Esperaría el momento para obtener la ayuda del Norte. Batista no continuaba adelantando su posición ante el temor de que los antiguos militares del gobierno de Machado pudieran convertirse en sus jueces. Sin embargo, tenía una estrategia bien pensada para ocupar el poder. Y lo logró.

La memoria histórica del Directorio Revolucionario 13 de Marzo

Un pasaje descrito en el libro Estado y revolución en Cuba, publicado en el 2010 por la editorial de Ciencias Sociales, del investigador canadiense Robert Whitney, arroja mucha luz sobre la época. Hasta ese momento, a los obreros cubanos se les negaba ser contratados para trabajar en su país. La élite comercial española solo contrataba a sus coterráneos, en tanto, los obreros nativos sufrían desempleo. Este horror había resistido durante treinta años de república, porque el mercado de trabajo no estaba controlado por los diferentes gobiernos.

Cuando Grau propuso la Ley del cincuenta por ciento para resolver la injusticia, muchos en el gobierno se opusieron, incluso el propio Guiteras, por temor a la reacción de los comerciantes españoles. Aunque señaló que, si se aprobaba, él la apoyaría. La nacionalización del trabajo era una medida popular, defendía los derechos de los obreros. Durante décadas, las compañías azucareras habían traído cientos de miles de trabajadores desde Haití y Jamaica. Pero nacionalizar el trabajo significaba desafiar a las compañías azucareras.

La CNOC amenazó con una huelga general contra el gobierno. El 21 de diciembre, veinte mil personas marcharon hasta el Palacio Presidencial para respaldar la ley de nacionalización. El gobierno recibió la aprobación y en el ánimo de muchos quedó la sensación de que había hecho modestos avances. Los decretos que transformaron prácticas coloniales recibieron un reconocimiento popular a pesar de las tensiones y presiones de aquel momento.

No obstante la acción combinada del binomio Grau-Guiteras, en enero de 1934 el gobierno cesó. Guiteras murió al tratar de salir de Cuba por El Morillo y en 1944 Grau resultó electo presidente. Una comparación de lo que debió ser y no fue la encontramos en los hombres de aquella época. Batista, de origen muy humilde y pobre de solemnidad, murió millonario en España. Grau, de cuna rica y con una fortuna heredada de su madre, murió pobre y en Cuba.

19 marzo 2021 21 comentarios 2.893 vistas
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