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silencios

La historia cobra los silencios

por Ivette García González 3 septiembre 2020
escrito por Ivette García González

“Peor que los peligros del error son los peligros del silencio”

Fidel Castro Ruz (1926-2016)

Hace muy poco un apreciado profesor circuló un mensaje a un grupo de colegas, yo entre ellos, en el que reproducía el artículo de Yassel Padrón “Los hijos de los dirigentes”, uno de los ocho más leídos durante el pasado año. Estaba alarmado y molesto. El texto le pareció “material fiambre…con tristes visos de veracidad”. Y se quejó de que “todavía haya algunos que  no entiendan que el “enemigo” tiene como línea de trabajo el estudio de estas tarupideces.”

Lo que dice al final del mensaje es, sobre todo, lo que ahora interesa. Cada cual tiene derecho a leer el texto y formarse una opinión. La mía es que como artículo de opinión política cumple su cometido. Aborda un tema actual, público en las redes sociales y de interés para la opinión pública cubana. Ayuda a pensar en el problema contrarrestando y superando a las redes, donde esas noticias van por el show, el sensacionalismo y una crítica encarnecida al gobierno.

El tratamiento es bastante objetivo y equilibrado. Claro que aun así, es inconveniente e incómodo para los involucrados. También doloroso y a veces frustrante para la gente. Ambas razones hacen más conveniente el silencio, que en cualquier caso nunca sería eterno.

En el mensaje del profesor no hay una crítica argumentada, ni en contenido ni en forma, al texto de Yassel Padrón. Por el contrario, reconoce que lo dicho tiene “visos de veracidad”. Sin embargo, la descalificación es enfática. ¿La causa? Es un tema de interés del “enemigo”.

Si como creo, lo que más interesa a todos es la patria y su pueblo, entonces la pregunta es: ¿qué perjudica a Cuba en realidad, que se hable del problema entre cubanos, que el enemigo estudie el problema, O QUE EXISTA EL PROBLEMA?

Convengamos en tres cosas. La primera, el fenómeno es viejísimo, solo que se hizo público hace poco. Hasta entonces solo los del círculo implicado y algunos cercanos lo sabían, toda vez que la única información que recibían los ciudadanos era la controlada por el gobierno y el Partido. Pero desde que existen las redes sociales los secretos la tienen difícil. Circulan muchas imágenes de ese tipo, difundidas por amigos, enemigos y los protagonistas.

Está por ver todavía si esta incómoda publicidad del notable confort a esa escala, surte efecto corrigiendo comportamientos. Las mayorías, que viven apegadas al discurso de austeridad y sacrificio, lo agradecerían. Pero lo que está fuera de dudas es que el silencio de tantas décadas no sirvió para algo bueno.

La segunda es que la reacción de mi colega no es excepcional. Durante décadas la cuestión del “enemigo” en la vida cotidiana y el discurso político ha servido para justificar errores en el campo político, económico e ideológico y para acallar inquietudes y críticas. También para renunciar a derechos universales en aras de una “unidad” que se asume como unanimidad e incondicionalidad.

Tanto se ha fomentado esa actitud que ya muchos, aunque coincidan con el criterio de quien critica algo, ven mal que lo exprese y lo consideran peligroso. Si quien critica es apreciado, entonces le aconsejan silencio, o que vea dónde habla, lo que significa hacerlo solo en ámbitos muy estrechos. La crítica hacia arriba no se acepta. Para quien disiente en Cuba de alguna cosa, nunca se dan juntas la “forma correcta”, el “lugar indicado” y el “momento oportuno.”

La tercera es que solo con valentía, honestidad y transparencia es posible enfrentar este fenómeno. Lo primero será siempre reconocerlo. Luego tratarlo con la claridad que debe tener el ejercicio de toda autoridad, máxime en un país socialista.

El ejemplo y la coherencia entre el discurso y la práctica son vitales para conservar la legitimidad ante el pueblo. Y a quienes estamos abajo no nos queda bien callar, o censurar a quien no lo hace. Se trata de Cuba y como dijo Fidel en aquel V Congreso de la UPEC, en 1986: “Peor que los peligros del error son los peligros del silencio.”

3 septiembre 2020 16 comentarios 1k vistas
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hegemonia

La necesaria hegemonía del amor

por Giordan Rodríguez Milanés 14 febrero 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Muere de odios el equilibrio ecológico del planeta. Donald Trump retira a los Estados Unidos del Paris Agreement y se burla de Greta Thunberg. Con la misma obcecación de los terraplanistas, los trumpistas descreen del cambio climático, el deshielo, el aumento del nivel del mar y la depredación de la flora y la fauna. No aceptan los cientos de millones de infantes muertos cada año por enfermedades curables o prevenibles, el hambre y la sequía. Casi nadie quiere, al tragar el café del desayuno, que le contemos sobre los homeless, la trata de mujeres, los africanos ahogados en el Mediterráneo y la criminalización de quienes quieren ayudarle, los desplazados de Siria, las niñas violadas en Colombia por The US Army.

Las ambiciones destruyen la biosfera aunque haya animalistas en Cuba, luchadores por los derechos de los emigrantes en Europa, médicos combatiendo epidemias en África y Asia, mártires en defensa de la mariposa monarca, jóvenes que se enfrentan a  los balines de los carabineros, chalecos amarillos protestando una y otra vez; y humildes, valientes,  que cada día se levantan y salen a arriesgar su piel y la de su familia por la reivindicación del más elemental y humano de los derechos: el derecho a vivir en paz y armonía con la naturaleza y los semejantes.

Algunos quieren que todos los cubanos acatemos este mundo en desequilibrio. Nos venden un cambio donde la proclamación de los derechos tenga más peso que su concreción en términos de igualdad y dignidad plenas.  Una sociedad de extremos en la cual un artista deba alinearse con el rencor. Un escritor no deba jamás entender las razones de sus discrepantes o un comunicador tergiverse los hechos para que se acomoden a las matrices dictadas por el poder.  Esto incluye también a los que, según su retórica, parecería que sueñan y trabajan por una Cuba mejor mientras se vuelven expertos en enseñarnos las imperfecciones del resto del mundo y soslayan las internas para “no hacerle el juego al enemigo”. Despachan nuestros problemas en ese tiovivo ideo-político en que los dirigentes caen para arriba. El que roba un pan va preso mientras el que se equivoca,  —y deja millones de pérdidas al país—, tiernamente, pasa a cumplir otras funciones.

Así como el rencor provoca división, la exclusión y represión de cualquier voz disonante respecto a la postura oficial dentro de Cuba nos desmembra. La facción burocrática de nuestra clase dirigente parece haber renunciado al convencimiento y el liderazgo  para, con muy torpes procedimientos de comunicación política, replicar más o menos las mismas tácticas descalificadoras, excluyentes, oportunistas, tan habituales en los enemigos de la Revolución.

Si en Miami demonizan a Haila, en La Habana no le renovamos los contratos a Yasser Porto. Si en La Florida los medios destruyeron discos de Laura Paussini cuando cantó con Gente de Zona en La Habana, aquí secuestran la carátula de un libro de Alina López por indicación de alguien de la instancia partidista que no da la cara.

Alimentar el rencor desde la intolerancia contra el pensamiento diverso y su expresión, jamás va a conducir a una Cuba mejor sino a la polarización de las relaciones entre sus hijos, lo cual es lo más conveniente para nuestros enemigos. La solución a nuestras deficiencias sistémicas no está tanto en si la política del presidente americano de turno, o si tal congresista por La Florida, son más o menos agresivos contra el gobierno y el pueblo cubanos. En un mundo donde el individualismo de unos pocos determina la vida de todos, no es posible la construcción socialista desde la supeditación acrítica de la masa al Partido, o la represión del individuo disidente no por la ilegalidad de sus acciones, sino por la disidencia misma o por el acomodo de la claque burocrática.

¿Cómo superar entonces esa trampa en que la crítica y el disenso interno le sirven al adversario político; y la falta de crítica y de disenso nos inmoviliza, ayuda al oportunista, al deshonesto de modo que, también, beneficia al adversario?

Hay que trabajar en la búsqueda de un consenso que valorice alternativas a la herencia capitalista de aceptación de los aparatos ideológicos del Estado como mecanismos coercitivos. Fomentar el mínimo indispensable de hegemonía cultural, entendida la cultura como sistema y conjunto de valores propios de una sociedad.  De condicionar al individuo según la hegemonía del Partido como ente disciplinario y punitivo de la conducta del sujeto social, hay que pasar a educarnos en la hegemonía de la comprensión mutua donde los aparatos ideológicos del Estado y las instituciones propicien espacios públicos habituales para el ejercicio de la honradez, la bondad, la solidaridad, y la expresión sincera de cada cubano, sea o no militante, tenga o no razón.

Continuar la formación de las nuevas generaciones desde la intransigencia contra cualquier desacuerdo a favor de la infalibilidad de la clase dirigente, no es el camino. El fanatismo acrítico de las consignas solo conduce al anquilosamiento ideológico.  No se neutraliza el odio, con más odio. No se cura el rencor, con más rencor. No se combate la intención enemiga de dividirnos con más exclusiones. Una sociedad futura sin opresión, con todos y para el bien de todos, con respeto a la dignidad plena, solo puede forjarse desde la comprensión de los argumentos del otro y el discernimiento de lo espurio de lo equivocado, la discriminación de lo falso de lo verdadero con la valorización tanto de la inteligencia racional como de la emocional.

Habría que comenzar por cambiar el paradigma instituido de la educación cubana y del denominado “trabajo político-ideológico”. De una enseñanza sustentada en el autoritarismo del profesor, representante irrestricto de la política estatal, a una basada en el intercambio entre iguales.  Lo mismo es aplicable a la relación de los dirigentes con el pueblo.

Llámeme cursi. Hemos de crecer en la hegemonía del amor. “Sólo el amor engendra la maravilla (…) convierte en milagro, el barro”. Deberíamos hacerle caso al poeta.

14 febrero 2020 50 comentarios 722 vistas
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Vivir a Martí

por Manuel García Verdecia 28 enero 2020
escrito por Manuel García Verdecia

Cae por su propio peso del árbol de la lógica que para cualquier cubano digno Martí es sagrado. Sí, sagrado porque hay cosas que deben serlo para que los humanos tengamos Estrella Polar por donde guiarnos en la noche de nuestras preocupaciones y empeños; porque es necesario saber que hay asuntos que por su honda significación y por el resplandor de su nobleza mueven al deseo de escalar a ese elevado plano de actuación. Sacralizar no es petrificar. Es reconocer lo sublime y lo inspirador de una existencia que rebasa el nivel de lo común. ¿Cómo podría el hombre avanzar y mejorar en su humanidad si no tuviera un ideal que lo impulse? De modo que desacralizar no puede entenderse como reducir, vulgarizar ni banalizar, sino como expresar el modo en que, a pesar de las limitaciones que impone el ser falible, alguien consigue lo posible humano con excelencia, rebasando la estrecha medida en que la mayoría cumple sus proyectos vitales. Obviamente es indispensable tener en cuenta que, en términos de vida humana, la perfección es solo una aspiración y que toda valoración del individuo debe efectuarse por la latitud de lo digno que este logra aun a pesar de ciertos yerros a que su imperfección humana lo somete pero que, empequeñecidos los yerros por lo valioso de lo logrado, solo la mezquindad de algunos echa a ver. De tal manera Martí es sagrado, por tanto, que su ser y su obra iluminan, estimulan e impregnan de extensión, hondura y permanencia para una existencia decorosa.

Sin embargo, Martí no es necesario solo para los cubanos. La solidez, la versatilidad y la proyección dialéctica de su ideario y su acción inspiran a todo sujeto sensible e interesado en desarrollar su realización personal con independencia de su particular pertenencia geocultural. Los juicios y acciones que se sostienen más allá de un tiempo y un espacio devienen sustancia trascendente, fundamento de vida para todos los seres humanos, todo el tiempo. Es de aquí que colegimos una salvedad fundamental: a Martí no se le disminuye con un acto grosero que atente contra una representación suya. Claro, algo así traiciona el espíritu de lo que él promulgó y buscó para los seres humanos: el decoro y la bondad. Pero ojo, su espíritu también se puede traicionar con actos menos evidentes, pero más corrientes. Cuando alguien lo nombra, lo cita, lo esgrime como pendón de batalla, pero luego incurre en actos de intolerancia, lucro, ocultamiento de la verdad, arbitrariedad, indiferencia al sufrimiento, desdén hacia el diferente, su actuación niega el predicamento martiano, lo traiciona.

Como su sentido, Martí no está en una forma de piedra o cualquier otro tipo de representación. Martí, lo martiano, es algo sutil, latente, enraizado en lo esencial del ser en su más elaborado esplendor, algo impalpable que escapa al daño físico. Quien así se denigra es el que se rebaja a un acto incivil que expone el desconocimiento o el desprecio hacia lo que sugiere esa forma. Por supuesto un acto tal hiere la conciencia cívica y evidencia la degradación bestial en que algunos se mueven por la vida. Claro que lacera a los seres decentes y los hace reaccionar revitalizando el verdadero espíritu de este forjador de hombres. Pero igual que de la poda los árboles se renuevan fortalecidos, así con tales actos indignos, Martí resurge más frondosamente iluminador.

Y cobra mayor fuerza alentadora y solidez de luz porque es un ser que, desde su pensar, hablar y obrar, sintetiza en mucho lo más esencial y permanente de lo humano. El ser martiano se expresa en conceptos como virtud, decoro, honra, servicio, mejoramiento humano, amor, verdad, justicia, belleza… términos que empleó insistentemente al exponer sus juicios y apreciaciones en torno a una amplia variedad de asuntos. El propio Apóstol nos brinda la clave con sus apotegmas. Así cuando dice: “La enseñanza de la virtud es más noble que el examen inútil de las hondas llagas sociales”, o cuando recalca: “Cuanto no sea compatible con la dignidad humana, caerá”. Virtud y dignidad, dos nociones imprescindibles en la senda martiana. No, a un ser que va con la naturaleza de la vida, que sigue el latido del devenir de los hombres desde la noche de los tiempos, que abraza y se alimenta de todo, que aspira al bien y al amor universal por encima de odios, diferencias y veleidades, no se le reduce con actos innobles porque, como la semilla en tierra, en la oscuridad halla el nutriente de su crecimiento y florecer. Constantemente se habla de leer, de estudiar, de conocer a Martí y sí, esto es útil, pero lo imprescindible, lo verdaderamente enriquecedor y transformador es vivir martianamente. Ese es el gran desafío. A eso nos convoca su espíritu perpetuamente edificante. Es lo que necesitamos para fundar la patria equitativa, amable y generosa que el soñó.

28 enero 2020 7 comentarios 597 vistas
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escoger

Normalmente no podemos escoger a nuestros enemigos

por Giordan Rodríguez Milanés 9 julio 2019
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Carlos Manuel de Céspedes intentó que algún gobierno de los Estados Unidos apoyara a Cuba en su lucha contra el colonialismo español. Presionado por algunos camagüeyanos anexionistas, llegó a comisionar a un hombre de su confianza para que explorara la posibilidad de que la Unión reconociera la causa cubana e, incluso, llegara a considerarla un estado de la Unión —aunque no lo fuera— como un mecanismo expedito para derrotar la metrópoli española. Algunos contemporáneos alertaron a Céspedes acerca de las implicaciones que tal maniobra tendría para la incipiente nacionalidad cubana a lo que el Padre de la Patria respondió:

“Una vez idos los españoles, expulsamos a los otros”.

Pero los estadounidenses tenían otros planes. No les interesaba guerrear con España sino esperar que Cuba cayera por su propio peso de fruta madura. No tardó Céspedes en percatarse de los verdaderos intereses del vecino. Aquello que Céspedes concluyó como resultado de su propia ingenuidad política, Ernesto Guevara lo definió con su: “Al imperialismo, ni un tantico así”.

La historia demuestra que solo los agresores pueden escoger a sus enemigos. Los que se defienden, jamás. Lo mismo que los amerindios no tuvieron alternativas ante la llegada de los conquistadores europeos, que a los africanos les fue impuesta la barbarie de la esclavitud, los gobiernos de los Estados Unidos le han impuesto a este país una confrontación ya histórica: bloqueo o embargo –como quieran llamarle—, atentados terroristas, persecución financiera, son hechos irrefutables que sólo se niegan a aceptar las mentes calenturientas de odio o congeladas por la ignorancia o derramadas sobre las conveniencias espurias.

El abusador necesita de la cooperación del abusado para consumar su obra de maltrechos. Hernán Cortés aprovechó las diferencias entre los aztecas y las tribus sometidas por, o contrarias a estos, para derrotar a Moctezuma. Los españoles por si solos jamás lo hubieran hecho.

Los negreros europeos usaron a los africanos de tribus rivales para cazar esclavos y alentaban las diferencias étnicas y culturales en las dotaciones para mantenerlos bajo control. Los nazis aprovechaban las diferencias ideopolíticas y antropológicas en los campos de concentración, para mantener bajo control a la población recluida.

Cuando un oprimido mordisquea la zanahoria que le brinda su opresor, y cree que con ello obtendrá las ventajas necesarias para saciar su hambre antes y mejor que sus semejantes, ese oprimido se convierte en aliado de su propio dueño. Tal es el falso ímpetu de algunos compatriotas, como el del burrito que avanza hacia la golosina que le pone al alcance su propia carga, y nunca la obtiene.

No hay que ser ni medianamente racional para darnos cuenta de que, cada error cometido por determinada estructura gubernamental o política cubana, fortalece el afán depredador de los más acérrimos e inescrupulosos adversarios de la Revolución Cubana. La pregunta es:

¿Por qué se siguen cometiendo estos errores?

El decreto 370, promulgado la semana anterior, vuelve a mostrarnos letra jurídica ambigua y oscura en el inciso que obliga a personalidades jurídicas y naturales a hospedar sus sitios webs en proveedores nacionales. Enseguida hay una reacción de los que vimos ahí una limitación al derecho que cada cual tiene de difundir información personal no lesiva para los demás, del modo y con los soportes que estime más convenientes.

Entonces acelera la maquinaria descalificadora de todo lo proveniente de Cuba. Produce en toda su gama que va, desde el choteo más contumaz, hasta los análisis en medios y redes de “expertos” y cubanólogos de la carreta. El dislate concreto sirve de referido en aras de alcanzar la zanahoria, y el burrito avanza con su triste rol de sicario virtual sobre su lomo.

Tiene la Patria de Martí un enemigo histórico que no escogió, y que no podemos soslayar. Y tenemos fabricantes de zanahorias y golosinas que, acaso sin saberlo, cooperan con el abusador, alimentan al oprimido vuelto instrumento del opresor. Hay que superar de una vez ese síndrome de la jutía y el avestruz manifiesto cada vez que un organismo –como el MICON, en este caso—, ostenta superficialidad, poco análisis de las consecuencias y falta de seriedad, al pasarse meses trabajando en la promulgación de un decreto para tener que rectificarlo al otro día en Twitter. Hay que pasar, de equivocados y reactivos, a certeros y proactivos, sobre todo, cuando esas equivocaciones son perfectamente evitables con un poco de cuidado, cultura del detalle y oído a la participación popular.

Ha de llegar el día en que aquel que calafeteó mal la trinchera, responda públicamente por su desidia o negligencia. El día en que sepamos, con nombre y apellidos, quién fue el que trajo la barredora de nieve, escribió una norma jurídica ambigua, desbarató un restaurante estatal en perfecto estado para reconstruirlo a un costo millonario… Ese día estaremos siendo como proyecto social menos vulnerable a la descalificación y las sistemáticas distorsiones de nuestra realidad porque, si bien uno no puede escoger al enemigo que lo agrede, sí puede evitar defenderse atado de manos y pies por la estupidez de los propios, aprovechada por quienes, nacidos cubanos, ponen sus ambiciones por encima de la Patria, y se convierten en los patéticos peones del enemigo.

9 julio 2019 28 comentarios 538 vistas
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Los múltiples rostros del estalinismo

por Alina Bárbara López Hernández 12 diciembre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Polémica con Carlos Luque Zayas Bazán

Para romper armas en defensa de la verdad, cual caballero andante de los medios digitales, no basta poseer apellidos de ilustre resonancia. Si se procura incursionar con seriedad en los terrenos de la polémica, hay que acompañarse también de miradas certeras y muchas lecturas. Vista así la cuestión, solitario marcha al combate Carlos Luque Zayas Bazán. Al menos es lo que se deduce de un breve artículo que publicó en Rebelión donde me acusa de mentir por dos criterios que esgrimí en el post Los otros.

La primera cuestión de la controversia es su aseveración acerca de que “en La Pupila Insomne no se ha declarado «enemigo de la revolución» a cualquiera que explicite inconformidades con la marcha del proceso, la burocracia dirigente y la dirección y velocidad de las transformaciones en la Isla (…) No creo que los colaboradores de La Pupila Insomne hayan demostrado ser tan obtusos como para pretender como válida semejante gratuita generalización (…)”.

Esclarecer este aspecto es muy sencillo. Al parecer, Luque no ha leído todo lo publicado en LPI, de ser así habría topado con un extenso artículo del doctor en Ciencias Históricas Orlando Cruz Capote, colaborador asiduo del blog. Su título es: “El tránsito socialista: rumbo estratégico al comunismo. Unas primeras notas reflexivas inconclusas. (1ra parte)”.

En la nota 24 de ese escrito, el autor se refiere al modo en que se manifiesta “la lucha de ideas alrededor de la Constitución”, y afirma:

Algunos escriben en distintos espacios de internet —Facebook, blogs, páginas web, etc.,— y han ido derivando en opositores, adversarios y enemigos de la Revolución Cubana, como pueden ser: La Joven Cuba, Espacio Laical, Casa Cuba, Cuba Posible, OnCuba, Bloggers Cuba, El Toque, El Toque Cuba, Voces Cubanas, CiberCuba, Diario de Cuba, BBC Mundo, Havana Times, Voces desde Cuba, 14 y medio, La Chiringa de Cuba, Periodismo de Barrio, Salir a la Manigua, Cuba Decide, El Nuevo Herald, Progreso Semanal, Cubanet, Otro 18, etc. (…)

El subrayado es mío, para que Luque constate que sí se ha hecho esa generalización gratuita, o para ser más exactos, esa aseveración tan desacertada. Sin embargo, prefiero pensar que lo desconocía, pues de lo contrario sería él quien estaría faltando a la verdad que defiende con brioso ímpetu.

El segundo tema en controversia ofrece la oportunidad de esclarecer un error común cuando se trata de juzgar al estalinismo. Es costumbre que se conceptualicen bajo ese término los crímenes ordenados por Stalin, que incluyeron eliminación física, torturas y reclusión de personas en gulags o campos de  trabajo. Ellos fueron denunciados en el Informe Secreto al XX Congreso del PCUS, leído por Nikita Khrushchev el  25 de febrero de 1956.

Los efectos de esa criminal política de Estado no se extrapolaron a Cuba, y en eso coincidimos Luque Zayas Bazán y yo. Aun cuando sostengo la opinión de que debimos desmarcarnos absolutamente de los crímenes de Stalin no recibiendo en nuestro país a un hombre como Ramón Mercader, que asesinó a Trotsky por sus órdenes expresas; y más si tenemos en cuenta la imprudente recurrencia que tal decisión evidenciaba, ya que el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, que estuvo vinculado a un anterior intento de asesinato de Trotsky y era buscado por la policía de su país, también recibió una calurosa acogida en Cuba en 1943, en el período en que el Partido Comunista —para la fecha Unión Revolucionaria Comunista (URC)— formaba parte de la coalición gobernante, con Batista como presidente.[1]

Sin embargo, esa política físicamente represiva, que se exhibe como la cara más terrible y notoria del estalinismo, no fue su única característica y, de hecho, se abandonó como práctica sistemática tras la muerte de Stalin en 1953.

El estalinismo dejó asimismo otras huellas, menos sanguinarias pero más duraderas, que se manifestaron en la desviación teórica e ideológica que significó respecto al marxismo y que sí afectaron a Cuba desde mucho antes de su entrada al sistema socialista mundial.

En el propio Informe Secreto se admitía: “(…) nos veremos obligados a examinar críticamente, desde un punto de vista marxista-leninista, muchos de los errores derivados del culto a la personalidad que se hallan presentes en nuestros estudios históricos y filosóficos, en nuestra posición económica y en otras ciencias como también en la literatura y en las bellas artes”.

La ley del reflejo condicional, fundamentada por el fisiólogo ruso Iván Pavlov a partir de sus experimentos en animales de laboratorio, sostenía que los actos de la vida no son más que reflejos. En principio se creó en el orden orgánico, pero más tarde se aplicó también en el orden psicológico. Esta ley fue extrapolada mecánicamente a la teoría del conocimiento, y, como resultado, se le confirió un rol exclusivo, más que decisivo, a la influencia del medio exterior sobre el aprendizaje y la conducta de los seres humanos. Esto despojaría al individuo de aportes debidos a la subjetividad, como la meditación, la reflexión y la abstracción; limitaría la actitud consciente e individual de las personas a respuestas preconcebidas ante una influencia que, con carácter instrumental, actuaba cual un Dios todopoderoso, y restringiría el papel revolucionario del sujeto a responder ante convocatorias de un liderazgo u organización superior.

Cuando Emma Pérez, crítica literaria del diario Noticias de Hoy, recomendaba  a los lectores cubanos el texto Conferencias y discursos de Stalin sobre Lenin—editado en Moscú en 1939 y a la venta en la editorial Páginas, propiedad de Unión Revolucionaria Comunista—decía que contenía “(…) enseñanzas vivas que le roturan a uno la comprensión como un arado surca la tierra”.[2]Esta manera de concebir las influencias, reforzada por el criterio de Stalin de que los artistas eran “ingenieros de almas”, visibiliza el carácter instrumental que se le otorgó al arte, a la educación e incluso a la política. Por cuestiones de espacio, solo me referiré a la influencia del estalinismo en el campo de la política.

La práctica política socialista fue permeada de esta seudofilosofía. Los mensajes seguirían la siguiente dirección: emisor-receptor-respuesta, generando relaciones verticales, de “ordeno y mando”, propias del sistema estalinista en la URSS y luego asimiladas a la experiencia de los partidos comunistas en esa época. La obediencia y aceptación de decisiones superiores caracterizó las relaciones entre militantes comunistas. Y ello se unió a la idea de que mientras más enérgico fuera el mensaje y más explícita la voluntad de los líderes, mejores serían los resultados. Los efectos fueron lógicos: del lado de los dirigentes voluntarismo y prepotencia; del de los dirigidos obediencia y disciplina.

En el Informe Secreto se reconoce el daño que esa errada perspectiva de dirección les ocasionó: “Esto llegó a tal punto que los trabajadores del Partido, aún en las sesiones de mínima importancia, leían sus discursos. Todo esto facilitaba la burocratización y el aniquilamiento del Partido”. Del mismo modo, fue altamente perjudicial para el país. De eso también se habló en el referido documento:

¿La posición adoptada por Stalin descansaba en datos de alguna clase? Claro que no. En tales casos, los números no le interesaban. Si Stalin decía una cosa, tenía que ser así… Al fin y al cabo era un genio y el genio no necesita contar, le basta con mirar e inmediatamente sabe cómo deben hacerse las cosas. Cuando él expresa su opinión, es un deber repetirla y admirar su sabiduría. ¿Pero, cuánta sabiduría encerraba su proposición de aumentar en 40.000 millones de rublos los impuestos de los agricultores? Ninguna, absolutamente ninguna, porque esa proposición no se basaba en un estudio cuidadoso de la situación, sino en las fantasías de una persona que vivía alejada de toda realidad.

Los comunistas cubanos asumieron tempranamente estos hábitos. Para que no crea infundado mi comentario, recomiendo a Luque la lectura del artículo “Malas costumbres que deben ser desterradas de nuestro Partido”, publicado en Noticias de Hoy en 1941 y del que reproduzco algunos fragmentos:

Durante los últimos tiempos ha surgido la idea (…) de que es mejor dirigente (…) aquel que es más exigente y enérgico.

Pero (…) no la exigencia y energía al modo que la interpretan muchos compañeros que creen que exigir quiere decir “gritar”, ponerse “serios” y ser “duros” y cuando alguien da un puñetazo en la mesa se piensa que es muy enérgico.

Esta opinión (…) procede de que en algunos casos, usando una exigencia extrema, se han conseguido algunos éxitos en la realización de tal o cualquier compañero responsable, sin pararse a analizar sus resultados ulteriores.

Este modo de entender la exigencia ha conducido y conduce a que algunos organismos y compañeros para no buscarse la “bronca” prometen cumplir tareas, que a sabiendas están convencidos que no las van a cumplir (…)

Y esto ha engendrado una mala costumbre. Me estoy refiriendo a la costumbre de prometer para no cumplir (…)

Esta costumbre lleva al compañero que la tiene, a, primero, aplicarla en tal o cual tarea y después a todas las demás, convirtiéndose en un charlatán indisciplinado.

Y ahora no es raro que prometan dos para cumplir uno, y lo más peligroso es que ello se hace consciente, aceptando de antemano que si se cumple la mitad es un triunfo y que hay que exigir dos si se quiere que se cumpla uno. ¿Desde cuándo es esta la norma de conducta del Partido? ¿Desde cuándo nos engañamos a nosotros mismos?

No quiero analizar las consecuencias que esta costumbre pueda traer al Partido, pues pienso que todos los compañeros lo comprenden.[3]

Siete años después de la exhortación del articulista, el poeta y militante comunista Manuel Navarro Luna se quejaba de esta forma a Juan Marinello: “Quizás andando el tiempo, puedan muchos de nuestros dirigentes quitarse de encima el engreimiento y el envalentonamiento que tanto daño le han hecho al Partido y a ellos mismos”.[4]

El tiempo pasó. En 1959 triunfó una revolución que derivó hacia el socialismo. En 1965 se refundó el Partido Comunista, pero las secuelas del estalinismo, vivas en las raíces del viejo Partido, serían incorporadas a las prácticas políticas de la nueva organización.

Mantengo esta opinión aunque contraríe a Luque Zayas Bazán. No soy enemiga de la verdad. Tampoco su dueña. Apenas soy alguien que cada día se informa, lee, indaga y, sobre todo, aprecia la sociedad en que vive, pues la verdad histórica está en permanente construcción pero hay que acercarse a ella sin absolutismos, con honestidad y sentido crítico. A ello lo invito.

[1]Debido al intento de asesinar a Trotsky —en la madrugada del 23 al 24 de mayo de 1940—, que se consumó finalmente tres meses después por mano de Ramón Mercader, Siqueiros tuvo que exiliarse a Chile en 1941. Arribó a Cuba a fines de 1943 de paso para Nueva York, pero quedó estancado en la isla por problemas consulares, ya que la orden de captura que había librado contra él su gobierno motivó que se le negara la visa de entrada a EE.UU. Durante su estancia realizó una significativa labor, apoyado en sus relaciones con los comunistas cubanos, e incluso creó tres pinturas murales. (Para profundizar recomiendo mi artículo “Un muralista mexicano visita La Habana”, en la columna Páginas olvidadas de la historia republicana, que sostengo en el boletín del Centro Cultural Pablo de la Torriente. Todos los datos que manejo ahí fueron tomados del diario Noticias de Hoy, órgano oficial del Partido Comunista donde se le dio gran publicidad a la estancia del artista mexicano).

[2]Emma Pérez: “Un precioso libro valioso. Conferencias y discursos de Stalin”, Noticias de Hoy, 1939.

[3]Resultado de la Segunda Asamblea Nacional de URC y publicado bajo la firma de Rubén Calderío el sábado 23 de agosto de 1941.

[4]Carta a Juan Marinello, 7 de noviembre de 1948. Fondo Manuscrito Juan Marinello, no. 623, Sala Cubana, Biblioteca Nacional José Martí.

12 diciembre 2018 38 comentarios 1k vistas
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Los otros

por Alina Bárbara López Hernández 28 noviembre 2018
escrito por Alina Bárbara López Hernández

¿Qué diríamos de un artista que no distinguiera más que los dos colores extremos en el espectro? Que es daltónico o medio ciego y que debe renunciar al pincel. ¿Qué decir de un político que no sería capaz de distinguir más que dos estados: «revolucionario» y «no revolucionario»? Que no es marxista, sino estalinista. L Trotsky

Algunos filmes deben ser vistos exclusivamente una vez. Son aquellos que demandan cierta actitud o respuesta del espectador que, una vez lograda, nunca volverá a repetirse. Uno de los más significativos en tal sentido es Los otros, de Alejandro Amenábar, historia de terror ambientada en una enorme mansión donde una madre y sus hijos se sienten obsesionados por presencias espectrales, extraños ruidos, y pesadillas recurrentes.

Sufrimos y tememos todo el tiempo por la amenazada familia, pero… casi en los minutos finales, nos percatamos de la magistral suplantación del director: ellos son en verdad los fantasmas, las almas en pena que aterran a los habitantes de la casa. El realizador transgrede los códigos establecidos por cientos de películas del género y materializa así uno de los engaños más célebres a quienes confiadamente esperábamos que la narración cinematográfica encauzara del modo habitual.

Un escamoteo semejante ocurre actualmente en medios digitales con los temas concernientes al análisis de la realidad cubana. Sitios como La Pupila Insomne y PostCuba, tildan, con simplicidad negligente, como enemigo de la revolución a cualquiera que explicite inconformidades con la marcha del proceso, la burocracia dirigente y la dirección y velocidad de las transformaciones en la Isla.

Como dijera el ex-funcionario del Departamento Ideológico, Jorge Gómez Barata: "Invocar a enemigos del pueblo: la fórmula de los demagogos"

Como dijera a CNN el ex-funcionario del Departamento Ideológico, Jorge Gómez Barata: “invocar a enemigos del pueblo es la fórmula de los demagogos”

Intelectuales comprometidos con el socialismo, prestigiosas figuras reconocidas dentro y fuera de Cuba por su obra y su actuación, son estandarizados con este concepto. No pudiendo demostrar que son amigos del imperio se intenta desacreditarlos presentándolos como enemigos de la revolución.

Una crisis no es tal hasta que los actores sociales toman conciencia de ella, y en esa misión el papel de la intelectualidad es fundamental; por esa razón se teme mucho a su influencia en la creación de estados de opinión, lo que se ha facilitado tras la ampliación del acceso a internet y como resultado de la convocatoria al debate del proyecto de Constitución.

Esta no es una táctica novedosa ni mucho menos. El término enemigo del pueblo se remonta a la época de la Revolución Francesa, pero algunos lo atribuyen erróneamente a Stalin por el abuso que hizo de él desde los años treinta del pasado siglo. Bajo esta acusación, era innecesario que los supuestos errores ideológicos de los implicados en una controversia se comprobasen, y eliminó la posibilidad de que se desarrollaran luchas ideológicas o de que alguien pudiese manifestar su punto de vista respecto a cualquier problema.

Ciertamente existe una gran diferencia entre la URSS del estalinismo y Cuba. Allí los discrepantes eran asesinados; aquí, durante mucho tiempo, fueron segregados de cualquier posibilidad de interacción pública, una especie de ostracismo que es impensable en tiempos de internet.

Parece que el término es muy maleable y puede ser usado por las personas y en los sistemas más diversos. Hace pocos días el presidente norteamericano Donald Trump acusó de “persona horrible” y “enemigo del pueblo” a un periodista de la CNN que insistía, durante una conferencia de prensa, en indagar sobre la incidencia de Rusia en las elecciones que le dieron el triunfo hace dos años.

Donald J. Trump llama “enemigo del pueblo” a las fuerzas que lo obligan a rendir cuentas en su mandato

Descompongamos el concepto. La primera palabra: enemigo, tiene múltiples significados. Algunos son: opositor, adversario, rival, opuesto, antagonista, discrepante, disconforme, contrincante… En buena lid es indudable el hecho de que quienes argumentan sus opiniones en las redes siempre se oponen o discrepan o disienten… de un estado de cosas. Será necesario entonces precisar de quién, o de quiénes, se es enemigo.

En Cuba, el concepto revolución se ha asumido como equivalente al de modelo o gobierno. Grave error de oportunismo. Las revoluciones son procesos coyunturales que se caracterizan por su corta duración, implican la toma del poder y la creación de nuevos mecanismos de gobierno. El breve período de una revolución se identifica por la desarticulación de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales; muchas decisiones son espontáneas, carecen de tiempo para el análisis antes de la aplicación, y por ello pueden ser desorganizadas y experimentales; no puede haber, por tanto, una revolución que dure sesenta años.

Pero al identificar al gobierno, con sus aciertos y errores, como la revolución, lo que se pretende es evitar la crítica que puedan recibir de la ciudadanía. Lamentablemente, de este modo paralizan la posibilidad de retroalimentación entre el pueblo y una dirigencia cada vez más alejada de las necesidades, deseos y aspiraciones de cubanas y cubanos, sobre los que se erigen como íconos inmutables.

Igualar gobierno con revolución, no solo monopoliza el segundo sino que lo condena al destino del primero.

Acostumbrados a la pugna contra un enemigo histórico, los representantes de la ideología oficial no han sido capaces de reaccionar a la emergencia de un pensamiento crítico que, desde su propio terreno, reclama como propio un marxismo verdaderamente dialéctico, demanda un socialismo efectivamente participativo y percibe a la burocracia como un peligro más terrible que el bloqueo de EE.UU.

Es ostensible el furor que muestran los hasta hace poco únicos dueños del discurso de la nación. Perciben que su propio análisis, el que utilizaran siempre para examinar de manera crítica los problemas de otros países, también es útil para enjuiciar la realidad insular. A veces no distingo si tanta molestia es síntoma de prepotencia o de agotamiento, pues como bien aseveró Sun Tzu en El arte de la guerra, al referirse a los enviados de un jefe militar: “Si sus emisarios muestran irritación, significa que están cansados”.

El general y estratega chino también nos legó este principio: “Cansa a los enemigos manteniéndolos ocupados y no dejándoles respirar. Pero antes de lograrlo, tienes que realizar previamente tu propia labor. Esa labor consiste en desarrollar un ejército fuerte, un pueblo próspero, una sociedad armoniosa y una manera ordenada de vivir”.

Tienen mucho por hacer entonces, calculen bien el costo de la batalla ideológica que libran en dos frentes, pues en poco tiempo pudieran sorprender a los confiados espectadores que verán en ustedes el espectro de una ideología y en los otros a los reales habitantes de la mansión.

28 noviembre 2018 37 comentarios 602 vistas
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La mano abierta

por René Fidel González García 12 julio 2017
escrito por René Fidel González García

Acabo de leer “El debate abierto y la mano cerrada“, de Iroel Sánchez, que me parece una temprana reacción a los enfrentamientos de ideas y argumentos, también de opiniones, ocurridos la semana pasada en el blog Segunda Cita del cantautor cubano Silvio Rodríguez.

Creo que también es posible que su artículo sea, por encima de esa percepción inmediata, esencialmente, una auténtica reflexión de quien se siente y participa a su manera, y como el que más, en las urgencias y utilidad que tiene el pensamiento crítico para la sociedad cubana, y que abiertamente asume un lugar en la complejidad y amplitud del debate que en Cuba se produce dentro de la sólida parte de la esfera pública que es ya nuestra blogosfera, y donde, como sabemos, se ventila también, por lo menos discursivamente, un fragmento de la pugna entre el Socialismo y las ideologías, alternativas y paradigmas que se le oponen.

Acoto la relativa importancia de la faceta discursiva y mediática de esa pugna porque más allá de su utilidad, formas, estridencia y probable incidencia en la sociedad cubana y sus actores sociales y políticos, en mi opinión los avances y retrocesos, los logros de las ideas que se disputan – a veces en un confuso y antitético amasijo teórico, simbólico y práctico – se verifican realmente en las consecuencias de las dinámicas de cambio social y económico que experimentan los cubanos y cubanas hoy, y en las diferentes maneras de percibir, entender y orientar sus proyectos de vida dentro de ellas. Nada resultará indiferente a dichas dinámicas, actuando como lo hacen en las subjetividades, los valores y las prácticas cotidianas.

Todo esto reivindica, una vez más, la importancia entre nosotros del ejercicio de la política desde la lucidez y la ética de principios hasta convertirla en un patrimonio cultural popular, porque en última instancia, son fundamentalmente tales dinámicas, sean o no resultados intencionales, indeseados, o perversos de las decisiones que se tomen racionalmente por los políticos cubanos, las que permitirán a largo plazo la expansión y reproducción o no, o el predominio político de unas ideas sobre otras. De ellas, junto a las influencias y determinaciones de una poderosa hegemonía cultural capitalista gestada globalmente como un instrumento para la amnesia y banalización del pensamiento, proviene un tremendo y verdadero desafío para que prevalezca en nuestra larga transición socialista el socialismo.

Creo que es precisamente en esa lucidez y ética de principios en la que descansa buena parte de la crítica que hemos dirigido – en algunos casos como llamados personales – muchos de nosotros a los compañeros que en los últimos meses en diversos artículos y medios han posicionado algunas de sus preocupaciones y posturas ideológicas.

La mayoría de esos pronunciamientos no alcanzan a convertirse siquiera en una polémica entre revolucionarios, como podrían efectivamente ser, pero tampoco se enzarzan real y eficazmente con aquellos que le adversan desde posiciones ideológicas distintas, en ese caso, por lo menos por dos razones de fondo: 1) la incapacidad para examinar, sistematizar y refutar las ideas y argumentos que son desplegados por sus adversarios 2) la endeblez argumentativa y teórica de las tesis que sustentan, útiles ciertamente para la invención de un ¨otro político¨ a través de la formulación de una hipótesis ambigua, tendenciosa y de uso – se quiera o no – excluyente, pero absolutamente deficientes para convencer, unir y vertebrar políticamente el ¨nosotros¨ que en nuestro caso aún reúne el Socialismo como proyecto de emancipación humana, pensado también para evitar, como exigiera Carlos Marx, la postración supersticiosa ante la autoridad.

Si la primera cuestión que señalo puede provenir de los límites que les imponen la capacidad y los recursos que les aporta sus propias experiencias vitales, la segunda tiene la extraña y nefasta virtud de disociar la unidad a partir de la sospecha y la desconfianza, y lo que es aún peor, de otorgar reconocimiento político a algo que no existe, ni es viable, en términos de organización, mucho menos de proyecto político. No se trata entonces de que algunos puedan ser acusados de dogmatismo e intolerancia injustificadamente, tampoco de simplificar y subestimar la importancia, alcances y propósitos de los proyectos subversivos que en nuestro país se ensayan, a costa también de nuestras propias contradicciones, deformaciones e insuficiencias.

Lo que se advierte es, por el contrario, que cada vez que en un segmento de nuestra historia el dogmatismo y la intolerancia han encontrado acomodo y cobija suficiente en nuestras prácticas políticas, la arbitrariedad y el despotismo, el irrespeto al otro y el oportunismo, la soberbia y el abuso de autoridad han florecido con su zaga de atropellos y de defraudación del ideal y la concreción de justicia que alzaron y sostuvieron hasta hoy a la Revolución y la forma de gobierno republicana en Cuba como proyecto de las mayorías.

En los últimos meses he sido testigo, si no bastara con mi experiencia personal, de la forma bochornosa y ruin con que se ha apartado, difamado e intentado oscurecer a Julio Antonio Fernández Estrada, con esos mismos rótulos que ahora se aclara casi magnánimamente fueron adjudicados solo a algunos, y cuya integridad, civismo y dignidad es aun hoy, a pesar de todo ello, un referente de lo que debe ser un profesor universitario, su culpa es lo contrario de la simulación y el oportunismo y se puede resumir: la conducta revolucionaria; también del silencio y la paralización, a tenor del grotesco sambenito de la subversión, de instituciones y de funcionarios que debieron velar por la legalidad ante violaciones muy evidentes, y del increíble absurdo de leer a contrarrevolucionarios defendiendo la preeminencia de Constitución del socialismo cubano al mismo tiempo que otros le ignoraban y soslayaban en una pretendida defensa de la Revolución.

Uno de nuestros maestros, sensible y lúcido, del que mi abuela que le trató cuando él era muy joven, me dijo siendo yo un niño que era la persona de mejores sentimientos que había conocido en su larga vida, nos dejó diez rasgos que pueden ayudar a identificar y apreciar el dogmatismo y sus manifestaciones entre nosotros, también la responsabilidad que tenemos todos en su reproducción y el daño que ocasione:

1) La pretensión de poseer todas las preguntas permitidas y todas las respuestas infalibles, que tiene un fundamento extra intelectual y es funesta para la política revolucionaria.

2) Servir de fundamento a la legitimación de lo existente y la obediencia a su orden, con lo que se fomenta el inmovilismo y actitudes individuales perjudiciales.

3)Privar de capacidad para enfrentar los problemas, y mucho menos para buscar sus fundamentos y sus raíces y plantearlos bien.

4) Ser inútil, entonces, dentro del mundo del pensamiento, pero crear confusión o resignación con su soberbia y su capacidad de neutralizar o atacar lo que es útil

5) Ser ajeno y opuesto a la actitud y el contenido del pensamiento revolucionario, y, sin embargo, erigirse en su supuesto defensor y representante

6) Atribuir corrección o maldad a todo pensamiento. Fijar posiciones incuestionables respecto a lo que existe, lo que se debe comunicar, investigar, debatir o estudiar, y orientar las opiniones generales que deben sostenerse en la política, la economía, la educación, la divulgación, la historia y la apreciación de las artes.

7) Sustituir los exámenes, los debates y los juicios sobre las materias que considera sensibles por la atribución arbitraria y fija de denominaciones y valoraciones sobre ellas, o de lugares comunes que las dejan fuera del campo del conocimiento.

8) Satanizar y tratar de prohibir el conocimiento o la simple información de todo lo que considere perjudicial o maligno, que suele ser todo lo que no califique de bueno. Esto se complementa con la acusación a compañeros de estar influidos o «desviados» por aquellas posiciones perversas y erróneas, imputación que puede ser abierta o tortuosa, como cuando se les «reconoce» que quizás no se desvían intencionalmente, pero se desvían.

9) Conspirar, por consiguiente, contra la ampliación y profundización del socialismo, y favorecer la permanencia de las relaciones sociales y la moral de la sociedad que queremos abolir y superar.

10) Desarmarnos frente a las reformulaciones de la hegemonía cultural del capitalismo, a la cual ignora o desprecia, y fomentar situaciones y conductas esquizofrénicas, en las que se abomina el capitalismo y se consumen sus productos espirituales.

Es preciso cerrar la mano, es cierto, al dinero del enemigo, pero también a la soberbia, pero hay que abrirla a la coherencia y la audacia de la decencia, porque es la única forma de hacer este sueño con nuestras propias manos y sin permiso.

12 julio 2017 24 comentarios 381 vistas
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Un gris tan oscuro

por Javier Ortiz 15 mayo 2017
escrito por Javier Ortiz

Tergiversar la Historia de Cuba es un ejercicio de la guerra no convencional. También es una práctica de quienes necesitan retorcer los acontecimientos, pasados o recientes, para acomodarlos a sus estrecheces. El enemigo manipula el ayer para distorsionar el presente.

En el siglo I, Juan el Evangelista pone en boca de Jesús de Nazaret: “la verdad os hará libres.” Por verdad, entiéndase el conocimiento, esclarecer qué es y que no. En Cuba, discutir y analizar la historia nacional es casi tan importante como hablar del ahora y es aún más importante, después de que Obama nos pidió que la dejáramos atrás.

Abolir la escala de grises y ponerlo todo en blanco y negro es otro recurso para simplificar y engañar. En la Universidad de La Habana, la Historia de Cuba me la enseñaron a todo color, a pecho abierto y sin pelos en la lengua. Imaginen mi asombro cuando una veterana profesora nos habló de un acto político en que Blas Roca, Lázaro Peña y Fulgencio Batista daban discursos muy similares (acerca del entendimiento de los comunistas y el Partido Socialista Popular con el último dictador de Cuba durante los años 40, es suficiente leer lo que explicó Carlos Rafael Rodríguez en su ¿Por qué “ministro de Batista”?).

Qué haría quién en qué circunstancia es una manipulación más, y una de poca monta. En 1965, Fidel dijo: “Por el camino se han juntado todos los hombres dignos de esta tierra, en la larga lucha han muerto muchos hombres dignos de esta tierra. Los primeros no eran marxista-leninistas. Carlos Manuel de Céspedes no lo era, Martí no lo era, porque en la época en que vivió y en las condiciones históricas en que se desenvolvió su magnífica lucha no podía serIo. ¡Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros! Porque lo que determinó en cada época fue el espíritu revolucionario de nuestro pueblo, la tarea en cada momento de nuestro pueblo.”

Al momento que vive Cuba se le pueden buscar paralelismos históricos, con argumentos o a la fuerza. Lo más sano es tener “sentido del momento histórico”, esa virtud ausente entre, por ejemplo, los conservadores que tristemente compararon la normalización entre Cuba y Estados Unidos con el Pacto del Zanjón.

Si en lugar de diarios de campaña, los próceres de la independencia hubiesen tenido blogs, qué hubiesen pensado los lectores de un post donde Martí escribiera “Maceo tiene otro pensamiento de gobierno: una junta de los generales con mando, por sus representantes, –y una Secretaría General: la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como secretaría del ejército.”

Las extrapolaciones extremas, como la anterior, le vienen como anillo al dedo a los estafadores, los oportunistas y los rencorosos.  Ver la Historia en toda su profundidad es un ejercicio incómodo para quienes la prostituyen a su antojo.

15 mayo 2017 67 comentarios 379 vistas
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