La Iglesia Católica es la institución más antigua de las existentes en Cuba. Está aquí incluso antes de que se constituyera no ya el Estado nacional, –que es reciente, tiene menos de 120 años– sino antes de que existieran los cubanos, que solo comenzamos a perfilarnos como nacionalidad a fines del siglo XVIII, cuando el criollo mutó en tal.
Data su presencia de 1510, cuando se produjo el primer asentamiento español en el extremo oriental de la Isla, y aun los conquistadores no habían estructurado debidamente sus primeras formas de gobierno en el archipiélago.
Su historia aquí es pendular: tiene períodos de gloria que debemos agradecer, porque desde ella también se perfiló lo que hemos terminado siendo; y etapas de vergüenza que serían prudentes recordar para no repetir –en las perspectivas de unos– u olvidar y asumir como si nunca hubiese pasado –en las perspectivas de otros, para no enrojecer de vergüenza–. Pero esos no son asuntos de este artículo.
Lo cierto es que, como nos tienen acostumbrados, los Obispos católicos ya enviaron el pasado 12 de diciembre su Mensaje de Navidad al pueblo de Cuba. Es un largo texto en el que reflexionan sobre disímiles problemáticas de la compleja realidad nacional, algo que no es nuevo en las prácticas de los obispos, y además, lo hacen posicionándose con cautela y precisión sobre asuntos de índole política, económica y social de la nación.
Su mensaje de Navidad es pretexto para apuntar temas que preocupan a no pocos desde hace por lo menos año y medio, agravados por la crisis económica y social que vive el país vinculada a disímiles causales:
- los desequilibrios generados por los impactos de la covid 19
- el arreciamiento del bloqueo estadounidense tras la llegada al poder del republicano Donald Trump, con índices de agresividad no vistos en la política de ese país hacia Cuba desde, por lo menos, la administración de George W. Bush
- la afectación generada por fenómenos naturales
- la ineficiencia interna, vinculada a una administración muchas veces calamitosa de los medios de producción en el sector estatal de la economía, que siguen controlando más de 80% de la propiedad sobre esos medios, a pesar de la diversificación de los actores económicos, impulsada a partir del 2010.
Súmesele, la postergación no explicada a la «opinión pública» de medidas que debieron haber generado un impulso al desarrollo de las fuerzas productivas y que estaban prevista en los Lineamientos para la Política Económica y Social, aprobados en 2011 por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, medidas que contaban con el asentimiento de la mayoría de la ciudadanía y que quizás hubiesen amainado esta nueva versión de una crisis iniciada en los 90 y que nunca ha sido superada del todo.
Todos esos factores y otros son los causales básicos, aunque no los únicos, de las problemáticas apuntadas por los Obispos y que en otras Cartas Pastorales se han ventilado previamente, recuérdese las controvertidas: «El amor todo lo espera» y «No hay Patria sin virtud», una del 8 de septiembre de 1993 y la otra en conmemoración del 150 aniversario de la muerte de Felix Varela, en febrero de 2003.
¿Qué asuntos fundamentales alerta o denuncia la Conferencia de Obispos Católicos Cubanos en el texto que ahora nos ocupa?
- Las carencias materiales y el presunto cansancio espiritual que padecen las mayorías en la Isla, vinculadas a la extenuante crisis económica.
- Aseguran sentir cercanía por los grupos y sectores humanos más vulnerables de la sociedad cubana.
- Sugieren que deben ser atendidas todas las propuestas que se han generado en la nación para resolver los problemas que enfrenta el país.
- Hacen un llamado a asumir el diálogo como forma de solucionar conflictos o perspectivas encontradas o diversas, en la manera de dirigir y construir el país y abandonar toda forma de confrontación, bullying o violencia verbal o física.
- Señalan que los ajustes a la economía, anunciados en la llamada «Tarea Ordenamiento» a implementarse a partir del próximo enero, no deben convertirse en un nuevo problema para la existencia cotidiana de los connacionales, sino el inicio de la solución a los problemas ya existentes.
- Creen que lo que se haga en Cuba debe propiciar que pueda encontrarse aquí la prosperidad y el bienestar que les permitan a los ciudadanos vivir de sí mismos, excluyendo el ansia de emigrar o recibir ayuda del exterior.
- Condenan los bloqueos que ellos definen en dos dimensiones: uno externo, vinculado a las políticas agresivas de EEUU, aunque no mencionan explícitamente al agresor; y el interno, referido a las trabas que la burocracia nacional u otros factores imponen al desarrollo y la prosperidad del país.
Finalmente, agradecen al personal sanitario por su accionar frente a la COVID-19, así como las muestras de solidaridad que se generaron dentro de la nación durante los peores momentos del confinamiento por esa causa. No pasan por alto su regocijo por haber accedido a los medios de comunicación estatales cuando los creyentes no podían ir a los templos.
El Mensaje tuvo un impacto mediático significativo en la prensa internacional, mientras que en muchos medios nacionales y locales fue ignorada, una tendencia común ante este tipo de documentos, salvo en casos puntuales como el acaecido con la ya mencionada Carta Pastoral «El amor todo lo espera», cuando pareció que se viviría una nueva confrontación Iglesia-Estado, a la usanza de los 60, que terminó por ser escaramuza.
Se puede no compartir todos los presupuestos de este documento, pero no debería ignorarse aunque solo pareciera que es de interés para la comunidad católica. Cuando se trata del destino de Cuba, debemos escuchar todas las voces, salvo a aquellas que inviten a la violencia o la desintegración de la nación.
6 comentarios
Excelente artículo, escrito con la objetividad y la prudencia necesarias y que exhorta al estudio y análisis del documento y mas allá al papel de la Iglesia y su jerarquía en nuestro país. Porque nunca debemos olvidar que ella maneja otros tiempos diferentes a los de la política y se debe a su labor pastoral y dirigida desde Roma.
Y sigue LJC atrayendo el interés de sus lectores con este tipo de materiales, abarcadores del contexto en que vivimos!
Contiene temas que por lógica debe preocupar a casi todos los cubanos, análisis, diálogo, no violencia, etc. Ahora lo que yo me pregunto es: Llegará eso a ser escuchado por los de arriba? Me parece que no. Quizá alguno lo lea, pero ya, de ahí no pasa, lamentablemente
Gracias Max por tu análisis. Todavía conservo la pastoral El amor todo lo espera, tan vigente hoy como en el momento en que se dio a conocer. Feliz navidad para tí, el equipo de LJC y todos sus foristas.
Analisis impecable pero que termina infelizmente, veamos:”debemos escuchar todas las voces, salvo a aquellas que inviten a la violencia o la desintegración de la nación.”
Es claro que la nacion cubana esta desintegrada y la culpa recae en su totalidad de la fraccion que obstenta el poder y en cuanto a la violencia, quieren defenestrar al Sumo Pontifice Marx de la religion que muchos profesan en Cuba la religion “socialista” y en aquel precepto de preceptos que dice “la violencia es la partera de la historia? es en serio que se niegan a seguir esta declaracion de fe? ser socialista y no creer en la violencia como metodo de lucha es no ser socialista, asi de sencillo, para Cuba y para cualquier nacion dar cabida a todas la expresiones politicas y sociales es ineludible, cuando se excluye a alguien o a cualguier pensamiento o expresion politica se esta ejerciendo violencia y abuso del poder, quien es quien, tu, yo u otro para decidir que es lo bueno o lo malo para una nacion sus ciudadanos todos o la infima mayoria que decide por sobre la totalidad que hacer, decir o pensar? O todos en la cama o todos en el piso, en Cuba se necesita el concurso de todos sin exclusiones para salvar el desastre en que estan sumidos.
Pues no, no creo que se deba de escuchar mucho a quienes promueven la violencia o la desintegración de Cuba. Pero debo de añadir que confío en que son una minoría minúscula.
La opinión de los obispos católicos no debe de tener ni mas ni menos importancia que la de millones de cubanos. A todos hay que escucharles.
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