Magineras: tiempo de contar su historia

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Hace varias semanas y a propósito del post Un congreso gris, me escribieron Sonnia Moro y Mirta Rodríguez Calderón a nombre de las magineras. Yo había citado a Margaret Randall, que en su libro Cambiar el mundo. Mis años en Cuba se refería a Magín, una organización feminista surgida a inicios de los noventa del pasado siglo y que fue obligada a desactivarse dada la intolerancia de la FMC y las autoridades políticas. Estaban felices de ser recordadas y amablemente me invitaban a visitarlas. Acepté de inmediato.

El 27 de abril pasado, con mi amiga Janet como guía, toqué a la puerta del apartamento de Mirta Rodríguez. Un pequeño grupo me esperaba, apenas una representación de las magineras. Con una excepción, eran mujeres comprendidas entre los 65 y los 82 años de edad. Las presentaciones y la cálida acogida nos familiarizaron al instante: además de Mirta y Sonnia, conocí a Irene Esther Ruiz, Norma Guillard, Consuelo Elba y Zaida Capote, la más joven que no era parte del grupo original pero entró después. Se esperaba a la poeta Georgina Herrera, pero no pudo llegar, por teléfono conversamos y le dije lo orgullosa que me sentía de ser jovellanense como ella.

La conversación y los recuerdos fluyeron con naturalidad. Yo les entregué unos ejemplares del texto de Margaret y ellas me obsequiaron Magín. Tiempo de contar esta historia, libro de testimonios coordinado por Daisy Rubiera y Sonnia Moro, aparecido en el 2015 sin sello de edición, pues ninguna de las editoriales a las que acudieron accedió a publicarlo.

Lo primero que saltaba a la vista era el cariño que las unía. Pronto conocí más de sus historias personales: Mirta, Sonia y Consuelo fueron luchadoras clandestinas contra la dictadura batistiana; Consuelo incluso, apenas con 15 años de edad subió a combatir a la Sierra Maestra. En sus diversos campos de acción eran comunicadoras: Mirta, periodista; Consuelo, directora de televisión y documentalista; Irene Esther, especialista en televisión y documentalista; Norma, psicóloga y publicista; Sonnia, historiadora e investigadora; Zaida, ensayista e investigadora literaria.

Magín surgió en un momento muy difícil de la historia de Cuba. Dejemos que su libro testimonial lo evoque:

Se vivían entonces los peores años de la crisis económica de los noventa, que en esa sola frase no alcanza a explicar la real dimensión del suceso  en la vida de las cubanas: muchas abandonaban el empleo y regresaban al hogar; algunas postergaban para nunca el deseo de tener un hijo; no pocas sacaban fuerza y creatividad de donde no había para, casi en acto de magia e inventiva, sostener la higiene, la salud y la vida de su núcleo familiar; unas emigraban, otras se quedaban, algunas se prostituían y la gran mayoría resistía el golpe de la crisis para sí y para los suyos.

Cuba casi toda se movía en bicicleta, fabricaba sus jabones, innovaba en fórmulas culinarias, hacía malabares entre alumbrones de luz eléctrica y vivía con lo mínimo.

Las mujeres tienden a experimentar las consecuencias de las crisis con mayor rapidez y a beneficiarse más lentamente de la recuperación. Nuestro país no fue una excepción en tal sentido; así lo fundamenta un interesante artículo de Ailynn Torres Santana aparecido en OnCuba. Sin embargo, la Federación de Mujeres Cubanas, organización femenina —que no feminista—, en su discurso de entonces, como en el de hoy, priorizaba la defensa de las conquistas revolucionarias a través de la unidad férrea de los cubanos. Esa unión monolítica invisibilizaba las necesidades y aspiraciones específicas de las féminas.

A fines de la década del sesenta el mundo se había hecho eco de la revolución cultural, y el mayo francés del 68 encabezó un movimiento internacional contra todo tipo de autoritarismos y jerarquías: familiares, sociales, artísticas y educativas. Esa etapa impulsó la causa del feminismo militante, que ganó adeptas y adeptos en muchas regiones.

feminismo

En Cuba ello coincidió con un período de radicalización extrema del socialismo —la Ofensiva Revolucionaria—, y con el paulatino alineamiento al modelo soviético. A nivel ideo-político el discurso se empobreció y se tornó dogmático. No era un buen momento para el feminismo. En realidad no lo era para ninguna concepción que intentara particularizar en algún componente del cuerpo social.

En consecuencia, a pesar de los muchos beneficios que el proceso revolucionario dispensara a las mujeres cubanas —planes de becas para estudiar, fomento de empleos, apoyo para la crianza de los hijos, igualdad salarial, etc.—, las nuestras se fueron quedando rezagadas en conceptos y discursos, y no disponían de las herramientas teóricas de género.

Sería en los noventa, en medio de la crisis, el momento en que algunas profesionales, que por la naturaleza de su labor se relacionaban con los medios, se percataron de esas carencias. Quedó clara para ellas la necesidad de asumir una ideología de género; de desterrar lenguajes y símbolos sexistas; de tratar de otra manera sensibles problemáticas emergentes en aquellos años, como la prostitución y la pobreza. También les alarmaba el uso de la imagen femenina en los productos dirigidos al turismo y el tratamiento de la mujer negra en los medios.

Así se fueron acercando hasta conformar un grupo que, mediante un Comité Gestor de quince mujeres y otras asociadas que se incrementaron a lo largo de sus tres años de existencia en aproximadamente trescientas, funcionaron como una red de amigas, aunque llegaron a tener también miembros varones. Ellas encontrarían paulatinamente su liderazgo, no por elección sino por consenso, en Mirta Rodríguez, profesional de gran experiencia como comunicadora. Ese fue el origen de Magín, palabra que integraba las ideas de imagen e imaginación, y que en castellano antiguo significaba inteligencia, creatividad.

Sus propósitos eran variados: fortalecer la autoestima femenina a partir de potenciar una ideología de género; construir alianzas; informar, educar y concientizar mediante productos comunicativos con enfoque de género.

Para lograrlo contaron con el apoyo y la asesoría de la oficina de la UNICEF en Cuba, y de la Oficina Regional del Caribe (OXFAM UKI), además de que intercambiaron con destacadas representantes del feminismo internacional provenientes de EE.UU., Canadá, América Latina y otras regiones. Fueron visitadas por la activista afroamericana Angela Davis, por la escritora Alice Walker y la periodista Karen Wald, entre otras figuras.

Su funcionamiento fue la antítesis del centralismo y el formalismo propios de algunas organizaciones en Cuba. Se respetaba y buscaba la opinión ajena, se potenciaban la libertad de expresión y la camaradería,  se aplicaban modernas técnicas de trabajo grupal y se aprobaban decisiones en forma colectiva, como fueron, por ejemplo, el nombre y el logotipo de la organización. En su corta existencia celebraron más de cincuenta talleres de crecimiento individual, adoptaron un Programa de Desarrollo y publicaron dos cuadernillos, que serían separatas de una soñada revista que nunca vio la luz.

Uno de los objetivos del programa fue inscribir a Magín en el Registro de Asociaciones. Sintiéndose parte del proceso revolucionario se acercaron a la FMC buscando apoyo para encaminar dicha aspiración, sin embargo, su secretaria general nunca quiso recibirlas. La condición que se les puso era irrecusable: primero se disolvían como grupo y luego podrían hablar.

Me contaron de sus gestiones para intentar ser reconocidas. Si no provenían de organizaciones establecidas no podrían hacerlo. La UNEAC y la UPEC aceptaban solamente a las mujeres que componían su membresía, pero eso dejaría fuera a gran parte de las integrantes y ellas no querían renunciar a una sola de las magineras.

Finalmente, en septiembre de 1996, algunas integrantes del Comité Gestor de Magín fueron convocadas al Comité Central del PCC. Allí estaban sentados también los secretarios generales de sus respectivos núcleos del Partido y, delante de ellos, las carpetas con sus expedientes.

Se les indicó que debían desactivarse inmediatamente, pues la organización feminista podía ser utilizada para intentar penetrar a la revolución a través del Carril 2 de la Ley Torricelli. Las trataban como ingenuas e inexpertas a pesar de su sólida formación profesional e historial político. Todas las convocadas aceptaron la decisión pero no estuvieron de acuerdo, nunca lo han estado.

Se hizo un gran silencio en ese momento de la historia. Mirta, que fue menos locuaz que el resto durante la tertulia, y que miraba con una expresión de afecto y tristeza a sus amigas, me preguntó: ¿crees tú que fue un error haber aceptado la desactivación? Mi primer impulso fue responder afirmativamente, pero comprendí que no podía ser categórica, hay que ponerse siempre en los pies del otro, y fui sincera al decirle que posiblemente también hubiera cedido a las presiones en aquel momento.

Ahora es fácil emprender una campaña, las personas se han acercado más en el mundo de Internet y de las redes sociales, y pueden recabarse apoyos y simpatía para una causa como esa; sin embargo, ellas estaban solas. La propia Mirta vio cómo se le cancelaban proyectos y se le cerraban puertas y no tuvo otra alternativa que trabajar durante varios años en República Dominicana como docente. Apenas desde hace pocos años se ha desenterrado parte de esta historia para la opinión pública.

En el intercambio expuse mi criterio de que antes de que pueda triunfar en Cuba una agenda que represente los intereses de cualquier sector: mujeres, comunidad LGBTI, organizaciones de personas negras, etc., deberemos encauzar un activismo que garantice la posibilidad de que tales asociaciones tengan un marco jurídico que les permita existir de acuerdo a la ley. Será el modo de garantizar que no se repita un final como el de Magín.

Ahora, cuando la recién aprobada Constitución del 2019 entra en vigor, hay que lograr que los especialistas jurídicos que estudian la legislación complementaria que deberá ser aprobada, tengan muy en cuenta los artículos  14 (El Estado reconoce y estimula a las organizaciones de masas y sociales, que agrupan en su seno a distintos sectores de la población, representan sus intereses específicos y los incorporan a las tareas de la edificación, consolidación y defensa de la sociedad socialista.

La ley establece los principios generales en que estas organizaciones se fundamentan y reconoce el desempeño de las demás formas asociativas); y 56 (Los derechos de reunión, manifestación y asociación, con fines lícitos y pacíficos, se reconocen por el Estado siempre que se ejerzan con respeto al orden público y el acatamiento a las preceptivas establecidas en la ley).

La aprobación definitiva de esa legislación dará nueva vida a Magín, estoy segura. La mayor parte de las testimoniantes del libro y de las mujeres maravillosas con las que compartí ese día siguen sintiéndose magineras. Ellas fueron precursoras del feminismo militante en la etapa socialista de nuestra historia. Su ejemplo deberá ser tenido en cuenta por las más jóvenes. Al menos para mí fue un honor que me aceptaran como parte del grupo. Quiero concluir entonces parafraseando su lema: “Nunca dejen de sentirse estrellas”.

13 COMENTARIOS

  1. Muy bueno Alina, tremendas «bolas» tiene usted! Dígase coraje. Mis respetos por su articulo y alzar la voz por este grupo “sin normas ni reglamentos, completamente informal, particularmente espontáneo, creativo, participativo, con sentido de pertenencia, pero a la vez abierto”.

    Saludos

    PD: ¿Sabe usted cuantas veces se ha publicado en Cuba el libro “Magín: tiempo de contar esta historia”?

    • jjj gracias estimado Carlos, pero recomiendo un elogio menos machista, fíjese que está comentando sobre un tema feminista, podría ser «tremendos ovarios tiene usted», saludos.

    • Me olvidaba, el libro se publicó por esfuerzos de las magineras, en consecuencia carece de ISBN para ser distribuído, ninguna editorial aceptó el proyecto, pero los testimonios son muy esclarecedores

  2. «¿Crees tú que fue un error haber aceptado la desactivación?», en mi opinión no es ni sano ni sensato cuestionar o juzgar sus decisiones desde la distancia. Sería como juzgar a Martí o a Maceo desde la comodidad de una biblioteca climatizada por aquel enfrentamiento en La Mejorana. Estoy absolutamente de acuerdo con la autora al plantear: ¨que antes de que pueda triunfar en Cuba una agenda que represente los intereses de cualquier sector: mujeres, comunidad LGBTI, organizaciones de personas negras, etc., deberemos encauzar un activismo que garantice la posibilidad de que tales asociaciones tengan un marco jurídico que les permita existir de acuerdo a la ley. Será el modo de garantizar que no se repita un final como el de Magín¨. Este principio, tamién es aplicable a otros escenarios como la prensa -necesitamos una Ley Orgánica de Comunicación cuanto antes-, y la responsabilidad administrativa civil, en general. Uno de los mayores problemas prácticos que tenemos en Cuba hora mismo, y uno de los mayores lastres que ralentizan la Revolución, está en que hay demasiados asuntos, que no son políticos, o no son esencialmente políticos -en casi todo hay un componente ideopolítico, claro-, y sin embargo los deciden funcionarios partidistas atenidos a sus propias concepciones o dogmas, sin apego a legislación alguna. Y lo peor es que esa práctica la tienen tan entronizada, que ni siquiera se la cuestionan o le ponen autocrítica honrada a un comportamiento. De tal modo, el actual primer secretario de Manzanillo dijo: ¨Tal guionista no puede escribir más para la televisión porque ´nosotros´ -nosotros es él, o cuando más: él y su buró-, entendemos que el historiador no debió enviarnos una carta criticándonos tal actuación¨… ¿Y adónde va el guionista censurado? ¿A un funcionario superior del mismo partido cuyo primer secretario en el municipio lo pisoteó? ¿A la UNEAC cuyos congresos toman acuerdos que después nadie cumple ni da seguimiento? No hay una ley ni una estructura jurídica que determine si la decisión de ese primer secretario es coherente con los principios de la política cultural, o que respalde a la UNEAC para que, a su vez, defienda los intereses profesionales de uno de sus miembros. No hay un tribunal que pueda determinar si ese primer secretario del partido de un municipio está violando los derechos laborales o civiles de ese guionista, y que pueda aplicar una medida administrativa en correspondencia.
    Del mismo modo, si la actual constitución reconoce las libertades de expresión y asociación, es menester urgente instrumentar y sustentar jurídicamente esas libertades. De otro modo estaríamos jugando bolas a las mentiritas.

    • Es muy cierto lo que dices Giordan, por cierto, me gustan mucho tus artículos. Si esa legislación complementaria no se aprobara esa será la demostración de que nada va a cambiar en este país, saludos cordiales

  3. Un texto bonito e interesante. Posiblemente, el trasfondo de situaciones como la descrita, siga siendo el excesivo papel del aparato del estado en relación con lo que se entiende por sociedad civil. Ya ha aparecido en el blog o en algún debate en la red social más usada, cómo el estado cubano trata de monopolizar en buena medida la visibilidad de entidades, asociaciones, grupos, etc. que no están promovidas, gestionadas, por organismos oficiales.

    Ese exceso de control se supone se debe a la indeseable posibilidad de que personajes,asociaciones, chiringuitos de corte contra revolucionarios, tengan un protagonismo que no se merecen y a pesar de mi poco conocimiento de la realidad cubana, ahí estuvieron en su día los falsos periodistas independientes, los falsos bibliotecarios independientes, etc, más recientemente cosas tan fracasadas como el evento Festival Click, o los concursos de dibujo desde la ex SINA, etc. Es decir, el sector contra revolucionario está siempre dispuesto a montar «sus ongs», sus «eventos» dado que hace tiempo se les ha dicho que «hagan algo por favor» y traten de «ganarse» a la gente de la calle.

    Ante ese «peligro» de activismo ciudadano contra revolucionario, el estado cubano se cura en salud y cierra todas las puertas, lo cual no es precisamente la mejor opción. Igual como se acepta un sector privado, cuentapropista, en economía, se debe aceptar un sector ciudadano que se reúne, asocia, organiza eventos de forma auténticamente independiente del poder político, y éste, se dedique a dejar fuera de juego a quienes se sabe buscan un cambio de régimen, en íntima comunión con el agresor y descerebrado pésimo vecino del norte.

    • Alina: como tú quisiera creer que varios artículos de la Constitución abren espacio a la participación ciudadana, imprescindible para evitar que la Revolución se nos vaya a bolina. Sin embargo hay que considerar que esos artículos derivan su cumplimiento a leyes por redactar aún. Y que las redactarán y harán aprobar o aprobarán precisamente, con la usual unanimidad de la ANPP, quienes han puesto siempre obstáculos a la democratización REAL de la sociedad, bien sea por prejuicios ideológicos, por comodidad, por soberbia o por simple conveniencia.
      Por otro lado no logro explicarme porqué un aparato estatal con un poder prácticamente absoluto desde hace 60 años puede temer al disenso y a cualquier manifestación cívica u organización ciudadana que no esté bajo su control.
      Parecería que quienes detentan el poder no creen en la justeza de nuestra causa, en la fuerza de nuestras ideas y la madurez política de nuestro pueblo, en las organizaciones de masas creadas por la Revolución y en los logros de ésta, reconocidos por los propios ciudadanos que votaron –en su inmensa mayoría- por el socialismo, en que el relevo está garantizado.

  4. Una vez mas, Alina nos trae un articulo real sobre lo que sucede cuando alguien toma o tomó una iniciativa en Cuba y no cuenta con la «bendición» de los mandamases. Tristemente la situación continua.

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Alina Bárbara López Hernández
Alina Bárbara López Hernández
Profesora, ensayista e historiadora. Doctora en Ciencias Filosóficas

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