Desde hace unas semanas el futuro del cine cubano es objeto de un debate en el gremio que agrupa a realizadores y artistas vinculados al séptimo arte en la Isla. Dos hechos desencaderaron una serie de conversaciones entre la institucionalidad política de la cultura y los cineastas.
Primero, la censura o suspensión del estreno de las obras La Habana de Fito, de Juan “Pin” Vilar; Existen, de Fernando Fraguela y El Encargado, de Ricardo Figueredo, programadas para el 29 de abril en la sede de la agrupación teatral El Ciervo Encantado.
Luego, se exhibió una copia inconclusa de La Habana de Fito en el programa Espectador Crítico del Canal Educativo el sábado 10 de junio, sin la autorización de su director y productor. Dicho espacio fue presentado por dos vicepresidentes de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y un periodista especializado en temas culturales para intencionar una determinada lectura sobre la obra.

Tomada de Portal Endac
Este texto repasa los orígenes y el desarrollo de la polémica sobre la libertad de creación y la institucionalización de la producción artística, y su expresión en los últimos sucesos.
El problema de la libertad de creación
Fue precisamente un hecho vinculado al cine el que desató la primera gran polémica cultural entre los creadores y el naciente Estado post 1959. Se trata de la reunión que sostuvo Fidel Castro con intelectuales en junio de 1961, en la Biblioteca Nacional, luego de que el cortometraje cinematográfico Pasado Meridiano (PM), de Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante, fuera censurado por el ICAIC, provocando temor en buena parte del sector por los límites de la libertad de expresión.
El hecho ha sido reducido tanto por detractores del Estado cubano como por los defensores de la censura, a una sola frase pronunciada en el discurso conclusivo conocido como Palabras a los Intelectuales «dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho».

Tomada de Cubadebate
Lo primero que debe analizarse es que las ideas expresadas contienen un cuerpo ético y estético para la supervivencia de la nación en aquel momento histórico, permeadas, además, por una visión utópica de un Estado socialista, que incluso desparecería al alcanzar la sociedad comunista[i]. Asimismo, reconoce la posibilidad de que artistas «no revolucionarios» pudieran tener espacios de expresión «dentro de la Revolución»[ii].
Dicho pronunciamiento marcaría las décadas siguientes en función de la nueva sociedad. Entre ellas figuran: la Revolución como un acontecimiento cultural, cuyos cambios favorecerían el desarrollo artístico en representación de la cubanía; el problema de la libertad de contenido, y la urgencia de producir artísticamente para el pueblo.
¿Y qué pasó con el cine?
De acuerdo con el investigador Salvador Salazar[iii], «es a lo largo de la década del sesenta, en un proceso caracterizado por fuertes tensiones, tanto al interior como fuera del Instituto, que se va configurando la política cultural del ICAIC. Al terminar la década fundacional, el país se abocaba a un creciente proceso de sovietización, al cual lograron resistir, en cierto modo, los realizadores del Instituto, que en años anteriores habían presentado batalla al realismo socialista».
En este sentido, pueden recordarse los debates entre Blas Roca y Alfredo Guevara, y entre Mirta Aguirre y un grupo de cineastas, donde sobresalieron Tomás Gutiérrez Alea, Julio García Espinosa y Jorge Fraga, defensores de la cultura libre de carácter clasista, pues para ellos la unidad cultural radicaba en la relación entre las formas proletaria y burguesa. Asimismo, llamaban la atención sobre los peligros de aceptar como estéticos ciertos contenidos que en realidad no lo eran, solo porque se ajustaban a lo dictaminado por la dirección del país.

Fotograma de Memorias del Subdesarrollo
A pesar de la imposición de concepciones derivadas del realismo socialista, principalmente durante el llamado Quinquenio Gris (1971-1976), bajo el seno del ICAIC se produjeron filmes cuestionadores de los dogmas del poder o que abordaban problemáticas relativas a la realidad social, como Memorias del Subdesarrollo (1968) o posteriormente Fresa y Chocolate (1993), Suite Habana (2003), entre otras. Sin embargo, este proceso no estuvo exento de polémicas y censuras.
La vieja polémica de la censura
El referido filme documental PM abrió los debates en torno a la política cultural de la Isla en un contexto en que el gobierno, instaurado desde hacía relativamente poco tiempo, debía definir una ruta en el campo de la cultura que contribuyera a respaldar la construcción de los valores y rasgos identitarios de un nuevo sistema político.
En lo adelante, otras propuestas cinematográficas que no fueran consideradas defensoras de la ética y el compromiso con la construcción de un proyecto de nación autónomo, serían silenciadas del espectro cultural o exhibidas luego de fuertes disputas. A continuación, algunos ejemplos notorios:
- El largometraje Desarraigo (1964), de Fausto Canel, narra desde la ficción los empeños por mantener la historia de amor de una arquitecta argentina y un ingeniero cubano en la sociedad cubana. Aunque el filme llegó a estrenarse, fue retirado de cartelera semanas después por considerarlo un ataque directo a la burocracia.
- A inicios de los 90, trascendió el estreno del filme Alicia en el Pueblo Maravillas de Daniel Díaz Torres, que constituía una crítica a la burocracia nacional y había sido filmada a fines de la década anterior. En la proyección autoridades del Partido Comunista de Cuba movilizaron a militantes para que llenaran el cine, con el objetivo de impedir que el público «no militante» visualizara el filme y evitar así que respondieran a los parlamentos considerados contestarios.
- En los 2000, el documental Fuera de Liga, realizado en 2003 por Ian Padrón y estrenado en 2008, estuvo censurado por incluir entrevistas a peloteros de la Isla residentes en Estados Unidos, que habían abandonado la delegación cubana en distintos certámenes y jugaban en las Grandes Ligas.

Tomada de Dequevalapeli
Durante los últimos cinco años se han hecho visibles otros actos de censura que han provocado el quiebre de consensos entre los cineastas y las autoridades culturales, e incluso la desaparición de proyectos institucionales:
- En 2017 el filme Santa y Andrés, de Carlos Lechuga, fue censurado por el ICAIC por narrar la historia de un escritor homosexual que reside en el oriente de la Isla y está bajo vigilancia por la Seguridad del Estado, por expresar ideas contrarias al gobierno.
- En 2018 fueron notorias las desavenencias entre el comité organizador de la Muestra Joven ICAIC y las autoridades culturales por la proyección en working progress de la cinta Quiero hacer una película, del realizador Yimit Ramírez, por parlamentos en boca de un personaje, que presuntamente denigraban al héroe nacional José Martí.
- En 2020 se agudizan aún más las contradicciones entre la Muestra Joven ICAIC y las autoridades culturales, lo cual provocó la disolución definitiva —hasta el momento— del evento. El detonante fue la censura del documental Sueños al Pairo sobre la vida del trovador Mike Porcell, el cual utilizó fragmentos del discurso pronunciado por Fidel Castro a inicios de los ochenta, con una carga despectiva hacia quienes emigraban por el Mariel. Los funcionarios del ICAIC y Ministerio de Cultura justificaron la acción con el supuesto uso indebido de imágenes que eran propiedad de la institución; por el contrario, la junta directiva de la Muestra alegó el derecho de que el patrimonio audiovisual de la nación estuviera a disposición de los creadores.
- El Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano desató polémica por la retirada de concurso del filme Vicenta B del realizador Carlos Lechuga. Según lo declarado por el cineasta, la censura no era directamente hacia la cinta, sino hacia su persona, en represalia por sus opiniones contrarias al gobierno cubano.
Los últimos sucesos: el bueno, el malo y el feo
La inicial narrada polémica sobre la, primero cancelación, y luego exhibición desautorizada y comentada de la obra La Habana de Fito provocó varias muestras de indignación en las redes sociales por parte de otros integrantes del gremio cinematográfico.
El documental muestra por medio de entrevistas, testimonios e imágenes de archivo, la relación que existe entre Fito Páez y la capital cubana. El cantautor argentino narra anécdotas personales que se entrelazan con los testimonios de artistas cubanos y argentinos cercanos a él. A la vez, expone opiniones muy personales sobre momentos polémicos de la historia cubana, desde su perspectiva como artista y extranjero.

Fotograma del documental La Habana de Fito / Tomada de Cubanoticias 360
Cabe destacar que la obra fue apoyada con el Fondo de Fomento, un presupuesto que otorga el ICAIC para impulsar la producción nacional. Algo similar sucedió con la mencionada Vicenta B de Carlos Lechuga, Esto demuestra un uso irracional de presupuesto público, al contribuir al financiamiento de una obra para luego censurarla, perjudicar su recorrido internacional o impedir su presentación en festivales.
La principal disputa giró en torno a la acción de exhibir la obra en televisión pública, sin la autorización de su autor y con un grupo de invitados al programa Espectador Crítico que contradecían las tesis expuestas por el audiovisual.
Los funcionarios representantes del Mincult afirmaron que en boca del entrevistado se decían falacias que debían ser exhibidas con una mirada crítica. Por su parte, los creadores se centraron en el perjuicio que causa a una obra cinematográfica su exhibición temprana en la televisión pública, lo cual constituye una limitante para su inscripción en festivales. Asimismo, se acusó al Estado de violar las leyes cubanas e internacionales de propiedad intelectual, y a la UNEAC de no proteger los derechos de los artistas.
Las autoridades respondieron a la polémica aseverando que la Ley de Derecho de Autor cubana permite la exhibición de las obras en televisión pública, y en adición, minimizaron el alcance de la protesta.
Muy interesante el “debate” acerca de la exhibición en la TV pública y gratuita de Cuba de La Habana de Fito. Es un soliloquio. Los mismos 4 gatos que en nombre de la libertad gritaban una censura inexistente, ahora, en nombre del mercado, se pronuncian contra la exhibición.
— fernando rojas g (@fernandorojas_6) June 11, 2023
El instrumento jurídico cubano presenta artículos contradictorios y que no arrojan claridad sobre la legalidad del asunto. Si bien permite «sin autorización y con remuneración […] la comunicación pública de obras divulgadas por organismos de radiodifusión u otros medios fundamentales de comunicación social» (art.85), también les otorga a los creadores la facultad para «decidir si la obra ha de ser divulgada, en qué forma y momento» (art.16), y el derecho a «oponerse a cualquier deformación, mutilación u otra modificación, o a cualquier atentado contra su obra que cause perjuicio a su honor o a su reputación».
Como consecuencia de todo lo sucedido, el 15 de junio quedó instituida una Asamblea de Cineastas Cubanos tras una reunión en el cine 23 y 12 de La Habana, que contó con la participación y las intervenciones de profesionales del séptimo arte residentes o no en la Isla. Conviene enfatizar la diversidad de posturas políticas entre los presentes, algunas más afines al Estado cubano y otras más cercanas a la oposición.
Como resultado del encuentro quedó redactado un manifiesto que expresa inconformidad con los procederes seguidos por las instituciones estatales, que ha sido secundado ya por más de 600 personas, la mayoría vinculadas a las artes y humanidades. Entre los firmantes se encuentran figuras emblemáticas de la cultura cubana, también con una importante e inusual diversidad en cuanto a ideologías y afinidades políticas. Sobresale particularmente el apoyo de prestigiosos artistas, incluso algunos identificados con el sistema político cubano.
A esa reunión le sobrevino otra que duró más de ocho horas y contó con la presencia de autoridades del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficas (ICAIC), la UNEAC, el Partido y la viceprimera ministra Inés María Chapman.
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Tomada del perfil del Facebook de la Asamblea de Cineastas
Según la mayoría de las relatorías del acontecimiento, la actitud desafiante y nada autocrítica del funcionariado del Mincult, contrastó con el tono dialogante y conciliador de Chapman, que logró incluso a esbozar acuerdos de futuros proyectos.
La prohibición de filmar o grabar el encuentro del día 23 tuvo como resultado que solo se tengan relatos o pequeños audios y videos tomados de forma clandestina en la actividad. Empero, de por sí, es histórico y sin precedentes cercanos el debate de un grupo diverso de creadores, algunos sin ningún vínculo institucional y con una postura frontalmente crítica al gobierno, con una alta figura de la política estatal.
Para el pasado 3 de julio se programó un tercer encuentro solo entre creadores, en el que quedaron redactadas las demandas de la asamblea, que ya trascienden el hecho del documental de Pin Vilar, para centrarse en problemas estructurales de la producción y exhibición cinematográfica en el país, entre los que se mencionan: la censura, la necesidad de una ley clara que regule los contenidos sin mayor margen para arbitrariedades por parte del funcionariado, la desaparición de la Muestra Joven ICAIC, y la inclusión de los cineastas emigrados en las asociaciones cubanas.
Lo expresado en el comunicado, más lo dicho por otros realizadores, deja en evidencia que la censura al documental La Habana de Fito solo fue el detonante que provocó la salida a la luz de múltiples inconformidades acumuladas con la gestión, por parte de las instituciones políticas, de los procesos culturales.
Los criterios sobre lo ocurrido son diversos y contradictorios hacia lo interno del propio gremio. Mientras algunos participantes como la realizadora Magda González Grau expresaron su optimismo en los frutos del diálogo con las autoridades, otros como la productora Claudia Calviño afirmaron que este no sería productivo mientras fuera condicionado por las imposiciones de las organizaciones estatales.
El papel de las políticas culturales
Las políticas culturales constituyen un constructo de acciones encaminadas a orientar el desarrollo de la cultura de determinada región o país. Su aparición como concepto es de fecha reciente, pues los primeros registros datan de la década de los 70 del siglo pasado, fundamentadas en las declaraciones de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
El documento de la organización multilateral propone el apoyo a sistemas sostenibles de gobernanza en este campo; el alcance del equilibrio de bienes y servicios artísticos que garantice la movilidad de los profesionales de la cultura; así como su vínculo con el desarrollo sostenible y la promoción de los derechos humanos. Asimismo, confiere a los Estados soberanos la capacidad de incidir sobre la agenda cultural de sus territorios.
Cuba es uno de los pocos países del continente que cuenta con un Ministerio dedicado únicamente a la cultura. Asimismo, es innegable la apuesta histórica del Estado cubano por fomentar la creación artístico-literaria y su acceso masivo a la población.

Ministerio de Cultura / Tomada de Ecured
No obstante, la gestión autoritaria y dogmática de los procesos culturales ha sido un lastre que ha cargado la institucionalidad cultural en la Isla. La ausencia de instrumentos efectivos, consensuados y con carácter inclusivo, que hagan efectiva la rendición de cuentas ciudadanas sobre qué se permite y qué se censura, ha dado lugar a que en no pocas ocasiones el funcionariado tome decisiones que afectan la libertad de creación, sobre la base de dogmas y prejuicios, o incluso criterios o desavenencias personales. En algunos casos, la rectificación ha sido inmediata, en otros ha tardado años, mas en no pocas ocasiones aún se persiste en el error.
Los sucesos acontecidos en los últimos años, sumado al uso masivo de redes sociales, han hecho visibles quiebres y fracturas históricas que han tenido su mayor expresión en sucesos como los del 27 de noviembre de 2020. Si bien el actual proceso de debate ha tenido una mayor implicación de las altas esferas del país y una mejor gestión de los disensos, aún siguen irresueltos los problemas estructurales que los han provocado, y si se mantienen, propiciarán otras rupturas similares en el futuro.
[i] «si a alguien le preocupa tanto que no exista la menor autoridad estatal, entonces que no se preocupe, que tenga paciencia, que ya llegará el día en que el Estado tampoco exista» (Palabras a los Intelectuales)
[ii] «La Revolución tiene que tener una actitud para esa parte de los intelectuales y de los escritores. La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para expresarse. Es decir, dentro de la Revolución.» (Palabras a los intelectuales)
[iii] Salazar Navarro, S. 2020. Cine, revolución y resistencia. La política cultural del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos hacia América Latina. Pittsburgh, Estados Unidos: Latin America Research Commons. DOI: https://10.25154/ book5. Licencia: CC BY-NC 4.0.
3 comentarios
La reunión con la oficialidad que no permitió que se filmara fue el 23, la del 15 fué la primera y solo fué entre cineastas y la manifestación frente al MINCULT fué en el 2020 , no en el 2021.
El problema básico consiste en que el arte cubano no lo financia el pueblo sino el gobierno. Eso inevitablemente conduce a censura, incluso sin aplicar leyes represoras.
¿En qué consiste que el pueblo financie el arte?
Consiste en que cada ciudadano cubano elija libremente en qué arte gastar su dinero de entre una oferta plural. Así se termina haciendo el arte que el pueblo elige financiar. Esa es una censura implícita justa y democrática, una censura donde todos puede ofertar el arte que quieran. Eso es verdadera democracia, es decir, el gobierno del pueblo que decide donde gastar su dinero.
Frente a esto hay personas que argumentan que eso conduciría al fomento de “arte inferior” como el regatón en lugar de música clásica. Esa es una postura elitista y clasista donde se le niega al pueblo su soberanía sobre el consumo de arte. Es la postura elitista de quién considera que el pueblo no sabe gobernarse y tiene que ser dirigido por una minoría ilustrada. Un paso mas y entramos en la monarquía absolutista. Esa es la Cuba de hoy.
Bravo por el gremio. La garrapata ideoloburocrática no soporta transparencias ni multiplicidad de opiniones; cae en crisis como caracol africano sobre sal común.
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