La historiografía es la forma en que se ha escrito la historia. Puede reducirse a un conjunto de técnicas y teorías relacionadas con el estudio, el análisis y la manera de interpretar a la historia como ciencia.
Actualmente, a algunos académicos les cuesta reconocer la importancia de la imagen como fuente de información. Una mirada a los análisis históricos y las herramientas para realizarlos remite a entender que durante mucho tiempo, el discurso iconográfico se instituyó como un elemento auxiliar de la ciencia histórica, con propiedades diluidas en la narración del relato principal, sea del tema que fuese. Por el contrario, la tradición estableció al documento como fuente paradigmática de investigación, dentro del cual se debía buscar la información necesaria para cualquier reforzamiento científico desde el punto de vista historiográfico.
Sin embargo, en los años ‘50 y ‘60 del siglo pasado, los historiadores comenzaron a interesarse por diversas actividades humanas que trascendían los escenarios tradicionales en los que se desarrollaba la historia, por ello fue necesario examinar una variedad mayor de pruebas y fuentes: los vestigios, como los llamó el académico británico Peter Burker en su texto Formas de hacer historias. En muchos casos, estos eran visuales y dejaron de acompañar a la investigación con un pie de imagen.

Imagen atribuida como el primer meme de la historia
Los historiadores tradicionales piensan la historia como una enumeración de hechos inamovibles y canónicos, entendidos a partir de documentación de la época; hoy las nuevas formas de historia se dedican más al análisis de estructuras temporales reducidas, las interconexiones con otras ciencias o la microhistoria. Esto reduce a muchos historiadores a analizar los cambios socioculturales en diferentes comunidades producto de la globalización y para ello no hay mejor recurso investigativo, por espontáneo e inmediato, que el meme.
El meme puede entenderse como una manera de hacer historia que, pese a su esencia humorística, con su narratología transmite información histórico-social de actualidad. En 1976 Richard Dawkins, un reconocido divulgador científico británico, popularizó y acuñó el término en el libro The Selfish Gene, donde expuso la hipótesis memética de la transmisión cultural. Se refirió al meme como la unidad mínima de información que se puede transmitir; es decir, los memes conforman la base mental de nuestra cultura, como los genes conforman la primera base de nuestra vida.

Tomado de Scientific American
Como plantea la autora Rocío Díaz, como expresión cultural, el meme sólo se entiende cuando se conocen aspectos de la cultura donde fue originado, aunque pueden apropiarse y adaptarse al entorno de cada persona. «Lo mismo sucede con la diferencia de edad, un meme que le pareció divertido a un adolescente de 15 años, un adulto de 50 años tal vez no pueda entender el significado del mismo, esto es porque pertenecen a diferentes generaciones».
Durante su desarrollo, el meme se ha convertido en parte de la dinámica cultural y generacional de cualquier sociedad. Aunque puede, por contexto, ser exclusivos, su esencia es popular y globalizadora. Pudiéramos decir que, debido a su inmediatez y a su manera de enfrentar la realidad, pertenece a lo que Burker llamó «nuevos vestigios» para explicar la historia de los pueblos. Funciona como el cómic periodístico en la década del ‘80 del siglo pasado: una simbiosis de elementos narrativos e icónicos que mediante una impresión conjunta transmiten determinada información.
El meme debe ser apreciado desde una mirada holística como un elemento iconográfico, narrativo y humorístico con lenguaje propio, capaz de informar y de ser una fuente confiable de análisis histórico. Debido a su amplitud creativa como producto visual en cuanto a técnicas digitales, el impacto del meme en la cotidianidad ha sido inmenso pues está presente en cualquier espacio de la vida virtual y su comprensión es determinante para entender cualquier noticia de la actualidad nacional e internacional.
Dicha forma de expresión ha alterado de tal manera la percepción de la información y el entorno visual que resulta difícil encontrar alguna situación importante que no genere varios de ellos. De ahí gran parte de su valor: su entrada triunfal al universo de la cultura de masas.
A pesar de su dinamismo, el meme conserva la simpleza del mensaje emotivo a partir del anonimato. No es en ningún caso exclusivamente humorístico, pues entenderlo así es limitar su análisis y comprensión como mecanismo de evolución cultural integrador de distintos lenguajes.
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El meme en la Cuba contemporánea
Como elemento cultural, el meme tiene sus primeras apariciones en Cuba a través de carpetas de imágenes que se transmitían de un teléfono celular a otro, en especial a través de la aplicación Zapya.
En los primeros tiempos, fueron conocidas las publicaciones de La intolerancia no la toleramos (LINLT) creadas por Daykel DFC, que en el grupo de Facebook LINLT-Army (/linlt2) se convirtieron durante casi dos años en la mayor referencia del meme de factura nacional. Estas pueden considerarse herederas del humor al que el intelectual cubano Jorge Mañach llamó choteo, relacionado directamente con una situación de insubordinación y poco reconocimiento a las figuras de autoridad. En su texto Indagación al choteo, Mañach señaló que este es más que «una burla sin motivo, una burla que inventa su motivo y que, para usar la frase criolla, tan significativa, le pone rabo a un objeto serio».
En 2018, el acceso a Internet por datos móviles fue posible en la Isla y empezó una manera diferente de contar la realidad y la historia. Los memes que corrían por Facebook o los estados de WhatsApp, por norma general, eran una réplica de la matriz latinoamericana. Compartir la identidad cultural con gran parte del continente condujo a una comprensión más clara del discurso iconográfico y de síntesis que encerraban las publicaciones de mexicanos o argentinos. A pesar de la llegada retrasada de Cuba al concierto informativo de la red, las primeras representaciones de memes fueron congruentes con las situaciones particulares de los cubanos, marcadas por las carencias y el complejo debate político.
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Se entiende, por tanto, que en muy poco tiempo comenzara una memesidad a la cubana, que se ha extendido hasta hoy y se alimenta de la tradición humorística nacional. Estos años se han caracterizado por la pandemia de la Covid-19, la contracción económica, las nuevas maneras de enfrentar la insatisfacción popular y el éxodo masivo —sobre todo en jóvenes—. Cada una de estas situaciones podría estudiarse y entenderse a partir de los diversos memes que se han tejido a su alrededor, y refuerzan lo que Burker decía sobre la imagen como fuente de fidelidad histórica, cuyo uso se considera tan acertado como el de la documentación escrita.
La época de la Covid-19 fue muy propensa a este fenómeno. El confinamiento aceleró el desarrollo del meme como forma y estrategia comunicativa, que se erigió en vehículo de enriquecimiento conversacional relajante y directo, sobre el que se centró la atención para garantizar la sobrevivencia y evitar el tránsito hacia formas depresivas de entender la vida. Casi desde el inicio de la pandemia, se viralizaron las imágenes del doctor Francisco Durán. A través de los memes de los que fue protagonista, puede establecerse una línea histórica clara del desarrollo de la enfermedad en Cuba.
Caben destacar en este apartado, aquellos que estuvieron relacionados con la fiesta de Bauta y el menú de opciones que el ex ministro de Educación Superior, José Ramón Saborido, les ofreció a los estudiantes universitarios. En ellos, además de la inventiva, está presente la nueva historia escrita como «reacción deliberada contra el «paradigma» tradicional», en el sentido de Burker. Es también interesante ver cómo, por regiones, se radicalizaron códigos narrativos e icónicos en memes locales, en los que se contaba el día a día. A este fenómeno pudiera llamársele microhistoria.
Un momento clave en ese contexto, y que tal vez sin los memes no hubiese sido tan reconocido, fue la frase del presidente cubano: «la limonada es la base de todo». Las imágenes que inspiró impusieron la frase en la tradición oral nacional. Pudiéramos afirmar que esa es la plantilla verbal, junto a las siglas DPEPDPE, más reconocida dentro del discurso gráfico-narrativo del meme en Cuba, aunque cada uno funciona bajo presupuestos diferentes. El primero es un ataque directo hacia la figura del presidente cubano y el segundo, insiste en reforzar la idea de Cuba como Estado fallido, apelando a la extenuación mental y el deseo de emigrar.
Cualquier cubano, en dependencia de sus intereses, es probable que siga en redes sociales -sobre todo en Twitter– a algún memero reconocido, ya sea YoUsoMiNAsobuco, San Memero, Abejas Memes o El Ruso. Asimismo, el teléfono móvil de alguno de nosotros guarda, al menos, un meme como exponente de la historia reciente.
En el contexto actual, el meme constituye una herramienta de comunicación efectiva, enraizada en la costumbre tradicional del choteo. No hay en él una simpleza discursiva ni un vano deseo de solo hacer reír. El meme cubano es un componente imprescindible para entender conflictos y medir la realidad socioeconómica. Es también un elemento del desorden y, como dijera Mañach, «un desorden que origina la burla criolla sin ninguna frustración de dignidad».
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