Yunior García Aguilera o el valor de la coherencia. Cuando te acusan de «mercenaria», «financiada con el oro de Miami», «agente de una potencia extranjera» y otros calificativos similares, y no lo eres, empiezas a dudar de las etiquetas que se distribuyen constantemente, con mayor exceso cuanto más deterioro económico y sociopolítico.
Y cuando compruebas que esas calumnias reciben reacciones de «me gusta» y son compartidas por personas que hasta ayer creías serias, entonces te percatas de la debilidad de un modelo que debe apelar a la descalificación de sus críticos al ser incapaz de dialogar con el fin de generar cambios.
El pensamiento único que han fomentado los modelos socialistas como el que tenemos en Cuba, ha sido una de las causas de su implosión. ¿Cómo puede alguien defender la justicia social y no atreverse a defender a un colega, un amigo, un familiar? ¿Puede amarse de verdad a un país sin amar a la gente que te rodea? ¿Es posible apoyar a un gobierno y no al que ha sido acusado injustamente y lo necesita?
Durante la Feria del Libro de Matanzas, en marzo del 2016, a los invitados y delegados se les convidó a una representación de Teatro El Portazo: The Cuban Cofee by Portazo′s Cooperative, más conocida como CCPC. Reír, llorar y hasta bailar fue posible esa noche. En la mesa de al lado —pues El Portazo promueve la estética de cabaret dentro del teatro, ¿o teatro dentro del cabaret?— se sentaba uno de los críticos más importantes de Cuba, que gritaba eufórico y juraba haberla visto múltiples veces. La obra llegó a alzarse con uno de los premios Villanueva 2015 que entregó la Asociación de Artes Escénicas de la UNEAC.
Me gustaron ciertos parlamentos y pregunté quién los había escrito. Fue la primera vez que escuché hablar de Yunior García Aguilera, un joven dramaturgo residente en Holguín. Días más tarde recibí los materiales que debía editar para el plan del 2016 de Ediciones Matanzas. Uno de ellos era una obra de teatro con el título Pasaporte. La misma cuyos fragmentos me conmovieron.
Fue así que una obra que había tenido su estreno mundial en la ciudad de Holguín, el 20 de diciembre de 2014, por el grupo Trébol Teatro, se convirtió en un libro y permitió mi relación personal con Yunior García Aguilera: llamadas telefónicas, mensajes electrónicos y luego, conversación cara a cara cuando asistió a la presentación.
Según la ficha de autor incluida en Pasaporte, tenía una trayectoria amplísima: graduado de Actuación en la ENA (2003); Licenciado en Dramaturgia por el Instituto Superior de Arte (2009); egresado de la Residencia Internacional para Dramaturgos Emergentes del Royal Court Theatre de Londres (2011). Ya había publicado los libros Cierra la boca (Ediciones La Luz, Holguín, 2010) y Semen (Editora Abril, La Habana, 2012).
Sus obras aparecían en las antologías Teatro cubano actual: Novísimos dramaturgos cubanos (Ediciones Alarcos, La Habana, 2008), La isla teatral: teatro cubano contemporáneo (Latin Heritage Foundation, Estados Unidos, 2012) y Nueva Dramaturgia Cubana (FIBA, Buenos Aires, 2015); y había sido estrenada en Cuba, Colombia, Estados Unidos e Inglaterra. En la televisión se contaban: Ni pocos ni locos (Telefilme), S.O.S. Academia (Teleserie, coguionista) y Latidos compartidos (Telenovela, coguionista). Era miembro de la AHS y de la UNEAC. Imaginen lo mucho que habrá crecido su currículum en el lustro transcurrido hasta hoy.
Los personajes de Pasaporte se inspiran en las experiencias de cubanas y cubanos que han emigrado o desean hacerlo. Algunos viven en España, EEUU, o Rusia; otros se trasladan en aviones o solicitan visa en una embajada. Es la tragedia de un pueblo donde hace varios años mueren más personas que las que nacen; de un grupo humano camino a la extinción biológica si no cambiamos muchas cosas. Así dice uno de ellos:
Posible emigrante: Cómo que «posible emigrante». ¿Usted está loca? Yo quiero ir como turista, ¿me entiende? Ir y… ¿regresar? Es verdad que no tengo vínculo laboral, que no soy casado, que no tengo hijos. Pero imagínese. En este país lo que pagan es una mierda. ¿Cómo voy a trabajar? Disculpe, quise decir… una bobería. No soy casado, no. No me da la gana de casarme. Y menos con una cubana muerta de hambre igual que yo.
Y mire, ni muerto tengo yo hijos en este país. ¿Usted sabe cuánto vale un paquete de culeros desechables? Posible emigrante ni posible emigrante. Yo soy un EMIGRANTE DE PINGA. Deme un chance pa′ que usted vea. Pa′ sacarme de allí hay que darme candela. No coman mierda… Disculpe. Usted no se imagina lo que esto significa para mí. ¿Quiere que le diga a cuántos santeros yo he ido para que no me nieguen esta visa? Oiga, no se van a arrepentir. Se los juro.
Yo sé hacer unas cuantas cosas. Yo soy un animal de trabajo, compañera. Lo que no soy es esclavo. A mí hay que pagarme. Y dicen que en Canadá pagan más bien… Rubia, no me haga esto. Deme una visa… una… con una sola yo me conformo. ¿Sí?
Pero Pasaporte es también el drama del que no desea emigrar y tiene muy claro el costo que pagará. Son los que prefieren quedarse, como el personaje de Susana, cuyo parlamento cierra la obra y deja de algún modo un mensaje del autor.
Susana: Yo no quiero irme. No me interesa. Me gusta estar aquí. Y no es masoquismo, no disfruto ser pobre. Es otra cosa. Yo quiero que mis hijos tengan el acento de sus abuelos. Quiero que digan malas palabras en cubano y usen la pañoleta y bailen casino. Quiero que se sientan orgullosos de su madre cubana y que no me escondan en el cuarto cuando sus amigos vayan a visitarlos.
¿Tú sabes lo que es Cuba, Fernando? No son ni las palmas, ni el calor, ni el puerco asado, ni los baches, ni Fidel, ni el malecón, ni la bandera. Es poder, qué sé yo… ver a mi madre, coño, cuando me dé la gana. Y aparecerme en su cumpleaños y decirle: vieja, no te traje nada, pero estoy aquí… Y darle un abrazo. Es conversar en la calle con cualquiera a cualquier hora. Es poder reírme aunque no tenga un peso.
Es saber que a dos casas hay alguien que te vio nacer y que está dispuesto a correr contigo cuando haga falta. Es cagarte en la madre de alguien cuando hay un apagón. Y encender una vela y ponerte a cantar. Y escuchar la algarabía de todo el mundo cuando vuelven a poner la luz. Eso es Patria: no sentirse solo. No me quites eso, Fernando. Si me quitas eso… ¿Qué me queda?
Fernando abraza a Susana. Ella recuerda una canción antigua. Él comienza a cantar junto a ella. El botones llega con las maletas. Se detiene. Conoce la canción. Se suma. Todos cantan mientras la luz se extingue.
Pero permanecer no significa aceptar pasivamente un destino: «si decidí quedarme en Cuba no es para estar de brazos cruzados», le dijo Yunior García Aguilera a Ian Padrón en una entrevista hace pocos días. Esas palabras resumen una manera de proceder que no comenzó el 27 de noviembre de 2020, en el momento en que se plantara, junto a otros jóvenes, a las puertas del Ministerio de Cultura.
Su itinerario como persona incómoda para el sector de la burocracia política e ideológica se remonta en el tiempo. En el mismo año en que yo le editaba Pasaporte, se supo de ciertas preguntas incómodas que formulara en medio de una reunión de la filial holguinera de la UNEAC, en presencia incluso del primer secretario del Partido. Aunque aquí aparece el enlace que permite escucharlas en su propia voz, les proporciono un resumen para los que no tengan acceso:
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- ¿Por qué no dedicar una Mesa Redonda a analizar los derechos que hemos ido alcanzando con Raúl?
- ¿Por qué la periodista Cristina Escobar es más bonita y más joven que Randy Alonso, pero tiene el mismo feo discurso?
- ¿Por qué el Papa tiene que lanzar bulas y los cubanos tienen que lanzar «bolas»?
- ¿Por qué algunos dirigentes descuidan el presupuesto para proteger la cultura y otros descuidan la cultura para proteger el presupuesto?
- ¿Por qué se dice que Iribar [Primer Secretario del Buró Provincial del PCC en Holguín] va como Primer Secretario para Varadero?
- ¿Por qué los policías en Estados Unidos matan afroamericanos y los de Holguín dan tiros por la espalda?
- ¿Por qué criticábamos la ley antiinmigrantes de Arizona si todavía los «palestinos» necesitamos un permiso de residencia o una residencia transitoria para trabajar en La Habana?
- ¿Por qué criticamos un mundo hegemónico si dentro de Cuba vivimos la hegemonía del partido único?
- ¿Por qué, si ya legalizamos la piratería, no legalizamos también la corrupción y obligamos a los corruptos de nuestras instituciones culturales, que todos sabemos quiénes son, a que paguen impuestos por lo que nos roban?
- ¿Por qué el vocablo «coj…» es una mala palabra y no lo son «censura», «corrupción» y «doble moral»?
- ¿Por qué cuando creíamos que la censura había desaparecido del teatro cubano, aparece el caso de Juan Carlos Cremata?
- ¿Por qué no realizamos una encuesta para saber cuántos ciudadanos holguineros conocen el nombre del presidente o la presidenta de la Asamblea Municipal del Poder Popular?
- ¿Por qué todos los años crece el PIB y baja el presupuesto de Cultura?
- ¿Por qué a quien intenta revolucionar las cosas se le tilda de contrarrevolucionario?
- ¿Y por qué algunos amigos no querían que yo leyera estas preguntas?
Este affaire no transcendió tanto, si exceptuamos al gremio, dentro de Cuba como lo hizo fuera. Aún no se había autorizado el uso de internet por datos móviles y las redes sociales no permitían difundir con rapidez los estados de opinión. Más allá de las molestias y llamados de atención, ideólogos y censores prefirieron pasar por alto el reto sin acusar a Yunior García Aguilera, como hacen ahora, de ser una especie de niño mimado de George Soros, el «hombre del saco ideológico», excusa socorrida de los medios oficiales para incriminar como mercenaria cualquier opinión crítica.
Todavía el magnate no se había puesto de moda como «primera causa no causada» de la contrarrevolución insular. Quizás por ello, y también en 2016, el gobierno cubano no tuvo a menos enviar delegación a un evento organizado por la ONU —11 Fórum sobre gobernanza en Internet, celebrado en Guadalajara— que, entre las muchas fuentes de financiamiento que tuvo, contaba, indirectamente, a Soros. El grupo de cubanos estuvo integrado por Raúl Capote, Iroel Sánchez, Juan Fernández y otras personas.
Nadie podría afirmar con seriedad que los referidos asistentes al evento por la parte cubana sufrieran un cambio en su forma de actuar, en los principios que sostienen, sean los que fueren, gusten o no. Entonces, asistir a un evento financiado por esas fuentes no es el problema, ni tomarse una foto de cortesía con el resto de los miembros o con algunas personas presentes.
El gran dilema es que las personas se clasifican en Cuba por sus opiniones acerca del gobierno y sus instituciones. Ahora Yunior ha sido atacado y denigrado por atreverse no solo a hacer preguntas incómodas como en el 2016, sino a presionar para que las preguntas sean respondidas.
Mi amigo Yunior García Aguilera es una de las personas más coherentes que conozco, un martiano raigal, profundo y audaz. Sus textos son hijos de la postura ética que sostiene con su vida y su ejemplo. Cuando le pedimos que valorara la carta en que se pedía al presidente Biden el cese del bloqueo contra Cuba, no dudó un instante en sumar su firma.
Paradójicamente, ahora son los extremistas de signo contrario, con ese aire de familia, los que le reprochan. Su respuesta es tan diáfana como su vida sin dobleces, como su dignidad, que no cabe en la cuenta de un millonario ni en el buró de un funcionario:
«Sí. Firmé la carta a Biden contra el embargo. Los que siguen mis publicaciones desde hace un tiempo sabrán que siempre me he opuesto a esa política desfasada, inútil y cruel.
He sido criticado por ambos extremos. No importa. Es lo que creo. Podría argumentar mis posiciones con una canción de Habana Abierta:
Los de derecha giran a la derecha
Los de la izquierda giran a la izquierda
Y ya yo me aburrí
De esos viejos viajecitos en círculo.
Yo viajo recto aunque no soy flecha
Yo te lo firmo y te le pongo fechas
Por si sospechas…».
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Súmese a la iniciativa del Consejo Editorial de La Joven Cuba y firme la Carta Abierta al presidente de Estados Unidos solicitando el fin de las sanciones contra Cuba.
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