Yo quiero ser una maga en Cuba

Diario de una cubana a pie: Episodio I

por Maylan Álvarez
Maga (1)

Draco dormiens nunquam titillandus
(Nunca le hagas cosquillas a un dragón dormido)

***

Recuerdo vívidamente la entrevista de J. K. Rowling, la archiconocida madre literaria de Harry Potter, para un documental británico. Afirmaba que a inicios del 2007, cuando escribía Las reliquias de la muerte, su último libro de la saga, estaba contra reloj para la entrega del manuscrito a la editorial y hubo días en que deseó que algo malo ocurriera con su mano derecha. «Una torcedura, un hueso fracturado, una quemadura», confesaba riéndose y sosteniendo un ejemplar del libro con la mano diestra, eran las excusas perfectas para detenerlo todo.

Por lo menos ella sabía, con el éxito asegurado de antemano, que podía contarlo TODO. El mundo esperaba por otra historia del joven mago. Ella no iba a decepcionar al mundo.

Por estos días de incertidumbres, yo quisiera tener a tope mi mano derecha, aún bajo presión, también para contarlo TODO. Porque mis historias tienen su poco de magia. Las historias de todas las mujeres cubanas tienen su poco o su mucho de magia. La diferencia soy yo, o nosotras, cuando hablamos del rol protagónico. En mi caso, mujer en la cuarentena —en edad y rango epidemiológico—, dos hijos, esposo y para mi desgracia, no poseo una varita mágica. Ni siquiera me la dieron a escoger, como a Harry Potter. Mis calderos casi parecieran que hacen magia, pero no. He dicho casi.

En mi barrio todas y todos saben que mi cocina está rebautizada como «el laboratorio de alquimia», porque de un tiempo acá lo mínimo que he descubierto en ella es la piedra filosofal. Algún día la gastronomía cubana me reivindicará. Sinceramente, no sé cómo logro un elogio por parte de mis hombres, porque de toda la vida los potajes de frijoles llevan ajo y cebolla…

Maga (2)

Ni qué hablar de hacer las pociones mágicas que contengan leche. Desterramos a los postres. Ahí, frente a la meseta, es cuando una esgrime el socorrido ay, ya yo he tomado la leche suficiente, ahora les toca a mis hijos, que están creciendo, una y otra y otra y otra vez más. Si mi meseta hablara… porque la verdad es que me tiene una paciencia…

Para complacer a mi primer vástago cruzo el Niágara en bicicleta casi todos los amaneceres: la magia tiene sus límites cuando nos referimos a los productos de la bodega. Los subvencionados. Mi hijo mayor tiene dieciocho y el más pequeño apenas seis. O sea, solo tengo asignado un litro de leche diario hasta que cumpla los siete.

Preparo dos biberones —mea culpa si sienten que lo tengo malcriaíto—, uno para la mañana y otro para la noche. No lleno la probeta hasta arriba y así he obtenido ganancias tales que mi hijo mayor puede ir con un vasito de leche para la escuela. Y su respectivo pan de la bodega con… con algo de la carnita con salsa, o la salsa de la noche anterior. Sin contar las dádivas en MLC (léase MAYONESA), pero eso será narrado como Dios manda en otro episodio nacional.

Como en los laboratorios de los magos, por lo menos en las películas y novelas que yo he visto o leído, no se experimenta con chocolate, hago honor a tan solemne apotegma. Yo tampoco tengo semejante polvo en mi cocina. El chocolate, además de que está más perdido que el elixir de la vida, es caro, caríiiiiiiiisimo si te lo encuentras, o él te encuentra a ti. Además, es dañino, crea dependencia y he tratado siempre de criar a mis hijos por un camino alejado de los malos hábitos.

Antes de cocinar la leche, previamente colada —y quienes reciben la leche de la bodega saben a lo que me refiero—, quemo azúcar y mis hijos se toman la leche con caramelo más sabrosa y saludable del mundo. Eso piensan ellos, según creo yo, porque nunca más los pobrecitos me han pedido que le agregue chocolate. Ya se acostumbraron.

Y hacen bien.

Y hablando de acostumbrarse, hace bastante que tampoco me preguntan por el queso y el jamón y las aceitunas y las compotas y los yogures de pote y el helado de verdad y el sorbeto y las galleticas de cualquier sabor y los refrescos de pomo y los jugos de caja y las barras de mantequilla, y, y…

Repito: hacen bien.

Y mi corazón lo agradece.

Si rozo la zona de los vegetales, no hay mandrágora que se escape de mi cuchillito con cabo de madera, el que me arregló Julio, mi vecino. Imagínense las zanahorias, o las coles, o los tomates, o los pepinos, o los ajíes, que son los únicos vegetales que una logra llevar a casa, con precios semejantes al del chocolate, regateados muy duro al carretillero, a la par que le quieres confiscar la pesa y metérsela por el centro de la cabeza cuando te dice: son 400 pesitos namá, mi tía.

Maga (3)

(Foto: ADN Cuba)

Aquí prometo, ante la Santa Palabra, no hablar de la malanga ni del guagüí. Por suerte, ya no me especializo en fórmulas de bebé.

En el patio tenemos unas matas de plátanos que cuidamos como un familiar cercano. Que si el agua, que si las babosas, las malas yerbas, renovar las cepas. Todas y todos en el barrio han comido de esos plátanos y de los aguacates, ah, los aguacates. Lástima que los aguacates y los mangos solo sean frutos de estación. Y también son caros.

Aún lamentamos la pérdida de la mata de chirimoya en el verano pasado. Se cayó, sin avisar para poder prepararnos, con tiempo y herramientas motivacionales, de tan fatídica muerte. Con ella fallecieron (sin posibilidad de  resurrección, como el ave Fénix) un montón de desayunos y meriendas y regalos en forma de chirimoya. Que el Señor la tenga en la Gloria: fue de enorme ayuda en su vida para tantos. Han existido seres humanos menos dadivosos, me consta.

De más está decir que jamás dedicaré unas líneas a mis encantamientos con carnes. No, no, no. Para ello sí se necesita un diploma de graduada cum laude del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Por ahora tres tips, para los que se embullen con semejantes cocciones tóxicas.

Paso 1: Llamar a algún amigo de un amigo que sepa quién tiene o quién va a matar. (Nos referimos al cerdo, vale la aclaración).

Paso 2: Asegurar, con tu mano sobre el fuego, que vas a comprar más de diez libras. De ser posible, un pernil, aunque sea entre veinte comensales.

Paso 3: Esperar, con la mano vendada sobre el teléfono, para salir corriendo en cuanto tengas luz verde, no vaya a ser que se confundan: te olviden por ser el amigo del amigo y vendan tus diez libritas a otro consumidor más afortunado. En este paso, mi esposo tiene estudios superiores.

(Los tips 4, 5 y 6 están reservados solo para aquellos que hayan llevado a buen término los pasos antes explicados).

Maga (4)

(Foto: Cubanet)

Y ahora un minuto de silencio para ponerme seriecita.

¿Que cómo lo logro? ¿Que cómo salgo de la cama diariamente a comerme el mundo? ¿Que cuál es mi fórmula?

Ni los magos ni los hechiceros, ni las mujeres cubanas podemos revelar nuestros trucos. No los hay, no son tales, no existen, al final son pura ilusión, sortilegio.

Aquí me tocó vivir. En este país enterré a mi madre. Cuido por teléfono a mi papá. Aquí estoy envejeciendo y cuidando de mis hombres bajo un techo prestado, con estas ganas de trabajar que tengo, como diría Martí, por la utilidad de la virtud. Y hay días en que me cuesta, sí que me cuesta, vaya que me cuesta…

Yo, como Harry Potter, tengo todavía muchos problemas por resolver. Sin varita, ni escoba que me lleve y me traiga. Lo que daría por una capa como la suya, para volverme invisible a ratos.

Yo, como J. K. Rowling, tengo muchas cosas por decir. Quiero contarlo TODO. He dicho.

Y si tuviera problemas con la mano derecha… seguro que aprendo a escribir con la izquierda.

Posdata: Se me olvido hablar de la magia básica cuando vas a cocinar pollo. Solo lleva el paso 1: Abrir tu mente astral y olvidar que llevas mucho, mucho tiempo cocinando solo pollo…

18 comentarios

Bernardo Ramazz 5 febrero 2022 - 8:19 AM

Doloroso y maravilloso. Sólo una mujer escribe una cosa así. Ánimo!

Armando 5 febrero 2022 - 9:08 AM

Yo creo que la magia son sus hijos,esa conexión especial entre madre e hijos es lo que hace posible que las mujeres siempre saquen algo rico de comer de debajo de la manga;la mayonesa siempre la puede hacer en la casa,no la tiene que comprar,le puede poner un poquito de ajo para variar el sabor.

Eleidys 5 febrero 2022 - 1:05 PM

Cierto que pasamos trabajo, hay que hacer maravillas…
Gracias por este escrito, es magnífico. Mis saludos

dario 5 febrero 2022 - 9:08 AM

pollos made in USA que burlan el “Bloqueo”……….que conste !!

Manuel* 5 febrero 2022 - 10:13 AM

Maylan, me he leído el artículo de EcuRed sobre ti. Deduzco que eres una profesional con mucho talento con más de diez libros publicados.

Este es el gran problema de la Cuba actual: no se premia el talento y el esfuerzo. Con tu talento, en otro país no tendrías tantos problemas para facilitar una mejor comida para los tuyos.

He aquí el reto: transformar Cuba en un país de oportunidades para todos. Eres joven, por eso espero que veas esa Cuba en vida.

Manuel García 5 febrero 2022 - 10:24 AM

Gracias por tu artículo. Cuba es misógina y machista y las élites gobernantes lo practican y consienten.
Tengo 58 años, vivo en Madrid y me costó cambiar el chipsets. Pero hoy soy un solo bloque con mi esposa y en la vida tiramos al unísono de nuestro carretón. Gracias por tus letras y por tu sacrificio.
Un abrazo.

Rolópez 69 5 febrero 2022 - 10:53 AM

Gracias por tu magia, Maylan, tú no escribes con las manos, escribes con el corazón!

Manuel Figueredo 5 febrero 2022 - 11:45 AM

Excelente artículo. A través de mis palabras quisiera trasmitirle la fuerza para que siga resistiendo, es imposible, pero al menos mi pensamiento estará dándole buenas vibras.
Gracias por brindarnos lo que todos nos imaginamos y son las vicisitudes de un pueblo en su diaria lucha por subsistir, pero que usted lo describe de una manera magistral. Gracias sinceramente

Sanson 5 febrero 2022 - 1:50 PM

Que agradable tanta frescura en las letras que me hizo retroceder en los tiempos en que buscaba leche e iba todos los sabados hasta una finca antes de llegar a Campo Florido. Tremenda odisea en que me metia en mi dia de descanso despues de trabajar toda la semana.. Al final haciamos yogurt y sacabamos mantequilla y nos sentiamos dichosos cuando los litros estaban todos dentro del refrigerador

Michel Batista 5 febrero 2022 - 2:08 PM

Experiencia metaforica de vida

Sandra Gamez 5 febrero 2022 - 2:10 PM

Es bien triste. Cuando leí la parte del chocolate, me vino a la mente cierta chocolatera en la Habana, que se anuncia en Facebook, donde elaboran y venden los más disímiles dulces y a precios de oro. Siempre me he preguntado de dónde sale la materia prima (entiéndase chocolate) para semejante empresa.

Maria V Oliver 5 febrero 2022 - 7:22 PM

Mi hija del alma, y cuanto te entiendo; pero solo el corazon puede hacer magia, el cerebro ha agotado su suerte en este ya, tan largo camino.

Comunista hasta la Muerte 5 febrero 2022 - 11:32 PM

Uno de los males que arrastramos del capitalismo es el concepto de comer tres veces al dia. Una comida al dia disminuye el riesgo de enfermedades y alarga la vida. La libreta de racionamiento y algo que se obtengan en el mercado libre es suficiente. No es necesario hacer magia.
Lo malo para la salud de varias comidas al dia queda demostrado en los miembros de la dirección de la Revolucion. A la mayoria casi no les abrocha la camisa.

Carlos Luis 5 febrero 2022 - 11:52 PM

Que digo??? Pues al igual que ella quisiera decirlo todo, pero ella ha dicho casi todo, asì que me quedo esperando por el casi.

Eva 6 febrero 2022 - 12:40 AM

Que maravilla de texto, gracias ! Sabor a la tristeza sazonada, como lo están miles de hogares cubanos, pero colmado de mágico amor

Irina 6 febrero 2022 - 5:33 PM

Si yo pudiera hacer magia de verdad, tu sabes bien lo que haría! Te quiero

Pedro Enrique Pérez Oliva 7 febrero 2022 - 10:34 AM

Ay Maylan de mi corazón, amiga de mi alma, cómo me duele leerte, cómo me duele todo, Cuba me duele mucho. Te quiero

Nilda Bouzo Torres 10 febrero 2022 - 4:07 AM

MUY BUENO. EXCELENTE.

Los comentarios están cerrados.

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