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Matanzas

Calle-Cuba
Ciudadanía

Bajando por Cuba, la calle

por Néster Núñez 30 septiembre 2023
escrito por Néster Núñez

Encumbrados visitantes, eruditos, geógrafos nacionales y gente común dicen que esta ciudad parece un anfiteatro natural. Se refieren a las lomas que ascienden desde la bahía en todas direcciones, como gradas. Por mi parte, cuando la otredad me asalta, le asigno un significado más… intangible, epistemológico y determinológico. He pensado:

«En este gran anfiteatro todos somos personajes de una historia Equis. Solo actuamos, con mayor o menor talento, los papeles que alguna vez escogimos o que nos fueron asignados. La azarosa mezcla del libre albedrío con la superación personal, más la genética y las condiciones sociohistóricas, económicas y culturales como telón de fondo, es lo que determina que haya algunos finales más felices que otros. Pero de que todos actuamos en el mismo show, de eso, estoy seguro».  

Calle-Cuba-1

Foto: Nester Núnez

En todo caso, por alguna abíblica razón, esta mañana me subí al escenario más temprano que nunca. Eran como las seis de la mañana cuando me arranqué las sábanas del cuerpo y me miré las mismas canas y las mismas arrugas de los últimos tiempos, en el espejo de mi camerino particular. Lo nuevo era una convicción rara que me surcaba la frente como una cruz gamada, y que repetí como un mantra, como autohipnotizándome, a cada paso que di hasta alcanzar la cima de la calle Cuba: «Yo Soy el Espectador. Yo Soy el Espectador. ¡Yo Soy!».

De una punta a la otra, la calle Cuba tiene 13 cuadras (¡Persígnate, supersticioso! ¡Echa sal por arriba de tu hombro!). El tipo que se asomó hoy a este lado de la vida, sin querer ser sombra chinesca (es decir: Yo), necesitó caminar las más empinadas, las cuatro últimas de las trece. Ya arriba, aún de espaldas a la ciudad, un tanque de agua pintado de azul, con un letrero que dice «Acueducto y Alcantarillado», me dio la bienvenida.

Calle-Cuba

Foto: Nester Núnez

Volteándome hacia la bahía comenzó el espectáculo. Eran las 7 y 12 de la mañana. Cuando vi el primer rayo de sol, brotó de mis entrañas trasnochadas esta frase que pudiera sonar egoísta:

̶ Hoy, el sol sale especialmente para ser contemplado por mí.

No me hice una selfie, así que tendrán que imaginarla: en lo más alto de la calle Cuba (como si fuese el Pico Turquino), un flaco sonreía optimista.

Una señora me convidó a comprarle café acabadito de colar; una estudiante de preuniversitario preguntó si yo era mototaxista; un perrito pekinés levantó una pata cerca de mí con la intención de marcar territorio. Y yo, sin moverme. Y la gente sin admirar aquel espectáculo del sol naciente. Su problema. Entonces, hice la primera foto.

Calle-Cuba

Foto: Nester Núnez

Lo que ves en la pantalla no es el evento real, sino la interpretación del fotógrafo tamizada por la mecánica de la cámara. Por eso, lo que ella te muestra pocas veces describe lo que realmente piensas o sientes. «¿Y si hay un apagón mundial? ¿Si la termoeléctrica del sol se rompe?», me dije. Después indagué, de refilón, en los motivos que me hicieron salir tan temprano de la cama, mi zona de confort.

¿Subí a ver el sol desde lo más alto de la calle Cuba para encontrar algún tipo de felicidad auténtica y renovada? ¿Lo hice para guardar este instante por si me aqueja una prematura demencia senil, el desamor, el desarraigo de los que emigran aún sin salir de esta isla? ¿O fue solamente con la ilusión de que ese finito rayo de sol, el primero del día, encendiera la luz total al final del túnel?

Absorto en la exploración de mis inconscientes impulsos, el perrito pekinés hizo lo que tenía pensado desde el inicio. Sentí el líquido caliente correr por mi pantorrilla flaca hasta encharcarme el zapato. Lo miré un poquitín enfadado y el muy loco, casi suelta los ojos ladrándome. Y yo sin moverme. Y la gente mirando y burlándose de aquel espectáculo. «¿Y si el sol se apaga?»

Una vez perdí demasiada sangre. Todo se hizo oscuro y morir fue tan fácil como quitar el dedo de la herida, como entrar en pánico. Hubiera sido un final sin dolor, sin aspavientos, pero siempre he sabido que morir no es la solución de nada. Así que no apreté el cuello del perrito, sino que terminé acariciándolo. Alguien de por allí aplaudió, otro guardó el machete y varios se rieron, aliviados. La señora me regaló una taza de café con el mismo gesto pomposo de quien entrega un ramo de flores a un actor que dice magistralmente el parlamento final de la obra. Desde su punto de vista,

«Todo es relativo», me dije.

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Foto: Nester Núnez

Poniendo en práctica esa misma lógica, en lugar de apuntar que el sol había ascendido unos grados sobre el horizonte, comentaré que la Tierra era la que había bajado. El tiempo pasó, diríamos también desde una postura antropocéntrica, pero es que el tiempo en realidad no está en ninguna parte y a la vez en todas, así que no pasa. «Las manecillas de los relojes deberían ser pequeñitos hombres y mujeres, aunque terminen mareándose», pensé, mientras dejaba atrás al perrito meón y a la gente buena de la periferia alta, y caminaba Cuba abajo.

Si uno dice: «Bajé por la calle Medio», o «Bajé por la calle Milanés o por Contreras», la expresión es gramaticalmente correcta y las personas la entienden en su sentido literal. Pero en la frase «Caminé Cuba abajo», las personas sufridas y suspicaces encontrarían cierta redundancia.

Es cierto que la dirección del tráfico en esta calle es hacia arriba, pero funciona como las ilusiones ópticas: te parece que ves agua en el desierto, pero no. Aquí, te parece que Cuba sube, y tampoco. Ni aunque te traslades en un auto Tesla del último modelo. «¿Cómo cargan la batería, si la termoeléctrica…?» Recuerdo algo, todo es relativo.

Calle-Cuba

Foto: Nester Núnez

Pongamos un ejemplo: por la calle Cuba un caballo tira de un carretón con dos hombres encima. ¿En qué año sucede ese evento? Uno de los hombres le da un latigazo al caballo para que ande más aprisa. El caballo relincha, se para en dos patas, tumba a los dos hombres. Uno de ellos recibe un fuerte golpe en la rodilla. Supón que queda cojo para siempre. ¿Quién es aquí el héroe y quién el malvado?

Más fácil: una señora jubilada que no recibe remesas gasta un tercio de su pensión en viandas y vegetales. Le protesta al muchacho que vende los productos en una especie de carretilla en la calle Cuba. El muchacho le dice: «Pero mi vieja, la culpa de los precios locos no es mía». Luego, para compensar, y porque entiende a la señora, le regala un aguacate que mañana ya estará podrido, y un plátano macho en regular estado.

Entonces, Cuba es para abajo. Cuando llueve, algunos vecinos en el colmo de la extroversión, lanzan por esa misma cuesta la basura de sus casas al torrente de agua que baja impetuoso buscando el río. Al parecer, no les importa que sus inmundicias lleguen al mar, que se esparzan por el océano, que es como decir por el mundo entero, haciendo públicas las miserias que se cuecen en los fogones de la calle Cuba.

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Foto: Nester Núnez

Y cuando no llueve, también. Muchos se sientan en las aceras para huir del calor de las casas, para socializar, para revender algún producto que ayude a su familia a ver el sol del día que vendrá. Aprovechan el cielo despejado para expresarse sin censuras. Soltar, sacar del pecho y de la garganta lo que les apesta dentro. En principio, la basura de la que hablan no es suya, pero les afecta tanto que terminan infectados.

—La azarosa mezcla del libre albedrío con la superación personal, más la genética y las condiciones sociohistóricas, económicas y culturales como telón de fondo, han llevado a un inepto que no sabe inglés, a dirigirnos —dice Manolo con palabras que no son esas, por supuesto. Son peores—. No hay que ser un erudito ni un geógrafo para saber que todo lo que sube, termina cayendo.

Manolo, el de la calle Cuba, tiene la esperanza de que suceda más temprano que tarde, aunque no está dispuesto a asumir el rol de protestón ni de revoltoso en dicha obra. Lo suyo es pasarla bien mirando el juego desde las gradas. Por las tardes, cuida a sus nietos mientras montan bicicleta o se da sus tragos de ron conversando con los socios. Pasa por el tiempo lo más feliz que puede, intentando no marearse. Lo que dice del sol es que no se puede tapar con un dedo.

Calle-Cuba-1

Foto: Nester Núnez

—Durante 30 años me levanté a las cinco de la mañana para ir a trabajar. Ahora ya eso acabó. Gano más tapizando asientos de motores y muebles viejos, o lo mismo te engraso un ventilador que le coso la suela a un zapato roto.

Manolo está sentado en el contén del barrio. ¿Es actor o espectador en este show que se vive en la calle que baja? ¿Escogió o le asignaron el personaje que interpreta? ¿Le gustan los perros pekineses? ¿Será el suyo un final feliz?

Las respuestas siempre son… relativas. Sin embargo, por alguna abíblica razón, yo veo a Manolo como riéndose de todo desde la misma punta del Pico Turquino, y eso que vive en la séptima cuadra, de las trece.

(Oh, supersticioso, ¿existirá un remedio?)

Calle-Cuba

Foto: Nester Núnez

30 septiembre 2023 3 comentarios
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Pensamiento
Escenarios de crisis

Pon tu pensamiento en mí

por Néster Núñez 4 marzo 2023
escrito por Néster Núñez

 

La Marina es ese barrio sucio, feo y de mala fama, pobrísimo y de población mayoritariamente negra, que encontrarás en cualquier ciudad de la Isla. La diferencia, tal vez, es la mucha rumba, el guaguancó y la santería afrocubana. Lo otro: no es un barrio de la periferia. Está en el mismo centro de Matanzas.

Los turistas se quedan en el centro histórico. Sin embargo, a unas cuadras, con sus cámaras de fotos, muestran sus pocos deseos de establecer un contacto de primer tipo, “pueblo a pueblo”, como le llaman. No entran ni para llevarse una postal más o menos cercana a la realidad que se vive en buena parte de Cuba. No los critico. Son sus vacaciones. La semana libre es para llenarse de belleza y recargar los deseos de seguir viviendo en el primer mundo.

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Yo que soy cubano, y matancero, confieso haber sentido también una especie de temor/repulsión parecida a la que pudieran sentir los turistas, si supieran al menos que ese barrio existe. Voy allá, en primer lugar, a comprar comida, porque allí revenden de todo. Te atienden superbién, siempre que pagues sin regatear tanto.

El otro motivo importante por el que voy con frecuencia a La Marina es porque me atrae mucho la gente que vive allí. Siento que para entender los modos diversos en que la humanidad se manifiesta hay que conocer un poco más a esa gente de abajo. Después que juegan dominó, que trabajan, que cocinan o ven televisión… ¿qué piensan? ¿Cuáles son sus ilusiones? ¿Qué los mantiene con vida? ¿En qué consiste la felicidad de sus días?

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Una tarde de esas en que lo filosófico existencial me asalta, porque no estoy en mi semana de vacaciones, veo a unos niños en La Marina entrenando boxeo, justo en medio de la calle. Me acerco, por supuesto, y conozco al profe. Juan Esquerré Oña es su nombre. Tiene 78 años y los últimos 25 se ha dedicado a esta faena, de modo totalmente voluntario. En la sala de su casa construyó unos aditamentos artesanales para que sus pupilos aprendieran a tirar ganchos y golpes rectos. Los guantes son reciclados: algunos de la academia provincial de boxeo; otros, traídos por los padres o hechos a mano. Así con todo.

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Le pregunto por qué lo hace y responde lo obvio: porque le gusta ese deporte. Allá en los años ochenta, mientras cumplía misión internacionalista en Angola, fue campeón en una competencia entre los ejércitos amigos. Luego regresó a Cuba y no pudo avanzar en el alto rendimiento. Menciona nombres de boxeadores famosos con los que topó en esa época, busca entre papeles y fotos, me muestra un libro impreso a color. “Ese soy yo”, dice orgulloso. Ahí estaba trabajando en la imprenta de la Universidad de Matanzas.

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Los niños se impacientan, quieren tirar golpes. Esquerré cambia el entrenamiento previsto. Les dice que se pongan las cabeceras, improvisa una demostración para la cámara. Mientras hago las fotos me pregunto si él me ve como un turista que pudiera dejarle donaciones para su desmejorada academia. Hacia el año 2000 el gobierno le dio un lugar donde entrenar a sus muchachos, pero duró muy poco. Estaba en peligro de derrumbe y lo demolieron. También llegaron alemanes y franceses de buena voluntad y algo ofrecieron. Ahora queda una guantilla como único recuerdo de esos tiempos.

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Más que ser visto como canalizador de donaciones, me preocupa no lograr responder las preguntas aquellas. Ante la adversidad tremenda que es vivir en un barrio así con un salario de jubilado, me cuestiono: ¿por qué Juan Esquerre hace esto? Me dice que varios de sus atletas han sido campeones provinciales y otros llegaron a la Marcelo Salado, la escuela de La Habana. Méritos justos a su dedicación y entrega.

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Pasa un auto pitando, un panadero, otro que vende leche en polvo a 1 500 pesos el kilogramo. Juan pregunta a los discípulos cuál es la combinación que se le tira a un oponente zurdo.

— Dos rectas y un gancho — dice uno.

— ¿A otro que tire golpes rectos?

— Cuatro ganchos y un swing.

Entonces pienso que quizás las repuestas que busco las tengan ellos, los niños. ¿Qué es lo que más les gusta de esto? ¿Qué estarían haciendo si no estuvieran aquí? “Mataperreando”, comenta uno. “Viendo televisión”, suelta otro”. “Vengo porque aquí hago muchos amigos”, agrega un tercero.

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Los turistas andarán sentados a la sombra de los bonitos bares de Narváez, consumiendo sus tragos. O haciéndose selfies con el antiguo edificio del Palacio de Justicia como fondo. A veces me pregunto qué estarían haciendo si no estuvieran aquí, qué es lo que más les gusta de esto… ¿Cuáles son sus ilusiones? ¿Qué los mantiene con vida? ¿En qué consiste la felicidad de sus días?

El hombre de la leche en polvo vuelve a pasar. Mil quinientos pesos el kilogramo. El yogurt, doscientos cincuenta: un litro y medio. Duró muy poco el edificio que el gobierno le prestó a Esquerré para academia. Terminó demolido. Desde entonces él está en la calle, con sus niños, haciendo lo mismo.

Regreso a mi casa con más preguntas que respuestas, como casi siempre.

(Foto: Néster Núñez/LJC)

4 marzo 2023 6 comentarios
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Esencial
Ciudadanía

Lo esencial, que sigue siendo invisible a los ojos

por Néster Núñez 28 enero 2023
escrito por Néster Núñez

Todo empieza con una jutía en el cuello de un hombre. Una que se adaptó a la ciudad, a la vida entre humanos.

—Ven a jugar conmigo —le habrá dicho quien la encontró—, estoy tan triste…

—No puedo jugar contigo —habrá respondido la jutía. No estoy domesticada.

Mientras me alejo del barrio, de la ciudad, porque hoy necesito escaparme, coger monte, pienso en lo que sería un campo de trigo, y en los cabellos color oro de El Principito. Recuerdo las veces que leí a mis hijos ese libro. A los varones, que ahora viven en otro país, y a mi hija, que vive conmigo. Me pregunto si tuve éxito en domesticarlos.

Esencial

(Foto: Néster Núñez / LJC)

—Solo se conoce lo que uno domestica —dijo el zorro, que en nuestro caso pudiera ser la jutía conga. Los hombres ya no tienen más tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los comerciantes. Pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres no tienen más amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!

Quiero pensar que sí, mis hijos y yo somos amigos. Aparte de ellos tengo otros, pero en otros planetas. Así que voy, cámara en mano, caminando solo. Para escapar de la rutina sigo este rito esencial: alejarme, mirar la ciudad, el mundo, la vida, desde lo alto. La naturaleza me hace bien, las lomas, el río, el valle. Son para mí como aquella flor que domesticó al Principito.

Esencial

(Foto: Néster Núñez / LJC)

Salir a tomar fotos es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Hasta que llego a lo que llaman El Pie de Cristo. La ciudad hacia el sur, el valle hacia el oeste. Y aquella casa sola, que me llama.

¡Eh, vecinos, buenas tardes! —grito antes de acercarme. Ningún perro ladra. No veo humo ni ropas en una tendedera secándose con la brisa y el sol de la tarde. ¿Hay alguien? —pregunto una vez más, pero es una casa a la intemperie, desierta, que llora.

Me siento al principio más bien lejos, en la hierba, para no asustarla. La casa me mira de reojo y no dice nada porque sabe que el lenguaje, muchas veces, es fuente de malos entendidos. Cuando se acostumbra a mi presencia, avanzo un poco más, despacio, y termino sentado en su banco, a la sombra del portal.

Esencial

(Foto: Néster Núñez / LJC)

—Tú no eres de aquí —me dicen por fin. ¿Qué buscas?

—Busco a los hombres.

—Los hombres tienen sueños y planes, y al final tienen que irse con toda la familia, como mismo harás tú. En esta tierra, por ahora, es imposible.

—¿Eso pasó con tus dueños, los que te construyeron?

Sopla un viento fuerte y el polvo que levanta empaña aún más los únicos cuatro cristales que tiene la casa, que son como sus espejuelos. Yo le acaricio las tablas con el dorso de mi mano derecha, con la yema de mis dedos, con mis ojos, y ella aprovecha el viento que bate otra vez para destrabar el pestillo de la ventana trasera, la de la cocina, y la abre de par en par, y ya sé a esas alturas que son las puertas de su corazón lo que me está abriendo la casa. Por eso entro. Y porque, además, todos sus fantasmas también me están invitando a pasar.

Esencial

(Foto: Néster Núñez / LJC)

Me siento muy bien acogido, no puedo decir otra cosa. Es como si colaran café para el amigo de toda la vida. El café normal, el de la bodega, no te pienses. Me gusta igual, pero sin azúcar —les contesto—, mil gracias, y si antes pudiera darme un poquito de agua, se lo agradecería muchísimo.

Los niños juegan en la bañadera vacía y la muchacha/madre les pide que bajen el volumen de las carcajadas, y se disculpa por el reguero. Vinimos de Oriente hace poco, antes de la pandemia, ya tú sabes. Todavía no hemos podido comprar un refri, así que el agua es del tiempo. Me la alcanza en un vaso que en realidad es una botella de ron cortada por la mitad y, como no me la bebo toda, vierte el agua sobrante en la orquídea que cuelga en la terraza.

Esencial

(Foto: Néster Núñez / LJC)

Algunas gotas caen sobre la tierra. Se hacen pequeños circulitos de fango. La muchacha/madre entonces comenta:

—Los niños están locos porque llueva, pero un buen aguacero, para ver si da para repletar la bañadera. ¿Tú te imaginas una buena piscina aquí arriba? Qué va. Habría que tener dinero por sacos.

Yo pienso que, sin embargo, son millonarios: por las vistas, por la tranquilidad, por el atardecer y los amaneceres. Y por ver la vida pasar desde esta altura. Después me despido. Les dejo mis bendiciones, un abrazo, y les deseo que sean felices donde quiera que hayan ido.

Esencial

(Foto: Néster Núñez / LJC)

Cuando salgo por la ventana, todas las tablas de la casa crujen.

—No estés triste —le digo. Tú eres más importante para ellos que todas las casas en las que vivirán en lo adelante. Porque subieron hasta aquí, en su espalda, cada una de las tablas con que te construyeron. Cada teja, cada caldero, el colchón, los muebles… Y porque bajo tu sombra crecieron sus hijos, y rieron, y los padres soñaron junto a ti una vida mejor, o al menos distinta, para esos niños. «Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante». Así que no van a olvidarte tan fácil. Tú también los domesticaste.

Esencial

(Foto: Néster Núñez / LJC)

—Adiós —me dijo la casa.

Y cuando di la vuelta, allí estaba Osmani, el negro, con Niña y Jacinto, sus dos perros.

—¿Qué haces? —le dije.

—Vine a revisar las jaulas, ahí en el monte.

—¿Qué jaulas?

—Para cazar jutías.

Esencial

(Foto: Néster Núñez / LJC)

El bucle del tiempo, la espiral de las circunstancias. El reloj detenido en un día y una hora cualquiera. Y Osmani que se ríe como un niño que nunca crece. Y mi tía que cuando sabe el cuento se juega veinte pesos a la jutía, en la charada. Y yo que bajo de El Pie de Cristo henchido de nuevas ganas de vivir, luego de haber subido tan alto.

28 enero 2023 19 comentarios
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Dinastía
Ciudadanía

En cualquier dinastía

por Néster Núñez 19 noviembre 2022
escrito por Néster Núñez

La primera foto que le hice fue un contraluz que me pareció decente. Después le pedí permiso y como no respondió, cambié de ángulo y seguí disparando.

—Voy a quedarme hasta que pesques algo —dije.

Quitó la vista de las ondas del río, del reflejo del manglar y de las nubes en el agua, para advertirme:

—Ahora tú te pones a buscar un pescado y no lo ves nunca. Entonces de buenas a primeras: ¡Ño, míralo ahí! Porque es así, es como la muerte: llega en el momento que él quiera y a la hora que quiera.

«Mi nombre es Sergio Pérez Torres, pero en La Marina tienes que preguntar por El Cangrejo, que es como me conocen por ahí». 

Eso me lo dijo luego de tres horas de silencio, de caminar de ida y vuelta sobre el muro del Yumurí, de apuntar a una sombra en el agua que yo nunca veía, de disparar, de recoger la pita con la flecha, de sentarse únicamente para recargar la ballesta.

Dinastía

(Foto: Néster Núñez/LJC)

El sol picaba durísimo, pero Sergio no se quejaba. Con su gorra de medio lado seguía buscando un peje. Viéndolo, me sobrepuse al calor y la sed. A su imagen y semejanza me convertí en cazador también, pese a la diferencia brutal de las dos opciones: yo iba detrás de su historia, él perseguía la comida de esa noche.

«Si yo te digo mi grado de escolaridad tú te caes para atrás. Yo lo que tengo es sexto grado. Llegué hasta octavo, pero eso es sexto grado. No pude estudiar por problemas familiares. Mi mamá me parió muy chiquita, a los catorce años. Somos cinco hijos y yo tuve que cargar con mi hermano y mi hermana que son los que me siguen. En ese momento mi papá era alcohólico, por suerte ya no. Hace como quince años dejó de beber después de una sirimba que le dio. Yo no estudié, pero soy una gente que ha leído mucho».

Me dice eso porque le pregunté a quién le compró la ballesta, y me dijo que la hizo él mismo.

Dinastía

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Habrá pensado que no le creí, porque se rió y me dijo, acariciando el cabo tallado de la ballesta: «Yo soy como Da Vinci. La gente dice que Da Vinci fue un inventor: no, no fue un inventor. Da Vinci perfeccionaba los inventos que él captaba de otras personas».

Da una calada al cigarro. Mira unas burbujas que salen del agua. «Eso es una lisa, pero chiquita». Después retoma la idea:

«De todas las personas con las que he andado, yo capto lo bueno, no lo malo. Porque yo lo malo no lo capto por nada. Yo tengo mis lados oscuros como los tiene todo el mundo, pero los míos, no los de Periquito Pérez ni los de Ciclanejo. Yo capto lo bueno.

Soy un tipo que sé hacer de todo. Tengo un oficio que en cualquier parte del mundo es bien pagado: soy albañil. Dice la gente que de los buenos de verdad. Y soy zapatero, soy artesano, para qué decirte. Yo soy un tipo que le tira el ojo a cualquier cosa y te lo capto en cinco minutos».

Dinastía

(Foto: Néster Núñez/LJC)

—Y si no pescas nada hoy, ¿qué haces?

—Si no pesco nada ahora, agarro los botellones, las piedras de fosforeras, mis utensilios y echo a andar… ¡Fosforero, se llenan fosforeras! Y ya, vivo de eso. Vivo de esto y de aquello. Yo lo que no puedo es robar. Pero mientras pueda trabajar con mis manos, olvídate de lo demás.

La marea ha subido. «Últimamente se pesca más con la llenante que con la vaciante, cosa que no debe ser así», me ha dicho. Entonces hace un gesto para que lo siga. Dejamos el muro atrás. Se mete en un hueco entre los mangles. Hay un buen lebrancho dando vueltas, pero no le da el tiro. Se mueve muy rápido y profundo, detrás de la hembra, dice. Yo lo que veo es la estela que deja en el río. —¿Es eso, es eso ahí?, pregunto. Sergio sonríe. —Ya por ahí pasó. Está allá adelante. Pero ese regresa ahorita.

«El todo de un ballestero es la vista y la ecuanimidad», afirma. Ahí es cuando me río yo, sin malas intenciones, por la palabrita. Él se da cuenta:

—Te dije que yo tengo sexto grado, pero he sabido captar lo bueno. Quien me enseñó mucho de lo que sé sobre este oficio fue XXXX. De él aprendí a ser ecuánime, tener paciencia, esperar el tiro perfecto.

Dinastía

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Manao fue uno de los primeros ballesteros aquí en Matanzas, un tipo increíble. Cuando armó su primera ballesta —artesanal, un pedazo de palo rebajado a machete, no como la de Sergio—, se fue para el río San Juan. Como trabajaba en comunales tenía unas cajas de madera que desarmó, les amarró piedras de distintos tamaños para que se hundieran, y empezó a tirarles.

Cuando le dio a quince o veinte se fue para el puente de la circunvalación, hasta allá entraban los robalos en aquel tiempo, y esa vez cogió cuatro. Los ballesteros que estaban ahí recogieron y se fueron. Sí, Manao era un tipo tremendo. Es, porque todavía está vivo, aunque tiene como noventa años.

—¿Y ya no entran robalos al Yumurí?

—Entran, pero pocos. En los cinco años que llevo dedicándome a la ballesta, yo no he visto un período más malo que este para los peces.

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(Foto: Néster Núñez/LJC)

Indago si será por la contaminación y me dice que no:

—Aquí lo que lo jode todo es la malla: los paños, las tarrayas, los trasmallos. Si no hubiera tanta malla en esa bahía, aquí hubiera demasiado pescado. Lo que no se dan cuenta es que están interrumpiendo el ciclo reproductivo de los peces que entran aquí para desovar y aparearse. De casi todas las especies: de la jiguagua, del bocón, que es la sardina, del lebrancho, de los robalos… Y lo otro es que este río tiene poco caudal. El San Juan es más profundo y por eso entran más peces. Si aquí cogieran y dragaran el río, quince días después no te puedes meter en sus aguas, porque te come un tiburón.  

Sergio escucha un chiflido, sale del manglar, lo están llamando. Corre para allá. Sube al muro. —Es un lebrancho mediano, dice bajito, apuntando ya con la ballesta, y dispara.

También disparo la cámara, en ráfaga con la esperanza de capturar algo de acción. Después paso a modo video. Capto el salto del pez en el agua, ensartado por la varilla en alguna parte. Sergio recoge la pita. Trae un lebrancho como de tres libras. Lo deja caer en la acera. El lebrancho sangra mientras salta y lucha por librarse. Es una escena muy dura a la que no estoy acostumbrado. Yo compro el pollo ya muerto, el cerdo hecho bistec, como la mayoría de nosotros. Pero allá afuera hay una realidad distinta. Entonces Sergio dice, contento:

—Yo soy un sobreviviente de verdad. Por lo menos, sin comer no me quedo. No soy millonario. Como mismo hoy tengo miles, luchados, no sucios, y mañana no tengo un quilo. Pero vivo en cualquier dinastía. Conmigo no hay nada de eso. Yo nunca me voy a morir de hambre.

Dinastía

(Foto: Néster Núñez/LJC)

19 noviembre 2022 14 comentarios
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Zapatos
Ciudadanía

Préstale tus zapatos

por Néster Núñez 10 septiembre 2022
escrito por Néster Núñez

Agosto 28 — Noche de apagón — 3:17 a.m. — Sala del apartamento: En el balcón corre un poco el aire. Balcón entonces. Todavía tengo carga en el móvil. Desde hace una hora, mi hija no. Ella tiene 17. Se queja por el calor, los mosquitos, las bolas de la guata de la colchoneta… ¡Los mosquitos, papá!, el posible dengue y que no hay nada aunque sea para engordar, un pedazo de pan con queso y dulceguayaba…

— Come aguacate, que sí hay. Ya pasó la temporada del mango.

Pero mi hija no se calma, y yo he seguido viendo memes en el teléfono.

— Mira, en el 93, el Período Esp…

— ¡Papá!

— Te veo molesta, hijita, irritada.

— ¿Molesta, irritada? Lo que estoy es…

— Sí, yo sé. Lo mejor para eso es comprarte un zapato —respondo, sin saber que el chiste me saldrá bien caro.

Zapatos

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Mi hija cae en la trampa:

— ¿Un zapato? —dice.

— Un zapato, sí. Un zapato con suela.

Y río a carcajadas. A las 3 y 23 de la madrugada, sin corriente, sin pan, sin yogurt en el refrigerador para que mi hija engorde, me río sin vergüenza. Eso. Me río sin honor, sin amor propio. Recuerdo a Chaplin haciendo aquel caldo con una bota de cuero y repito:

— Un zapato con suela.

El animo de mi hija cambia.

— Ah, está bien. Dame dinero.

Le digo que era un chiste y ella responde que va en serio:

— ¿Te acuerdas que hace un mes te dije que los tenis largaron las suelas? El curso casi empieza…

Esta hija mía a veces es mala, vengativa. Tenía que amargarme la noche. Aplasto un mosquito que intenta picarme. Le doy el móvil. Me paro, voy al refrigerador. Hay agua un poco fría. Y aguacate. Y azúcar. Una cabeza de ajo.

— Un zapato puede cambiarte la vida —oigo que dice mi hija.

— ¿Un zapato qué?

— Un zapato puede cambiarte la vida. Firma: Cenicienta.

Y se ríe. Y se ríe. Y se ríe.

Zapatos
(Foto: Néster Núñez/LJC)
Zapatos
(Foto: Néster Núñez/LJC)
Zapatos
(Foto: Néster Núñez/LJC)
Zapatos
(Foto: Néster Núñez/LJC)

Yo no. Yo pienso en que la solución no puede ser un príncipe, no puede ser un hada madrina, no puede ser mágica. La risa de mi hija de 17 años me retumba en la cabeza mientras revuelvo el azúcar que le eché al agua casi fría. Pienso en los noventas, en las muchachitas que estudiaron conmigo en la Vocacional, las dos que se prostituyeron. Me pregunto cuántas estarán haciendo lo mismo en estos tiempos. Pero bueno, ni turismo hay. Ni príncipes, ni hadas, ni magia. Guardo otra vez el aguacate y el ajo.

— Busca en los grupos de compraventa, en Facebook o en Telegram —le digo. ¡Unos que sean baratos!

— Bueno y barato no caben en un zapato —responde mi hija.

Me quiere mostrar algunos y le digo que no, que me diga los precios. Cinco, seis mil, dice. Los dos salarios que cobro por los dos trabajos que tengo con el Estado. Y el resto del mes…

— ¿Tú crees que en septiembre todavía haya temporada de aguacates? —pregunto.

— ¡Ni uno más, papá! El aguacatero se puso las botas contigo este mes —sigue revisando en el teléfono. Mañana vamos a las tiendas en MLC a ver…

— Exacto, ¡a ver!

— Just do it. Solo hazlo —dice y traduce mi hija. Tengo que demostrarle que no soy tan viejo.

— ¿Nike? ¡Ni inventes!

— Papá, por los zapatos y el traje se conoce al personaje.

Mi hija a veces es sabia. Pienso en todas las muchachitas del Pre, con keratina en el pelo y zapatillas caras. Aplasto otro mosquito en el cuello. Pienso en mi hija con sus tenis y su pelo rizo natural y sin maquillaje. Quizá no la he educado tan mal, pero tengo que insistirle:

— Mira, mija, en los noventa andábamos en botas…

Zapatos

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Pero ella empieza a hablar bajito, casi sola, y después aumenta el tono y yo la escucho:

— En Matanzas, en 1942, había 7 tenerías y 67 fábricas de zapatos. En realidad eran ínfimos chinchales con una producción casi artesanal de máxima calidad, pero que no satisfacía las necesidades de los habitantes de la ciudad si todos hubieran tenido la misma capacidad de compra. Por ejemplo, en el año 1952, el chinchal que se encontraba en la calle Álvarez no. 33, entre Compostela y San Carlos, a cargo de José Pérez Cuesta, producía una o dos docenas semanales de botas de trabajo, destinadas a los poblados de Cidra y Sabanilla.

Después, entre 1959 y 1967, se nacionalizaron los grandes y pequeños comercios, así como las entidades privadas de todo tipo y se concentró la pequeña industria familiar en grandes fábricas productoras, constituyéndose de esta forma, la propiedad social sobre los medios de producción. Para la década del setenta se inaugura la Tenería Mártires del Ñancahuazú, la más moderna de América Latina en esta época.

Zapatos

Restos de la Tenería Mártires del Ñancahuazú. (Foto: Néster Núñez/LJC)

— Eh, eh… ¿Y a ti qué bicho te picó? ¿Tienes fiebre?

— Tú eres el que tiene dengue. Míralo aquí, un documento que tienes en TU móvil.

— Ah, sí. Un libro que edité hace años.

— ¿En los noventa, o antes?

— En los noventa yo usaba botas, y después, sandalias, en la Universidad. Cuando aquello el dólar estaba a 120 pesos.

— ¿Mañana vamos a ver los zapatos esos que traen de México, antes de que el dólar siga subiendo? Ya está como a 150.

Zapatos

(Foto: Néster Núñez/LJC)

Siento que me falta el aire, quizá por imaginar la altura del DF, al cual nunca he ido. Si el artesano compra en Cuba los dólares a 150, paga un pasaje a México, compra el material sintético o la piel, las suelas, el hilo, el pegamento, los tintes, las máquinas, trae todo y hace aquí el zapato, ¿a cuánto tiene que venderlo para obtener ganancia? Cada uno sabe dónde le aprieta el zapato. Ahorita se queda allá, aunque al inicio tenga que andar en chancletas.

— Los aguacates en México son chiquiticos y casi sin masa —digo por decir algo.

— Pero son verdes, ¿no, papá? ¿Son verdes?

Creo que mi hija me está echando en cara mi falta absoluta de dólares. Con mis dos salarios pudiera comprar 40. Ya eso lo dije, creo. Hay calor, hay dengue y los mosquitos molestan más que una piedra en el zapato. No hay ni corriente ni dinero ni tenis para mi hija. Con zapato muy justo, nadie anda a gusto. Justo no, apretados. Tres tallas menos. Se le acaba la batería al móvil. Hace rato que todo está oscuro, más allá del apagón. Entonces mi hija me da un manotazo en la pierna y yo doy un brinco porque no lo esperaba y porque estoy molestísimo, irritadísimo.

Zapatos
(Foto: Néster Núñez/LJC)
Zapatos
(Foto: Néster Núñez/LJC)
Zapatos
(Foto: Néster Núñez/LJC)
Zapatos
(Foto: Néster Núñez/LJC)

— Zapatero remendón, noble de profesión —dice ella con los ojos alumbrados. De 150 a 200 pesos cuesta el arreglo de los tenis, pegados y cosidos.

Ponen la corriente, se enciende la luz en medio de nuestro abrazo. Mi hija se separa, me dice que tengo sangre en el pecho. Ella también, pero en la frente. Estos jodidos mosquitos nos están desangrando. Habrá que buscar un buen veneno.

A quien juzgue tu camino, préstale tus zapatos. Agosto 28. 4:00 a.m.

10 septiembre 2022 26 comentarios
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Matanzas
Ciudadanía

Matanzas. Radiografía de un incendio

por Alina Bárbara López Hernández 22 agosto 2022
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Desde el momento en que se percibió la magnitud del incendio en la Base de Super Tanqueros (BST) de la ciudad de Matanzas, donde resido, urbe con el enclave geográfico más bello de Cuba, comprendí que estábamos en presencia de un desastre humano, económico y ecológico. En efecto, diecisiete personas fallecidas (entre bomberos profesionales, jóvenes reclutas del SMO y civiles), decenas de heridos y lesionados, una costosa pérdida material para el país en el peor momento posible y una afectación al medioambiente aún no esclarecida.

El sitio se ubica a orillas de la bahía, una parte de la franja de costa de unos 128 km pertenecientes a las provincias de La Habana, Mayabeque y Matanzas donde se exploran y operan pozos de petróleo. La rada, amplia y de aguas profundas, resulta ideal para que los super tanqueros descarguen miles de toneladas de combustible que se almacenan en ocho enormes depósitos, junto al pesado crudo nacional. Su destino: alimentar las termoeléctricas de Matanzas y Mayabeque y ser distribuido a diversos lugares del país mediante carros cisternas.

El incendio

Las teorías comenzaron a la par de las llamas: ¿fue o no un rayo el detonante? y tener que soportar que algunas personas  insistieran en presentarlo como 1) un sabotaje que reforzara la imagen de inestabilidad política, 2) un auto-sabotaje del gobierno, 3) o de «la mano siniestra de los medios enemigos», y dudaran de quienes presenciamos una tormenta eléctrica, breve en el tiempo pero de gran intensidad, con un incendio desatado en ese mismo lapso.

¿Era parte de la salación a la que se ha referido el presidente Miguel Díaz-Canel?, ¿el efecto de un karma colectivo como afirmaron varios?, ¿un castigo de Dios que envió sus siete plagas como aseguraron otros?, ¿o el resultado de cuanta mitología criolla o foránea distrae de la verdadera cuestión? Para nada, la respuesta era muy materialista. Sí hubo un rayo, fenómeno habitual en temporada de verano, y fallaron los sistemas de respuesta contra incendios y los protocolos de seguridad que debían evitar la magnitud del desastre.

Asegurar que falló el sistema de protección contra incendios de la BST no es tener un «prejuicio contra el gobierno», «una perspectiva amarillista que termina en especulación», y mucho menos actuar de «mala fe», como han afirmado algunas personas. La propia prensa oficial, que el primer día del incendio notificó lo ocurrido, dejó muy claro eso, más por lo que calló que por lo que dijo. Los silencios también hablan.

Un texto de Ventura de Jesús, corresponsal de Granma en Matanzas, aparecido el mismo día 5 en la versión digital de ese periódico, tras anunciar que el impacto de una descarga eléctrica provocó un incendio en uno de los tanques de combustible, informaba:

Explicó Rigel Rodríguez, director de la división territorial de la Comercializadora de Combustibles Matanzas, que inmediatamente se activaron fuerzas para sofocar el incendio y evitar que las llamas alcanzaran otros recipientes similares situados en la zona.

Con el uso, básicamente, de agua y espuma, medios especializados del Ministerio del Interior y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias se unieron para controlar y sofocar el fuego (…)

Evert Eduardo Díaz, directivo de esa propia entidad, agregó que para apaciguar las llamas fue necesario, además, acarrear agua desde la cercana bahía.

Aunque las causas del accidente están por evaluarse, al parecer se produjo un fallo en el sistema de pararrayos, que no pudo soportar la energía de la descarga eléctrica.   

Matanzas

Primera fotografía del incendio publicada por el periódico Girón.

Ni el periodista que la redactó, ni uno solo de los directivos citados en esa nota de prensa se refirió a la existencia de un sistema de protección contra incendios instalado en la BST, ni aludió a un fallo del mismo, solo del pararrayos; sí enfatizaron en el intento de sofocar el incendio por vías externas a dicho sistema de protección: medios especializados que se unieron inmediatamente, agua acarreada desde la bahía.

¿No debió asombrarles que el sistema en cuestión no funcionara? ¿Por qué hicieron mutis sobre el asunto en esas primeras informaciones? ¿Y si no se sorprendieron, era porque sabían que dicho sistema de protección no iba a funcionar llegado el caso, como en efecto ocurrió?

A partir de ahí, los medios de prensa se enfocarían propiamente en el incendio, en las estrategias para enfrentarlo, la trágica desaparición de personas en la explosión del primer día, el heroísmo de tantos, el arribo de ayuda foránea, la actitud del gobierno norteamericano… entre otros temas. Y era lógico en aquellos primeros días; sin embargo, el incendio lleva extinguido varios y ningún medio oficial ha introducido el peliagudo tema de ¿qué falló y por qué en el sistema de protección contra incendios?

Un sistema de protección que no protegió

La BST en cuestión pertenece a la Unión Cuba Petróleo (CUPET), empresa petrolera más grande del país, estatal y manejada por el Ministerio de Energía y Minas, aunque opera en conjunto con el conglomerado CIMEX (de GAESA), una cadena de estaciones de servicio en MLC.

En Cuba no existen oficinas independientes del gobierno —no estoy defendiendo que sean privadas, sino que no se supediten a este—, que certifiquen la calidad en el funcionamiento de los sistemas de protección y los protocolos de seguridad. Ignoro si es GAESA quien supervisa las inspecciones —dada su relación con CUPET, vía CIMEX— y si estas son internas como es habitual en las instancias administradas por ese oligopolio. Sin embargo, todos los lugares donde se almacenan portadores energéticos son inspeccionados y deben ser certificados asimismo por la Agencia de Protección Contra Incendios (APCI), subordinada al Ministerio del Interior (MININT).

Sobre la certificación por la Agencia de Protección Contra Incendios de productos que la requieran (PDF)

Las infracciones de los sistemas contra incendios son frecuentes en el país. En una información del 3 de septiembre de 2015, la Agencia Cubana de Noticias (AIN) daba cuenta de cerca de trescientas infracciones detectadas en ochenta y seis centros de interés económico y social de La Habana, entre ellas: «Conexiones eléctricas desprotegidas, terminales “sueltos”, tendederas o tomacorrientes sin fijar adecuadamente», además de «insuficiente número de extintores en lugares de almacenamiento de productos químicos».

Es probable que en estos años de crisis y deterioro constante de la economía se hayan incrementado las infracciones. Los sucesos del Saratoga y de la estación de Felton, entre otros, indican posibles violaciones en los mantenimientos programados y normas técnicas.

No obstante, un lugar como la BST de Matanzas —posiblemente el sitio de Cuba donde se almacenan las mayores cantidades de combustible, contabilizadas en miles de toneladas—, ubicado próximo a sitios urbanizados, algunos incluso de valor patrimonial, como el Museo Nacional Castillo de San Severino; requería un sistema moderno y eficiente de respuesta ante incendios, un mantenimiento sistemático a dicho sistema, un apego absoluto a normas de protección y protocolos de seguridad y una calificación específica para lidiar con ese tipo de siniestros, cuyas estrategias de enfrentamiento tienen particularidades.  

Los tanques construidos en la segunda mitad de los ochenta, con financiamiento y asesoría soviética, contaron con un sistema de protección contra incendios y con normas rigurosas para mantenerlo en funcionamiento óptimo. Así testimonia mi amigo Sergio Peña (Sergito), mecánico de mantenimiento que trabajaba desde 1985 en la terminal original, conocida como 320 (antigua Texaco). Él fue de los primeros técnicos de ese lugar que fueron a Kiev a pasar cursos sobre las bombas y la mecánica. Actualmente reside en Estados Unidos, donde se desempeña en la misma profesión:

«Estoy muy disgustado con todo lo que ha pasado en Supertanqueros. Allí murió Fabián Naranjo, hijo de un amigo y sobrino de otro amigo que trabajamos juntos por doce años ahí mismo desde la primera piedra. Esa catástrofe no debió ocurrir, nosotros dejamos instalado y funcionando todo el sistema contra incendios, enfriamiento y espuma.

Se arrancaba y probaba semanalmente, no en esos tanques nuevos sino en los primeros que se construyeron con las normas soviéticas de acero (…) pero además, por aquella época estaba un inspector de los bomberos, creo que de apellido Bonelli, un señor bastante mayor que andaba en un yipi destartalado, con una maletica. Él no salía de allá y varias veces paró la 320 por violar códigos, por salideros y cosas así. De la vieja guardia quedan pocas personas allí. Me duele porque nosotros trabajamos muy duro, yo con dieciocho añitos, semanas, día y noche, bombeando agua desde el muelle probando todo eso (…)».

En la inversión más reciente, que montó otros cuatro tanques, se concibió un sistema de protección mucho más avanzado. Dos personas, que por motivo de su trabajo actual o antiguas responsabilidades conocen bien la BST, y que pidieron no ser identificadas, me confirman de manera independiente que durante muchos años se respetó rigurosamente el mantenimiento programado y se hacían comprobaciones sistemáticas del funcionamiento de dicho sistema.

Ambas coinciden, sin embargo, que en los últimos tres o cuatro años hubo una disminución ostensible de los mantenimientos programados al sistema de respuesta contra incendios y de las pruebas de comprobación de su efectividad. Aseguran que los censores y el sistema de enfriamiento estaban defectuosos, las tuberías que conectaban el sistema tenían roturas, las bombas no funcionaban y el nivel del agua en las grandes cisternas no era el óptimo.

Según una de estas fuentes, existían trabas burocráticas con las empresas que debían abastecer el agua a la BST, y ello explica la escasa disponibilidad en los depósitos. La misma persona afirma asimismo que la sustancia que al mezclarse con agua provoca la espuma, se substraía ilegalmente para ser vendida como detergente líquido en el mercado negro.

Una tercera fuente, vinculada directamente a la construcción del sistema contra incendios en los tanques más modernos (los que no se quemaron), me aclara que la línea del sistema contra incendios fue interconectada con el abastecimiento del agua y la espuma que se hizo en esa inversión; es decir, los tanques incendiados databan de los ochenta pero el sistema más moderno contra incendios los incluyó también.

— De esto solo puedo decirle que hasta donde tengo conocimiento, sí se hacían las pruebas todas las semanas e inclusive los compañeros de los bomberos, la ACPI, siempre estaban arriba de eso. Hasta donde sé, cada jueves se hacía la prueba del sistema. 

— ¿Sería posible que en los últimos años se hubieran relajado esas normas?

— Totalmente de acuerdo (…) Es un tema que siempre se llevó de la mano. Por el riesgo. Ya le digo. Si había algo que llevaban al pie de la letra era el estado del sistema contra incendio.

— O sea, ¿cree usted que el abandono o descuido del mantenimiento programado sea de los últimos años?

— No lo sé, pero la verdad todo apunta a eso. El sistema estaba preparado muy bien, por qué no funcionó debe de haber sido una irresponsabilidad de alguien, es lo que pienso. Ese es un mal bien profundo que nos ha traído las dificultades. Así está Cuba entera. Es lo que tenemos, y sin nada con que trabajar se hace muy difícil evitar estas cosas. Lo más triste es las vidas que se perdieron por esa causa, que no debió pasar.

— ¿Por qué falló todo el sistema de protección ante el incendio, no solo el segmento del tanque impactado por el rayo, sino de los contiguos?

— Es difícil saberlo, eso me imagino saldrá en la investigación, puede haber sido cualquier cosa, desde una válvula que nunca se abrió hasta una irresponsabilidad.

— En varias fotos se percibe a los bomberos al lado de los cañones de agua, ¿por qué no funcionaron los cañones de agua?

— No había agua en el sistema.

— ¿Por qué?

— Es lo que tendrán que investigar. Los tanques blancos que se ven arriba de los nuevos, uno es de agua y el otro de espuma. El agua es dulce y tienen un sistema de apoyo. Le digo que el rayo también fue fuerte. Yo estaba en La Vigía y las puertas, que son grandes, temblaron como si fueran a caerse. (…) Ahora esperemos una investigación, aprender de la experiencia y honrar a esos valientes temerarios.

Matanzas

Los cañones de agua del sistema contra incendios de la BST no funcionaron. En la foto, algunos bomberos junto a dichos cañones. (Foto: Periódico Girón)

Varias interrogantes emergen de estos intercambios. ¿El Ministerio de Energía y Minas puede demostrar que se efectuaban los mantenimientos programados? ¿Existen dictámenes de APCI que evidencien cuándo fue probado por última vez el funcionamiento del sistema de respuesta contra incendios?

En esta época es muy fácil constatar la veracidad de un informe. Para empezar, por la ubicación de la Base de Supertanqueros respecto a la ciudad, siempre fue visible desde muchas zonas la prueba de los cañones de agua que ahora no funcionaron. ¿Hace cuánto tiempo los citadinos dejamos de ver la imagen de los chorros cayendo?

Por otra parte, el incendio ocurrió un viernes en últimas horas de la tarde, ¿qué día de esa semana se probó el sistema? O más bien, ¿se probó el sistema en esa semana como exigían las normas y como durante tanto tiempo se hiciera? ¿Y si no se probó, quién o quiénes se responsabilizan con esa violación de protocolos? ¿El director de la BST?

¿El director general de CUPET, Juan Torres Naranjo, que acaba de ser promovido —apenas extinguido el incendio— a viceministro de Energía y Minas en lugar de estar con una medida cautelar bajo investigación? ¿El ministro de Energía y Minas, máximo responsable por ser quien dirige la instancia administradora de esa empresa? ¿Qué están premiando los que propusieron el ascenso del director general de CUPET a viceministro?

En entrevista a LJC, el arquitecto Maurys Alfonso Risco argumentaba:

«(…) si yo tuviera que participar de una investigación esclarecedora, la cual existirá sin dudas, haría hincapié en los sistemas y cumplimiento de los cronogramas de mantenimiento. He podido constatar —no solo en la Isla, también en la región—, que los incumplimientos o deficiencias en el Mantenimiento Preventivo o Proactivo son progenitores de todo tipo de desgracias en inmuebles e infraestructuras. Hay una tendencia, lamentablemente muy extendida, a centrarse en el Mantenimiento Reactivo, o sea, arreglar cuando algo se rompa».

Tal investigación, en mi opinión, debiera ser autónoma del Ministerio de Energía y Minas y del MININT —pues no se puede ser juez y parte. En ella deberían participar expertos independientes, una representación por parte de las familias que sufrieron la pérdida de un ser querido en el incendio y una representación de la ciudadanía local.

El período en que según las fuentes se debilitó la programación de los mantenimientos y se relajó la comprobación semanal del sistema, coincide con el arreciamiento de la crisis estructural, la tensa situación de pandemia y la nueva dirección ministerial. ¿Es posible que todos esos factores en conjunto hayan incidido en lo ocurrido?

Según la fuente relacionada con el montaje del sistema contra incendios, el pararrayo era el plan A, el sistema de respuesta contra incendios era el plan B, cuando ambos fallaron quedó el plan C: los bomberos.

Los bomberos

Pocas ciudades cubanas han enaltecido y preservado más la memoria de sus bomberos que Matanzas. Allí radica el primer museo de esa temática en Cuba, creado el 12 de noviembre de 1998 y denominado «Enrique Estrada». Los bomberos matanceros tienen una historia gloriosa que se remonta a la tercera década del siglo XIX. Participaban no solo en la extinción de incendios, sino auxiliaban en caso de inundaciones, derrumbes y otros servicios de utilidad.

Su actitud cívica de apoyo a los necesitados se materializó en acciones como la creación de una Estación Sanitaria para atender gratuitamente a la población que no contaba con recursos para acceder a otros centros de salud; o la fundación de un Dispensario para niños pobres que incluía un sillón estomatológico.

Leopoldo Torres y López fue el primer bombero matancero que pereció ante un siniestro, el 2 de julio de 1899. La lista de héroes se incrementaría en la madrugada del seis de agosto de 2022. 

En intercambio con el especialista en la instalación del sistema de protección contra incendios, indagué si en su opinión había existido una inadecuada percepción de riesgo por parte de los bomberos:

Bueno, yo no creo que no hubiera percepción del riesgo, más bien valentía en exceso. En parte los entiendo, los bomberos no están para atender ese fuego, para eso es todo el sistema contra incendio, y sin el arma fundamental debieron sentirse impotentes. Ellos son el apoyo para extinguirlos.

Teniendo Matanzas la mayor base de acopio de combustible en Cuba, debió tener el cuerpo de bomberos mejor equipado del país: carros modernos, mangueras de diámetro y extensiones mayores, un avión cisterna al menos, espuma y productos químicos, trajes y calzado más adecuados. Pero, sobre todo, debieron recibir entrenamiento para identificar las mejores estrategias de enfrentamiento a ese tipo de incendio. Con ese fin, bomberos matanceros y de las provincias vecinas debieron haber sido capacitados en países de la región con experiencia en el manejo de desastres similares, como Venezuela, Brasil y México.

Una publicación del grupo de Facebook Ciudad de Matanzas en Fotos explica que este incendio fue:

«(…) la peor catástrofe incendiaria a la que se enfrenta o ha enfrentado un bombero cubano, creo que nadie en Cuba estaba preparado para enfrentar un incendio de esas magnitudes, pudo alguien haber estado preparado teóricamente pero no prácticamente, era algo nuevo a lo que todos se iban a enfrentar por primera vez desde los más experimentados hasta los menos experimentados.

Cuba tampoco tenía los medios necesarios, ni los recursos que hacían falta para apagar este tipo de fuego, un fuego de estas proporciones, en el hidrocarburo, yo me pregunto si alguien alguna vez se tuvo que hacer la pregunta o hizo la pregunta de: ¿Qué haríamos si un tanque grande del supertanquero se incendiaba? ¿Cómo lo apagaríamos? ¿Qué recursos hacían falta, qué medios, qué logística, qué capacitaciones, qué prácticas, qué plan había contra ese tipo de incendio? Al parecer nunca nadie se hizo esa pregunta (…)».

Estas interrogantes finales nos conducen a una cuestión crucial: el manejo de la crisis a partir de que, ante el fallo del sistema de protección de la BST, el incendio comenzara.

La gestión de crisis ante el incendio

Lo sobrevenido en las primeras horas indica que nadie con responsabilidad de dirección y posibilidad de tomar decisiones se había preguntado en realidad qué hacer si ocurría un incendio en los depósitos de hidrocarburos de la BST.

Desde que comenzó, y hasta que acaeció la explosión que causó la muerte a las personas que allí estaban —entre ellos civiles de apoyo y soldados del servicio militar obligatorio sin entrenamiento para estar en primera línea—, transcurrieron alrededor de diez horas. Ese debió ser tiempo suficiente para que se hubieran decidido estrategias adecuadas.

Si nos remontamos a la comunicación ya mencionada del corresponsal de Granma, se menciona la intención de «sofocar el incendio» y «apaciguar las llamas», algo que pronto demostraría ser un costoso error de apreciación.

En lugar de crear inmediatamente una comisión de expertos que tomara decisiones y estableciera un mando único y un plan de acciones para instaurar las pautas que luego demostraron ser efectivas —no intentar extinguir sino controlar, no sacrificar a los bomberos infructuosamente, no permitir la entrada de personas sin preparación a la zona del incendio, erigir muros de contención para evitar la propagación al resto de la instalación de tanques, solicitar ayuda internacional—; se procedió a convocar a las autoridades y a periodistas como si aquello fuera un ciclón que pasaba.

Sucely Morfa, primera secretaria del Partido en la provincia, que había dicho en un tweet: «Autoridades, cuerpo de bomberos, MININT, las FAR estamos en el lugar», contaría después que tuvo que correr por su vida cuando la explosión del segundo tanque hasta el punto que resultó lesionada. El propio ministro de Energía y Minas se lesionó en el lugar. Hubo periodistas que narraron en detalle los momentos de angustia para ponerse a salvo en aquel infierno de llamas y calor intenso.

Incendio provocado por una descarga eléctrica en la base de super tanquero #Matanzas. Autoridades, cuerpo de bomberos, MININT, la FAR estamos en el lugar. Confianza que la situación se va a controlar #FuerzaMatanzas #Cuba #Matanzas @DiazCanelB @DrRobertoMOjeda pic.twitter.com/OCxqMxtIlx

— Susely Morfa González (@SuselyMorfaG) August 6, 2022

Un testimonio de la periodista matancera Lil Rodríguez Jiménez a Cubadebate expone con dramatismo la situación en la zona del incendio en la madrugada del 6 de agosto:

(…) llegamos después de las 4 am a la Comercializadora de Petróleo. Reemplazamos al otro equipo de prensa que estaba en el lugar. El ajetreo no cesaba. Nos dirigimos hacia una zona más cercana. Se hacía todo cuanto se podía para mitigar el incendio. Los camiones cisterna, uno tras otro, iban llegando. Junto a Melisa Blanco, periodista de Radio 26, buscaba información, dialogábamos con quienes hacían frente a aquella situación.

Nos dirigimos hacia el lugar donde se encontraba la primera secretaria del Partido (…). Caminaba y redactaba un pequeño texto para publicar que quedó a medias.

¡Corran! Gritaron. Esto se puso malo. Corrí junto a mi colega (…). El segundo tanque explotó. Sentía que los pies no me daban. Pensaba en Rigo [el camarógrafo] que tomaba unas imágenes más cerca, no lo veía. Seguía corriendo, tenía ardor en los pies producto del calor. ¡Sentía que me derretía!  

El presidente Miguel Díaz Canel había llegado a Matanzas en la madrugada del día 6. Sin embargo, no fue hasta las 9:37 am que un tweet de su cuenta, Presidencia Cuba, anunciara que en ese mismo minuto encabezaba una reunión donde impartía «instrucciones para enfrentar los daños del siniestro». Ya para entonces, hacía más de cuatro horas que diecisiete personas se hallaban desaparecidas y una gran cantidad de lesionados era atendida en el hospital. Habían transcurrido alrededor de quince desde el inicio del incendio.

#ULTIMOMINUTO: Encabeza @DiazCanelB reunión donde imparte instrucciones para enfrentar los daños del siniestro en la Base de Super Tanqueros. 

📍Se reportan hasta el momento 17 personas desaparecidas, bomberos que estaban en la zona más cercana intentando evitar la propagación. pic.twitter.com/JXoOy2yZX7

— Presidencia Cuba 🇨🇺 (@PresidenciaCuba) August 6, 2022

La prueba fehaciente que pone al descubierto a todos los funcionarios mencionados, son sus propios videos y publicaciones. Haberse presentado en aquel lugar en medio del desastre evidenció su total desconocimiento y otorgó  un aval a la negligencia.

Si el presidente, en su calidad de Comandante en Jefe, presidió una comisión casi quince horas después de comenzado el incendio, ¿quiénes estuvieron tomando decisiones desde el inicio ante lo que ya se sabía que era un desastre? ¿Existió un mando único en esa operación? ¿Se trazó una estrategia conjunta? ¿Quiénes ordenaron que el comando del aeropuerto de Varadero se ubicara directamente en una zona de inminente colapso, pues el tanque les explotó casi acabados de llegar y provocó el trágico récord de la mayor cantidad de muertes en un mismo comando en toda la historia de los bomberos en Cuba?

En lugar de que el presidente, el ministro de Energía y Minas y la primera secretaria del Partido estuvieran metidos en la zona de desastre, donde no podían aportar nada, debieron estar desde muchas horas antes atendiendo al criterio de bomberos expertos, que desde las redes sociales alertaban del peligro y de las erróneas decisiones asumidas. Se demoraron además en solicitar ayuda y asesoría internacional, y cuando lo hicieron fue sin la perentoriedad que el caso requería.

Incompetencia, improvisación y precariedad, bajo un halo de patético triunfalismo, son rasgos que han distinguido a este gobierno; un gobierno que dura cuatro años ya, casi los mismos que según las fuentes se relajó el sistema de mantenimientos y de control efectivo en el sistema de protección contra incendios de la BST.

No importa que tales falencias se revistan de conceptos ampulosos, como el de resistencia creativa, es evidente que se está actuando erróneamente en todos los ámbitos de gobierno: desde el económico, que ha condenado a todo un pueblo, hasta el manejo de desastres, que ocasionó la muerte a muchas personas, entre ellas algunos jovencitos en la flor de su existencia.

De modo que es momento ya de que los medios oficiales y el gobierno expliquen cuándo comenzará a funcionar una comisión investigadora que determine claramente y con transparencia lo ocurrido. Es un derecho estar informados según la propia legislación cubana.

Matanzas

¿Quiénes ordenaron que el comando del aeropuerto de Varadero se ubicara directamente en una zona de inminente colapso, pues el tanque les explotó casi acabados de llegar y provocó el trágico récord de la mayor cantidad de muertes en un mismo comando en toda la historia de los bomberos en Cuba? (Foto: Periódico Girón)

El derecho a la información

Un jurista con gran experiencia en temas ambientales me explica que la BST está bajo un régimen de licencia ambiental. Esa base ha sido inspeccionada  por las autoridades ambientales en muchas ocasiones. Todos esos documentos tienen que ser públicos y se deben exigir a las autoridades. Los ciudadanos de esta ciudad no podemos ignorar el peligro latente en esa zona si, como todo parece indicar, no se están respetando los protocolos y normas establecidas para su funcionamiento seguro.

Esas instalaciones tienen estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgos, obligado por la Defensa Civil; por otra parte, sin las certificaciones de la Agencia de Protección Contra Incendios (APCI) esa base no podía operar, pero para emitir esas certificaciones se debía comprobar el funcionamiento adecuado del sistema de protección ante incendios.

Los documentos sobre su funcionamiento deben ser públicos según el Decreto ley no. 309 «De la seguridad química», publicado en la Gaceta Oficial no. 15, Edición Ordinaria, el 20 de marzo de 2013, que en su artículo 1 explicita como objetivos: «Proteger la salud humana y el medio ambiente de los efectos adversos que se derivan del manejo inadecuado de los productos y desechos químicos peligrosos, a partir del ordenamiento e integración de las actividades nacionales en materia de Seguridad Química», y «Contribuir al cumplimiento de los compromisos internacionales asumidos por el Estado cubano en materia de Seguridad Química».

Dicha norma dedica la sección quinta al importante asunto De la Información y la Participación Pública. Específicamente en el artículo 22: Sobre el derecho de información, determina: «Toda persona natural y jurídica tiene el derecho a recibir información sobre la naturaleza y los riesgos que representan el manejo de los productos químicos peligrosos a lo largo de su ciclo de vida, así como las medidas de seguridad a adoptar en caso de emergencia química».

La ley obliga. Una ciudad y un país esperan por los resultados de la investigación. Como ciudadana matancera exigiré que la ley sea cumplida.

22 agosto 2022 34 comentarios
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Víctimas
Ciudadanía

Víctimas, mártires y héroes

por Mirta Casañas Díaz 17 agosto 2022
escrito por Mirta Casañas Díaz

El que calla otorga, había oído decir a mis abuelos, mis padres, mis profesores, y lo asumí siempre como un reto. Sin embargo, tengo más de veinte papelitos con posibles títulos de artículos para este medio y hasta hoy no había salido de mi mutismo, impuesto por múltiples razones. Una de ellas: detesto la violencia aunque sea verbal y no puedo evitar que me depriman los criterios ofensivos, intolerantes y vulgares de todos aquellos que se consideran dueños de la verdad absoluta, que obvian el papel de la crítica y la autocrítica como herramientas de perfeccionamiento humano y social y pisotean a la pobre dialéctica, ubicada hoy en el rincón más oscuro de la memoria.

Además, deploro la forma en que maltratan a nuestro idioma, en un país donde no hay analfabetos;  en que el grado de escolaridad promedio de los ciudadanos de más de veinticinco años asciende a 11,5 y en una población de 11,27 millones de habitantes se ha graduado más de un millón de universitarios. Las redes sociales me han develado múltiples facetas de una Cuba que no conocía.

Me duele Cuba, dijo Lezama una vez y se ha convertido en una frase recurrente, que asumo sin pudor ni miedo. Me duele Matanzas porque en ella nací y a ella me debo. Y me duele cada víctima de la injusticia, el despotismo, la lucha por el poder, la arrogancia y la crueldad; sin pretender agotar todos los apelativos que pudiera agregar y que convierten al ser humano en víctima de otros y de determinadas circunstancias en cualquier rincón del planeta. Porque eso somos, ciudadanos de un planeta cuya supuesta especie superior lo ha ido destruyendo como resultado de su ambición.

Matanzas se estremeció en la noche del viernes 5 de agosto, cuando un rayo impactó uno de los tanques del llamado Supertanquero, situado en la zona industrial. Detrás del sonido, las llamas iluminaron la ciudad, seguidas del humo negro que, como fantasma, asumía la dirección del viento. La catástrofe inimaginable, para quienes los tanques estáticos en el borde de nuestra hermosa bahía eran solo una imagen de identidad, se convirtió en un hecho.

Víctimas

(Foto: Néster Núñez)

Entonces, por qué no entender que los muertos son víctimas, primero que todo de determinadas circunstancias, que supongo queden esclarecidas con las investigaciones pertinentes y que de ellas se deriven las acciones para enfrentar cualquier fenómeno similar.

Todo lo vivo tiene su ciclo, pero a ninguno de ellos le correspondía el final. Y si bien los accidentes irrumpen en el ciclo natural de la vida, es también sabido que pueden evitarse, porque detrás de todo lo casual hay una causa, o una cadena de causa-efecto, si aplicamos la dialéctica. De eso se trata, de enfrentar la realidad, de eliminar escollos, de aprender, para transformar y mejorar.

Ser una víctima implica la muerte como resultado de alguna acción o suceso, pero también cuando se ha recibido un daño o perjuicio. No toda víctima es un héroe o un mártir, pero todos los mártires han sido víctimas. El mártir es una víctima que muere o padece por defender sus creencias y convicciones, mientras el héroe se distingue por haber realizado una hazaña, extraordinaria si requiere mucho valor. Por tanto, se puede ser al mismo tiempo, una víctima, un mártir y un héroe. Los dos primeros están relacionados necesariamente, sin embargo, se puede ser un héroe sin ser víctima.

No pretendo convertir un suceso tan dramático en trabalenguas, ni hacer un análisis lingüístico pormenorizado de los términos. Solo deseo resaltar que la intolerancia y el esquematismo nos han llevado al extremo de manipular hasta el significado de las palabras y minimizar las consecuencias de las acciones humanas, cuando debiera ser a la inversa.

El análisis crítico de lo acontecido es el único consuelo que pudieran tener esas familias que perdieron a un ser querido. Las frases e imágenes de triunfalismo hieren su sensibilidad y la del pueblo, de todos los que saben que la vida no se recupera, que el dolor por ello no se mitiga con palabras. El momento es de exigir responsabilidades, de  ofrecer disculpas y condolencias y no de cantar Victorias.

17 agosto 2022 30 comentarios
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cielo
Escenarios de crisis

El cielo sobre nosotros

por Néster Núñez 13 agosto 2022
escrito por Néster Núñez

Los cielos sobre Matanzas por fin se han despejado. Ya no está esa nube negra y, sin embargo, el panorama es aún surrealista para los cubanos. Quién sabe hasta cuándo.

Estos días de tragedia me han servido para abrir los ojos y mirar más cerca el alma cubana —humana— que se expone más transparente en medio de una situación así de extrema.

El día de más incertidumbre y miedo —por una «mala» información los pobladores de Versalles estaban evacuando el barrio— he visto a un padre, con su hijo recién nacido en brazos, alejarse del humo y del peligro caminando, mientras un taxi vacío le pasaba por el lado.

He visto la delicadeza y paciencia con que un hijo le explicaba, una y otra vez, a su anciana madre lo que sucedía, intentando mantenerla en calma; y los he visto regresar a casa, pasito a pasito, sin silla de ruedas, alejándose, en armonía consigo mismos, sobre un puente al que llaman La Concordia.

Foto: Néster Núñez/LJC

Foto: Néster Núñez/LJC

Foto: Néster Núñez/LJC

Asimismo, supe de ciudadanos que llevaban a la zona del desastre, en sus autos particulares, comida elaborada en negocios privados. Y escuché aquella mujer en el barrio Los Mangos —que un día después también sería amenazado por los humos del incendio—, decir que su casa era humilde, pero que la ofrecía a una familia que la necesitara, porque ella sabía lo que era ser madre. Y entonces tapó mi lente con la mano y soltó palabrotas y oprobios por la muerte de aquellos bomberos jóvenes. Muestras de solidaridad y de empatía a montones. Y también mucho de todo lo contrario.

Foto: Néster Núñez/LJC

Sentí, por ejemplo, la extrema confianza y seguridad de los que ostentan un pedazo de poder, cuando en el Parque de la Libertad, vaya paradoja, me preguntaron qué y para qué estaba filmando. Sentí impotencia cuando el humo blanco invadió una parte grande de la ciudad y las personas seguían por las calles, en sus centros de trabajo, desinformadas…

Vi a los religiosos, por muy distinta fe que profesaran, pedir, orar por la vida y el regreso a la normalidad. Sus oraciones fueron escuchadas. Y ahora que esa nube negra ya no está, que hace mucho quedaron atrás en el tiempo los días del Saratoga, del tornado aquel en La Habana… ¿a qué normalidad regresaremos? ¿Se acabó hacer lo justo, ser solidario?

Foto: Néster Núñez/LJC

Siete comidas gratis que ofreciera cada restaurante de una ciudad, ¿cuánta hambre de anciano aplacaría? Siete personas que cada auto particular traslade gratis, ¿a cuántas familias reuniría más temprano? Siete minutos que cada joven destine a mostrarle videos de internet a uno de esos ancianos, que se sientan solos en los parques y ni teléfonos móviles tienen, ¿cuánta risa y alegría?

Siete veces que una madre diga a otra que no le pegue a su hijo, que esa no es forma de educarlo… Siete veces que se denuncie el maltrato animal. Siete veces que le des un abrazo a una pareja del mismo sexo que se case. Siete veces que cada cubano diga Yo necesito expresar lo que pienso sin tener miedo a las consecuencias… Siete veces que cada cubano exija saber qué hace el municipio, la provincia, el país, con el dinero de los impuestos…

Foto: Néster Núñez/LJC

Foto: Néster Núñez/LJC

Siete veces, digo, porque he comenzado a contar los días a partir del rayo. Hoy, 13 de agosto, es el séptimo día Después Del Rayo. Ya no se percibe una nube negra, real, en el cielo de Matanzas. Pero permanece ahí, sobre todos, y para despejarla será necesaria una gran explosión de acciones justas en la vida cotidiana. Hay que intentar ser valientes y no mirar hacia el otro lado.

13 agosto 2022 6 comentarios
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