El diferendo entre EE.UU. y Cuba ha tenido implicaciones en la forma en que los artistas e intelectuales de ambas naciones se han relacionado con sus públicos. Dicho vínculo, a lo largo de más de sesenta años, ha atravesado momentos de rupturas y relajamientos, ciclos en los que median factores como la evolución de la política cultural cubana y el clima político en la Florida.
El intercambio cultural entre Cuba y Estados Unidos nunca ha dejado de existir completamente y prueba de ello son las celebridades residentes en norteamérica como Rita Coolidge, Kris Kristofferson, Gladys Knight, Billy Joel, (1979), Mohamed Alí (1996), Robert Rauschenberg (1988), Arthur Miller (2000), entre otros, que pese a las hostilidades han visitado la nación caribeña.
Sin embargo, el presente trabajo se centra en los períodos comprendidos por las administraciones de los presidentes Barack Obama, Donald Trump y Joseph Biden (2009-2022), por el abrupto contraste en el flujo bidireccional de artistas residentes en ambas orillas, que se registra en esa etapa.
Distensiones en la época Obama
Las condiciones de distensión logradas entre los gobiernos de Raúl Castro y Barack Obama fueron el caldo de cultivo perfecto para una mejora en el intercambio cultural entre Cuba y EE.UU. El propio mandatario de la Casa Blanca declaró en 2016 que el intercambio cultural y económico era una medida positiva para el desarrollo del pueblo cubano. Desde antes de que fueran visibles las negociaciones, ambos Estados habían facilitado un incipiente intercambio en 2010, que sentaría las bases de una apertura mayor.
El intercambio cultural, asimismo, ha sido un catalizador tanto de las relaciones entre las diversas comunidades cubanas dentro y fuera del territorio nacional, como de una apertura en materia ideológica en la Isla. Ejemplo de ello fue el Concierto Paz sin Fronteras en 2009, cuando artistas nacionales residentes en el exterior regresaron a su tierra después de mucho tiempo y reconocidos cantantes del continente, como Juanes y Olga Tañón, se presentaron por primera vez en La Habana.
La época de Obama implicó un boom de artistas norteamericanos o establecidos allí que viajaron a la nación caribeña, en calidad de visitantes o a brindar su arte, lo cual ayudó a romper la sensación de aislamiento internacional que prevalecía sobre Cuba. El concierto no estuvo exento de padecer el extremismo del sur de la Florida, pues los participantes sufrieron fuertes críticas que afectaron su vínculo con el lucrativo mercado de Miami.
Durante ese período, celebridades como Beyonce, Rihanna o Katy Perry visitaron La Habana, y se filmaron en la ciudad escenas de la película Fast And Furious VIII. Estas acciones, además de la consabida oposición del llamado “exilio histórico”, avivaron debates en una zona de la intelectualidad cubana que interpretó como excesiva permisividad la forma en que se acogieron en el panorama citadino expresiones de la “industria cultural de masas”.
Un momento cumbre de intercambio cultural fue el concierto de The Rolling Stones (septiembre de 2016), al que asistieron cerca de 400 mil personas, según cifras de la BBC. Se trató de un acontecimiento histórico, no solo por la fama de la banda británica, sino por haber estado parcialmente prohibida junto a muchas otras agrupaciones angloparlantes y de música rock, considerada una desviación ideológica durante los años 60 y 70 .
Por otro lado, se evidenció un cambio en la política cultural y de medios de la Isla, que en muchas ocasiones condenó al ostracismo mediático hacia figuras públicas que decidieron emigrar. Durante la época de Obama, cuando artistas como Isaac Delgado, Descemer Bueno o Reynaldo Miravalles regresaron temporalmente o visitaron su patria, los medios de comunicación estatales se encargaron de visibilizar ampliamente su trabajo y exaltar su disposición de brindar su arte a los residentes en suelo cubano.
Pero el intercambio no solo fue de un lado. Haila, Buena Fe, Frank Delgado, la Charanga Habanera, Alexander Abreu, Ivette Cepeda, Gente de Zona, Osvaldo Doimeadiós, Robertico, entre otros, viajaban de una orilla a otra, presentándose principalmente ante el público cubano de la Florida, sin que ello implicara la necesidad de establecerse en territorio norteamericano. Si bien estas actuaciones fueron criticadas por una zona del exilio y hubo varias cancelaciones, las que lograron el éxito son suficientes como para afirmar que fue el período en el cual más cubanos que vivían en la Isla pudieron presentarse ante sus compatriotas a 90 millas.
El documental EX Change (2017), dirigido por Juan Carlos Travieso, refleja el clima de entonces y la diversidad de criterios de artistas, activistas políticos e intelectuales cubanos respecto al intercambio cultural. Se destacan tres posturas: quienes defendían el intercambio sin límites, los que apostaban por revisar la conveniencia de cada caso y aquellos que apoyaban la permisión de que artistas partidarios del gobierno cubano visitaran Miami, solo si su Estado admitía lo mismo con sus críticos en la otra parte. El material audiovisual también avizoraba una posible ola extremista bajo la nueva administración republicana, que en efecto ocurrió.
Trump y la vuelta a la Guerra Fría
El gobierno de Donald Trump representó un regreso a las hostilidades. Durante su mandato, el intercambio cultural se ralentizó y experimentó una fuerte politización. Varios artistas fueron presionados para adoptar posturas extremistas, proceso en el cual el influencer Alexander Otaola desempeñó un papel clave, a pesar de que él mismo visitó su país durante el “deshielo”.
Un ejemplo de cómo los criterios políticos primaron por encima de los artísticos fue lo sucedido con el grupo Gente de Zona, que por varios años se presentó en escenarios de Cuba y EE.UU., sin que representara un problema. Durante un concierto celebrado en junio de 2018 en la Ciudad Deportiva (La Habana) junto a la cantante italiana Laura Paucini, enviaron un saludo al mandatario cubano Miguel Diaz-Canel Bermúdez, tras lo cual recibieron amenazas de parte de sectores opositores extremistas que escalaron hasta la cancelación de un concierto a finales de 2019 en Miami. Días después, el integrante del dúo musical, Randy Malcom, emitió una disculpa a todos los cubanos y a partir de entonces transformaron su discurso en una oposición abierta al gobierno.
También durante la administración Trump, la Casa Blanca prohibió en 2019 el uso de presupuesto federal para el intercambio cultural con Cuba, y limitó los viajes de ciudadanos y residentes norteamericanos a la Isla, que solo podrían viajar por motivos familiares. Celebrado como un logro por los sectores “anti engagement”, sirvió como base legal para campañas contra los artistas residentes en la Isla que pretendían presentarse en EE.UU. y contra celebridades que viajaron o desearan visitar Cuba.
Como parte de esta campaña, el alcalde Francis X. Suarez y otros políticos de la Florida aprobaron la resolución R-19-0236, en la que se solicitaba al Congreso la prohibición total del intercambio cultural con Cuba, así como de la contratación de artistas relacionados con el gobierno de La Habana. Un análisis sobre el documento, publicado en el portal OnCuba, lo calificó de “inconstitucional”, pues la política de ingreso al país es prerrogativa federal y un gobierno local no puede prohibirle a un empresario privado la contratación de un artista. Sin embargo, hasta el momento no se han tenido noticias del éxito de dicha propuesta.
Gobierno de Biden y situación actual
Con la llegada a la presidencia del demócrata Joseph Biden, si bien no han prosperado nuevas restricciones gubernamentales al intercambio cultural, tampoco han cesado los intentos de frustrar cualquier actuación en la Isla de artistas internacionales o cubanos residentes en el exterior, unido a la presión a personajes públicos cubanos que visiten EE.UU. para que manifiesten un posicionamiento abiertamente opositor al gobierno de su país.
Ejemplos claros fueron las campañas previas al Festival San Remo Music Award en Cuba (2021), tras las cuales artistas, que habían expresado su interés en participar, decidieron retirarse. La principal justificación en este caso fue la presencia de Lis Cuesta, esposa del mandatario cubano, en el comité organizador.
En el presente año han existido casos en los que los intentos de cancelación no han logrado limitar el intercambio cultural. Entre estos puede citarse la presentación en la ciudad de Pembroke Pines (Florida) de las agrupaciones Van Van y Havana D’ Primera, a pesar del publicitado repudio de líderes políticos del exilio como Alexander Otaola y Ana Olema, sobre todo, a causa de criterios emitidos por el músico Alexander Abreu a favor de Fidel Castro.
Por el otro lado, el cantautor cubano Carlos Varela, residente en la nación norteña y con canciones críticas al gobierno de la Isla, pudo presentarse en el coliseo de la Ciudad Deportiva en La Habana durante el Festival Havana Word Music, aunque los gritos de “libertad” del público presente le valieran ataques como el realizado por el joven periodista Pedro Jorge Velázquez —y reproducido en un medio estatal— en el cual lo llamó abiertamente cobarde por no oponerse a la política norteamericana hacia Cuba durante sus conciertos en Miami.
Igualmente celebrable fue la reciente proyección —sin visibles impedimentos— de la polémica película independiente Corazón azul, del realizador cubano Miguel Coyula, en el espacio Cine Bajo las Estrellas de la Embajada de Noruega en Cuba, una obra surgida cuando su director residía en Estados Unidos y con escenas filmadas en ambos países.
Libertad artística, censura y polarización
La censura del gobierno cubano a los artistas con posturas críticas ha sido ampliamente tratada por la prensa no estatal en la Isla y los medios internacionales. Esa política ha limitado al pueblo cubano, en distintos momentos de la historia posterior a 1959, el disfrute de la creación de figuras como Bebo Valdés, Ernesto Lecuona, Celia Cruz, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Severo Sarduy y muchos otros que emigraron por contradicciones con el rumbo que tomaba el país. Algunos han sido reivindicados y otros se mantienen en un olvido parcial o total.
Mas los emigrados no han sido los únicos en sufrir la mano de la censura. Solamente en los últimos meses han ocurrido denuncias de músicos como Emilio Frías (el Niño) por cancelaciones de conciertos y obstáculos para aparecer en medios estatales. Asimismo, fue notable la hostilidad hacia los intentos de presentación de la antología La peor generación en espacios estatales o independientes, que terminó impidiendo su realización. Por su parte, el cineasta Carlos Lechuga hace unos días denunció la retirada de su película Vicenta B de la muestra en concurso del Festival de Cine de La Habana por razones que trascienden el hecho artístico.
Este historial, condenable por cualquiera que defienda el derecho a consumir una propuesta más allá de la posición política de su creador, es frecuentemente utilizado por una zona del exilio para justificar la censura en el sur de la Florida. Tales actitudes, lejos de propiciar un clima de libre creación en la Isla, aumentan la polarización que sirve de pretexto a los extremistas para seguir censurando. Cada vez que se responde a un acto de censura con otro, solo se consigue alejar a obras y creadores de su público natural: los cubanos, donde quiera que estén.