La Joven Cuba
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Censura

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En tierra de ciegos

por Alina Bárbara López Hernández 14 julio 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Jovellanos es un municipio ubicado al centro de la provincia de Matanzas. Fue durante el siglo XIX una zona de alta producción azucarera y grandes dotaciones esclavizadas que explican la prevalencia de población negra, una de las mayores de Cuba. Residí en él desde los cuatro hasta los 28 años. Conservo allí una parte de mi familia, antiguos vecinos y amigos.

El gusto por la lectura y por la historia es una deuda eterna que tengo con personas como María y Muñeca, las bibliotecarias, comprensivas siempre, cómplices ante mis demoras en devolver un libro. O con algunas de mis maestras de los diversos niveles escolares: Isis, Zobeida, Digna Jones, Gladis Bellman, Gladis Rueda, la inolvidable Gilda la China, que me llevó a mis primeros concursos literarios; todas mujeres negras, cultas, que lo mismo te enseñaban a leer que escribían una obra de teatro, la montaban con sus alumnos y la dirigían.

Recuerdo con afecto a los profes de Historia, Julio Páez y Rafael el gordo, que ayudaron con sus excelentes clases a definir mi vocación. A estos sumaría nombres como los de Olga Montenegro, de Geografía; Crespo el matemático; Carlos el de Biología; el profe de Marxismo, bautizado como «el marxista» por los alumnos y del cual no recuerdo el nombre; Carabeo el de Física, ya fallecido, Oribe el de Educación Física, Arguelles, Susarte y otros muchos.

Hacia ese lugar, al que tanto debo, se enfoca una reciente campaña contra La Joven Cuba.

En reunión de hace unas semanas con los militantes del núcleo del Partido del preuniversitario de Jovellanos, se hizo un llamado a los maestros para que no accedieran a los artículos publicados en ese medio pues, según el funcionario, eran «una crítica ácida» y «puro diversionismo ideológico».

En los mismos días, otro funcionario de Matanzas se reunió con los profesores de Historia del municipio e insistió en el peligro que supone leer un medio como LJC. Se refirió igualmente a lo irrespetuoso de tomar el nombre de una organización creada por Guiteras «para fines muy contrarios».

Ese tipo de orientaciones admite un verdadero cambio de época. Cuando era joven recuerdo que en los círculos políticos se instaba a leer los textos considerados portadores de diversionismo ideológico, incluso se dedicaba un espacio a su análisis en cada reunión mensual de la UJC o la FEU.

La consigna de aquellos años era: «La Revolución no te dice cree, te dice lee». Mucha agua ha pasado bajo los puentes. Los funcionarios del aparato ideológico actual no se arriesgan a tanto. Desacertados en su apreciación de la realidad, con una visión deformada por su prepotencia y con escasos argumentos, han comprendido que es difícil ser censores cuando ya no pueden controlar la esfera digital. Apuestan entonces porque las personas se autocensuren. No leer, no conocer, es su consejo. Los prefieren con ojos cerrados a los cambios, calculando tal vez, como dice el viejo refrán, que «en tierra de ciegos el tuerto es rey».

Deberían estudiar mejor la psicología humana.

No hay nada que atraiga más que lo prohibido, sobre todo cuando sospechas que te ocultan verdades. Ahora resulta que, gracias a esos funcionarios, algunos de mis coterráneos descubrieron que existe un medio llamado LJC… y sienten curiosidad. En consecuencia, he debido explicarles a varios de mis amigos cómo suscribirse a LJC, que además cuenta también con diversas plataformas en Facebook, WhatsApp o Telegram.

Es para agradecer la publicidad negativa que nos están ofreciendo los guardianes de la fe, muy efectiva para darnos a conocer y además gratuita. Quizás al abnegado y tozudo empeño del aparato ideológico en la provincia de Matanzas —y posiblemente en otras— se deba el modo sostenido en que estamos aumentando en visitas. En el gráfico siguiente puede apreciarse el resultado de la censura.

Posicionamiento de LJC en el ranking mundial el último mes. Fuente: Alexa

Cuando empecé a escribir en LJC me preocupaba que fuéramos más visibles desde otros países que desde el nuestro. Hoy me satisface constatar que somos ampliamente conocidos dentro de Cuba por compatriotas de diversas generaciones, profesiones y posiciones políticas. Lo que para algunos comenzó como curiosidad se ha convertido en costumbre. La calidad de los debates del foro ha crecido, estos se enfocan en los textos publicados y ya no tanto en discusiones intrascendentes sobre futbol, en bromas personales y ofensas, como ocurría en otros tiempos.

Es la realidad que vivimos y el modo torpe y contradictorio de explicarla por los que dirigen el país lo que crea dudas en las personas. Ahora las opiniones propias se definen y muchas veces se contraponen a las opiniones oficiales. Acusar de «diversionismo ideológico» fue un recurso usual en los setenta. Aquí tienen una imagen que promueve un seminario sobre el tema que tuvo lugar en el año 1974.

Foto: Cuba Material

Se entendía como diversionista cualquier acción o idea que las autoridades consideraran capaces de confundir y que lograra desviar la atención de la masa respecto a los intereses valorados como revolucionarios. En aquella etapa, ser etiquetado como diversionista era muy fácil. Bastaba con llevar el pelo largo, los pantalones ajustados o escuchar música rock, incluso leer determinada literatura.

En la actualidad el término es menos usual entre la gente pero sigue formando parte del argot interno del aparato. Ya no interesa el peinado, la ropa o lo que leas; ahora se presta atención a lo que digas o lo que escribas, especialmente si lo haces en medios periodísticos alternativos o en las redes sociales. Malas noticias para los censores: cada vez crece el número de diversionistas en la Isla; serlo es prácticamente una identidad nacional.

Y respecto a los funcionarios que consideran irrespetuoso el uso del nombre La Joven Cuba, organización creada por Tony Guiteras para organizar la lucha revolucionaria en los años treinta, quisiera recomendarles un estudio más profundo de esa figura y su época. En la entrevista que concedió Juan Marinello, poco antes de su muerte, al periodista Luis Báez, enumera a los jóvenes valiosos que surgieron en las décadas del veinte y treinta del pasado siglo y no menciona al fundador de LJC. A una pregunta del entrevistador sobre tal omisión, responde: «Guiteras fue un gran revolucionario. Nosotros lo respetamos siempre, pero no lo he citado ahora porque me he referido a los que cumplían las orientaciones del Partido Comunista, que no fue su caso». [1]Tampoco es el nuestro, así que el nombre está muy bien elegido.

[1] Luis Báez: Conversaciones con Juan Marinello, Casa Editora abril, 2006.

14 julio 2020 53 comentarios 380 vistas
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Lo que aprendí con el caso Alcántara

por Giordan Rodríguez Milanés 16 marzo 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

La detención gubernamental de un artista de la plástica en Cuba por “actos denigrantes contra la bandera”, nos obliga a reflexionar sobre los cambios ocurridos en la sociedad cubana.

Los símbolos son objetos a los cuales adjudicamos cierto valor según la perspectiva de los sujetos que los usan.  Lo que pueda haber de sagrado en los símbolos depende de nuestra interpretación individual y la conciliación social de su significado. Por mucho que un artista pretenda reconfigurar el significado que le adjudicamos a un objeto, tal empeño no es posible hasta que un sector de la sociedad concilie y legitime esa trascendencia.

No voy a entrar a discutir si lo que hace Luis Manuel Otero Alcántara es arte o no. Si arte es toda creación humana que provoca en otros una respuesta que supera lo utilitario, entonces el arte es relativo a los grupos o sectores sociales que lo interpreten como tal, más allá de que lo acepten las instituciones o no.

En alguna medida, en Cuba la mayoría hemos sido afectados por los manuales soviéticos de estética que, durante todo el siglo XX, nos enseñaron en escuelas y universidades. Allí el arte tiene un componente axiológico insoslayable en su función social: debía  contribuir al “trabajo político-ideológico”. Visto desde esa óptica, defecar acompañado de la bandera sería, efectivamente, una aberración y no un performance, entendida la bandera como símbolo sagrado de la Patria. En tal caso, el performance de Alcántara sería eso, una aberración, no un delito. Solo una aberración, como algunos consideran las parafilias y excitarse con la imagen de un blúmer de Marilin Monroe, pero por eso no juzgamos  a nadie, que yo sepa. Y menos en Cuba, donde un violador de perros anda suelto y feliz por las calles de La Habana a pesar de las constantes denuncias de los animalistas.

Si llegamos al punto en que parte de la sociedad cubana entiende que el arte no debe auto-limitarse en aras de cumplir el componente axiológico de su función social. Si hemos llegado al punto en que un sector de la juventud entiende que la bandera no es un símbolo sagrado como para no ir a defecar con ella. Si llegamos al punto en que un grupo de dirigentes no puedan notar cuándo la bandera está al revés durante semanas. Nada de eso lo vamos a resolver con detenciones, juicios, escándalos y encarcelamientos.

Tampoco el resto de  la sociedad  tiene por qué quedarse inerte ante quien, con la intención que sea, mancille los símbolos patrios. Pero no es con prisión o con regalarles un “héroe” a los serviles del imperio de turno como vamos a lavar la afrenta, si la hubiera. Y más allá de que Luis Manuel Otero Alcántara sea un artista o no, que su performance clasifique como obra artística o no, quienes decidieron juzgarlo lo único lograron fue convertirlo en el “héroe” que nunca ha sido.

 ¿Dónde estudió Alcántara? ¿En una primaria en un barrio blanco de Miami? ¿En una secundaria privada con hijos de los fascistas del Partido Republicano? Si fuera un testaferro del odio y un mercenario: ¿ante los ojos de quiénes se hizo tal? Aquí el problema es cuántos  jóvenes cubanos tienen una interpretación del arte que soslaya su función social axiológica, o que la asume desde otro sistema de valores. Esos jóvenes son resultado de nuestro sistema de enseñanza, de una educación nacionalizada e institucionalizada, son también resultado de la Revolución. Y es menester encontrar un código, un canal de comunicación con ellos.

Hoy es Alcántara, mañana será otro.

¿Los vamos a encarcelar a todos? ¿Ha resuelto alguna vez la cárcel asuntos de la espiritualidad, suponiendo que estuvieran distorsionados sus modos de expresarse? Lo he dicho muchas veces estos últimos días: la historia que no se cuenta desde el amor, te la cuenta tu enemigo desde el odio. El artista que no incluimos desde el amor, lo usa tu enemigo para el odio y contando con nuestra propia exclusión.

Durante demasiado tiempo los ideólogos en el poder pretendieron que son las instituciones culturales estatales las únicas que pueden legitimar la trascendencia simbólica de un objeto. Que son las instituciones artísticas o académicas estatales las únicas que jerarquizan la obra de arte y su impacto semiológico. Siguen brutalmente equivocados, tanto que ni siquiera se dan cuenta y siguen cometiendo error tras error. De tal modo, un decreto cinematográfico pretende que sea una especie de tribunal de entendidos el que decida si un proyecto conducirá o no a una obra de arte, o si tal fulano es creador o no.

Seguimos con un obsoleto sistema de castas y vanguardias organizadas en la UNEAC, la AHS, etc.… Un sistema que ya no le funciona a los ideólogos y menos al país. En Manzanillo, por ejemplo, nombraron Historiador de la Ciudad a un profesor sin una investigación acreditada, sin un libro publicado o escrito sobre la historia local. Y lo nombraron por encima de un miembro de la Academia de Historia de Cuba, de la UNEAC  y de la UNHIC, con una docena de libros y una enciclopedia sobre tales temas. ¿Por qué? Porque a uno lo consideran políticamente correcto y al otro lo consideran hipercrítico.

Los “delimitadores de cualquier nacimiento” no se dan cuenta que estamos llegando a un punto de no retorno, al sustituir la educación en valores con la represión sutil o explícita de esa rebeldía que crea toda revolución. Deberían mandar a los ideólogos del poder para la caña y promover a personas proactivas, dispuestas al diálogo y comprender la razones del otro, que también podrían ser las razones de Cuba. De hecho lo son.

16 marzo 2020 37 comentarios 411 vistas
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La cara oculta del ICRT

por Giordan Rodríguez Milanés 2 marzo 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

Ya vemos la cara oculta del ICRT. El pasado sábado, en el programa Pensando en 3D de la televisión cubana, se mutiló la escena final de la película Love, Simon donde dos hombres jóvenes se dan un beso de amor. Los activistas LGTBI se indignaron con razón. Denunciaron la censura en las redes sociales y convocaron a una besada frente a la sede de ese organismo en La Habana. En la mañana del domingo, la página web del ICRT emitió una nota de disculpa por “el error”, prometiendo retransmitir la película sin mutilarla y avisando que se harán los análisis pertinentes. ¿Se sacrificará un chivo expiatorio o nos enseñará honradamente la cara oculta del ICRT?

En un comentario en su blog Segunda Cita, Silvio Rodríguez recordó que otro beso, en aquella ocasión entre heterosexuales, motivó hace 50 años la censura al programa De otra manera. Alguien debió creer, como ahora, que el trasiego de saliva y gérmenes entre dos seres humanos es un serio atentado contra la moral socialista. Entonces no hubo disculpa, ni rectificación inmediata, ni una nota. Tampoco las otras tantas veces que el ICRT ha censurado, omitido y excluido a lo largo de su historia. La película La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, incluso fue anunciada en Cubavisión una noche a fines de los noventa, pero nunca llegó a exhibirse.

Que no siempre el televidente avezado se percate del corte correctivo y sólo se hable de este tema cuando se arme algún escándalo no significa, en lo más mínimo, que quienes hemos trabajado en el ICRT no sepamos que el corte correctivo es una práctica habitual en todas las televisoras del país.

Como el denominado fenómeno El Grito, en la CNC TV de Bayamo, cuando un material que “no debería haberse transmitido” burló el mecanismo censor y entonces los directivos del canal sancionaron a  dos miembros de la UNEAC –entre ellos al actual presidente de Granma-, aunque en aquella ocasión ellos echaron pelea. Tampoco olvidemos aquella disolvencia a negro contra el beso entre las dos chicas que acompañaban a Descemer Bueno, Israel y Yoel durante el paseo en barco de Ser de Sol.

Si aplicamos en sentido estricto lo reglamentado por el ICRT –que sólo se aplica cuando es en contra de un realizador “problemático”-, los responsables de lo que la nota llama “un error” son el director y la asesora del programa Pensando en 3D. Sucede que conozco personalmente a mi coterráneo Ernesto Bosch, director del programa. Puede decirse que asistí a su nacimiento como realizador en la radio.

Es muy posible que yo haya sido el editor del primer documental para la Televisión que  él editara en su vida. Sé que no es homofóbico, excluyente, ni de mentalidad estrecha o prejuiciada. Pero ahora la dirección del ICRT necesita un chivo expiatorio y apuntarán sus cañones contra el Equipo Básico de Trabajo o, si se permiten ir un poquito más arriba, contra el jefe de redacción.

Pero el televidente y el radioyente no saben –no pueden saber-, los dramas que se desarrollan tras las cámaras o micrófonos entre realizadores audiovisuales, jefes de redacción, jefes de programación, directivos de canales y, el personaje principal de esta historia: el funcionario del Departamento Ideológico o miembro del buró del PCC desde donde “se atiende” la televisora.  Quienes nos formamos como artistas en el ICRT sabemos dos cosas:

  1. Si jamás vas en contra del funcionario político-ideológico que atiende la emisora y/o aprendes a adivinar el alcance semiótico que éste espera de nuestro mensaje, tendrás mayores opciones de éxito que cualquier otro.
  2. Si no te arriesgas a reflejar temas escabrosos en tus programas o, cuando te obliga el plan temático (que estoy casi seguro ha sido el caso), te remites inexorablemente al postulado anterior, tendrás mayores opciones de éxito que otros en el medio.

¿Y quién no quiere ser exitoso en un medio tan competitivo?

En los enunciados actuales de las políticas de programación de radio y televisión en Cuba, probablemente usted no encuentre una sola oración homofóbica o discriminatoria. Tampoco hay en la actualidad listas oficiales de músicos prohibidos, ni películas prohibidas, ni otra prohibición de ninguna índole. Quienes, como Ernesto Bosch, nos formamos en una emisora de radio que en 1992, expulsó de su colectivo por homosexual al poeta, ensayista y realizador radial Julio Sánchez Chang, sabemos –o pretendemos saber- cuál ha sido históricamente la postura del ICRT al respecto.

Quienes, como seguramente el jefe de esa redacción, nos hemos formado en un organismo que “dejó correr la bola” de que las películas cubanas, -las del ICAIC, no las de La Muestra Joven, las de Titón, Fernando Pérez, Rebeca Chávez, Nicolasito Guillén, Daniel Diaz, etc.- estaban prohibidas en las televisoras territoriales, según le confesó un directivo del telecentro de Caibarién hace unos años a los participantes en el Festival de Invierno de Cine Clubes de Santa Clara, no necesitamos que nadie nos dé una orden expresa de mutilar la escena de una película que se considere incorrecta para la “moral socialista”.

Lo interesante del ICRT es que, después de la guerrita de los emails sobre el Quinquenio Gris, nunca, jamás, un directivo o el funcionario político-ideológico ha vuelto a hacer públicas sus órdenes de censura o exclusiones por homofobia o intolerancia. Ni siquiera el jefe del grupo metodológico de la radio en Granma, en 2009, supo explicarle a su esposa bautista que apareciera un travesti en una serie aprobada por él.

Como bien dice la nota, a lo mejor ninguno de los directivos actuales del ICRT es homofóbico, en este caso. Pero tampoco ningún directivo del ICRT se ha ocupado de organizar debates y talleres de actualización, entre sus realizadores y funcionarios a todos los niveles, en los que se deje explícitamente claro que mutilar la obra artística de otros, avalada y reconocida estéticamente, es en todos los casos irresponsable, irrespetuoso e indigno. Que no nos hace mejores revolucionarios ni contribuye a la política cultural de la Revolución, sino lo contrario.

De tal modo, sugiero a la presidencia del Instituto Cubano de la Radio y la Televisión que, en vez de buscar el “culpable” de un “error”, aprovechen este asunto para mirarse por dentro, con esa dignidad que mencionan, y hagan pública esa mirada desde el reconocimiento de sus disfuncionalidades históricas y estructurales como organismo.

 Entonces sí merecerían mi más profundo respeto.

2 marzo 2020 33 comentarios 558 vistas
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silencios

De aquellos silencios a estos ruidos

por Giordan Rodríguez Milanés 17 febrero 2020
escrito por Giordan Rodríguez Milanés

“Acompáñennos en esta canción que podemos considerar el segundo himno nacional de Cuba”, le pide al público el trovador Adrián Berezaín.  Justo en el acorde donde florece la armonía de las cuerdas, entona junto a Mauricio Figueiral: “No te acuerdas, gentil Bayamesa/ que tú fuiste mi sol refulgente…”

Es la mañana del 10 de abril del 2019 en el Altar de la Patria… “Y risueño, en tu lánguida frente,/ blando beso imprimí con ardor…” Formando parte de una gira del Proyecto Lucas, los trovadores se notan emocionados con la campana y el jagüey de escoltas, y las banderas cubanas enseñoreadas al viento: “Vamos a cantar todos juntos…”

Es La Demajagua, el lugar desde donde se iniciara la Revolución libertaria: “No recuerdas que un tiempo dichoso/ me extasié con tu pura belleza”… Y han hecho muy bien los de “Lucas” al escoger este lugar para comenzar su gira nacional.

Tal vez César Martín, el inefable historiador del lugar, solo murmulla la letra porque su modestia no le permita entonar en voz alta: “Ven y asoma a tu reja sonriendo,/ven y escucha amorosa mi canto…”, Pablo Nogueras, el director del pre-universitario “Julio Antonio Mella”, de Manzanillo, acompaña tímidamente: “Ven no duermas, acude a mi llanto/ Pon alivio a mi negro dolor”…

El resto del público calla. Estudiantes de los preuniversitarios, de los politécnicos, de la facultad de medicina y la escuela de música de Manzanillo, no pueden hacer coro. Funcionarios políticos y gubernamentales, tampoco. Evidentemente no conocen la letra. Lo más probable es que si les preguntas por el último éxito de El Chacal o Maluma con Marck Antonhy, rápidamente te contestarán.  Cada uno de ellos ha reconocido la declaración de “Me voooooy, pa mi casa”, de Cimanfunk pero no pueden cantar lo que, sabiamente, Adrián Berezaín considera “nuestro segundo himno nacional”.

Cuando los trovadores terminan la interpretación, uno de los estudiantes susurra: “Esa es la canción de la película ‘Inocencia’, y es verdad. La Caro, mi hija, llega a casa con sus amigos. Me cuenta. Pido detalles: “Yo tampoco me sabía la letra, pa”, se nota avergonzada. Reconozco mi propio fallo como padre mientras me fijo en Facebook en un cartel que anuncia el concierto de un reguetonero, asociado a otro cantante, donde aparece la el nombre de nuestra ciudad, Manzanillo, escrito con la letra “S”.

Parece evidente que nuestra generación no les ha sabido cautivar con la trascendencia de que uno de sus autores sea Carlos Manuel de Céspedes, El Padre de la Patria; que la letra fue escrita por el poeta José Fornaris y que, con el tiempo, en medio de la manigua redentora, esos versos se convertirían en símbolo de la rebeldía de los cubanos.

Y ahí están Atilio Borón e Ignacio Ramonet en la Mesa Redonda. Nos alertan acerca de Google, Facebook, las redes sociales. Que si se apropian de nuestra información privada, que si nos estudian las preferencias culturales. Que si los imperialistas tienen una enorme base de datos con nuestras posturas ideopolíticas clasificadas. Que si se inmiscuyen en nuestra intimidad. Todo eso es verdad, Ya Gerhard Maletzke, Yuri Lotman, Teodoro Adorno y Noam Chomski, lo habían anticipado.

De cualquier modo, mucho antes de que Google existiera, ya la responsable de vigilancia de mi CDR, eventualmente informaba a qué hora llegaba a casa, qué libros leía sentado en mi balcón, cuántas camisetas mi madre tendía al sol, o el aspecto de cuánta novia o amiga iba a visitarme.

El problema de los otrora vigilantes es que, con las nuevas tecnologías, no pueden evitar que sean vigilados, y estudiados. De modo similar, para los que antes decidíamos qué música podrían escuchar los jóvenes y cuál no, el dilema es que no anticipamos el día en que, cada uno de los jóvenes, andaría con su tribuna musical a cuestas en forma de bocina portátil o audífonos, y con un Smartphone para bajar lo que quisiera, según su estado de ánimo y sus referentes, sin que nada ni nadie pueda evitarlo.

Y como no los formamos en la diversidad, ahora son presa fácil de los algoritmos que nos mencionan Borón y Ramonet. Mientras nuestros medios seguían apostando a tratar de imponer la música que consideraban “correcta”, o “inocua” en términos de crítica política –de ahí que proliferara el reguetón en Cuba justo después de “el que no brinque es yanqui”—, los estudiosos de la comunicación social y mediática, los psicólogos sociales y los matemáticos pagados por el Imperio, creaban algoritmos para entender las preferencias culturales, sectorizarlas, personalizarlas y manipularlas sutil y eficazmente.

Nosotros: inmóviles en el concepto de masa de Ortega y Gasset. Inertes en el afán de censurar o estandarizar de modo acrítico. Ellos: aprendiendo a explorar y conocer nuestra individualidad, para usarla a su favor. Permitiendo que cada cual, desde Calle 13 hasta Bad Bunny, se exprese como le diera la gana. Ya sabrían cómo aprovecharlo para inocular su modo de vida.

Y ahora resulta que nuestra “masa” se conecta torpemente, como colonizados culturales, con los valores más auténticos de la música cubana.  No sabe que sin son montuno no hubiera salsa, que sin rumba no existiera el reguetón. Que la nueva trova, en realidad, era –es—, rebelde y contestataria. Cuando escucha “Contigo en la distancia” por Cristina Aguilera cree erróneamente que es una canción mejicana.

Por eso, el 10 de abril del 2019, al enterarme de que mi hija no conocía ni la letra ni la trascendencia simbólica de “La Bayamesa”, salgo como un bólido al multiservicio de Etecsa a bajar canciones de La Trova que considero emblemáticas y que, alguna vez, incluso, estuvieron prohibidas en la radiodifusión revolucionaria.

Comienzo por “Resumen de Noticias de Silvio”, y termino por “El loco del tranvía”, de Wilian Vivanco; “Lucha tu yuca, Taíno” de Ray Fernández, y Extremistas nobles de Buena Fé y Frank Delgado que nunca estuvieron prohibidas oficialmente pero que, cada vez que las radiaba, tenía que ir a un consejillo de dirección en Radio Granma a explicar por qué las había incluido en mi producción musical. Eran silencios muy sutiles.

Recuerdo la aciaga tarde en que, debido a un debate en las redes entre Silvio y Pablo, el director de Radio Granma me informó acerca de cierta misteriosa comunicación que prohibía las canciones de ¡Pablo Milanés! y mi: “tendrás que botarme”, y su: “pues te boto”. Por suerte, luego llegó una “rectificación” a través de un email que circuló la UNEAC en el cual, aclaraba, que Pablo Milanés no había sido prohibido.

Podría jurar que el directivo me torció los ojos, recuerdo mientras me digo: “Nunca es tarde para comenzar”, y tarareo: “y doblemos los dos la cabeza/ moribundos de dicha y amor”.

17 febrero 2020 18 comentarios 519 vistas
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En Tiempos de Blogosfera – CENSURADO

por Alina Bárbara López Hernández 12 febrero 2020
escrito por Alina Bárbara López Hernández

Palabras dichas en la no presentación de un libro. Feria del libro, Sala Carpentier de La Cabaña

Deseo, primero que todo, hacer votos por la salud del querido y respetado profesor Esteban Morales, que no puede estar acá pues se encuentra ingresado. Lo segundo, agradecer, a nombre de Mario y mío, a todas las personas que están hoy aquí. Y lo tercero, comunicar que, por razones ajenas a la voluntad de Ediciones Matanzas y de los organizadores de este espacio, En Tiempos de Blogosfera no será presentado como estaba previsto.

Me disculpo con todos ustedes, pero es evidente que se impone una explicación. La daré con brevedad. El texto en cuestión siguió el mecanismo requerido por la política editorial del país, dirigida desde el Instituto Cubano del Libro: ser evaluado por cinco expertos lectores que dictaminaron sobre el contenido, pasar luego a un Consejo Editorial Provincial, finalmente al Consejo Editorial Nacional y, solo entonces, ser incorporado al plan de Ediciones Matanzas. Recibió su ISBN que le permite ser comercializado y yo, en calidad de autora, firmé un contrato y recibí el cheque correspondiente a mis derechos, que ya hice efectivo.

Este libro y varios más estaban impresos desde hacía tiempo, solo esperábamos las cubiertas, que demoraron por problemas de financiamiento y transportación. Las mismas fueron trasladadas de La Habana hacia Matanzas por Albert Sopeña, nuestro Director Provincial de Cultura, persona que ha sido un gran apoyo para la editorial; sin embargo, las entregó todas excepto la de mi libro. Le dijo a Alfredo Zaldívar, director de Ediciones Matanzas,que debía consultar algo. 

Extrañada de su actitud impuse una entrevista, en la cual Albert Sopeña, avergonzado y casi sin sostener la mirada, me explicó lo que ocurría. La esencia es que recibió presiones ajenas a nuestro ministerio de Cultura, pues, según me dijo, ni el ministro ni nadie de la presidencia del Instituto del Libro conocían del hecho hasta ese momento, me refiero al pasado jueves 6 de febrero. 

Exigí saber de dónde venía esa decisión y admitió que había sido desde una instancia del Partido a nivel nacional. Reconoció estar consciente de la gran implicación de lo que hacía, pero dijo que lo podían dañar si entregaba las cubiertas, por lo cual entendí que lo habían amenazado. Le aconsejé que se asesorara por vías ministeriales y prometió hacerlo.

Hasta este instante nadie ha presentado una objeción, escrita o verbal, al contenido del libro que justifique el hecho de obligar a un funcionario del Estado a cometer un acto ilegal que traerá daños económicos a la Empresa del libro y que viola todos los procedimientos legales establecidos. El libro no se presenta por un problema técnico, la falta de la cubierta, pero no porque haya sido censurado abiertamente.

Se ha llegado a un punto hoy en que se echan de menos aquellos viejos censores comunistas de las primeras décadas del proceso, que, llenos de dogmas y de prejuicios, tenían el valor de oponerse, tenían ideas que oponer y una cultura sedimentada para poder hacerlo francamente. Se ha pasado de la época de Torquemada a la de Al Capone, de objetar las tesis de un texto a secuestrar su cubierta, como si se tratara de una pandilla delincuencial de quinta categoría. Es patético y decadente. 

Yo pudiera apelar a la necesidad de ver con normalidad la circulación de perspectivas diversas sobre la realidad cubana, a la importancia del respeto a la diversidad, a lo conveniente del intercambio teórico sobre las vías para construir el socialismo, pero no voy a hacerlo.

Mi única apelación será el respeto a la ley, a la Constitución que en apenas doce días cumplirá su primer año, y que en cuyo artículo 53 reconoce: “Todas las personas tienen derecho a solicitar y recibir del Estado información veraz, objetiva y oportuna, y a acceder a la que se genere en los órganos del Estado y entidades, conforme a las regulaciones establecidas. Por su parte, en su artículo 54 dice que“El Estado reconoce, respeta y garantiza a las personas la libertad de pensamiento, conciencia y expresión”.

¿Somos un Estado Socialista de Derecho o somos una autocracia invisible? Denuncio públicamente este caso. Lo haré a través de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y de la Academia de la Historia, a las que pertenezco. Pero, por sobre todas las cosas, lo haré a través de los mecanismos legales que tengo como ciudadana.

Todavía confío en que este asunto se le haya ido de las manos a un funcionario intermedio que no concibió el alcance de su violación y actuó sin medir consecuencias.

Todavía están a tiempo de devolver la cubierta. El libro está programado para presentarse en el evento nacional de la Sección de Literatura Histórico-social de la Uneac y en la feria de Matanzas. Esperaré ese momento, si no recibo respuesta presentaré una denuncia formal y me sentiré libre de poner el texto en plataformas digitales para que sea descargado por los lectores. 

Muchas gracias

La Habana, 12 de febrero de 2020

12 febrero 2020 44 comentarios 347 vistas
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Información es poder

por Carlos Miguel Casas Sancesario 12 agosto 2019
escrito por Carlos Miguel Casas Sancesario

¿Conocen un país sin periódicos?, donde los periodistas miden tanto las palabras, las publicaciones, que dejan de cumplir parte de su función social. Un país donde existe un único telediario que repite una y otra vez las mismas noticias, y cuando toma la de otro casi siempre proyecta sólo la imagen, tapando las líneas de noticias y mostrando su opinión de un problema y no la de todas las partes.

Los medios de comunicación masiva son clones enfocados más en lo internacional que en lo propio, las carencias se maquillan con necesidad de esfuerzo y compromiso con el modelo social. En el país del que hablo la población no sabe si el vecino es un asesino en serie o un pedófilo porque esa información no se publica.

Es cierto que quizá este tipo de fenómeno sucede menos que en otros lugares, pero sucede, y a menos que la policía toque la puerta para investigar no se sabe con quién convive, ni cuántos asesinatos hay diariamente, violaciones, suicidios, persecuciones en curso, corrupción de las altas esferas, disyuntivas entre el gobierno y la población…pero sí sabe cuándo ocurre una desgracia de asesinatos múltiples, enfrentamientos entre políticos, o armas de fuego en una escuela…del “enemigo”. No sabe de sí, pero sí sabe qué se espera que vote en un referéndum.

El Estado es el dueño de todos estos medios de comunicación, o podríamos llamarlos: de repetición.

Alguien pensará: “¿cómo que no hay periódicos? Si yo los leo diariamente”, a lo que podría responderse haciendo uso de la propia información que brindan los de alcance nacional en su portada: “Órgano oficial del Partido (obviaremos cuál, para mantener el anonimato del país)”, “El diario de la juventud (cuidado, aquí “juventud” no se refiere a toda)” y así sucesivamente…

Todos como propiedad de una institución u organización política, obviamente no hablarán mal de ella… como ellos mismos ilustran, no son periódicos.

Podrían pensar que la televisión es más liberal, pero es que también se subordina a quien por lógica no debería, no es al ministerio de cultura, o al de comunicaciones, no es siquiera independiente, se subordina al propio Partido, estamos hablando de un país unipartidista.

Sí, también es un país fuertemente bloqueado por una potencia mundial, y no lo digo quitándole importancia, es más bien un ensañamiento histórico de Goliat contra un David que se crece ante las adversidades. Hace décadas podría justificarse esta forma de hacer “prensa” con evitar sus ataques, sobreponerse a las mentiras, luchar “contra el terrorismo mediático”, pero los tiempos cambian.

¿Propaganda?

Sí, bastante, quizá hasta demasiada en función de intereses políticos, de no olvidar la historia, de abrir los ojos contra una amenaza –no por ello menos real—, pero llena la programación y se vuelve tan reiterativa como aburrida. El Bloqueo y todo lo que rodea –que no es poco—, es de los temas que predeciblemente encontrará en cualquier noticia, ya sea como causa, o como factor determinante.

¿Y qué decir del mundo? El mundo está mal, cuando vemos en una noticia que reprimen una manifestación en un país desarrollado… ¿habrá motivos o posibilidad en ese lugar de adivinanza para manifestarse contra alguna medida del gobierno? …eso nunca se pregunta y mucho menos se ve. La tergiversación de fechas internacionales, como el 1ro de mayo, en ese país la propaganda no solo invita, casi que ordena ir a las plazas a “marchar” para defender el sistema social, la Patria, y cuanta coletilla esté de moda, pero nunca para exigir una subida del salario, ni mejores condiciones laborales, como en el resto del mundo.

El acceso a Internet fue un anhelo que parecía inalcanzable, en parte para poder mantener un monopolio informativo. Muy controlado al principio y solo disponible para instituciones privilegiadas, turistas y algún que otro intelectual… ahora aparece desbocado a la población y, sin entrar en el tema del precio –que no todos pueden permitirse—, aun es subvalorado por quienes tienen como única preocupación comunicarse con familiares y amigos, no conocer cómo anda el mundo, quizá esta apatía se creó de tanto escuchar lo mismo en esos medios por años.

Sería ideal vivir dentro del noticiero, donde los problemas se resuelven o no existen, donde nadie queda desamparado y la mayor justificación o preocupación –casi la única— es el Bloqueo.

¿Quiere conocer la realidad del país sin maquillaje ni pretextos? No lea el periódico, vaya al espectáculo de algún humorista reconocido. Luego se preguntan muchos, ¿por qué la juventud no ve el noticiero?

Hay argumentos de sobra para caracterizar este país, y todos los buenos –que no son pocos y sí muy importantes— ya se encargan estos panfletos de repetición de no permitir que a nadie se le olvide. Entonces, somos los que preferimos los medios independientes los que ahondamos en lo que casi no se menciona, pero sí está en el día a día de la población.

Quizá por eso algún personaje importante, de los que salen en la televisión, continúa repitiendo consignas con décadas de uso, quizá porque sólo ve el noticiero; deberíamos invitarlo a leer algún sitio hecho desde la juventud, que incluso la lleve en su nombre junto con el del país y creo que aprendería mucho.

Discúlpenme si los he despistado con estos argumentos, quizá nadie sepa de qué estoy hablando, quizá ni siquiera exista y es producto de una adivinanza sin respuesta. De todas formas, ¿se imaginan un país así?

12 agosto 2019 17 comentarios 296 vistas
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LJC en la industria del porno

por Dolores Ibárruri 1 agosto 2019
escrito por Dolores Ibárruri

Mientras hacía mi tesis de grado hace muchos años –no diré cuántos para que no adviertan mi edad— averigüé que el famoso Paquete Semanal es distribuido por cinco grandes paqueteros que se encargan de armarlos con el contenido que decidan y una red lo hace circular por toda Cuba.

Que si el paquete se conforma desde la UCI –Universidad de Ciencias Informáticas— y de ahí sale a los repartidores; que si se bajan los contenidos desde “los canales” que se alcanzan con grandes antenas proporcionadas por “el enemigo”; que ese mismo “enemigo” paga el Internet a quienes arman el Paquete; que si se aprovecha la conexión desde los trabajos en oficinas estatales –entre otros mitos que prefiero dejar en el imaginario popular—, afloraron como posibles maneras de distribuirlo, durante la extensa investigación que se prolongó casi un año.

Pero eso no es lo que más me quedó. Al entrevistar a uno de esos grandes paqueteros y preguntarle sobre en qué se basaba él para estructurar y depurar el contenido que ponía –al menos en el suyo— me dijo:

—Mira mami menos pornografía y contrarrevolución yo pongo de todo. No quiero problemas. Tú no ves que si pongo algo de eso me tumban el negocio. Yo no quiero lío’ con nadie. Yo aquí tranquilito en lo mío.

Desde 2017 la revista La Joven Cuba (LJC) se distribuía a través del Paquete pues no todo el mundo podía tener acceso a Internet y sus creadores consideraron este como un espacio más para llegar al público lector interesado en temas sociales y políticos cubanos analizados y contados por la juventud del país.

El año pasado dejaron de salir porque se quedaron sin recursos y sin colaboradores suficientes para generar tantos contenidos. Entonces, LJC se quedó solo con su página web.

Hace algunos días estaba comentando con un amigo y me dijo que necesitaban volver a entrar en el Paquete, hoy que tienen un grupo más grande de colaboradores y que pueden sostenerlo.

Soy una persona a la que se puede llamar “apolítica”. No me gusta ni un poco meterme en esos temas pues considero que es maravilloso conservar amistades. Tengo como principio no hablar de religión ni de política con ningún amigo para no perderlo. Lo mío es la literatura. Pero me pareció buena idea ayudarlo con el tema de su (re)inclusión en el Paquete.

Antes de salir a lucharle un puesto a la revista, leí algún que otro artículo, solo por saber qué era lo que debía defender por mi amigo.

Cuando llegué al mismo gran paquetero al que había entrevistado durante la tesis me dijo:

—Mira, ni me hables de esa gente. Tengo orientaciones de no poner nada de esa revista aquí.

—Pero y eso por qué. ¿Dónde está el problema?

—Ni idea. Pero mi respuesta es no. Tú no ves que vinieron algunos funcionarios a advertirme y me dijeron que no.

—Chico, pero tú no me decías que lo único que no ponías en el Paquete era porno o contrarrevolución.

Me fui y me quedé pensando en por qué la revista ya no podía salir en el Paquete. Volví sobre los textos. Leí y releí todo lo que pude de la web y por más que intenté comprender no pude. Sigo sin ver la contrarrevolución por ninguna parte.

Espero que los que estén detrás de la LJC tengan mucho éxito en la industria del cine XXX.

1 agosto 2019 16 comentarios 551 vistas
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Vivo en un país libre

por Miguel Alejandro Hayes 26 septiembre 2018
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Vivo en un país libre.  Hay quienes desde afuera -y otros desde adentro-, se empeñan en hacer pensar lo contrario, pero sé que están equivocados.

Escribo en este blog creado por jóvenes matanceros -ya no tan jóvenes- hace algunos años. En él muestro lo que pienso, como lo pienso y cuando lo pienso.

Me expreso libremente, asumiendo con responsabilidad las líneas que nacen. A veces me dicen que tenga cuidado, que esas cosas no se deben decir. A pesar de ello, no tengo temor.

No sufro de ningún acecho. No he recibido ninguna presión o discriminación de compañeros o de superiores con la capacidad de decidir sobre mi vida. Muchos de ellos saben que escribo, y qué escribo, pero no me señalan por eso. Debaten, me dicen, y cuando no están de acuerdo me lo hacen saber.

Solo he enfrentado -cuando más- alguna mirada que intenta ofender desde lo lejos, desde un comentario agresivo, conservador y fomentado en el desconocimiento de algún extremista de la militancia de carné. Al cual comprendo, porque ese ha sido el papel que han interpretado les toca jugar a algunos en esos espacios.

Sé que a más de un burócrata y secuaces, de saber lo que digo, se deben molestar, porque a nadie le parece hermoso que públicamente se cuestione su labor. Y no dejo de reconocer cierta dosis de arrogancia que puede haber en ellos.

Sé que pudiera pasar, que el dedo de alguno caiga sobre mí, aprovechándose de ese tejido humano donde los de un mismo grupo se cubren la espalda unos a otros.

Incluso, sé de esos momentos cuando domina la misma euforia que hizo guillotinar a muchos y que tanto daño hace a las revoluciones. Práctica, a la que después de todo, no escapamos los cubanos en distintas épocas.

Por otro lado, esos riesgos en los que puede caer todo el que dice lo que piensa,  contribuyen a que se diga que vivimos en un país reprimido. Hay quienes lo dicen explícitamente con valentía de ultramar. Otros son parte de esa verdad, algunos callando lo que piensan y otros intentando hacer callar a los demás.

No se les puede seguir el juego a ninguno. Esos que quieren hacer de Cuba un país de censura, unos para gritarlo a los cuatro vientos y atacar al gobierno, y otros para haciendo uso de ella, mantener sus cargos. Quedarse con las ideas que se tienen y no expresarlas, sería reconocer tal censura y contribuir a esos mezquinos intereses.

No pienso colaborar con eso, ni con esa imagen negativa que se pretende hacer de Cuba. Me expreso sin temor, sé que vivo en un país libre.

Para contactar con el autor: hayesmartinez.mrgh@gmail.com

26 septiembre 2018 31 comentarios 448 vistas
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