La Joven Cuba
opinión política cubana
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto

Censura

Historia intelectual

La historia intelectual que necesitamos

por Haroldo Dilla Alfonso 27 junio 2022
escrito por Haroldo Dilla Alfonso

Hay que felicitar a La Tizza por su iniciativa de abrir espacio a análisis sobre algunos proyectos intelectuales que existieron en la postrevolución cubana, y que terminaron, en todos los casos, sacrificados en el altar de la intolerancia y la pasión totalitaria. A modo de inventario recordaré, aparte de los emblemáticos Pensamiento Crítico y CEA, a Paideia, al Proyecto Castillo, Magín, Habitat Cuba, entre otros.

Creo, sin embargo, que hacerlo con artículos como el de Luis Suárez (LS) sobre el CEA, es contraproducente. Sucede que estos temas son cuartos llenos de humo, y el referido artículo lejos de abrir una ventana, insufla más humo. Aunque no sería honesto si me declarara un fan del pensamiento y la actuación de LS —ni hace un cuarto de siglo, ni ahora— debo reconocer sinceramente sus méritos.

Fue en los años del CEA un hombre valiente, un funcionario letrado que consiguió poses intelectuales meritorias, aun cuando nunca fue —ni es— un intelectual, a menos que echemos mano a la socorrida metáfora gramsciana de «intelectual orgánico» y le agreguemos una aclaración: frustrado por las rigurosidades partidistas.

Asimismo, lo que es en cierta medida meritorio, ha sido también un hombre fiel al sistema político cubano, al que acostumbra a denominar unas veces «revolución», otras «socialismo», o, estirando más: «marxismo cubano». Conmueve su permanencia al lado del «partido» al que concibe cual una entelequia, que para él resume una utopía pero que en la vida real le reprimió y reprimió a su familia, le desposeyó de medios de vida, lo calumnió y humilló de manera pública. Realmente, LS se conduce como lo haría un monje con fe en una doctrina.

Probablemente por eso, la historia que LS nos propone es la antihistoria del CEA. Se trata de un relato de incidentes y hechos como sacado de un informe a una asamblea de balance, con la semi-carta de Raúl Castro subiendo y bajando. Su objetivo fundamental es jurar lealtad y querer demostrar que el CEA —es decir, él— siempre fue leal y orgánico a «la Revolución». Solo por eso el artículo es farragoso. Pero hay algo peor que el aburrimiento: la retinosis ideológica y la falsedad.

Historia intelectual

Luis Suárez Salazar

Las fotografías de Stalin

LS manipula la historia del CEA, y hace lo que Stalin —y todos sus herederos— hacían con las fotos y las memorias: retoques discriminatorios y eliminación de lo inconveniente. Nunca menciona a figuras importantes como Camilo Domenech, subdirector por varios años e impulsor de algunos pasos progresistas como la revista y la computarización. Tampoco a Gerardo González, quien fue investigador del CEA por diez años y dejó toda una obra dedicada al Caribe.

Cita la participación de Aurelio Alonso en una investigación sobre municipios que dirigí —y es cierto, y agradezco a Aurelio su excelente disposición— pero Gerardo lo hizo por tres años: ¿su contribución no fue válida? Omite a Alberto Álvarez, quien llegó a ser jefe de departamento, y escribió, junto a Gerardo, un libro en 2001 sobre el proceso CEA —Intelectuales vs Revolución— que, gústele o no, es una referencia obligada. ¿Por qué esas omisiones?

A Maurizio Giuliano lo denosta vulgarmente, a pesar de que su libro —El caso CEA: Intelectuales e inquisidores en Cuba— se basó en documentos que alguien del CEA le dio, y que todos celebramos al saberlo. A mí me cita mucho, ¿qué remedio?, pero obvia una parte de mi obra, por ejemplo, un libro sobre la participación en Cuba, un artículo que hizo coyuntura acerca de la reestructuración del consenso, y mis proyectos enfocados en movimientos comunitarios que habían logrado una interesante sinergia con activistas sociales de lo que entonces veíamos como una naciente sociedad civil.

Luego me dedica dos párrafos propios de un apparatchik decepcionado, pero que imagino necesarios para su rito de pasaje hacia la «familia revolucionaria». Me describe saliendo del país por decisión propia, como un traidor a la comunidad nacional, y un falsario reiterado y agresivo contra quienes fueron los colegas del CEA. Obviamente no voy a descender al lodazal de LS, excepto para aclarar dos cuestiones, diría que metodológicas.

Solo recuerdo haber publicado un artículo sobre la historia del CEA, que los lectores pueden leer y contrastar con los juicios de LS. En él, y en otros asuntos colindantes en los que he opinado, siempre abordo el tema con absoluto respeto a todos los participantes, porque francamente creo que, matices aparte, todos se comportaron a la altura del momento. Lo cual, y esto debe quedar claro, no me exime de la responsabilidad intelectual de criticarles cuando se alinean con posturas lamentables referidas a la política interna y exterior del gobierno cubano.

Deseo igualmente reafirmar el único punto que LS no adultera: respecto a los inquisidores que nos violentaron, ocasionaron la muerte de un querido colega y nunca se han disculpado, siempre mantendré una posición pública de profundo desprecio y hostilidad sin cuartel. Si LS ha decidido mantener con ellos una relación de conformidad y armonía para ser reingresado a la «familia revolucionaria», que lo haga.

Yo lo entiendo cuando ofrece una tierna reflexión sobre el pensamiento del presidente cubano Díaz Canel,  que, según afirma, nos convocó a todos «con la mirada puesta en el futuro», a seguir pensando para «dotar a la nación de un cuerpo teórico indispensable a este momento preñado de urgencias»; pero le ruego que no me evalúe desde mi incompatibilidad con ese ejercicio de genuflexión masoquista.

Historia intelectual

El Centro de Estudios sobre América, en La Habana. (Foto: Cubaencuentro)

¿Era el CEA orgánico políticamente a algo en Cuba?

 El informe burocrático de LS pretende demostrar que éramos orgánicos a la «revolución» y al «socialismo» cubanos, solo que no fuimos comprendidos y los compañeros de la dirección política cometieron un error que más adelante subsanaron con darnos buenas opciones de empleos y algunas medallas. En el mejor de los  casos, ese es un desvarío de LS. Primero, porque en los noventa ya no había Revolución cubana. Ella terminó en la primera mitad de los sesenta y fue sucedida por una etapa postrevolucionaria basada en los subsidios soviéticos. Lo que vivíamos en los noventa era la desintegración de ese «pacto» postrevolucionario.

En consecuencia, ni la Revolución, ni la postrevolución fueron nunca socialistas, pues esta cualidad se define por la socialización del poder, y lo que vivimos en esos años fue una brutal concentración totalitaria del poder y el aniquilamiento de todo espacio social autónomo, incluso de las familias. Hoy no es fundamentalmente diferente, solo que el Estado no puede hacerlo como antes, la sociedad no quiere ser como antes y la movilidad social que la postrevolución garantizó se realiza principalmente fuera del país.

Entonces, lo confieso, todos creímos que éramos orgánicos a algo en el sistema, pero en realidad no lo éramos. Los dirigentes que nos visitaban —Hart, Prieto, Alarcón, Robaina, Ross, etc—, lo hacían por pura curiosidad y como una suerte de ducha herética entonces de moda. Las pocas puertas que se nos abrían —yo entré por algunas de ellas— eran iniciativas que nada decidían.

Nos toleraron hasta 1996 por la crisis y por dos razones. La primera, que estaban anonadados ante el estropicio que habían creado. La segunda era más prosaica: el CEA fue una fuente de ingresos, en particular desde mis proyectos. Por ejemplo, todos los meses yo firmaba un recibo por 1,2 mil dólares que eran teóricamente mi salario, los cuáles pasaban a las arcas del PCC. Y cada trabajo de campo, que hacíamos con viáticos escuálidos en pesos, y alojados en lugares muy poco saludables; aparecían en los informes de proyectos con fuertes viáticos en moneda dura y hospedados en hoteles respetables. De esta forma, yo compraba mi derecho, y el de mi equipo, a investigar y eventualmente a opinar.  

Por otro lado, el CEA no era homogéneo intelectualmente. Había un grupo de economistas, cuya figura más brillante era Pedro Monreal, que abogaba por un socialismo de mercado (Nove, Kornai, Elson), y que publicó un libro que hizo coyuntura sobre la reforma de la economía cubana. No eran tecnócratas, sí diría que socialdemócratas, y estoy seguro de que si hubieran prestado atención a Carranza, Pedro y Luis, hoy Cuba fuera mejor. Pero ese grupo convivía con otro, donde me incluyo, más inclinado a la izquierda, que centraba su atención en las cuestiones de la democracia, la participación y los poderes comunitarios, y que también publicó varios libros de fuerte influencia, a pesar de que muchos ejemplares fueron destruidos en 1996.

No obstante, en esta convivencia contradictoria no existían brechas insalvables, pues en última instancia estábamos dispuestos a reconocer que la solución cubana pasaba por un uso más intenso del mercado, solo que con espacios autónomos de gestión y contestación social para contrarrestar sus efectos. Rememoro al respecto una frase de Pedro, ellos abogaban por «tanta participación como fuera posible». Aunque marchábamos por sendas diferentes, sostuvimos algunos debates que siempre recordaré con aprecio por la altura de los argumentos y que fueron vitales para mi formación profesional.

En este sentido, el CEA se encaminaba a madurar como una «comunidad epistémica», influyente en el ámbito público en que nos movíamos y con una atención creciente de la sociedad. Recuerdo que el mismo día, a principios de marzo, en que nos comunicaron la decisión del Buró Político de prohibir los estudios de Cuba en el CEA, habíamos concluido un taller sobre economía comunitaria al que asistieron unas sesenta personas, incluyendo alcaldes, activistas comunitarios, etc. Curiosamente, fue esa la actividad que primero impugnaron en una reunión previa al ataque del V Pleno del Comité Central.

No obstante, nuestro radio de acción era limitado y, sobre todo, retráctil, de manera que cuando sonó la alarma del V Pleno, todos los «amigos» desaparecieron. Algunos festejaron la oportunidad de beneficiarse con algunos rastrojos institucionales (por ejemplo, el control de LASA), la mayor parte se escondieron, y los pocos que nos visitaron lo hicieron furtivamente, como para dar el pésame. En resumen, no teníamos partisanos sino transeúntes curiosos.

 Esto plantea un drama que han encarado los proyectos intelectuales críticos en Cuba: la inexistencia de una «opinión pública» y de espacios sociales autónomos; en consecuencia, ellos solo duran mientras el sistema consienta la crítica. Es la historia de Pensamiento Crítico y del CEA, aun cuando entre ambos existe una diferencia crucial en cuanto a sus propósitos. Pensamiento Crítico sí fue orgánico a tendencias políticas que aún operaban en la postrevolución temprana (1965-1971); el CEA nunca lo fue. Todo un tema a discutir.

Historia intelectual

(Imagen: Cedinci)

¿Qué análisis se necesita?

Lejos de los recuentos burocráticos, sugeriría un debate basado en el aborto de las comunidades epistémicas y el costo que ello ha tenido para el pensamiento social cubano. Nuestro principal lastre siempre ha sido la dificultad para establecer vínculos con la sociedad, siquiera académica. La Universidad de La Habana, conservadora como sus casi tres siglos, nunca nos abrió las puertas, y cuando entrabamos por alguna rendija era para hacerlo según reglas acordadas. Siempre hablamos a medias para garantizar la sobrevivencia, por esa razón éramos más conocidos y mejor evaluados fuera de Cuba, pues era allá donde teníamos los mejores podios y nos expresábamos con mayor libertad.

Hoy la situación ha variado en un sentido: existen mayores espacios autónomos, unos consentidos por el sistema —como fue Cuba Posible y continúan siendo los Jueves de Temas—, y otros arrancados a la fuerza, oposicionistas, que comienzan a usar el espacio público, esencialmente virtual, como lugar de acción. Reconozco el mérito de los primeros y admiro profundamente a los segundos. Cabría preguntarse dónde estaría aquel CEA, si aún existiera, y no encuentro una respuesta. Posiblemente porque treinta años después habría tenido que desaparecer, fuera por implosión interna o por el desgaste de la propia vida.  

Y aquí termina mi nota. Deseo éxitos a La Tizza por su iniciativa, y no menos a Luis Suárez, a quien, de paso, recomiendo que deponga eso que Nietzche llamaba «la pasión del resentimiento» y que evidentemente está dañando su juicio e imagen, y, como un favor personal, que no me siga usando para sus ejercicios de paleo de lodo. Si no tiene más remedio que hacerlo, que lo haga en otra dirección.

***

Comentario al artículo de Luis Suárez Salazar, «El Centro de Estudios sobre América (CEA): Apuntes para su historia».

27 junio 2022 21 comentarios 585 vistas
3 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Verdad

Primero la verdad que la paz

por Redacción 29 enero 2022
escrito por Redacción

Vulnerabilidad en Cuba. ¿Cómo representar lo irrepresentable?

Teresa Díaz Canals

Mi divisa es: primero la verdad que la paz

Miguel de Unamuno

Regresé a Cuba en los primeros días de enero. A pesar de estar un breve tiempo fuera del país, no dejé de pensar jamás en el profundo nivel de vulnerabilidad de mi pueblo. Se trata, en principio, de las personas en condiciones de pobreza extrema, de esos indigentes que se observan en las calles, de los enfermos que necesitan de manera urgente cualquier tipo de medicinas, de los adultos mayores que viven solos y olvidados. A ello se unen el incremento de los índices de la crisis económica estructural que hace décadas sufre la sociedad en general y el deterioro de las relaciones políticas y sociales.

Resulta curioso cómo se ha desarrollado todo un dispositivo de la comunicación con el objetivo de divulgar las medidas que se toman por parte de diferentes organizaciones ante situaciones muy complejas —concebidas por especialistas que establecen determinadas estrategias encaminadas a cumplimentar proyectos que son ideados para determinado período— las cuales reciben financiamiento por vía de cooperación internacional.

Por una parte, entiendo lo positivo de tales iniciativas, donde los destinatarios, siempre limitados, reciben algunos beneficios. No obstante, paralelo a esas acciones, también preocupa el silencio de los expertos sobre el grado de deterioro moral de una sociedad que ha provocado una enajenación impresionante.

Verdad (2)

(Foto: Diario de Cuba)

El estatismo burocrático entronizado ha generado un estado de excepción. Cuando eso ocurre, el poder comete cualquier tipo de arbitrariedades. Por una parte, se habla de respeto a la diversidad; por otra, y a la vez, hay diferencias que molestan, que son intolerables. Los que no comulgan con el absurdo dominante no son ciudadanos y, por tanto, no son humanos.

Ahí están los condenados a prisión por participar en las manifestaciones del 11 de julio del 2021; los que por las circunstancias anómalas que vivimos se ven obligados a emigrar, cambiar de cultura, comenzar de cero en países extraños, familias desintegradas. Esos dolores no se pueden representar con palabras, esos hechos amplían la vulnerabilidad de cualquier nación.

Para comprender el mal, se debe escuchar al que está imposibilitado de hablar. La enajenación funciona con eficacia cuando las personas no se percatan de que son utilizadas y piensan que está bien lo que hacen con ellas; cuando trabajamos en función de lo que otros quieren. La palabra resiliencia es ahora enarbolada y está bien, pero no funciona siempre en todos los seres humanos. No se comenta acerca del suicidio, el sufrimiento, el encierro, el hambre, la irresponsabilidad.

Escuché a un conocido creador expresar la siguiente atrocidad: yo me paso por el culo a los presos políticos. Esos seres humanos privados de libertad son personas, son ciudadanos, tienen rostros que hablan, llaman, reclaman, interpelan. Ojalá en este año que comienza se abra un tiempo de hospitalidad, de recepción auténtica del otro. Si esa postura ética, humanista, no se practica, el horror está instalado. 

***

Periodismo cubano en 2022: Formar ciudadanía para la libertad

Jesús Arencibia Lorenzo

Reinterpretando una de las más citadas frases de Gabriel García Márquez, el escritor Manuel Rivas comentó: «El periodismo no será el oficio más hermoso del mundo, pero es uno de los más necesarios. Creo que el más necesario. Por esa condición de bien común, de líquido amniótico de la libertad».

Invitado por LJC a compartir mínimas ideas en torno a los horizontes de la prensa cubana en 2022, la primera palabra que me viene a mano es precisamente Libertad. Nada hay más conmovedor en la labor periodística que catalizar, acompañar y narrar con la máxima plenitud posible el ejercicio ciudadano de la libertad.

Ese formidable impulso, que en 2021 fraguó en Cuba hechos que ya son códigos compartidos en su valerosa simplicidad: 11J, 27ENE, 15N, o grabaciones en directas que golpearon, directamente, la sensibilidad popular, o icónicas imágenes como la de dos abuelas, una blanca y una negra —ah, Nicolás Guillén—, una caldera en mano y otra vociferando que ya nos quitamos el ropaje del silencio; ese impulso volcánico, digo, que parecía tan pisoteado, tan sumergido, que nunca más estallaría en la Isla, es, a mi juicio, la mayor vara por la que debe medirse el periodismo que hagamos en el tiempo por venir.

Verdad (2)

Nada hay más conmovedor en la labor periodística que catalizar, acompañar y narrar con la máxima plenitud posible el ejercicio ciudadano de la libertad. (Foto: Getty Images)

¿Estaremos a la altura de quienes plantaron y plantan, en duras circunstancias, la bandera de la honestidad? ¿Podremos, sabremos relatar sus angustias sin silencios vergonzosos ni hipérboles repugnantes? ¿Tendremos la decencia de al menos callar —y no sumarnos a coros polarizantes— cuando el valor no nos alcance para decir lo que se debe? ¿Encontraremos las palabras precisas, sin exponer los delicados filamentos que pudieran, quizá, perjudicar a quienes nos confíen sus historias de vida?

Cada día se pone a prueba de la integridad de quienes, reinventándose para sobrevivir en un satanizado medio informativo no estatal, bajo terribles presiones, no aceptan que fuerzas externas, o el resentimiento, condicionen su agenda editorial. Cada día —quiero pensarlo— se levantan brazos dignos que, aun trabajando en un medio subordinado al bloque de Poder (PCC/Estado/Gobierno) no se prestan a ignominias e intentan correr los límites y nombrar 100 donde la orientación permanente es callar 50. Unos y otros creen en el periodismo auténtico y en su utilidad social. También están, aquí, allá y acullá, los que han aceptado la cómoda e indigna postura del corista genuflexo.

Como un agua que no se puede parar ni con mil diques, la ciudadanía (tecnología e internet mediante) ha comenzado a interconectarse en pos de nuevos pactos sociales. La prensa —generalmente la alternativa— ha sido uno de sus brazos y voces. No olvidemos que ha habido reporteros pagando con cárcel, reclusión domiciliaria, destierro o sufrimientos familiares indecibles ese acompañamiento.

Participar, como explicaba un agudo teórico, implica tener, formar y tomar parte. Por ahí anda, intuyo, el reto periodístico de ahora y de mañana: tener, formar y tomar parte en el maravilloso despertar ciudadano que aspira, luego de décadas monocordes, a cambiar de una vez, «lo que deba ser cambiado». O, para decirlo con Leo Brower, a transformar «el país del no».

29 enero 2022 13 comentarios 1.795 vistas
5 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Los famas

Los famas

por Alfredo Prieto 30 diciembre 2021
escrito por Alfredo Prieto

Casi todo lo que decidimos hacer está —digamos francamente— copiado de modelos célebres.

Julio Cortázar.

Historias de cronopios y famas.

***

Según Alejo Carpentier, el español que llega al Nuevo Mundo no es un hombre del Renacimiento. Tipo segundón, sin herencia ni fortuna, transpira y socializa el imaginario de la Contrarreforma. No tiene como referente a Erasmo de Rotterdam, sino a San Ignacio de Loyola. Convencido de su Verdad, la única posible, se dedica entonces a lo previsible. En nombre de su Dios, erige su catedral encima del Templo Mayor de Tenochtitlán. Impone sus convicciones y su cultura toda.

También excluye y sataniza. La diferencia no tiene, de ninguna manera, derecho a un lugar bajo el sol. Y practica la pureza, empezando por la de la sangre, un bluff muchas veces levantado sobre bolsas de maravedíes destinadas a limpiar ancestros. Expulsa de sus dominios a quienes no comulguen con su credo, enviándolos afuera, a la lejana Ceuta o, con suerte e influencias, a Zaragoza.

En la Cuba de hoy existen personajes de similar estirpe: les llamo los famas. Hace seis años, el reconocimiento del gobierno cubano como un actor legítimo, y la negociación en términos de igualdad y reciprocidad —dos de los rasgos distintivos del proceso de normalización de relaciones con Estados Unidos—, no fueron, para ellos, motivo de jolgorio. Convirtieron entonces el hecho en un muro de lamentaciones, y lo que debió haber sido celebración lo transfiguraron en un funeral con tulipanes negros. Cuando se les leía/escuchaba, sonaban como las tubas de Tchaikovski en la Sinfonía Patética, no como el flautín de Lennon y McCartney en Penny Lane.

Una de sus prácticas habituales proviene del nominalismo medieval: lo que no se verbaliza no existe. Por ejemplo, cuando durante ese deshielo bilateral se puso de moda en Estados Unidos viajar a la Isla, apenas les dieron visibilidad social a personalidades como Usher, Smokey Robinson y Madonna, que anduvieron merodeando por sitios emblemáticos de La Habana. El procedimiento estándar consistía en confinarlos en sus predios y aplicarles la lógica del Quijote: «Mejor es no menearlo». Fábrica de Arte, Casa de la Música, Hotel Saratoga, algunos contactos sociales puntuales… Pero no mucho para el público con mayúsculas.

Los famas (2)

Madonna en La Habana (Foto: Yamil Lage/AFP)

Nada o muy poco dijeron sobre el impacto de esas interacciones culturales y humanas al regreso de estos y otros personajes a Estados Unidos, que en muchísimas ocasiones funcionaron como un boomerang respecto a cualquier presunción una vez que los artistas tenían contactos con las personas de carne y hueso en Cuba. Les aplicaban una etiqueta clásica: «bajo perfil», válida también para casi cualquier actor/actriz residente en el exterior que pretenda presentarse en su país y aparecer en la televisión. La prensa extranjera los reporta; la cubana solo en esos términos. Accionaba entonces un mecanismo viciado. Los de la Isla tuvieron que acudir al paquete o a las redes para enterarse de lo que pasaba en sus propios predios.

En este caso el problema radica, al menos en parte, en dar como válidas las presunciones de una política que, como todas, se basa en constructos. Uno de ellos consiste en propagar la idea de que quienes viajaban a Cuba eran «los mejores embajadores de la política y valores estadounidenses», algo que apenas se sostiene en una sociedad donde la diversidad y la contradicción son normas.

Ante ello, tal vez los famas nunca se hicieron preguntas como las siguientes: ¿Cuáles valores? ¿Los conservadores? ¿Los liberales? ¿Los de Donald Trump? ¿Los de Bernie Sanders? ¿Los de la peculiar izquierda estadounidense? ¿Los de la comunidad LGTBIQ+? Ni la libre empresa, ni el libre mercado, ni las libertades individuales —incluyendo la de expresión y la democracia— son en Estados Unidos templos universalmente concurridos, mucho más en tiempos del cólera.

Por otro lado, a lo interno los famas pueden volverse contra publicaciones on line, acción destinada a la aceptación acrítica de la idea de que todos los gatos son pardos. En esos casos retoman el mantra del dinero, aplicado a periodistas e intelectuales que cobran por sus colaboraciones, una práctica universal vigente en todas partes, pero allí estigmatizada. Lo verdaderamente problemático sería, en todo caso, amenazarlos o correrlos de sus empleos si se empeñan en hacer lo que, lamentablemente, es un ave muy rara en los medios oficiales: un periodismo de ideas. Los famas funcionan con certezas; las dudas y cuestionamientos les producen urticarias.

Los famas (3)

Los famas funcionan con certezas; las dudas y cuestionamientos les producen urticarias.

Asimismo, organizan eventualmente campañas contra profesores que no comulgan con su credo, utilizando como apoyatura uno de sus textos críticos para después crear una atmósfera propicia a las expulsiones, una manera de pasarles la cuenta sobre un historial previo de herejías y discrepancias. Como la noción de disenso también les es ajena, echan mano a mecanismos estalinistas de larga data en la cultura cubana para clavar al aludido en la otra orilla y fusionarlo con otra cosa.

Amenazar y eventualmente castigar constituyen expresiones de enquistamiento, mientras los problemas del país siguen ahí. En la esfera de los medios, donde los famas campean, habría entonces que prescindir, de una vez por todas, del modelo autoritario-verticalista de que nos habla Martín Barbero y reemplazarlo por prácticas comunicacionales horizontales y participativas. Por dos buenas razones: la primera, porque ese esquema copiado de los soviéticos resulta disfuncional ante el impacto de las nuevas tecnologías que han llegado para quedarse, como dice la canción de George e Ira Gershwin, y la segunda, porque la sociedad cubana cambió.

«Entre nosotros quedan muchos vicios de la Colonia», escribió José Antonio Ramos en 1916. Tal vez por eso, y más, hoy un pensamiento de Martí se recicla por derecho propio: lo difícil, en efecto, no es quitarse a esa España de encima, sino a sus costumbres. Y ya Lezama lo decía: «Solo lo difícil es estimulante».

30 diciembre 2021 16 comentarios 1.937 vistas
4 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Cine (1)

El futuro del cine cubano

por Orlando Rojas 10 diciembre 2021
escrito por Orlando Rojas

Ayer vi una película que me tuvo la noche en vela. Se trata del film Quiero hacer una película, realizada por Yimit Ramírez y un equipo de intrépidos cineastas cubanos.

No estoy en condiciones ahora mismo de escribir una crítica de la película. Sobre todo porque es tan compleja, inteligente y original que para hacerlo necesitaría una segunda visión. Ello, sin embargo, no me impide pensar que mi futuro como cineasta, y el de tantos otros que como yo se han lanzado o han sido lanzados al vacío en el momento en que estaban alcanzando su definición mejor, depende de la suerte que corra este excepcional debut de Ramírez.

Quiero hacer una película es una obra fundamentalmente transgresora y, como tal, un ejercicio de libertad y coraje extremos. No hace falta vivir en Cuba ni conocer personalmente a Yimit (como es mi caso), para comprender que su film es el manifiesto de su honestidad como artista y, de paso, el manifiesto de toda una generación de cubanos. No quiero ser hiperbólico, pero no hallo otra obra en la filmografía nacional —institucional e/o independiente— que en ese sentido la iguale.

Yimit nos ha regalado, sin aspavientos ni falsas poetizaciones, un film que es émulo del Sin aliento de Jean Luc Godard, uno de los puntos de arranque de la Nueva Ola Francesa. Jugando con los dos términos más usados por el poder cultural y la crítica posrevolucionarios, siempre apurados en precisar un «deber ser» para el cine nacional, este film es responsablemente irresponsable.

Ramírez relata en su primer largometraje una emocionante historia de amor. Los que no lo comprendan así y prefieran clasificarlo como un film políticamente inconveniente o una película porno, tienen en la rutina múltiples razones para hacerlo. No hay tampoco en el cine nacional una historia de amor (o de amistad) que no haya necesitado de coartadas ideológicas, moralistas o aleccionadoras, para justificar su esencia romántica.

Cine (2)  ***

Con menos de lo logrado por Ramírez en QHUP, ha llegado el franco-argentino Gaspar Noé más de una vez al «olimpo» de Cannes, y con ello ha logrado espacios universales para un cine más innovador y arriesgado, tanto desde el punto de vista conceptual como formal.  

Pero sucede que el contexto en que tiene lugar el film es la Cuba de hoy, repleta de problemas, contradicciones, polarizaciones; una realidad que se antoja a muchos como laberinto sin salida. Ocurre además que uno de los personajes de la historia, el coprotagónico antihéroe, tiene criterios negativos acerca del «apóstol de la patria». Y acontece, por último, que el antihéroe, en su pasión por filmar lo que pasa a su alrededor, sorprende a cubanos exteriorizando opiniones controversiales durante acontecimientos reales, como la visita de Obama, el concierto de los Rolling Stones, o el anuncio de la muerte de Fidel Castro en un acto público.

Todos esos elementos han sido suficientes para condenar el filme al ostracismo y, lo más probable, para convertir a Yimit en un apestado. Al parecer, nuestros promotores culturales ignoran una máxima elemental: una obra no se «clasifica» por los «bocadillos» que diga un personaje. Parecen olvidar también que un Balzac monárquico fue considerado por Marx como el más perfecto de los historiadores. Así, en lugar de celebrar su nacimiento, las instituciones oficiales cubanas han decidido condenar la obra fílmica más importante de la reciente producción nacional a la muerte.

En la otra orilla, en la segunda ciudad más poblada de cubanos, la cinta hasta ahora está sufriendo el mismo castigo. En tiempos en que yo era el director artístico del Teatro Tower, de Miami, el film y sus autores hubieran gozado de una premier por todo lo alto y una amplia exhibición comercial. Así se hizo con otra obra notable, Santa y Andrés, de Carlos Lechuga.

Tal vez las causas del silencio miamense sean la pandemia de Covid-19, o el recrudecimiento de la sanciones contra la población cubana, que pica y se extiende.  Ojalá no sea que el Festival de Cine y el Teatro Tower, ambos bajo las alas del Miami Dade College, prefieran ahora promover panfletos políticos sin mérito artístico para satisfacer los gustos y sensibilidades de la parte del exilio cubano que aún maneja el timón ideológico de la ciudad.

¿Qué diría Martí si se enterara que por preservar su honra se está impidiendo al público cubano disfrutar la mejor actuación femenina que el cine nacional ha dado en toda su historia? ¿Qué diría si supiera que una decisión por parte de enajenados promotores le está cegando el camino al más original de los cineastas del momento?

Cine (3)

¿Qué diría Martí si se enterara que por preservar su honra se está impidiendo al público cubano disfrutar la mejor actuación femenina que el cine nacional ha dado en toda su historia?

***

El pistoletazo de la censura no solo atraviesa la obra censurada, traspasa de lado a lado el alma de su creador. Lo digo por experiencia. Es una herida que rara vez sana.

Ayer, cuando estaba a media película, sentí miedo. Miedo al vacío en que pueden terminar nuestras vidas. Y detuve la película. Me levanté y fui a tomar un poco de agua. Estaba sin aliento, como en el título de Godard. Y sentí envidia, una envidia desgarradora. Yimit, en noventa minutos cargados de sugerencias sutiles, sabiduría dramatúrgica, acuciosa dirección de actores y desbordado coraje, sin pretenderlo, me había enseñado lo que debía haber sabido desde siempre: que jugándose el todo por el todo es como único se conquista ese misterio que se llama arte.

Como el resentimiento, la envidia es un sentimiento inevitable. Pero ninguna envidia es sana. Por tanto, lo único que nos queda por hacer, a mí y a todos los que se han sentido sacudidos por el film de Ramírez, es ponernos los electrodos y darnos un electroshock; digo, si aún estamos a tiempo.

A veces por las tardes, cuando escribo el guión que supuestamente me llevará de regreso al cine de ficción, tengo la sensación de que, más que un acto de creación, es una sesión de terapia. Después de ver Quiero hacer una película, no puedo sin embargo conceder un segundo más a ese pesimismo. Si necesito verdaderamente volver a filmar, lo tengo que hacer aunque deba esconderme como Tony, el personaje del film, debajo de una cama.

***

Parafraseo de nuevo (y pido perdón si parece una lección): una república no se funda como un campamento, una república no crece pidiéndole a sus artistas que usen uniformes, una república perece si se oscurecen las pantallas del arte.

Gracias, Yimit Ramírez. Gracias Neisy Alpízar. Gracias, Tony Alonso. Por robarme el corazón.

***

¿Dónde ver QHUP?

Festival de Cine INSTAR: I want to make a movie

10 diciembre 2021 12 comentarios 2.598 vistas
7 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Constructo

Constructo

por Jorge Fernández Era 5 septiembre 2021
escrito por Jorge Fernández Era

―Buenos días. ¿Es este el Instituto de Información y Comunicación Social?

―El mismo. La información es aquí. Para la comunicación social debo hacerle un pase.

―¿A dónde dirigirme si deseo solicitar una licencia de crítica constructiva?

―Deme su carné… ¿Sabe lo que es una crítica constructiva?

―Ha variado según las circunstancias.

―Una crítica constructiva (lo dice la resolución) es aquella que se hace «no para derrumbar la obra, sino para levantarla».

―No importa si los materiales escasean.

―¿Las suyas son anónimas o a pecho descubierto?

―En el Partido hice informes anónimos, los pedían así porque formaba parte de un grupo de Estado de Opinión. Cuando constataron que todas mis opiniones apuntaban al Estado, me sacaron de aquello, por poco me expulsan.

―¿Las ha hecho con nombre y apellidos?

―Hace algunos años se me ocurrió enviar una carta pidiendo la destitución de un ministro y terminé sancionado en mi núcleo, sin poder obtener el refrigerador al que aspiraba. Un año después el tipo fue defenestrado, pero yo seguí guardando el picadillo en casa de una vecina.

―Eso me huele a crítica de pasillo. Para ello debe solicitar la respectiva licencia.

―¿Se pueden tener las dos?

―Sí, pero la verificación es más larga. En los seis meses que aquí llevo solo alrededor de diez individuos han solicitado la doble personalidad. Ninguno ha recibido aún los permisos para ejercerla. Ayer mismo hubo que sacar a uno por la fuerza, se puso a criticar nuestra demora.

―No importa el tiempo que se tarde, me gustan las cosas legales. Al tío de un amigo mío se le ocurrió quejarse de la calidad del pan sin tener sus documentos en regla: ahora le piden tres meses de trabajo sin internamiento… en la panadería. Se buscó tremendo abogado, pero este no tiene cómo justificar que su defendido no sepa el precio exacto de la harina de trigo en el mercado internacional.

―Eso pasa. Yo llevo dos meses solicitando me cambien esta silla, y como no poseo licencia el papeleo ha sido enorme.

―Si cuando tenga la mía no se la han cambiado, la ayudaré en eso.

―Gracias, prefiero que no. Ya más de dos haciendo una crítica se considera un grupúsculo, y yo no me meto en política. A propósito: ¿está claro de cuáles son las instancias a donde dirigirse para expresar sus quejas?

―Imagino que según la magnitud de lo señalado.

―Baje de esa nube. Una crítica, para que sea considerada constructiva, debe hacerse en el lugar y momento adecuados, además de ser dirigida al funcionario que es. Difícil lograr las tres condiciones, pero con los años uno adquiere la maña… y termina callándose.

―Y devolviendo la licencia.

―Una amiga mía, en uno de los recorridos del presidente por los barrios, se le ocurrió preguntar por qué habían convertido en tienda MLC al único establecimiento comercial en dos kilómetros a la redonda. No salió peor porque lo gritó cuando tocaba que el batallón de muchachos universitarios que desembarcó en su cuadra le diera vivas al mandatario. Verdad que no había que llegar a eso con lo contento que andaba el presidente, capaz de que se repitiera lo que pasó con los periodistas: nadie les explicó su alergia a las críticas constructivas, hasta el aire le falta al pobrecito…

―A mí me basta con que alguien tome nota del problema y se resuelva.

―¿Se resuelva dice?

―Es un decir. Consciente estoy de que un problema resuelto da lugar en los revolucionarios al acomodamiento.

―Y a pensar que las demás dificultades pueden remediarse también. Hay revisionistas por ahí diciendo que el objetivo supremo del socialismo es resolver las necesidades cada vez más crecientes de los ciudadanos.

―No caeré tan bajo.

―Está por verse. Dígame ahora con qué crítica constructiva va a estrenar su licencia.

―No entiendo por qué es el Ministerio de la Agricultura el que debe poner los recursos y la mano de obra para las reparaciones que se hacen en el Consejo Tamarindo. Nadie ha dicho cuánto se dejará de hacer en el campo a costa de eso, cuánta vianda sacrificaremos en aras de poner más bonito el agro.

―Tomo nota… Firme aquí.

―Falta la postdata: se dice, no me crea, que los organismos deben concluir antes del 10 de octubre las obras de los barrios vulnerables a los que apadrinan. Me pregunto por qué esa meta, si en años no se hizo nada. De ahí las chapucerías, como esa escalera del Solar de las Margaritas que hubiera podido convertirse en la última que baja el presidente. Menos mal que, a diferencia de otras sociedades, en la nuestra la campaña electoral se hace después que nos lo imponen.

―…

―…

―Mire, por su bien le recomiendo se pierda un tiempo de esta institución. Revísese y vuelva en unos meses. Por menos de lo que ha dicho hay unos cuantos a punto de recibir la licencia de mercenarios, que es el procedimiento más sencillo y expedito.

5 septiembre 2021 12 comentarios 3.099 vistas
4 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Prensa (1)

El presidente y la prensa

por José Manuel González Rubines 31 agosto 2021
escrito por José Manuel González Rubines

Recuerdo que hace algunos años, durante uno de los últimos congresos de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en un reportaje del NTV se incluyó un fragmento de la intervención de la doctora Ana Teresa Badía, periodista y profesora. Ella afirmaba que la visita de un dirigente no era noticia porque este simplemente hacía su trabajo. Después de una breve transición, el próximo reporte reseñaba: fulano visitó tal lugar. Aquello, quizás una irónica casualidad, me pareció lamentablemente ilustrativo.

El pasado martes, la televisión transmitió dos de las cuatro horas de reunión sostenida entre profesionales de la prensa estatal y el presidente de la República. Aun cuando desde hace semanas es habitual ver al mandatario ante representantes de sectores sociales, ninguna de sus reuniones ha despertado tanto interés como esta. Ninguna había sido tan polémica.

Los periodistas

«Aquello fue un pequeño congreso de la UPEC», me dijo alguien del gremio. El espacio fue aprovechado no solo para señalar insatisfacciones en torno al modelo de prensa cubano y la relación de los medios y los periodistas con el Partido y las instituciones —debates de muy larga data—, sino también para expresar opiniones sobre el desempeño del gobierno ante cuestiones puntuales, algunas sin relación directa con la comunicación.

Resulta llamativo que la palabra «transparencia» —glásnost en ruso, vale recordar— se mencionara ocho veces en este 50% de encuentro al que hemos tenido acceso. Intervenciones enteras versaron acerca de lo necesario de esa cualidad de la información y sobre los daños que ocasionan el secretismo y la opacidad en los manejos públicos. Tales cuestiones, también antiguas, últimamente se han acentuado de modo alarmante. Menciono como ejemplos la publicación exprés del decreto-ley 35, realizado sin consultas populares ni debates parlamentarios, o el escueto anuncio de Perlavisión de que los cienfuegueros serían inmunizados con la vacuna china.

Asimismo fueron recurrentes las referencias al diálogo, el respeto a la pluralidad y la necesidad de atender la crítica.

Prensa (2)

Lirians Gordillo Piña, periodista de la Editorial de la Mujer.

Como en toda reunión, hubo intervenciones destacables. Una fue la de Lirians Gordillo Piña, de la Editorial de la Mujer, quien en referencia a las protestas del 11 de julio señaló: «La justicia debe prevalecer desde una mirada interseccional y humanista, vigilante a cualquier prejuicio ideológico. (…) A los problemas políticos necesitamos responder con acciones políticas, culturales y sociales, no con acciones policiales».

«Nada puede dañar más a este país que una injusticia o un exceso que no se asuma en voz alta, un error que no se repara», aseveró.

Por otra parte, sobre la base de un diagnóstico realizado a partir de las opiniones de los trabajadores —profesionales y personal de servicio— de la Agencia Cubana de Noticias (ACN), su directora Edda Diz Garcés, apuntó, entre otros interesantes tópicos: «No basta con la existencia de normas, decretos, leyes, si estas no se cumplen de forma real, efectiva y sistemática».

La doctora Ana Teresa Badía, que se apoyó en un trabajo de minería de datos, reveló los términos más repetidos en las opiniones obtenidas de la población: «desconfianza, ineficiencia, mentira, especulación, ineptos, improvisados, bloqueo, éxodo, hay que irse, huérfanos sin Fidel, desconfianza». Sobre esa base, convocó a transformar la manera en que los políticos comunican y alertó que pudiera repetirse dolorosamente otro 11 de julio.

Sin dudas, ha sido la de Cristina Escobar la intervención más replicada. La periodista apuntó algo esencial, que ya algunos habíamos advertido, especialmente después del 27 de noviembre, de la campaña que tuvo como centro el espacio de Humberto López en el NTV, y del llamado del presidente el 11 de julio: «Todo ejercicio que desde los medios públicos y oficiales reproduzca y ayude a ese discurso de odio [el que imponen las agendas establecidas con fondos procedentes de EE.UU.] está contribuyendo con el enemigo. No podemos normalizar el odio en nuestros discursos periodísticos».

También hizo referencia a la veracidad informativa: «Cada mentira que sale ahí [en los medios estatales] nos desacredita, y desacredita al presidente, y desacredita a la Revolución».

El presidente

Pese al aire acondicionado del salón, el presidente transpiraba contrariedad. Su lenguaje corporal mostró no solo desconcierto, sino franca molestia. Por ello, justificó y explicó en su intervención más de lo que proyectó. «Es que la prensa ha sido siempre de los sectores más fieles. Él nunca esperó que ellos tuvieran esas opiniones sobre su gestión y se atrevieran a dárselas», me comentó un amigo.

Su análisis tiene razón en parte: fidelidad no implica asentir ante todo; de hecho, es más fiel quien señala deficiencias para que estas sean superadas, que aquel que aplaude en público y descuartiza o sabotea en privado. Allí se realizó un ejercicio de crítica y alerta informada, pero, desgraciadamente, no siempre esa práctica, a la que no estamos acostumbrados por estos lares, es bien recibida.

Después de mencionar hechos lejanos en el tiempo y los contextos, el presidente afirmó ante personas muy bien informadas que las manifestaciones del 11 de julio no fueron para nada pacíficas. «Eso es un cuento», dijo, y argumentó que no existen imágenes que lo demuestren, por lo que se ha debido recurrir a la manipulación.

Es lamentable que los asesores del mandatorio no le hayan mostrado los cientos de videos que fácilmente se encuentran en internet, o los centenares de fotos tomadas por la prensa extranjera, sobre todo en la capital. En ellos se observan inaceptables actos de violencia perpetrados por manifestantes y también por fuerzas de seguridad, así como el carácter pacífico de la mayoría de las protestas.

Para sorpresa de muchos, reivindicó la «orden de combate» que diera en su alocución de ese día y tras la cual se desataron numerosos enfrentamientos. Sin embargo, aun cuando asegura no arrepentirse, su discurso —baste revisar la evolución de sus tweet— se movió de aquella convocatoria al combate en un inicio hasta una dulzona apología al amor social, postura más acorde a su puesto como jefe de un Estado del cual son parte tanto los manifestantes que gritaban a su favor como en su contra.

Hago un llamado a la solidaridad y a no dejar que el odio se apropie del alma cubana, que es un alma de bondad, cariño y amor. No permitamos que nos desunan los que no quieren lo mejor para nuestra nación. ¡Ojo! Lo que hoy cuentan las redes sociales no es nuestra #CubaViva pic.twitter.com/awTZjl9FEs

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) July 15, 2021

Respecto a la informatización de la sociedad, confesó tener una contradicción personal, ya que la concibe como un mecanismo «para que los procesos sean más eficientes (…), no para esas cosas que son tan vulgares y tan banales y que lo que siembran es odio». En una sociedad plural las personas emplean Internet del modo que estimen pertinente, el deber del Estado es velar porque en el ciberespacio no se comentan delitos tipificados en la legislación internacional —sin violar los derechos y libertades individuales de los ciudadanos—, pero no hay por qué imponer visiones subjetivas como las que manifestó el presidente.

En consonancia con lo planteado por la mayoría, resaltó la importancia del acceso a la información y la necesidad de desterrar el secretismo. «Que haya transparencia, todo el mundo tiene que rendir cuentas», dijo. Ojalá esta afirmación conlleve a que, finalmente, sea atendido el antiguo reclamo de que, por ejemplo, las empresas militares rindan cuenta de su gestión ante la Asamblea Nacional.

La prensa

Según el presidente de la UPEC, Ricardo Ronquillo: «el horizonte del sistema de prensa público de la Revolución tiene que ser que forme parte de los mecanismos de control social y de control popular». Ese es el objetivo de todo buen periodismo y más en un contexto y sistema social como el nuestro.

Tal deseo, sin embargo, ha animado infructuosamente a generaciones de periodistas y comunicadores cubanos. ¿Por qué no se ha logrado? ¿Por qué se repiten las mismas deficiencias en cada congreso de la UPEC? Para entenderlo hay que ir a la esencia del modelo de prensa.

La intervención de Adonis Subit Lamí, director del periódico Girón, medio provincial de Matanzas, arroja un poco de luz sobre el tema. Contó su experiencia en las relaciones con el Partido provincial y alentó al resto a actuar sin insubordinaciones pero sin dejarse dirigir desde fuera. Podría parecer ese el ideal de autorregulación, aunque sobre él pende una espada de Damocles.

Prensa (4)

Adonis Subit Lamí, director del periódico Girón, medio provincial de Matanzas (Foto tomada de Twitter)

La Constitución de 2019 establece que el Partido Comunista es «la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado». Por su parte, la Política de Comunicación Social del Estado y el Gobierno cubanos, regente de ese ejercicio en la Isla, consigna al Partido como: «rector de la comunicación social en el país, traza la política general para su desarrollo y ejerce su control». Entonces, ¿puede la prensa cubana controlar a quien la controla?

Entre los medios estatales y la dirección partidista existe una relación de subordinación. El directivo matancero mencionado socializó su experiencia, que es también la de otros que han conseguido hacer un periodismo medianamente crítico. No obstante, un sistema de medios, para ser funcional, no puede basarse en relación de subordinación alguna ni depender de especificidades personales de funcionarios y directivos.

Julio García Luis, reconocido decano de la Facultad de Comunicación de la UH cuyo nombre fue mencionado varias veces en el encuentro, asegura en su libro Revolución, Socialismo, Periodismo: «Las pretensiones de arbitrar contenidos han tenido históricamente resultados paralizantes y desastrosos».

Un profesor de la misma facultad cuenta esta interesante anécdota: durante una pasantía en un periódico norteamericano, conoció de la investigación desarrollada por uno de los periodistas del medio sobre las deficiencias de un modelo de avión que había sufrido algunos accidentes. Cuando presentó su trabajo al director, este elogió la rigurosidad pero lo engavetó: el fabricante de ese modelo de aviones era accionista del periódico.

Todo medio responde a intereses, sin embargo, dada la pluralidad del ecosistema mediático norteamericano, a ese periodista no le faltarían opciones para la publicación de su investigación. Sucede de forma muy diferente cuando el control es monopolizado por una sola entidad que domina todo el sistema.

En el caso de la prensa estatal cubana sucede lo mismo: mientras esté subordinada al Partido existirán excepciones de periodismo crítico pero con límites muy bien definidos en sus relaciones con el poder y los cuestionamientos que sobre este realice. Puede jugarse con la cadena, pero nunca con el mono. Es perfectamente lógico, no por eso justo ni cívico.

Prensa (3)

Julio García Luis, reconocido decano de la Facultad de Comunicación de la UH cuyo nombre fue mencionado varias veces en el encuentro. (Foto: Cubadebate)

A tenor con ello, en los congresos de la UPEC continuarán señalándose las mismas deficiencias, resueltas en algunos lugares con la intervención de directivos capaces y periodistas valientes. Nada más.

En el artículo 2.14 de la Política de Comunicación… se establece que los medios se financiarán fundamentalmente por el presupuesto del Estado. ¿Por qué entonces no someter el sistema mediático a control de una comisión permanente de la Asamblea Nacional, que es donde supuestamente el pueblo ha depositado su poder como soberano de la República y la cual también debería reformarse para contener lo muy diverso de la sociedad que está llamada a representar?

Solo así los medios serán auténticamente públicos y la política editorial se decidirá dentro de cada uno, al servicio de los intereses ciudadanos y no mediada por condicionamientos ideológicos.

El ejercicio fuerte, responsable y ético del periodismo únicamente puede traer buena salud para la República. Constituiría una fortaleza para la ciudadanía —ante la arbitrariedad posible de poderes externos e internos—, que se vería reflejada y representada en él, y un mecanismo de control efectivo y democrático, que proteja y reproduzca los principios y denuncie excesos o trasgresiones, independientemente de quién sea el culpable.

Alcanzar un modelo de prensa pública como el que la nación necesita es una empresa difícil en la cual se han embarcado generaciones de periodistas. Las ataduras que le impiden realizarse son sólidas; sin embargo, la ciudadanía lo exige y por ello capitular no es opción. Diría Martí que «Un águila no anda a trote: —y esa es la vida— ¡hacer trotar un águila!».

31 agosto 2021 37 comentarios 4.797 vistas
18 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Libertad de expresión

Ciberseguridad y libertad de expresión en Cuba

por Alina Bárbara López Hernández 30 agosto 2021
escrito por Alina Bárbara López Hernández

En una resolución no vinculante del 2016, la ONU declaró el acceso a Internet como un derecho humano cuya prohibición o impedimento será considerado una violación de los derechos humanos. El texto expresa que los mismos derechos que tienen las personas offline, deben ser protegidos online, especialmente en lo que respecta a la libertad de expresión.

La aprobación del decreto-ley 35 —«De las Telecomunicaciones, las Tecnologías de la Información y la Comunicación y el uso del espectro radioeléctrico»—, ha avivado el debate sobre las consecuencias de tal normativa en el ejercicio de la libertad de expresión en Cuba, una especie de Santo Grial que los modelos de Socialismo burocrático no logran encontrar aunque sus constituciones la anuncien.

Amén de esa preocupación existen diversas interrogantes: ¿deben los estados desentenderse de las derivaciones que el uso de internet y las redes sociales ocasionan? ¿Cuál ha sido la práctica internacional al respecto? ¿Cómo coligar los intereses de los estados y de la ciudadanía? ¿Lo legal es justo per sé?

Delitos en el ciberespacio y cómo combatirlos

En el ámbito del ciberespacio se manifestaron muy pronto delitos tradicionales: fraude, robo, chantaje, falsificación y malversación. Surgieron entonces términos como cibercrimen, ciberdelito o ciberdelincuencia, a los que se añadieron luego otros de naturaleza más política, como ciberterrorismo.

El carácter de red global indica una dimensión supranacional, y a ello tendieron los tratados y convenios multilaterales para combatir la ciberdelincuencia. El más importante de ellos es el «Convenio sobre Cibercriminalidad de Budapest» (2001), que cuenta con un Protocolo adicional, firmado en Estrasburgo en 2003, para penalizar actos racistas y xenófobos.

En su preámbulo reconoce la necesidad de aplicar «una política penal común, con objeto de proteger a la sociedad frente a la ciberdelincuencia». A tenor con ello, se estipularon tipos de delitos y se determinó que serían: acceso ilícito, interceptación ilícita, ataques a la integridad de los datos, ataques a la integridad del sistema, abuso de los dispositivos, falsificación informática, fraude informático, delitos relacionados con la pornografía infantil, delitos relacionados con infracciones de la propiedad intelectual y de los derechos afines y tentativa y complicidad.

Libertad de expresión (2)

En el ámbito del ciberespacio se manifestaron muy pronto delitos tradicionales: fraude, robo, chantaje, falsificación y malversación.

Las sanciones podían ser penales y no penales, e incluían la posibilidad de privación de libertad. Pero se aclaraba entre las condiciones y salvaguardas, la protección adecuada de los derechos humanos y de las libertades, en particular las derivadas de las obligaciones que cada parte hubiera contraído en los diferentes pactos internacionales.

El 12 de agosto de 2013, una nueva Directiva de la UE actualizó el listado de tipicidades al incluir: el «cibergrooming» (acoso sexual infantil), el «ciberstalking» (acoso predatorio o acecho) o el «ciberbullying» (hostigamiento, agresión o maltrato), con distintas variantes como el «sexting» (difusión inconsentida de imágenes íntimas), el «revenge porn» (porno revancha) o el «spoofing» (suplantación o uso de identidad de terceros).

El ciberterrorismo

Atención especial ha despertado el ciberterrorismo, un delito que puede alterar la estabilidad política de los estados. El FBI lo define como: «el uso ilícito de la fuerza o la violencia contra personas o bienes para intimidar o coaccionar a un gobierno, a la población civil o a cualquier segmento de la misma, en apoyo de objetivos políticos o sociales».

Javier Lesaca, de la Universidad de Columbia, en su artículo «Terroristas en la red: el modelo de comunicación digital que hace temblar las democracias», considera las trasformaciones que han ocasionado las redes sociales en el ámbito comunicacional.

Hasta finales del siglo XX, la opinión pública se formaba mediante la interacción de tres actores sociales: instituciones públicas, medios de comunicación y ciudadanos. En el proceso de creación de mensajes hegemónicos existía una relación vertical: las instituciones por lo general enfocaban el debate público y los medios ejercían de mediadores entre la administración y los ciudadanos.

La expansión de internet y las redes sociales, así como la democratización en el acceso a tecnologías para grabar, editar y difundir material audiovisual; han dejado obsoletos estos modelos de comunicación. Como resultado, las instituciones públicas han perdido el monopolio en la creación de mensajes hegemónicos y los medios no desempeñan el rol de mediadores, ya que nuevos agentes políticos pueden comunicarse directamente con los ciudadanos.

Ese nuevo panorama ofrece oportunidades para que grupos violentos y extremistas desarrollen guerras de comunicación que erosionan la base de los estados nacionales y de los sistemas políticos establecidos, de cualquier signo ideológico.

Dos ejemplos dan fe de lo anterior: la estrategia de comunicación de Al Qaeda a inicios del siglo XXI, y la del Estado Islámico en 2014. Esta última manifestó particular eficacia en la construcción de una narrativa de construcción nacional alternativa en torno a un proyecto político totalitario y extremista.

Libertad de expresión (3)

Ese nuevo panorama ofrece oportunidades para que grupos violentos y extremistas desarrollen guerras de comunicación.

Ante tales contextos, ¿deben los estados defenderse de intentos desestabilizadores y extremistas? A mi juicio la respuesta es afirmativa. ¿Cómo lo harán?, ese es el quid del asunto.

En su texto «Delincuencia informática: estándares internacionales para su tipificación y límites para su persecución», Marcelo A. Riquert —catedrático de Derecho Penal de la Universidad Nacional de Mar del Plata, y Juez de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal del Departamento Judicial Mar del Plata—, ofrece algunas pautas.

Según él, la forma en que se consolida en cada país o región la propuesta internacional para evitar la impunidad de los delitos en el ciberespacio, es condicionada por filtros valorativos propios, en los que intervienen factores de distinta naturaleza: ideológicos, políticos, económicos y culturales. A su juicio:

«El acento en la vigencia de las garantías constitucionales propias de un “Estado de Derecho” o en la “eficacia” en la persecución penal es el resultado de ese condicionante multifactorial, y la ley penal con relación al ciberespacio funciona del mismo modo que respecto de la criminalidad tradicional en el mundo material: tensionada entre el derecho penal liberal o de acto y el derecho penal autoritario o de autor. En síntesis, una concepción del poder punitivo que se corresponda con la visión de su destinatario como un ciudadano o como un enemigo».

¿Cómo un ciudadano o cómo un enemigo? Es evidente que esto dependerá de dos aspectos fundamentales: el grado de participación de la ciudadanía en la elaboración de la normativa y el grado de libertad que se le reconozca. Veamos algunos ejemplos.

Normativas para la ciberseguridad en algunos países

La ley que regula el uso de Internet en Brasil fue aprobada en 2014, luego de un proceso de deliberación que incluyó dos consultas públicas. Lleva el nombre de «Marco civil de Internet» y es considerada una ley de vanguardia a nivel mundial. Dichas consultas online generaron 2.095 comentarios —disponibles en el fórum que las hospedó— y 4.177 tweets con la etiqueta #marcocivil.

Leticia Capone y Sergio Lifschitz, especialistas en Comunicación e Informática respectivamente, en su investigación «El marco civil de Internet: contribuciones de las consultas públicas online para el debate sobre el tema», hacen un exhaustivo análisis de los comentarios y tweets.

El análisis resultó en 322 indicadores y a partir de ahí fue estudiada su relación e influencia en los contenidos de los discursos y pronunciamientos parlamentarios: 167 en la Cámara de Diputados y ocho en el Senado. Como resultado de esa construcción colectiva, e incluyendo todas las vías de participación, se establecieron principios, garantías, derechos y deberes para el uso de internet en Brasil. Entre ellos:

1) La neutralidad de la red, que garantice que todas las informaciones circulen de modo isonómico, independientemente de su contenido, origen o destino, servicio, terminal o aplicación.  

2) La protección de los registros, siempre preservando la honra, la vida privada y la imagen de los usuarios.

3) La responsabilidad de las publicaciones, que solamente pueden ser retiradas por el proveedor de los servicios de internet en el caso de una orden judicial, garantizando la libertad de expresión de los usuarios e impidiendo la censura.

4) La guarda de dados, que responsabiliza al proveedor en ese sentido.

Libertad de expresión (4)

En NetMundial, Dilma Rousseff firma la ley Civil Marco de Internet. (Foto: Roberto Stuckert Filho / PR)

El artículo 2do de la ley expresa: «La disciplina en el uso de Internet en Brasil tiene como fundamento el respeto a la libertad de expresión». Otro aspecto abordado se enfoca en la actuación del poder público, al que se apremia, en todas las instancias, a priorizar la tecnología, los formatos abiertos y libres; a divulgar públicamente datos; a desarrollar acciones de capacitación para el uso de internet; a establecer mecanismos de gobernanza transparente; y a usar Internet para promover la educación y el fomento cultural, democratizando el acceso a las redes.

Existen ejemplos de menor participación ciudadana en la elaboración de las normativas, pero ellos implican, por lo general, a diversas instancias. Chile es un caso. La filtración de tarjetas de crédito que sufrió el banco de ese país, aceleró la preocupación en materia de ciberseguridad.

La cronología del proceso abarcó, desde octubre de 2018 en que se presentó vía mensaje presidencial el Proyecto de Ley, y pasó por una serie de filtros intermedios —profesores de universidades, instituciones financieras, Corte Suprema y Senado—, hasta abril de 2019.

La normativa argentina reconoce el derecho a la libertad de expresión, el acceso a la información, a la privacidad de las comunicaciones y a la seguridad de los datos. Del mismo modo que se reconocen estos ciberderechos, también hay una serie de obligaciones que se exigen a los ciudadanos: la no discriminación, el respeto a la privacidad e integridad de terceras personas, la convivencia civilizada y el debate sin amenazas.

Una buena parte de los países ha creado —en el caso de Italia mediante un decreto Ley—, Agencias Nacionales para atender ciberseguridad, pero esa nación lo complementará con una Comisión Parlamentaria de Vigilancia.

Alemania estableció igualmente mecanismos de defensa ante ciberataques. Pero tiene tres elementos clave en su agenda digital: seguridad del ciberespacio, derechos humanos universales y oportunidades económicas. De hecho, en 2013 y 2014, la Asamblea General de Naciones Unidas —mediante una iniciativa germano-brasileña—, adoptó resoluciones sobre el derecho a la privacidad en la era digital.

En esencia, ha sido práctica internacional —con gradaciones, como acabamos de ver— la implicación de instancias ciudadanas, privadas y gubernamentales en la elaboración de las normativas sobre ciberseguridad. También lo es la primacía de la defensa de los ciudadanos y sus derechos de expresión constitucionalmente reconocidos.

Libertad de expresión (5)

En 2013 y 2014, la Asamblea General de Naciones Unidas —mediante una iniciativa germano-brasileña—, adoptó resoluciones sobre el derecho a la privacidad en la era digital.

El caso de Cuba

Como en el minicuento de Augusto Monterroso, cuando los cubanos despertamos ya el decreto-ley 35 estaba allí. Incluso publicado en la Gaceta Oficial, donde a veces otros decretos y leyes, después de aprobados, han debido esperar días para presentarse. ¿Es legal hacerlo de esa forma? Totalmente legal. ¿Es justo y legítimo? No lo creo.

No siempre lo legal es legítimo, ello depende de la eticidad y de la justicia en el contenido de la ley. Lo legal se apega al Derecho, está dentro de un marco jurídico establecido. Fueron legales los campos de concentración en Alemania, la segregación racial en los EE.UU., el Apartheid en Sudáfrica y, aún lo es la lapidación por adulterio en algunos países. Pero no fueron, ni son, justos o legítimos.

No haber tenido en cuenta a la ciudadanía en el proceso de elaboración de la norma, ni siquiera haberla consultado; no someter a debate en la Asamblea Nacional del Poder Popular un documento de tanta importancia, resta legitimidad al decreto ley al mostrarlo como resultado de las prácticas de un Estado autoritario.

Como bien afirma Alexei Padilla, especialista en temas de comunicación:

«A diferencia de sus homólogas de Bolivia, Brasil y Ecuador, la Constitución de Cuba no reconoce derechos y garantías imprescindibles cuando de democratización de la comunicación se trata. Son ellos: la prohibición de la censura previa, la cláusula de conciencia de los periodistas (inviolabilidad del secreto de la fuente) y el derecho de réplica. No se puede separar lo anterior del texto y espíritu del Decreto-ley 35».

De catorce objetivos declarados en el Decreto-ley 35, el primero de ellos es: «Coadyuvar a que la utilización de los servicios de telecomunicaciones sean un ins­trumento para la defensa de la Revolución». Entiéndase, para la defensa del gobierno.

Igualmente se pretende: «Satisfacer las necesidades generales del Estado y el Gobierno y las relacionadas con la Seguridad y la Defensa Nacional, el Orden Interior y la Defensa Civil en materia de las telecomunicaciones/TIC y del uso del espectro radioeléctrico»

Solo el séptimo se enfoca en «Proteger los intereses de los ciudadanos y asegurar el acceso a los servicios de te­lecomunicaciones/TIC y los derechos constitucionales; en particular el principio de igualdad, privacidad y secreto en las comunicaciones».

En ningún objetivo se explicita el respeto a la libertad de expresión. Cuba no ha ratificado el Pacto internacional de Derechos civiles y políticos, que permite convertir en vinculantes los contenidos de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Lo dice #Cuba soberana y lo confirman los expertos honestos de cualquier parte del mundo: nuestro #DecretoLey35 va contra la desinformación y la ciber mentira. https://t.co/3woT4yJJwT

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) August 18, 2021

El decreto contiene también la Resolución 105, o «Reglamento sobre el modelo de actuación nacional para la respuesta a incidentes de ciberseguridad», que se encarga de su tipificación. Gran parte de estos incidentes corresponden con las normativas internacionales. Sin embargo, en la categoría «Daños éticos y sociales», y tenida como de nivel alto de peligrosidad, se incluye la «Difusión dañina» que se categoriza como:

«Difusión a través de las infraestructuras, plataformas o servicios de telecomunicaciones/TIC de contenidos que atentan contra los preceptos constitucionales, sociales y económicos del Estado, inciten a movilizaciones u otros actos que alteren el orden público; difundan mensajes que hacen apología a la violencia, accidentes de cualquier tipo que afecten la intimidad y dignidad de las personas».

Esta tipificación es ambigua e imprecisa, cosa muy peligrosa en materia legal, pues en interpretaciones posteriores de funcionarios y agentes del orden, podrá penalizarse la crítica social y política que hacen los ciudadanos en las plataformas virtuales.

Al respecto, apunta el traductor, guía de turismo y activo usuario de Facebook, donde realiza agudos análisis sobre la realidad cubana, Arturo Mesa, refiriéndose al tratamiento que se hizo del asunto en el programa televisivo Mesa Redonda:

 «Leída bien la parte que decía que resulta altamente peligroso difundir contenidos que atentan contra los preceptos económicos, a lo cual nadie allí se refirió, mientras seguían ejemplificando con decretos similares (manipulación de ellos) en países en donde no está explicitado nada de eso. ¿Qué significa ese postulado? Pues yo lo veo como: “Acepta el ordenamiento que to’ está bien, cuidadito con criticar el plan”. ¿Es eso? ¿O quién va a definir qué significa subvertir el orden constitucional?   ¡Interpretaciones todas las que quieras!».

Este decreto y su resolución 105 privilegian un enfoque de seguridad y dan la espalda a las perspectivas que resaltan el derecho a la comunicación y al funcionamiento democrático y trasparente de las instituciones públicas. El jurista Julio César Guanche, desde la aparición del fenecido decreto-ley 370, dedicó a esta problemática su artículo «La biblia de la libertad de un pueblo».

Internet y las redes sociales, con sus inconvenientes reconocidos, son esenciales para cubanas y cubanos, pues se han convertido en el ágora pública por excelencia. En ausencia de espacios reales de participación, las plataformas virtuales son las que miden el termómetro de la opinión ciudadana, por ello, cualquier intento de coerción atenta contra la libertad de expresión en un nivel más alto que en países que disponen de otros espacios políticos y cívicos. 

Me parece pertinente en tal sentido, este análisis del jurista Eloy Viera:

«La Resolución 105/2021 contrasta con las regulaciones europeas no solo por su alcance, sino porque en el caso cubano —a diferencia del europeo en el cual predomina la pluralidad— algunos de los contenidos protegidos por la norma como “los principios constituciones, sociales y económicos del Estado cubano”, justifican la existencia de una única ideología, de un único partido político y de la centralización de la economía como vías exclusivas para el futuro del país. Cualquier idea contraria a esos principios —que deberían considerarse un ejercicio de la libertad de expresión y de pensamiento— podría ser entonces —de acuerdo con la Resolución 105/2021— monitoreada, investigada y criminalizada de ser necesario, así como removida del espacio virtual si el Gobierno cubano pudiese».

Es deseable que en el ciberespacio no se propaguen noticias falsas, que se penalicen los perfiles simulados o anónimos, que no se calumnie o se denigre a las personas, que los debates no sean groseros u ofensivos en sus términos, que no se discrimine, que no se difundan mensajes de odio. Pero es necesario respetar el criterio ajeno, la opinión discrepante y la crítica social y política ante decisiones gubernamentales y partidistas.

Desde antes que aparecieran el decreto-ley 35 y la resolución 105, periodistas independientes, opositores y personas que hacían críticas en redes sociales ya habían sido multados y sus medios de comunicación incautados. Ahora la situación será peor. Tengo un amigo médico al que se le levantó hace pocos días un «acta de advertencia» en base a la nueva normativa. Su «Difusión dañina» fue haber compartido una carta de galenos cienfuegueros que hacían fuertes críticas al gobierno por el manejo de la pandemia.

La resolución de la ONU del 2016 expresa que los mismos derechos que tienen las personas offline, deben ser protegidos online, especialmente en lo que respecta a la libertad de expresión. En Cuba, paradójicamente, son las personas online las que luchan por los derechos que no tienen las personas offline, por eso es imprescindible mantener la libertad de expresión en el ámbito del ciberespacio, cuestión que puede afectarse con la nueva normativa cubana.

Cualquier intento por detener las críticas y la participación ciudadana en las redes sociales será en vano, como bien afirmara en su muro de Facebook la economista y profesora Katia del Llano:

«Una mala noticia (para algunos): las redes sociales llegaron para quedarse. No importa que se les bautice con otro nombre, son el presente y el futuro espacio donde hay que librar batallas. Si los obreros no pudieron detener la revolución industrial, luchando contra las máquinas, menos se podrá detener el avance de la revolución digital».

Estaremos atentos a la aplicación del decreto-ley 35. Sabremos denunciar cada caso en que se violente un derecho. En ausencia de otro que nos represente, el ciberespacio es nuestro Parlamento.

30 agosto 2021 49 comentarios 3.052 vistas
12 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
Palabras

Palabras a los intertextuales

por Jorge Fernández Era 27 junio 2021
escrito por Jorge Fernández Era

El director de la editorial me ha citado, desea entrevistarse conmigo. La editora del libro me adelantó que hay varios cuentos con «problemas políticos», y que si no los elimino me quedaré con ganas de publicarlo. Uno sobre todo será el centro de una reunión que se dibuja angustiosa. Lo titulé «Caperucita y los Tres Cerditos». En esta versión la chiquilla ha abandonado su matiz rojo y ahora se declara de centro izquierda. A la abuelita le ha sido otorgada la condición de vulnerable. Caperucita debe dar todos los días dos viajes al comedor del Sistema de Atención a la Familia, y luego partir al bosque con los pozuelos a llevarle la comida a la señora. La Dirección de Trabajo y Seguridad Social sospecha que la anciana los engaña, pues gracias a un raro pez con bigotes que habita en un arroyuelo cercano se han enterado que la susodicha fomenta un plan de desarrollo local para la cría de cerdos, y que ya posee tres. Debido a la pobreza de la vieja, los puercos tratan de construirse una cochiquera por esfuerzo propio, un leñador les vende los materiales a precios especulativos. El lobo se ha hecho de la vista gorda, pero no le gusta ni un poquito que se burlen de su poder, organiza un recorrido para chequear la implementación de los últimos acuerdos. Al llegar a casa de la abuelita, le pregunta quién ha autorizado ese proyecto de desarrollo endógeno. A la pobre vieja le da un infarto ante semejante palabreja. Caperucita llega justo cuando el lobo ha terminado de almorzársela, y ante las preguntas de la niña le plantea que no habrá diálogo mientras no le explique quién financia desde el extranjero esa cría de cochinos.

El tipo me hace pasar a su oficina. Hojea el volumen de cuentos y me comenta que están muy complacidos con el cuidado puesto en la ortografía y el claro dominio del lenguaje. Que si por ello(s) fuera, el texto íntegro tenía luz verde para ser enviado a imprenta, pero el problema estriba en que la libertad artística tiene sus límites y mi hipercriticismo se pasa de listo. Que el hipérbaton, como alteración del orden que las palabras tienen habitualmente en el discurso, está muy bien llevado en mi literatura, pero cuando ese orden se altera con manifestaciones como la del 27 («en la que sabemos que usted participó»), la cosa cambia. «Cambia tanto ―le respondí―, que de revolucionarios que fuimos a las veinticuatro horas, devenimos en mercenarios en menos de una semana». «Eres muy dado a la hipérbole ―apuntó él―, a la exageración de las circunstancias, los relatos o las noticias». «Eso hace todos los días la prensa ―le rebatí―, pero estamos tan acostumbrados…». Cité a continuación el proverbio chino que reproduzco en el libro: «“Impedir que se exprese la voz del pueblo es peor que detener el curso de un río”. Para qué sirve que cada vez tengan los ojos y las orejas más grandes, si no nos oyen ni nos perciben mejor. No es justo que haya seres humanos con derechos y seres “umapnos” sin ellos. No estoy por la división: si por mí fuera, Cuba se hubiera quedado con las seis provincias que tenía».

«Vayamos a ese cuento… ―alargó la frase como probando fuerza―. Se hace notoria la intención de recurrir a la intertextualidad para hacer guiños a un presente difícil, complejo, y que ustedes llaman contradictorio. No era necesario, por ejemplo, en una fábula donde confluyen varios animales de leyendas pretéritas, invocar al león y mencionar que con su anuencia están ocurriendo cosas feas en la selva. Tampoco decir que en la producción de carne se ha establecido un plan quinquenal gris y no se cumplen ciertos parámetros. Mucho menos, en la escena del consultorio, ante la frase de la enfermera de que esa vacuna, más que vacuna, es un país, poner en boca de Caperucita una expresión según usted antimperialista, pero de doble lectura y con muy mala leche: “Ay, enfermera, entonces no me ponga la Base Naval de Guantánamo”».

«¿No es magnífico que cada cual lo interprete como le venga en ganas, que no coincida lo que piense uno con lo que dilucide el otro?», pregunté. «Esa es la cosa ―dijo él―: necesitamos un arte con evidencias de otredad, pero hecho con buena fe. Se puede tener criterios diferentes siempre que se expongan en el momento y lugar adecuados, para que sean atendidos por los canales correspondientes».

No pude más y me fui, pidiéndole se metiera el libro por los canales correspondientes. Él engoló la voz para emitir una frase ya conocida que a mí se me antojó «Con la evolución todo, contra la evolución nada».

27 junio 2021 22 comentarios 3.339 vistas
5 FacebookTwitterLinkedinTelegramEmail
  • 1
  • 2
  • 3
  • …
  • 5

Ayúdanos a ser sostenibles

Somos una organización sin fines de lucro que se sostiene con donaciones de entidades e individuos, no gobiernos. Apoya nuestra independencia editorial.

11 años en línea

11 años en línea

¿Quiénes Somos?

La Joven Cuba es un equipo de investigación y análisis político que trabaja por un país justo, democrático y sostenible. Con una plataforma digital y un equipo especializado en el análisis de la realidad cubana, aspiramos a ser punto de enlace entre la sociedad civil y los decisores, mediante la investigación y la generación de conocimiento sobre la aplicación de políticas públicas.

@2021 - Todos los derechos reservados. Contenido exclusivo de La Joven Cuba


Regreso al inicio
La Joven Cuba
  • Inicio
  • Quiénes Somos
    • Equipo
    • Historia
    • Nosotros
    • Consejo Asesor
  • Grupo de Estudios
    • Libros
    • Dossiers
  • Contacto
 

Cargando comentarios...