En los tiempos y condiciones que corren, José Martí continúa siendo un pensador necesario para cualquier proceso genuinamente emancipador, así como para la estructuración de una sociedad democrática y próspera. Poseedor de un acendrado humanismo, librepensador que se ha ilustrado ampliamente, civilista por convicción; Martí sueña con una patria acendrada por el decoro y la concordia inclusiva.
A su innata inteligencia, sensibilidad y empatía hacia los otros, suma la voluntad de sacrificio y la rectitud que le han inculcado los padres, la búsqueda de la excelencia y la virtud que ha cultivado el maestro Mendive, así como su actitud rebelde ante todo acto de injusticia, que desarrollara desde sus tempranos años de presidio y destierro. Todo cuanto hace está movido por su espíritu de justicia, su confianza en la virtud y su convicción de la posibilidad de perfeccionamiento del ser humano.
Entonces no resulta fortuito —al analizar sus actos de preparación de la revolución necesaria—, apreciar el cariz que tiene su relación con los militares ni su voluntad de defender la más plena democracia para su país. Por eso es que se enfrenta a determinadas posturas adoptadas por los veteranos, que le hicieron precaver cierta predisposición en ellos —dada su verticalidad de orden y disciplina así como ciertos prejuicios hacia los civiles, no siempre injustificados—; a ser los que determinaran y prevalecieran en la organización de la vida cubana tras la independencia.
Martí se opone de plano y concibe una estructura política cuidadosa e integralmente constituida, que organice la guerra y a la vez prevea las condiciones fundamentales para, una vez independientes, fundar una nación libre donde los militares cumplan su parte fundamental sin que comprometan el futuro desempeño de la república.
En tal sentido es que escribe a Gómez: «… ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana?» (OO.CC, T. 1, p. 178). Desde ya está alzando como bandera para la realización de la posible nación, el cuidado y consentimiento de las libertades públicas, o sea, la posibilidad de que sus compatriotas desempeñen, sin objeciones ni limitaciones, sus derechos ciudadanos.
Con ese fin crea el Partido Revolucionario Cubano, concebido no como una estructura que una vez ganada la libertad se consolide y entronice para decidir los asuntos de la patria; sino como lo que en su concepto prístino es un partido: un medio transitorio para aunar voluntades con el fin de conseguir determinada meta política. Dicha intención está explícitamente manifestada en las bases del Partido: «…lograr con el esfuerzo de todos los hombres de buena voluntad, la independencia absoluta de la isla de Cuba» (OO.CC., T. 1, 279). Notemos que propone dos condiciones: esfuerzo y buena voluntad. No hay un carácter deliberadamente ideológico. Solo se anhela conquistar la soberanía del país.

José Martí por Raúl Martínez
Pero ante la actitud de la metrópolis de no ceder un ápice su control de la Isla, y considerando que las vías pacíficas no habían logrado el intento libertario, concibe un método ineluctable: la revolución. De modo que prevé como tarea central del Partido: «…ordenar, de acuerdo con cuantos elementos vivos y honrados se le unan, una guerra generosa y breve…» (OO.CC., T. 1, 279). Volvemos a encontrar el deseo de sumar voluntades honrosas para la tarea, pero además, su espíritu humanista y para nada belicista lo hace considerar la acción bélica como «generosa», cualidad extraña para una acción armada pero no rara en un hombre de su sensibilidad; o sea con el mínimo indispensable del uso de la fuerza, y en un lapso breve para que se evite la prolongación del sufrimiento en el tiempo.
Ahora bien, al pensar en la guerra como forma de conseguir el poder, ¿postulaba Martí la continuación de la labor del Partido en la dirección del país? Para nada. Los propios estatutos aclaran cuál es el objeto del esfuerzo militar una vez conquistada la independencia. La liberación por las armas está «encaminada a asegurar en la paz y el trabajo la felicidad de los habitantes de la isla» (Ibídem).
Fijémonos detenidamente en tres términos fundamentales, pues en Martí no hay nada fortuito: paz, trabajo y felicidad. De modo que, una vez depuestas las armas victoriosas, lo que sobrevendría sería un clima de tranquilidad que favoreciera el desarrollo del trabajo como manera de obtener los bienes que garantizaran el bienestar de los cubanos. En última instancia, el objeto de la revolución debía ser la felicidad del país, que es en definitiva lo esencial de la vida humana.
Por ello no deja de enfatizar en las características que tendría esa guerra y en sus consecuencias para Cuba: «… una guerra de espíritu y métodos republicanos, una nación capaz de asegurar la dicha durable de sus hijos…» (Ibídem). Notemos la acentuación del sentido republicano que le confiere, no solo al objetivo de la guerra sino a la formación sociopolítica derivada de ella, que destierra cualquier rasgo colonialista o monárquico que, por experiencia, sabía había perturbado los esfuerzos emancipadores en otras naciones del continente, como Haití y la Gran Colombia.
Es la república la nueva forma de organización de la vida social y política de un país que la independencia, la industrialización y el ejercicio de los derechos humanos demanda, pues son las condiciones que propician que los ciudadanos vivan según sus potencialidades y adquieran con ella la mayor cantidad de dicha.
De igual modo Martí sintetiza esta idea en el Manifiesto de Montecristi, que no solo fundamenta ampliamente la necesidad de la guerra, sino cómo debe concebirse la misma y cuales sería sus perspectivas futuras. Allí explica que sería una «guerra digna del respeto de sus enemigos y el apoyo de los pueblos, por su rígido concepto del derecho del hombre, y su aborrecimiento de la venganza estéril y la devastación inútil» (OO.CC., T.4, p. 101). Desea que cuanto se haga por las armas sea lo razonable y considerado, de manera que los contrarios y los amigos admiren su justeza.
Es constante su vocación de aunar voluntades por encima de diferencias secundarias, siempre que se labore con honor y deseo de ampliar los caminos de la patria. Por eso, además de convocar a los cubanos de buena voluntad, como expresa en el Manifiesto de Montecristi, rechaza toda duda sobre la inclusión del negro y el español en la instauración y desarrollo de la nueva república, intenta desterrar el temor que estos puedan sentir ante la acción libertaria, y concibe su participación con la sola condición de que todos hagan trabajo generoso para levantar el país y mantengan una actitud cívica tendiente a la consolidación de la nación, laboriosa y justa, que se desea constituir.
Al analizar las bases del Partido Revolucionario Cubano, se puede apreciar su sentido transitorio y funcional. Allí se explicita que el mismo: «…no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia…» (OO.CC., T. 1, p. 279). Reparemos en que se destierra totalmente cualquier posibilidad de liderazgo único e ilimitado, ni tampoco de una administración oficinesca. El Partido, y en eso insiste constantemente, busca fundar un estado moderno, no establecer una nueva monarquía partidaria. Esto sugiere que una vez concluida la contienda, el Partido daría lugar a formas de gobierno y administración que sustentaran la naturaleza de la república y ofrecieran posibilidad de realización a las libertades públicas y al más amplio ejercicio ciudadano.

José Martí visto por Jorge Arche.
El Apóstol se apoyaba en estimular las mejores virtudes de los cubanos para fundar esta nueva nación. Conocía lo ocurrido en otros lugares del continente y ansiaba prever para Cuba las arbitrariedades y formas de poder que había generado la colonia. Por eso incitaba el esfuerzo cooperativo y laborioso de los mejores cubanos, que deberían convivir en concordia y colaboración.
Las bases del Partido así lo expresan: «…fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legítimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia…» (Ibídem). Y no existe en sus ideas ningún sentimiento de revancha ni exclusión de cubanos, bien sea por ideas, raza o actitudes distintas, porque explícitamente declara trabajar con el empeño «de todos los hombres de buena voluntad». Martí jamás habría dado la orden de combatir a quienes opinaban distinto si se integraban honradamente al levantamiento del país.
Hombre de amplia perspectiva, sabía que no se podía lograr una república armoniosa desde la pobreza y el caos de una economía ineficazmente diseñada, y sin participación general y apertura a las más diversas maneras de producir hacienda. De manera que expone literalmente que la República que surja tras la libertad deberá: «… sustituir el desorden económico en que agoniza con un sistema de hacienda pública que abra el país inmediatamente a la actividad diversa de sus habitantes…».
Sabe que el sostenimiento, no solo de la libertad, sino de la paz y el porvenir de una nación, no se basa únicamente en las buenas intenciones, sino en el fomento de los bienes necesarios para la existencia, a partir de una economía diversa, sólida y funcional. Dos términos son cardinales en su proposición: «abrir» el país a la actividad productiva, así como actividad «diversa», pues solo en la multiplicidad de emprendimientos pueden suplirse las condiciones materiales que la nación y sus ciudadanos necesitan para la existencia y prosperidad.
Una y otra vez, el Maestro clama por una integración de todas las fuerzas benéficas para fundar la nueva República. Sabía que la verdadera libertad era imposible sin la participación espontánea y cooperativa de los diversos sectores sociales. No se podía derribar el absolutismo colonial para sustituirlo por otro, aunque revestido de carácter nacional.
Es así que en carta a Máximo Gómez advertía, entre otras cosas: «Impedir que las simpatías revolucionarias en Cuba se tuerzan y esclavicen por ningún interés de grupo, para la preponderancia de una clase social, o la autoridad desmedida de una agrupación militar o civil, ni de una comarca determinada, ni de una raza sobre otra» (OO.CC, T 1, p. 219). La visión forjadora de una nueva nación es en Martí verdaderamente cooperativa, participativa e inclusiva.
Esto nos indica el espíritu amplia y honestamente democrático que imparte Martí al partido que ha fundado como medio, no como fin, para forjar una república moderna e independiente. Por lo analizado, no creemos que aspirara a transformar el partido en forma de gobierno y entronizarlo como único representante de la dirección de los asuntos del país. Esto se puede verificar por sus criterios en torno al hecho de gobernar: «Ha de tenderse a una forma de gobierno en que estén representadas todas las diversidades de opinión del país en la misma relación en que están sus votos». (OO.CC., Fragmentos, t. 22, p. 108).
Para entender la calidad y carácter que anhela para la futura república, es imprescindible acudir al discurso que Martí pronuncia en Tampa el 26 de noviembre de 1891 (OO.CC., T. 4, pp. 269-279). En él hallamos una serie de fundamentos para crear el tipo de patria que un pueblo esclavizado, sufrido tras años de penurias, abusos y guerra merece para alzarse como nación moderna. Desde el inicio, el orador traza la pauta que debe mover toda acción: «Para Cuba que sufre, la primera palabra». No hay aquí distinción alguna a grupo, partido o sector de poder. Se trata de anteponer, a cualquier pretensión grupal o anhelo personal, el destino de un país que debe dejar de pasar penurias. El país antes que cualquier fracción.
Inmediatamente dice: «…yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre». Como condición primordial para el desarrollo de un sistema de legislación, este debe cumplir, primero que todo, no con un sistema filosófico, político o económico, sino con una virtud humana esencial: la dignidad absoluta de todo ser humano que sea cubano.
No hay favoritismos por ideología, raza, religión o cualquier otro rasgo: el hecho de ser cubanos les debía garantizar la total calidad de una existencia decorosa. Y lo aclara nítidamente: «Para libertar a los cubanos trabajamos, y no para acorralarlos».
Y esa amplitud de miras hacia todo ciudadano la hace aún más explícita en esta frase, que sintetiza un humanismo ilimitado y armonizador: «En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre: envilece a los pueblos desde la cuna el hábito de recurrir a camarillas personales, fomentadas por un interés notorio o encubierto, para la defensa de las libertades…».
Martí está estimulando así la solidaridad humana como fuente de todo acto emancipador, y rechaza radicalmente la posibilidad de que el goce de las libertades republicanas dependa de la pertenencia o no a determinado grupo o lobby de personas con influencias de cualquier tipo. La república es imparcial, justa e inclusiva; o no es.
Para que no quede duda del carácter universal que deben alcanzar las bondades y beneficios de la futura república, Martí cierra su alocución con una sentencia estremecedora, que se eleva como edificante y esperanzadora oración por el porvenir de la patria: «Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: “Con todos y para el bien de todos”». Debemos colegir que una victoria de la guerra de independencia representaría nada más y nada menos que «el amor triunfante», no la prevalencia de una ideología o un grupo de poder.
Por todo lo anterior deducimos que, de haber sobrevivido a la contienda, Martí jamás hubiera permitido que el Partido por él creado se convirtiera en agrupación política única y elitista de la Cuba conquistada, y mucho menos que se alzara por encima de la soberanía y los derechos de sus conciudadanos.
De la lectura del Programa del Partido Revolucionario Cubano, del Manifiesto de Montecristi, así como de otras cartas y discursos, se infiere su meticuloso respeto por las libertades públicas, así como un espíritu de unidad y concertación beneficiosa de los distintos elementos humanos que conviven en la nación cubana. Su postura fue siempre conciliadora, considerada con las diferencias y generosa con el bien común.
El Partido Revolucionario Cubano fundado por José Martí, sigue siendo un modelo de organización política con contenido altamente humanista y democrático, con una finalidad práctica cardinal que se sintetiza en el logro de la emancipación y la felicidad para todos los cubanos. El proyecto martiano de república sigue siendo hoy un ideal por concretar.
15 comentarios
Como todas tus reflexiones, una apreciación totalmente válida y ajustada a los tiempos actuales y eso es lo que mas molesta a tus críticos. Felicidades mi hermano,
¿¡Pero que leo en la Joven Cuba!?
Marti es Fidel. Fidel es Marti
«Fidel, Fidel Fidel, Fidel, Fidel.. coreaban los pioneritos en un acto de homenaje a Marti y un barba , de la emocion, no cabia en el traje.
«Hoy, ellos hibiesen sido como nosotros. Nosotros entonces hubiesemos sido como ellos»
Hablando de Marti…..los ninnos son la esperanza del Mundo…..
No se va a hacer un articulo sobre las recientes muertes de ocho recien nacidos en un Hospital Pediatrico de la Capital cubana?
Como es posible que no se hable aqui de ese asunto como se hablo de la explosion del Hotel Saratoga y los Tanques de Matanzas?
Sera por que las vidas de esos ocho criaturas, se apagaron, en silencio, sin el ruido de explosiones ni columnas de humo?.
Que triste.
Excelente texto, Manuel. Excelente y Necesario. Lo comparto.
Buen artículo. Cabe una oración que cada Cubano lleva en lo más hondo de su corazón : MARTI no debió de Morir.
Gracias, Manuel, necesario texto. Lo comparto. Un abeazo.
De gran importancia este articulo. Me gusta Vetdecia. De obligada lectura. Refleja lo contrario a lo que hoy prefomina en el poder
Nuestro tan llevado y traído José Martí, siempre malentendido y pisoteado por la ideología de turno.
Me pregunto cómo se pudieron apropiar de su pensamiento los que han destruido Cuba y mancillado a los cubanos con su socialismo/comunismo torpe y empobrecedor.
Hasta a Martí habrá que rescatar de las garras de esos señores.
Marti tuvo suerte de haber nacido antes de la Revolucion. Porque hubiera sido el primero en ser fusilado por nuestro fallecido monarca. Pero decimos que somos Martianos para, como dijo nuestro presidente, decir cosas que den risa.
😞😞😞
“Las etapas de los pueblos no se cuentan por sus épocas de sometimiento infructuoso, sino por sus instantes de rebelión. Los hombres que ceden no son los que hacen a los pueblos, sino los que se rebelan. El déspota cede a quien se le encara, no cede jamás a quien se le humilla; a los que le desafían, los respeta, nunca a sus cómplices. Los pueblos, como las bestias, no son bellas cuando bien trajeados y rollizos sirven de cabalgadura al amo burlón, sino cuando de un vuelco altivo desensillan al amo.”
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José Martí en el discurso en honor de Fermín Valdés Domínguez en Nueva York: José Martí, Obras Completas, t. IV, p. 324)
Ya no podran decir mas que son marxistas-leninistas ni de mentiritas. Putin aunque anda con los fondillos del pantalon rotos desde que se metio con los ucranianos, es un oligarca y no creo que su foto quepa en los congresos y las asambleas a no ser que lo pongan al lado de Hitler y Mussolini en los trios de siempre.
A Marti lo sacaran de vez en cuando como si lo montaran en una carroza de carnaval, pero estara mas anacronico que nunca al lado de oligarcas y tiranos.
Les recomiendo que la proxima vez no vayan a llorar a la plaza.
Vayan a llorar Maternidad
Todo hombre nace rey; la labor está en hallar en sí los útiles con que se hace el trono.
…
No hay cosa más escurridiza y vidriosa que la Libertad. Dama de gran valer, se enoja de que un solo momento la descuiden. Quiere plática que la entretenga, celo que la estimule, culto que la halague.
Todo es análogo en la tierra: en vano se pedirán flores hermosas al floral que cede a la maraña; en vano amor a la mujer de cuyo amor ansiosamente no se cuida; en vano fruto al árbol que se deja a regocijo de gusanos; en vano grandeza y permanencia a la libertad cuyo cultivo se abandona.
En el amor del hombre y la mujer, la ternura infatigable y galante es la dote de esencia, que asegura al afecto luenga y sólida vida: en el amor del hombre y la libertad, la fidelidad es la condición del goce permanente de la amada. Pues ¿quién deja a sus criados de servicio el cuidado de requebrar de amores a su dama? Ni ¿qué dama otorga mansamente su ternura a quien desdeña, por pereza, o por arrogancia, o por seguridad del amor de que no cuida, la tarea dulce de venir empeñosamente a demandarla? De abandonarse demasiado a la señorial seguridad que da el derecho, viene a los casados la mayor suma de sus males; y de esto mismo vienen sus mayores males a los pueblos.
La libertad ha de ser una práctica constante para que no degenere en una fórmula banal. El mismo campo que cría la era, cría las ortigas.
José Martí
Sra. Eva:
Le recuerdo las palabras del Estafador Ideologico mas grande de nuestra historia el 4 de Enero de 1959:
” Existe un derecho, cuando es realmente un derecho seguro; cuando se puede disfrutar sin el temor de que se lo arrebaten, porque nadie puede arrebatárselo
Libertad de prensa hay ahora, porque sabe todo el mundo que mientras quede un revolucionario en pie habrá libertad de prensa en Cuba (APLAUSOS). Quien dice libertad de prensa, dice libertad de reunión; quien dice libertad de reunión, dice libertad de elegir sus propios gobernantes libremente (APLAUSOS). Cuando se habla del derecho de elegir libremente, no se refiere solo al presidente o a los demás funcionarios, sino también a los dirigentes; el derecho de los trabajadores a elegir sus propios dirigentes (APLAUSOS). Cuando se habla de un derecho después de la Revolución triunfante, se habla de todos los derechos; derechos que son derechos porque no se pueden arrebatar, porque el pueblo los tiene asegurados de antemano.
Cuando un gobernante actúa honradamente, cuando un gobernante está inspirado en buenas intenciones, no tiene por qué temer a ninguna libertad (APLAUSOS). Si un gobierno no roba, si un gobierno no asesina, si un gobierno no traiciona a su pueblo, no tiene por qué temer a la libertad de prensa, por ejemplo (APLAUSOS), porque nadie podrá llamarlo ladrón, porque nadie podrá llamarlo asesino, porque nadie podrá llamarlo traidor. Cuando se roba, cuando se mata, cuando se asesina, entonces el gobernante tiene mucho interés en que no se le diga la verdad. Cuando un gobierno es bueno, no tiene por qué temer a la libertad de reunión, porque los pueblos no se reúnen para combatirlo, sino para apoyarlo. Quienes, como nosotros, tienen hoy el privilegio de ver a la masa del pueblo reunirse para brindarnos su respaldo, pueden comprender perfectamente, que solo cuando los gobernantes se han granjeado la enemistad de su pueblo, pueden concebir la estupidez, la injusticia, de negarles a los ciudadanos el derecho a reunirse (APLAUSOS).
Cuando un gobierno ha sido incapaz e inmoral, entonces es solamente cuando se le ocurre negarles a los ciudadanos el derecho de votar, porque, si es bueno, la ciudadanía le brinda su respaldo; si es malo, se lo niega.”
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Sra. Eva, segun el analisis de Fidel, no hay libertad de prensa hoy en Cuba porque tenemos un gobierno inmoral, incapaz, ladron, asesino, injusto, estupido, traidor, que se ha ganado la enemistad del pueblo.
Gracias nuevamente al Profe Verdecia por sus acertados análisis del pensamiento Martiano. Ojalá muchos lo puedan leer… yo también lo comparto.
Comunista hasta la muerte, el mejor comentador de este sitio.
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