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Historia

Revalorización de acontecimientos, figuras y procesos de nuestra historia

El Acorazado Potemkin

por Mario Valdés Navia 15 noviembre 2017
escrito por Mario Valdés Navia

Magnífico homenaje al centenario de la Revolución de Octubre es la exhibición por la televisión cubana del clásico de Serguei Eisenstein El acorazado Potemkin, en su versión para DVD del 2004, pues a este film –uno de los más importantes de la cinematografía mundial- le ha venido ocurriendo como al neutrino, que muchos hablan de él pero muy pocos lo han visto.

Aunque los hechos que narra corresponden a la Revolución de 1905, no a la del 17 como muchos creen, ambas estuvieron ligadas estrechamente, pues aquellos sucesos de Odesa contribuyeron a la maduración de una situación revolucionaria que desembocaría en el alzamiento bolchevique. No en balde la obra fue solicitada al joven cineasta por la dirección cultural soviética para conmemorar el vigésimo aniversario de la que se consideraba la antesala de la Revolución de Octubre.

Pero, en la cuerda de los aniversarios, lo más interesante para los cubanos de hoy es que se cumplen 90 años del estreno de la película en nuestra Isla, y de la polémica que se suscitara tras su censura y retirada de las salas de estreno por las autoridades machadistas, como parte de la política represiva que se extendía por el país y que tenía en el freno a las actividades comunistas uno de sus escenarios favoritos.

Es muy interesante rememorar cómo el quinteto de editores de la Revista de Avance (Francisco Ichazo, Félix Lizaso, Jorge Mañach, Juan Marinello y José Zacarías Tallet) se opuso a la reaccionaria postura oficial con el lenguaje mordaz y radical que los caracterizaba:

(…) qué decir de la idea del Estado-tutor que algunos gobernantes propugnan como única posible manera de lograr la salvación de los pueblos? Veinticinco años de República, creímos que era edad suficiente para no precisar andadores. Mas parece que no. Niños grandes, el Estado nos toma de la mano y nos lleva de grado por fuerza por las sendas del bien; nos dice qué desnudeces podemos ver, qué pasatiempos ejercitar y a qué espectáculos asistir. Acorde con este plan ascético por la salvación de las almas, llega a instituir una Comisión Revisadora de Películas, cuyas primeras providencias son bien conocidas.[1]

Lo que más enfurecía a los muchachos de Avance era el criterio represivo que inspiraba a los censores pues: “Potemkin fue suspendida porque, al decir de uno de los comisionados, «enardecía los ánimos del público»”. Y se preguntan indignados: “¿Qué quería el comisionado? ¿Qué los adormeciese? ¿Debemos formar ciudadanos prestos para el viril y justo enardecimiento, u hombres laxos, indiferentes a todo clamor de equidad o de justicia? ¿Qué quería el comisionado que hiciese el público ante el vandalismo de los cosacos del zar maravillosamente expuesto en aquel film?”.

Con ironía política que nunca olvida el contexto cubano afirmaban de la famosa escena de la escalinata de Odesa: “¡Cuánto más doloroso habría sido que ese público hubiese permanecido impasible ante el atropello de mujeres y niños por las hordas armadas del Imperio! Pero parece que lo que se quería era un menor alarde de crueldad en la soldadesca zarina. Algo así como una sustitución de los cosacos filmados, por otros cosaquitos de cartón, al gusto del comisionado censor. ¡Triste cosa que no haya cosacos de quita y pon para estas ocasiones”.

A esa mojigatería de los censores ante los temas político-sociales más crudos, contraponen su tolerancia hacia filmes “que emplean como cebo la más barata y torpe obscenidad”, al tiempo que se imponían absurdas reglamentaciones al desnudo artístico.

Sirva este pasaje para recordar cómo fue recibido aquel clásico del cine soviético por la vanguardia artística y el público cubano de entonces, pero también para revelar las actitudes de la censura oficial, siempre oculta tras las banderas de la supuesta protección al “inocente” e “inmaduro” consumidor de los productos culturales.

[1] Todas las citas de: “Multimedia de la revista de Avance”, sección Directrices, No 13, 15 de octubre de 1927.

Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com

15 noviembre 2017 63 comentarios 337 vistas
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Diez días que estremecieron el mundo

por Mario Valdés Navia 7 noviembre 2017
escrito por Mario Valdés Navia

Pocos acontecimientos han marcado de manera tal la historia universal como la Revolución de Octubre. El 25 de octubre de 1917, cuando el Comité Militar Revolucionario del Soviet de Obreros y Soldados de Petrogrado, controlado por los bolcheviques, seguidores de Lenin y Trotski; y sus aliados, los social-revolucionarios de izquierda (eseristas), se lanzó a tomar el cielo por asalto -como dijera Marx de los comuneros de París en 1874-, se hacía realidad el viejo anhelo de los trabajadores de todas las épocas: conquistar el poder para instaurar una sociedad sin explotados ni explotadores.

Aquel día, el Gobierno Provisional burgués fue derrocado mediante la captura, casi incruenta, del Palacio de Invierno y tomó el mando el Sóviet de Comisarios del Pueblo. En un tiempo breve –que suele extenderse a diez días por el título del famoso libro de reportajes del periodista norteamericano John Reed, testigo excepcional de los hechos-, guardias rojos, soldados y marinos revolucionarios, obreros fabriles, campesinos y artesanos, borraron como una tromba a burgueses y aristócratas de sus puestos de privilegio desde el Báltico hasta los Urales.

Para los líderes bolcheviques lo que ocurría no era una simple revolución en Rusia, sino el primer capítulo de la Gran Revolución Proletaria Mundial que creían estar inaugurando y que confiaban en que estallaría, de un momento a otro, en los países occidentales, en particular en Alemania y el Imperio Austro-Húngaro. Con el tiempo, el fracaso de esta aspiración internacionalista traería nefastas consecuencias para la práctica socialista posterior al abrir las puertas al establecimiento del régimen estalinista como único Socialismo Real.

La férrea determinación de los hombres de Octubre supo vencer por la fuerza los intentos de la reacción de retomar San Petersburgo y hacerse fuertes en Moscú y otras regiones, mientras que, apoyados en los eseristas, lograron atraer a los sectores medios y bajos del campesinado mediante la expulsión de los terratenientes y la entrega masiva de las tierras nacionalizadas. A principios de 1918 ya el poder soviético imperaba a todo lo largo del antiguo Imperio de los Zares e incluía también la Siberia, Ucrania y parte del Asia Central. Más de cien millones de personas empezaban a construir un mundo nuevo.

A diferencia de lo que muchos creen, y repiten sin saber, en Cuba los acontecimientos del otoño de 1917 en Rusia fueron ampliamente conocidos y comentados con entusiasmo, y durante la década siguiente la experiencia soviética de construir una sociedad socialista en un solo país fue seguida con detenimiento y profundidad por diferentes pensadores -algunos de los cuales visitaron el país de los soviets- y se refirieron con profundidad a las ventajas y debilidades de la nueva sociedad.[1]

Aunque la repercusión más importante de la Revolución de Octubre en Cuba estuvo en el brote de organizaciones comunistas desde 1922, con la Agrupación de La Habana, hasta la fundación del PCC en 1925, quizás la acción más sentida en el plano emotivo fue la estatua que dedicara el pueblo de Regla, por iniciativa de su alcalde, a perpetuar la memoria de Lenin, el artífice de la epopeya soviética, a pocos días de su muerte, el 24 de enero de 1924.

Para contactar al autor: mariojuanvaldes@gmail.com

[1] Alina López Hernández (2008). “Crónica de un fracaso anunciado. Los intelectuales de la República y el socialismo soviético”, Premio Temas 2007, Temas No 55, julio-septiembre;  Javiher Gutiérrez Forte y Janet Iglesias Cruz (2014). “La Muerte de Nicolai Lenine en la prensa cubana”, Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina, Vol. 2, No 1, enero-abril, www.revflacso.uh.cu; Mario Valdés Navia (2017). “El socialismo en las visiones contrapuestas de dos minoristas matanceros: Medardo Vitier y Fernando Lles”, Cubaposible, 25-9. https://cubaposible.com/author/mario-juan-valdes-navia/

7 noviembre 2017 24 comentarios 366 vistas
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La muerte del Che

por Miguel Alejandro Hayes 27 octubre 2017
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Sé que ya han pasado algunos días, pero a veces es mejor esperar que pase la tormenta. Se debe evitar llover sobre lo mojado. Por eso, hablar del Che en los días que se recordaba su muerte, hubiese sido un ejercicio rutinario. Creo que ya bajada la marea, es el momento preciso.

Sin dudas, el tema será la muerte del Che. Ya es muy molesto escuchar decir a algunos de los periodistas de nuestra televisión la caída en combate, la desaparición física u otras formas erróneas o poco exactas sobre la muerte del guerrillero. No creo que alguien no sepa a esta altura que el Che fue asesinado.

La idea de que Félix Rodríguez, el cubano de la CIA, dio la orden de dispararle, de matarlo, en términos jurídicos más exactos, de asesinarlo, es muy conocida. Y si, aunque los periodistas lo olviden, no es tan grave comparado con el hecho de que no se reconozcan a los verdaderos culpables de  la muerte del Che.

No es por ser excesivo en el perdón, pero si un periodista comete la imprecisión por la causa que sea al informar, puede arreglarse, el flujo constante de los medios hace que parezca insignificante y siempre se puede rectificar. Pero si el error no fuese solo ahí y estuviera en la literatura, en la literatura que los revolucionarios consumimos. Eso sí debe preocuparnos.

Esto es precisamente lo que ocurre al escribir sobre la muerte de Che. Me ha impresionado mucho saber que la historiografía, incluso en la que leemos nosotros se borra el papel de la CIA en este hecho. Ejemplo de esto son algunas de sus biografías.

Para Jorge Castañeda, en Che, compañero, la vida y la muerte del Che Guevara, acepta la historia de que los norteamericanos deseaban al Che vivo (Ratner, 2014, 5). El tan conocido Paco Ignacio Taibo II en Guevara, también conocido como el Che, hace el recuento de la orden de matar al Che sin mencionar la participación de Félix Rodríguez (Ratner, 2014, 8). Por último, la biografía de Jon Lee Anderson, la más popular sobre el Che, Che Guevara A revolutionary Life, repite que fueron los generales bolivianos los que dieron la orden de matar al Che. (Ratner, 2014, 7).

Sin embargo, una versión un poco más rigurosa, circula en nuestro país sobre tales hechos. Por suerte, un par de abogados norteamericanos Mitchel Ratner y Michael S. Smith, a partir de los archivos desclasificados de la CIA exponen en su libro ¿Quién Mato al Che?, la evidencia de cómo los verdaderos autores, fueron los hombres de la CIA. Este libro era necesario, y está en venta en algunas librerías en pesos cubanos.

No se trata de un tema superfluo, es todo lo contrario. Sus implicaciones son muy fuertes. No es posible que la historia desaparezca al verdadero culpable de los libros de historia. No basta con saberlo, como también sabemos que el Maine no fue un accidente. Si no se escribe, en unos pocos siglos, la historia habrá cambiado, y todo aquello que hoy es una verdad, será recordado como simple especulación del pasado.

La historia, debe cuidarse también desde el presente, recogiendo en los registros la verdadera historia. No es solo hablar del Che, la seriedad y cientificidad con que se trata el tema, hace que hablar de él, sea un acto de homenaje y de carácter revolucionario.

Recomendación: Ratner Mitchel, Smith Michael, 2014, ¿Quién Mató al Che?, Ciencias Sociales, La Habana.

27 octubre 2017 134 comentarios 431 vistas
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Camilo entre nosotros

por Joe Michel López Inguanzo 26 octubre 2017
escrito por Joe Michel López Inguanzo

Camilo era de esos jóvenes destacados que en una vida normal hubiera llegado lejos y sido feliz. Pero le tocó crisis social y dictadura, de no ser así quizás hubiera terminado su formación en la Academia San Alejandro, conociendo su tenacidad y perseverancia demostrada no tengo dudas de ello. Pero los azares de la vida le tendieron otro camino a este gigante popular.

El 26 de Octubre de 1959 en su último discurso al pueblo cubano y a solo 6 días de haber regresado a nuestra capital, luego de liderar la desarticulación de una rebelión militar en la provincia de Camagüey, sin que corriera una gota de sangre entre cubanos dentro de la revolución, decía en unas breves palabras:

“Tan altos y firmes como la Sierra Maestra son hoy la vergüenza, la dignidad y el valor del pueblo de Cuba en esta monstruosa concentración frente a este Palacio, hoy revolucionario, del pueblo de Cuba.

Se demuestra esta tarde que no importan las traiciones arteras y cobardes que puedan hacer a este pueblo y a esta Revolución, que no importa que vengan aviones mercenarios tripulados por criminales de guerra y amparados por intereses poderosos del Gobierno norteamericano, porque aquí hay un pueblo que no se deja confundir por los traidores.

Esta manifestación de pueblo, estos campesinos, estos obreros, estos estudiantes que hoy vienen a este Palacio, nos dan las energías suficientes para seguir con la Revolución, para seguir con la Reforma Agraria, que hoy no se detendrá ante nadie ni ante nada. Porque hoy se demuestra que lo mismo que supieron morir veinte mil cubanos por lograr esta libertad y esta soberanía, hay un pueblo entero dispuesto a morir, si es necesario, por no vivir de rodillas.

Porque para detener esta revolución cubanísima tiene que morir un pueblo entero, y si eso llegara a pasar serían una realidad los versos de Bonifacio Byrne: Si deshecha en menudos pedazos/ llega a ser mi bandera algún día/ nuestros muertos, alzando los brazos/ la sabrán defender todavía.

¡Hermanos, la Revolución está hecha, vuestra sangre no cayó en balde”!”

Pensándolo bien, Camilo fue feliz, y llegó muy lejos.

26 octubre 2017 28 comentarios 310 vistas
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El Che y la historia

por Mario Valdés Navia 23 octubre 2017
escrito por Mario Valdés Navia

La afición del Che por los asuntos históricos se manifestó desde su juventud cuando se inclinó por las lecturas de textos historiográficos, exploraciones arqueológicas y la visita a ruinas precolombinas, tanto en la América del Sur como en la Central, afición que se ligaría a la formación temprana de su ideal latinoamericanista.

En él, la identidad regional, sustentada en su historia, presente y futuro comunes, tomaría cuerpo en una concepción de naturaleza bolivariana, que plasmaba en tesis como esta, de 1954: la división de América en nacionalidades inciertas e ilusorias es completamente ficticia. Constituimos una sola raza mestiza que desde México hasta el Estrecho de Magallanes presenta notables similitudes etnográficas.

En ese año conoce a jóvenes revolucionarios cubanos emigrados que estaban convencidos de la posibilidad del triunfo de sus ideales de independencia absoluta, libertad y justicia social mediante la lucha armada de ahí que, en la medida en que su suerte quedaba ligada al movimiento encabezado por Fidel, se dio a la tarea de conocer mejor la historia de este pueblo y sus hombres más insignes.

De la mano de su amigo Ñico López, se aproxima a José Martí hasta llegar a compartir sus postulados fundamentales. Al mismo tiempo, comienza a asumir, mediante conversaciones y lecturas, el rico arsenal de tradiciones y figuras que conforman el basamento de la identidad nacional cubana.

Recién llegado aún a la Sierra Maestra, daría hermosa muestra de ello al nombrar El Cubano Libre al primer periódico de los rebeldes, en alusión histórica al órgano fundado por el Padre de la Patria, en 1869, en plena manigua. Gracias a esos estudios históricos, el Che fue consciente de la continuidad histórica de la Revolución Cubana, llegando a postular que: Para Cuba el 1ro. de enero es la culminación del 26 de julio de 1953 y del 12 de agosto de 1933, como lo es también del 24 de febrero de 1895  o del 10 de octubre de 1868.

A esto se sumaba una marcada vocación de historiador que lo hacía tratar de hacer crónicas de los acontecimientos vividos de forma casi inmediata, pero respetando los principios generales de la historia como ciencia. Por ello ha sido considerado primer cronista de la Revolución, y un texto suyo, de febrero de 1961, Pasajes de la guerra revolucionaria, se considera el primer gran exponente historiográfico de la Revolución Cubana.[1]

Según declarara el Che, el objetivo de la obra es eminentemente historiográfico: dejar constancia de sus recuerdos para incorporarlos y completar la historia. Por ello recopila: una serie de recuerdos personales de los ataques, combates, escaramuzas y batallas en que intervenimos, desde el desastre de  Alegría de Pío hasta los días previos a la ofensiva de la tiranía en mayo de 1958.

Fiel a ese afán historicista, invita a los veteranos de la Guerra de Liberación a publicar sus memorias, aún frescas. No obstante, este convite no fue promovido durante décadas en el país y, por el contrario, hubo que esperar a los años 90 para que salieran a la luz los primeros diarios y memorias de aquella gesta, escritos casi siempre por jefes y oficiales y casi nunca por hombres de filas.

Para el Che la historia de Cuba era parte de la historia americana y esta, a su vez,  de la historia del Tercer Mundo, generalización que asentaba más en los conocimientos sobre las realidades históricas y el acontecer contemporáneo de estos pueblos que en supuestos ideológicos pues, para un librepensador como él, la fidelidad a los principios no significaba fe ciega en los juicios de los hombres, aun de un clásico como Marx, por ello afirmaba: Nosotros, los latinoamericanos, podemos por ejemplo, no estar de acuerdo con su interpretación de Bolívar o con el análisis que hicieran Engels y él de los mexicanos, dando por sentadas incluso ciertas teorías de las razas o las nacionalidades inadmisibles hoy.[2]

Por su valor metodológico y educativo para todos los que pretenden escribir historia es muy útil  tener presentes estas sabrosas observaciones hechas por el Che a un compañero que le pide su opinión sobre un texto inédito que le ha enviado para revisar: La primera cosa que debe hacer un revolucionario que escribe Historia es ceñirse a la verdad como un dedo a un guante. Tú lo hiciste, pero el guante era de boxeo y así no se vale. Mi consejo: relee el artículo, quítale todo lo que tú sepas que no es verdad y ten cuidado con todo lo que no te conste que sea verdad.[3]

[1] Oscar Zanetti y Carmen Almodóvar (1989). “Presencia del Che en la historiografía cubana”, en Pensar al Che T1. Edit. José Martí.

[2] Notas para el estudio de la ideología de la revolución Cubana, Obras, T2, p. 93.

[3] Carta a Pablo Díaz González (28-10-1963), en Escritos y discursos, T9, pp.381-382.

23 octubre 2017 8 comentarios 352 vistas
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Ser como Fidel

por Miguel Alejandro Hayes 5 octubre 2017
escrito por Miguel Alejandro Hayes

Un amigo me comentaba sobre sus recientes lecturas de contenido político: El Contrato Social, El Príncipe, entre otros. Algo llamó su atención… Mi Lucha de Adolf Hitler. Ahí encontró un fragmento que en mi lectura de la obra pasé por alto: “Los jueces de este Estado pueden condenarnos tranquilamente… la Historia… romperá un día sonriente esta sentencia, para absolvernos a todos nosotros de culpa y pecado”.

Ciertamente es curioso. Resulta evidente para cualquier cubano la analogía que se pudiera establecer. Es la misma idea con la que se da título al histórico alegato La Historia me Absolverá, del Comandante Fidel. Ya ha sido usado en ocasiones por sus detractores para intentar cuestionarse sus capacidades. Sin embargo, tal comparación en realidad genera un efecto contrario sobre su figura.

Es la misma idea, eso no admite discusión. ¿Quiere decir entonces que estaba Fidel copiando a Hitler? No, claro que no, incluso esa idea puede encontrarse en la obra de Émile Zola. Hay que suponer que Fidel como todo grande de su época leyó Mi Lucha, el Che Guevara también lo leyó y lo cita en su cuaderno de apuntes filosóficos. No se debe desconocer esto, hacerlo le quita respaldo a las ideas de Fidel. Él era un intelectual, tenía que haber leído mucho, debemos estar orgullosos de eso. Fidel no andaba inventando locuras, se nutría de los pensadores de su época, y aun más, no discriminaba, sabía que también debía atender lo que había dicho el diablo. Sin duda, entendía el método electivo de nuestra tradición filosófica.

¿Estamos haciendo igual que Fidel? ¿Cuantos compañeros de lucha sabrán de esto? No es una curiosidad histórica, es un elemento asociado a su formación como revolucionario. Estamos decididos y dispuestos a estudiar, conocer, seguir, y sobre todo, intentar ser como él. Queremos saber todo cuanto hizo, pensó, dijo. ¿Sabemos por qué era así? ¿Cuál fue su alimento espiritual y teórico?

Un viejo proverbio chino, dice que si se quiere ser como el buey, no se debe comer al buey, sino lo que come el buey. Cualquier nutricionista refutaría al instante la invitación de ir pastando como rumiantes. Pero hay que ir ahí, a lo que sirvió de alimento, de formación. No se trata de investigar todos los libros que leyó y repetir el recorrido. La senda está en otra parte. Los tiempos cambian, la idea gira en torno a nuestra preparación.

Con apenas unos años más que nosotros, ya Fidel conocía mucho de pensamiento político y había estudiado algunas de las prácticas revolucionarias más importantes de su época. ¿Cuántos hemos hecho eso? El revolucionario no debe dejar de prepararse, de estudiar a pesar de lo agitada que pueda ser en ocasiones su realidad. Si se quiere ser como Fidel, estudiémoslo entonces, que a su edad ya nos sacaba brecha en lo que había hecho, intentemos alcanzarlo.

5 octubre 2017 43 comentarios 398 vistas
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¿Canto al bidet o a la libertad de expresión?

por Alina Bárbara López Hernández 18 septiembre 2017
escrito por Alina Bárbara López Hernández

A pesar de criterios denostadores que la consideraron en su época una publicación moderada, conservadora y españolizante,[1] Revista de Avance (1927-1930) ha sido valorada por estudios posteriores como la portavoz del vanguardismo en Cuba.[2] Sus páginas se abrieron a la producción artística, literaria y —en menor medida— filosófica más novedosa de esos años. Ella daba la espalda a los presupuestos del Modernismo, pero su intención declarada de ser una plataforma de intercambio y polémica permitió que concepciones estéticas y filosóficas de opuesto signo dialogaran en igualdad de condiciones.

Esto explica la reacción de los avancistas —Jorge Mañach, Juan Marinello,  Felix Lizaso y Francisco Ichazo— ante una nota que publicara la revista peruana Amauta, dirigida por el marxista José Carlos Mariátegui, sobre la aparición en Revista de Avance de “Oda al bidet”, del español Ernesto Giménez Caballero, que los intelectuales del continente entendieron como ejemplo de deshumanización del arte. Los editores cubanos responden en su sección “Directrices”:

Este  intento  de valorar el  arte  según  sea humano o deshumanizado parece en  exceso esquemático, y  la  discusión  que  lo  mantiene sobremanera  ociosa.  El  arte  no  es  bueno  ni  malo porque  sea  humano  o deje  de  serlo. Su  autenticidad responde a criterios estéticos y  no morales  ni  sociales. Publicamos, pues,  la composición  del Sr. G. C. porque  la  juzgamos de  un  genuino  valor  estético,  cuyo  grado  no importa  ahora precisar.[3]

El juicio de Amauta ignoraba el hecho de que una característica de la poesía vanguardista fue evadir la tónica ensimismada, ascética y contemplativa del sujeto lírico modernista, que se aislaba, pesimista, de su entorno; y ser irreverente al tomar como motivo, no a la muerte, la soledad o el hastío, sino a objetos inanimados —recordemos “Salutación fraterna al taller mecánico”, de Regino Pedroso— y a veces, como es el caso del bidet,[4] insólitos. Pero los responsables de la revista cubana tenían, además, otro argumento, en mi opinión más contundente: “entendemos que uno de los modos de contribuir al enraizamiento de las nuevas ideas consiste en ofrecerles una oportunidad de contrastación enérgica, en someterlas a la prueba polémica, contra las ideas adversas fina y fuertemente sustentadas”. [5]

Era esta la generación del veinticinco, cuyas relaciones estuvieron basadas en el respeto a la diversidad, el culto a la polémica y la capacidad de sostener debates. A ello hacían honor con este tete a tete, que, por demás, no enfrió para nada las relaciones con Mariátegui, la Revista de Avance representó por un breve tiempo a Amauta en la Isla y, a la muerte del pensador y revolucionario peruano, le dedicaron íntegramente su número de junio de 1930.

[1] Así opinaron Raúl Roa, Alejo Carpentier y Luis Cardoza y Aragón.

[2] Es el criterio de Yolanda Wood y otros especialistas.

[3] Revista de Avance. Directrices, año II, T III, no. 25, agosto de 1928, p. 204.

[4] Un bidé o bidet (del francés «bidet», caballito, en alusión a la postura que se emplea durante su uso) es un recipiente bajo con agua corriente y desagüe, generalmente fabricado de porcelana o loza, ideado para asear los órganos genitales externos y el ano, aunque también utilizado para lavarse los pies. Es útil también para baños de asiento en personas que padecen hemorroides. Elemento habitual del cuarto de baño de muchos países, y prácticamente desconocido en otros.

[5] Ibídem

18 septiembre 2017 19 comentarios 364 vistas
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bandera

La bandera de Bonifacio Byrne

por Harold Cardenas Lema 3 marzo 2017
escrito por Harold Cardenas Lema

Hoy hace 156 años que nació Bonifacio Byrne en la ciudad de Matanzas, el poeta que mejor describió el ansia independentista en Cuba. Desde el inicio tuvo dos grandes inclinaciones: la poesía y la independencia.

Por el peligro que corría su vida, debió emigrar a Estados Unidos a inicios de 1896. No es difícil imaginar qué sintió tres años más tarde, cuando llegó a la bahía de la Habana y desde el vapor Mascotte vio otra bandera junto a la cubana izada en la fortaleza del Morro.

Era el 4 de julio de 1899, tocó tierra cubana, se hospedó en la calle Jesús María #9 en Guanabacoa, y ese mismo día escribió el poema Mi Bandera. Por los peligros que depara el futuro y en homenaje al poeta matancero, lo reproducimos a continuación:

Al volver de distante ribera,
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto además de la mía!

¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,
y no he visto una cosa más triste… !

Con la fe de las almas austeras,
hoy sostengo con honda energía,
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una: ¡la mía!

En los campos que hoy son un osario
vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.

Orgullosa lució en la pelea,
sin pueril y romántico alarde;
¡al cubano que en ella no crea
se le debe azotar por cobarde!

En el fondo de obscuras prisiones
no escuchó ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve…

¿No la veís? Mi bandera es aquella
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella,
con más luz cuando más solitaria.

Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.

Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el Sol, con su lumbre,
la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!
en el llano, en el mar y en la cumbre.

Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día…
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía!…

3 marzo 2017 90 comentarios 492 vistas
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