Identificación de tendencias históricas para evaluar escenarios actuales y futuros
Pedro Pablo Pichardo sube a las gradas y coloca en el cuello de su padre la medalla simbólica que entregan en la pista de Oregón cuando alguien gana una prueba. La iniciativa, inédita en el mundial de Atletismo de Oregón, creó confusión entre los televidentes, que estuvieron una semana preguntándose si esa era la presea verdadera y si se daba así, sin más ceremonia que la espontaneidad y sin más himno que el calor del momento.
Pedro Pablo Pichardo, sin embargo, no tiene ninguna confusión. Quizá por la posibilidad de realizar esa acción es que —como hizo en los Juegos Olímpicos— celebre su triunfo con una enorme bandera de Portugal. En su primer intento Pichardo saltaba de oro hasta 17.95, en tanto el representante de Cuba, Lázaro Martínez (campeón mundial bajo techo con victoria incluida sobre Pichardo), hacía foul. En su segundo intento saltaba 17.92 metros, mientras Martínez hacía foul.
Si Brian De Palma hubiera dirigido la transmisión, lo más probable es que en ese momento dividiera al medio la pantalla para poner los dos saltos en paralelo. Pero qué estaba ocurriendo: ¿Cuba estaba a punto de perder su única esperanza de medalla en Oregón, o la estaba ganando? ¿Y si en realidad la había ganado desde el primer día, en la marcha femenina de 20 km?
***
El crítico e investigador Juan Antonio García Borrero, en su ensayo «El cuerpo audiovisual de la nación cubana» —una suerte de manifiesto de lo que propone con su proyecto de Enciclopedia Colaborativa (ENDAC) — entiende, igual que otros teóricos, a la «nación» como espacio imaginado, más allá de sus fronteras territoriales. Por eso, una película sobre tema cubano, realizada en Bolivia por técnicos de la Isla, y con productores griegos, pertenecería a ese «cuerpo nacional» al que se refiere. Si al investigador camagüeyano le queda corta la categoría «cine cubano», a mí me ocurre lo mismo con la categoría «movimiento deportivo cubano».
El concepto nación ha mutado desde los años setenta del pasado siglo. Entre los postulados de Beneditc Anderson, Ernest Gellner o Eric Hobsawn, se desprende la idea de que ella es una construcción social de origen moderno, que nace en algún momento del pasado y podría desaparecer. Pero más que desaparecer la nación, la tendencia es a que se difuminen sus fronteras. O dicho de otro modo, que la nación no sea la frontera. Se avanza hacia lo transnacional (o te das cuentas que ya estás) no visto solamente desde una perspectiva mercantil u oficial, sino como estado del espíritu y de la vida cotidiana.
En el caso del deporte, con las migraciones, abandonos, nacionalizaciones, atletas de padres de un país nacidos en otro, etc., se ha producido un cambio a nivel mundial que las instituciones que rigen la actividad física en el país se resisten a asimilar en su totalidad, y quizá no logren comprender. ¿Sería disparatado proponer que esa masa creciente de cubanos que participa y entrena en otros territorios sea parte —con perdón de Juan Antonio— del cuerpo o movimiento deportivo de la nación cubana?
***
Cuando Roxana Gómez llegó a la final de 400 metros planos en Tokio 2020, algunos colegas se apuraron en afirmar que era la primera cubana que alcanzaba ese logro en Juegos Olímpicos. Sin embargo, era la segunda. En Río 2016, la santiaguera Libania Grenot también se había clasificado entre las ocho mejores, pero compitiendo por Italia, país que la acogió internacionalmente desde el mundial de Moscú 2013. Por Cuba había competido en el WC de Helsinki 2005.

Libania Grenot (Foto: Reddit)
Dice el crítico en su ensayo: «Hoy pareciera que la historia del audiovisual cubano también entra, por fin, en esa etapa donde queda atrás la devoción por el relato de perspectiva única». La historia y la actualidad del deporte cubano tienen que dejar atrás toda devoción por la perspectiva única. El intento empezó en los medios alternativos/independientes/no financiados por el Estado, que en los últimos eventos deportivos han realizado una búsqueda de los atletas cubanos, o de esa ascendencia, que se desarrollan en cualquier parte del mundo y en la disciplina que sea.
Entonces, habría que diferenciar primero entre Nación Cubana y Federación Cubana (de un deporte en específico), o Nación Cubana e INDER. La victoria de Pichardo, aunque sume al medallero de Portugal, es una victoria de Cuba. Pero —para seguir con el mundial de Oregón— existe también el caso de los entrenadores cubanos que forman campeones y medallistas en el mundo.
Pedro Cañizares llegó en 1995 a Atahuanco, en la cordillera de Los Andes en Perú. Es el entrenador de la marchista Kimberly García, la primera mujer de ese país que ganó un título mundial en atletismo. Yassen Pérez convirtió a Marisleidis Paulino en la primera dominicana con una medalla mundial. Yoandri Betanzo llevó a un saltador de longitud indio por primera vez a una final. Iván Pedroso entrena a la mejor triplista de la historia.
Una parte de la nación cubana también recorrió las calles de Oregón; le dio la vuelta al óvalo en la final femenina de 400 metros planos; ganó el relevo mixto, se estiró hasta casi los dieciocho metros en el triple salto, saltó vallas en los 400 metros masculinos, impulsó la bala. Se mezcló con los colores de la India, de Turquía, de Brasil, de Venezuela, de Perú, de República Dominicana, de Portugal; como capas de pinturas que se derriten al sol y se juntan en los carriles, en los tanques de salto.
Hay variedades que yacen debajo del marrón de la pista, del azul. Tanto, que el público pudiera cantar como Jarabe de Palo: En lo puro no hay futuro. La pureza está en la mezcla. En la mezcla de lo puro, que antes que puro fue mezcla.
Confirmado, se pudiera decir que hubo participación cubana en cinco medallas de oro, una plata y un sexto lugar; aunque técnicamente las estadísticas reflejen otra cosa. La saltadora de longitud brasileña Leticia Oro Melo fue, con su bronce, la gran sorpresa de la final de la especialidad. Entre intento e intento se acercaba a los palcos bajos y recibía instrucciones de una mujer que —para mí y otros colegas— parecía cubana.
***
Serod Batochir, Ziggy, debió terminar su carrera hace trece años, cuando los cuarenta grados bajo cero de su Mongolia natal no lo dejaban entrenar. Se ponía capas y capas de ropa y no era suficiente. Pero John Mcdonagh, el esposo de su cuñada, lo salvó. Vivía en la ciudad de Morpeth, en el noreste de Londres, a orillas del río Wansbeck, donde está asentado el club atlético Northumberland.
Ziggy hizo una carrera de 6 777 km para seguir corriendo, para seguir teniendo carrera. Hoy, con cuarenta y dos años, es el primer maratonista de la historia que ha participado en diez ediciones de campeonatos mundiales de forma consecutiva. Sigue compitiendo por Mongolia y continúa viviendo en Morpeth.

Serod Batochir, Ziggy (Foto: Getty Images)
Malaika Mihambo hace tres años es la mujer que más largo salta en el planeta. Ganó los últimos dos mundiales al aire libre y los Juegos Olímpicos de Tokio. Su padre es tanzano, ella nació en Berlín y sus colores son los de Alemania. Siffan Hassan procede de Adama, Etiopía. Emigró a Países Bajos y era enfermera hasta que decidió correr. Ahora es una de las mejores fondistas del planeta y usa uniforme naranja.
Norah Jeruto celebró sin bandera. Dio la vuelta olímpica portando solo una euforia que no le cabía en las dos manos; por eso pudo tirarse a la piscina que 3000 metros que ocho minutos y 54 segundos antes era un foso. Así cambian las cosas: hace meses competía por Kenia y en el Hayward Field le dio la primera medalla de oro a Kazajistán en la historia de los mundiales de atletismo; al mismo tiempo que su tierra natal se quedaba —oficialmente— sin medallas en la disciplina, como nunca antes había ocurrido.
Norah es una de los cuatro kenianos que forman parte del club kazajo Altay Athetic Club. Según el sitio Runnerworld, se cambiaron de país para encontrar menos competencia interna y más premios económicos a sus éxitos que los que les proporciona Kenia.
El fenómeno es multifactorial y casual. Se desarrolla de varias maneras. Es más complejo que decir que un atleta de un país subdesarrollado emigró hacia una potencia mundial. No solo ocurre en Cuba.
***
En nuestro atletismo tenemos hoy a las corredoras Roxana Gómez, Rose Mary Almanza y Lisneydis Veitía entrenando en otro país y representando a la federación cubana, pero resulta insuficiente y a veces entorpecedor. El sistema de clubes no solo corresponde a los deportes colectivos. También existe en disciplinas individuales.
Al Benfica de Portugal pertenece el habanero Reynier Mena, quien posee la tercera mejor marca de la temporada en 200 metros planos. Velocista que, entrenando en el estadio panamericano, llevaba años estancado luego de una gran proyección en su etapa juvenil. Quizá en París 2024 desfile junto a Pichardo con la delegación portuguesa…
¿Cómo reconciliarnos (para quienes necesiten hacerlo) desde el punto de vista del lenguaje, desde lo institucional y lo deportivo, con esas figuras más o menos relevantes que ya no viven en Cuba u optaron por nacionalizarse en otro territorio?
En el voleibol tenemos los casos positivos del regreso de Robertlandy Simón y Maykel Sánchez, el Ruso; mientras tres de los grandes jugadores cubanos de todos los tiempos defienden las banderas de Italia, Polonia y Brasil: Osmany Juantorena, Wilfredo León y Yoandy Leal, respectivamente. Pero esta es la cara visible del deporte de la malla alta. ¿Dónde están otros hombres y mujeres qué estuvieron en selecciones nacionales durante los últimos quince años (para hablar de los activos), y no hicieron ni lo uno ni lo otro?

Osmany Juantorena (Foto: Purovoley)
Hay que ir más allá del suceso relevante. La dispersión es muy grande. Como mismo explica García Borrero, antes del siglo XXI se sabía, respecto a cineastas en el exilio, que Fausto Canel y Roberto Fandiño habían continuado una carrera; también Néstor Almendro, Orlando Jiménez, etc. Ubicar ahora a todos los cineastas de la diáspora o a todos los cineastas cubanos que abandonaron el país, es tarea titánica.
Pasa así también con el deporte. A excepción del béisbol — por el trabajo de Francys Romero, Swing Completo, etc, con el seguimiento a peloteros cubanos en MLB y otras ligas— y deportistas de nivel mundial que ya no compiten bajo la Federación cubana: pienso en Leinier Domínguez, boxeadores campeones mundiales y olímpicos, la localización se torna compleja.
Existe un grupo de atletas no mediáticos en deportes tampoco tan mediáticos que pueden estar compitiendo en el planeta Marte sin que en Cuba se sepa, o al menos se conozca cómo llegaron hasta allá. Sus historias, circunstancias, nuevas realidades son parte del «movimiento deportivo cubano», que se mantiene activo sin el auspicio del INDER.
No sé si sería llevar al extremo de la comparación con el texto del referido crítico, igualar «indercentrismo» con «icaicentrismo», puesto que son otras las dinámicas de deporte y cine. Pero pudiera utilizarse como sistema de referencia. El atleta que dejó de competir por el INDER no puede ser traidor ni desertor (aunque se haya quedado en una competencia) ni ex cubano (Alonso, 2016) aunque celebre con otra bandera un triunfo.
***
En los barrios de Artemisa y Santiago de Cuba no les importa que Ortega y Pichardo celebren con banderas de países ibéricos. En muchos barrios de Cuba no importa que los campeones suban al podio sin que se escuche el himno nacional. ¿Qué puede doler?, duele. Pero mayor dolor debe ser no progresar, no entrenar dónde y con quien se quiere, tener el talento y quedarte sin medallas.
La vida deportiva de un atleta es corta y los cambios que necesita el archipiélago cubano son largos. Esperar a que aparezca el petróleo o a que algún funcionario decida desregular leyes, flexibilizar, no es una opción para muchos.
Explica García Borrero, que «por suerte ya quedó atrás aquel período en que el historiador ejercía su oficio con la misma pulcritud que un funcionario de aduana, estampando en el final de las biografías de aquellos que decidían marcharse del territorio nacional, por ejemplo, algo que parecía más un sello de emigración que la noticia de un tránsito: “Abandonó el país”».
Si cambiamos «historiador» por periodista, sabremos que —aunque con avances— hoy en el deporte no existe la misma suerte. No existe tal cosa como «formado en la escuela cubana», «origen cubano», términos más falaces que la fiabilidad de los récords de la RDA en los años ochenta.
Son cubanos, sin zig-zag, sin arrancadas en falso, sin foul, sin offside, sin deadball, sin falta flagrante, sin mala manipulación, sin expulsión de dos minutos, quizá hasta sin bandera, y ya.