Aquel personaje de Claro, del segmento “Dale Taller” del programa Deja que yo te cuente, había desaparecido aún antes de su creación. El juicio comenzó cuando quedó inconclusa aquella polémica en el periódico Hoy entre Alfredo Guevara y Blas Roca. La argumentación de su sentencia las entresacan quirúrgicamente de las palabras de Fidel Castro a los intelectuales, convertidas en anatema por los extremistas y reduccionistas de siempre: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”.
¿Estaba Andy Vázquez poniendo a Facundo contra la Revolución cuando hizo el video cuyo referido fueron los sucesos de Cuatro Caminos? ¿O estaban poniendo en riesgo a la Revolución aquellos que organizaron mal todo aquel asunto de la inauguración del famoso mercado, o aquellos que debían evitar que el enemigo –ellos mencionaron al enemigo—, malograra la tan, pero tan publicitada inauguración?
Esas son las preguntas que nos tenemos que responder los cubanos del 2020, para entender no solo lo sucedido a Andy Vázquez, sino también a Yasel Porto hace unos meses; al personaje de Claro, hace unos años: a Enrique Arredondo con aquella morcilla en Alegrías de Sobremesa, que castigaba a un niño a una semana de muñequitos rusos.
Georgina Mendoza Cedeño era una radialista manzanillera con más de cuarenta años de experiencia. Durante ese tiempo había formado generaciones de realizadores desde su círculo de interés de locución infantil; multipremiada en festivales nacionales de la radio; fundadora de la Brigada Hermanos Saíz y la UNEAC; directora de programas y locutora de radio con evaluación de primer nivel; había sido jefa de programación y directora de Radio Granma con magníficos resultados durante su gestión. Justo cuando su programa Para ti, mujer tenía el mayor índice de audiencia de la radio en la provincia de Granma, Georgina recibió en su casa al esposo de su hija, residente en Chicago, y a otro cubano residente en Estados Unidos de quien se enamoró. El Partido municipal de Manzanillo no podía soportar aquello, y presionó a Pedro Espronceda Figueredo –compañero de filas y de la emisora de toda la vida de Georgina—, para que no solo le quitara la dirección de aquel popular programa, sino además la jubilara “forzosamente”. Varios meses estuvo Georgina en su casa sin cobrar un centavo, sin dejarla ni siquiera pisar los estudios de la emisora a la que le había dado prácticamente toda su vida, hasta que le llegó la chequera. Nunca el ICRT le dio una respuesta a la UNEAC. Se limitaron a entregarle una distinción, dos años después, en la gala por el 80 aniversario de la radio manzanillera, que este servidor tuvo el privilegio de escribir y dirigir.
¿Qué sustento legal tuvo la jubilación forzosa de Georgina Mendoza?
Ninguno.
¿Qué sustento legal tiene el “descanso” que le han dado al personaje de Facundo Correcto, según las palabras del director de Cubavisión?
Ninguno.
Para los chicos del Departamento Ideológico del Comité Central del PCC, que en definitiva son los que dirigen la radio y la televisión en Cuba, sin embargo, ambos casos, y todos los anteriores, tienen un sustento ideopolítico que no pueden permitirse cuestionar más allá de determinados límites: el mito del cuadro infalible forjado por la Revolución. Con el tiempo y el peso determinante del decurso histórico, han tenido que aceptar que un cuadro o dirigente puede equivocarse, corromperse e incluso, traicionar, pero solo como individualidad.
El problema de Facundo es que, más allá de una relación generalizadora con la realidad, la concretó con los acontecimientos de Cuatro Caminos. El problema de Andy Vázquez es el mismo de Georgina Mendoza: entender que todos somos cubanos vivamos donde vivamos, y que lo mismo puede actuar para –o enamorarse de, como Georigina— los “cubanos de Miami (…) también a los asilos de ancianos de Cuba. (…) a Canadá, y también a las escuelas primarias de Cuba donde los niños se vuelven locos de contentos. (…) A Punta Cana, y lo llevo a los hospitales el Día del Médico”, según ha declarado en Facebook Luis Silva, lo cual es extensivo a Andy Vázquez y Facundo. Ese albedrío inherente a la condición humana, y el arte, los chicos del Departamento Ideológico y los directivos del ICRT, no lo pueden entender ni mucho menos, aceptar. Es por ello que Enrique Ubieta, por ejemplo, le comenta en Facebook a Luis Toledo Sande, según Arturo Chang: “en realidad se le rescindió el contrato, no fue sancionado (no es lo mismo), ni expulsado de la TV y no por su más reciente video miamense que a lo largo del tiempo ha realizado utilizando un personaje e incluso el nombre de Vivir del Cuento, todo sin autorización de la TV cubana”.
Más allá de que el comentario de Ubieta contradice el del director de Cubavisión que plantea que al personaje de Facundo “solo se le ha dado un descanso”, o sea: tampoco habla de rescindir contrato. Es un hecho que la Televisión Cubana no tiene derechos exclusivos sobre Vivir del Cuento, y no parece haber ninguna cláusula de exclusividad de ninguno de los personajes a favor de la Televisión Cubana. De tal modo, no hay ningún sustento legal para rescindir o “poner a descansar”. Tampoco es, como se ha visto, que el sustento legal le interese mucho a los que castigaron a Enrique Arredondo; desaparecieron a Claro o jubilaron forzosamente a Georgina Mendoza. Ya lo dijo quien lo dijo: “Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho”. Y para los censores el albedrío del artista, evidentemente, está contra la Revolución.
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