¿Por qué lo hizo Yarelis? Esto no es otra historia de amor 

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Tu sabes que yo te amo y te quiero, Yarelis. 

¿Por qué no podemos ser felices, Yarelis? 

Dame una última oportunidad. 

Tengo los ojos marchitos de llorar todo el día, Yarelis. 

Yarelis vamos a hacer una vida juntos. 

Errores cometemos todos, Yarelis. 

Ese arañazo, fue jugando. 

No me pude contener, Yarelis. 

No tenía que haberte dado el gaznatón.

Pero Yarelis, tú me diste primero.

Volviste a lastimar a mi familia. 

Si tú no hablas conmigo o no me llamas, voy a buscarte, Yarelis. 

Yarelis, me estoy volviendo loco … 

 

Antes de empezar quisiera que nos sentáramos a pensar un segundo ¿Cuántas veces hemos sido testigos, directos o indirectos, de claros actos de violencia de género? ¿Cuántas mujeres y cuerpos feminizados conocemos que han sido víctimas de la agresión machista dentro y fuera del hogar? ¿Cuántas veces, en el plano individual y colectivo, hemos hecho algo para salvaguardar su integridad física y moral? 

¿Por qué aún disfrazamos la violencia machista como un trágico relato de amor?

Yarelis Lugo conoció a Lázaro Pérez luego de separarse de su entonces esposo Raciel González, con quien llevaba poco más de una década de matrimonio. 

El noviazgo fue intenso y corto; duró nueve días para ser exactos. Durante ese tiempo Lázaro demostró que su forma de «amar», venía acompañada de una furia chovinista. La golpeaba. Era «celoso, posesivo y obsesivo», como describiría más tarde Yarelis. «Mentalmente no está bien». El acoso continuó, incluso después de que ella decidiera poner punto final a la relación. Preocupada por su vida y en búsqueda de contención, decidió regresar con Raciel. 

Al no responder las llamadas y mensajes, Lázaro acudió a las redes sociales. El artemiseño publicó decenas de fotos de los «buenos momentos» que pasaron juntos y videos donde la culpaba a ella de la ruptura. «¿Por qué lo hiciste, Yarelis?», preguntaba el presunto desconsolado. 

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De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (ONU), se calcula que en todo el mundo, un aproximado de 736 millones de mujeres —una de cada tres— han sido víctimas de violencia física o sexual al menos una vez en su vida. Más de 640 millones (26%) han sido objeto de violencia por parte de parejas actuales o anteriores. 

Recientemente, durante el VII Pleno del Comité Central del Partido Comunista se notificó que en la Isla cerca de 9.579 familias conviven en situaciones de violencia, con una afectación directa a 16.116 mujeres y niñas. De este grupo, 60% son negras y mulatas, menores de 35 años y con promedio de escolaridad de noveno grado. Una gran parte también se encuentran desvinculadas del trabajo o son amas de casa.

La ONU define las violencias de género como «la serie de actos dirigidos contra una persona o un grupo en razón de su género». Su origen parte de la desigualdad estructural y el abuso de poder existentes en las sociedades patriarcales que colocan a las mujeres —cis y trans—, a las sexodisidencias y otros sujetos históricamente marginalizados dentro del sistema de género, en situación de riesgo. 

violencia de genero
Imagen: ONU

«Las pautas culturales, tradiciones y costumbres están muy arraigadas en la sociedad y son mecanismos que transmiten el sistema de valores que subordina a las mujeres. El sometimiento y las actitudes violentas hacia las mujeres son naturalizadas al punto que tanto las mujeres como toda la sociedad las consideran “normales” y no como lo que son: un delito y una violación a los derechos humanos de las mujeres», señala la comunicadora y feminista argentina Gisela Grunin. 

No existe una única forma de violencia de género. Esta asume diferentes características y prácticas en función del área afectada y el ámbito en el que se desarrollen. Puede ser doméstica, intrafamiliar, laboral, económica, psicológica, sexual, política, obstétrica, vicaria, simbólica hasta llegar al femicidio o feminicidio. Ninguna excluyente de la otra; por el contrario, se pueden dar de forma simultánea. El feminicidio o femicidio es la expresión más llamativa y extrema de la violencia contra las mujeres. Y es el propio hogar el espacio donde más peligra la vida de las mujeres.  

¿Los motivos? El peso que el patriarcado le otorga y legitima a los varones cis por encima de las demás sujetos sociales. Un «derecho» acompañado con la posibilidad de hacer suyo, a través de la violencia, el tiempo, el cuerpo y las vidas de los otros. 

El maltrato de Lázaro no se limitó al plano físico —el golpe en el ojo y otros más que pudieron haber acontecido— sino que continuó en el ciberespacio (ciberacoso), con la persecución y deslegitimación de la figura de Yarelis, y la de sus familiares y seres queridos, algo que él mismo confirmó en sus múltiples «declaraciones de amor» en Facebook. A ello habría que sumarle secuelas de un posible daño psicológico, un dato no menor. 

Esto no se produce de un día para otro. Las formas de las violencias de género son insidiosas. La psicóloga estadounidense Leonore Walker, en su libro de 1979 The Battered Woman (La mujer maltratada), habla de un «ciclo de violencia». Primero encontramos la llamada «fase de luna de miel», muy asociada con el tradicional y arcaico modelo del amor romántico, cuando el agresor, es un sujeto seductor y atento. «Tu sabes que yo te amo Yarelis (…) vamos a hacer una vida juntos»

Luego, van a apareciendo ciertas señales. Se acumulan los episodios de burla, humillación y celos. La ira va in crescendo. Aunque las sobrevivientes intentan justificar lo sucedido, se empieza a caer a pedazos la idea del hombre enamorado. Walker nombra esto como la «fase de tensión», la antesala de la etapa de explosión o agresión, o sea, el desate de la violencia física o sexual. «Ese arañazo fue jugando (…) no me pude contener Yarelis». 

Pero, como todo ciclo, se regresa a los inicios: la luna de miel. Súplicas de perdón y arrepentimiento. Él promete que las cosas van a cambiar, que no volverá a suceder. «Errores cometemos todos, Yarelis». 

Con el tiempo estos ciclos se van acortando y las prácticas son cada vez más violentas. Son menores los periodos de calma y mayores los periodos de tensión y explosión. 

Ciclo de la violencia
Ciclo de la violencia / Imagen: Consultorio Psicológico PsicoEmotiona

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«Nosotros los hombres siempre nos hemos caracterizado por ser amorosos. Ustedes las mujeres que son unas tóxicas», afirmó durante un programa del 1 de diciembre Alain Paparazzi Cubano. «Un hermano de nosotros [Lázaro] ha perdido el amor y ella [Yarelis] se está haciendo la dura».

Yarelis no quería ser encontrada por su agresor. Bloqueó a Lázaro de todos los canales, dejó de responder llamadas y mensajes. Pero el deseo de aumentar likes y el tráfico de influencer, al parecer, fue más fuerte. Y la curiosidad mórbida de usuarios en redes sociales, también. «Me han hecho viral sin yo pedirlo, ni quererlo», indicó ella en un video donde la llevaron a prestar declaraciones. 

Yarelis se convirtió en titular de medios y el trasfondo de chistes misóginos. «Lo del ojo fue solo una basurita que te cayó a 100 kilómetros por hora», escriben en Facebook 

La revictimización también es parte de la violencia de género. Sostener el foco sobre las sobrevivientes —dónde estaban, qué hacían, cómo se comportaban— en lugar de las acciones violentas de quienes la ejercieron, nos hace cómplices. Y sabemos bien que las violencias no se producen solas. Lo vemos una y otra vez, cuando se culpa a los cuerpos feminizados, cuando las estructuras sociales y entes individuales niegan los testimonios aportados, o simplemente cuando se deslegitima una voz, por no cumplir el modelo ideal, cuasi platónico, de lo que debería ser una víctima. 

La víctima perfecta no existe. Si algo nos teníamos que haber llevado del caso de Johnny Depp y Amber Heard, es eso. También sucedió con Dianelys Alfonso —mejor conocida como La Diosa de Cuba— luego de que se hiciera público el historial de golpizas y las violaciones que sufriera a manos del ahora fallecido Jorge Luis «El Tosco» Cortés. Hasta el día de su muerte «El Tosco» continuó siendo un baluarte de la música nacional y Dianelys, una difamadora. Amber, una mentirosa; Johnny, una estrella de Hollywood. En ninguno de los casos ganó la verdad. 

Una víctima de violencia de género puede exhibir comportamientos agresivos y seguir siendo la víctima en una relación. Es poco realista esperar que ostenten un estado de perfecta salud mental, que estén siempre ecuánimes y tranquilas, sobre todo cuando una de las estrategias más utilizadas por quienes agreden es restarle credibilidad a sus sobrevivientes. Presentarlas como locas, violentas. 

«No tenía que haberte dado el gaznatón (…) pero Yarelis, tú me diste primero». 

A esta estrategia se le conoce como DARVO, siglas que en inglés responden a deny, attack, and reverse victim and offender (niega, ataca e invierte los papeles de víctima y agresor). El término fue acuñado en 1997 por la psicóloga y profesora de la universidad de Oregón Jennifer J. Freyd. Es una conducta a la que recurren abusadores a la hora de ser confrontados. Busca evitar o mitigar las consecuencias de sus acciones y, con ello, sembrar dudas sobre la víctima y su credibilidad. Yarelis hizo todo esto porque solo quería un teléfono… ¿no? Pregunta irónica. 

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La violencia de género no es materia prima para chistes; no es subtrama de telenovela popular llevada a Facebook; no es asunto entre «marido y mujer» (el famoso «no te metas»). No es tampoco —como indicaron usuarios en redes— «algo» para distraernos de los problemas que existen en el país porque, a fin de cuentas, sea un problema de unos pocos. Sino que es un problema que nos afecta a todos, una violación de los derechos humanos y por lo tanto, una cuestión de Estado y de sociedad.

Seamos claros y concisos: la violencia de género en Cuba es real y tangible. Como parte del VII Pleno del PCC, la Fiscal General de la República, Yamila Peña Ojeda, indicó que, al cierre de octubre de 2023, se reportan 117 hechos por «muerte violenta de mujeres». Con provincias como Matanzas, La Habana, Santiago de Cuba, Granma y Guantánamo acumulando la mayor cantidad de casos. El Observatorio de Género de Alas Tensas (OGAT) y la plataforma Yo Sí Te Creo en Cuba (YSTCC) —subregistros independientes— habían verificado, por su parte, 80 víctimas fatales. 

Datos de publicados por el Mapa Latinoamericano de Feminicidios (MLF) indican que en 2023 Cuba fue el país de América Latina con mayor aumento de feminicidios —en relación al 2022— con un crecimiento del 150% en el primer semestre. La falta de transparencia que ha caracterizado a  instituciones no permite saber con exactitud si el incremento de casos se debe a un aumento real o a una mayor observancia de un problema que ya existía con similar gravedad —solo a partir del año pasado existe un conteo público de los femi(ni)cidios por parte del Estado—. Este panorama crítico ha llevado a que, por tercer año consecutivo, organizaciones de la sociedad civil independientes desplegaran un llamado al Gobierno para declarar «estado de emergencia por violencia machista».

Feminicidios en América Latina y el Caribe en el primer semestre de 2023
Feminicidios en América Latina y el Caribe en el primer semestre de 2023 / Foto: MLF

El Artículo 43 de la actual Carta Magna establece la obligación del Estado de «proteger a las mujeres de la violencia de género y crear los mecanismos institucionales y legales para ello». Cuba también es firmante de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer. Pero ¿cómo se traduce esto en medidas concretas? Repasemos lo que ha sucedido en los últimos años. 

En junio de 2021 el Consejo de Ministros aprobó la llamada «Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y la violencia en el escenario familiar», un proyecto en coordinación con el llamado «Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres».

Un año más tarde —diciembre de 2022— entraría en vigor el Código Penal que, en comparación con su antecesor, recogería varias modificaciones relacionadas con la violencia de género. La categoría quedó incluida como agravante en la descripción de delitos relacionados con el acoso laboral, asesinato, lesiones, amenazas, coacción, violación de domicilio, agresión sexual, acoso y ultraje sexual, hurto, extorsión, chantaje, usurpación, estafa y daños. 

En junio de 2023, la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) presentó el Observatorio de Cuba sobre Igualdad de Género (OCIG). El objetivo, según explicaron, era recoger «indicadores relacionados con la situación y posición de mujeres y hombres en la sociedad cubana». La plataforma, sin embargo, levantó serios cuestionamientos por parte de los feminismos independientes y las sexodisidencias en la Isla. De acuerdo con el OCIG, en 2022 solo hubo 19 asesinatos por razón de género. Casi la mitad de los casos verificados por observatorios independientes ese mismo año. 

Las cifras presentadas son escasas. El registro oficial solo tiene en cuenta los asesinatos cometidos por parejas o exparejas y los casos con sentencias firmes; sin considerar los procesos judicial inconclusos o aquellos en los que no hubo proceso alguno por suicidio del victimario. Y, una vez más, quedaron excluidas las categorías «femicidio» y «feminicidio», términos evadidos sistemáticamente por el Gobierno. 

El alarmante número de asesinatos por cuestión de género en el país ha demostrado que los esfuerzos institucionales han sido insuficientes y más que nunca urge la  creación y ejecución de una Ley Integral Contra la Violencia de Género. En 2019 un grupo de 40 mujeres cubanas presentaron a la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP)  una solicitud de Ley Integral contra la Violencia de Género. El documento, que recogió más de 900 firmas de apoyo en su momento, solicitaba la puesta en práctica de un sistema de prevención y atención que garantizara el acceso a la justicia y preservara las vidas de las mujeres, así como la sinergia entre organismos del Estado —fuerzas policiales y operadores de derecho— para combatir la misoginia estructural y evitar la revictimización durante el ejercicio de sus funciones.

El documento también destacaba la necesidad de habilitar refugios para las víctimas y, si fuera el caso, sus hijos e hijas, una acción que desde hace casi 30 años las Naciones Unidas (Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, 1995) viene instando a los gobiernos a incorporar en sus políticas públicas. Los llamados «centros de acogida» son esenciales para afrontar la escalada de violencia: ofrecen servicios de ayuda psicológica, asesoramiento legal, transporte y colaboración para la vida. 

Sin embargo, la solicitud fue desestimada y una posible Ley Integral contra la Violencia de Género quedó fuera del cronograma legislativo previsto para el periodo de 2023-2028. 

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Habría que cuestionarse si sobrevivientes como Yarelis podían haberse visto beneficiadas por este grupo de propuestas,que comprendía un lugar seguro a dónde acudir tras haber sido violentada, un lugar donde sentirse resguardada y contenida, acompañada por especialistas y con el debido asesoramiento jurídico y psicológico. Capaz no hubiera tenido que verse obligada a «regresar a los brazos» de su exesposo como mecanismo de protección. Capaz… 

En cualquier caso, es importante conocer cuáles son los mecanismos administrativos para la ayuda a sobrevivientes. 

El primer paso, según aconseja Yo Sí Te Creo en Cuba, es siempre acudir a la Unidad de la Policía más cercana al domicilio o al lugar donde ocurrió el hecho —de ser posible, ir acompañada— y solicitar ser atendida por el Oficial de Guardia. Al momento de presentar la denuncia, hacer énfasis en la necesidad de protección y en la situación de peligro. En caso de que el oficial se niegue a colaborar, exigir ser atendida por el jefe inmediato superior o el Jefe de la Unidad. 

Si no se adoptaron medidas inmediatas o restricciones para alejar al agresor, es posible presentar una queja (verbal o escrita) ante la Fiscalía Municipal correspondiente. La Fiscalía está obligada a actuar de inmediato instando a la Policía a rectificar su comportamiento. Además, debe tramitar la queja y ofrecer una respuesta en el término de 30 días hábiles.

En caso de lesiones, acudir al centro de salud más cercano. Ahí los especialistas emitirán un certificado donde se describan los traumatismos. El examen médico es necesario aún cuando las lesiones no sean del todo visibles.

«No es competencia de la Policía dictaminar si hay lesiones, ni si son graves o leves, visibles o no visibles», señala la plataforma. 

***

¿Es entonces, o no, la historia de Yarelis y Lázaro una historia de amor? La respuesta es no. Claramente, no. Y no debe ser tratada como tal. Más allá de las insuficiencias por parte del poder estatal, nosotros como sociedad tenemos que despertar. Es urgente y hay poco tiempo. No podemos ser cómplices y multiplicar la violencia a través de titulares sesgados, memes y videos de ridiculización. Si no, ¿cómo pretendemos romper este ciclo? 

Tenemos la responsabilidad, más cuando somos testigos, de respetar la identidad de las sobrevivientes y no dudar de sus testimonios, así como evitar, bajo cualquier forma, la justificación del acto violento en sí. 

Todo esto y más… se lo dejamos debiendo a Yarelis y a las muchas otras que pueden estar hoy mismo en peligro mientras miramos para otro lado. 

 

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Ella Fernández
Ella Fernández
Licenciada en Comunicación Social por la Universidad de La Habana, Cuba (2018). Ha colaborado con medios como Progreso Semanal, Magazine AMPM, Alas Tensas, Afrocubanas. La Revista, El Estornudo, El Toque y La Joven Cuba. Actualmente reside en Buenos Aires, Argentina, donde se desempeña como fotógrafa y realizadora audiovisual con énfasis en temas relacionados a los feminismos, la migración y los movimientos sociales en América Latina.

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