Gabriel Solano: «América Latina solo se puede unir sobre la base de gobiernos de los trabajadores»

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Organismos de derechos humanos, organizaciones sociales, dirigentes sindicales y partidos políticos se dan cita frente a la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, el 4 de septiembre de 2023. Es lunes y la convocatoria está pactada para las 17 horas en la calle Perú al 160. Un cordón de la policía bonaerense —innecesariamente armado— separa a los manifestantes del recinto. Prevalece la presencia de un vallado metálico donde cuelgan pañuelos blancos y carteles que leen: «30 mil detenidxs y desaparecidxs», «Memoria, verdad y justicia», «No fue una guerra, fue un genocidio».

«No a la reivindicación de la tortura y exterminio en centros clandestinos de detención», entonan los presentes entre el repique de los bombos. 

A solo unos pasos de la concentración, dentro de la Legislatura porteña, específicamente en el Salón Dorado, se desarrolla un homenaje a la última dictadura cívico-militar-eclesiástica argentina y a sus perpetuadores. Un acto convocado por Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta del libertario Javier Milei. Su objetivo —según dice— es reivindicar la «memoria completa». Esta etiqueta la ayuda a accionar como defensora de genocidas en tiempos de democracia. 

«Nuevamente nos encontraremos en este punto de la historia», me comenta una señora que sostiene en su pecho un cartel con la imagen de un desaparecido. Y habría que preguntarse si, efectivamente, la historia de la humanidad está condenada a repetirse. 

Para analizar el avance por parte de los sectores negacionistas, los ajustes que vienen implementando los partidos tradicionales, el estado de la lucha de clase obrera en América Latina y el panorama político y social en Cuba, dialogamos con Gabriel Solano, militante trotskista argentino, legislador porteño, dirigente del Partido Obrero y excandidato a presidente.

Javier Milei, líder de La Libertad Avanza, salió como ganador de las elecciones primarias —también conocidas como PASO—, con más del 30 por ciento del apoyo del padrón electoral, superando a los radicales de Juntos por el Cambio y al oficialista Unión por la Patria. ¿Cuáles cree que sean las condiciones que llevaron a esta intención de voto?

Son varios temas. Primero, lo que primó en la elección —algo que se viene manifestando en la Argentina de hace mucho tiempo para acá— es un retroceso histórico del peronismo. Recientemente, se votó en la provincia de Santa Fe, el tercer valor electoral del país, y el peronismo —que gobernaba— perdió ampliamente. Este año el peronismo perdió muchas provincias. Perdió en San Luis, San Juan, Chubut, Chaco. Perdió las PASO en Entre Ríos. Si vos ves el voto que sacó Sergio Massa como candidato de Unión por la Patria, en relación al padrón total de los votos —al 100% del padrón, no a los que fueron a votar—, sacó menos del 15%. Esto para el peronismo es una situación anómala, es un retroceso muy fuerte. 

A esto se le agrega también el retroceso del macrismo y el radicalismo, mimetizados en una especie de coalición más derechista: Cambiemos o Juntos por el Cambio. Ellos gobernaron entre 2015 y 2019 en Argentina y les fue muy mal. 

Entonces, como que a las dos fuerzas tradicionales del país, a los dos bloques tradicionales, en las elecciones fueron repudiados. Y gana una lista como la de Milei. Es una característica peculiar, porque en esta bronca han explotado por derecha, con un planteamiento muy reaccionario en relación a los derechos sociales, derechos civiles, a la política internacional. Y la pregunta es ¿por qué lo canalizó la derecha y no la izquierda? 

Creo que ahí imperaron varios factores. Por un lado, cierta contención, pasividad del pueblo en el último tiempo. Argentina sufre un ajuste muy fuerte y no hay una reacción popular frente a esto. No es que no haya luchas —las hay—, pero no de la envergadura necesaria. Segundo, la pandemia desorganizó aún más al pueblo y afectó especialmente al sector de trabajadores no registrados de Argentina, que están entre el 40 y 50% de la fuerza de trabajo. Un sector que casi no tiene ningún tipo de asistencia. Y esos fueron los que más votaron a Milei. 

El actual gobierno se describe como una especie de «estado presente» —así se hacen llamar los kirchneristas—. Sin embargo, la experiencia ha sido muy negativa y eso desilusionó mucho al pueblo. Esto facilitó el fracaso del kirchnerismo y que la canalización del llamado «voto bronca» sea por derecha. Algo así se ve en América Latina, ¿no? Cuando rige un gobierno tipo kirchneristas, en general, las reacciones van más por derecha que por izquierda. Se ve en Venezuela, con el caso del chavismo. Posiblemente, en Cuba también. 

Uno de los recursos retóricos más importantes de Milei ha sido venderse como un «outsider» de la «casta política» tradicional ¿Cuánto de cierto hay en esto? ¿Quiénes serían los beneficiados de su gestión, en el caso de que ganara?

Milei se llama a sí mismo «libertario». Es un concepto complicado. Originalmente, los libertarios estaban relacionados con el anarquismo. En Argentina el anarquismo tuvo un peso importante en el movimiento obrero, especialmente, a fines del siglo XIX y a principios de XX. De hecho, el propio Milei originalmente se autodenominaba como anarquista-capitalista. Después modificó su forma de autodenominación y ahora se llama minarquistas. Son aquellos anarquistas capitalistas que dicen: «bueno, vamos a reconocer un Estado, pero lo mínimo y necesario». Ser anarquista-capitalista es una contradicción, porque el anarquismo y el socialismo comparten el objetivo de una sociedad sin Estado, porque el Estado existe cuando hay una clase que oprime a otra. Solo que los anarquistas históricamente querían constituir eso de un día para el otro y el socialismo entendía que era necesario un proceso histórico. 

Un anarquista-capitalista no existe porque el capitalismo se trata justamente de eso: la explotación de la fuerza de trabajo y la existencia de una clase que oprime a la otra. Eso requiere de un estado sí o sí. Es una contradicción. Una especie de oxímoron. 

Milei creció originalmente como una especie de economicista que iba a programas de televisión y luego se fue rodeando de un grupo de economistas vinculados al menemismo. El menemismo en Argentina fue una fuerza dentro del peronismo que gobernó durante la década del 90. Hablamos de economistas como Roque Fernández, ministro economía del presidente Carlos Menem; Domingo Cavallo; Carlos Rodríguez, expresidente del Banco Central. Y después hay un grupo de empresarios importantes: los que manejan los aeropuertos, la obra pública, la explotación de energía. 

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Foto: AP Foto/Natacha Pisarenko

Uno puede suponer que el planteamiento de liberalización beneficiaría en Argentina a un sector financiero. No obstante, las propuestas más importantes de él no son compartidas por la mayoría de la clase capitalista argentina, ni internacional. En los últimos días, periódicos internacionales —como The Economist—, la Reserva Federal de Estados Unidos y el propio Fondo Monetario Internacional (FMI), le han retirado su apoyo. Prefieren a Sergio Massa, de Unión por la Patria, o a Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio. 

Milei, por lo tanto, se ha visto obligado a modificar su programa. La dolarización, que iba a ser un acto inicial, ahora la promete para un futuro lejano, sin demasiada claridad. Supuestamente iba a terminar con el régimen de coparticipación federal y de transferencia del Estado Nacional a las provincias. Ahora dice que eso no sería así. Empieza a modificar su programa para que sea aceptado por la clase capitalista. Iba a destruir el Banco Central. «Voy y pongo una bomba en el Banco Central, lo prendo fuego», dijo. Pero los banqueros no quieren eso, porque los banqueros viven del Banco Central. 

Con la llegada de Javier Milei a la carrera presidencial y la creciente cifra de seguidores, ¿es posible evidenciar un aumento de tendencias fascistas y negacionistas en Argentina? 

Negacionistas, seguro. Sobre todo en relación al terrorismo de Estado de la década del 70. Y fascista también, pero con la siguiente salvedad: Milei es un «facho». La candidata a vicepresidenta de él, Victoria Villarruel, es una defensora acérrima de los genocidas de la dictadura. Pero eso no es suficiente para encauzar un movimiento fascista. 

Para encabezar un movimiento fascista tiene que haber condiciones sociales para que ese movimiento se quede. Argentina no tiene esas condiciones. Cuando uno ve lo que es el fascismo —las dos experiencia más conocidas son la de Italia con Mussolini y la de Hitler en Alemania—, eran movimientos donde la clase media y la pequeña burguesía, muy golpeadas por el capitalismo, avanzaban contra la clase trabajadora. Los textos de Trotsky sobre el fascismo, precisamente en Alemania, demuestran con claridad que es un régimen de guerra civil contra la clase obrera. No solo contra su vanguardia socialista o comunista, sino contra la clase obrera como tal, contra los sindicatos. Es un régimen de exterminio de la clase obrera y de derrota física a la clase obrera. 

En Argentina no está eso. Estamos muy lejos de eso todavía. Que Milei sea un «facho», insisto, no se traduce necesariamente en un movimiento fascista en el país. Esas cosas hay que verlas con detenimiento y con cuidado. Yo no soy partidario de bajar la guardia frente al peligro de un eventual gobierno de Milei, pero tampoco soy partidario de atribuirle una fuerza que no tiene, porque eso lleva al derrotismo. Bolsonaro en Brasil, Trump en Estados Unidos, no se pudieron mantener en el poder. Y eso que Trump tenía el Partido Republicano y que Bolsonaro tenía el apoyo de las Fuerzas Armadas. Hoy Milei no tiene el apoyo de nadie. De momento, es todavía algo que se tiene que constituir como fuerza. Veremos. 

Si se revisan los números de las PASO puede evidenciarse que múltiples partidos de izquierda se presentaron de forma fragmentada. ¿Cuánto afecta esa fragmentación a la victoria de las izquierdas en los procesos electorales? ¿Qué caminos cree necesarios para lograr la unidad? ¿Qué diferencia la propuesta del Frente de Izquierda de otros partidos?

En Argentina existe un Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT) que se formó en el año 2011 y continúa hasta el día de hoy. Al FIT lo integran cuatro partidos de la izquierda, y como en Argentina existe una legislación donde primero están las PASO y después  las Generales, permite una competencia interna y luego unificamos una lista común en las generales. También está la ley electoral, que establece un piso mínimo del 1,5% de los votos para acceder a las generales, y las fuerzas que fueron por fuera del FIT (Política Obrera y el MAS) no lo pasaron. Al final lo que tenés en octubre es una sola lista de izquierda. 

No creo que el problema de la izquierda sea a nivel de división. El problema de la izquierda es si es capaz de organizar la clase trabajadora y a los explotados como una fuerza sólida, masiva, con una penetración de las ideas socialista. 

Hay una diferencia sistémica entre el FIT y el macrismo y el kirchnerismo: ellos defienden el capitalismo. Nuestro programa plantea un gobierno de trabajo y socialismo. La diferencia es absolutamente de principios. 

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Foto: El Destape

Cuba siempre ha sido un referente para los movimientos de izquierda. No obstante, actualmente vive una de los contextos más complejos desde el 59, con un incremento en la desigualdad social y económica. A ello se le suma la opresión política y el ahogamiento de varias libertades democráticas. Dicho panorama se vio exacerbado con el estallido social del 11 de julio.  ¿Cómo se posiciona el Partido Obrero frente al actual contexto cubano? ¿Ha sido materia de análisis dentro sus filas?

Por supuesto, la Revolución Cubana es un tema clave de la izquierda latinoamericana. De todas maneras, nosotros no tenemos a la dirección del Partido Comunista de Cuba (PCC) como referencia política. No ahora, hace mucho tiempo. Primero, somos troskistas. Si bien la dirección cubana, en el momento de mayor aproximación al planteamiento revolucionario, desarrolló posiciones foquistas, eso rápidamente quedó en el pasado. 

En la historia del Partido Obrero hay un momento importante en relación a Cuba, que tiene que ver con cuando Fidel Castro termina apoyando la invasión de Rusia a Checoslovaquia. Va a aplastar militarmente la Primavera de Praga, un momento muy significativo de la historia del siglo XX, muy parecido al mayo francés. La unión de la clase obrera más allá de la división del muro de Berlín. Ese hecho fue para nosotros un dato muy significativo de la orientación de la dirección castrista. Estamos hablando de la década del 70. Pasó mucha agua bajo el puente, pero ese hecho mostró que la división cubana se asimilaba rápidamente al estalinismo. Entonces, a partir de ahí, la dirección cubana va a llevar adelante un planteamiento de asimilación, por un lado, de la burocracia rusa, y por otro, a las burguesías latinoamericanas. 

Justo se cumplen 50 años del golpe de Augusto Pinochet, y es interesante porque en su momento la dirección cubana fue una de las que más intercedió frente al Partido Comunista chileno para defender la vía democrática del socialismo en Chile, lo cual terminó en tragedia porque llevó a Salvador Allende a colocar a Pinochet como general en jefe de la fuerzas armadas. Algo similar se va a repetir —según nuestra comprensión— en Nicaragua con el sandinismo. Una famosa frase de Fidel: «no hagan de Nicaragua una nueva Cuba». Y eso llevó al Pacto de Contadora en 1983, en el cual participaron todas las burguesías latinoamericanas y sirvió para desarmar las guerrillas de Centroamérica. Y después se formó el Foro de San Pablo, en el cual participa el PCC pero con el Partido Brasilero, el Frente Amplio, las fuerzas de Evo Morales, el Farabundo Martí de Salvador, los sandinistas de Nicaragua y ya se estructuran como una fuerza en defensa del capitalismo. Una izquierda, pero una izquierda capitalista. 

Nosotros no tenemos una visión crítica de la dirección cubana por los últimos acontecimientos. Nosotros tenemos una diferencia estratégica con la división cubana desde el inicio; siempre reconociendo que hicieron una revolución. 

Somos un partido de luchas. Sabemos que participar de un acontecimiento te permite palpar las cosas de un modo muy distinto. Te permite diferenciar lo que es una lucha contra la burocracia cubana por reivindicaciones justas, de lo que puede ser una manipulación del imperialismo. 

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Foto: El Mundo De Berisso

¿Cómo cree que podría avanzarse y lograr soberanía en un país que además de sufrir la inacción o mala gestión gubernamental, también resiste los efectos de medidas unilaterales coercitivas por parte de un país extranjero?

Hay dos problemas fundamentales acá. Cuba necesita que los sindicatos sean autónomos. La realidad material de Cuba es: una enorme decadencia de sus fuerzas productivas. Cuba necesita de inversiones internacionales, posiblemente. Nosotros, como Partido Obrero, siendo una fuerza socialista, no rechazamos de un modo explícito cualquier tipo de inversión internacional. A veces puede ser necesaria. Ahora, los trabajadores se van a defender de esa inversión internacional. ¿Tienen sindicatos para defenderse? Lo peor que puede tener un trabajador es que haya una inversión internacional y no la libertad de asociación. Entonces, el problema de luchar por sindicatos autónomos e independientes es fundamental. 

Lo segundo, es formar un propio partido de trabajadores, que no lo es el Partido Comunista de Cuba. El PCC no lo es desde hace mucho tiempo ¿Por qué? Porque un partido de trabajadores o un partido comunista de verdad tiene que funcionar sobre la base de un programa, de una deliberación democrática de sus afiliados, de un reclutamiento sobre la base de los trabajadores que están luchando y su nivel de conciencia. No ser un partido de funcionarios. 

Hace falta un partido de trabajadores y hace falta sindicatos libres. Los sindicatos libres significan —insisto— que sean independientes del Estado y que sean un instrumento para que los trabajadores puedan defenderse y reivindicarse. Esto es un principio muy fuerte para nosotros. Pensá que en la Revolución Rusa esto fue un debate y no dirigía el Estado ruso un burócrata, lo dirigía Lennin y Trotsky. Lenin en su momento hizo una crítica muy fuerte «somos un Estado obrero, pero con deformaciones burocráticas». Entonces, los trabajadores necesitan defenderse de su propio Estado. Hoy, en Cuba, esto vale más todavía porque el Estado cubano es un estado restauracionista del capital. No es un estado obrero, es un estado que impulsa la penetración del capital internacional dentro de Cuba. Entonces, más que nunca necesitamos sindicatos independientes. 

La oposición de izquierda es minoritaria entre los cubanos, pues, además de resistir el hostigamiento de las estructuras del Estado Cubano, debe también enfrentarse al descrédito de la mayoría de los sectores del llamado exilio, marcados por un fuerte anticomunismo y apegados a la derecha radical. Bajo este contexto, las organizaciones o militantes de esta tendencia quedan en tierra de nadie y sin los necesarios apoyos para hacer activismo. ¿Qué consejos pudiera darle a los movimientos u organizaciones cubanas que no están de acuerdo con las políticas del Estado, pero que tampoco quieren alinearse a la derecha?

La cuestión táctica en política es muy importante. Si no, la estrategia queda como algo abstracto. En forma muy genérica, habría que tener un programa. 

Hablo de un programa que cuente con varios factores. Por un lado, las reivindicaciones más acuciantes del pueblo cubano. ¿Cómo se va a organizar el pueblo?, ¿sobre qué base?, ¿qué plataforma? Un programa más estratégico de a dónde queremos llevar la revolución y que nos permita diferenciarnos de la otra parte opositora del régimen, que es la derecha. Una plataforma que sea materia de permanente agitación, propaganda y organización. 

Y así se irá formando el punto de partida de un verdadero partido comunista, un  partido de  trabajadores en Cuba. Porque lo que va a organizar a los trabajadores —insisto— es un programa que muestre una comprensión de lo que pasa, a dónde queremos llevar la Revolución, pero que también contemple acciones más inmediatas a los problemas que está viviendo el pueblo; que desarme los privilegios de la burocracia; que defienda el derecho a organizarse de los trabajadores, y que organice a la juventud. 

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Foto: FM del Pueblo Azul

Hoy en varios lugares de América Latina se evidencia el avance de los discursos de la ultraderecha, tras el fallo por parte de los gobiernos progresistas o tradicionales a la hora de generar bienestar social. ¿Cuál pudiera ser el camino a seguir de la clase trabajadora y los movimientos de izquierda para convertirse en una alternativa real que transforme las estructuras que provocan estas inconformidades y problemáticas?

En los últimos 15 años ha habido un intercambio entre gobiernos progresistas y de derecha de una manera media permanente. Ahora gobierna Lula en Brasil. Gobierna la derecha en Uruguay. Gobierna la izquierda en Chile, lo cual es toda una novedad, pero con una posición fuertemente capitalista, muy reaccionaria y muy represiva frente a los pueblos originarios. Y en Argentina existe todo el debate en torno al kirchnerismo y que ha dividido mucho a la izquierda. Porque una parte importante de la izquierda argentina está dentro del gobierno kirchnerista. El Partido Comunista Argentino, por ejemplo, los maoísta argentinos también. 

Lo que hay en toda América Latina es una disputa por un planteamiento de independencia de clase frente a los gobiernos de tipo nacionales y populares, centroizquierdistas. Y eso tiene que hacerse conformando partidos revolucionarios, que luchen por conquistar a las masas y que no se contenten con ser solamente un pequeño grupo de propaganda. 

Nosotros impulsamos eso, impulsamos en América Latina una estrategia de construcción de partidos revolucionarios que luchen por los gobiernos de los trabajadores en cada país. Y que eso, como estrategia política, lleve a la unidad socialista de América Latina. 

Trosky, por ejemplo, había pronosticado que las burguesías latinoamericanas iban a ser incapaces de unirse para enfrentar el imperialismo norteamericano, y en un momento parecía que ese pronóstico podría ser refutado por los hechos. Se hizo el Mercosur, se hizo la Unasur, la Patria Grande y terminó en nada. No pasó nada. Ahora Uruguay está firmando un acuerdo de libre comercio con China por su cuenta. Las burguesías latinoamericanas fracasaron en unificarse porque fundamentalmente son burguesías que, como toda burguesía, compiten unas con otras. Pasa en Argentina… si vos no aceptás una determinada situación de salario y condiciones de trabajo, el magnate desarma la fábrica y se va a Brasil. 

El fracaso de la burguesía vuelve a plantear el problema de que América Latina solo se puede unir sobre la base de gobiernos de los trabajadores. En su momento, la burguesía quiso adueñarse de un discurso de unificación de América Latina que no pudo llevar adelante. Para eso hace falta tener un programa. 

El hecho relativamente nuevo de América Latina es que ha pasado a ser un territorio de disputa entre Estados Unidos y China. Esto no pasaba en la década de los 80 y 90. China no tenía la relevancia mundial que tiene hoy. Muchos piensan que con los BRICS (conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) tendríamos una especie de comercio Sur-Sur. Enfrentaríamos — digamos— a las potencias imperialistas tradicionales, a través de un acuerdo con China y en forma secundaria con Rusia. 

Pero ¿cuál es la naturaleza del acuerdo con China? Argentina tiene un comercio con China más fuerte que con Estados Unidos. Y la naturaleza comercial de ese acuerdo, su fundamento principal, es la exportación de materias primas. Entonces, la relación que tenemos con China es tan colonial como la que tenemos con Estados Unidos. No exactamente igual, pero reproduce eso. Es falso que América Latina va a lograr su verdadera independencia a partir de apoyarse en China. Y ese es el discurso de Evo Morales, de Nicolás Maduro en Venezuela, de los Ortega en Nicaragua. El intento de dominación de China de América Latina no tiene por propósito emancipar a los países del atraso, de la dependencia de economías de tipo cada vez más primarizadas, sin productividad. 

3 COMENTARIOS

  1. Excelente artículo. Aunque tengo algunos puntos de vistas diferentes, pero es una lectura necesaria para comprender el momento tan complejo actual.

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Ella Fernández
Ella Fernández
Licenciada en Comunicación Social por la Universidad de La Habana, Cuba (2018). Ha colaborado con medios como Progreso Semanal, Magazine AMPM, Alas Tensas, Afrocubanas. La Revista, El Estornudo, El Toque y La Joven Cuba. Actualmente reside en Buenos Aires, Argentina, donde se desempeña como fotógrafa y realizadora audiovisual con énfasis en temas relacionados a los feminismos, la migración y los movimientos sociales en América Latina.

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